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miércoles, 5 de marzo de 2008

EN ESTO PENSAD - MARZO 2008


31 Reyes: Victoria Sobre el Yo Parte I

A.B. Simpson

Estos son los reyes de la tierra que fue conquistada por Josué y los israelitas hacia el occidente del Jordán… “treinta y un reyes por todos” (Jos. 12:7-24).
“Y Caleb echó de allí a los tres hijos de Anac, a Sesai, Ahimán y Talmai, hijos de Anac” (Jos. 15:14).
“Porque el amor de Cristo nos constriñe, pensando esto: que si uno murió por todos, luego todos murieron; y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos” (2 Co. 5:14-15).
Estas palabras describen el gran conflicto del nivel superior de la vida cristiana en la Tierra Prometida. No es un conflicto con los pecados más groseros, pues estos los dejamos atrás cuando pasamos el Jordán y entramos en la tierra de santidad, obediencia y descanso.
Sin duda sobra decir que ningún creyente consagrado osaría permitirse la desobediencia o el pecado deliberado. Pero hay otros enemigos más sutiles, los cuales son simbolizados, creemos, por estos reyes contra quienes Josué hizo guerra durante tanto tiempo.
Hay varias formas de la vida egoísta que, mientras quizás no sean directa y deliberadamente pecaminosas, en el sentido más amplio tienen la misma necesidad de ser sometidas y destruidas, antes que el alma pueda estar en perfecta armonía con la divina voluntad. Todas ellas son tiranas, quienes, si las permitimos permanecer, al final nos llevarán a la sujeción al pecado y nos alejarán del Señor.
Estos reyes pertenecen a una sola familia, y el progenitor de todos ellos es Arba, el padre de Anac; y su primogénito, Anac, ha perpetuado su generación a través de muchos hijos, y su prole numerosa cuenta con 31 descendientes, no menos; así que hay un enemigo para cada día del mes en el calendario del creyente.
El nombre Arba significa “la fuerza de Baal”. Representa la fuerza del corazón natural. Baal era el viejo dios de la naturaleza que adoraban los sidonios, y Arba representa el corazón natural en toda su auto-voluntad y autosuficiencia.
El nombre de su hijo, Anac, significa “cuello largo” en hebreo, y todos saben que un cuello largo insinúa orgullo y auto-voluntad; de modo que estos dos nombres expresan el carácter de la familia entera.
Los otros tres hijos cuyos nombres se mencionan, Sesai, Ahimán y Talmai, llevan el parecido familiar.
Sesai significa “libre”, y sugiere la idea de la licencia en la que se deleita el egoísmo.
Talmai significa “audaz”, representando la independencia de la vida egoísta, que no tolera el control.
Ahimán significa “hermano de hombres”, y expresa acertadamente el humanitarismo que ignora a Dios e intenta hacer a la humanidad su propio dios, expresando la autosuficiencia de la raza, en lugar de la del individuo.
Miremos a estos reyes de la antigua Dinastía del Yo y veamos si reconocemos a alguno de ellos en nuestra propia experiencia.

I. AUTO-VOLUNTAD
Este es el viejo Arba, cabeza de la dinastía. Expresa sus decretos con el pronombre personal y el verbo activo “yo haré”. No reconoce a ningún otro rey fuera de su propia elección imperativa.
Arba debe morir antes que Caleb pueda ganar a Hebrón. La voluntad egoísta debe ser muerta antes que pueda reinar el amor.
“Someteos, pues, a Dios” es el lema y la contraseña en la puerta de la santidad y la paz.
No es solamente la mala voluntad, sino la voluntad propia que debe morir. Cosas que nos serían legítimas, Dios no nos las puede dar cuando las deseamos obstinadamente, y muchas veces nos tiene que crucificar para quebrantarnos y hacernos auto-rendidos y enteramente sometidos a Su control.
En nuestras vidas, por tanto, muchas veces hemos tenido que rendir algo al Señor que Él realmente deseaba que tuviéramos; y más tarde, cuando ya no lo queríamos porque lo queríamos, sino porque era Su voluntad para nosotros, Él nos lo pudo dar sin temor a daño, y nos lo dio por gracia, una vez que pudimos recibirlo ya no como un ídolo egoísta sino como algo divinamente confiado.
Así Dios tuvo que quitar a Isaac de Abraham, y luego devolvérselo ya no como el Isaac de Abraham, sino de Dios.
La voluntad así rendida se vuelve aun más fuerte, porque de ese momento en adelante ya no es nuestra voluntad, sino Su voluntad en nosotros; y cuando escogemos, escogemos con la fuerza de Dios y para siempre.
¿Hemos rendido nuestra voluntad y recibido la Suya a cambio? ¿Se ha vuelto la ciudad de Arba en la ciudad de Hebrón y el hogar de Su amor?

II. AUTO-INDULGENCIA
Esto es la gratificación del yo en cualquiera de sus formas.
¿Es incorrecto comer y beber y satisfacer nuestros apetitos? No, puede que el hecho en sí no sea malo, pero se vuelve malo cuando lo hacemos con el motivo de la auto-indulgencia. No debo comer porque me satisface comer; no debo beber porque es algo que disfruto; sino que debo comer y beber para la gloria de Dios – esto es, con el definido pensamiento y propósito de agradarle a Él y atender a las necesidades de mi cuerpo para estar fuerte para servirle y glorificarle.
Es el pensamiento de agradarse a uno mismo que contamina un hecho que en sí es correcto, pero cuyo motivo puede ser totalmente egoísta y pecaminoso.
Los hechos más comunes de la vida cotidiana deben ser enteramente consagrados a Él y hechos para Él, de manera que sean sagrados y santos.
¿Hemos aprendido el secreto de morir a nosotros mismos y de vivir así para Su gloria?
(traducido por Elisabeth Knott. Continuará, d.v., en el próximo número)

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EL PUEDE

“Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros” (Ef. 3:20).

Cuando miramos a Dios buscando cualquier tipo de socorro, solemos intentar descubrir qué material tiene Él a mano para usar al venir a nuestra ayuda. Si estamos orando por ayuda económica, solemos mirar la comunidad para ver si hay alguien que nos parece que el Señor podría usar apara proveernos con dinero. Si no vemos aparentes probabilidades, nos resulta difícil confiar en el Señor para el dinero.
Si buscamos empleo para asegurar la continuación del pan de cada día, inquirimos diligentes en los centros industriales. Y si hallamos que las tiendas, los talleres y las fábricas tienen todos los empleados que necesitan de momento, nos resulta duro trabajo mantener la esperanza de que vayamos a hallar un empleo. Si estamos enfermos y nuestro médico se ha quedado sin ideas de cómo ayudarnos a mejorar, no es nada fácil creer que vayamos a recuperar rápidamente.
Es muy humano mirar y anhelar algo visible que pueda ser de ayuda al Señor. En tiempos de necesidad, si sólo podemos encontrar un poquito de algo que Dios podría emplear, estaríamos mucho más satisfechos. Si uno necesita una cantidad de dinero y no puede pensar en ningún amigo, hombre o institución de donde podría obtenerlo, esto da un trasfondo oscuro a la escena.
Si uno necesita trabajo y encuentra que hay muchas otras personas que igualmente necesitan trabajo y no lo tienen, esto tiende a apagar su esperanza. Si uno está enfermo y en cama día tras día, sin sentirse mejor, antes al contrario, peor, y las facturas del médico aumentan, su empleo o negocio sufre y su paciencia se acaba, estas cosas hacen una situación en que el alivio no parece probable. El problema en todos estos casos es que no aparece ningún ser humano con quien Dios puede comenzar a ayudarnos. A nuestra vista sólo aparecen problemas y deudas sin recursos para ayudarnos.
Ahora bien, para el hijo de Dios, ¿cuál es la situación actual? ¿No hay nada más que problemas y deudas? Hay muchos. ¿No hay recursos? Sí, ¡hay miles, millones, billones y trillones! ¿Dónde están? Encima, debajo y alrededor tuyo. La tierra y el cielo están llenos de riquezas incontables. ¿No las puedes ver? No necesitas verlas. Mantén tu ojo puesto en Él.
Piensa por un momento. No es de ninguna manera necesaria que tú veas la ayuda que Dios empleará, ni siquiera es necesario que Dios tenga a mano algo con qué aliviarte. Él no necesita nada con que empezar. En el principio Dios creó los cielos y la tierra. ¿De qué los hizo? ¡De nada! La tierra está bastante bien para ser hecha de nada, ¿verdad? Recuerda, Él no empleó ni una pizca de nada para hacerla. “Cuelga la tierra sobre nada” (Job 26:7).
Y cuelga bien, ¿no es así? Muy bien, entonces, el Dios que puede hacer una tierra, un sol, una luna y unas estrellas de nada, y mantenerlos colgados sobre nada, también puede suplir todas tus necesidades, y no importa si tiene algo con qué empezar a trabajar o no. ¡Maravilloso! ¿No es así? Confía en Él y Él te sostendrá, aunque tenga que suplir tu necesidad de la nada.
Autor desconocido, traducido por Carlos Tomás Knott