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sábado, 22 de febrero de 2020

EN ESTO PENSAD - enero 2020

La Humildad: Cualidad Rara

William MacDonald

Es bueno que cada uno conozca su medida justa. Cuando George Washington fue visto realizando una tarea manual, un amigo le dijo: "General, usted es un hombre muy grande para hacer eso". "No, no lo soy", respondió. "Tengo la medida justa".

"La humildad no consiste tanto en pensar mal de nosotros mismos, sino en no pensar en nosotros en absoluto. Soy demasiado malo como para merecer que se piense en mí; lo que quiero es olvidarme a mí mismo y mirar a Dios; ciertamente es digno de todos mis pensamientos" (William Kelly).

    Isaac Newton tuvo una de las mentes más brillantes de su época, y fue uno de los genios más magníficos que la humanidad ha producido. Sin embargo, Newton dijo de sí mismo:

"No sé qué opinion tenga el mundo de mí, pero yo creo ser apenas un niño que está jugando en la orilla del mar, quien cada tanto encuentra una piedrecita lisa o una ostra más hermosa que las comunes, mientras el gran océano de la verdad permanece delante de mí sin ser descubierto".

    Compara esta declaración con lo que dijo Oscar Wilde en la oficina de aduanas en Nueva York: "No tengo nada que declarar excepto mi genio".
    F. B. Meyer dijo sobre Dwight L. Moody: "Moody es un hombre que nunca parece haber escuchado de sí mismo. No es sorpresa que Dios le use en forma tan maravillosa. Un conferencista dijo una vez: "No hay nada que Dios no pueda hacer si alejamos nuestras manos de Su gloria". Otro predicador dijo: "Está bien que las personas te alaben, siempre y cuando no te intoxiques con ello".
    Es el orgullo que hace que multitudes no confiesen a Cristo y por consiguiente se pierdan en el infierno eterno. Es el orgullo que provoca que sea tan difícil que los creyentes se disculpen cuando han ofendido a alguien más. Es el orgullo que hace que sea imposible que Dios nos use. Esto mismo obstaculiza la espiritualidad y el testimonio. Por otro lado, nunca podemos ser demasiado pequeños para ser útiles a Dios.
    ...El valet de un Kaiser alemán dijo: "No puedo negar que mi señor era muy vanidoso. Él tenía que ser la figura central en todo. Si asistía a un bautizo quería ser el bebé; si iba a una boda quería ser la novia; si iba a un funeral quería ser el cadáver".
    El Rabbi Simeone Ben Jochai dijo: "Si tan solo existieran dos personas justas en el mundo, yo y mi hijo seríamos esas dos. Si tan solo existiera una, esa sería yo". Muy diferente es lo que F. B. Meyer dijo de sí mismo:

"Soy un hombre común y corriente. No tengo dones especiales, no soy un orador, no soy un profesor, no soy un pensador profundo. Si he logrado hacer algo para Cristo y mi generación, es porque me he entregado enteramente a Cristo Jesús, y he procurado hacer todo lo que Él quiso que hiciera".

    Carlos Wesley, hermano de Juan, dijo:
        "Mantenme pequeño y desconocido,
        Amado y valorado solo por Cristo"
William MacDonald, El Manual del Discípulo

Esto nos da todavía otra razón por la que la política no es para creyentes. El político no quiere ser pequeño y desconocido, sino grande y conocido. De hecho, si no es bien conocido y popular no puede hacer nada en la política. El político es protagonista de su perfil público y de sus ideas. Cultiva la sonrisa, y el arte de quedar bien para ser popular. El yugo del Cristo manso y humilde no es para los tales.
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"La política es el arte de servirse de los hombres haciéndoles creer que se les sirve a ellos".                     
                 Louis Dumur (1863-1933) 
                 escritor suizo

"La política es el arte de obtener el dinero de los ricos y el voto de los pobres con el pretexto de proteger a los unos de los otros".            Anónimo

"En la política el arrepentimiento no existe. Uno se equivoca o acierta, pero no cabe el arrepentimiento".            
                                Santiago Carrillo (1915-2012), político español

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El Testimonio De Cristo 
Acerca De Las Escrituras

El hecho de que la Biblia está inspirada por el Espíritu Santo está apoyado por muchas evidencias internas de que es, ciertamente, la Palabra de Dios, y está confirmado por el poder de la Palabra de Dios para influenciar y transformar a los hombres. De todas las evidencias, sin embargo, una de las más importantes es el testimonio de nuestro Señor Jesucristo mismo de que, efectivamente, la Biblia está inspirada por Dios.
    Dondequiera que Jesucristo citó la Escritura - y Él lo hizo con frecuencia-  lo hizo como teniendo la autoridad y el completo reconocimiento de que había llegado a manos de los hombres por la inspiración del Espíritu Santo.
    De acuerdo con Mateo 5:18, Cristo afirma que ni una jota ni una tilde de la Ley quedará sin cumplimiento. Con esto El expresaba que ni una jota (la letra más pequeña del alfabeto hebreo) o una tilde (la parte más pequeña de una letra que pudiese cambiar su significado) habrían de quedar incumplidas. Si la precisión y la inspiración se extienden a cada una de sus letras, Cristo estaba obviamente afirmando la inspiración de la totalidad del Antiguo Testamento.
    En Juan 10:35 Cristo afirmó que "la Escritura no puede ser quebrantada", no puede fallar. Una y otra vez el Nuevo Testamento afirma un exacto cumplimiento del Antiguo Testamento, como en Mateo 1:22, 23 (cf. Mt. 4:14; 8:17; 12:17; 15:7-8; 21:4-5, 42; 22:29; 26:31, 56; 27:9, 10, 35). Estas referencias procedentes del Evangelio de Mateo son típicas de lo que se difunde por todo el Nuevo Testamento en su totalidad. Incluso cuando afirma un cambio dispensacional o una modificación de una regla de vida, la autoridad y la inspiración de las declaraciones originales de la Escritura no se discuten en absoluto (Mt. 19:7-12).
    Las anotaciones procedentes del Antiguo Testamento se extienden a cualquier sección importante y con frecuencia son de libros que son los más discutidos por los críticos liberales, tales como el Deuteronomio, Jonás, y Daniel (Dt. 6:16; cf. Mt. 12:40; Dn. 9:27; 12:11; cf. Mt. 24:15). Es imposible poner en tela de juicio la inspiración del Antiguo Testamento sin dudar del carácter y veracidad de Jesucristo. Es por esta razón que la negación de la inspirada Palabra de Dios conduce a la negación del Verbo encarnado de Dios.
L. S. Chafer, Grandes Temas Bíblicos

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"He aquí, Dios es el que me ayuda" (Sal. 54:4). "De manera que podemos decir confiadamente: El Señor es mi ayudador" (He. 13:6).
¡Cuán pequeños deben parecerle nuestros problemas al Hacedor de los cielos y la tierra: "Las tinieblas y el desorden Su Palabra poderosa oyeron, y huyeron".
    Ningún problema o dificultad surgió para prevenir que Él terminara la gran obra de la creación en el tiempo que Él escogió. No tenía que extender la fecha tope ni alterar el diseño, ni omitir ninguna parte de Su gran proyecto. Cuando fue terminado, era exactamente lo que Él quiso y planificó. "Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera" (Gn. 1:31). ¡Qué satisfacción tuvo al ver Su obra vasta!
    Este Dios ha prometido ser nuestro ayudador, a intervenir a favor nuestro en nuestra fragilidad, y suplir toda nuestra necesidad. Que esta gran verdad nos ayude a centrarnos en Su grandeza y así ver menguar nuestros problemas ante la fuerza invencible del Omnipotente.  Isaac Watts escribió:

¡Dios, nuestro auxilio en los pasados siglos!
¡Nuestra esperanza en años venideros!
¡Nuestro refugio en hórrida tormenta,
Y protector eterno".

traducido de la revista Assembly Testimonio, enero/febrero 2019

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"Tengo Mi Propia Religión"

"Uno puede creer lo que quiera: todo es válido". "Todo el mundo tiene su propia creencia". "Con tal que crea en algo, y sea sincero, es suficiente".
Hoy se escuchan muchas expresiones así. Suenan bien, y ayudan a la gente a sentirse bien, pero los que dicen tener "la verdad" son menospreciados como arrogantes o intolerantes. Por alguna razón, la gente acepta la idea de que cualquier religión es válida siempre y cuando no sea considerada como la única verdad exclusiva. ¿Sabe por qué? Porque así Satanás logra que la gente crea cualquier cosa excepto la única que los libraría de su control y de la perdición.
     No es cierto que todas las creencias son válidas. Intente utilizar las expresiones de arriba con su profesor de matemática, o con el banco, y verá. El hecho de que todo el mundo tenga su propia creencia es, según Dios, el problema más grande de la humanidad: hemos cambiado Su verdad por nuestras creencias. "Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino" (Isaías 53:6). El camino del ser humano es amplio, tolerante, ignora el pecado y termina en destrucción. "Espacioso [es] el camino que lleva a la perdición" (Mateo 7:13).
    En un sentido sí es cierto que no importa lo que usted crea. ¡Sus creencias no cambian la verdad de la Palabra de Dios! Creer algo no hace que sea cierto. Saltar desde lo más alto de un rascacielos lo matará, sin importar cuán enfáticamente usted crea lo contrario. Entrar a la eternidad confiando en que Dios no existe, o que sus creencias o sus obras son lo suficientemente buenas como para merecer la aprobación divina, no cambiará el triste desenlace: "El que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego" (Apocalipsis 20:15).  
    No es cuestión de opiniones. Jesucristo no dijo: "Yo soy un camino", sino "Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre sino por mí" (Juan 14:6). Él es el único camino de salvación y la vida eterna.
    Nadie puede salvarse a sí mismo, porque la salvación no es por obras (Efesios 2:8-9). Dios es el que salva. Jesucristo es el único camino: "En ningún otro hay salvación" (Hechos 4:12). Crea en Él sin más demora.

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  DIOS EL ESPÍRITU
Parte 12
Camilo Vásquez Vivanco, Punta Arenas, Chile
 

viene del número anterior
EL BAUTISMO DEL ESPÍRITU SANTO,
SU SELLO, TESTIMONIO Y UNCIÓN

“Yo a la verdad os bautizo en agua para arrepentimiento; pero el que viene tras mí, cuyo calzado yo no soy digno de llevar, es más poderoso que yo; él os bautizará en Espíritu Santo y fuego” (Mt. 3:11).

El propio apóstol Juan distingue que su bautismo es distinto del bautismo de quién viene para realizar el bautismo del Espíritu Santo y de fuego. Aquí hemos de distinguir el medio en que se es bautizado y el agente bautizador. En el bautismo de Juan el medio fue “el agua” y el agente bautizador el propio profeta Juan (k). En estos otros dos bautismos el medio respectivamente son, el Espíritu Santo y el fuego y el agente bautizador es el Señor. Si distinguimos esto podremos entender a que se refieren estos bautismos anunciados por Juan. Nos remitiremos al bautismo “en Espíritu Santo” tal como lo dice el segundo evangelio: “Yo a la verdad os he bautizado con agua; pero él os bautizará con (en) Espíritu Santo” (Mr. 1:8). Se aprecia que se trata de ser sumergidos o zambullidos en un medio que en este caso es el Espíritu Santo. Recordemos que la palabra “bautismo” se deriva del griego: baptizo, cuyo significado es sumergir o zambullir. Esta verdad el Señor la volvió a repetir a Sus discípulos una vez resucitado: “Porque Juan ciertamente bautizó con agua, mas vosotros seréis bautizados con (en) el Espíritu Santo dentro de no muchos días” (Hch. 1:5). Refiriéndose a que los creyentes serían sumergidos dentro de poco, o bautizados en el Espíritu Santo, esto corresponde a ser incorporados en el cuerpo de Cristo que es la iglesia. Esto sucedió diez días después en la fiesta de Pentecostés tal como nos narra Lucas: “Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen” (Hch. 2:4). Ese es un día histórico pues allí nace la iglesia que el mismo Señor había prometido edificar (Mt. 16:18). Todos los ciento veinte creyentes allí reunidos, nacidos de Dios, fueron injertados en la iglesia recién formada como cuerpo de Cristo asunto que es explicado así: “Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu” (1 Co. 12:13).
    Este bautismo no es algo que deba buscarse o por lo cual deba orarse, o esperarse, puesto que el cuerpo ha sido ya formado (l). Cuatro veces es mencionado en los Hechos de los Apóstoles la recepción del Espíritu Santo (Hch. 2, 8, 10 y 19). En cada uno de ellos hubieron manifestaciones milagrosas con la especial intención de enseñar a los judíos incrédulos que el judaísmo con la esclavitud de la ley quedaban atrás. No es que en cada uno de esos eventos se produjese un nuevo bautismo del Espíritu Santo, sino que al recibir a Cristo como Salvador cada uno de ellos fueron tomados por el Espíritu Santo y hechos parte del cuerpo de Cristo, la iglesia. La recepción del Espíritu Santo, tanto en Hch. 8:17 y 19:6, requirió de la imposición de manos de los apóstoles sólo como una señal de aceptación, tanto de los samaritanos y judíos incrédulos al cuerpo de Cristo. En el futuro la recepción del Espíritu Santo para el que cree sería como sucedió en casa de Cornelio, que estando todos escuchando la predicación de Pedro, al ejercer fe ellos recibieron al Espíritu Santo que descendió sobre ellos (Hch. 10:44).
    Distinguir este bautismo nos permitirá saber que es un evento único sin repetición como lo es la muerte del Señor en la cruz. El Señor no vuelve a morir en la cruz cada vez que un pecador cree para ser salvo, sino sólo comunica al que cree la virtud de Su muerte y resurrección. Del mismo modo el bautismo del Espíritu no se vuelve a repetir para ese pecador convertido pues en ese acto de creer es sellado por el Espíritu Santo (Ef. 1:13-14) y es hecho parte del cuerpo de Cristo, Su iglesia. Por esto se nos dice: “porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos” (Gá. 3:27). Ser bautizados en Cristo es sinónimo del bautismo del Espíritu Santo evento que sucedió hace dos mil años, y que se hace realidad para el que cree. Entonces Dios nos ha cambiado de dueño cuando nos convertimos pasándonos del poder del diablo al reino de Su Hijo (Col. 1:13) y del mismo modo nos ha cambiado de ser parte de un mundo pecaminoso a su iglesia por medio del bautismo del Espíritu Santo: “sepultados con él en el bautismo, en el cual fuisteis también resucitados con él, mediante la fe en el poder de Dios que le levantó de los muertos” (Col. 2:12).
    Es interesante reconocer que ser “sellados” como dice Efesios 1:13-14, corresponde al título de propiedad de Dios sobre cada creyente y a su vez el Espíritu Santo es “las arras” o “la prenda de garantía” de que somos Suyos. Esta prenda es un adelanto de nuestra realidad celestial lo cual significa que ya estamos disfrutando de la vida eterna por la presencia del Espíritu Santo en nosotros. Es indispensable observar que este sellamiento del Espíritu Santo al creyente de hoy le asegura que participará del arrebatamiento, asunto que es sólo para la iglesia: “Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención” (Ef. 4:30).
    Esto a su vez consiste en tener “el testimonio en sí mismo” (1 Jn. 5:10), pues se tiene la seguridad de la salvación y se tiene dentro de uno lo que Dios asegura acerca de su Hijo. Cada hijo de Dios posee este testimonio que es sencillamente el respaldado que el mismo Espíritu Santo da nuestro espíritu (1 Jn. 5:6), asegurando nuestra relación como hijos de Dios: “El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios” (Ro. 8:16). Insistimos en decir que tener el testimonio del Espíritu no consiste en alguna experiencia extra que se pide en oración para recibir poder del Espíritu Santo. Estas ideas no sólo no tienen el apoyo de la Biblia, sino que son delirios de experiencia carismáticas que confunden la fe de creyentes sencillos. Bastará citar lo que Dios declara de la obra de Su Hijo quien ha santificado y hecho perfecto para siempre al creyente, asunto que realizó Cristo con una sola ofrenda (He. 10:10-14). Y hemos de observar que esa obra santificadora da testimonio el Espíritu Santo al creyente en Cristo: “Y nos atestigua lo mismo el Espíritu Santo…” (He. 10:15), declarando que Dios nunca más se acordará de nuestros pecados y transgresiones, y que además ha escrito en nuestras mentes Sus leyes y las ha colocado en nuestros corazones (He. 10:16-17). Entonces tener “el testimonio en sí mismo” es tener la seguridad de lo que Dios dice de Su Hijo y Su obra, y de la seguridad que se recibe por creer en Él.
    Por su parte la unción mencionada en las Escrituras corresponde también a una de las realidades como creyentes en Cristo, y que nos asegura nuestra fe en un mundo contaminado por doctrinas que atentan contra cada una de las Personas de laTrinidad. ¿Cuándo se recibe la unción? Primero observemos lo que dice el Espíritu Santo al respecto: “Pero vosotros tenéis la unción del Santo, y conocéis todas las cosas” (1 Jn. 2:20). Como vemos los remitentes tenían esta unción de modo que no es algo que se pida posterior a la conversión y aún más añade el Espíritu Santo: “Pero la unción que vosotros recibisteis de él permanece en vosotros, y no tenéis necesidad de que nadie os enseñe; así como la unción misma os enseña todas las cosas, y es verdadera, y no es mentira, según ella os ha enseñado, permaneced en él” (1 Jn. 2:27). Aquí se nos enseña que la unción se recibe de Dios y permanece en el creyente y que ella nos enseña todas las cosas, lo cual apunta directamente al ministerio del Espíritu Santo en el creyente señalado por el Señor de este modo: “Él me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber. Todo lo que tiene el Padre es mío; por eso dije que tomará de lo mío, y os lo hará saber” (Jn. 16:14-15). Esto significa que el creyente ya ha sido ungido por el Espíritu Santo, en el momento de su conversión (2 Co. 11:21), y es enseñado por el Espíritu Santo sobre todas las riquezas que existen en la Palabra de Dios de la Persona del Hijo. En este sentido el creyente no necesita ser enseñado sobre qué es la verdad respecto a lo espiritual, pues posee morando en él al Espíritu de verdad que le enseña sobre quién es la Verdad, la gloriosa Persona del Hijo.
continuará, d.v., en el siguiente número



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