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lunes, 31 de enero de 2022

EN ESTO PENSAD - febrero 2022

 Gedeón
Un Joven Transformado En Un Siervo De Dios,  parte 3
Camilo Vásquez Vivanco (Chile)

viene del número anterior
Gedeón: Probado En Las Dificultades
    

“Y Gedeón le respondió: Ah, señor mío, si Jehová está con nosotros, ¿por qué nos ha sobrevenido todo esto? ¿Y dónde están todas sus maravillas, que nuestros padres nos han contado, diciendo: No nos sacó Jehová de Egipto? Y ahora Jehová nos ha desamparado, y nos ha entregado en mano de los madianitas” (Jue. 6:13).
    
Ser fiel no significa que todo marchara bien aún más la pista se pondrá pesada y cuesta arriba en medio de dificultades. La razón de esto es que nadie crece sentado sobre suaves sedas, y la tribulación es el medio usado por Dios para probar nuestra integridad. Los apóstoles decían a los nuevos convertidos: “...Es necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios” (Hch. 14:22).
    El reclamo de Gedeón a Dios no es sinónimo de rebelión sino de “impotencia” y se ve que Gedeón no era parte de la anarquía generalizada en Israel. La reprensión hecha por aquel varón profeta días antes, (Jue. 6:8-10) fue escuchada por Gedeón pero no le dió los medios para ayudar a su pueblo sino que le desconcertó aún más. La ley o los ministerios que dan palos no sirven para equipar ni para dar las herramientas que nos ayudan a realizar cambios.
    Es evidente que Gedeón se sentía frustrado pues aún su padre tenía en su casa al dios Baal. Sus interrogantes evidencian que sufría por su pueblo pues pregunta, ¿por qué nos ha sobrevenido todo esto? Sufre al ver a sus hermanos derrotados y no puede aceptar este desastre nacional al punto de decir a su huésped, ¿dónde están todas sus maravillas? Esta actitud de Gedeón al conversar con su inusual huésped celestial hace que la mirada de Dios sea ahora mucho más intensa: “...Y mirándole Jehová” (v. 14). Es la mirada comprensiva del Señor para quiénes les han sido fieles: “Miraré a aquel que es pobre y humilde de espíritu, y que tiembla a mi palabra” (Is. 66:2). Si te sientes como Gedeón, que muchos males han sobrevenido en tu vida como a tu familia, o a tus hermanos, es tiempo de volverse al Señor en una genuina fe y dependencia a su nombre. Allí estaba el Señor para escuchar a Gedeón y lo está también para ayudarte a ti si te incomoda la vida sin frutos que te rodea. El Señor quiere ayudarte y te guiará para hacer cambios así como animó y ayudó a Gedeón. Lo importante es que tu estés dispuesto a realizar esos cambios con su ayuda: “Y mirándole Jehová, le dijo: Ve con esta tu fuerza, y salvarás a Israel de la mano de los madianitas. ¿No te envío yo?” (Jue. 6:14).
    
Gedeón: Llamado Para Ayudar A Sus Hermanos
    
“...Ve con esta tu fuerza, y salvarás a Israel de la mano de los madianitas...” (Jue. 6:14).
    
    El Señor envía a Gedeón a enfrentar el mal existente y lo hace porque existe “fuerza” en este joven israelita no solo por ser joven sino porque ama a sus hermanos. El Señor destaca que Gedeón tiene “fuerza” para ayudar a sus hermanos y aquello el Señor lo vio en el interior de Gedeón como genuina integridad.
    Ahora este no es un llamado para evangelizar, aunque no es menos importante tal llamado, sino que es un llamado para ayudar al pueblo de Dios. Es un llamado a servir y a liberar al pueblo de Dios de sus enemigos. Esta es una tarea poco común entre nosotros, el que se levanten hombres y mujeres dedicados al ministerio de “ayudar”, pues nadie tiene tiempo ni disposición para ayudar a otros y somos presa de la indiferencia.
    Es más común ver a hermanos por sus dones públicos como la enseñanza pero no así aquellos dones silenciosos de los que ayudan. Esto sucede entre nosotros que miramos lo de afuera (1 S. 16:7), pero no así con Dios que valora la intención del corazón. Es así que en el listado de los campos de servicio o ministerios que comenzaron en la naciente iglesia, el ayudar está en sexto lugar; “Y a unos puso Dios en la iglesia, primeramente apóstoles, luego profetas, lo tercero maestros, luego los que hacen milagros, después los que sanan, los que ayudan (dan alivio)...” (1 Co. 12:28). Tal posición no significó que “ayudar” sea menos relevante pues tanto los apóstoles, profetas, como los que hacen milagros y sanan, ya no existen dado que la iglesia fue ya fundada y siguen solo los dones más esenciales de continuidad como lo es este de “ayudar” (aliviar).
    Entre los Corintios se menciona una familia con este ministerio: “Hermanos, ya sabéis que la familia de Estéfanas es las primicias de Acaya, y que ellos se han dedicado al servicio de los santos. Os ruego que os sujetéis a personas como ellos, y a todos los que ayudan (colaboran) y trabajan” (trabajo duro) (1 Co. 16:15-16). Es notable que allí en la iglesia de Corintios el apóstol para cada instrucción no se dirige a los ancianos sino a toda la iglesia. La razón de esto es que ellos no tenían la última palabra o autoridad sobre los demás, sino que debían caracterizarse por ser personas cómo esa familia. Solo así los demás se sujetarían al ver su ejemplo de abnegado trabajo y sacrificio por los demás (1 Ts. 5:12).
    En Cencrea y Roma estaba  Febe de quien Pablo señala: “...ella ha ayudado (auxiliadora) a muchos, y a mí mismo” (Ro. 16:2). También estaban Priscila y Aquila de los cuales dice el apóstol: “...Priscila y a Aquila, mis colaboradores en Cristo Jesús” (Ro. 16:3). También se menciona a María: “...la cual ha trabajado (trabajo duro) mucho entre vosotros” (Ro. 16:6). Menciona también a Trifena y Trifosa, “...las cuales trabajan en el Señor. Saludad a la amada Pérsida, la cual ha trabajado mucho en el Señor” (Ro. 16:12). Qué decir de Timoteo de quien el apóstol resalta, “pues a ninguno tengo del mismo ánimo, y que tan sinceramente se interese por vosotros. Porque todos buscan lo suyo propio, no lo que es de Cristo Jesús” (Fil. 2:20-21).
    Todos estos creyentes habían sido llamados para ayudar al pueblo de Dios y eran conocidos por su servicio anónimo y desinteresado. Habían incluso viudas dedicadas a ayudar a otros y solo estas podían estar en el futuro en la lista de quienes podían recibir ayuda de la iglesia, “que tenga testimonio de buenas obras; si ha criado hijos; si ha practicado la hospitalidad; si ha lavado los pies de los santos; si ha socorrido a los afligidos; si ha practicado toda buena obra” (1 Ti. 5:10). Sería un tremendo aporte para tu iglesia que tú imitaras a Gedeón en esta tarea de buscar ayudar al pueblo de Dios aún con lo poco que tienes de recursos y con tu sencillez como siervo o sierva de Dios.                                                      

continuará, d.v., en el siguiente número

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 Señales de Pactos (2)
Carlos Tomás Knott

viene del número anterior

2. La Circuncisión

En Génesis 17:1-14 Dios estableció otra señal de otro pacto, esta vez con Abraham y su descendencia física. La nación de Israel lleva en la carne de los varones esta señal del pacto, que les identifica como pueblo de Dios. Cuando Abraham era de noventa y nueve años de edad, Dios le apareció y dijo:

“Éste es mi pacto, que guardaréis entre mí y vosotros y tu descendencia después de ti: Será circuncidado todo varón de entre vosotros. Circuncidaréis, pues, la carne de vuestro prepucio, y será por señal del pacto entre mí y vosotros. Y de edad de ocho días será circuncidado todo varón entre vosotros por vuestras generaciones; el nacido en casa, y el comprado por dinero a cualquier extranjero, que no fuere de tu linaje. Debe ser circuncidado el nacido en tu casa, y el comprado por tu dinero; y estará mi pacto en vuestra carne por pacto perpetuo” (vv. 10-13).

    Romanos 4:1-12 aclara que la circuncisión nada tiene que ver con la salvación, sino fue señal y “sello de la justicia de la fe que tuvo estando aún incirunciso” (v. 11). Abraham fue justificado solo por la fe (Gn. 15:6). Dios “justificará por la fe a los de la circuncisión, y por medio de la fe a los de la incircuncisión” (Ro. 3:30).
    El judío se circuncide como señal del pacto de Dios con Abraham y sus descendientes, pero los cristianos no están obligados a circuncidarse así. Esa idea surgió como falsa enseñanza y produjo conflicto en la iglesia en tiempos de los apóstoles. Algunos de la secta de los fariseos, llamados “los de la circuncisión”, insistieron así: “Es necesario circuncidarlos, y mandarles que guarden la ley de Moisés” (Hch. 15:5). Querían obligar a los gentiles a “judaizar” (Gá. 2:14). Pero eso fue refutado por los apóstoles y hermanos reunidos en Jerusalén. Luego, Gálatas 5:2 advierte que “si os circuncidáis, de nada os aprovechará Cristo”. El verso 3 añade: “testifico a todo hombre que se circuncida, que está obligado a guardar toda la ley”. A nosotros nos corresponde la circuncisión espiritual. Colosenses 2:11 declara: “En él también fuisteis circuncidados con circuncisión no hecha a mano, al echar de vosotros el cuerpo pecaminoso carnal, en la circuncisión de Cristo”. El siguiente verso habla del bautismo, pero no equivale a la circuncisión ni la reemplaza, pues son cosas muy distintas. Pablo declara a los creyentes en Filipos: “nosotros somos la circuncisión, los que en espíritu servimos a Dios y nos gloriamos en Cristo Jesús, no teniendo confianza en la carne” (Fil. 3:3).

3. El Arca del Pacto

    En Éxodo 25:10-22 Dios mandó a Israel hacer el arca, de madera de acacia cubierta por dentro y por fuera con oro. Dios no dejó a la imaginación nada. Dio el diseño y las medidas, y no hubo lugar para improvisaciones. Luego guardaron las tablas de la ley, el pacto divino con Israel, en ella. De ahí que es llamado el arca “del pacto” o “del testimonio”. Efectivamente representó el pacto de la ley, y también la presencia de Dios con ellos. Ninguna otra nación ha gozado de este privilegio.
    Ahora bien, el arca no es llamado propiamente “señal del pacto”. Pero no cabe duda que era símbolo asociado con el pacto porque contenía las tablas de la ley. Además, simbolizaba la presencia divina, ya que Dios lo designó como lugar de Su presencia, en el lugar santísimo. “Y de allí me declararé a ti, y hablaré contigo de sobre el propiciatorio, de entre los dos querubines que están sobre el arca del testimonio” (v. 22). Números 7:89 menciona otra vez que ahí Moisés “oía la voz que le hablaba de encima del propiciatorio que estaba sobre el arca del testimonio, de entre los dos querubines; y hablaba con él”.
    Israel, por su infidelidad y pecado, perdió esta señal del pacto y de la presencia de Dios, y hasta el día de hoy nadie realmente sabe qué pasó con el arca, aunque abundan las teorías. En la edad de la iglesia, los creyentes se congregan en torno a la Persona de Cristo, en Su Nombre, y cuentan con la presencia del Señor según Su promesa: “Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mt. 18:20).


continuará, d.v., en el siguiente número

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 Recomendamos los siguientes libros, que deben ser leídos y en todas las asambleas:  

CONGREGADOS A SU NOMBRE, 

por Norman Crawford, 

 

 

 

 

 EL PECADO DEL SECTARISMO, 

por Andrew Stenhouse

 

 

 

 

LA IGLESIA Y LAS IGLESIAS, 

por W. E. Vine.

 

publicados por Libros Berea
https://berealibros.wixsite.com/asambleabiblica/libros

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El Peligro de Amar la Preeminencia

La Biblia claramente informa que a Diótrefes le gustaba “tener el primer lugar entre ellos” (3 Jn. 9). No dejó espacio ni oportunidad para otros, hasta tal punto que no recibió al apóstol Juan. Frecuentemente ocurre entre líderes que hay uno que busca el primer asiento entre los hermanos, hasta el punto de excluir a todos los demás. Puede caer en el error de creer que puede tomar decisiones unilateralmente porque es “el hermano mayor” por su edad o tiempo en la asamblea, o porque es rico y aporta grandes ofrendas, o porque es “el mejor preparado” porque ha estudiado, o que la gente le seguirá porque es el más popular. O puede pensar que por su afluencia y las ofrendas que aporta tiene derecho a mandar. A veces es porque viene de “una familia principal” que controla los asuntos de la asamblea y tiene la última palabra en las decisiones. En todos esos obra la actitud de Diótrefes.
    Pablo se dirige a este espíritu competitivo en su epístola a los filipenses. Aparentemente existía eso entre los santos ahí, y Pablo escribió:

“Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo; no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros” (Fil. 2:3-4).

    En este contexto el apóstol pone delante de ellos el sublime ejemplo del Señor Jesucristo: “Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús” (Fil. 2:5). ¿Qué sentir hubo en Cristo Jesús? Él era Dios, y sin embargo no se estimaba, no pensaba en sí mismo, sino en nosotros los indignos. De ese modo Él descendió de las alturas de la gloria, tomó forma de siervo y fue hecho semejante a los hombres. Se humilló, tomo el lugar bajo, y descendió hasta la muerte de la cruz. Todo eso lo hizo buscando nuestro bien.
    Vemos ese descenso ilustrado en el aposento alto cuando Él bajó y lavó los pies de los discípulos. Había necesidad, y como ninguno de los discípulos quería hacerlo, ¡Él lo hizo! ¡Cuán bella Su mente, y cuánto necesitamos considerar y seguir Su ejemplo, para que se vea en la práctica, en los tratos unos con otros este sentir de Cristo!
    En las Escrituras hallamos que el pastoreo de las ovejas del Señor debe hacerse por hombres serviciales, no señores. El Señor mismo dijo que no vino para ser servido, sino para servir (Mr. 10:45). “Anciano” no es un título o grado, sino un servicio y sacrificio. Los ancianos no son reyes ni dueños, sino siervos. Rogamos al Señor que provea ancianos piadosos que gobernarán poniendo ejemplo y servirán humildemente sin buscar la preeminencia.

del libro PELIGROS PASTORALES, por Stephen Hulshizer, Libros Berea

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 Samuel, Intercesor, Juez y Restaurador
Lucas Batalla

Texto: 1 Samuel 7


Como sucedió muchas veces en el tiempo de los jueces, la nación de Israel se alejó de Dios y siguió al mundo. Hoy también vivimos esos tiempos, cuando cada uno hace lo que le parece, y hay mucha frialdad y mundanalidad en las iglesias. Pero una cosa es lamentar y otra es obrar para avivar al pueblo. Un termómetro registra la temperatura, pero un termostato lo cambia. Así era Samuel. Como profeta, juez e intercesor, actuó para que hubiese avivamiento en la nación. Como siempre, los avivamientos y la bendición divina no son cosas que misteriosamente aparecen. Dios aviva y bendice cuando los hombres se arrepientan y se vuelvan a él. Se ve que otra vez los filisteos amenazaban a Israel, y Samuel utilizó esa ocasión para llamar a la nación a volverse a Dios. Observamos esto en las palabras de Samuel a la nación en 1 Samuel 7:3. “Habló Samuel a toda la casa de Israel, diciendo: Si de todo vuestro corazón os volvéis a Jehová, quitad los dioses ajenos y a Astarot de entre vosotros, y preparad vuestro corazón a Jehová, y sólo a él servid, y os librará de la mano de los filisteos”.
    El pueblo se había apartado y había permitido la invasión de las cosas del mundo. Había dioses ajenos e ídolos entre ellos. Toleraban e imitaban la religión y cultura de las naciones. Eso es lo malo de la tolerancia, que arruina la vida espiritual y provoca a ira a Dios. Él no puede bendecir a personas infieles y mundanas. Por eso Samuel les llama a volverse de todo su corazón – no de labios ni parcialmente. Tres cosas receta, resumidas en tres palabras: quitad, preparad, servid. Son responsabilidades humanas. No hay que pedir o esperar que Dios haga estas cosas – porque Él no las hará.
    “Quitad los dioses ajenos y a Astarot de entre vosotros”. Así son los frutos del arrepentimiento. El arrepentimiento sucede en la mente y el corazón, pero es una causa que produce un efecto – son visibles los efectos del arrepentimiento. No vale decir acerca del pecado: “lo siento”. Del mismo modo, decir: “me arrepiento” sin cambiar de rumbo, sin quitar lo que ofende a Dios, es insincero e ineficaz.
    “Preparad vuestro corazón a Jehová”. La preparación del corazón no es aquí cosa de la soberanía de Dios, sino de la responsabilidad nuestra. Hacemos esto cuando meditemos en las palabras y promesas de Dios para animarnos y encaminarnos. Él debe ocupar primer lugar en nuestro corazón.
    “Y solo a él servid”. Servir aquí indica rendirle culto, adorarle, orar solo a Él y obedecer fielmente Sus mandamientos. La frase “solo a él” nos recuerda que no hay lugar para doblez. No podemos servir a Dios y al mundo, ni al dinero. Incluso debemos presentar nuestros cuerpos a Dios en sacrificio vivo, santo y agradable, para hacer Su voluntad y agradarle a Él, no a nosotros mismos. Todo esto es servir a Dios.
    Samuel no proponía a Israel medidas parciales sino compromiso total con el Señor. Y para animarlos, prometió: “y os librará de la mano de los filisteos”. Dios quiere ayudarnos, pero espera nuestro arrepentimiento y acercamiento. “Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros” (Stg. 4:8).
    El verso 4 informa que así hicieron los israelitas – abandonaron a sus dioses falsos y sirvieron solo a Jehová. Entonces Samuel convocó al pueblo en Mizpa (v. 5) para interceder por ellos y sellar su retorno a Dios. Cuando se congregaron, derramaron agua delante de Jehová (v. 6) y ayunaron, demostrando así su contrición. Además, confesaron públicamente su pecado. La confesión también es importante en el Nuevo Testamento, pues 1 Juan 1:9 señala que es así que conoceremos el perdón y la limpieza del Señor. El verso termina diciendo que Samuel juzgó a la nación en Mizpa. Fue una clara declaración de lo que estaba mal, conforme a la Palabra de Dios, y de lo que debieran hacer. Hoy la idea de ser juzgado es muy impopular, pero notamos que es un paso importante en la restauración. Cristo dijo: “juzgad con justo juicio” (Jn. 7:24) y el apóstol Pablo mandó a los corintios: “juzgad vosotros mismos” (1 Co. 11:13). Advierte claramente: “Si, pues, nos examinásemos a nosotros mismos, no seríamos juzgados” (1 Co. 11:31).
    Dios bendijo a Israel con un varón de Dios como Samuel, cuya vida era recta, que intercedía por ellos, les enseñaba el buen camino, y les exhortaba y juzgaba para que agradaran a Dios y conocieran Su bendición. Hoy necesitamos a más hombres como Samuel.

La Oposición
    Siempre hay dificultades cuando deseamos acercarnos más a Dios. En ese caso, el diablo tenía a mano a los filisteos, que oyeron de la gran reunión de avivamiento en Israel, y se levantaron en oposición (v. 7). Quisieron atacar a Israel, y esto causó temor. Hasta ahora es así, que cuando uno desea ponerse en serio con Dios, cambiar su vida y agradar a Dios – viene oposición y conflicto para impedirlo.
    Los israelitas pidieron a Samuel que rogara a Dios por ellos (v. 8), ya que había prometido que Dios los libraría de los filisteos. Sabían que Samuel era un intercesor, un hombre de oración, y que sus oraciones eran eficaces como Santiago 5:16 declara: “la oración eficaz del justo puede mucho”. Hermanos, esta es una de las grandes lecciones de la vida de Samuel, y con ella Dios nos invita y anima a ser hombres y mujeres de oración eficaz. Para esto tenemos que vivir vidas de justicia. Hemos sido justificados por la fe – declarados justos por Dios – y lo que corresponde a eso es que vivamos en justicia, haciendo lo recto ante los ojos de Dios. Hoy como están las cosas en el mundo, necesitamos más que nunca la oración. Lo primero que debemos hacer al levantarnos cada día es orientarnos al Señor y orar. Cuando surja cualquier cosa durante el día, debemos orar. Cuando hay que tomar una decisión, debemos orar primero. La oración es un ministerio que todo cristiano puede tener, pero no muchos aprovechan la oportunidad. Pocos hay como Samuel. Todos nosotros debemos ejercer una influencia santa para Dios en nuestro hogar, en la asamblea, y alrededor nuestro.

El Sacrificio y la Intercesión
    Así que, Samuel accedió a la petición del pueblo. Presentó un sacrificio y oró (v. 9), “y Jehová le oyó”. Oró eficazmente. Algunos creyentes a penas oran; otros oran por tradición o rutina, sin fe y sin vidas de justicia, y sus oraciones no son eficaces, pero las de Samuel llegaron al cielo. Oró como Efesios 6:18 nos enseña: “con toda oración y súplica en el Espíritu”. ¿Cómo sabemos esto? Porque vemos en los versos 10-11 que Dios respondió – tronó desde el cielo y atemorizó a los filisteos. Huyeron y los hijos de Israel los siguieron y los vencieron. Recordemos nuevamente la lección de Santiago 4:8, “Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros”. Dios quiere bendecir a Su pueblo, pero a veces le impedimos porque no nos acercamos debidamente. Israel se acercó arrepentido y obediente ese día, y Dios salió a su encuentro y les libró. ¿No hará lo mismo con nosotros?

El Memorial
 
   Después de esa gran victoria, Samuel sabiamente erigió una piedra memorial y la llamó: “Eben-ezer” que significa “hasta aquí nos ayudó Jehová” (v. 12). Todos necesitamos memoriales así, para recordar la ayuda del Señor. Solemos enfatizar mucho la necesidad de presentar nuestras peticiones, pero qué poco recordamos las respuestas que Dios nos da. Una hermana tenía un cuaderno donde apuntaba todas las respuestas a sus oraciones, para animarse a expresar más gratitud, y para estimular su fe en tiempos de pruebas.
    Hermanos, hay otro memorial que tenemos cada semana, la más importante de todas; es la cena del Señor, ya que el Señor dijo: “Haced esto en memoria de mí”. En Hebreos 13:6 leemos: “El Señor es mi ayudador; no temeré lo que me pueda hacer el hombre”, que es una preciosa promesa para toda la vida y cualquier situación. Si intentamos ser fieles al Señor, vendrá persecución como el Señor advirtió. Desgraciadamente no solo viene del mundo sino demasiadas veces viene de otros creyentes, que quizás nos persigan, nos presionen, nos retiren la ayuda, nos dejen solos, pero recordemos siempre: “El Señor es mi ayudador”, no ellos, sino Él. Este texto es un buen “Eben-ezer”. Si recordamos Su fidelidad y ayuda, esto nos dará fortaleza y ánimo.
    Así que, los filisteos fueron sometidos (v. 13) y el territorio fue restituido a Israel (v. 14). Samuel siguió orando por Israel, y también juzgándolos durante toda su vida (vv. 15-17). Hermanos, recordemos siempre la importancia de la oración y la intercesión, especialmente en tiempos difíciles. También necesitamos a varones de Dios que nos juzguen, que oren por nosotros, y que nos instruyen en el camino del Señor (1 S. 12:23). Quiera Dios levantar y guiar a tales hombres entre nosotros para nuestro bien y para Su gloria.

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ADVERTENCIA: ¡EL FIN VIENE!



Un señor llamado Truman vivía al lado del lago Spirit, a 8 kilómetros del monte Santa Helena, en el estado de Washington, EE.UU. Los expertos anticipaban la erupción del volcán en cualquier momento y advertían repetidamente a los residentes del gran peligro de quedarse. Pero a pesar de muchas advertencias, el sr. Truman se quedó. Quizás pensaba que no pasaría nada, o que estaría bien en su casa.
    El domingo 18 de mayo, 1980, sucedió. Hubo una explosión catastrófica, reduciendo su cumbre de 2.950 a 2.550 metros, y reemplazándola con un cráter en forma de herradura de 1,5 km de ancho. 400 millones de toneladas de ceniza se lanzaron al atmósfera. A una distancia de 20 kilómetros los enormes árboles de 50 metros de altura fueron arrancados como palillos. Una avalancha masiva expulsó el agua del lago haciendo una ola de 61 metros de altura que bajó el valle causando destrucción.
    Una nube de gases extremadamente calientes, cenizas y piedras yendo 320 km/hora destruía todo lo que estaba delante. Automóviles que estaban a kilómetros de ahí fueron enterrados en ceniza y sus pasajeros sofocados. Murieron dos fotógrafos que estaban a más de 10 kilómetros. La ciudad de Yakima, a 136 kilómetros, estaba oscurecida como a medianoche a las 9:30 de la mañana. La columna de nube de cenizas llegó a más de 16 kilómetros de altura.
    Y sí, aquel sr. Truman murió y su casa fue destrozada. De hecho, nunca hallaron ni a él ni su casa. Por la razón que fuera, él no hizo caso de las advertencias y lo pagó caro.
    Permítame hacerle una pregunta: ¿Ignora usted las advertencias que Dios le da? La Biblia repetidamente nos advierte del juicio venidero. Como el sr. Truman, muchos sencillamente no piensan que sucederá. Noé advirtió a la gente de su día que un juicio de diluvio mundial venía, y se burlaban de él. Pensaban que era un viejo necio. Pero escucha lo que Jesucristo dijo acerca de los días de Noé y cómo los compara al tiempo cuando Cristo volverá al mundo para juzgarlo:
    “Como fue en los días de Noé, así también será en los días del Hijo del Hombre. Comían, bebían, se casaban y se daban en casamiento, hasta el día en que entró Noé en el arca, y vino el diluvio y los destruyó a todos” (Lucas 17:26-27).
    Así como con el monte Santa Helena, se dieron advertencias pero la gente las ignoraba. Entonces, repentinamente y sin más aviso, el juicio vino. Será así cuando Jesucristo venga otra vez en juicio.
    Cristo no solo juzgará al mundo, sino a todo aquel que le haya rechazado como Salvador – será su Juez. “Está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio” (Hebreos 9:27).
    Amigo, ¿aplaza ud. los preparativos para ese día? ¿Cree que de alguna manera no le afectará, que de algún modo saldrá bien? Como ese sr. Truman, también sería insensato si ignoraras las advertencias del juicio venidero. Vendrá repentinamente, sin más aviso. ¡Podría entrar hoy en la eternidad!
    ¿Por qué no consulta la Biblia para ver cómo puede ser salvo del justo juicio de Dios? Deje de un lado sus prejuicios u objeciones acerca de la Biblia y por lo menos lee ud. mismo lo que dice – ¡infórmese! En los días de Noé, Dios proveyó el arca, y en nuestros tiempos ha provisto una escapatoria y un refugio del juicio eterno venidero. Los siguientes versículos de la Biblia le ayudarán a comenzar. Después de leerlos, recomendamos que lea el Evangelio según San Juan.
    “Y llamarás su nombre JESÚS, porque él salvará a su pueblo de sus pecados” (Mateo 1:21).
    “Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido” (Lucas 19:10).
    “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16).
    Recuerda, el fin viene, el día del juicio de Dios se acerca. Ahora está todavía a tiempo para prepararse y venir a cuentas con Dios. No desaproveche su oportunidad. Una vez más, amigo, lee la solemne advertencia apostólica, y prepárese:

“cuando se manifieste el Señor Jesús desde el cielo con los ángeles de su poder,  en llama de fuego, para dar retribución a los que no conocieron a Dios, ni obedecen al evangelio de nuestro Señor Jesucristo;  los cuales sufrirán pena de eterna perdición, excluidos de la presencia del Señor y de la gloria de su poder” (2 Tesalonicenses 1:7-9)

domingo, 2 de enero de 2022

EN ESTO PENSAD - enero 2022

Gedeón
Un Joven Transformado En Un Siervo De Dios


Camilo Vásquez Vivanco


viene del número anterior

Gedeón Gozaba De La Presencia de Dios
“Y el ángel de Jehová se le apareció, y le dijo: Jehová está contigo...” Jue. 6:12.
    
El que estaba observando invisiblemente la vida privada de Gedeón se hace visible y le dice “...Jehová está contigo...”. La característica de los hombres de Dios es que Dios respalda su trabajo e invisiblemente les acompaña. Esta fue la característica de la vida de José que a pesar de sus sufrimientos nunca perdió su fe en Dios y por tanto la presencia de Dios con él fue su constante fuerza de vida: “Mas Jehová estaba con José, y fue varón próspero...” (Gn. 39:2); “Y vio su amo que Jehová estaba con él, y que todo lo que él hacía, Jehová lo hacía prosperar en su mano” (Gn. 39:3); “No necesitaba atender el jefe de la cárcel cosa alguna de las que estaban al cuidado de José, porque Jehová estaba con José, y lo que él hacía, Jehová lo prosperaba” (Gn. 39:23). El hecho de haber sido vendido y traicionado como llevado injustamente a la cárcel no opacaron su integridad, y allí donde el ojo humano no veía, Dios estaba forjando un hombre verdaderamente de Dios.
    La vida solitaria de Abraham es otro ejemplo de la presencia de Dios junto a sus siervos obedientes: “Aconteció en aquel mismo tiempo que habló Abimelec, y Ficol príncipe de su ejército, a Abraham, diciendo: Dios está contigo en todo cuanto haces” (Gn. 21:22). De igual modo leemos de David: “Y David se conducía prudentemente en todos sus asuntos, y Jehová estaba con él” (1 S. 18:14). También de Ezequías se nos dice: “Y Jehová estaba con él; y adondequiera que salía, prosperaba...” (2 R 18:7).
    Más aún encontramos esta compañía divina en el varón perfecto, nuestro Señor, que tiene Su delicia en la ley de Jehová: “Será como árbol plantado junto a corrientes de aguas, que da su fruto en su tiempo, y su hoja no cae; y todo lo que hace, prosperará” (Sal. 1:3). Por ello Él declaró: “Porque el que me envió, conmigo está; no me ha dejado solo el Padre, porque yo hago siempre lo que le agrada” (Jn 8:29). Tal compañía de Su Padre junto a Él le animó a mantener una constante vida de oración (Mr.6:46; Mt.14:23; Jn.6:15) por tanto todo cuanto hizo como cada milagro y cada decisión fue el resultado de la compañía de Dios Su Padre. Cuan bueno sería para cada uno de nosotros vivir requiriendo de Dios su presencia y compañía para que todo cuanto hagamos este respaldado por su gracia y el sello de su aprobación.
    Nada fue mejor para los siervos de Dios que tener Su presencia como resultado de su comunión con Él y con las promesas de Su Palabra. Es así que nuestro amado Salvador antes de ascender al cielo aseguró a Sus discípulos Su presencia para siempre: “...y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén” (Mt. 28:20) y nosotros podemos estar seguros que Su compañía no fallará. Un viejo hermano de la asamblea de Carlos Trupp en Talca (Chile), me dijo: “Ánimo hermano, en la Biblia existen 8.520 promesas para Usted”. No fallarán, y así descubrí que varias de ellas tienen que ver con la promesa de la presencia del Señor en nuestras vidas.
    
Gedeón Evaluado Por Dios

“...varón esforzado y valiente” (Jue. 6:12).
    Estos calificativos vienen directamente de Dios para Gedeón. Si es esforzado Dios lo ha visto y si es valiente es porque los problemas no lo han hundido en la falta de diligencia. Allí estaba sacudiendo el trigo en el lagar para obtener los saludables granos de su sustento.
    Las tareas domésticas son a menudo los primeros inicios de un servicio mayor para la gloria de Dios. Los flojos no califican en el reino de Dios y mucho menos los cobardes. David antes de vencer a Goliat era diligente en cuidar las ovejas de su padre (1 S. 17:15-23) y nuestro amado Salvador antes de vencer a Satanás fue conocido como el carpintero (Mr. 6:3) lo cual significa que en su juventud aprendió el oficio de su padrastro (Mt. 13:55). A veces se nos habla de Él como cansado del camino (Jn. 4:6) y otras veces quedándose dormido en la popa de una embarcación (Mr. 4:38), lo cual fue por su abnegada labor como el enviado de Jehová. Por esto Él declaró: “...Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo” (Jn. 5:17), fue por su infatigable empeño de buscar la salvación nuestra como un varón esforzado y valiente en todas las áreas de su vida. No creció entre almohadones ni sirvientes y tampoco tenía comodidades (Lc. 9:58), sino que fue en su juventud un abnegado trabajador. En nuestro caso como sus hijos hemos de imitarle siendo diligentes en nuestras responsabilidades domésticas, para nuestro sustento diario y de nuestra familia, como para ayudar a otros.
    El apóstol Pablo decía de sí como hombre diligente: “Antes vosotros sabéis que para lo que me ha sido necesario a mí y a los que están conmigo, estas manos me han servido” (Hch. 20:34). Nadie que quiera servir al Señor y es un flojo, será utilizado para la gloria de Dios. Es por esto que Pablo recomienda estos sabios consejos a los nuevos creyentes: “...ocuparos en vuestros negocios, y trabajar con vuestras manos de la manera que os hemos mandado, a fin de que os conduzcáis honradamente para con los de afuera, y no tengáis necesidad de nada” (1 Ts. 4:11-12). Esta enseñanza llegó a ser un mandamiento entre las iglesias: “Porque también cuando estábamos con vosotros, os ordenábamos esto: Si alguno no quiere trabajar, tampoco coma” (2 Ts. 3:10). Es un hecho conocido que quienes muestran diligencia en sus trabajos no estarán delante de los de baja condición sino que delante de los reyes (Pr. 22:29) y lo mismo sucede aquí con Gedeón quien es llevado por el Señor a un servicio mayor y para su gloria.
    Muchos siervos del Señor de nuestro tiempo que han sido llamados a la obra a tiempo completo, fueron hombres diligentes y mostraron ser trabajadores fieles y hábiles en lo que realizaban secularmente. En cuanto a la Biblia Moisés fue llamado para servir al Señor de entre las ovejas que pastoreaba (Ex. 3:1-13), lo mismo vemos en David llamado de entre las ovejas de su padre para llegar a ser rey de Israel (2 S. 7:8). Por su parte Josué llegó a ser un gran hombre de Dios formado en un diligente servicio cerca de Moisés (Ex. 33:11) que ayudaba continuamente en la obra de Dios. Es destacable que Elíseo fue llamado para servir a Dios mientras araba con doce yuntas de bueyes (1 R. 19:19) y tal fuerza y valor fue indispensable para ponerla a servicio de Dios. Lea con detención los pasajes bíblicos que le sugeriré si Usted quiere servir al Señor y actualmente se encuentra bajo órdenes de algún empleador (1 Ti. 6:1-2; Tit. 2:9-15; 1 P. 2:18-20).
    En cuanto al tipo de trabajo dejado para servir al Señor no necesariamente tiene que ser una gran profesión como lo fue el caso de Nehemías copero del rey Artajerjes (Neh. 1:11), o como Lucas cuya profesión era la medicina (Col. 4:14). Para ser llamado a servir a Dios puede tenerse un trabajo sencillo pues la mayoría de los ejemplos bíblicos son casos desde el pastoreo hasta ser recolector de hongos como el profeta Amós. “Entonces respondió Amós, y dijo a Amasías: No soy profeta, ni soy hijo de profeta, sino que soy boyero, y recojo higos silvestres” (Am. 7:14). De los apóstoles del Señor descubrimos lo mismo pues eran hombres de abnegado trabajo como Pedro, Andres, Juan y Jacobo pescadores de Betsaida, hombres de mucho esfuerzo en las tareas de la pesca (Mt. 4:18-22). Mateo o Levi también fue llamado para seguir al Señor y servirle desde su puesto de trabajo como recaudador de impuestos (Mr. 2:14).

continuará, d.v., en el siguiente número

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La Amistad Con Cristo
 

Lucas Batalla

viene del número anterior
 

Hoy se habla mucho del amor, pero es un amor antibíblico, porque es permisivo y falso. No es el amor de Dios, y del que quiere a Dios. Dios condena el amor permisivo y pecaminoso. No tiene solidaridad con los homosexuales, ni con los que practican el aborto, ni con fornicarios, aunque hoy en muchas familias toleran esas cosas “por amor”. Se junta la familia a comer, a pasar tiempo y divertirse, y ahí tienes a los que se dicen ser creyentes con los fornicarios, como si no pasara nada – sonrientes, tolerantes. Los hijos se juntan en relaciones inmorales y tienen hijos bastardos, que según la Real Academia significa: “nacido de una unión no matrimonial”, y nadie dice nada. Todos lo toleran supuestamente “por amor”, pero repito, es un amor que Dios rechaza y desaprueba porque es permisivo y falso. Hay que amar el bien y aborrecer el mal.
    No se puede convivir con los que no aman así a Cristo, le insultan, nos insultan, impiden, llevan la contraria y resienten la Persona y Palabra del Señor. La excepción es el matrimonio cuando uno llega a ser creyente y el otro no, porque sobre esta relación Dios dice: “Y si una mujer tiene marido que no sea creyente, y él consiente en vivir con ella, no lo abandone” (1 Co. 7:10, 13). Ante Dios no hay divorcio por incompatibilidad. El conyuge inconverso y los hijos (v. 14) son santificados por la presencia de la persona creyente. Pero eso no significa compartir sus pecados, pues hay que reprenderlos como Efesios 5:11 nos manda. El conflicto muchas veces está en casa, pues el Señor dijo que iba a ser así. Advirtió: “los enemigos del hombre serán los de su casa” (Miq. 7:6; Mt. 10:36). Ésta es la realidad, hermano mío, hermana mía. Tienes que hacerte la idea de que los tales no son tus amigos. Lo mismo pasa en las congregaciones. Entra el pecado, y nadie dice nada, por su amistad con las personas. Es triste cuando en una iglesia se tolera lo que el Señor prohibe y lo que le disgusta, por amistad con las personas. Se callan porque saben que si hablan, puede haber reacción fuerte y pérdida de amistad, de comunión o de “miembros”. En tales casos se antepone la amistad con las personas a la de Cristo. Ten por cierto que si claudicas o sacrificas en lo espiritual para mantener una “amistad” así, estás perdiendo el tiempo, y lo peor es que estás pecando.
    En Juan 15:15 el Señor dice: “os he llamado amigos”, y cuánto ánimo hay en Sus palabras. Pero no lo dijo a cualquiera, sino a Sus fieles discípulos. El compartió con ellos todas las cosas del Padre – y através de ellos nos las ha dado a conocer – es el privilegio de amigos.
    En el versículo 16 el Señor afirma que los eligió – a los discípulos – no para ser salvos, sino para que llevasen fruto. El Señor no elige a ningún incrédulo sino sólo a creyentes. Sus amigos llevan fruto porque andan en comunión con Él, le escuchan y le obedecen. Demuestran por los hechos que Él es más importante y viene antes que los demás. Los que viven así pueden pedir al Padre en Su nombre, y recibirán, porque incluso las oraciones eficaces y que pueden mucho surgen de corazones de los amigos del Señor.
    Pero en el mundo (vv. 18-20), mis hermanos, tengamos claro que no hay para nosotros sino rechazo, odio y persecución si somos realmente fieles a Cristo. Es el precio alto de Su amistad. Digo alto, pero en realidad, si pierdes una amistad o relación familiar porque eres fiel a Cristo, ¿qué has perdido? ¿Cuánto valor tiene para nosotros la amistad de Cristo? ¿Qué no estaríamos dispuestos a sacrificar por caminar en amistad con Él en esta vida? Reflexionemos en esto, y recordemos el dicho: “mejor solo que mal acompañado”.
    1 Pedro 4:14 dice: “Si sois vituperados por el nombre de Cristo, sois bienaventurados”. Esto indica que sufriremos en el mundo por ser fieles amigos de Cristo. La familia quiere que te juntes con ella, para cumpleaños, una cena, una visita, una salida, pero no para nada espiritual. Es bonito, humanamente hablando, pero no es espiritual. Y si les hablamos de Cristo cada vez que les vemos, pronto nos veremos solos. No esperes nada bueno del mundo ni de los que están en él, y esto incluye la familia inconversa y los “amigos” inconversos que muchos mantienen en perjuicio de su salud espiritual. No podemos nadar y guardar la ropa. No podemos ser amigos del Señor y andar en amistad y al criterio de los inconversos. Hay que escoger. Lee la Palabra de Dios y date cuenta de lo que cuesta ser amigo del mundo y amigo de Cristo.
    En Juan 15:18 el Señor dice: “Si el mundo os aborrece, sabed que a mí me ha aborrecido antes que a vosotros”. Él preveé para Sus amigos el aborrecimiento del mundo, entonces ¿por qué queremos evitar eso? Nos aborrecen porque vamos con Cristo, seguimos a Cristo. Es otra razón por la que un cristiano no debe meterse en el mundo de la política porque solo puede ser popular y ganar elecciones en la medida que niegue a Cristo. El versículo 19 declara: “Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero porque no sois del mundo, antes yo os elegí del mundo, por eso el mundo os aborrece”. El mundo ama lo suyo. Por eso vemos incluso esa amistad curiosa entre Pilato y Herodes que antes no se podían ver, pero a causa de su oposición a Cristo se hicieron amigos (Lc. 23:12). No seamos amigos de los que se oponen a Cristo. Hermano, no intentes quedarte neutral. Escoge, ¿cuál amistad quieres? Recuerda, hasta los “buenos amigos” pueden fallarnos porque son humanos, pero ¡cuánto más los “amigos” incrédulos! No nos conducen a nada bueno.
Son preciosas las palabras de los himnos sobre este tema:

    “Tengo un amigo que está conmigo, es Jesús...”
Y otro himno nos recuerda:
    “Oh qué amigo nos es Cristo, Él llevó nuestro dolor”
Y especialmente nos deben animar las palabras de éste:
    “Cristo está conmigo, qué consolación;
    Su presencia quita todo mi temor.
    Tengo la promesa de mi Salvador:
    ‘No te dejaré nunca; siempre contigo estoy’.
    No tengo temor, no tengo temor.
    Jesús me ha prometido: ‘Siempre contigo estoy’.


La promesa de Dios es: “Yo honraré a los que me honran, y los que me desprecian serán tenidos en poco” (1 S. 2:30).  

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Cuatro Señales de Pactos 

Carlos Tomás Knott

Dios en Su pura gracia y bondad ha hecho pactos con los seres humanos, para su bien. Además, ciertos de esos pactos son acompañados de señales divinamente establecidas

El Arco Iris


    El arco iris es un fenómeno de origen divino. Ezequiel 1:28 es el primer texto que utiliza la expresión “arco iris”, y es asociado con la gloria de Dios. Pero hallamos su origen en Génesis – naturalmente – el libro de orígenes. En Génesis 9:8-17, después del diluvio Dios prometió:
“Estableceré mi pacto con vosotros, y no exterminaré ya más toda carne con aguas de diluvio, ni habrá más diluvio para destruir la tierra. Y dijo Dios: Ésta es la señal del pacto que yo establezco entre mí y vosotros y todo ser viviente que está con vosotros, por siglos perpetuos: Mi arco he puesto en las nubes, el cual será por señal del pacto entre mí y la tierra. Y sucederá que cuando haga venir nubes sobre la tierra, se dejará ver entonces mi arco en las nubes. Y me acordaré del pacto mío, que hay entre mí y vosotros y todo ser viviente de toda carne; y no habrá más diluvio de aguas para destruir toda carne” (v. 11-15).
    Dios no prometió no juzgar el mundo, sino no enviar otro diluvio destructor. Conoce la condición arruinada de la raza humana aun después del diluvio: “el intento del corazón del hombre es malo desde su juventud” (8:21). Pero Dios ha honrado Su pacto. Nunca ha habido otro diluvio ni destrucción mundial. Su misericordia y paciencia son grandes. C.H. MacKintosh comenta:

“Toda la creación deriva su confianza – en cuanto a su exención de otro diluvio –  de la firmeza de ese pacto divino del cual el arco iris es la señal, y nos es grato pensar que toda vez que el arco de colores atraviesa las nubes, el ojo divino descansa sobre él, y no es simplemente el hombre el que se acuerda sino Dios también, cuya memoria no puede fallar jamás. Dios dice: ‘Me acordaré’”.

En estos postreros tiempos el arco iris ha sido diabólicamente empleado como bandera y símbolo de los homosexuales. Dios juzga el pecado, y no justificará al impío. Romanos 1:26-28 apunta los pecados del lesbianismo y el homosexualismo en la lista de pecados por los que los seres humanos son “dignos de muerte” (v. 32). El juicio vendrá. “La condenación no se tarda, y su perdición no se duerme” (2 P. 2:3). En Apocalipsis 4:3 y 10:1 el arco iris aparece, primero alrededor del trono de Dios, y después encima de un ángel fuerte. En ambos casos vienen terribles juicios sobre los moradores de la tierra.

    Hoy es día de gracia, porque Dios no quiere que ninguno perezca. Anuncia el evangelio y ofrece salvación. Pero en lugar de arrepentirse y creer, los seres humanos malinterpretan Su paciencia como indicación de que el pecado no es grave, o que Dios no existe o si existe no juzgará, porque, según ellos, Su amor hace imposible eso. De este modo menosprecian las riquezas de su benignidad, paciencia y longanimidad, ignorando que Su benignidad les guía al arrepentimiento (Ro. 2:4). Atesoran para sí mismos “ira para el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios” (Ro. 2:5). El arco iris no salvará a nadie del juicio de Dios. Solo Jesucristo salva.                                                                                                                                                           

continuará, d.v.

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¿Amamos Como Cristo?

Randal Amós, Oregón, EE.UU.


Seguramente a algunos les sorprenderá leer que el amor no siempre es bueno, y no es la solución de todos los problemas en el mundo. Algunos amores están equivocados, otros mal enfocados, otros superficiales, otros mundanos y aun positivamente malos. El autor del artículo que sigue, Randal Amos, nos invita a meditar en las cualidades del verdadero amor, para que apreciemos el amor de Cristo y para que reconozcamos nuestros amores erróneos y aprendamos a amar más como Él.
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Amor Con Verdad (Jn. 18:37; 1 Co. 13:6)
    Amor sin verdad es engañoso y dañino. Podríamos decir “feliz viaje” a alguien sin decirle la verdad desagradable de que hay peligro en el camino porque hay un puente caído. Sería tal vez una forma socialmente amistosa de hablar, pero no es un amor solícito. El Señor Jesucristo nunca sacrificó la verdad sobre el altar del amor, sino se sacrificó a sí mismo por amor de la verdad del juicio de Dios. Él vino para testificar de la verdad, y fue crucificado por ella. Pablo escribió: “el amor...se goza de la verdad”.
    
Amor Con Justicia  (Os. 12:6; Ro. 3:26 Ef. 5:2)
    Amor sin justicia destruye su valor. Oseas dijo: “guarda misericordia y juicio”, porque van juntos. No hay que escoger entre ellos. Si perdonas a un violador sin acusarle legalmente, esto puede ser misericordia para él, pero destruye el alma de la víctima. Si el castigo judicial no es pagado, en lugar de mostrar el valor de la víctima se le desprecia. Para que Dios perdonase al pecador, la paga legal de muerte debía ser ejecutado en el Señor Jesús. Por eso la Biblia declara que “Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios” (Ef. 5:2). Es la única base sobre la que Dios puede ser justo y él que justifica al que es de la fe de Jesús. El amor legal valora a Dios y al hombre.

Amor Que Aborrece (Sal. 97:10; Ap. 2:15)
    En nuestro mundo, el mal no solo existe, sino es dañino y destructivo, y no glorifica al Dios santo. ¿Es santo y bueno amar el mal? Si un niño se divierte jugando con una víbora, ¿no sería amor interrumpir y parar ese placer? La Biblia exhorta así: “Los que amáis a Jehová, aborreced el mal” (Sal. 97:10). Otra vez Dios manda: “Aborreced el mal”  (Am. 5:15). El Señor Jesucristo habló de “la doctrina de los nicolaítas, la que yo aborrezco” (Ap. 2:15), y reprocha a la iglesia por su tolerancia. El amor aborrece el mal, porque ama el bien.

Amor A Su Tiempo (2 Co. 2:6-8; Ecl. 3:8)
    Para valorar correctamente la justicia, el arrepentimiento viene antes de otorgar el perdón. El evangelio del amor de Cristo no perdona a nadie hasta que se arrepienta del pecado. Cuando alguien es sacado de la comunión de la iglesia por su pecado, solo debemos administrarle el perdón después de ejecutar la disciplina y ver luego fruto de su arrepentimiento. Entonces, no antes, debemos perdonarle y confirmar el amor para con él (2 Co. 2:7-8). Como en muchas otras cosas, el tiempo de actuar es importante. Salomón nos recuerda que hay “tiempo de amar, y tiempo de aborrecer; tiempo de guerra, y tiempo de paz” (Ecl. 3:8).

Amor Que Juzga (He. 12:6; Fil. 1:9).
    Porque amamos a nuestros niños, diariamente juzgamos lo que es mejor para ellos – su comida, su desarrollo físico, sus juguetes, su desarrollo mental. Si no hacemos esos juicios sino les dejamos hacer lo que les parece, esto no es amor. El amor que no juzga es locura imprudente. El Señor ama a Sus hijos, y Él hace muchos juicios para nuestro bien. También nos juzga (disciplina) para que aprendamos, pues “el Señor al que ama, disciplina, y azota a todo el que recibe por hijo” (He. 12:6). Su amor no tolera el mal. Él no cree en el amor ciego, sino quiere que nuestro amor “abunde aun más y más en ciencia y en todo conocimiento”.

Amor Que Obedece (Jn. 14:15, 31)
    Muchos profesan amar al Señor, quizás en oración o en los himnos que cantan. ¿Es verdad si un hijo dice a los padres que les ama, pero nunca les obedece? El Señor Jesús demostró Su amor al Padre en que obedecía Su voluntad hasta el extremo de la cruz: “para que el mundo conozca que amo al Padre, y como el Padre me mandó, así hago” (Jn. 14:31). El amor se sacrifica, y el que ama se sacrifica a sí mismo. El Señor dijo: “Si me amáis, guardad mis mandamientos”. Es más que hablar bonito. El amor sin obediencia es como un árbol sin fruto.

Amor Inmerecido (Ef. 2:4, 8-9; Ro. 5:6-10)
    Muchas personas aman a lo que es amable. La “bondad” de otros merece nuestro amor, y hace fácil que les amemos. Pero ¿cuántos aman a los que no lo merecen, o a sus enemigos? Un soldado podría morir por un buen compañero, pero no lo haría por el enemigo que intenta herirle o matarle. El amor de Dios se expresó cuando Él dio a Su Hijo unigénito como la ofrenda perfecta por el pecado – por nosotros, impíos pecadores, Sus enemigos. Este amor que salva es una demostración de gracia. El amor que salva, Su gran amor, no requiere mérito. “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras...” (Ef. 2:8-9).
    Deseo que esta sencilla meditación profundice nuestro aprecio del amor del Señor, y para que aprendamos a amar correctamente.

 

traducido de la revista Precious Seed, mayo 2021

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“También debes saber esto: que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos. Porque habrá hombres amadores de sí mismos [amor propio], avaros [amor al dinero], vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos, sin afecto natural, implacables, calumniadores, intemperantes, crueles, aborrecedores de lo bueno, traidores, impetuosos, infatuados, amadores de los deleites [placeres] más que de Dios, que tendrán apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella; a éstos evita”.

2 Timoteo 3:1-5

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El Adivino



Un amigo mío viajaba en tren. Cinco de las nueve personas en el vagón comenzaron a jugar a las cartas con una baraja francesa/americana. Invitaron a los demás a unirse a ellos y jugar, pero todos rehusaron. Vieron a mi amigo mirando y le dijeron: “Usted sabe jugar. Venga y juegue”.
    “Sí, una vez sabía cómo jugar, pero hace mucho”, respondió. Pensando que podrían ganar su dinero, siguieron animándolo hasta que al final dijo: “No puedo jugar, pero puedo decirles su futuro”. Intrigados por esta oferta, le animaron a hacerlo. “Si en verdad lo desean, pero les advierto que puede que no sea muy agradable”. Insistieron, así que él dijo: “Denme el cinco de picas”. Se la dieron. “Necesitaré una cosa más, si no les importa”. Al preguntarle qué era, la respuesta fue: “una Biblia”, pero dijeron que no tenían ninguna. “No, pero en el pasado cada uno de ustedes la tenía”, dijo el adivino, “y de haber seguido sus preceptos, no serían lo que hoy son. Pero tengo una conmigo”. Al sacar la Biblia de su bolsillo, sintió que ellos hubiesen estado más contentos si él hubiera sacado una pistola.
    El adivino comenzó: “¿Ven las dos picas de arriba en esta carta? Ellas representan sus dos ojos. La del medio representa su boca, y estas otras dos de abajo representan sus rodillas. Ahora bien, en Apocalipsis 1:7 leemos: ‘He aquí que viene con las nubes, y todo ojo le verá’. Aquí habla de Jesús, que una vez estuvo rojo con Su sangre derramada por pecadores como ustedes y yo. Los ojos son los ojos de ustedes, que le verán cuando estén delante de Él para ser juzgados. Éste es el futuro de sus ojos”.  Entonces, continuó: “Respecto a su boca y sus rodillas, leemos: ‘para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre’ (Filipenses 2:10-11).
    Ellos ya habían oído más de lo que querían, pero él continuó: “Ésta sólo es la primera lectura de esta carta. Ahora la segunda: Estas cinco picas representan cinco palas que puede que dentro de poco caven los fosos de ustedes cinco pecadores. Entonces sus almas estarán en el infierno clamando en agonía con gran añoranza de una sola gota de agua.
 
   Después de una pausa en silencio, dijo: “Yo sin duda era peor que todos ustedes, y ustedes se escaparán de esta terrible fortuna si hacen lo que yo hice. Con los ojos vi que Jesucristo había muerto en una cruz por mí, llevando mi condenación. Mi lengua le confesó como Señor, y mis rodillas se doblaron a Él en humilde sumisión. Si hacen esto, puedo predecirles lo contrario de todo lo que he dicho anteriormente”. Entonces, el tren paró y aquellos cinco hombres salieron corriendo como si estuviera ardiendo el vagón.
    Años después, mi amigo fue saludado por alguien que le deseó “buenas noches”. “Son buenas noches si usted tiene todos sus pecados perdonados”, él respondió.
    “Me alegro de ver que usted todavía adivina el futuro”, dijo el extraño. Mi amigo le aseguró de que él no hacía nada así, pero el hombre insistió. “Usted me dijo el futuro hace más de diez años”, y le recordó aquel viaje en tren.
    “¡Ah! Recuerdo” dijo. “¿Le dije la verdad?” El hombre le dijo que tres palas ya habían cavado tres fosos de los cinco, y que el cuarto hombre estaba ansioso de ser salvo de la fortuna que le había sido declarada. Curioso, mi amigo pregunto: “¿Y usted?”
    “Cuando usted nos encontró, mi madre acabó de morir. Las últimas palabras que ella me dijo eran éstas: ‘He aquí que viene con las nubes, y todo ojo le verá’. Cuando usted citó estas mismas palabras, no me lo podía creer. Intenté ahogarlas con bebida, pero continuamente escuchaba: ‘todo ojo le verá’. Un día paré en la calle para escuchar a algunos que cantaban, y uno de ellos se puso a predicar, diciendo: ‘He aquí que viene con las nubes, y todo ojo le verá’. Fue más de lo que podía soportar. Aquella noche mis ojos vieron a Jesucristo como mi Salvador, entonces doblé mis rodillas en sumisión a Él y con mi lengua le confesé como mi Señor.       – W. L.

“Que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo.  Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación” (Epístola a los Romanos 10:9-10).