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jueves, 31 de julio de 2008

En Esto Pensad -- Agosto 2008

31 Reyes: Victoria Sobre el Yo
Parte VI

XXIX. ORACIONES EGOÍSTAS
No hay nada que suene tan egoísta como las oraciones de muchos creyentes. Se mueven en un círculo más o menos del tamaño de su propio cuerpo y alma, su familia y quizás su iglesia particular, y la sufriente casa de fe y el mundo que perece casi nunca son tocados por sus simpatías ni sus intercesiones. La mayor oración es la de amor desinteresado, y cuando aprendemos a orar por otros y llevar la carga del mundo moribundo en nuestros corazones, nos hallamos mil veces enriquecidos como resultado, y comprobamos que es cierto que “más bienaventurado es dar que recibir” (Hch. 20:35).

XXX. ESPERANZAS EGOÍSTAS
El futuro de muchas personas es tan egoísta como su prese
nte. Viven soñando de gozos y triunfos venideros, y su visión es toda terrenal y muchas veces sin base así como las nubes desvanecedoras que flotan en el cielo veraniego. La verdadera esperanza del Evangelio traga todas estas visiones egoístas y esperanzas terrenales. Buscando esa bendita esperanza y la gloriosa aparición de nuestro Señor y Salvador, Jesucristo (Tit. 2:3), mantenemos todas las demás perspectivas subordinadas y sujetas a la Suprema perspectiva. Aún la antigua esperanza del cielo que era a veces un hastío egoísta y una ansia de descanso se ha cambiado por esa alta y gloriosa búsqueda de Su venida que nos alza fuera de nosotros mismos a una mayor bendición que ha de traer a millares. Nos anima a más altos y nobles esfuerzos a trabajar para apresurar la gloria venidera y la preparación del mundo para encontrarse con Él. Sólo Dios puede dar esta nueva y celestial esperanza, que es tan divina como es alta e inspiradora.

XXXI. NUESTRA VIDA
Nuestra vida no debe ser considerada una posesión egoísta sino u
n fondo sagrado. “Ni estimo preciosa mi vida para mí mismo” (Hch. 20:24a) es el espíritu de consagración; “con tal que acabe mi carrera con gozo, y el ministerio que recibí del Señor Jesús” (Hch. 20:24b). Ese es el significado de la vida y el único objetivo por el que debe ser preciada. Así encontramos que el mismo apóstol dice: “Y confiado en esto, sé que quedaré, que aún permaneceré con todos vosotros, para vuestro provecho y gozo de la fe” (Fil. 1:25). La vida libre de egoísmo es una vida segura, y es inmortal hasta que cumpla su gran propósito.
A.B. Simpson (la conclusión vendrá, d.v., en el próximo número)

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¿ESTOY REALMENTE EN COMUNIÓN?


Al leer el Nuevo Testamento, no podemos por menos que notar la gran parte que la iglesia ocupaba en las vidas de los primeros creyentes. Una vez que había nacido la iglesia (Hechos 2), entonces la mayor parte del Nuevo Testamento fue dirigida a las iglesias locales o tenía que ver con ellas. Se daba por sentado que cada creyente tomaría su lugar como parte vital de una iglesia local. ¿Cómo describimos la relación de los creyentes a la iglesia local? A veces usan de la palabra: “miembros”. Pero esto es engañoso, porque trae a la mente la idea de ser parte de una organización o asociación. El Nuevo Testamento nunca habla de ser miembro de una iglesia. Sí, emplea la palabra “miembro” (1 Co. 12:12-27), pero en el sentido de miembros vivos del cuerpo humano (como manos o pies), no como miembros casuales de un club. En lugar de miembro, la Biblia presenta la comunión como uno de cuatro aspectos esenciales de la vida de la iglesia (Hechos 2:42). La comunión habla de compañerismo, de estar unidos, juntos (2 Co. 6:14). Nos dice que nuestro lazo no es incidental ni trivial, sino fundamental y crucial. Pero esto nos conduce a otro punto de confusión, porque al hablar de comunión en una iglesia, lo que muchas veces viene a la mente es la recepción a la comunión—el proceso por el cual los creyentes nuevos (y los que vienen de otros lugares) son oficialmente reconocidos como parte de una asamblea. Sin embargo, cuando la Biblia habla de comunión en la asamblea, normalmente habla de algo bastante distinto. Dejando a un lado de momento la cuestión de la recepción oficial, preguntemos: ¿Participo en la comunión de la asamblea, de la cual habla la Biblia? ¿Estoy en comunión en sentido práctico? – porque este ciertamente es el sentido en que la palabra se usa típicamente en el Nuevo Testamento. No es una pregunta insignificante, porque hay muchos creyentes que están oficialmente “en comunión” pero quienes—en todos los términos prácticos—hace décadas que están fuera de comunión con sus hermanos y hermanas en Cristo. Ciertamente el Señor no está engañado. Él no les considera “en comunión” simplemente porque sus nombres han sido anunciados en una reunión ni porque estén en alguna lista. Ser recibido a la comunión de la asamblea es mucho más que un mero “permiso para tomar los símbolos en la Cena del Señor”. La participación en la Cena del Señor no es un fin en sí, sino la expresión de nuestra comunión con el Señor y con los Suyos. Nuestra responsabilidad de estar en comunión en la asamblea local no termina cuando somos recibidos oficialmente. Al contrario, tiene que ver con nuestra forma cotidiana de vivir. La comunión no es un evento puntual en nuestra historia, sino algo al cual debemos dedicarnos continuamente, como dice: “perseveraban” (Hechos 2:42). Como tal, permíteme mencionar dos factores que pueden preveniros de realmente estar en comunión práctica en una asamblea. Nuestra actitud puede privarnos de comunión. Si considero a la asamblea como “yo” y “ellos”, o guardo amargura hacia otros hermanos, o tengo un espíritu criticón, o si meramente tolero la asamblea, considerando que ella simplemente es la mejor o la más conveniente de varias opciones, entonces no estoy realmente en comunión. ¿Amo a la asamblea, aunque está compuesta de pecadores (¡como yo!)? Nuestro comportamiento puede privarnos de la comunión. Si no me comprometo respecto a las reuniones, si no me animo a servir si no tengo interés en los demás creyentes durante la semana y vivo feliz sin ellos, entonces no estoy realmente en comunión. ¿Realmente les amo y deseo su compañía, oro por ellos, paso tiempo con ellos, o sólo quiero verles presentes en a las reuniones? ¿Me dedico con amor a la asamblea, tanto en las reuniones así como fuera de ellas? Siempre hay una tendencia de reducir a lo “oficial”, lo “debido” (por ejemplo: la asistencia) y así ahogar la vida cristiana. Una manera de hacer esto es pensar en ser miembros de una asamblea en lugar de pensar en tener comunión en ella. Otra es pensar en la comunión como un evento puntual en lugar de la ocupación diaria de todo creyente. Que cada uno de nosotros evalúe su actitud y comportamiento, y entonces, preguntése: “¿Estoy realmente en comunión?”
James Martin, traducción adaptada de su artículo en la revista Uplook, abril, 2008

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¿¿¿Cielo o Infierno...???


Sr. Alonso: “¿Podría ser feliz en el Cielo una persona que tuviese un familiar en el Infierno...?”
Ésta es una pregunta que muchos se hacen y que la Biblia contesta, por ejemplo en Isaías 65:17, “Porque he aquí que YO crearé nuevos cielos y nueva tierra; y de lo primero no habrá memoria, ni más vendrá al pensamiento”. Y añade Dios que borrará todo recuerdo del pasado, y además: “Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron” (Apocalipsis 21:4).
En el libro de Job, se nos aclara aun más el asunto: “La sequía y el calor arrebatan las aguas de la nieve; así también el Seol a los pecadores...nunca más habrá de ellos memoria” (Job 24:19-20). Se estremece uno al pensar en esto, pues el estado miserable del “perdido” le permitirá conocer que está olvidado de Dios y de sus seres queridos y amigos rescatados en el cielo. En los nuevos cielos y en la nueva tierra, no habrá ningún recuerdo de los pecadores. Serán absolutamente olvidados para siempre...(!!!).
¡¡¡Cuán diferente será con el Pueblo de Dios!!!
“En memoria eterna será el justo”, nos dice el Salmo 112:6, en contraposición con el impío, que eternamente será olvidado. Esto es, que el aguijón de la muerte –el pecado– produce una vida arruinada, devastada, un alma perdida, tras el Muro de la Eternidad, ¡envuelto en tinieblas eternas!
Algunos preguntan: ¿Cómo un Dios de Amor puede obrar así con los pecadores que rechazaron el Evangelio? Y la respuesta es, que Dios ama la Justicia, mucho más que al pecador. Dios es justo, ama la justicia, y los rectos contemplarán Su rostro; pero odia al malo, que hace violencia...“sobre los malos hará llover calamidades; fuego, azufre y viento abrasador serán la porción del cáliz de ellos. Porque el Señor es Justo, y ama la justicia; el hombre recto mirará su rostro” (Salmo 11).
Entonces, ¿qué hay del Gran Amor de Dios? El Amor de Dios es SANTO y la Salvación que ofrece es pasar de una vida de pecado a una Vida Santa, porque el pecado es incompatible con la Naturaleza Divina. ¡Dios ODIA el pecado!
Hubo un tiempo en que Dios amó a Lucifer, pero ya no le ama, ni tampoco a los ángeles caídos, convertidos en diablos irreversibles. No hay nada en ellos que pueda responder al amor de Dios. Un día el Eterno detendrá Su amor hacia los que le rechazan, pero se deciden por Satanás, con quien compartirán el Infierno Eterno (Mateo 25:41).
La Buena Nueva es que Dios quiere que TODOS sean salvos; Jesucristo ha derramado Su Sangre, para salvar a los pecadores que se arrepientan, y ha RESUCITADO para “certificarlo”; pues no rechazará jamás a los que vengan a Él, creyendo que es su Único y Suficiente Salvador. ¿LO ES TUYO...? Hoy es Día de Salvación, no lo demores
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Benedicto L. Alonso, Apartado 2389, 46080 Valencia, España

En Esto Pensad -- Julio 2008

31 Reyes: Victoria Sobre el Yo
Parte V

XXI. LOS TEMORES Y ANSIEDADES EGOÍSTAS
Casi todos nuestros afanes y ansiedades brotan de puro egoísmo.
Si estuviéramos enteramente rendidos a Dios, reconociendo que cada parte de nuestra vida es absolutamente Suya, no tendríamos ansiedad. Nos veríamos como propiedad Suya y bajo Su seguro cuidado y constante protección. El Señor ha dicho:“ninguno puede servir a dos señores” (Mt. 6:24), y añade, en una
curiosa indicación lógica: “por tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida” (Mt. 6:25). Esa pequeña expresión: “por tanto”, descubre e interconecta el amor al dinero y el afán ansioso.

XXII. LAS PENAS EGOÍSTAS
Muchas de nuestras penas y congojas proceden de puro egoísmo, orgullo dañado, ambición, amor propio o la pérdida de algo que no deberíamos de haber llamado nuestro.

La muerte del yo borra un universo de desdicha y trae un cielo de gozo.

XXIII. LOS SACRIFICIOS Y ABNEGACIONES EGOÍSTAS
Son tan reales como paradójicos. Uno puede repartir todos sus bienes para dar de comer a los pobres, y entregar su cuerpo para ser quemado, y no tener amor (1 Co. 13:3). Puede que lo haga para halagar su vanidad o relucir su ortodoxia y propagar sus creencias y opiniones.
Simón el estilita (390-459 d.C.), después de haber pasado un cuarto de siglo sentado sobre una columna viviendo de raíces y las limosnas de los pobres fue, quizás, la más exagerada encarnación de auto-justicia y auto-conciencia en todo el mundo. Se había negado a sí mismo para satisfacerse a sí mismo, exaltarse a sí mismo y salvarse a sí mismo. Fue nada más que la vieja corriente de su vida dirigiéndose por un nuevo canal. De la misma manera puede haber:

XXIV. LA VIRTUD Y MORALIDAD EGOÍSTA
Los fariseos eran virtuosos, pero su virtud era un manto egoísta, para exposición, y por tanto sin valor o peor. Era simplemente una propaganda, y su motivo destruyó su valor.
La señora que camina por la calle con sus faldas recogidas cuidadosamente para evitar contacto con su hermana caída puede ser un carámbano de decoro egoísta. Mientras tanto su pobre hermana con todas sus faltas puede tener un corazón generoso, y hasta puede que esté pecando por algún motivo de amor equivocado y sacrificándose por otro. Y aunque esto no mitiga su pecado, puede darle más noble carácter que el de la virtuosa que la desprecia. Así también está la

XXV. LA JUSTICIA PROPIA
Ésta osa justificarse ante Dios a través de sus obras religiosas y así
pierde Su justicia y salvación. Pues no son sólo nuestros pecados, sino también nuestras justicias, que Él ha descrito como "trapos de inmundicia” (Is. 64:6). Deben ser desechadas y nosotros como pecadores impotentes y sin ningún valor, debemos aceptar la justicia de Cristo para nuestra justificación ante Dios.

XXVI. LA CONSAGRACIÓN Y SANTIFICACIÓN EGOÍSTA
Podemos tener estas cosas y estar tan ensimismados con nuestra experiencia religiosa que nuestros ojos se apartan de Jesús y se centran sobre nosotros mismos. Así nos volvemos exhibiciones ofensivas de auto-conciencia religiosa y lo mejor de nosotros se estropea por nuestra introversión y falta de dirección.
La verdadera santificación olvida el yo y vive en constante dependencia del Señor Jesucristo como su Justicia y completa Suficiencia.

XXVII. LA CARIDAD Y OFRENDAS EGOÍSTAS
La más grande generosidad y las ofrendas de dinero más amplias pueden ser nada más que anuncios de nosotros mismos, impulsadas por algún motivo que termina sobre nuestro propio interés u honor.
Alguna gente da con liberalidad, y luego entorpece sus ofrendas poniendo muchas condiciones y se mete tanto en la administración de su caridad que todo desinterés es echado a perder. Parece ser nada más que auto-satisfacción, que su caridad es para su disfrute y alabanza más que para el bien de otros.

XXVIII. NUESTRO TRABAJO CRISTIANO PUEDE SER EGOÍSTA
Podemos predicar por el placer intelectual que nos da. Podemos trabajar para la iglesia porque nos gusta la iglesia, el pastor o la gente. Podemos involucrarnos en alguna profesión benévola o cristiana porque nos proporciona una vida cómoda y empleo agradable. O podemos hacer nuestro trabajo religioso por egoísmo religioso y con principios egoístas.
La iglesia de Dios hoy está arruinada por el egoísmo de su obra evangelística. Está gastando en su propia gente 700 veces lo que gasta para el mundo pagano, y el espíritu de egoísmo religioso tiñe todos sus planes.
A.B. Simpson (continuará, d.v., en el próximo número)

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UN KILO DE DIOS


“Yo quisiera comprar un Kg. de Dios, por 2 euros. O sea, que no deseo demasiado, como para industrializar mi alma, aniquilando mi vida y mi tranquilidad. No, sólo quiero lo justo como para sentirme satisfecho, como el sueño tras la buena tisana. No quiero tanto como para amar a aquellos a los que no amo; sólo ansío una pequeña sensación cálida en mi espalda, pero nunca una transformación de mi corazón...Busco una nueva impresión, nunca un Nuevo Nacimiento. Bueno, yo quiero un kilogramo de Dios en una bolsa de plástico... y todo por 2 euros. ¡Nada más!”

Ignoro quién escribió estas líneas, cuyo autor pudiera ser cualquiera; cualquier creyente de nombre, que mariposea por las diversas iglesias, para celebrar ritos, tradiciones, convencionalismos, o a la búsqueda de una espiritualidad o una emoción, tan en boga en la actualidad.
Yo creo que ya pasó la época en la que ser ATEO estaba en boga; hoy todo el mundo se confiesa creyente, religioso, practicante... y es que las costumbres han evolucionado y todo parece explicable. Ya no se hace el ridículo al declarar que se cree en los misterios, en las cosas invisibles, en los fenómenos irracionales, o en las fuerzas, a las que se las llama “dios”. Nada de esto choca a nadie; todos buscan lo trascendente, para dar un sentido a sus vida, pero huyendo de Dios. Así, la huida en avalancha hacia las experiencias paranormales, hacia las terapias esotéricas y la Meditación Trascendental, pero ignorando hacia dónde se va, y en quién se confía, es la MODA corriente. ¡Pobre Onda Espiritual!
Lamentablemente, esta espiritualidad no se funda en la Biblia, que nos revela un Dios Personal, que Ama y Exige a la vez. La multitud prefiere un dios impersonal, indefinible, un pelele siempre a nuestra disposición, a nuestro servicio...Servirse de Dios, manipularle, utilizarle, pareciera ser la norma de estos pseudo-espirituales, que recurren p.e. a la sofrología en vistas a un parto sin dolor, que se hacen tratar con curanderos y se asocian con clubs de extraterrestres, con la mira de preparar un mundo mejor...
En resumen: Lo que caracteriza estas búsquedas espirituales es que están centradas en el “YO”, y su práctica tiene un propósito egoísta, carnal, teatralero. El Yo se vuelve Dios y le quita Su Gloria, por lo que el YO decide y dirige. Pero “el hombre animal no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque le son locura” (1 Co. 2:14 Reina Valera versión 1909).
Y como consecuencia, donde esté la “mecánica” sustituyendo al Espíritu de Dios, allí no estará DIOS (Zac. 4:6; Jn. 15:5). En otras palabras: “Si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, el tal no es de él” (Ro. 8:9b).
AMIGO/HNO/a.: ¿En qué bando estás...? Te invito a SALIR con Cristo, llevando Su vituperio, os sea, la CRUZ (He. 13:13). Y quedo a tu disposición.

Gracias al hermano d. Benedicto L. Alonso, Apartado 2389, 46080 Valencia por enviarnos este artículo

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4 Cosas Necesarias En Juan 3


1. La Necesidad del Pecador
v. 7 “os es necesario nacer de nuevo” (Jn. 3:3-8)

2. La Necesidad del Salvador
v. 14 “es necesario que el Hijo del hombre sea levantado” (He. 9:22)

3. La Necesidad del Soberano
v. 30 “es necesario que él crezca” (Col. 1:18)

4. La Necesidad del Siervo
v. 30 “pero que yo mengüe” (Gá. 2:20; Fil. 1:20)