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lunes, 3 de diciembre de 2012

EN ESTO PENSAD -- diciembre 2012


Torciendo Las Escrituras


William MacDonald

“...los indoctos e inconstantes tuercen... las otras Escrituras para su propia perdición” (2 Pedro 3:16b).

El Dr. P. J. Van Gorder acostumbraba hablar de un letrero, colocado fuera de una carpintería, que decía: “Se hacen toda clase de torceduras y vueltas”. Los carpinteros no son los únicos que sirven para esto; muchos que profesan ser cristianos también tuercen y dan vueltas a las Escrituras cuando les conviene. Algunos, como dice nuestro versículo, tuercen las Escrituras para su propia perdición.
Todos somos expertos para justificar, es decir, excusar nuestra desobediencia pecaminosa ofreciendo elogiosas explicaciones o atribuyendo motivos dignos a nuestro proceder. Intentamos torcer las Escrituras para que se acomoden a nuestra conducta. Damos razones plausibles aunque falsas que den cuenta de nuestras actitudes. Aquí hay algunos ejemplos.
Un cristiano y hombre de negocios sabe que está mal recurrir a los tribunales contra otro creyente (1 Co. 6:1-8). Más tarde, cuando se le pide cuentas por esta acción, dice: “Sí, pero lo que él estaba haciendo estaba mal, y el Señor no quiere que se quede sin castigo”.
Mari tiene la intención de casarse con Carlos aún cuando sabe que él no es creyente. Cuando un amigo cristiano le recuerda que esto está prohibido en 2 Corintios 6:14, ella dice: “Sí, pero el Señor me dijo que me casara con él para que así pueda guiarle a Cristo”.
Sergio y Carmen profesan ser cristianos, sin embargo viven juntos sin estar casados. Cuando un amigo de Sergio le señaló que esto era fornicación y que ningún fornicario heredará el reino de Dios (1 Co. 6:9,10), se picó y replicó: “Eso es lo que tú dices. Estamos profundamente enamorados el uno del otro y a los ojos de Dios estamos casados”. Una familia cristiana vive en lujo y esplendor, a pesar de la amonestación de Pablo de que debemos vivir con sencillez, contentos con tener sustento y abrigo (1 Ti. 6:8). Justifican su estilo de vida con esta respuesta ingeniosa: “Nada hay demasiado bueno para el pueblo de Dios”.
Otro hombre de negocios codicioso, trabaja día y noche para amasar ávidamente toda la riqueza que puede. Su filosofía es: “No hay nada de malo con el dinero. Es el amor al dinero la raíz de todo mal”. Nunca se le ocurre pensar que él podría ser culpable de amar al dinero.
Los hombres intentan interpretar sus pecados mejor que lo que las Escrituras les permiten, y cuando están resueltos a desobedecer la Palabra y esquivarla como puedan, una excusa es tan buena (o mala) como la otra.
del libro DE DÍA EN DÍA, Editorial CLIE
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¡LOS DESAPROBADOS!

"...siempre están aprendiendo, y nunca pueden llegar al conocimiento de la verdad" (2 Ti. 3:7). ¿Por qué tanta gente hoy está siempre aprendiendo pero no llega a conocer la verdad? Hoy hay más información y conocimiento que nunca en la historia de la humanidad, sin embargo, respecto a las verdades espirituales hay más ignorancia y error que nunca. He aquí algunas razones:
1. Porque no sufren la sana doctrina (2 Ti. 4:3-4). En lugar de recibirla, se apartan de ella y se vuelven a las fábulas. Si aceptasen la Biblia y juzgasen todo por lo que ella dice, sabrían la verdad, pero no quieren. 
2. Porque dicen: "quitad de nuestra presencia al Santo de Israel" (Is. 30:11).  No quieren saber nada de Dios, entonces son ignorantes.
3. Porque rechazan a Jesucristo, el que es la verdad (Jn. 14:6). Escuchan con interés acerca de Buda, Mahoma o casi cualquiera menos Él.
4. Porque les ciega el orgullo humano, los razonamientos vanos y las especulaciones de la filosofía humana (Col. 2:8). Profesando ser sabios, se hicieron necios (Ro. 1:22).  Hay que dejar de oir tales cosas (Pr. 19:27).
5. Porque aman su pecado y no lo quieren dejar (Jn. 3:19-20). Por eso no vienen a la luz para no ser reprendidos.
6. Porque rechazan la autoridad y no quieren ser gobernados por Dios ni que nadie les ponga mano encima (Jud. 8; Lc. 19:14).
Dios quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad. Su Palabra es verdad, y Jesucristo es la Verdad. Si crees a Dios, aprenderás la verdad. Lee Proverbios 2:1-6 y clama a Dios para que te enseñe la verdad.

adaptado del calendario devocional "Choice Gleanings"
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EL GRAN ABRACADABRA

     "La educación: el gran abracadabra y fraude de todos los tiempos pretende prepararnos para vivir, y se prescribe como la panacea universal para todos los males, desde la delincuencia juvenil hasta el envejecimiento prematuro. En su mayor parte sólo sirve para incrementar la estupidez, inflar la arrogancia, promover la incredulidad y dejar a los que le están sujetos a merced de lavacerebros que tienen la prensa, radio y televisión a su disposición" (de "Jesus Rediscovered" por Malcom Muggeridge).
Con demasiada frecuencia los jóvenes criados en hogares cristianos son formados para el mundo en lugar de para el Salvador; para el infierno más que para el cielo. Pregunta hoy a unos padres cristianos corrientes con qué propósito están formando a sus hijos. Muchos de ellos contestarán: "Para que tengan un buen empleo", o: "para que sean independientes económicamente", o bien: "para que puedan mantener una familia y vivir con cierta comodidad". Puede que cambien las palabras, pero la respuesta es esencialmente la misma: Queremos que nuestros jóvenes prosperen. No queremos que se queden atrás en el prestigio económico. Tenemos un "modelo" de lo que es deseable para nuestros hijos, y ejercemos sobre ellos todo tipo de presiones para conformarlos al molde. Queremos que asistan a las escuelas de renombre, cuanto más prestigiosas, mejor. Queremos que consigan trabajo en alguna institución que tenga prestigio en la comunidad. Queremos verlos bien casados, es decir, que consigan a alguien con cierto estatus social. Queremos que tengan su vivienda en una buena urbanización, que saquen adelante una hermosa familia y disfruten de lo que se nos negó a nosotros cuando éramos jóvenes. Queremos además que dediquen algunas de sus noches libres y los domingos a la iglesia, de vez en cuando.
¿Cuántos padres ponen ante sus hijos la obra del Señor, como un modo deseable de emplear sus vidas? ¿Cuántos padres instan a sus hijos a desechar las conveniencias sociales, a abandonar todo bienestar material y  obedecer la Gran Comisión? ¿Cuántas madres desean para sus hijos vidas de servicio y sacrificio para Cristo?
Hemos llegado a tener una perspectiva básicamente mundana, y como consecuencia estamos criando hijos para el Destructor. Estamos creando una generación que no va a dedicar sus mejores talentos a Cristo, sino a una gran sociedad anónima. Harán por el dinero lo que no harían por el Maestro.

William MacDonald, de su libro EN POS DE SOMBRAS

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COMUNIÓN CON DIOS:  ¿OPCIONAL?

“Pasar 30 segundos fuera de comunión con Dios es demasiado”, dijo L. S. Chafer. ¿Nos parece algo exagerado o fanático? No lo es, porque para el verdadero creyente, vivir separado del Señor sería como un pez fuera del agua. ¡Qué fanático, ¿verdad?, decirle al pez que debe quedarse en el agua! ¿Y cuánto tiempo puede estar bien fuera del agua? El pez no procura estar en agua 10 o 15 minutos cada día, sino que en ella vive.
Nos preocupan esas personas que se llaman cristianas pero que no  andan en comunión con el Señor ni le tienen devoción. Contentos pasan todo su tiempo inmersas en el mundo, siguiendo su corriente y disfrutándolo. El total de su vida espiritual es asistir a una reunión los domingos, cuando les apetece. Ni siquiera han oído de tener un tiempo devocional cada día, a solas con el Señor, para orientar su vida, o si han oído algo, piensan que es para  los pastores y misioneros o gente así. Pero vivir en comunión con el Señor es vital, y el creyente lo anhela naturalmente. ¿Cuántos peces necesitan el agua?
El creyente de verdad no es como la gente del mundo. Tiene la esperanza viva y segura de ir al cielo un día. ¿Cómo no será devoto ahora del Señor Jesucristo, amarle y desear la comunión con Él? 1 Pedro 1:8 dice “a quien amáis sin haberle visto”. ¿Quién de nosotros no sabe qué hacer o cómo proceder para desarrollar una relación amistosa con una persona cuando le interesa? Requiere un esfuerzo y una inversión de tiempo para estar con la persona que amamos así, y “desarrollar nuestra relación”. ¿Y estamos desarrollando nuestra relación y comunión con el Señor Jesucristo, a quien amamos sin haberle visto?                                 Carlos

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¡ME  GUSTAN  LAS  FIESTAS!


“¡AY DE LOS QUE SE LEVANTAN DE MAÑANA PARA SEGUIR LA EMBRIAGUEZ; QUE SE ESTÁN HASTA LA NOCHE, HASTA QUE EL VINO LOS ENCIENDE! Y EN SUS BANQUETES HAY ARPAS, VIHUELAS, TAMBORILES, FLAUTAS Y VINO, Y NO MIRAN LA OBRA DEL SEÑOR. POR ESO ENSANCHÓ SU INTERIOR EL SEOL, Y SIN MEDIDA EXTENDIÓ SU BOCA; Y ALLÁ DESCENDERÁ LA GLORIA DE ELLOS, Y SU MULTITUD, Y SU FAUSTO, Y EL QUE EN ÉL SE REGOCIJABA”.

Sagrada Biblia, Isaías 5:11-14


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¿Te Salvarás Por Las Buenas Obras?

Mucha gente piensa que puede salvarse por sus obras; por ellas espera alcanzar el cielo. ¿Qué hizo el ladrón moribundo para ser salvo? No pudo hacer ninguna obra porque sus manos estaban clavadas en la cruz. Él no hizo nada, y sin embargo, Jesucristo le salvó.
El plan humano de la salvación propia enfatiza la palabra "hacer". Pero Dios habla de "hecho". El hombre insiste en hacer algo, en pagar algo; quiere merecer la salvación. Dios dice que está hecha; no hay nada que hacer. Jesucristo lo hizo todo.
La salvación, amigo mío, es un don. "La dádiva de Dios es vida eterna" (Romanos 6:23). ¿Qué puedes hacer para ganar un regalo? Si lo pagas, ya no es regalo. Si haces algo para conseguirly, luego tienes derecho a él, y por tanto, ya no es un don. Un don es algo gratuito. Así es la salvación.
¿Qué pagó el hijo pródigo cuando volvió a su padre? (Lucas 15:11-32). Cuando me digas cuánto pagó, te diré cuánto debes pagar. Sabes que no pagó nada porque no tenía nada; estaba sin medios de ninguna clase. Así estás tú. La salvación, amigo mío, es sin dinero y sin precio. Porque Jesucristo ya la pagó, no se puede comprar.
¿Por qué debemos hacer lo que Cristo ya hizo? ¿No sufrió Él, derramó Su sangre y murió en la cruz por nosotros? ¿No hizo expiación por nuestros pecados? ¿Y no está Dios satisfecho con el sacrificio de Su Hijo? Entonces, ¿por qué añadir algo a la obra ya terminada de Cristo? La muerte de Cristo, Su sangre, es la que vale. El Señor Jesús lo pagó todo. ¡Ojalá creas en Él y le aceptes como el que llevó tus pecados para ser tu Salvador!
Oye ahora lo que dice la Palabra de Dios. ¡Qué clara es! ¡Qué enfática! "Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no es de vosotros, pues es don de Dios: no por obras, para que nadie se gloríe" (Efesios 2:8-9). "No por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho" (Tito 3:5). "Mas al que no obra, sino cree en aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia"...Dios atribuye justicia sin obras" (Romanos 4:5-6).
"No obra", "no por obras" y "sin obras". ¡Qué claridad! No por tus obras, ni por tus méritos; nada que puedas hacer te valdrá lo más mínimo. Es Cristo y sólo Cristo quien salva. Ven a Él, confía y descansa en Su obra terminada en el Calvario. Confía en Él en este momento y sé salvo para siempre.

adaptado del libro de Oswald J. Smith, NO HAY OTRA SALIDA (págs. 12-14)

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La Necesidad De Disciplina 
En La Educación De Nuestros Hijos

parte II

2. La Disciplina Enseña Las Consecuencias De Desobediencia Y Rebelión

“Por cuanto no se ejecuta luego sentencia sobre la mala obra, el corazón de los hijos de los hombres está en ellos dispuesto para hacer el mal” (Ec. 8:11).

     Algo ocurre en el corazón del que hace mal y no recibe corrección en seguida, sea niño o adulto. Ve que aparentemente se ha escapado del castigo por su transgresión. Entonces, su corazón, malo de entrada, es provocado a hacer más mal, a saltar más normas, ya que no le cuesta nada, y por eso lo hace. Lo vemos diariamente en nuestra sociedad, y cada vez más, donde el sistema “judicial” está en pleno fracaso. Entre largas esperas antes de los juicios, por un lado, y sentencias permisivas por el otro lado, el sistema va perdiendo su poder para impedir el mal, y por contrapartida, el mal aumenta. Pero dejemos a un lado el sistema de este mundo, porque no esperamos justicia de él, sino de Dios. El tema que estamos considerando es la educación y corrección de nuestros hijos, y en casa observamos lo mismo que en el mundo. Cuando aplicamos corrección bíblica de forma inmediata, en lugar de alzar la voz, amenazar, contar hasta tres, o dar una oportunidad más, etc., estamos enseñando a nuestros hijos que desobedecer lleva consecuencias desagradables. Al enseñar esto al niño, estamos contribuyendo a su obediencia futura, y a nuestro futuro descanso y contentamiento con ellos. Todos desean que sus hijos vivan bien, que sean adultos responsables y formales. Pero como creyentes, nosotros deseamos más, deseamos que agraden a Dios, y que vivan piadosamente para Su gloria. Debemos hacer caso a la instrucción sagrada: “Corrige a tu hijo, y te dará descanso, y dará alegría a tu alma” (Pr. 29:17). ¡Más de una madre cansada y nerviosa podría hacer buen uso de las promesas de este texto en su casa!  Estoy convencido de que las madres que crían mal y consienten a sus hijos, forman con ellos el instrumento de su propia infelicidad. El desánimo y la depresión pueden surgir por falta de atención a lo que Dios dice acerca de cómo criar a los hijos. Porque si tú haces lo que te da la gana con ellos, luego ellos harán lo que les dé la gana  contigo.
Otro beneficio maravilloso de la corrección bíblica, es apreciado cuando llega el momento de explicar el evangelio al niño. Encontramos que él ya tiene una base buena para comprender el evangelio, porque ha estado aprendiendo en casa el concepto de las consecuencias del pecado: “La paga del pecado es la muerte” (Ro. 6:23). ¿Qué quiero decir con esto?  Sencillamente, que el niño no tendrá problemas cuando comprenda que el Dios de amor, puede traer sobre el hombre las consecuencias de su propia maldad. La educación en casa, corrigiendo al niño cuando se porta mal, enfatiza los conceptos de justicia y responsabilidad en un ambiente de amor y piedad. Esto es bueno, no solamente en cuanto al aspecto espiritual, sino también para todo el resto de la vida. A pesar de estos beneficios, los sociólogos, asistentes sociales, psicólogos, profesores, policías y aun personas que profesan ser consejeros cristianos, están abandonando el castigo físico como parte de la corrección. No sólo abandonan el precepto, sino que formulan leyes en su contra; pero cuando surja este conflicto tenemos que recordar que las leyes del Dios eterno vienen antes que las de los hombres mortales y volubles. ¿Quién es el hombre para prohibir lo que Dios manda? ¡Según el estándar divino, esas personas son culpables de contribuir a la delincuencia de menores de edad!  “Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos” (Sal. 1:1).

3. La Disciplina Expulsa La Necedad Y La Insensatez
Para entender correctamente qué es necedad, tenemos que distinguir entre el uso popular del término y el significado bíblico. Cuando un servidor era niño, con mis tres hermanos a veces nos pasábamos de bromas, chistes y alborotos en casa. Como puedes imaginar, esto puede llegar a ser una prueba de nervios para los padres. Al final, cuando mi padre había sufrido lo suficiente, nos solía parar diciendo algo como: “¡ya vale de tonterías!”  Lo decía en serio, y lo sabíamos muy bien, e inmediatamente las cosas se tranquilizaban. Sabíamos perfectamente bien, que nuestro padre quería quitar la molestia de los gritos, la risa tonta, las payasadas, etc. A todo eso él lo llamaba “tonterías” o “necedad”, con el resultado de que llegamos a hacer más o menos una equivalencia en nuestra mente, entre tontería, necedad y las payasadas y risas tontas. 
Pero cuando la Biblia habla de “necedad”, no se trata de gastar bromas, partirnos de risa y llenar la casa con el sonido de: “je, je, je”. Y es aquí que el castellano, como tú ya sabes antes de que te lo diga, distingue mejor que el inglés, que la “necedad” es algo más serio que “tontería”. El necio es caracterizado por la necedad, que según lo define el diccionario, lo presenta como imprudente o falto de razón; terco y porfiado en lo que dice y hace, con presunción. Además de esto, el retrato bíblico del necio es algo bastante grave. En Proverbios aprendemos que el necio es la persona obstinada, voluntariosa, autónoma, e independiente que tiene la tendencia de hacer mal, ocasionar problemas, y resistir o rechazar la corrección y la sabiduría. Generalmente el necio se resiente y resiste la corrección, porque afrenta la opinión alta de sí mismo e impide la costumbre de salirse con la suya. Como resultado, el necio no entiende el valor de la corrección, sino que lucha en contra de ella. No es un problema que se da solamente en la educación de los hijos, sino que hay adultos necios, y ¡ay de la iglesia o la familia que los tiene en medio! Por otra parte, el sabio la ama, la recibe porque sabe que le hará bien, y como resultado, crece por medio de ella. Es muy edificante leer el libro de Proverbios y hacer dos columnas de citas en un bloc de notas: una columna para todas las que describen al sabio, y otra para las que describen al necio. En cuanto al necio, a continuación vienen algunas de las muchas que le retratan:

“...los necios mueren por falta de entendimiento” (10:21).
“El camino del necio es derecho en su opinión...” (12:15).
“...apartarse del mal es abominación a los necios” (13:19).
“Los necios se mofan del pecado...” (14:9).
“El necio menosprecia el consejo de su padre...” (15:5).
“...el hombre necio menosprecia a su madre” (15:20).
“La necedad es alegría al falto de entendimiento” (15:21).
“El hijo necio es pesadumbre de su padre, y amargura a la que lo dio a luz” (17:25).

Como puedes ver, la necedad es un pecado y un problema grave, porque forma parte de la tendencia del corazón no regenerado que mora en cada uno de nosotros. Se manifiesta en lo que llamamos “la carne” y “el egoísmo”. ¿La tienen todos los niños?  Sí. Sólo el Señor Jesucristo fue concebido sin pecado y nació impecable. Su bendita madre y todos los demás nacidos de mujer han nacido pecadores. El Salmo 51:5 dice: “He aquí, en maldad he sido formado, y en pecado me concibió mi madre”. Ahora bien, este texto no significa que el acto de concebir un hijo en matrimonio sea pecado. Hebreos 13:4 ya nos ha dicho que Dios consagra el lecho matrimonial. El versículo en el Salmo 51 significa que desde nuestra concepción tenemos una naturaleza pecaminosa, la cual es parte de la heredad que recibimos de Adán. Por naturaleza y desde el principio somos pecadores, ¡y no es nada que produzca orgullo!  Este es el problema fundamental detrás de todo comportamiento malo, y es la razón básica porque las ideas modernas y mundanas de la psicología, acerca de la “autoexpresión” y “autorealización”, están predestinadas al fracaso desde su concepción. Muchos ignoran la naturaleza humana y el origen de todos los problemas del hombre, y ese fallo fundamental descalifica de entrada a todos los que pretenden aconsejar y orientar a otros con esas ideas. Bruce A. Ray, en su libro, No Rehuses El Corregir, dice:

“La expresión propia es el ideal del educador moderno. Se nos dice que no hemos de cohibir o restringir a nuestros hijos, sino que hemos de estimularlos a que se expresen. ¡Pero la Biblia dice que el yo que les instamos a que expresen, es pecaminoso!  La expresión del yo pecaminoso sólo puede causar daño. No es de extrañar, pues, que los mismos educadores hallen necesario en muchas de nuestras grandes ciudades a patrullar los corredores de las escuelas secundarias, con policía armada de pistolas, porras, “mace” y gas lacrimógeno... La permisividad no es la estrategia de las Escrituras; es la estrategia del diablo” (No Rehuses El Corregir, op. cit. pág. 30).

“La necedad está ligada en el corazón del muchacho...” (Pr. 22:15). “Se apartaron los impíos desde la matriz; se descarriaron hablando mentira desde que nacieron” (Sal. 58:3). ¿Cuál es la solución de este problema?  El discípulo del Señor Jesucristo sabe que el único remedio se encuentra en las Escrituras, y ellas dicen claramente: “...la vara de la corrección la alejará de él” (Pr. 22:15). Así dice el Señor que nos hizo.
Puede que alguien diga, como he escuchado a algunos padres decir de tanto en cuando: “Pero yo le he corregido como tú decías, y no funciona. Mi hijo solamente se enfurece conmigo, se va y lo hace [desobedece] de nuevo”. Comprendo completamente su frustración, y sé que esto ha acontecido muchas veces, incluso lo he observado en nuestra propia familia en alguna ocasión. Pero esto no invalida el consejo divino de Proverbios 22:15, ni constituye una prueba de que la corrección no funcione. Lo que sí demuestra, es que la vara no ha sido aplicada todavía lo suficiente como para alejar la necedad del niño en este caso. Es que esto no es una teoría, sino un precepto de la Palabra de Dios. Dios no se equivoca, pues es nuestro Hacedor, y Él aconseja la vara. Entonces, la vara hará su trabajo si nosotros persistimos aplicándola, en amor, no en ira, sino con firmeza, acompañada de palabras de corrección. Para decirlo de otra manera, una buena corrección con la vara vale más que miles de advertencias y amenazas. Si administras la vara correctamente, con firmeza y amor, reducirás la posibilidad de tener que repetir la sesión en seguida. Muchos padres deberían tomar nota, que corrigen a sus hijos con desgana, con doblez de corazón, cumpliendo pero no pensando en alcanzar el objetivo, quizás porque les sabe mal corregir con vara, porque tienen miedo de dañar al niño, o porque están cansados u ocupados con otras cosas. Cumplen superficialmente, quizás, y así cuando tienen que volver en seguida a corregirle por la misma desobediencia, la reincidencia inmediata debe funcionar como una lucecita roja que parpadea para decir: “no me has corregido bien, no has alejado la necedad de mí”.
continuará, d.v., en el siguiente número

Carlos Tomás Knott, del libro DISCIPULADO EN EL HOGAR.




jueves, 1 de noviembre de 2012

EN ESTO PENSAD -- noviembre 2012


EL

escribe William MacDonald

“El que creyere y fuere bautizado, será salvo; más el que no creyere, será condenado” (Marcos 16:16).

Si este fuera el único versículo en las Escrituras que aborda el tema,
podríamos concluir justificadamente que la salvación se consigue por la fe más el bautismo. Sin embargo, hay 150 versículos más en el Nuevo Testamento que condicionan la salvación a la fe sóla. Por lo cual concluimos que uno o dos versículos como el de este día, no pueden contradecir a los otros 150.

   Aunque el bautismo no es esencial para la salvación, es indispensable como expresión de obediencia. La voluntad de Dios es que todos los que han confiado en Su Hijo como Señor y Salvador, se identifiquen públicamente con Él en las aguas del bautismo de los creyentes.
    El Nuevo Testamento no contempla tal anomalía como la de un creyente sin bautizar. Esto supone que cuando una persona es salva, se bautizará. En el libro de los Hechos, los discípulos practicaban lo que podríamos llamar el “bautismo instantáneo”. No esperaban tener un buen grupo, ni un servicio formal ni el confortable escenario de un local de iglesia, sino que, sobre la base de su profesión de fe, la persona era bautizada sin demora.
    La secuencia entre creer y ser bautizado es tan estrecha que la Biblia habla de ambos simultáneamente: “El que crea y sea bautizado...” En nuestro afán por evitar la enseñanza no bíblica de la regeneración bautismal, permitimos con frecuencia que el péndulo vaya demasiado lejos en la dirección opuesta. La gente se queda con la idea equivocada de que en realidad no importa si se bautizan o no. Pero sí importa.
    Oímos a veces a alguien que afirma con mucha verbosidad: “para ir al cielo no necesito estar bautizado”. Generalmente contesto: “Sí, es verdad, usted puede ir al cielo sin ser bautizado, pero se quedará sin bautismo por toda la eternidad”. No habrá oportunidad para el bautismo allá en el cielo. Acudir al bautismo es uno de los actos en los que podemos obedecer al Señor ahora o nunca.
    Todos los que han confiado en Jesucristo como Señor y Salvador no deben posponer el tiempo de su bautismo. De este modo se identifican con Él en Su muerte y resurrección y se comprometen públicamente a caminar con Él en novedad de vida.

de su libro DE DÍA EN DÍA, lectura para el 28 de junio, Editorial CLIE

Nota del editor: No se trata de bautizar a los infantes o niños, pues no hay ejemplo ni enseñanza a favor de esto en el Nuevo Testamento. Los apóstoles evangelizaron principalmente a los adultos, además, es necesario hacer esto para establecer iglesias.

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EL MILENIO = Mil Años Literales

El milenio no es ninguna idea ni teoría de escuelas teológicas, ni una filosofía, ni es invento humano ni sueño utópico, sino que es lo que dice la Palabra de Dios. Es el plan y la promesa de Dios. Seis veces en Apocalipsis 20:1-7 dice “mil años”. ¿Qué significa esta expresión? Por supuesto, significa 1.000 años, no figurados ni espiritualizados sino literales y contables. He aquí las tres creencias principales acerca del milenio:

Los Amilenarios  (es incorrecto decir "amilenialista", etc.)
Lo espiritualizan, como Agustín, basándose en la interpretación alegórica, no literal, de las Escrituras. Dicen que no significan años literales. Así que, no creen en el reino milenario de Cristo, ni que Israel tenga futuro, a pesar de Romanos 11:1-29. Es una interpretación que desciende de Agustín y la teología católica romana.

Los Posmilenarios
Creen que Cristo vendrá después de los mil años, que primero la iglesia tiene que dominar el mundo, establecer la justicia, y luego, Cristo vendrá. Por esto se meten mucho en la política y obras sociales, intentando mejorar el mundo, a pesar de 2 Timoteo 3:13.

Los Premilenarios
Las promesas y profecías son literales. Jesucristo viene justo antes de los mil años, establecerá el reino y reinará, desde Jerusalén. ¡No puede haber reino sin venir primero el Rey! Israel tiene futuro. Dios cumplirá con Israel el pacto unilateral hecho con Abraham (Gn. 12:1-3) y confirmado posteriormente a Isaac y Jacob.

     Algunos amilenarios suelen usar Salmo 90:4 y 2 Pedro 3:8  “un día como mil años”, para enseñar que “mil años” es solamente una figura. Pero observamos que la expresión “como” es un símil, una comparación, no una fórmula matemática. “Con el Señor”, que mora en la eternidad y no está sujeto a tiempo como nosotros, ciertamente es así. Pero no con nosotros los seres humanos ni en este mundo nuestro. A nosotros los  mil años son mil años. Los mil años no son una figura de nada, sino que son mil años literales. 
Sólo en un reino literal de mil años pueden cumplirse literalmente todas las promesas hechas a Israel desde los tiempos de los patriarcas. ¡Y así se hará! 

William Randolph, en su excelente libro  CLAVES PROFÉTICAS, desecubre las raíces católicas del amilenarismo:


LA PROCEDENCIA HISTÓRICA DEL AMILENARISMO

Tiempo de Cristo:
Los judíos piadosos consideraban la Escritura como ................Literal
(Hch. 1:6,  “Señor, ¿restaurarás el reino a Israel en este tiempo?”)

Tiempo de Cristo:
El Señor Jesús consideraba la Escritura como...........................Literal  
(Mt. 5:18, “Porque de cierto os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde                  pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido”.)

Siglo II:
La iglesia primitiva consideraba la Escritura como......................Literal
(Los escritos de los llamados "padres apostólicos", tales como Policarpo e Ireneo, lo evidencian.)

Siglo III:
Orígenes y Filo consideraban la Escritura como........................Alegórica
(Esto resultó al intentar reconciliar la teología con la filosofía de Platón.
Este nuevo punto de vista se convirtió en el oficial para la Iglesia Católica Romana)

Siglo IV:
Agustín, obispo de Hipona (354-430 d.C.) consideraba la Escritura:
si hacía referencia al futuro, como............................................Alegórica 
si no hacía referencia al futuro, como.  .....................................Literal

Siglos VI al XII:
El Oscurantismo:
El punto de vista Católico Romano revisado de las Escrituras...Agustiniano

Siglos XV y XVI:
La Reforma:
Lutero, Calvino, etc. continuaron considerando las Escrituras
desde el punto de vista.............................................................Agustiniano

Martín Lutero y otros reformadores, al salir de la Iglesia Católica Romana, llevaron consigo estas ideas contaminadas por el punto de vista agustiniano de las Escrituras. Ésa es la base histórica del amilenarismo.


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El Señorío De Cristo Y La Conversión


“El evangelio que tenemos en la Biblia es el evangelio del reino de Dios. Presenta a Jesús como Rey, Señor, la autoridad máxima... pero en los últimos siglos algunos vienen predicando otro evangelio, un evangelio centrado en el hombre. Es el evangelio de la gran oferta, el evangelio de la ganga, de la oportunidad especial e irresistible... los evangelistas dicen: “Pobre Jesús; está llamando a la puerta de tu corazón. Por favor, ábrele la puerta. ¿No le ves ahí fuera, en la nieve y el frío? ¡Pobre Jesús, ábrele la puerta!” No es de extrañar que el oyente piense que podría hacerle a Jesús un gran favor si viene a ser un cristiano” (Juan Carlos Ortíz, Discípulo, p. 12).
“Hay miles de personas que han tenido alguna experiencia emocional que ellas llaman conversión, pero que nunca han sido verdaderamente convertidas a Cristo. Jesucristo demanda un cambio en nuestra manera de pensar y vivir, y si la vida no corresponde a la profesión, si la experiencia, sea cual sea, no da la talla que la Biblia indica que es una conversión, entonces tenemos que dudar de la experiencia, no de la Biblia”. (anónimo)
“No sugerimos ni por un momento que toda alma recién nacida de nuevo tenga (o podría tener) la plena comprensión intelectual de todo lo que está implicado en la soberanía del Salvador. Tal comprensión viene poco a poco en el despliegue de la vida, experiencia por experiencia. Es el desarrollo espiritual que profundiza gradual y continuamente...en el cual el Espíritu Santo, obrando en el alma la obediencia de fe, nos conduce a comprender más y mejor lo que Dios ha revelado”. (Reginald Wallis, The New Sovereignty ("La Nueva Soberanía", p. 56). “No hay rebeldes en el reino de Dios”  (Wallis, op cit., p. 46).


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¿POR QUÉ MURIÓ EL BURRO?

Una vez cuando viajaba en un coche por el campo, vi un burro cerca de la carretera, tan flaco que parecía sólo cuero y huesos.
“¡Pobre borriquito!” – me dije – “Seguramente está enfermo”.
Al acercarme vi que alguien le había amarrado la boca. No la podía abrir; la cuerda le cortaba como cuchillo; la sangre le pintaba la nariz. Frené y me acerqué con deseos de ayudarlo. Quise librarlo de la cuerda. Sentía satisfacción de poder tratarlo con misericordia. Pero de repente el animal comenzó a correr, dejando una nube de polvo tras sí. Ni siquiera pude tocarlo. Menos quitarle la cuerda.
Tristemente regresé al coche. Una semana después pasé por el mismo sitio. Encontré el cadáver del burro. La cuerda, teñida de sangre, todavía le ataba la boca. Me pregunté entonces: “¿Por qué murió el burro?”  ¡Pues porque alguien le amarró la boca! Era cierta la respuesta, pero no me dejaba satisfecho. Pues, a pesar de ellos, el burro tuvo una oportunidad de escapar de la muerte. Yo hubiera podido librarlo.
Me vino una segunda respuesta: El burro murió por interpretar mal mis intenciones. Temía que yo le iba a hacer algún daño. Desgraciadamente esa equivocación le costó la vida. Si el burro hubiera comprendido mi deseo, hubiera aceptado mi oferta.
Realmente, reflexionando un poco más, se entiende el comportamiento del animal: ¡era un burro! ¿Cómo podía entenderme? Hay que perdonarle al pobrecito su equivocación y su incredulidad.
Pero igual equivocación cometen muchos racionales, muy especialmente en lo espiritual. La Palabra de Dios nos enseña que Dios no quiere que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento (2 Pedro 3:9); y que Él “quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad” (1 Timoteo 2:4). Muchos han oído que Cristo murió por nosotros. Saben que “Cristo murió por nuestros pecados conforme a las Escrituras” (1 Corintios 15:3); que en Él “tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados por las riquezas de su gracia” (Efesios 1:7); que Cristo invita: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (Mateo 11:28); y que Él afirma: “Al que a mí viene, no le echo fuera” (Juan 6:37).
Algunas personas han aceptado estas promesas de Dios y han sido libradas del pecado. Han encontrado vida abundante y eterna. Pero otras no. Cuando Jesucristo vino, hubo quienes interpretaron mal sus intenciones. Él les dijo: “Y no queréis venir a mí para que tengáis vida” (Juan 5:40).
No eran burros en sentido despectivo, pero se portaron como el animal del relato. Hoy en día hay muchos que cometen semejante equivocación. Me refiero a que el burro murió por interpretar mal mis intenciones. No sea Usted así con Dios.


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La Necesidad De Disciplina 
En La Educación De Nuestros Hijos

Cada edificio tiene un fundamento. Cuanto más grande el edificio, más fuerte tiene que ser el fundamento para apoyar toda la estructura. Educar a los hijos es semejante a edificar un edificio, y el fundamento en este sentido figurado, para ilustrar, sería la disciplina. Cuando edificamos algo, primero ponemos el fundamento, y así es con nuestros hijos. 
Para que sea provechosa nuestra educación de ellos, necesitan en el fondo una actitud receptiva y atenta a la instrucción, la cual vamos a conseguir mediante la disciplina bíblica. Pero esto no es todo, porque después enseñamos a los hijos los preceptos de la vida, instrucción en justicia, los cuales forman la estructura. Puedes criar a un hijo sin disciplina, pero no lograrás mucho más que verle crecer físicamente, y tal vez ni esto. Sin el buen fundamento no podrás sobreedificar mucho en su vida. 
No es que los niños no puedan aprender. Me atrevo a decir que gran parte del problema son los padres (y los abuelos también muchas veces). Si sólo los padres se pusieran firmes y fueran constantes en la educación de sus hijos, los hijos aprenderían. Los niños son muy observadores, inteligentes y capaces de aprender. Pero los padres tienen que tomar en serio su responsabilidad y no ser vacilantes, blandengues, perezosos, egoístas, etc. Es triste y trágico ver a los padres consintiendo a sus hijos, creyendo que están enseñándoles el amor, dejándoles que se acostumbren a salirse con la suya y manipular todo a su alrededor, que es en efecto criar unos monstruos que después serán soltados para trastornar el mundo. Humanamente hablando, y así hablamos, de nuestra responsabilidad humana, los años sin disciplina dejarán al niño marcado, y limitarán su eficacia cuando sea adulto. Dios puede enderezar lo torcido, claro que sí, pero esto no da excusa a ningún padre a torcer a sus hijos cuando sabe que Dios no lo quiere. Esto sería el error de los que dicen: “perseveremos en el pecado para que la gracia abunde”, y la respuesta apostólica es: “En ninguna manera” (Ro. 6:1-2). Proverbios 25:28 dice: “Como ciudad derribada y sin muro es el hombre cuyo espíritu no tiene rienda”. Así que debemos enseñar disciplina y dominio propio a nuestros hijos, recordando la ley de la siembra y la cosecha. La Biblia dice: “Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él” (Pr. 22:6).
Considera el testimonio de Susana Wesley, la madre de Juan y Carlos Wesley, quienes junto con Jorge Whitefield fueron hombres claves en el avivamiento de Inglaterra y de las colonias americanas durante el siglo XVIII. Ella escribió lo siguiente en cartas a su familia acerca de la educación de los hijos. Habló de cómo ella les educó y cómo ellos debían educar a sus hijos, esto es, a los nietos de Susana. Pocos abuelos hoy muestran esa sabiduría:

“Para formar la mente de los niños, lo primero que hay que hacer, es conquistar su voluntad y traerles a un estado y temperamento obediente. Formar el entendimiento del niño es una obra que requiere tiempo, y un proceder gradual según ellos puedan recibirlo; pero la sujeción de la voluntad es algo que tiene que ser hecho en seguida, y cuanto antes, mejor. Porque si descuidamos la corrección puntual, ellos contraerán una actitud obstinada y terca, que después será difícil conquistar, y nunca será conquistada sin tanta severidad que duela al padre tanto como al niño. En la estimación del mundo, son benignos e indulgentes los que yo llamo padres crueles, porque permiten a sus hijos adquirir hábitos que saben que después van a tener que quebrantar” (The Journals Of John Wesley, Perry Parker: John Wesley, Moody Press, Chicago, 1979, pág. 105).

Los Ocho Propósitos De La Disciplina

Cada padre/madre o futuro padre/madre, se haría un favor, si estudiara bien esta sección, memorizando los ocho propósitos y ante todo, recordando las Escrituras asociadas con cada punto, y meditando frecuentemente sobre ellos durante los años que esté criando hijos. Bruce E. Ray, en su excelente libro, No Rehuses El Corregir, dice:

“...el objeto de toda corrección según la Biblia es ayudar a nuestros hijos a ser discípulos obedientes de nuestro Señor Jesucristo. Todos los actos de los padres en cuanto a guía, disciplina y corrección deben estar regidos por este motivo supremo, que tiene implicaciones de tremenda importancia con respecto al método de la aplicación de la corrección” (No Rehuses El Corregir, Bruce Ray, CLIE, pág. 51).

No debemos disciplinar a nuestros hijos de una manera egoísta, caprichosa o variable. No debe haber mareas altas y bajas en nuestro proceder con ellos, sino una mano estable y consistente sobre el timón. Debemos aplicar la disciplina bíblica en amor, con firmeza y deliberadamente para la gloria de Dios.  A continuación nos detendremos para considerar en detalle cada uno de estos ocho puntos:

Ocho Propósitos De La Disciplina Y Corrección Bíblica

1. Manifestar amor genuino.
(Proverbios 13:24; Hebreos 12:6, 8)

2. Enseñar las consecuencias de desobediencia y rebelión.
(Eclesiastés 8:11; Romanos 13:1-5)

3. Expulsar la necedad del corazón.
(Proverbios 22:15)

4. Instruir en justicia.
(Proverbios 29:15)

5. Quebrantar la voluntad y el espíritu.
(Salmo 32:4; 51:17)

6. Enseñar la obediencia a toda autoridad correctamente constituida.
(Juan 3:12; Hebreos 12:11; Romanos 13:1-5)

7. Dar descanso, satisfacción y alegría a los padres.
(Proverbios 23:13-14; 24:24; 29:17)

8. Obedecer y así agradar a Dios, quien nos da los hijos.
(Salmo 127:3-5; Efesios 6:4)

1. La Disciplina Manifiesta El Amor Paternal Y Preocupación Por El Bien Del Niño

Proverbios 13:24 y Hebreos 12:6-8 se unen para enseñarnos que no tenemos que “equilibrar la disciplina con el amor” como algunos dicen hoy en día. ¿Por qué no?  Porque la disciplina ES amor. Amor y disciplina no están en extremos opuestos del cuerpo de enseñanza. Los que verdaderamente aman a sus hijos lo van a demostrar, no a través de la permisividad, ni de la corrección que se queda en palabras y nada más, sino con la corrección que acompaña el uso diligente de la vara. Diligencia quiere decir, no actuando con pereza, no haciendo la vista gorda, no disculpando al niño  por las circunstancias ("está cansado", etc.), ni perdonándolo cuando llora o profesa estar arrepentido antes de ser corregido. Si dicen "lo siento, Mamá", responde con amor pero con diligencia ante el Señor. Por ejemplo: "Yo también lo siento, cariño, y el Señor más, pero ahora tengo que corregirte como Dios manda". Significa ser puntual, sincero, y eficaz en la aplicación de la vara.
Nuestro problema es que confundimos el amor con las emociones. Si pensamos en el amor como una emoción, razonamos, que lo que hace al niño sentirse bien, contento y cómodo, es amor. Con esto como punto de referencia, la corrección con la vara desaparece prácticamente, excepto tal vez en algunos casos muy raros y extremos, como por ejemplo si el niño desafía descaradamente a sus padres. Aun el Dr. James Dobson, a quien muchos siguen como el gurú de la familia desde que escribió su primer libro, Atrévete A Disciplinar, tiene una posición débil y no bíblica respecto a la corrección. Él aconseja reservar la vara para casos extremos, pero la Biblia no dice esto, sino que dice que la vara es para corregir al niño desobediente. Parte del problema está en que nadie puede definir bíblicamente cuáles son los casos extremos. Así que, ante la duda, los padres abandonan el uso de la vara, francamente porque es más cómodo a corto plazo, pero pagarán después. Es triste verles abandonar una de las principales herramientas que Dios ha dado para la educación de los hijos: la vara. ¿Y cómo pretenderán demostrar a sus hijos, y peor, a Dios en el Tribunal, su amor, cuando no guardan Su Palabra?  Dios dice: “El que lo ama, desde temprano lo corrige”.
continuará, d.v., en el siguiente número

Carlos Tomás Knott, del libro DISCIPULADO EN EL HOGAR


miércoles, 3 de octubre de 2012

EN ESTO PENSAD -- octubre 2012


Viviendo Entre Muertos

Una señora, anciana de 90 años, fue entrevistada. Vivía sola y se gloriaba de estar muy bien físicamente. Vivía en un cementerio, lugar en que había pasado casi toda su vida.
Casada a los 18 años, su marido era enterrador; y desde entonces su hogar era la Casa de los Enterradores en aquel pueblo. Allí nacieron sus hijos, y en una palabra, allí tejió la corona de sus alegrías y penas, que constituían su larga vida, corriente como la de cualquier ser humano.
Un día le preguntaron si no tenía miedo de vivir en aquel lugar. “¡No!” respondió convencida. “Siempre estoy con todos los míos, y ellos, aunque muertos, están conmigo continuamente: mi marido, mis padres, todos están enterrados aquí y yo puedo visitarles, adornar sus tumbas... ¿no creen que es algo precioso?” ¡Parecía feliz, muy feliz entre los muertos!
De verdad que esa entrevista me ha impresionado, porque – yo creo – que muchos llamados creyentes se encuentran felices en medio de un mundo de muertos vivientes; gentes evangélicas que tienen nombre de que viven, pero que están MUERTOS espiritualmente (Ap. 3:1); muy bien lo expresaba Bécker: “Muertos son los que tienen muerta el alma y viven todavía”.
Las reuniones y tradiciones evangélicas no pueden otorgar vida espiritual ni garantizar la llegada al cielo de los que fielmente practican su religión. La Palabra de Dios nos advierte: “Dios nos ha dado vida eterna, y esa vida está en su Hijo. El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida” (1 Jn. 5:11-12).
Consultados los versículos del 3 al 5 en el mismo capítulo, vemos que esta vida no se define únicamente en términos de duración, “eterna”, sino también en términos de lo que amamos, lo que hacemos y lo que vencemos: amor, obediencia, victoria. ¿No tienes esta clase de vida? Será porque no tienes al Hijo, y entonces estás muerto todavía. Por otra parte, si tienes al Hijo, tienes la vida, pues son inseparables. No existen cristianos que tengan al Hijo pero por alguna razón les falta la vida y las señales de vida. Entonces, ¿cuál es el veredicto en tu caso, amigo que profesas ser creyente? ¿Estás muerto o vivo?
Hermanos, los que tenemos al Hijo y la vida, debemos andar con cuidado, porque aún vivimos tiempos de decadencia espiritual. El adversario anda alrededor como león rugiente, buscando a quién devorar. Si no reposamos en el Señor Jesús, gozando de la comunión diaria con Aquel que murió por nuestros pecados y resucitó para nuestra justificación, entonces venimos a ser como los que son muertos pero tienen apariencia de vivientes (Ap. 3:1). El Señor Jesucristo nos invita aquí y ahora en Efesios 5:14, “Despiértate tú que duermes entre los muertos, y te alumbrará Cristo”.
Adaptado de material recibido del Centro Cristiano, Valencia

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El Invasor de Nuestros Hogares


     La invasión que ha afectado a nuestros hogares ha sido insidiosa, aunque ciertamente no silenciosa. Efectuó su entrada el día en que compramos un televisor. Recuerdo, cuando joven, que se nos prohibía ir al cine, a veces con dichos insensatos, como: "Si vas al cine va a regresar Jesús en las nubes y allí en el teatro te dejará". Temblábamos al cruzar por el frente de un cine, sin ni aun atrevernos a leer los carteles pecaminosos, al contrario, mirábamos hacia arriba, al cielo, para ver si acaso Jesús se asomaba. Pero ahora, ¿qué ha pasado? Un aparato en el lugar más central de la sala proyecta exactamente las mismas películas —a veces algunas mucho peores— y ahí inmóviles las tragamos todas.
"Oh, incongruencia, ¡eres una joya!" decía el sabio Shakespeare, sin imaginar que nosotros los evangélicos seríamos los más incongruentes con nuestras reglas morales.
Ese aparato nos hace posible viajar por el mundo sin límites de distancia ni de idiomas. Nos abre la puerta al pensamiento más raro y a las costumbres más extrañas, al punto que ya nada nos parece ni raro ni extraño. A don Francisco lo hemos hecho más real y atractivo que a los vecinos del barrio, y a Sábado Gigante el entretenimiento más gustoso de la semana —preferible antes que el culto dominical. Ya, al ver cómo se visten (o dejan de vestirse) las chicas en la televisión, ese modo de vestir es el mismo que lucen nuestras hijas en las calles. Y la lujuria en los ojos de los hombres que las admiran, es la manera aceptable de ver al sexo opuesto.
En nuestros hogares, por medio de un simple aparato, ha penetrado el mundo, y lo tildamos de "avances técnicos". Por esa pantalla —y no desde el púlpito— fluyen los conceptos de moralidad, de conducta, de pensamiento, de modernidad. Ese pequeño aparato toma los pensamientos de la gente más impía —antidiós— del mundo y los filtra, pedacito por pedacito, a nuestras salas en maneras que los podemos saborear, masticar y digerir, sin darnos cuenta de lo lejos que están de Dios y su Santa Palabra.
Con un poder casi omnipotente nos dominan esas imágenes que destellan hora tras hora, día tras día. Nuestra frágil psiquis, bajo el peso de tanta información, rápidamente pierde su capacidad para discernir entre lo bueno y lo malo.
¿Qué posibilidad tienen los pastores, una vez a la semana, de contrarrestar toda esa falsedad en cosa de una hora? Lo que hemos estado viendo, escuchando y aceptando un promedio de ochenta y seis horas a la semana es tan persuasivo que, cuando oímos la verdad divina los domingos, nos es casi imposible reconocerla como verdad de Dios. 
Bajo tal influencia, ¿quién gana? ¿Dios o el mundo?
Pregúntele a un joven cristiano promedio lo que opina acerca del divorcio. Hoy, para la mayoría es una opción aceptable, a pesar de que Dios dice que "odia" el divorcio (Mal 2:16). Pregúntele lo que opina del sexo fuera del matrimonio, diría que eso no es pecado, no importa lo que Dios dice. Pregúntele respecto a la mentira, el alcohol, la danza, las drogas, el placer y encontrará que para él todo es relativo, no hay una verdad absoluta. Pregúntele acerca de lo más importante en la vida, diría que es gozarse, disfrutar de la vida. Hoy, ¿a quién se le ocurre que lo más importante de la vida es agradar a Dios y buscar la voluntad de Él? La gran mayoría de las respuestas de la juventud cristiana moderna a las preguntas fundamentales de la vida es mucho más afín a lo que creen los no creyentes que a lo que enseña la Palabra de Dios.


Thompson, L. (2001). El arte de ilustrar sermones (145). Miami, Florida: Editorial Portavoz.

NOTA: ¿Cuántos creyentes teleadictos leerán esto pero no quitarán la tele de su casa?

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¡EL RAPTO ES INMINENTE!

      La palabra inminente viene del latín: "inmineo, inminere", y significa: "que amenaza y está para suceder prontamente".  De ahí que significa "pendiente" o "cercano". Un suceso inminente es como algo que pende sobre nosotros, que está a punto de caer, algo que podría suceder en cualquier momento.  Podrían suceder otras cosas antes, pero no es necesario que sucedan antes de lo que es inminente. 
La venida inminente de Cristo debe tener un efecto práctico increíble en las vidas de cristianos individuales y también la iglesia como entidad. El hecho de que el glorificado y santo Hijo de Dios podría venir por la puerta del cielo en cualquier momento, debería según Dios ser una motivación fuerte e incesante para vivir en santidad y servirle agresivamente (incluso misiones, evangelización e instrucción bíblica). También debería ser gran remedio para la letargia y apatía. Debe hacer una gran diferencia en los valores, las prioridades y las metas de todo cristiano”. Renald Showers, págs. 255-6 de su libro: Maranatha, Our Lord Come! (“Maranata, ¡Ven Señor Nuestro!”)
Spurgeon comentó respecto a 1 Juan 2:28. “Y ahora, hijitos, permaneced en él, para que cuando se manifieste, tengamos confianza, para que en su venida no nos alejemos de él avergonzados”. La fecha de esa venida nos es ocultada. Ningún hombre puede decir cuándo Él vendrá. Vela y está siempre preparado, para que no seas avergonzado en Su venida. ¿Debe el cristiano entrar en la compañía y las diversiones mundanas? ¿No tendría vergüenza si viniera su Señor y le hallara entre los enemigos de la cruz? No debo ir a donde me daría vergüenza ser hallado cuando venga repentinamente mi Señor”.


C. H. Spurgeon, 12 Sermons On The Second Coming of Christ (“12 Sermones Sobre La Segunda Venida de Cristo”), Baker Book House, pág. 134

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EL LIBRO DEL MES



La lectura es una parte importante de la vida cristiana. Considerad el ejemplo de un hermano hondureño, casado y trabajando, que se comprometió voluntariamente a leer dos libros cada mes, además de su lectura y estudio diario de la Biblia. Y en cambió en España muchos ni leen un libro al mes o al año, pero sí pasan horas incontables mirando la tele, el periódico, páginas en internet, chateando con su teléfono o con juegos como playstation, nintendo, xbox, etc. Es muy muy dudoso que tiempo gastado así pueda edificarnos, pero la lectura de un buen libro nos hace bien. ¡Hermanos, ánimo con la lectura de libros edificantes (¡comenzando con la Biblia!). Por ejemplo, este mes ofrecemos un libro excelente que ha sido revisado y mejorado. SÓLO UNA VIDA, por William MacDonald. ¡Uno al mes no es demasiado!

precio:  6 euros más IVA y gastos de envío

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¿Será Hoy Su Último Día?

    Amigo, no le deseo la muerte, pero ella alcanza a todos. ¿Cree Ud. que en aquella última mañana se despertará sabiendo que es su último día? Pese a cuánto intentamos alargar la vida con ejercicio, dieta buena y el mejor cuidado médico, el “último día” todavía llegará, y muchas veces sin aviso previo. ¿Cuántas personas antes de un choque fatal en carretera se imaginaban lo que venía? Y de los que miran la muerte por un segundo o dos antes de llegar, ¿cuántos supones tienen tiempo para dirigir sus pensamientos a Dios buscando la salvación? ¿No están más bien en terror extremo, o sufrimiento, buscando freneticamente cómo salir de una calamidad, despesperadamente intentando escaparse de la destrucción?
La tragedia con frecuencia viene repentinamente, sin aviso. Es chocante, sorprendente, y corta bruscamente todo placer y consuelo, destrozando la rutina normal de nuestra vida. “Como los peces que son presos en la mala red, y como las aves que se enredan en lazo, así son enlazados los hijos de los hombres en el tiempo malo, cuando cae de repente sobre ellos” (Eclesiastés 9:12). La tragedia “viene subita y repentinamente” (Isaías 30:13). Dios en Su misericordia no nos ha dejado sin aviso respecto a nuestro destino eterno, e implora a los pecadores que se arrepientan. “Volveos a mi reprensión; he aquí yo derramaré mi espíritu sobre vosotros, y os haré saber mis palabras” (Proverbios 1:23). “Si oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones” (Hebreos 4:7).
Puede que hoy sea su último día. El pasado se fue. El futuro es desconocido. Hoy, ahora mismo, es el único tiempo seguro que tiene. Si Ud. se va a volver a Dios y dejar sus pecados, no lo hará mañana, porque mañana nunca viene. ¡Hoy es el único tiempo que dispone! “He aquí ahora el tiempo aceptable; he aquí ahora el día de salvación” (2 Corintios 6:2). “No te jactes del día de mañana; porque no sabes qué dará de sí el día” (Proverbios 27:1).
¿Se imagina que un día despertará y dirá: “Hoy voy a morir, así que ahora arreglaré mis cuentas con Dios”? No, no es así, sino que se despierta cada mañana y comienza su rutina normal, sin considerar el fin de su vida. Es peligroso postergar el asunto de su responsabilidad por sus pecados. Existe “tiempo de nacer, y tiempo de morir” (Eclesiastés 3:2). “Está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio” (Hebreos 9:27). ¡Usted comparecerá ante Dios!
Dios pacientemente le ha dado tiempo, pero ahora le llama al arrepentimiento.  ¿Aplazará su respuesta, a Dios le hará esperar? Llegará el tiempo cuando será demasiado tarde, porque Dios ha dicho:  “No contenderá mi Espíritu con el hombre para siempre” (Génesis 6:3). “Después que el padre de familia se haya levantado y cerrado la puerta, y estando fuera empecéis a llamar a la puerta, diciendo: Señor, Señor, ábrenos, él respondiendo os dirá: No sé de dónde sois” (Lucas 13:25).
Estimado lector, hoy puede ser el último día que tiene para aceptar lo que Dios le ofrece en amor: el perdón de sus pecados y la salvación. Ante el Señor Jesucristo que murió por Ud. y resucitó, arrepiéntase de sus pecados. Confíe en Él para salva su alma. Hágalo ahora, ¡antes de que sea demasiado tarde! 

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Los Pasos De Alejamiento Del Señor

ilustrados en la vida de Simón Pedro.

1. Una voluntad no sometida, que no actúa como súbdita.

     La esencia de toda verdadera piedad es la sumisión absoluta de la voluntad humana para unirse con la divina. La falta de esta sumisión es prueba de un corazón santificado imperfecta o incompletamente, y eso podemos calcar en la vida de Pedro. Él no era tan reverentemente sumiso a la palabra de Cristo como tenía que ser. Eso se ve en dos incidentes. El primero fue cuando Cristo anunció Su muerte venidera y entonces Pedro le empezó a reconvenir. El segundo fue cuando se negó a dejar al Señor lavar sus pies, y después, cuando se vio obligado a permitírselo, él quiso ir más allá de la voluntad de Cristo y tener lavadas también su cabeza y manos.

2. Una confianza indebida en sí mismo.

La misma ley de piedad, la sumisión de nuestra voluntad a la de Dios, hace que abandonemos nuestra fuerza para tener el poder de Dios, y se manifiesta en cierta humildad y desconfianza en cuanto a nosotros mismos. Por eso Pablo declara: “Cuando soy débil, soy fuerte”, porque así anunció una gran ley de la vida cristiana, que la confianza en nuestro poder es debilidad, y el sentido de nuestra propia debilidad es poder porque nos conduce a asirnos de Dios. Pero esta vana confianza fue una de las características de Pedro. “Aunque todos se escandalicen de ti, yo nunca me escandalizaré” (Mt. 26:33), fue su jactancia precipitada. Él era totalmente honesto en su declaración, pero estaba descansando demasiado sobre su propia fuerza. Al hablar así manifestó el pecado de auto-confianza, y se desnudó de la protección que Dios da a los pobres y humildes que confían y suplican.

3. Negligencia en la oración.

El alejamiento comienza en el corazón, pero pronto se manifiesta en al aposento de la oración. Produce desgana y falta de fervor en cuanto a la oración, tanto en privado como en las reuniones; ocasiona negligencia en la oración, y resulta en la falta de ella. Así fue con Pedro. Nuestro Señor le pidió que orara junto con Jacobo y Juan en Getsemaní, mientras Él pasaba Su agonía de oración, pero en lugar de velar y orar, Pedro se durmió.

4. Inatención a las advertencias, resultando en hechos precipitados ante la tentación.

La impaciencia cuando uno es reprendido es una marca segura de alejamiento del Señor. La negligencia o inatención a las advertencias es el precursor seguro de una caída. Nuestro Señor advirtió a Pedro repetidas veces acerca de su peligro, y le aseguró de que Satanás le había pedido para zarandear como a trigo. Aun le declaró que le negaría tres veces antes que el gallo cantara. Pero a pesar de esas advertencias, él se precipitó y cayendo en tentación, pecó. Es una historia que se repite mucho.

5. Siguiendo a Cristo de lejos.

Pedro no se separó completamente de Cristo, ni tampoco se juntó completamente a Él. Era demasiado creyente para dejarle completamente, y demasiado incrédulo o alejado de corazón para seguirle completamente. Por eso le siguió de lejos, más cerca del mundo que del Señor. Así es con el creyente que se aleja. No puede renunciar a Cristo abiertamente, ni tampoco quiere renunciar abiertamente al mundo, así que con timidez sigue a Cristo de lejos, tanto que no se le puede distinguir del mundo.

6. Entreteniendo la tentación.

Pedro tenía que reconocer su propia debilidad, y por eso mismo él tenía que haber evitado la tentación. Pero en lugar de evitarla, se quedó delante de ella, cerca de ella y bajo su influencia hasta que se rindió, que es otra historia que desgraciadamente se repite mucho. Primero estuvo codeando con los enemigos de Cristo, a la puerta. Después entró en el palacio, y se sentó con los siervos delante del fuego para calentarse, escuchando sus injurias, burlas e insultos acerca de Cristo, sin decir una palabra en defensa de su Señor. Pensaba que se podía escapar en silencio, pasar desapercibido, pero fue reconocido y desafiado. Pretendió ignorar el sentido de la acusación de la criada. Fue acusado por segunda vez, y negó su discipulado. Otra vez fue acusado con más convicción, y entonces, para aparentar como un hombre vil entre ellos, comenzó a emplear la lengua sucia del pescador que hace mucho tiempo no había aparecido en él. Así llegó a lo más profundo del abismo. 
Los primeros pasos de alejamiento son como el comienzo de una avalancha. Primero hay las gotas que caen en silencio mientras que el hielo se derrite poco a poco. Después, cuando el último punto de resistencia cede, se deslizan unas piedras, va rodando un poco de tierra, por un momento tiembla toda la masa, y entonces todo se mueve, y desciende al abismo tronando horriblemente y con fuerza salvaje. Así es con los pasos sucesivos del alejamiento, y tristemente lo vemos ilustrado en el caso de Pedro.

T.V.  Moore, The Last Days of Jesus (Los Últimos Días de Jesús), 
1858, reimpresión por Estandarte de la Verdad, 1981, págs. 51-53. Traducido y adaptado.

Algunos Síntomas de Alejamiento del Señor

· pérdida de apetito espiritual 
· pereza y cansancio de lo espiritual 
· apatía, desgana en la vida espiritual
· crecido interés en las cosas del mundo
· mal humor, desánimo
· ingratitud, quejas y críticas constantemente
· debilidad, consentimiento de pecado 
· falta de gozo y gratitud al Señor
· falta de alabanza, por ej., no canta los himnos
· ojo vago que mira las cosas del mundo
· duerme o no presta atención en la reunión

"pruébese cada uno a sí mismo"  (1 Co. 11:28)

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Protección Bajo Autoridad

Bill Gothard, Jr.

      El uso de un paraguas o parasol para simbolizar la protección es algo comunmente entendido y aceptado. En algunos sectores de la industria aseguradora, la cobertura completa o “a todo riesgo” se llama “póliza paraguas”. En la Biblia, símbolos similares enseñan los conceptos de provisión, protección, gobierno y liderazgo.
Usamos este símbolo en relación con la familia para dar ánimo especial a los padres a proteger, instruir, liderar y proveer para sus esposas, hijos e hijas. También debe recordar a la familia que ningún padre es perfecto, pero si ellos oran por él y le animan, pueden aumentar su habilidad y motivación para cumplir las responsabilidades que Dios le otorga.
Además de lo de un padre, las Escrituras tienen otras comparaciones con un paraguas. Unos ejemplos son: la nube de protección que Dios dio a Israel durante sus cuarenta años en el desierto (Éx. 13:21-22), la sombra de la mano de Dios sobre Su pueblo (Is. 51:15-16), “la sombra del Omnipotente” (Sal. 91:1), y las alas de la gallina (Mateo 23:37).
Entendiendo el concepto del paraguas aumenta nuestro amor a Dios y nos asegura de Su amor, protección y provisión para nosotros como Sus hijos.

Ejemplos Bíblicos de “Paraguas” de Protección

Bajo cada “paraguas” de protección, Dios establece el liderazgo que desea, tal como puso a Moisés de líder bajo el “paraguas” que estaba sobre Israel. Así debajo de cada “paraguas” Dios pone el gobierno humano que le representa delante del pueblo. Estos gobernadores vienen a ser nuestros “paraguas” humanos, que son responsables a Dios por la administración de sus responsabilidades.

El “Paraguas” Sobre Israel 

Durante 40 años, Dios dio protección y dirección a la nación de Israel mediante una nube de día y una columna de fuego de noche. Cuando se movía la nube, ellos se movían. Los que quedaron atrás fueron atacados y destruidos por sus enemigos (véase Dt. 1:33 y 25:17-19). Además del paraguas de protección divina, Dios proveyó liderazgo por medio de Moisés. De modo que cuando el pueblo murmuraba contra Moisés, en realidad murmuraba contra Dios, como dijo: “¿Hasta cuándo oiré esta depravada multitud que murmura contra mí, las querellas de los hijos de Israel, que de mí se quejan?” (Nm. 14:27).
La figura de una gallina con sus polluelos también ilustra el paraguas de protección divina sobre el pueblo de Dios. “¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus polluelos debajo de las alas, y no quisiste! He aquí vuestra casa os es dejada desierta” (Mt. 23:37-38). 

El “Paraguas” Del Gobierno

A pesar de las muchas pruebas que sufrió el apóstol Pablo a mano del gobierno pagano romano, todavía afirmó que todos están sujetos a la autoridad superior (véase Romanos 13). Los líderes del gobierno eran la protección divinamente provista para el pueblo, y a su turno, el pueblo debía interceder en oración por sus líderes. La Escritura enseña: “Por causa del Señor someteos a toda institución humana, ya sea al rey, como a superior, ya a los gobernadores, como por él enviados para castigo de los malhechores y alabanza de los que hacen bien. Porque ésta es la voluntad de Dios: que haciendo bien, hagáis callar la ignorancia de los hombres insensatos” (1 P. 2:13-15, véase también 1 Timoteo 2:1-2).
Había otro símbolo de protección en el ejército romano: el escudo que llevaban los soldados. Avanzando contra una ciudad fortificada, alzaron los escudos para protegerse de las saetas ardientes que lanzaron los defensores. Se refiere a este símbolo en Efesios 6:16, “Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno”

El “Paraguas” De La Iglesia

Es significante que Dios emplea la analogía del cuerpo físico con su cabeza para ilustrar la relación que todos los miembros del Cuerpo tienen en la Iglesia, con Cristo su Cabeza. “Sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo,  de quien todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor” (Ef. 4:15-16). 
Dios también ha provisto liderazgo para Su pueblo con el propósito de edificar a cada miembro. “Obedeced a vuestros pastores, y sujetaos a ellos; porque ellos velan por vuestras almas, como quienes han de dar cuenta; para que lo hagan con alegría, y no quejándose, porque esto no os es provechoso” (He. 13:17).
Además, Dios emplea el ejemplo del pastor que protege a sus ovejas. “Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros, cuidando de ella, no por fuerza, sino voluntariamente; no por ganancia deshonesta, sino con ánimo pronto; no como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado, sino siendo ejemplos de la grey. Y cuando aparezca el Príncipe de los pastores, vosotros recibiréis la corona incorruptible de gloria” (1 P. 5:2-4). Los pastores a menudo hacían una cerca para proteger a las ovejas, tal vez de piedras o zarzas con pinchos. No tenía puerta porque el mismo pastor era la puerta, se colocaba en la entrada y guardaba al rebaño.
El “Paraguas” Del Liderazgo

La responsabilidad de la protección es una de las funciones primarias del liderazgo. Esto es verdad en cuanto a los que gobiernan en una congregación, la cabeza de una familia, de una nación o una empresa.
El liderazgo incorpora varios niveles de responsabilidad. En los negocios hay niveles de administración. En un gobierno hay niveles de jurisdicción. En las fuerzas militares hay grados de autoridad, una jerarquía; y cada uno opera en la cadena de mando que desciende del comandante supremo.
Jesucristo añadió una dimensión nueva e importante al concepto del liderazgo cuando explicó que los que ocupan posiciones de autoridad deben aprender a servir a los que están bajo su responsabilidad. Demostró esta paradoja cuando puso Su vida por el mundo. Él reta a los maridos a seguir Su ejemplo y su relación con su esposa (véase Efesios 5).
Las Escrituras identifican el concepto del liderazgo y sus diferentes niveles en la creación, en el siguiente pasaje. “Pero quiero que sepáis que Cristo es la cabeza de todo varón, y el varón es la cabeza de la mujer, y Dios la cabeza de Cristo” (1 Co. 11:3, también Ef. 5:23). 

La Protección De La Familia

La misma relación que Dios estableció para creyentes en Cristo debe existir entre el marido y la esposa. El liderazgo del marido se compara al liderazgo de Cristo, y de la manera que Cristo se sacrificó por la Iglesia, el marido debe poner su vida por su esposa (Ef. 5:23-25).
La familia de la Iglesia y la familia del padre también tienen relación en lo referente al liderazgo y la protección. “Pues el que no sabe gobernar su propia casa, ¿cómo cuidará de la iglesia de Dios?” (1 Ti. 3:5).
La recompensa para los hijos que permanecen bajo la protección de sus padres se describen en el quinto mandamiento y se reafirman en Efesios 6:2-3. “Honra a tu padre y a tu madre, que es el primer mandamiento con promesa; para que te vaya bien, y seas de larga vida sobre la tierra”. Hay consecuencias serias para cualquier hijo o hija que salga de esa protección. “El ojo que escarnece a su padre y menosprecia la enseñanza de la madre, los cuervos de la cañada lo saquen,  lo devoren los hijos del águila” (Pr. 30:17). 
En el libro de Job habla de la protección provista bajo el liderazgo que Dios quiere para cada familia. “Respondiendo Satanás a Jehová, dijo: ¿Acaso teme Job a Dios de balde? ¿No le has cercado alrededor a él y a su casa y a todo lo que tiene? Al trabajo de sus manos has dado bendición; por tanto, sus bienes han aumentado sobre la tierra” (Job 1:9-10).  

Conclusión

Todos estos ejemplos e ilustraciones explican qué significa el paraguas de protección. Dios es nuestro último “paraguas”. Sin embargo, como Él delega la responsabilidad a los de varias jurisdicciones, también les da la responsabilidad de proteger a los que están a su cuidado.
Todo “paraguas” humano tiene sus faltas y limitaciones. Por esto se les instruye a los que están bajo autoridad que oren por ellos. “Exhorto ante todo, a que se hagan rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracias, por todos los hombres; por los reyes y por todos los que están en eminencia, para que vivamos quieta y reposadamente en toda piedad y honestidad. Porque esto es bueno y agradable delante de Dios nuestro Salvador, el cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad” (1 Ti. 2:1-4).

traducido de:  http://billgothard.com/teaching/authority