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lunes, 3 de diciembre de 2012

EN ESTO PENSAD -- diciembre 2012


Torciendo Las Escrituras


William MacDonald

“...los indoctos e inconstantes tuercen... las otras Escrituras para su propia perdición” (2 Pedro 3:16b).

El Dr. P. J. Van Gorder acostumbraba hablar de un letrero, colocado fuera de una carpintería, que decía: “Se hacen toda clase de torceduras y vueltas”. Los carpinteros no son los únicos que sirven para esto; muchos que profesan ser cristianos también tuercen y dan vueltas a las Escrituras cuando les conviene. Algunos, como dice nuestro versículo, tuercen las Escrituras para su propia perdición.
Todos somos expertos para justificar, es decir, excusar nuestra desobediencia pecaminosa ofreciendo elogiosas explicaciones o atribuyendo motivos dignos a nuestro proceder. Intentamos torcer las Escrituras para que se acomoden a nuestra conducta. Damos razones plausibles aunque falsas que den cuenta de nuestras actitudes. Aquí hay algunos ejemplos.
Un cristiano y hombre de negocios sabe que está mal recurrir a los tribunales contra otro creyente (1 Co. 6:1-8). Más tarde, cuando se le pide cuentas por esta acción, dice: “Sí, pero lo que él estaba haciendo estaba mal, y el Señor no quiere que se quede sin castigo”.
Mari tiene la intención de casarse con Carlos aún cuando sabe que él no es creyente. Cuando un amigo cristiano le recuerda que esto está prohibido en 2 Corintios 6:14, ella dice: “Sí, pero el Señor me dijo que me casara con él para que así pueda guiarle a Cristo”.
Sergio y Carmen profesan ser cristianos, sin embargo viven juntos sin estar casados. Cuando un amigo de Sergio le señaló que esto era fornicación y que ningún fornicario heredará el reino de Dios (1 Co. 6:9,10), se picó y replicó: “Eso es lo que tú dices. Estamos profundamente enamorados el uno del otro y a los ojos de Dios estamos casados”. Una familia cristiana vive en lujo y esplendor, a pesar de la amonestación de Pablo de que debemos vivir con sencillez, contentos con tener sustento y abrigo (1 Ti. 6:8). Justifican su estilo de vida con esta respuesta ingeniosa: “Nada hay demasiado bueno para el pueblo de Dios”.
Otro hombre de negocios codicioso, trabaja día y noche para amasar ávidamente toda la riqueza que puede. Su filosofía es: “No hay nada de malo con el dinero. Es el amor al dinero la raíz de todo mal”. Nunca se le ocurre pensar que él podría ser culpable de amar al dinero.
Los hombres intentan interpretar sus pecados mejor que lo que las Escrituras les permiten, y cuando están resueltos a desobedecer la Palabra y esquivarla como puedan, una excusa es tan buena (o mala) como la otra.
del libro DE DÍA EN DÍA, Editorial CLIE
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¡LOS DESAPROBADOS!

"...siempre están aprendiendo, y nunca pueden llegar al conocimiento de la verdad" (2 Ti. 3:7). ¿Por qué tanta gente hoy está siempre aprendiendo pero no llega a conocer la verdad? Hoy hay más información y conocimiento que nunca en la historia de la humanidad, sin embargo, respecto a las verdades espirituales hay más ignorancia y error que nunca. He aquí algunas razones:
1. Porque no sufren la sana doctrina (2 Ti. 4:3-4). En lugar de recibirla, se apartan de ella y se vuelven a las fábulas. Si aceptasen la Biblia y juzgasen todo por lo que ella dice, sabrían la verdad, pero no quieren. 
2. Porque dicen: "quitad de nuestra presencia al Santo de Israel" (Is. 30:11).  No quieren saber nada de Dios, entonces son ignorantes.
3. Porque rechazan a Jesucristo, el que es la verdad (Jn. 14:6). Escuchan con interés acerca de Buda, Mahoma o casi cualquiera menos Él.
4. Porque les ciega el orgullo humano, los razonamientos vanos y las especulaciones de la filosofía humana (Col. 2:8). Profesando ser sabios, se hicieron necios (Ro. 1:22).  Hay que dejar de oir tales cosas (Pr. 19:27).
5. Porque aman su pecado y no lo quieren dejar (Jn. 3:19-20). Por eso no vienen a la luz para no ser reprendidos.
6. Porque rechazan la autoridad y no quieren ser gobernados por Dios ni que nadie les ponga mano encima (Jud. 8; Lc. 19:14).
Dios quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad. Su Palabra es verdad, y Jesucristo es la Verdad. Si crees a Dios, aprenderás la verdad. Lee Proverbios 2:1-6 y clama a Dios para que te enseñe la verdad.

adaptado del calendario devocional "Choice Gleanings"
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EL GRAN ABRACADABRA

     "La educación: el gran abracadabra y fraude de todos los tiempos pretende prepararnos para vivir, y se prescribe como la panacea universal para todos los males, desde la delincuencia juvenil hasta el envejecimiento prematuro. En su mayor parte sólo sirve para incrementar la estupidez, inflar la arrogancia, promover la incredulidad y dejar a los que le están sujetos a merced de lavacerebros que tienen la prensa, radio y televisión a su disposición" (de "Jesus Rediscovered" por Malcom Muggeridge).
Con demasiada frecuencia los jóvenes criados en hogares cristianos son formados para el mundo en lugar de para el Salvador; para el infierno más que para el cielo. Pregunta hoy a unos padres cristianos corrientes con qué propósito están formando a sus hijos. Muchos de ellos contestarán: "Para que tengan un buen empleo", o: "para que sean independientes económicamente", o bien: "para que puedan mantener una familia y vivir con cierta comodidad". Puede que cambien las palabras, pero la respuesta es esencialmente la misma: Queremos que nuestros jóvenes prosperen. No queremos que se queden atrás en el prestigio económico. Tenemos un "modelo" de lo que es deseable para nuestros hijos, y ejercemos sobre ellos todo tipo de presiones para conformarlos al molde. Queremos que asistan a las escuelas de renombre, cuanto más prestigiosas, mejor. Queremos que consigan trabajo en alguna institución que tenga prestigio en la comunidad. Queremos verlos bien casados, es decir, que consigan a alguien con cierto estatus social. Queremos que tengan su vivienda en una buena urbanización, que saquen adelante una hermosa familia y disfruten de lo que se nos negó a nosotros cuando éramos jóvenes. Queremos además que dediquen algunas de sus noches libres y los domingos a la iglesia, de vez en cuando.
¿Cuántos padres ponen ante sus hijos la obra del Señor, como un modo deseable de emplear sus vidas? ¿Cuántos padres instan a sus hijos a desechar las conveniencias sociales, a abandonar todo bienestar material y  obedecer la Gran Comisión? ¿Cuántas madres desean para sus hijos vidas de servicio y sacrificio para Cristo?
Hemos llegado a tener una perspectiva básicamente mundana, y como consecuencia estamos criando hijos para el Destructor. Estamos creando una generación que no va a dedicar sus mejores talentos a Cristo, sino a una gran sociedad anónima. Harán por el dinero lo que no harían por el Maestro.

William MacDonald, de su libro EN POS DE SOMBRAS

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COMUNIÓN CON DIOS:  ¿OPCIONAL?

“Pasar 30 segundos fuera de comunión con Dios es demasiado”, dijo L. S. Chafer. ¿Nos parece algo exagerado o fanático? No lo es, porque para el verdadero creyente, vivir separado del Señor sería como un pez fuera del agua. ¡Qué fanático, ¿verdad?, decirle al pez que debe quedarse en el agua! ¿Y cuánto tiempo puede estar bien fuera del agua? El pez no procura estar en agua 10 o 15 minutos cada día, sino que en ella vive.
Nos preocupan esas personas que se llaman cristianas pero que no  andan en comunión con el Señor ni le tienen devoción. Contentos pasan todo su tiempo inmersas en el mundo, siguiendo su corriente y disfrutándolo. El total de su vida espiritual es asistir a una reunión los domingos, cuando les apetece. Ni siquiera han oído de tener un tiempo devocional cada día, a solas con el Señor, para orientar su vida, o si han oído algo, piensan que es para  los pastores y misioneros o gente así. Pero vivir en comunión con el Señor es vital, y el creyente lo anhela naturalmente. ¿Cuántos peces necesitan el agua?
El creyente de verdad no es como la gente del mundo. Tiene la esperanza viva y segura de ir al cielo un día. ¿Cómo no será devoto ahora del Señor Jesucristo, amarle y desear la comunión con Él? 1 Pedro 1:8 dice “a quien amáis sin haberle visto”. ¿Quién de nosotros no sabe qué hacer o cómo proceder para desarrollar una relación amistosa con una persona cuando le interesa? Requiere un esfuerzo y una inversión de tiempo para estar con la persona que amamos así, y “desarrollar nuestra relación”. ¿Y estamos desarrollando nuestra relación y comunión con el Señor Jesucristo, a quien amamos sin haberle visto?                                 Carlos

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¡ME  GUSTAN  LAS  FIESTAS!


“¡AY DE LOS QUE SE LEVANTAN DE MAÑANA PARA SEGUIR LA EMBRIAGUEZ; QUE SE ESTÁN HASTA LA NOCHE, HASTA QUE EL VINO LOS ENCIENDE! Y EN SUS BANQUETES HAY ARPAS, VIHUELAS, TAMBORILES, FLAUTAS Y VINO, Y NO MIRAN LA OBRA DEL SEÑOR. POR ESO ENSANCHÓ SU INTERIOR EL SEOL, Y SIN MEDIDA EXTENDIÓ SU BOCA; Y ALLÁ DESCENDERÁ LA GLORIA DE ELLOS, Y SU MULTITUD, Y SU FAUSTO, Y EL QUE EN ÉL SE REGOCIJABA”.

Sagrada Biblia, Isaías 5:11-14


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¿Te Salvarás Por Las Buenas Obras?

Mucha gente piensa que puede salvarse por sus obras; por ellas espera alcanzar el cielo. ¿Qué hizo el ladrón moribundo para ser salvo? No pudo hacer ninguna obra porque sus manos estaban clavadas en la cruz. Él no hizo nada, y sin embargo, Jesucristo le salvó.
El plan humano de la salvación propia enfatiza la palabra "hacer". Pero Dios habla de "hecho". El hombre insiste en hacer algo, en pagar algo; quiere merecer la salvación. Dios dice que está hecha; no hay nada que hacer. Jesucristo lo hizo todo.
La salvación, amigo mío, es un don. "La dádiva de Dios es vida eterna" (Romanos 6:23). ¿Qué puedes hacer para ganar un regalo? Si lo pagas, ya no es regalo. Si haces algo para conseguirly, luego tienes derecho a él, y por tanto, ya no es un don. Un don es algo gratuito. Así es la salvación.
¿Qué pagó el hijo pródigo cuando volvió a su padre? (Lucas 15:11-32). Cuando me digas cuánto pagó, te diré cuánto debes pagar. Sabes que no pagó nada porque no tenía nada; estaba sin medios de ninguna clase. Así estás tú. La salvación, amigo mío, es sin dinero y sin precio. Porque Jesucristo ya la pagó, no se puede comprar.
¿Por qué debemos hacer lo que Cristo ya hizo? ¿No sufrió Él, derramó Su sangre y murió en la cruz por nosotros? ¿No hizo expiación por nuestros pecados? ¿Y no está Dios satisfecho con el sacrificio de Su Hijo? Entonces, ¿por qué añadir algo a la obra ya terminada de Cristo? La muerte de Cristo, Su sangre, es la que vale. El Señor Jesús lo pagó todo. ¡Ojalá creas en Él y le aceptes como el que llevó tus pecados para ser tu Salvador!
Oye ahora lo que dice la Palabra de Dios. ¡Qué clara es! ¡Qué enfática! "Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no es de vosotros, pues es don de Dios: no por obras, para que nadie se gloríe" (Efesios 2:8-9). "No por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho" (Tito 3:5). "Mas al que no obra, sino cree en aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia"...Dios atribuye justicia sin obras" (Romanos 4:5-6).
"No obra", "no por obras" y "sin obras". ¡Qué claridad! No por tus obras, ni por tus méritos; nada que puedas hacer te valdrá lo más mínimo. Es Cristo y sólo Cristo quien salva. Ven a Él, confía y descansa en Su obra terminada en el Calvario. Confía en Él en este momento y sé salvo para siempre.

adaptado del libro de Oswald J. Smith, NO HAY OTRA SALIDA (págs. 12-14)

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La Necesidad De Disciplina 
En La Educación De Nuestros Hijos

parte II

2. La Disciplina Enseña Las Consecuencias De Desobediencia Y Rebelión

“Por cuanto no se ejecuta luego sentencia sobre la mala obra, el corazón de los hijos de los hombres está en ellos dispuesto para hacer el mal” (Ec. 8:11).

     Algo ocurre en el corazón del que hace mal y no recibe corrección en seguida, sea niño o adulto. Ve que aparentemente se ha escapado del castigo por su transgresión. Entonces, su corazón, malo de entrada, es provocado a hacer más mal, a saltar más normas, ya que no le cuesta nada, y por eso lo hace. Lo vemos diariamente en nuestra sociedad, y cada vez más, donde el sistema “judicial” está en pleno fracaso. Entre largas esperas antes de los juicios, por un lado, y sentencias permisivas por el otro lado, el sistema va perdiendo su poder para impedir el mal, y por contrapartida, el mal aumenta. Pero dejemos a un lado el sistema de este mundo, porque no esperamos justicia de él, sino de Dios. El tema que estamos considerando es la educación y corrección de nuestros hijos, y en casa observamos lo mismo que en el mundo. Cuando aplicamos corrección bíblica de forma inmediata, en lugar de alzar la voz, amenazar, contar hasta tres, o dar una oportunidad más, etc., estamos enseñando a nuestros hijos que desobedecer lleva consecuencias desagradables. Al enseñar esto al niño, estamos contribuyendo a su obediencia futura, y a nuestro futuro descanso y contentamiento con ellos. Todos desean que sus hijos vivan bien, que sean adultos responsables y formales. Pero como creyentes, nosotros deseamos más, deseamos que agraden a Dios, y que vivan piadosamente para Su gloria. Debemos hacer caso a la instrucción sagrada: “Corrige a tu hijo, y te dará descanso, y dará alegría a tu alma” (Pr. 29:17). ¡Más de una madre cansada y nerviosa podría hacer buen uso de las promesas de este texto en su casa!  Estoy convencido de que las madres que crían mal y consienten a sus hijos, forman con ellos el instrumento de su propia infelicidad. El desánimo y la depresión pueden surgir por falta de atención a lo que Dios dice acerca de cómo criar a los hijos. Porque si tú haces lo que te da la gana con ellos, luego ellos harán lo que les dé la gana  contigo.
Otro beneficio maravilloso de la corrección bíblica, es apreciado cuando llega el momento de explicar el evangelio al niño. Encontramos que él ya tiene una base buena para comprender el evangelio, porque ha estado aprendiendo en casa el concepto de las consecuencias del pecado: “La paga del pecado es la muerte” (Ro. 6:23). ¿Qué quiero decir con esto?  Sencillamente, que el niño no tendrá problemas cuando comprenda que el Dios de amor, puede traer sobre el hombre las consecuencias de su propia maldad. La educación en casa, corrigiendo al niño cuando se porta mal, enfatiza los conceptos de justicia y responsabilidad en un ambiente de amor y piedad. Esto es bueno, no solamente en cuanto al aspecto espiritual, sino también para todo el resto de la vida. A pesar de estos beneficios, los sociólogos, asistentes sociales, psicólogos, profesores, policías y aun personas que profesan ser consejeros cristianos, están abandonando el castigo físico como parte de la corrección. No sólo abandonan el precepto, sino que formulan leyes en su contra; pero cuando surja este conflicto tenemos que recordar que las leyes del Dios eterno vienen antes que las de los hombres mortales y volubles. ¿Quién es el hombre para prohibir lo que Dios manda? ¡Según el estándar divino, esas personas son culpables de contribuir a la delincuencia de menores de edad!  “Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos” (Sal. 1:1).

3. La Disciplina Expulsa La Necedad Y La Insensatez
Para entender correctamente qué es necedad, tenemos que distinguir entre el uso popular del término y el significado bíblico. Cuando un servidor era niño, con mis tres hermanos a veces nos pasábamos de bromas, chistes y alborotos en casa. Como puedes imaginar, esto puede llegar a ser una prueba de nervios para los padres. Al final, cuando mi padre había sufrido lo suficiente, nos solía parar diciendo algo como: “¡ya vale de tonterías!”  Lo decía en serio, y lo sabíamos muy bien, e inmediatamente las cosas se tranquilizaban. Sabíamos perfectamente bien, que nuestro padre quería quitar la molestia de los gritos, la risa tonta, las payasadas, etc. A todo eso él lo llamaba “tonterías” o “necedad”, con el resultado de que llegamos a hacer más o menos una equivalencia en nuestra mente, entre tontería, necedad y las payasadas y risas tontas. 
Pero cuando la Biblia habla de “necedad”, no se trata de gastar bromas, partirnos de risa y llenar la casa con el sonido de: “je, je, je”. Y es aquí que el castellano, como tú ya sabes antes de que te lo diga, distingue mejor que el inglés, que la “necedad” es algo más serio que “tontería”. El necio es caracterizado por la necedad, que según lo define el diccionario, lo presenta como imprudente o falto de razón; terco y porfiado en lo que dice y hace, con presunción. Además de esto, el retrato bíblico del necio es algo bastante grave. En Proverbios aprendemos que el necio es la persona obstinada, voluntariosa, autónoma, e independiente que tiene la tendencia de hacer mal, ocasionar problemas, y resistir o rechazar la corrección y la sabiduría. Generalmente el necio se resiente y resiste la corrección, porque afrenta la opinión alta de sí mismo e impide la costumbre de salirse con la suya. Como resultado, el necio no entiende el valor de la corrección, sino que lucha en contra de ella. No es un problema que se da solamente en la educación de los hijos, sino que hay adultos necios, y ¡ay de la iglesia o la familia que los tiene en medio! Por otra parte, el sabio la ama, la recibe porque sabe que le hará bien, y como resultado, crece por medio de ella. Es muy edificante leer el libro de Proverbios y hacer dos columnas de citas en un bloc de notas: una columna para todas las que describen al sabio, y otra para las que describen al necio. En cuanto al necio, a continuación vienen algunas de las muchas que le retratan:

“...los necios mueren por falta de entendimiento” (10:21).
“El camino del necio es derecho en su opinión...” (12:15).
“...apartarse del mal es abominación a los necios” (13:19).
“Los necios se mofan del pecado...” (14:9).
“El necio menosprecia el consejo de su padre...” (15:5).
“...el hombre necio menosprecia a su madre” (15:20).
“La necedad es alegría al falto de entendimiento” (15:21).
“El hijo necio es pesadumbre de su padre, y amargura a la que lo dio a luz” (17:25).

Como puedes ver, la necedad es un pecado y un problema grave, porque forma parte de la tendencia del corazón no regenerado que mora en cada uno de nosotros. Se manifiesta en lo que llamamos “la carne” y “el egoísmo”. ¿La tienen todos los niños?  Sí. Sólo el Señor Jesucristo fue concebido sin pecado y nació impecable. Su bendita madre y todos los demás nacidos de mujer han nacido pecadores. El Salmo 51:5 dice: “He aquí, en maldad he sido formado, y en pecado me concibió mi madre”. Ahora bien, este texto no significa que el acto de concebir un hijo en matrimonio sea pecado. Hebreos 13:4 ya nos ha dicho que Dios consagra el lecho matrimonial. El versículo en el Salmo 51 significa que desde nuestra concepción tenemos una naturaleza pecaminosa, la cual es parte de la heredad que recibimos de Adán. Por naturaleza y desde el principio somos pecadores, ¡y no es nada que produzca orgullo!  Este es el problema fundamental detrás de todo comportamiento malo, y es la razón básica porque las ideas modernas y mundanas de la psicología, acerca de la “autoexpresión” y “autorealización”, están predestinadas al fracaso desde su concepción. Muchos ignoran la naturaleza humana y el origen de todos los problemas del hombre, y ese fallo fundamental descalifica de entrada a todos los que pretenden aconsejar y orientar a otros con esas ideas. Bruce A. Ray, en su libro, No Rehuses El Corregir, dice:

“La expresión propia es el ideal del educador moderno. Se nos dice que no hemos de cohibir o restringir a nuestros hijos, sino que hemos de estimularlos a que se expresen. ¡Pero la Biblia dice que el yo que les instamos a que expresen, es pecaminoso!  La expresión del yo pecaminoso sólo puede causar daño. No es de extrañar, pues, que los mismos educadores hallen necesario en muchas de nuestras grandes ciudades a patrullar los corredores de las escuelas secundarias, con policía armada de pistolas, porras, “mace” y gas lacrimógeno... La permisividad no es la estrategia de las Escrituras; es la estrategia del diablo” (No Rehuses El Corregir, op. cit. pág. 30).

“La necedad está ligada en el corazón del muchacho...” (Pr. 22:15). “Se apartaron los impíos desde la matriz; se descarriaron hablando mentira desde que nacieron” (Sal. 58:3). ¿Cuál es la solución de este problema?  El discípulo del Señor Jesucristo sabe que el único remedio se encuentra en las Escrituras, y ellas dicen claramente: “...la vara de la corrección la alejará de él” (Pr. 22:15). Así dice el Señor que nos hizo.
Puede que alguien diga, como he escuchado a algunos padres decir de tanto en cuando: “Pero yo le he corregido como tú decías, y no funciona. Mi hijo solamente se enfurece conmigo, se va y lo hace [desobedece] de nuevo”. Comprendo completamente su frustración, y sé que esto ha acontecido muchas veces, incluso lo he observado en nuestra propia familia en alguna ocasión. Pero esto no invalida el consejo divino de Proverbios 22:15, ni constituye una prueba de que la corrección no funcione. Lo que sí demuestra, es que la vara no ha sido aplicada todavía lo suficiente como para alejar la necedad del niño en este caso. Es que esto no es una teoría, sino un precepto de la Palabra de Dios. Dios no se equivoca, pues es nuestro Hacedor, y Él aconseja la vara. Entonces, la vara hará su trabajo si nosotros persistimos aplicándola, en amor, no en ira, sino con firmeza, acompañada de palabras de corrección. Para decirlo de otra manera, una buena corrección con la vara vale más que miles de advertencias y amenazas. Si administras la vara correctamente, con firmeza y amor, reducirás la posibilidad de tener que repetir la sesión en seguida. Muchos padres deberían tomar nota, que corrigen a sus hijos con desgana, con doblez de corazón, cumpliendo pero no pensando en alcanzar el objetivo, quizás porque les sabe mal corregir con vara, porque tienen miedo de dañar al niño, o porque están cansados u ocupados con otras cosas. Cumplen superficialmente, quizás, y así cuando tienen que volver en seguida a corregirle por la misma desobediencia, la reincidencia inmediata debe funcionar como una lucecita roja que parpadea para decir: “no me has corregido bien, no has alejado la necedad de mí”.
continuará, d.v., en el siguiente número

Carlos Tomás Knott, del libro DISCIPULADO EN EL HOGAR.