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miércoles, 30 de noviembre de 2022

EN ESTO PENSAD - diciembre 2022

 Abraham y Lot
La Necesidad de la Separación
- parte 2
"Te ruego que te apartes de mí" (Gn. 13.9)

Lucas Batalla

 


viene del número anterior
Cuando Abraham inició la separación, Lot vio algo muy atractivo (vv. 10-11). Es interesante que el verso 10 dice que el verdor de la llanura del Jordán le pareció “como la tierra de Egipto”. Entonces, “escogió para sí” (v. 11). No tuvo deferencia para con su tío, sino escogió lo que le parecía lo mejor, pero sin saber que todo eso sería destruido. El creyente que escoge el mundo se equivoca como Lot, porque “el mundo pasa, y sus deseos” (1 Jn. 2.17). “Y se apartaron”. Era necesario para que Abraham recibiera la bendición de Dios. Después de separarse, cada día se alejaron más el uno del otro. Sin la influencia de Abraham, Lot fue de mal en peor.
    Abraham estuvo en el campo, pero Lot fue a las ciudades de la llanura, e iba acercándose a Sodoma (v. 12). ¿En qué tipo de ciudad querían estar Lot y su esposa? El verso 13 la describe así: “Mas los hombres de Sodoma eran malos y pecadores contra Jehová en gran manera”. Lo que entonces había en Sodoma y las ciudades vecinas, está hoy en todo el mundo. Este mundo se ha convertido en Sodoma, un lugar de perversidad que nos da vergüenza y asco. El gobierno de nuestro país legaliza la homosexualidad y el lesbianismo. Quieren borrar la distinción entre los sexos. Las mujeres se visten como hombres, y algunos hombres como mujeres. Pero aunque los gobiernos legalicen el pecado y la perversión, Dios nunca los legaliza. Debemos obedecer a Dios antes que a los hombres. Dios tiene unas normas y hay que respetarlas. Por ejemplo, las mujeres no deben llevar pantalones y cortar el pelo como los hombres. Dicen que es la moda, pero eso no importa, sino la voluntad de Dios. En la iglesia debemos vestirnos como santos, no como mundanos. Hace años que me sorprendí en un campamento “cristiano”, cuando algunas mujeres vinieron al estudio en bikini. Les protesté, pero no les pareció bien ni a ellas ni a los varones, y poco después yo y mi esposa abandonamos ese lugar. No debemos imitar a Lot, el hombre que no se separó sino se integró, y perdió la santidad y su testimonio.
    Hay quienes desean imponer los valores del mundo en las iglesias, y muchas, incluso asambleas de hermanos, han copiado esas modas y valores. Pero eso digo, hermanos, que hay que resistir, porque no debemos meternos en ese molde (Ro. 12.1-2). Seamos santos y piadosos, y esto incluya nuestra forma de vestir y hablar. 2 Corintios 6.14-7.1 enseña y enfatiza la necesidad de practicar la separación. No hay comunión entre lo santo y lo mundano. Aunque le dolió a Abraham separarse de Lot, era para su salud y bienestar espiritual. Leemos que “después que Lot se apartó de él”, Dios habló con Abraham (v. 14). Le dijo que alzara los ojos, no como Lot, sino para mirar a los cuatro puntos cardinales y ver toda la tierra. Confirmó Su promesa: “toda la tierra que ves, la daré a ti y a tu descendencia para siempre” (v. 15). Es unilateral, por lo que no puede ser invalidada por Israel. Es soberana, pues no depende de las naciones unidas ni otros. Y tampoco tiene fecha de caducidad, pues es “para siempre”. Lo que Lot escogió fue quemado y desapareció para siempre. Lo que Dios dio a Abraham será suyo eternamente, con gran bendición.  De eso aprendemos que Dios da lo mejor a los que no escogen para sí, como Lot, sino permitan que Dios escoja. Esto afecta todo área de nuestra vida. Dejemos a Dios dirigir nuestras vidas.
    Aunque la separación era necesaria, Abraham seguía amando a Lot. Cuando oyó que Lot había sido llevado cautivo (Gn. 14.12-16), armó a los de su casa y salió para atacar al enemigo y librar a su pariente. Arriesgó la vida por él, pero no volvieron a vivir juntos.
    El verso 18 relata que Abraham fue en sentido opuesto a Lot. Es otro resultado de la separación. Con el tiempo hay más distanciamiento. Se acercó a Hebrón, pero no moró en la ciudad sino en el campo, en el encinar de Mamre, y ahí edificó otro altar a Jehová.
    Hermanos, no estamos practicando debidamente hoy la línea divisora. Es bueno ser cortés y amable, pero no podemos andar con todos. No hay que esperar que se cansen y se vayan los que tienen otra línea de doctrina y práctica. Esas tensiones y conflictos pueden arruinar a una familia o iglesia, como las corrientes del mar que destruyeron la nave que llevaba a Pablo. “Pero dando en un lugar de dos aguas, hicieron encallar la nave; y la proa, hincada, quedó inmóvil, y la popa se abría con la violencia del mar” (Hch. 27.41).
    Recordemos la pregunta de Amós 3.3, “¿Andarán dos juntos, si no estuvieren de acuerdo?” Aunque nos duela, y aunque nos quedemos solos, tomemos la iniciativa y digamos: “te ruego que te apartes de mí”. La vida cristiana es una senda difícil, y ¿por qué no decirlo, de pocos amigos? Recordemos que es mejor estar solo que mal acompañado.
    Como aprendió Abraham, gran amigo es Dios de los que esperan en Él. Cuando se quedaron solos, Dios habló con Abraham para confirmar Sus promesas. Es como si dijera: “Hiciste bien. No te preocupes, yo soy tu amigo fiel”. Y Abraham tiene el apodo “Reuel” en hebreo (amigo de Dios), o “al Kalil” en árabe (el amigo). Es recordado con honor como amigo de Dios (véanse 2 Cr. 20.7; Is. 41.8; Stg. 2.23). Él escogió bien, y ahora queda preguntar si escogeremos como él.

de un estudio de Lucas Batalla   10 julio 2022

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El Cuerpo y la Piedad Práctica

Romanos 6.13 exhorta: "...presentaos vosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos, y vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia". Esta palabra "miembros" se refiere a nuestro cuerpo, a todas sus partes. Debe ser presentado a Dios en sacrificio vivo (Ro. 12.1-2). Solo así podemos comprobar la buena voluntad de Dios.
 

La boca:
David declaró: "He resuelto que mi boca no haga transgresión" (Sal. 17.3). ¿Podríamos decir lo mismo? Proverbios 4.24 aconseja a los hijos: "Aparta de ti la perversidad de la boca, y aleja de ti la iniquidad de los labios". Un refrán aconseja: "Si no tienes nada bueno que decir, mejor no hablar". Hermanos, presentemos nuestra boca a Dios para servirle. Debemos usarla para adorar, alabar, interceder y testificar.
 

Los ojos:
Job declaró: "Hice pacto con mis ojos; ¿Cómo, pues, había yo de mirar a una virgen?" (Job 31.1). El mundo invita cada día a pecar con los ojos, mirando lo que no debemos. Digamos con el salmista: "No pondré delante de mis ojos cosa injusta" (Sal. 101.3). Pongamos este texto en nuestro corazón, y también sería bueno pegarlo a la pantalla de cualquier aparato que usamos para conectarnos al internet. Si realmente oramos así: "Aparta mis ojos, que no vean la vanidad" (Sal. 119.37), ¿no es cierto que debemos quitar de casa el televisor? Presentemos nuestros ojos a Dios para servirle. "Abre mis ojos, y miraré las maravillas de tu ley" (Sal. 119.18). ¡No están en la tele!
    Y así por el estilo, debemos presentar cada miembro de nuestro cuerpo al Señor, en sacrificio vivo (Ro. 12.1).
 

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Nuestro Tema Único En La Cena del Señor

Hermanos, la Cena del Señor no es una reunión libre donde se puede hablar de cualquier tema. A algunos les cuesta aprender esta sencilla verdad. No es tiempo para enseñanza, exhortaciones, reportajes de ministerio, motivos de oración, testimonio personal, etc. Tenemos un solo tema: El Señor Jesucristo. ¿Cómo sabemos esto? Porque Él mandó: "Haced esto en memoria de mí". No solo hacemos memoria al tomar de los símbolos, sino en todo lo que cantamos, oramos y decimos durante la Cena del Señor.
    Si pido un himno de evangelización, o sobre la oración o la consagración, no estoy haciendo memoria de Cristo. Si enseño un texto o exhorto, no hago memoria de Él sino me desvío, y desvío las mentes de los demás. Cristo, Su Persona y obra, debe ser mi tema. Mis palabras deben dirigirse a Él, en oración, con gratitud, adorando, expresando cómo le aprecio. Alguien dijo que la adoración es la ocupación entera con la Persona de Cristo.

“Éste es mi Hijo amado...”  (Mr. 9.7)

    Parecido a Pedro en aquel momento, parece que algunos no saben lo que hablan en la Cena del Señor. En el monte de la transfiguración, Pedro debía enfocar toda su atención en la gloriosa Persona del Señor en cuya presencia estaban. Y nosotros, en la Cena del Señor debemos enfocar toda nuestra atención en nuestro Señor, y hablar solo del Señor, no de otras cosas. Él está entre nosotros, y los símbolos de Su pasión están en la mesa para guiar nuestros pensamientos. Sean todas nuestras palabras solamente de adoración, gratitud y alabanza, es decir, NO de enseñanza, testimonio, exhortación ni motivos de oración. Como en Apocalipsis 5, no hay otro tema sino Cristo, el Cordero de Dios, y Su obra redentora. “Digno es el Cordero que fue inmolado”.
“Haced esto en memoria de mí”
(1 Co. 11.24-25)

    Esta sencilla frase no habla solo del acto de participar de los símbolos, sino de toda la Cena del Señor, pues todo debe hacerse en memoria de Él. “En memoria” significa “trayendo a la mente, recordando”. Es una disciplina espiritual y mental que a veces parece que nos cuesta practicar. Desde el comienzo hasta el final de la Cena del Señor, no debe haber palabras sino las que hacen memoria de Él. Los himnos que cantamos deben centrarse en Él, Su Persona y obra redentora. Las oraciones, y las Escrituras leídas deben traer a Cristo a nuestra mente – no deben ser para exhortar o enseñar. ¡Es Su hora! Hay otras reuniones para enseñar, exhortar y testificar. Ésta es para hacer memoria de Él.
continuará, d.v.

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 ¡Escoge lo Mejor!



Pr. 21:9  "Mejor es vivir en un rincón del terrado que con una mujer rencillosa en casa espaciosa".
    "Rencilla: Cuestión o riña que da lugar a un estado de hostilidad entre dos o más personas" (R.A.E.). Reñir es reprender, contender o corregir con rigor o amenaza, disputar, altercar. La mujer rencillosa procede así en su matrimonio y familia, y arruina su casa. Estar sólo es mejor que estar mal acompañado.

Pr. 21:19  "Mejor es morar en tierra desierta que con la mujer rencillosa e iracunda".
    La repetición de esta expresión en Proverbios es para dar énfasis al tema. Además de su actitud agresiva y pendenciera, y su lengua suelta y aguda, esta mujer es dada a la ira, el enojo, los enfados y el mal humor. Aun el desierto es preferible que una morada con una mujer así. Antes de entrar en noviazgo, es aconsejable observar y conocer el carácter de la persona, porque si es mala, por hermosa que sea la fachada, sería una tortura vivir con ella.
    ¿Qué carácter demanda Dios de las mujeres que profesan piedad? Afable y apacible (1 P. 3.4). Prudente, casta, sumisa, respetuosa (Tit. 2.5; 1 P. 3.2). Las madres cristianas deben enseñar esto a sus hijas mediante su ejemplo y sus consejos.

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  ¿Qué Son los Libros Apócrifos?


La palabra "apócrifo" viene del griego y significa escondido o oculto. Los libros apócrifos aparecen en las Biblias católicas. ¿Por qué? Brevemente, en el siglo XVI la Iglesia Católica Romana, en su controversia con los protestantes, cambió la Biblia, al añadir siete libros al Antiguo Testamento. Esos libros nunca estuvieron en la Biblia hebrea. Pero ahora, los católicos dicen que los "protestantes" cambiaron la Biblia. En realidad usamos la misma Biblia que siempre, la que antes usaban los católicos, pero Roma la cambió después de quince siglos. Y ahora, tristemente, las sociedades bíblicas colaboran con Roma y aceptan fondos para imprimir Biblias "interconfesionales", que quiere decir, católicas, que contienen esos libros.
    El asunto es importante, porque Dios nos manda no añadir a Sus palabras. Proverbios 30.6 dice: "No añadas a sus palabras, para que no te reprenda, y seas hallado mentiroso". Domingo Fernández nos informa acerca de esos libros espurios, en su obra: "Los Libros Apócrifos: Una Biblia Adulterada".  proximamente disponible de Libros Berea

¿Treinta y nueve o cuarenta y seis libros?

    En lo que se refiere al Nuevo Testamento no hay diferencia ninguna entre las versiones católicas y evangélicas. Pero en el Antiguo Testamento sí hay diferencia. Hasta ahora el Antiguo Testamento en las versiones evangélicas se componía de 39 libros. El Antiguo Testamento de las versiones católicas se compone de 46 libros; y varios capítulos añadidos a los libros de Ester y Daniel. Los siete libros añadidos son:

     Tobías, Judit, Sabiduría, Eclesiástico, Baruc, 

     Primero y Segundo de Macabeos.

¿Por qué se les llama Apócrifos?

    El primero en calificarlos de apócrifos fue San Jerónimo, traductor de la Vulgata Latina. Dice un autor católico:

“el nombre apócrifos se aplica entre los católicos a escritos de carácter religioso no incluidos en el canon de la Escritura que, si bien no son inspirados, pretendieron tener origen divino o fueron algún tiempo considerados como sagrados”. (Verbum Dei, tomo 1, pág. 299.) 

La palabra “apócrifo” viene a ser sinónimo de falso. Los evangélicos nunca hemos aceptado los Libros Apócrifos como inspirados por Dios.

Los Libros Apócrifos nunca estuvieron en el canon

    Los libros inspirados que componen el Antiguo Testamento fueron escritos en hebreo, por profetas hebreos y dirigidos al pueblo hebreo. El apóstol Pablo afirma, bajo inspiración divina, que la Ley de Dios fue promulgada para el pueblo israelita (Ro. 9.4). Y que Dios encomendó al mencionado pueblo el cuidado o preservación de las Sagradas Escrituras (Ro. 3.1-2). Dice el autor católico M. Chasles lo siguiente:

“Para el pueblo judío fue escrito primeramente el Antiguo Testamento. Él lo recibió en depósito. Las Escrituras nos han sido transmitidas por Israel, y con ese espíritu escrupuloso que ha asegurado la conservación de las costumbres hebreas” (Qué es La Biblia, pág. 33). 

La confesión o declaración de este autor católico es de capital importancia en relación con el tema que estamos considerando.
    Esos llamados Libros Apócrifos no fueron escritos en hebreo, ni por profetas hebreos inspirados por Dios. Nunca formaron parte del Antiguo Testamento hebreo. Cuando los mencionados libros entraron a formar parte de la versión griega de la Biblia, los israelitas convocaron un concilio que se reunió en Jamnia, con el propósito de considerar la naturaleza de los libros agregados a la versión griega. Para determinar si un libro es o no inspirado, aquel Concilio estableció las bases siguientes:

    a) El libro debe estar de acuerdo con la Ley de Moisés.
    b) Debe haberse originado en Israel.
    c) Debe haber sido escrito en hebreo.
    d) Debe haberse escrito antes de la muerte de Esdras.

    Como los mencionados libros no llenaban los requisitos establecidos por el Concilio, éste determinó que no tenían derecho a formar parte del conjunto de libros inspirados por Dios. Los hebreos siempre han creído que fue Esdras quien fijó, bajo inspiración divina, el canon o catálogo de los libros inspirados del Antiguo Testamento. Y, en términos generales, se puede decir que los Libros Apócrifos fueron escritos entre el año 150 antes de Cristo y el año cien de la era cristiana. Por lo menos dos siglos después de la muerte de Esdras.
    El autor católico M. Chasles dice: “Siete libros del Antiguo Testamento (católico) no fueron admitidos en el número de las Escrituras por los doctores de la Ley en Jerusalén. En la época de Jesucristo y de los apóstoles, Jerusalén tenía su Biblia hebrea, treinta y nueve libros”. Los traductores de la versión griega comentan: “tradujeron del hebreo los 39 libros que componen la Biblia hebrea de Jerusalén, y luego agregaron otros siete libros de los que sólo tenían el original griego” (Qué es La Biblia, pág. 27 y 29).

    Esta sincera, franca y veraz declaración de un católico sitúa a los Libros Apócrifos fuera del catálogo de los libros inspirados. Fueron “agregados” por quienes no tenían autoridad para agregar.
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    Pero, amado lector, todo eso no debe quedarse como un mero tema intelectual. Tenemos la Biblia sin añadiduras, y es digna de nuestra fe. La bendición no está en tenerla, sino en leerla, conocerla, creer y obedecerla. Ése es el camino de la bendición (Stg. 1.22).

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 LOS HIJOS: ¿Alegría o Alboroto?

Hace poco, orando en casa, nuestro hijito de cuatro años dijo: “Señor, ayúdame a mirar Tus ojos y hacer lo que Tú dices”. Qué forma más sencilla de expresar la idea del Salmo 32, versículos 8 y 9: “Te haré entender, y te enseñaré el camino en que debes andar; sobre ti fijaré mis ojos. No seáis como el caballo, o como el mulo, sin entendimiento, que han de ser sujetados con cabestro y freno”. Así quisiéramos responder nosotros como padres a Dios; no como el mulo, carente de entendimiento, que ha de ser llevado de un lado para otro, sino con un corazón sumiso que ya resolvió obedecer, y sólo espera ser guiado por el ojo de su Señor. En oración pedimos esta calidad de obediencia para nosotros y para nuestros hijos.
    Toda victoria que Dios nos ha dado en nuestra experiencia surgió cuando, agotados nuestros recursos, reconocimos nuestra derrota personal. Sólo entonces tomó Él las riendas para realizar Su obra en nosotros. Es con nuestros hijos, más que nada, que nos vemos obligados a depender totalmente del Señor.

Educar Es Más Que Enseñar


    En Proverbios 22:6 Dios ordena y promete: “Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartar de él”. La palabra “instruye” en este pasaje debería traducirse “educa” porque en el original implica mucho más que la mera enseñanza del niño. Muchos de nosotros enseñamos el camino correcto a nuestros hijos, pero no los educamos para seguir ese camino. Al niño se le puede educar a obedecer voluntariamente a sus padres y a confiar en ellos.
    El diccionario da la siguiente definición: Educar es “desarrollar el vigor físico y la inteligencia; dirigir la voluntad”. Esto es lo que Dios quiere que hagamos con nuestros hijos.

Todos Los Padres Educan A Sus Hijos

    Consciente o inconsciedntemente, todos nosotros estamos educando a nuestros hijos. Cuando le pedimos a nuestro hijo que haga algo, y no lo hace, le estamos educando a esperar hasta oír la orden dos veces antes de obedecer, o hasta que levantemos la voz, o hasta que le amenacemos. Le podemos educar a obedecer inmediatamente después de pedirle algo una sola vez y en un tono de voz normal. La clave está en la educación.
    El niño a quien sólo se le ha enseñando “el camino a seguir”, puede oír otras enseñanzas y apartarse del camino. Pero, la promea al padre que educa a su hijo es: “CUANDO FUERE VIEJO NO SE APARTARÁ DE ÉL”.
    Vemos dos ejemplos en la Biblia. Uno, el de un niño que fue educado en el camino que debía seguir, y otro, el de dos hermanos a quienes solo se les enseñó el camino a seguir pero no se les educó.
    En 1 Samuel 1:11 Ana pidió al Señor un hijo. Su oración era en efecto: “Señor, dame un hijo y te lo dedicaré”. No dijo: “Señor, si me das un hijo haré todo lo que pueda para enseñarle que Te sirva, y si él quiere, si no se opone, lo llevaré al templo para que Te sirva”. No dudó, no por un instante, de que Samuel haría lo que ella decidiera. 1 Samuel 1:27-28 dice: “Por este niño oraba, y Jehová me dio lo que le pedí. Yo, pues, lo dedico también a Jehová todos los días que viva, será de Jehová. Y adoró allí a Jehová”. Samuel fue al templo y sirvió y ayudaba de buena gana al sacerdote Elí. En 1 Samuel 3, es evidente que Samuel fue educado para obedecer; cuando era jovencito, se levantó tres veces de su cama para correr hacia Elí y preguntarle qué deseaba. Además, sirvió al Señor durante toda su vida.
    En contraste tenemos a los dos hijos del sacerdote Elí. 1 Samuel 2:12 dice: “los hijos de Elí eran hombres impíos, y no tenían conocimiento de Jehová”. La Biblia nos dice que los hijos de Elí eran desobedientes e inmorales. Elí sabía lo que sus hijos estaban haciendo y sin duda les había enseñado a hacer el bien. En 1 Samuel 2:23-24 Elí los reprende: “Y Elí les dijo, ¿por qué hacéis cosas semejantes? Porque yo oigo de todo este pueblo vuestros malos procederes. No, hijos míos, porque no es buena fama la que yo oigo, pues hacéis pecar al pueblo de Jehová”. Pero solo reprender no es educar.
    Elí descuidó [aparentemente] la educación de sus hijos: “ellos no oyeron la voz de su padre”. Y Jehová quitó el privilegio de ser sacerdotes a las generaciones subsiguientes de Elí. En 1 Samuel 3:13 dice: “Y le mostraré que yo juzgaré a su casa para siempre, por la iniquidad qu él sabe; porque sus hijos han blasfemado a Dios, y él no los ha estorbado”. Elí honró más a sus hijos que a Jehová (1 S. 2:29).
    Elí amaba al Señor, era honesto y sincero, despempeñaba correctamente su puesto sumosacerdotal, pero no educó a sus hijos a obedecer.

por A. Fabrizio y P. Fabrizio

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¿Feliz Cumpleaños?


Así me dijeron en enero, ¡pero yo nací en julio! “Gracias de todos modos”, dije, “pero hoy no es mi cumple”. “¿No? Cuándo es?” respondieron. Cuando supieron la fecha, dijeron, “Bueno, no importa la fecha, felicidades de todos modos”. Parece graciosa la respuesta. Así no dicen: “Oh, nos equivocamos de fecha”.
    Algo similar pasa en la Navidad. Cristo no nació en diciembre, pero les da igual, van a celebrar porque sí. Si alguien pregunta cuándo nació, la respuesta es que no sabemos la fecha. Es seguro que no nació en diciembre porque en los meses de frío, lluvias y nevadas en la zona de Belén, no hay pastores ni ovejas en el campo. Durante octubre empiezan a retirar los rebaños de los campos. Además, los primeros cristianos no celebraron Su nacimiento. No hay fiesta de Navidad en el Nuevo Testamento – los apóstoles no enseñaron a nadie a conmemorar el nacimiento de Cristo. ¡Busca en la Palabra y verás que es así!
    Y si lo pensamos fríamente, sabemos que no es nada especialmente cristiano, pues en todo el mundo millones de personas incrédulas se festejan en Navidad. La fiesta tiene sus orígenes, no en la Biblia, sino en tradiciones paganas – una fiesta de gran desenfreno para celebrar el solsticio de invierno – el comienzo del invierno (en el hemisferio del norte, y en el del sur, el comienzo del verano). Los romanos llamaron esas fiestas: “Saturnalia”, y si te informas sobre ellas, no te va a gustar lo que aprendes.
 
    Al Señor no le interesa eso de Su cumpleaños. Él nació para morir. Claro que estamos agradecidos que naciera. Pero no cabe duda que nuestra redención está basada en Su muerte y resurrección. Por eso, el Señor, la noche que fue entregado, instituyó “La Cena del Señor”, en memoria de Su muerte. Las Escrituras dicen así: “...la muerte del Señor anunciáis hasta que él venga” (1 Co. 11.26). Cada primer día de la semana es nuestro privilegio recordar Su muerte expiatoria, y anticipar Su venida.
    Sabemos que el mundo no va a cambiar, porque le gustan sus fiestas. Pero es extraño que un cristiano no cambie sino se aferre a las costumbres paganas. No celebra Halloween, porque reconoce que es pagano, pero ¿por qué no puede reconocer que la Navidad también tiene orígenes paganos? No puede ser "cristianizada". ¿Qué parte tenemos en toda su feria de vanidades? No debemos conformarnos al mundo, sino vivir para agradar al Señor.  
 
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¿Cuánto Dinero Necesitas?

CON EL DINERO PUEDES COMPRAR:
Casa, pero no hogar. Libros, pero no sabiduría.
Lujo, pero no belleza. Diversión, pero no felicidad.
Sexo, pero no amor. Cama, pero no sueño.
Alimento, pero no apetito. Comodidad, pero no paz.
Compañero, pero no amistad. Medicina, pero no salud.
Velas, pero no bendición. Misa, pero no perdón.
Religión, pero no salvación. Nicho, pero no el cielo.

Con dinero puedes impresionar e influir a los hombres, pero no a Dios. El Señor Jesucristo no tuvo nada bueno que decir de los ricos.
 
¡Qué vanidad es el vivir para el dinero! El dinero es el pasaporte universal a todos los lugares menos al cielo. Hay muchas religiones que cobran y recaudan, y ninguna de ellas es de Dios. No podemos comprar el favor de Dios. Sólo Jesucristo da lo que el dinero no puede obtener. Él dijo: "¿qué aprovechará al hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?" (Marcos 8:36). ¿Sabes la respuesta a esta pregunta del Señor? La respuesta es: "nada aprovechará", pero algunos no lo creen. Amigo, el dinero puede entretenerte, pero no puede salvarte, ni vale en la eternidad, que es a dónde  vas. "No con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo", dice el apóstol Pedro acerca de la salvación de Dios. Dios no salva a nadie por dinero. Nadie obtiene Su favor a cambio de ofrendas o limosnas. Dios no cobra por la sangre de Su Hijo (1 Pedro 1:18-19), y si cobrara, nadie tendría suficiente para pagar, porque su valor es infinito. ¡Acuérdate de esto la próxima vez que tengas que pagar una misa! El apóstol Pablo dice: "nada hemos traído a este mundo, y sin duda NADA podremos sacar" (1 Timoteo 6:7). Acuérdate de que "nada" es un absoluto. Así la Palabra de Dios advierte a todos los que aman al dinero y las cosas materiales, sean ricos o pobres, caciques o criados. El coche fúnebre no lleva remolque. La muerte es la "igualatoria divina".
    Acerca del dinero, Dios nos aconseja así: "No te afanes por hacerte rico; sé prudente y desiste. ¿Has de poner tus ojos en las riquezas, siendo ningunas? Porque se harán alas como alas de águila, y volarán al cielo. No comas pan con el avaro, ni codicies sus manjares" (Proverbios 23:4-6).
    En cambio, la Palabra de Dios, y la vida eterna – son para siempre! "Mejor me es la ley de tu boca que millares de oro y plata" (Salmo 119:72).
 

miércoles, 9 de noviembre de 2022

EN ESTO PENSAD - noviembre 2022

 Cómo Hablar En La Cena Del Señor

Dan Snaddon

A través de los años se ha desarrollado entre nosotros la tendencia de ministrar la Palabra en la Cena. A menudo, este ministerio es de naturaleza general, y tiene poco que ver con el objetivo de nuestra reunión. Parece que algunos hermanos consideran que es un tiempo para ensayo de futuros predicadores, o una especie de “reunión libre” donde se puede comentar cualquier cosa. Pero actuar así, aunque es nuestra tradición, y la tradición se hace ley, no es correcto, simplemente porque no es adoración. Adorar es ocuparse enteramente con la Persona divina.

El profeta (o maestro) ministra al pueblo. Eso no es adorar
 
   Por eso soy de la opinión de que si se ministra la Palabra antes de participar de los símbolos, debe ser dos cosas: primero, muy breve, y segundo, enfocado solo en la Persona y obra del Señor. No debe haber testimonio, enseñanza ni exhortación, sino solo unas breves palabras sobre el Señor, para guiar nuestras mentes al Calvario y a Su Persona. Entonces, escuchando esa exaltación de Cristo, nuestros corazones se ablandan y nos acercamos a Él. Es como si el que habla nos hiciera partícipes de su adoración, no de sus conocimientos. Es el único tipo de ministerio provechoso durante la Cena del Señor.
El sacerdote adora y ministra a Dios.
    Insisto que hay una diferencia sustancial entre “ministerio” y “adoración”. Ministerio es algo que viene a nosotros de parte de Dios, para nuestra edificación, exhortación o consolación (1 Co. 14:3). Es ejercitado por el instrumento que Dios ha preparado y a quien ha entregado el don para este propósito. Esto es lo que es el ministerio en su sentido ideal. Desafortunadamente, hoy no todo ministerio es así.
    La adoración es algo totalmente distinto. Se genera en el corazón de los que están ocupados con Dios, Sus atributos y obras. Entonces asciende a Dios a través del Espíritu Santo, como olor grato.
    El ministerio desciende de Dios. La adoración asciende a Dios. Ya que la adoración es la forma suprema del servicio de un creyente, debemos aprender a adorar. El Padre busca adoradores (Jn. 4:23), y todo creyente debe acercarse así.
    Podríamos comparar la diferencia entre el ministerio y la adoración con el trabajo del profeta y el del sacerdote. El profeta habla al pueblo de parte de Dios. Digamos que tiene su rostro hacia los hombres, y les habla. El sacerdote, en cambio, habla a Dios y ministra a Dios, presentando sacrificios y alabanzas. Tiene el rostro hacia Dios, no los hombres, y habla a Dios en presencia de los hombres.
    Pero en la Cena del Señor, cuando los hermanos comienzan a dar un pensamiento, o ministrar la Palabra, tristemente no actúan como sacerdotes, sino como profetas. Su rostro no está debidamente hacia Dios sino más bien hacia los hombres. Este comentario no es para despreciar a tales hermanos ni el ministerio de la Palabra. Solo indicamos que la Cena del Señor no es el momento para hacer esto, porque nuestro propósito único en esa reunión es hacer memoria del Señor, Su Persona, Su muerte, resurrección y venida.

del libro Preparados Para La Cena del Señor, Libros Berea

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¿Tienes Ambiciones Sociales?

Algunos buscan siempre subir en este mundo. No están contentos trabajando, sino desean ser jefes. Desean darse a conocer, y codearse con los que ocupan posiciones importantes en la sociedad: algún rico, o el jefe de la policía, o algún ministro del gobierno, o aun el presidente. Pero nuestro Señor era humilde, tomó forma de siervo, y era amigo de pobres y pecadores. Considera lo que William MacDonald escribió acerca del una mujer que no tenía ambiciones sino estaba contenta donde estaba:

“Yo habito en medio de mi pueblo” (2 Reyes 4:13).

Una mujer prominente en Sunem brindaba hospitalidad a Eliseo cuando pasaba por allí. Cierto día sugirió a su marido que construyeran una habitación adicional para que el profeta pudiera tener un aposento propio. Deseando recompensar su bondadosa hospitalidad, Eliseo le preguntó qué podía hacer por ella, quizás presentarla al rey o al comandante del ejército. Su respuesta sencilla fue: “Yo habito en medio de mi pueblo”. En otras palabras: “soy feliz con lo que tengo en la vida. Amo a la gente común entre la que vivo. No deseo moverme entre los personajes encumbrados de la sociedad, ni me atrae codearme con gente famosa”.
    ¡No cabe duda que era una mujer sabia! Aquellos que nunca están contentos si no se rozan social o políticamente con los famosos, los acaudalados y los aristócratas, a menudo tienen que aprender una lección importante. Que la mayoría de la gente más escogida de la tierra nunca aparece en primera plana, o en este caso, en la sección social del periódico.
    He tenido roce con los de renombre en el mundo evangélico, pero debo confesar que, en su mayor parte, la experiencia ha sido desengañadora. Cuanto más veo lo que es el bombo publicitario en la prensa evangélica, más decepcionado me siento. Si tengo que elegir, dénme a aquellos ciudadanos humildes, honestos y sólidos a quienes este mundo no conoce pero que son bien conocidos en el cielo.
    A. W. Tozer describe bien mis sentimientos cuando escribe: “Creo en los santos. Conozco a los comediantes, a los promotores, a los fundadores de diversos movimientos religiosos que ponen su nombre al frente de los edificios para que la gente sepa que ellos los erigieron; conozco a estrellas del deporte que se dicen convertidos. Conozco a toda clase de cristianos raros por todos los Estados Unidos y Canadá, pero mi corazón busca a los santos. Quiero conocer a los que son como el Señor Jesucristo... En realidad, lo que debemos desear y tener es la belleza del Señor nuestro Dios resplandeciendo en corazones humanos. Un santo verdadero es una persona magnética y atractiva que vale más que quinientos promotores e ingenieros religiosos”.
    Charles Simeon se hace eco de sentimientos semejantes: “Desde el primer día  hasta la hora presente he puesto de manifiesto... que mi trato social ha sido con lo excelente de la tierra y que cada uno de ellos, a causa del Señor, se esfuerza hasta el límite de su fuerza para mostrarme su bondad”.
    Así que, ¡flores para la mujer de Sunem! por la percepción espiritual de sus palabras: “Yo habito en medio de mi pueblo”.

    William MacDonald, De Día en Día, CLIE

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¡ESCOGE LO MEJOR!

Pr. 19:1  “Mejor es el pobre que camina en integridad que el de perversos labios y fatuo”.
    He aquí el valor de la integridad, pero pocos lo valoran debidamente. Ser íntegro es algo que hay que cultivar y cuidar. Según la R. A. E. la persona íntegra es recta, proba, intachable. Si vivimos así, será difícil adquirir riquezas en este mundo. Ahora bien, no es mejor ser pobre a menos que camines en integridad. Pero el pobre que es íntegro y honesto es dichoso. En tal caso, su único problema es la pobreza. Recuerda que Jesucristo escogió ser pobre (2 Co. 8.9; Fil. 2.7-8). Santiago nos dice: “¿No ha elegido Dios a los pobres de este mundo, para que sean ricos en fe y herederos del reino que ha prometido a los que le aman?” (Stg. 2.5)
    En cambio, los necios tienen labios perversos, y causan para sí y para los demás problemas. “El pobre habla con ruegos, mas el rico responde durezas” (Pr. 18.23). No todos los necios son ricos, pero los que sí, piensan que su dinero les da derecho a hablar de cualquier manera. Afrentan y oprimen al pobre (Stg. 2.6). Muchos ricos blasfeman (Stg. 2.7), mienten, se enorgullecen, y no quieren asociarse con los pobres. Viven neciamente, pero sus riquezas no les sacarán de sus problemas. En Lucas 12.16-21 Cristo dio la parábola de un rico al que Dios llamó: “necio”. Amemos la integridad, no las riquezas.

Pr. 19:22  “Mejor es el pobre que el mentiroso”.
    Es parecido al texto anterior, pues mejor es decir la verdad, ser honesto, y ser pobre, que mentir o manipular para ganar dinero o para no perderlo. Voltaire dijo sarcásticamente que en cuanto al dinero, todos los hombres son de la misma religión. Los creyentes debemos enseñar por nuestra conducta que no es así. Si uno es pobre, pero tiene integridad y dice la verdad, no tiene por qué envidiar a los ricos. “El pobre e íntegro es mejor que el hombre con riquezas que miente.  El pobre da a otros, pero el rico se niega, razonando que ahora mismo no puede. Promete, pero no hace nada” (Bridges, Comentario sobre Proverbios). “Me gustaría ofrendar más, pero no puedo”. “Nos gustaría darte más, pero no podemos”. Proverbios 3.28 manda: “No digas a tu prójimo: Anda, y vuelve, y mañana te daré, cuando tienes contigo qué darle”.

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Abraham y Lot
La Necesidad de la Separación


Lucas Batalla

Texto: Génesis 13.1-18
 

En Génesis 12 vimos que Dios llamó a Abraham a salir de su tierra, parentela y la casa de su padre (v. 1), pero por alguna razón, Lot le acompañó. Esto a la larga causó problemas,
porque, aunque aparentemente era creyente, Dios no llamó a Lot ni le dio la tierra como a Abraham. 2 Pedro 2.7 dice: “el justo Lot”, pero no sabemos en qué sentido o medida, ni cuándo ni cómo se convirtió, si antes de salir de Ur, o en Harán, o luego en Canaán. Su vida y familia no dan un ejemplo bueno que seguir.
    Génesis 13 comienza con la subida de Abraham de Egipto a Canaán, “y con él Lot” (v. 1). Había adquirido muchas riquezas (v. 2), y dice el verso 5 que Lot también tenía muchas posesiones. El verso 3 informa que Abraham “...volvió... hacia Bet-el”, “al lugar del altar que había hecho allí antes; e invocó allí Abram el nombre de Jehová” (v. 4). En Egipto había vivido alejado de Dios, en un país pagano. Vivir en amistad con los del mundo no es bueno. Estamos en el mundo, pero no somos del mundo (Jn. 17.14). No parece que le importaba a Lot vivir en Egipto, pues luego fue a vivir en Sodoma. Andaba como una nave sin timón. Pero Abraham debía estar en la tierra que Dios le indicó, y tener su tienda cerca del altar.
    Abraham y Lot representan dos clases de cristianos. Uno es santo y separado del mundo porque busca la comunión con Dios. El otro cree en el Dios verdadero, pero tiene los ojos puestos en el mundo. Los gustos de Lot y su esposa los llevaron a Sodoma, y terminaron perdiendo todo. Mejor les hubiera sido quedarse en Ur o en Harán. Abraham era un hombre de oración – invocó el nombre de Jehová en el lugar del altar. Pero Lot nunca hizo un altar, ni leemos ninguna oración suya. Abraham vivía por fe, como extranjero (He. 11.8-9), pero la Biblia no dice eso acerca de Lot. Los versos 5-7 relatan el conflicto que surgió entre los pastores de Abraham y los de Lot, porque tenían muchos bienes y la tierra no era suficiente (v. 6). Menciona al cananeo y al ferezeo (v. 7), es decir, que los del mundo observaban el altercado. Hay que cuidar siempre el testimonio ante los del mundo, pero Lot intentó arreglar la situación. La tierra no era suya, pues Dios no le prometió nada, y debía deferir a Abraham, pero no actuó.
    Curiosamente, Abraham tomó la iniciativa para resolverlo (vv. 8-9). Era pacífico, y no quería altercado. Pero tampoco propuso una tolerancia mutua en la que cada uno cedía un poco y respetaba las opiniones del otro. El patriarca siguió la paz, y fue cortés como siempre, pero observad, hermanos, que esa paz vino por la separación. “Te ruego que te apartes de mí” (v. 9). Aunque eran los dos creyentes, y parientes, no debían andar juntos. A muchos les parece duro esto, y no tienen suficiente madurez o discernimiento espiritual para entenderlo. Preguntan: “¿Por qué no podemos estar juntos, pues somos hermanos?” Observa que Abraham dijo: “somos hermanos” (v. 8), pero insistió en la separación (v. 9).
    Parece que a Abraham le costó obedecer a Dios en eso de su sobrino, pero al final vio que era necesario. Si le hubiera dicho eso antes de salir de Ur, o Harán, se habría librado de esos problemas. Hay quienes son creyentes y parientes o amigos, pero que no deben andar juntos, porque no están de acuerdo (Am. 3.3). Quizás nos cuesta separarnos de ellas, por lazos familiares o de amistad, pero hay que obedecer a Dios. Puestos a escoger, debemos imitar lo espiritual, lo que nos acerca más a Dios, no al mundo. Siglos después, el apóstol Pablo escribió: “sed imitadores de mí”, no de otros (1 Co. 11.1; Fil. 3.17). El apóstol Juan enseñó: “Amado, no imites lo malo, sino lo bueno” (3 Jn. 11). Recordemos esto, e imitamos a Abraham en su importante decisión de la separación.
continuará, d.v., en el siguiente número

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 ¡Digno Es El Cordero!

“¿Quién es digno?...no se había hallado a ninguno digno”.
“Digno eres... El Cordero que fue inmolado es digno”.
(Ap. 5:2, 4, 9, 12)

“Digno” es una palabra clave en este pasaje. La gran pregunta lanzada en el cielo es: “¿Quién es digno?” La respuesta – nadie. Juan, viendo que no se hallaba a ninguno digno, lloró. Es el único caso registrado de alguien que llora en el cielo. Y se le dijo: “No llores” (Ap. 5:5).
    Tenía que aprender lo que todo el cielo sabe, y ahora nosotros también lo sabemos por la gracia de Dios: sólo el Cordero de Dios es digno. En el cielo nadie adora a la virgen, los santos, los ángeles ni los cuatro seres vivientes. ¡Nadie habla de la dignidad del ser humano! Todo el cielo adora únicamente a Dios y al Cordero. De eso se ocupan en los capítulos 4 y 5 de Apocalipsis, dándonos ejemplo. Aquí abajo, los creyentes unimos nuestra voz a las del cielo. Hermanos, una de las formas más puras de adoración es proclamar la dignidad del Cordero.
    En el cielo doblan la rodilla y se postran en adoración. Dentro de no mucho, toda rodilla se doblará en la tierra y debajo de la tierra, y toda lengua confesará que Jesucristo es el Señor. Pero ahora, congregados en Su Nombre, adoramos, confesamos la gran dicha de Su señorío, y proclamamos gozosos: “Digno eres...porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios” (Ap. 5:9).

Carlos

Digno de gloria y alabanza, y digno de honor es Él,
Digno de gloria y alabanza, y digno de honor es Él,
Me ha redimido, sí, con Su sangre, sí.
Mi espíritu liberó.
¡Digno de gloria y alabanza y digno de honor es Él!
¡Digno de gloria y alabanza y digno de honor es Él!

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Cuando Las Oraciones No Son Contestadas


“Cuando extendáis vuestras manos, yo esconderé de vosotros mis ojos; asimismo cuando multipliquéis la oración, yo no oiré; llenas están de sangre vuestras manos” (Is. 1:15).
"A consultarme venís vosotros? Vivo yo, que no os responderé, dice Jehová el Señor" (Ez. 20.3).
Las Escrituras dan varias razones por las que nuestras oraciones pueden ser impedidas o no contestadas. Entre ellas están las siguientes:

· Si obstinamos y persistimos en pecar, aun después de  repetidas exhortaciones – apartando nuestro oído para no oír la Palabra de Dios (Pr. 28:9).
· Si permitimos un pecado encubierto – una persona o la asamblea (Pr. 28:13).
· La perversidad y desobediencia a la Palabra, y falta de arrepentimiento (Is. 1:15; Ez. 8:18).
· La doblez de corazón, doble ánimo (Stg. 1:6-8).
· Por dudar de la fidelidad de Dios (Mr. 11:24; Stg. 1:7).
· Por pedir algo que es contrario a la voluntad de Dios (1 Jn. 5:14-15).
· Si pedimos por motivos egoístas o carnales (Stg. 4:3), no para la gloria de Dios.
· Si no perdonamos de corazón las ofensas de otros (Mr. 11:25), sino guardamos rencor. Si tenemos ofensas no confesadas, sin reconciliarnos.
· Los esposos que descuidan o desprecian a sus esposas (1 P. 3:7).
· Cuando pedimos a Dios misericordia para los no arrepentidos (Jer. 7:16).
· Si resistimos durante tiempo sin arrepentirnos, y luego, cuando llegue el castigo, clamamos a Dios (Pr. 1:27-28; Jer. 11:11, 14).
· Si consultamos insinceramente a Dios, con fachada de piedad, pero seguimos practicando el pecado. (Ez.  20:3, 31). En ese caso eran los ancianos de Israel, y Dios rehusó ser consultado por ellos.

– adaptado de un calendario devocional

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¿Qué Hay de Malo en Practicar Yoga?


Se escucha hoy en muchos lugares, incluso de médicos, los beneficios de practicar Yoga. En algunos casos es un mal uso de la palabra, cuando realmente quieren decir ejercicios de rehabilitación, por ejemplo, pilates. Pilates fue desarrollado por Joseph Pilates al final de la Primera Guerra Mundial. Su propósito era la rehabilitación de soldados heridos. Tales ejercicios no son Yoga. Lo que realmente es Yoga tiene un enfoque no bueno, que se mete en el mundo de la mente y el espíritu. El cristiano no debe involucrarse en nada así. 
    Escribe el finado hermano Dennis Swick:

    Yoga proviene del vocablo sánscrito “yug” que se puede traducir como “acción de poner el yugo.” Max Muller asegura que el fin del yoga es “desunir, separar, aislar el espíritu (purusha) de la materia (prakriti) devolviendole su pureza esencial y originaría”.
    El yoga creció al margen del hinduismo. Postula la existencia de un dios, la única alma que nunca será sometida a los procesos de la reencarnación y que ayudará al hombre entregado a la meditación en sus esfuerzos por liberarse. Este último estado es el perfecto aislamiento y supresión del sufrimiento.
    En los “yogasutras” o “aforismos” de Patanjali se encuentra la definición e interpretación de los ocho grados o etapas de yoga. Los primeros dos representan una preparación interior mientras los últimos tres pasos marcan diferentes etapas de concentración y constituyen propiamente el yoga. “El yoga, aunque multiforme en sus métodos, según el maestro de turno, consiste en coordinar la actividad del hombre para llevarle a un estado de concentración liberadora, o sea, un estado alterado de conciencia. Todos los ejercicios, posturas, y formas de respirar tienen como fin la liberación del alma (man/purusha) de la cárcel que es el cuerpo (prakrti). El sufrimiento humano se debe al hecho de creer que el alma está ligado indefectiblemente al cuerpo. Si uno alcanza el verdadero conocimiento (prajna), puede liberarse del ciclo de reencarnaciones, uniéndose al Eterno (Brahman/Nirvana). Esta liberación del alma se denomina moksha”.

    · Restricción (comportamiento disciplinado) – yama.
    · Observancias (autopurificación) – niyama.
    · Postura (posturas coporales) – asana.
    · La regulacion de la asperacion – pranayama.
    · El retraerse de los sentidos – pratyahara.
    · Concentracion (fijacion de la mente en un objeto) – dharama.
    · Meditacion – dhyana.
    · Samadhi o trance – Existen dos niveles de samadhi : el bajo y el alto.

Las ocho etapas del Yoga:
   · Yama
   · Niyama
   · Asana
   · Pranayarma
   · Pratyahara
   · Dharama
   · Dhyana
   · Samadhi
   · Final – La liberación del alma – Nirvana – Brahman

Respuesta Bíblica
    El Yoga no es de ninguna manera compatible con el verdadero cristianismo, porque es un yugo desigual (2 Co. 6.14-7:2). No es una práctica inofensiva. No es el camino hacia la libertad, sino usa ciertos ejercicios físicos unidos con una filosofía esotérica, que viene a ser el ocultismo.
    El único camino a la libertad es Jesucristo (Jn. 14:6). Todo ser humano es por naturaleza un pecador (Ro. 3:23). Su carne, alma y espíritu morirán (Ez. 18:4; Romanos 6:23; Ap. 20:12-14). Pero Jesucristo pagó el precio, el castigo por nuestros pecados con Su sangre (Ro. 5:8). Uno entra en verdadera libertad (Jn. 8:32) cuando se arrepiente, incluso de falsas creencias, y cree (confía) en el Señor Jesucristo (Jn. 1:12), como su único Señor y Salvador (Hch. 4:12).
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    “Desecha las fábulas profanas y de viejas. Ejercítate para la piedad; porque el ejercicio corporal para poco es provechoso, pero la piedad para todo aprovecha, pues tiene promesa de esta vida presente, y de la venidera” (1 Ti. 4.7-8).

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¿Qué Pasará A Los Que Mueren Sin Creer?


Es el caso triste de un hombre rico que murió sin creer, sin ser salvo, y lo que le sucedió después de muerto. En la vida ese hombre podía utilizar sus riquezas y posición social para su provecho. Podía decir: “¿Sabes quién soy yo?” y obtener favores o consideración especial. Pero todo ese favoritismo termina cuando uno muera. Con Dios no hay acepción de personas, dice Romanos 2.11. No importa quién eres, quién conoces ni cuál es tu familia.
    Jesucristo corre el telón y nos permite ver algo de la ultratumba, en Lucas 16:19-31. No es una parábola sino una historia verídica. Murió, y fue sepultado (v. 22). Pero aunque su cuerpo estaba en el sepulcro, ese hombre “alzó sus ojos”, no en el ataúd sino “en Hades”. Estaba muy consciente de su condición perdida, pues podía ver, sentir, hablar, oír y recordar. Estaba “en Hades” y “en tormentos” (v. 23). El rico exclamó: “estoy atormentado en esta llama” (v. 24). Pero nadie le ayudó. Se le dijo: “Hijo, acuérdate” – pues una de las cosas peores es la aflicción de una memoria vívida de cómo malgastó la vida. No había esperanza para él: “una gran sima está puesta entre nosotros y vosotros, de manera que los que quisieren pasar de aquí a vosotros, no pueden, ni de allá pasar acá” (v. 26). No estaba en “el purgatorio”, que es un invento de hombres, un supuesto lugar de purificación que no existe. Cristo dijo la verdad, que ése estaba en el Hades, y en “este lugar de tormento”, sin posibilidad alguna de salir.
    Siguiendo la lectura, sabemos que le hubiera gustado volver a la vida y advertir a sus hermanos, pero viendo que eso era imposible, dijo: “Te ruego, pues, padre, que le envíes a la casa de mi padre,  porque tengo cinco hermanos, para que les testifique, a fin de que no vengan ellos también a este lugar de tormento” (vv. 27-28).Quería que alguien volviera de entre los muertos para advertirles. Creía que esto les impresionaría tanto que se arrepentirían (vv. 29-30). Pero la respuesta solemne fue: “Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán aunque alguno se levantare de los muertos” (v. 31). Esta expresión: “Moisés y a los profetas”, se refiere a las Escrituras, la Biblia. Los judíos dividen en tres partes lo que llamamos el Antiguo Testamento: Moisés o La Ley (el Pentateuco), Los Profetas, y Los Escritos (llamado “salmos” en Lucas 24:44). La clave no es visitas de muertos, sino oír y creer lo que Dios nos dice en Su Palabra. Hoy aquel rico todavía está en tormentos, y si sus hermanos no hicieron caso de la Palabra de Dios, ellos también están ahí. Además, cada día entrán más personas en ese terrible lugar, porque rehusan creer el mensaje del Evangelio. Su destino final es el castigo eterno. Ninguna ceremonia, ni liturgia funeraria, ni filosofía puede cambiar esta gran verdad inamovible.
    Amigo lector inconverso, no me es grato decirte esto: Seas rico o pobre, tú también morirás y volverás. La muerte física no acabará contigo, tenlo por cierto. Cuando mueras, no desaparecerás ni te aniquilarás. En el lugar de los muertos incrédulos esperarás hasta que la voz del Hijo de Dios te llame (Juan 5:28-29) para ir al juicio. Porque Hebreos 9:27 afirma que “está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio”. Morirás, pero indefectiblemente te presentarás ante Dios y serás juzgado por tus pecados.
    Tu vuelta solo será para el juicio. Ahí no tendrás abogados para ayudarte. Tus riquezas y posición social no impresionarán a Dios. Ningún sacerdote, filósofo ni orador elocuente estará a tu lado para alentarte con sus vanas teorías y efímeras esperanzas. Ninguna religión, ningún sacramento ni sacrificio podrá ayudarte. Aunque celebren como algunos una “despedida feliz” y suelten globos o palomas, y todos sonrían para hacer ver que la muerte no es nada serio, tú no lo verás ni sonreirás. La muerte no es mejor sino peor que el peor dolor en esta vida. Algunos quieren morirse para no tener que sufrir más dolores o disgustos. Pero no escaparás, sino irás de mal en peor, a menos que seas creyente en el Señor Jesucristo. Estarás detenido en el Hades, “lugar de tormento” (Lucas 16:28), esperando el día del justo juicio de Dios cuando Él pagará con “ira y enojo a los que son contenciosos y no obedecen a la verdad, sino que obedecen a la injusticia; tribulación y angustia sobre todo ser humano que hace lo malo” (Romanos 2:8-9).
    Si te burlas, si dices: “paso”, o si contiendes con Dios sobre el Evangelio y no lo obedeces, perderás. Apocalipsis 20:11-15 describe la terrible escena del juicio del gran trono blanco. Juan vio a los muertos grandes y pequeños de pie ante Dios (v. 12). Entonces, sí: Muertos y vueltos. Resucitados, recompuestos y congregados ante el terrible trono divino. “Y fueron juzgados los muertos” (v. 12). El resultado de ese terrible juicio es que esos muertos fueron lanzados al lago de fuego, que es la muerte segunda. Irán al castigo eterno, después de ver a Dios y saber que Él existe. También habrán visto el libro de la vida del Cordero y sabrán por toda la eternidad que podían haber sido salvos. Pero no creyeron a Dios, y solo por eso sus nombres no están en el libro. “Solamente los que están inscritos en el libro de la vida del Cordero” (Apocalipsis 21:27) entrarán en el cielo. Amigo, ¿está tu nombre ahí? Si te arrepientes de tus pecados y confías únicamente en el Señor, Él te dará vida, y apuntará ahí tu nombre.

del libro Muertos y Vueltos, Libros Berea