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jueves, 29 de febrero de 2024

EN ESTO PENSAD - marzo 2024

 EJERCÍTATE

“Ejercítate para la piedad; porque el ejercicio corporal para poco es provechoso, pero la piedad para todo aprovecha, pues tiene promesa de esta vida presente, y de la venidera” (1 Ti. 4.7-8).

El ejercicio físico es saludable por sus beneficios para el cuerpo, y muchos lo practican de alguna manera. Pagan una cuota por asistir a un gimnasio, y van cada semana a hacer sus rutinas de ejercicios con las pesas y otras máquinas. Algunos aprovechan de un entrenador que les aconseja y supervisa sus ejercicios, para sacar más provecho. También se cuidan de la dieta. Procuran comer cosas naturales, y evitan el consumo de cosas que no favorecen la salud.
    Curiosamente, pocos cristianos se ejercitan para la piedad. Solemos creer que la piedad es algo que Dios nos da, pero no es así. La salvación es solo de Dios, por la gracia, no por obras. No podemos contribuir a ella, y por eso estamos eternamente seguros, porque es obra Suya. En cambio, la piedad requiere nuestra participación. Pablo enseña que, para adquirir la piedad, uno debe ejercitarse. Para ilustrar el punto, menciona el ejercicio corporal que “para poco es provechoso”. Tiene sus beneficios, pero solo “para poco”.
    Cuánto tiempo y dinero gastan algunos en gimnasios, máquinas de ejercicio y comidas especiales, y todo es para poco provecho a plazo corto. Desembolsan más para todo eso que para ofrendar al Señor. En cambio, con la palabra “Pero” – contraste – declara que “la piedad para todo aprovecha”. La piedad es provechosa en dos tiempos: “esta vida presente” y “la venidera”.

    
Para sacar ese provecho, hay que ejercitarse. Hay que involucrarse y disciplinarse, como uno hace en el ejercicio corporal. Gastan dinero en gimnasios, porque si no, no pueden entrar. ¿Qué pasaría si tuvieran que pagar por entrar a un estudio bíblico? No que quisiéramos cobrarles, pero es extraño que pagan por algo de poco provecho, y desatienden lo que para todo es provechoso. Se hacen un horario estructurado para ejercicios y sueño, y usan sus relojes inteligentes para ver cuántos pasos dan y cuántas horas de sueño de calidad tienen. Pero en la esfera espiritual, hay un gran descuido, y quizás tienen un concepto equivocado de su propia madurez espiritual. No tienen un horario estructurado de ejercicios espirituales. No tienen una rutina para crecer en la piedad. Por ejemplo, a penas leen la Biblia, y aunque la lean un poco, no se esfuerzan para estudiarla. Son más fieles en asistir al gimnasio que en asistir a las reuniones de la congregación. Saben que, en el gimnasio, no se trata de estar presente, sino de esforzarse para cumplir los ejercicios. Pero en la vida espiritual, a lo mejor solo están presentes en algunas reuniones. A pocos se les ocurriría buscar el consejo de un “entrenador” (anciano, o maestro de la Palabra), para mejorar – el discipulado. Al salir de una reunión, no podrían decir qué provecho específico han sacado para su vida espiritual. En casa, y durante la semana, se esfuerzan poco. No es sorpresa que no crecen, que no adquieren más conocimiento, sabiduría y fortaleza espiritual para crecer en la piedad. Algunos tienen “manos caídas” y “rodillas paralizadas” (He. 12.12).
    El apóstol Juan escribió: “Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma” (3 Jn. 2). Es un deseo comprometedor. ¡Si nuestra salud física dependiera de nuestra salud espiritual, muchos estarían débiles o enfermos, y otros estarían muertos! Esto es porque no se ejercitan para la piedad.
    Sabemos que si uno come bien, pero no hace ejercicio, el cuerpo no puede aprovechar las calorías y los nutrientes. Entonces, o lo elimina, o lo convierte en grasa y así lo almacena. Piensa en la cantidad de creyentes que asisten continuamente a reuniones y estudios bíblicos, pero solo para ver y oír. Parece que su idea de ser espiritual es tener muchas reuniones y conferencias. Pero ni eso es para muchos un ejercicio para la piedad, pues solo asisten, oyen, luego participan del refrigerio o las comidas servidas, y se despiden. ¿Qué provecho han sacado para la piedad? La degustación de sermones ha venido a ser para algunos como una diversión, o una actividad social que toma el lugar del cine, el estadio o las fiestas. Pero si no se ejercitan, si no lo aprovechan para crecer en algo específico, ¿de qué les sirve? Pueden estar presentes físicamente, pero en muy mala salud espiritual, por falta de ejercicio personal en la piedad.
    El escritor de Hebreos nos advierte que “es necesario que con más diligencia atendamos a las cosas que hemos oído, no sea que nos deslicemos” (He. 2.1). Cristo dijo a Nicodemo: “Os es necesario nacer de nuevo”, y al oír esto decimos: “¡Amén!” Pero aparentemente pensamos que, si somos creyentes, poco nos es necesario. Decimos que somos salvos por la gracia, no por obras, y no vemos la importancia y el valor de las obras en la vida cristiana (véase Ef. 2.10). Según Hebreos 2.1, nos es necesario ser diligentes en oír y aplicar la sana enseñanza. Esto es, no solo escuchar, sino atender con diligencia. También el apóstol Pedro nos aconseja así: “poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor” (2 P. 1.5-7). Dios no nos da la diligencia. Nosotros la debemos poner. Dios no añade a nuestra fe las cosas nombradas. Nos toca a nosotros. Tenemos que añadirlas, y para eso hay que poner toda diligencia – es nuestra responsabilidad. Son ejemplos de cómo ejercitarse para la piedad. Si no hacemos los ejercicios, no tendremos más piedad en nuestro carácter y nuestra vida. No vale la excusa: “es que soy así”, para explicar por qué no hay mejora en nuestro carácter y conducta. Debemos ejercitarnos para añadir a nuestra vida la virtud, el conocimiento, el dominio propio, la paciencia, la piedad, el afecto fraternal y el amor. Reflexionemos: ¿qué ejercicios, que esfuerzos realizamos para crecer en estos aspectos de la vida cristiana? ¿Tenemos metas, un plan estructurado, y una rutina? ¿Nos analizamos, “medimos” o “pesamos” para ver si hemos crecido?

Carlos Tomás Knott,   continuará, d.v., en el número siguiente

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¿HOY REALMENTE EXISTEN APÓSTOLES?

“Porque éstos son falsos apóstoles, obreros fraudulentos, que se disfrazan como apóstoles de Cristo” (2 Co. 11.13). Observa bien, que de los 120 creyentes reunidos en Jerusalén, solo dos satisficieron los requisitos declarados en Hechos 1.21-22. El Señor escogió uno de ellos: Matías (Hch. 1.26), para unirse con los otros 11 apóstoles. Más adelante,  el Señor llamó de manera especial a Pablo (1 Co. 9.1), pero después de él, no hay más (Hch. 20.29-30). Los que hoy presumen de serlo son falsos, fraudulentos y engañadores.

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  LA TRIBULACIÓN

parte 5
por Jeff Brown

viene del número anterior


Los Dos Testigos (Ap. 11.3-12)

 
Entendemos que estos dos individuos entran en el escenario durante la primera mitad de la Tribulación, y son grandemente usados por Dios durante tres años y medio (Ap. 11.3); este verso dice 1.260 días. Quizás relata el tiempo en días porque Dios valora cada día de su testimonio y también de las pruebas que enfrentan los Suyos. Es aun posible que su ministerio colabore en la salvación de los 144.000 que salen a predicar. Cuando los dos testigos cumplan el tiempo de testimonio, la Bestia estará supremo en el cenit de su reinado, y habrá tremenda persecución de los santos salvados durante la Tribulación. ¿Quiénes son esos dos testigos? No lo sabemos porque la Biblia no lo declara. Se vestirán de cilicio (v. 3), y eso nos recuerda los profetas del Antiguo Testamento que en el Nombre de Dios proclamaron aflicción y tristeza, dando también un mensaje de esperanza. Los poderes de esos testigos y sus milagros son similares a los hechos de Moisés y Elías (Ap. 11.5-6), que aparecieron juntos con Cristo en el monte de la transfiguración (Mt. 17.3). Al final de los 1260 días, la Bestia los vencerá y los matará. Sus cuerpos quedarán en la plaza de Jerusalén durante tres días y medio, y su muerte será causa de gran regocijo en todo el mundo. Pero serán resucitados públicamente, y un terremoto destruirá la décima parte de Jerusalén y matará a 7.000 personas (Ap. 11.11-13). Los demás se aterrorizarán y darán gloria “al Dios del cielo”.

Los Últimos Tres Años y Medio

 
    Los primeros tres años y medio serán “principio de dolores” (Mt. 24.8), y entonces llegará el tiempo de la “gran tribulación” (Mt. 24.21). ¿Qué provocará este cambio? La primera bestia, el Anticristo, demandará la adoración universal, y pondrá su imagen en el templo. Así comenzará el peor tiempo de persecución en la historia, para el pueblo de Dios y los que creen el evangelio del reino (los santos de la Tribulación). Dios establece que la segunda mitad de la Tribulación será tres años y medio, 1.260 días (Ap. 11.3), o 42 meses de 30 días (Ap. 13.5). En la primera mitad de la Tribulación comenzaron los juicios divinos, pero en la segunda mitad se extenderán geográficamente, y aumentarán en intensidad. Estos son los juicios de los sellos, las trompetas y las copas.

Los Juicios de la Tribulación

 
    Durante el tiempo de la Tribulación, Dios mandará a la tierra tres grupos de juicios sucesivos: los sellos, las trompetas y las copas. Cada juicio en su turno será más intenso, devastador y extenso que el anterior. Podemos entender que los juicios de las trompetas saldrán del séptimo sello, y los juicios de las copas saldrán de la séptima trompeta. El comienzo de estos juicios (los sellos) viene temprano en el periodo de la Tribulación (Ap. 6), cuando se abra el libro sellado (Ap. 5). Ese libro representa las escrituras – el título de propiedad – del planeta. Satanás el usurpador se adueñó del mundo, pero solo Cristo es digno de abrir esos sellos y el libro (Ap. 10.2, 8).

¿Qué Son Esos Juicios?

1. Los Sellos 

    El Anticristo establecerá con diplomacia su gobierno mundial al comienzo, cuando se abrirá el primer sello de la Tribulación (Ap. 6.1-2). A partir de entonces, Cristo seguirá abriendo los demás sellos. Los juicios de esos sellos incluyen una masiva guerra mundial, y un hambre mundial, quizás como resultado de la guerra. Luego, y posiblemente debido a esos dos sellos, el mundo será visitado de gran mortandad. Como resultado de la guerra y el hambre, las fieras y la muerte, morirá 25% de la población del mundo (Ap. 6.4-8). Si basamos el cálculo sobre la población mundial corriente, ¡serían 2 mil millones de personas! Después de eso habrá un gran terremoto, seguido por cataclismos nunca vistos, en los cielos (sol, luna, estrellas) y en la tierra (montañas e islas), (Ap. 6.12-17). Es interesante notar que los 144.000 siervos/testigos serán sellados y protegidos de esos juicios (Ap. 7.2-4). La apertura del séptimo sello introducirá los juicios de las siete trompetas (Ap. 8.1.-2).


2. Las Trompetas

     Con el avance del tiempo los juicios aumentarán en severidad y extensión. Los juicios de las trompetas comenzarán con la destrucción de 33% de los árboles y toda la hierba verde (v. 7), y 33% del mar se convertirá en sangre (vv. 8-9). Después de esto, 33% de los ríos y las fuentes de las aguas serán convertidas en ajenjo (vv. 10-11). Entonces habrá convulsiones en los cielos que apagarán 33% de la luz del sol, la luna y las estrellas, y eso afectará el día y la noche (Ap. 8.12). Apocalipsis 9.1-12 describe el juicio de la quinta trompeta, cuando criaturas como demonios, parecidos a escorpiones y langostas, subirán del pozo del abismo. Se les prohibirá matar a las personas, pues las atormentarán tanto que muchos desearán la muerte – pero no será permitido. La sexta trompeta traerá como juicio 200 millones de jinetes que matarán al 33% de la humanidad. Ya que antes murieron 25% de la población en los juicios previos, eso significa que del 75% que queda, morirán 33% de ellos. Esto significa que en ese momento solo quedará vivo 50% de la población anterior del mundo.  Sin embargo, increíblemente, los que quedan todavía rehusarán arrepentirse (Ap. 9.13-21). Entonces la séptima trompeta traerá los juicios más severos que jamás han azotado al mundo: las copas de ira.

3. Las Copas de Ira

    Apocalipsis 16 revela la extensión e intensidad de los juicios de esas copas de ira. Jamás ha habido juicios tan fuertes en la historia del mundo. Comenzarán con llagas malignas que aparecerán en todos los que reciben la marca de la bestia. Luego todos los mares se cambiarán en sangre y morirá todo ser viviente que hay en el mar. Después, las aguas dulces (ríos, lagos, etc.) serán cambiados en sangre. El calor del sol aumentará, se quemarán los hombres, y sin embargo blasfemarán y no se arrepentirán. Entonces llegarán tinieblas densas con dolores continuos. Se secará el río Éufrates (v. 12), y eso abrirá paso para la venida de grandes ejércitos del oriente, para unirse a los demás en el conflicto final de Armagedón. Al secarse el río, serán activados espíritus inmundos, espíritus de demonios (vv. 13-14). La séptima y final copa causa gran devastación y prepara el escenario para la segunda venida de Cristo en poder y gloria.  El más grande terremoto en la historia tendrá efectos globales, destruirá enteramente al sistema mundial y juzgará severamente a todos los inconversos. Causará grandes cambios topográficos en la tierra (islas y montañas, v. 20) y caerá un enorme granizo. Sin embargo, habrá resistencia, no arrepentimiento.
    Estimado lector, si eres creyente, ¿no sientes gozo de saber que estás a salvo? No solo eres salvo de los terrores y horrores de los siete años de la Tribulación, sino también de una eternidad en el lago de fuego. Y si no eres creyente, reconoce ahora el terrible rumbo de tu vida, y arrepiéntete mientras haya tiempo.

continuará, d.v.

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 Manasés el Malvado  

parte 2
Lucas Batalla

viene del número anterior
Textos:

2 Reyes 21.1-18;

 2 Crónicas 33.1-2


El problema hoy con las iglesias que aflojan y cambian con el mundo, es que, como Manasés, no les importa cómo parecen las cosas “ante los ojos de Jehová”, sino actúan por lo que quiere el pueblo, y para complacer a sus esposas e hijos. Copian lo que ven en otras iglesias “exitosas”, y piensan que si vienen más personas y hay más libertad, todo estará bien. Manasés también quiso complacer a los hombres y no a Dios. El resultado final se ve en 2 Crónicas 33.6, “se excedió en hacer lo malo ante los ojos de Jehová, hasta encender su ira”. 2 Reyes 21.16 añade: “derramó Manasés mucha sangre inocente en gran manera, hasta llenar a Jerusalén de extremo a extremo; además de su pecado con que hizo pecar a Judá, para que hiciese lo malo ante los ojos de Jehová”. El rey malvado no solo hizo mal, sino, porque era rey, afectó malamente a toda la nación. 2 Crónicas 33.9 explica: “Manasés, pues, hizo extraviarse a Judá y a los moradores de Jerusalén, para hacer más mal que las naciones que Jehová destruyó delante de los hijos de Israel”. Es el pecado de hacer a otros pecar, como había hecho Jeroboam en el reino del norte: “y Jeroboam apartó a Israel de en pos de Jehová, y les hizo cometer gran pecado” (2 R. 17.21). Hoy también los líderes de las iglesias que no se ciñen a la Palabra de Dios son culpables de hacer pecar al pueblo de Dios. 2 Crónicas 33.10 dice que Dios les habló, pero no escucharon. Por eso, el duro castigo llegó (v. 11). Los asirios aprisionaron con grillos a Manasés, lo ataron con cadenas y lo llevaron a Babilonia. Nuestras decisiones y hechos tienen consecuencias. El pueblo que aprobaba lo que hacía Manasés no podía protegerlo de los asirios que Dios mandó como castigo.
    Entonces, el malvado rey reaccionó, cuando fue humillado. “Mas luego que fue puesto en angustias, oró a Jehová su Dios, humillado grandemente en la presencia del Dios de sus padres” (v. 12). No se humilló, sino fue humillado por Dios. Siempre es mejor humillarse que ser humillado (Stg. 4.10; 1 P. 5.6), pero algunos solo aprenden a base de golpes. Alguien dijo: “Si Dios te trata duramente, no es porque Él sea duro, sino porque tú eres duro”. Ahora bien, analizando el caso de Manasés, es cierto que se humilló, pero no está muy claro si se convirtió o no. Debemos recordar que el malvado rey Acab también se humilló (1 R. 21.27-29), y eso no fue una conversión. Nabucodonosor y Darío también reconocieron y temieron al Dios de Israel, pero sin convertirse. Así que, es bueno que Manasés se humillara, y por eso leemos: “Dios oyó su oración y lo restauró a Jerusalén, a su reino. Entonces reconoció Manasés que Jehová era Dios”. Dios le restauró a su trono (2 Cr. 33.13). Pero queda la duda acerca de su condición espiritual, pues no dice que tuviera fe, ni que fuera justificado como Abraham o David.
    En los versos 14-16 leemos de sus buenas obras, que manifestaron un nuevo temor de Dios de parte del rey. Pero esas reformas quedaron incompletas en dos sentidos. Primero, quitó algo, principalmente limpió al templo y la ciudad de Jerusalén, pero no deshizo todo lo que había hecho para los dioses falsos en los versos 3-7.  Segundo, leemos en el verso 17 que no consiguió reformar al pueblo: “Pero el pueblo aún sacrificaba en los lugares altos, aunque lo hacía para Jehová su Dios”. No querían cambiar, pues eran sinceros pero equivocados. Por la maldad de Manasés el pueblo había pecado de tal manera que pasó el punto de no retorno. Años después, el profeta Jeremías declaró esta triste noticia de parte de Dios: “Y enviaré sobre ellos cuatro géneros de castigo, dice Jehová: espada para matar, y perros para despedazar, y aves del cielo y bestias de la tierra para devorar y destruir. Y los entregaré para terror a todos los reinos de la tierra, a causa de Manasés hijo de Ezequías, rey de Judá, por lo que hizo en Jerusalén” (Jer. 15.3-4). Generaciones futuras iban a sufrir el castigo divino en parte debida al mal ejemplo y el mal liderazgo de Manasés. Lo mismo pasará en las iglesias, cuando en el tribunal de Cristo algunos sufrirán pérdida porque siguieron al liderazgo malo y equivocado, en lugar de obedecer a Dios. Otros, engañados por una falsa profesión de fe, ni siquiera llegarán al tribunal, pues irán al castigo eterno.
    Los versos 18-19 (2 Cr. 33) resumen “los demás hechos de Manasés”, diciendo: “he aquí todo está escrito en las actas de los reyes de Israel” (v. 18).  El verso 19 dice: “Su oración también, y cómo fue oído, todos sus pecados, y su prevaricación, los sitios donde edificó lugares altos y erigió imágenes de Asera e ídolos, antes que se humillase, he aquí estas cosas están escritas en las palabras de los videntes”. Todo está escrito para nuestra enseñanza, para que no repitamos esa triste historia.
    Finalmente, “durmió Manasés con sus padres, y lo sepultaron en su casa” (v. 20), “en el huerto de su casa” (2 R. 21.18), no con los otros reyes, porque su vida era una desgracia. Pero el efecto malo de Manasés no cesó con su muerte, pues había sembrado la maldad en el corazón de muchos, y además, le sucedió su malvado hijo Amón. Debemos reflexionar bien en el temor de Dios antes de actuar, porque para bien o para mal, influiremos a otros. ¡Que el Señor nos guarde de ser como Manasés!       

Lucas Batalla, de un estudio dado en agosto, 2023

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La Voz de Dios

Mervyn Wishart

1. En las tinieblas
No hay mejor capítulo que Génesis 1 para comenzar nuestro estudio sobre la voz de Dios. En sus 31 versos leemos nueve veces: “y dijo Dios”.
    Las primeras palabras habladas en la creación y la inspiración están en el verso 3. “Y dijo Dios: Sea la luz”. Aunque la luz tarda ocho minutos del sol a la tierra, cuando Dios habló, la iluminación llegó instantáneamente: “y fue la luz”. El sol y la luna no fueron creados hasta el día cuatro. Dios creó luz antes de crear la fuente de luz. El escéptico diría: “eso nunca podría suceder”, pero el creyente lo acepta exactamente como la Biblia dice.
    Hay tres textos bíblicos que hablan con sencillez y poder de la obra de creación. Cuando era creyente joven, me ayudaba pensar en ellos juntos.


    ¿Quién es el Creador del mundo?
    “En el principio creó Dios los cielos y la tierra” (Gn. 1.1).
 

    ¿Cómo fue creado el mundo?
    “Porque él dijo, y fue hecho; él mandó, y existió” (Sal. 33.9).
 

    ¿Cómo podemos entender esto?
    “Por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios” (He. 11.3).
    

    Al sonido de Su voz en aquel primer día de la creación, Dios hizo resplandecer la luz en las tinieblas. Otro día llegó, cuando en las tinieblas del Calvario se escuchó la voz del Hijo de Dios, que gritó: “Consumado es” (Jn. 19.30). En ese momento las tinieblas espirituales desaparecieron y nuevamente la luz brilló.

2. En el huerto
    La primera ocasión de oír un ser humano la voz de Dios fue en el huerto de Edén. Fue un ambiente perfecto, un huerto planificado y plantado por el Jardinero celestial. “Y Jehová Dios hizo nacer de la tierra todo árbol delicioso a la vista, y bueno para comer” (Gn. 2.9). Primero menciona lo placentero – delicioso a la vista, y luego lo necesario – para comer. Para completar la escena idílica, el verso 10 informa: “Y salía de Edén un río para regar el huerto…”. El huerto era perfectamente ordenado. Adán todavía estaba solo, y Jehová Dios le dio la responsabilidad de labrarlo y guardarlo (Gn. 2.15). Notamos que aun antes de la caída, la intención divina era que el hombre trabajara diariamente.
    No nos informa cuánto tiempo Adán y Eva pasaron en feliz comunión diaria con Dios durante el tiempo de su inocencia. El pecado nos roba el gozo de la comunión con Dios, y en cuanto a Adán, esa dulce comunión dio lugar al miedo. “Y oyeron la voz de Jehová Dios que se paseaba en el huerto, al aire del día” (Gn. 3.8). El Señor llamó a Adán diciendo: “¿Dónde estás tú?” (Gn. 3.9). Adán respondió: “Oí tu voz en el huerto, y tuve miedo, porque estaba desnudo; y me escondí” (Gn. 3.10). Fue una experiencia nueva; una emoción que antes desconocía. Por primera vez en su vida, sabía lo que era tener miedo. A pesar de su hermosura, Edén llegó a ser un huerto de derrota y fracaso.
    En contraste glorioso, la Escritura habla de otro huerto cerca de Jerusalén (Jn. 19.41). Allí el Señor Jesús resucitó el tercer día, muy de mañana, del sepulcro nuevo de José (Mt. 27.58-60). Era un huerto de victoria y triunfo.

continuará, d.v., en el número siguiente

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  DOS COSAS

Hay dos cosas que cada cristiano, si puede, debe hacer cada primer día de la semana. La primera es: recordar al Señor en el partimiento del pan. “El primer día de la semana, reunidos los discípulos para partir el pan” (Hch. 20.7). La segunda es: “Cada primer día de la semana cada uno de vosotros ponga aparte algo, según haya prosperado” (1 Co. 16.2). Esto es llamado: “la ofrenda para los santos” (v. 1). El mandamiento tiene la misma fuerza para ambas cosas.                                                                                      

Mervyn Wishart

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NICODEMO,
Y EL NUEVO NACIMIENTO


La prioridad
“Nicodemo…vino a Jesús de noche” (Juan 3.1-2).

¿Por qué “de noche”? ¿Estaba demasiado ocupado de día? ¿No quería que nadie lo viera con Cristo? ¿No quería esperar hasta la mañana? Sea lo que fuere, el punto importante es que vino. Amigo, no posponga más venir a Cristo. Él dijo: “Al que a mí viene, no le echo fuera” (Juan 6.37).

La eternidad
“No puede ver el reino de Dios” (Juan 3.3).

Pareciera que Cristo sorprendió a Nicodemo al decirle: “El que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios” (Juan 3.3, 7). O sea, sin ser hijo, uno no será ciudadano. El futuro con Dios es para la familia de Dios. Si Nicodemo hubiera muerto en ese momento, no habría ido al cielo.

La necesidad
“No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo” (Juan 3.7).

En el versículo 3 aprendimos que el nuevo nacimiento es la preparación para ir al cielo. Ahora, en el versículo 7, vemos la solución para el problema de la carne. “Lo que es nacido de la carne, carne es” (v. 6). La “carne” a veces es física, pero otras veces habla del principio pecaminoso que opera en todos nosotros (Romanos 7.23). La carne es incorregible. Por eso, Dios la soluciona con “lo que es nacido del Espíritu” (v. 6). Es un requisito, no una recomendación. Solo Dios (el Espíritu) puede dar la vida y la victoria (v. 8).

La responsabilidad
“¿Eres tú maestro de Israel, y no sabes esto?” (Juan 3.10).

Nicodemo no se puso a la defensiva al descubrir su falta (vv 3-7). Ahora entiende su falla: no sabía (v. 10), no había recibido (v. 11) y no creía (v. 12). Cristo lo confrontó con su ignorancia, su indisposición y su incredulidad. Era una irresponsabilidad para un “maestro de Israel” (v. 10), porque “si el ciego guiare al ciego, ambos caerán en el hoyo” (Mateo 15.14).

La finalidad
“Es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3.14-15).

Irónicamente, para este nacimiento se necesitaba una muerte, la de Cristo. Las personas mordidas por las víboras en el desierto, al mirar a la serpiente de bronce, vivían al instante (vea Números 21.6-9). Amelia Hull lo expresa así en su himno:

“La mirada de fe al que ha muerto en la cruz infalible la vida nos da.
Mira, pues, pecador, mira pronto a Jesús, y tu alma la vida hallará”.

“De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3.16), lo cual significa nacer de nuevo.

Tomás Kember
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