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domingo, 30 de abril de 2023

EN ESTO PENSAD - mayo 2023

 José Exaltado En Egipto

Lucas Batalla


viene del número anterior


 Texto: Génesis 40-41 

Al comenzar esta parte de la vida de José, conviene recordar las palabras de 1 Pedro 5.6-7. “Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte cuando fuere tiempo; echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros”. Ciertamente José hizo esto durante largos años, cuando aparentemente no había esperanza, pero fue exaltado cuando llegó el tiempo del plan de Dios. Siempre es mejor el plan de Dios que el nuestro.
    Entramos en el capítulo 40 con José sirviendo en la cárcel. El verso 1 dice: “después de estas cosas”, es decir, andando el tiempo, y José estaba ocupado en su rutina diaria entre los presos. Dos oficiales de Faraón, rey de Egipto, delinquieron contra el rey (vv. 1-2). El jefe de los coperos y el jefe de los panaderos fueron implicados, por lo que es posible deducir que había algún complot contra la vida del rey, quizás con intención de envenenarlo, pero eso decimos como conjetura porque la Escritura no explica más. El caso es que fueron encarcelados, justo donde estaba preso José (v. 3). Aunque José estaba preso, servía como criado al capitán de la guardia, y éste los encargó a José para que les atendiera (v. 4). Pasaron varios días, y una noche esos dos hombres soñaron – cada uno su propio sueño (v. 5). Cuando José les vio la mañana siguiente, observó que los dos estaban tristes y preguntó por qué (vv. 6-7).
    Respondieron que era por los sueños, porque nadie sabía interpretarlos (v. 8). Observamos como José quiso ayudarles, pero tuvo cuidado de exaltar a Dios, no a sí mismo. “¿No son de Dios las interpretaciones? Contadmelo ahora”. No hacía alarde de sus habilidades, sino como hombre que andaba en comunión con Dios, sabía que contaba con Su ayuda. A diferencia de muchos hoy que pretenden traficar en revelaciones, interpretaciones, etc., José no les cobró. Sinceramente quería ayudarles.
      En los versos 9-15 el jefe de los coperos contó su sueño, y José le dio la interpretación. Dentro de tres días sería sacado, restaurado a su oficio, y serviría a Faraón como hacía antes. Sabiendo que volvería a estar delante de Faraón, José le pidió un favor. “Acuérdate, pues, de mí cuando tengas ese bien, y te ruego que uses conmigo de misericordia, y hagas mención de mí a Faraón, y me saques de esta casa. Porque fui hurtado de la tierra de los hebreos; y tampoco he hecho aquí por qué me pusiesen en la cárcel.” (Gn. 40.14-15). Mas el verso 23 relata que “el jefe de los coperos no se acordó de José, sino que le olvidó”. No seamos como ese hombre olvidadizo. Cumplamos nuestras promesas, y no dejemos abandonados a los que dependen de nosotros cuando está en nuestro poder hacerles bien. Hebreos 13.3 exhorta: “Acordaos de los presos, como si estuvierais presos juntamente con ellos; y de los maltratados, como que también vosotros mismos estáis en el cuerpo”.
    Entonces, el panadero cobró ánimo cuando oyó la buena interpretación del sueño de su compañero, y contó su sueño a José (vv. 16-19), pero no fue agradable la interpretación. José no intentó suavizar las palabras, sino le dijo francamente lo que estaba a punto de suceder. También nosotros deberíamos hablar acerca del pecado y el castigo de Dios cuando testificamos a los pecadores. No seamos como los familiares de uno enfermo con cáncer. Todos menos él saben que va a morir, sin embargo, no le dicen la verdad, sino que tiene un virus u otra cosa así. Efesios 4.25 exhorta así: “desechando la mentira, hablad verdad cada uno con su prójimo”.
    Los versos 20-23 informan que las cosas sucedieron así como José había dicho. Después de tres días, Faraón restauró al copero, y ahorcó al panadero. El mensajero de Dios había sido fiel. No recibió recompensa alguna en el momento, pero eso también entraba en el plan de Dios, pues todavía debía pasar más tiempo esperando. El copero no se acordó de José, pero Dios sí. La impaciencia puede causarnos muchos problemas en la vida. Por ella podemos interpretar mal o saltar la voluntad de Dios, porque sentimos que nos urge hacer algo, cuando realmente deberíamos esperar. José esperó dos años más, pero no era tiempo perdido.

continuará, d.v. en el número siguiente 

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ESCOGE LO MEJOR


Salmo 37:16 "Mejor es lo poco del justo que las riquezas de muchos pecadores".
    La sabuduría humana no suele considerar que es mejor tener poco que tener mucho. Por lo general, estima más al rico que al pobre. Pero Dios valora la justicia de vida más que la cuenta bancaria y las posesiones.
    Hoy algunos predican que si tienes fe serás rico. He aquí el caso contrario: el justo tiene poco, y las riquezas son de los impíos (Sal. 17.14). El justo busca primeramente el reino de Dios y Su justicia. Tiene lo que necesita, pero no guarda sus bienes para el futuro, como hizo el rico insensato de Lucas 12.15-21. Su prioridad es vivir en justicia, rectitud y piedad, y estas cosas tienen su recompensa en esta vida y en la venidera (1 Ti. 4.8).

Salmo 63:3 "Porque mejor es tu misericordia que la vida; mis labios te alabarán".
    La vida es preciosa, pero andar con Dios y experimentar comunión con Él es mejor que todo lo que esta vida pueda ofrecer. La misericordia de Dios es una gran bendición, y dichosa la persona que la conoce. La contemplación de ella nos mantendrá humildes. Sin Su misericordia ni siquiera seguiríamos vivos. Dios es rico en misericordia (Ef. 2.4). El Salmo 136 celebra la grandeza de Su misericordia, y nos llama a alabarle por ella.

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No Os Hagáis Tesoros En La Tierra

Anthony Norris Groves

La comendación de Cristo a la viuda pobre enseña que desea que tomemos literalmente Su mandamiento.
    Pasamos de observar la conducta de aquel joven rico a considerar ahora el comentario notable del Señor sobre la caridad de la viuda pobre. En Marcos 12:41-44 leemos:
“Estando Jesús sentado delante del arca de la ofrenda, miraba cómo el pueblo echaba dinero en el arca; y muchos ricos echaban mucho. Y vino una viuda pobre, y echó dos blancas, o sea un cuadrante. Entonces llamando a sus discípulos, les dijo: De cierto os digo que esta viuda pobre echó más que todos los que han echado en el arca; porque todos han echado de lo que les sobra; pero ésta, de su pobreza echó todo lo que tenía, todo su sustento”.
     En la estimación del mundo, nada podría ser más imprudente o incorrecto que la conducta de ella; y me temo que pocos de nosotros tendrían el valor de elogiar o recomendar a uno que siguiera su ejemplo. Pero, ¿cómo juzga el asunto nuestro Señor, el que no juzga según las apariencias sino con justo juicio? Él observa que ella actúa muy de acuerdo con Su precepto de no guardar para sí. No señala a Sus discípulos el peligro de actuar como ella, ni que Sus palabras no sean tomados literalmente... Al contrario, señala cuidadosamente la peculiaridad y grandeza sin igual de su sacrificio. Les invita a admirar lo que ella hizo. Los ricos echaron de su abundancia, mucho. Pero después de sus ofrendas todavía eran ricos. En contraste, ella de su penuria echó poco, pero era todo lo que tenía, todo su sustento. Los ricos no suelen hacer esto.


págs. 31-32 del libro Devoción Cristiana, por A. N. Groves, Libros Berea

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La Iglesia:
Posesión de Cristo, No de los Hombres

parte 2

     W. E. Vine    

viene del nº de enero
Un Organismo Espiritual

    Pablo habla de la verdad de la iglesia como un misterio. Expone que ella fue formada por la incorporación de creyentes, judíos y gentiles, en un cuerpo del cual Cristo es la Cabeza. Un misterio es una verdad que ha estado “escondido desde los siglos en Dios” (véase Ef. 3.1-9), pero revelado a los santos en el tiempo divinamente indicado. Es algo que hasta ese momento “se ha mantenido oculto desde tiempos eternos” (Ro. 16.25).   
    La gran verdad de ese organismo espiritual con sus partes constituyentes fue especialmente entregada a Pablo (Ef. 3.9). Sin embargo, la primera declaración acerca de la iglesia vino en la ocasión cuando Pedro confesó al Señor como “el Cristo, el Hijo del Dios viviente” (Mt. 16.16). El Señor declaró que solo el Padre le había revelado esta verdad, que sobre el fundamento de esa revelación Cristo mismo edificaría Su iglesia,1 y que las puertas del Hades no prevalecerían contra ella. La revelación comunica las grandes verdades fundamentales de la Persona de Cristo, Su relación eterna con el Padre y Su resurrección. Él “fue declarado Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por la resurrección de entre los muertos” (Ro. 1:4). Siendo eternamente el Hijo de Dios, Su resurrección declaró enfáticamente esta verdad. Su lugar como Constructor de Su iglesia está conectado esencialmente con Su muerte y resurrección. Mediante éstas, Él venció todo lo que el Hades representa, pues las puertas representan el lugar del ejercicio de autoridad. Destruyó – dejó arruinado o impotente – “al que tenía el imperio de la muerte” (He. 2:14). La Iglesia está establecida sobre Cristo resucitado, victorioso, que da vida, el inmutable. “Nadie puede poner otro fundamento” (1 Co. 3.11).

Un Edificio Espiritual

    Entre las verdades relacionadas con la iglesia, expuestas por Cristo y Sus apóstoles, llaman la atención su establecimiento espiritual y su carácter y destino celestiales. El apóstol Pedro continúa la metáfora que el Señor usó, y describe a Cristo como “piedra viva, desechada ciertamente por los hombres, mas para Dios escogida y preciosa” (1 P. 2.4). A continuación, se dirige a los creyentes: “Vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales...” (1 P. 2.5). “Todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor” (un santuario, un lugar santísimo espiritual), con los creyentes “juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu” (Ef. 2.21-22).
    Los apóstoles no establecieron ningún sistema terrenal u organización de iglesias centralizadas en una sede eclesiástica. Esa política está notoriamente ausente en su doctrina y métodos. Lo que sucedió en Jerusalén en Hechos 15 no es un ejemplo de semejante sede. Hay quienes llaman aquella compañía un concilio apostólico. Fuera cual fuera su naturaleza, ningún apóstol lo presidió. Pedro y los otros apóstoles tomaron parte, Jacobo resumió todo en un discurso final, y escribieron una carta en nombre de los apóstoles y ancianos. Toda la iglesia escogió a varones para llevarla (v. 22). Pero esa reunión fue circunstancial, y no hubo intención de establecer un precedente. En los tiempos de los apóstoles no se menciona en ninguna parte otra reunión como ella. La decisión tampoco efectuó la resolución del problema. Posterior a esto Pedro mismo fue hallado conduciéndose de manera contraria al decreto (Gá. 2.11-14).
    Desde Antioquía salió una gran obra misionera, pero en lugar de conducirla bajo el patrocinio de Jerusalén, se llevó a cabo en total independencia de los apóstoles y aun de sus delegados (Hch. 13.1-3).

Sistemas No Autorizados

    Por lo tanto, los acontecimientos en Jerusalén no apoyan el establecimiento de una sede centralizada para una organización de iglesias. Buscaremos en vano en Hechos y las epístolas siquiera una intimación del establecimiento de semejante institución.
    Excepto en asuntos como ofrendas para los santos pobres en otras regiones, el único lazo que conectaba las iglesias era espiritual. Solo había lazos de la común vida en Cristo y la presencia del Espíritu Santo en los creyentes. No existía ninguna unidad externa ni organización como una federación, asociación o afiliación, ni de las iglesias en un área ni de todas las iglesias. El testimonio apostólico está en contra de la organización de iglesias en un sistema eclesial. En las Escrituras no existe ninguna expresión como: “La Iglesia en la Tierra”, ni contienen nada para justificar una idea como esa. La única Cabeza de la Iglesia es Cristo, y por Sus manos hay provisión para todas las necesidades espirituales de cada iglesia local. La Iglesia que consiste de todos los que están en Él que es la Cabeza, es una entidad visible solamente a Dios. En contraste, los sistemas eclesiásticos son visibles a los ojos del mundo, pero incluyen una mezcla de lo verdadero y lo falso. Son el producto de desviarse del diseño del Arquitecto y Constructor Divino, y son el resultado de la interferencia humana con la operación del Espíritu de Dios.
    Algunos enseñan que ciertos decretos de concilios eclesiales y potentados en los siglos después de los apóstoles eran simplemente el desarrollo de las enseñanzas apostólicas. Alegan que tales adiciones eran necesarias para afrontar las circunstancias de esos tiempos posteriores. La idea de que esos aumentos eran para desarrollar la iglesia es contraria a la verdad. Los que alegan que fueron necesarias contradicen el testimonio de Cristo y Sus apóstoles.
    En las páginas que siguen demostraremos algo del alejamiento de las instrucciones y los mandamientos que el Señor y Sus apóstoles dieron para las iglesias. Es manifiesta la diferencia radical entre lo que fue establecido en la cristiandad apóstata y las doctrinas de “la fe que ha sido una vez dada a los santos” (Jud. 3). El auge de los sistemas eclesiásticos produjo una condición en las iglesias que estaba lejos de desarrollar la fe. Al contrario, esas condiciones eran (y son) totalmente opuestas a la fe. Semejante dejadez era el cumplimiento de lo que Cristo y Sus apóstoles había predicho, que se levantaría falsos maestros, hablando cosas perversas.
    En los postreros tiempos que nos tocan vivir, el Espíritu de Dios ha estado operando en los corazones de miles de Su pueblo, para que se vuelvan a las enseñanzas apostólicas.
 1 Si concedemos que las palabras “tú eres Pedro” representan correctamente el original, el Señor confirmaba un nombre que ya le había dado (Jn. 1.42). Asociaba su carácter con la verdad de su confesión. Sin embargo, hay considerable autoridad en los manuscritos para traducirlo así: “tú has dicho”. La diferencia es simplemente de espacios – a saber – su eips es “tú eres Pedro”, y su eips representa su eipas, “tú has dicho”. Agustín en su versión latina puso “tu dixisti” (tú has dicho), y debía ver apoyo para eso en los manuscritos. Jerónimo en un lugar cita el pasaje como su eipas. Además, cuando en este mismo Evangelio Caifás interrogó al Señor acerca de si era “el Cristo, el Hijo de Dios” (prácticamente el mismo título que en la confesión de Pedro), Él respondió inmediatamente: “Tú lo has dicho” (Mt. 26.64). 

del libro La Iglesia y las iglesias, por W. E. Vine,  publicado por Libros Berea

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Menos Hablar y Más Trabajar

“En toda labor hay fruto; mas las vanas palabras de los labios empobrecen”  Proverbios 14.23

Es fácil hablar de lo que queremos hacer en el futuro, o de lo que hicimos en el pasado, o de lo que hacen o no los demás. Pero eso no produce nada beneficioso para nosotros, ni para otros creyentes, ni para los inconversos. “Los obreros pocos” dijo el Señor. Hace falta labor y esfuerzo diligente, y hay muchas oportunidades para ello. Pablo habla de trabajar en el evangelio (Fil. 4.3), de colaborar en la edificación de la asamblea (1 Co. 3.8-9), de trabajar en predicar y enseñar (1 Ti. 5.17), de trabajar con las manos (Ef. 4.28), y de trabajar entre los santos, presidiendo y amonestando (1 Ts. 5.12). El ejemplo suyo era de trabajar “de noche y de día para no ser gravosos” (1 Ts. 2.9; Hch. 20.34). No conocía la pereza. Declaró: “su gracia no ha sido en vano para conmigo, antes he trabajado más que todos ellos; pero no yo, sino la gracia de Dios conmigo” (1 Co. 15.10). En verdad hay trabajo para todos, y en todo ello hay fruto. Recordemos la exhortación de Pablo en 1 Corintios 15.58, que es para todo creyente: “Así que, hermanos míos amados, estad firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano”.

Traducido y adaptado de la revista “Assembly Testimony”, julio/agosto 2022

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Tus Días Están Contados

William MacDonald

Antes de llevar mucho tiempo viviendo, nos encontramos cara a cara con la realidad de que la vida es muy corta (Job 14.1-2). Es como la hierba —sembrada, crecida, cortada, llevada por el viento. Es como el viento y la niebla —desvaneciéndose y breve. Es como la lanzadera de un tejedor —abalanzándose por el telar como si le hubiesen dado un tiro con una pistola. Es como un palmo —el corto recorrido por la palma de la mano. Will Houghton tenía razón cuando dijo que la cuna y el ataúd son sacados del mismo árbol.
    Ahora vemos a una niña recién nacida con su sonrisa linda y graciosa, y la piel tan suave y delicada. Observando serenamente a sus admiradores, es un encanto con faldón rosa. Ponle unos años, y mírala con sus puntillas, volantes y lazos. Ya está dando de comer a su muñeca, o saltando a la comba en la calle. Antes de que te des cuenta, es una adolescente vivaracha, tremendamente consciente de la ropa y los accesorios, aventurándose en su primera cita. Luego llega a la etapa del matrimonio, y es una madre criando hijos, establecida y serena. Finalmente se jubila, siendo ya madura, plácida, llena de la sabiduría que ha adquirido por su experiencia.
    O pongamos un bebé, un bultito que se retuerce envuelto en azul. Poco después es un niño pequeño, equipado con un curso incorporado de psicología. Sabe cómo llegar hasta el límite de la paciencia de sus padres, y entonces retroceder con cautela. Con los bolsillos llenos de lombrices, ranas, tornillos y piedras, se tambalea en su primera bicicleta. Durante el día parece un demonio, pero una vez dormido en la cama, es un ángel sin lugar a dudas. En su adolescencia se desespera por conseguir la aprobación de sus superiores y es más consciente de su ropa y apariencia. Es a la vez atrevido y tímido, confiado e incierto, romántico y determinado soltero. Ya siendo hombre, es un trabajador compulsivo, llevando el peso de la familia y las responsabilidades del negocio. Intenta apretar 30 horas en las 24 que tiene el día, y estirar el dinero para suplir un presupuesto inflacionario. Cuando al fin consigue tenerlo todo arreglado, ya es abuelo. Y ahora ya es un viejo cuyo cuerpo no puede ir al paso que todavía va su espíritu. Mirando a los jóvenes, dice: “¡yo también fui así!”
    No es de extrañar que un crítico de 84 años se describiese a sí mismo como estando en la esquina de una calle, con el sombrero en la mano, mendigando a los transeúntes para que dejasen caer dentro del sombrero sus minutos ociosos.
    Si la brevedad de la vida nos enseña algo, esto es que si tenemos planes de hacer algo, más vale que nos demos prisa. ¡El tiempo no espera!

Ahora — Un Ensayo Para la Eternidad 

 
    Cada uno debe pensar ahora en la eternidad, porque dentro de no mucho, el tiempo acabará y entrará en ella.
    El pensamiento de la eternidad es uno de los más grandes que pueden ocupar la mente humana. No hay mente humana con la suficiente capacidad de comprenderlo plenamente.
    ¿Qué es eternidad? Es la vida de Dios. Es un océano sin orillas. Es la duración sin fin de la vida más allá. Es por siempre jamás. Si cada granito de arena de todas las playas del mundo representase un año, la suma de esos años no igualaría la eternidad. Su duración es incalculable y sin límite.
    Todos debemos afrontar el hecho de que vamos a vivir eternamente en alguna parte. Es un pensamiento asombroso. Nuestra mente, haciendo vanos esfuerzos, intenta estirarse para asimilarlo. Tenemos un alma inmortal.
    Esto, por supuesto, significa que la historia no se acaba en esta vida presente. Ésta no es más que un capítulo de un drama que continuará. Vivir como si esta vida fuese todo, es trocar lo finito por lo infinito. Es olvidar que tenemos tareas en el destino.
    “¿Creemos que el tiempo venidero es un tiempo mayor que este, y que el “más allá” es mucho más grande que el presente? ¿Que hay siglos y siglos por delante nuestro, y que, sean cuan largos sean, toda nuestra vida aquí en la tierra es tan solo un fragmento de lo que todavía ha de ser? ¿Creemos también que nuestro servicio en los siglos que vendrán es muchísimo más importante que lo que podamos hacer en este siglo?” (T. Austin-Sparks).

págs. 13-15 del libro Solo Una Vida, Libros Berea

Amigo lector, ¿Qué harás con esta breve vida que Dios te ha concedido? 

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Siete Copas De Ira Derramadas


La mayoría de la gente no sabe las terribles cosas que se avecinan. Piensan que el mundo va a seguir más o menos como está ahora, pero no es así. Horribles terrores, plagas y catástrofes están a la vuelta de la esquina. Dios tiene juicios preparados que sacudirán al planeta entero, y Cristo los soltará.Los últimos, conocidos como “las plagas postreras”, acabarán con toda resistencia humana y diabólica.
    En Apocalipsis 15 Juan vio siete ángeles con copas de oro, llenas de la ira de Dios (v. 7). Se derramarán sobre lo que quede del planeta rebelde. Dios no permitirá que nadie interceda, porque llegó la hora de Su ira (v. 8), y no hay marcha atrás. La voz de Dios manda derramar las copas de plagas (16.1). No importa en qué parte vivas, amigo, sentirás la plena medida de la ira de Dios que has ofendido y resistido.
    La primera copa producirá úlceras malignas y pestilentes (v. 2). Dios manda: “No te harás imagen… No te inclinarás a ellas, ni las honrarás” (Éxodo 20.4-5). Pero le desobedecen e insultan, y acostumbrados a hacer y rendir culto a imágenes, lo harán con la imagen del anticristo, y Dios los juzgará. Los labios idólatras se llenarán de úlceras.
    La segunda copa se derramará sobre los mares, se convertirán totalmente en sangre, y morirá todo ser vivo en ellos (v. 3). Los ecologistas serán impotentes para proteger al mundo de los juicios de Dios, pues no ellos sino Él es el Creador. No habrá pescado para comer, y el olor será terrible.
    La tercera copa (v. 4) cambiará en sangre los ríos y las fuentes – no más agua dulce. ¡Nada para beber! En los versos 5-7 los del cielo alabarán a Dios por Sus juicios – se acabó el tiempo de misericordia.


    Se derramará la cuarta copa (versos 8-9) y el sol quemará a los seres humanos. ¡Eso será el verdadero calentamiento global! Pero nadie se arrepiente –solo blasfeman. ¡Qué duros!
    Al derramarse la quinta copa (versos 10-11) densas tinieblas cubrirán el reino del anticristo, causando tanto dolor que la gente se morderá la lengua, pero no se arrepentirá.
    La sexta copa (v. 12) hará secarse el río Éufrates, y grandes ejércitos de hombres pasarán rumbo a Israel para pelear contra Dios y resistir la venida de Cristo. Se unirán en el valle de Armagedón, y allí – en el capítulo 16, serán aplastados con gran derrota. ¡Tan necios serán que intentarán parar a Dios – el Todopoderoso!
    Finalmente, la séptima copa será derramada. Escucharán del cielo: “Hecho está” y se acabará todo gobierno humano y rebelión contra Dios. Habrá relámpagos, voces, truenos y el terremoto más grande de la historia (v. 18). Desaparecerán islas y montes. Caerá un enorme granizo de peso de 34 kilos – destrucción inimaginable y aterradora.
    Jesucristo vendrá con gran poder e ira, y todos los moradores de la tierra le verán. Amigo, sé sensato, pues no podrás más que Dios, el Juez de todos. Arrepiéntete hoy y confía en Jesucristo como tu Señor y Salvador, antes de ver Su ira y juicio.