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viernes, 31 de agosto de 2018

EN ESTO PENSAD - septiembre 2018

PEREGRINO TÚ ME HICISTE

“Amados, yo os ruego como a extranjeros y peregrinos, que os abstengáis de los deseos carnales que batallan contra el alma” (1 Pedro 2:11).

Pedro recuerda a sus lectores que son extranjeros y peregrinos, una advertencia que nunca fue tan necesaria como hoy. Los peregrinos son personas que viajan de un país a otro. El país por el que pasan no es el suyo propio; son extranjeros en medio de él. Su tierra natal es el país a donde van.
    El sello del peregrino es una tienda. Por eso, cuando leemos que Abraham habitó en tiendas con Isaac y Jacob, debemos entender que consideraba a Canaán como una tierra extraña (aun cuando le había sido prometida). Vivió en una morada temporal porque: “esperaba la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios” (He. 11:10). El peregrino no es un colonizador, sino un hombre que va de camino.
    Porque su viaje es largo, no debe llevar mucho. No se sobrecarga con muchas posesiones materiales. No puede darse el lujo de llevar equipaje innecesario. Debe deshacerse de cualquier cosa que impida su movilidad.
    Otra característica del peregrino es que es diferente de la gente que le rodea en donde vive. No se conforma a su estilo de vida, sus hábitos ni a su cultura. En el caso del peregrino cristiano, éste tiene en cuenta la amonestación de Pedro de abstenerse de los “deseos carnales que batallan contra el alma”. No permite que su carácter sea moldeado por el medio ambiente. Está en el mundo pero no pertenece a él. Cruza por un país extraño sin adoptar sus costumbres y valores.
    Si el peregrino pasa por un territorio hostil, es cuidadoso de no fraternizar con el enemigo. Eso constituiría una deslealtad a su Señor. Sería un traidor a la causa.
    El peregrino cristiano está atravesando territorio enemigo. Todo lo que este mundo le dio a nuestro Señor fue una cruz y una tumba. Ofrecer amistad a un mundo así es traicionar al Señor Jesús. La cruz de Cristo ha roto los lazos que nos unían al mundo. No codiciamos la alabanza del mundo ni tememos su censura o condenación.
    El peregrino se sostiene en su viaje al saber que la marcha de cada día le acerca más a su hogar. Sabe que una vez llegue a su destino, rápidamente olvidará todas las penas y peligros que padeció por el camino.
William MacDonald, De Día En Día (CLIE)
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Peregrino Tú me hiciste;
Este mundo no es mi hogar.
Me llamaste a seguirte,
Y contigo un día morar.

    CORO:
Guíame, guíame,
Por el pedregal,
Tenebroso de la vida,
A la patria celestial.
   
Apresura mis pisadas,
Porque veo alrededor,
Tantas cosas seductoras;
Guarda mi alma, oh Señor.

Hay conflicto y peligro,
Ronda el diablo en derredor.
Fortalece Tú mis pasos,
En la lucha, oh Señor.
Oigo el coro de los santos:
¡Cómo canta al Señor!
Yo deseo ir con ellos,
Y rendirte mi loor.
 


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 ¿ES SANA LA DOCTRINA 
SIN LA SANTIDAD?

He tenido por muchos años la convicción profunda de que en este país los cristianos modernos no atienden suficientemente a la santidad práctica y a la consagración entera a Dios. La política, la controversia, la lealtad a amigos o partidos, o la mundanalidad han carcomido el corazón de la piedad en muchos de nosotros. En muchos de nosotros el tema de la piedad personal ha caído en el olvido. El nivel de vida espiritual está dolorosamente bajo. Se ha ignorado o pasado por alto la importancia inmensa de "adornen la doctrina de Dios nuestro Salvador" (Tit. 2:10), y hacerla atractiva y hermosa a través de nuestras costumbres y actitudes en la vida cotidiana. La gente del mundo se queja, y a veces con razón, de que la gente "religiosa" no es tan amable, generosa y bondadosa como otras personas que no son religiosas. Sin embargo, la santificación, en su lugar y proporción, es tan importante como la justificación. La sana doctrina de los Protestantes y Evangélicos es inútil si no está acompañada de una vida de santidad. Es peor que inútil, porque realmente ocasiona daño. Es algo que los hombre perceptivos y astutos de este mundo desprecian como falso y hueco, y así ellos son inducidos a despreciar la religión.

J. C. Ryle, de la página vii de la introducción en su libro Holiness (La Santidad)
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Dios Hace Cosas Nuevas

Eso de hacer reformas es de los políticos, los sociólogos y las religiones, pero no de Dios. C. H. MacKintosh escribe: "Cuanto más detenidamente examinamos la Palabra de Dios, tanto mejor veremos que el método divino no consiste en reformar una cosa arruinada, sino en crear algo enteramente nuevo. La finalidad del Evangelio no es la de mejorar al hombre – como si le pusieran un remiendo en su vestido viejo, deshilachado y gastado – sino en proveerle de uno nuevo..." (de su libro El Nuevo Nacimiento).
    Cristo dijo: "el vino nuevo en odres nuevos se ha de echar" (Lc. 5:38)
    Nos es necesario nacer de nuevo (Jn. 3:3, 7)
    Dios nos hace nuevas criaturas en Cristo (2 Co. 5:17).
    Esperamos, según Sus promesas, nuevos cielos y nueva tierra en los cuales mora justicia. (2 P. 3:13).
    Viene la nueva Jerusalén (Ap. 3:12; 21:2)
    Dios hará nuevas todas las cosas (Ap. 21:5).
    Debemos andar en vida nueva en el Señor (Ro. 6:4).
 
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 Tres Tipos De Fe  

Sin fe es imposible agradar a Dios (He. 11:6). Los que no creen en Dios son ateos, y necios. “Dice el necio en su corazón: no hay Dios” (Sal. 14:1). Y porque no creen en Dios, tampoco creen a Dios, ya que rechazan Su existencia y Su Palabra.  "Profesando ser sabios, se hicieron necios” (Ro. 1:22).
    Pero como hemos de ver, hay más de una clase de fe, y es muy importante saber distinguir entre ellas para no cometer un error grave.
    1. La fe de los inconversos, que creen en Dios como creen en Napoleón o Julio César. Es decir, creen que existe, pero no confían en Él. Es algo intelectual, que no involucra la voluntad y no lleva a la salvación. También es la fe de los demonios como dice Santiago 2:19, que creen en Dios y tiemblan. Pero los demonios no confían en Dios, no creen a Dios, y no se someten a Él. No hay premio por creer que Dios existe, o creer que Jesucristo vino al mundo y murió en la cruz. La fe intelectual no salva a nadie, ni cuando es acompañada de emociones.
    2.  La fe de las personas que creen en Dios, y a Dios. Es decir, creen lo que Dios dice acerca de ellas, y se reconocen pecadoras culpables y merecedoras de la muerte. Pero arrepentidas, creen en el Señor Jesucristo a quien Dios mandó para salvar a los pecadores. Creen que Él murió pagando por los pecadores, y que vive para salvar a los que confían en Él. Esa fe no es un sentimiento. Es lo que Romanos 4:5 describe así: “...cree en aquel que justifica al impío”. Los que tal hacen pasan de muerte a vida (Juan 5:24) y no verán condenación. “El justo por la fe vivirá” (Romanos 1:17).
    3.  La fe de los creyentes que no se dejan guiar por la lógica ni la sabiduría del mundo, sino por la Palabra de Dios. Confían en los mandamientos y consejos de Dios en Su Palabra. Su vida ilustra las palabras del himno que dice: “Obedecer y confiar en Jesús, es el camino marcado para andar en la luz”. No les importa cuántas otras personas obedecen, ellos lo hacen porque creen a Dios, no porque siguen a los demás. “El justo por la fe vivirá” también significa esto. En Hebreos 11 tenemos ejemplos en la escuela de fe, que nos enseñan cómo vivir y actuar por la Palabra de Dios. Esa fe no es presunción, sino confianza inquebrantable en Dios y Su Palabra. A lo largo de los siglos, vivir por fe les ha costado mucho a esos creyentes, pero les espera gozo eterno. Tengamos fe, y seamos fieles.
Carlos
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Bueno: ¡Apaga la tele y lee!
Mejor: Quita la tele y lee!
 
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La Cruz o El Crucificado


No conviene creer en cualquier cruz que la gente nombra simplemente porque se refieren a Jesucristo. Una, por ejemplo, hace hincapié en el dolor que sufrieron la madre y los amigos de Jesús. El mensaje de esa cruz está lleno de un vocabulario piadoso, y su propósito es despertar lástima en los oyentes. Nos deja con una tristeza profunda, y durante la Semana Santa es como si sufriéramos con Cristo todo el dolor de las espinas, los clavos y la lanza que lo traspasó en el costado. Es una cruz calculada para producir un espectáculo religioso.    Esa es una cruz mentirosa, porque mientras despierta el fervor religioso, las emociones humanas y produce lágrimas, no nos conduce a la fe real. La gente mira, se emociona, y luego vuelve al cauce de su vida normal. Esa cruz roba a la crucifixión el sentido amplio del sacrificio, la inmolación y la redención. Deja la impresión de que la salvación es producto del llanto, de la anulación de la personalidad y de la frustración de las más altas aspiraciones. Es posibles sentir emoción por las palabras y la escena pero no entender el mensaje sencillo que las deba acompañar.
   Los babilonios y asirios tenían la cruz como símbolo del dios sol.
Símbolo en Asiria del dios sol.


La cruz egipcia o ank, también usada mucho antes de Cristo, representa la llave de la vida. Entre católicos la cruz doble Caravaca es considerada amuleto protector. Pero la cruz auténtica no es un fetiche, ni un símbolo cristiano, sino un cruel instrumento de muerte. Cuando la Biblia habla de "la cruz"  de Cristo (por ej. en 1 Corintios 1:17-18 y Gálatas 6:14), no se refiere al madero, sino a la obra realizada ahí, al hecho de morir nuestro Señor Jesús, el Hijo de Dios, en la cruz en paga de nuestros pecados. Habla de un Dios que nos amó tanto que decidió rescatarnos de la tragedia del pecado que nos hizo merecedores de Su ira. Se encarnó, y sufrió el rechazo de los hombres hasta la muerte. Los injustos condenaron a muerte al Justo, pero Él lo permitió y murió voluntariamente por ellos y por nosotros. La cruz verdadera siempre está relacionada con la tumba vacía, el sacrificio con la victoria.
    Si leemos Apocalipsis 4-5 veremos que no se menciona la cruz en el cielo, sino la obra de Cristo en ella. "El Cordero que fue inmolado es digno" cantan, sin mencionar la cruz. No hay una cruz en el cielo. Pero Él que murió en la cruz por nuestros pecados está allí. Si quieres ir al cielo, no creas en la cruz, ni lleves un crucifijo como amuleto. Arrepiéntete de tus pecados y confía en Aquel que murió en tu lugar en aquella vergonzosa cruz. La cruz no te puede salvar ni perdonar, pero el Señor Jesucristo sí.  

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La Cosmética Que Dios Provee No Viene En Botes
Salmo 29:2; 96:9 “Adorad a Jehová en la hermosura de la santidad”.

Proverbios 15:13 “El corazón alegre hermosea el rostro”

Proverbios 17:24 “En el rostro del entendido aparece la sabiduría”

Proverbios 20:29 “...la hermosura de los ancianos es su vejez”

Proverbios 31:30 “Engañosa es la gracia, y vana la hermosura; la mujer que teme a Jehová, ésa será alabada”

Eclesiastés 8:1 “La sabiduría del hombre ilumina su rostro”

Hechos 6:15 - 7:1 Al fiel y piadoso Esteban, “vieron su rostro como el rostro de un ángel”

Los Adornos De Los Piadosos No Son Joyería ni Bisutería

Proverbios 1:8-9 “Oye, hijo mío, la instrucción de tu padre, y no desprecies la dirección de tu madre; porque adorno de gracia serán a tu cabeza, y collares a tu cuello”

Proverbios 4:7-9 “Sabiduría ante todo; adquiere sabiduría; y sobre todas tus posesiones adquiere inteligencia.  Engrandécela, y ella te engrandecerá; ella te honrará, cuando tú la hayas abrazado. Adorno de gracia dará a tu cabeza; corona de hermosura te entregará”

Proverbios 16:16 “Mejor es adquirir sabiduría que oro preciado; y adquirir inteligencia vale más que la plata”

Proverbios 20:15 “Hay oro y multitud de piedras preciosas; mas los labios prudentes son joya preciosa”

1 Timoteo 2:9-10 “no con peinado ostentoso, ni oro, ni perlas, ni vestidos costosos, sino con buenas obras, como corresponde a mujeres que profesan piedad”

1 Pedro 3:4 “el interno, el del corazón, en el incorruptible ornato de un espíritu afable y apacible, que es de grande estima delante de Dios”

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La Obediencia: 
Su Lugar En Las Sagradas Escrituras
 
Andrés Murray

Al intentar el estudio de un vocablo bíblico cualquiera, o el de una verdad relacionada con la vida cristiana, es de gran utilidad determinar el lugar que ocupa en la Escritura. A medida que vemos dónde, y con qué frecuencia, y en conexión con qué otra verdad se encuentra, percibiremos mejor, tanto su importancia relativa, como su valor en la revelación total.
    Permitidme que procure preparar, en este primer capítulo, el camino para el estudio de lo que es la obediencia, señalando dónde debemos indagar, en la Palabra de Dios, para descubrir Su pensamiento respecto a ella.

1. TOMAD LA ESCRITURA COMO UN TODO.
    Comencemos con el Paraíso. En Génesis 2:16 leemos: "Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo..."  Y más adelante (Gn. 3:11): "¿Has comido del árbol de que yo te mandé no comieses?"
    Observad que la única virtud del Paraíso, la única condición requerida al hombre para su permanencia en ese lugar, lo único que el Creador le solicita, es la obediencia. Nada dice de fe, ni de humildad, ni de amor: la obediencia engloba todo eso. Suprema –como lo son el rango y la autoridad de Dios– es Su demanda a la obediencia, lo único que ha de
DECIDIR SU DESTINO

    Lo único que ha menester, en la vida del hombre, es obedecer.
    Vayamos ahora al final de la Biblia. Leemos, en su último capítulo (Ap. 22:9): "los que guardan las palabras de este libro". Tenemos el mismo pensamiento en los capítulos 12 y 14, donde leemos de la simiente de la mujer (12:17) "...los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo"; y de la paciencia de los santos (14:12): "...aquí está la paciencia de los santos, los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús".
    Desde el comienzo al final, desde el Paraíso perdido hasta el Paraíso recuperado, se mantiene la ley inmutable: únicamente la obediencia permite el acceso al árbol de la vida y al favor de Dios.
    Y si preguntáis cómo se verificó el cambio entre la desobediencia del comienzo que cerró el camino al árbol de la vida – y la obediencia final, que hizo posible entrar otra vez, mirad a
LO QUE HAY A MITAD DEL CAMINO
entre el comienzo y el fin – la Cruz de Cristo. Leed un pasaje como Romanos 5:19, "...por la obediencia de uno los muchos serán constituídos justos"; o Filipenses 2:8, "...haciéndose obediente hasta la muerte...por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo..."; o Hebreos 5:8-9, "...aprendió la obediencia... vino a ser autor de eterna salvación para todos los que le obedecen", y ved cómo todo el plan de redención en Cristo estriba o asienta en la restauración de la obediencia al sitio que le corresponde legítimamente. La hermosura de Su salvación consiste en que Él nos retrotrae a una vida de obediencia, única manera en que la criatura puede rendir al Creador la gloria que Él merece, o recibir la participación de la gloria que su Creador le quiere dar.
    El Paraíso, el Calvario, el Cielo, todos proclaman a una voz: "¡Criatura de Dios! lo primero y lo último que Dios te pide, es la sencilla, universal e inmutable obediencia!"

2. LO QUE NOS DICE EL ANTIGUO TESTAMENTO
    Antes de proseguir, establezcamos desde ya el hecho de que la comienzo de cada nueva etapa en la historia del Reino de Dios, la obediencia ocupa siempre un lugar prominente.
    1) Consideremos a Noé, el nuevo padre de la especia humana, y en cuatro ocasiones (Gn. 6:22 y 7:5, 9, 16) encontramos la expresión: "Y lo hizo así Noé; hizo conforme a todo lo que Dios le mandó". El hombre que ejecuta lo que Dios le ordena, es el hombre a quien Él puede confiar Su obra, utilizándole para salvar a los hombres.
    2) Pensemos en Abraham, el padre del pueblo escogido. "Por la fe Abraham, siendo llamado, obedeció..." (He. 11:8). Después de haber permanecido 40 años en esta escuela de obediencia por fe, vino Dios a perfeccionar su fe, y coronarla con Su más plena bendición. Nunca hubiera obtenido esa aptitud, sino por un acto de suprema obediencia. Y cuando hubo atado a su hijo sobre el altar, Dios se allega y le dice: "...por mí mismo he jurado...de cierto te bendeciré, y multipllicaré tu descendencia...En tu simiente serán benditas todas las naciones de la tierra, por cuanto obedeciste a mi voz" (Gn. 22:12-18).
    Y a Isaac habló, diciendo (Gn. 26:3-5): "...confirmaré el juramento que hice a Abraham tu padre...por cuanto oyó Abraham mi voz..."
    ¡Cuándo aprenderemos a saber que la obediencia es inefablemente grata a los ojos de Dios, como inefables son también las recompensas con que Dios premia la misma! Seremos una bendición para el mundo, en la medida que seamos hombres de obediencia; conocidos por Dios y por el mundo por esta
SEÑAL EXCLUSIVA:
una voluntad totalmente entregada a la voluntad de Dios. Quienes profesan caminar en los pasos de Abraham, deben caminar así.
    3) Pasemos a Moisés. En el Sinaí Dios le entregó el mensaje para el pueblo (Éx. 19:5): "...si diereis oído a mi voz...vosotros seréis mi especial tesoro sobre todos los pueblos..."
    Por la naturaleza misma de las cosas, no puede ser de otra manera. Lo que da gloria y perfección a Dios es Su Santa Voluntad; solamente penetrando en Su voluntad, por medio de la obediencia, podemos llegar a ser Su pueblo.
    4) Consideremos ahora la construcción del santuario que habría de ser la morada de Dios. En los últimos tres capítulos de Éxodo, tenemos 19 veces la expresión: "Como Jehová había mandado a Moisés, así lo hicieron" (Éx. 39:32). Y entonces, "...la gloria de Jehová llenó el tabernáculo" (Éx. 40:34). Y nuevamente en Levítico 8 y 9, tenemos 12 veces la misma expresión, con referencia a la consagración de los sacerdotes y del tabernáculo. Y entonces "...la gloria de Jehová se apareció a todo el pueblo. Y salió fuego de delante de Jehová, y consumió el holocausto..." (Lv. 9:23-24).
    De estas palabras surge, con toda evidencia, que es en los actos de obediencia de Su pueblo, donde Dios se deleita en hacer Su morada, y que Él corona a los obedientes con Su favor y presencia.
    5) Luego de los 40 años de deambular por el desierto con su terrible revelación de los frutos de la desobediencia, hubo otra vez un nuevo comenzar, cuando el pueblo se disponía a entrar en Canaán. Leyendo el Libro de Deuteronomio, en la parte donde Moisés habló, al atisbar la tierra, comprobaréis que no hay ningún libro en toda la Biblia donde se utiliza la palabra "obediencia" con tanta frecuencia, o que habla tanto de las bendiciones que traerá aparejada la obediencia. Todo ello está resumido en las palabras (Dt. 11:26-28): "He aquí yo pongo hoy delante de vosotros la bendición y la maldición: la bendición, si oyereis los mandamientos de Jehová vuestro Dios...y la maldición, si no oyereis los mandamientos..."
    Sí. "UNA BENDICIÓN SI OYEREIS LOS MANDAMIENTOS". Esa es la piedra angular de una vida bendecida. Canaán, al igual que el Paraíso, y que el Cielo, puede ser un lugar de bendición, en tanto sea un sitio de obediencia. ¡Quiera Dios que lo comprendamos! Cuidaos de pedir únicamente ser bendecidos. Preocupémonos por la obediencia, que Dios se preocupara por la bendición. Que mi único pensamiento como cristiano sea cómo puedo obedecer y agradar a Dios en perfección.
    6) Un nuevo recomenzar lo encontraremos en la designación de los reyes de Israel. En la historia de Saúl hallamos la más solmene advertencia en cuanto a la necesidad de exacta y total obediencia en un hombre a quien Dios le ha de confiar la tarea de ser gobernante de Su pueblo. Samuel había ordenado a Saúl (1 S. 10:8) esperar siete días hasta que él viniera a sacrificar holocaustos y enseñarle lo que habría de hacer. Como Samuel demoraba su venida (cap. 13:8-14), Saúl decidió por sí mismo ofrecer el holocausto.
    Samuel, al llegar, le dijo: "no guardaste el mandamiento de Jehová tu Dios que él te había ordenado... Mas ahora tu reino no será duradero...por cuanto tú no has guardado lo que Jehová te mandó" (1 S. 13:13-14).
    Dios no honrará al hombre que no es obediente. A Saúl le es dada una segunda oportunidad para revelar lo que realmente hay en su corazón. Es enviado para ejecutar el juicio de Dios contra Amalec. Pero a pesar de que Dios le había ordenado "destruye todo lo que tiene, y no te apiades de él" (1 S. 15:3), Saúl perdonó a Agag y a lo mejor del ganado.
    Dios le habla a Samuel y le dice: "Me pesa haber puesto por rey a Saúl, porque...no ha cumplido mis palabras" (1 S. 15:11). Cuando llega Samuel, Saúl utiliza la doble expresión de: "Yo he cumplido la Palabra de Jehová" (1 S. 15:13), "He obedecido la voz de Jehová" (1 S. 15:20).
    Efectivamente, así fue, pensarán muchos. Pero su obediencia no había sido total. Dios demanda una obediencia plena y exacta. Dios había dicho: "destruye todo lo que tiene, y no te apiades de él". Saúl no hizo esto. Había perdonado las mejores ovejas para un sacrificio al Señor. Y Samuel dijo: "Ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios...Por cuanto tú desechaste la palabra de Jehová, él también te ha desechado" (1 S. 15:22-23).
    ¡Triste ejemplo de tanta obediencia, que en parte ejecuta los mandamientos de Dios, y, sin embargo, no es la obediencia que Dios pide! Dios dice: "Destuye todo...no te apiades de él" (15:13). Quiera Dios revelarnos si realmente andamos con Él a lo largo de todo el camino, esforzándonos, totalmente, en destruir todo y no perdonar nada que no esté en perfecta armonía con Su voluntad. Sólo una obediencia integral, hasta en sus más ínfimos detalles, puede satisfacer a Dios. No permitáis que nada menos os satisfaga; no sea que mientras digáis: "He obedecido la voz de Jehová" (1 S. 15:20), Dios diga: "Tu desechaste la palabra de Jehová" (1 S. 15:23).                               
del libro La Escuela De  La Obediencia.
continuará. d.v.