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miércoles, 31 de mayo de 2023

EN ESTO PENSAD - junio 2023


Junio: Mes de Vergüenza
No Hay Orgullo En Lo Que Dios Condena

No se trata de odio, opiniones o juicios nuestros, sino de las Sagradas Escrituras.

Isaías 3.9
“La apariencia de sus rostros testifica contra ellos; porque como Sodoma publican su pecado, no lo disimulan. ¡Ay del alma de ellos! porque amontonaron mal para sí”.


Isaías 3.11
“¡Ay del impío! Mal le irá, porque según las obras de sus manos le será pagado”.

Romanos 1.18
“... la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad”.

Romanos 1.26-28
“Por esto Dios los entregó a pasiones vergonzosas; pues aun sus mujeres cambiaron el uso natural por el que es contra naturaleza, y de igual modo también los hombres, dejando el uso natural de la mujer, se encendieron en su lascivia unos con otros, cometiendo hechos vergonzosos hombres con hombres, y recibiendo en sí mismos la retribución debida a su extravío. Y como ellos no aprobaron tener en cuenta a Dios, Dios los entregó a una mente reprobada, para hacer cosas que no convienen”. 

 
1 Corintios 6.9-10
“No erréis; ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que se echan con varones, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios”.

Colosenses 3.5-6
“...fornicación, impureza, pasiones desordenadas, malos deseos y avaricia, que es idolatría; cosas por las cuales la ira de Dios viene sobre los hijos de desobediencia”.

2 Pedro 2.6
“... condenó por destrucción a las ciudades de Sodoma y de Gomorra, reduciéndolas a ceniza y poniéndolas de ejemplo a los que habían de vivir impíamente”.

El Consejo Bíblico: 

¡Arrepiéntete, porque viene el juicio de Dios!


Hechos 17.30-31
“Pero Dios, habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan; por cuanto ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por aquel varón a quien designó, dando fe a todos con haberle levantado de los muertos”.

Dios aborrece el pecado, pero ama al pecador y desea salvarlo.
Pero es necesario arrepentirse y creer en el Señor Jesucristo.

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 Predicar o Enseñar 

No Es Lo Mismo Que Adorar

1 Corintios 14.3 aclara que "el que profetiza habla a los hombres para edificación, exhortación y consolación". Son cosas muy buenas y necesarias en toda asamblea: la edificación, la exhortación y la consolación. Todo creyente las necesita. Pero el momento apropiado para tales cosas no es la Cena del Señor, cuyo propósito es hacer memoria del Señor y anunciar Su muerte hasta que Él venga.
    Cuando una asamblea provee en la Cena del Señor un micrófono para que los hermanos se acerquen y den un pensamiento o una meditacion, se desvía del propósito de la reunión. Adorar no es predicar, enseñar, edificar, exhortar ni consolar. No es testificar. No es pedir motivos de oración. Es estar totalmente ocupado con la Persona gloriosa de nuestro Redentor, para alabarle, engrandecerle, y adorarle con acciones de gracias. Todo palabra se dirige a Él. En el cielo no predican, sino adoran. Aprendamos a hacer lo mismo.

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José Exaltado En Egipto  

(parte 2)
Lucas Batalla

viene del número anterior

Texto: Génesis 40-41

    Génesis 41.1 dice que pasaron dos años. ¿Qué hacía José durante todo ese tiempo? Seguía sirviendo como preso en la cárcel y comiendo su pan de cada día. Entonces, una noche soñó Faraón (41.1-7) acerca de las siete vacas gordas y las siete flacas. Cuando despertó, se dio cuenta que era sueño (v. 7) y estaba agitado su espíritu (v. 8). Pero cuando llamó a su gente, los consejeros y videntes profesionales (como hoy son los psicólogos), ninguno podía interpretar el sueño.
    Había llegado el momento clave en el plan de Dios. Entonces, el copero de repente se acordó de José. “Me acuerdo hoy de mis faltas” (v. 9). Muchos tendrían que hablar así, y cumplir sus promesas. Cuando Faraón oyó lo que había hecho José, lo llamó (vv. 10-14).
    Sacaron a José de la cárcel, y se afeitó y cambió de ropa, para presentarse ante el rey (v. 14). La apariencia es una forma de manifestar respeto y reverencia. En los versos 15-24 Faraón relató sus sueños y José hizo lo que siempre debemos hacer antes de hablar – escuchar atentamente y no interrumpir.
    José, cuando respondió, no intentó aprovechar la audiencia para quejarse de las injusticias que había sufrido y las condiciones en la cárcel. Interpretó los sueños del rey, y observamos que figura Dios, no José, en la interpretación (vv. 16, 25, 28, 32). “No está en mí” (v. 16), dijo humildemente. Explicó a Faraón el significado de los dos sueños, lo cual nos presenta una escena curiosa, en la que un esclavo hebreo enseña y aconseja al rey del país más potente del mundo de aquel entonces. ¡Admirables son los caminos de Dios y Sus obras providenciales! No solo explicó de los próximos siete años de prosperidad y los otros siete de hambre y escasez, sino también enunció un principio importante en el estudio de las Escrituras: el de la repetición. Cuando Dios repite las cosas, es para poner énfasis. En ese caso los dos sueños del mismo tema enfatizaron que pronto vendría lo que Faraón vio.
    Entonces José pasó de interpretar a aconsejar (vv. 33-36). “Por tanto” es una expresión que presenta una conclusión o aplicación. “Por tanto, provéase ahora Faraón de un varón prudente y sabio, y póngalo sobre la tierra de Egipto” (v. 33). Le aconsejó aprovechar el tiempo para preparar, ahorrando y administrando todo bien. “El avisado mira bien sus pasos” (Pr. 14.15). Faraón decidió en ese mismo momento qué hacer (vv. 37-45), pues no había tiempo que perder. ¿Quién más prudente y sabio que José, que le había interpretado los sueños?
     Exaltó a José, haciéndole segundo después de Faraón, y le puso sobre todo Egipto (vv. 40-41). Le dio su anillo de autoridad real, y le vistió ropas reales (v. 42). Le dio un carro real y ordenó que clamasen cuando pasaba: “¡Doblad la rodilla!” (v. 43). Aquella mañana José comenzó el día como preso en la cárcel, pero antes de ponerse el sol era señor de todo Egipto, la mano derecha de Faraón! Nos quedamos maravillados de los caminos de Dios, Su sabiduría y bondad para con José, que después de tantos años, sufrimientos, privaciones y lágrimas, fue bendecido más allá de todas sus imaginaciones. El rey le dio una esposa (v. 45), y le puso un nombre egipcio: “Zafnat-panea” (según el historiador Josefo, significa “interprete de misterios”). José tenía solo treinta años cuando fue exaltado (v. 46). Había sido fiel a Dios, y fue exaltado cuando fuere tiempo.
    Los versos 47-49 describen su trabajo durante los siete años de prosperidad, y los versos 50-52 informan del nacimiento de sus dos hijos: Manases (Dios me hizo olvidar) y Efraín (Dios me hizo fructificar). ¡Cómo había cambiado su vida en poco tiempo, no por sus esfuerzos sino porque Dios intervino a su favor! La voluntad de Dios siempre es mejor que la nuestra (Ro. 12.1-2).
    Termina el capítulo describiendo el comienzo de los siente años de hambre, y como Faraón remitió a todos a José para comprar comida. Todo Egipto conocía a José y estaba pendiente de él. Y un día pronto el Señor Jesucristo será exaltado en este mundo donde fue humillado. Tengamos claro que Él triunfará y será glorificado, y seamos fieles y leales a Él hasta que venga. Él no nos dejará ni nos desamparará, y sabe cómo y cuándo recompensar a Sus siervos. El Salmo 37.37 dice: “Considera al íntegro, y mira al justo; Porque hay un final dichoso para el hombre de paz”.

Lucas Batalla, de un estudio dado 11-9-22

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Hablaron Desde El Infierno

C. Leslie Miller

Introducción

Abel, Daniel, Noé, Abraham, David, Juan, Pedro, grandes hombres de Dios, héroes de la fe que conocieron a Dios y hablaron con Él. Allí los tenemos en las páginas de la Sagrada Escritura, mezclados con relatos de intrigas y romance, aventuras y poderosas impresas.
    Pero en las mismas páginas están los otros nombres – Caín, Faraón, Jezabel, Saúl, Judas– gente de carácter opuesto, cuya maldad sin límites ha dejado manchas indelebles sobre los registros de la historia humana.
    Ambos, los buenos y los malos, han vivido y han muerto. Así como ambos estuvieron divididos en la vida por su conducta, en la muerte están divididos por el destino. Lo que está implicado en esas áreas de división no es conocido en gran medida. Los velos de la muerte son muy opacos. De hecho, solo en la Palabra de Dios se pueden encontrar limitados indicios de lo que hay más allá del Valle de Sombra de Muerte.
    El apóstol Pablo, bajo la inspiración del Espíritu Santo, nos informa que, para el creyente, estar ausente del cuerpo es estar presente con el Señor. Luego hay una serie de detalles, que nos dejan en el deseo de saber más, pues revelan tan solo la sugestión de cosas maravillosas y de un lugar mejor.
    “Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman” (1 Corintios 2.9).
    La Biblia solo corre algo el velo de la muerte para darnos un atisbo limitado de la existencia experimentada por aquellos que mueren sin Dios y sin esperanza. ¿Tienen conciencia? ¿Están en tormento? ¿Pueden hablar y recordar lo que les ocurrió cuando eran mortales? ¿Tienen alguna esperanza de reconsideración? ¿Están preocupados por los que aman y permanecen en la tierra de los vivientes? Si pudieran comunicarse con nosotros, ¿qué nos dirían?
    “Tratando de descubrir respuestas a estas preguntas, decidí ir directamente a los (lamentables) personajes de la historia bíblica, y usando el universal y permanente lenguaje de la imaginación, preguntarles si estarían dispuestos a una entrevista”.1  
    Cuando examino las cartas y mapas de las líneas de la vida y lo que hay más allá de ellas, descubro que están claramente marcadas hasta que entran al Valle de Sombra de Muerte.2 De allí en adelante, el camino a la derecha lleva hacia arriba hasta que se confunde con una nube de gloria que tiene la inscripción: “Paraíso”. Una nota al pie del mapa indica que, luego del descenso de Cristo a “las partes más bajas de la tierra”,3  el Paraíso ha sido removido del área del Hades al tercer cielo.4
    La línea que lleva a la izquierda del valle no ha sido marcada claramente, pero con certeza lleva hacia abajo. Inmediatamente más allá del Valle hay un cartel. Sobre él estaba impreso en hebreo: “Sheol” y más abajo, en griego: “Hades”.
    Pero la línea continúa más allá de esta señal, y finalmente termina en una ubicación identificada por una señal que tiene en grandes tipos una letra: “L”, y una “F”. Mirando más de cerca, se nota que las letras indican “Lago de Fuego”.5 No había más líneas ni señalas más allá de este punto. ¡Era el fin del camino!
    Yo no estaba realmente tan interesado en aprender sobre las condiciones de esa morada de tormento, mientras intentaba descubrir por qué se encontraban allí. Y más allá de todo ello, estaba la esperanza de que la información que pudiera obtener pudiera evitar que otros mortales alzaran sus ojos “estando en tormentos”. 6
    De modo que, para entrevistar a algunos de los deshonrosos personajes de la historia bíblica, tenía que viajar en la imaginación hasta el Hades, el punto final antes del Lago de Fuego para esas trágicas víctimas del pecado.
    Ciertos pasos preliminares eran necesarios. Primero, tenía que decidir a quiénes entrevistaría. En segundo lugar, era necesario obtener toda la información posible sobre su actual ambiente y su historia terrena. En tercer lugar, tenía que enfrentar la pregunta: ¿Era adecuado ir más allá del límite de la mortalidad y penetrar en los misterios y emociones que están en el otro lado de este Valle de Lágrimas? ¿O sería invadir territorio exclusivamente divino?
    También enfrenté el problema de credibilidad. Como la imaginación tendría que servirme de vehículo y medio de comunicación, ¿hasta dónde podría ir para identificar a los sujetos entrevistados? ¿Cómo podría decir que entrevisté a Caín en el Hades cuando la Biblia no declara que Caín está en el Hades?
    Debo admitir que solo por conjetura podía hacerlo, y que eso debería estar apoyado por evidencia bíblica directa, o por definidos principios bíblicos.
    En el caso de Caín, la Biblia declara específicamente que “era del maligno” (1 Juan 3.12).
    El principio general del tormento post-muerte de las personas malvadas es enfatizado repetidamente por medio de las Escrituras, por ejemplo:
Salmo 9.17 “Los malos serán trasladados al Seol”.
Mateo 8.12 “Los hijos del reino serán echados a las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes”.                                  
Marcos 9.47-48 “Si tu ojo te fuere ocasión de caer, sácalo; mejor te es entrar al reino de Dios con un ojo, que teniendo dos ojos ser echado al infierno, donde el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga”.

    Un estudio cuidadoso de lo que se ha registrado de la vida terrena de todos los que he planeado interrogar indica que en todos los casos hubo un desafío a Dios, una deliberada infracción de las leyes divinas, y ninguna indicación de arrepentimiento y cambió de actitud y conducta. De modo que si he identificado a cualquiera de los que he entrevistado como si estuvieran en el Hades y la eternidad demuestra que me he equivocado, será para mí un placer supremo poder disculparme con los implicados.
    Todas estas preguntas me llevaron a un cuidadoso estudio de hasta dónde llega la Sagrada Escritura para revelar lo que hay más allá de la crisis de la muerte. Para mi sorpresa, descubrí que se da considerablemente mas información relativa al Hades de la que se da sobre los que están concretamente en el Cielo. Esto fue alentador porque indica que Dios quiere que sepamos algo sobre el destino de aquellos que han ido barranco abajo.
    Fue difícil tomar la decisión sobre aquellos que había que entrevistar. Su fama o posición durante la vida no me resultaba de importancia. Quería descubrir lo que les hizo ignominiosos, las elecciones que hicieron, los pasos que llevaron al naufragio de sus almas. Quisiera volver con los hechos que pudieran servir de triste advertencia a aquellos que todavía viven de este lado del Valle de la Muerte.
    Y así empezó todo. No disfruté de la experiencia. Me llevó a una nueva comprensión de la extrema pecaminosidad del pecado. Salí de esas entrevistas algo serio, sorprendido de la amplitud de la gracia y justicia de Dios, y la amplitud de la arriesgada e insana rebelión del hombre contra las inmutables leyes del Creador. Ahora puedo concordar plenamente con el autor de Hebreos de que “¡Horrenda cosa es caer en manos del Dios vivo!”.7

1 Hablaron con Dios. Publicado por Manna Books, 1975. Trad. Por CLIE, 1977.

2 Salmo 23.4

3 Efesios 4.8-10  nota del editor: este texto se refiere a la encarnación del Señor, en el vientre de María, como bien indica el Salmo 139.15.    

4 2 Corintios 12.1-4

5 Apocalipsis 19.20; 20.10, 14-15 

6 Lucas 16.23  

7 Hebreos 10.31 

continuará, d.v. en el siguiente número

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“En el principio...Dios...”  (Gn. 1.1)

Aparece en la primera página de la Biblia esta audaz afirmación de la realidad y existencia eterna de Dios. No presenta ni  necesita explicaciones. No requiere una presentación. Simplemente declara la más grande realidad, y Dios espera que nadie será tan necio como para dudar de Su existencia, ni siquiera por un momento. Toda la creación testifica acerca de su Creador Todopoderoso, y nos rodean evidencias de Su poder y sabiduría. “Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos” (Sal. 19.1). Los hombres, con sus teorías de evolución, le llaman mentiroso e intentan robarle Su gloria.
    Cuando todo comenzó, Dios ya estaba ahí. No había nadie ni nada antes que Dios. Nadie más puede testificar acerca de la creación, porque solo Él estaba.
    Pero para los creyentes, Él es más que el Creador. ¡Dichosos los que han nacido de nuevo y por eso legítimamente pueden llamar “Padre” a este Dios! Solo ellos conocen Su cuidado en gracia, Su amor y ayuda durante toda la vida y por las edades de la eternidad. No se adormecerá ni se dormirá Él que los guarda (Sal. 121.4). Su oído siempre está atento a nuestro clamor. Es maravilloso que seamos objetos de Su cuidado constante, y que Él siempre piense en nosotros. ¡Nunca nos ignora ni nos olvida!
    “Yo soy Dios, el Dios tuyo” (Sal. 50.7). Sea nuestro anhelo el conocerle más íntimamente, amarle más sinceramente y servirle más lealmente. 

Roy Reynolds, Irlanda del Norte, traducido y adaptado de la revista “Assembly Testimony”, enero/febrero 2023, pág. 20

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El Deber de la Pascua 

Cuando Dios libró a Israel de Egipto, lo conmemoró estableciendo la Pascua (Éx. 12), para que nunca olvidaran su liberación por intervención divina. “Y este día os será en memoria, y lo celebraréis como fiesta solemne para Jehová durante vuestras generaciones; por estatuto perpetuo lo celebraréis” (Éx. 12.14). Los padres debieron enseñarlo a sus hijos, para que cada generación celebrara la Pascua (vv. 26-27). “Es noche de guardar para Jehová, por haberlos sacado en ella de la tierra de Egipto. Esta noche deben guardarla para Jehová todos los hijos de Israel en sus generaciones” (v. 42).
    Había que seguir cada detalle de las instrucciones divinas, sin improvisar ni modificar nada. Y el pueblo fue obediente. “Así lo hicieron todos los hijos de Israel; como mandó Jehová a Moisés y a Aarón, así lo hicieron” (v. 50).
    Había que celebrarlo a su tiempo, no en cualquier día, sino “a su tiempo” (Nm. 9.2), esto es, “en el mes primero, a los catorce días del mes, entre las dos tardes... conforme a todas las cosas que mandó Jehová a Moisés (Nm. 9.5). No daba lo mismo un día que otro. Los detalles inspirados son importantes.
    Solo había dos razones admisibles para faltar en la Pascua. (1) estar inmundo; (2) estar de viaje lejos. Dios hizo provisión para los que estaban inmundos en esa fecha, o de viaje lejos. Debieron celebrar la Pascua el mes segundo, a los catorce días (Nm. 9.6-11).
    Para todos los demás, no había excusa admisible para faltar en la Pascua. No era opcional para el pueblo de Dios. “Mas el que estuviere limpio, y no estuviere de viaje, si dejare de celebrar la pascua, la tal persona será cortada de entre su pueblo; por cuanto no ofreció a su tiempo la ofrenda de Jehová, el tal hombre llevará su pecado” (Nm. 9.13). La fiesta memorial de su liberación no era cualquier cosa.
    Pasando al Nuevo Testamento, vemos que el Señor Jesucristo instituyó la Cena del Señor en la misma noche de Pascua, reemplazando la Pascua con ella. A la iglesia, la Cena del Señor es tan importante que la Pascua es a Israel. Además, no se celebra una vez al año, ni una vez al mes, ni sábado por la noche, sino cada primer día de la semana, el día de la resurrección del Señor (Hch. 20.7; 1 Co. 16.2).
    Debemos seguir las instrucciones divinas, sin improvisaciones ni modificaciones. Hay que celebrarla a su tiempo, no en cualquier día. Siguiendo el patrón dada en la Palabra con respecto a la Pascua, diríamos que estar inmundo o estar de viaje lejos son las únicas razones por las que debemos faltar en la Cena del Señor. Si estamos limpios, y no estamos de viaje, no debemos dejar de celebrar la Cena del Señor, pues sería pecado. Cada semana este primer día es del Señor; no es nuestro para regalar a familia o amigos que visitan, ni para excursiones ni otras cosas. Ante lo que surja para el domingo, digamos que ya tenemos compromiso ese día. No debemos planificar otras cosas para ese día, porque ya tenemos compromiso con el Señor, y Él no falta en ninguna reunión. Por supuesto que en la edad de la gracia la iglesia nunca castiga con muerte a nadie, pero sí debe haber disciplina para aquellos que dejan de celebrar la Cena del Señor, pues es pecado y mal ejemplo.
    Pero ¿realmente es necesario decir esto? Nuestro Señor amado estableció la Cena del Señor en la noche que fue entregado (1 Co. 11.23). Se supone que cada creyente actuará por amor al Señor, y en ese amor guardará Sus mandamientos (Jn. 14.15). Además, el amor de Cristo debe constreñirnos a no vivir para nosotros mismos, “sino para aquel que murió y resucitó” (2 Co. 5.14-15). Él ha prometido estar en medio de nosotros cuando nos reunimos en Su nombre (Mt. 18.20). ¿Quién quisiera estar en otro lugar que aquel donde su Señor le espera?
    Los apóstoles enseñaron a los nuevos creyentes cómo convenía conducirse y agradar a Dios (1 Ts. 4.1). Aprendamos también esas importantes lecciones, y entre ellas está la importancia de la Cena del Señor.        

   Carlos

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 ¿Qué Es El Arrepentimiento?

 H. A. Ironside


El llamado al arrepentimiento es algo que falta en la predicación en tiempos modernos. Algunos de nuestros hermanos casi tienen miedo de hablar del arrepentimiento, porque hay gente que cree que es algo meritorio.
     Pero no es una obra de mérito. El arrepentimiento es reconocer que uno no tiene méritos, que en sí mismo es un pecador que no merece sino castigo, reo del juicio divino. El Dios santo y justo “manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan” (Hch. 17:30).
    El arrepentimiento no debe confundirse con la penitencia. La penitencia es contrición o tristeza por el pecado, pero somos advertidos que “la tristeza que es según Dios produce arrepentimiento para salvación, de que no hay que arrepentirse” (2 Co. 7:10). No es tan solamente tristeza por lo que hemos hecho. Puedo entristecer mi corazón al pensar de las cosas malas que he cometido, y de todo el daño que he causado a otros, pero a la vez no arrepentirme realmente para con Dios.
    El arrepentimiento tampoco debe ser confundido con los actos de penitencia. Esos son esfuerzos de expiación o reparación por cosas que uno ha hecho. Son una manera de sufrir voluntariamente; pero no hay sufrimiento físico ni negación propia que pueda pagar por lo malo que le hemos hecho a Dios o al hombre.
    El arrepentimiento no es una reforma personal. Algunos tienen la idea que el arrepentimiento es que uno intenta abandonar sus pecados, limpiarse y vivir justamente, es decir, obra para hacerse buena persona, para merecer la salvación. No es así. Cierto es que puede haber reformas personales sin el arrepentimiento, pero nunca puede haber un verdadero arrepentimiento que no produce cambios, pues si de veras me arrepiento y creo el evangelio, seguramente habrá cambios. La nueva naturaleza no es como la vieja. Ser guiado por la carne y el espíritu de desobediencia no es igual que ser guiado por el Espíritu. Cuando haya arrepentimiento y fe, la vida cambia.      

de su comentario sobre el Evangelio según Lucas, escrito en 1947

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W. E. Vine:
“En el NT el asunto tiene referencia principalmente al 'arrepentimiento' del pecado, y ese cambio de mente incluye tanto volverse del pecado como volverse a Dios”.

Diccionanrio Expositivo

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Tomás y sus Dudas

Tomás insistió que no creería en la resurrección del Señor Jesús sin tocar las heridas físicas de Cristo. Si no viera la evidencia, dijo: “no creeré” (Juan 20.25). Tomás no es el único, pero gracias a Dios, por medio de la fe, el que dudaba vino a ser Tomás el creyente.
    Podía haber creído la evidencia de las profecías bíblicas. Creía la Biblia, pero parece que se le olvidaba que múltiples veces la Biblia profetizaba la muerte y resurrección del Mesías.
    Podía haber creído el testimonio de las mujeres y sus condiscípulos.
     Respetaba grandemente a María, la madre del Señor Jesús, y sus amigos Pedro y Juan. Pero escogió ignorar la evidencia de su testimonio de haber visto a Cristo resucitado.
    Podía haber creído las propias palabras del Señor. Había estado tres años con Cristo, día y noche. Conocía Su vida perfecta y carácter impecable. En las semanas antes de la crucifixión, en tres ocasiones el Señor le había dicho que sería crucificado, pero que resucitaría el tercer día. Sabía que Jesucristo es “la verdad” (Juan 14.6), pero escogió ignorar esa evidencia.
    Podía haber creído la evidencia de sus propios ojos. Otros habían visto que la tumba vacía no fue invadida por ladrones, pues pareció que el cuerpo de Cristo, al resucitar, había atravesado los lienzos sin estorbarlos. Ésa fue la evidencia que convenció a Juan para que creyera (Juan 20.8), pero no a Tomás.
    Cuando luego el Señor le invitó a meter su mano en las heridas, no lo hizo. Simplemente se postró a los pies de Cristo y exclamó: “¡Señor mío, y Dios mío!” (Juan 20.28). Tomás creyó en el Señor Jesús y recibió vida eterna por la Palabra del Señor. Su corazón se ablandó. Sus dudas e incredulidad fueron reemplazadas por gozo. El problema no fue falta de evidencia, sino un corazón incrédulo. Creer o no es una decisión nuestra. No digas “no puedo creer”, porque no es así. No puedo y no quiero son dos cosas muy diferentes. La fe no es un don, sino una responsabilidad. Dios nos ha hecho capaces de creer, y espera que ejerzamos nuestra responsabilidad. Nadie es más digno que Dios de nuestra confianza. El Señor dijo: “Porque me has visto, Tomás, creíste; bienaventurados los que no vieron, y creyeron” (Juan 20.29). Ahora te pregunto: ¿Quieres esa bendición? ¿Crees, o no?