LOS HIJOS PRÓDIGOS
“Padre, he pecado...” (Lucas 15:21).
No fue sino hasta que el hijo pródigo volvió arrepentido que el padre corrió a su encuentro, se asió de su cuello y le besó. No habría sido justo perdonarle si no hubiera mostrado primero arrepentimiento. El principio bíblico es: “...si se arrepintiere, perdónale” (Lc. 17:3).
Nada dice el pasaje de que el padre envió ayuda a su hijo pródigo mientras andaba en aquel país lejano. De haber hecho así, habría obstruido la obra de Dios en la vida de aquel rebelde. La meta del Señor era que el descarriado descendiera hasta abajo del todo. Sabía que el hijo tendría que llegar al fin de sí mismo, y que nunca levantaría los ojos a menos que hubiera tocado fondo. Cuanto antes se le rompiera la costra a la oveja descarriada, tanto mejor para ella. El padre simplemente encomendó a su hijo al Señor, y esperó a que la crisis llegara al extremo.
Ésta es una de las cosas más duras que los padres deben hacer, especialmente para las madres. La tendencia natural es sacar del apuro al hijo o a la hija rebelde de cada situación difícil en que el Señor los coloca. Pero todo lo que estos padres consiguen es estorbar Su propósito y prolongar la agonía del ser amado.
Spurgeon dijo una vez: “El verdadero amor para aquellos que yerran consiste en no fraternizar con ellos en su error sino ser fieles a Jesús en todas las cosas”. Amar a una persona es no consentirla en su iniquidad. Por el contrario, el amor pone a la persona en las manos del Señor y ora: “Señor, restáurale, no importa cuál pueda ser el costo”.
Uno de los errores más grandes que David cometió fue traer de regreso a Absalón antes de que éste mostrara arrepentimiento. Un poco después Absalón ganaba los corazones del pueblo y tramaba una revuelta contra su padre. Finalmente hizo huir de Jerusalén a su padre y fue ungido como rey en su lugar. Pese a que Absalón se puso en camino con su ejército para destruir a David, este último instruyó a sus hombres a que le perdonaran la vida en el caso de una confrontación. Pero Joab lo pensó mejor e hirió de muerte a Absalón.
Los padres que están dispuestos a soportar el dolor de ver como el Señor humilla a su hijo o hija obligándolos a vivir en una pocilga, a menudo les ahorran un pesar más grande.
Nada dice el pasaje de que el padre envió ayuda a su hijo pródigo mientras andaba en aquel país lejano. De haber hecho así, habría obstruido la obra de Dios en la vida de aquel rebelde. La meta del Señor era que el descarriado descendiera hasta abajo del todo. Sabía que el hijo tendría que llegar al fin de sí mismo, y que nunca levantaría los ojos a menos que hubiera tocado fondo. Cuanto antes se le rompiera la costra a la oveja descarriada, tanto mejor para ella. El padre simplemente encomendó a su hijo al Señor, y esperó a que la crisis llegara al extremo.
Ésta es una de las cosas más duras que los padres deben hacer, especialmente para las madres. La tendencia natural es sacar del apuro al hijo o a la hija rebelde de cada situación difícil en que el Señor los coloca. Pero todo lo que estos padres consiguen es estorbar Su propósito y prolongar la agonía del ser amado.
Spurgeon dijo una vez: “El verdadero amor para aquellos que yerran consiste en no fraternizar con ellos en su error sino ser fieles a Jesús en todas las cosas”. Amar a una persona es no consentirla en su iniquidad. Por el contrario, el amor pone a la persona en las manos del Señor y ora: “Señor, restáurale, no importa cuál pueda ser el costo”.
Uno de los errores más grandes que David cometió fue traer de regreso a Absalón antes de que éste mostrara arrepentimiento. Un poco después Absalón ganaba los corazones del pueblo y tramaba una revuelta contra su padre. Finalmente hizo huir de Jerusalén a su padre y fue ungido como rey en su lugar. Pese a que Absalón se puso en camino con su ejército para destruir a David, este último instruyó a sus hombres a que le perdonaran la vida en el caso de una confrontación. Pero Joab lo pensó mejor e hirió de muerte a Absalón.
Los padres que están dispuestos a soportar el dolor de ver como el Señor humilla a su hijo o hija obligándolos a vivir en una pocilga, a menudo les ahorran un pesar más grande.
William MacDonald, De Día en Día, CLIE
Demasiados padres intervienen y acortan el tiempo de la humillación y el castigo que Dios quiere traer, y mal encaminados por su afecto paterno, como David con Absalón, frustran y obran en contra de la voluntad de Dios. No permiten que sus hijos sean completamente quebrantados y humillados. A plazo corto puede parecerles que ha triunfado la misericordia, pero a la larga vendrán más dolores, porque no fueron sabios para dejar que tuviera su obra completa (Stg. 1:3-5). No rescatemos a hijos no humillados ni convertidos.La imagen nuestra ante los demás no es lo importante, sino la profunda obra de Dios en el corazón del desviado y desobediente. Esta obra no tiene atajo.
- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -
“Seis cosas aborrece Jehová, y aun siete abomina su alma...las manos derramadoras de sangre inocente”. Proverbios 6:16-17
Temprano en la Biblia leemos: “El que derramare sangre de hombre, por el hombre su sangre será derramada” (Gn. 9:6). Desde las instrucciones para las ciudades de refugio (Dt. 19:10), a lo largo de las Escrituras, hasta el remordimiento de Judas Iscariote (Mt. 27:4), es censurado el derramamiento de sangre inocente. No hay más evidente caso de sangre inocente que las vidas de los niños no nacidos. Es una demostración de la profundidad de la maldad del mundo de hoy, que en muchos países el aborto es agresivamente promovido y legislado. Nunca olvidemos cómo Dios lo ve: es objeto de Su odio: “abomina su alma”.
Temprano en la Biblia leemos: “El que derramare sangre de hombre, por el hombre su sangre será derramada” (Gn. 9:6). Desde las instrucciones para las ciudades de refugio (Dt. 19:10), a lo largo de las Escrituras, hasta el remordimiento de Judas Iscariote (Mt. 27:4), es censurado el derramamiento de sangre inocente. No hay más evidente caso de sangre inocente que las vidas de los niños no nacidos. Es una demostración de la profundidad de la maldad del mundo de hoy, que en muchos países el aborto es agresivamente promovido y legislado. Nunca olvidemos cómo Dios lo ve: es objeto de Su odio: “abomina su alma”.
- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -
"¿Por qué te has olvidado de mí?" (Sal. 42:9). "...yo nunca me olvidaré de ti" (Is. 49:15).
A veces se quebranta nuestro corazón porque parece que Dios no oye nuestro clamor ni contesta nuestra oración. Nos preguntamos si Él nos ha olvidado, y el diablo nos hace dudar de Su amor. Spurgeon escribió: "Cuando Dios esconde Su rostro, no digas que se ha olvidado de ti. Él solamente demora un tiempecito para hacerte amarle mejor; y luego te regocijarás con gozo inefable".
¡Qué pensamientos llenaban las mentes de Marta y María cuando luchaban para entender el por qué de la demora de Cristo! ¿Por qué no vino Él inmediatamente? Cada hora que pasaba parecía como días, hasta que la espera y la preocupación fueron casi intolerables.
Su ternura y Sus lágrimas pronto despacharon cualquier duda que molestaba sus mentes, y pronto su tristeza fue cambiado en gozo indescriptible cuando Lázaro salió de la tumba, llamado a la vida y la libertad por el mandato irrestible de Cristo.
"Mi nombre de las palmas de Sus manos
La eternidad no podrá borrar,
Grabado en Su corazón permanece
Indelible marca de la gracia".
La eternidad no podrá borrar,
Grabado en Su corazón permanece
Indelible marca de la gracia".
de la revista "Assembly Testimony", enero/febrero 2019
- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -
La Tribu de Leví en la Restauración
El servició de Leví es importante en el retorno de Israel de Babilonia, como registran Esdras y Nehemías. Este retorno fue en tres fases: Zorobabel y Josué con unos cincuanta mil, en 536 a.C., Esdras con unos mil quinientos en 458 a.C., y Nehemías con una escolta militar en 445 a.C.
El Retorno Con Zorobabel y Josué
“...y los sacerdotes y levitas, todos aquellos cuyo espíritu despertó Dios...” (Esd. 1:5), eran parte de los cincuenta mil que volvieron a Jerusalén con Zorobabel y Josué. El avivamiento requiere hombres de consagración y peso moral, que reconocen la santidad de Dios y la centralidad de Su Palabra.
Los detalles de los levitas que volvieron están en Esdras 2:40-42 y 70. Solo volvieron setenta y cuatro levitas obreros. Lo hicieron sabíendo que tendrían una carga pesada de tareas repetitivas y arduas, y que como levitas no podían poseer tierras. Por lo tanto, era para ellos una prueba de fe que volviesen con tanto que hacer, con tan pocos para hacerlo, y dependiendo solamente del Señor para sostenerlos. “Y pusieron a los levitas de veinte años arriba para que activasen la obra de la casa de Jehová” (Esd. 3:8).
Cuando se echó el fundamento del templo, los sacerdotes tenían trompetas y los levítas címbalos, y cantaron y alabaron juntos según la ordenanza de David (Esd. 3:10-11). En ese momento convenía esa clase de alabanza. Pero ahora el patrón es: “sed llenos del Espíritu, hablando entre vosotros con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones” (Ef. 5:18-19). La palabra “alabando” en este texto conlleva la idea de tocar un instrumento de cuerdas, pero es evidente de que esa música está en el corazón. Si mantenemos la “música instrumental” en esa esfera, mantendremos la dulzura del alma y la posición bíblica.
Al lado de los que alababan a Dios cuando se echaron los fundamentos del templo, “muchos de los sacerdotes, de los levitas y de los jefes de casas paternas, ancianos que habían visto la casa primera, viendo echar los cimientos de esta casa, lloraban en alta voz” (Esd. 3:12). Compararon la obra presente con la gloria de la anterior. Los creyentes ancianos deben tener cuidado de no desanimar el ejercicio de los más jóvenes, siempre que sea bíblicamente correcto. A menudo los “buenos tiempos de antaño” son recordados con distorción optimista y retrospecto romántico. Es necesario el ejercicio unido de viejos y jóvenes, porque trae un equilibro entre experiencia y entusiasmo, entre sabiduría y disposición.
Los levitas participaron en la eventual dedicación del templo restaurado (Esd. 6:15-18). En la dedicación del templo de Salomón hubo ciento cuarenta y dos mil animales sacrificados (2 Cr. 7:5). Pero en la dedicación del templo restaurado sólo se sacrificaron 712 animales. Sin embargo era una ofrenda generosa cuando se toma en cuenta las circunstancias prevalecientes. La ofrenda de “doce machos cabríos en expiación por todo Israel, conforme al número de las tribus de Israel” (Esd. 6:17) era igual a la ofrenda de los príncipes de Israel en Números 7. Aun en tiempos de celebración se debe mantener una conciencia del pecado y de lo que cuesta quitarlo. Es de importancia notar que restauraron el servicio de los sacerdotes y levitas “conforme a lo escrito en el libro de Moisés” (Esd. 6:18).
Los levitas están asociados con la celebración de la primera Pascua en el templo nuevo, con el énfasis en su pureza (Esd. 6:20). La pureza y la preparación personal siguen siendo esenciales, aun en tiempos de relativa pobreza como fueron aquellos.
continuará, d.v.
Ian McKee, Irlanda del Norte, de la revista "Assembly Testimony", enero/febrero 2019
Ian McKee, Irlanda del Norte, de la revista "Assembly Testimony", enero/febrero 2019
- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -
- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -
- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -
¿Por Qué Cristo No Se Salvó A Sí Mismo?
"La tercera es la vencida"
Algunos dicen que esta frase viene de los juegos de lucha en la antigua Grecia. El luchador que lograba poner a su rival de espaldas tres veces era declarado ganador.
Cuando Jesucristo fue crucificado, los gobernadores le dieron el primer golpe verbal: "A otros salvó; sálvese a sí mismo". El segundo golpe vino de los soldados: "Sálvate a ti mismo". El tercero, de los ladrones: "Sálvate a ti mismo y a nosotros" (Lucas 23:35, 37, 39). Los burladores querían ponerlo de espaldas. Pero, ¿fue vencido? ¿O por qué no bajó de la cruz?
Su Pureza
Pilato declaró: "Ningún delito hallo en este hombre". Pedro dijo que Cristo "no hizo pecado". Juan estuvo de acuerdo: "No hay pecado en él". Pablo dijo: "No conoció pecado". Aun los demonios le decía: "Eres el santo de Dios". Jesucristo no era delincuente ni pecador. No merecía el maltrato de los hombres ni la ira de Dios.
Su Poder
Sus enemigos admitieron que había salvado a otros. Los enfermos se acercaban y "sanaba a todos". ¿Endemoniados? "Anduvo ...sanando a todos los oprimidos por el diablo". ¿Muertos? Una niña que apenas había muerto, un muchacho cuyo cuerpo iba rumbo al cementerio, y un amigo que había estado sepultado cuatro días fueron resucitados por Él. Calmó tempestades, calló a los sabios e hizo que una multitud de soldados se postrara delante de Él. Aunque era el omnipotente Hijo de Dios, no dijo ni hizo nada para salvarse a sí mismo.
Su Propósito
¿Qué motivo tendría para quedarse a sufrir? Mírese en un espejo. Cristo sabía que usted, siendo pecador delante de Dios, estaba en peligro del castigo por sus pecados (Romanos 6:23), y voluntariamente "llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero" (1 Pedro 2:24). Con inmenso amor, "Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios" (1 Pedro 3:18).
La pregunta no es: "¿Por qué no se salvó?", sino "¿por quién?". Vea su necesidad y crea en Jesucristo para salvación. Agradezca que Cristo no se salvó de la cruz, sino que "se dio a sí mismo en rescate por todos" (1 Timoteo 2:6).
Algunos dicen que esta frase viene de los juegos de lucha en la antigua Grecia. El luchador que lograba poner a su rival de espaldas tres veces era declarado ganador.
Cuando Jesucristo fue crucificado, los gobernadores le dieron el primer golpe verbal: "A otros salvó; sálvese a sí mismo". El segundo golpe vino de los soldados: "Sálvate a ti mismo". El tercero, de los ladrones: "Sálvate a ti mismo y a nosotros" (Lucas 23:35, 37, 39). Los burladores querían ponerlo de espaldas. Pero, ¿fue vencido? ¿O por qué no bajó de la cruz?
Su Pureza
Pilato declaró: "Ningún delito hallo en este hombre". Pedro dijo que Cristo "no hizo pecado". Juan estuvo de acuerdo: "No hay pecado en él". Pablo dijo: "No conoció pecado". Aun los demonios le decía: "Eres el santo de Dios". Jesucristo no era delincuente ni pecador. No merecía el maltrato de los hombres ni la ira de Dios.
Su Poder
Sus enemigos admitieron que había salvado a otros. Los enfermos se acercaban y "sanaba a todos". ¿Endemoniados? "Anduvo ...sanando a todos los oprimidos por el diablo". ¿Muertos? Una niña que apenas había muerto, un muchacho cuyo cuerpo iba rumbo al cementerio, y un amigo que había estado sepultado cuatro días fueron resucitados por Él. Calmó tempestades, calló a los sabios e hizo que una multitud de soldados se postrara delante de Él. Aunque era el omnipotente Hijo de Dios, no dijo ni hizo nada para salvarse a sí mismo.
Su Propósito
¿Qué motivo tendría para quedarse a sufrir? Mírese en un espejo. Cristo sabía que usted, siendo pecador delante de Dios, estaba en peligro del castigo por sus pecados (Romanos 6:23), y voluntariamente "llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero" (1 Pedro 2:24). Con inmenso amor, "Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios" (1 Pedro 3:18).
La pregunta no es: "¿Por qué no se salvó?", sino "¿por quién?". Vea su necesidad y crea en Jesucristo para salvación. Agradezca que Cristo no se salvó de la cruz, sino que "se dio a sí mismo en rescate por todos" (1 Timoteo 2:6).
- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -
DIOS EL ESPÍRITU
Parte 13
Camilo Vásquez Vivanco, Punta Arenas, Chile
Parte 13
Camilo Vásquez Vivanco, Punta Arenas, Chile
viene del número anterior
PREGUNTAS SOBRE EL BAUTISMO DEL ESPÍRITU
¿Por qué los apóstoles impusieron las manos a los samaritanos para recibir el Espíritu Santo?
Lucas nos dice que varios samaritanos creyeron en el Señor y se bautizaron producto de la predicación de Felipe (Hch. 8:12). Hasta ese entonces judíos y samaritanos no se trataban entre sí (Jn. 4:9) y los samaritanos eran considerados por los judíos una raza bajo maldición (Jn. 8:48). Además el mismo Señor había instruido a sus discípulos que no entraran a ciudades samaritanas (Mt. 10:5). La razón es que los samaritanos eran una mezcla de asirios y babilonios con judíos idólatras con su propia religión marginada de la verdad (2 R. 17:24-41). Por tanto los judíos mantenían un exagerado racismo contra los samaritanos que debía ser derrumbado para cumplir el mandato del Señor que había instruido a Su iglesia: “...y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra” (Hch. 1:8). Para zanjar este racismo Dios permitió que se convirtieran samaritanos y que los mismos apóstoles siendo judíos reconocieran a los convertidos samaritanos como sus hermanos y miembros de la iglesia recién formada en Pentecostés. Para esto los apóstoles se enteraron de estas conversiones: “Cuando los apóstoles que estaban en Jerusalén oyeron que Samaria había recibido la palabra de Dios, enviaron allá a Pedro y a Juan” (Hch. 8:14) y asintieron en recibirlos como pueblo de Dios imponiéndoles las manos para que también fuesen parte del bautismo del Espíritu Santo: “Entonces les imponían las manos, y recibían el Espíritu Santo” (Hch. 8:17). Notemos que esto no fue para ser bautizados por el Espíritu, sino para recibir el Espíritu y gozar del beneficio de ser parte de la iglesia recién formada. Hemos de entender que esta práctica de recibir así al Espíritu Santo fue transitoria en el libro de los Hechos de los Apóstoles mientras se pasaba de la ley a la gracia. Después el Espíritu Santo es recibido en el acto de la conversión (Hch. 10:44-45; Ef. 1:13-14), por esto el apóstol pregunta: “...¿Recibisteis el Espíritu por las obras de la ley, o por el oír con fe?” (Gá. 3:2).
¿Por qué el apóstol Pablo impuso las manos para recibir el Espíritu a doce judíos en Éfeso?
“Y habiéndoles impuesto Pablo las manos, vino sobre ellos el Espíritu Santo; y hablaban en lenguas, y profetizaban. Eran por todos unos doce hombres” (Hch. 19:6-7). Existen sólo dos eventos en el nuevo testamento en que los apóstoles impusieron las manos para que alguien recibiera el Espíritu Santo y así fuese incluido en la iglesia. El primero fue en Samaria (Hch. 8:17) y este segundo caso en Éfeso. Se aprecia que para este entonces el Espíritu Santo era recibido en el momento de creer tal como lo pregunta el apóstol a estos judíos: “¿Recibisteis el Espíritu Santo cuando creísteis?” (Hch. 19:2), verdad que rige hasta hoy para todo aquel que se convierte al Señor al creer por medio de la fe (Ef. 1:13-14; Gá. 3:2). Estos doce judíos ni siquiera habían oído de tal cosa de recibir al Espíritu Santo (Hch. 19: 2) y sólo habían sido bautizados por Juan el Bautista con el bautismo de arrepentimiento (v. 3). Tales judíos pertenecían a la dispensación de la ley y siendo creyentes en el Mesías no pertenecían a la iglesia formada hace apenas 20 años atrás. La razón de esto es que no habían escuchado el evangelio de la gracia que apunta hacia el Señor Jesús como el Mesías esperado: “…que creyesen en aquel que vendría después de él, esto es, en Jesús el Cristo” (v. 4). No cabe duda que estos doce judíos eran creyentes salvados, sin embargo no pertenecían a la iglesia y además no habían sido bautizados en el bautismo cristiano. Pablo entonces procede a ordenar sus vidas y les bautiza correctamente como cristianos (v. 5), y les impone las manos para que reciban el Espíritu de Dios (v. 6). Cuando Pablo les impone las manos no es que ocurrió un nuevo bautismo del Espíritu Santo pues este evento es único en la historia, lo que sucede es que recién allí al recibir el Espíritu fueron incluidos en ese bautismo ya ocurrido hace 20 años atrás y fueron hechos parte de la iglesia como cuerpo de Cristo. Como vemos, el libro de los Hechos de los Apóstoles es un libro de transición desde la ley a la gracia, y no podemos sacar de su contexto las prácticas que allí ocurrieron. Hoy para ser salvos, recibir al Espíritu Santo y ser parte del cuerpo de Cristo la iglesia, ocurre en el acto de la conversión de un pecador y ni siquiera cuando se bautiza como cristiano, sino cuando acude al Señor para ser salvo (Ro. 10:9; Hch. 10:47). De este modo aprendemos que el bautismo cristiano (Mt. 28:19) es para testificar que ya se fue salvo por la fe (Ro. 6:3-5). Se ve en lo regular desde Hechos 10 en adelante que todas las personas bautizadas como cristianos fueron personas ya salvadas (Hch. 16:14-15; 30-33; 18:8) y ya poseedores del Espíritu en su conversión (1 Co. 6:10-20).
¿El bautismo del Espíritu Santo se repite para cada pecador que se convierte hoy al Señor?
Este concepto es indispensable aclararlo pues el bautismo del Espíritu Santo tiene que ver sólo con la formación de la iglesia 50 días después de la resurrección del Señor en Pentecostés (Hch 1:5; 2:1-3). Es un hecho único en la historia y no vuelve a repetirse para cada creyente convertido, sino que ese creyente al ser salvo es incluido en la iglesia al momento de creer (Hch. 2:47) gozando del beneficio del bautismo del Espíritu ya ocurrido (1 Co. 12:13). Lo que ocurre es que el Espíritu Santo toma a ese pecador convertido y lo traslada espiritualmente al cuerpo de Cristo que es Su iglesia (Ef. 1:22-23; 3:6; 5:30). Los únicos que fueron bautizados propiamente tal por el Espíritu fueron aquellos 120 creyentes reunidos en la ocasión de la formación de la iglesia (Hch. 1:15; 2:3-4).
¿Un creyente convertido en este tiempo necesita recibir al Espíritu Santo por la imposición de las manos?
“Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: !!Abba, Padre!” (Gá. 4:6).
Hoy los creyentes verdaderamente salvados no necesitan una segunda experiencia de gracia. La Biblia es clara en afirmar: “y vosotros estáis completos en él” (Col. 2:10). Queda claro que todo verdadero hijo de Dios ha sido sellado por el Espíritu e injertado en la iglesia. Lo que purificó el alma de ese creyente fue la virtud de la sangre de Cristo, y lo que capacita a ese creyente para dejar su antigua vida pecaminosa es la presencia del Espíritu Santo que mora en él (Ro. 8:13-14). La idea de recibir al Espíritu por la imposición de las manos es una mala interpretación de lo sucedido en Samaria y en Éfeso (Hch. 8:12-17; 19:6-7). Tales incidentes fueron transitorios en vista del paso de la ley a la gracia, y no marcan la verdadera realidad de un auténtico hijo de Dios. Ese creyente por muy torpe que sea es templo del Espíritu de Dios (1 Co. 6:19-20) y lo que necesita es comenzar a realizar su andar como creyente, creciendo en la gracia y el conocimiento del Señor (2 P. 3:18). El Espíritu de Dios está en él y solo necesita ser lleno del Espíritu (Ef. 5:18-19), por la obediencia a la Palabra de Dios y su consagración en una iglesia local (Col. 3:16; Ef. 2:13-16).
El resto del buen ministerio del hermano Camilo sobre este tema está
disponible ahora en su libro: Dios El Espíritu, por Libros Berea.
https://berealibros.wixsite.com/asambleabiblica/libros
Libros Berea
Libros Berea
En España:
Apartado 75
41720 Los Palacios y Villafranca (SE)
España
En Hispanoamérica:
Sr. D. Joseff Samir
Apartado 78
31000 Estelí, Nicaragua
No hay comentarios:
Publicar un comentario