Gedeón
Un Joven Transformado En Un Siervo De Dios, parte 3
Camilo Vásquez Vivanco (Chile)
viene del número anterior
Gedeón: Probado En Las Dificultades
Ser fiel no significa que todo marchara bien aún más la pista se pondrá pesada y cuesta arriba en medio de dificultades. La razón de esto es que nadie crece sentado sobre suaves sedas, y la tribulación es el medio usado por Dios para probar nuestra integridad. Los apóstoles decían a los nuevos convertidos: “...Es necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios” (Hch. 14:22).
El reclamo de Gedeón a Dios no es sinónimo de rebelión sino de “impotencia” y se ve que Gedeón no era parte de la anarquía generalizada en Israel. La reprensión hecha por aquel varón profeta días antes, (Jue. 6:8-10) fue escuchada por Gedeón pero no le dió los medios para ayudar a su pueblo sino que le desconcertó aún más. La ley o los ministerios que dan palos no sirven para equipar ni para dar las herramientas que nos ayudan a realizar cambios.
Es evidente que Gedeón se sentía frustrado pues aún su padre tenía en su casa al dios Baal. Sus interrogantes evidencian que sufría por su pueblo pues pregunta, ¿por qué nos ha sobrevenido todo esto? Sufre al ver a sus hermanos derrotados y no puede aceptar este desastre nacional al punto de decir a su huésped, ¿dónde están todas sus maravillas? Esta actitud de Gedeón al conversar con su inusual huésped celestial hace que la mirada de Dios sea ahora mucho más intensa: “...Y mirándole Jehová” (v. 14). Es la mirada comprensiva del Señor para quiénes les han sido fieles: “Miraré a aquel que es pobre y humilde de espíritu, y que tiembla a mi palabra” (Is. 66:2). Si te sientes como Gedeón, que muchos males han sobrevenido en tu vida como a tu familia, o a tus hermanos, es tiempo de volverse al Señor en una genuina fe y dependencia a su nombre. Allí estaba el Señor para escuchar a Gedeón y lo está también para ayudarte a ti si te incomoda la vida sin frutos que te rodea. El Señor quiere ayudarte y te guiará para hacer cambios así como animó y ayudó a Gedeón. Lo importante es que tu estés dispuesto a realizar esos cambios con su ayuda: “Y mirándole Jehová, le dijo: Ve con esta tu fuerza, y salvarás a Israel de la mano de los madianitas. ¿No te envío yo?” (Jue. 6:14).
Gedeón: Llamado Para Ayudar A Sus Hermanos
“...Ve con esta tu fuerza, y salvarás a Israel de la mano de los madianitas...” (Jue. 6:14).
El Señor envía a Gedeón a enfrentar el mal existente y lo hace porque existe “fuerza” en este joven israelita no solo por ser joven sino porque ama a sus hermanos. El Señor destaca que Gedeón tiene “fuerza” para ayudar a sus hermanos y aquello el Señor lo vio en el interior de Gedeón como genuina integridad.
Ahora este no es un llamado para evangelizar, aunque no es menos importante tal llamado, sino que es un llamado para ayudar al pueblo de Dios. Es un llamado a servir y a liberar al pueblo de Dios de sus enemigos. Esta es una tarea poco común entre nosotros, el que se levanten hombres y mujeres dedicados al ministerio de “ayudar”, pues nadie tiene tiempo ni disposición para ayudar a otros y somos presa de la indiferencia.
Es más común ver a hermanos por sus dones públicos como la enseñanza pero no así aquellos dones silenciosos de los que ayudan. Esto sucede entre nosotros que miramos lo de afuera (1 S. 16:7), pero no así con Dios que valora la intención del corazón. Es así que en el listado de los campos de servicio o ministerios que comenzaron en la naciente iglesia, el ayudar está en sexto lugar; “Y a unos puso Dios en la iglesia, primeramente apóstoles, luego profetas, lo tercero maestros, luego los que hacen milagros, después los que sanan, los que ayudan (dan alivio)...” (1 Co. 12:28). Tal posición no significó que “ayudar” sea menos relevante pues tanto los apóstoles, profetas, como los que hacen milagros y sanan, ya no existen dado que la iglesia fue ya fundada y siguen solo los dones más esenciales de continuidad como lo es este de “ayudar” (aliviar).
Entre los Corintios se menciona una familia con este ministerio: “Hermanos, ya sabéis que la familia de Estéfanas es las primicias de Acaya, y que ellos se han dedicado al servicio de los santos. Os ruego que os sujetéis a personas como ellos, y a todos los que ayudan (colaboran) y trabajan” (trabajo duro) (1 Co. 16:15-16). Es notable que allí en la iglesia de Corintios el apóstol para cada instrucción no se dirige a los ancianos sino a toda la iglesia. La razón de esto es que ellos no tenían la última palabra o autoridad sobre los demás, sino que debían caracterizarse por ser personas cómo esa familia. Solo así los demás se sujetarían al ver su ejemplo de abnegado trabajo y sacrificio por los demás (1 Ts. 5:12).
En Cencrea y Roma estaba Febe de quien Pablo señala: “...ella ha ayudado (auxiliadora) a muchos, y a mí mismo” (Ro. 16:2). También estaban Priscila y Aquila de los cuales dice el apóstol: “...Priscila y a Aquila, mis colaboradores en Cristo Jesús” (Ro. 16:3). También se menciona a María: “...la cual ha trabajado (trabajo duro) mucho entre vosotros” (Ro. 16:6). Menciona también a Trifena y Trifosa, “...las cuales trabajan en el Señor. Saludad a la amada Pérsida, la cual ha trabajado mucho en el Señor” (Ro. 16:12). Qué decir de Timoteo de quien el apóstol resalta, “pues a ninguno tengo del mismo ánimo, y que tan sinceramente se interese por vosotros. Porque todos buscan lo suyo propio, no lo que es de Cristo Jesús” (Fil. 2:20-21).
Todos estos creyentes habían sido llamados para ayudar al pueblo de Dios y eran conocidos por su servicio anónimo y desinteresado. Habían incluso viudas dedicadas a ayudar a otros y solo estas podían estar en el futuro en la lista de quienes podían recibir ayuda de la iglesia, “que tenga testimonio de buenas obras; si ha criado hijos; si ha practicado la hospitalidad; si ha lavado los pies de los santos; si ha socorrido a los afligidos; si ha practicado toda buena obra” (1 Ti. 5:10). Sería un tremendo aporte para tu iglesia que tú imitaras a Gedeón en esta tarea de buscar ayudar al pueblo de Dios aún con lo poco que tienes de recursos y con tu sencillez como siervo o sierva de Dios.
continuará, d.v., en el siguiente número
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Señales de Pactos (2)
Carlos Tomás Knott
viene del número anterior
2. La Circuncisión
En Génesis 17:1-14 Dios estableció otra señal de otro pacto, esta vez con Abraham y su descendencia física. La nación de Israel lleva en la carne de los varones esta señal del pacto, que les identifica como pueblo de Dios. Cuando Abraham era de noventa y nueve años de edad, Dios le apareció y dijo:
“Éste es mi pacto, que guardaréis entre mí y vosotros y tu descendencia después de ti: Será circuncidado todo varón de entre vosotros. Circuncidaréis, pues, la carne de vuestro prepucio, y será por señal del pacto entre mí y vosotros. Y de edad de ocho días será circuncidado todo varón entre vosotros por vuestras generaciones; el nacido en casa, y el comprado por dinero a cualquier extranjero, que no fuere de tu linaje. Debe ser circuncidado el nacido en tu casa, y el comprado por tu dinero; y estará mi pacto en vuestra carne por pacto perpetuo” (vv. 10-13).
Romanos 4:1-12 aclara que la circuncisión nada tiene que ver con la salvación, sino fue señal y “sello de la justicia de la fe que tuvo estando aún incirunciso” (v. 11). Abraham fue justificado solo por la fe (Gn. 15:6). Dios “justificará por la fe a los de la circuncisión, y por medio de la fe a los de la incircuncisión” (Ro. 3:30).
El judío se circuncide como señal del pacto de Dios con Abraham y sus descendientes, pero los cristianos no están obligados a circuncidarse así. Esa idea surgió como falsa enseñanza y produjo conflicto en la iglesia en tiempos de los apóstoles. Algunos de la secta de los fariseos, llamados “los de la circuncisión”, insistieron así: “Es necesario circuncidarlos, y mandarles que guarden la ley de Moisés” (Hch. 15:5). Querían obligar a los gentiles a “judaizar” (Gá. 2:14). Pero eso fue refutado por los apóstoles y hermanos reunidos en Jerusalén. Luego, Gálatas 5:2 advierte que “si os circuncidáis, de nada os aprovechará Cristo”. El verso 3 añade: “testifico a todo hombre que se circuncida, que está obligado a guardar toda la ley”. A nosotros nos corresponde la circuncisión espiritual. Colosenses 2:11 declara: “En él también fuisteis circuncidados con circuncisión no hecha a mano, al echar de vosotros el cuerpo pecaminoso carnal, en la circuncisión de Cristo”. El siguiente verso habla del bautismo, pero no equivale a la circuncisión ni la reemplaza, pues son cosas muy distintas. Pablo declara a los creyentes en Filipos: “nosotros somos la circuncisión, los que en espíritu servimos a Dios y nos gloriamos en Cristo Jesús, no teniendo confianza en la carne” (Fil. 3:3).
3. El Arca del Pacto
En Éxodo 25:10-22 Dios mandó a Israel hacer el arca, de madera de acacia cubierta por dentro y por fuera con oro. Dios no dejó a la imaginación nada. Dio el diseño y las medidas, y no hubo lugar para improvisaciones. Luego guardaron las tablas de la ley, el pacto divino con Israel, en ella. De ahí que es llamado el arca “del pacto” o “del testimonio”. Efectivamente representó el pacto de la ley, y también la presencia de Dios con ellos. Ninguna otra nación ha gozado de este privilegio.
Ahora bien, el arca no es llamado propiamente “señal del pacto”. Pero no cabe duda que era símbolo asociado con el pacto porque contenía las tablas de la ley. Además, simbolizaba la presencia divina, ya que Dios lo designó como lugar de Su presencia, en el lugar santísimo. “Y de allí me declararé a ti, y hablaré contigo de sobre el propiciatorio, de entre los dos querubines que están sobre el arca del testimonio” (v. 22). Números 7:89 menciona otra vez que ahí Moisés “oía la voz que le hablaba de encima del propiciatorio que estaba sobre el arca del testimonio, de entre los dos querubines; y hablaba con él”.
Israel, por su infidelidad y pecado, perdió esta señal del pacto y de la presencia de Dios, y hasta el día de hoy nadie realmente sabe qué pasó con el arca, aunque abundan las teorías. En la edad de la iglesia, los creyentes se congregan en torno a la Persona de Cristo, en Su Nombre, y cuentan con la presencia del Señor según Su promesa: “Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mt. 18:20).
continuará, d.v., en el siguiente número
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Recomendamos los siguientes libros, que deben ser leídos y en todas las asambleas:
por Norman Crawford,
por Andrew Stenhouse
LA IGLESIA Y LAS IGLESIAS,
por W. E. Vine.
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El Peligro de Amar la Preeminencia
La Biblia claramente informa que a Diótrefes le gustaba “tener el primer lugar entre ellos” (3 Jn. 9). No dejó espacio ni oportunidad para otros, hasta tal punto que no recibió al apóstol Juan. Frecuentemente ocurre entre líderes que hay uno que busca el primer asiento entre los hermanos, hasta el punto de excluir a todos los demás. Puede caer en el error de creer que puede tomar decisiones unilateralmente porque es “el hermano mayor” por su edad o tiempo en la asamblea, o porque es rico y aporta grandes ofrendas, o porque es “el mejor preparado” porque ha estudiado, o que la gente le seguirá porque es el más popular. O puede pensar que por su afluencia y las ofrendas que aporta tiene derecho a mandar. A veces es porque viene de “una familia principal” que controla los asuntos de la asamblea y tiene la última palabra en las decisiones. En todos esos obra la actitud de Diótrefes.
Pablo se dirige a este espíritu competitivo en su epístola a los filipenses. Aparentemente existía eso entre los santos ahí, y Pablo escribió:
“Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo; no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros” (Fil. 2:3-4).
En este contexto el apóstol pone delante de ellos el sublime ejemplo del Señor Jesucristo: “Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús” (Fil. 2:5). ¿Qué sentir hubo en Cristo Jesús? Él era Dios, y sin embargo no se estimaba, no pensaba en sí mismo, sino en nosotros los indignos. De ese modo Él descendió de las alturas de la gloria, tomó forma de siervo y fue hecho semejante a los hombres. Se humilló, tomo el lugar bajo, y descendió hasta la muerte de la cruz. Todo eso lo hizo buscando nuestro bien.
Vemos ese descenso ilustrado en el aposento alto cuando Él bajó y lavó los pies de los discípulos. Había necesidad, y como ninguno de los discípulos quería hacerlo, ¡Él lo hizo! ¡Cuán bella Su mente, y cuánto necesitamos considerar y seguir Su ejemplo, para que se vea en la práctica, en los tratos unos con otros este sentir de Cristo!
En las Escrituras hallamos que el pastoreo de las ovejas del Señor debe hacerse por hombres serviciales, no señores. El Señor mismo dijo que no vino para ser servido, sino para servir (Mr. 10:45). “Anciano” no es un título o grado, sino un servicio y sacrificio. Los ancianos no son reyes ni dueños, sino siervos. Rogamos al Señor que provea ancianos piadosos que gobernarán poniendo ejemplo y servirán humildemente sin buscar la preeminencia.
del libro PELIGROS PASTORALES, por Stephen Hulshizer, Libros Berea
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Samuel, Intercesor, Juez y Restaurador
Lucas Batalla
Texto: 1 Samuel 7
El pueblo se había apartado y había permitido la invasión de las cosas del mundo. Había dioses ajenos e ídolos entre ellos. Toleraban e imitaban la religión y cultura de las naciones. Eso es lo malo de la tolerancia, que arruina la vida espiritual y provoca a ira a Dios. Él no puede bendecir a personas infieles y mundanas. Por eso Samuel les llama a volverse de todo su corazón – no de labios ni parcialmente. Tres cosas receta, resumidas en tres palabras: quitad, preparad, servid. Son responsabilidades humanas. No hay que pedir o esperar que Dios haga estas cosas – porque Él no las hará.
“Quitad los dioses ajenos y a Astarot de entre vosotros”. Así son los frutos del arrepentimiento. El arrepentimiento sucede en la mente y el corazón, pero es una causa que produce un efecto – son visibles los efectos del arrepentimiento. No vale decir acerca del pecado: “lo siento”. Del mismo modo, decir: “me arrepiento” sin cambiar de rumbo, sin quitar lo que ofende a Dios, es insincero e ineficaz.
“Preparad vuestro corazón a Jehová”. La preparación del corazón no es aquí cosa de la soberanía de Dios, sino de la responsabilidad nuestra. Hacemos esto cuando meditemos en las palabras y promesas de Dios para animarnos y encaminarnos. Él debe ocupar primer lugar en nuestro corazón.
“Y solo a él servid”. Servir aquí indica rendirle culto, adorarle, orar solo a Él y obedecer fielmente Sus mandamientos. La frase “solo a él” nos recuerda que no hay lugar para doblez. No podemos servir a Dios y al mundo, ni al dinero. Incluso debemos presentar nuestros cuerpos a Dios en sacrificio vivo, santo y agradable, para hacer Su voluntad y agradarle a Él, no a nosotros mismos. Todo esto es servir a Dios.
Samuel no proponía a Israel medidas parciales sino compromiso total con el Señor. Y para animarlos, prometió: “y os librará de la mano de los filisteos”. Dios quiere ayudarnos, pero espera nuestro arrepentimiento y acercamiento. “Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros” (Stg. 4:8).
El verso 4 informa que así hicieron los israelitas – abandonaron a sus dioses falsos y sirvieron solo a Jehová. Entonces Samuel convocó al pueblo en Mizpa (v. 5) para interceder por ellos y sellar su retorno a Dios. Cuando se congregaron, derramaron agua delante de Jehová (v. 6) y ayunaron, demostrando así su contrición. Además, confesaron públicamente su pecado. La confesión también es importante en el Nuevo Testamento, pues 1 Juan 1:9 señala que es así que conoceremos el perdón y la limpieza del Señor. El verso termina diciendo que Samuel juzgó a la nación en Mizpa. Fue una clara declaración de lo que estaba mal, conforme a la Palabra de Dios, y de lo que debieran hacer. Hoy la idea de ser juzgado es muy impopular, pero notamos que es un paso importante en la restauración. Cristo dijo: “juzgad con justo juicio” (Jn. 7:24) y el apóstol Pablo mandó a los corintios: “juzgad vosotros mismos” (1 Co. 11:13). Advierte claramente: “Si, pues, nos examinásemos a nosotros mismos, no seríamos juzgados” (1 Co. 11:31).
Dios bendijo a Israel con un varón de Dios como Samuel, cuya vida era recta, que intercedía por ellos, les enseñaba el buen camino, y les exhortaba y juzgaba para que agradaran a Dios y conocieran Su bendición. Hoy necesitamos a más hombres como Samuel.
La Oposición
Siempre hay dificultades cuando deseamos acercarnos más a Dios. En ese caso, el diablo tenía a mano a los filisteos, que oyeron de la gran reunión de avivamiento en Israel, y se levantaron en oposición (v. 7). Quisieron atacar a Israel, y esto causó temor. Hasta ahora es así, que cuando uno desea ponerse en serio con Dios, cambiar su vida y agradar a Dios – viene oposición y conflicto para impedirlo.
Los israelitas pidieron a Samuel que rogara a Dios por ellos (v. 8), ya que había prometido que Dios los libraría de los filisteos. Sabían que Samuel era un intercesor, un hombre de oración, y que sus oraciones eran eficaces como Santiago 5:16 declara: “la oración eficaz del justo puede mucho”. Hermanos, esta es una de las grandes lecciones de la vida de Samuel, y con ella Dios nos invita y anima a ser hombres y mujeres de oración eficaz. Para esto tenemos que vivir vidas de justicia. Hemos sido justificados por la fe – declarados justos por Dios – y lo que corresponde a eso es que vivamos en justicia, haciendo lo recto ante los ojos de Dios. Hoy como están las cosas en el mundo, necesitamos más que nunca la oración. Lo primero que debemos hacer al levantarnos cada día es orientarnos al Señor y orar. Cuando surja cualquier cosa durante el día, debemos orar. Cuando hay que tomar una decisión, debemos orar primero. La oración es un ministerio que todo cristiano puede tener, pero no muchos aprovechan la oportunidad. Pocos hay como Samuel. Todos nosotros debemos ejercer una influencia santa para Dios en nuestro hogar, en la asamblea, y alrededor nuestro.
El Sacrificio y la Intercesión
Así que, Samuel accedió a la petición del pueblo. Presentó un sacrificio y oró (v. 9), “y Jehová le oyó”. Oró eficazmente. Algunos creyentes a penas oran; otros oran por tradición o rutina, sin fe y sin vidas de justicia, y sus oraciones no son eficaces, pero las de Samuel llegaron al cielo. Oró como Efesios 6:18 nos enseña: “con toda oración y súplica en el Espíritu”. ¿Cómo sabemos esto? Porque vemos en los versos 10-11 que Dios respondió – tronó desde el cielo y atemorizó a los filisteos. Huyeron y los hijos de Israel los siguieron y los vencieron. Recordemos nuevamente la lección de Santiago 4:8, “Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros”. Dios quiere bendecir a Su pueblo, pero a veces le impedimos porque no nos acercamos debidamente. Israel se acercó arrepentido y obediente ese día, y Dios salió a su encuentro y les libró. ¿No hará lo mismo con nosotros?
El Memorial
Después de esa gran victoria, Samuel sabiamente erigió una piedra memorial y la llamó: “Eben-ezer” que significa “hasta aquí nos ayudó Jehová” (v. 12). Todos necesitamos memoriales así, para recordar la ayuda del Señor. Solemos enfatizar mucho la necesidad de presentar nuestras peticiones, pero qué poco recordamos las respuestas que Dios nos da. Una hermana tenía un cuaderno donde apuntaba todas las respuestas a sus oraciones, para animarse a expresar más gratitud, y para estimular su fe en tiempos de pruebas.
Hermanos, hay otro memorial que tenemos cada semana, la más importante de todas; es la cena del Señor, ya que el Señor dijo: “Haced esto en memoria de mí”. En Hebreos 13:6 leemos: “El Señor es mi ayudador; no temeré lo que me pueda hacer el hombre”, que es una preciosa promesa para toda la vida y cualquier situación. Si intentamos ser fieles al Señor, vendrá persecución como el Señor advirtió. Desgraciadamente no solo viene del mundo sino demasiadas veces viene de otros creyentes, que quizás nos persigan, nos presionen, nos retiren la ayuda, nos dejen solos, pero recordemos siempre: “El Señor es mi ayudador”, no ellos, sino Él. Este texto es un buen “Eben-ezer”. Si recordamos Su fidelidad y ayuda, esto nos dará fortaleza y ánimo.
Así que, los filisteos fueron sometidos (v. 13) y el territorio fue restituido a Israel (v. 14). Samuel siguió orando por Israel, y también juzgándolos durante toda su vida (vv. 15-17). Hermanos, recordemos siempre la importancia de la oración y la intercesión, especialmente en tiempos difíciles. También necesitamos a varones de Dios que nos juzguen, que oren por nosotros, y que nos instruyen en el camino del Señor (1 S. 12:23). Quiera Dios levantar y guiar a tales hombres entre nosotros para nuestro bien y para Su gloria.
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ADVERTENCIA: ¡EL FIN VIENE!
Un señor llamado Truman vivía al lado del lago Spirit, a 8 kilómetros del monte Santa Helena, en el estado de Washington, EE.UU. Los expertos anticipaban la erupción del volcán en cualquier momento y advertían repetidamente a los residentes del gran peligro de quedarse. Pero a pesar de muchas advertencias, el sr. Truman se quedó. Quizás pensaba que no pasaría nada, o que estaría bien en su casa.
El domingo 18 de mayo, 1980, sucedió. Hubo una explosión catastrófica, reduciendo su cumbre de 2.950 a 2.550 metros, y reemplazándola con un cráter en forma de herradura de 1,5 km de ancho. 400 millones de toneladas de ceniza se lanzaron al atmósfera. A una distancia de 20 kilómetros los enormes árboles de 50 metros de altura fueron arrancados como palillos. Una avalancha masiva expulsó el agua del lago haciendo una ola de 61 metros de altura que bajó el valle causando destrucción.
Una nube de gases extremadamente calientes, cenizas y piedras yendo 320 km/hora destruía todo lo que estaba delante. Automóviles que estaban a kilómetros de ahí fueron enterrados en ceniza y sus pasajeros sofocados. Murieron dos fotógrafos que estaban a más de 10 kilómetros. La ciudad de Yakima, a 136 kilómetros, estaba oscurecida como a medianoche a las 9:30 de la mañana. La columna de nube de cenizas llegó a más de 16 kilómetros de altura.
Y sí, aquel sr. Truman murió y su casa fue destrozada. De hecho, nunca hallaron ni a él ni su casa. Por la razón que fuera, él no hizo caso de las advertencias y lo pagó caro.
Permítame hacerle una pregunta: ¿Ignora usted las advertencias que Dios le da? La Biblia repetidamente nos advierte del juicio venidero. Como el sr. Truman, muchos sencillamente no piensan que sucederá. Noé advirtió a la gente de su día que un juicio de diluvio mundial venía, y se burlaban de él. Pensaban que era un viejo necio. Pero escucha lo que Jesucristo dijo acerca de los días de Noé y cómo los compara al tiempo cuando Cristo volverá al mundo para juzgarlo:
“Como fue en los días de Noé, así también será en los días del Hijo del Hombre. Comían, bebían, se casaban y se daban en casamiento, hasta el día en que entró Noé en el arca, y vino el diluvio y los destruyó a todos” (Lucas 17:26-27).
Así como con el monte Santa Helena, se dieron advertencias pero la gente las ignoraba. Entonces, repentinamente y sin más aviso, el juicio vino. Será así cuando Jesucristo venga otra vez en juicio.
Cristo no solo juzgará al mundo, sino a todo aquel que le haya rechazado como Salvador – será su Juez. “Está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio” (Hebreos 9:27).
Amigo, ¿aplaza ud. los preparativos para ese día? ¿Cree que de alguna manera no le afectará, que de algún modo saldrá bien? Como ese sr. Truman, también sería insensato si ignoraras las advertencias del juicio venidero. Vendrá repentinamente, sin más aviso. ¡Podría entrar hoy en la eternidad!
¿Por qué no consulta la Biblia para ver cómo puede ser salvo del justo juicio de Dios? Deje de un lado sus prejuicios u objeciones acerca de la Biblia y por lo menos lee ud. mismo lo que dice – ¡infórmese! En los días de Noé, Dios proveyó el arca, y en nuestros tiempos ha provisto una escapatoria y un refugio del juicio eterno venidero. Los siguientes versículos de la Biblia le ayudarán a comenzar. Después de leerlos, recomendamos que lea el Evangelio según San Juan.
“Y llamarás su nombre JESÚS, porque él salvará a su pueblo de sus pecados” (Mateo 1:21).
“Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido” (Lucas 19:10).
“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16).
Recuerda, el fin viene, el día del juicio de Dios se acerca. Ahora está todavía a tiempo para prepararse y venir a cuentas con Dios. No desaproveche su oportunidad. Una vez más, amigo, lee la solemne advertencia apostólica, y prepárese:
“cuando se manifieste el Señor Jesús desde el cielo con los ángeles de su poder, en llama de fuego, para dar retribución a los que no conocieron a Dios, ni obedecen al evangelio de nuestro Señor Jesucristo; los cuales sufrirán pena de eterna perdición, excluidos de la presencia del Señor y de la gloria de su poder” (2 Tesalonicenses 1:7-9)
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