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martes, 25 de febrero de 2025

EN ESTO PENSAD - febrero 2025

 La Disciplina Paterna  
E. L. Moore   (parte 2)

viene del número anterior

I.  Tres Ejemplos del Nuevo Testamento

El único ejemplo de la disciplina perfecta se encuentra en nuestro Señor Jesucristo, quien conoció todas las etapas de la vida y el desarrollo humano, pero siempre aparte del pecado, tanto en naturaleza como en práctica. Él experimentó todo dolor y toda tentación, pero jamás cedió al pecado. Él debió sujetarse a los mismos seres que había creado, haciéndose siervo de ellos. Es posible apreciar su desarrollo en la niñez examinando Lucas 2.40, 47, 51 y 52. El contenido de estos versos se puede resumir en siete frases:

1. Su desarrollo físico –  “crecía”
2. Su fortalecimiento –  “se fortalecía”
3. Su conocimiento –  lleno “de sabiduría”
4. La manifestación de la gracia divina en Él
5. Su inteligencia y Sus respuestas maravillosas
6. La sujeción a Su madre y a José
7. Su crecimiento en sabiduría, estatura y gracia

    Se afirma categóricamente que Jesús, siendo el perfecto y eterno Hijo de Dios, jamás mereció ser corregido por su madre María o su “padre legal” (“adoptivo” ed.), José. En el contexto de Lucas 2.48, al parecer María le reprendió al encontrarle en el templo. Jesús respondió a su madre con sabiduría divina, dándole a conocer el propósito de su misión terrenal, pero sin faltarle jamás el respeto.

Además del pasaje en Lucas 2, hay otro muy importante. en Hebreos 5.8. que dice así: “Y aunque era Hijo, por lo que padeció aprendió la obediencia”. ¿Qué quiere decir “aprendió”? Ciertamente no fue un aprendizaje normal, por medio del proceso humano de corregir los errores con el fin de mejorar la conducta y el rendimiento del niño. Jesús no pudo errar por motivo alguno. Jamás fue capaz de pecar. Más bien, el “aprendizaje” Suyo fue la experiencia de ser obediente, estando sujeto y limitado dentro de un cuerpo humano. Desde la eternidad pasada el Hijo de Dios era obediente a Su Padre, actuando siempre en perfecta armonía con El. Pero aquí en la tierra, habitando un cuerpo humano en un solo planeta de toda Su creación, experimentó algo nuevo, sin precedentes. De manera que así podemos apreciar la perfecta obediencia del Hijo de Dios bajo las circunstancias más adversas, algo que nunca habría experimentado de no haber dejado Su habitación y la gloria celestial para manifestarse en carne.
    Alguien ha dicho que Cristo llegó a ser lo que nunca había sido antes — Hombre, pero jamás cesó de ser lo que siempre era — el Hijo eterno de Dios. Experimentó en carne propia el costo de la obediencia implícita y completa, pero jamás experimentó el proceso de errar y corregir los errores propios, puesto que no pudo errar. El proceso de aprender a hacer el bien, corrigiendo sus propios errores, es bien conocido en la experiencia de todo ser humano, nacido en pecado.
    El segundo ejemplo digno de imitar es el de Timoteo, cuya niñez se describe brevemente en 2 Timoteo 1.5 y 3.14-15. Se destacan tres características (o virtudes) de aquel joven:

1) Su fe no fingida, manifestada sucesivamente en la abuela, en la madre y en el hijo.

2) Su conocimiento de las Escrituras, aprendidas desde la niñez, guiándole y dándole seguridad en su juventud.

3) Su sabiduría para salvación, por la fe.

Finalmente, podemos hacer mención de algunos de los hijos de la Señora elegida, de 2 Juan 1-4. Ellos se encontraban andando en la verdad. Al mismo tiempo, nos preguntamos — ¿Qué de los otros hijos de ella?

del capítulo 2 del libro La Disciplina Bíblica, publicado por Libros Berea
continuará, d.v., en el siguiente número

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 Cristo Es El Todo

William MacDonald

“Cristo es el todo” (Colosenses 3:11).

Los cristianos tenemos la tendencia de gastar mucho tiempo buscando nuevas experiencias espirituales que nos garanticen, de alguna manera, una victoria permanente o la libertad de los altibajos del diario vivir. Nos apresuramos a asistir a convenciones, conferencias, seminarios y talleres en busca de una elusiva fórmula mágica que suavice las asperezas de la vida. Folletos satinados nos aseguran que el Dr. Don Fulano de Tal compartirá un nuevo secreto que nos hará avanzar en el Espíritu. O bien algún vecino celoso insiste en arrastrarnos al Auditorio Municipal para oír hablar de un atajo recientemente descubierto que nos llevará a la vida abundante.
    Los señuelos son legión. Un predicador ofrece el camino verdadero a la realización. Otro anuncia el secreto triple de la victoria. Hoy asistimos a un seminario para aprender las claves de la vida más profunda. A la semana siguiente hay una convención sobre los cinco pasos fáciles a la santidad. Avanzamos en tropel para un llamado al altar que nos hará experimentar la plenitud del Espíritu. O nos obsesionamos con la sanidad del cuerpo como si ésta fuera la cosa más importante en la vida. En un minuto nos hacemos mar adentro en la llamada psicología cristiana, en el siguiente en la sanidad de los recuerdos. Damos la vuelta por mar y tierra buscando una nueva cima espiritual.
    No cabe duda de que muchos de estos predicadores son sinceros y que hay valor en algunas de las cosas que dicen. Pese a todo, tenemos que volver a la esencia de la vida para encontrar que no hay atajos a la santidad, que los problemas están todavía allí y que debemos vivir día a día dependiendo del Señor.
    Tarde o temprano debemos aprender que es mejor estar ocupados con el Señor Jesús que con las experiencias. No hay desilusión en Él. Todo lo que necesitamos está en Él. Él es el Todosuficiente.
    El predicador A. B. Simpson pasó la primera parte de su vida en la búsqueda de experiencias, pero en ellas nunca encontró satisfacción. Después de aprender que la plenitud y satisfacción están en Cristo, escribió el hermoso himno titulado “Él Mismo”:

“Antes fue la bendición, ahora es el Señor;
Antes fue el sentimiento, ahora Su Palabra es;
Antes Sus dones anhelé, ahora es mío el Dador;
Antes la sanidad busqué, ahora solamente Él es.
Todo en todos, Jesús, así cantaré;
Todo solo en Jesús, y Jesús todo es”.

del libro De Día En Día, CLIE

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Cuatro Mitos sobre La Psicología


En su libro: La Psicología, ¿Ciencia o Religión?, los sres. Bobgan escriben:

Entre los cristianos existen cuatro grandes mitos acerca de la psicología que han llegado a infiltrar y establecerse en la Iglesia. 


    El primero es creído comúnmente por cristianos y no cristianos: que la psicoterapia (la consejería psicológica con sus teorías y técnicas) es una ciencia, es decir, una manera de entender y ayudar a la humanidad, fundamentada sobre evidencia empírica recogida de datos consistentes y mensurables.
    Un diccionario define así la pseudociencia: “un sistema de teorías, presunciones y métodos erróneos que son considerados científicos”. Incluye el uso de la etiqueta científico para proteger y promover creencias, prácticas y afirmaciones vagas, contradictorias, exageradas o indemostrables.
    Un aspecto de la psicología que está plagado de pseudociencia es la psicoterapia. Si la psicoterapia hubiera triunfado como ciencia, tendríamos un consenso en esa disciplina respecto a los problemas mentales-emocionales-conductuales y cómo tratarlos. Al contrario, la psicoterapia está llena de teorías y técnicas contradictorias, las cuales comunican confusión en lugar de algo parecido al orden científico.
    El segundo gran mito es que la mejor forma de aconsejar utiliza en conjunto la psicología y la Biblia. Los psicólogos que son cristianos generalmente dicen que están más cualificados que otros (incluso que los pastores–ancianos) para ayudar a otros a entenderse y cambiar su conducta. Según ellos, es porque tienen estudios en la psicología, y los demás no.
    El tercer gran mito es que las personas que manifiestan problemas mentales-emocionales en su conducta tienen alguna enfermedad mental. Supuestamente están psicológicamente enfermas, y por eso necesitan terapia psicológica o psiquiátrica. El argumento común es que el médico trata el cuerpo, el pastor o anciano trata el espíritu, y el psicólogo o psiquiatra trata la mente y las emociones. Los pastores sin estudios en psicoanálisis y psicoterapia no están cualificados para ayudar a los que sufren de graves problemas personales.
    El cuarto gran mito es que la psicoterapia tiene un alto grado de éxito – que la consejería psicológica profesional produce mayores resultados que otras formas de ayuda, tales como autoayuda o la ayuda de la familia, los amigos o los pastores. De ese modo la consejería psicológica da la impresión de ser más eficaz que la consejería bíblica para ayudar a algunos cristianos. Es una de las principales razones por qué tantos cristianos se preparan hoy para ser psicoterapeutas.

    (pág. 50) ... Aunque un problema médico o una enfermedad del cerebro puede producir síntomas mentales–emocionales–conductuales, la paciente no tiene ninguna “enfermedad mental” ni puede ser razonablemente clasificada como “mentalmente enferma”. Está médicamente enferma, no mentalmente enferma. Las palabras psicológico y biológico no son sinónimos. De la misma manera, los términos mental y médico no son sinónimos. Uno se refiere a la mente, y el otro al cuerpo.
    La consejería psicológica no trata el cerebro físico, sino aspectos de los pensamientos, los sentimientos y la conducta. Por lo tanto, el psicoterapeuta no cura las enfermedades, sino enseña nuevas formas de pensar, sentir y comportarse. Actúa como un profesor, y no como un médico.
    Muchos emplean deshonestamente el término “enfermedad mental” para describir toda una gama de problemas en formas de pensar y conducirse que realmente deberían  llamarse: “problemas de vida” o “problemas personales”. Aunque la expresión: “enfermedad mental” es inapropiada y deceptiva, está firmemente arraigada en el vocabulario público. Es usada livianamente en toda clase de ocasión, tanto por profesionales así como por seglares. Jonas Robitscher dice:
“Las ideas psiquiátricas impregnan a nuestra cultura. La psiquiatría tuvo su principio en el cuidado de los ‘enfermos’, pero ha expandido su red para incluir a todos. Ejerce su autoridad sobre toda la población a través de métodos que incluyen desde la terapia forzosa y el control coaccionado, hasta la propagación de ideas y la promulgación de valores”.
    El término “enfermedad mental” es una verdadera plaga en la sociedad. Si realmente creemos que alguien con un problema mental–emocional–conductual está enfermo, luego admitimos que ya no es responsable por su comportamiento. Y si no es responsable, ¿quién lo es?
    Las escuelas psicoanalíticas y conductuales predican que el comportamiento del ser humano es fijado por fuerzas fuera de su control. Según la escuela psicoanalítica, el hombre es controlado por fuerzas psíquicas internas. Según la escuela conductual es controlado por fuerzas ambientales externas. Si el comportamiento del hombre es controlado por fuerzas incontrolables, externas o internas, sigue lógicamente que es una víctima y no es responsable de su conducta. Así se les permite a los criminales negociar un acuerdo  entre el fiscal y el defensor, para reducir su sentencia, basándose en la “demencia temporal”, “capacidad disminuida” e “incompetencia para el proceso judicial”. No hemos visto todavía el pleno impacto de los males desencadenados en la sociedad por los profesionales del psicoanálisis.

El Dr. Martín Bobgan tiene cuatro diplomas universitarios, incluso un doctorado en psicopedagogía, y es ex-vicepresidente de la Santa Barbara City College.

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    Cuando emplean un vocabulario técnico o clínico: “enfermedad mental”, “paranoia”, “fobia”, “maniaco depresivo”, “agresivo pasivo”, o diagnostican un “complejo”, o se vale de “mecanismos de defensa”, parece como ciencia o medicina y muchos lo aceptan, pues les parece que esos profesionales saben mucho. Cada vez más reciben lo que dicen los psicólogos con la misma confianza que tendrían en un doctor de medicina que habla de la presión sanguínea, un problema de corazón, el cáncer o una infección gastrointestinal. Pero,  la tensión sangúinea se mide igual en todo lugar. No hay diferentes escuelas de pensamiento sobre la hipertensión. Es igual en cualquier parte del mundo. Es algo objetivo, no subjetivo. El uso de datos empíricos califica a la medicina como ciencia, en lugar de filosofía o brujería que son los términos aplicables a la psicología.

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Cosas Ausentes en las Iglesias
del Nuevo Testamento

Carlos Tomás Knott

viene del número anterior



· Ningún incienso usan las iglesias, como hacía Israel en Éxodo 30.1-9; 34-38.
    Ese incienso se utilizaba solo en el interior del tabernáculo. No se permitía ningún uso común.
     En Éxodo 30.34 Dios dio a Moisés la receta para el incienso aromático. Debía quemarse solo sobre el altar del incienso (v. 1) y los incensarios de los sacerdotes.
    Todo uso fuera de ahí es pagano y desagradable a Dios. Los budistas e hindúes queman incienso para veneración y meditación, y hoy lo utilizan los que practican meditación y yoga. Los católicos, ortodoxos y aun los musulmanes lo utilizan en ciertas ocasiones. Los taoístas en China y los sintoístas en Japón lo usan para purificación y para atraer a budas, dioses y demonios.
    En la antigüedad, muchas culturas paganas empleaban incienso. Por ejemplo, los babilonios, romanos, egipcios, maya y otros lo usaban como medio de comunicación con los dioses. En las culturas nativas americanas, usan el incienso para purificación y también para conectar con la naturaleza y los espíritus ancestrales.
    Apocalipsis 18.13 informa que el incienso es una de las cosas vendidas por la gran ramera, Babilonia. No aparece el incienso en ninguna iglesia en el Nuevo Testamento.

· Ningún aceite de unción es empleado
, como hacía Israel en Éxodo 30.23-25.
    Hoy, en la iglesia, no practicamos la santa unción, porque no hay una clase especial de sacerdotes, ni hay reyes humanos sobre el pueblo de Dios. Está prohibido hacer otro uso de ese aceite especial. Dios mandó: “Sobre carne de hombre no será derramado, ni haréis otro semejante, conforme a su composición; santo es, y por santo lo tendréis vosotros. Cualquiera que compusiere ungüento semejante, y que pusiere de él sobre extraño, será cortado de entre su pueblo” (Éx. 30.32-33). Nadie nunca ungió a un enfermo con ese aceite.

· Ningunos instrumentos musicales
vemos en las iglesias, como en 2 Samuel 6.5, “arpas, salterios, panderos, flautas y címbalos” (véase Am. 6.5). Había dos trompetas de plata, pero no eran para música (Nm. 10.2-10). En tiempos de David comenzó el uso por los levitas de ciertos instrumentos musicales en el templo (por ej. Salmo 33.2, 81.2). El Salmo 150 menciona bocina, salterio, arpa, pandero, danza, cuerdas, flautas y címbalos.
    Es notable la ausencia de todo eso en las iglesias del Nuevo Testamento. Pablo no tenía una guitarra. Pedro no daba “conciertos cristianos”. Los apóstoles no acompañaban con música la predicación del evangelio, ni la adoración en la Cena del Señor. No había músicos, ni equipos, ni líderes de alabanza en las iglesias. A algunos no les gustará este comentario, pero no por razones bíblicas, sino porque personalmente les gusta la música y quieren incluirla en la iglesia. Dicen que hay muchos instrumentos musicales en la Biblia, y es cierto, pero todas esas referencias están en el Antiguo Testamento.
    Hoy, Efesios 5.19 nos enseña cómo actuar si somos llenos del Espíritu (v. 18): “hablando entre vosotros con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones”. El instrumento afinado y aprobado por Dios es nuestro corazón.

· No hay ningunos coros, cantantes o directores de alabanza
, como tenía Israel, en 1 Crónicas 15.16.
    En el Antiguo Testamento, en el servicio del templo, fueron designados ciertos levitas, notablemente los hijos de Asaf (1 Cr. 25). Eran entendidos en música, y con sus voces e instrumentos musicales se dedicaban a ese servicio.
    Pero en el Nuevo Testamento, no hay levitas, ni nada así, en la iglesia, pues esas cosas pertenecían a Israel y la dispensación de la ley. Hoy, como Efesios 5.19 enseña, todos los creyentes cantamos al Señor. No cantan unos para que otros escuchen, sino toda la asamblea canta alabanzas al Señor. Pero en este punto muchas denominaciones protestantes y evangélicas siguen el patrón de Israel, y el de Roma, con sus coros y presentaciones de música especial en las reuniones. Es bueno cantar alabanzas, pero Efesios 5.19 se aplica a toda la asamblea, no a un grupo especial de cantantes designados, con su director.
    El libro de Hebreos enseña que la ley queda abrogada (He. 7.18), y esto incluye las cosas que ella constituyó. El primer pacto ha sido dado por viejo (He. 8.13), y en su lugar, Dios estableció un pacto nuevo, mejor y eterno, mediante Jesucristo. Las cosas del primer pacto eran sombras, “impuestas hasta el tiempo de reformar las cosas” (He. 9.10).
    Ese tiempo llegó con la venida del Señor Jesucristo, y cuando Él murió en la cruz, el velo del templo se rompió, significando el fin del pacto viejo y de todo el sistema de adoración que estableció. No debemos incorporar esas cosas en la iglesia, sino dejarlas atrás, y gozarnos de la posición y las bendiciones que tenemos en Cristo. Hebreos nos enseña que todo eso caducó y debe desaparecer.
    Entonces, no es correcto introducir en las iglesias unos altares, o velas, o incienso, o aceite. Tampoco hay lugar para las demás cosas del primer pacto, como una clase de sacerdotes, o los sacrificios de animales, o uso de instrumentos musicales, coros, cantantes o directores de música, o un calendario de días religiosos o festivos.
    En el Señor Jesucristo, y en Sus instrucciones y las prácticas vistas en el Nuevo Testamento, tenemos todo lo que necesitamos, y todo lo que Dios quiere para nosotros. No hagamos lo que nos parece, como en los días de los jueces, sino lo que Dios enseña. Estemos contentos, y por la fe sigamos Sus sencillas instrucciones, el ejemplo y el patrón de las iglesias del Nuevo Testamento, porque eso es lo que agrada a Dios.


Preguntas:
¿Sería correcto traer un buey o un cordero para sacrificar a Dios en la reunión de la iglesia, diciendo que así hacían en el Antiguo Testamento? Considera Hebreos 9.7, 13; 10.

Lee 1 Corintios 16.2 y 2 Corintios 9.7. ¿Qué hacemos hoy en lugar de diezmar?

¿En qué lugar del Nuevo Testamento vemos el uso de instrumentos musicales, o coros de cantantes en las reuniones de la iglesia?


del libro: La Forma de la Iglesia, publicado por Libros Berea

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Amar A Cristo: Evidencia de Conversión (2)


J. C. Ryle


viene del número anterior
3. Si amamos a una persona, nos gusta leer sobre ella. Qué intenso placer da a una esposa una carta de su marido ausente o de su hijo ausente a su madre. Otros pueden ver poco que merezca la pena en la carta. Apenas pueden tomarse la molestia de leerla. Pero quienes aman al escritor ven en la carta algo que nadie más puede ver. La llevan consigo como un tesoro. La releen una y otra vez. Pues bien, lo mismo sucede entre el verdadero cristiano y Cristo. El verdadero cristiano se deleita en leer las Sagradas Escrituras, porque le hablan de su amado Salvador. No le resulta agotador leerlas. Rara vez necesita que le recuerden que lleve la Biblia consigo cuando sale de viaje. No puede ser feliz sin ella. ¿Y por qué es todo esto? Porque las Sagradas Escrituras dan testimonio de Aquel a quien ama su alma: Cristo.

4. Si queremos a alguien, nos gusta complacerle. Nos complace consultar sus gustos y opiniones, actuar según sus consejos y hacer las cosas que aprueba. Incluso nos negamos a nosotros mismos para satisfacer sus deseos, nos abstenemos de cosas que sabemos que no le gustan y aprendemos cosas a las que no estamos naturalmente inclinados porque pensamos que le harán placer. Pues bien, lo mismo sucede entre el verdadero cristiano y Cristo. El verdadero cristiano estudia para agradarle siendo santo, tanto en cuerpo como en espíritu. Le muestren algo en su práctica diaria que le desagrade y lo abandonará. Le muestren algo en lo que Cristo se deleita y lo seguirá. No se queja de los requisitos de Cristo por ser demasiado estrictos y severos, como hacen los hijos del mundo. Para él, los mandamientos de Cristo no son gravosos, sino una carga ligera. ¿Y por qué todo esto? Simplemente porque lo ama.

continuará, d.v., en el número siguiente

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UNA PREGUNTA IMPORTANTE

 "¿Cómo dices: Yo te amo, cuando tu corazón no está conmigo?"  
(Jue. 16.15)
    Es cierto que Dalila hizo esta pregunta a Sansón. Pero bien podría el Señor Jesucristo preguntarnos lo mismo. Él merece el amor de nuestro corazón.

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 ¿A quién no le gustan las rebajas? Reducen los precios, y dan oportunidades especiales para comprar y ahorrar dinero.
    Sin embargo, amigo, CONSIDERA ESTO: que con Dios no hay rebajas. Pero sí, hay un remate final.
    Dios no juega con con el precio. La paga del pecado es muerte, y nunca será reducida. Así declara la Biblia.
    Dios declara a todos: “El alma que pecare, esa morirá” (libro del profeta Ezequiel, 18.4). El precio: muerte.
    Jesucristo advierte a los religiosos: “En vuestro pecado moriréis; a donde yo voy, vosotros no podéis venir” (S. Juan 8.21).

    El apóstol S. Pablo lo dice también en la Palabra de Dios: “La paga del pecado es muerte” (Epístola a los Romanos 6.23).

      Dios no rebaja Su juicio del pecado. Si has pecado, el juicio y la ira de Dios te esperan, y pagarás. Después de muerto, irás al gran trono blanco (lee Apocalipsis 20.11-15) donde comparecerás ante Dios el Juez. Se abrirán los libros de las obras y todas las tuyas saldrán a la luz. Tus pecados demostrarán que eres culpable, y la sentencia será ejecutada. Serás lanzado al lago de fuego, es la muerte segunda. Esto será el remate final. En serio.
         ¿Tienes pecados? Si piensas que no, o tienes dudas, lee S. Marcos 7.20-23 para ver lo que Jesucristo dice. Verás que el problema del pecado viene de dentro de ti, de tu corazón. No es la sociedad, las malas amistades, etc. El pecado viene de tu propio corazón. Las reformas no valen, pues necesitas un cambio radical, una limpieza y transformación de corazón.
        Lee Romanos 3.23 y verás que “todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios”. Sí, amigo, Dios sabe que tienes pecado, y tendrás que pagar el precio completo. No hay descuentos. Acuérdate, el juicio divino viene, y tendrás que pagar. La iglesia, los santos y los sacramentos no pueden absolverte. No te engañes. Sólo Jesucristo puede perdonarte, limpiarte, y darte una vida nueva.
  ¿Cómo puede Jesucristo hacerlo? Porque Él cargó todos tus pecados en Su cuerpo, y pagó por ti, cuando murió en la cruz. ¡Pagó lo que no debió! Pagó el precio completo, como tu Sustituto.
    Si lo reconoces y confías en Él, obtendrás perdón, y Sus sufrimientos en la cruz serán aplicados a tu caso. ¡Pagado! Arrepiéntete de tus pecados, y recibe el perdón y la salvación de Dios por medio de la fe en el Señor Jesucristo, mientras haya tiempo. Porque si no, el juicio de Dios  llegará, y entonces verás que no hay rebajas.

 

 

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