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jueves, 31 de julio de 2008

En Esto Pensad -- Agosto 2008

31 Reyes: Victoria Sobre el Yo
Parte VI

XXIX. ORACIONES EGOÍSTAS
No hay nada que suene tan egoísta como las oraciones de muchos creyentes. Se mueven en un círculo más o menos del tamaño de su propio cuerpo y alma, su familia y quizás su iglesia particular, y la sufriente casa de fe y el mundo que perece casi nunca son tocados por sus simpatías ni sus intercesiones. La mayor oración es la de amor desinteresado, y cuando aprendemos a orar por otros y llevar la carga del mundo moribundo en nuestros corazones, nos hallamos mil veces enriquecidos como resultado, y comprobamos que es cierto que “más bienaventurado es dar que recibir” (Hch. 20:35).

XXX. ESPERANZAS EGOÍSTAS
El futuro de muchas personas es tan egoísta como su prese
nte. Viven soñando de gozos y triunfos venideros, y su visión es toda terrenal y muchas veces sin base así como las nubes desvanecedoras que flotan en el cielo veraniego. La verdadera esperanza del Evangelio traga todas estas visiones egoístas y esperanzas terrenales. Buscando esa bendita esperanza y la gloriosa aparición de nuestro Señor y Salvador, Jesucristo (Tit. 2:3), mantenemos todas las demás perspectivas subordinadas y sujetas a la Suprema perspectiva. Aún la antigua esperanza del cielo que era a veces un hastío egoísta y una ansia de descanso se ha cambiado por esa alta y gloriosa búsqueda de Su venida que nos alza fuera de nosotros mismos a una mayor bendición que ha de traer a millares. Nos anima a más altos y nobles esfuerzos a trabajar para apresurar la gloria venidera y la preparación del mundo para encontrarse con Él. Sólo Dios puede dar esta nueva y celestial esperanza, que es tan divina como es alta e inspiradora.

XXXI. NUESTRA VIDA
Nuestra vida no debe ser considerada una posesión egoísta sino u
n fondo sagrado. “Ni estimo preciosa mi vida para mí mismo” (Hch. 20:24a) es el espíritu de consagración; “con tal que acabe mi carrera con gozo, y el ministerio que recibí del Señor Jesús” (Hch. 20:24b). Ese es el significado de la vida y el único objetivo por el que debe ser preciada. Así encontramos que el mismo apóstol dice: “Y confiado en esto, sé que quedaré, que aún permaneceré con todos vosotros, para vuestro provecho y gozo de la fe” (Fil. 1:25). La vida libre de egoísmo es una vida segura, y es inmortal hasta que cumpla su gran propósito.
A.B. Simpson (la conclusión vendrá, d.v., en el próximo número)

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¿ESTOY REALMENTE EN COMUNIÓN?


Al leer el Nuevo Testamento, no podemos por menos que notar la gran parte que la iglesia ocupaba en las vidas de los primeros creyentes. Una vez que había nacido la iglesia (Hechos 2), entonces la mayor parte del Nuevo Testamento fue dirigida a las iglesias locales o tenía que ver con ellas. Se daba por sentado que cada creyente tomaría su lugar como parte vital de una iglesia local. ¿Cómo describimos la relación de los creyentes a la iglesia local? A veces usan de la palabra: “miembros”. Pero esto es engañoso, porque trae a la mente la idea de ser parte de una organización o asociación. El Nuevo Testamento nunca habla de ser miembro de una iglesia. Sí, emplea la palabra “miembro” (1 Co. 12:12-27), pero en el sentido de miembros vivos del cuerpo humano (como manos o pies), no como miembros casuales de un club. En lugar de miembro, la Biblia presenta la comunión como uno de cuatro aspectos esenciales de la vida de la iglesia (Hechos 2:42). La comunión habla de compañerismo, de estar unidos, juntos (2 Co. 6:14). Nos dice que nuestro lazo no es incidental ni trivial, sino fundamental y crucial. Pero esto nos conduce a otro punto de confusión, porque al hablar de comunión en una iglesia, lo que muchas veces viene a la mente es la recepción a la comunión—el proceso por el cual los creyentes nuevos (y los que vienen de otros lugares) son oficialmente reconocidos como parte de una asamblea. Sin embargo, cuando la Biblia habla de comunión en la asamblea, normalmente habla de algo bastante distinto. Dejando a un lado de momento la cuestión de la recepción oficial, preguntemos: ¿Participo en la comunión de la asamblea, de la cual habla la Biblia? ¿Estoy en comunión en sentido práctico? – porque este ciertamente es el sentido en que la palabra se usa típicamente en el Nuevo Testamento. No es una pregunta insignificante, porque hay muchos creyentes que están oficialmente “en comunión” pero quienes—en todos los términos prácticos—hace décadas que están fuera de comunión con sus hermanos y hermanas en Cristo. Ciertamente el Señor no está engañado. Él no les considera “en comunión” simplemente porque sus nombres han sido anunciados en una reunión ni porque estén en alguna lista. Ser recibido a la comunión de la asamblea es mucho más que un mero “permiso para tomar los símbolos en la Cena del Señor”. La participación en la Cena del Señor no es un fin en sí, sino la expresión de nuestra comunión con el Señor y con los Suyos. Nuestra responsabilidad de estar en comunión en la asamblea local no termina cuando somos recibidos oficialmente. Al contrario, tiene que ver con nuestra forma cotidiana de vivir. La comunión no es un evento puntual en nuestra historia, sino algo al cual debemos dedicarnos continuamente, como dice: “perseveraban” (Hechos 2:42). Como tal, permíteme mencionar dos factores que pueden preveniros de realmente estar en comunión práctica en una asamblea. Nuestra actitud puede privarnos de comunión. Si considero a la asamblea como “yo” y “ellos”, o guardo amargura hacia otros hermanos, o tengo un espíritu criticón, o si meramente tolero la asamblea, considerando que ella simplemente es la mejor o la más conveniente de varias opciones, entonces no estoy realmente en comunión. ¿Amo a la asamblea, aunque está compuesta de pecadores (¡como yo!)? Nuestro comportamiento puede privarnos de la comunión. Si no me comprometo respecto a las reuniones, si no me animo a servir si no tengo interés en los demás creyentes durante la semana y vivo feliz sin ellos, entonces no estoy realmente en comunión. ¿Realmente les amo y deseo su compañía, oro por ellos, paso tiempo con ellos, o sólo quiero verles presentes en a las reuniones? ¿Me dedico con amor a la asamblea, tanto en las reuniones así como fuera de ellas? Siempre hay una tendencia de reducir a lo “oficial”, lo “debido” (por ejemplo: la asistencia) y así ahogar la vida cristiana. Una manera de hacer esto es pensar en ser miembros de una asamblea en lugar de pensar en tener comunión en ella. Otra es pensar en la comunión como un evento puntual en lugar de la ocupación diaria de todo creyente. Que cada uno de nosotros evalúe su actitud y comportamiento, y entonces, preguntése: “¿Estoy realmente en comunión?”
James Martin, traducción adaptada de su artículo en la revista Uplook, abril, 2008

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¿¿¿Cielo o Infierno...???


Sr. Alonso: “¿Podría ser feliz en el Cielo una persona que tuviese un familiar en el Infierno...?”
Ésta es una pregunta que muchos se hacen y que la Biblia contesta, por ejemplo en Isaías 65:17, “Porque he aquí que YO crearé nuevos cielos y nueva tierra; y de lo primero no habrá memoria, ni más vendrá al pensamiento”. Y añade Dios que borrará todo recuerdo del pasado, y además: “Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron” (Apocalipsis 21:4).
En el libro de Job, se nos aclara aun más el asunto: “La sequía y el calor arrebatan las aguas de la nieve; así también el Seol a los pecadores...nunca más habrá de ellos memoria” (Job 24:19-20). Se estremece uno al pensar en esto, pues el estado miserable del “perdido” le permitirá conocer que está olvidado de Dios y de sus seres queridos y amigos rescatados en el cielo. En los nuevos cielos y en la nueva tierra, no habrá ningún recuerdo de los pecadores. Serán absolutamente olvidados para siempre...(!!!).
¡¡¡Cuán diferente será con el Pueblo de Dios!!!
“En memoria eterna será el justo”, nos dice el Salmo 112:6, en contraposición con el impío, que eternamente será olvidado. Esto es, que el aguijón de la muerte –el pecado– produce una vida arruinada, devastada, un alma perdida, tras el Muro de la Eternidad, ¡envuelto en tinieblas eternas!
Algunos preguntan: ¿Cómo un Dios de Amor puede obrar así con los pecadores que rechazaron el Evangelio? Y la respuesta es, que Dios ama la Justicia, mucho más que al pecador. Dios es justo, ama la justicia, y los rectos contemplarán Su rostro; pero odia al malo, que hace violencia...“sobre los malos hará llover calamidades; fuego, azufre y viento abrasador serán la porción del cáliz de ellos. Porque el Señor es Justo, y ama la justicia; el hombre recto mirará su rostro” (Salmo 11).
Entonces, ¿qué hay del Gran Amor de Dios? El Amor de Dios es SANTO y la Salvación que ofrece es pasar de una vida de pecado a una Vida Santa, porque el pecado es incompatible con la Naturaleza Divina. ¡Dios ODIA el pecado!
Hubo un tiempo en que Dios amó a Lucifer, pero ya no le ama, ni tampoco a los ángeles caídos, convertidos en diablos irreversibles. No hay nada en ellos que pueda responder al amor de Dios. Un día el Eterno detendrá Su amor hacia los que le rechazan, pero se deciden por Satanás, con quien compartirán el Infierno Eterno (Mateo 25:41).
La Buena Nueva es que Dios quiere que TODOS sean salvos; Jesucristo ha derramado Su Sangre, para salvar a los pecadores que se arrepientan, y ha RESUCITADO para “certificarlo”; pues no rechazará jamás a los que vengan a Él, creyendo que es su Único y Suficiente Salvador. ¿LO ES TUYO...? Hoy es Día de Salvación, no lo demores
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Benedicto L. Alonso, Apartado 2389, 46080 Valencia, España

En Esto Pensad -- Julio 2008

31 Reyes: Victoria Sobre el Yo
Parte V

XXI. LOS TEMORES Y ANSIEDADES EGOÍSTAS
Casi todos nuestros afanes y ansiedades brotan de puro egoísmo.
Si estuviéramos enteramente rendidos a Dios, reconociendo que cada parte de nuestra vida es absolutamente Suya, no tendríamos ansiedad. Nos veríamos como propiedad Suya y bajo Su seguro cuidado y constante protección. El Señor ha dicho:“ninguno puede servir a dos señores” (Mt. 6:24), y añade, en una
curiosa indicación lógica: “por tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida” (Mt. 6:25). Esa pequeña expresión: “por tanto”, descubre e interconecta el amor al dinero y el afán ansioso.

XXII. LAS PENAS EGOÍSTAS
Muchas de nuestras penas y congojas proceden de puro egoísmo, orgullo dañado, ambición, amor propio o la pérdida de algo que no deberíamos de haber llamado nuestro.

La muerte del yo borra un universo de desdicha y trae un cielo de gozo.

XXIII. LOS SACRIFICIOS Y ABNEGACIONES EGOÍSTAS
Son tan reales como paradójicos. Uno puede repartir todos sus bienes para dar de comer a los pobres, y entregar su cuerpo para ser quemado, y no tener amor (1 Co. 13:3). Puede que lo haga para halagar su vanidad o relucir su ortodoxia y propagar sus creencias y opiniones.
Simón el estilita (390-459 d.C.), después de haber pasado un cuarto de siglo sentado sobre una columna viviendo de raíces y las limosnas de los pobres fue, quizás, la más exagerada encarnación de auto-justicia y auto-conciencia en todo el mundo. Se había negado a sí mismo para satisfacerse a sí mismo, exaltarse a sí mismo y salvarse a sí mismo. Fue nada más que la vieja corriente de su vida dirigiéndose por un nuevo canal. De la misma manera puede haber:

XXIV. LA VIRTUD Y MORALIDAD EGOÍSTA
Los fariseos eran virtuosos, pero su virtud era un manto egoísta, para exposición, y por tanto sin valor o peor. Era simplemente una propaganda, y su motivo destruyó su valor.
La señora que camina por la calle con sus faldas recogidas cuidadosamente para evitar contacto con su hermana caída puede ser un carámbano de decoro egoísta. Mientras tanto su pobre hermana con todas sus faltas puede tener un corazón generoso, y hasta puede que esté pecando por algún motivo de amor equivocado y sacrificándose por otro. Y aunque esto no mitiga su pecado, puede darle más noble carácter que el de la virtuosa que la desprecia. Así también está la

XXV. LA JUSTICIA PROPIA
Ésta osa justificarse ante Dios a través de sus obras religiosas y así
pierde Su justicia y salvación. Pues no son sólo nuestros pecados, sino también nuestras justicias, que Él ha descrito como "trapos de inmundicia” (Is. 64:6). Deben ser desechadas y nosotros como pecadores impotentes y sin ningún valor, debemos aceptar la justicia de Cristo para nuestra justificación ante Dios.

XXVI. LA CONSAGRACIÓN Y SANTIFICACIÓN EGOÍSTA
Podemos tener estas cosas y estar tan ensimismados con nuestra experiencia religiosa que nuestros ojos se apartan de Jesús y se centran sobre nosotros mismos. Así nos volvemos exhibiciones ofensivas de auto-conciencia religiosa y lo mejor de nosotros se estropea por nuestra introversión y falta de dirección.
La verdadera santificación olvida el yo y vive en constante dependencia del Señor Jesucristo como su Justicia y completa Suficiencia.

XXVII. LA CARIDAD Y OFRENDAS EGOÍSTAS
La más grande generosidad y las ofrendas de dinero más amplias pueden ser nada más que anuncios de nosotros mismos, impulsadas por algún motivo que termina sobre nuestro propio interés u honor.
Alguna gente da con liberalidad, y luego entorpece sus ofrendas poniendo muchas condiciones y se mete tanto en la administración de su caridad que todo desinterés es echado a perder. Parece ser nada más que auto-satisfacción, que su caridad es para su disfrute y alabanza más que para el bien de otros.

XXVIII. NUESTRO TRABAJO CRISTIANO PUEDE SER EGOÍSTA
Podemos predicar por el placer intelectual que nos da. Podemos trabajar para la iglesia porque nos gusta la iglesia, el pastor o la gente. Podemos involucrarnos en alguna profesión benévola o cristiana porque nos proporciona una vida cómoda y empleo agradable. O podemos hacer nuestro trabajo religioso por egoísmo religioso y con principios egoístas.
La iglesia de Dios hoy está arruinada por el egoísmo de su obra evangelística. Está gastando en su propia gente 700 veces lo que gasta para el mundo pagano, y el espíritu de egoísmo religioso tiñe todos sus planes.
A.B. Simpson (continuará, d.v., en el próximo número)

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UN KILO DE DIOS


“Yo quisiera comprar un Kg. de Dios, por 2 euros. O sea, que no deseo demasiado, como para industrializar mi alma, aniquilando mi vida y mi tranquilidad. No, sólo quiero lo justo como para sentirme satisfecho, como el sueño tras la buena tisana. No quiero tanto como para amar a aquellos a los que no amo; sólo ansío una pequeña sensación cálida en mi espalda, pero nunca una transformación de mi corazón...Busco una nueva impresión, nunca un Nuevo Nacimiento. Bueno, yo quiero un kilogramo de Dios en una bolsa de plástico... y todo por 2 euros. ¡Nada más!”

Ignoro quién escribió estas líneas, cuyo autor pudiera ser cualquiera; cualquier creyente de nombre, que mariposea por las diversas iglesias, para celebrar ritos, tradiciones, convencionalismos, o a la búsqueda de una espiritualidad o una emoción, tan en boga en la actualidad.
Yo creo que ya pasó la época en la que ser ATEO estaba en boga; hoy todo el mundo se confiesa creyente, religioso, practicante... y es que las costumbres han evolucionado y todo parece explicable. Ya no se hace el ridículo al declarar que se cree en los misterios, en las cosas invisibles, en los fenómenos irracionales, o en las fuerzas, a las que se las llama “dios”. Nada de esto choca a nadie; todos buscan lo trascendente, para dar un sentido a sus vida, pero huyendo de Dios. Así, la huida en avalancha hacia las experiencias paranormales, hacia las terapias esotéricas y la Meditación Trascendental, pero ignorando hacia dónde se va, y en quién se confía, es la MODA corriente. ¡Pobre Onda Espiritual!
Lamentablemente, esta espiritualidad no se funda en la Biblia, que nos revela un Dios Personal, que Ama y Exige a la vez. La multitud prefiere un dios impersonal, indefinible, un pelele siempre a nuestra disposición, a nuestro servicio...Servirse de Dios, manipularle, utilizarle, pareciera ser la norma de estos pseudo-espirituales, que recurren p.e. a la sofrología en vistas a un parto sin dolor, que se hacen tratar con curanderos y se asocian con clubs de extraterrestres, con la mira de preparar un mundo mejor...
En resumen: Lo que caracteriza estas búsquedas espirituales es que están centradas en el “YO”, y su práctica tiene un propósito egoísta, carnal, teatralero. El Yo se vuelve Dios y le quita Su Gloria, por lo que el YO decide y dirige. Pero “el hombre animal no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque le son locura” (1 Co. 2:14 Reina Valera versión 1909).
Y como consecuencia, donde esté la “mecánica” sustituyendo al Espíritu de Dios, allí no estará DIOS (Zac. 4:6; Jn. 15:5). En otras palabras: “Si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, el tal no es de él” (Ro. 8:9b).
AMIGO/HNO/a.: ¿En qué bando estás...? Te invito a SALIR con Cristo, llevando Su vituperio, os sea, la CRUZ (He. 13:13). Y quedo a tu disposición.

Gracias al hermano d. Benedicto L. Alonso, Apartado 2389, 46080 Valencia por enviarnos este artículo

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4 Cosas Necesarias En Juan 3


1. La Necesidad del Pecador
v. 7 “os es necesario nacer de nuevo” (Jn. 3:3-8)

2. La Necesidad del Salvador
v. 14 “es necesario que el Hijo del hombre sea levantado” (He. 9:22)

3. La Necesidad del Soberano
v. 30 “es necesario que él crezca” (Col. 1:18)

4. La Necesidad del Siervo
v. 30 “pero que yo mengüe” (Gá. 2:20; Fil. 1:20)





lunes, 2 de junio de 2008

En Esto Pensad -- Junio 2008

31 Reyes: Victoria Sobre el Yo -- Parte IV

XII. UNA PERSPECTIVA EGOÍSTA
Hay algunas personas que siempre y sólo ven las cosas desde su propio lado. ¿Cómo me afecta a mí?
Ves tu propio lado de las cosas, pero si esperaras y vieras el lado de tu hermano, y estuvieras dispuesto a creer que hay otro lado, tú mismo te salvarías de mil punzadas, y a otros de mil malentendidos.
“No mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros” (Fil. 2:4). Ponte en el lugar de tu hermano. Considera sus puntos de vista. Piensa en cómo actuarías si sintieras lo que él siente, si vieras con sus ojos, si estuvieras en su lugar. Te sorprenderá cuán diferentemente verás las cosas. Y sin embargo esto es sólo uno de los primeros pasos en el arte santo del auto-olvido.

XIII. LA INTROSPECCIÓN
Nuestro morboso y excesivo auto-examen es una forma de la vida egoísta que causa mucho dolor y daño en nuestra vida cristiana.
Hay un auto-examen bueno, pero también hay un auto-examen malo. Sólo Dios puede escudriñarnos y examinarnos en verdad. Si lo intentamos solos, tendemos a envenenarnos con el hedor del sepulcro en el cual penetramos.
El mismo apóstol Pablo dijo: “Porque aunque de nada tengo mala conciencia, no por eso soy justificado; pero el que me juzga es el Señor” (1 Co. 4:4). Encomendemos nuestro camino a Él y digamos honestamente: “Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos; y ve si hay en mí camino de perversidad, y guíame en el camino eterno” (Sal. 139:23-24).
Caminemos así con Él, confiemos en Él para que nos muestre todo lo que necesitamos ver y confiemos que “ si otra cosa sentís, esto también os lo revelará

XIV. EL AMOR PROPIO

Es la raíz de todas las formas de la vida egoísta. Es el corazón centrado en sí mismo y mientras que esto sea el caso, cada afecto y cada poder de nuestro ser se enfoca en y hacia nosotros mismos. Y el carácter entero se deforma por el error de enfoque; tanto como lo haría el ojo si se volviera adentro en lugar de mirar para afuera al mundo que fue hecho para percibir.
Dios, quien es ejemplo para todos los seres, es en esencia amor y no vive para sí sino para otros. Cuando nos centramos en nosotros mismos, somos lo contrario de lo que es Dios, y en realidad asumimos Su trono y nos volvemos nuestros propios dioses.
Es la ruina y perversión del alma el amar y vivir para uno mismo.

XV. LOS AFECTOS EGOÍSTAS
Son el fruto natural de la vida egoísta.
Amamos a nuestros propios amigos y familias y a las personas que nos proporcionan placer. Pero no amamos tanto por la bendición que podemos ser para ellos como por el placer que ellos nos proporcionan.
El amor que termina enfocado sobre nosotros mismos es egoísta y degradante. El amor que busca la bendición de otro es elevador y divino.

XVI. LOS MOTIVOS EGOÍSTAS
Pueden colarse en los mejores hechos y estropear y pervertirlos hasta el núcleo.
No es sólo lo que decimos o hacemos, sino el porqué. Dios ve los pensamientos y propósitos, y Él juzga el hecho por su intención.
El corazón natural no puede hacer bien sin algún objetivo egoísta que pervierta y destruya su pureza.

XVII. LOS DESEOS EGOÍSTAS
Estos siempre surgen en el viejo corazón natural. Aunque nunca se cumplan ni se vuelvan decisiones, hechos o realidad, queremos ser libres de ellos y que nuestros deseos fluyan de Dios y Su amor sea lo que los dirija.
El espíritu codicioso es simplemente un deseo egoísta, y Dios lo ha pronunciado idolatría y terrible pecado.

XVIII. LAS DECISIONES EGOÍSTAS
Son todavía más serias, pues la voluntad es el manantial de los hechos humanos y determina todas nuestras palabras y hechos.
Debemos desear una voluntad rectamente dirigida, que escoge no para su propia satisfacción sino porque “Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad” (Fil. 2:13).

XIX. LOS PLACERES EGOÍSTAS
Hay dos clases de placer: uno es el que buscamos simplemente por amor al mismo, lo cual es egoísta. El otro es el placer que se produce en nosotros cuando hacemos bien y estamos en armonía con Dios, lo cual es el mayor placer.
El placer egoísta, que busca lo suyo y tiene a uno mismo como objeto, es terrenal, transitorio e incorrecto.

XX. LAS POSESIONES EGOÍSTAS
La persona mundana busca ganar el mundo y llamar suyo todo lo que tiene. El verdadero hijo de Dios no posee nada, sino que tiene todo como un fondo sagrado de Dios. “Ninguno decía ser suyo propio nada de lo que poseía” (Hch. 4:32).
El verdadero concepto cristiano acerca de la propiedad es el de administración; el de tener el regalo de Dios para Su servicio, sujeto a Su dirección y para Su gloria.
Este es el remedio soberano para la avaricia y el espíritu codicioso del mundo, y nunca seremos consagrados hasta que dejemos todo, absolutamente y para siempre a Sus pies, y lo mantengamos constantemente sujeto a Su bendita voluntad.

A.B. Simpson (continuará, d.v., en el próximo número)


EL CONTRASTE ENTRE
LA BIBLIA Y EL CORÁN

Hay una unidad sorprendente en el texto de la Sagrada Biblia a pesar de sus muchos “autores”. ¿Cómo fue posible esto con 40 autores que escribieron durante un período de 1.500 años, en muchos lugares distintos en tres continentes? Fue posible solamente porque el único verdadero DIOS les dio la revelación, porque evidentemente ellos no pudieron colaborar ni consultarse unos a otros como escritores. La pluralidad de escritores, en lugar de ser una debilidad o desventaja, es en realidad una prueba del origen divino de la Biblia, cuyo Autor es únicamente Dios.
En cambio, notamos como defecto que el Corán sólo tuvo un autor, Maho
ma, y que su libro sólo fue escrito durante un período de 20 años en Meca y Medina. En lugar de ser esto una ventaja o punto a favor del Corán, realmente expone su debilidad. Precisamente porque no tuvo más de un sólo autor, nos encontramos frente a un libro que se supone que debemos aceptar “porque sí”, porque lo dice Mahoma, y ya está. Además el Corán no contiene profecías como las de la Biblia, sino carece de pruebas internas de su veracidad (Is. 41:21-23). El resultado es que el Corán sólo puede ser aceptado por una “fe ciega” o por obligación o presión de otros. Literariamente, como supuesto “libro santo”, es un libro incompleto y sospechoso, porque le faltan las evidencias o pruebas externas para poder ser puesto a una prueba objetiva.
La Sagrada Biblia El Corán
1. 40 escritores. 1. Sólo 1 escritor.
2. Durantee 1.500 años. 2. Durante 20 años.
3. En tres continentes: 3. Sólo en Meca y Medina
Europa, Asia y África

Además, el Corán cae en el mismo error que el Libro de Mormón, que fue escrito totalmente por José Smith quien, como Mahoma, se dijo ser profeta de Dios, y también alegó que Dios le dirigió a escribir su libro. Otra vez, el problema que encontramos es el de tener que aceptar su palabra sin ninguna prueba. El argumento de que es un libro único y que nadie puede producir otro libro como él, es algo que francamente carece de poder, es subjetivo e inaceptable. Nadie tampoco puede pintar un “Rembrandt”. Entonces, ¿esto quiere decir que su arte es divina?

traducido y adaptado de un artículo por R.E.Harlow
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"Gracia, misericordia y paz, de Dios nuestro Padre y de Cristo Jesús nuestro Señor" (1 Ti. 1:2; 2 Ti. 1:2; Tit. 1:4; 1 Jn. 3).Estas tres bendiciones importantísimas las desea todo el mundo, pero sólo los creyentes en el Señor Jesucristo las tienen. La gracia es favor inmerecido, es recibir lo que no merecemos. La misericordia es NO recibir lo que merecemos. El resultado de estas dos cosas es paz con Dios (Ro. 5:1). ¡Amén!



sábado, 3 de mayo de 2008

"EN ESTO PENSAD" -- Mayo 2008

31 Reyes: Victoria Sobre el Yo (Parte III)

Una forma exagerada de la auto-conciencia es la

VIII. AUTO-IMPORTANCIA

Es muy ofensiva y sin
embargo muy común. Hay quienes la llevan hasta en su modo de andar y en su porte al pasearse por la calle, y casi le tientan a uno a acercarse y preguntarles como alegan que Sidney Smith hacía a los tales que veía en la calle: “Disculpe, caballero, pero ¿es usted alguien en particular?”
No es lo que suele acompañar a la verdadera grandeza, pero
es muy común en muy pequeños hombres y mujeres que compensan la falta de verdadero peso con una inmensa cantidad de auto-proclamación y jactanciosa suposición.
Esto es muy ofensivo y de mal gusto para el verdadero creyente. La modestia santa se dará a conocer hasta en el porte. La verdadera humildad no consiste en pensar mal de nosotros mismos, sino en no pensar en nosotros mismos. Y la cabeza madura de trigo siempre se inclina en proporción con su peso.

Estrechamente aliada con esto está el

IX. AUTO-DESPRECI
O

Esto es tan malo como lo otro, porque es otra forma de ocuparse uno consigo mismo. Alguna gente está ridículamente consciente de sus propios defectos e incapacidades. Les impide ser útiles en el servicio al Señor y siempre echan su pequeñez e insignificancia sobre cada situación.
Si ve su nombre impreso, teme envanecerse. Si se le pide sentarse en la plataforma, se ruboriza, se encoge y se esconde. Si es llamado a servir de alguna manera, se niega a hacerlo con motivo de su incapacidad. Todo esto también es el yo.
Un corazón verdaderamente rendido no tiene un nombre para ver impreso, ni una persona de la cual estar consciente, ni poder para servir. Su nombre ha sido dado a Cristo, y si Él quiere usarlo, que lo tenga y lo despliegue ante el universo en fama o infamia. No tiene ninguna capacidad para trabajar, y si Cristo quiere enviarlo, Él deberá proveer y suplir todos los recursos necesarios. Por eso, va incondicional y enteramente asegurado porque toda su fuerza tiene que venir de Dios.

X. LA AUTO-VINDICACIÓN


Esta es el yo que defiende sus propios derechos y se venga de sus agravios. Es rápido para descubrir daños u ofensas y expresar su sentir de alguna forma marcada e inconfundible.
Cree que debe recibir el respeto y la consideración debida en todos los casos y aunque no pide más que eso, sí insiste en todos sus derechos.
Su presunción no es descarada. No demanda aplausos más allá de lo merecido, pero sí pide y exige la consideración apropiada.
Ahora, esto es una forma muy respetable, sin embargo muy real del egoísmo. Es directamente contraria al espíritu del cristianismo y del Señor Jesucristo.
La mera idea de Su encarnación fue la renuncia de todos Sus derechos. Siendo en forma de Dios, tenía derecho a ser igual a Dios, pero se nos dice que Él no lo estimó cosa a qué aferrarse, sino “se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres” (Fil. 2:7).

Si Dios quiere llevarte a este lugar, es muy fácil para Él vaciarte y hacerte nada, y habrá mucha gente dispuesta a ayudarle. Pero es muy hermoso hacerlo nosotros mismos, como lo hizo el Señor Jesús, y no esperar que nos sea hecho.
La esencia misma de la humillación de Cristo fue que cedió todos Sus derechos celestiales y cuando descendió a la tierra, cedió todos Sus derechos terrenales y asumió como la ocupación de Su vida el dar hasta que no quedó nada más que dar; hasta Su propia vida entregó.
No has empezado a tratar el asunto de la auto-entrega hasta que llegues a tus más apreciados derechos, y los sueltes en Sus manos como un glorioso depósito; y cada vez que lo hagas, Él lo apunta en tu cuenta, y cuando haya acumulado interés, oh, ¡cuánto te reembolsará – mucho de ello en este mundo, pero cuánto más en el día de la eterna recompensa!

Creo solemnemente que la mayoría de las bendiciones que me han sido dadas en mi vida y ministerio han sido por cosas malas que la gente ha dicho de mí y porque Dios me hizo estar dispuesto a permitirles hacerlo.
“Dejadle que maldiga, pues Jehová se lo ha dicho. Quizá mirará Jehová mi aflicción, y me dará Jehová bien por sus maldiciones de hoy” (2 S. 16:11-12).

XI. LA HIPERSENSIBILIDAD

La hipersensibilidad es una de las formas más dolorosas del egoísmo.
Un día, en la India, tomé una pequeña y hermosa enredadera que se extendía en la tierra. Pensé qué bonito sería prensarla en mi cuaderno. Pero al tomarla desapareció en seguida, y no quedó nada en mi mano más que un largo hilo donde antes habían estado las hojas. Estaba tiesa y dura como un tallo sin hojas, y dije: “¿Qué pasó con mi planta?” Miré la tierra, y las demás hojas se extendían sobre la hierba como antes, pero no podía ver ni un rasgo de la planta que supuse que se me había caído.
Miré otra vez el tallito seco en mi m
ano, y descubrí que era la misma ramita que había cogido de la tierra, pero sus hojas se habían doblado y vuelto tan firmes y secas como si hubieran sido azotadas por un viento otoñal. Cuando toqué las hojas en la tierra, desaparecieron de la misma manera. Entonces dije, “¡Qué planta más sensible!”
Pensé en personas que había visto quienes fueron brillantes y radiantes durante un tiempo, pero algo ofensivo, desagradable o humillante les tocó, y desaparecieron encogidos hasta quedar como palos duros, secos y sin hojas de manera que no había ningún punto de contacto con ellos. Parecían haberse vuelto de pronto como momias egipcias, listas para una vitrina de cristal. ¿Cuál fue el problema?
¡El yo!
“Mucha paz tienen los que aman tu ley, y no hay para ellos tropiezo” (Sal. 119:165). ¡Que el Señor nos lleve y nos mantenga allí!

Hay un lugar donde podemos ser, mejor dicho donde podemos dejar de ser; y Cristo será en lugar nuestro. Y de este lugar es cierto que “Aquel que fue engendrado por Dios le guarda, y el maligno no le toca” (1 Jn. 5:18).

A.B. Simpson (continuará, d.v., en el próximo número)


¡Consumado Es!


“He acabado la obra que me diste que hiciese” Juan 17:4

La muerte del Señor Jesús es la interpretación de la misma mente de Dios en medio de la historia humana—No cabe la posibilidad de considerar a Jesucristo como un mártir; Su muerte no fue algo que le aconteció y que Él pudo evitar: Su muerte fue precisamente la razón por la que vino.
Nunca presentes tus predicaciones sobre el perdón diciendo que Dios es nuestro Padre y Él nos perdonará porque nos ama. Eso no está de acuerdo con la revelación que Jesucristo nos dio de Dios; como si sobrara la obra de la cruz, y reducir la Redención divina en “mucho clamor sobre nada”. Si Dios perdona el pecado, es por causa y por medio de la muerte de Cristo. Dios no puede perdonar a los hombres de ninguna otra manera excepto por la muerte de Su Hijo, y Él es exaltado para ser Salvador por causa de Su muerte. “Vemos ... a Jesús, coronado de gloria y de honra, a causa del padecimiento de la muerte...” La nota más fuerte de triunfo que nunca ha sonado con sorpresa en los oídos del universo es la que salió de la cruz: “¡Consumado Es!” Es la última palabra sobre la Redención del hombre.
Cualquier cosa que oscurece o disminuye la santidad de Dios por medio de una falsa comprensión del amor de Dios, no es fiel a la revelación de Dios que Jesucristo nos dio. Nunca permitas el pensamiento de que Jesús fue hecho por nosotros maldición porque tuvo compasión de nosotros. Claro que tuvo compasión de nosotros, pero Él fue hecho maldición por causa del decreto divino. De esta maldición, lo que resta para mí después de lo que Él sufrió, es la convicción del pecado... Jesucristo aborrece el mal en los hombres, y el Calvario es la medida de Su aborrecimiento santo y justo.

Anónimo (traducido de la revista “Counsel”)





Venid junto a la Cruz
Los que buscáis perdón,
Hallar podréis la paz, salud
Y eterna redención.
Venid al pacto eterno del amor,
Oíd la voz de nuestro Salvador.

¡Qué amarga vuestra sed!
¡Qué lejos la virtud!
Ya no ignoráis la sutil red
De vuestra esclavitud.
Venid, la Cruz de Cristo es manantial
De redención y gozo perennal.

Miráis con ansiedad
La llaga y el borrón
Que vuestra ciega iniquidad
Dejó en el corazón.
Pensáis amedrentados que tal vez
A su presencia os llame pronto el Juez.

Aún siendo tal baldón
Cual gran y carmesí,
El más dañado corazón
Remedio tiene aquí.
Venid, la sangre de la expiación
Os habla de clemencia y compasión.

Venid junto a la Cruz,
Venid y descansad,
El sacrificio de Jesús
Expía la maldad.
La Cruz es el mensaje del amor
Que Dios anuncia al pobre pecador.



viernes, 18 de abril de 2008

EN ESTO PENSAD -- ABRIL 2008 -- Nº 64

31 Reyes: Victoria Sobre el Yo -- Parte II

III. AUTO-INTERÉS
Es otra de las formas de la vida egoísta que debe ser rendida. El amor “no busca lo suyo” (1 Co. 13:5). Su objetivo no es alcanzar algún fin personal, sino beneficiar a otros y glorificar a Dios. La gran ocupación de la gente de este mundo es buscar sus propios fines, engrandecimientos, honores y placeres. Pero la vida consagrada tiene un sólo propósito: el de buscar “primeramente el reino de Dios y su justicia”, y descansar en Su voluntad, sabiendo que “todas estas cosas os serán añadidas” (Mt. 6:33).


IV. AUTO-COMPLACENCIA

Este es el espíritu de Anac, el del cuello largo. Es el espíritu orgulloso – el orgullo que nos lleva a deleitarnos en nuestras propias cualidades y apoyarnos satisfechos en nosotros mismos.
Es muy distinta a la vanidad, la cual busca la aprobación de otros. El espíritu de auto-complacencia está tan satisfecho consigo mismo que le importa poco la opinión de otros y tiene una independencia altiva que has
ta desprecia su crítica y se eleva por encima de su alabanza. Es su propio dios.
Es una de las formas más sutiles de la vida egoísta y tiene una grandeza altiva que ciega a su posesor en cuanto a su peligro y su profunda pecaminosidad.

V. AUTO-GLORIFICACIÓN
Esto es lo inverso a la auto-complacencia. Es el protagonismo de buscar alabanza de otros antes que de uno mismo. Uno puede ser muy pequeño en sus propios ojos y, por esta misma razón, intentar brillar en los ojos de los demás.
Una señora de alto rango no depende de su ropa o sus adornos para su posición, sino que suele ser muy sencilla. Es la falta de verdadera grandeza que hace a la presumida mariposa social ir de flor en flor en la sociedad, ansiosa por atraer atención por su llamativa exhibición.
La auto-glorificación hace alarde de sí misma e infla su burbujita porque es tan pequeña. No hay criatura tan diminutiva en sus verdaderas prop
orciones, cuando mermada a sus dimensiones reales, como el presumido.
La vida verdaderamente consagrada no desea nada de esto. Es consciente de que no es nada y sabe que depende únicamente de Dios para todo lo que pueda poseer. Por eso cubre su rostro con el velo de Su hermosura, y se viste de Su justicia y se esconde en Su seno, diciendo: “Ya no vivo yo, mas
vive Cristo en mí” (Gá. 2:20).

VI. AUTO-CONFIANZA
Esta es una forma de vida egoísta que depende de su propia sabiduría, fuerza y justicia. Es Simón Pedro diciendo: “Aunque todos se escandalicen de ti, yo nunca me escandalizaré” (Mt. 26:33).
Es el hombre de fuerte sentido común y auto-dependencia. Cree en su propia opinión. Se fía de su propio juicio. Se ríe de los que hablan de la dirección divina y la guía del Espíritu Santo.
Este espíritu debe morir antes que podamos establecernos en la fu
erza de Cristo. Por eso, las naturalezas más fuertes tendrán que fallar muchas veces para llegar al fin de sí mismos y ser guiados, como Pedro, a apoyarse en Dios, y como Jacob con el muslo herido, a proseguir dependientes de allí en adelante de la fuerza de Dios.
Estrechamente aliada con la auto-confianza está la

VII. AUTO-CONCIENCIA
La auto-conciencia siempre piensa en sí misma y siempre está cubierta con su propia sombra. Cada hecho y mirada y palabra es estudiada. Cada sentimiento y estado interno es morbosamente fotografiado sobre los sentidos internos.

A veces nos volvemos conscientes de nuestro propio organismo físico. Vigilamos nuestra respiración, nuestro pulso, nuestra temperatura y nuestro estado físico. Llevamos continuamente una conciencia morbosa de nuestras funciones y condiciones. Toda la sencillez desaparece. Estamos atados a nosotros mismos como un hombre con la mano en su propio cuello intentando de arrastrarse de un lugar a otro.
Es una terrible esclavitud. Dios quiere que tengamos la libertad d
e un niño sencillo, que sin pensar actúa de sus impulsos espontáneos con hermosa libertad. No quiere que veamos el resplandor de nuestros rostros, ni que seamos conscientes de nuestros hechos santos ni que tomemos nota de cada sacrificio y servicio; sino que quiere que, cuando al fin venga y nos diga: “Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber” (Mt. 25:35), seamos tan olvidadizos de nosotros mismos que respondamos “¿Cuándo te vimos hambriento…o sediento?” (Mt. 25:37).
¿Cómo deshacernos de esta miserable auto-conciencia? Sólo adquiriendo una conciencia más alta: la presencia de nuestro Señor, y un propósito y objetivo más allá de nosotros mismos: vivir para Dios y para los demás. Reconocer que Él vive por nosotros y en nosotros, en esos dulces impulsos espontáneos q
ue son los verdaderos fuentes de los hechos.
A.B. Simpson (continuará, d.v., en el próximo número)


¿Hacedores o Engañados?

“Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente
oidores, engañándoos a vosotros mismos” (Stg. 1:22).

Algunos tienen la idea equivocada de que si asisten a reuniones, conferencias, encuentros y retiros cristianos están haciendo la obra de Dios. Desde el púlpito y en todas partes se habla de lo que debemos hacer y, a pesar de esto, nos engañamos frecuentemente pensando que hacemos Su voluntad. Lo que en realidad sucede es que aumentamos nuestra responsabilidad y nos engañamos a nosotros mismos, pensando que somos espirituales cuando en realidad somos muy carnales. Nos engañamos al suponer que estamos creciendo espiritualmente cuando la verdad es que estamos estancados y nos engañamos imaginando que somos sabios cuando somos patéticamente necios.
El Señor Jesús dijo que el hombre sabio es aquel que escucha Sus palabras y las hace. El hombre necio también las escucha, pero no las hace.
No basta con escuchar un sermón y luego marcharse diciendo: “Q
ué mensaje tan maravilloso”. Lo apropiado es decir: “Haré algo con lo que he oído”. Un buen sermón no sólo ilumina la mente, calienta el corazón y nos reprende y conmueve, sino que también provoca la voluntad a la acción.
Un domingo, cierto predicador interrumpió su sermón para preguntar a su congregación cuál era el nombre del primer himno que habían cantado esa mañana, y nadie lo supo. Luego preguntó qué pasaje de la Biblia se había leído, pero nadie pudo recordarlo. Preguntó qué anuncios se habían dado, y un gran silencio se hizo en el lugar. La gente estaba jugando a iglesia.
Antes de cada reunión, haríamos bien en hacernos estas preguntas: ¿A qué vine? ¿Estoy dispuesto a que Dios me hable? Y si me habla, ¿le obedeceré?
El Mar Muerto se ha ganado justamente su nombre por la entrada constante de aguas sin tener una salida correspondiente. En nuestra vida, la información sin aplicación nos conduce al estancamiento. La pregunta persistente del Salvado
r nos apremia: “¿Por qué me llamáis, Señor, Señor, y no hacéis lo que yo digo?”
William MacDonald, de la lectura para el 6 de febrero en su libro DE DÍA EN DÍA, CLIE.

El Cabello Largo de las Mujeres Creyentes

“Las Escrituras exigen dos cosas de la mujer como señales de su sujeción al marido, como asimismo de la Iglesia del Señor:
(a) Que ore con la cabeza cubierta: 1 Co. 11:5, 13
(b) Que conserve su pelo largo, esto es, no cortado: 1 Co. 11:5, 6, 10
...En vista de que la mujer es figura de la iglesia, ella lo expresa llevando su cabello largo y cubriendo su cabeza cuando ora... el cabello largo y la cabeza cubierta son símbolos de sujeción a Cristo. Eso le dará gozo a la mujer, acordándose que es su privilegio particular enseñar así la sumisión de la iglesia al Señor Jesucristo”.
J. R. Littleproud, Una Asamblea Cristiana, pág. 137

“¿Debe una cristiana dejarse crecer el cabello y llevarlo largo? Tres verdades deben ser consideradas al contestar esta pregunta. Primero, Pablo no manda que las mujeres tengan el cabello largo, sino hace un comentario acerca del cabello largo: “...a la mujer dejarse crecer el cabello...” Segundo, Dios quiere que los varones sean varones, y que las mujeres sean mujeres. Si Dios hubiera querido un estilo “unisex”, habría creado la raza humana en esa forma desde el principio. “No vestirá la mujer traje de hombre, ni el hombre vestirá ropa de mujer; porque abominación es a Jehová tu Dios cualquiera que esto hace” (Dt. 22:5). Desgraciadamente, hoy en día en el occidente queda muy poca distinción entre cómo se visten los varones y las mujeres. A pesar de cuál sea la cultura o la moda, las mujeres cristianas deben ser sabias y evitar aquello que es masculino. Finalmente, Dios ha dado a la mujer el privilegio de llevar su cabello largo. Esto le es “gloria”; es algo honroso. Aquello que Dios ha dado debe ser recibido. Cada mujer cristiana debe considerar esto cuidadosamente antes de elegir el modo de arreglar su cabello”.
J. G. McCarthy, La Doctrina Apostólica del Velo, pags. 27-28.

Esta verdad no es sólo para mujeres jóvenes sino para todas las que profesan piedad. La exhortación: “gloirficad a Dios en vuestro cuerpo...” incluye la forma de llevar el cabello. Agrademos al Señor.


miércoles, 5 de marzo de 2008

EN ESTO PENSAD - MARZO 2008


31 Reyes: Victoria Sobre el Yo Parte I

A.B. Simpson

Estos son los reyes de la tierra que fue conquistada por Josué y los israelitas hacia el occidente del Jordán… “treinta y un reyes por todos” (Jos. 12:7-24).
“Y Caleb echó de allí a los tres hijos de Anac, a Sesai, Ahimán y Talmai, hijos de Anac” (Jos. 15:14).
“Porque el amor de Cristo nos constriñe, pensando esto: que si uno murió por todos, luego todos murieron; y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos” (2 Co. 5:14-15).
Estas palabras describen el gran conflicto del nivel superior de la vida cristiana en la Tierra Prometida. No es un conflicto con los pecados más groseros, pues estos los dejamos atrás cuando pasamos el Jordán y entramos en la tierra de santidad, obediencia y descanso.
Sin duda sobra decir que ningún creyente consagrado osaría permitirse la desobediencia o el pecado deliberado. Pero hay otros enemigos más sutiles, los cuales son simbolizados, creemos, por estos reyes contra quienes Josué hizo guerra durante tanto tiempo.
Hay varias formas de la vida egoísta que, mientras quizás no sean directa y deliberadamente pecaminosas, en el sentido más amplio tienen la misma necesidad de ser sometidas y destruidas, antes que el alma pueda estar en perfecta armonía con la divina voluntad. Todas ellas son tiranas, quienes, si las permitimos permanecer, al final nos llevarán a la sujeción al pecado y nos alejarán del Señor.
Estos reyes pertenecen a una sola familia, y el progenitor de todos ellos es Arba, el padre de Anac; y su primogénito, Anac, ha perpetuado su generación a través de muchos hijos, y su prole numerosa cuenta con 31 descendientes, no menos; así que hay un enemigo para cada día del mes en el calendario del creyente.
El nombre Arba significa “la fuerza de Baal”. Representa la fuerza del corazón natural. Baal era el viejo dios de la naturaleza que adoraban los sidonios, y Arba representa el corazón natural en toda su auto-voluntad y autosuficiencia.
El nombre de su hijo, Anac, significa “cuello largo” en hebreo, y todos saben que un cuello largo insinúa orgullo y auto-voluntad; de modo que estos dos nombres expresan el carácter de la familia entera.
Los otros tres hijos cuyos nombres se mencionan, Sesai, Ahimán y Talmai, llevan el parecido familiar.
Sesai significa “libre”, y sugiere la idea de la licencia en la que se deleita el egoísmo.
Talmai significa “audaz”, representando la independencia de la vida egoísta, que no tolera el control.
Ahimán significa “hermano de hombres”, y expresa acertadamente el humanitarismo que ignora a Dios e intenta hacer a la humanidad su propio dios, expresando la autosuficiencia de la raza, en lugar de la del individuo.
Miremos a estos reyes de la antigua Dinastía del Yo y veamos si reconocemos a alguno de ellos en nuestra propia experiencia.

I. AUTO-VOLUNTAD
Este es el viejo Arba, cabeza de la dinastía. Expresa sus decretos con el pronombre personal y el verbo activo “yo haré”. No reconoce a ningún otro rey fuera de su propia elección imperativa.
Arba debe morir antes que Caleb pueda ganar a Hebrón. La voluntad egoísta debe ser muerta antes que pueda reinar el amor.
“Someteos, pues, a Dios” es el lema y la contraseña en la puerta de la santidad y la paz.
No es solamente la mala voluntad, sino la voluntad propia que debe morir. Cosas que nos serían legítimas, Dios no nos las puede dar cuando las deseamos obstinadamente, y muchas veces nos tiene que crucificar para quebrantarnos y hacernos auto-rendidos y enteramente sometidos a Su control.
En nuestras vidas, por tanto, muchas veces hemos tenido que rendir algo al Señor que Él realmente deseaba que tuviéramos; y más tarde, cuando ya no lo queríamos porque lo queríamos, sino porque era Su voluntad para nosotros, Él nos lo pudo dar sin temor a daño, y nos lo dio por gracia, una vez que pudimos recibirlo ya no como un ídolo egoísta sino como algo divinamente confiado.
Así Dios tuvo que quitar a Isaac de Abraham, y luego devolvérselo ya no como el Isaac de Abraham, sino de Dios.
La voluntad así rendida se vuelve aun más fuerte, porque de ese momento en adelante ya no es nuestra voluntad, sino Su voluntad en nosotros; y cuando escogemos, escogemos con la fuerza de Dios y para siempre.
¿Hemos rendido nuestra voluntad y recibido la Suya a cambio? ¿Se ha vuelto la ciudad de Arba en la ciudad de Hebrón y el hogar de Su amor?

II. AUTO-INDULGENCIA
Esto es la gratificación del yo en cualquiera de sus formas.
¿Es incorrecto comer y beber y satisfacer nuestros apetitos? No, puede que el hecho en sí no sea malo, pero se vuelve malo cuando lo hacemos con el motivo de la auto-indulgencia. No debo comer porque me satisface comer; no debo beber porque es algo que disfruto; sino que debo comer y beber para la gloria de Dios – esto es, con el definido pensamiento y propósito de agradarle a Él y atender a las necesidades de mi cuerpo para estar fuerte para servirle y glorificarle.
Es el pensamiento de agradarse a uno mismo que contamina un hecho que en sí es correcto, pero cuyo motivo puede ser totalmente egoísta y pecaminoso.
Los hechos más comunes de la vida cotidiana deben ser enteramente consagrados a Él y hechos para Él, de manera que sean sagrados y santos.
¿Hemos aprendido el secreto de morir a nosotros mismos y de vivir así para Su gloria?
(traducido por Elisabeth Knott. Continuará, d.v., en el próximo número)

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EL PUEDE

“Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros” (Ef. 3:20).

Cuando miramos a Dios buscando cualquier tipo de socorro, solemos intentar descubrir qué material tiene Él a mano para usar al venir a nuestra ayuda. Si estamos orando por ayuda económica, solemos mirar la comunidad para ver si hay alguien que nos parece que el Señor podría usar apara proveernos con dinero. Si no vemos aparentes probabilidades, nos resulta difícil confiar en el Señor para el dinero.
Si buscamos empleo para asegurar la continuación del pan de cada día, inquirimos diligentes en los centros industriales. Y si hallamos que las tiendas, los talleres y las fábricas tienen todos los empleados que necesitan de momento, nos resulta duro trabajo mantener la esperanza de que vayamos a hallar un empleo. Si estamos enfermos y nuestro médico se ha quedado sin ideas de cómo ayudarnos a mejorar, no es nada fácil creer que vayamos a recuperar rápidamente.
Es muy humano mirar y anhelar algo visible que pueda ser de ayuda al Señor. En tiempos de necesidad, si sólo podemos encontrar un poquito de algo que Dios podría emplear, estaríamos mucho más satisfechos. Si uno necesita una cantidad de dinero y no puede pensar en ningún amigo, hombre o institución de donde podría obtenerlo, esto da un trasfondo oscuro a la escena.
Si uno necesita trabajo y encuentra que hay muchas otras personas que igualmente necesitan trabajo y no lo tienen, esto tiende a apagar su esperanza. Si uno está enfermo y en cama día tras día, sin sentirse mejor, antes al contrario, peor, y las facturas del médico aumentan, su empleo o negocio sufre y su paciencia se acaba, estas cosas hacen una situación en que el alivio no parece probable. El problema en todos estos casos es que no aparece ningún ser humano con quien Dios puede comenzar a ayudarnos. A nuestra vista sólo aparecen problemas y deudas sin recursos para ayudarnos.
Ahora bien, para el hijo de Dios, ¿cuál es la situación actual? ¿No hay nada más que problemas y deudas? Hay muchos. ¿No hay recursos? Sí, ¡hay miles, millones, billones y trillones! ¿Dónde están? Encima, debajo y alrededor tuyo. La tierra y el cielo están llenos de riquezas incontables. ¿No las puedes ver? No necesitas verlas. Mantén tu ojo puesto en Él.
Piensa por un momento. No es de ninguna manera necesaria que tú veas la ayuda que Dios empleará, ni siquiera es necesario que Dios tenga a mano algo con qué aliviarte. Él no necesita nada con que empezar. En el principio Dios creó los cielos y la tierra. ¿De qué los hizo? ¡De nada! La tierra está bastante bien para ser hecha de nada, ¿verdad? Recuerda, Él no empleó ni una pizca de nada para hacerla. “Cuelga la tierra sobre nada” (Job 26:7).
Y cuelga bien, ¿no es así? Muy bien, entonces, el Dios que puede hacer una tierra, un sol, una luna y unas estrellas de nada, y mantenerlos colgados sobre nada, también puede suplir todas tus necesidades, y no importa si tiene algo con qué empezar a trabajar o no. ¡Maravilloso! ¿No es así? Confía en Él y Él te sostendrá, aunque tenga que suplir tu necesidad de la nada.
Autor desconocido, traducido por Carlos Tomás Knott



viernes, 1 de febrero de 2008

EN ESTO PENSAD - FEBRERO 2008

¿Vamos a la Reunión?

Es hora de ir a la reunión. “A ver...llaves, teléfono móvil, Biblia. Vámonos”. Si eso es todo lo que haces para prepararte antes de empezar con un himno, ¡este artículo es para ti! Aunque la mayoría de los creyentes saben que la comunión de la iglesia supone mucho más que meramente llegar a tiempo y ocupar un asiento durante una hora, lo que es prepararse de verdad para la reunión está rápidamente volviéndose un arte perdido.
Tres palabras servirán de ayuda para nuestra memoria:

1.Preparación 2.Examen 3.Reconciliación

En cuanto a la preparación, considera las palabras del Señor en Éxodo 23:15. “Ninguno se presentará delante de mí con las manos vacías”. Los adoradores en las reuniones anuales de Israel tenían que venir con una ofrenda. Ninguno podía presenta
rse sin más y pensar que había cumplido.
¿Hay largos silencios durante la Cena del Señor donde tú te reúnes? ¿Los mismos dos o tres hermanos vuelven a usar básicamente las mismas palabras semana tras semana? ¿Hay quienes ni siquiera tienen nada que decir? Sin duda esta pobreza se debe a la falta del ejercicio de la preparación. Si leyéramos y meditáramos regularmente la Palabra de Dios durante la semana, nuestros corazones automáticamente estarían llenos de material para presentar al Padre cuando nos reunimos. Los magos no compraron sus regalos en las tiendas de recuerdos en Jerusalén. Los trajeron del país donde vivían. ¿Qué traerás al Señor este domingo?
En cuanto al examen, mira lo que dice 1 Corintios 11:28. “Pruébese cada uno a sí mismo, y coma así...” Hay cierta solemnidad en la participación de los símbolos que representan el cuerpo y la sangre de Cristo. Si pasamos la semana empapándonos de las diversiones, el lenguage y la compañía del mundo, y luego nos sentamos a partir el pan sin juzgarnos a nosotros mismos, estamos tratando con desprecio al Señor. Cuán solemne es arrodillarse ante el trono antes de ir a la reunión y pedir al Señor que nos muestre cualquier cosa en nuestras vidas que le entristezca, y confesarla y quitarla del medio. ¿Estás dispuesto a responder a la llamada ferviente de Pablo a examinarte regularmente antes de participar del pan y de la copa?
En cuanto a la reconciliación, tenemos las palabras del Señor citadas en Mateo 5:23-24. “Por tanto, si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda”. Este hombre había preparado algo, pero le faltaba una cosa más. Quizás, examinándose, había recordado un arrebato de ira contra un hermano; o una palabra cruel precipitada que había escrito; o una deuda que no había pagado. Se daba cuenta de que a pesar de estar profesando por fuera que todo andaba bien entre él y su Señor, todo no andaba bien entre él y sus hermanos.
¿Hay algún sentimiento de antipatía entre tú y otro hermano? ¿Concluíste tu última conversación con alguien dando un portazo o colgándole el teléfono en
ira? ¿Estarías dispuesto a pedir perdón y arreglar las cosas, aunque sientas que no eres del todo culpable? Es un precio difícil de pagar a cambio de una vida de adoración sin estorbo y una conciencia limpia – pero vale la pena. Vale mil veces la pena. ¿Estás preparado para la reunión?

Michael Penfold, Bicester, Inglaterra, traducido de un viejo ejemplar de la revista Precious Seed (“Semilla Preciosa”)



Dos Hermanos


James Taylor era farmacéutico, y también predicador. Su hijo mayor dijo que tenía que hacer un nombre para su familia, y así se fue hacia el Parlamento y la fama. Su hijo menor, J. Hudson Taylor, se apartó y no se convirtió al Señor hasta los 17 años de edad. Entonces, en 1849, decidió dar su vida al servicio de Cristo, y puso su rostro hacia China y su deber, y comenzó a prepararse para ser misionero. En 1851 se mudó a un barrio pobre, para vivir una vida humilde, trabajar y ayudar a los pobres. Leyó un libro sobre China, y comenzó a estudiar mandarín, hebreo, griego y latín. En 1852 comenzó a estudiar medicina, pero en 1853 se fue a China sin terminar los estudios. J. Hudson Taylor, el misionero, murió en China en 1905 después de una vida larga de servicio al Señor, y era conocido y amado en cada continente. Pero cuando miré en la enciclopedia para ver qué había hecho el otro hijo, sólo encontré estas palabras: “el hermano de J. Hudson Taylor”.



HASTA QUE ANUNCIE TU PODER A LA POSTERIDAD

"Siendo Josué ya viejo, entrado en años, Jehová le dijo:
Tú eres ya viejo, de edad avanzada, y queda aún mucha tierra por poseer". Josué 13:1

¿Cuándo deben jubilarse los cristianos de sus actividades espirituales? ¿A qué edad deben colgar su estuche con su Biblia? Existen leyes en diferentes países que requieren el retiro de la fuerza laboral a los 65 años. Tal cláusula no existe requiriendo que el cristiano deje de trabajar para el Señor. Por cierto dependerá del cuerpo y su capacidad de mantenerse con vitalidad. No hay una edad tope. ¡Hay hermanos que han participado en reuniones hasta los cien años de edad! Tomás Hay, misionero que trabajó por años en Japón compartía algunos pensamientos de la Biblia a los 95 años. Dijo que había pedido que el Señor le guardara de ser un "viejo imprudente". El Señor le contestó.
Dr. Armerding tenía 98 años cuando entregó un lindo mensaje sobre un salmo. Por causa de su artritis tuvo que ser asistido para ir a sentarse en la plataforma de un local evangélico en California. Fue felicitado por la agudeza de su mente y la c
laridad de sus expresiones. "Pedí al Señor que me dejara con todos mis botones hasta el final," contestó. Nadie dudó de que su oración fuera contestada con creces. El texto de cabecera destaca el vigor de Josué. Había sobrevivido los 40 años en el desierto y tenía aproximadamente 80 años cuando Dios le dijo que era "viejo". De todos modos Josué no iba a retirarse para disfrutar una merecida jubilación. Dios tenía nuevos planes para Josué. Iba a haber otras conquistas, y otros avances mientras guiaba al pueblo de Israel en su "toma" de la tierra prometida.
El año 2007 será recordado en Chile como el año cuando tres hermanos misioneros, pioneros que laboraron en el país, partieron para estar con el Señor en el lapso de seis meses. Sr. Eliecer Parada partió cuando había pasado 100 años de edad. Don Ricardo Hanna alcanzó a los 88 y a don Guillermo McBride le faltó un mes para los 91. Todos quedaron activos hasta unos meses antes de fallecer. Amaron al Señor Jesús y le sirvieron con ahinco. No dejaron de leer las Escrituras y enseñar cuando fuera possible. Los que llegan a una edad avanzada seguramente pueden decir con el salmista, "Oh Dios, me enseñaste desde mi juventud, y hasta ahora he manifestado tus maravillas. Aun en la vejez y las canas, oh Dios, no me desampa
res, hasta que anuncie tu poder a la posteridad, y tu potencia a todos los que han de venir" (Sal. 71:17-18). Josué vivó hasta los 110 años de edad, y es un lindo ejemplo de fidelidad y constancia desde su juventud hasta su vejez. Gracias a Dios por todos los ejemplos que hemos mencionado.

D. David A. Jones
De "Palabras de Vida", Chile, lectura para el 8 de diciembre, 2007




Dios Tiene Un Plan Para Tu Vida

¿Crees esto? Considera las siguientes Escrituras:

· 1 R. 19:15-16 A veces lo revela a otro de Sus siervos.

· Jer. 1:5 Dios está muy delante nuestro, ya lo sabe todo.

· Lc. 1:13-17; 67-79 El plan para la vida de Juan el Bautista.

· Mr. 3:13-19 El plan para los 12 discípulos.

· Jn. 21:18 El futuro de Pedro y Juan.

· Ro. 8:28-30 El propósito divino para cada creyente.

· Gá. 1:15-16a Dios apartó a Pablo antes de su nacimiento; tenía un plan para él.

· Col. 1:9-10 Pablo oraba que los Colosenses supieran la voluntad de Dios para ellos.

· Stg. 1:5 ¿Por qué pedirle sabiduría si le da igual, si no tiene un plan para ti?

Sí, hermano, hermana, Dios tiene un plan para tu vida. Pero el problema es que nosotros también tenemos planes (Mt. 10:39; Mr. 8:34-36). Teníamos planes antes de conocer al Señor, y aún ahora siendo creyentes a veces nos cuesta dejar estos planes nuestros y decir: “Señor, ¿qué quieres que yo haga?” Nos cuesta buscar consejo de nuestros hermanos y pedir sus oraciones, tal vez porque queremos ser independientes, tal vez porque no reconocemos la importancia del consejo y la oración, o tal vez porque ya sabemos lo que queremos hacer, ya hemos decidido, y no queremos que nada ni nadie frustre nuestros planes.
Parte del problema puede ser que no amamos la voluntad de Dios como cosa buena y sublime, ni tampoco tenemos temor de nuestra propia voluntad ¿Te fías de tu propio corazón? (Jer. 17:9) Aun sabiendo que es malo, muchos todavía se dejan guiar por él en lugar de por la Palabra de Dios, la oración, y el consejo de hermanos espirituales. Pero el que busca, halla, así que, busquemos la voluntad de DIOS.