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miércoles, 2 de diciembre de 2015

EN ESTO PENSAD -- diciembre 2015


FIJA TUS OJOS EN CRISTO
 C.H. Spurgeon

“...puestos los ojos en Jesús...”  Hebreos 12:2

La obra del Espíritu Santo siempre es quitar nuestros ojos de nosotros mismos y fijar nuestra mirada en Jesucristo. Pero la obra de Satanás es justo lo opuesto, porque siempre intente hacernos considerarnos a nosotros mismo en lugar de Cristo. Insinúa: “tus pecados son demasiado grandes para ser perdonados; no tienes fe; no te arrepentiste lo suficiente; nunca podrás permanecer hasta el fin; no tienes el gozo de Sus hijos; no te has asido de Cristo con mucha fuerza, tus manos son débiles”, etc. Todos estos son pensamientos acerca de uno mismo, y jamás encontraremos consuelo o certeza mirando dentro de nosotros mismos. El Espíritu Santo quita nuestros ojos de nosotros mismos; nos dice que no somos nada, pero que Cristo es todo. Acuérdate, por lo tanto, que no te salvan tus manos asidas de Cristo, sino Cristo mismo. No es tu gozo en Cristo lo que te salva, sino Cristo. Ni siquiera es tu fe en Cristo, aunque es el instrumento, sino que es la sangre de Cristo y Sus méritos. Así que, no pongas tu confianza en tus manos con las que tienes asido al Señor, sino en el Señor mismo. No mires tu esperanza, sino a Jesucristo que es la fuente de tu esperanza; no mires tu fe, sino a Jesús el autor y consumador de tu fe. Nunca encontraremos felicidad mirando nuestras oraciones, nuestras obres, nuestros sentimientos, porque lo que da descanso al alma es la persona de Jesucristo y Su obra, no nosotros ni nuestras obras. Si queremos vencer a Satanás y tener paz con Dios, tiene que ser a través de esto: “puestos los ojos en Jesús”. Mantén siempre tu ojo en Él, desde cuando te levantes hasta que te acuestes, considera Sus sufrimientos, Su muerte, Sus méritos, Sus glorias, Su intercesión, y tenlos siempre presente en tus pensamientos. No permitas que tus esperanzas o temores se interpongan entre ti y el Señor. Síguele pegado, pues Él nunca te fallará.

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 “Quisiéramos ver a Jesús”

Estas palabras, en Juan 12:21, dichas a Felipe por dos griegos, expresan un buen deseo. No decían: “quisiéramos ver a la Virgen”, sino a Jesús. ¡Ojalá fuera el deseo de más personas! Hoy la gente quiere ver la tele, quiere ver diversiones, quiere ver cosas que no son para sus ojos, como por ejemplo la mujer del prójimo, y por eso en parte quiere ir a la playa, para ver a las mujeres media desnudas. Pero estos deseos y otros parecidos son malos y son pecados. En cambio, no es malo el querer ver a Jesús. ¡Sería la bendición más grande que pudiéramos tener! Estos dos griegos dijeron bien: “quisiéramos ver a Jesús”. Nosotros los que somos creyentes también le queremos ver. Pero no por lo que imaginamos es la cara de Jesús en las nubes, ni en un sueño, ni en el diseño de las quemaduras en una tortilla mejicana. Queremos ver a Jesús, cara a cara.
    Benditos los discípulos que anduvieron con Él y le vieron cada día, pero aun así algunos no se dieron cuenta de quién es Él. En Mateo 13:16-18 el Señor dijo a Sus discípulos: “Pero bienaventurados vuestros ojos, porque ven; y vuestros oídos, porque oyen. Porque de cierto os digo, que muchos profetas y justos desearon ver lo que veis, y no lo vieron; y oír lo que oís, y no lo oyeron”. Ellos tenían el privilegio que habían deseado muchos profetas y justos a lo largo de la historia. Tenían delante suyo al Hijo de Dios, al Mesías, y le veían cada día. ¡Qué bendición, ver al Señor!
    Pero en Juan 14:9 el Señor pregunta a Felipe: “¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre”. Puede que sea así también con algunos de nosotros, porque el tiempo que llevamos en el Señor no es una garantía de conocerle como debemos. Ellos le veían, pero no acabaron de entender ni de apreciar Su identidad. Nosotros no le vemos, excepto a través de Su Palabra, y sin embargo, como los discípulos, muchos no pensamos en Él como deberíamos.
    En Lucas 19 Zaqueo quería verle. Había oído de Él, y ya que Jesús pasaba por Jericó, Zaqueo determinó que iba a verle. De modo que subió a un árbol, se puso en alto para verle. Y vio al Señor, pero el Señor también le vio a él, y luego tuvo que bajar, porque el Señor le dijo: “Zaqueo, date prisa, desciende”. Pensemos en esto, que el Señor nos ve también a nosotros. Y aunque hayamos subido a un “árbol” de alta sociedad, intelectualismo, riqueza, fama, poder político u otra cosa, por altos que nos hayamos puesto, el Señor nos dice que si queremos verle a Él de manera personal, conocerle y tener comunión con Él, tenemos que descender. Para ver a Jesucristo así, hay que humillarse, hay que arrepentirse y creer el evangelio.
    En Juan 20:29 tenemos el caso de Tomás que no había estado con los demás discípulos cuando el Señor se les apareció, esta vez sí, estuvo, vio al Señor y creyó. Pero el Señor le comentó que creyó sólo porque había visto, y dijo: “Bienaventurados los que no vieron, y creyeron”. El deseo de ver a Jesús es bueno, pero no es necesario verle para creer. De hecho, después de Su ascensión vivo al cielo, no ha vuelto a manifestarse más. Muchos hablan de ver a Jesús en visiones, pero se equivocan.
    El apóstol Pedro dice en 1 Pedro 1:8, acerca del Señor Jesús: “a quien amáis sin haberle visto”, porque así es la condición de los creyentes después del tiempo de los apóstoles. Muchos han creído en el Señor y han recibido la bendición de la salvación por la gracia por medio de la fe, pero sin ver a Jesús. Todavía no le hemos visto, pero no es necesario verle para amarle. Cuanto más leemos acerca de Él en la Palabra de Dios, más le amamos.
    De momento nos quedamos con la esperanza de verle, y es una esperanza que un día pronto se cumplirá, porque el Señor ha prometido que vendrá a buscarnos y llevarnos a estar siempre con Él. Primero vendrá a arrebatar a la iglesia, ¡gloriosa reunión! “Y así estaremos siempre con el Señor” (1 Ts. 4:17). “Verán su rostro” (Ap. 22:4), no como juez, sino como su Dios, Señor y Salvador, su Compañero y Amigo eterno. Después vendrá a reinar en este mundo, y la Palabra de Dios dice: “He aquí que viene con las nubes, y todo ojo le verá” (Ap. 1:7).
    Pero aquellos que no creen en el Señor Jesucristo, que no son Suyos, también le verán y le conocerán, no para bendición sino para maldición. Apocalipsis 20:11-12 dice: “Y vi un gran trono blanco y al que estaba sentado en él, de delante del cual huyeron la tierra y el cielo, y ningún lugar se encontró para ellos.  Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios”. Ellos también verán al Señor, pero Él será su Juez. Irán a la condenación eterna con la cara del Señor bien grabada en su memoria, habiéndole visto claramente, y siempre se acordarán del Hijo de Dios que murió por ellos pero que ellos rechazaron.
    Así que, todos veremos a Jesús, de una manera u otra. ¿Cómo le verás tú? ¿Es tu Señor y Salvador? ¿O sólo tienes curiosidad de verle y saber cómo parece? Prepárate ahora, porque quieras o no, pronto verás a Jesucristo.


de una predicación de Cándido Gijón, en agosto del 2006.
El hermano Cándido sirve al Señor en París, Francia.


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“¿No ardía nuestro corazón en nosotros, mientras nos hablaba en el camino, y cuando nos abría las Escrituras?”  (Lc. 24:32).
 
El Señor hablaba de las Escrituras a estos discípulos, y su corazón ardía. Esto nos hace preguntar: ¿Qué hacer arder mi corazón? ¿El dinero? ¿La política? ¿El deporte? ¿La música? ¿La cocina? ¿La tele y las películas? ¿O tal vez el Señor Jesucristo y la Palabra de Dios? En el Salmo 1 leemos acerca de la persona bendita cuya delicia está en la ley de Jehová, la Palabra de Dios, y en ella medita de día y de noche.

“...de la abundancia del corazón habla la boca” (Mt. 12:34b). Se trata de causa y efecto. Cuando hay algo en abundancia en el corazón, la boca habla de esto. Por nuestra conversación se sabe en qué estamos pensando, y cuando hablamos mucho de algo, es porque pensamos mucho en esto. ¿Por qué algunos tienen tanta dificultad para hablar de temas espirituales, no sólo durante la semana, sino aun los domingos en compañía de creyentes? Se concluye la predicación, termina la reunión, y en seguida comenzamos hablar de temas que no tienen nada que ver con el Señor o la Palabra de Dios. ¡Qué extraño! De nuevo debemos preguntarnos: ¿Cuál es mi tema predilecto? ¿De qué me gusta hablar, y que sale de mí cuando abro la boca para hablar? ¿Sale un equipo o una pelota de fútbol? ¿Sale el coche del año? ¿Sale un partido político? ¿Salen chismes, críticas o cotilleo acerca de los demás? ¿O sale el Señor Jesucristo, textos bíblicos, testimonio personal acerca de cosas espirituales? Queridos hermanos, el control de la boca está en el corazón.
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El árbol de la navidad no es cosa de creyentes
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 UN REGALO PARA TI
¡ACÉRCATE UN POCO MÁS, HOMBRE!
    “La Biblia es como la arena del mar, un libro infinito”, ha dejado escrito Jorge Luis Borges. “Es un enigma sorprendente” dijo Diderot. Ningún otro manuscrito de la literatura clásica ha podido ser probado como ella.
    Los manuscritos más antiguos de los maestros clásicos pertenecen al siglo IX d.C., con muy pocos ejemplares. Del Antiguo Testamento, primera parte de la Biblia, existen hoy 1.490 manuscritos y miles de fragmentos, algunos del siglo IV a. C. Del Nuevo Testamento, segunda parte de la Biblia, existen 4.685 manuscritos, algunos de los siglos II y III d. C. Sólo el estudio cotidiano del documento más antiguo, más largo y mejor conservado de la historia de la humanidad, ya merece la pena.

¿POR QUÉ NO PROCURAS ESTUDIARLA MÁS?
    Todas las personas, creyentes o no, deberían investigar en sus páginas. La persona interesada en la historia, el escritor, el humanista, el educador, el jurista, el ser humano interesado en su propia formación, no debería ignorar este libro, el más traducido y publicado en el mundo, que viene hasta nuestras manos desde el fondo de los siglos.
    En ella tienes delante el mejor libro de todos. Un documento magistral que contiene milenios de vida, escrito por poetas, reyes, escribas, profetas, pescadores, médicos, recaudadores de impuestos, etc. Son los escribas, pero no el Autor.
    En ella hay hombres de letras y hombres sencillos, en una misteriosa coincidencia. Es el testamento de millones de seres a quienes transformó, y para todos ellos, el Testamento y el Testimonio de Dios, su verdadero Autor.

¿POR QUÉ NO INTENTAS CONOCERLA MEJOR? ¿POR QUÉ NO PROCURAS COMPRENDERLA?
    Si decides hacerlo, ¡ten cuidado! ¡Te puede cambiar la vida! Es Palabra de Dios para tu alma, semilla suya que busca corazones donde crecer, espejo que se nos pone delante para que nos veamos según nos ve Dios, espada suya que nos da la vida cuando hiere, escuela en que nos educa, Caballo de Troya que Dios ha metido en nuestra pequeña fortaleza. Es un libro que cambia la vida para bien, para vida eterna. Un libro transformador. Prueba y verás.

LA BIBLIA ES UN LIBRO ÚNICO, PODEROSO. 
¡NO TE QUEDES AL MARGEN!

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LAS CONTRIBUCIONES DE
LAS HERMANAS EN LA IGLESIA


Parte II 
Robert Gessner (1930-2014)

LA SEXTA NOCHE: Nuevamente leyeron en el capítulo 12 de Juan, pero esta vez Papá quería hablar de María. Donna había leído muchas veces la historia de cómo María tomó una libra de perfume de nardo puro, ungió los pies de Jesús, y los enjugó con sus cabellos. Donna se preguntaba cómo Papá aplicaría este relato al ministerio de las mujeres en nuestros tiempos cuando el Señor Jesús no está en el mundo. Pero esto es lo que él tuvo que decir: 
“María no habló ni una palabra, pero reflejó una actitud hermosa hacia Cristo y su fragancia llenó la casa. En una reunión de la asamblea, la actitud que trae una hermana llena de Cristo pronto influye a la reunión sin que ella diga palabra. Puede mostrarse en lágrimas que mojan sus mejillas, o en los ojos cerrados en oración reverente, o en ojos puestos atentamente en el predicador mostrando interés intenso en lo que dice. Puede verse en una sonrisa amigable, una palabra de bienvenida, o un saludo afectuoso después de la reunión”. De muchas maneras la actitud de la hermana piadosa se contrasta con la actitud crítica, infeliz y descontenta de las que no han estado caminando con Cristo, y que tal vez vienen sólo por obligación, o para aparentar, o para curiosear en las vidas de los demás.  En contraste, la hermana espiritual, en su amor de Cristo, Su Palabra y Su pueblo, puede decir con el salmista: “Anhela mi alma y aun ardientemente desea los atrios de Jehová; Mi corazón y mi carne cantan al Dios vivo” (Sal. 84:2).

    LA SÉPTIMA NOCHE: Papá quería examinar a una mujer más en el Nuevo Testamento antes de ir al Antiguo. A Donna le pareció que escogió una mujer extraña para considerar esa noche. Leyó estas palabras en Filipenses 4:2, “Ruego a Evodia y a Síntique, que sean de un mismo sentir en el Señor”. Después de leer este versículo, contó a Donna que el predicador Alfred P. Gibbs solía llamar a Síntique “muy sensible”. Agregó que hacía muchos años que una hermana muy sensible se ofendió por algo que casi causó una división en la asamblea. Su lengua se tornó en arma de combate que causó gran daño. Comentó que una hermana puede usar su lengua para sanar y curar las heridas en una asamblea, y de manera pacífica. Puede contribuir mucho a la unidad de la asamblea si emplea su lengua de manera piadosa (véase Stg. 3). Las conversaciones cotidianas con los santos pueden ser como masajes que fortalecen los músculos y los tendones de la asamblea.

    Donna y su padre habían llegado a la mitad de su excursión planificada en las Escrituras sobre el ministerio de las hermanas en la asamblea. Papá empezaba a notar un cambio en la perspectiva de Donna. Ella estaba soprendida del número de ejemplos dados en las Escrituras.  Papá pausó en este punto para dar gracias a Dios por haberles ejercitado a él y su esposa a poner aparte tiempo en las noches para leer y comentar las Escrituras con sus hijos. Al principio fue una decisión difícil, porque significó recortar el tiempo gastado en otras cosas. Pero ahora reconocía de nuevo cuánto ese tiempo devocional influía en la actitud de sus hijos. En un libro: To the Parents of My Grandchildren (“A Los Padres De Mis Nietos”) un escritor anónimo apunta lo siguiente acerca del tiempo devocional con los hijos:

 “Oh, queridos padres jóvenes, ¡cuán poco solemos valorar esas reuniones familiares, quizás con nuestros hijos en nuestras rodillas o a nuestros pies! Quizás estando en la cama nos dicen: ‘¡Cuéntanos una historia!’  Probablemente más tarde en la vida darías todo por tener una oportunidad así, pero ahora la tienes. Ahora puedes enseñarles a amar al Señor y la patria celestial hacia donde viajas. Ahora es tu oportunidad para enseñarles el valor verdadero del cielo. Sus corazones son jóvenes y tiernos, y su amor tierno; ahora es el momento, la oportunidad que después nunca volverás a tener. Sé que el día ha estado lleno de actividad; sé que estáis cansados; sé cuánto más fácil es decirles que el Señor les ama, darles un besito y ‘buenas noches’. Pero es una oportunidad especial que no debe perderse, pues vale más que todo el oro en el mundo”.

    Así animado a seguir, Papá estaba listo para leer algunos pasajes del Antiguo Testamento que mostrarían a Donna más del ministerio de una hermana que amaba al Señor Jesucristo.
   
    LA OCTAVA NOCHE:  Esa noche Papá dirigió a la familia al hermoso capítulo cuatro de Ester. Mardoqueo le informó a Ester que su pueblo, esparcido en el imperio persa, estaba en peligro de perecer. Le rogó que entrara delante del rey para suplicarle y pedir por la vida de su pueblo. Ella arriesgó su vida e intercedió por miles de personas que no conocía. Papá siguió y explicó a Donna el maravilloso ministerio de orar e interceder por otras personas. Le contó de hermanas que pasan horas delante del trono de Dios, rogando por los inconversos en otros países, apoyando en oración a cientos de misioneros que salieron para llevar el evangelio a esos países. Esas hermanas oran por miles que nunca han conocido y por países que nunca han visto. Sólo Dios sabe cuántos misioneros han perseverado en la obra debido a las fieles oraciones de hermanas como éstas.

    LA NOVENA NOCHE: El estudio de esa noche dejó una profunda impresión en Donna mientras miraban la vida de Rahab en Josué 2:12-13. Escuchemos las palabras de esa mujer extraordinaria. “Os  ruego pues, ahora, que me juréis por Jehová, que como he hecho misericordia con vosotros, así la haréis vosotros con la casa de mi padre, de lo cual me daréis una señal segura; y que salvaréis la vida a mi padre y a mi madre, a mis hermanos y hermanas, y a todo lo que es suyo; y que libraréis nuestras vidas de la muerte”. Ella tenía espíritu de evangelista, porque no se preocupaba sólo por su propia alma sino por las de los demás. Si hubiera vivido en nuestros tiempos, habría visitado a sus vecinos, habría repartido cientos de tratados y orado encarecidamente por las almas de sus seres queridos que se acercaban a la destrucción. La narrativa sigue y nos informa que perdonaron a Rahab, su padre, madre, hermanos y todo lo que tenían. Una sola mujer fue empleada para perdonar la vida de muchas personas en una ciudad donde miles perecieron.

    LA DÉCIMA NOCHE: No toda hermana es una madre, pero para las que son o que un día serán madres, hay un ministerio de valor incalculable. Las siguientes dos mujeres ilustran este servicio. Ana a través de sus oraciones puso a su hijo en el servicio de Dios. En 1 Samuel 1 ella prometió a Dios que si Él le diera hijo, sería dedicado a Él. Nunca tambaleó ni se echó atrás de su promesa, sino mediante la oración diaria y con dedicación, el día llegó cuando le presentó a Dios. Miles de jovenes desde su tiempo han tenido sus vidas dirigidas hacia Dios por las fieles oraciones de una madre piadosa. Esas madres nunca se rindieron, y les debemos muchísimo.
continuará, d.v. en el siguiente número

El amado y estimado hermano Gessner era maestro de la Palabra de Dios y anciano en la asamblea en Allentown, Pennsylvania durante muchos años. Escribió varios libros y muchos artículos de edificacón.
 

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