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lunes, 2 de febrero de 2009

EN ESTO PENSAD -- FEBRERO 2009

El Sistema Solar: Un reto para los evolucionistas

Hace mucho, mucho, mucho tiempo no había nada. No había espacio, ni tiempo, ni materia... Al pasar el tiempo (que no existía), la m
ateria se unió (que no existía) y explotó.
El cuento de hadas madrinas que se enseña a nuestros estudiantes como “ciencia” “comprobada” (no he visto nunca evidencia alguna) dice que todo lo que existe en el universo es proveniente de aquella explosión o “Big Bang”.
Las estrellas, los planetas, las lunas... todo vino de aquella explosión. Las leyes físicas necesariamente requieren que exista cierta medida de similitud entre los seres resultantes de tal “explosión”. Esa es la lógica usada para justificar nuestra descendencia común del mono: “Como somos tan similares a los simios, debemos haber tenido una misma raíz”. Pues como las estrellas, y los cometas, y los planetas, y las lunas... todos vinieron de la misma explosión, ¿Es una necedad esperar que todos estos tenga rasgos comunes?
A continuación el lector podrá ver una fotografía compuesta y no a escala, que reúne múltiples de los planetas que forman nuestro sistema solar. El lector podrá notar que solamente falta Plutón en la fotografía.
Los planetas que se muestran son:
Mercurio, Venus, Tierra – con la luna a la derecha, Marte, Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno.
Note que contrario a toda lógica, fruto del modo de pensar basado en el evolucionismo, cada planeta es único. ¿Dónde están las similitudes que deberíamos esperar si todos proceden de la misma explosión?
Cuando ocurre una explosión, lo que resulta de ella es lo que había en el lugar que explotó. La materia que formó los planetas, si es cierto que ocurrió tal explosión, debe mostrar hoy algún tipo de similitud, pero es todo lo contrario. Cada planeta es único, exclusivo y con muy poco en común con el siguiente planeta.
De acuerdo con el dogma evolucionista, estudiando el campo magnético (o cualquier otra característica) de un planeta dado, podremos entender mejor la “evolución” del campo magnético de la tierra. Es por eso que cuando el Rover en Marte envía datos, los científicos alegan que “ello los ayudará a saber cómo ocurrió la evolución en la tierra”.
Pero... ¿Son los campos magnéticos, por ejemplo, similares en la tierra y en todos los demás planetas del Sistema Solar? ¡Por supuesto que no!
El razonamiento continúa: “Estudiando el planea hermano a la t
ierra, Venus, veremos cómo se formaron las placas tectónicas y cómo funcionan las capas tectónicas en la tierra...”
Pero... ¿Se ha comprobado que las placas tectónicas son similares en Venus y en la tierra? ¡Por supuesto que no! Las placas tectónicas ni ocurren en Venus. Y así por el estilo.
Si la evolución fuera un hecho comprobado como irresponsablemente afirma la prensa y religiosos científicos, no tuvieran que invertir miles de millones de dólares para probarlo. Las evidencias estarían por doquiera. Pero ¿cuál es la triste realidad?
Que como dijo recientemente Flew, el afamado ateo que se convirtió en creacionista: “Muchos no están dispuestos a seguir el principio de Sócrates: Sigue la evidencia, sin importar a dónde te lleve”.

por Lic. Dawlin A. Ureña, miembro de la Asociación Científica CRS - Creation Research Society

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LA BOMBA

Un hombre tiene un pozo de agua cerca de su casa, y una bomba espléndida colocada encima. Aunque la bomba en sí es un mecanismo perfecto, el hombre nunca ha podido sacar agua buena de aquel pozo. Antes al contrario, cuanto más trabaje con la bomba, peor está el agua que sube.
Un día este hombre tiene visita de alguien que resulta ser experto en estos asuntos. Y éste le explica que si perfora una gran roca que está cerca, sacará de abajo una amplia cantidad de agua pura. Desesperado, el hombre hace el experimento, y después de unos días de trabajo perfora la roca y halla el manantial esperado, resultando en una fuente de agua viva, pura y refrescante que sale con gran fuerza.
Ahora bien, ¿piensas que aquel hombre traerá ahora su bomba del pozo y la colocará sobre aquel manantial que chorrea agua buena?
¡Por supuesto que no! No es que tenga queja alguna de la bomba. Está tan buena como siempre. Pero ahora tiene aguas vivas de una fuente nueva, cual él nunca hubiera podido sacar del pozo con la bomba.
Ahora vamos a aplicar esta figura sencilla. “La ley no fue dada para el justo” (1 Ti. 1:9). En sí la ley es “santa, justa y buena”, pero cuando fue aplicada al ser humano en la carne, como la bomba que fue aplicada al pozo malo, sólo podía sacar lo que había allí.
¿Cuál entonces fue el requisito de la ley? Gálatas 5:14 nos dice: “Porque toda la ley en esta sola palabra se cumple: Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Sí, demandaba amor, pero salía odio perfecto, y no sólo esto, sino odio a Aquel que merecía sólo amor. “Me aborrecen sin causa” (Sal. 69:4). Entonces, se acabó lo del pozo viejo, y la bomba que sólo hacía su condición contaminada más y más obvia.
Ahora miremos al otro lado de la cuestión, ¡y qué contraste más refrescante es ir de lo viejo a lo nuevo!
Pero, puede preguntarse, ¿qué es este manantial nuevo? No es nada menos que el Espíritu de Dios —el Espíritu de vida en el alma del creyente (Jn. 4:14; 20:22; Gá. 5:22-25). El Señor Jesús dijo en Juan 7:38-39, “El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva. Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él”.
¿Y qué sacamos de esta fuente nueva? Pues, el primer fruto producido por el Espíritu es justo la cosa que la Ley demandaba, pero no podía producir, esto es: amor (Gá. 5:14, 22).
George C. Cutting, traducido y adaptado de un artículo en la revista “Uplook”, febrero del 2007

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Una Gran Maravilla


En la Cena del Señor hemos cantado un himno que dice:
“Gran maravilla es que Jesús, el Hijo eterno del gran Dios,
Muriese en la afrentosa cruz, por un impío como yo”.
Y es en verdad una gran maravilla, que el Hijo de Dios muriese por pecadores como nosotros – como leemos en Isaías 53.
El versículo 7 dice: “Angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca”. Qué ejemplo que el Hijo de Dios, angustiado por nosotros, siendo Él inocente y nosotros culpables, pero Él enmudece. No es así con nosotros, porque a penas llegan angustias a nuestra vida y nos quejamos, lamentamos y protestamos. ¡Maravilloso, noble silencio del Cordero de Dios!
El versículo 10 comienza así: “Con todo eso, Jehová quiso quebrantarlo, sujetándole a padecimiento”. Las palabras “con todo esto” se refieren a Sus perfecciones. Él era justo, impecable. No hizo engaño. No hizo pecado. Con todo eso, padeció y murió en nuestro lugar. ¡Qué maravilla, que Él muriese en la afrentosa cruz por un impío como yo!
En el versículo 11 leemos: “Verá el fruto de la aflicción de su alma, y quedará satisfecho”. De esta muerte angustiosa hay fruto, como el Señor Jesús dijo en Juan 12:24. “De cierto, de cierto os digo, que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto”. Este fruto lo somos nosotros. Hebreos 12:2 dice acerca que nuestro Señor, “por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz”. Habla del gozo que iba a venir de Su muerte redentora, porque mediante ella Él llevará muchos hijos a la gloria.
Cuán bueno es que vengamos aquí y con nuestro corazón y voz le glorifiquemos y le demos la alabanza y la gratitud de nuestros corazones, recordando toda esta maravilla que leemos en Isaías 53, que el Padre no le perdonó sino que quiso quebrantarlo por nosotros. ¡Gran maravilla! ¡Gran salvación! ¡Gran privilegio es el nuestro, de adorar así al gran Dios y Salvador!
de notas tomadas del pensamiento de J.A. después de la Cena del Señor, el 21 de septiembre, 2008

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¡CONSUMADO ES!

“He acabado la obra que me diste que hiciese” Juan 17:4

La muerte del Señor Jesús es la interpretación de la misma mente de Dios en medio de la historia humana. No cabe la posibilidad de considerar a Jesucristocomo un mero mártir. Su muerte no fue algo que le aconteció que Él podía haber evitado: Su muerte fue precisamente la razón por la que vino. Y acabó la obra de redención, ¡gloria a Él!

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