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lunes, 16 de marzo de 2020

EDICIÓN ESPECIAL -- COVID 19



“Oh Jehová, he oído tu palabra, y temí. Oh Jehová, aviva tu obra en medio de los tiempos, En medio de los tiempos hazla conocer; En la ira acuérdate de la misericordia”.  Habacuc 3:2



Es un mortal virus microscópico que ha puesto entre la espada y la pared a todos y que convulsionara toda nuestra normal vida. 



¿Por qué permite Dios esto?



Es bueno saber que nada escapa del control de Dios y que él mantiene un propósito en cada desastre que ocurre en la tierra. Entonces veamos algunas razones bíblicas del proceder de nuestro buen Padre Celestial en estos casos.



1. Ninguno de sus hijos redimidos por la sangre del Señor está exento de padecer o morir en tales circunstancias. Entonces puede ser esta la forma en que algunos de los suyos partiremos a su presencia. Aún más para ellos lo mejor no está aquí sino en el cielo, y es así como lo precisa el apóstol Pablo: "... teniendo deseo de partir y estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor" (Fil. 1:23). Muchos de los creyentes han partido en catástrofes naturales como tsunamis, terremotos, huracanes y aún por dolorosas enfermedades, todo ello permitido por Dios en su soberanía. La muerte ha perdido para ellos su horrible aguijón y es solo el paso restante para el inicio de un mundo mejor. Al igual que Lázaro ninguno de ellos ha partido sin que los ángeles hallan venido para acompañarlos en este desconocido paso (Lc. 16:22). Entonces la forma de morir para un hijo de Dios puede ser cualquiera, eso no debe preocuparle sino su condición espiritual al morir pues tiene que dar cuenta a Dios de la clase de vida que llevó.



2. En segundo lugar con esta pandemia el hombre es alertado a considerar lo pequeño e impotente que es delante de Dios. No cabe duda que Dios está buscando que los incrédulos se arrepientan y busquen la verdad en la palabra de Dios. Existen varios casos de personas que estuvieron gravemente afectados por este virus y salieron de la gravedad, otros fueron portadores sin agravarse. Otros fallecieron partiendo a la eternidad. Para todos ellos fue el día de su visitación (1 P. 2:12) y la oportunidad dada por Dios entristeciéndoles para que se arrepintieran:  "Porque la tristeza que es según Dios produce arrepentimiento para salvación, de que no hay que arrepentirse; pero la tristeza del mundo produce muerte" (2 Co. 7:10). Las personas que se han contagiado no son peores que aquellas sin contagio indudablemente para todos es un llamado al arrepentimiento: "O aquellos dieciocho sobre los cuales cayó la torre en Siloé, y los mató, ¿pensáis que eran más culpables que todos los hombres que habitan en Jerusalén? Os digo: No; antes si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente" (Lc. 13:4-5). Dios está usando este pequeño microbio como aquellas pequeñas cosas usadas para invitar a Faraón al arrepentimiento, moscas, langostas, ranas, úlceras, en que todo Egipto quedó colapsado. Este orgulloso monarca no quiso hacerlo y vio no solo a su hijo morir, sino que el mismo partió a la eternidad con su corazón endurecido: "Y endureció Jehová el corazón de Faraón rey de Egipto..." (Ex 14:8). Si hoy está pandemia es posible de evitarla ya que existen 8 proyectos para encontrar la vacuna, en el futuro después que Cristo venga por su iglesia y comience la gran tribulación, será imposible no ser afectados:  "Y los otros hombres que no fueron muertos con estas plagas, ni aun así se arrepintieron de las obras de sus manos, ni dejaron de adorar a los demonios, y a las imágenes de oro…" (Ap. 9:20). Entonces en su gracia Dios da la ocasión favorable a toda la humanidad a que se arrepientan.



3. En tercer lugar esta pandemia es usada por Dios para que la iglesia se examine: "Porque es tiempo de que el juicio comience por la casa de Dios; y si primero comienza por nosotros, ¿cuál será el fin de aquellos que no obedecen al evangelio de Dios?" (1 P. 4:17). Este juicio al que alude Pedro podría ser cualquier desastre natural como lo es este virus originado en animales. En la iglesia de Corintio habían mucho que estaban comiendo indignamente en la Cena del Señor a saber participaban de los símbolos el pan y la copa con una vida pecaminosa y licenciosa: "Por lo cual hay muchos enfermos y debilitados entre vosotros, y muchos duermen" (1 Co. 11:30). Que toda una comunidad estuviese enferma y muchos ya habían partido a la presencia del Señor pudo haber sido por las famosas epidemias de esos entonces como la fiebre amarilla o el cólera y otras más antiguas como la bubónica, tifus, tifoidea, o escarlatina. Es así que, tras el orgulloso pecado de David de censar al pueblo sin confiar en la gracia de Dios, se desató una grave plaga sobre todo Israel ya que tal orgullo no solo estaba en su rey, sino que en muchos del pueblo: "Y Jehová envió la peste sobre Israel desde la mañana hasta el tiempo señalado; y murieron del pueblo, desde Dan hasta Beerseba, setenta mil hombres" (2 S. 24:15). En años posteriores se vio Europa como el Oriente afectado por pandemias que afectaron a la iglesia como fue la influenza, viruela, disentería bacilar, cólera y difteria. De este modo Podemos decir que Dios quiere preparar a los suyos antes de presentarlos en el tribunal de Cristo para que puedan cambiar sus vidas y no dejen de recibir el galardón completo: "Mirad por vosotros mismos, para que no perdáis el fruto de vuestro trabajo, sino que recibáis galardón completo" (2 Jn. 1:8). Es indispensable ver esta pandemia causada por este virus no como una plaga apocalíptica pues la iglesia está presente y ninguno de aquellos acontecimientos descritos por el Señor en Mateo 24 como en Marcos 13 y en Lucas 21 y Apocalipsis desde el capítulo 6 al 19, sucederá o están sucediendo pues su palabra nos dice terminantemente:  "y esperar de los cielos a su Hijo, al cual resucitó de los muertos, a Jesús, quien nos libra de la ira venidera" (1Ts. 1:10). Entonces la iglesia no pasará por la tribulación futura, sino que lo hará el mundo incrédulo y principalmente Israel. Evidentemente Dios no quiere arrebatar de este mundo a una masa de creyentes mundanos más comprometidos con el mundo que expectantes del regreso del Señor. En pocas palabras, santos como lo fue la vida de Lot a quien hubo que apurarlo y forzarlo a que escapara del juicio contra Sodoma: "Y cuando los hubieron llevado fuera, dijeron: Escapa por tu vida; no mires tras ti, ni pares en toda esta llanura; escapa al monte, no sea que perezcas" (Gn. 19:17).



4. En cuarto lugar esta epidemia es una ocasión especial dada a cada creyente como en forma colectiva a la iglesia, de cumplir su llamado de anunciar la palabra de Dios: "Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable" (1 P. 2:9). Pretender salvar la vida sin cumplir esta comisión será una pérdida de coronas para muchos de nosotros: "Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí y del evangelio, la salvará" (Mr. 8:35). La persecución que la iglesia sufrió al comienzo cerró las bocas de los apóstoles y de la mayoría en Jerusalén sin embargo fue lo que incendió los espíritus de algunos que se atrevieron a predicar con valor fuera de Jerusalén (Hch. 11:19). Esto no fue una irresponsabilidad sino un acto de fe que el apóstol enuncia así:  "y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos" (2 Co. 5:15). Con esta epidemia que quizás se llevara a muchos compatriotas al infierno debemos preguntarnos: "¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique?" (Ro. 10:14). Posiblemente por el peligro al contagio no debemos reunirnos por algún tiempo para partir el pan,  pero si podemos salir a predicar y usar nuestros locales para cumplir la comisión de anunciar este glorioso evangelio el cual nos endeuda delante de Dios:  "Cuando yo dijere al impío: De cierto morirás; y tú no le amonestares ni le hablares, para que el impío sea apercibido de su mal camino a fin de que viva, el impío morirá por su maldad, pero su sangre demandaré de tu mano" (Ez 3:18).



Camilo Enrique Vásquez Vivanco,
Castro, Isla de Chiloe, Chile 

sábado, 22 de febrero de 2020

EN ESTO PENSAD - enero 2020

La Humildad: Cualidad Rara

William MacDonald

Es bueno que cada uno conozca su medida justa. Cuando George Washington fue visto realizando una tarea manual, un amigo le dijo: "General, usted es un hombre muy grande para hacer eso". "No, no lo soy", respondió. "Tengo la medida justa".

"La humildad no consiste tanto en pensar mal de nosotros mismos, sino en no pensar en nosotros en absoluto. Soy demasiado malo como para merecer que se piense en mí; lo que quiero es olvidarme a mí mismo y mirar a Dios; ciertamente es digno de todos mis pensamientos" (William Kelly).

    Isaac Newton tuvo una de las mentes más brillantes de su época, y fue uno de los genios más magníficos que la humanidad ha producido. Sin embargo, Newton dijo de sí mismo:

"No sé qué opinion tenga el mundo de mí, pero yo creo ser apenas un niño que está jugando en la orilla del mar, quien cada tanto encuentra una piedrecita lisa o una ostra más hermosa que las comunes, mientras el gran océano de la verdad permanece delante de mí sin ser descubierto".

    Compara esta declaración con lo que dijo Oscar Wilde en la oficina de aduanas en Nueva York: "No tengo nada que declarar excepto mi genio".
    F. B. Meyer dijo sobre Dwight L. Moody: "Moody es un hombre que nunca parece haber escuchado de sí mismo. No es sorpresa que Dios le use en forma tan maravillosa. Un conferencista dijo una vez: "No hay nada que Dios no pueda hacer si alejamos nuestras manos de Su gloria". Otro predicador dijo: "Está bien que las personas te alaben, siempre y cuando no te intoxiques con ello".
    Es el orgullo que hace que multitudes no confiesen a Cristo y por consiguiente se pierdan en el infierno eterno. Es el orgullo que provoca que sea tan difícil que los creyentes se disculpen cuando han ofendido a alguien más. Es el orgullo que hace que sea imposible que Dios nos use. Esto mismo obstaculiza la espiritualidad y el testimonio. Por otro lado, nunca podemos ser demasiado pequeños para ser útiles a Dios.
    ...El valet de un Kaiser alemán dijo: "No puedo negar que mi señor era muy vanidoso. Él tenía que ser la figura central en todo. Si asistía a un bautizo quería ser el bebé; si iba a una boda quería ser la novia; si iba a un funeral quería ser el cadáver".
    El Rabbi Simeone Ben Jochai dijo: "Si tan solo existieran dos personas justas en el mundo, yo y mi hijo seríamos esas dos. Si tan solo existiera una, esa sería yo". Muy diferente es lo que F. B. Meyer dijo de sí mismo:

"Soy un hombre común y corriente. No tengo dones especiales, no soy un orador, no soy un profesor, no soy un pensador profundo. Si he logrado hacer algo para Cristo y mi generación, es porque me he entregado enteramente a Cristo Jesús, y he procurado hacer todo lo que Él quiso que hiciera".

    Carlos Wesley, hermano de Juan, dijo:
        "Mantenme pequeño y desconocido,
        Amado y valorado solo por Cristo"
William MacDonald, El Manual del Discípulo

Esto nos da todavía otra razón por la que la política no es para creyentes. El político no quiere ser pequeño y desconocido, sino grande y conocido. De hecho, si no es bien conocido y popular no puede hacer nada en la política. El político es protagonista de su perfil público y de sus ideas. Cultiva la sonrisa, y el arte de quedar bien para ser popular. El yugo del Cristo manso y humilde no es para los tales.
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"La política es el arte de servirse de los hombres haciéndoles creer que se les sirve a ellos".                     
                 Louis Dumur (1863-1933) 
                 escritor suizo

"La política es el arte de obtener el dinero de los ricos y el voto de los pobres con el pretexto de proteger a los unos de los otros".            Anónimo

"En la política el arrepentimiento no existe. Uno se equivoca o acierta, pero no cabe el arrepentimiento".            
                                Santiago Carrillo (1915-2012), político español

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El Testimonio De Cristo 
Acerca De Las Escrituras

El hecho de que la Biblia está inspirada por el Espíritu Santo está apoyado por muchas evidencias internas de que es, ciertamente, la Palabra de Dios, y está confirmado por el poder de la Palabra de Dios para influenciar y transformar a los hombres. De todas las evidencias, sin embargo, una de las más importantes es el testimonio de nuestro Señor Jesucristo mismo de que, efectivamente, la Biblia está inspirada por Dios.
    Dondequiera que Jesucristo citó la Escritura - y Él lo hizo con frecuencia-  lo hizo como teniendo la autoridad y el completo reconocimiento de que había llegado a manos de los hombres por la inspiración del Espíritu Santo.
    De acuerdo con Mateo 5:18, Cristo afirma que ni una jota ni una tilde de la Ley quedará sin cumplimiento. Con esto El expresaba que ni una jota (la letra más pequeña del alfabeto hebreo) o una tilde (la parte más pequeña de una letra que pudiese cambiar su significado) habrían de quedar incumplidas. Si la precisión y la inspiración se extienden a cada una de sus letras, Cristo estaba obviamente afirmando la inspiración de la totalidad del Antiguo Testamento.
    En Juan 10:35 Cristo afirmó que "la Escritura no puede ser quebrantada", no puede fallar. Una y otra vez el Nuevo Testamento afirma un exacto cumplimiento del Antiguo Testamento, como en Mateo 1:22, 23 (cf. Mt. 4:14; 8:17; 12:17; 15:7-8; 21:4-5, 42; 22:29; 26:31, 56; 27:9, 10, 35). Estas referencias procedentes del Evangelio de Mateo son típicas de lo que se difunde por todo el Nuevo Testamento en su totalidad. Incluso cuando afirma un cambio dispensacional o una modificación de una regla de vida, la autoridad y la inspiración de las declaraciones originales de la Escritura no se discuten en absoluto (Mt. 19:7-12).
    Las anotaciones procedentes del Antiguo Testamento se extienden a cualquier sección importante y con frecuencia son de libros que son los más discutidos por los críticos liberales, tales como el Deuteronomio, Jonás, y Daniel (Dt. 6:16; cf. Mt. 12:40; Dn. 9:27; 12:11; cf. Mt. 24:15). Es imposible poner en tela de juicio la inspiración del Antiguo Testamento sin dudar del carácter y veracidad de Jesucristo. Es por esta razón que la negación de la inspirada Palabra de Dios conduce a la negación del Verbo encarnado de Dios.
L. S. Chafer, Grandes Temas Bíblicos

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"He aquí, Dios es el que me ayuda" (Sal. 54:4). "De manera que podemos decir confiadamente: El Señor es mi ayudador" (He. 13:6).
¡Cuán pequeños deben parecerle nuestros problemas al Hacedor de los cielos y la tierra: "Las tinieblas y el desorden Su Palabra poderosa oyeron, y huyeron".
    Ningún problema o dificultad surgió para prevenir que Él terminara la gran obra de la creación en el tiempo que Él escogió. No tenía que extender la fecha tope ni alterar el diseño, ni omitir ninguna parte de Su gran proyecto. Cuando fue terminado, era exactamente lo que Él quiso y planificó. "Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera" (Gn. 1:31). ¡Qué satisfacción tuvo al ver Su obra vasta!
    Este Dios ha prometido ser nuestro ayudador, a intervenir a favor nuestro en nuestra fragilidad, y suplir toda nuestra necesidad. Que esta gran verdad nos ayude a centrarnos en Su grandeza y así ver menguar nuestros problemas ante la fuerza invencible del Omnipotente.  Isaac Watts escribió:

¡Dios, nuestro auxilio en los pasados siglos!
¡Nuestra esperanza en años venideros!
¡Nuestro refugio en hórrida tormenta,
Y protector eterno".

traducido de la revista Assembly Testimonio, enero/febrero 2019

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"Tengo Mi Propia Religión"

"Uno puede creer lo que quiera: todo es válido". "Todo el mundo tiene su propia creencia". "Con tal que crea en algo, y sea sincero, es suficiente".
Hoy se escuchan muchas expresiones así. Suenan bien, y ayudan a la gente a sentirse bien, pero los que dicen tener "la verdad" son menospreciados como arrogantes o intolerantes. Por alguna razón, la gente acepta la idea de que cualquier religión es válida siempre y cuando no sea considerada como la única verdad exclusiva. ¿Sabe por qué? Porque así Satanás logra que la gente crea cualquier cosa excepto la única que los libraría de su control y de la perdición.
     No es cierto que todas las creencias son válidas. Intente utilizar las expresiones de arriba con su profesor de matemática, o con el banco, y verá. El hecho de que todo el mundo tenga su propia creencia es, según Dios, el problema más grande de la humanidad: hemos cambiado Su verdad por nuestras creencias. "Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino" (Isaías 53:6). El camino del ser humano es amplio, tolerante, ignora el pecado y termina en destrucción. "Espacioso [es] el camino que lleva a la perdición" (Mateo 7:13).
    En un sentido sí es cierto que no importa lo que usted crea. ¡Sus creencias no cambian la verdad de la Palabra de Dios! Creer algo no hace que sea cierto. Saltar desde lo más alto de un rascacielos lo matará, sin importar cuán enfáticamente usted crea lo contrario. Entrar a la eternidad confiando en que Dios no existe, o que sus creencias o sus obras son lo suficientemente buenas como para merecer la aprobación divina, no cambiará el triste desenlace: "El que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego" (Apocalipsis 20:15).  
    No es cuestión de opiniones. Jesucristo no dijo: "Yo soy un camino", sino "Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre sino por mí" (Juan 14:6). Él es el único camino de salvación y la vida eterna.
    Nadie puede salvarse a sí mismo, porque la salvación no es por obras (Efesios 2:8-9). Dios es el que salva. Jesucristo es el único camino: "En ningún otro hay salvación" (Hechos 4:12). Crea en Él sin más demora.

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  DIOS EL ESPÍRITU
Parte 12
Camilo Vásquez Vivanco, Punta Arenas, Chile
 

viene del número anterior
EL BAUTISMO DEL ESPÍRITU SANTO,
SU SELLO, TESTIMONIO Y UNCIÓN

“Yo a la verdad os bautizo en agua para arrepentimiento; pero el que viene tras mí, cuyo calzado yo no soy digno de llevar, es más poderoso que yo; él os bautizará en Espíritu Santo y fuego” (Mt. 3:11).

El propio apóstol Juan distingue que su bautismo es distinto del bautismo de quién viene para realizar el bautismo del Espíritu Santo y de fuego. Aquí hemos de distinguir el medio en que se es bautizado y el agente bautizador. En el bautismo de Juan el medio fue “el agua” y el agente bautizador el propio profeta Juan (k). En estos otros dos bautismos el medio respectivamente son, el Espíritu Santo y el fuego y el agente bautizador es el Señor. Si distinguimos esto podremos entender a que se refieren estos bautismos anunciados por Juan. Nos remitiremos al bautismo “en Espíritu Santo” tal como lo dice el segundo evangelio: “Yo a la verdad os he bautizado con agua; pero él os bautizará con (en) Espíritu Santo” (Mr. 1:8). Se aprecia que se trata de ser sumergidos o zambullidos en un medio que en este caso es el Espíritu Santo. Recordemos que la palabra “bautismo” se deriva del griego: baptizo, cuyo significado es sumergir o zambullir. Esta verdad el Señor la volvió a repetir a Sus discípulos una vez resucitado: “Porque Juan ciertamente bautizó con agua, mas vosotros seréis bautizados con (en) el Espíritu Santo dentro de no muchos días” (Hch. 1:5). Refiriéndose a que los creyentes serían sumergidos dentro de poco, o bautizados en el Espíritu Santo, esto corresponde a ser incorporados en el cuerpo de Cristo que es la iglesia. Esto sucedió diez días después en la fiesta de Pentecostés tal como nos narra Lucas: “Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen” (Hch. 2:4). Ese es un día histórico pues allí nace la iglesia que el mismo Señor había prometido edificar (Mt. 16:18). Todos los ciento veinte creyentes allí reunidos, nacidos de Dios, fueron injertados en la iglesia recién formada como cuerpo de Cristo asunto que es explicado así: “Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu” (1 Co. 12:13).
    Este bautismo no es algo que deba buscarse o por lo cual deba orarse, o esperarse, puesto que el cuerpo ha sido ya formado (l). Cuatro veces es mencionado en los Hechos de los Apóstoles la recepción del Espíritu Santo (Hch. 2, 8, 10 y 19). En cada uno de ellos hubieron manifestaciones milagrosas con la especial intención de enseñar a los judíos incrédulos que el judaísmo con la esclavitud de la ley quedaban atrás. No es que en cada uno de esos eventos se produjese un nuevo bautismo del Espíritu Santo, sino que al recibir a Cristo como Salvador cada uno de ellos fueron tomados por el Espíritu Santo y hechos parte del cuerpo de Cristo, la iglesia. La recepción del Espíritu Santo, tanto en Hch. 8:17 y 19:6, requirió de la imposición de manos de los apóstoles sólo como una señal de aceptación, tanto de los samaritanos y judíos incrédulos al cuerpo de Cristo. En el futuro la recepción del Espíritu Santo para el que cree sería como sucedió en casa de Cornelio, que estando todos escuchando la predicación de Pedro, al ejercer fe ellos recibieron al Espíritu Santo que descendió sobre ellos (Hch. 10:44).
    Distinguir este bautismo nos permitirá saber que es un evento único sin repetición como lo es la muerte del Señor en la cruz. El Señor no vuelve a morir en la cruz cada vez que un pecador cree para ser salvo, sino sólo comunica al que cree la virtud de Su muerte y resurrección. Del mismo modo el bautismo del Espíritu no se vuelve a repetir para ese pecador convertido pues en ese acto de creer es sellado por el Espíritu Santo (Ef. 1:13-14) y es hecho parte del cuerpo de Cristo, Su iglesia. Por esto se nos dice: “porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos” (Gá. 3:27). Ser bautizados en Cristo es sinónimo del bautismo del Espíritu Santo evento que sucedió hace dos mil años, y que se hace realidad para el que cree. Entonces Dios nos ha cambiado de dueño cuando nos convertimos pasándonos del poder del diablo al reino de Su Hijo (Col. 1:13) y del mismo modo nos ha cambiado de ser parte de un mundo pecaminoso a su iglesia por medio del bautismo del Espíritu Santo: “sepultados con él en el bautismo, en el cual fuisteis también resucitados con él, mediante la fe en el poder de Dios que le levantó de los muertos” (Col. 2:12).
    Es interesante reconocer que ser “sellados” como dice Efesios 1:13-14, corresponde al título de propiedad de Dios sobre cada creyente y a su vez el Espíritu Santo es “las arras” o “la prenda de garantía” de que somos Suyos. Esta prenda es un adelanto de nuestra realidad celestial lo cual significa que ya estamos disfrutando de la vida eterna por la presencia del Espíritu Santo en nosotros. Es indispensable observar que este sellamiento del Espíritu Santo al creyente de hoy le asegura que participará del arrebatamiento, asunto que es sólo para la iglesia: “Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención” (Ef. 4:30).
    Esto a su vez consiste en tener “el testimonio en sí mismo” (1 Jn. 5:10), pues se tiene la seguridad de la salvación y se tiene dentro de uno lo que Dios asegura acerca de su Hijo. Cada hijo de Dios posee este testimonio que es sencillamente el respaldado que el mismo Espíritu Santo da nuestro espíritu (1 Jn. 5:6), asegurando nuestra relación como hijos de Dios: “El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios” (Ro. 8:16). Insistimos en decir que tener el testimonio del Espíritu no consiste en alguna experiencia extra que se pide en oración para recibir poder del Espíritu Santo. Estas ideas no sólo no tienen el apoyo de la Biblia, sino que son delirios de experiencia carismáticas que confunden la fe de creyentes sencillos. Bastará citar lo que Dios declara de la obra de Su Hijo quien ha santificado y hecho perfecto para siempre al creyente, asunto que realizó Cristo con una sola ofrenda (He. 10:10-14). Y hemos de observar que esa obra santificadora da testimonio el Espíritu Santo al creyente en Cristo: “Y nos atestigua lo mismo el Espíritu Santo…” (He. 10:15), declarando que Dios nunca más se acordará de nuestros pecados y transgresiones, y que además ha escrito en nuestras mentes Sus leyes y las ha colocado en nuestros corazones (He. 10:16-17). Entonces tener “el testimonio en sí mismo” es tener la seguridad de lo que Dios dice de Su Hijo y Su obra, y de la seguridad que se recibe por creer en Él.
    Por su parte la unción mencionada en las Escrituras corresponde también a una de las realidades como creyentes en Cristo, y que nos asegura nuestra fe en un mundo contaminado por doctrinas que atentan contra cada una de las Personas de laTrinidad. ¿Cuándo se recibe la unción? Primero observemos lo que dice el Espíritu Santo al respecto: “Pero vosotros tenéis la unción del Santo, y conocéis todas las cosas” (1 Jn. 2:20). Como vemos los remitentes tenían esta unción de modo que no es algo que se pida posterior a la conversión y aún más añade el Espíritu Santo: “Pero la unción que vosotros recibisteis de él permanece en vosotros, y no tenéis necesidad de que nadie os enseñe; así como la unción misma os enseña todas las cosas, y es verdadera, y no es mentira, según ella os ha enseñado, permaneced en él” (1 Jn. 2:27). Aquí se nos enseña que la unción se recibe de Dios y permanece en el creyente y que ella nos enseña todas las cosas, lo cual apunta directamente al ministerio del Espíritu Santo en el creyente señalado por el Señor de este modo: “Él me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber. Todo lo que tiene el Padre es mío; por eso dije que tomará de lo mío, y os lo hará saber” (Jn. 16:14-15). Esto significa que el creyente ya ha sido ungido por el Espíritu Santo, en el momento de su conversión (2 Co. 11:21), y es enseñado por el Espíritu Santo sobre todas las riquezas que existen en la Palabra de Dios de la Persona del Hijo. En este sentido el creyente no necesita ser enseñado sobre qué es la verdad respecto a lo espiritual, pues posee morando en él al Espíritu de verdad que le enseña sobre quién es la Verdad, la gloriosa Persona del Hijo.
continuará, d.v., en el siguiente número



miércoles, 22 de junio de 2016

EN ESTO PENSAD - julio 2016

Consejos Acerca Del Noviazgo


El Contacto Físico Antes De Casarse

    1 Timoteo 5:2 manda a los jovenes a tratar a las jovencitas "como a hermanas, con toda pureza". Las caricias físicas son privilegio de los casados (Gn. 26:8-9), además, provocan emociones y pasiones sexuales y así forman parte de los actos preliminares al sexo. No tienen lugar alguno en una relación entre jóvenes cristianos fuera del matrimonio. Es una forma de ser egoísta, carnal e irresponsable, y no es un acto de amor cristiano entre la pareja. Si estás preparado para el matrimonio (no sólo en tu propia opinión) y has hallado a la persona idónea (no sólo porque tú lo sientas, sino porque se ha demostrado que es la voluntad de Dios), y no puedes esperar más para esas expresiones de amor, entonces cásate. El matrimonio es la provisión divina para la satisfacción de los deseos físicos (y es muchísimo más, pero también incluye eso). El mundo no lo cree, pero el mundo anda y razona malamente, y millones de vidas han sido arruinadas siguiendo el rumbo y las costumbres del mundo.
    Considera seriamente la respuesta correcta a esta pregunta: ¿Qué base bíblica tendrías para manifestar afecto físico a una mujer que no es tu esposa?
    Si entras en un noviazgo, un compromiso formal, ¿es lo mismo que estar casado, tienes los mismos privilegios y responsabilidades? ¿Cuándo comienza el matrimonio? Tus respuestas deben ser bíblicas.

Criterio Para Escoger A Una Esposa
1. Debe ser creyente bautizada y en comunión (2 Co. 6:14).
2. Debe ser la mujer que Dios escoge, esto es "en el Señor" (1 Co. 7:39), o sea, según Su voluntad, no sólo una cuya apariencia te agrade, o que alguien te haya sugerido y puesto en la mente, tratando de hacer parejas, ni una persona que porque sueñas con ella, o sientes cierta atracción, deduces que debe ser la mujer para ti. Hay muchos matrimonios fracasados que comenzaron así.
3. Debe ser una mujer con carácter cristiano demostrado (piadosa, modesta, casta, afable, apacible, sobria), una mujer de oración y devota del Señor que demuestra que es coheredera de la gracia de Dios. No una que ha estado buscando a un hombre, coqueta, parpadeando, apareciendo arreglada en todos los lugares “correctos” pero con su atención en los solteros.
4. Debe ser una mujer que toma el lugar de sumisión que Dios le asigna, no a regañadientes, ni de fachada, sino en verdad. Observa especialmente cómo es en su propia casa con la familia, en relación con sus padres. ¿Cómo es ella en la iglesia con respecto a los ancianos y los demás hermanos? ¿Cómo es en su forma de hablar y tratar contigo? Que no dé señales de un carácter dominante, o de querer mandar o manipular. (¿Expresa en privado que está en desacuerdo o fastidiada con sus padres, los ancianos, u otros en lugares de autoridad? ¿Es agresiva o dominante, tiene que expresar su opinión sobre todo, te aconseja o trata de sugerir qué decisiones has de tomar?)
5. Debe ser una mujer que sabe cuidar una casa, cosas como cocinar, coser, mantener la casa limpia, ordenada y atractiva.
6. Debe ser una mujer servicial, dada a la hospitalidad.
7. Debe ser una mujer no adicta a cosas materiales, no codiciosa, no desea tener lo que los demás tienen, sin ambiciones sociales.
8. Debe ser una mujer dispuesta a moverse en la vida cuando el Señor llame.
9. Debe ser una mujer que será una buena madre de hijos, que cumplirá con amor y ánimo pronto las tareas de una madre, sin malcriar a sus hijos.
10. Debe ser una mujer dispuesta a aceptar y tener por suyos los objetivos de su marido, y orientarse a él, no tratar de orientarle a ella.
11. Lo físico no es de gran importancia, ya que no te casarás con un rostro o cuerpo, sino con una persona y el carácter y conducta de esa persona.
* El hecho de que hayas encontrado a una mujer así NO indica que debería ser la tuya, porque hay más de una que es así. Es un tema para poner en oración, no solamente tú a solas con Dios, sino también y muy importante: ante los ancianos de la iglesia para su oración y consejo, antes de llegar a ninguna conclusión. Y por supuesto, antes de comenzar deberías hablar con los padres tuyos y los de la mujer pidiendo sus oraciones, consejos y permiso. No te fíes de tus sentimientos. Cierto es que si es la voluntad de Dios, alguien más que tú lo verá claro.

O. J. Gibson, de sus notas tituladas: MAN TO MAN, "De Hombre a Hombre"

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¿Qué Es El Arrepentimiento?

Tomás Kember, misionero en Obregón, México
    
La maravilla del Evangelio es que no nos manda a cambiar nuestras vidas. Sin embargo, para ser salvos nos manda a arrepentirnos. Cristo dijo: “Arrepentíos, y creed en el evangelio” (Mr. 1.15). Pedro dijo: “Arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados” (Hch. 3.19). Pablo testificaba “acerca del arrepentimiento para con Dios, y de la fe en nuestro Señor Jesucristo” (Hch. 20.21). Comúnmente se oye que el arrepentimiento significa cambiar el comportamiento, volverse a Dios, confesarle sus pecados, darle un giro a su vida, o darle la espalda al pecado, entre otras explicaciones. ¿Son expresiones correctas, o hacen que el inconverso se confunda aun más?
    El énfasis en los resultados del arrepentimiento se debe muy probablemente a la frustración de personas “salvas” cuyas vidas dan poca evidencia de un verdadero arrepentimiento. Pensamos que si enfatizamos este lado del arrepentimiento, veremos más verdadero arrepentimiento. Pero, si una persona encamada por una enfermedad no puede caminar, decirle que se esfuerce a caminar no lo hará más posible. Primero necesita ser sanada.
    Juan el Bautista predicó: “Haced... frutos dignos de arrepentimiento” (Mt. 3.8). Si bien los frutos son evidencia del arrepentimiento, hay por lo menos cuatro diferencias entre el arrepentimiento y su fruto. El primero es invisible; el otro, visible. Uno tiene que ver con la actitud; el otro con las acciones. Uno se hace en un momento; el otro de por vida. Uno es la postura adoptada por el inconverso; el otro se realiza a partir de ser salvo por el poder del Espíritu Santo. Aun la palabra en griego traducida como “arrepentimiento” significa lo mismo: metanoia  – pensamiento posterior, cambio de parecer (Diccionario Expositivo Vine).
    Si se trata de cambiar el comportamiento para poder ser salvo, entonces estamos diciendo que la salvación está condicionada a las buenas obras. La Biblia dice que la salvación no es por obras, “para que nadie se gloríe” (Ef. 2.9). No deberíamos poner condiciones si la Biblia no las pone. El arrepentimiento involucra la fe. Es creer lo que Dios está diciendo en contra de usted respecto a sus pecados y lo que ellos merecen. ¿Puede leer Romanos 3.9-19 y aceptar que cada una de estas acusaciones se aplica a usted? Esto es arrepentirse y darle la razón a Dios. “Antes bien sea Dios veraz, y todo hombre mentiroso” (Ro. 3.4). Luego añade: “Para que seas (Dios) justificado en tus palabras”. Justificar a Dios es darle a Él toda la razón.
    El arrepentimiento no es confesarle a Dios los pecados. En este caso la salvación dependería de una buena memoria. ¿Acaso piensa usted que podría recordar todos sus pecados? Basta con reconocer que es un pecador digno de la ira eterna de Dios. Tal vez esta noción de confesar los pecados se debe a que se malentiende lo siguiente: “Si confesamos nuestros pecados Él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados” (1 Jn. 1.9). ¿Estas palabras son para quién? “Nosotros” se refiere al apóstol Juan y a sus lectores, personas ya salvas. Se trata de la confesión de un hijo a su Padre Dios en la familia, no de un condenado ante Dios como Juez en la corte.
    No intente cambiar su vida, estimado lector, sino reconozca su vergonzosa pecaminosidad y, ya arrepentido, descanse en esta preciosa verdad: Cristo “llevó Él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero” (1 P. 2.24). Después verá los gratos resultados del arrepentimiento en su vida.

del Mensajero Mexicano, junio, 2016, usado con permiso
www.mensajeromexicano.com
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LA BIBLIA!


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Los hijos desobedientes
deshonran a Dios y a sus padres.

La desobediencia no debe ser permitida, consentida, disculplada, explicada, pasada por alto, porque:

· Es pecado

· Desagrada a Dios

· Deshonra a los padres

· Radica en una actitud

· Incluye la demora

· Es de los necios

· No tiene bendición

· Será castigada

p.d.  Los padres que ni enseñan ni corrigen 
a sus hijos desobedecen a Dios. 

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La  Formación del Carácter de los Niños
parte II
Philip Doddridge (1702-1751)

Hay que enseñar a los niños a ser humildes. Esta es una gracia que el Señor nos invita particularmente a aprender de él y lo que con más frecuencia nos recomienda, sabiendo muy bien que sin ella un plan tan humillante como el que vino a presentar nunca hubiera sido recibido. Y en cuanto a la vida presente, es un adorno muy hermoso que se gana la estima y el afecto universal, de modo que antes de la honra viene la humildad (Prov. 15:33). En general, encontramos que el que se exalta a sí mismo será humillado, y el que se humilla a sí mismo será exaltado, tanto por Dios como por el hombre.

    Por lo tanto, querer el bienestar, la honra y la felicidad de nuestros hijos debiera llevarnos a un esforzarnos tempranamente a frenar ese orgullo que fue el primer pecado y la ruina de nuestra naturaleza y que se extiende tan ampliamente y se hunde tan profundamente en todo lo que tiene su origen en la degeneración de Adán. Debemos enseñarles a expresar humildad y modestia en toda su manera de ser con todos.

    Hay que enseñarles que traten a sus superiores con especial respeto y, en los momentos debidos, acostumbrase a guardar silencio y ser prudentes ante ellos. De este modo aprenderán en algún grado a gobernar su lengua, una rama de la sabiduría que, al ir avanzando la vida, será de gran importancia para la tranquilidad de otros y para su propio confort y reputación.

    Tampoco debe permitirles ser insolentes con sus pares, sino enseñarles a ceder, a favorecer y a renunciar a sus derechos para mantener la paz. Para lograrlo, pienso que es de desear que por lo general se acostumbren a tratarse unos a otros con respeto y en conformidad con los modales de las personas bien educadas de su clase. Sé que estas cosas son en sí mismas meras insignificancias, pero son los guardias de la humanidad y la amistad, e impiden eficazmente muchos ataques groseros que puedan surgir por cualquier pequeñez con posibles consecuencias fatales...

    En último lugar, hay que enseñar a los niños a negarse a sí mismos. Sin un grado de esta cualidad, no podemos seguir a Cristo ni esperar ser suyos como discípulos, ni podemos pasar tranquilos por el mundo. Pero, no obstante lo que pueda soñar el joven sin experiencia, muchas circunstancias desagradables y mortificantes ocurrirán en su vida que descontrolarán su mente continuamente si no puede negar sus apetitos, pasiones y su temperamento. Por lo tanto, hemos de esforzarnos por enseñar inmediatemente esta importante lección a nuestros hijos, y, si tenemos éxito en hacerlo, los dejaremos mucho más ricos y felices por ser dueños de sus propios espíritus, que si les dejáramos los bienes materiales más abundantes o el poder ilimitado que el poder sobre otros pudiera producir.

    Cuando un ser racional se convierte en el esclavo del apetito, pierde la dignidad de su naturaleza humana al igual que la profesión de su fe cristiana. Es, por lo tanto, digno de notar que cuando el Apóstol menciona las tres ramas grandiosas de la religión práctica, pone la sobriedad primero, quizá sugiriendo que donde ésta se descuida lo demás no puede ser practicado. La gracia de Dios, es decir, el evangelio, nos enseña a vivir sobria, recta y piadosamente. Por lo tanto, hay que exhortar a los niños, al igual que a los jóvenes, a ser sobrios, y hay que enseñarles desde temprano a negarse a sí mismos. Es un hecho que sus propios apetitos y gustos determinarán el tipo y la cantidad de sus alimentos, muchos de ellos destruirían rápidamente su salud y quizá su vida, dado que con frecuencia el antojo más grande es por las cosas que son más dañinas. Y parece muy acertada la observación de un hombre muy sabio (quien era él mismo un triste ejemplo de ello) que el cariño de las madres por sus hijos, por el que los dejan comer y beber lo que quieran, pone el fundamento de la mayoría de las calamidades en la vida humana que proceden de la mala condición de sus cuerpos. Más aún, agregaré que es parte de la sabiduría y del amor no sólo negar lo que sería dañino, sino también tener cuidado de no consentirlos con respecto a los alimentos ni la ropa. Las personas con sentido común no pueden menos que ver, si reflexionaran, que saber ser sencillos, y a veces, un poco sacrificados, ayuda a enfrentar muchas circunstancias en la vida que el lujo y los manjares harían casi imposible hacerlo.

    El control de las pasiones es otra rama del negarse a sí mismo a la que deben habituarse temprano los niños, y especialmente porque en una edad cuando la razón es tan débil, las pasiones pueden aparecer con una fuerza y violencia única. Por lo tanto, hay que tener un cuidado prudencial para impedir sus excesos. Con ese propósito, es de suma importancia que nunca permita que hagan sus caprichos por su obstinación, sus gritos y clamores, permitirlo sería recompensarlos por una falta que merece una severa reprimenda. Es más, me atrevo a agregar que es muy inhumano disfrutar de incomodarles con mortificaciones innecesarias, no obstante, cuando anhelan irrazonablemente alguna insignificancia, por esa misma razón, a veces se les debe negar, a fin de enseñarles algo de moderación para el futuro. Y si, por dichos métodos, aprenden gradualmente a dominaar su genio y antojos, aprenden un aspecto considerable de verdadera fuerza y sabiduría...
traducido de The Godly Family

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    "El sauce crece con rapidez, y lo mismo sucede con los creyentes jóvenes. Si quiere ver hombres de nota en la iglesia de Dios, búsquelos entre los que se convirtieron en su juventud...nuestros Samuel y Timoteo surgen de los que conocen las Escrituras desde su juventud. ¡Oh Señor! Envíanos muchos así cuyo crecimiento y desarrollo nos sorprenda tanto como lo hace el crecimiento de los sauces junto a los ríos".
–Charles Spurgeon (1834-1892)

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“Conquista la Voluntad del Niño”

Para formar la mente de los niños, la primera cosa que hacer es conquistar su voluntad y traerlos a una disposición obediente. Informar el entendimiento es un trabajo que requiere su tiempo, y con niños debe proceder lenta y gradualmente según puedan soportarlo.  Pero la sujeción de la voluntad es algo que debe hacerse en seguida, y cuanto antes, mejor. Porque si descuidamos la corrección a tiempo, ellos contraerán una terquedad y obstinación que después a penas serán conquistadas, y nunca sin usar tal severidad que sería tan dolorosa a mí como al niño. En la estimación del mundo pasan por benignos e indulgentes aquellos a quienes yo llamo padres crueles, que permiten que sus hijos formen hábitos los cuales ellos saben que después tendrán que ser quebrantados. Además, algunos son tan neciamente dispuestos como para enseñar en broma a sus hijos a hacer cosas que más tarde los castigarán severamente si los hacen.
    Cuando un niño es corregido, debe ser conquistado; y esto no será demasiado difícil si no se ha vuelto cabezón debido a demasiada permisividad. Y cuando la voluntad del niño es totalmente sojuzgada, y traída a reverenciar y respetar a sus padres, entonces muchas tonterías de niños e inadvertencias pueden ser evitadas. Algunas deberían ser pasadas por alto sin echarles cuenta, y otras reprendidas suavemente, pero ninguna transgresión voluntariosa debe serles perdonada a los niños sin castigo, más o menos según la naturaleza y circunstancias de la ofensa.
    Insisto en conquistar siempre la voluntad de los niños, porque es el único fundamento fuerte y razonable de una educación religiosa, y sin esto tanto precepto como ejemplo serán ineficaces.  Pero cuando sea bien hecho, entonces el niño es capaz de ser gobernado por la razón y piedad de sus padres hasta que su propia comprensión llegue a madurez y los principios de la religión se hayan arraigado en su mente.
    Aún no puedo despedir este tema. Debido a que la voluntad propia es la raíz de todo pecado y miseria, cualquier cosa que favorezca o nutra esta voluntad en los niños asegura su mal estar y falta de piedad en el futuro. Lo que sirva para parar y hacer morir la voluntad propia también promueve su futura alegría y piedad. Esto está todavía más claro si consideramos además que la religión no es otra cosa que hacer la voluntad de Dios y no la nuestra.  El gran impedimento singular a nuestra felicidad temporal y eterna es esta voluntad propia, así que ninguna indulgencia de ella puede ser trivial, y ninguna negación de ella carece de beneficio.  El cielo y el infierno dependen sólo de esto. Por esto, el padre o la madre que estudia sojuzgarla en sus hijos colabora con Dios en la renovación y salvación de un alma. El padre que trata con permisividad e indulgencia a sus hijos hace el trabajo del diablo, hace impracticable la religión, inaccesible la salvación, y hace todo lo posible para condenar a sus hijos, alma y cuerpo, para siempre.
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    Susanna Wesley tuvo 19 hijos, de los cuales son Juan y Carlos a quienes conocemos como predicadores del evangelio y compositores de himnos. Ella escribió estas y muchas otras instrucciones a su hijo Juan y aparecen en el libro: The Journal of John Wesley (“El Diario de John Wesley”), Moody Press