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martes, 9 de diciembre de 2008

EN ESTO PENSAD -- DICIEMBRE 2008

¿SOMOS SEGUIDORES DEL SEÑOR JESUCRISTO?

“Señor, te seguiré adondequiera que vayas” (Lucas 9:57).

Aveces pienso que hablamos y cantamos con demasiada ligereza acerca del señorío de Cristo, del compromiso total y de la rendición absoluta.
Repetimos como loros frases cortas e ingeniosas como: “Si Él no es el Señor absoluto, entonces no es Señor en absoluto”. Cantamos: “Todo a Cristo yo me rindo, lo que tengo, lo que soy”. Actuamos como si el compromiso total implicara poco más que asistir a la reunión de iglesia cada domingo por la mañana.
No es que no seamos sinceros, sino que no nos damos cuenta de todo lo que implica. Si reconociéramos el señorío de Cristo, estaríamos dispuestos a seguirle en la pobreza, el rechazo, el sufrimiento y aun la muerte.
“Algunos desmayan ante la vista de la sangre. Un día un joven entusiasta vino a Jesús con los propósitos más excelentes en su corazón. Dijo: “Señor, te seguiré adondequiera que vayas”. No podría haber nada más excelente. Pero Jesús no se emocionó. Sabía que aquel joven no entendía todo lo que implicaba su promesa. Respondió explicando que Él mismo no era sino un hombre sin hogar y que como las zorras, tendría que dormir a la intemperie en la montaña. Le mostró la cruz con un poco de carmesí sobre ella y frente a esto, el que estaba tan ansioso cayó en una palidez mortal. Suspiraba por sus bienes; el precio era más alto de lo que estaba dispuesto a pagar. Esto ocurre con mucha frecuencia. Algunos de vosotros no estáis en la batalla, no por falta de atractivo en el llamado de Cristo, sino porque teméis una pequeña pérdida de sangre. Por lo tanto decís gimoteando: ‘de no ser por estas infames pistolas, yo habría sido soldado’” (Chappell).
Si Jesús no se emocionó cuando el joven de Lucas 9 se ofreció a ir con Él todo el tiempo, estoy seguro de que sí se emocionó cuando Jim Elliot escribió en su diario: “Si salvara la sangre de mi vida, negándome a derramarla como un sacrificio, oponiéndome al ejemplo de mi Señor, entonces he de sentir el pedernal del rostro de Dios puesto contra mi objetivo. Padre, toma mi vida, ¡sí!, mi sangre, si así lo deseas, y consúmela con Tu fuego arrollador. No la salvaría, pues no me corresponde a mí salvarla. Tómala, Señor, tómala toda. Derrama mi vida como una oblación por el mundo. La sangre tan sólo tiene valor cuando fluye sobre Tus altares”.
Cuando leemos palabras como éstas, y recordamos que Jim derramó su sangre como mártir en Ecuador, algunos de nosotros nos damos cuenta de cuán poco sabemos de rendición absoluta. William MacDonald

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EL ORIGEN DE LA NAVIDAD NO ES CRISTIANO

La humanidad, de una u otra manera, siempre ha celebrado la Navidad. Así, no es casual que el nacimiento de los principales dioses solares de las culturas agrarias precristianas (Osiris, Horus, Mitra, Dionisio, Baco, etc.) se produjera en el solsticio de invierno. En los pueblos germánicos y galos, menos romanizados que sus vecinos, las ceremonias de adoración al Sol y a las fuerzas ocultas de la Naturaleza se realizaban a finales de diciembre y principios del nuevo año hasta bien entrada la Edad Media. Caldeos, egipcios, cananeos, persas, fenicios, hindúes, aztecas... La práctica totalidad de los pueblos han venerado al dios solar con la llegada del invierno. Y así hasta la llegada de Jesucristo, aunque no fue hasta el Concilio de Nicea (año 325 d.C.) cuando se declara oficialmente que es una divinidad y se fija como fecha de su natalicio la de la noche del 24 al 25 de diciembre, coincidiendo con el Nacimiento del Dios Invencible romano.
Pero si hay una historia que destila magia y misterio es la de los Reyes Magos. En el Nuevo Testamento sólo San Mateo habla de ellos; la posteridad se ha encargado de que ocupen el altísimo concepto que los niños tienen de ellos. Hasta el siglo IV de nuestra era su número variaba entre dos, cuatro, seis o incluso do
ce, aunque la cifra acabó por reducirse hasta tres. Otras curiosidades: Baltasar no fue negro hasta el siglo XVI. A los tres monarcas de los regalos se les ha identificado con los hijos de Noé, los reyes Sem, Cam y Jafet, que representaban a las tres razas que poblaban el mundo: Melchor, el más anciano, cano y portador del oro, a los europeos; el rubio Gaspar, que ofrenda al Niño Jesús incienso, a los semitas de Asia; y Baltasar, de piel oscura, barba y que lleva consigo la mirra, a los africanos. La tradición de los juguetes no se extendió hasta mediados del siglo XIX. Antes, Caspar repartía golosinas, miel y frutos secos; Melchor ropa y zapatos, y Baltasar hacía de malo al castigar a los menores con carbón, no precisamente el dulce que se prodiga hoy.
*extracto del artículo por José de la Fuente, revista secular, PAISAJES (RENFE), dic. 2004
¡Aun los incrédulos reconocen el origen mundano de la fiesta! Esto debe reprender y avergonzar a los creyentes que desean celebrarla como si fuese algo cristiano.


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El Cambio del Sacerdocio
(parte II)

Hebreos 5:1-4 habla acerca de los requisitos y los propósitos de los sumo sacerdotes humanos. En primer lugar, todo sumo sacerdote era: “tomado de entre los hombres”, esto es divinamente tomado y designado. El versículo 4 afirma: “Y nadie toma para sí esta honra, sino el que es llamado por Dios, como lo fue Aarón”. De entrada vemos que el sacerdocio no es una vocación, no puede uno elegir ser sacerdote como oficio o carrera, proseguir sus estudios, aprobar sus exámenes, tomar sus votos, ser ordenado y comenzar a oficiar y gozar de los privilegios de sacerdote. Este modelo es del mundo, pero no de Dios.
Segundo, versículo 1 dice que el sumo sacerdote es constituido: “a favor de los hombres, para que presente ofrendas y sacrificios por los pecados”. Esto es lo que los sacerdotes católico romanos pretenden hacer. Y verdad es que los seres humanos necesitamos a alguien que nos represente delante de Dios como mediador. Pero ese “alguien” no es el Papa, ni el resto de la curia romana, ni los santos, ni los ángeles, ni María.
Cuando Dios quitó el sacerdocio de la casa de Aarón y la tribu de Leví, no lo reemplazó con otro sacerdocio humano, igualmente débil e ineficaz (He. 7:18). Puso en lugar de aquellos sacerdotes a uno que es perfecto, y cuyo oficio no termina nunca. “Juró el Señor, y no se arrepentirá: Tú eres sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec”. En el orden de Melquisedec sólo hay uno ahora, y es el Señor Jesucristo mismo, quien vive: “según el poder de una vida indestructible” (He. 7:16). El Señor Jesús cumple los dos requisitos básicos, de (1) comunión con los hombres y (2) autoridad de Dios. Cuando se encarnó, se identificó con nosotros: “estando en condición de hombre” (Fil. 2:8). Y el Espíritu Santo cita en Hebreos 5:5-6 dos textos del Antiguo Testamento que demuestran que Jesucristo tenía (y tiene) autoridad de Dios: Salmo 2:7 y Salmo 110:4. En Su estilo magistral, porque es el Espíritu Santo y no la Iglesia Católica quien tiene el Magisterio, el Espíritu se sirve del Antiguo Testamento, la única Sagrada Escritura reconocida por los judíos, para enseñar que Jesucristo tiene esta autoridad. “Tampoco Cristo se glorificó a sí mismo haciéndose sumo sacerdote, sino el que le dijo: “Tú eres mi Hijo, Yo te he engendrado hoy. Como también dice en otro lugar: Tú eres sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec” (He. 5:5-6). El versículo 10 lo afirma otra vez: “y fue declarado por Dios sumo sacerdote según el orden de Melquisedec”. ¿Más claro? ¡Agua!
¡Cuánto nos gustaría, y cuánto le gustaría al Señor Jesucristo, que nuestros amigos católico romanos se dieran cuenta del gran engaño y la usurpación que su sistema religioso ha hecho. ¿Dónde ha declarado Dios tan clara e inconfundiblemente que el Papa es el sumo sacerdote, el “sumo pontífice”, el “vicario”, que sirve de puente y portavoz entre Dios y los hombres? En ningún lugar en la Biblia. Fuera de ella Roma puede citar las fuentes que quiera, pero dentro de la Biblia es donde Dios habla y expone para nosotros Su Santa voluntad. El sacerdocio levítico y de Aarón fue “abrogado” (He. 7:12), pero no para hacer lugar a otra clase especial de sacerdotes humanos oficiando en la cuestión del perdón de los pecados. “Porque la ley constituye sumos sacerdotes a débiles hombres; pero la palabra del juramento, posterior a la ley, al Hijo, hecho perfecto para siempre” (He. 7:28).
¡Sería una redundancia ridícula si ahora, con semejante mediador y sumo sacerdote como tenemos en el Señor Jesús, nos pusiéramos a ordenar de nuevo a unos hombres, meros seres humanos, con su debilidad mortal (He. 7:23)! ¿Un mediador entre el Mediador y los hombres? ¡Qué razonamiento más torcido! “Hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre” (1 Ti. 2:5). Amigo lector, ¿es Jesucristo suficiente para ti? Si no lo es, entonces realmente no has llegado a comprender y creer en el Jesucristo del evangelio, ni tienes vida eterna. Pero cuando uno viene a Cristo, recibe perdón completo y obtiene en Él un perfecto y eterno mediador, ¿qué le pueden ofrecer unos débiles sacerdotes que sólo han sido constituidos por Roma? Absolutamente nada.
Dios declara qué clase de sacerdote nos conviene ahora, en lugar de Aarón y los de su casa: “Porque tal sumo sacerdote nos convenía: santo, inocente, sin mancha, apartado de los pecadores, y hecho más sublime que los cielos, que no tiene necesidad cada día, como aquellos sumos sacerdotes, de ofrecer primero sacrificios por sus propios pecados; porque esto lo hizo una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo”. ¡Como sacerdote nadie menos que Jesucristo nos conviene! ¡Y por declaración divina (no romana), es así, gracias a Dios! “Tenemos tal sumo sacerdote, el cual se sentó a la diestra del trono de la Majestad en los cielos, ministro del santuario” (He. 8:1-2) y es el Señor Jesús. ¡Él intercede por nosotros! ¡Él ha ofrecido ya una vez para siempre un sólo sacrificio, tan eficaz y sublime que ya ha terminado con la cuestión de los pecados de todos los que creen en Él! ¿Cómo lo sabemos? ¡Porque en lugar de quedarse en la cruz (como representa el crucifijo), o en la tumba, Él resucitó, vive y está sentado a la diestra de Dios! ¿Acaso hay intercesor o ministro mejor que él? Si dijéramos que sí, sería una blasfemia. Dios cambió el sacerdocio, pero puso al Señor Jesucristo para siempre, y no a los hombres ordenados por Roma.

Carlos Tomás Knott

miércoles, 5 de noviembre de 2008

EN ESTO PENSAD -- Noviembre 2008

¡ESPERA!
“Los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas” (Isaías 40:31)

Pensemos en lo importante que es esperar en el Señor, y lo qué significa para nosotros en términos prácticos. Entiendo que la palabra “esperar” viene de una palabra hebrea (qavah) que significa, entre otras cosas, recoger y unir. Al investigarlo, me sorprendió aprender que este matiz de la palabra viene de la fábrica de hilos, cuando se van juntando los hilos para hacer la cuerda. Cuantos más hilos se unen, más fuerte la cuerda. ¿Hay una manera en que podemos aplicar esto a nuestra esperanza en el Señor? Como todos sabemos, la tendencia es desesperarnos, perder el ánimo y no perseverar cuando pasamos por pruebas y dificultades, o si llevamos mucho tiempo pidiendo algo al Señor sin ver respuesta. Pero Dios bendice a aquellos que esperan en Él.
Primero, hay que esperar en el Señor, no en otros. No pongamos los ojos en los hombres porque ellos pueden fallar, incluso los que quieren hacernos bien. Ningún hombre es omnipotente, ninguno tiene toda sabiduría ni sabe el futuro. Sólo Dios es digno de nuestra esperanza, y mirad lo que Dios promete en nuestro texto. Los que esperan en el Señor:

1. Tendrán nuevas fuerzas.
2. Levantarán alas como las águilas.
3. Correrán y no se cansarán.
4. Caminarán y no se fatigarán.

Además, en Isaías 49:23 leemos: “no se avergonzarán los que esperan en mí”. A veces nos desanimamos cuando oramos y no vemos la respuesta. Nos cansamos de orar, de ir a las reuniones de la iglesia, de leer la Biblia, etc. Seamos honestos, estas son cosas que pueden pasar a cualquiera de nosotros, lo sé porque me ha pasado a mí. Cuando la gente que no hace esto vive mejor, y tiene más que nosotros, podríamos decir: “¿De qué me sirve?”, como el salmista en el Salmo 73 que se desanimó viendo la buena vida de los impíos. Cualquier creyente puede perder el ánimo, y es por eso que Dios nos anima a esperar en Él.
Pero hay que reflexionar y tener una vista larga. Los impíos no están mejor, sino peor, porque van a la perdición. Su camino desemboca allí. Y los que esperamos en el Señor tendremos nuevas fuerzas. El Señor responderá y nos bendecirá a Su tiempo. Puede que tarde según nuestro criterio, pero no faltará, porque Él es fiel y ha prometido. Entonces diremos que valió la pena esperar en el Señor. Que el Señor nos ayude a pensar más en Él y Su fidelidad. Cada vez que surjan problemas o pruebas, atemos otro hilo de esperanza a la cuerda de la fe, porque el Señor bendecirá a los que esperan en Él.

de un estudio dado por L. B., el 17 de mayo, 2007

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"Il Bambino"

El predicador E. Stanley Jones entró en una de las grandes catedrales en Roma, y vio una estatua del niño Jesús: “Il Bambino”. La gente había colgado toda clase de joyas en el cuello de "Il Bambino". Después de ver esto, salió a las calles de Roma y allí vio las caras chupadas y pálidas de los niños hambrientos. Entonces, escribió esta reflexión: “Me gustaría saber si el Bambino disfrutaba sus joyas. Decidí que si el Bambino disfrutaba sus joyas, entonces yo no podía disfrutar más el pensar en el Bambino".
Y así es en muchas iglesias. Hemos tomado a Cristo y le hemos cubierto con joyas y riquezas, con frases como: “qué bueno ver a cristianos ricos”. Le hemos hecho el Dios que bendice nuestro materialismo, nuestro hedonismo. Esto es repudiar por completo las enseñanzas del Señor Jesucristo. ¿Por qué digo esto? Porque la gracia del Señor Jesucristo se ve en que Él, siendo rico, se hizo pobre. Cuando enseñaba a Sus discípulos, decía cosas como: “Ay de vosotros, ricos”, pero nosotros no queremos presentarle al mundo así. Por eso le disfrazamos de rico, y pedimos a la gente que crea en el "Bambino" para ser prosperada. La misión de Jesucristo no fue traernos la prosperidad material, sino la salvación y el conocimiento de Dios. Su ejemplo fue: siendo rico se hizo pobre para enriquecernos espiritualmente. ¿Seguimos Su ejemplo?

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EL CAMBIO DEL SACERDOCIO

El Catolicismo Romano no podría existir sin un sacerdocio especial. Los sacerdotes romanos son necesarios para la celebración de los sacramentos que su Iglesia ha establecido. Por ejemplo, para celebrar la Eucaristía (Misa), que según Roma es un sacrificio incruento de Cristo, hace falta que el sacerdote realice el supuesto milagro de cambiar el pan en cuerpo verdadero de Cristo y el vino en Su verdadera sangre. Los sacerdotes también administran el sacramento de la confesión, al escuchar las confesiones de los feligreses y absolverles sus pecados. Bastan estos ejemplos para demostrar cuán necesario el sacerdote es al sistema que Roma estableció. Aquí no hablamos del sacerdocio general de todos los creyentes, sino más bien del oficio y la vocación especial de los que toman las órdenes santas y administran los sacramentos.
Los capítulos 5 y 7 de Hebreos tienen mucho que decir acerca del tema del sacerdocio, no el sacerdocio general de todos los creyentes, sino el sacerdocio especial, como mediador entre Dios y los hombres, con respecto al perdón de los pecados. El escritor de la epístola, bajo inspiración, tiene la tarea de guiar a sus lectores a dejar atrás un sacerdocio humano que Dios ya no aceptaba, y abrazar con todas sus benditas implicaciones el sacerdocio que Dios había establecido en lugar de aquel primero. La mente hebrea no conocía otro sacerdocio que el de la casa de Aarón, el cual fue establecido claramente por Dios en Éxodo, Levítico y luego también en Números en la ocasión de la rebelión de Coré. Éste quería para sí el sacerdocio, pero que fue rechazado y castigado por Dios con una muerte horrenda. Dado este fundamento histórico y bíblico del sacerdocio de Aarón, era considerable la tarea de convencer a los judíos a abandonar ese sacerdocio a favor de algo nuevo.
Observemos al leer Hebreos 5 y 7 que Dios no estableció otro sacerdocio humano para tomar el lugar de Aarón, sino que puso en su lugar a Cristo: “Sumo sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec” (5:6). Al reflexionar sobre el significado de este sacerdocio nuevo, perfectamente eficaz, inalterable y eterno, uno se da cuenta de que el sacerdocio establecido por Roma es algo falsificado y sin apoyo bíblico. Si miramos la historia de los sacerdotes de la tribu de Leví y la casa de Aarón, vemos claramente dictado por Dios en la Sagrada Escritura que ellos y sólo ellos debían ocupar este oficio, y cuáles eran los deberes de su ministerio. Si en el Nuevo Testamento Dios estableciera una nueva clase de hombres para oficiar y mediar, ¿no estaría igualmente clara la exposición bíblica acerca de quiénes podrían serlo y qué responsabilidades tendrían? ¿Por qué semejante laguna en el Nuevo Testamento respecto a los profesados “sacerdotes” católico romanos? ¿Por qué tiene la Iglesia Católica que salir de la Biblia en busca de instrucciones acerca de ellos? ¿No será porque Dios no lo mandó, sino que Roma se lo inventó, y también tiene que inventar todo lo demás respecto a su ordenación y ministerio? Como hemos de ver, el sacerdocio romano no es el nuevo sacerdocio que Dios estableció.


Carlos Tomás Knott
continuará, D.V., en el siguiente número

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jueves, 2 de octubre de 2008

EN ESTO PENSAD -- Octubre, 2008

Israel, Mi Amada
Mi deleite está en ella – Hepsiba – es el nombre que el Señor dio a Su antiguo pueblo. Los dieciséis profetas recibieron gozosos cientos de profecías de bendición para Israel. El Señor Jesús lloró sobre Jerusalén (no Tiro y Sidón) y quiso muchas veces juntarla como la gallina a sus polluelos. La Palabra de Dios nos instruye a orar por la paz de Jerusalén.
Hoy en día algunos israelíes están muy
dispuestos a sacrificarse por el proceso de la paz. En cambio, otros dan sus vidas en asesinatos suicidas a fin de sabotear esa paz.
Nosotros anticipamos la venida de nuestro Señor, esperanzados por los eventos que ocurren en Israel. Nuestros intereses en el arrebatamiento se centran en el Señor, Sus recompensas, Su novia, y el día de la boda. Seguramente Sus pensamientos también están centrados en esto. Pero también Se preocupará intensamente por Su amada Israel. ¿Qué dicen las Escrituras acerca de los siete años después del rapto?
Los israelíes nacidos de nuevo, por supuesto, ascenderán en las nubes para encontrarse en el aire con el Señor. Desgraciadamente, es evidente que estos serán sólo una minoría muy reducida de los 1
8.000.000 de judíos que viven hoy en día. Pronto la nación hará un pacto de siete años con el futuro dictador mundial, y comenzará la construcción del templo. Hoy se rumorea que los planes y las preparaciones se están finalizando, lo cual quiere decir que muy pronto comenzará la construcción. Acto seguido se inaugurarán los sacrificios.
Antes de q
ue los ángeles de ira empiezen a derramar los juicios de la Tribulación, otros pondrán el nombre del Padre como sello sobre 144.000 varones jóvenes de Israel. Aunque nunca aceptarán el número 666 del hombre de pecado, sus vidas serán preservadas durante la Tribulación. El Cordero se regocijará con ellos en el Monte de Sión, cantando un cántico nuevo que nadie más puede aprender (Ap. 14:1-5).
Estos varones jóvenes serán vírgenes y no se hallará en ellos ningún engaño. Estarán sin mancha delante de Dios. Serán las primicias del periodo de la Tribulación y seguirán al Cordero dondequiera que Él vaya. La novia también estará con el Cordero, de modo que estos jóvenes le serán a la novia como un compañero.
Suponiendo que más o menos un 10% de los 9.000.000 de varones en Israel se pueden considerar “jóvenes”, la sexta parte de estos son los 144.000. A menos que nuestras esperanzas de la segunda venida del Señor estén muy equivocados, es probable que los 144.000 estén vivos hoy día. Están viviendo vidas puras, todavía no entregados a Cristo, pero listos para creer cuando el Espíritu obre en ellos. Es un grupo interesante.

Su tarea después de ser sellados parece ser propagar el evangelio eterno. El fruto de este ministerio se puede ver en los muchos designados como ovejas a la mano derecha del Señor cuando Él se sienta para juzgar a los gentiles vivos. Pero antes que el Señor intervenga, muchos más creyentes nuevos serán muertos, tanto judíos como gentiles.
Cuando se abre el quinto sello, los israelíes creyentes que hayan sido muertos durante los siete años se ven bajo e
l altar como mártires (Ap. 6). Muchos más sobrevivirán los terrores de la Tribulación y le verán al Señor cuando Él aparezca. Ellos también creerán, con lágrimas de remordimiento por su rechazo nacional de su Rey (Zac. 12:10). Muchas ovejas gentiles heredarán el reino que les fue preparado desde la eternidad (Mt. 25:34), pero Israel será la nación predominante en el Milenio. Los apóstoles reinarán sobre las tribus (Mt. 19:28), y rápidamente construirán el templo, como se describe en Ezequiel.
Pronto vienen días grandes para Isr
ael y para la humanidad. Todavía más felices serán aquellos israelíes y los gentiles que aceptan a Cristo ahora, en la edad de la gracia. Así que, nunca dejemos de orar e interceder fervientemente en apoyo de todos los que trabajan para llevarle la Luz a Hepsiba, la nación amada de Dios.
R.E. Harlow, traducido de la revista “Missions” por Josué Knott

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"Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición. Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra". (Promesa de Dios a Abraham en Génesis 12:1-3)
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¿Cuán Importante Es La Doctrina Del Infierno?
(Parte II)
Donald Norbie

Debemos preguntar: "¿Qué creía el Señor Jesucristo mismo acerca de lo que hay después de la muerte?" Al leer la Biblia descubrimos que Él hablaba frecuentemente en los Evangelios sobre el Gehena como la morada final de los impíos. (Gehena, heb. gé-Hinon, el valle de Hinon, estaba situado fuera de Jerusalén, y se convirtió en un símbolo profético de juicio y castigo eterno, debido a su asociación con la vileza de la idolatría — Jer. 7:31-32).
El Señor advertía que el enojo y el desprecio hacen a sus portadores culpables de juicio y les exponen al fuego del Gehena (Mt. 5:22). Dijo que si uno pudiera escaparse de este lugar espantoso mediante la amputación de una mano o sacando su ojo derecho, sería sabio hacerlo (Mt. 5:29-30; 18:9). Advertía que Dios puede echar el cuerpo y el alma en el infierno (Mt. 10:28).
Advertía a los hipócritas, preguntándoles: “¿cómo escaparéis de la condenación del infierno?” (Mt. 23:33). Siete veces en Mateo el Señor advierte acerca del infierno. Marcos y Lucas relatan advertencias semejantes. Así que, el Señor Jesucristo creía en el infierno.
En Lucas 16 nuestro Señor corrió el telón para descubrir delante nuestro el mundo de la ultratumba. Describió a dos hombres que se conocían en esta vida, y lo que les aconteció después de la muerte. Uno de ellos, Lázaro, es llevado a la morada de los bienaventurados y allí es consolado con Abraham. Está totalmente consciente y capaz de expresarse. El otro gime después de la muerte, estando en agonía, “estoy atormentado en esta llama” (Lc. 16:24). ¿Hemos de creer que nuestro Señor estaba engañando a Sus seguidores, o realmente existe un lugar de castigo para los muertos? Concedido que no sabemos todo acerca de ese castigo, pero si las palabras tienen sentido y si Cristo dijo la verdad, entonces existe un lugar de castigo para los perdidos.
Esa realidad también fue proclamada por los apóstoles. Pablo, hablando acerca de los perdidos, afirma lo siguiente: “los cuales sufrirán pena de eterna perdición, excluidos de la presencia del Señor y de la gloria de su poder” (2 Ts. 1:9). Pedro escribe: “sabe el Señor librar de tentación a los piadosos, y reservar a los injustos para ser castigados en el día del juicio” (2 P. 2:9). Juan advierte acerca del día venidero cuando pasará esto: “Y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego” (Ap. 20:15). La bestia y el falso profeta todavía existen y sufren después de estar 1.000 años en este lugar de juicio (Ap. 20:10). Juan dice que los pecadores: “tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda” (Ap. 21:8).
Tal es la enseñanza de la Escritura. Puede que alguno lo encuentre difícil de aceptar para la mente natural. En cuanto a tantas personas que son en un sentido “majas”, pero que excluyen a Dios de sus vidas, es difícil creer que un día ellas van a estar separadas de Él eternamente. Pero han hecho su elección.
La realidad de esto debe conmovernos, y movernos como creyentes a evangelizar con compasión y fervor a los que viviendo, están perdidos. ¡Nosotros tenemos el mensaje de vida y esperanza que necesitan!

lunes, 1 de septiembre de 2008

EN ESTO PENSAD -- Septiembre, 2008

31 Reyes: Victoria Sobre el Yo
Parte VII - Conclusión

CONCLUSIÓN

¿Cómo venceremos estos gigantes anaceos? ¿Cómo ganaremos la victoria sobre el yo? ¿Cómo poseeremos a Hebrón, la ciudad de amor?
1. Debemos entrar definida y enteramente en el significado de ese gran dicho: “No sois vuestros” (1 Co. 6:19). Debemos rendirnos tan completamente que jamás podamos volver a poseernos a nosotros mismos. Debemos entregar nuestro yo y todos sus derechos en un eterno pacto y dar a Dios el derecho absoluto a poseernos y controlarnos para siempre. Y debemos permanecer en esta actitud y nunca reclamar nuestra entrega irrevocable.

2. Debemos dejar que Dios haga esto realidad en detalle, al traer cada día sus pruebas y conflictos, y al venir cada uno de estos 31 reyes a enfrentarnos cara a cara. Aquello que hicimos en general debe ser cumplido en particular, paso por paso, debemos establecernos en la completa experiencia de autorenuncia y entera consagración. A la vez que se nos presenta cada uno de estos asuntos, Dios nos pregunta lo siguiente: “¿Eres tuyo, o eres mío?” Y mientras nos mantengamos fieles a nuestro pacto, Él lo hará realidad. Debemos decidir que cada nuevo “Agag” ha de morir, y
Dios hará esa muerte efectiva en el momento que firmemos su sentencia de muerte.

3. Debemos recibir el gran remedio para el yo – el amor de Cristo. Hemos visto el poder del amor en la vida humana transformando a una muchacha egoísta – viviendo para los placeres de la sociedad y la satisfacción de su amor propio – en una esposa y madre paciente y auto-sacrificadora, dispuesta a soportar cualquier privación y hacer cualquier cosa para el hombre que ama con todo su corazón. En un sentido mucho más alto el amor de Cristo, y nada más, puede destruir el poder del amor propio y hacernos capaces de decir: “Porque el amor de Cristo nos constriñe, pensando esto: que si uno murió por todos, luego todos murieron; y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos” (2 Co. 5:14-15).

4. Por último, necesitamos no sólo el amor de Cristo, sino a Cristo mism
o. No es un principio, ni una emoción, ni un motivo que ha de transformar nuestra vida y conquistar a estos enemigos determinados, sino una Persona viviente. Cristo pondrá Su corazón en nosotros y así vivirá en nosotros, y viviremos así Su vida, amaremos en Su amor, y pensaremos, hablaremos, y actuaremos en Él en todo, de modo que sea que “ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí” (Gá. 2:20). Así que, recibámosle a Él, el Remedio del yo, el Señor de amor, el Conquistador del corazón.

Existe un adversario cuyo ocultado poder
Todo aquel que es cristiano bien debe temer.
Que el mal innato, más sutil; y al corazón, de más querer.
El poder del egoísmo es; el obstinado Yo.
Si Cristo en mí ha de vivir, mi Yo ha de morir.

Existen aún gigantes como los hijos del viejo Anac,
Buscar lo Mío, Confiar en Mí, Mi Gloria, Mi Voluntad.
La espada de Caleb aún tendrá que ejecutar
A los altivos anaceos que persisten en incordiar.
Entonces las alturas del Hebrón alcanzarán
En victoria nuestros pies; allí el amor podrá reinar.

Sálvame, oh Señor, de mi altiva voluntad,
Que en Tu sagrado Trono intenta ella sentar.
Mi voluntad se pierda en la Tuya, oh Señor;
Cúmplase Tu voluntad, que es mucho mejor.
De autosuficiencia y de confianza en mí
Guárdame, y deja que me apoye sólo en Ti.
Mi fuerza cambiaré por la Tuya, que es mayor.
De buscar lo mío propio ruego sálvame, Señor.
Como sacrificio vivo me presento en Tu altar,
Ya no mío, sino siempre en Tu posesión estar.
Vanagloria y orgullo ayúdame a desechar;
En lugar de fama y aplauso, quiero a Cristo la honra dar,
y que en todo sea Su Nombre el que hemos de alabar.
Jesús, mi Yo destruye con Tu aliento consumidor;
Enséñame Tus llagas, Tu corazón, y Tu dolor;
Amaste mi alma hasta la muerte, mi hermoso Salvador.
Cuando el fuego de la Gloria sobre el monte descendió,
Ni Moisés pudo hablar - cuarenta días enmudeció;
Así mi ser Tu gloria llene, para siempre muerto el Yo.

Ven y mora en mí, Jesús, anda Tú en mi caminar,
En mi vida vive Tú, y ama en mi amar,
Hables Tú en mi hablar, mi pensar sea Tu pensar,
Cada hecho mío sea Tu forma de actuar.
Sólo entonces será posible con verdad poder decir:
Que ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí.


traducido por Mary Elizabeth Knott (2006)

Sobre el Autor:
Albert Benjamin Simpson (1843-1919) fue una figura mayor entre los evangélicos norteamericanos al final del siglo XIX. Fundó la Alianza Cristiana Misionera, editó una revista mensual durante más de cuarenta años, escribió más de cien libros, pastoreó iglesias, levantó obras sociales, fundó un instituto y escribió docenas de himnos y cánticos evangelísticos.
El gran evangelista D. L. Moody comentó sobre la habilidad de Simpson de comunicar el amor de Dios en sus predicaciones: “Ningún otro hombre toca mi corazón como él”.

Título en inglés: 31 Kings: Victory Over Self, copyright 1992, Christian Publications, Camp Hill, Pennsylvania

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¿Cuán Importante Es La Doctrina Del Infierno?
Donald Norbie

Ha surgido la pregunta: ¿Puede uno ser cristiano si no cree en un infierno literal y eterno? Hoy en día algunos creen en la reconciliación universal, una frase que quiere decir que al final todos estarán en el cielo, en la presencia de Dios. Muchas personas dirían que un Dios de amor no puede mandar gente a un castigo después de la muerte. Con todas las pruebas y agonías de esta vida, ¿no es esto bastante infierno?
¿Es la doctrina del infierno vital, realmente importante, o es una enseñanza secundaria sobre la cual los cristianos pueden discrepar y tener sus opiniones y creencias personales? Los cristianos pueden discrepar sobre algunos detalles de la venida del Señor y en cuanto a cómo entienden la predestinación. ¿Es la doctrina del infierno una sobre la cual nosotros debemos mostrar tolerancia?
¿Qué es el Evangelio? Si el Evangelio salva, entonces los contenidos del Evangelio son vitales, y uno tiene que creerlos si desea ser cristiano. Pablo declara el Evangelio claramente en 1 Corintios 15:3-4: “Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras”. Y el versículo 2 afirma: “por el cual asimismo...sois salvos...”. Evidentemente uno tiene que creer estas verdades como cristiano para ser salvo.
¿Por qué murió Cristo? “Por nuestros pecados”, respondería Pablo. ¿Y qué quería decir Pablo con esto? “Cristo nos redimió de la maldición de la ley” (Gá. 3:13). Pablo creía en un día venidero de juicio después de la muerte, cuando Cristo juzgará al mundo (Hch. 17:31). La muerte en sí no puede ser la paga del pecado, porque en esta vida todos mueren, tanto los salvados como los perdidos.
La muerte de Cristo conlleva muchísimo más que la mera muerte física; Su alma fue hecha sacrificio por el pecado. Si no hay un infierno, no hay castigo después de la muerte, y entonces Cristo murió en vano (Gá.2:21). Entonces, ¿de qué seríamos salvos, si no hubiera un infierno después de la muerte? Por lo tanto, mantenemos que el juicio y el castigo del infierno son parte integral del Evangelio.


continuará, D.V., en el siguiente número

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SÓLO DOS CREENCIAS
"Realmente hay sólo dos creencias en el mundo. Están los que creen que se pueden salvar a sí mismos, y luego están los que creen que necesitan un Salvador. Sólo el cristianismo ofrece un Salvador. Y sólo el evangelio cristiano garantiza a cada creyente un lugar en la casa del Padre. Porque “la salvación es de Jehová”, ¡y punto!"

William MacDonald

jueves, 31 de julio de 2008

En Esto Pensad -- Agosto 2008

31 Reyes: Victoria Sobre el Yo
Parte VI

XXIX. ORACIONES EGOÍSTAS
No hay nada que suene tan egoísta como las oraciones de muchos creyentes. Se mueven en un círculo más o menos del tamaño de su propio cuerpo y alma, su familia y quizás su iglesia particular, y la sufriente casa de fe y el mundo que perece casi nunca son tocados por sus simpatías ni sus intercesiones. La mayor oración es la de amor desinteresado, y cuando aprendemos a orar por otros y llevar la carga del mundo moribundo en nuestros corazones, nos hallamos mil veces enriquecidos como resultado, y comprobamos que es cierto que “más bienaventurado es dar que recibir” (Hch. 20:35).

XXX. ESPERANZAS EGOÍSTAS
El futuro de muchas personas es tan egoísta como su prese
nte. Viven soñando de gozos y triunfos venideros, y su visión es toda terrenal y muchas veces sin base así como las nubes desvanecedoras que flotan en el cielo veraniego. La verdadera esperanza del Evangelio traga todas estas visiones egoístas y esperanzas terrenales. Buscando esa bendita esperanza y la gloriosa aparición de nuestro Señor y Salvador, Jesucristo (Tit. 2:3), mantenemos todas las demás perspectivas subordinadas y sujetas a la Suprema perspectiva. Aún la antigua esperanza del cielo que era a veces un hastío egoísta y una ansia de descanso se ha cambiado por esa alta y gloriosa búsqueda de Su venida que nos alza fuera de nosotros mismos a una mayor bendición que ha de traer a millares. Nos anima a más altos y nobles esfuerzos a trabajar para apresurar la gloria venidera y la preparación del mundo para encontrarse con Él. Sólo Dios puede dar esta nueva y celestial esperanza, que es tan divina como es alta e inspiradora.

XXXI. NUESTRA VIDA
Nuestra vida no debe ser considerada una posesión egoísta sino u
n fondo sagrado. “Ni estimo preciosa mi vida para mí mismo” (Hch. 20:24a) es el espíritu de consagración; “con tal que acabe mi carrera con gozo, y el ministerio que recibí del Señor Jesús” (Hch. 20:24b). Ese es el significado de la vida y el único objetivo por el que debe ser preciada. Así encontramos que el mismo apóstol dice: “Y confiado en esto, sé que quedaré, que aún permaneceré con todos vosotros, para vuestro provecho y gozo de la fe” (Fil. 1:25). La vida libre de egoísmo es una vida segura, y es inmortal hasta que cumpla su gran propósito.
A.B. Simpson (la conclusión vendrá, d.v., en el próximo número)

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¿ESTOY REALMENTE EN COMUNIÓN?


Al leer el Nuevo Testamento, no podemos por menos que notar la gran parte que la iglesia ocupaba en las vidas de los primeros creyentes. Una vez que había nacido la iglesia (Hechos 2), entonces la mayor parte del Nuevo Testamento fue dirigida a las iglesias locales o tenía que ver con ellas. Se daba por sentado que cada creyente tomaría su lugar como parte vital de una iglesia local. ¿Cómo describimos la relación de los creyentes a la iglesia local? A veces usan de la palabra: “miembros”. Pero esto es engañoso, porque trae a la mente la idea de ser parte de una organización o asociación. El Nuevo Testamento nunca habla de ser miembro de una iglesia. Sí, emplea la palabra “miembro” (1 Co. 12:12-27), pero en el sentido de miembros vivos del cuerpo humano (como manos o pies), no como miembros casuales de un club. En lugar de miembro, la Biblia presenta la comunión como uno de cuatro aspectos esenciales de la vida de la iglesia (Hechos 2:42). La comunión habla de compañerismo, de estar unidos, juntos (2 Co. 6:14). Nos dice que nuestro lazo no es incidental ni trivial, sino fundamental y crucial. Pero esto nos conduce a otro punto de confusión, porque al hablar de comunión en una iglesia, lo que muchas veces viene a la mente es la recepción a la comunión—el proceso por el cual los creyentes nuevos (y los que vienen de otros lugares) son oficialmente reconocidos como parte de una asamblea. Sin embargo, cuando la Biblia habla de comunión en la asamblea, normalmente habla de algo bastante distinto. Dejando a un lado de momento la cuestión de la recepción oficial, preguntemos: ¿Participo en la comunión de la asamblea, de la cual habla la Biblia? ¿Estoy en comunión en sentido práctico? – porque este ciertamente es el sentido en que la palabra se usa típicamente en el Nuevo Testamento. No es una pregunta insignificante, porque hay muchos creyentes que están oficialmente “en comunión” pero quienes—en todos los términos prácticos—hace décadas que están fuera de comunión con sus hermanos y hermanas en Cristo. Ciertamente el Señor no está engañado. Él no les considera “en comunión” simplemente porque sus nombres han sido anunciados en una reunión ni porque estén en alguna lista. Ser recibido a la comunión de la asamblea es mucho más que un mero “permiso para tomar los símbolos en la Cena del Señor”. La participación en la Cena del Señor no es un fin en sí, sino la expresión de nuestra comunión con el Señor y con los Suyos. Nuestra responsabilidad de estar en comunión en la asamblea local no termina cuando somos recibidos oficialmente. Al contrario, tiene que ver con nuestra forma cotidiana de vivir. La comunión no es un evento puntual en nuestra historia, sino algo al cual debemos dedicarnos continuamente, como dice: “perseveraban” (Hechos 2:42). Como tal, permíteme mencionar dos factores que pueden preveniros de realmente estar en comunión práctica en una asamblea. Nuestra actitud puede privarnos de comunión. Si considero a la asamblea como “yo” y “ellos”, o guardo amargura hacia otros hermanos, o tengo un espíritu criticón, o si meramente tolero la asamblea, considerando que ella simplemente es la mejor o la más conveniente de varias opciones, entonces no estoy realmente en comunión. ¿Amo a la asamblea, aunque está compuesta de pecadores (¡como yo!)? Nuestro comportamiento puede privarnos de la comunión. Si no me comprometo respecto a las reuniones, si no me animo a servir si no tengo interés en los demás creyentes durante la semana y vivo feliz sin ellos, entonces no estoy realmente en comunión. ¿Realmente les amo y deseo su compañía, oro por ellos, paso tiempo con ellos, o sólo quiero verles presentes en a las reuniones? ¿Me dedico con amor a la asamblea, tanto en las reuniones así como fuera de ellas? Siempre hay una tendencia de reducir a lo “oficial”, lo “debido” (por ejemplo: la asistencia) y así ahogar la vida cristiana. Una manera de hacer esto es pensar en ser miembros de una asamblea en lugar de pensar en tener comunión en ella. Otra es pensar en la comunión como un evento puntual en lugar de la ocupación diaria de todo creyente. Que cada uno de nosotros evalúe su actitud y comportamiento, y entonces, preguntése: “¿Estoy realmente en comunión?”
James Martin, traducción adaptada de su artículo en la revista Uplook, abril, 2008

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¿¿¿Cielo o Infierno...???


Sr. Alonso: “¿Podría ser feliz en el Cielo una persona que tuviese un familiar en el Infierno...?”
Ésta es una pregunta que muchos se hacen y que la Biblia contesta, por ejemplo en Isaías 65:17, “Porque he aquí que YO crearé nuevos cielos y nueva tierra; y de lo primero no habrá memoria, ni más vendrá al pensamiento”. Y añade Dios que borrará todo recuerdo del pasado, y además: “Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron” (Apocalipsis 21:4).
En el libro de Job, se nos aclara aun más el asunto: “La sequía y el calor arrebatan las aguas de la nieve; así también el Seol a los pecadores...nunca más habrá de ellos memoria” (Job 24:19-20). Se estremece uno al pensar en esto, pues el estado miserable del “perdido” le permitirá conocer que está olvidado de Dios y de sus seres queridos y amigos rescatados en el cielo. En los nuevos cielos y en la nueva tierra, no habrá ningún recuerdo de los pecadores. Serán absolutamente olvidados para siempre...(!!!).
¡¡¡Cuán diferente será con el Pueblo de Dios!!!
“En memoria eterna será el justo”, nos dice el Salmo 112:6, en contraposición con el impío, que eternamente será olvidado. Esto es, que el aguijón de la muerte –el pecado– produce una vida arruinada, devastada, un alma perdida, tras el Muro de la Eternidad, ¡envuelto en tinieblas eternas!
Algunos preguntan: ¿Cómo un Dios de Amor puede obrar así con los pecadores que rechazaron el Evangelio? Y la respuesta es, que Dios ama la Justicia, mucho más que al pecador. Dios es justo, ama la justicia, y los rectos contemplarán Su rostro; pero odia al malo, que hace violencia...“sobre los malos hará llover calamidades; fuego, azufre y viento abrasador serán la porción del cáliz de ellos. Porque el Señor es Justo, y ama la justicia; el hombre recto mirará su rostro” (Salmo 11).
Entonces, ¿qué hay del Gran Amor de Dios? El Amor de Dios es SANTO y la Salvación que ofrece es pasar de una vida de pecado a una Vida Santa, porque el pecado es incompatible con la Naturaleza Divina. ¡Dios ODIA el pecado!
Hubo un tiempo en que Dios amó a Lucifer, pero ya no le ama, ni tampoco a los ángeles caídos, convertidos en diablos irreversibles. No hay nada en ellos que pueda responder al amor de Dios. Un día el Eterno detendrá Su amor hacia los que le rechazan, pero se deciden por Satanás, con quien compartirán el Infierno Eterno (Mateo 25:41).
La Buena Nueva es que Dios quiere que TODOS sean salvos; Jesucristo ha derramado Su Sangre, para salvar a los pecadores que se arrepientan, y ha RESUCITADO para “certificarlo”; pues no rechazará jamás a los que vengan a Él, creyendo que es su Único y Suficiente Salvador. ¿LO ES TUYO...? Hoy es Día de Salvación, no lo demores
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Benedicto L. Alonso, Apartado 2389, 46080 Valencia, España

En Esto Pensad -- Julio 2008

31 Reyes: Victoria Sobre el Yo
Parte V

XXI. LOS TEMORES Y ANSIEDADES EGOÍSTAS
Casi todos nuestros afanes y ansiedades brotan de puro egoísmo.
Si estuviéramos enteramente rendidos a Dios, reconociendo que cada parte de nuestra vida es absolutamente Suya, no tendríamos ansiedad. Nos veríamos como propiedad Suya y bajo Su seguro cuidado y constante protección. El Señor ha dicho:“ninguno puede servir a dos señores” (Mt. 6:24), y añade, en una
curiosa indicación lógica: “por tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida” (Mt. 6:25). Esa pequeña expresión: “por tanto”, descubre e interconecta el amor al dinero y el afán ansioso.

XXII. LAS PENAS EGOÍSTAS
Muchas de nuestras penas y congojas proceden de puro egoísmo, orgullo dañado, ambición, amor propio o la pérdida de algo que no deberíamos de haber llamado nuestro.

La muerte del yo borra un universo de desdicha y trae un cielo de gozo.

XXIII. LOS SACRIFICIOS Y ABNEGACIONES EGOÍSTAS
Son tan reales como paradójicos. Uno puede repartir todos sus bienes para dar de comer a los pobres, y entregar su cuerpo para ser quemado, y no tener amor (1 Co. 13:3). Puede que lo haga para halagar su vanidad o relucir su ortodoxia y propagar sus creencias y opiniones.
Simón el estilita (390-459 d.C.), después de haber pasado un cuarto de siglo sentado sobre una columna viviendo de raíces y las limosnas de los pobres fue, quizás, la más exagerada encarnación de auto-justicia y auto-conciencia en todo el mundo. Se había negado a sí mismo para satisfacerse a sí mismo, exaltarse a sí mismo y salvarse a sí mismo. Fue nada más que la vieja corriente de su vida dirigiéndose por un nuevo canal. De la misma manera puede haber:

XXIV. LA VIRTUD Y MORALIDAD EGOÍSTA
Los fariseos eran virtuosos, pero su virtud era un manto egoísta, para exposición, y por tanto sin valor o peor. Era simplemente una propaganda, y su motivo destruyó su valor.
La señora que camina por la calle con sus faldas recogidas cuidadosamente para evitar contacto con su hermana caída puede ser un carámbano de decoro egoísta. Mientras tanto su pobre hermana con todas sus faltas puede tener un corazón generoso, y hasta puede que esté pecando por algún motivo de amor equivocado y sacrificándose por otro. Y aunque esto no mitiga su pecado, puede darle más noble carácter que el de la virtuosa que la desprecia. Así también está la

XXV. LA JUSTICIA PROPIA
Ésta osa justificarse ante Dios a través de sus obras religiosas y así
pierde Su justicia y salvación. Pues no son sólo nuestros pecados, sino también nuestras justicias, que Él ha descrito como "trapos de inmundicia” (Is. 64:6). Deben ser desechadas y nosotros como pecadores impotentes y sin ningún valor, debemos aceptar la justicia de Cristo para nuestra justificación ante Dios.

XXVI. LA CONSAGRACIÓN Y SANTIFICACIÓN EGOÍSTA
Podemos tener estas cosas y estar tan ensimismados con nuestra experiencia religiosa que nuestros ojos se apartan de Jesús y se centran sobre nosotros mismos. Así nos volvemos exhibiciones ofensivas de auto-conciencia religiosa y lo mejor de nosotros se estropea por nuestra introversión y falta de dirección.
La verdadera santificación olvida el yo y vive en constante dependencia del Señor Jesucristo como su Justicia y completa Suficiencia.

XXVII. LA CARIDAD Y OFRENDAS EGOÍSTAS
La más grande generosidad y las ofrendas de dinero más amplias pueden ser nada más que anuncios de nosotros mismos, impulsadas por algún motivo que termina sobre nuestro propio interés u honor.
Alguna gente da con liberalidad, y luego entorpece sus ofrendas poniendo muchas condiciones y se mete tanto en la administración de su caridad que todo desinterés es echado a perder. Parece ser nada más que auto-satisfacción, que su caridad es para su disfrute y alabanza más que para el bien de otros.

XXVIII. NUESTRO TRABAJO CRISTIANO PUEDE SER EGOÍSTA
Podemos predicar por el placer intelectual que nos da. Podemos trabajar para la iglesia porque nos gusta la iglesia, el pastor o la gente. Podemos involucrarnos en alguna profesión benévola o cristiana porque nos proporciona una vida cómoda y empleo agradable. O podemos hacer nuestro trabajo religioso por egoísmo religioso y con principios egoístas.
La iglesia de Dios hoy está arruinada por el egoísmo de su obra evangelística. Está gastando en su propia gente 700 veces lo que gasta para el mundo pagano, y el espíritu de egoísmo religioso tiñe todos sus planes.
A.B. Simpson (continuará, d.v., en el próximo número)

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UN KILO DE DIOS


“Yo quisiera comprar un Kg. de Dios, por 2 euros. O sea, que no deseo demasiado, como para industrializar mi alma, aniquilando mi vida y mi tranquilidad. No, sólo quiero lo justo como para sentirme satisfecho, como el sueño tras la buena tisana. No quiero tanto como para amar a aquellos a los que no amo; sólo ansío una pequeña sensación cálida en mi espalda, pero nunca una transformación de mi corazón...Busco una nueva impresión, nunca un Nuevo Nacimiento. Bueno, yo quiero un kilogramo de Dios en una bolsa de plástico... y todo por 2 euros. ¡Nada más!”

Ignoro quién escribió estas líneas, cuyo autor pudiera ser cualquiera; cualquier creyente de nombre, que mariposea por las diversas iglesias, para celebrar ritos, tradiciones, convencionalismos, o a la búsqueda de una espiritualidad o una emoción, tan en boga en la actualidad.
Yo creo que ya pasó la época en la que ser ATEO estaba en boga; hoy todo el mundo se confiesa creyente, religioso, practicante... y es que las costumbres han evolucionado y todo parece explicable. Ya no se hace el ridículo al declarar que se cree en los misterios, en las cosas invisibles, en los fenómenos irracionales, o en las fuerzas, a las que se las llama “dios”. Nada de esto choca a nadie; todos buscan lo trascendente, para dar un sentido a sus vida, pero huyendo de Dios. Así, la huida en avalancha hacia las experiencias paranormales, hacia las terapias esotéricas y la Meditación Trascendental, pero ignorando hacia dónde se va, y en quién se confía, es la MODA corriente. ¡Pobre Onda Espiritual!
Lamentablemente, esta espiritualidad no se funda en la Biblia, que nos revela un Dios Personal, que Ama y Exige a la vez. La multitud prefiere un dios impersonal, indefinible, un pelele siempre a nuestra disposición, a nuestro servicio...Servirse de Dios, manipularle, utilizarle, pareciera ser la norma de estos pseudo-espirituales, que recurren p.e. a la sofrología en vistas a un parto sin dolor, que se hacen tratar con curanderos y se asocian con clubs de extraterrestres, con la mira de preparar un mundo mejor...
En resumen: Lo que caracteriza estas búsquedas espirituales es que están centradas en el “YO”, y su práctica tiene un propósito egoísta, carnal, teatralero. El Yo se vuelve Dios y le quita Su Gloria, por lo que el YO decide y dirige. Pero “el hombre animal no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque le son locura” (1 Co. 2:14 Reina Valera versión 1909).
Y como consecuencia, donde esté la “mecánica” sustituyendo al Espíritu de Dios, allí no estará DIOS (Zac. 4:6; Jn. 15:5). En otras palabras: “Si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, el tal no es de él” (Ro. 8:9b).
AMIGO/HNO/a.: ¿En qué bando estás...? Te invito a SALIR con Cristo, llevando Su vituperio, os sea, la CRUZ (He. 13:13). Y quedo a tu disposición.

Gracias al hermano d. Benedicto L. Alonso, Apartado 2389, 46080 Valencia por enviarnos este artículo

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4 Cosas Necesarias En Juan 3


1. La Necesidad del Pecador
v. 7 “os es necesario nacer de nuevo” (Jn. 3:3-8)

2. La Necesidad del Salvador
v. 14 “es necesario que el Hijo del hombre sea levantado” (He. 9:22)

3. La Necesidad del Soberano
v. 30 “es necesario que él crezca” (Col. 1:18)

4. La Necesidad del Siervo
v. 30 “pero que yo mengüe” (Gá. 2:20; Fil. 1:20)





lunes, 2 de junio de 2008

En Esto Pensad -- Junio 2008

31 Reyes: Victoria Sobre el Yo -- Parte IV

XII. UNA PERSPECTIVA EGOÍSTA
Hay algunas personas que siempre y sólo ven las cosas desde su propio lado. ¿Cómo me afecta a mí?
Ves tu propio lado de las cosas, pero si esperaras y vieras el lado de tu hermano, y estuvieras dispuesto a creer que hay otro lado, tú mismo te salvarías de mil punzadas, y a otros de mil malentendidos.
“No mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros” (Fil. 2:4). Ponte en el lugar de tu hermano. Considera sus puntos de vista. Piensa en cómo actuarías si sintieras lo que él siente, si vieras con sus ojos, si estuvieras en su lugar. Te sorprenderá cuán diferentemente verás las cosas. Y sin embargo esto es sólo uno de los primeros pasos en el arte santo del auto-olvido.

XIII. LA INTROSPECCIÓN
Nuestro morboso y excesivo auto-examen es una forma de la vida egoísta que causa mucho dolor y daño en nuestra vida cristiana.
Hay un auto-examen bueno, pero también hay un auto-examen malo. Sólo Dios puede escudriñarnos y examinarnos en verdad. Si lo intentamos solos, tendemos a envenenarnos con el hedor del sepulcro en el cual penetramos.
El mismo apóstol Pablo dijo: “Porque aunque de nada tengo mala conciencia, no por eso soy justificado; pero el que me juzga es el Señor” (1 Co. 4:4). Encomendemos nuestro camino a Él y digamos honestamente: “Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos; y ve si hay en mí camino de perversidad, y guíame en el camino eterno” (Sal. 139:23-24).
Caminemos así con Él, confiemos en Él para que nos muestre todo lo que necesitamos ver y confiemos que “ si otra cosa sentís, esto también os lo revelará

XIV. EL AMOR PROPIO

Es la raíz de todas las formas de la vida egoísta. Es el corazón centrado en sí mismo y mientras que esto sea el caso, cada afecto y cada poder de nuestro ser se enfoca en y hacia nosotros mismos. Y el carácter entero se deforma por el error de enfoque; tanto como lo haría el ojo si se volviera adentro en lugar de mirar para afuera al mundo que fue hecho para percibir.
Dios, quien es ejemplo para todos los seres, es en esencia amor y no vive para sí sino para otros. Cuando nos centramos en nosotros mismos, somos lo contrario de lo que es Dios, y en realidad asumimos Su trono y nos volvemos nuestros propios dioses.
Es la ruina y perversión del alma el amar y vivir para uno mismo.

XV. LOS AFECTOS EGOÍSTAS
Son el fruto natural de la vida egoísta.
Amamos a nuestros propios amigos y familias y a las personas que nos proporcionan placer. Pero no amamos tanto por la bendición que podemos ser para ellos como por el placer que ellos nos proporcionan.
El amor que termina enfocado sobre nosotros mismos es egoísta y degradante. El amor que busca la bendición de otro es elevador y divino.

XVI. LOS MOTIVOS EGOÍSTAS
Pueden colarse en los mejores hechos y estropear y pervertirlos hasta el núcleo.
No es sólo lo que decimos o hacemos, sino el porqué. Dios ve los pensamientos y propósitos, y Él juzga el hecho por su intención.
El corazón natural no puede hacer bien sin algún objetivo egoísta que pervierta y destruya su pureza.

XVII. LOS DESEOS EGOÍSTAS
Estos siempre surgen en el viejo corazón natural. Aunque nunca se cumplan ni se vuelvan decisiones, hechos o realidad, queremos ser libres de ellos y que nuestros deseos fluyan de Dios y Su amor sea lo que los dirija.
El espíritu codicioso es simplemente un deseo egoísta, y Dios lo ha pronunciado idolatría y terrible pecado.

XVIII. LAS DECISIONES EGOÍSTAS
Son todavía más serias, pues la voluntad es el manantial de los hechos humanos y determina todas nuestras palabras y hechos.
Debemos desear una voluntad rectamente dirigida, que escoge no para su propia satisfacción sino porque “Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad” (Fil. 2:13).

XIX. LOS PLACERES EGOÍSTAS
Hay dos clases de placer: uno es el que buscamos simplemente por amor al mismo, lo cual es egoísta. El otro es el placer que se produce en nosotros cuando hacemos bien y estamos en armonía con Dios, lo cual es el mayor placer.
El placer egoísta, que busca lo suyo y tiene a uno mismo como objeto, es terrenal, transitorio e incorrecto.

XX. LAS POSESIONES EGOÍSTAS
La persona mundana busca ganar el mundo y llamar suyo todo lo que tiene. El verdadero hijo de Dios no posee nada, sino que tiene todo como un fondo sagrado de Dios. “Ninguno decía ser suyo propio nada de lo que poseía” (Hch. 4:32).
El verdadero concepto cristiano acerca de la propiedad es el de administración; el de tener el regalo de Dios para Su servicio, sujeto a Su dirección y para Su gloria.
Este es el remedio soberano para la avaricia y el espíritu codicioso del mundo, y nunca seremos consagrados hasta que dejemos todo, absolutamente y para siempre a Sus pies, y lo mantengamos constantemente sujeto a Su bendita voluntad.

A.B. Simpson (continuará, d.v., en el próximo número)


EL CONTRASTE ENTRE
LA BIBLIA Y EL CORÁN

Hay una unidad sorprendente en el texto de la Sagrada Biblia a pesar de sus muchos “autores”. ¿Cómo fue posible esto con 40 autores que escribieron durante un período de 1.500 años, en muchos lugares distintos en tres continentes? Fue posible solamente porque el único verdadero DIOS les dio la revelación, porque evidentemente ellos no pudieron colaborar ni consultarse unos a otros como escritores. La pluralidad de escritores, en lugar de ser una debilidad o desventaja, es en realidad una prueba del origen divino de la Biblia, cuyo Autor es únicamente Dios.
En cambio, notamos como defecto que el Corán sólo tuvo un autor, Maho
ma, y que su libro sólo fue escrito durante un período de 20 años en Meca y Medina. En lugar de ser esto una ventaja o punto a favor del Corán, realmente expone su debilidad. Precisamente porque no tuvo más de un sólo autor, nos encontramos frente a un libro que se supone que debemos aceptar “porque sí”, porque lo dice Mahoma, y ya está. Además el Corán no contiene profecías como las de la Biblia, sino carece de pruebas internas de su veracidad (Is. 41:21-23). El resultado es que el Corán sólo puede ser aceptado por una “fe ciega” o por obligación o presión de otros. Literariamente, como supuesto “libro santo”, es un libro incompleto y sospechoso, porque le faltan las evidencias o pruebas externas para poder ser puesto a una prueba objetiva.
La Sagrada Biblia El Corán
1. 40 escritores. 1. Sólo 1 escritor.
2. Durantee 1.500 años. 2. Durante 20 años.
3. En tres continentes: 3. Sólo en Meca y Medina
Europa, Asia y África

Además, el Corán cae en el mismo error que el Libro de Mormón, que fue escrito totalmente por José Smith quien, como Mahoma, se dijo ser profeta de Dios, y también alegó que Dios le dirigió a escribir su libro. Otra vez, el problema que encontramos es el de tener que aceptar su palabra sin ninguna prueba. El argumento de que es un libro único y que nadie puede producir otro libro como él, es algo que francamente carece de poder, es subjetivo e inaceptable. Nadie tampoco puede pintar un “Rembrandt”. Entonces, ¿esto quiere decir que su arte es divina?

traducido y adaptado de un artículo por R.E.Harlow
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"Gracia, misericordia y paz, de Dios nuestro Padre y de Cristo Jesús nuestro Señor" (1 Ti. 1:2; 2 Ti. 1:2; Tit. 1:4; 1 Jn. 3).Estas tres bendiciones importantísimas las desea todo el mundo, pero sólo los creyentes en el Señor Jesucristo las tienen. La gracia es favor inmerecido, es recibir lo que no merecemos. La misericordia es NO recibir lo que merecemos. El resultado de estas dos cosas es paz con Dios (Ro. 5:1). ¡Amén!



sábado, 3 de mayo de 2008

"EN ESTO PENSAD" -- Mayo 2008

31 Reyes: Victoria Sobre el Yo (Parte III)

Una forma exagerada de la auto-conciencia es la

VIII. AUTO-IMPORTANCIA

Es muy ofensiva y sin
embargo muy común. Hay quienes la llevan hasta en su modo de andar y en su porte al pasearse por la calle, y casi le tientan a uno a acercarse y preguntarles como alegan que Sidney Smith hacía a los tales que veía en la calle: “Disculpe, caballero, pero ¿es usted alguien en particular?”
No es lo que suele acompañar a la verdadera grandeza, pero
es muy común en muy pequeños hombres y mujeres que compensan la falta de verdadero peso con una inmensa cantidad de auto-proclamación y jactanciosa suposición.
Esto es muy ofensivo y de mal gusto para el verdadero creyente. La modestia santa se dará a conocer hasta en el porte. La verdadera humildad no consiste en pensar mal de nosotros mismos, sino en no pensar en nosotros mismos. Y la cabeza madura de trigo siempre se inclina en proporción con su peso.

Estrechamente aliada con esto está el

IX. AUTO-DESPRECI
O

Esto es tan malo como lo otro, porque es otra forma de ocuparse uno consigo mismo. Alguna gente está ridículamente consciente de sus propios defectos e incapacidades. Les impide ser útiles en el servicio al Señor y siempre echan su pequeñez e insignificancia sobre cada situación.
Si ve su nombre impreso, teme envanecerse. Si se le pide sentarse en la plataforma, se ruboriza, se encoge y se esconde. Si es llamado a servir de alguna manera, se niega a hacerlo con motivo de su incapacidad. Todo esto también es el yo.
Un corazón verdaderamente rendido no tiene un nombre para ver impreso, ni una persona de la cual estar consciente, ni poder para servir. Su nombre ha sido dado a Cristo, y si Él quiere usarlo, que lo tenga y lo despliegue ante el universo en fama o infamia. No tiene ninguna capacidad para trabajar, y si Cristo quiere enviarlo, Él deberá proveer y suplir todos los recursos necesarios. Por eso, va incondicional y enteramente asegurado porque toda su fuerza tiene que venir de Dios.

X. LA AUTO-VINDICACIÓN


Esta es el yo que defiende sus propios derechos y se venga de sus agravios. Es rápido para descubrir daños u ofensas y expresar su sentir de alguna forma marcada e inconfundible.
Cree que debe recibir el respeto y la consideración debida en todos los casos y aunque no pide más que eso, sí insiste en todos sus derechos.
Su presunción no es descarada. No demanda aplausos más allá de lo merecido, pero sí pide y exige la consideración apropiada.
Ahora, esto es una forma muy respetable, sin embargo muy real del egoísmo. Es directamente contraria al espíritu del cristianismo y del Señor Jesucristo.
La mera idea de Su encarnación fue la renuncia de todos Sus derechos. Siendo en forma de Dios, tenía derecho a ser igual a Dios, pero se nos dice que Él no lo estimó cosa a qué aferrarse, sino “se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres” (Fil. 2:7).

Si Dios quiere llevarte a este lugar, es muy fácil para Él vaciarte y hacerte nada, y habrá mucha gente dispuesta a ayudarle. Pero es muy hermoso hacerlo nosotros mismos, como lo hizo el Señor Jesús, y no esperar que nos sea hecho.
La esencia misma de la humillación de Cristo fue que cedió todos Sus derechos celestiales y cuando descendió a la tierra, cedió todos Sus derechos terrenales y asumió como la ocupación de Su vida el dar hasta que no quedó nada más que dar; hasta Su propia vida entregó.
No has empezado a tratar el asunto de la auto-entrega hasta que llegues a tus más apreciados derechos, y los sueltes en Sus manos como un glorioso depósito; y cada vez que lo hagas, Él lo apunta en tu cuenta, y cuando haya acumulado interés, oh, ¡cuánto te reembolsará – mucho de ello en este mundo, pero cuánto más en el día de la eterna recompensa!

Creo solemnemente que la mayoría de las bendiciones que me han sido dadas en mi vida y ministerio han sido por cosas malas que la gente ha dicho de mí y porque Dios me hizo estar dispuesto a permitirles hacerlo.
“Dejadle que maldiga, pues Jehová se lo ha dicho. Quizá mirará Jehová mi aflicción, y me dará Jehová bien por sus maldiciones de hoy” (2 S. 16:11-12).

XI. LA HIPERSENSIBILIDAD

La hipersensibilidad es una de las formas más dolorosas del egoísmo.
Un día, en la India, tomé una pequeña y hermosa enredadera que se extendía en la tierra. Pensé qué bonito sería prensarla en mi cuaderno. Pero al tomarla desapareció en seguida, y no quedó nada en mi mano más que un largo hilo donde antes habían estado las hojas. Estaba tiesa y dura como un tallo sin hojas, y dije: “¿Qué pasó con mi planta?” Miré la tierra, y las demás hojas se extendían sobre la hierba como antes, pero no podía ver ni un rasgo de la planta que supuse que se me había caído.
Miré otra vez el tallito seco en mi m
ano, y descubrí que era la misma ramita que había cogido de la tierra, pero sus hojas se habían doblado y vuelto tan firmes y secas como si hubieran sido azotadas por un viento otoñal. Cuando toqué las hojas en la tierra, desaparecieron de la misma manera. Entonces dije, “¡Qué planta más sensible!”
Pensé en personas que había visto quienes fueron brillantes y radiantes durante un tiempo, pero algo ofensivo, desagradable o humillante les tocó, y desaparecieron encogidos hasta quedar como palos duros, secos y sin hojas de manera que no había ningún punto de contacto con ellos. Parecían haberse vuelto de pronto como momias egipcias, listas para una vitrina de cristal. ¿Cuál fue el problema?
¡El yo!
“Mucha paz tienen los que aman tu ley, y no hay para ellos tropiezo” (Sal. 119:165). ¡Que el Señor nos lleve y nos mantenga allí!

Hay un lugar donde podemos ser, mejor dicho donde podemos dejar de ser; y Cristo será en lugar nuestro. Y de este lugar es cierto que “Aquel que fue engendrado por Dios le guarda, y el maligno no le toca” (1 Jn. 5:18).

A.B. Simpson (continuará, d.v., en el próximo número)


¡Consumado Es!


“He acabado la obra que me diste que hiciese” Juan 17:4

La muerte del Señor Jesús es la interpretación de la misma mente de Dios en medio de la historia humana—No cabe la posibilidad de considerar a Jesucristo como un mártir; Su muerte no fue algo que le aconteció y que Él pudo evitar: Su muerte fue precisamente la razón por la que vino.
Nunca presentes tus predicaciones sobre el perdón diciendo que Dios es nuestro Padre y Él nos perdonará porque nos ama. Eso no está de acuerdo con la revelación que Jesucristo nos dio de Dios; como si sobrara la obra de la cruz, y reducir la Redención divina en “mucho clamor sobre nada”. Si Dios perdona el pecado, es por causa y por medio de la muerte de Cristo. Dios no puede perdonar a los hombres de ninguna otra manera excepto por la muerte de Su Hijo, y Él es exaltado para ser Salvador por causa de Su muerte. “Vemos ... a Jesús, coronado de gloria y de honra, a causa del padecimiento de la muerte...” La nota más fuerte de triunfo que nunca ha sonado con sorpresa en los oídos del universo es la que salió de la cruz: “¡Consumado Es!” Es la última palabra sobre la Redención del hombre.
Cualquier cosa que oscurece o disminuye la santidad de Dios por medio de una falsa comprensión del amor de Dios, no es fiel a la revelación de Dios que Jesucristo nos dio. Nunca permitas el pensamiento de que Jesús fue hecho por nosotros maldición porque tuvo compasión de nosotros. Claro que tuvo compasión de nosotros, pero Él fue hecho maldición por causa del decreto divino. De esta maldición, lo que resta para mí después de lo que Él sufrió, es la convicción del pecado... Jesucristo aborrece el mal en los hombres, y el Calvario es la medida de Su aborrecimiento santo y justo.

Anónimo (traducido de la revista “Counsel”)





Venid junto a la Cruz
Los que buscáis perdón,
Hallar podréis la paz, salud
Y eterna redención.
Venid al pacto eterno del amor,
Oíd la voz de nuestro Salvador.

¡Qué amarga vuestra sed!
¡Qué lejos la virtud!
Ya no ignoráis la sutil red
De vuestra esclavitud.
Venid, la Cruz de Cristo es manantial
De redención y gozo perennal.

Miráis con ansiedad
La llaga y el borrón
Que vuestra ciega iniquidad
Dejó en el corazón.
Pensáis amedrentados que tal vez
A su presencia os llame pronto el Juez.

Aún siendo tal baldón
Cual gran y carmesí,
El más dañado corazón
Remedio tiene aquí.
Venid, la sangre de la expiación
Os habla de clemencia y compasión.

Venid junto a la Cruz,
Venid y descansad,
El sacrificio de Jesús
Expía la maldad.
La Cruz es el mensaje del amor
Que Dios anuncia al pobre pecador.



viernes, 18 de abril de 2008

EN ESTO PENSAD -- ABRIL 2008 -- Nº 64

31 Reyes: Victoria Sobre el Yo -- Parte II

III. AUTO-INTERÉS
Es otra de las formas de la vida egoísta que debe ser rendida. El amor “no busca lo suyo” (1 Co. 13:5). Su objetivo no es alcanzar algún fin personal, sino beneficiar a otros y glorificar a Dios. La gran ocupación de la gente de este mundo es buscar sus propios fines, engrandecimientos, honores y placeres. Pero la vida consagrada tiene un sólo propósito: el de buscar “primeramente el reino de Dios y su justicia”, y descansar en Su voluntad, sabiendo que “todas estas cosas os serán añadidas” (Mt. 6:33).


IV. AUTO-COMPLACENCIA

Este es el espíritu de Anac, el del cuello largo. Es el espíritu orgulloso – el orgullo que nos lleva a deleitarnos en nuestras propias cualidades y apoyarnos satisfechos en nosotros mismos.
Es muy distinta a la vanidad, la cual busca la aprobación de otros. El espíritu de auto-complacencia está tan satisfecho consigo mismo que le importa poco la opinión de otros y tiene una independencia altiva que has
ta desprecia su crítica y se eleva por encima de su alabanza. Es su propio dios.
Es una de las formas más sutiles de la vida egoísta y tiene una grandeza altiva que ciega a su posesor en cuanto a su peligro y su profunda pecaminosidad.

V. AUTO-GLORIFICACIÓN
Esto es lo inverso a la auto-complacencia. Es el protagonismo de buscar alabanza de otros antes que de uno mismo. Uno puede ser muy pequeño en sus propios ojos y, por esta misma razón, intentar brillar en los ojos de los demás.
Una señora de alto rango no depende de su ropa o sus adornos para su posición, sino que suele ser muy sencilla. Es la falta de verdadera grandeza que hace a la presumida mariposa social ir de flor en flor en la sociedad, ansiosa por atraer atención por su llamativa exhibición.
La auto-glorificación hace alarde de sí misma e infla su burbujita porque es tan pequeña. No hay criatura tan diminutiva en sus verdaderas prop
orciones, cuando mermada a sus dimensiones reales, como el presumido.
La vida verdaderamente consagrada no desea nada de esto. Es consciente de que no es nada y sabe que depende únicamente de Dios para todo lo que pueda poseer. Por eso cubre su rostro con el velo de Su hermosura, y se viste de Su justicia y se esconde en Su seno, diciendo: “Ya no vivo yo, mas
vive Cristo en mí” (Gá. 2:20).

VI. AUTO-CONFIANZA
Esta es una forma de vida egoísta que depende de su propia sabiduría, fuerza y justicia. Es Simón Pedro diciendo: “Aunque todos se escandalicen de ti, yo nunca me escandalizaré” (Mt. 26:33).
Es el hombre de fuerte sentido común y auto-dependencia. Cree en su propia opinión. Se fía de su propio juicio. Se ríe de los que hablan de la dirección divina y la guía del Espíritu Santo.
Este espíritu debe morir antes que podamos establecernos en la fu
erza de Cristo. Por eso, las naturalezas más fuertes tendrán que fallar muchas veces para llegar al fin de sí mismos y ser guiados, como Pedro, a apoyarse en Dios, y como Jacob con el muslo herido, a proseguir dependientes de allí en adelante de la fuerza de Dios.
Estrechamente aliada con la auto-confianza está la

VII. AUTO-CONCIENCIA
La auto-conciencia siempre piensa en sí misma y siempre está cubierta con su propia sombra. Cada hecho y mirada y palabra es estudiada. Cada sentimiento y estado interno es morbosamente fotografiado sobre los sentidos internos.

A veces nos volvemos conscientes de nuestro propio organismo físico. Vigilamos nuestra respiración, nuestro pulso, nuestra temperatura y nuestro estado físico. Llevamos continuamente una conciencia morbosa de nuestras funciones y condiciones. Toda la sencillez desaparece. Estamos atados a nosotros mismos como un hombre con la mano en su propio cuello intentando de arrastrarse de un lugar a otro.
Es una terrible esclavitud. Dios quiere que tengamos la libertad d
e un niño sencillo, que sin pensar actúa de sus impulsos espontáneos con hermosa libertad. No quiere que veamos el resplandor de nuestros rostros, ni que seamos conscientes de nuestros hechos santos ni que tomemos nota de cada sacrificio y servicio; sino que quiere que, cuando al fin venga y nos diga: “Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber” (Mt. 25:35), seamos tan olvidadizos de nosotros mismos que respondamos “¿Cuándo te vimos hambriento…o sediento?” (Mt. 25:37).
¿Cómo deshacernos de esta miserable auto-conciencia? Sólo adquiriendo una conciencia más alta: la presencia de nuestro Señor, y un propósito y objetivo más allá de nosotros mismos: vivir para Dios y para los demás. Reconocer que Él vive por nosotros y en nosotros, en esos dulces impulsos espontáneos q
ue son los verdaderos fuentes de los hechos.
A.B. Simpson (continuará, d.v., en el próximo número)


¿Hacedores o Engañados?

“Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente
oidores, engañándoos a vosotros mismos” (Stg. 1:22).

Algunos tienen la idea equivocada de que si asisten a reuniones, conferencias, encuentros y retiros cristianos están haciendo la obra de Dios. Desde el púlpito y en todas partes se habla de lo que debemos hacer y, a pesar de esto, nos engañamos frecuentemente pensando que hacemos Su voluntad. Lo que en realidad sucede es que aumentamos nuestra responsabilidad y nos engañamos a nosotros mismos, pensando que somos espirituales cuando en realidad somos muy carnales. Nos engañamos al suponer que estamos creciendo espiritualmente cuando la verdad es que estamos estancados y nos engañamos imaginando que somos sabios cuando somos patéticamente necios.
El Señor Jesús dijo que el hombre sabio es aquel que escucha Sus palabras y las hace. El hombre necio también las escucha, pero no las hace.
No basta con escuchar un sermón y luego marcharse diciendo: “Q
ué mensaje tan maravilloso”. Lo apropiado es decir: “Haré algo con lo que he oído”. Un buen sermón no sólo ilumina la mente, calienta el corazón y nos reprende y conmueve, sino que también provoca la voluntad a la acción.
Un domingo, cierto predicador interrumpió su sermón para preguntar a su congregación cuál era el nombre del primer himno que habían cantado esa mañana, y nadie lo supo. Luego preguntó qué pasaje de la Biblia se había leído, pero nadie pudo recordarlo. Preguntó qué anuncios se habían dado, y un gran silencio se hizo en el lugar. La gente estaba jugando a iglesia.
Antes de cada reunión, haríamos bien en hacernos estas preguntas: ¿A qué vine? ¿Estoy dispuesto a que Dios me hable? Y si me habla, ¿le obedeceré?
El Mar Muerto se ha ganado justamente su nombre por la entrada constante de aguas sin tener una salida correspondiente. En nuestra vida, la información sin aplicación nos conduce al estancamiento. La pregunta persistente del Salvado
r nos apremia: “¿Por qué me llamáis, Señor, Señor, y no hacéis lo que yo digo?”
William MacDonald, de la lectura para el 6 de febrero en su libro DE DÍA EN DÍA, CLIE.

El Cabello Largo de las Mujeres Creyentes

“Las Escrituras exigen dos cosas de la mujer como señales de su sujeción al marido, como asimismo de la Iglesia del Señor:
(a) Que ore con la cabeza cubierta: 1 Co. 11:5, 13
(b) Que conserve su pelo largo, esto es, no cortado: 1 Co. 11:5, 6, 10
...En vista de que la mujer es figura de la iglesia, ella lo expresa llevando su cabello largo y cubriendo su cabeza cuando ora... el cabello largo y la cabeza cubierta son símbolos de sujeción a Cristo. Eso le dará gozo a la mujer, acordándose que es su privilegio particular enseñar así la sumisión de la iglesia al Señor Jesucristo”.
J. R. Littleproud, Una Asamblea Cristiana, pág. 137

“¿Debe una cristiana dejarse crecer el cabello y llevarlo largo? Tres verdades deben ser consideradas al contestar esta pregunta. Primero, Pablo no manda que las mujeres tengan el cabello largo, sino hace un comentario acerca del cabello largo: “...a la mujer dejarse crecer el cabello...” Segundo, Dios quiere que los varones sean varones, y que las mujeres sean mujeres. Si Dios hubiera querido un estilo “unisex”, habría creado la raza humana en esa forma desde el principio. “No vestirá la mujer traje de hombre, ni el hombre vestirá ropa de mujer; porque abominación es a Jehová tu Dios cualquiera que esto hace” (Dt. 22:5). Desgraciadamente, hoy en día en el occidente queda muy poca distinción entre cómo se visten los varones y las mujeres. A pesar de cuál sea la cultura o la moda, las mujeres cristianas deben ser sabias y evitar aquello que es masculino. Finalmente, Dios ha dado a la mujer el privilegio de llevar su cabello largo. Esto le es “gloria”; es algo honroso. Aquello que Dios ha dado debe ser recibido. Cada mujer cristiana debe considerar esto cuidadosamente antes de elegir el modo de arreglar su cabello”.
J. G. McCarthy, La Doctrina Apostólica del Velo, pags. 27-28.

Esta verdad no es sólo para mujeres jóvenes sino para todas las que profesan piedad. La exhortación: “gloirficad a Dios en vuestro cuerpo...” incluye la forma de llevar el cabello. Agrademos al Señor.