Entradas populares

viernes, 28 de febrero de 2020

EN ESTO PENSAD - marzo 2020

¿Quién Ocupa Primer Lugar?
 
por William MacDonald

Sabemos la respuesta correcta, en teoría, pero ¿en la práctica es realmente así en nuestra vida? Considera el ejemplo del predicador C. H. Spurgeon.
    "Cuando Spurgeon era joven, tuvo que ir de lugar en lugar para encontrar un edificio lo suficientemente grande para recibir a las multitudes que venían a escucharle. Tenía poco más de veinte años cuando predicó en el Exeter Hall. El lugar estaba repleto. Él estaba comprometido y a punto de casarse con una joven llamada Susan Thompson. Una noche estaba en casa de ella, y luego se dirigieron juntos al Exeter Hall para una reunión. Cuando llegaron, él se apresuró para salir del vehículo. Había una enorme multitud de gente. La policía trataba de regular el tráfico pero le resultó extremadamente difícil. Spurgeon tuvo que abrirse camino entre la multitud para llegar al local. Estaba tan impresionado con la enorme cantidad de gente a la que debía predicar el evangelio que olvidó prácticamente todo excepto esa gran responsabilidad. Así que se abrió caminio entre la muchedumbre para llegar finalmente a la plataforma y dirigir la reunión.
    Cuando terminó todo, recordó que había llegado al salón en compañía de alguien más, pero la había perdido por completo entre la multitud. Trató de recordar si la había visto en la congregación. Luego recordó que no la había visto. Temió que estaba en problemas, así que después de la reunión se dirigió muy aprisa a la casa de la Srta. Thompson. Al llegar le dijeron que ella no quería verlo. Ella estaba arriba, sollozando. Se había imaginado que era mucho más importante que toda la multitud. Él insistió en verle y finalmente ella bajó.
    Spurgeon explicó su posición: "Estoy muy apenado, pero debemos entendernos en esto. Yo en primer lugar soy siervo de mi Maestro. Él siempre debe estar en primer lugar. Creo que viviremos muy felices si tú estás dispuesta a tomar el segundo lugar, y siempre debe ser el segundo lugar con respecto a Él. Mi obligación en primer lugar es para con Él".
    Años más tarde, cuando aquel gran ministerio había culminado, la Sra. Spurgeon dijo que ese día había aprendido una lección inolvidable. Aprendió que había Alguien que ocupaba el primer lugar en la vida de su esposo. Ella tendría el segundo. Ésa es una exigencia muy alta, ¿no es cierto? Pero es la exigencia bíblica. Cristo demanda el primer lugar.
    Este parece ser el significado de la bendición de Moisés sobre Leví: "Quién dijo de su padre y de su madre: Nunca los he visto; y no reconoció a sus hermanos, ni a sus hijos conoció" (Dt. 33:9).
    Cuando los israelitas adoraron el becerro de oro, los hijos de Leví se pusieron del lado de Dios, aceptaron Su orden de castigo y destruyeron a sus propios parientes (Éx. 32:26-29). En realidad, el hombre que coloca a Cristo primero es la mejor clase de esposo y padre.
 El Manual del Discípulo, pág. 57-58, traducción corregida
 
- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 

CONSEJOS:

Jeremías 45:5  
"¿Y tú buscas para ti grandezas? No las busques"

En lugar de intentar ser "alguien" en el mundo, sigue el ejemplo de David:

Salmo 131:1
"Jehová, no se ha envanecido mi corazón, ni mis ojos se enaltecieron; ni anduve en grandezas, ni en cosas demasiado sublimes para mí".

Recuerda la instrucción del Señor Jesucristo:

Lucas 9:23
"Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo,
tome su cruz cada día, y sígame".


Marcos 10:42-43  
"Sabéis que los que son tenidos por gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y sus grandes ejercen sobre ellas potestad.
Pero no será así entre vosotros, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor".
  - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -
 El lugar del indocto

por Norman Crawford

Debemos tener cuidado a siempre tratar a otros creyentes en un espíritu  humilde, con gracia y conforme al modo de Cristo. Deseamos ardientemente gozar de plena comunión con todos aquellos que en verdad aman el nombre suyo, y debemos vivir siempre de una manera que atraerá a creyentes auténticos al Señor Jesús y a una asamblea que se congrega en el nombre suyo.
    Con todo, leemos en 1 Corintios 14.16 del “lugar de simple oyente,” traducido también como el lugar del indocto, o de los no iniciados. Algunos han enseñado que el sentido es simplemente el hombre que desconocía las lenguas que se hablaban. Si este fuera el sentido, entonces este hombre no se distinguía de los demás en la congregación, ya que seis veces en los primeros quince versículos del capítulo 14 se dice que nadie entendía la lengua, ni siquiera el que la hablaba.
    Los versículos 23 al 25 explican que el indocto ignoraba lo relacionado con la presencia del Señor en la asamblea. “Toda la iglesia”, v. 23, estaba reunida cuando él entró, de manera que él no era parte de la asamblea y los creyentes no sabían si era un creyente carente de instrucción o era un inconverso (“entran indoctos o incrédulos”). El resto de la descripción de este caso hipotético señala que carecía de enseñanza pero era un auténtico creyente en Cristo que podía adorar a Dios.
    Este es el caso de un hombre convertido que no estaba en la comunión de la asamblea y ocupaba “el lugar del indocto”. Esta práctica —a saber, reconocer este “lugar”— no es simplemente una tradición de las asambleas. Hay detrás de ella la verdad de que hay determinados creyentes que integran la asamblea, y hay creyentes que no son integrantes de ella. Nos conviene hablar de “los que observan”, y no “los sentados atrás.”
    No depende tan sólo de 1 Corintios 14 la distinción entre quienes están en la comunión de una asamblea y quienes no están. En particular, Hechos 2 y las dos “epístolas eclesiales” — 1 Corintios y 1 Timoteo— nos enseñan que una asamblea es un ente, y está compuesta de un determinado número de creyentes en una localidad que son bautizados, han sido recibidos en la congregación y perseveran en la comunión.  Hechos 2:41-42, 1 Corintios 1:1-3; 5:12-13, 14:15-25, 1 Timoteo 2:8-15, 3:1-16
    La razón por qué “el lugar del indocto” es más evidente en la cena del Señor que en otras reuniones es que éste es el único culto donde se participa de elementos físicos que son emblemas de la comunión y unidad de una asamblea. La comunión es una verdad espiritual, pero en la cena del Señor se da expresión visible a ella por la sola copa y el pan, congregándose en torno de esos memoriales y proveyendo asientos aparte para los que observan.

- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -
 ¡SÉ UN HOMBRE!
Donald Norbie

“Velad, estad firmes en la fe; portaos varonilmente y esforzaos” (1 Co. 16:13). “Portaos varonilmente”, es literalmente: “sed hombres”. Es un llamado entusiasta a todo varón creyente. Evidentemente, hay una conducta que es bíblica y distintivamente masculina, en el buen sentido de la palabra. No hay que pedir disculpas por ella. La Biblia no borra los distintivos que Dios estableció sabiamente entre los papeles del varón y de la mujer.
    Hoy hay mucha confusión en la cultura occidental. El movimiento feminista ha luchado para cambiar los papeles tradicionales de varones y mujeres. Es verdad que en muchos casos los hombres han oprimido a las mujeres, y a veces han abusado de ellas por fuerza. El pecado ha afectado en el trato de la mujer como en todos los demás aspectos de la vida. En algunas culturas las mujeres han sido tratadas como propiedades, siendo usadas y desechadas cuando se deseaba. Tenían pocos derechos ante la ley, y la violación y otros malos tratos eran a menudo pasados por alto.
    En cambio, el cristiano bíblico ha valorado siempre a la mujer como creada a imagen de Dios, igual que el hombre. Pero debemos reconocer que hay diferencias entre los sexos, no solo físicas, como dirían algunos hoy en día. La Biblia enfatiza que debe haber diferencia entre los papeles del hombre y la mujer.                                      
  
de libro ¡SÉ UN HOMBRE!, Libros Berea
 
- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

 Silencio incluye no decir "amén", ni en voz baja.
- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -
 
El Buen Samaritano 

“Pero un samaritano, que iba de camino, vino cerca de él, y viéndole, fue movido a misericordia; y acercándose, vendó sus heridas, echándoles aceite y vino; y poniéndole en su cabalgadura, lo llevó al mesón, y cuidó de él. Otro día al partir, sacó dos denarios, y los dio al mesonero, y le dijo: Cuídamele; y todo lo que gastes de más, yo te lo pagaré cuando regrese”.  Lucas 10:33-35

Esta parábola bien conocida ilustra la salvación. El buen samaritano representa al Señor Jesús que “vino a buscar y a salvar lo que se había perdido” (Lucas 19:10).
1. El Buen Samaritano llega después de un largo viaje, ve la necesidad e interviene a favor del hombre.  El Señor Jesús, Hijo de Dios, vino en un largo viaje del cielo a la tierra, a favor de la humanidad. Vio nuestra profunda necesidad por el pecado, y sin embargo amó al mundo de los pecadores.
2. El Buen Samaritano administra la medicina al hombre. El Señor Jesús indicó en Marcos 2:17 que Él es el médico. Tiene la solución única para el problema más grande del corazón humano – el pecado. Vino a proveer una cura, muriendo por los pecados del mundo (1 Corintios 15:1-4).
3. El Buen Samaritano provee el transporte a un lugar de cuidado.  El Señor Jesús provee transporte al cielo, el lugar del verdadero cuidado y salud eterna. Dijo a Sus discípulos: “Yo soy el camino” (Juan 14:6), y “en la casa de mi Padre muchas moradas hay...voy... a preparar lugar para vosotros” (Jn. 14:2). Aquel hombre no podía caminar hasta el mesón porque estaba medio muerto. Nosotros no podemos llegar al cielo por nuestros esfuerzos. Necesitamos a Cristo (Efesios 2:8).
4. El Buen Samaritano paga toda la deuda. El Señor Jesucristo vino para pagar una gran deuda – “se dio a sí mismo en rescate por todos” – murió para pagar la deuda de cada uno – “la paga del pecado es muerte” (Romanos 6:23). Por eso, los que confían en Él encuentran que “ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús” (Romanos 8:1). Él “nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre” (Apocalipsis 1:5).
5. El Buen Samaritano asegura el futuro – promete venir otra vez. Él no olvidaría aquel hombre que había encontrado en el camino y salvado. Prometió regresar para él. Así tampoco el Señor Jesús se olvidará de ninguno de los que Él ha salvado. “Vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo” (Juan 14:3). ¡Feliz reunión! Él resucitó, vive, y vendrá para todos los Suyos.
    Amigo, que andas herido y perdido en el camino de la vida, el Buen Samaritano celestial se ha acercado y quiere salvarte. ¿Por qué no confías en Él para que te saque del camino de la perdición y te dé vida eterna? 
 - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

 Juan el Bautista y Herodes el Adúltero

Juan el Bautista fue el último de los profetas (Mt. 11:13; Lc. 16:16), y el precursor del Mesías que lo bautizó (Mr. 1:9-10). También le señaló como el Cordero de Dios y lo presentó a la nación (Jn. 1:29, 36). Reprendió públicamente la maldad de su nación y la llamó al arrepentimiento (Mr. 1:4). Grandes multitudes fueron impactadas por él (Mt. 3:5-12). Pero su ministerio público terminó después de reprender al tetrarca Herodes por su unión ilícita – su adulterio– con Herodías la esposa de su hermano Herodes Felipe I [Herodes Filipo I] (Mt. 14:4; Mr. 6:18; Lc. 3:19).
    Herodes Antipas, hijo de Herodes el Grande, se casó con la hija de Aretas IV, rey de los nabateos con capital en Petra. Luego se enamoró de Herodías, la esposa de su hermano. Repudió a su esposa legítima y se casó con Herodías, la cual trajo también a su hija Salome. Se supone que tuvieron una gran boda y fueron felicitados por muchos. Estarían contentos de haberse salido con la suya. Pero ese segundo matrimonio era un pecado, por varias razones:

    1) Herodes Felipe, el marido de Herodías, aun vivía. Levítico 20:21 prohibe esto. Es una abominación (v. 23).
 
    2) La primera esposa de Herodes Antipas también vivía. Marcos 10:11-12 y Romanos 7:2-3 prohiben esto.
 
    3) Los dos Herodes – hermanos – eran tíos de Herodías.  Levítico 18:6-18 prohibe la unión con parientes cercanos, incluso del tío con su sobrina.

    Muchos reyes, gobernadores y otros en posiciones de afluencia e influencia piensan que están por encima de la ley, especialmente en su vida personal. Se creen mejores que las personas ordinarias, y que pueden hacer lo que les parece porque son casos excepcionales, son especiales. Además, acostumbran a dar órdenes y reprender, no a recibir órdenes y reprensiones.
    Pero Juan fue un siervo fiel del Dios altísimo. En sus años en el desierto había aprendido a escuchar y obedecer a la voz de Dios. No temió a los hombres ni tuvo acepción de personas. Esto agradó a Dios, pero a Juan le puso en una trayectoria de colisión con la impía familia de Herodes. Le dijo claramente: “No te es lícito tener la mujer de tu hermano” (Mr. 6:18). Con estas palabras señaló su pecado e infracción de la ley de Dios, y casi seguro que nadie más se había atrevido a hablar así a la familia real.
    Hoy vivimos en tiempos peores. No sólo unos pocos poderosos, sino todo el mundo es progresista y moderna, y ha desechado los valores enseñados en la Palabra de Dios. ¡Esto pasa aun entre los que dicen que son cristianos! Muchas vidas están llenas de riquezas y educación. Pero junto a esto hay un aumento tremendo en crímenes y toda clase de mal. Hay un desenfreno general y la moralidad casi ha desaparecido. Los pecados “sociales” se multiplican horriblemente, y nadie dice nada. Todo es tolerado. Uno de esos males es la maldita facilidad de casarse y luego divorciarse. No es necesario citar la estadística, pues todos sabemos cómo están las cosas. El matrimonio está bajo ataque y para muchos ha perdido sentido. Las familias están rotas, divididas y confusas por el divorcio.
    Seguramente Juan, el profeta de Dios, tiene también una palabra importante para nuestra generación. “No te es lícito”.  Puede que tengamos ceremonias legales, y todo conforme a la ley del país. Según los hombres está bien divorciarse casi por cualquier motivo y aun sin motivo, simplemente porque sí. La sociedad lo permite. Pero eso no lo hace correcto ante los ojos de Dios.

    · Podría parecernos bien porque todos lo hacen, y el divorcio y nuevo matrimonio es algo que se lleva en el mundo hoy. Pero Dios dice: “No te es lícito”.
    · Podríamos explicar que nunca amábamos realmente al cónyuge, o que nos hemos dejado de amar, pero Dios dice: “No te es lícito”.
    · Podríamos alegar que somos incompatibles, pero Dios dice: “No te es lícito”.
    · Podríamos insistir que tenemos derecho a cambiar de idea, y estar con otra persona si queremos, pues es nuestra vida. Pero Dios dice: “No te es lícito”.
    · Podríamos hacer toda clase de excusas y razonamientos, pero Dios dice: “No te es lícito”.

    Nuestro Señor declaró Su voluntad: “Lo que Dios juntó, no lo separe el hombre” (Mt. 19:6). Es un mandamiento de Cristo, y señala una verdad muy importante. El matrimonio es un compromiso hasta la muerte. Es algo muy serio, y son votos ante Dios para toda la vida. Números 30:2 manda que si ligamos nuestra alma con voto y obligación a Jehová, hay que cumplirla.
    No hay que contraer matrimonio de forma caprichosa o liviana. El voto matrimonial permanece pese a las circunstancias en la vida. Romperlo solo resultará en tragedia, no en bendición. Debemos comprender que es una unión que dura toda la vida. Puede que los hombres reconozcan una disolución de votos, pero Dios no. Divorciarse no es una opción para salir de unas circunstancias desagradables. Dios no permite que salgas así de tus errores y pecados. Hay que casarse en el temor de Dios, con sobriedad, y solamente según Su Palabra y voluntad, no por mero enamoramiento ni por presiones sociales.
    Herodes y Herodías eran adúlteros y su unión era ilícita aunque los hombres la habían facilitado y reconocido. Al pecador le duele saber su pecado, porque ofende su orgullo, y cuánto más si es una persona de poder e influencia. Pero grandes y pequeños comparecerán ante Dios para ser juzgados.

    “Mas el que comete adulterio es falto de entendimiento;
    corrompe su alma el que tal hace.
    Heridas y vergüenza hallará,
    y su afrenta nunca será borrada”.

                 Proverbios 6:32-33 




traducido y adaptado del libro John The Baptist, Friend of the Bridegroom (“Juan el Bautista, Amigo del Novio”),  por R. H. Sykes (1916-2014) misionero a Angola, Publicaciones Cotidianas, Port Colborne, Canadá

 - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -
ENFRENTANDO LA VERDAD



William MacDonald

Espiritualmente hablando, estamos en una condición alarmante. Enterarse de la situación de muchas asambleas es como escuchar malas noticias; y se va deteriorando cada vez más.
    Han surgido casos escandalosos de inmoralidad, aun de ancianos y obreros en las asambleas. Por supuesto, esas noticias no salen en revistas de edificación cristiana ni en informes sobre la obra. Ahí solo hay luz y bendición — todo positivo. En lugar de lamentar el pecado y aplicar la disciplina bíblica, han encubierto esos pecados para no dañar la reputación de algunos y así dejarles seguir en su ministerio. Queridos hermanos, nos hemos envanecido, y no hemos lamentado la condición triste de las iglesias (1  Co. 5:2). Hablamos de misericordia cuando tendríamos que hablar de santidad y justicia.
    Hay una falta abismal en la enseñanza y práctica de la disciplina bíblica, la cual el Señor nos ha dado para la santidad de la iglesia. Casi todo es consentido bajo el lema del amor, o diciendo que nadie es perfecto. Hemos preferido el análisis psicológico en lugar de la disciplina. Si realmente queremos ser neotestamentarios, debemos ceñirnos a la Palabra del Señor.
    Y cuando ha habido disciplina, salen de una iglesia y van a otras que reciben a los disciplinados. Hay adúlteros que cambian de país e iglesia y actúan como ancianos, como si nunca pasó nada. En vez de respetar y apoyar la asamblea y demandar el arrepentimiento y la reconciliación, dan cobijo a los disciplinados y parecen contentos de tener a unos más en la congregación. Hay una arrogancia y un menosprecio tremendo de la disciplina de una asamblea. Circula la idea perversa entre nosotros que recibir a los disciplinados es ser misericordiosos. Así solo fortalecemos la independencia y rebelión que el ser humano tiene por naturaleza (Ef. 2:2-3).
    Y eso no es todo. Nos hemos vuelto materialistas casi cien por cien: comprando, haciéndonos grandes edificios, casas de lujo y acumulando posesiones como si nuestro futuro estuviera aquí en lugar de en el cielo. “¿Es para vosotros tiempo, para vosotros, de habitar en vuestras casas artesonadas...?” (Hag. 1:4). Tomando la piedad como fuente de ganancia nos hemos degradado, amando y haciendo culto al dinero. La codicia es idolatría, pero huyendo de la idolatría de los católico-romanos, hemos caído en la idolatría evangélica—la avaricia (Col. 3:5).
    Tenemos orgullo del número de hombres exitosos en sus negocios que hay en nuestras iglesias, en lugar de tener un número así de hombres de Dios. El dinero ha llegado a ser nuestro amo. Hemos hecho más caso a las demandas del mundo de los negocios que a las demandas de Cristo. La empresa cuenta más con nosotros de lo que la iglesia puede contar. Nuestra condenación se encuentra en las palabras de Samuel Johnson: “La codicia del oro es algo sin sentimientos y sin remordimiento, y es la última corrupción del hombre degenerado”.
    Nos hemos entregado a buscar renombre, respeto, aceptación, reconocimiento, admiración e importancia a los ojos de los demás—los del mundo. Sacrificamos todo para carreras y trabajos prestigiosos, casas prestigiosas y coches prestigiosos (“¡el coche del año!”). Y como si no fuera bastante todo esto, anhelamos con locura carreras prestigiosas para nuestros hijos, e invertimos todo preparándoles para tener éxito en el mundo.
    La verdad es que en nuestro antojo loco de verles con éxito y cómodos en el mundo, les pasamos por el fuego del dios del materialismo en esta vida, y sufrirán las penas del infierno en la vida venidera.
    Con demasiada frecuencia vivimos en doblez. Guardamos una fachada, la apariencia de piedad durante una o dos horas de reunión, pero en realidad no hay poder espiritual. En nuestros negocios hay sobornos, contratos a dedo y acuerdos a puerta cerrada. Hay ancianos que como hombres de negocio tienen dos juegos de libros para engañar a Hacienda y a la Seguridad Social. Consentimos condiciones ilegales de imigración, trabajo sin contrato, y formas innumerables de incumplir la ley y desobedecer el mandato bíblico: “Por causa del Señor someteos a toda institución humana” (l  P. 2:13). En nuestras vidas personales hay frialdad espiritual, dejadez de la lectura de la Biblia y la oración diaria. Se pelean los matrimonios como perros y gatos, luego vienen todo sonrientes a la reunión. Pero en casa hay amargura, contención, lujuria, liviandad, chismeas, críticas, murmuraciones e impureza en los padres y también los jóvenes. Estamos viviendo una mentira. No honramos los votos matrimoniales hechos delante de Dios. Practicamos el divorcio y el nuevo matrimonio aunque el Señor lo llama adulterio (Lc. 16:18), y aun les reconocemos como ancianos o les damos ministerio en la iglesia.
    Muchos de nuestros hijos se han ido de la iglesia aunque los llevábamos siempre a las reuniones y a los campamentos. Hicieron sus oraciones de “conversión” en su día y los bautizamos. Pero no queremos admitir ni que los demás sepan cuán baja es su condición espiritual. Les arruina el materialismo, la drogadicción, el alcoholismo, los placeres, la perversión sexual, y los amigos inconversos. No admitimos que son rebeldes o apóstatas, sino decimos que son hermanos apartados – una categoría extraña. Pero Tito 1:16 y 1 Juan 2:3-4 los describen bien. ¿Por qué ocurre esto con nuestros hijos? Es el fruto de nuestra permisividad y de como los educábamos, chupándoles el dedo, consintiéndolos su voluntad, dejándoles alimentarse de la tele y el internet, donde aprenden la mundanalidad. Pero, ¿nos quebrantamos ante el Señor, o seguimos resistiendo y negando que sea culpa nuestra?
    Y algunos siguen en la iglesia, pero creen falsas doctrinas como el calvinismo y la teología de la reforma, y ahí están, no solo consentidos sino que algunos tienen ministerio. Y así permitimos que leuden a la iglesia, pues “un poco de levadura leuda toda la masa” (1 Co. 5:6; Gá. 5:9). Para nuestro daño y perjuicio ignoramos la exhortación apostólica: “Limpiaos, pues, de la vieja levadura” (1 Co. 5:7). ¡Nos creemos más sabios y más misericordiosos que Dios!
    Como padres no hemos dado ejemplo de espiritualidad, sino de mundanalidad. Antes no había tele en casas de creyentes, pero ahora se ha metido y con ella ha entrado el mundo. Es la droga electrónica, la “caja tonta” cuyo ojo de vidrio nunca parpadea. Al que todavía no la tiene, intentan regalarle una para que sea como ellos, contaminado y callado. Las noticias, los informes políticos, los concursos, las pelis, los deportes y mucho más. Ahora amamos los deleites más que a Dios (2 Ti. 3:4), pero no queremos confesarlo sino justificarlo. Decimos que nos hemos madurado y ahora sabemos que no es problema tener una tele. Se nos olvida Colosenses 3:1-4.
    Otro pecado nuestro es falta de interés en la oración. No oramos mucho en casa, y resulta que tampoco en las iglesias. Las hay que ahora ni siquiera se reúnen para orar. Pero en otras asambleas la reunión de oración es la que menos asistencia tiene. El domingo están todos para la santa cena — como los católicos que van a la misa, para cumplir con Dios, pero esas personas no aparecen para orar. De ahí la pobreza y la debilidad espiritual. En nuestra afluencia autosuficiencia no sentimos la necesidad urgente de la oración. Sin embargo, Pedro aconseja: “Mas el fin de todas las cosas se acerca; sed, pues, sobrios, y velad en oración” (1 P. 4:7).
    Otro error nuestro es que hemos cedido a las presiones del feminismo. La Biblia marca muy bien cuál es el lugar y ministerio de la mujer creyente. No toma parte audible en las reuniones porque está apostólicamente prohibido. Pero las asambleas han ido cambiando durante los últimos 30 o 40 años, y ahora las mujeres se han vuelto protagonistas por no decir bravas. Quieren quitar el velo, símbolo de autoridad. Quieren hablar en las congregaciones cuando Dios les manda callarse. Quieren enseñar que Dios dice que no les es permitido. Quieren predicar y tener sus estudios y conferencias, aunque no hay ninguna actividad así en la Biblia. No quieren estar sujetas. Quieren llevar pantalones y joyas y pelo corto como las del mundo. No son como aquellas santas mujeres de Dios (1 P. 3:5) que en otro tiempo eran humildes, piadosas y reverentes. Ellas han fallado, pero los varones también, porque parece que hay vergüenza de enseñar e insistir en lo que la Biblia enseña. ¿Dónde están los varones de Dios que se levantarán y contenderán ardientemente por la fe? (Jud. 3). Cada vez los hombres guardan más silencio y las mujeres hablan y dirigen más. Como bien dijo hace años un misionero inglés en una conferencia en Barcelona: “Damos pena”, y “no me invitéis más”.
    Han cambiado mucho las asambleas en los últimos 50 años, pero no para mejor, no para ser más bíblicas. Hoy algunas se parecen iglesias pentecostales, porque imitan los cultos de ellos, con conciertos, cantantes, y gritos de aleluya y amén con las manos arriba. En un lugar la asamblea vendió su local a los pentecostales y se unieron a ellos. Estas cosas pasan porque han heredado el liderazgo hombres que carecen de convicciones bíblicas.
    Y por último, da pena nuestro orgullo y falta de arrepentimiento. En lugar de enfrentar y admitir nuestra condición pobre, disimulamos, encubrimos, o lo disculpamos con palabras como “enfermedad”, “problema”, “inmadurez”, “discrepancia” o “debilidad”. Algunos hablan de libertad. ¡¿Libertad para pecar?! Debemos usar términos bíblicos, como los profetas y apóstoles de nuestro Señor. Al pan pan y al vino vino. No queremos juzgar el mal—sólo queremos juzgar diciendo que estamos bien y que hacemos bien. Y en vez de llamar e insistir en el arrepentimiento, pensamos que con el tiempo se sanan o se autocorrigen las cosas.
    Pero, ¿es verdad que el tiempo hace esto? ¿Pensamos que ahora podemos escapar sin castigo divino, después de todo? Dios dijo a Israel: “A vosotros solamente he conocido... por tanto, os castigaré por todas  vuestras maldades” (Am. 3:2). Hay aplicación para la iglesia. Dios castiga a los Suyos, pero no a los bastardos. Ahora bien ¿no es que ahora segamos lo que antes sembramos? Gálatas 6:7 dice que no nos engañemos: “Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará”.
    ¿Qué diremos de nuestros hogares, nuestras familias arruinadas por las peleas, las separaciones y el divorcio? ¿Qué diremos de las lágrimas que caen tanto de los padres como de los hijos, como resultado de semejante ruina? Y son esos padres e hijos que vienen a la mesa del Señor cada domingo con esas mismas lágrimas (véase Mal. 2:13).
    ¿Cuándo nos daremos cuenta de que Dios nos está hablando por medio de las enfermedades y las tragedias que experimentamos? (1 Co. 11:30) Es verdad que siempre hay alguna que otra enfermedad o tragedia en esta vida, pero cuando acontecen con una frecuencia anormal, ¿no debemos ser sensibles a esto? El Señor usa estas cosas para llamarnos la atención.
    Piensa en el número de creyentes que gastan una pequeña fortuna en tratamientos psicológicos y psiquiátricos... cosas que antes hacían solo los que no tienen a Dios. Hemos psicologizado a las asambleas. Es verdad que siempre ha habido, hay, y habrá problemas de nervios y de emociones. Pero hay más problemas de este tipo ahora que nunca. Tal vez Dios nos está hablando. Nunca antes en la historia ha recurrido la iglesia a una filosofía tan anticristiana y antibíblica. Hemos perdido el norte.
    Nuestro desliz espiritual tiene otras consecuencias también. Muchos de nuestros hijos aborrecen a sus padres y sólo anhelan estar muy lejos de ellos. ¿Afecto natural? ¡Ni hablar! Y en cuanto a la oración—los cielos son como bronce—y nuestras oraciones prefabricadas, llenas de repeticiones, refranes y frases hechas no traen alivio. Casi hemos vuelto a rezar... siempre las mismas palabras en el mismo orden. Dios ha perforado nuestra bolsa con agujeros; trabajamos y ahorramos pero nunca parece que haya suficiente. No ofrendamos con liberalidad al Señor, ni tan siquiera damos una décima parte, así que al final la tenemos que dar al médico, al dentista y al mecánico.
    Sufrimos hambre de la Palabra de Dios. Al ministerio le falta unción. Con demasiada frecuencia lo que oímos es un repaso de lo obvio. Aun los predicadores más conservadores y fuertes hablan generalidades sobre el pecado, olvidándose de la trompeta de Isaías 58:1. Ya tiene orín aquella trompeta. Pocos quieren poner el dedo en la llaga. Sanan la herida de la hija de mi pueblo con liviandad, prometiendo paz (Jer. 6:14). Rara vez notamos la presencia del Espíritu de Dios en las predicaciones—hablándonos con poder y convicción. En otras palabras, nos alimentamos de papilla. No tienen toda la culpa los predicadores, pues puede ser un juicio de Dios sobre nosotros porque no queremos sufrir la sana doctrina (2 Ti. 4:3).
    La cena del Señor no se parece un culto de memoria y de adoración. Los silencios largos son fruto de nuestra larga ocupación con el deporte y el televisor. Pedimos himnos que nada tienen que ver con el Señor y Su muerte que supuestamente estamos anunciando.
    Quitamos la reunión del evangelio diciendo que es difícil venir o que la gente no vendrá. Pasan años sin la conversión de una sola persona. Y quitamos la reunión de oración porque es difícil venir entresemana. Solo hacemos lo que es fácil o cómodo.
    Si no podemos ver que Dios nos habla y nos amonesta por medio de todo esto, ¿qué más puede El hacer para despertarnos? Somos como los de Isaías 1, heridos desde la planta del pie hasta la cabeza, pero duros y lentos para reconocer que Dios nos habla.

“¡Oh gente pecadora, pueblo cargado de maldad, generación de malignos, hijos depravados! Dejaron a Jehová, provocaron a ira al Santo de Israel, se volvieron atrás. ¿Por qué querréis ser castigados aún? ¿Todavía os rebelaréis? Toda cabeza está enferma, y todo corazón doliente. Desde la planta del pie hasta la cabeza no hay en él cosa sana, sino herida, hinchazón y podrida llaga; no están curadas, ni vendadas, ni  suavizadas con aceite. Vuestra tierra está destruida, vuestras ciudades puestas a fuego, vuestra tierra delante de vosotros comida por extranjeros, y asolada como asolamiento de extraños. Y queda la hija de Sión como enramada en viña, y como cabaña en melonar, como ciudad asolada” (Is. 1:4-8).

    ¡Necesitamos que algún profeta, algún hombre de Dios nos llame la atención y nos guíe al arrepentimiento! Esta es la necesidad actual —EL ARREPENTIMIENTO—el quebrarnos al pie de la cruz del Señor Jesucristo y hacer salir de nuestras bocas la confesión que tarda tanto en salir: “Hemos pecado” y “Yo he pecado”.
    Necesitamos arrepentirnos en nuestras vidas personales—confesando y apartándonos de todos los pecados que hemos cometido y que nos han llevado a este desierto espiritual. Necesitamos corregir y “remendar” los daños que nos han hecho las querellas y los pleitos, pidiendo humildemente (no exigiendo) el perdón a quienes hemos hecho mal. No digamos cosas como: “si te he ofendido en algo”— pues eso no es reconocer y confesar el mal.
    También hermanos, necesitamos arrepentirnos como asambleas – congregaciones enteras. Nunca en la memoria nuestra ha sido convocada una reunión con el propósito de arrepentirnos y expresarlo públicamente. Porque somos duros y orgullosos. Apenas se oye una confesión pública, como asamblea, de pecado, pero necesitamos hacerlo. Nos urge.
    Ha llegado la hora para moverse un verdadero liderazgo espiritual—hombres de Dios que nos llaman a arrodillamos y arrepentirnos antes de que caiga la ira de Dios sobre nosotros en castigo. ¿No crees que es posible sentir la ira de Dios como cristiano? Te equivocas. Romanos 11:21 dice: “Porque si Dios no perdonó a las ramas naturales, a ti tampoco te perdonará”.
    Debemos comer la ofrenda por el pecado como Daniel hizo (Dn. 9:5), haciendo nuestros los pecados de nuestros hermanos y la asamblea. Debemos asirnos de la promesa de Dios en 2 Crónicas 7:14,

“Si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y oraren, y buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra”.

    Ya es hora de buscar al Señor. El nos llama a través de la voz del profeta Oseas:

“Vuelve, oh Israel, a Jehová tu Dios; porque por tu pecado has caído. Llevad con vosotros palabras de súplica, y volved a Jehová, y decidle: Quita toda iniquidad, y acepta el bien, y te ofreceremos la ofrenda de nuestros labios” (Os. 14:1-2).

    Hemos sido un pueblo orgulloso, jactándonos de nuestros evangelistas, de nuestros maestros de renombre, de nuestros locales y por poco caemos en el error de pensar que como celebramos la Cena del Señor cada domingo, ningún mal nos puede venir. En Jeremías 7-10 el Señor tuvo que desengañar a Su pueblo de aquel entonces de esta idea. Léelo y verás – El Sermón del Templo.
    Nuestra humildad ha sido fingida, de fachada. Casi diría que ha sido para que los demás digan qué humildes que somos, porque nos hemos creído superiores a ellos. Si tenemos más luz y sabemos una mejor doctrina, ¿de qué nos ha aprovechado? No andamos en ella. Solo aumentamos el juicio que comenzará por la casa de Dios (1 P. 4:17). Pero el Señor ha arruinado nuestro orgullo. Ojalá nos diéramos cuenta—nuestra aureola está rota.
    ¡Sólo hay una esperanza! Hay que volver al Señor (Is. 31:6). “Reconoce, pues, tu maldad” (Jer. 3:13). “Convertíos, hijos rebeldes, dice Jehová, porque yo soy vuestro esposo” (Jer. 3:14). “¡Vuélvete a mí!, dice Jehová” (Jer. 3:1). La otra opción es la de la iglesia de Laodicea – ser vomitado de la boca del Señor.
    El camino que lleva al avivamiento y a la bendición divina es el de confesar la verdad reveladora de nuestra condición, corregir y restituir lo que hemos hecho mal, apartamos de nuestros pecados, e ir a la presencia de nuestro Dios para que nos sane y nos bendiga. Debemos tomar en serio nuestro problema grave: la condición perdida del mundo y la impotencia de la iglesia.

“El que encubre sus pecados no prosperará; mas el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia. Bienaventurado el hombre que siempre teme a Dios; mas el que endurece su corazón caerá en el mal” (Pr. 28:13-14).

William  MacDonald, alarmado por las condiciones en las asambleas, escribió esto en la década de 1960, pero parece que es para hoy, pues nada han mejorado en los últimos 50 años. Traducido y actualizado con permiso.
SE PUEDE COPIAR Y REPARTIR GRATUITAMENTE



 

sábado, 22 de febrero de 2020

EN ESTO PENSAD - febrero 2020

LOS HIJOS PRÓDIGOS

“Padre, he pecado...”  (Lucas 15:21).
 
No fue sino hasta que el hijo pródigo volvió arrepentido que el padre corrió a su encuentro, se asió de su cuello y le besó. No habría sido justo perdonarle si no hubiera mostrado primero arrepentimiento. El principio bíblico es: “...si se arrepintiere, perdónale” (Lc. 17:3).
    Nada dice el pasaje de que el padre envió ayuda a su hijo pródigo mientras andaba en aquel país lejano. De haber hecho así, habría obstruido la obra de Dios en la vida de aquel rebelde. La meta del Señor era que el descarriado descendiera hasta abajo del todo. Sabía que el hijo tendría que llegar al fin de sí mismo, y que  nunca levantaría los ojos a menos que hubiera tocado fondo. Cuanto antes se le rompiera la costra a la oveja descarriada, tanto mejor para ella. El padre simplemente encomendó a su hijo al Señor, y esperó a que la crisis llegara al extremo.
    Ésta es una de las cosas más duras que los padres deben hacer, especialmente para las madres. La tendencia natural es sacar del apuro al hijo o a la hija rebelde de cada situación difícil en que el Señor los coloca. Pero todo lo que estos padres consiguen es estorbar Su propósito y prolongar la agonía del ser amado.
    Spurgeon dijo una vez: “El verdadero amor para aquellos que yerran consiste en no fraternizar con ellos en su error sino ser fieles a Jesús en todas las cosas”. Amar a una persona es no consentirla en su iniquidad. Por el contrario, el amor pone a la persona en las manos del Señor y ora: “Señor, restáurale, no importa cuál pueda ser el costo”.
    Uno de los errores más grandes que David cometió fue traer de regreso a Absalón antes de que éste mostrara arrepentimiento. Un poco después Absalón ganaba los corazones del pueblo y tramaba una revuelta contra su padre. Finalmente hizo huir de Jerusalén a su padre y fue ungido como rey en su lugar. Pese a que Absalón se puso en camino con su ejército para destruir a David, este último instruyó a sus hombres a que le perdonaran la vida en el caso de una confrontación. Pero Joab lo pensó mejor e hirió de muerte a Absalón.
    Los padres que están dispuestos a soportar el dolor de ver como el Señor humilla a su hijo o hija obligándolos a vivir en una pocilga, a menudo les ahorran un pesar más grande.

William MacDonald, De Día en Día, CLIE

Demasiados padres intervienen y acortan el tiempo de la humillación y el castigo que Dios quiere traer, y mal encaminados por su afecto paterno, como David con Absalón, frustran y obran en contra de la voluntad de Dios. No permiten que sus hijos sean completamente quebrantados y humillados. A plazo corto puede parecerles que ha triunfado la misericordia, pero a la larga vendrán más dolores, porque no fueron sabios para dejar que tuviera su obra completa (Stg. 1:3-5). No rescatemos a hijos no humillados ni convertidos.La imagen nuestra ante los demás no es lo importante, sino la profunda obra de Dios en el corazón del desviado y desobediente. Esta obra no tiene atajo.
- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

“Seis cosas aborrece Jehová, y aun siete abomina su alma...las manos derramadoras de sangre inocente”. Proverbios 6:16-17

Temprano en la Biblia leemos: “El que derramare sangre de hombre, por el hombre su sangre será derramada” (Gn. 9:6). Desde las instrucciones para las ciudades de refugio (Dt. 19:10), a lo largo de las Escrituras, hasta el remordimiento de Judas Iscariote (Mt. 27:4), es censurado el derramamiento de sangre inocente. No hay más evidente caso de sangre inocente que las vidas de los niños no nacidos. Es una demostración de la profundidad de la maldad del mundo de hoy, que en muchos países el aborto es agresivamente promovido y legislado. Nunca olvidemos cómo Dios lo ve: es objeto de Su odio: “abomina su alma”.

- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -
 
"¿Por qué te has olvidado de mí?" (Sal. 42:9). "...yo nunca me olvidaré de ti" (Is. 49:15).

A veces se quebranta nuestro corazón porque parece que Dios no oye nuestro clamor ni contesta nuestra oración. Nos preguntamos si Él nos ha olvidado, y el diablo nos hace dudar de Su amor. Spurgeon escribió: "Cuando Dios esconde Su rostro, no digas que se ha olvidado de ti. Él solamente demora un tiempecito para hacerte amarle mejor; y luego te regocijarás con gozo inefable".
    ¡Qué pensamientos llenaban las mentes de Marta y María cuando luchaban para entender el por qué de la demora de Cristo! ¿Por qué no vino Él inmediatamente? Cada hora que pasaba parecía como días, hasta que la espera y la preocupación fueron casi intolerables.
    Su ternura y Sus lágrimas pronto despacharon cualquier duda que molestaba sus mentes, y pronto su tristeza fue cambiado en gozo indescriptible cuando Lázaro salió de la tumba, llamado a la vida y la libertad por el mandato irrestible de Cristo.
 
"Mi nombre de las palmas de Sus manos
La eternidad no podrá borrar,
Grabado en Su corazón permanece
Indelible marca de la gracia".

de la revista "Assembly Testimony", enero/febrero 2019 
 
- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -
 
La Tribu de Leví en la Restauración

El servició de Leví es importante en el retorno de Israel de Babilonia, como registran Esdras y Nehemías. Este retorno fue en tres fases: Zorobabel y Josué con unos cincuanta mil, en 536 a.C., Esdras con unos mil quinientos en 458 a.C., y Nehemías con una escolta militar en 445 a.C.
   
El Retorno Con Zorobabel y Josué
“...y los sacerdotes y levitas, todos aquellos cuyo espíritu despertó Dios...” (Esd. 1:5), eran parte de los cincuenta mil que volvieron a Jerusalén con Zorobabel y Josué. El avivamiento requiere hombres de consagración y peso moral, que reconocen la santidad de Dios y la centralidad de Su Palabra.
    Los detalles de los levitas que volvieron están en Esdras 2:40-42 y 70. Solo volvieron setenta y cuatro levitas obreros. Lo hicieron sabíendo que tendrían una carga pesada de tareas repetitivas y arduas, y que como levitas no podían poseer tierras. Por lo tanto, era para ellos una prueba de fe que volviesen con tanto que hacer, con tan pocos para hacerlo, y dependiendo solamente del Señor para sostenerlos. “Y pusieron a los levitas de veinte años arriba para que activasen la obra de la casa de Jehová” (Esd. 3:8).
    Cuando se echó el fundamento del templo, los sacerdotes tenían trompetas y los levítas címbalos, y cantaron y alabaron juntos según la ordenanza de David (Esd. 3:10-11). En ese momento convenía esa clase de alabanza. Pero ahora el patrón es: “sed llenos del Espíritu, hablando entre vosotros con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones” (Ef. 5:18-19). La palabra “alabando” en este texto conlleva la idea de tocar un instrumento de cuerdas, pero es evidente de que esa música está en el corazón. Si mantenemos la “música instrumental” en esa esfera, mantendremos la dulzura del alma y la posición bíblica.
    Al lado de los que alababan a Dios cuando se echaron los fundamentos del templo, “muchos de los sacerdotes, de los levitas y de los jefes de casas paternas, ancianos que habían visto la casa primera, viendo echar los cimientos de esta casa, lloraban en alta voz” (Esd. 3:12). Compararon la obra presente con la gloria de la anterior. Los creyentes ancianos deben tener cuidado de no desanimar el ejercicio de los más jóvenes, siempre que sea bíblicamente correcto. A menudo los “buenos tiempos de antaño” son recordados con distorción optimista y retrospecto romántico. Es necesario el ejercicio unido de viejos y jóvenes, porque trae un equilibro entre experiencia y entusiasmo, entre sabiduría y disposición.
    Los levitas participaron en la eventual dedicación del templo restaurado (Esd. 6:15-18). En la dedicación del templo de Salomón hubo ciento cuarenta y dos mil animales sacrificados (2 Cr. 7:5). Pero en la dedicación del templo restaurado sólo se sacrificaron 712 animales. Sin embargo era una ofrenda generosa cuando se toma en cuenta las circunstancias prevalecientes. La ofrenda de “doce machos cabríos en expiación por todo Israel, conforme al número de las tribus de Israel” (Esd. 6:17) era igual a la ofrenda de los príncipes de Israel en Números 7. Aun en tiempos de celebración se debe mantener una conciencia del pecado y de lo que cuesta quitarlo. Es de importancia notar que restauraron el servicio de los sacerdotes y levitas “conforme a lo escrito en el libro de Moisés” (Esd. 6:18).
    Los levitas están asociados con la celebración de la primera Pascua en el templo nuevo, con el énfasis en su pureza (Esd. 6:20). La pureza y la preparación personal siguen siendo esenciales, aun en tiempos de relativa pobreza como fueron aquellos.
continuará, d.v.

Ian McKee, Irlanda del Norte, de la revista "Assembly Testimony", enero/febrero 2019

- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -


- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

¿Por Qué Cristo No Se Salvó A Sí Mismo?

 "La tercera es la vencida"
    Algunos dicen que esta frase viene de los juegos de lucha en la antigua Grecia. El luchador que lograba poner a su rival de espaldas tres veces era declarado ganador.
    Cuando Jesucristo fue crucificado, los gobernadores le dieron el primer golpe verbal: "A otros salvó; sálvese a sí mismo". El segundo golpe vino de los soldados: "Sálvate a ti mismo". El tercero, de los ladrones: "Sálvate a ti mismo y a nosotros" (Lucas 23:35, 37, 39). Los burladores querían ponerlo de espaldas. Pero, ¿fue vencido? ¿O por qué no bajó de la cruz?

Su Pureza
    Pilato declaró: "Ningún delito hallo en este hombre". Pedro dijo que Cristo "no hizo pecado". Juan estuvo de acuerdo: "No hay pecado en él". Pablo dijo: "No conoció pecado". Aun los demonios le decía: "Eres el santo de Dios". Jesucristo  no era delincuente ni pecador. No merecía el maltrato de los hombres ni la ira de Dios.
   
Su Poder
    Sus enemigos admitieron que había salvado a otros. Los enfermos se acercaban y "sanaba a todos". ¿Endemoniados? "Anduvo ...sanando a todos los oprimidos por el diablo". ¿Muertos? Una niña que apenas había muerto, un muchacho cuyo cuerpo iba rumbo al cementerio, y un amigo que había estado sepultado cuatro días fueron resucitados por Él. Calmó tempestades, calló a los sabios e hizo que una multitud de soldados se postrara delante de Él. Aunque era el omnipotente Hijo de Dios, no dijo ni hizo nada para salvarse a sí mismo.

Su Propósito
    ¿Qué motivo tendría para quedarse a sufrir? Mírese en un espejo. Cristo sabía que usted, siendo pecador delante de Dios, estaba en peligro del castigo por sus pecados (Romanos 6:23), y voluntariamente "llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero" (1 Pedro 2:24). Con inmenso amor, "Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios" (1 Pedro 3:18).
    La pregunta no es: "¿Por qué no se salvó?", sino "¿por quién?". Vea su necesidad y crea en Jesucristo para salvación. Agradezca que Cristo no se salvó de la cruz, sino que "se dio a sí mismo en rescate por todos" (1 Timoteo 2:6).

 - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

DIOS EL ESPÍRITU
Parte 13
Camilo Vásquez Vivanco, Punta Arenas, Chile
 
viene del número anterior
PREGUNTAS SOBRE EL BAUTISMO DEL ESPÍRITU

¿Por qué los apóstoles impusieron las manos a los samaritanos para recibir el Espíritu Santo?

    Lucas nos dice que varios samaritanos creyeron en el Señor y se bautizaron producto de la predicación de Felipe (Hch. 8:12). Hasta ese entonces judíos y samaritanos no se trataban entre sí (Jn. 4:9) y los samaritanos eran considerados por los judíos una raza bajo maldición (Jn. 8:48). Además el mismo Señor había instruido a sus discípulos que no entraran a ciudades samaritanas (Mt. 10:5). La razón es que los samaritanos eran una mezcla de asirios y babilonios con judíos idólatras con su propia religión marginada de la verdad (2 R. 17:24-41). Por tanto los judíos mantenían un exagerado racismo contra los samaritanos que debía ser derrumbado para cumplir el mandato del Señor que había instruido a Su iglesia: “...y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra” (Hch. 1:8). Para zanjar este racismo Dios permitió que se convirtieran samaritanos y que los mismos apóstoles siendo judíos reconocieran a los convertidos samaritanos como sus hermanos y miembros de la iglesia recién formada en Pentecostés. Para esto los apóstoles se enteraron de estas conversiones: “Cuando los apóstoles que estaban en Jerusalén oyeron que Samaria había recibido la palabra de Dios, enviaron allá a Pedro y a Juan” (Hch. 8:14) y asintieron en recibirlos como pueblo de Dios imponiéndoles las manos para que también fuesen parte del bautismo del Espíritu Santo: “Entonces les imponían las manos, y recibían el Espíritu Santo” (Hch. 8:17). Notemos que esto no fue para ser bautizados por el Espíritu, sino para recibir el Espíritu y gozar del beneficio de ser parte de la iglesia recién formada. Hemos de entender que esta práctica de recibir así al Espíritu Santo fue transitoria en el libro de los Hechos de los Apóstoles mientras se pasaba de la ley a la gracia. Después el Espíritu Santo es recibido en el acto de la conversión (Hch. 10:44-45; Ef. 1:13-14), por esto el apóstol pregunta: “...¿Recibisteis el Espíritu por las obras de la ley, o por el oír con fe?” (Gá. 3:2).

¿Por qué el apóstol Pablo impuso las manos para recibir el Espíritu a doce judíos en Éfeso?

    “Y habiéndoles impuesto Pablo las manos, vino sobre ellos el Espíritu Santo; y hablaban en lenguas, y profetizaban. Eran por todos unos doce hombres”  (Hch. 19:6-7). Existen sólo dos eventos en el nuevo testamento en que los apóstoles impusieron las manos para que alguien recibiera el Espíritu Santo y así fuese incluido en la iglesia. El primero fue en Samaria (Hch. 8:17) y este segundo caso en Éfeso. Se aprecia que para este entonces el Espíritu Santo era recibido en el momento de creer tal como lo pregunta el apóstol a estos judíos: “¿Recibisteis el Espíritu Santo cuando creísteis?” (Hch. 19:2), verdad que rige hasta hoy para todo aquel que se convierte al Señor al creer por medio de la fe (Ef. 1:13-14; Gá. 3:2). Estos doce judíos ni siquiera habían oído de tal cosa de recibir al Espíritu Santo (Hch. 19: 2) y sólo habían sido bautizados por Juan el Bautista con el bautismo de arrepentimiento (v. 3). Tales judíos pertenecían a la dispensación de la ley y siendo creyentes en el Mesías no pertenecían a la iglesia formada hace apenas 20 años atrás. La razón de esto es que no habían escuchado el evangelio de la gracia que apunta hacia el Señor Jesús como el Mesías esperado: “…que creyesen en aquel que vendría después de él, esto es, en Jesús el Cristo” (v. 4). No cabe duda que estos doce judíos eran creyentes salvados, sin embargo no pertenecían a la iglesia y además no habían sido bautizados en el bautismo cristiano. Pablo entonces procede a ordenar sus vidas y les bautiza correctamente como cristianos (v. 5), y les impone las manos para que reciban el Espíritu de Dios (v. 6). Cuando Pablo les impone las manos no es que ocurrió un nuevo bautismo del Espíritu Santo pues este evento es único en la historia, lo que sucede es que recién allí al recibir el Espíritu fueron incluidos en ese bautismo ya ocurrido hace 20 años atrás y fueron hechos parte de la iglesia como cuerpo de Cristo. Como vemos, el libro de los Hechos de los Apóstoles es un libro de transición desde la ley a la gracia, y no podemos sacar de su contexto las prácticas que allí ocurrieron. Hoy para ser salvos, recibir al Espíritu Santo y ser parte del cuerpo de Cristo la iglesia, ocurre en el acto de la conversión de un pecador y ni siquiera cuando se bautiza como cristiano, sino cuando acude al Señor para ser salvo (Ro. 10:9; Hch. 10:47). De este modo aprendemos que el bautismo cristiano (Mt. 28:19) es para testificar que ya se fue salvo por la fe (Ro. 6:3-5). Se ve en lo regular desde Hechos 10 en adelante que todas las personas bautizadas como cristianos fueron personas ya salvadas (Hch. 16:14-15; 30-33; 18:8) y ya poseedores del Espíritu en su conversión (1 Co. 6:10-20).

¿El bautismo del Espíritu Santo se repite para cada pecador que se convierte hoy al Señor?

    Este concepto es indispensable aclararlo pues el bautismo del Espíritu Santo tiene que ver sólo con la formación de la iglesia 50 días después de la resurrección del Señor en Pentecostés (Hch 1:5; 2:1-3). Es un hecho único en la historia y no vuelve a repetirse para cada creyente convertido, sino que ese creyente al ser salvo es incluido en la iglesia al momento de creer (Hch. 2:47) gozando del beneficio del bautismo del Espíritu ya ocurrido (1 Co. 12:13). Lo que ocurre es que el Espíritu Santo toma a ese pecador convertido y lo traslada espiritualmente al cuerpo de Cristo que es Su iglesia (Ef. 1:22-23; 3:6; 5:30). Los únicos que fueron bautizados propiamente tal por el Espíritu fueron aquellos 120 creyentes reunidos en la ocasión de la formación de la iglesia (Hch. 1:15; 2:3-4).

¿Un creyente convertido en este tiempo necesita recibir al Espíritu Santo por la imposición de las manos?

    “Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: !!Abba, Padre!” (Gá. 4:6).
    Hoy los creyentes verdaderamente salvados no necesitan una segunda experiencia de gracia. La Biblia es clara en afirmar: “y vosotros estáis completos en él” (Col. 2:10). Queda claro que todo verdadero hijo de Dios ha sido sellado por el Espíritu e injertado en la iglesia. Lo que purificó el alma de ese creyente fue la virtud de la sangre de Cristo, y lo que capacita a ese creyente para dejar su antigua vida pecaminosa es la presencia del Espíritu Santo que mora en él (Ro. 8:13-14). La idea de recibir al Espíritu por la imposición de las manos es una mala interpretación de lo sucedido en Samaria y en Éfeso (Hch. 8:12-17; 19:6-7). Tales incidentes fueron transitorios en vista del paso de la ley a la gracia, y no marcan la verdadera realidad de un auténtico hijo de Dios. Ese creyente por muy torpe que sea es templo del Espíritu de Dios (1 Co. 6:19-20) y lo que necesita es comenzar a realizar su andar como creyente, creciendo en la gracia y el conocimiento del Señor (2 P. 3:18). El Espíritu de Dios está en él y solo necesita ser lleno del Espíritu (Ef. 5:18-19), por la obediencia a la Palabra de Dios y su consagración en una iglesia local (Col. 3:16; Ef. 2:13-16).
    El resto del buen ministerio del hermano Camilo sobre este tema está disponible ahora en su libro: Dios El Espíritu, por Libros Berea. https://berealibros.wixsite.com/asambleabiblica/libros

    Libros Berea
 
    En España:
           Apartado 75
        41720 Los Palacios y Villafranca (SE)
        España
 

    En Hispanoamérica:
        Sr. D. Joseff Samir
        Apartado 78           
        31000 Estelí, Nicaragua


 

EN ESTO PENSAD - enero 2020

La Humildad: Cualidad Rara

William MacDonald

Es bueno que cada uno conozca su medida justa. Cuando George Washington fue visto realizando una tarea manual, un amigo le dijo: "General, usted es un hombre muy grande para hacer eso". "No, no lo soy", respondió. "Tengo la medida justa".

"La humildad no consiste tanto en pensar mal de nosotros mismos, sino en no pensar en nosotros en absoluto. Soy demasiado malo como para merecer que se piense en mí; lo que quiero es olvidarme a mí mismo y mirar a Dios; ciertamente es digno de todos mis pensamientos" (William Kelly).

    Isaac Newton tuvo una de las mentes más brillantes de su época, y fue uno de los genios más magníficos que la humanidad ha producido. Sin embargo, Newton dijo de sí mismo:

"No sé qué opinion tenga el mundo de mí, pero yo creo ser apenas un niño que está jugando en la orilla del mar, quien cada tanto encuentra una piedrecita lisa o una ostra más hermosa que las comunes, mientras el gran océano de la verdad permanece delante de mí sin ser descubierto".

    Compara esta declaración con lo que dijo Oscar Wilde en la oficina de aduanas en Nueva York: "No tengo nada que declarar excepto mi genio".
    F. B. Meyer dijo sobre Dwight L. Moody: "Moody es un hombre que nunca parece haber escuchado de sí mismo. No es sorpresa que Dios le use en forma tan maravillosa. Un conferencista dijo una vez: "No hay nada que Dios no pueda hacer si alejamos nuestras manos de Su gloria". Otro predicador dijo: "Está bien que las personas te alaben, siempre y cuando no te intoxiques con ello".
    Es el orgullo que hace que multitudes no confiesen a Cristo y por consiguiente se pierdan en el infierno eterno. Es el orgullo que provoca que sea tan difícil que los creyentes se disculpen cuando han ofendido a alguien más. Es el orgullo que hace que sea imposible que Dios nos use. Esto mismo obstaculiza la espiritualidad y el testimonio. Por otro lado, nunca podemos ser demasiado pequeños para ser útiles a Dios.
    ...El valet de un Kaiser alemán dijo: "No puedo negar que mi señor era muy vanidoso. Él tenía que ser la figura central en todo. Si asistía a un bautizo quería ser el bebé; si iba a una boda quería ser la novia; si iba a un funeral quería ser el cadáver".
    El Rabbi Simeone Ben Jochai dijo: "Si tan solo existieran dos personas justas en el mundo, yo y mi hijo seríamos esas dos. Si tan solo existiera una, esa sería yo". Muy diferente es lo que F. B. Meyer dijo de sí mismo:

"Soy un hombre común y corriente. No tengo dones especiales, no soy un orador, no soy un profesor, no soy un pensador profundo. Si he logrado hacer algo para Cristo y mi generación, es porque me he entregado enteramente a Cristo Jesús, y he procurado hacer todo lo que Él quiso que hiciera".

    Carlos Wesley, hermano de Juan, dijo:
        "Mantenme pequeño y desconocido,
        Amado y valorado solo por Cristo"
William MacDonald, El Manual del Discípulo

Esto nos da todavía otra razón por la que la política no es para creyentes. El político no quiere ser pequeño y desconocido, sino grande y conocido. De hecho, si no es bien conocido y popular no puede hacer nada en la política. El político es protagonista de su perfil público y de sus ideas. Cultiva la sonrisa, y el arte de quedar bien para ser popular. El yugo del Cristo manso y humilde no es para los tales.
- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

"La política es el arte de servirse de los hombres haciéndoles creer que se les sirve a ellos".                     
                 Louis Dumur (1863-1933) 
                 escritor suizo

"La política es el arte de obtener el dinero de los ricos y el voto de los pobres con el pretexto de proteger a los unos de los otros".            Anónimo

"En la política el arrepentimiento no existe. Uno se equivoca o acierta, pero no cabe el arrepentimiento".            
                                Santiago Carrillo (1915-2012), político español

 - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

El Testimonio De Cristo 
Acerca De Las Escrituras

El hecho de que la Biblia está inspirada por el Espíritu Santo está apoyado por muchas evidencias internas de que es, ciertamente, la Palabra de Dios, y está confirmado por el poder de la Palabra de Dios para influenciar y transformar a los hombres. De todas las evidencias, sin embargo, una de las más importantes es el testimonio de nuestro Señor Jesucristo mismo de que, efectivamente, la Biblia está inspirada por Dios.
    Dondequiera que Jesucristo citó la Escritura - y Él lo hizo con frecuencia-  lo hizo como teniendo la autoridad y el completo reconocimiento de que había llegado a manos de los hombres por la inspiración del Espíritu Santo.
    De acuerdo con Mateo 5:18, Cristo afirma que ni una jota ni una tilde de la Ley quedará sin cumplimiento. Con esto El expresaba que ni una jota (la letra más pequeña del alfabeto hebreo) o una tilde (la parte más pequeña de una letra que pudiese cambiar su significado) habrían de quedar incumplidas. Si la precisión y la inspiración se extienden a cada una de sus letras, Cristo estaba obviamente afirmando la inspiración de la totalidad del Antiguo Testamento.
    En Juan 10:35 Cristo afirmó que "la Escritura no puede ser quebrantada", no puede fallar. Una y otra vez el Nuevo Testamento afirma un exacto cumplimiento del Antiguo Testamento, como en Mateo 1:22, 23 (cf. Mt. 4:14; 8:17; 12:17; 15:7-8; 21:4-5, 42; 22:29; 26:31, 56; 27:9, 10, 35). Estas referencias procedentes del Evangelio de Mateo son típicas de lo que se difunde por todo el Nuevo Testamento en su totalidad. Incluso cuando afirma un cambio dispensacional o una modificación de una regla de vida, la autoridad y la inspiración de las declaraciones originales de la Escritura no se discuten en absoluto (Mt. 19:7-12).
    Las anotaciones procedentes del Antiguo Testamento se extienden a cualquier sección importante y con frecuencia son de libros que son los más discutidos por los críticos liberales, tales como el Deuteronomio, Jonás, y Daniel (Dt. 6:16; cf. Mt. 12:40; Dn. 9:27; 12:11; cf. Mt. 24:15). Es imposible poner en tela de juicio la inspiración del Antiguo Testamento sin dudar del carácter y veracidad de Jesucristo. Es por esta razón que la negación de la inspirada Palabra de Dios conduce a la negación del Verbo encarnado de Dios.
L. S. Chafer, Grandes Temas Bíblicos

 - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -


"He aquí, Dios es el que me ayuda" (Sal. 54:4). "De manera que podemos decir confiadamente: El Señor es mi ayudador" (He. 13:6).
¡Cuán pequeños deben parecerle nuestros problemas al Hacedor de los cielos y la tierra: "Las tinieblas y el desorden Su Palabra poderosa oyeron, y huyeron".
    Ningún problema o dificultad surgió para prevenir que Él terminara la gran obra de la creación en el tiempo que Él escogió. No tenía que extender la fecha tope ni alterar el diseño, ni omitir ninguna parte de Su gran proyecto. Cuando fue terminado, era exactamente lo que Él quiso y planificó. "Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera" (Gn. 1:31). ¡Qué satisfacción tuvo al ver Su obra vasta!
    Este Dios ha prometido ser nuestro ayudador, a intervenir a favor nuestro en nuestra fragilidad, y suplir toda nuestra necesidad. Que esta gran verdad nos ayude a centrarnos en Su grandeza y así ver menguar nuestros problemas ante la fuerza invencible del Omnipotente.  Isaac Watts escribió:

¡Dios, nuestro auxilio en los pasados siglos!
¡Nuestra esperanza en años venideros!
¡Nuestro refugio en hórrida tormenta,
Y protector eterno".

traducido de la revista Assembly Testimonio, enero/febrero 2019

- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -
 

 - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

"Tengo Mi Propia Religión"

"Uno puede creer lo que quiera: todo es válido". "Todo el mundo tiene su propia creencia". "Con tal que crea en algo, y sea sincero, es suficiente".
Hoy se escuchan muchas expresiones así. Suenan bien, y ayudan a la gente a sentirse bien, pero los que dicen tener "la verdad" son menospreciados como arrogantes o intolerantes. Por alguna razón, la gente acepta la idea de que cualquier religión es válida siempre y cuando no sea considerada como la única verdad exclusiva. ¿Sabe por qué? Porque así Satanás logra que la gente crea cualquier cosa excepto la única que los libraría de su control y de la perdición.
     No es cierto que todas las creencias son válidas. Intente utilizar las expresiones de arriba con su profesor de matemática, o con el banco, y verá. El hecho de que todo el mundo tenga su propia creencia es, según Dios, el problema más grande de la humanidad: hemos cambiado Su verdad por nuestras creencias. "Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino" (Isaías 53:6). El camino del ser humano es amplio, tolerante, ignora el pecado y termina en destrucción. "Espacioso [es] el camino que lleva a la perdición" (Mateo 7:13).
    En un sentido sí es cierto que no importa lo que usted crea. ¡Sus creencias no cambian la verdad de la Palabra de Dios! Creer algo no hace que sea cierto. Saltar desde lo más alto de un rascacielos lo matará, sin importar cuán enfáticamente usted crea lo contrario. Entrar a la eternidad confiando en que Dios no existe, o que sus creencias o sus obras son lo suficientemente buenas como para merecer la aprobación divina, no cambiará el triste desenlace: "El que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego" (Apocalipsis 20:15).  
    No es cuestión de opiniones. Jesucristo no dijo: "Yo soy un camino", sino "Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre sino por mí" (Juan 14:6). Él es el único camino de salvación y la vida eterna.
    Nadie puede salvarse a sí mismo, porque la salvación no es por obras (Efesios 2:8-9). Dios es el que salva. Jesucristo es el único camino: "En ningún otro hay salvación" (Hechos 4:12). Crea en Él sin más demora.

 - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -
  DIOS EL ESPÍRITU
Parte 12
Camilo Vásquez Vivanco, Punta Arenas, Chile
 

viene del número anterior
EL BAUTISMO DEL ESPÍRITU SANTO,
SU SELLO, TESTIMONIO Y UNCIÓN

“Yo a la verdad os bautizo en agua para arrepentimiento; pero el que viene tras mí, cuyo calzado yo no soy digno de llevar, es más poderoso que yo; él os bautizará en Espíritu Santo y fuego” (Mt. 3:11).

El propio apóstol Juan distingue que su bautismo es distinto del bautismo de quién viene para realizar el bautismo del Espíritu Santo y de fuego. Aquí hemos de distinguir el medio en que se es bautizado y el agente bautizador. En el bautismo de Juan el medio fue “el agua” y el agente bautizador el propio profeta Juan (k). En estos otros dos bautismos el medio respectivamente son, el Espíritu Santo y el fuego y el agente bautizador es el Señor. Si distinguimos esto podremos entender a que se refieren estos bautismos anunciados por Juan. Nos remitiremos al bautismo “en Espíritu Santo” tal como lo dice el segundo evangelio: “Yo a la verdad os he bautizado con agua; pero él os bautizará con (en) Espíritu Santo” (Mr. 1:8). Se aprecia que se trata de ser sumergidos o zambullidos en un medio que en este caso es el Espíritu Santo. Recordemos que la palabra “bautismo” se deriva del griego: baptizo, cuyo significado es sumergir o zambullir. Esta verdad el Señor la volvió a repetir a Sus discípulos una vez resucitado: “Porque Juan ciertamente bautizó con agua, mas vosotros seréis bautizados con (en) el Espíritu Santo dentro de no muchos días” (Hch. 1:5). Refiriéndose a que los creyentes serían sumergidos dentro de poco, o bautizados en el Espíritu Santo, esto corresponde a ser incorporados en el cuerpo de Cristo que es la iglesia. Esto sucedió diez días después en la fiesta de Pentecostés tal como nos narra Lucas: “Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen” (Hch. 2:4). Ese es un día histórico pues allí nace la iglesia que el mismo Señor había prometido edificar (Mt. 16:18). Todos los ciento veinte creyentes allí reunidos, nacidos de Dios, fueron injertados en la iglesia recién formada como cuerpo de Cristo asunto que es explicado así: “Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu” (1 Co. 12:13).
    Este bautismo no es algo que deba buscarse o por lo cual deba orarse, o esperarse, puesto que el cuerpo ha sido ya formado (l). Cuatro veces es mencionado en los Hechos de los Apóstoles la recepción del Espíritu Santo (Hch. 2, 8, 10 y 19). En cada uno de ellos hubieron manifestaciones milagrosas con la especial intención de enseñar a los judíos incrédulos que el judaísmo con la esclavitud de la ley quedaban atrás. No es que en cada uno de esos eventos se produjese un nuevo bautismo del Espíritu Santo, sino que al recibir a Cristo como Salvador cada uno de ellos fueron tomados por el Espíritu Santo y hechos parte del cuerpo de Cristo, la iglesia. La recepción del Espíritu Santo, tanto en Hch. 8:17 y 19:6, requirió de la imposición de manos de los apóstoles sólo como una señal de aceptación, tanto de los samaritanos y judíos incrédulos al cuerpo de Cristo. En el futuro la recepción del Espíritu Santo para el que cree sería como sucedió en casa de Cornelio, que estando todos escuchando la predicación de Pedro, al ejercer fe ellos recibieron al Espíritu Santo que descendió sobre ellos (Hch. 10:44).
    Distinguir este bautismo nos permitirá saber que es un evento único sin repetición como lo es la muerte del Señor en la cruz. El Señor no vuelve a morir en la cruz cada vez que un pecador cree para ser salvo, sino sólo comunica al que cree la virtud de Su muerte y resurrección. Del mismo modo el bautismo del Espíritu no se vuelve a repetir para ese pecador convertido pues en ese acto de creer es sellado por el Espíritu Santo (Ef. 1:13-14) y es hecho parte del cuerpo de Cristo, Su iglesia. Por esto se nos dice: “porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos” (Gá. 3:27). Ser bautizados en Cristo es sinónimo del bautismo del Espíritu Santo evento que sucedió hace dos mil años, y que se hace realidad para el que cree. Entonces Dios nos ha cambiado de dueño cuando nos convertimos pasándonos del poder del diablo al reino de Su Hijo (Col. 1:13) y del mismo modo nos ha cambiado de ser parte de un mundo pecaminoso a su iglesia por medio del bautismo del Espíritu Santo: “sepultados con él en el bautismo, en el cual fuisteis también resucitados con él, mediante la fe en el poder de Dios que le levantó de los muertos” (Col. 2:12).
    Es interesante reconocer que ser “sellados” como dice Efesios 1:13-14, corresponde al título de propiedad de Dios sobre cada creyente y a su vez el Espíritu Santo es “las arras” o “la prenda de garantía” de que somos Suyos. Esta prenda es un adelanto de nuestra realidad celestial lo cual significa que ya estamos disfrutando de la vida eterna por la presencia del Espíritu Santo en nosotros. Es indispensable observar que este sellamiento del Espíritu Santo al creyente de hoy le asegura que participará del arrebatamiento, asunto que es sólo para la iglesia: “Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención” (Ef. 4:30).
    Esto a su vez consiste en tener “el testimonio en sí mismo” (1 Jn. 5:10), pues se tiene la seguridad de la salvación y se tiene dentro de uno lo que Dios asegura acerca de su Hijo. Cada hijo de Dios posee este testimonio que es sencillamente el respaldado que el mismo Espíritu Santo da nuestro espíritu (1 Jn. 5:6), asegurando nuestra relación como hijos de Dios: “El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios” (Ro. 8:16). Insistimos en decir que tener el testimonio del Espíritu no consiste en alguna experiencia extra que se pide en oración para recibir poder del Espíritu Santo. Estas ideas no sólo no tienen el apoyo de la Biblia, sino que son delirios de experiencia carismáticas que confunden la fe de creyentes sencillos. Bastará citar lo que Dios declara de la obra de Su Hijo quien ha santificado y hecho perfecto para siempre al creyente, asunto que realizó Cristo con una sola ofrenda (He. 10:10-14). Y hemos de observar que esa obra santificadora da testimonio el Espíritu Santo al creyente en Cristo: “Y nos atestigua lo mismo el Espíritu Santo…” (He. 10:15), declarando que Dios nunca más se acordará de nuestros pecados y transgresiones, y que además ha escrito en nuestras mentes Sus leyes y las ha colocado en nuestros corazones (He. 10:16-17). Entonces tener “el testimonio en sí mismo” es tener la seguridad de lo que Dios dice de Su Hijo y Su obra, y de la seguridad que se recibe por creer en Él.
    Por su parte la unción mencionada en las Escrituras corresponde también a una de las realidades como creyentes en Cristo, y que nos asegura nuestra fe en un mundo contaminado por doctrinas que atentan contra cada una de las Personas de laTrinidad. ¿Cuándo se recibe la unción? Primero observemos lo que dice el Espíritu Santo al respecto: “Pero vosotros tenéis la unción del Santo, y conocéis todas las cosas” (1 Jn. 2:20). Como vemos los remitentes tenían esta unción de modo que no es algo que se pida posterior a la conversión y aún más añade el Espíritu Santo: “Pero la unción que vosotros recibisteis de él permanece en vosotros, y no tenéis necesidad de que nadie os enseñe; así como la unción misma os enseña todas las cosas, y es verdadera, y no es mentira, según ella os ha enseñado, permaneced en él” (1 Jn. 2:27). Aquí se nos enseña que la unción se recibe de Dios y permanece en el creyente y que ella nos enseña todas las cosas, lo cual apunta directamente al ministerio del Espíritu Santo en el creyente señalado por el Señor de este modo: “Él me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber. Todo lo que tiene el Padre es mío; por eso dije que tomará de lo mío, y os lo hará saber” (Jn. 16:14-15). Esto significa que el creyente ya ha sido ungido por el Espíritu Santo, en el momento de su conversión (2 Co. 11:21), y es enseñado por el Espíritu Santo sobre todas las riquezas que existen en la Palabra de Dios de la Persona del Hijo. En este sentido el creyente no necesita ser enseñado sobre qué es la verdad respecto a lo espiritual, pues posee morando en él al Espíritu de verdad que le enseña sobre quién es la Verdad, la gloriosa Persona del Hijo.
continuará, d.v., en el siguiente número