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domingo, 30 de junio de 2024

EN ESTO PENSAD - julio 2024

 La Iglesia Local Profetizada  
Parte 2
Camilo Vásquez Vivanco


viene del número anterior
¿Pero Qué Sucedió con Silo y Con el Tabernáculo?

ç     Como veremos, nosotros los hombres, como administradores hemos distorsionado, arruinado y ensuciado lo que Dios estableció como Su soberana voluntad. Así pasó con SILO, y eso no significa que Dios no sea soberano, sino que Él soportó todo este desastre en vista de una mejor morada – Su iglesia.

    El tabernáculo estuvo en Silo 369 años, hasta los días de David y Salomón. La tribu de Dan como todo el pueblo se prostituyó tras la idolatría y mezclaron contra la voluntad de Dios el santo culto con la inmundicia: “Así tuvieron levantada entre ellos la imagen de talla que Micaía había hecho, todo el tiempo que la casa de Dios estuvo en Silo” (Jue. 18.31). Practicaron una franca idolatría contra Dios, desafiando Su santidad tal como lo describe Amos: “Antes bien, llevabais el tabernáculo de vuestro Moloc y Quiún, ídolos vuestros, la estrella de vuestros dioses que os hicisteis” (Am. 5.26). Así mismo Dios se los protestó por Esteban: “Y Dios se apartó, y los entregó a que rindiesen culto al ejército del cielo; como está escrito en el libro de los profetas: ¿Acaso me ofrecisteis víctimas y sacrificios en el desierto por cuarenta años, casa de Israel? Antes bien llevasteis el tabernáculo de Moloc, y la estrella de vuestro dios Renfán, figuras que os hicisteis para adorarlas. Os transportaré, pues, más allá de Babilonia” (Hch. 7.42-43)


Dios se Retira de Silo
 

    “Dejó, por tanto, el tabernáculo de Silo, La tienda en que habitó entre los hombres” (Sal. 78.60)  Dios se retira de donde no se honra Su Nombre y deja a su pueblo abandonado a su propio pecado. Su gloria no puede permanecer en lugares donde no se obedece Su Palabra, aun cuando se invoque Su Nombre. Los israelitas continuaron reuniéndose en Silo, pero Él ya no estaba allí. No podía estar allí: “Los hijos de Elí eran hombres impíos, y no tenían conocimiento de Jehová” (1 S. 2.12)
    La religión judía continuaba en Silo, pero Dios había abandonado Su lugar por la idolatría y la maldad de los sacerdotes: “y lo metía en el perol, en la olla, en el caldero o en la marmita; y todo lo que sacaba el garfio, el sacerdote lo tomaba para sí. De esta manera hacían con todo israelita que venía a Silo” (1 S. 2.14). Los judíos pensaban que Dios estaba para sus antojos y que podían echar mano a Él cuando quisieran: “Cuando volvió el pueblo al campamento, los ancianos de Israel dijeron: ¿Por qué nos ha herido hoy Jehová delante de los filisteos? Traigamos a nosotros de Silo el arca del pacto de Jehová, para que viniendo entre nosotros nos salve de la mano de nuestros enemigos. Y envió el pueblo a Silo, y trajeron de allá el arca del pacto de Jehová de los ejércitos, que moraba entre los querubines; y los dos hijos de Elí, Ofni y Finees, estaban allí con el arca del pacto de Dios” (1 S. 4.3-4). Ellos preguntaron: “¿Por qué...?”, sin mencionar siquiera sus propios pecados. Las consecuencias fueron trágicas y la derrota fue segura para el pueblo que dio las espaldas a Dios: “Pelearon, pues, los filisteos, e Israel fue vencido, y huyeron cada cual a sus tiendas; y fue hecha muy grande mortandad, pues cayeron de Israel treinta mil hombres de a pie. Y el arca de Dios fue tomada, y muertos los dos hijos de Elí, Ofni y Finees” (1 S. 4.10-11).

La Gloria de Dios Es Traspasada, y el Pueblo de Dios Vive Derrotado
 

    La mujer de Finees estaba dando a luz su hijo en medio de esta derrota dejando grabada la realidad de su pueblo al dar por nombre a su hijo: “ICABOD”, traspasada es la gloria de Israel:
    “Y al tiempo que moría, le decían las que estaban junto a ella: No tengas temor, porque has dado a luz un hijo. Mas ella no respondió, ni se dio por entendida. Y llamó al niño Icabod, diciendo: ¡Traspasada es la gloria de Israel! por haber sido tomada el arca de Dios, y por la muerte de su suegro y de su marido” (1 S. 4.20-21)
    No se trata de guardar preceptos religiosos para garantizar la presencia de Dios por su Espíritu en la iglesia. Se trata de guardar en santidad la forma para CONGREGARSE A SU NOMBRE sin compromisos con el mundo. Esa forma tiene un modelo y es la asamblea local descubierta solo en el Nuevo Testamento por la doctrina de los apóstoles. Si Dios advirtió a Su pueblo: “Mas si no oyereis estas palabras, por mí mismo he jurado, dice Jehová, que esta casa será desierta” (Jer. 22.5), es la misma advertencia dada a la iglesia de Éfeso: “Pero tengo contra ti, que has dejado tu primer amor. Recuerda, por tanto, de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras; pues si no, vendré pronto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si no te hubieres arrepentido” (Ap. 2.4-5).

continuará, d.v. en el número de septiembre

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No Os Hagáis Tesoros En La Tierra

    Un  argumento común para justificar a creyentes que ahorran dinero para su futuro y el futuro de sus familias es: Solo es razonable apartar un poco de dinero para la vejez. ¿Qué nos pasará cuando ya no podamos trabajar? Debemos siempre anticiparnos al día de mañana. Lo que Dios espera de nosotros es que usemos el sentido común.
    Este razonamiento parece convincente, pero no es así el lenguaje de la fe. Las reservas son muletas y apoyos que se convierten en sustitutos de la confianza en el Señor. No podemos confiar cuando podemos ver.
    Una vez que decidimos proveer para nuestro futuro, nos metemos en estos problemas. ¿Cuánto será bastante? ¿Por cuánto tiempo viviremos? ¿Habrá una crisis económica, otra gran depresión? ¿Habrá inflación?
¿Tendremos que pagar facturas grandes e inesperadas? (gastos médicos, averías,  etc.)
    Es imposible saber cuánto sería bastante. Por eso, gastamos nuestra vida amontonando riquezas con vistas de proveer para unos cortos años de jubilación. Mientras tanto, hemos robado a Dios, y nuestra propia vida ha sido gastada buscando seguridad donde no la podíamos encontrar.
    Cuánto mejor es trabajar diligentemente para nuestras necesidades corrientes, servir al Señor al máximo, poner todo lo que va más allá de las necesidades presentes para la obra del Señor, y confiar en Él en cuanto al futuro. A aquellos que le ponen a Él en primer lugar, ha prometido: “...todas estas cosas os serán añadidas” (Mt. 6.33). “Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús” (Fil. 4.19).

William MacDonald, ¿Dónde Está Tu Tesoro?

 Con respecto a ese artículo, es triste observar que, en el la web https://www.citimuzik.com/2024/02/paul-washer-net-worth.html, nos informa que el valor neto actual en 2024  de Paul Washer, predicador calvinista popular, es 10 millones de dólares.

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El Rey Saúl, y las Consecuencias
de su Altivez y Desobediencia

Parte 2
 por Lucas Batalla Maraver y Carlos Tomás Knott

viene del número de mayo 2024
Texto: 1 Samuel 15
 

    En los versos del 10 al 12, vino nuevamente la Palabra de Dios a Samuel. “Me pesa” (v. 11), dice Dios, y esas son las palabras que usó en Génesis 6.5-7 cuando anunció la destrucción del mundo antiguo. ¡Cuántas veces ha sentido Dios cosas similares acerca de hombres elevados a posiciones de responsabilidad y autoridad en la iglesia! Si en lugar de ser humildes y mantenerse en comunión íntima con el Señor, se creen importantes y agarran el poder, se arruinan. Está claro que a Dios no le sorprendió lo que Saúl hizo, pues cuando el pueblo pidió rey, el Omnisciente sabía qué pasaría. Saúl tuvo su oportunidad genuina, pero fracasó, no por predestinación, sino por su propia culpa y por el descuido en su vida espiritual. De dos cosas Dios le acusó. Tomemos nota:
(1) “se ha vuelto de en pos de mí”  (v. 11) ya tenía una opinión alta de sí mismo y no buscaba la comunión y aprobación de Dios.
(2) “y no ha cumplido mis palabras”, no por ignorancia sino por altivez y obstinación.

    He aquí el peligro del poder y las riquezas que vemos tantas veces en la Biblia – el pensar uno que puede formular sus propios planes y actuar como le parece. Pierden la humildad, el temor y la sensibilidad a la voluntad de Dios, hacen mal, y luego no quieren reconocerlo ni arrepentirse. Notamos en el verso 11 la reacción de Samuel: “se apesadumbró... y clamó a Jehová toda aquella noche”. Pasó la noche en oración antes de ir a su encuentro con el rey en la mañana siguiente. Pero madrugó y fue en busca de Saúl. No postergó el encuentro, aunque iba a ser desagradable, porque había aprendido que la obediencia debe ser inmediata. Muchos todavía no han aprendido esta importante lección. Le informaron donde estaba Saúl, y que “se levantó un monumento” (v. 12). Los patriarcas edificaron altares a Dios, pero el egoísta Saúl levantó un monumento para sí mismo.
    Los versos 13 -15 relatan el comienzo del encuentro entre el profeta y el rey. Saúl, cuando vio a Samuel, habló primero e intentó tomar el terreno alto. Enfatizó lo positivo, para encubrir su error. Bendijo a Samuel y declaró: “yo he cumplido la palabra de Jehová” (v. 13). Pero decirlo no lo hace verdad. Hoy hay personas e iglesias que profesan seguir al Señor, pero no es así solo porque lo dicen. Samuel respondió a Saúl: “¿Qué balido de ovejas y bramido de vacas es éste...?” (v. 14). Las voces del ganado contradijeron la profesión de Saúl. Pero Saúl, para salvaguardar su reputación y justificarse, echó la culpa al pueblo. Ni siquiera mencionó a Agag, pero acusó al pueblo de perdonar al ganado, “para sacrificarlas a Jehová tu Dios” (v. 16). Observa que no dijo: “... a mi Dios”.
    Samuel respondió (vv. 16-19): “Déjame declararte lo que Jehová me ha dicho esta noche”, pues no iba a decir su opinión, sino la Palabra de Dios, como había hecho desde el principio (1 S. 3.18). Al rey Saúl le recordó sus humildes comienzos: “Aunque eras pequeño en tus propios ojos” (v. 17). Pero ese tiempo pasó, y Saúl se había hecho grande e importante. Había perdido la humildad, el temor de Dios y la obediencia. Eso pasa también hoy con algunos en las iglesias. Tuvieron sus humildes comienzos, sin apenas dinero para comer frijoles, y vivían de mano a boca. Pero Dios les dio una oportunidad, y los elevó espiritual y económicamente. Pero si no se mantienen humildes, obedientes y en constante comunión con el Señor, se verán enredados en la autoimportancia, pensarán de sí más de lo debido, y perderán la bendición, aunque se agarren al poder. Samuel le recordó las instrucciones (v. 18) y preguntó: “¿Por qué, pues, no has oído la voz de Jehová, sino que... has hecho lo malo ante los ojos de Jehová?” (v. 19). Será triste el día cuando esa pregunta se haga a los que han cambiado la doctrina y práctica en las iglesias, porque modificar cualquier instrucción divina es hacer lo malo. No hay que ponerse al día. No importan las circunstancias, ni qué opina la multitud. Nuestra responsabilidad es oír y obedecer la voz de Jehová, y la tenemos delante nuestro en Su Palabra.

continuará, d.v., en el siguiente número

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 "Eterna" 

no tiene fecha de caducidad

"Israel será salvo en Jehová con salvación eterna; no os avergonzaréis ni os afrentaréis, por todos los siglos".

Isaías 45.17

 

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  Moisés y los Reproches de Cristo


Sin duda el lector del Nuevo Testamento se sorprenderá al leer que Moisés tenía “por mayores riquezas el vituperio de Cristo que los tesoros de los egipcios” (He. 11.26). ¿Cómo podía Moisés compartir el reproche de Cristo siglos antes de viniera al mundo?
    Para compartir ese vituperio, Moisés tuvo que renunciar el lujo y la riqueza del palacio egipcio, los adornos y beneficios de su adopción como hijo real, y tomar su lugar con un pueblo despreciado. Eso parece como “la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos” (2 Co. 8.9). ¡Qué riquezas, gloria y honra abandonó para venir y residir en medio de una raza de esclavos que sufría bajo la dura servidumbre de un amo cruel!
    Pero antes de eso, hubo humillaciones en la carrera de Moisés que ilustran de antemano los sufrimientos de Cristo. Aunque el libertador era para Dios un niño hermoso, su nacimiento fue rodeado de la tristeza de la infanticida. Qué extraño que su cuna fuera una arquilla de juncos, puesto en la orilla del río, cerca de los voraces habitantes del Nilo. Así también, nuestro bendito Señor, nacido de una virgen y muy hermoso a Dios y a los hombres, fue acostado en un pesebre en un establo, y poco después, fue objeto del odio satánico y herodiano.
    A Moisés le fue amargo el rechazo de sus hermanos y su posterior exilio durante cuarenta años en un país lejano y extraño. De manera similar, el Señor Jesús pasó días de soledad y rechazo en el país desértico de su exilio, y luego en Su país no tenía dónde recostar la cabeza (Mt. 8.20).
    A Moisés le tocó sufrir de la incredulidad y murmuración de su propio pueblo. A veces aun los miembros de su propia familia y tribu eran sus enemigos y críticos. También, Aquel que es digno de más gloria que Moisés, fue calumniado por Sus enemigos, malentendido por Su familia, y aun Sus discípulos dudaban de Él.
    Pero el “vituperio de Cristo” no es una cosa de tiempos pasados. Todos los que, como Moisés, realmente sirven a Dios y le son fieles, tendrán su parte en esa amarga comunión. Que seamos capaces hoy de ver ese vituperio como lo vio Moisés, y estimarlo “por mayores riquezas… que los tesoros de los egipcios” (He. 11.26).

David Gilliland, Lurgan, Irlanda del Norte, lectura del 14 de febrero,
Day by Day, Christ Foreshadowed (“De Día en Día, Cristo Revelado”), Precious Seed Publications

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La Oración Que Dios Atiende

Lucas Batalla

Texto: Santiago 4.1-5

   Este pasaje nos enseña algo muy importante acerca de la oración. En lugar de leer sólo un versículo, es bueno leer todo el contexto para comprender mejor el mensaje. Aquí el contexto nos enseña que la oración no es algo mágico que nos dará todo. Se nos presenta la situación de los que profesaban ser creyentes y que oraban pero no veían el resultado. Quizás dijeron algo quejándose a Santiago, el medio hermano del Señor Jesucristo. Vemos estas frases: “no tenéis” y “no podéis alcanzar”. ¿Cómo puede una persona que se dice ser creyente orar y no recibir las cosas que pide? ¿No nos enseñó y nos invitó el Señor a orar, y no es ese el ejemplo de los apóstoles y primeros cristianos? Entonces, ¿qué pasa?
    Si leemos los versículos del contexto, prestando atención,  veremos otras palabras que nos indican cuál era el problema con las oraciones de ellos, y esto nos enseñará algo acerca de nosotros también. Vemos palabras como “guerras”, “pleitos”, “pasiones” (v. 1), “codiciáis”, “matáis”, “ardéis de envidia”, “combatís y lucháis” (v. 2) “pedís mal”, “vuestros deleites” – que son placeres desenfrenados (v. 3), “almas adúlteras”, “enemistad contra Dios” (v. 4), “soberbios” (v. 6), “pecadores”, “doble ánimo” (v. 8) y “el que murmura del hermano” (v. 11). En esas condiciones Dios no nos concede las oraciones. El salmista dijo: “Si en mi corazón hubiese yo mirado a la iniquidad, el Señor no me habría escuchado” (Sal. 66.18), pero en Santiago se trata de gente que sí tiene iniquidad en el corazón. Entonces no hay misterio. La oración no es una fórmula mágica para obtener cualquier cosa, ni está Dios obligado a venir corriendo a concedernos nuestros deseos, como si fuese un genio recién salido de una botella para darnos tres deseos.
    Dios, en Su propósito y sabiduría, nos da lo que quiere según Su buena voluntad. Así que, la oración no es un amuleto para recibir todo lo que queremos. Hay que pedir conforme a la voluntad de Dios, como 1 Juan 5.14-15 nos enseña: “Y ésta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye. Y si sabemos que él nos oye en cualquiera cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho”.
    Muchas veces adolecemos de interés y perseverancia en la oración. Nuestras oraciones suelen ser caprichosas y egoístas, sobre todo si no estamos andando en comunión diaria con Dios, viviendo una vida que le agrada. Si andamos en amistad con el mundo, imitando a los del mundo, desagradamos a Dios y estando así alejados de la comunión con Él nuestras peticiones salen torcidas. Colosenses 1.3, 9 y 10 nos muestra como Pablo persistía en oración por ellos, pidiendo lo más importante, siempre conforme a la voluntad de Dios. También en Lucas 18 el Señor dio una parábola, la de la viuda y el juez injusto, para enseñarnos la importancia de orar siempre y no desmayar, es decir, la perseverancia.
    En el Salmo 33.18-22 leemos:
“He aquí el ojo de Jehová sobre los que le temen, sobre los que esperan en su misericordia, para librar sus almas de la muerte, y para darles vida en tiempo de hambre. Nuestra alma espera a Jehová; nuestra ayuda y nuestro escudo es él. Por tanto, en él se alegrará nuestro corazón, porque en su santo nombre hemos confiado. Sea tu misericordia, oh Jehová, sobre nosotros, según esperamos en ti”.

¡Claro que el Señor quiere que oremos y confiemos en Él! Desea responder y darnos en Su bondad las cosas que necesitamos, porque nos ama y desea nuestro bien. Pero hermanos,  mirad otra vez, que aquí habla de los que le temen, esperan y confían en Él. Esto es lo que debemos hacer. Si el temor de Dios y la fe caracterizan nuestras vidas y nuestras oraciones, pediremos como debemos y recibiremos la respuesta.
    Lamentaciones 3.26 dice: “Bueno es esperar en silencio la salvación de Jehová”. No hacen falta las vanas repeticiones. Hay que pedir sencillamente, con reverencia y confianza, y esperar. Dios no quiere que nos alejemos desanimados, sino que nos acerquemos, no sólo en un momento para pedirle, sino que quedemos cerca de Él, esperándole. En Su presencia y guiados por Su Palabra nuestras vidas y peticiones serán conformadas a Su voluntad, y Él nos contestará. Pero las respuestas de oración no son para gastar en nuestros deleites, sino para ayudarnos a tener buen testimonio y vivir de acuerdo a la voluntad de Dios.
    Que el Señor nos ayude a vivir y pedir como debemos, para Su gloria y nuestro bien. Amén.

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La Reunión de Oración





En el Nuevo Testamento no vemos ninguna reunión de jóvenes, ni ninguna reunión de mujeres. Toda la iglesia se reune, como vemos en el siguiente texto:

"Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones". Hechos 2.42
 

Todos los que toman la Cena del Señor deben también reunirse para "orar". La oración es un privilegio y a la vez una responsabilidad de los que están en comunión en una asamblea. El patrón apostólico incluye todo lo que vemos en Hechos 2.42. Los que se reunen para partir el pan deben estar también en la reunión para el ministerio de la Palabra, y en la reunión de oración.
    Es curioso que los musulmanes van a la mezquita para orar 5 veces cada día, o sea, 35 reuniones cada semana.  En cambio, a veces a los cristianos les cuesta acudir a orar sola una vez cada semana. Revisemos nuestras prioridades. (Mt. 6.33; He. 10.25).

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 Cosas Ausentes En 

Las Iglesias del Nuevo Testamento

el templo, los edificios consagrados
los altares
el candelero
las velas
el incienso
el aceite de unción
los sacrificios de animales
los sacerdotes levíticos
las comidas prohibidas
los instrumentos musicales
los coros, cantantes y directores de alabanzas
un calendario religioso de días festivos
los diezmos
Tales cosas pertenecen al viejo pacto, no a la iglesia, y fueron "impuestas hasta el tiempo de reformar las cosas" (He. 9.10). En el lenguaje de Hebreos: "vamos adelante" (He. 6.1).

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  Por Sus Frutos Los Conoceréis


   Dijo el Señor Jesús: "Así que, por sus frutos los conoceréis. No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos" (Mt. 7.20-21). Algunos expositores quisieran limitar este precepto al contexto inmediato sobre los falsos profetas. Pero el contexto no limita el precepto, sino lo aplica a un caso específico. Tiene más aplicaciones.

    Los creyentes debemos tomar nota, porque la confusión y la falsa profesión existen. No creemos en la eterna seguridad de los que profesan creer, sino de los verdaderos creyentes. Pablo enseñó a Timoteo que habría en las iglesias personas que "tienen apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella" (2 Ti. 3.5). A Tito le encargó que tuviese cuidado de los que "profesan conocer a Dios, pero con los hechos lo niegan" (Tit. 1.16). Juan insistió que mienten los que profesan conocer al Señor, pero no guardan Sus mandamientos (1 Jn. 2.4).
Esto se aplica a las personas que profesan ser cristianas, pero:
   · Andan conforme a la carne. (Ro. 8.4)
   · Piensan en las cosas de la carne. (Ro. 8.5)
   · Se ocupan de la carne. (Ro. 8.6)
   · Por los designios de la carne, no se someten a la ley de Dios (Ro. 8.7)
   · Viven según la carne, y no pueden agradar a Dios. (Ro. 8.8)
La conclusión es que no son cristianos carnales, sino simpemente carnales.

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3 Cosas Que Dios No Puede Hacer


 ¿De veras hay cosas que Dios no puede hacer? ¿No puede Dios hacerlo todo? Examinemos la Biblia para ver lo que Él mismo dice:

1. Dios No Puede Mentir
    “Pues sí”, dices, “está claro que Dios no puede mentir”. Esta puede parecer algo obvio o incluso de trampa, pero aun así es absolutamente cierta. La misma Palabra de Dios lo expresa así. “Dios, que no miente” (Tit. 1.2). Dios es el único que puede afirmar eso. Aun Balaam sabía esto, pues en Números 23.19 declaró: “Dios no es hombre, para que mienta”. Hebreos 6.18 declara: “Es imposible que Dios mienta”.

2. Dios No Puede Cambiar
    “Por supuesto que no”, dices, “Dios no puede cambiar”. Esto también es una verdad obvia. Dios la afirma en Su Palabra, en Malaquías 3.6, “Yo Jehová no cambio”. Esta es otra característica que pertenece solamente a Él. En Hebreos 1.10-12 leemos:
“Tú, oh Señor, en el principio fundaste la tierra, y los cielos son obra de tus manos. Ellos perecerán, mas tú permaneces; y todos ellos se envejecerán como una vestidura, y como un vestido los envolverás, y serán mudados; pero tú eres el mismo, y tus años no acabarán”.

3. Dios No Puede Permitir Que Los Pecadores Entren Al Cielo
    “Bueno”, dices, “esto no lo tengo tan claro. NO sé si lo creo o no”. Pero, ¿cómo sabemos que esto es absolutamente cierto? Porque es Dios mismo que nos lo asegura, y recuerda, Él no puede mentir, como tampoco puede cambiar. Entonces, si Dios lo ha dicho, es verdad, y será así para siempre. Jesucristo dijo en Juan 3.3 y 5, “De cierto, de cierto [sin duda] te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios... De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios”.
    Con razón uno podría dudar de la veracidad de lo que los hombres afirman. Pero lo que encontramos en la Palabra de Dios (la Biblia) es absolutamente verdad, y verdad para siempre (Salmo 119.89).
    Ahora bien, si Dios no permitirá a los pecadores entrar en el cielo, es una noticia muy mala para todos nosotros, porque Él también declara que “todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios” (Romanos 3.23). Puede ser dificil aceptar eso, pero hay que afrontarlo. Quizás antes creías que no eras mala persona, pero ahora, por lo que Dios ha dicho, sabes que eres pecador. La Biblia dice en 1 Juan 1.10, “Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a él [a Dios] mentiroso”. Pero, ¿acaba aquí la historia? ¿No existe ninguna manera de llegar al cielo? Vamos a seguir viendo las palabras de verdad que Dios nos ha dado.
    En Juan 14.6, Jesucristo dice: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí”. Explica que no hay varios caminos, sino uno solo, y es Jesucristo mismo, porque solo Él murió por nuestros pecados. “Siendo aun pecadores, Cristo murió por nosotros” (Romanos 5.8). Sabemos que es así, porque Dios lo ha dicho, y Él no miente ni cambia. “En ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos” (Hechos 4.12). La salvación es solo por Jesucristo.
    En una escena en la Biblia un hombre preguntó: “¿Qué debo hacer para ser salvo?” La respuesta fue: “Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo” (Hechos 16.30-31). Si preguntas: “Pero, no hay que hacer nada más?”, Dios responde: “Por gracia sois salvos por medio de la fe... no por obras” (Efesios 2.8-9).
    Simplemente cree a Dios, y confía en el Señor Jesucristo. Su Palabra es eternamente verdad (Salmo 119.160). Ahora sabes que eres un pecador condenado; sabes que no hay salvación por medio de buenas obras, rezos, o sacramentos. Sabes que Jesucristo llevó tus pecados en Su cuerpo, y murió por ti. Sabes que debes confiar en el Señor Jesucristo para ser salvo. Esas verdades están en la Palabra de Dios, y Él no miente ni cambia.
    Pero hay que hacer más que saberlo. Hay que responder. Jesucristo manda: “Arrepentíos, y creed en el evangelio” (Marcos 1.15). Dios promete perdón y vida eterna a todos los que, arrepentidos, confían en el Señor Jesucristo.


viernes, 31 de mayo de 2024

EN ESTO PENSAD junio 2024

 

Cristo: El Gran “Yo Soy”

David Gilliland

Textos:  Éx. 3.13-14; Jn. 18.1-6
Los lectores de las obras de William Shakespeare conocen la pregunta de Juliet: “¿Qué hay en un nombre?” Para muchos hoy, los nombres y apellidos carecen de significado, y simplemente son tradiciones familiares. Pero generalmente, en tiempos bíblicos los nombres tenían un significado especial. Esto es especialmente así con los nombres de Dios. Para comunicar Sus características a Sus criaturas, Dios seleccionó nombres que revelan quién y cómo es Él. Uno de los más expresivos era el título que en nuestra Biblia es “Jehová”, que fue revelado a Moisés en el monte. Para el judío éste vino a ser el más sagrado nombre de la deidad, inescrutable, santo e incomprensible. Es el Tetragrámaton  impronunciable.
    El significado de este gran título se ha hecho más comprensible por la encarnación del Señor Jesús. Estuvo en el mundo uno cuyo nombre humano: Jesús, incluía el eterno Jehová. Frecuentemente, y sobre todo en el Evangelio según Juan, el significado de este título se aclara cuando el eterno “Yo soy” es revelado como el Verbo de Dios encarnado.
    A veces el Salvador reclama el título y lo utiliza sin calificativos. Cuando quiso impresionar a Sus oyentes con Su eternidad, declaró: “Antes que Abraham fuese, yo soy (Jn. 8.58). En otras palabras: “Sí, Abraham fue, pero yo soy”. Junto al pozo declaró a la mujer: Yo soy, el que habla contigo” (Jn. 4.26). Advirtió a los que dudaban de Su deidad: “… si no creéis que yo soy, en vuestros pecados moriréis” (Jn. 8.24).
    En siete ocasiones en este mismo Evangelio, acompaña la afirmación: “Yo soy” con una metáfora que enseña más acerca del Cristo inmutable. Estas declaraciones nos presentan un retrato comprensivo de la suficiencia del Salvador ante cualquier necesidad. A los espiritualmente hambrientos, dice: “Yo soy el pan de vida” (Jn. 6.35). A la oveja indefensa dice: “Yo soy la puerta” (Jn. 10.9), y “Yo soy el buen pastor” (Jn. 10.11). Consuela a los afligidos, diciendo: “Yo soy la resurrección y la vida” (Jn. 11.25). A los que están perdidos dice: “Yo soy la luz del mundo” (Jn. 8.12) y “Yo soy el camino” (Jn. 14.6). A los infructíferos declara: “Yo soy la vid verdadera” (Jn. 15.1).
    Comencemos nuestro día con la certeza de Su deidad, eternidad y suficiencia ante toda y cualquiera necesidad humana.

David Gilliland, Lurgan, Irlanda del Norte
lectura del 17 de febrero, Day by Day, Christ Foreshadowed (“De Día en Día, Cristo Revelado”), Precious Seed Publications

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 La Iglesia Local Profetizada
Camilo Vásquez Vivanco

“No será quitado el cetro de Judá, ni el legislador de entre sus pies, hasta que venga Siloh; y a él se congregarán los pueblos”. Génesis 49.10

El lugar de Siloh
Dios, conociendo las inclinaciones de los seres humanos hacia el mal,  estableció principios desde el Antiguo Testamento, a fin de redimir al pecador y atraerlo hacia Su Persona. No solo era necesaria la salvación, sino también la comunión entre un Dios Santo y Sus redimidos. Para esto el anciano Jacob profetizó dónde y en qué nombre sus descendientes deberían buscar a Dios. Su profecía indicaba que el cetro de Judá, es decir el pueblo que saldría de sus lomos, llamado Israel, perdería su dominio como nación cabeza y su legislador o gobierno sobre la tierra, sería quitado cuando viniera “SILOH”, y que a ÉL se congregarían las naciones. ¿No le parece sugerente lo dicho por el Señor Jesús respecto a esta verdad?


¿Quién Es Siloh?

    Es un lugar, y es una persona. Es un lugar donde Dios colocaría Su Nombre, y es una persona en cuyo nombre las naciones se congregarían. No cabe duda que la persona es CRISTO, y que el lugar es aquel donde Él ha puesto Su Nombre, en la actualidad LA IGLESIA LOCAL. Estos dos principios son suficientes para decirnos donde está hoy Dios como persona junto a Su pueblo. ¿Dónde ha prometido estar Él en persona? ¿Cuál es el lugar de Su Nombre? “Si tú no lo sabes, oh hermosa entre las mujeres, Ve, sigue las huellas del rebaño…” (Cant. 1.8)
 
Revisemos Cómo Silo Fue el Lugar para Su Tabernáculo

    Silo estaba en la tierra prometida en Canaán donde los israelitas llegaron tras el cruzar el río Jordán: “Toda la congregación de los hijos de Israel se reunió en Silo, y erigieron allí el tabernáculo de reunión, después que la tierra les fue sometida” (Jos. 18.1). Era allí en Silo donde moraba Dios en el tabernáculo de reunión: “... y mandó Josué a los que iban para delinear la tierra, diciéndoles: Id, recorred la tierra y delineadla, y volved a mí, para que yo os eche suertes aquí delante de Jehová en Silo” (Jos. 18.8).
    Ese lugar y el tabernáculo eran el diseño de Dios para colocar Su Nombre entre Su pueblo y para habitar en medio de ellos. Dios buscaba que se cumpliera lo que solo en Apocalipsis se consigue finalmente: “Y oí una gran voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios” (Ap. 21.3). Este es Su deseo morar con nosotros y para esto nos ha dado instrucciones a fin de garantizar que Él esté entre nosotros. ¿Puede quedar esto a nuestro criterio? Se ve que Dios traza principios que apuntan a establecer cómo sería ese lugar donde Él estaría en la persona del Hijo y donde colocaría Su Nombre.
    Dios había dado a Moisés expresas instrucciones de cómo hacer Su habitación: Conforme a todo lo que yo te muestre, el diseño del tabernáculo, y el diseño de todos sus utensilios, así lo haréis” (Éx. 25.9). Tomó a Moisés cerca de 74 días construir el tabernáculo, la morada de Dios, para levantarlo en el segundo año de su salida de Egipto (Éx. 40.17). Y es Él mismo quién aprobó la construcción del tabernáculo de reunión colocando Su gloria en una muestra de Su absoluta satisfacción por lo hecho en perfecta obediencia: “Y Moisés hizo conforme a todo lo que Jehová le mandó; así lo hizo” (Éx. 40.16). Todo fue hecho conforme al modelo que Dios le mostro, nada quedó en la improvisación, sino todo era según la voluntad de Dios. Entonces y solo entonces Dios lo aprobó con Su gloria. “Entonces una nube cubrió el tabernáculo de reunión, y la gloria de Jehová llenó el tabernáculo. Y no podía Moisés entrar en el tabernáculo de reunión, porque la nube estaba sobre él, y la gloria de Jehová lo llenaba” (Éx. 40.34-35).

¿Tanto Detalle y Hermosura solo se Refería a un Diseño para Israel?

    El Espíritu nos dice claramente que el tabernáculo fue “figura y sombra de las cosas celestiales” (He. 8.5) de manera que todo lo que había en ese tabernáculo apuntaba al verdadero tabernáculo celestial “aquel verdadero tabernáculo que levantó el Señor, y no el hombre” (He. 8.2). ¿Qué tabernáculo es ese? Algunos piensan que el Espíritu aquí está hablando del cuerpo del Señor Jesús como tabernáculo, sin embargo, el contexto y la revelación del Nuevo Testamento apunta hacia una morada y esta se da a entender en la Escritura en tres sentidos. Primero al creyente como templo del Espíritu y lugar de adoración (Jn. 4.21-24; 1 Co. 6.19; 2 Co. 5.1), segundo la iglesia como morada de Dios (1 Co. 3.16-17) y tercero a la ciudad celestial cual tabernáculo final de la habitación de Dios (Ap. 21.3). El libro de Hebreos parece referirse a la ciudad celestial como la morada final y verdadera (He. 11.16; 12.22), la cual fue a preparar el Señor (Jn. 14.2). Es cierto que el tabernáculo y sus muebles son también figuras de la persona de Cristo, pero siempre en vista de preparar un santuario donde Él moraría junto a Su pueblo. Ese santuario hoy en la tierra es Su iglesia local y para ella existe un orden basado en la antigua morada que Israel no supo apreciar. El sacerdocio, el incienso, los sacrificios aromáticos, las vestiduras santas, la expiación anual, y todo lo demás apuntaban a una santidad que no existía pero que hoy Cristo ha conseguido para Su pueblo. No somos llamados a practicar el judaísmo ni a realizar holocaustos, ni a guardar los sábados, ni los días de luna, pero sí somos llamados a congregarnos alrededor del sumo sacerdote que traspasó los cielos y eso requiere un orden revelado en el misterio de Cristo por el apóstol Pablo. Ese orden se llama “EN IGLESIA” y los ángeles vienen a contemplarlo como antes lo hacían sobre el propiciatorio (1 Co. 11.10 y 18 “como iglesia” = “EN IGLESIA”). Recomiendo que lea el artículo publicado como “LA IGLESIA FORMAL”.

continuará, d.v. en el siguiente número

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  Cristo En La Creación


Texto: Génesis 1.1-2.3
La Biblia comienza con esta declaración majestuosa: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra”, y dirige nuestra atención a la fuente de toda vida y todo ser creado, esto es: Dios. De esta manera, en la primera línea de las Escrituras, se nos presenta la Persona principal del universo y de la Biblia: Dios. Su nombre aparece 32 veces en el primer capítulo, y en todos menos cinco de los primeros 31 versos. El primer verso declara que Él creó “los cielos y la tierra”. Manifiesta una verdad que hoy está bajo fuerte ataque: que nada existe debido al alzar, sino que Dios creó todo.
    El escritor de Génesis no intenta demostrar la existencia de Dios, sino la da por sentado. Los primeros dos capítulos de las Sagradas Escrituras enfatizan Su obra creadora. Luego, hallamos que textos en el Nuevo Testamento declaran que Cristo es el Creador. “Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho” (Jn. 1.3). En Colosenses 1.16 leemos: “Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él”. De modo que, el Nuevo Testamento explícitamente conecta la obra de la creación al Señor Jesucristo. Pero, ¿hay alguna indicación de eso en el Antiguo Testamento? La respuesta es afirmativa, pues se aplica el refrán: “El nuevo está ocultado en el antiguo, y el antiguóoestá revelado en el nuevo”.
    La primera mención de “Dios” es significativa. El nombre es la palabra plural: “Elohim”, sin embargo, el verbo creó es singular. En esto hay una fuerte sugerencia de la Trinidad actuando en unidad. Los tres miembros de la Deidad: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, operaban en la creación. Así que, en el primer verso de la Biblia está presente el Señor Jesús. Esto es desarrollado más en el verso 26 del capítulo 1, donde leemos: “Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza”. No es que Dios consultara a las huestes angelicales, sino que se refirió a sí mismo en plural. Es otra fuerte indicación de la Trinidad, y que el Señor Jesús actuaba en el proceso de la creación que produjo la humanidad.
    Por lo tanto, nuestro Salvador es eterno, como el segundo miembro de la Trinidad, y Él creó este gran universo. Nuestro es el sublime privilegio de conocer a Dios, servirle y adorarle.

Paul Young, Gales, Reino Unido,  lectura del 1 de enero, Day by Day,
Christ Foreshadowed (“De Día en Día, Cristo Revelado”), Precious Seed Publications

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Los Efectos Perjudiciales del Pecado 

Vistos en 1 Juan


1. Pérdida de Comunión        1 Jn. 1.3, 6-7
    con Dios y con los hermanos
2. Pérdida de Gozo            1 Jn. 1.4

3. Pérdida de Luz            1 Jn. 1.6

4. Pérdida de Amor            1 Jn. 2.5, 15-17
    y el brote de otros amores
5. Pérdida de Paz            1 Jn. 3.4-10
6. Pérdida de Confianza en Oración    1 Jn. 3.19-22
7. Pérdida de Confianza en Su Venida 1 Jn. 2.28; 4.17

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Hallado Inocente

Texto: Daniel 6

    De todas las vidas de hombres que la Biblia presenta, Daniel era uno de los hombres más limpios de carácter y conducta. En su relación con Dios y los hombres, es descrito como “fiel”, y cuando sus rivales y adversarios buscaban ocasión para acusarlo, no hallaron ningún error o falta en la ejecución de su oficio como primer ministro. El testimonio de Daniel era: “ante él [Dios] fui hallado inocente” (v. 22). El profeta Ezequiel rindió homenaje al carácter justo de Daniel (Ez. 14.14, 20). Éste es el patrón y la meta para todos los siervos de Dios: integridad irreprochable y fidelidad firme en todas sus responsabilidades y relaciones. ¡Nuestro carácter debe corresponder a nuestro credo!
    La palabra que describe a Daniel también fue empleada para describir a otra persona. “Yo no hallo en él ningún delito” (Jn. 18.38) fue el veredicto de Pilato sobre Cristo. Aunque hombre, Él nunca pecó en pensamiento, palabra o hecho, ¡pues le era imposible pecar! No solo Pilato sino también otros inconversos lo llamaron “justo” (Mt. 27.19), “inocente” (Mt. 27.4), “ningún mal hizo” (Lc. 23.41), “era justo” (Lc. 23.47). Sus seguidores le declararon “sin mancha y sin contaminación” (1 P. 1.19). “El cual no hizo pecado, ni se halló engaño en su boca” (1 P. 2.22). “No hay pecado en él” (1 Jn. 3.5). “No conoció pecado” (2 Co. 5.21); “sin pecado” (He. 4.15); “se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios” (He. 9.14). Él mismo profesó la perfección: “yo hago siempre lo que le agrada” (Jn. 8.29), y retó a Sus enemigos: “¿Quién de vosotros me redarguye de pecado?” (Jn. 8.46). Durante Su vida terrenal, dos veces el Padre habló del cielo con una voz oída en la tierra, y testificó que Su Hijo siempre le complacía: en Su bautismo (Lc. 3.22) y en Su transfiguración (Mt. 17.5).
    Nunca tenía remordimientos de conciencia. Nunca se ruborizó con vergüenza. Nunca tuvo que lamentar ni retractar nada que había dicho, ni nunca tuvo que disculparse o pedir perdón. No solo era el mejor de los hombres, sino también el único hombre infalible, impecable; el único sustituto adecuado para nosotros los pecadores.


    “Se dio a sí mismo en amor, por hombres pecadores Él vino
    El pecado no le manchó, mas con nuestros pecados cargó”.
                                                            
–  Christopher Porteous
    

Alan Linton, Bristol, Reino Unido
lectura del 26 de noviembre, Day by Day, Christ Foreshadowed (“De Día en Día, Cristo Revelado”), Precious Seed Publications

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 EJERCÍTATE 
parte 3

viene del nº de abril

    Aunque Timoteo no era un apóstol, y además no tenía la edad de Pablo, podía seguir su ejemplo. Tenía la misma doctrina, conducta, propósito, fe, longanimidad, y paciencia. Además, en las pruebas, o cuando sufría por causa de su fe o piedad, reaccionaba como Pablo a las persecuciones y padecimientos. Se ejercitó para la piedad. No se echó atrás, aunque fuera encarcelado por su fe (He. 13.23).
    Si dejamos de congregarnos, como algunos hacen (He. 10.25), no vamos a crecer debidamente ni tener la fuerza y la salud necesarias para glorificar a Dios. Desde Hechos 2.41-42 en adelante, vemos que los creyentes “perseveraban” en la asamblea del Señor. Hoy unos no se congregan, pues no consideran importante la iglesia, y otros se congregan en lugares que no se conforman a las Escrituras. Eso deshonra al Señor, e impide que ellos crezcan en piedad, porque no hay obediencia a la Palabra de Dios. Si queremos crecer en la piedad, debemos congregarnos como el Señor dice, entre los que no toman otro nombre, y cuyas reuniones se conforman a Su Palabra. La iglesia que agrada al Señor anda en la verdad, “conforme al mandamiento que recibimos del Padre” (2 Jn. 4).
    Resumiendo, la salvación depende totalmente de Dios, pero nuestro crecimiento no es automático, ni es un don espiritual. Nuestra fortaleza viene de Él. Pero la piedad viene cuando cooperamos con Dios, y aprovechamos los medios que nos da para la piedad. Entonces, cada uno debe preguntarse: ¿Qué ejercicios hago o debo hacer para crecer en la piedad? Por ejemplo:

¿Leo cada día la Palabra de Dios? (Hch. 17.11; 1 P. 2.2)
¿Oro cada día, e intercedo por otros? (Ef. 6.18; Col. 4.2)
¿Adoro al Señor, y crezco en la adoración? (Jn. 4.23-24, Ro. 5.11; 1 Ti. 1.17)
¿Dedico tiempo al estudio personal de la Biblia? (Esd. 7.10; 2 Ti. 2.15; 3.15-17)
¿Me disciplino y organizo mi vida para aprovechar bien el tiempo? (1 Co. 9.27; Ef. 5.16)
¿Tengo metas para testificar del Señor y el evangelio? (Hch. 1.8; Ro. 15.19-20; 1 Ts. 1.8)
¿Controlo, refreno mi lengua? (Sal. 141.3-4; Pr. 18.21; 21.23; Ef. 4.29; Stg. 1.26; 3.1-2). ¿La uso para adorar a Dios? (Sal. 45.1).
¿Asisto a todas las reuniones de la iglesia, y saco provecho de ellas? (Hch. 2.42; 20.7; He. 10.25)
¿Me esfuerzo para leer buenos libros cristianos, y aplico lo que aprendo? ¿Paso más tiempo leyendo que en el teléfono o en internét? (1 Ti. 4.13; 2 Ti. 4.13)
¿Sirvo a otros creyentes, o me he acostumbrado a ser atendido y servido? (Mr. 10.45; 1 Co. 16.15)
¿Confieso el pecado y me mantengo en la luz de la comunión con el Señor, y con los hermanos? (Stg. 5.16; 1 Jn. 1.9)
¿Me esfuerzo para purificarme? ¿Hay algo que debo eliminar de mi vida? (He. 12.1; 1 Jn. 3.3)
¿De qué manera me ejercito para crecer en mi carácter y conducta? (2 P. 1.5-7)

Estos solamente son unos ejemplos, para invitarnos y estimularnos a pensar más en ejercitarnos para la piedad. La Palabra de Dios está llena de instrucciones acerca de cómo ejercitarnos y crecer en la piedad. Si tenemos ojos para ver, hay algo en cada página de las Escrituras que nos ayudará. Recordamos la condición de la bienaventuranza: “Si sabéis estas cosas, bienaventurados seréis si las hiciereis” (Jn. 13.17). No seamos indolentes ni pasivos. “Creced en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo” (2 P. 3.18).

Carlos

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Todavía No Nos Toca Reinar

“Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos; y todo lo que atares en la tierra será atado en los cielos; y todo lo que desatares en la tierra será desatado en los cielos” (Mt. 16.19). Algunos intentan usar este verso como prueba de que los creyentes pueden ocupar puestos de autoridad en el mundo. Pero observa bien: Pedro no recibió las llaves de la Iglesia, ni las del gobierno ni las de un sistema político, sino solo del reino de los cielos. Vemos qué sentido tiene esto, en el día de Pentecostés, cuando ofreció reconciliación a Israel. Cristo había llamado a Israel a arrepentirse ante el acercamiento del reino de los cielos (Mt. 3.2; 4.17). El reino fue predicado antes del comienzo de la iglesia, y será predicado después del arrebatamiento.
    Pero en nuestros tiempos, es vano todo intento de conseguir poder temporal. Los que reinarían en esta vida deben hacerlo sin los apóstoles (1 Co. 4.8), pues no pueden contar con su aprobación ni su apoyo.
    2 Timoteo 2.12 enseña que, “si sufrimos, también reinaremos con él”. Pero habla del futuro, cuando Cristo reinará sobre el mundo. En Apocalipsis 20.4 Juan vio ese día todavía futuro: “reinaron con Cristo mil años”. Al vencedor Cristo dará “autoridad sobre las naciones” (Ap. 2.26), y concederá “que se siente conmigo en mi trono” (Ap. 3.21). En el cielo cantan al Cordero de Dios y anticipan ese día: “reinaremos sobre la tierra” (Ap. 5.10), pero eso no habla de hoy, sino del futuro. Ahora estamos sujetos a las autoridades (Ro. 13.1; 1 P. 2.13-14). No somos los gobernadores, sino los gobernados, pero luego reinaremos con Cristo. El creyente no debe meterse en la política ni presentarse como candidato para una elección. De todos modos, si somos fieles al Señor, ¡nadie nos votará! Cristo advierte: “Seréis aborrecidos... por causa de mi nombre” (Mt. 10.22; 24.9; Mr. 13.13; Lc. 21.17), y se aplica en todo este tiempo presente, no solo en la Tribulación. Considera los siguientes textos.
    “Si el mundo os aborrece, sabed que a mí me ha aborrecido antes que a vosotros. Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero porque no sois del mundo, antes yo os elegí del mundo, por eso el mundo os aborrece. Acordaos de la palabra que yo os he dicho: El siervo no es mayor que su señor. Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán; si han guardado mi palabra, también guardarán la vuestra” (Jn. 15.18-20). El creyente debe tomar su lugar con Cristo, fuera del sistema del mundo en todos los sentidos – político, social, religioso – y llevar Su vituperio. El Señor nos eligió “del mundo”, y no somos del mundo. Esto debe apagar cualquier aspiración de poder.
    “Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo” (Jn 16.33). La relación entre el discípulo de Cristo y el mundo es adversarial, siendo el mundo el adversario. No debemos amar al mundo (1 Jn. 2.15) ni las cosas que están en el mundo, como por ejemplo las riquezas, el poder político, la fama y el prestigio.
    “Nosotros somos insensatos por amor de Cristo, mas vosotros prudentes en Cristo; nosotros débiles, mas vosotros fuertes; vosotros honorables, mas nosotros despreciados. Hasta esta hora padecemos hambre, tenemos sed, estamos desnudos, somos abofeteados, y no tenemos morada fija. Nos fatigamos trabajando con nuestras propias manos; nos maldicen, y bendecimos; padecemos persecución, y la soportamos. Nos difaman, y rogamos; hemos venido a ser hasta ahora como la escoria del mundo, el desecho de todos. No escribo esto para avergonzaros, sino para amonestaros como a hijos míos amados. Porque aunque tengáis diez mil ayos en Cristo, no tendréis muchos padres; pues en Cristo Jesús yo os engendré por medio del evangelio. Por tanto, os ruego que me imitéis” (1 Co. 4.10-16). Nadie que desea imitar el ejemplo de Pablo se enredará en la política ni buscará poder en este mundo.
    “Y también todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución” (2 Ti. 3.12). Nuestro deseo debe ser: “vivir piadosamente en Cristo Jesús”, no conseguir puestos en el gobierno o la sociedad. En estos postreros tiempos, seamos fieles al Señor, como la iglesia en Filadelfia (Ap. 3.8).

Carlos

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La Autoridad del Señor en Cada Iglesia Local 


Cada asamblea es responsable directamente al Señor... La idea de ser responsable a un evangelista, misionero o maestro es ajena al Nuevo Testamento... En las esferas del mundo, la asamblea local no tiene autoridad (1 Co. 5.12-13). Pero congregada en el Nombre del Señor Jesucristo, tiene Su autoridad, y debe actuar de acuerdo a Su santo Nombre en toda disciplina o corrección. Ninguna asamblea tiene autoridad sobre el gobierno de otra asamblea.  Cada iglesia local es responsable a Aquel que anda solo en medio de las iglesias (Ap. 1.12-20 y cc. 2-3). El Señor que está en medio de las iglesias tiene la última palabra de autoridad sobre cada una de ellas.

extracto de un artículo por Dennis Williamson, en la revista Assembly Testimony, marzo/abril 2023.

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BOCA CERRADA


 


  
El dicho: “En boca cerrada no entran moscas”, señala que nuestra boca causa muchos problemas. A menudo hablamos primero y pensamos luego... “no hubiera dicho esto”. En realidad, el problema es mucho peor de lo que pensamos.
    ¿Nunca has visto a una persona falsamente acusada? Casi seguro que lo has experimentado, desde los dos lados. Cuanto más acusaciones le caen, más se molesta. En tal situación, la cosa que menos se ve es una boca cerrada.
    En lugar de guardar silencio, más bien contraataca, expresa ira o indignación, y suele salir de la boca un torrente de palabras (y no muy bonitas o agradables).
    Cuando nos acusan, la realidad es que nos defendemos, argumentamos y dejamos bien declarado... “No tengo la culpa”, u “Otros son peores que yo”.
    Qué contraste cuando leemos en la Palabra de Dios de alguien que, aunque era inocente, reaccionó de manera totalmente diferente cuando le acusaron.
    Ese suceso fue profetizado por Isaías: “Angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca(Isaías 53.7).
    Fue tan impresionante que Pilato, el gobernador romano, fue impactado y quedó perplejo. “Pero Jesús no le respondió ni una palabra; de tal manera que el gobernador se maravillaba mucho” (Mateo 27.14).
    A los seres humanos nos es difícil mantener la boca cerrada cuando pensamos que somos inocentes. ¿Y qué si somos culpables?
    ¿Has visto a un culpable tratar de justificarse o defenderse? Quizás no, porque es raro que una persona, aunque culpable, se dé por vencida. A veces lanza su propio ataque, y acusa o insulta a su acusador. De una manera u otra, y con muchas palabras, el culpable trata de esquivar la culpa o cambiar el enfoque para salir del asunto. Vemos esa reacción a menudo en el hogar, en la escuela, en el trabajo, en las redes sociales, y aun en el juzgado.
    A nadie le gusta ser acusado de un mal hecho, ni mucho menos sufrir las consecuencias. En realidad, muchos han evitado el castigo por sus malas obras, con la elocuencia de su defensa, o debido a su apellido, popularidad, posición social, o dinero.
    ¿Será que funcionarían esas estrategias cuando te presentes delante de Dios y eres acusado de tus pecados? La Sagrada Escritura contesta: “Pero sabemos que todo lo que la ley dice, lo dice a los que están bajo la ley, para que toda boca se cierre y todo el mundo quede bajo el juicio de Dios” (Romanos 3.19).
    Cuando el Señor habla, declara y con toda justicia juzga aun los secretos de los hombres, todo ser humano quedará con la boca cerrada. Ni una palabra podrá sacar en su propia defensa. Si piensas que podrás discutir con el Señor, medita en esto: “Y nadie le poría responder palabra; ni osó alguno desde aquel día preguntarle más” (Mateo 22.46).
    ¿Por qué? Porque el Señor Jesucristo tiene la razón, no se equivoca,  y Su juicio es justo e inapelable. ¿Qué realmente podría decir la persona que rechazó a Jesucristo?

“El cual no hizo pecado,
ni se halló engaño en su boca;
quien cuando le maldecían,
no respondía con maldición;
cuando padecía, no amenazaba,
sino encomendaba la causa al que juzga justamente;
quien llevó él mismo nuestros pecados
 en su cuerpo sobre el madero...
y por cuya herida fuisteis sanados”.

1 Pedro 2.22-24


Amigo, no eres inocente, pero Jesucristo sí. Nunca dijo nada indebido. Sin embargo, Él cargó tus pecados en Su cuerpo, sufrió y pagó por tus culpas. Si te arrepientes y confías en Él, tendrás un perdón completo y vida eterno, porque Él sufrió y murió por ti.

martes, 30 de abril de 2024

EN ESTO PENSAD, mayo 2024

La Voz de Dios
parte 3
Mervyn Wishart

viene del nº anterior
5. En las Escrituras

En la coronación de la reina Elisabeth II, en 1953, se le dio un ejemplar de las Escrituras. El Moderador de la Iglesia de Escocia hizo la presentación con estas palabras: “Le presentamos este Libro, la posesión más valiosa que este mundo tiene. Aquí hay Sabiduría. Es la Ley real. Éstos son los oráculos vivos de Dios”. No es suficiente decir que la Biblia contiene la Palabra de Dios, porque ella es la Palabra de Dios. Es la divina exhalación, que sale caliente del
Todopoderoso (2 Ti. 3.16). Esto se conoce como inspiración verbal, y significa que los pensamientos de Dios son comunicados con precisión infalible.
    El escritor a los Hebreos comienza su epístola así: “Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas” (He. 1.1). Oímos la voz de Dios a través de la Palabra escrita. Gran cantidad de veces en el Antiguo Testamento aparecen expresiones como: “Ha dicho Jehová”, “Jehová mandó”, “Así dice Jehová”. En ningún lugar leemos de la inspiración de los pensamientos o conceptos de los hombres. No eran ni autores ni comentaristas, sino canales o instrumentos mediante los cuales se escuchaba la voz de Dios.
    En el Nuevo Testamento, Pablo habla de la misma manera acerca de sus escritos: “lo cual también hablamos, no con palabras enseñadas por sabiduría humana, sino con las que enseña el Espíritu” (1 Co. 2.13). El Señor Jesucristo afirmó que la inspiración de las Escrituras incluye la letra hebrea más pequeña, la “jota”, y la marca fonética más pequeña, la “tilde”. “Porque de cierto os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido” (Mt. 5.18).
    Así que, cuando leemos las Escrituras, siempre deben estar abiertos nuestros oídos para oír en ellas la voz de Dios. Digamos como Samuel: “Habla, porque tu siervo oye” (1 S. 3.10). Tengamos presentes las palabras del Señor Jesús: “No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mt. 4.4).

6. En Su Hijo
    “Dios… en estos postreros días nos ha hablado por [en] el Hijo” (He. 1.1-2). Podría ser que Dios preservó anónima esta epístola para enfatizar que Él es quien habla. “Dios, habiendo hablado… en estos postreros días nos ha hablado…”.  La exhortación es: “Si oyereis hoy su voz” (He. 3.7); “la palabra de Dios es viva y eficaz” (He. 4.12); “Mirad que no desechéis al que habla” (He. 12.25).
    Dios ha hablado en Aquel que es Su Hijo. El texto usa el pretérito, para indicar algo completado. Es la final palabra de Dios; no tiene nada más que decirnos. Todo es revelado en Cristo. Las otras epístolas también, escritas después de la ascensión de Cristo, revelan más de las glorias del Hijo.
    Hebreos 1 presenta un breve resumen de las glorias del Hijo: Su relación única; la grandeza de Su Persona; la perfección de Su obra; la duración de Su trono; el cetro de Su reino; la inmutabilidad de Su carácter; el triunfo de Su causa.
    Dios se deleita en hablar de Su Hijo como: mi rey (Sal. 2.6); mi siervo (Is. 42.1); el pastor y mi compañero (Zac. 13.7); mi Hijo (Mt. 3.17). Nos comunica la complacencia que tiene en Su Hijo, para que nosotros también hallemos nuestro gozo en Él: “tú los abrevarás del torrente de tus delicias” (Sal. 36.8).

7. En el evangelio
    El mensaje del evangelio fue escuchado primeramente de los labios de Cristo: “habiendo sido anunciada primeramente por el Señor” (He. 2.3). Declaró: “De cierto, de cierto os digo: Viene la hora, y ahora es, cuando los muertos oirán la voz del Hijo de Dios; y los que la oyeren vivirán” (Jn. 5.25). Esa “hora” se extiende al tiempo presente, y cuando el evangelio es predicado, en él se oye la voz del Hijo de Dios. En este verso, oír se refiere al “oír con fe” (Gá. 3.5). No es meramente oír las palabras, sino recibir con fe el mensaje y la Persona presentada. Describe a los oyentes como “los muertos”, esto es, “muertos en vuestros delitos y pecados” (Ef. 2.1). El Señor Jesucristo afirmó: “De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida” (Jn. 5.24).

Mervyn Wishart reside en Newcastle, Irlanda del Norte. Su artículo apareció en la revista Precious Seed (“Semilla Preciosa”), febrero 2023. Puede leerse en inglés en la web de: www.preciousseed.org


“Si oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones”
Hebreos 3.15 y 4.7

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Lázaro Muerto y Resucitado
parte 2

viene del nº anterior



Texto:
Juan 11.1-27
En los versos 25 y 26 tenemos la maravillosa declaración del Señor. “Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?”  

Acerca de Su Persona: “Yo soy la resurrección y la vida”. Todo depende de si tenemos una relación personal con Él, pues la resurrección y la vida están en Él. 

Acerca de Su promesa: “El que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá”. Observa bien: la fe – no la elección – distingue entre los creyentes y los incrédulos. Los creyentes también mueren, pero les espera otra vida: “vivirá”. En el verso 26 promete que el creyente “no morirá eternamente”. Gracias a Dios que la segunda muerte no tocará a ningún creyente.
    A través de esta experiencia, debemos aprender a confiar en el Señor aun en la muerte. No debe darnos pánico, pues nuestro Señor es la resurrección y la vida. Esta expresión habla de lo que espera al creyente después de la muerte. Estar ausente del cuerpo es estar presente con el Señor.
    El Señor, aunque estaba a punto de demostrar Su poder y resucitar a Lázaro, verdaderamente les acompañó en el sentimiento, y lloró con ellos(v. 35). Es triste el dolor que causa el pecado en este valle de lágrimas. No hay que negar las emociones, sino expresarlas sin perder el dominio propio. Estaba profundamente conmovido (v. 38), porque les amaba y apreciaba.
    Entonces, les sorprendió y dijo: “Quitad la piedra” (v. 39). Probablemente pensaban que quería entrar y ver al difunto, y por eso respondió Marta: “Señor, hiede ya, porque es de cuatro días”. No era aconsejable verlo así, cuando la descomposición del cuerpo había comenzado. Pero el Señor no pensaba entrar, sino haría a Lázaro salir. Sin embargo, con ese gran poder Suyo, les obligó a quitar la piedra, pues era algo que podían hacer. No tenían que entender todo, sino obedecer por fe y quitar la piedra.
    Entonces, el Señor, sin ceremonia ni drama, sencillamente oró (vv. 41-42), y sin entrar en el sepulcro, resucitó a Lázaro con Su gran poder. Llamó específicamente a uno: “¡Lázaro, ven fuera!”  Y el muerto oyó, y salió. Los muertos pueden oír la voz del Hijo de Dios, como declaró el Señor en Juan 5.28, “vendrá hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz”.
    Primero, los creyentes que duermen oirán la voz de Cristo y saldrán resucitados y arrebatados para estar siempre con Él (1 Ts. 4.16). Cuando llegue ese día, vamos a estar más vivos que nunca, porque pasaremos de muerte a vida, y estaremos en feliz reunión eterna con el Señor y los demás creyentes. ¡Qué día será éste!
    Así que, Lázaro, muerto por cuatro días, salió vivo y completamente sano, por el poder del Señor Jesús, aunque todavía estaba envuelto en los lienzos. El Señor mandó: “Desatadle, y dejadle ir” (v. 44). Así ellos vieron de cerca la realidad de ese gran milagro. Y fue motivo de fe para muchas personas (v. 45).
    Pero siempre hay quienes no quieren creer (vv. 46-53). Peor para ellos, pues todos los incrédulos también resucitarán. Ellos también un día oirán Su voz, y aunque no les guste, saldrán de sus sepulcros para ser juzgados: “mas los que hicieron lo malo, a resurrección de condenación” (Jn. 5.29). Ni la filosofía, ni la religión, ni los santos, ni la ciencia ni la medicina pueden librar de la muerte, pues Dios ha decretado: “el alma que pecare, esa morirá” (Ez. 18.4). “La paga del pecado es muerte” (Ro. 6.23). La única manera de triunfar sobre la muerte es por medio de la fe en el Señor Jesucristo. Él es la resurrección y la vida. Solo en Él hay vida eterna.

Lucas Batalla, de un estudio dado el 22 de octubre, 2023

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7 Razones que Demandan el Uso del Velo
Según 1 Corintios 11

viene del número anterior


4. Para Satisfacer a los Guardianes del Orden Creado en los versos 8 y 9
    Esto introduce a los ángeles, sin explicar por qué… F.F. Bruce sugiere que los ángeles son los “guardianes del orden creado” que Pablo acaba de afirmar en los versos 8 y 9. Como tales, tienen un interés inteligente en la ilustración de ese orden en la iglesia local. Así que, el apóstol dice: “Por lo cual la mujer debe tener señal de autoridad sobre su cabeza, por causa de los ángeles” (v. 10). Ella está en sujeción según el orden establecido en la creación (vv. 8-9), y debe manifestar eso en la asamblea, ante los ángeles. La palabra “señal” quiere decir que indica o simboliza la autoridad, y evidentemente esa señal es que cubra la cabeza. Es interesante notar que los ángeles también tienen un interés inteligente en:

· la conversión de los pecadores (Lc. 15.10)
· la manifestación de la multiforme sabiduría de Dios por medio de la iglesia (Ef. 3.10)
· el ministerio de los siervos de Cristo (1 Ti. 5.21)
· “los que serán herederos de la salvación” (He. 1.14; Mt. 18.10)
 
 5. Para Concordar con la Inteligencia Espiritual
    Pablo apela efectivamente a la inteligencia espiritual en el verso 13. “Juzgad vosotros mismos: ¿Es propio que la mujer ore a Dios sin cubrirse la cabeza?” La palabra “propio” comunica la idea de propiedad y decoro. Da por sentado que en la oración la mujer se cubre para hacer distinción pública entre el varón y la mujer. Al preguntar así Pablo supone la sensibilidad espiritual de sus lectores. Quizás entonces existía una reverencia general en la sociedad que hoy se vería más bien en el pueblo de Dios. Tristemente, no solo está ausente la reverencia hoy en la sociedad, sino tampoco se ve como es debido en el pueblo de Dios.

6. Para Implementar la Lección del Cabello Largo
    En esta penúltima razón, el apóstol apela a la naturaleza. “La naturaleza misma ¿no os enseña que al varón le es deshonroso dejarse crecer el cabello? Por el contrario, a la mujer dejarse crecer el cabello le es honroso; porque en lugar de velo le es dado el cabello” (vv. 14-15). Nota que Pablo de entrada da por sentado que hay una distinción evidente entre los sexos. En nuestra sociedad, esto desaparece rápidamente, pero debe ser un rasgo distintivo en las asambleas del pueblo de Dios. El apóstol apela a realidades presentes y saca una lección de la naturaleza. Afirma que la melena larga es una desgracia – “deshonroso”, para el varón. Su preponderancia en la sociedad hoy es evidencia de rebelión contra el orden divino. Por otra parte, el cabello largo en la mujer es “honroso”, mejor traducido “gloria” (gr. doxa). Le es dado el cabello largo “en lugar de” (gr. anti), o como velo.
    Como indicamos antes, la palabra “velo” aquí es traducida “vestido” en Hebreos 1.12. De ahí que hay una lección importante en el cabello largo. Como la palabra “vistió” equivale a cubrir el cuerpo (Gn. 3.21), así también el velo debe cubrir la cabeza.

7. Para Seguir el Ejemplo Puesto por las Otras Iglesias Establecidas por los Apóstoles
    Anteriormente en la epístola Pablo enfatizaba que Corinto debía seguir las enseñanzas que daba a todas las demás iglesias (véase 4.17; 7.17; 14.33). La asamblea en Corinto no debía salir del patrón. Algunos nunca se cansan de la inconformidad. “Con todo eso, si alguno quiere ser contencioso, nosotros no tenemos tal costumbre, ni las iglesias de Dios” (v. 16). Otros no se cansan de objetar y poner pegas (véase 3.18, 8.2; 14.37). En este verso 16, “nosotros” se refiere a los apóstoles. Les hace saber que los apóstoles no tienen costumbre de ver a las mujeres sin velo en las reuniones de la asamblea; pues el velo es común en todas las asambleas de Dios. No debe haber diferencia, ni entonces en Corinto, ni hoy en ninguna otra asamblea.

William M. Banks reside en Hamilton, Escocia.
Su artículo apareció en dos partes en la revista Precious Seed (“Semilla Preciosa”).

 Solo por cuestión de espacio está abreviada aquí, pero se puede el artículo entero en inglés la web de la revista: www.preciousseed.org

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En Pruebas Ardientes

Texto: Daniel 3

Como Ezequiel, Daniel y sus compañeros eran cautivos en Babilonia. Estaban firmes en su fe al único Dios verdadero, Dios de sus padres, aunque vivían en una sociedad pagana, gobernada por un déspota tiránico que les obligó a ser adoctrinados en la lengua y sabiduría de los caldeos. Rehusaron adorar a la imagen que hizo Nabucodonosor, y su asombroso coraje ha inspirado a incontables santos cuando pasaban por pruebas similares.
    La demanda de Nabucodonosor era un reto directo al Dios del cielo: “¿y qué dios será aquel que os libre de mis manos?” (v. 15). Sin vacilar, Sadrac, Mesac y Abed-nego declararon que su Dios podía librarlos del horno ardiente, pero, si librarlos no fuese Su voluntad, todavía no adorarían a los dioses de Babilonia. Suya era la fe que declara: “aunque él me matare, en él esperaré” (Job 13.15).
    Dios quiso librar a Sus siervos y demostrar así Su superioridad sobre los dioses de Babilonia. En medio de aquellas llamas Nabucodonosor vio a los tres hombres libres de sus ataduras, paseándose sin sufrir daño alguno, y acompañados por otro hombre cuya apariencia Nabucodonosor describió así: “el aspecto del cuarto es semejante a hijo de los dioses” (v. 25). Fuese como fuese el concepto que tuvo el rey pagano de la naturaleza del cuarto hombre, queda claro que Dios había enviado “su ángel” (v. 28) a acompañar a Sus siervos en la prueba, y a librarlos. Entendemos que esto fue una “Cristofanía”, una aparición de Cristo antes de Su encarnación. Su presencia con Sus siervos en medio de su prueba ha alentado a muchos creyentes: “sabe el Señor librar de tentación a los piadosos” (2 P. 2.9), y aunque puesta a prueba, nuestra fe es “mucho más preciosa que el oro” (1 P. 1.7). Esos tres varones, por su fe, “apagaron fuegos impetuosos” (He. 11.34). Pero no todos son librados así: “otros fueron atormentados, no aceptando el rescate” (He. 11.35). No obstante, en todas nuestras pruebas el Señor siempre está con Su pueblo.
    “Cuando pases por las aguas, yo estaré contigo; y si por los ríos, no te anegarán. Cuando pases por el fuego, no te quemarás, ni la llama arderá en ti” (Is. 43.2). Es importante notar que, si aquellos hombres hubieran eludido el fuego, ¡no habrían experimentado el acompañamiento del Hijo de Dios!

Alan Linton, Bristol, Reino Unido
lectura del 25 de noviembre, Day by Day, Christ Foreshadowed (“De Día en Día, Cristo Revelado”), Precious Seed Publications

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 El Rey Saúl y las Consecuencias
de su Altivez y Desobediencia

Lucas Batalla Maraver y Carlos Tomás Knott


Texto: 1 Samuel 15

    Muchos piensan que, si alguien ocupa un puesto de autoridad, no debe ser amonestado o reprendido, pero eso es un error. El respeto debido a los que están en autoridad no les exime de la reprensión por sus errores, ni de la culpa y el castigo por sus pecados, pues a fin de cuentas son seres humanos como los demás. Gracias a Dios que Samuel Su siervo, fue fiel a Dios también en esto. En su juventud aprendió esta lección importante. Tuvo que decir al sumo sacerdote Elí, que había ofendido a Dios, y sería castigado. Su fiel obediencia a Dios marcó el comienzo de su ministerio como juez y profeta. En su vejez tuvo que reprender al rey Saúl y decirle que Jehová lo había desechado. Veamos cómo sucedió ese último encuentro.
    En el verso 1, aprendemos que Samuel habló con Saúl, para recordarle la unción ordenada por Dios, y advertirle así: “Está atento a las palabras de Jehová”. Parece que habló así porque:
    (1) Saúl no había seguido las instrucciones de Dios en el capítulo 13, cuando se adelantó y presumió de ofrecer el sacrificio antes de que llegara Samuel.
    (2) Era de gran importancia ese mensaje que iba a dar al rey, porque era su última oportunidad de obedecer a Dios. Se había acercado al punto de no retorno. Cuán importante es nuestra atención completa y obediencia implícita a la Palabra de Dios.
    En los versos 2-3 leemos la instrucción divina. Recordemos que Samuel hablaba, pero era Palabra de Dios. El verso 2 anuncia el castigo divinamente decretado sobre el pueblo de Amalec. Desde tiempos antiguos Amalec había sido antisemita, y por boca de Moisés Dios decretó: “Por cuanto la mano de Amalec se levantó contra el trono de Jehová, Jehová tendrá guerra con Amalec de generación en generación” (Éx. 17.16). Debemos entender esto como una aplicación de la promesa hecha a Abraham (Gn. 12.3). En el verso 3 Samuel dio a Saúl las instrucciones – el modo preciso para ejecutar la sentencia divina:

1. “Ve, pues, y hiere a Amalec, y destruye todo lo que tiene”
2. “y no te apiades de él”
3. “mata a hombres, mujeres, niños y aun los de pecho, vacas, ovejas, camellos y asnos”

    Estas palabras parecerán severas a muchas personas, pero son buenas y justas palabras de Dios. Hoy hay demasiado consentimiento y tolerancia del pecado, bajo la excusa de ser misericordiosos. Por ejemplo, cuando Dios manda cómo tratar al pecado, no debemos desviarnos ni modificar Sus órdenes.
    Esto tiene aplicaciones en la educación de los niños, y en la disciplina en la iglesia de los que cometen ciertos pecados (1 Co. 5.11). Pero hoy, los hijos o hijas cometen fornicación o los otros pecados en la lista, y los padres piensan que por misericordia deben seguir recibiéndoles y comiendo con ellos. Como Elí, honran a sus hijos antes que a Dios. Las iglesias no ejecutan la disciplina debidamente, ni sacan a los perversos de entre ellos. No se fijan en los que enseñan falsa doctrina (Ro. 16.17-18), para separarlos de la comunión, sino permiten que sigan enseñando. Esos y todo otro comportamiento semejante deshonran a Dios y debilitan a los creyentes. Debemos prestar atención a la Palabra de Dios y hacer exactamente como Él manda.
    El mundo hoy va rumbo a un juicio terrible – 7 años de tribulación y gran destrucción y mortandad – porque Dios no aprueba lo que hacen los hombres, ni se compadecerá de ellos. Romanos 1.18 advierte que la ira de Dios se manifiesta desde el cielo. Su reacción es santa, justa y buena, aunque a muchos no les gusta. Dios no busca la popularidad.
    En los versos 4-7, Saúl salió y convocó al pueblo para ir a la guerra contra Amalec. Llevó consigo a más de doscientos mil soldados, un ejército impresionante. No sabemos si Saúl comunicó debidamente a los oficiales del ejército las instrucciones de Dios. Por lo que sucedió después, eso queda en duda.
    Los versos 8-9 relatan la desobediencia del rey. No fue por falta de información, pues Dios había mandado claramente lo que debían hacer. Pero Saúl no obedeció, sino se tomó la libertad de improvisar y hacer algo malo. El verso 8 dice que mató al resto del pueblo, pero tomó vivo al rey Agag. El verso 9 informa: “Saúl y el pueblo perdonaron a Agag y a lo mejor de las ovejas y del ganado mayor... y no lo quisieron destruir”.
    Por eso, en los versos siguientes, veremos el juicio severo de Dios, que vino principalmente contra Saúl, porque él tomó las decisiones contrarias a lo que Dios le había indicado. Dirían algunos que fue un castigo excesivamente severo, porque Saúl obedeció en casi 99% de lo que Dios había mandado. Solo perdonó al rey Agag y algunos animales para sacrificar a Dios.
    Pero aquí debemos aprender una lección muy importante. La obediencia es hacer todo lo que Dios manda, y no cambiar nada. Cualquier otra cosa, según Dios, es desobediencia. Este principio debe aplicarse también hoy en las iglesias. La asamblea debe obedecer en todo, no solo en unas partes. Como hemos de ver, Saúl, el líder, era culpable de lo que el pueblo hacía. Y hoy en las iglesias, lamentablemente algunos ancianos son culpables de efectuar cambios que la Palabra de Dios no apoya, pero que el pueblo quiere. Quitan el velo y silencio de la mujer, y admiten la práctica de cosas populares y contemporáneas en el mundo evangélico. Aún se atreven a saltar o cambiar las doctrinas de la Palabra. Consentir esas cosas es hacerse cómplice. Dice el verso 9 que “no lo quisieron destruir”, y habla de la voluntad de ese gran ejército de más de doscientos mil hombres. Pero hermanos, no importa quiénes o cuántos somos, ni lo que opinemos o queramos, sino lo que quiere Dios. ¿No es cierto que el Señor nos enseñó a orar así? “Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra” (Mt. 6.10). No solo debemos orar así, sino también actuar de acuerdo a la oración, y hacer la voluntad de Dios, personalmente y en la iglesia.

continuará, d.v. en el siguiente número

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 ¡EMERGENCIA!


Usted Necesita Atención Inmediata
La gravedad del pecado es tan grande que la Palabra de Dios utiliza muchas figuras para que el ser humano entienda el asunto. Una de las figuras sobresalientes acerca del pecado es la de la enfermedad. No que el pecado sea una enfermedad, pues no somos víctimas, sino culpables. Pero valga la ilustración de una enfermedad para ayudarnos a entender el problema. Veamos qué dice el Médico divino acerca de este problema tan serio, y cómo usted puede ser curado.

El diagnóstico
“Toda cabeza está enferma, y todo corazón doliente. Desde la planta del pie hasta la cabeza no hay en él cosa sana, sino herida, hinchazón y podrida llaga; no están curadas, ni vendadas, ni suavizadas con aceite” (Isaías 1.5-6). En estos versículos Dios habla de la rebeldía del corazón de Israel, y hace un estudio exacto del cuadro de la “enfermedad” del alma pecaminosa y rebelde. Esto nos enseña que el pecado, aunque imperceptible a nuestros ojos, es perfectamente evidente a los ojos de Dios. El problema para muchos es, que no aceptan el diagnóstico de Dios ni reconocen de forma personal que son pecadores.

La descripción
En el texto ya citado Dios muestra que esta enfermedad es universal, pues dice “toda cabeza”. No hay nadie a quien no es aplicable este diagnóstico. Pablo lo reafirma en el Nuevo Testamento: “No hay diferencia, por cuanto todos pecaron” (Romanos 3.22-23). Uno no es necesariamente culpable cuando se enferma, pero todo ser humano es un pecador culpable ante Dios. Aparte de ser universal, también se nota que es degenerativa y afecta completamente al individuo. Todas las áreas de nuestro ser son afectadas, no sólo el cuerpo sino también la mente y el corazón.


Lo degenerativo
Históricamente vemos cómo el pecado ha causado un deterioro, no de las células humanas, sino de las fibras más íntimas del alma, provocando la bajeza moral, la infelicidad y la falta de paz. Romanos 1.19-32 describe el descenso de la humanidad hasta lo más vil y perverso del pecado. Lo más lamentable es que este cuadro trae la consecuencia más trágica: la perdición eterna: “Dignos de muerte” (Romanos 1.32).

El Doctor
Dios dijo: “Yo soy Jehová tu sanador” (Éxodo 15.26). Toda enfermedad necesita ser tratada por un especialista y recibir un buen tratamiento. Querido lector, de modo similar, el tratamiento para el pecado es presentado por Dios. Él conoce las causas y las consecuencias del pecado en su alma, y se compadece de la tremenda necesidad que usted tiene. Por eso Cristo vino, no para aliviar el dolor del pecado, sino para quitar de una vez por todas la culpa y la condenación. “Por su llaga fuimos nosotros curados” (Isaías 53.5).
     Él vino para dar Su vida y ofrecer en la cruz el sacrificio único que puede darle a usted el perdón de sus pecados. Dios quedó satisfecho con lo que Su Hijo realizó en la cruz en aquel monte de Calvario, y lo demostró cuando le resucitó de los muertos. Jesucristo vive y está sentado a la diestra de Dios en el cielo. Solo Él puede perdonar nuestros pecados y salvarnos.
     Para poder disfrutar la sanidad que Dios le ofrece, usted necesita un verdadero arrepentimiento, pues “Dios… ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan” (Hechos 17.30), y creer de corazón en Aquel que vino para salvarlo. En esto se ve que el pecado no es una enfermedad, pues uno no tiene que arrepentirse de estar enfermo, pero de sus pecados, sí. Amigo, he aquí la buena nueva: “Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo” (Hechos 16.31).

Me hirió el pecado, fui a Jesús, mostrele mi dolor.
Perdido, errante, vi su luz; bendíjome en su amor.
En la cruz, en la cruz, do primero vi la luz
y las manchas de mi alma yo lavé.
Fue allí por la fe do vi a Jesús, y siempre feliz con Él seré.

adaptado de un folleto escrito por Anderson Hernández
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