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sábado, 30 de septiembre de 2017

EN ESTO PENSAD -- octubre 2017

En Las Manos De Dios

¿Para qué son las manos? El diccionario define su función como un instrumento empleado para agarrar o tomar las cosas, así como un símbolo de autoridad, poder y control. El mundo ha hecho muchas frases que expresan numerosos sentidos asignados a esta palabra: manos libres, segunda mano, muchas manos hacen el trabajo ligero, fuera de mano, tener a mano, cambiar manos, etc. Las manos también significan consuelo, aprobación y ayuda.
    El Espíritu Santo, al escribir la Palabra de Dios, seleccionó la palabra “manos” para describir el carácter de Dios en el cuidado de Sus hijos queridos. Literalmente cientos de versículos retratan las manos de Dios como instrumentos de Su poder, protección, provisión, sanidad, dirección y consuelo.
    La nación de Israel temía que Dios se había olvidado de ella y de la ciudad de Sion. Pero el Señor contestó y dijo a Sión: “¿Se olvidará la mujer de lo que dio a luz, para dejar de compadecerse del hijo de su vientre? Aunque olvide ella, yo nunca me olvidaré de ti. He aquí que en las palmas de las manos te tengo esculpida; delante de mí están siempre tus muros” (Is. 49:15-16).
    El mismo Salvador que lleva las marcas del Calvario en Sus manos,  mostró esta evidencia a Tomás cuando dudaba, invitándole así: “mira mis manos”. Él lleva como si fuera un cuadro, un retrato en pequeño, de nosotros grabado en Sus manos. ¡Qué amor! ¡Qué seguridad! Ciertamente el poder de Dios para guardar a Sus hijos diariamente es tan seguro como Su poder para salvarnos.
    Job, en medio de todas sus pruebas de cuerpo, alma y espíritu clamaba: “la mano de Dios me ha tocado”. Aunque no entendía bien la procedencia de sus pruebas, sabía con certeza que a fin de cuentas todas las facetas de su vida estaban en las manos de Dios, que su Redentor vive y que Él es inmutable.
    El gran apóstol San Juan poseía esta misma confianza y la mostraba al escribir: “Porque estamos en las manos de Dios; Él está por encima y es mayor que nuestros corazones, y Él sabe todas las cosas” (1 Jn. 3:20, Amplified Bible, “la Biblia Ampliada en Paráfrasis”).
    Aquellas manos benditas que estaban tan activas durante Su ministerio terrenal, sanando a los enfermos, dando la vista a los ciegos, restaurando a los cojos, alimentando a las multitudes, y llamando a sí mismo a los niños; hoy estas manos están todavía extendidas a ti. Su toque es tan consolador hoy como lo fue en aquel entonces.
    Querido hijo de Dios, sean cuales sean las circunstancias de la vida que te robarían la paz interior y el gozo que Cristo tanto desea darte, descansa en la misma presencia de Dios. “No temas; (no hay nada que temer) porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia” (Is. 41:10). ¡No temas, ni dudes, ni te desanimes!

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 La Música

El Nuevo Testamento guarda silencio respecto a la música, pero habla mucho del canto. El canto de 1 Corintios 14 estaba acompañado del espíritu y el entendimiento, 14:15. Este hubiera sido el pasaje donde exponer enseñanza acerca de los instrumentos musicales, pero no se hace mención de tal cosa. En Efesios 5:19 y Colosenses 3:16 dos elementos adicionales acompañan el canto; son la alabanza y la gracia en el corazón, respectivamente. Aun una traducción en Efesios de “haciendo música” no ayuda a quienes abogan por el uso de instrumentos musicales en la congregación, ya que se hace en el corazón y es consecuencia de estar llenos del Espíritu Santo.
    Aun cuando el ministerio de la música ocupa un lugar muy prominente en muchas congregaciones que profesan ser guiadas tan sólo por las Escrituras, no hay en el Nuevo Testamento una sola línea de instrucción sobre la materia. Hebreos 9:1 al 22 enseña que, junto con los sacrificios de animales, altares, vestimentas, incienso, oro, plata y piedras preciosas, las trompetas de plata, los cuernos de carnero, los címbalos y las arpas del Antiguo Testamento eran tan sólo sombras que encontraron su cumplimiento al venir Cristo, y se retiraron.
    Una asamblea es un templo de Dios, pero no es el atrio exterior donde se utilizaban los instrumentos musicales. Es el santuario interior, donde nunca se admitía  instrumentos musicales, aun en los días del Antiguo Testamento.Muchos tipos de instrumentos musicales están asociados con Babilonia, Apocalipsis 18:22.                                            
 de Verdades Eclesiales, por Norman Crawford 

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  Las Cartas De Recomendación  (II)

(viene del número anterior)
¿Siempre Necsitamos Una Carta?

 
   Hemos intentado mostrar el valor de tales cartas, pero cuando se trata de una recomendación temporal, puede haber casos en que debemos ser flexibles. Por ejemplo, si visito una asamblea la semana que viene, llevando carta, y tres o cuatro semanas más tarde voy nuevamente, no necesitaría una segunda carta. Sin embargo, si voy un año más tarde, consideraría correcto llevar otra carta porque trascurrido ese tiempo, podrían haber cambios en mis circunstancias. Por otra parte, si una asamblea me invita a visitar para ministrar la Palabra, ¿qué sentido tiene que demanden carta cuando llegue? ¡Debían haber verificado mi condición espiritual antes de invitarme a predicar! Siempre es sabio hacer eso aunque uno esté en un libro o lista de obreros, porque la asamblea debe conocer su testimonio, doctrina y práctica antes de invitarle a enseñar la Palabra.
    También puede darse el caso de un hermano que llegue desprovisto de carta porque salió en una situación de emergencia y no dio tiempo para pedirla, por ejemplo, para visitar a un pariente enfermo. En tal caso no sería bueno tomar una posición rígida y demandar carta, sino obrar por gracia y comprender las circunstancias. Y si alguien en la asamblea le conoce, no hay por qué excluirle de la comunión. Siempre se puede llamar o escribir luego a su asamblea para confirmar la situación.
    Otro es el caso de la persona desconocida que no trae carta, por descuido, o porque su iglesia no practica el uso de cartas de recomendación. Tales personas no deberían causar preocupación de parte de los responsables de la protección de la asamblea. Sería correcto observar sin participar en la reunión.
  
¿Siempre Debemos Aceptar La Carta Al Pie De La Letra?

    Debemos aceptar la carta de recomendación, tal como viene, a menos que alguien en la asamblea manifiesta que hay problemas morales o doctrinales (con pruebas, no rumores). Dicho esto, los tiempos en que vivimos demandan mayor vigilancia y discernimiento. Algunas asambleas se han relajado en doctrina y moralidad. Para evitar problemas, algunas iglesias al recibir una carta de alguien que viene para quedarse, informan que aceptarán inicialmente la carta, pero que los ancianos desean visitarles en su hogar para conocerles mejor. Esa práctica puede esclarecer las cosas y evitar muchos problemas. Si no hacemos esto, podríamos sin saberlo recibir a la comunión de la iglesia a alguien que tiene errores doctrinales.
    Esto puede parecerse legal o duro, pero debemos recordar que los ancianos en la asamblea receptora tienen una responsabilidad delante del Señor respecto a los hermanos que pastorean. Si por pena, timidez o pereza no ejercen esa responsabilidad, desagradarán al Señor y ariesgan la salud espiritual de sus hermanos en Cristo. A fin de cuentas, los que recibimos entran en todos los privilegios de la comunión de la asamblea. La recepción no es a la Cena del Señor, sino a la asamblea. Y al recibir a un hermano varón, él tendrá oportunidad para hablar en las reuniones. ¡Debemos ser sabios al otorgar tales privilegios!

¿Cuándo Deben Leerse Las Cartas De Recomendación?
  
    Para empezar, comentamos que no tiene sentido que una asamblea escriba una carta y luego la asamblea receptora ni se molesta en leerla públicamente. Hay iglesias que hacen alarde de su comunión abierta, diciendo: “no necesitamos ver tu carta”.  Eso no sólo es incorrecto sino también desconsiderado y potencialmente dañino.
    En respuesta a la pregunta, sería bueno leer su carta en la primera reunión a la que asiste el que la trae, sea la reunión de oración, de ministerio o la Cena del Señor. La mayoría de la gente diría: “leela en la Cena del Señor” porque es lo que solemos hacer, es la práctica en muchos lugares, por tradición. ¿Por qué piensan así? ¡Porque francamente consideran la carta de recomendación como un “pasaporte” para partir el pan! Esto no es correcto, porque no podemos ser recibidos a una ordenanza. Por eso, ya que la carta recomienda a un individuo a la comunión de la asamblea, puede leerse en cualquiera de las reuniones.
 
traducido y adaptado del artículo “Letters of Commendation” en la revista Precious Seed, 
febrero 2017

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"El ministerio de la oración ha sido la distinción peculiar de todos los santos de Dios. 
Este ha sido el secreto de su poder, la energía,
el alma de su obra: el aposento de oración". 
E. M. Bounds

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EL LIBRO DEL MES 
 
 ¿QUÉ DE LA NAVIDAD? vv.aa.
Se celebra la navidad en casi todas partes del mundo, en más de 160 países. Es una tradición familiar llena de sentimentalismo. También es el tiempo de más comercio en todo el año. Pero ¿conoces sus orígenes? ¿Realmente es algo bíblico, cristiano? ¿Te atreves a investigar y saber la verdad, o valoras más tus tradiciones?   
                                             precio: 4,00 euros


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"Quien le sirve a Dios por dinero, 
es capaz de servirle al diablo por un mejor salario". 
C. H. Spurgeon

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¡ALERTA MÁXIMA!

Las autoridades suben y bajan los niveles de seguridad según las posibles amenazas de ataques según sus fuentes de información. Las naciones se preocupan por el terrorismo, ataques, invasiones, pero no por lo peor. Tenemos información fiable de algo terrible que viene, está a punto de caer sobre el mundo. Lo nunca visto. ¡Pero no se preparan!
    Romanos 1:18 advierte:  "La ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad".  La impiedad e injusticia de las personas provocan la ira de Dios, y viene pronto. ¡Alerta Máxima! ¡Condición Crítica!
    2 Tesalonicenses 1:7-8 confirma que sucederá "cuando se manifieste el Señor Jesús desde el cielo con los ángeles de su poder,  en llama de fuego, para dar retribución a los que no conocieron a Dios, ni obedecen al evangelio de nuestro Señor Jesucristo".  Ningún ejército ni policía le detendrá. Llamas de fuego caerán sobre los incrédulos que desobedecen al evangelio. El evangelio es un mensaje de buenas nuevas que ofrece al pecador perdón, vida y comunión con Dios. La condición es: "arrepentíos y creed en el evangelio". Así demanda Jesucristo. Dios ha sido paciente, dando tiempo, pero ahora "manda a todos... en todo lugar, que se arrepientan" (Hechos 17:30).
    Si no se arrepienten de sus pecados, si no creen en el Señor Jesucristo, serán destruidos sin remedio. Reyes, grandes, ricos, capitanes, poderosos, siervos y libres gritarán a los montes y a las peñas: "Caed sobre nosotros, y escondednos del rostro de aquel que está sentado sobre el trono, y de la ira del Cordero;  porque el gran día de su ira ha llegado; ¿y quién podrá sostenerse en pie?" (Apocalipsis 6:16-17). Amigo, no te librará tu gobierno, ejército, dinero o religión. El único que puede es el Señor Jesucristo,  que murió en la cruz sufriendo la ira de Dios por ti, por tus pecados. Confía en Él y serás salvo. A nosotros los creyentes Él "nos libra de la ira venidera" (1 Tesalonicenses 1:10). ¡Alerta máxima! La ira de Dios se revela. ¡Arrepiéntete y cree, o perecerás! 

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Las Riendas Del Corazón Y El Espíritu

Proverbios
4:23 “Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; porque de él mana la vida”.
22:17 “...aplica tu corazón a mi sabiduría”.
23:12 “Aplica tu corazón a la enseñanza, y tus oídos a las palabras de sabiduría”.
23:17 “No tenga tu corazón envidia de los pecadores”.
23:19 “Oye, hijo mío, y sé sabio, y endereza tu corazón al camino”.
23:26 “Dame, hijo mío, tu corazón, y miren tus ojos por mis caminos”.
25:28 "Como ciudad derribada y sin muro es el hombre cuyo espíritu no tiene rienda".
29:11  "El necio da rienda suelta a toda su ira"

    Estos textos sólo son una breve selección representativa de los versículos que hablan de nuestro corazón y espíritu. Sabemos que al decir: “corazón” no se trata del músculo en el pecho que bombea nuestra sangre, sino la figura que la Biblia usa para hablar de esa parte de nosotros con que pensamos, razonamos, sentimos y decidimos. Es la ciudadela de nuestro ser. Es la central de nuestra voluntad. No nos debe extrañar que el Señor quiera esto de nosotros, porque cuando lo tiene, tiene todo. Hay un refrán que dice: es más fácil vencer que convencer. Convencer tiene que ver con el corazón, y esto es lo que Dios quiere.
    Recordemos que en el Nuevo Testamento el Señor Jesucristo citó Isaías 29:13 para denunciar la hipocresía, la religión superficial del profesado pueblo de Dios: “Este pueblo... con sus labios me honra; pero su corazón está lejos de mí”. Todo Israel se congregaba en las “conferencias” anuales en Jerusalén. Pero Dios veía, y todavía ve detrás de la fachada, debajo de la superficie. ¿Y le gusta lo que ve? Como con Israel, Dios ve si nosotros hacemos las cosas de corazón o solamente por cumplir, por obligación, etc. El Altísimo nunca se ha conformado con cuatro cánticos bonitos, congregaciones grandes, ceremonias impresionantes, etc. Con Dios, lo mínimo es TODO, es nuestro corazón. En Deuteronomio 6:5 Dios manda: “Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas”. ¿Ves lo que Dios pide? TODO EL CORAZÓN. Me pregunto, y también al amigo lector, porque es importante. Sería bueno usar ese tipo de  pregunta para examinarnos delante del Señor. La pregunta es: “¿A Dios realmente le doy todo, o tengo algo reservado para mí, para otra persona, o para otra cosa?”
    El apóstol Pablo enseña: “...con el corazón se cree para justicia”. Nuestro corazón tiene la capacidad de creer a Dios, si así nosotros lo disponemos. La decisión es nuestra, no hay que esperarle a Dios, porque Él nos espera a nosotros. Él se revela en Su Palabra, nos ilumina con ella, por medio de Su Espíritu, nos  convence y nos llama. Pero no nos obliga, aunque seremos responsables por lo que decidimos, y se juega la eternidad, la decisión es nuestra si queremos creer y seguir al Señor o no. También la Palabra de Dios dice: “Jehová mira el corazón” (1 S. 16:7). Lo mira, lo conoce (Sal. 139:23), y lo quiere, pero no lo toma por fuerza, porque es nuestro para dar. Y esto es algo que debemos considerar y tener en cuenta, que nuestro corazón tiene riendas, y ellas están en nuestras manos.
    ¿Sabes algo? Que nuestro estado de humor, nuestros amores y atracciones, nuestras opiniones y deseos, nuestras impresiones y emociones, nuestras ganas y desganas, nuestro nivel de entrega y de compromiso con el Señor, y mucho más, TODO tiene control, tiene riendas. Todo esto obra en nuestro poder. No somos víctimas, ni marionetas, a menos que nos dejemos serlo. No somos fichas en un juego cósmico de ajedrez, sino seres responsables ante Dios. No somos como barcos de velas esperando que algún viento favorable sople sobre nosotros. ¡Que triste es ver a algunos creyentes pasar toda su vida esperando pasivamente  coas buenas en sus vidas, pero no esforzándose para Dios. Han soltado las riendas y allí penden sueltas. No debe ser así. ¡Despierta y toma tu responsabilidad! Deja de vagar, de suspirar y decir que no puedes hacer nada. Escucha y cree la Palabra de Dios.
    Es Dios quien dice: “Guarda tu corazón”, y lo dice a nosotros. ¿Lo haces? ¿Guardas tu corazón? Explica cómo – a ver si puedes detallar qué haces para guardar tu corazón. Y cuando Dios dice: “Aplica tu corazón”, es el lenguaje de la responsabilidad humana. Entonces cada uno pregúntese: "¿Haces esto; aplicas tu corazón, o lo dejas andar sin dirección? ¿Controlas tus pensamientos, o dejas que te controlan a ti?" No hay que pedirle a Dios que Él aplique nuestro corazón, porque eso es nuestra responsabilidad. Las riendas obran en nuestro poder. Vamos a considerar unas aplicaciones personales de este concepto de las riendas del corazón.
    “Endereza tu corazón”, se nos dice, porque no le toca a Dios sino a nosotros. ¿Enderezas tu corazón con la Palabra de Dios, o tratas de enderezar la Palabra de Dios con tu corazón?  Y de nuevo: “Purificad vuestros corazones” (Stg. 4:8) es una exhortación dirigida a nosotros. ¿Cuándo fue la última vez que purificaste tu corazón? No se trata de orar diciendo: “oh Dios, puríficame”, porque en este caso Él nos dice que lo hagamos nosotros. Se trata de echar fuera lo que no debe estar ahí, lo que no es digno del templo de Dios. El Señor purificó el templo, y Sus seguidores debemos tomar ejemplo y hacer lo mismo con el templo de Dios que es nuestro cuerpo (1 Co. 6:19). ¡Qué triste que muchos lavan y cuidan su ropa, su cara, su casa o su coche más que su corazón!  ¿Controlas lo que entra, el contenido, o tiras las puertas abiertas de par en par y sin portero? He aquí un trabajo importante, porque: “De la abundancia del corazón habla la boca”.  El Señor Jesucristo afirma esto en Mateo 12:34. La razón por la que algunas personas siempre hablan mal es porque piensan mal en su corazón. Abren su boca, y lo que está dentro sale (Mr. 7:20-23). El problema no es que no sepan que a Dios no agrada su forma de hablar, siempre bromeando, chismeando, criticando, o murmurando. El problema es que no juzgan ni echan estas cosas de su corazón. Y así será contigo y conmigo si no actuamos. Si no purificamos el corazón de curiosidad, envidia, codicia, rencor, enemistad, prejuicios, acepción de personas, favoritismo, egoísmo, entonces estas cosas siempre saldrán de nuestros labios, y en nuestros hechos. Así que, personalizando esto, tú eres quien tiene que limpiar tu corazón. No justifiques la presencia de nada malo allí. No digas: “Oh, no puedo hacer nada, no puedo cambiar, porque yo soy así. Siempre he sido así y no puedo cambiar”. Amigo, ciertamente Dios sabe lo que eres y cómo eres por naturaleza, sin embargo Él te llama a purificar tu corazón, no a pedirle que Él lo haga, sino que lo hagas tú. Por ejemplo, a veces el fin de un conflicto entre personas es cuando el conflicto es echado de sus corazones. O la victoria sobre una tentación o un pecado que surge una y otra vez, es cuando lo eches de tu corazón, dejes de amarlo secretamente en tu corazón, dejes de darlo cobijo allí. Digamos que tú eres el propietario, no el huésped, y aunque no decides quien llama a la puerta, sí que decides quien entra y quien se aloja allí.
    Cuando el salmista dice: “Mi corazón está dispuesto, oh Dios” (Sal. 108:1), es porque él, como creyente y adorador, lo dispone así. La única alabanza que el Señor quiere es la que viene de todo nuestro corazón (Sal. 9:1). Todos tenemos el corazón dispuesto para algo, y este “algo” afecta lo que somos, nuestro carácter y hechos. El mundo quiere formar, aconsejar y controlar nuestro corazón, porque el príncipe de este mundo sabe que ahí está la clave. ¿Para que dispones tu corazón? La respuesta está en tus hechos, tus actividades, palabras y pensamientos: ¿cómo gastas el tiempo, en qué cosas escoges pensar, de qué hablas, y de qué se ocupan tus ojos, manos y pies? Allí está la respuesta acerca de la disposición de tu corazón. Realmente no es ningún misterio.
    Querido hermano o hermana en el Señor, cuánta falta nos hace aprender esta lección, y  aplicarla diariamente: ¡nuestro corazón tiene riendas! Uno de los grandes pasos de crecimiento en la vida cristiana es cuando dejemos de vernos como víctimas o fichas movidas por otros, aceptando lo malo o lo inferior en nuestra vida como si no tuviéramos responsabilidad (razonando así: “quizá el Señor lo quiere así”). Hay que aplicar la exhortación: “levántate y manos a la obra”. Toma las riendas de tu corazón, y deja de considerarte un mero pasajero. Ejerce tu voluntad a favor de Dios, dispónte, enderézate, aplica e inclina tu corazón a Dios y Sus caminos. No le esperes a Él, porque Él te espera a ti. Las riendas están en tus manos, la decisión es tuya, y tuya la responsabilidad.
Carlos