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miércoles, 12 de diciembre de 2018

EN ESTO PENSAD - EDICIÓN ESPECIAL - LA TENTACIÓN DE LA TELE

Alguien dirá: "La Biblia no prohibe la tele". Tiene razón, no la prohibe explícitamente. Tampoco prohibe fumar o jugar la lotería, y muchas otras cosas. Pero la falta de una prohibición explícita es una defensa pobre, superficial, porque hay grandes preceptos en la Biblia que deben regir y guiar toda nuestra vida. La falta de una prohibición explícita no equivale a un permiso. Por ejemplo: "No pondré delante de mis ojos cosa injusta" (Sal. 101:3).  ¿Hay injusticia en la tele? "Hacedlo todo para la gloria de Dios" (1 Co. 10:31). ¿Es la tele para la gloria de Dios? "Aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos. Por tanto, no seáis insensatos, sino entendidos de cuál sea la voluntad del Señor" (Ef. 5:16-17). ¿Aprovechas el tiempo mirando la tele? "¡Oh, cuánto amo yo tu ley! Todo el día es ella mi meditación" (Sal. 119:97). ¿Meditas en la Palabra de Dios mirando la tele?  En esto pensad.

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      LÍBRATE

 En cuanto a la televisión te quiero hacer saber mi extremadamente grande preocupación por los santos del Señor que todavía buscan contemplar al “fuego del Moloc”, y de esta manera pasiva permiten la suave devastación de su vida espiritual.
    Amado hermano, querida hermana, levántate del sueño tramposo y devuelve al Todopoderoso y Soberano Sus plenos derechos sobre ti, porque has sido comprado con Su sangre. Esto sólo se puede decir a los creyentes, pues los demás no tienen que alejarse del Señor porque son todavía “hijos del diablo” (1 Jn. 3:10; Mt. 13:38).  Pero sí, los creyentes pueden “volver al mundo” sea rápida o gradualmente (2 Ts. 2:3; 1 Ti. 4:1).
    Por tanto, “despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia...” (He. 12:1). Despójate lo antes posible del televisor con sus seis o más cadenas que te amarran al mundo y a la carne, o los diversos canales que te “canalizan” adonde Cristo no quiere que vayas. Si vives en casa de tus padres, no podrás quitar este aparato, pero puedes evitar mirarlo lo menos posible.
    “Resistid al diablo y huirá de vosotros” (Stg. 4:7), se nos manda, y nos promete nuestro Padre Celestial. Aléjate del adversario y de sus muchas trampas que astutamente nos pone. En el “camino estrecho” no hay trampas, porque el camino es Cristo mismo. Eso sí, hay luchas y dificultades, pero nunca puede haber trampas. Éstas están colocadas “junto al camino”, a ambos lados, y naturalmente lo más cercano posible a la senda, pero no encima del Camino.
    “A Jehová he puesto siempre delante de mí... en tu presencia hay plenitud de gozo...” (Sal. 16:8, 11).
                                                                                                     P. N 
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   EL CANAL 23

 
La televisión es mi pastor. Mi crecimiento espiritual faltará.
       
Me hace sentar y no hacer nada para Su nombre porque requiere todo mi tiempo libre. Me guarda de cumplir los deberes cristianos porque me presenta con tantos programas buenos que tengo que ver.
       
Restaura mi conocimiento de las cosas del mundo y me guarda del estudio de la Palabra de Dios.  Me guía por la senda de llegar tarde a los cultos de la iglesia, y de hacer nada por el reino de Dios.

Aunque viviera por cien años, seguiré con la televisión cuanto siga funcionando porque es mi compañera más íntima.  Sus sonidos e imágenes me confortan.
       
Adereza entretenimientos delante de mí, confeccionados por mis enemigos, que me quitan el tiempo que pudiese haber pasado haciendo algo constructivo con la familia. Llena mi cabeza con ideas contrarias a las ideas expuestas en la Palabra de Dios.
       
Ciertamente ninguna cosa buena me vendrá porque mi tele no me ofrece tiempo para hacer la voluntad de Dios, así que, moraré en pobreza espiritual todos los días de mi vida.

Mensajes de Vida, Apdo 1967 Seattle WA, EE.UU. traducido por Pablo Dorozio 
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"En términos generales, la televisión ha causado un descenso en la lectura de la Biblia, quitando la voz de Dios y bajando la temperatura espiritual de los espectadores sin que se diesen cuenta ellos. Ninguno que está dominado por la tele gastando horas viéndola, impactará la historia en las cosas de Dios. Es una de las causas principales por el descenso espiritual en nuestros días". 
William MacDonald
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“Aparta mis ojos, que no vean la vanidad”  Salmo 119:37

“No pondré delante de mis ojos cosa injusta”  Salmo 101:3 

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La Tele: Un Niñero Malo

LOS NIÑOS Y LA TV. Según un estudio de la UNICEF, el 92% de la programación televisiva infantil tiene una influencia nefasta sobre los niños debido a su alto contenido de mensajes violentos.
    La ex directora de programas infantiles y juveniles de TVE, Lolo Rico, autora de varios libros sobre el tema, afirma que "La programación general es hoy tan burda para mayores como para niños, y a los mayores les dan lo que a los niños, sólo que elevado al cubo... sexo y violencia" (1).
    Cuatro de los siete millones de niños españoles ven programación de adultos y sus preferencias son los dibujos animados violentos. Un 31% ven siempre solos la TV y otro 35% solamente la ven con sus padres en ocasiones. Según Lolo Rico, la oferta televisiva para niños y jóvenes es escasa, con un lenguaje pobre y contenidos nulos que. lejos de aportar valores y metas morales, artísticas e intelectuales, los destruye. La Sociedad Española de Pediatría dice que un niño puede contemplar a lo largo de una semana 18 secuestros, 870 peleas, 420 tiroteos y 20 escenas claramente eróticas.
    Algunos estudios muestran que cuando un niño llegue a los 60 años, habrá pasado 12 años 'pegado’ al televisor, un aparato que emite 636 escenas violentas semanales con la agresividad que genera. A ésto hay que añadir la pereza en los niños, así como la falta de creatividad e imaginación por estar acostumbrados a sentarse para que les den resuelto gran parte de su tiempo.
    Entre los mensajes televisivos para niños, encontraremos que "ajustes de cuentas", "odio" y "machacar" (2) son los que se exponen como modélicos e imitables, y no hacerlo es ser cobarde, débil o tonto, como se aprecia en patios de colegio y calles. El peligro aumenta porque el niño no siempre distingue realidad de ficción. No es de extrañar que un niño pueda jugar con la muerte sin ser consciente de lo que hace con cierta insensibilidad.
    A lo citado anteriormente sumamos los problemas físicos declarados en niños por el doctor norteamericano Robert Kleges. Éste ha determinado que los padres tienen razón al hablar de que sus hijos parecen embobados con la pantalla, y es porque están sumidos en un estado de semiconsciencia y un nivel metabólico situado entre el sueño y la relajación, que explica por otra parte que uno de cada cuatro niños norteamericanos sea obeso. La televisión y su efecto observante nos alelan de otras responsabilidades cuando la vemos.
 
   Por otro lado el investigador israelí Moshé Aronson, cree que un exceso de horas ante el televisor o los videojuegos puede causar el mal de Alzmeimer, porque las hormonas que entran en acción en situaciones de tensión son capaces de afectar las células nerviosas en el hipocampo”.
(1) Late Rico. EL PAÍS. 20/1/93.
(2) J. M. Plaza. DIARIO 16. 3/3/93.

Extracto de un artículo por DAVID VERGARA
publicado en la revista Edificación Cristiana, mayo-agosto 1997, pero tristemente ya no publican

artículos como éste
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APAGA LA TELE Y LEE UN BUEN LIBRO

¡LEE LA BIBLIA!  Hermano, hermana, ¿cantas “Santa Biblia para mí, eres un tesoro aquí”, pero luego miras la tele más que lees la Biblia? Por ejemplo, ¿pasas una hora diaria delante de la tele, pero no una hora leyendo y estudiando la Biblia? No seas hipócrita, ni intentes justificarte. O apaga la tele y lee la Biblia, o canta: “Amada tele para mí, eres un tesoro aquí; tú contienes de verdad la mundanalidad, pero no me importa a mí, porque yo te amo a ti”.
 
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“Pero yo sé controlarla, solo miro las noticias, o tal vez un documental, o quizás de vez en cuando un partido de fútbol... yo solo miro... solo miro... miro...”

En lugar de hablar así, medita y contesta lo siguiente:

¿A cuál prefiere el Espíritu Santo, la tele o la Biblia?

¿Por qué te acuerdas de los programas, todo lo que dicen en ellos y en los  anuncios, pero  no sabes de memoria versículos bíblicos?

¿Por qué sabes las últimas noticias y todo el rollo de la política, pero no sabes cuáles son los cinco tipos de sacrificios en Levítico y cómo ellos son figuras del Señor Jesucristo?

¿Por qué conoces los nombres de políticos, actores y deportistas, pero no los nombres de los libros de la Biblia, los apóstoles del Señor, las tribus de Israel, las siete iglesias de Asia y los héroes de la fe en Hebreos 11?

¿Por qué miras la tele de una manera muy distinta a como miras la Biblia? ¿Por qué nada te distrae cuando miras la tele y todo te distrae cuando lees la Biblia?

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 ¿A Quién Imitas?

"Sed imitadores de mí, así como yo de Cristo" (1 Co. 11:1). ¿Puedes imaginarte a los apóstoles o al Señor Jesucristo mirando la tele? Los guías espirituales de la iglesia deben ser ejemplos de cómo seguir a Cristo (1 P. 5:3). Si ellos tienen la tele en su casa, ¿qué esperan de los demás hermanos de la iglesia? Sean nuestras vidas sin doblez, ejemplos de devoción, santidad y sacrificio, no de permisividad.
 
   
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PROFESORES, ESTUDIOSOS Y COMUNICÓLOGOS,
DE ACUERDO: LA TELEVISIÓN ES CAUSA EL FRACASO ESCOLAR
 
  
Profesores, estudiosos y comunicólogos están de acuerdo: la televisión es nociva para los niños.  Para el profesor Gerardo Castillo, “la televisión es una de las causas del fracaso escolar” y “dificulta la comunicación familiar”.  Para el profesor Peña, “debido a la televisión se disminuye la relación familiar y se perjudica el desarrollo comunicativo del niño”.  La televisión no sólo afecta negativamente a los niños sino también a los adultos porque la televisión “presenta modelos de felicidad que a veces son falsos”.
    “La televisión constituye una de las principales causas del fracaso escolar.  Existen datos que prueban que la televisión, vista con exceso, produce fatiga mental y nerviosismo en los niños”.  Así de rotundo se manifiesta el profesor Gerardo Castillo, subdirector del Instituto de Ciencias de la Educación de la Universidad de Navarra, que añade:  “hiere la sensibilidad de muchos niños y adolescentes en unos años en los que están despertando en ellos sentimientos nobles.  El erotismo sistemático en la televisión es una labor contraeducativa en cuanto que estimula la conducta meramente instintiva”.
    El profesor Castillo hace varias recomendaciones a los padres en este importante tema de la influencia negativa de la televisión en cuanto a la educación de los hijos.
    “La actitud de pasividad que se adquiere ante el televisor no invita a estudiar, porque esto último requiere reflexión y esfuerzo.  Si a todo esto se añade que la televisión quita tiempo para leer y para estudiar, se comprenderá por qué está influyendo negativamente en el rendimiento de los estudiantes”.

  Vicente Escudero/ FREE LANCE PRESS
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  “Da a la televisión el mismo tiempo que te da a ti (para expresar tu opinión)”.                                                                Miguel Nuñez

“No es una cuestión de que si pensamos nosotros si la tele es buena o mala, más bien es, ¿Qué es lo que Dios piensa de ella?”           
Antonio Amo
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LA DECISIÓN ANGUSTIOSA
Ralph Shallis
Hace algunos años, junto con un grupo de amigos, estaba insistiendo sobre las ventajas y la necesidad de una tal disciplina en la oración y el estudio bíblico. Uno de ellos, director de una gran empresa, me dijo:
    “De acuerdo, Ralph, admito que tienes razón. Pero ¿de dónde tomaremos este tiempo?”  Me contó su jornada en la que, efectivamente, no le quedaba ninguna esperanza de poder realizar este ideal.
    Mi respuesta fue, más o menos, la siguiente: “Lo sé, es imposible.  Sin embargo, estamos aquí delante de una urgencia eterna, una prioridad absoluta. A fin de cuentas, no somos nosotros, sino Dios quien debe hacer este milagro, y nosotros estamos limitados a las dimensiones de la fe o de la incredulidad. Tratamos con el Dios de lo imposible: ¿Puede, si o no, realizar su voluntad en nosotros? Si no, todo lo que creemos es un absurdo".
    Este mundo no tiene lugar para Jesús. Cuando Él entra hace falta efectivamente que algo desaparezca de tu vida para dejarle sitio. Para tener lo mejor hace falta abandonar lo bueno, inclusive cosas legítimas y necesarias. ¿No dijo Jesús que era necesario cortarse la mano derecha o sacarse el ojo antes que perder lo esencial? Estamos frente a una decisión que no tiene escapatoria.  No es una cuestión de legalismo, es una cuestión de amor.  Amor de Dios.
    El joven que se contenta con cinco minutos cada día para estar junto a su novia, no ha entendido nada del amor, ni tampoco el creyente que sólo ofrece a Dios las migajas de su tiempo.

La Llave Maestra Del Diablo
    Pero el problema va mucho más lejos.  Si las cosas legítimas y necesarias deben, en algunos casos, desaparecer para dejar sitio a Jesús, ¿qué diremos de las cosas “dudosas”?  Por ejemplo...
    La estadística afirma que todo niño que nace en los Estados Unidos está llamado a pasar doce años de su vida delante de la “caja”, es decir, mirando la televisión.  Doce años, esto no es el diezmo de una vida, pero sí la quinta parte.  En Europa la cifra no es quizá tan alta, pero la gente pasa fácilmente el equivalente de un día sobre siete al mirar la pequeña pantalla.
    Cierto creyente, fijándose en el envoltorio que contenía el aparato de televisión que se le entregaba, leyó en letras mayúsculas el slogan siguiente: “¡Le trae el mundo directamente a su casa!” En un segundo él comprendió.  Lo que para los otros era una buena publicidad, era para él un aviso terrible.  Rehusó la entrega y la “tele” ¡volvió a la tienda!
    En nuestros días el diablo ha encontrado una llave maestra que abre todas las puertas; él dispone de un instrumento con un poder incalculable para introducir el mundo en nuestra vida privada. Noche y día, nuestro hogar y el espíritu mismo de nuestros hijos, están siendo penetrados por todo el pensamiento, toda la filosofía, todas las impurezas del mundo. Buenos cristianos que nunca pondrían los pies en una sala cinematográfica, ¡admiten voluntariamente que el cine venga a instalarse en su comedor!
    Nuestros padres y nuestros abuelos no tuvieron este problema. Una vez que cerraban la puerta de su casa, dentro del hogar todo les hablaba de Dios. Cristo era el Maestro incontestable. “No améis al mundo”, y ¿no añadió el Señor: “Ni las cosas que están en el mundo”?  El cristiano debe preguntarse seriamente lo siguiente: ¿Se puede tener en una casa la televisión sin ser contaminado por el mundo? Estemos seguros de que, si faltamos al Espíritu Santo, la presencia de Cristo desaparece de nuestra casa; rehusará morar en una casa donde se respira el soplo y donde se oye la risa de su enemigo.
de su libro: Si Quieres Ir Lejos, CLIE, 1978
nota: tristemente, CLIE ya no lleva esta clase de libro
 
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“También debes saber esto: que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos. Porque habrá hombres... amadores de los deleites más que de Dios, que tendrán apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella; a éstos evita” (2 Ti. 3:1-5).


 
“Ocúpate en la lectura...” (1 Ti. 4:13)

Así es el consejo apostólico. Pero increíblemente, todavía hoy hay cristianos que llevan años en la iglesia pero no han leído toda la Biblia. Muchos no leen ni un buen libro cristiano al año, ni mucho menos al mes, y algunos ni siquiera uno en su vida. La lectura de la Biblia y de libros cristianos les edificaría y fortalecería. Pero en lugar de esto, todos los días miran la tele. Esto explica su ignorancia y perpetua niñez espiritual. Les resulta difícil leer porque se aburren o se cansan, y es porque la tele les hace lectores perezosos. 

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 El problema del mundo 
que invade nuestros hogares


La invasión que ha afectado a nuestro hogares ha sido insidiosa, aunque ciertamente no silenciosa. Efectuó su entrada el día en que compramos un televisor. Recuerdo, cuando joven, que se nos prohibía ir al cine, a veces con dichos insensatos, como: “Si vas al cine va a regresar Jesús en las nubes y allí en el teatro te dejará”. Temblábamos al cruzar por el frente de un cine, sin ni aun atrevernos a leer los carteles pecaminosos, al contrario, mirábamos hacia arriba, al cielo, para ver si acaso Jesús se asomaba. Pero ahora, ¿qué ha pasado? Un aparato en el lugar más central de la sala proyecta exactamente las mismas películas —a veces algunas mucho peores— y ahí inmóviles las tragamos todas.
    “Oh, incongruencia, ¡eres una joya!” decía el sabio Shakespeare, sin imaginar que nosotros los evangélicos seríamos los más incongruentes con nuestras reglas morales.
    Ese aparato nos hace posible viajar por el mundo sin límites de distancia ni de idiomas. Nos abre la puerta al pensamiento más raro y a las costumbres más extrañas, al punto que ya nada nos parece ni raro ni extraño. A don Francisco lo hemos hecho más real y atractivo que a los vecinos del barrio, y a Sábado Gigante la diversión más gustosa de la semana —preferible antes que el culto dominical. Ya, al ver cómo se visten (o dejan de vestirse) las chicas en la televisión, ese modo de vestir es el mismo que lucen nuestras hijas en las calles. Y la lujuria en los ojos de los hombres que las admiran, es la manera aceptable de ver al sexo opuesto.
    En nuestros hogares, por medio de un simple aparato, ha penetrado el mundo, y lo tildamos de "avances técnicos". Por esa pantalla —y no desde el púlpito— fluyen los conceptos de moralidad, de conducta, de pensamiento, de modernidad. Ese pequeño aparato toma el pensamiento de la gente más impía —antidiós— del mundo y las filtra, pedacito por pedacito, a nuestras salas en maneras que las podemos saborear, masticar y digerir, sin darnos cuenta de lo lejos que están de Dios y su Santa Palabra.
    Con un poder casi omnipotente nos dominan esas imágenes que destellan hora tras hora, día tras día. Nuestra frágil psiquis, bajo el peso de tanta información, rápidamente pierde su capacidad para discernir entre lo bueno y lo malo.
    ¿Qué posibilidad tiene el pastor, una vez a la semana, de contrarrestar toda esa falsedad en cosa de una hora? Lo que hemos estado viendo, escuchando y aceptando un promedio de ochenta y seis horas a la semana es tan persuasivo que, cuando oímos la verdad divina los domingos, nos es casi imposible reconocerla como verdad de Dios. Bajo tal influencia, ¿quién gana? ¿Dios o el mundo?
    Pregúntele a un joven cristiano promedio lo que opina acerca del divorcio. Hoy, para la mayoría es una opción aceptable, a pesar de que Dios dice que “odia” el divorcio (Mal. 2:16). Pregúntele lo que opina del sexo fuera del matrimonio, diría que eso no es pecado, no importa lo que Dios dice. Pregúntele respecto a la mentira, el alcohol, la danza, las drogas, el placer y encontrará que para él todo es relativo, no hay una verdad absoluta. Pregúntele acerca de lo más importante en la vida, diría que es gozarse, disfrutar de la vida. Hoy, ¿a quién se le ocurre que lo más importante de la vida es agradar a Dios y buscar la voluntad de Él? La gran mayoría de las respuestas de la juventud cristiana moderna a las preguntas fundamentales de la vida es mucho más afín a lo que creen los no creyentes que a lo que enseña la Palabra de Dios.


Thompson, L. (2001). El arte de ilustrar sermones (145). Miami, Florida: Editorial Portavoz.


  


 

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