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viernes, 6 de abril de 2012

EN ESTO PENSAD -- abril 2012


LOS DISCÍPULOS A CORTO PLAZO
Parte II

 A. W. Tozer
               
No han abandonado sus otros amores
Otra marca es esta: “No han abandonado sus otros amores”. Fenelon dijo hace muchos años: “Abandona esos otros amores para que puedas encontrar el amor. Abandona a los otros amantes a fin de que puedas encontrar el gran amante. Abandona aquello que más amas a fin de que puedas encontrar el amor verdadero que permanece”. Pero estos “otros” discípulos no van a hacerlo, no están dispuestos a abandonar sus amores. Ellos quieren tomar el mundo en una mano y la cruz en la otra, y caminar por la cuerda del equilibrista entre el cielo y el infierno. Confían en que por la gracia de Dios puedan dar un salto final cuando se acercan a las puertas.
No, creo que no. Recuerdo a Balaam en las Escrituras. Oró de una manera quejumbrosa, y en base a esa oración, la mitad de los predicadores de este país le hubieran metido a empujones en el cielo. Él dijo: "Muera yo la muerte de los rectos, y mi postrimería sea como la suya" (Nm. 23:10).
Entonces se levantó y se pasó al lado de los pecadores y luchó en contra de los justos en la batalla. Cuando murió, ¿qué clase de muerte creemos que tuvo? ¿Murió la muerte de los rectos? Creo que no. Murió la muerte del pecador porque había vivido la vida del pecador. La persona que quiere morir la muerte de los rectos debe vivir la vida de los rectos. El que quiera morir como cristiano tiene que vivir como cristiano. El que quiera que el Consolador sea su refugio en esa hora tiene que permitirle que sea su refugio ahora mismo.

Todavía hay otras marcas
¿Quiere conocer otra marca de los “otros” discípulos? Pues bien, es esta, siempre se sentirán atraídos a ser parte de su propio grupo. Siempre irán con su propia compañía. En la mayoría de las iglesias están aquellos que afirman ser discípulos y que apenas han asistido a una reunión de oración al año. Hace algunos años el doctor William Pettengil lo explicó en detalle para nosotros. Estaba predicando sobre el libro de Hechos, y llegó al pasaje: “Y puestos en libertad [Pedro y Juan], vinieron a los suyos...” (Hch. 4:23).El doctor Pettengil insistió fuertemente en el hecho de que todos los seres humanos, si somos libres para hacerlo, por lo general nos inclinamos para estar con los nuestros. Demos libertad a las personas, y los que se inclinan por la pesca irán con otros pescadores. Otros a los que les gusta la música, se irán a escuchar un concierto. Dejemos a otros ir a donde quieran y se irán a un hipódromo para ver una carrera de caballos. A los cristianos les sucede lo mismo. Los que tienen corazón para la oración acudirán al culto de oración. Si tenemos corazón de cristianos, seremos algo más que simplemente cristianos del domingo por la mañana.

Están también los que dicen: “Soy un discípulo de Cristo”, pero ignoran con ligereza o rechazan muchas de Sus palabras o mandamientos.
Algunos maestros han tratado de envolver a Cristo en una niebla color de rosa de sentimentalismo. Pero no hay de verdad ninguna excusa para no entenderlo. Él trazó la línea tan fina como una cuerda de violín. Dijo: “El que no es conmigo, contra mí es; y el que conmigo no recoge, desparrama” (Mt. 12:30). “Pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios” (Jn. 3:18). “El que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él” (Jn. 3:36). Y en aquel gran día cuando juzgará a la humanidad, Cristo Jesús dice que “apartará los unos de los otros, como aparta el pastor las ovejas de los cabritos”. Luego agrega: “E irán éstos al castigo eterno, y los justos a la vida eterna” (Mt. 25:32, 46). Esas declaraciones no dejan una zona de crepúsculo, no dejan nada intermedio.
A. W. Tozer, del capítulo 4 de su libro FE MÁS ALLÁ DE LA RAZÓN
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HONRAD AL HIJO

El Padre espera que todos honren al Hijo como honran al Padre. He aquí cuatro razones:
1. El Padre le ha dado al Hijo el tener vida en sí mismo. (Jn. 5:26) El Padre señala en Su Hijo la más grande señal de Su deidad: el existir por sí mismo. No sólo el Padre existe por sí mismo, sino también el Hijo. Esto significa que el Hijo no depende de otro para Su existencia. No es una criatura, sino el Creador (Col. 1:16). Es eterno como el Padre. No hay ángel ni otro ser creado que sea así (léase Hebreos 1).
2. Todo lo que el Padre hace lo hace el Hijo igualmente (Jn. 5:19). Nadie más puede decir esto, y sobre todo ningún ser humano. Así como el Padre creó el mundo y gobierna el universo, y sustenta todas las cosas con Su poder, así también hace el Hijo. Este varón, Jesús de Nazaret, que fue menospreciado en las calles de Israel, es Dios hecho hombre, y aunque encarnado así, todavía andaba en perfecta comunión con el Padre. En Juan 10:30 dijo: “yo y el Padre uno somos”.
3. El Hijo tiene autoridad para dar vida a los muertos que Él quiere (Jn. 5:21). Al resucitar a Lázaro, no tenía que preguntar si lo hacía o no, porque tenía autoridad para dar vida a los muertos. Sin embargo, oró al Padre porque todo lo hacía en comunión perfecta con Él. Así en todos los casos en que Él resucitó a muertos, y en los casos de los incontables muertos que resucitará en el futuro. Llegará un momento en que la voz del Hijo de Dios (no la del Padre) se oirá y su sonido será tan potente que alcanzará a todos los que están en los sepulcros. Los muertos oirán la poderosa voz del Hijo de Dios, y saldrán. 
4. El Hijo tiene autoridad para juzgar (Jn. 5:22, 27). Todo el juicio que se realizará en el futuro, sobre toda la humanidad – creyentes e incrédulos (en diferentes momentos), grandes y pequeños, reyes y vasallos – será por el Señor Jesucristo, el Hijo eterno de Dios. El Salmo 50:6 declara que “Dios es el juez”, y el Señor Jesucristo es ese Dios Juez.
Postrémonos delante de Él reconociendo que es Dios, uno con el Padre, la resurrección y la vida, y Juez eterno. En Jesucristo Dios ha hecho descansar Su poder, divinidad, gloria, y excelencia. ¡Es digno de nuestra adoración y honra, y no sólo honra de labios, sino de corazones y vidas obedientes!
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NO DESAMPAREMOS A LOS SIERVOS DEL SEÑOR

"Ten cuidado de no desamparar al levita en todos tus días sobre la tierra" (Dt. 12:19). "Y no desampararás al levita que habitare en tus poblaciones; porque no tiene parte ni heredad contigo" (Dt. 14:27). "¿Quién fue jamás soldado a sus propias expensas? ¿Quién planta viña y no come de su fruto? ¿O quién apacienta el rebaño y no toma de la leche del rebaño? ¿Digo esto sólo como hombre? ¿No dice esto también la ley? Porque en la ley de Moisés está escrito: No pondrás bozal al buey que trilla. ¿Tiene Dios cuidado de los bueyes, o lo dice enteramente por nosotros? Pues por nosotros se escribió; porque con esperanza debe arar el que ara, y el que trilla, con esperanza de recibir del fruto. Si nosotros sembramos entre vosotros lo espiritual, ¿es gran cosa si segáremos de vosotros lo material? ...¿No sabéis que los que trabajan en las cosas sagradas, comen del templo, y que los que sirven al altar, del altar participan? Así también ordenó el Señor a los que anuncian el evangelio, que vivan del evangelio" (1 Co. 9:7-14). "El que es enseñado en la palabra, haga partícipe de toda cosa buena al que lo instruye" (Gá. 6:6).

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¿Somos Siervos O Sólo Creyentes?

C.T. Studd, misionero a tres continentes, cuando tuvo 50 años, salió para ir a África en contra del consejo de los médicos y el deseo de sus ancianos y amigos. Fue al interior de África y vivió allí predicando el evangelio durante 20 años. Escribió:
“¿Cuándo podrá Dios preguntar al diablo: 'Has visto a todos mis cristianos de hoy en día? Entre ellos no hay quien busque el oro, los placeres, el honor ni la comodidad. Derraman su sangre por amor del Nombre de mi amado Hijo, para alcanzar a todos los hombres con mi salvación'. Sí, ¿cuándo? ¿Cuándo será la iglesia 'militante' realmente militante aquí en la tierra?”
En algunos ejemplares de los libros antiguos de creyentes encontramos este pensamiento:  “La historia no se hace con filósofos sino con mártires, hombres cuyas vidas son una lección ilustrada acerca de sus doctrinas. Los profetas judíos eran a la vez pensadores y mártires. Tuvieron pensamientos altos acerca de Dios, caminaron en comunión con Él, y vivieron sus vidas para Él, porque ellos no eran suyos, sino de Dios”.

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"En esto hemos conocido el amor, en que él puso su vida por nosotros; también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos. Pero el que tiene bienes de este mundo y ve a su hermano tener necesidad, y cierra contra él su corazón, ¿cómo mora el amor de Dios en él? Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad" (1 Jn. 3:16-18).

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LOS POLLOS NO SABÍAN

"¿De dónde vienen esas plumas?" Viajaba en la carretera cuando vi plumas flotando en el aire delante mío. Poco después encontré la causa, porque alcancé a un camión grande y lleno de jaulas de pollos. 
Adelanté al camión y pensé: “¡Pobres pollos! No saben que van al matadero”. Casi parecía que disfrutaban del paseo, pero pobrecitos, dentro de pocas horas estarían muertos, limpiados, empaquetados y llevados al mercado para vender a los consumidores. ¡No sabían que estaban en el camino de la muerte!
Muchas personas son como aquellos pollos. Disfrutan del paseo que dan por la vida, pero no saben a dónde van, especialmente después de la muerte. ¿Lo sabes tú, amigo?
Lee la Biblia y verás a dónde vas a ir a parar. La tele no te lo va a decir, ni el cine, ni muchísimas personas, porque ellas también son como aquellos pollos que no sabían a dónde iban.  La Biblia te dirá la verdad. Quizá por esto muchas personas no la leen, porque tienen miedo de saber la verdad. Pero este Libro Divino también te dirá cómo puedes obtener el perdón de tus pecados y estar seguro de ir al cielo cuando mueras. Comienza leyendo el Evangelio según S. Juan.
Allí el Señor Jesucristo dice así: “y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano” (S. Jn. 10:28).
En otra parte del Nuevo Testamento el apóstol San Juan escribió así: “Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna, y para que creáis en el nombre del Hijo de Dios” (1 Jn. 5:13).

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“QUE TODOS HONREN AL HIJO” 
Juan 5:23

“Vosotros me llamáis Señor; y decís bien; porque lo soy” (Jn. 13:13).

“...nadie que hable por el Espíritu de Dios llama anatema a Jesús, y nadie puede llamar a Jesús Señor, sino por el Espíritu Santo” (1 Co. 12:3).

“Dando siempre gracias por todo al Dios y Padre en el nombre de nuestro Señor Jesucristo” (Ef. 5:20).

Pedimos todo esto en el nombre de Jesus, Amen!” dijo enfaticamente el predicador al final de su oración. Era evidente que hasta ese momento él rara vez había considerado que Cristo es el SEÑOR. Ésta es la gran verdad que Dios nos dio a nosotros, los que somos nacidos de nuevo y por tanto Su Iglesia, los que formamos el cuerpo de Cristo, a través del ministerio de Pablo el apóstol. 
En la cristiandad profesante probablemente ninguna parte de la verdad es tan rechazada como ésta. Los apóstoles hubieran sido grandemente turbados e instado al arrepentimiento si hubieran oído la manera en que este moderno mundo religioso deshonra ese precioso Nombre, que es sobre todo nombre, que Dios el Padre le dio al Hijo. 
El uso irreverente de este Nombre y título probablemente es parte de una tradición que comenzó hace cientos de años. Otra razón es ciertamente una completa falta de entendimiento de la incomprensible humildad del Hijo del Dios viviente. Finalmente, una general ignorancia concerniente a como dividir correctamente la Palabra de Verdad (2 Ti. 2:15), con el resultado de que los creyentes toman como base la terminologia registrada en los cuatro evangelios, en lugar de guiarse por las epístolas de Pablo. Muchos escritores de himnos se han también olvidado de esta gran verdad. Hoy es muy difícil para los creyentes encontrar himnos que reverentemente enfaticen el Señorío de Cristo. 
Con nuestra Biblia abierta el texto de 1 Corintios 12:3 dice que ninguno puede confesar a Jesús como Señor excepto a través del Espíritu Santo. Admitimos que una persona puede aprender a decir estas palabras, pues aun un loro podría hacerlo. Sin embargo, ni un loro ni una persona no creyente pueden reverentemente hablar de Él como “su Señor” con plena conciencia de lo que esto significa. Las personas no salvas simplemente no hablan de Él como su Señor. El segundo texto bíblico citado, Efesios 5:20, nos provee el modelo de oración para instruir espiritualmente al hijo de Dios. Somos enseñados a orar al Padre en el Nombre de nuestro Senor Jesucristo, dándole de ese modo todo el honor de Su título y posición.
“Pero, no es Su nombre Jesús?” ¡Absolutamente! Pero ese es el nombre de Su humanidad y humillación cuando vivía sobre la tierra. Este es “Cristo según la carne”, lo que significa Su ministerio terrenal. En 2 Corintios 5:16 Pablo nos aclara: “aun si a Cristo conocimos según la carne, empero ahora ya no le conocemos”. Ahora Le conocemos como el Señor resucitado, dado como la Cabeza sobre todas las cosas a Su Iglesia, la cual es Su Cuerpo (Ef. 1:22). Naturalmente, Él recibio el nombre “Jesús” por mandato divino; sin embargo, que les fue revelado a los pastores en ese tiempo, “...el cual es Cristo el Señor” (Lc. 2:11). Leemos concerniente a Su ministerio terrenal “... que Jesucristo fue ministro de la circuncisión (los judíos) por la verdad de Dios, para confirmar las promesas hechas a los padres” (Ro. 15:8). Sin embargo, Su ministerio popular es algo diferente. En el versículo 16 del mismo capitulo Pablo escribe: “Para ser ministro de Jesucristo a los gentiles”.
Un cambio maravilloso respecto a Su nacimiento en este mundo está escrito: “... y llamaras Su nombre JESÚS: porque Él salvara a Su pueblo de sus pecados” (Mt. 1:21). Como Salvador, Él llevó el nombre "Jesús". Pero compare este versículo con otro más adelante: “Sepa pues ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús que vosotros crucificasteis, Dios ha hecho Señor y Cristo” (Hch. 2:36). ¿Qué sucedió durante ese intervalo para cambiar el enfasis de “Jesús” en el título “Señor”? ¡Obviamente, Su resurrection! Él es ahora el exaltado Señor y Mesías. Dios mismo Le ha dado un Nombre que es sobre todo nombre (Fil. 2:9), y no es ciertamente el simple nombre “Jesús”, porque Él ya tuvo ese nombre durante Su humiliation y obediencia, y otros han tenido y tienen ese nombre. Él no es más simplemente “Jesús” para Su Iglesia hoy; es la Cabeza exaltada, el Señor Jesucristo. Es el “Kyrios” (griego), el SEÑOR. Es Señor sobre la vida y la muerte y sobre todo poder y fuerza. La más alta exaltación y honra seguida a la más profunda humillacion. Bendito sea este glorioso Salvador, el Señor de señores y Rey de los reyes a la gloria de Dios Padre. 
El divino cambio incluye una interesante transición la cual revela el importante hecho de que el periodo de tiempo entre el bautismo de Juan y “los Hechos de los Apóstoles”, fue dispensacional, de carácter transitorio. La transición entre la presentación judeo-mesiánica del Antiguo Testamento (y el registro de los cuatro evangelios) y el misterio de un cuerpo en las epístolas de Pablo es visible en varias maneras. Asi, encontramos el nombre “Jesús” cientos de veces en el registro de los cuatro evangelios, 29 veces en los Hechos, y alrededor de 10 veces en las cartas que Pablo escribió antes de su encarcelamiento, y sólo dos veces en las que escribió estando preso. 
Por otra parte, no encontramos el nombre “Señor Jesucristo” registrado en los cuatro evangelios, mientras que lo encontramos cinco veces en los Hechos y un total de 32 veces en las epístolas de Pablo. Cuando se usa sólo el nombre “Jesús” algunas veces en las epístolas, hay una razón particular para usarlo de esta manera, como leemos en Efesios 4:21, donde dice: “como la verdad esta en Jesús”. Aqui Su vida terrenal se nos presenta como un modelo. Es también importante recordar que sólo el Espiritu Santo habla en las epístolas y no el escritor humano. 
Un ejemplo mostrando el cambio de “Jesús” en “Señor” se encuentra en el establecimiento de la Cena del Señor. En el evangelio está escrito (Mr. 14:22) “...Jesús tomó el pan”. Pablo, sin embargo, escribió en 1 Corintios 11:23 “...que el Señor Jesus...tomó pan”. Observemos que dijo que había recibido del Señor estas instrucciones. Si ustedes cuidadosamente escudrinan a través de las epístolas de Pablo, rapidamente notarán cuán cuidadosa y exactamente el Espiritu Santo confiere al Señor resucitado Su completo y honorable título: el Señor Jesucristo. 

Todos Le Llamaban Señor 
Aun en los cuatro evangelios se registra que el nombre de Cristo es convenientemente honrado. Su nombre “Jesús” se usa sólo en la narración. Esto significa que el Espíritu Santo como el divino Autor de la Escritura, está relatando todos los detalles históricos acerca de la humanidad de Jesús, refiriéndose a Él más precisamente como “Jesús”. (Note el cambio en Lucas 23:52 a 24:34. Como parte de la Deidad es Su justicia hacerlo así. Nunca, sin embargo – ni en el registro de los cuatro evangelios o en alguna parte del Nuevo Testamento – los discípulos se dirigieron a Él como “Jesús”, lo que hubiera sido una despectiva familiaridad. Ellos le llamaban “Señor”, dándole de esta manera el honor que merecía. (Ro. 13:7; Mal. 1:6). Los discípulos aun evitaron referirse a Él como “Jesús” cuando hablaban acerca de Él a otras personas. En Lucas 24:19 encontramos una excepción a esto: “de Jesús de Nazaret”. Aquí fue verdaderamente necesario para distinguirlo de otras personas del mismo nombre. La crucifixión de aquel en quien ellos creían como su mesías fue un terrible golpe para ellos. 
Ademas de los discípulos, María, Marta y todas las otras mujeres le llamaron así: “Señor”, como lo hizo el centurión en Mateo 8 y el agonizante ladrón en la cruz. A pesar de sus dudas Tomás dijo: “Señor mío, y Dios mío” en Juan 20:28. Lleno de reverencia, un discípulo le dijo a Pedro en Juan 21:7, “...es el Señor”. No dijo simplemente: “es Jesus”, como algunos creyentes irreverentemente dicen hoy. En Hechos 9:6 Saulo de Tarso fue suficientemente respetuoso al decir: “Señor, ¿qué quieres que haga?” Esteban veía a “Jesús” sentado a la mano derecha de Dios (Hch. 7:55), pero  exclamó: “... Señor Jesús, recibe mi espíritu” (Hch. 7:59). 

Quienes lo llaman “Jesús” 
Ahora consideremos las multitudes que hablan de Él como “Jesús”, sin agregar Su justo título. Esta manera de expresarse debe ser un agravio al verdadero Hijo de Dios. Es el habla de los incrédulos, y esto nos recuerda que “el mundo nos rodea”. Como nuestro primer texto muestra, sólo aquellos que personalmente conocen y aman al “Señor” como tal, lo confesarán así mediante la obra del Espíritu Santo. (“El me glorificará...” Jn. 16:14) Para las personas de este mundo Él es simplemente “Jesús”, el histórico Jesús, el gran maestro filósofo y religioso fundador y reformador de hace alrededor de 2000 años. Es también el hombre Jesús para los modernos liberalistas que niegan Su deidad, Su nacimiento virginal, Su obra completa de redención realizada en el Calvario y Su resurrección corporal. A lo sumo ellos ocasionalmente se refieren a Él como “Jesu-Cristo”, un hombre con un nombre y apellido.
Los enemigos de nuestro Señor también sólo lo llamaron “Jesus”, como ocurre en Hechos 4:2, 13, 18; 5:40; 17:7; 19:13 y 25:19, por ejemplo. Aunque los malos espiritus – demonios – le conocían y debían obedecerle, no se dirigían a Él como “Señor”, (por ejemplo: “Jesús, Hijo del Dios Altísimo...” – Mr. 5:7) Las Escrituras nos adelantan que en estos últimos días una renovada actividad demoniaca tendrá lugar (1 Ti. 4:1). La actividad demoniaca está claramente indicada por todos los variados cultos y movimientos de hoy en día, caracterizados por fanatismo y obsesión, milagros, señales y prodigios. Son todos conocidos por su irrespetuosidad en el uso del nombre “Jesús”, deshonrándole como si fuera meramente humano. 
El alarmante crecimiento denigrando y despreciando Su glorioso Nombre despierta interrogantes en las personas que profesan ser cristianas. ¿Cuá1 es mi posición con relación a Él? ¿Es realmente mi Señor y Redentor personal? ¿Soy salvo?  Espero, querido lector, que Ud. pueda hacerse a sí mismo esta pregunta sinceramente. “Ser religioso”, “asistir a las reuniones de la iglesia”, “hacer oración”, tener apariencia de piedad; cantar himnos piadosos, hacer buenas obras y actividades religiosas, predicar y aun decir: “Señor, Señor” (Mt. 7:22) – ninguna de estas cosas es prueba de salvación personal. (Jn. 3:3, 5-7; 2 Co. 5:17; 1 Jn. 2: 3-6; 5:1-3; Stg. 2:20, 26) 

“Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra;  y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre” (Fil. 2:9-11).

autor desconocido
gracias al hno. Benedicto L. Alonso en Valencia por facilitar este artículo