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martes, 31 de marzo de 2020

EN ESTO PENSAD - abril 2020

Arruinado Por Las Pasiones


“Esaú... por una sola comida vendió su  primogenitura”.     Hebreos 12:16
 
Ocurre con frecuencia que los hombres cambian los verdaderos valores de la vida por una gratificación momentánea de los apetitos físicos. Esto es lo que hizo Esaú. Venía de regreso del campo, cansado y hambriento. En aquel momento Jacob cocinaba un guiso rojo. Cuando Esaú le pidió un plato de aquel delicioso potaje, Jacob le dijo: “Sí, pero a cambio véndeme hoy tu primogenitura”.
    La primogenitura era un valioso privilegio que pertenecía al hijo mayor de una familia. Era valioso porque le daba el privilegio de llegar a ser el jefe indiscutible de la familia o tribu y el derecho a una doble porción de la herencia.
    Pero en ese momento, Esaú consideró que su primogenitura no tenía valor. ¿En qué puede beneficiarle una primogenitura, pensó, a un hombre muerto de hambre como yo? Su hambre parecía tan agobiante que estuvo dispuesto a dar cualquier cosa para satisfacerlo. Para calmar su apetito momentáneo estuvo dispuesto a entregar algo que era de valor imperecedero. ¡Y sin más realizó el terrible negocio!
    Un drama similar vuelve a presentarse casi todos los días. Por ejemplo, he aquí un hombre que ha mantenido un buen testimonio durante muchos años. Tiene el amor de una buena familia y el respeto de sus compañeros cristianos. Cuando habla, sus palabras tienen autoridad espiritual, y su servicio tiene la bendición de Dios. Es un creyente modelo.
    Pero entonces surge un momento de fiera pasión. Parece como si el fuego de la tentación sexual lo consumiera. De pronto nada parece más importante que la satisfacción de este impulso físico. Está decidido a sacrificarlo todo por esa unión ilícita así que se abandona al poder del deseo.
    ¡Y de esta forma da el salto descabellado! Por aquel momento fugaz de pasión, cambia el honor de Dios, su propio testimonio, la estima de su familia, el respeto de sus amigos y el poder de un auténtico carácter cristiano. Como Alexander Maclaren dijo: “Se abandona a sus deseos dando la espalda a la justicia; desprecia los goces de la comunión divina; oscurece su alma; termina su prosperidad; cae sobre su cabeza una catarata de calamidades por el resto de los años que le quedan y hace de su nombre y su religión un blanco para las burlas crueles de las generaciones sucesivas de mofadores”.
    En las clásicas palabras de la Escritura, vende su primogenitura por un plato de lentejas.
William MacDonald, De Día En Día, CLIE
 
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“Estando atestados” Romanos 1:29

La palabra atestado significa lleno hasta no caber más. Atestar es llenar una cosa apretando mucho el contenido hasta que no cabe más. Es la palabra que el Espíritu Santo escoge para describirnos. En Romanos 1:29-31, los seres humanos estamos atestados de toda clase de pecado. Pecados de:

1. La mente, los pensamientos, la actitud:
    avaricia          soberbios
    maldad           sin misericordia
    envidia           inventores de males
    necios            malignidades
    desleales        aborrecedores de Dios
    altivos            sin afecto natural
    implacables

2. La lengua, la boca, el hablar:
    contiendas
    engaños
    murmuradores
    detractores
    injuriosos

3. Los hechos, la conducta:
    toda injusticia
    fornicación
    perversidad
    homicidios
    desobedientes a los padres

No son fallos, síndromes, errores ni problemas, sino PECADOS, de los cuales la raza humana esta llena, ¡tan llena que estamos a punto de reventar espiritualmente! Y Dios que nos ve, nos conoce, y sabe toda nuestra maldad mejor que nosotros, está a punto de juzgarnos por estas cosas que hay en nosotros. En el siguiente versículo (v. 32), Dios dice que “los que practican tales cosas son dignos de muerte”. Así que, nadie diga que espera recibir de Dios lo que se merece, porque está claro que semejantes personas merecen la muerte. El ser humano no es basicamente bueno, sino fundamentalmente malo, y por eso condenado, y necesita el perdón y la salvación de Dios. Necesita ser rescatado de una condición desesperadamente mala, y solamente el Evangelio le ofrece este rescate de su “vana manera de vivir”. 
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Sé Sabio, Evita La Política, 
Predica El Evangelio
Dios busca y la iglesia hoy necesita a nobles creyentes que estén dispuestos a parar en los caminos, mirar, preguntar por el buen camino, y andar en él. Éstos no querrán hacer nada simplemente porque los demás lo hacen, ni porque siempre se ha hecho, ni siquiera porque les parece lógico o buena idea. Es patética la excusa que dice que si la Biblia no prohibe expresamente algo, entonces podemos hacerlo. A los tales les preguntamos si sólo así conocen la Palabra de Dios y los caminos de Dios? No así los creyentes nobles. Su único afán es saber qué dice la Escritura, no sólo la letra sino el espíritu de la Escritura, y los preceptos divinos que pueden gobernar nuestras vidas para bien. Desean saber qué quiere Dios que hagamos, y qué es lo que le agrada.
    Al parecer, la historia sagrada nos enseña que éstos no forman la mayoría. Fue así en los tiempos de Jeremías, que la mayoría de los que se llamaron “pueblo de Dios” hicieron al profeta lamentar, porque a sus exhortaciones a que parasen en los caminos, mirasen, preguntasen por el buen camino y anduviesen en él, ellos contestaron: “No andaremos” (Jer. 6:16).
    Si te gusta creer en la política como la esperanza de la raza humana, o un medio por el que un creyente puede hacer mucho bien, te equivocas, y te imploro a parar en el camino y reflexionar antes de seguir el camino de tu parecer. Simplemente porque puedes hacer algo, no significa que debes. El historiador sagrado nos advierte con el ejemplo triste del rey Uzías que comenzó bien pero terminó mal. “Porque fue ayudado maravillosamente, hasta hacerse poderoso. Mas cuando ya era fuerte, su corazón se enalteció para su ruina” (2 Cr. 26:15-16). Anduvo bien, pero se enamoró de la idea de hacer algo que no le pertenecía.
    Como él, muchos han errado y salido del buen camino siguiendo su lógica y usando su poder, tal vez creyendo que hacían bien. Otros se apartaron simplemente “amando este mundo” (2 Ti. 4:10).  No seamos como aquellos de Israel que hicieron lamentar al profeta Jeremías. Que ninguno de nosotros abandone el servicio a Dios y Su pueblo para venir a ser siervo de un sistema tan corrupto y mundano como la política. Si un creyente entra en un casino no por eso lo santifica. Y si entra en la política, tampoco la santifica.
    La política, el gobierno y las obras sociales – esas cosas son para los del mundo. La iglesia es para el creyente, y su mensaje es únicamente la Palabra de Dios, la palabra de la cruz que es locura a los del mundo (1 Co. 1:18). Dios nos ha dado abundante trabajo: predicar el evangelio y hacer discípulos. No se ha terminado todavía. Recordemos 1 Corintios 15:58 y esforcémonos.
   
“Fíate de Jehová de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus veredas.  No seas sabio en tu propia opinión; teme a Jehová, y apártate del mal; porque será medicina a tu cuerpo, y refrigerio para tus huesos” (Pr. 3:5-8). 
 
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 Sion/Jerusalén:  Ciudad Especial

"copa que hará temblar"   Zac. 12:2

Ciudad de la Verdad.  Zac. 8:3

Capital del mundo. Sal. 110; Zac. 14

Ciudad consolada y escogida por Dios.    Zac. 1:17

Ciudad Deseada.  Is. 62:12

Ciudad eterna.  Ap. 21

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 Algunos creyentes son así.
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Peor Que Los Hechos


Romanos 3:10 declara: “No hay justo, ni aun uno”. La naturaleza del ser humano ha sido manchada, torcida y entenebrecida por el pecado. Hasta los pensamientos y deseos son malos, porque el problema está en el corazón antes que en los hechos. Cuán importante es aprender que lo que soy es peor que cualquier cosa que haya hecho o podría hacer. Somos fatalmente contaminados por el pecado – toda la raza – porque venimos de Adán y Eva que pecaron y fueron destituidos de la gloria de Dios (Romanos 3:23). Todos sus descendientes nacieron pecadores, y es fácil demostrar esto.
    Sin considerar los hechos, que son bastante malos, examinemos la mente humana. Nadie puede ver lo que otros piensan, esto es, nadie excepto Dios. “No hay pensamiento que se esconda de ti” confesó Job (Job 42:2). 
    Isaías 55:7 dice: “Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos”. Hasta de los pensamientos hay que arrepentirse, porque en ellos hay pecado.
    En Marcos 7:20-23 Jesucristo describe la deplorable condición del corazón humano, que está contaminado con toda clase de pecado. Lo primero que sale en la lista es: “malos pensamientos”.
    Efesios 2:3 retrata a todo ser humano: “haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás”.    
    Colosenses 1:21 dice: “enemigos en vuestra mente” – es donde la enemistad contra Dios mora.
    Romanos 1:20-21 explica por qué. Los seres humanos, conociendo a Dios, no le glorificaron, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos “y su necio corazón fue entenebrecido”.
    El ser humano es condenado ante Dios por lo que hay en su corazón y sus pensamientos, por la contaminación interna que le arruina – el pecado. Peca miles de veces en los pensamientos y los deseos sin que nadie le vea, pero Dios lo ve todo, y lo condena: “dignos de muerte”. Nadie ni nada puede limpiar la mente humana – ni psicólogos, ni médicos, ni sacerdotes, ni liturgias, ni bautismos, ni otras cosas así.
    Necesita ser salvo no solo del castigo eterno sino de sí mismo y del pecado que mora en él. Por eso vino Jesucristo, murió en el Calvario y resucitó, para que en Él hallemos perdón, limpieza y vida nueva. Solo Dios puede limpiar el corazón y la mente humana. Amigo, reconoce  delante de Dios tu culpa por tu mente pecaminosa, y busca salvación en Cristo Jesús. "Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro" (Romanos 6:23). 
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“DIEZ SICLOS DE PLATA POR AÑO”

Donald Norbie

“Quédate en mi casa, y serás para mí padre y sacerdote; y yo te daré diez siclos de plata por año, vestidos y comida” (Jueces 17:10).
Palabras tentadoras son éstas a un joven con formación religiosa y que  “busca un lugar”. Se le ofreció un hogar, una posición y unos ingresos seguros. El resultado de aquella oferta hecha hace más de tres mil años todavía es testimonio de su atractivo: “Y el levita se quedó”.
    ¿Acaso no podía servir al Señor en ese lugar?
    Era una puerta abierta; quizás Jehová abrió esa oportunidad para él. Seguramente uno debe aprovechar tales oportunidades en la vida.
    Y unos ingresos seguros, ¿no podría eso aliviar su mente de ansiedad para que sirviera a Dios más eficazmente? Después de todo, el siervo de Dios tiene bastantes otros problemas que requieren fe.
    Los tiempos cambian y hay que ajustarse. Además, no todos tienen el mismo don de fe. Seguro que el levita encontraba muchas razones como ésas que a su mente le parecían buenas para quedarse. “Y el levita se quedó”.
    Hoy este método de apoyar económicamente a los “obreros del Señor” es muy común en la cristiandad. Una casa o piso pagado por la congregación, un título y una posición de autoridad, un salario mensual –  son consideradas necesarias en el “ministerio cristiano”. Cuando una iglesia se reúne con un “candidato para el pastoreo” (frase no bíblica), una de las primeras preguntas del candidato es: “¿Cuánto es el salario?” A fin de cuentas, uno de los deseos básicos del hombre es la seguridad. ¿Y qué le ofrece más seguridad al morador de la tierra que el dinero? Un banco en nuestra área recientemente hizo publicidad con esta frase llamativa: “¡Una sensación buena, dinero en el banco!”
    Hay cierto movimiento hoy en las asambleas que profesan seguir el Nuevo Testamento, y es preocupante porque procura introducir esos métodos no bíblicos para sostener la obra de Dios. Pero tales métodos no son nada nuevo. Hace cientos de años que las religiones y denominaciones tienen esos arreglos para su clero. Pero también existen pequeños grupos no conformistas que han renunciado las prácticas religiosas corrientes, y enseñan y practican la fe sencilla del Nuevo Testamento. Damos gracias a Dios por esos hermanos. Su camino no ha sido fácil. Han conocido la pobreza y además la hostilidad y oposición amarga de la religión organizada. Los ricos no les dan porque a diferencia de muchos, no piden.
    Es posible servir al Señor con varios grados de obediencia a Su Palabra. Dios en Su gracia maravillosa bendice Su Palabra. Es posible que aun un predicador incrédulo proclame el evangelio y que alguien se convierta. Pero, ¿quién diría que proceder así es conforme a las Escrituras? Lo que guía al creyente no es si algo tiene éxito, ni qué hacen otros creyentes o iglesias, sino que dicen las Escrituras.
    La Biblia no enseña esa práctica de convenios económicos entre el obrero y el pueblo de Dios. Además, enseña lo contrario. El que sirve a Dios sale sin ningún compromiso ni garantía de finanzas, escrito o verbal. Con fe sencilla mira a Dios, y si es necesario, trabaja con sus manos, pero no pide a los hombres. Los creyentes que son ejercitados espiritualmente comparten sus bienes temporales con el obrero. Todo esto promueve una sencillez deleitosa y un ejercicio de corazón de parte de todos. Cada uno comparte en la obra de Dios de manera muy personal.
    Cuando el Señor Jesús envió a los doce, les exhortó: “No os proveáis de oro, ni plata, ni cobre en vuestros cintos...porque el obrero es digno de su alimento” (Mt. 10:9-10). Estuvieron con el Señor por un tiempo y compartieron Su vida sencilla; una vida fragante con una fe como la de un niño, y una dependencia en Su Padre. El Señor no tuvo reservas de fondos, ni nada  en el mundo para asegurar unos ingresos fijos. Al salir Sus seguidores, les anima a ir como Él. Dios les cuidará. Habrá algunas personas de corazón sensible y ejercitado que Dios utilizará para proveer sus necesidades. Cualquier obrero hoy que escoge otro camino no sigue el ejemplo de su Señor.
    Al escudriñar el resto de las Escrituras, no se halla ninguna evidencia de que los apóstoles u otros obreros tuvieran arreglos para su apoyo, ni con las iglesias, ni con individuos, ¡ni mucho menos con el gobierno! En alguna ocasión Pablo tuvo que trabajar con sus manos (Hch. 18:3). La mayoría del tiempo tenía lo suficiente debido a las diferentes ofrendas de individuos o asambleas. Por ejemplo personas como Lidia proveían alojamiento para el siervo del Señor (Hch. 16:15). Repetidas veces asambleas de  creyentes mostraron su preocupación y amor a través de sus ofrendas (Fil. 4:15) Así el amado apóstol se dedicaba a trabajar para el Señor, y dijo: “Imitadme”. No hay forma más bienaventurada de servir a Aquel que dijo: “El siervo no es mayor que su señor” (Jn. 13:16). ¿No es absurdo confiar en las promesas de los hombres en lugar de la Palabra del Padre celestial? Cuando uno quiere ir a un lugar para "servir a Dios" porque hay una persona ahí que le sostendrá cada mes, no tiene los ojos en Dios.
    ¿Cuáles son algunas de las ventajas prácticas de vivir así por fe? Primero,  estimula una saludable dependencia en Dios. El hombre que tiene sus finanzas prometidas y calculadas tiende a sentirse independiente de Dios y dependiente de los hombres. Tiene y sabe de dónde viene lo que necesita para procurar las cosas de esta vida. Así que, es bueno que el siervo del Señor sea pobre y no tenga grandes reservas: “como pobres, mas enriqueciendo a muchos...” (2 Co. 6:10). Esto le mantiene en una posición de dependencia temerosa de Dios en todo momento. Puede que llegue a su último centavo y pedazo de pan, pero se ha comprometido a no anunciar sus necesidades a otros. Está encerrado al lugar secreto de oración donde con toda su alma clama a Dios. Debe quedarse allí hasta que pueda salir con un corazón sereno y labios que no murmuran, contento de descansar como un niño destetado en los brazos del Padre. Los que han conocido tales tiempos testifican que esa confianza en Dios es la flor dulce que viene después del brote amargo de la prueba. Cuando vea al Padre contestar, obrando de manera maravillosa y secreta, ¿quien cambiaría esto por una mensualidad?
    Segundo, servir así a Dios hace que ofrendar sea un santo ejercicio del alma. Ya no es una parte de la liturgia, un  deber programado para el domingo. La oración y la ofrenda van mano en mano en la vida de devoción cristiana. Cada creyente sabe que la obra de Dios depende de él, su ejercicio y sacrificio. Los creyentes se reconocen que la obra de Dios crece y lleva fruto como resultado de sus oraciones y ofrendas. Cada cual tiene una parte vital; todos comparten esta obra gloriosa.
    Tercero, esta forma de servir anima al hombre a ser siervo del Señor. Puesto que nadie le paga un salario ni una mensualidad regular, no está tentado a andar de puntillas al proclamar la verdad de Dios. No tienen que callarse, no tocar ciertos temas, o cosquillar las orejas para mantener sus ingresos. Puede sentirse dichosamente libre para proclamar todo el consejo de Dios. Pablo declaró con fervor: “¿Busco ahora el favor de los hombres, o el de Dios? ¿O trato de agradar a los hombres? Pues si todavía agradara a los hombres, no sería siervo de Cristo” (Gá. 1:10). Esto también deja libre al siervo para ir donde Dios quiere que vaya. Depende sólo de Dios para guiarle, y no de los hombres. Esto causa un profundo ejercicio de alma mientras que uno espera delante del Señor. No son más que siervos de Otro, ni desean ser más, ¡qué sensación más buena! No buscan para sí grandezas (Jer. 45:5)
    Finalmente, libra para siempre al obrero de la acusación de amar al dinero. Puede ocuparse en la obra de Dios y nunca pedir ni tomar una ofrenda. El mundo puede burlarse y pensar que es necio, pero lo que no podrá hacer es acusarle de avaricia. Tendrá que confesar que su obra es sin ánimo de lucro, que solo tiene pasión por Dios. Con Pablo, él tal podrá decir: “os he predicado el evangelio de Dios de balde” (2 Co. 11:7).
    Este camino de fe es también para la iglesia que desea conformarse al Nuevo Testamento. Requiere que todos los creyentes sean ejercitados espiritualmente acerca de la ofrenda. Los siervos deben conocer y confíar en Dios, no en una organización. ¿No es un comentario trágico sobre nuestra baja condición espiritual cuando enfatizamos un edificio en lugar del Cuerpo de Cristo, cuando hacemos publicidad en lugar de oración, y buscamos la certeza de un salario en lugar de depender del Dios vivo?

“He aquí, yo vengo pronto; retén lo que tienes, para que ninguno tome tu corona”  (Ap. 3:11).

Si no puedes confiar en el Señor, no debes estar en Su obra.
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lunes, 16 de marzo de 2020

EDICIÓN ESPECIAL -- COVID 19



“Oh Jehová, he oído tu palabra, y temí. Oh Jehová, aviva tu obra en medio de los tiempos, En medio de los tiempos hazla conocer; En la ira acuérdate de la misericordia”.  Habacuc 3:2



Es un mortal virus microscópico que ha puesto entre la espada y la pared a todos y que convulsionara toda nuestra normal vida. 



¿Por qué permite Dios esto?



Es bueno saber que nada escapa del control de Dios y que él mantiene un propósito en cada desastre que ocurre en la tierra. Entonces veamos algunas razones bíblicas del proceder de nuestro buen Padre Celestial en estos casos.



1. Ninguno de sus hijos redimidos por la sangre del Señor está exento de padecer o morir en tales circunstancias. Entonces puede ser esta la forma en que algunos de los suyos partiremos a su presencia. Aún más para ellos lo mejor no está aquí sino en el cielo, y es así como lo precisa el apóstol Pablo: "... teniendo deseo de partir y estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor" (Fil. 1:23). Muchos de los creyentes han partido en catástrofes naturales como tsunamis, terremotos, huracanes y aún por dolorosas enfermedades, todo ello permitido por Dios en su soberanía. La muerte ha perdido para ellos su horrible aguijón y es solo el paso restante para el inicio de un mundo mejor. Al igual que Lázaro ninguno de ellos ha partido sin que los ángeles hallan venido para acompañarlos en este desconocido paso (Lc. 16:22). Entonces la forma de morir para un hijo de Dios puede ser cualquiera, eso no debe preocuparle sino su condición espiritual al morir pues tiene que dar cuenta a Dios de la clase de vida que llevó.



2. En segundo lugar con esta pandemia el hombre es alertado a considerar lo pequeño e impotente que es delante de Dios. No cabe duda que Dios está buscando que los incrédulos se arrepientan y busquen la verdad en la palabra de Dios. Existen varios casos de personas que estuvieron gravemente afectados por este virus y salieron de la gravedad, otros fueron portadores sin agravarse. Otros fallecieron partiendo a la eternidad. Para todos ellos fue el día de su visitación (1 P. 2:12) y la oportunidad dada por Dios entristeciéndoles para que se arrepintieran:  "Porque la tristeza que es según Dios produce arrepentimiento para salvación, de que no hay que arrepentirse; pero la tristeza del mundo produce muerte" (2 Co. 7:10). Las personas que se han contagiado no son peores que aquellas sin contagio indudablemente para todos es un llamado al arrepentimiento: "O aquellos dieciocho sobre los cuales cayó la torre en Siloé, y los mató, ¿pensáis que eran más culpables que todos los hombres que habitan en Jerusalén? Os digo: No; antes si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente" (Lc. 13:4-5). Dios está usando este pequeño microbio como aquellas pequeñas cosas usadas para invitar a Faraón al arrepentimiento, moscas, langostas, ranas, úlceras, en que todo Egipto quedó colapsado. Este orgulloso monarca no quiso hacerlo y vio no solo a su hijo morir, sino que el mismo partió a la eternidad con su corazón endurecido: "Y endureció Jehová el corazón de Faraón rey de Egipto..." (Ex 14:8). Si hoy está pandemia es posible de evitarla ya que existen 8 proyectos para encontrar la vacuna, en el futuro después que Cristo venga por su iglesia y comience la gran tribulación, será imposible no ser afectados:  "Y los otros hombres que no fueron muertos con estas plagas, ni aun así se arrepintieron de las obras de sus manos, ni dejaron de adorar a los demonios, y a las imágenes de oro…" (Ap. 9:20). Entonces en su gracia Dios da la ocasión favorable a toda la humanidad a que se arrepientan.



3. En tercer lugar esta pandemia es usada por Dios para que la iglesia se examine: "Porque es tiempo de que el juicio comience por la casa de Dios; y si primero comienza por nosotros, ¿cuál será el fin de aquellos que no obedecen al evangelio de Dios?" (1 P. 4:17). Este juicio al que alude Pedro podría ser cualquier desastre natural como lo es este virus originado en animales. En la iglesia de Corintio habían mucho que estaban comiendo indignamente en la Cena del Señor a saber participaban de los símbolos el pan y la copa con una vida pecaminosa y licenciosa: "Por lo cual hay muchos enfermos y debilitados entre vosotros, y muchos duermen" (1 Co. 11:30). Que toda una comunidad estuviese enferma y muchos ya habían partido a la presencia del Señor pudo haber sido por las famosas epidemias de esos entonces como la fiebre amarilla o el cólera y otras más antiguas como la bubónica, tifus, tifoidea, o escarlatina. Es así que, tras el orgulloso pecado de David de censar al pueblo sin confiar en la gracia de Dios, se desató una grave plaga sobre todo Israel ya que tal orgullo no solo estaba en su rey, sino que en muchos del pueblo: "Y Jehová envió la peste sobre Israel desde la mañana hasta el tiempo señalado; y murieron del pueblo, desde Dan hasta Beerseba, setenta mil hombres" (2 S. 24:15). En años posteriores se vio Europa como el Oriente afectado por pandemias que afectaron a la iglesia como fue la influenza, viruela, disentería bacilar, cólera y difteria. De este modo Podemos decir que Dios quiere preparar a los suyos antes de presentarlos en el tribunal de Cristo para que puedan cambiar sus vidas y no dejen de recibir el galardón completo: "Mirad por vosotros mismos, para que no perdáis el fruto de vuestro trabajo, sino que recibáis galardón completo" (2 Jn. 1:8). Es indispensable ver esta pandemia causada por este virus no como una plaga apocalíptica pues la iglesia está presente y ninguno de aquellos acontecimientos descritos por el Señor en Mateo 24 como en Marcos 13 y en Lucas 21 y Apocalipsis desde el capítulo 6 al 19, sucederá o están sucediendo pues su palabra nos dice terminantemente:  "y esperar de los cielos a su Hijo, al cual resucitó de los muertos, a Jesús, quien nos libra de la ira venidera" (1Ts. 1:10). Entonces la iglesia no pasará por la tribulación futura, sino que lo hará el mundo incrédulo y principalmente Israel. Evidentemente Dios no quiere arrebatar de este mundo a una masa de creyentes mundanos más comprometidos con el mundo que expectantes del regreso del Señor. En pocas palabras, santos como lo fue la vida de Lot a quien hubo que apurarlo y forzarlo a que escapara del juicio contra Sodoma: "Y cuando los hubieron llevado fuera, dijeron: Escapa por tu vida; no mires tras ti, ni pares en toda esta llanura; escapa al monte, no sea que perezcas" (Gn. 19:17).



4. En cuarto lugar esta epidemia es una ocasión especial dada a cada creyente como en forma colectiva a la iglesia, de cumplir su llamado de anunciar la palabra de Dios: "Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable" (1 P. 2:9). Pretender salvar la vida sin cumplir esta comisión será una pérdida de coronas para muchos de nosotros: "Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí y del evangelio, la salvará" (Mr. 8:35). La persecución que la iglesia sufrió al comienzo cerró las bocas de los apóstoles y de la mayoría en Jerusalén sin embargo fue lo que incendió los espíritus de algunos que se atrevieron a predicar con valor fuera de Jerusalén (Hch. 11:19). Esto no fue una irresponsabilidad sino un acto de fe que el apóstol enuncia así:  "y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos" (2 Co. 5:15). Con esta epidemia que quizás se llevara a muchos compatriotas al infierno debemos preguntarnos: "¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique?" (Ro. 10:14). Posiblemente por el peligro al contagio no debemos reunirnos por algún tiempo para partir el pan,  pero si podemos salir a predicar y usar nuestros locales para cumplir la comisión de anunciar este glorioso evangelio el cual nos endeuda delante de Dios:  "Cuando yo dijere al impío: De cierto morirás; y tú no le amonestares ni le hablares, para que el impío sea apercibido de su mal camino a fin de que viva, el impío morirá por su maldad, pero su sangre demandaré de tu mano" (Ez 3:18).



Camilo Enrique Vásquez Vivanco,
Castro, Isla de Chiloe, Chile