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martes, 10 de marzo de 2009

EN ESTO PENSAD -- MARZO 2009

La Vida Consagrada

Texto: Romanos 12:1-21

Hermanos queridos, aquí aparece el título “Deberes Cristianos”, cosas que nos tocan como creyentes, y la lectura concuerda con el título. ¿Es que en los 11 capítulos de Romanos anteriores no hay deberes? Sí, pero en estos 11 capítulos están expuestas las misericordias de Dios. Porque nuestra salvación es por gracia y por misericordia, y estas cosas están desgranadas en estos 11 capítulos.
Ahora, en base a estas misericordias, Dios a través del apóstol nos hace un ruego. ¿Por qué es un ruego, y no un mandamiento? Porque Dios puede mandarnos en Su soberanía, pero Él pide nuestra voluntad, consagración y entrega. El Dios de misericordia desea nuestra participación como respuesta voluntaria a Su inmensa bondad.
Me gustan tres palabras que el apóstol usa en el capítulo 6 de Romanos: sabiendo, consideraos, presentaos. Primero, en el versículo 6 dice: “sabiendo”. Dios no quiere que seamos ignorantes. En Isaías 5:13 dice que Israel Su pueblo fue llevado cautivo “porque no tuvo conocimiento”. Es fácil desviarse o equivocarse cuando uno no sabe lo que debe, pero respecto a las cosas de Dios, Él nos ha revelado y comunicado en Su Palabra todo lo que debemos saber. En Romanos 6:6 debemos saber que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con Cristo. Los creyentes están identificados con Cristo en Su muerte, y el efecto de esta muerte está sobre nosotros. Debemos saberlo y usar lo que sabemos para dirigir nuestra forma de pensar y actuar. Segundo, en el versículo 11 dice: “consideraos”. A la luz de lo que sabemos debemos considerarnos muertos al pecado. Es algo que nosotros tenemos que hacer si queremos realmente vivir la vida cristiana. Nuestra forma de pensar en nosotros mismos debe ser marcada por la verdad del Calvario. Tercero, en el versículo 13 dice: “presentaos vosotros mismos”, lo cual habla de una presentación voluntaria.
Así comienza el capítulo 12 de Romanos: “que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo”. Debe ser algo voluntario, en respuesta a la misericordia de Dios. Respondemos a la misericordia con gratitud, con alabanza, con adoración, pero también debemos responder con consagración. 1 Corintios 6:19-20 habla de esta consagración, recordándonos que ya no somos nuestros. Efesios 1:13-14 nos recuerda que Dios nos ha sellado, esto es, nos ha marcado como Suyos, entonces nunca más nos perderemos, porque Dios no pierde nada de lo Suyo.
A partir de Su venida, el Espíritu Santo no está con nosotros, sino en nosotros, y es considerable la diferencia. 1 Corintios 6:19 nos recuerda que somos templo, morada del Espíritu. Somos de Aquel que nos compró a precio de Su sangre y envió a Su Espíritu a sellarnos y morar en nosotros. No podemos entregarnos a Dios para ser propiedad de Él porque ya lo somos si somos creyentes. Esta decisión y transacción se tomó y se realizó en el momento de nuestra conversión. No es para ser propiedad, sino para que Él reciba de nosotros, de manera voluntaria y práctica, nuestra plena consagración. Pablo dice: “con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo” (Gá. 2:20). ¿Dónde está el yo de Pablo? Está crucificado juntamente con Cristo. ¿Cuál es el resultado? El creyente debe responder así: “Ya no vivo yo. Vivo ahora en pos de Cristo Jesús y por Su poder”.
Dios busca nuestra cooperación, nuestra entrega voluntaria. ¿Quién se la puede negar si realmente entiende y aprecia la obra de Cristo en la cruz? Hermanos, presentemos vuestros cuerpos al Señor, diciendo como Isaías en el capítulo 6 de su libro: “Heme aquí”. Es esta entrega voluntaria. Es agradable a Dios.
Me acuerdo de una ilustración hallada en un libro escrito por Ruth Paxson: Ríos de Agua Viva. Habla de una casa en Hong Kong que un colegio cristiano compró porque lindaba con su colegio y necesitaban el espacio debido al creciente número de estudiantes. Pero después de la compra no pudieron usarla porque el viejo dueño no la había desalojado. ¡Y Dios quiere que nosotros, los viejos dueños, entreguemos lo Suyo a Él, pues Él lo compró! Podría demandarlo porque es Suyo, pero nos ruega, pide nuestra consagración voluntaria.
Entonces, en el versículo 2 de Romanos 12 sigue el apóstol y nos instruye a no conformarnos a este siglo, porque este siglo no nos pertenece. Quiere decir: “No cojáis la forma de este mundo”, o como una paráfrasis dice: “no permitáis que el mundo os meta en su molde”. Si deseamos comprobar la buena voluntad de Dios, no podemos estar en el molde del mundo.
Usa la palabra “SINO” para marcar el contraste, y nos exhorta: “Transformaos”. No conformados, no metidos en el molde, sino transformados. Así nos quiere el Dios que en Sus misericordias nos ha salvado. La palabra transforma es en griego la palabra “metamorfosis”, que significa cambiar de forma. Frecuentemente es ilustrada con lo que pasa para producir la mariposa, porque pasa de larva gusano que come hojas a la hermosa mariposa que toma el néctar de la flor. Es una transformación, una metamorfosis. Hermanos, no estamos aquí hablando de nuestra glorificación, aquel cambio glorioso que sucederá cuando el Señor nos levante y nos lleve al cielo. Dios desea que ahora y en esta vida vivamos una transformación. Y ella impacta en los inconversos porque ellos inclusive más que a predicadores, necesitan ver a Cristo andando en nosotros –vidas cambiadas– unas vidas marcadas por la presencia y la voluntad de Dios. Cumpliendo así los “deberes cristianos”, las misericordias de Dios pueden ser visibles a los demás que todavía las necesitan. Que el Señor nos ayude a vivir para Él y agradarle ahora, para Su honor y gloria. Amén.
de apuntes tomados en un estudio dado por d. J. Álvarez, el 21 de septiembre, 2008

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Cristo En Medio De Las Iglesias


En Apocalipsis 1:10-20 tenemos la primera visión del Señor Jesucristo en el libro. En el versículo 13 es revelado en medio de los siete candeleros, que el versículo 20 identifica como las siete iglesias. Desde Su posición en el centro mismo de las iglesias, el Señor Jesucristo dirige a cada una de ellas. Las iglesias no tienen ninguna sede ni organización en el mundo. Jesucristo es su centro y cabeza. Él las gobierna. Cada iglesia tiene su gobierno establecido por Cristo, los ancianos que Él pone para pastorear a Su rebaño (1 P. 5:1-4). Pero más allá de un gobierno en la iglesia, bajo el señorío de Cristo, no existe otro gobierno entre las iglesias y su Señor.
Observamos que Juan, aunque apóstol del Señor y quizás el único que quedaba, no estaba en medio de las siete iglesias. Cada iglesia tenía una relación directa con el mismo Señor. No hay “apóstoles” ni “obispos” ni “papa” sobre las iglesias. Un hombre no puede ser anciano en más de una iglesia ni debe controlar a un grupo de iglesias. Tales cosas no están en el patrón del Nuevo Testamento. Los ancianos en Éfeso no podían ser ancianos en Esmirna, ni vice versa. Los que hoy intentan gobernar en más de una iglesia están fuera de juego. Están usurpando un lugar que pertenece sólo a Cristo, y deben arrepentirse de este su pecado.
Observamos que no había una iglesia madre que estaba en medio de las iglesias. La iglesia de Jerusalén no estaba en medio de las siete iglesias. La iglesia de Éfeso tampoco, aunque era la primera en la zona, y el apóstol Juan era de allí, y el apóstol Pablo había pasado tiempo allí. Ninguna iglesia gobierna a otra, ni debe dirigir los asuntos de otra. Los ancianos de una iglesia no deben intervenir en la vida de otra iglesia, pues no les corresponde. Han habido casos cuando hombres de otra iglesia han venido de visita y han declarado que una iglesia ya no puede celebrar la cena del Señor, y otros que intervinieron para “quitar” los ancianos y asumir ellos el gobierno de la iglesia. Todo este comportamiento carece de apoyo bíblico, y es una usurpación reprensible del Señorío de Cristo. El Señor Jesucristo está en medio de las iglesias, y Él tiene derecho a dirigir a todas y cada una. Esto lo hace mediante Su Palabra, Su Espíritu y Sus siervos.
Observamos además que no había ninguna organización, denominación ni federación en medio de las siete iglesias. Las iglesias pueden y deben gozar de una comunión informal, y la ayuda mutua, que son cosas buenas, pero SIN organización formal. No existía ningún “consejo de las iglesias de Asia” ni estaban obligados a reunirse y tomar decisiones que afectan a las iglesias, ni pretendían representarlas ante el gobierno. Hoy en día tampoco debe haber tales consejos de iglesias del país, la provincia o el departamento, pues estas cosas no están en la Palabra de Dios. Las iglesias del Señor,no se organizaban en denominaciones, ni entraron en ninguna organización que centralizaba el dinero, el poder, el control de la doctrina, las actividades, los predicadores, ni nada semejante. Todo lo que tiende a centralizar el control de las iglesias en manos humanas y no en la Persona de Cristo, está digno de nuestra sospecha y rechazo.
El Señor Jesucristo, todo glorioso, sabio y poderoso, está vivo, y Él es suficiente para Su Iglesia (universal) y para Sus iglesias (locales). Las iglesias no dependen las unas de las otras, sino del Señor Jesucristo. La Cabeza es quien dirige al cuerpo.
Ahora bien, la autonomía de las iglesias locales bajo el señorío de Cristo NO significa independencia ni libertad para hacer lo que les parece. El Señor está en el medio. Él y Su Palabra gobiernan todas las iglesias, así como las familias y los individuos. El Señor por supuesto puede escoger y enviar a Sus ministros, como en las siete cartas a las siete iglesias, con Su Palabra, la cual debe ser oída y obedecida con toda humildad.Cada iglesia decide si va a hacer de la Palabra del Señor o no. En las cartas a las iglesias, el Señor llama a cinco de ellas a arrepentirse, entonces ellas deciden si se arrepienten o no. Los mensajeros del Señor no toman las decisiones por las iglesias ni las gobiernan. Cuando las iglesias se dejan guiar por el Señor, obedecen a la Palabra del Señor inspirada por el Espíritu Santo, y gozan de un mismo sentir en el Señor, no es extraña que sean muy parecidas, pues tienen un gobierno central – en el cielo – que las dirige. Ninguna iglesia está independiente del Señor ni de Su Palabra. No hay iglesia, familia ni persona que tenga “libertad” ni mucho menos “derecho” a desechar ni modificar Sus instrucciones por razones de cultura, conveniencia, diversidad, convicciones personales, etc. El Señor todavía está en medio de Sus iglesias. Todos debemos estar atentos a Él y asirnos de la Cabeza (Col. 2:19). “Oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias” todavía es un consejo bueno y vigente para todos nosotros.
Carlos Tomás Knott

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