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jueves, 31 de marzo de 2022

EN ESTO PENSAD - abril 2022

 

GEDEÓN
Un Joven Transformado En Un Siervo De Dios

parte 5
Camilo Vásquez Vivanco


viene del número anterio

GEDEÓN OFRECIÓ LO MEJOR AL SEÑOR

 

“Y entrando Gedeón, preparó un cabrito, y panes sin levadura de un efa de harina; y puso la carne en un canastillo, y el caldo en una olla, y sacándolo se lo presentó debajo de aquella encina” (Jue. 6:19).
    
Dios llamó a Gedeón para un servicio especial (v.14) y hemos de advertir que Dios llama a jóvenes que están ya sirviendo. Nunca Dios usará a los flojos y faltos de compromiso con el servicio al Señor. Tampoco Dios llamará a quienes están muy ocupados en sus metas personales y que no priorizan su vida espiritual por sobre sus éxitos.
    Para descubrir si estas entre los que siempre tienen excusas de seguir al Señor es bueno identificar a los condicionales mencionados por el Señor (Lc. 9:57-62). Todos los que sirven a Dios dejaron algo que llenaba sus vidas de entusiasmo y bienestar para poder dedicar sus vidas sin enredarse en lo que antes hacían (2 Ti. 2:4). Pedro fue llamado desde la redes de pescador (Mt. 4:18-20) y dejó su estatus de empresario. Mateo desde su posición en el banco de los tributos públicos, (Mt. 9:9). Eliseo fue llamado trabajando con 12 yuntas de bueyes (1 R. 19:19-21). Nehemías dejó su posición como copero del rey Artajerjes (Neh. 1:11) para sufrir las incomodidades de un albañil y soldado.
    Ahí debajo de una encina Gedeón prepara su ofrenda, separando para el Señor lo mejor de sí, un cabrito, panes sin levadura de una efa de harina (36 litros de harina) todo de bastante trabajo y consagración en medio de aquel tiempo de escasez. Tal fue el agrado del Señor que transformó la ofrenda en un holocausto: “...tocó con la punta la carne y los panes sin levadura; y subió fuego de la peña, el cual consumió la carne y los panes sin levadura. Y el ángel de Jehová desapareció de su vista” (Jue. 6:20-21). La primera señal confirma que Dios está satisfecho de la vida de Gedeón pues no solo se queda el Señor al lado de Gedeón sino que acompaña su servicio a fin de vencer a los enemigos de Israel. Además aquella ofrenda de paz presentada por Gedeón es transformada por el Señor (el ángel de Jehová) en un holocausto que es consumido por el fuego que salió milagrosamente de la peña. Esto nos remonta hacia la cruz del calvario donde Cristo fue consumido por el fuego de Dios por nuestros pecados, de modo que la cruz fue ese altar que nos capacita para responder a este llamado de servir al Señor en el campo que Él quiera para nuestras vidas.
    Como hemos mencionado en este estudio si bien es cierto Gedeón no fue llamado para evangelizar sino para ayudar a su pueblo, en nuestro caso Dios llama hoy especialmente a ciertos hombres para proclamar el evangelio y a su vez cuidar al pueblo de Dios; los convertidos cual oveja de su prado. Allí está el particular caso de Pedro y Andres llamados para ser pescadores de hombres (Mt. 4:18-19), el caso de Mateo (Mt. 9:9) para ser apóstol junto a los once y el especial caso de Pablo y Bernabé para establecer iglesias (Hch. 13:1-4). También se ve en la Palabra de Dios el caso de Apolos a quien Pablo califica como uno que riega el huerto de Dios cual figura de la iglesia local (1 Co. 3:6). De todos estos llamados iniciales del Espíritu salieron los cinco tipos de hombres dados a la iglesia para su edificación a saber, apóstoles, profetas, evangelistas, pastores y maestros (Ef. 4:11-12).
    Digno es de destacarse el caso de Felipe quien es el único llamado evangelista (Hch. 8:29; 21:8) por su tarea de escuchar al Espíritu llevando el evangelio. En un sentido todos debemos hacer obra de evangelista (2 Ti. 4:5) pero solo algunos son llamados para ser evangelistas equipados especialmente para esta tarea (Ef. 4:11-12). Ser un evangelista no significa poseer el don de evangelista pues no es un don, sino que es un hombre especial con diferentes dones que le capacitan para su ministerio de ver iglesias formadas.
    Estos llamados tienen como base y respaldo el sacrificio de Cristo en la Cruz, la gran comisión del Señor resucitado (Mt. 28:19-20) y el equipamiento del Espíritu Santo para enseñar Su Palabra (1 Ti. 2:7). Más adelante veremos las distintas medidas de fe que el Espíritu sigue dando a los convertidos para que sean útiles en las manos del Señor.
    Hoy no necesitamos pedir señales pues tenemos con nosotros al Espíritu Santo y la Palabra de Dios  como  medio potente de conocer la voluntad de Dios para nuestras vidas. Dios usa por lo menos cinco canales para guiarnos y confirmarnos en lo que puede ser nuestro llamado:
    1.  La Palabra de Dios cara a cara
    2.  La exposición de la Biblia en la iglesia.
    3.  La oración privada
    4.  El consejo sabio de algún hermano espiritual
    5.  Las circunstancias.
    Tales canales no pueden ser invertidos tomando resoluciones solo basados en las circunstancias o en algún consejo por muy sabio que sea. Siempre es primero la Palabra de Dios y su exposición como la oración privada que pueden asegurar nuestras convicciones. Es así que un consejero sabio buscará que cultivemos la oración y comunión con la Palabra de Dios antes de darnos algún consejo. Por muy evidentes que sean las circunstancias éstas no son el indicador decisivo (2 Co. 2:12-13), sino que es el Espíritu hablándonos por Su Palabra (Hch. 16:6-10).
    Hemos de notar lo que dice el Espíritu en este pasaje: “Cuando vio la visión, en seguida procuramos partir para Macedonia, dando por cierto que Dios nos llamaba para que les anunciásemos el evangelio” (Hch. 16:10). Esa expresión “dando por cierto” usada por Lucas en este relato significa “unir las evidencias” o “concluyendo”, es decir tanto la oración como la visión que tuvo, en nuestro caso la Biblia, el consejo de otros y las circunstancias, entonces dieron por cierto que Dios los llamaba para ir y predicar en Filipos.   
   

continuará, d.v., en el número siguiente

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EL FIN DE TODAS LAS COSAS

“Mas el fin de todas las cosas se acerca; sed,
pues, sobrios, y velad en oración”.  
1 P.  4:7

DIOS AVISA:  
    A veces cuando tienen que cortar la electricidad o el agua por una obra, avisan a los que viven en la zona afectada. También algunos avisan cuando cerrarán una oficina en cierta fecha. Porque sin aviso las personas no se preparan, sino están desprevenidas, y con razón se quejan: “¿Por qué no avisaron?”
    Pues Dios Avisa: “el fin de todas las cosas se acerca”. Avisó a Israel muchas veces por los profetas, por ejemplo: “el fin, el fin viene” (Ez. 7:6), pero no creyeron, ni se arrepintieron, y perecieron en el juicio.
    Nuevamente Avisa:  “el tiempo es corto”  (1 Co. 7:29); “el mundo pasa, y sus deseos”  (1 Jn. 2:17);  “la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas”   (2 P. 3:10);  “...todas estas cosas han de ser desechas, ¡cómo no debéis vosotros andar en santa y piadosa manera de vivir!”  (2 P. 3:11).


DIOS ACONSEJA:  
    Dios también nos aconseja acerca de qué hacer. “Sed sobrios”. La sobriedad, que es seriedad, solemnidad, conviene a todo creyente. “Velemos y seamos sobrios” (1 Ts. 5:6). Los ancianos deben ser sobrios (1 Ti. 3:2). Timoteo y otros siervos de Dios deben ser sobrios (2 Ti. 4:5). Tito debía dar ejemplo de seriedad (Tit. 2:7). La vida no es un chiste ni una diversión. El Señor advierte así a los livianos, los bromistas y los poco serios: “Ay de vosotros los que ahora reís” (Lc. 6:25). Los profetas de Dios no comenzaron sus mensajes con chistes, ni tampoco los apóstoles. Es más bien el proceder de los falsos profetas y falsos maestros, que desean divertir a la gente y quedar bien con los oyentes.
    Otro consejo importante en nuestro texto es: “velad en oración”. Debemos orar, pero debemos dar prioridad a la oración, perseverar en ella, continuar. La iglesia en Jerusalén oraba sin cesar – día y noche – por Pedro cuando Herodes le encarceló. Hoy algunas iglesias ni siquiera tienen una hora de oración a la semana. Si la oración es una confesión de necesidad, ¿qué está diciendo la iglesia que no ora? Y esto pasa porque los mismos creyentes dan poca importancia a la oración. Les parece inconveniente reunirse para orar, y tampoco oran mucho en sus casas. Hermanos, si no oramos, ¿quién lo hará? ¿Orarán los que no conocen a Dios? Como mucho, rezarán el rosario, pedirán a los santos, invocarán a Alá.  Y no serán oídos. Sabiendo que el fin viene, sea nuestra conducta como conviene a los santos.

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El Amigo Fiel

“En todo tiempo ama el amigo, y es como un hermano en tiempo de angustia” (Pr. 17:17).

Muchas amistades son casuales, temporales, caprichosas y superficiales. Por ejemplo, los ricos tienen muchos “amigos” que lo son por la cuenta que les trae. “Muchos son los que aman al rico” (Pr. 14:20), en cambio, el pobre es odioso aun a su amigo – porque no ofrece ningún beneficio o placer. “Las riquezas traen muchos amigos” (Pr. 19:4), pero ¿amigos de qué? El verso 6 explica: “Muchos buscan el favor del generoso, y cada uno es amigo del hombre que da”. Por eso dijo William MacDonald que un hombre rico dificilmente sabe quiénes son sus amigos, aunque afirmen que lo son. Si no tuviera dinero o casa cómoda, o si no les diera nada, ¿vendrían a verlo, pasarían tiempo con él? Los que no, solo profesan amistad por la cuenta que les trae. Algunos, por la cuestión del dinero, son “amigos” del que da, aunque ése tenga errores de doctrina y práctica. Casi todo lo toleran con tal de seguir beneficiando económica o materialmente.
    Considera por ejemplo el desengaño del hijo pródigo, que pensaba que tenía muchos amigos. Pero cuando hubo gastado todo, halló que no tenía amigos (Lc. 15:13-16). Eran amigos de sus favores, diversiones y bienes, pero no realmente de él. Cuando se quedó con las manos vacías, “nadie le daba”.
    Tampoco las amistades verdaderas son las de Facebook y otras partes de las redes sociales. Ni son verdaderos los que muchas veces tan efusivamente hablan como amigos. Los amigos verdaderos son personas cuyas relaciones perduran, que pasan la prueba del tiempo y la adversidad. No se apartan por un disgusto. Aman en todo tiempo. Su amistad no tiene fecha de caducidad. Todos necesitamos al menos un amigo fiel, y Proverbios 17:17 da un consejo muy importante acerca de la amistad. Sobre este texto, el Dr. Alexander Higgins escribe lo siguiente:

“La lealtad es marca del amigo – ama en todo tiempo, aun o especialmente en tiempos de angustia, pruebas y dificultades. Amar “en todo tiempo” describe la permanencia del amor. El pensamiento paralelo refuerza esta lección. Un hermano reconoce que uno de los propósitos de ser hermano es responder a la necesidad en tiempos de dificultad y adversidad. “El texto no habla de ganar un fiel amigo, sino de ser ese amigo” (D. Hubbard). Es en tiempos difíciles que descubres quiénes realmente son tus amigos. El hombre sabio reconoce que la consistencia, la constancia y la fidelidad son ingredientes vitales en la verdadera amistad.
    Fue en el día de adversidad que David vio claramente que Husai arquita era su amigo (2 S. 15:32-37). Las camas, vasijas, habas y garbanzos que Barzilai y otros trajeron a David en Mahanaim tenían mucho más valor a su alma que materialmente (2 S. 17:27-29). En el día de su rechazo, vio a los que eran sus amigos, cuya fidelidad le sería reflejo de la benevolencia de Dios”. 

(Dr. A. Higgins, What the Bible Teaches: Proverbs, “Lo que la Biblia Enseña: Proverbios”, págs. 194-195, John Ritchie Ltd.)

 
    Del mismo modo, cuando vengan las pruebas, las dificultades o los conflictos, descubrimos quiénes no son realmente nuestros amigos. Ahitofel había sido a David un “amigo” superficial. Daba la impresión de ser buen amigo cuando en realidad no era así. David expresó a Dios su queja en el Salmo 55:14. “Que juntos comunicábamos dulcemente los secretos, y andábamos en amistad en la casa de Dios” (Compara Sal. 41:9). Es decir en otras palabras: “Pensaba que eras mi amigo, y confiaba en ti”. Fue una de las penas más amargas para David.
    Ahitofel, por resentimientos personales, abandonó y traicionó a David. Nunca expresó personalmente a David sus verdaderos sentimientos, sino que los ocultó y disimuló su odio. Luego le sorprendió al unirse a Absalón, el hijo rebelde. Siglos después, Judas hizo algo parecido pero peor al Amigo perfecto. Desilusionado, proablemente porque Cristo no había tomado el reino, en lugar de hablar con Él y abrirle su corazón, disimuló. Su desilusión y amargura carcomaban dentro de él, y al final abandonó y traicionó a Cristo. Demas, por lo visto, también era un amigo superficial. Después de un tiempo de colaboración con Pablo, no le traicionó pero le desamparó. Se vieron al final sus verdaderos afectos y prioridades. Amaba al mundo y lo que ofrecía – bienes, riquezas, prestigio, etc. Es una de las estrategias favoritas del diablo, el usar a alguien cerca de nosotros, un amigo o familiar, una persona de confianza, para hacernos daño. Sabe el dolor y desánimo que causa así, cuando los que profesaban ser amigos nos abandonan o peor, nos traicionan.
    Pero hermanos, el Señor Jesucristo es el Amigo fiel. Nunca nos dejará ni nos desamparará, aunque es cierto que ninguno de nosotros merece Su amistad. Cuando todos los demás abandonaron y desampararon a Pablo (2 Ti. 1:15; 4:16), el Señor estuvo a su lado para fortalecerlo. Cuando el predicador inglés, George Whitefield, padeció el abandono, desamparo económico y desprecio de muchos, dio gracias a Dios por ello, porque dijo: “Así he aprendido a acercarme más y apreciar mejor la amistad de Aquel que prometió que nunca me dejaría”.
    El temor de ser abandonados por los hombres no debe causar que claudiquemos en las cosas de Dios ni que tiremos la toalla. Si nos encontramos abandonados o desamparados por los que creíamos ser nuestros amigos, el Señor también nos amparará y nos animará. Él nos conoce íntima y completamente, sabe todas nuestros fallos y debilidades, y aun así nos ama. “He aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”, prometió (Mt. 28.20). “Amigo hay más unido que un hermano” (Pr. 18:24), y es el Señor. ¡Dichosos de nosotros que tenemos un amigo así! “Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos” (Jn. 15:13).
    Y debemos aprender a ser fieles amigos. Esto quiere decir que amaremos en todo tiempo. Nuestro Señor dijo: “Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos, porque esto es la ley y los profetas” (Mt. 7:12). ¡Y demos gracias a Dios por la gran bendición de Su fiel y eterna amistad!                                                               

 Carlos

    ¡Oh, qué amigo nos es Cristo!   Él llevó nuestro dolor,
    Y nos manda que llevemos, todo a Dios en oración.
¿Está el hombre desprovisto, de paz, gozo y santo amor?
    Esto es porque no llevamos todo a Dios en oración.

    ¿Estás débil y cargado de cuidados y temor?
A Jesús, refugio eterno, muéstraselo en oración.
    ¿Te desprecian tus amigos? Muéstraselo en oración;
En Sus brazos de amor tierno, paz tendrá tu corazón.

    Sólo Cristo es un amigo: de esto pruebas nos mostró,
Pues para llevar consigo al culpable, se humanó.
    Del cristiano, el castigo con Su llaga Él pagó.
Hallo en Cristo amigo fiel, ¡Bendito quién fía en Él!

                                                                                                                        J. M. Scriven (1855) 

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Crezcamos en el Conocimiento de Dios
Lucas Batalla


“Entonces... hallarás el conocimiento de Dios”   Proverbios 2:5

Creer que Dios existe no es lo mismo que conocerle. Permíteme preguntar: ¿Has hallado este conocimiento? Muchos hoy dirían que conocen a Dios, no solo entre cristianos sino también los de otras religiones. Pero quedan descartados cantidad de ellos, porque no es posible conocer a Dios sin leer y creer a Su Palabra, la Biblia. El Antiguo Testamento habla proféticamente de Cristo, los Evangelios enseñan Su venida, muerte y resurrección, las Epístolas enseñan la doctrina de Cristo, y el libro de Apocalipsis es “la revelación de Jesucristo” – Su segunda venida y reino.
    El Señor dijo a los judíos: “Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí; y no queréis venir a mí para que tengáis vida” (Jn. 5:39-40). Ellos se creían los expertos en las Escrituras, pero no sacaron provecho de ellas porque no vieron que dan testimonio de Cristo. Jesucristo es la clave para entender las Escrituras y conocer a Dios. Pero ellos no querían venir a Cristo. De este mismo modo, muchas personas hoy no pueden conocer a Dios porque no quieren venir a Cristo y reconocerle como el Señor y Salvador en quien únicamente hay vida eterna.
    Tampoco podemos conocer a Dios sin la regeneración. El Señor reprochó a un hombre erudito y maestro de los judíos – Nicodemo – y dijo que le hacía falta nacer de nuevo para ver el reino de Dios. “De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios” (Jn. 3:3).
    Conocer a Dios es más que un ejercicio intelectual – es espiritual y vivificante. El apóstol Juan indica esto en su primera epístola.  “Dios envió a su Hijo unigénito al mundo para que vivamos por él” (1 Jn. 4:9). “Esta vida está en su Hijo. El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida” (1 Jn. 5:11-12). Muchos tienen religión sin conocer realmente a Cristo, y por eso sabemos que tampoco conocen a Dios.
    Así eran los hijos del sumo sacerdote Elí, aunque eran sacerdotes y servían en el tabernáculo. Es sorprendente leer en 1 Samuel 2:12 que “Los hijos de Elí eran hombres impíos, y no tenían conocimiento de Jehová”. Todo lo que había en el tabernáculo, los sacrificios y las ofrendas hablaban de Cristo, y proclamaban grandes verdades acerca de Dios y la redención. Pero hay personas que sirven en “el ministerio” sin conocer a Dios. Algunos, como los hijos de Elí, están porque son hijos o nietos de alguien importante. Otros están porque una escuela bíblica les ha dado un título o una ordenación. Pero son ciegos guías de ciegos, porque sin conocer a Dios no pueden ayudar a nadie.
    Es la condición natural de los del mundo. “Padre Justo, el mundo no te ha conocido” (Jn. 17:25). Es una ignorancia fatal, y además culpable, porque Dios se ha dado a conocer. Es el Creador de todo. El mundo fue hecho por Él, sin embargo, cuando vino, no le conoció (Jn. 1:10). Israel tampoco tenía el conocimiento de Dios. Cristo dijo a los judíos: “vosotros no le conocéis” (Jn. 8:55). Y a Sus discípulos avisó que sufrirían a manos de Israel (Jn. 16:1-2), “y harán esto porque no conocen al Padre ni a mí” (Jn. 16:3).
    Lo principal en la vida es conocer a Dios, pero muchos, incluso cristianos, lo consideran como un accesorio, como algo adicional que es bueno, pero no es urgente tenerlo. De este modo se llenan las congregaciones de personas que de año en año practican su religión, pero no conocen a Dios. Los jóvenes se esfuerzan para cursar sus estudios y aumentar conocimientos, para conseguir sus carreras, pero casi ninguno se esfuerza tanto para conocer a Dios. Tienen más conocimientos de cosas del mundo que de Dios y Su Palabra.
    Es peligroso y dañino no conocer a Dios. El profeta Oseas lamentó que no había conocimiento de Dios en la tierra (Os. 4.1), y declaró: “Mi pueblo fue destruido, porque le faltó conocimiento” (Os. 4:6). Insistió que la prioridad divina es: “conocimiento de Dios más que holocaustos” (Os. 6:6). Practicaban su religión sin conocer a Dios, y eso condujo a toda su mundanalidad e idolatría, por lo que Dios les rechazó y les juzgó. En el Nuevo Testamento, Pablo advirtió a la asamblea en Corinto: “Velad debidamente, y no pequéis, porque algunos no conocen a Dios; para vergüenza vuestra lo digo” (1 Co. 15:34). Si dijo eso a la asamblea en Corinto, ¿qué diría hoy de las iglesias “cristianas”?

continuará d.v. en el siguiente número

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¿A Quién Imitamos?

 

Hay mucha confusión hoy entre  “cristianos”, acerca de si hay obligación de seguir a Cristo, o si somos libres para hacer cada uno lo que quiere y vivir como le parece. La mera existencia de ese debate demuestra la baja temperatura espiritual de las iglesias. Posiblemente muchos de los que asisten no entienden realmente el evangelio ni conocen su poder transformador. Siguen siendo muy independientes después de sus supuestas conversiones, muy amadores de sí mismos, y sin deseo de imitar a los que viven en piedad, pues solo suelen imitar a los del mundo. El “Cristo” en que ellos creen debe seguirles a ellos, y bendecir sus planes y actividades. No es el mismo Cristo que dice: “Niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígueme” (Lc. 9:23). No desean ni pueden seguirle, porque no tienen vida.
    Hay otros casos, de creyentes que seguirían el buen ejemplo de la piedad, si lo vieren. Pero sus dificultades vienen de que, tristemente, son pocos los que dan un buen ejemplo a seguir. Sus vidas no dicen: “Sed imitadores de mí, así como yo de Cristo” (1 Co. 11:1). O son poco accesibles, pues solo se les ve durante una reunión, y no hay oportunidad para tener comunión y observarles en la vida fuera de las reuniones. El que pretende que otros le sigan, adquiere gran y solemne responsabilidad. Debe escrutinar su vida a la luz de las Escrituras, y eliminar cualquier cosa que no agrade a Dios, o que podría ser tropiezo para otros.
    También leemos en 1 Tesalonicenses 2:14 que eran “imitadores de las iglesias” , y aquí es en el sentido de sufrir por su fe como ellas, obviamente porque su forma de vivir atraía persecución (ver 2 Ti. 3:12). Así que, el Nuevo Testamento enseña que “imitar” es nuestro deber, como creyentes. No es legalismo sino amor. Porque amamos al Señor, deseamos obedecer Su Palabra y agradarle. La Biblia nos exhorta así:


1 Co. 4:16    “os ruego que me imitéis”
1 Co. 11:1    “Sed imitadores de mí, así como yo de Cristo”
Ef. 5:1          “Sed...imitadores de Dios, como hijos amados”
Fil. 3:17   
...sed imitadores de mí, y mirad a los que así se conducen  según el ejemplo que tenéis en nosotros”. (los apóstoles)
He. 6:12     “no os hagáis perezosos, sino imitadores...”
2 Ts. 3:7     “sabéis de qué manera debéis imitarnos”
2 Ts. 3:9 “daros nosotros mismos un ejemplo para que nos imitaseis”
He. 13:7     “imitad su fe”
3 Jn. 11     “no imites lo malo, sino lo bueno”

 
    En las Escrituras tenemos bastantes ejemplos buenos que seguir, y malos que evitar. Pongamos atención, y demos buen ejemplo a otros.

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La Evolución: Una Teoría Antibiblica


No debemos intentar interpretar la Biblia para acomodar las teorías evolucionistas. Estos dos no andarán juntos porque no están de acuerdo. Escribe Dave Hunt:
    Moisés dice que Dios formó a Adán del “polvo de la tierra”, y luego formó a Eva de “una de sus costillas” (Génesis 2:7; 18-22). No se puede reconciliar la idea de antepasados prehumanos con este relato, y es un relato ratificado por Jesucristo: “¿No habéis leído que el que los hizo al principio, varón y hembra los hizo, y dijo: Por esto el hombre dejará padre y madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne?” (Mateo 19:4-5). Cristo confirmó así con esta cita lo que dice Génesis. San Pablo también testificaba acerca de su veracidad cuando declaró que “Adán fue formado primero, después Eva” (1 Timoteo 2:13, ver también 1 Corintios 15:22, 45; Judas 14). No eran una pareja de criaturas prehumanas en las cuales Dios sopló almas humanas.
    Además de esto, el apóstol Pablo dice que el pecado entró en el mundo por Adán, y la muerte por el pecado (Romanos 5:12). Si Adán y Eva hubieran tenido antepasados que durante miles o millones de años hubieran vivido y muerto, evolucionándose hasta que Dios los humanizara, entonces la muerte habría estado operativa en la tierra antes del pecado de Adán, lo cual es una contradicción clarísima de Génesis, la doctrina de Cristo, la predicación de Pablo y el evangelio. (por ejemplo, el Cardenal O’Connor de Nueva York dice que quizás Adán y Eva fueran “animales inferiores”. 1 )
    La evolución, la “más gorda de las vacas sagradas”, 2 ha sido una herramienta poderosa de Satanás para persuadir a millones de que la Biblia no es fiable. Como dijo Felipe Johnson, profesor de Derecho en la Universidad de Berkeley, “Todo el propósito de la historia evolucionista de Darwin es... demostrarte que no necesitas una inteligencia preexistente... [para] creación”. 3 Johnson sorprendió al mundo académico en 1991 con su libro Darwin on Trial [El Juicio de Darwin]. Con la precisión de un abogado veterano, destruyó el darwinismo y acusó a los evolucionistas de “abandonar los informes verdaderos y precisos que la ciencia ha hecho tradicionalmente, en su celo por extirpar y acabar con la religión...” 4

1 Los Angeles Times (30 noviembre, 1996), B13.    

2 Doug Bandow, “Fossils and Fallacies” [Fósiles y Falacias], National Review (29 abril, 1991), 47.    

3 Russel Schoch, “The Evolution of a Creationist” [La Evolución de un Creacionista], California Monthly (noviembre 1991), 22.

4 The Catholic World Report [El Reportaje Del Mundo Católico] (diciembre 1996), 50.      

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Los Cuatro Hechos Finales De Cristo

Cuando Jesús hubo tomado el vinagre, dijo: Consumado es. Y habiendo inclinado la cabeza, entregó el espíritu”.   S. Juan 19:30

1. Tomó el vinagre – y así padeció hasta el final.
El Señor Jesús, Hijo de Dios, cuando estuvo en la cruz, tuvo sed y sufrió adversidad. Él había invitado a todos los que tenían sed: “venga a mi y beba” (Jn. 7:37). A una mujer le dijo: “el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás” (Jn. 4:14). Pero Él padeció esa terrible sed, para que nosotros jamás la tengamos ni vayamos al lugar de castigo donde seríamos atormentados con gran sed (Lc. 16:24).

2. Declaró: “Consumado es”. Fue victorioso en Su muerte.
Él triunfó en la cruz. El Señor Jesús cumplió toda profecía acerca de sí e hizo perfectamente todo lo necesario para salvar a hombres y mujeres de sus pecados. Nadie tiene que hacer obras para ser salvo – la salvación no es por obras (Ef. 2:8-9).

3. Inclinó Su cabeza. Fue humilde, y estuvo en control hasta el final.
El Señor Jesucristo destacaba la humildad. Fue obediente a la voluntad de Su Padre, hasta la muerte en la cruz. Se había humillado en la encarnación, para ir a Belén, luego fue un carpintero, luego fue traicionado, vendido como un esclavo común por treinta piezas de plata. Le trataron como un criminal común. Inclinó Su cabeza en humildad y como acto de devoción a la voluntad de Su Padre. Aunque era igual con Dios, “se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo... se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte”. Su acto final era inclinar la cabeza. 

4. Entregó Su espíritu – ejerció Su autoridad.
Despidió Su espíritu. La muerte viene a todos los demás, pero Él se fue a la muerte. Cuando los hombres mueran, pierden control y bajan la cabeza. Pero Él no fue vencido, no perdió control. Los hombres, al morirse, tienen una voz floja. Pero Cristo clamó con voz fuerte “Consumado es”, y luego: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu” (Mt. 27:50; Mr. 15:37, Lc. 23:46). Había declarado antes: “Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar. Este mandamiento recibí de mi Padre” (Jn. 10:18). Él escogió morir para destruir la muerte, para que nosotros vivamos. Escogió morir y así pagar la pena de muerte por la humanidad. Escogió morir por nosotros, los rebeldes, para enseñarnos el inigualable amor de Dios. Escogió morir para mostrar Su poder sobre la muerte. Se entregó a sí mismo por nuestros pecados, y todo creyente puede decir: “Me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gá. 2:20). Amigo lector, ¿reconoces que es así, que Él te amó y murió por ti?

Craig Munro, de la revista Present Truth (“Verdad Presente”), vol. 20, oct/nov 2021, nº 239.

 

lunes, 28 de febrero de 2022

EN ESTO PENSAD - marzo 2022

 Señales de Pactos

 parte 3

Carlos Tomás Knott

 


viene del número anterior
La Cena del Señor

A diferencia del pacto de la ley, para establecer el nuevo pacto que es eterno, Dios envió a Su Hijo. “Aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros” (Jn. 1:14). No un profeta como Moisés, ni un arca, ni una nube, ni columna de fuego, sino el Señor Jesucristo: “Dios fue manifestado en carne” (1 Ti. 3:16). Y en la última pascua, antes de ser entregado para morir en la cruz, el Señor estableció la Cena del Señor para reemplazar la pascua. En 1 Corintios 11 Pablo relata la revelación que el Señor le dio y menciona el nuevo pacto.

“Porque yo recibí del Señor lo que también os he enseñado: Que el Señor Jesús, la noche que fue entregado, tomó pan; y habiendo dado gracias, lo partió, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo que por vosotros es partido; haced esto en memoria de mí. Asimismo tomó también la copa, después de haber cenado, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre; haced esto todas las veces que la bebiereis, en memoria de mí” (vv. 23-25). (véanse también Mt. 26:28; Mr. 14:24; Lc. 22:20)

    Ahora bien, la Cena del Señor no establece el nuevo pacto. Solo lo recuerda y simboliza. Este último pacto fue hecho y sellado con la sangre de Jesucristo. Él es el Mediador del nuevo pacto, que es eterno (He. 12:24; 13:20), y la Cena del Señor, con los símbolos del pan y la copa, es la señal o el símbolo del sacrificio de Su cuerpo y sangre para redimirnos.
    Los seres humanos no inventaron esas señales, ni tienen autoridad para modificarlas. Todas ellas fueron divinamente dadas, y su significado fue asignada por Dios. Como tales, enfatizan Su bondad, misericordia y fidelidad. Es alentador saber que ninguna de ellas se estableció en base a nosotros o nuestras obras– todo procede de la buena mano de Dios.
    Todavía vemos en el cielo la señal del pacto –el arco iris. Nunca más ha destruido la tierra con diluvio. Un día en el cielo veremos el arco iris de gloria alrededor del trono de Dios y del Cordero.
    Las señales dadas a Israel – la circuncisión y el arca del pacto – nos causan admiración de Su carácter y poderosos hechos con Su pueblo escogido. Ese pueblo fue infiel e ingrato, pero Él siempre ha sido fiel. Pronto Dios cumplirá todas las promesas hechas a Israel.
    Y con especial amor, gratitud y esperanza guardamos esta señal del nuevo pacto – la Cena del Señor. Cada semana contemplamos el pan, símbolo de Su cuerpo entregado por nosotros, y la copa, símbolo de Su sangre derramada por nosotros, y recordamos el gran amor Suyo y el alto precio que pagó para redimirnos. “No con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación, ya destinado desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postreros tiempos por amor de vosotros” (1 P. 1:18-20). Pronto le veremos cara a cara, y no tendremos más señales porque estaremos siempre con el Señor. Hasta entonces nuestro cántico será:

    ¡Santo Cordero! Por Tu llamamiento,
    Los convidados están aquí a Tu mesa.
    Ven a traernos el santo alimento;
    Ven a servirnos según Tu promesa.

    Lo que nos das, este pan y este vino,
    Fiel memorial de Tu pacto sagrado,
    Nos representa, Cordero divino,
    Tu sacrificio que expía el pecado.

    Por Tu mandato, Cristo, celebramos,
    Este convite de eterna memoria.
    Tu sacrificio cruento anunciamos,
    Hasta que vengas cubierto de gloria.
    Ven, ¡oh Señor! Aparece glorioso.
    Haz que la iglesia Te encuentre en las nubes.
    Desde esta mesa, triunfante y radioso,
    A Tu banquete celeste nos subes.

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Gedeón
Un Joven Transformado En Un Siervo De Dios
parte 4
Camilo Vásquez Vivanco


viene del número anterior

Gedeón Premunido de Genuina Humildad
  

“Entonces le respondió: Ah, señor mío, ¿con qué salvaré yo a Israel? He aquí que mi familia es pobre en Manasés, y yo el menor en la casa de mi padre” (Jue. 6:15).
    
Esta es la humildad necesaria de todos los siervos del Señor. Dios no usa a hombres dueños de sí mismos sino aquéllos que sienten su pequeñez frente a la gran tarea de honrar a Dios: “...pero miraré a aquel que es pobre y humilde de espíritu, y que tiembla a mi palabra” (Is. 66:2).
    Si Moisés temblaba ante la gran responsabilidad de guiar a Israel lo hacía porque un buen siervo nunca confiará en sus habilidades (Éx. 4:10). Tal humildad hacía de Moisés el mejor instrumento en Sus manos, pues Dios suele usar esa clase de siervos para hacerlos útiles para Él. Como Moisés tenía tanta desconfianza en sí mismo, Dios envió a su hermano para acompañarlos ya que este sí sabía hablar (Éx. 4:13-16). Sin embargo Aarón no era el adecuado para esta tarea, pues aún siendo de fácil hablar o con elocuencia, fue él quien indujo al pueblo a la idolatría (Éx. 32:1-4).
    No hemos de fijarnos en los que hablan bien ni en los que tienen gran personalidad, pues son presa fácil de Satanás y tarde o temprano son atrapados en su propio ego. Saúl al comienzo se caracterizó por la humildad (1 S.9:21) pero bajo esa falsa humildad estaba su ego que le llevó a desobedecer la Palabra de Dios (1 S. 15:17-26) y por eso fue desechado.
    Usualmente los que sirven a Dios nunca buscaron ser destacados siervos y es Dios quien los escoge a pesar de sus debilidades. Gedeón pregunta ¿con qué salvaré yo a Israel? (Jue. 6:15) pues se da cuenta que no tiene ni la sabiduría ni un ejército para semejante empresa. Además Gedeón posee un sentimiento de verdadera pobreza al decir: “He aquí que mi familia es pobre en Manasés”. Esto era del todo cierto ya que Manasés como media tribu fue la más pequeña de Israel. Pero su humilde origen no los incapacitaba pues Dios suele escoger a los pobres para enriquecer este mundo, “Hermanos míos amados, oíd: ¿No ha elegido Dios a los pobres de este mundo, para que sean ricos en fe y herederos del reino que ha prometido a los que le aman?” (Stg. 2:5).
    Agrega Gedeón en tercer lugar: “... y yo el menor en la casa de mi padre” (Jue. 6:15). Esto fue muy importante de decir de sí mismo pues quienes han sido más útiles en las manos del Señor, han sido precisamente aquellos que tiemblan frente a Su Palabra y que sienten absoluta pequeñez de sí mismos (1 Co. 1:26-28). Fue al menor entre ocho hermanos, David, que Dios escogió para reinar sobre Israel (1 S. 16:11-13). Los salmos nos dicen de él: “Eligió a David su siervo, y lo tomó de las majadas de las ovejas; de tras las paridas lo trajo, para que apacentase a Jacob su pueblo, y a Israel su heredad” (Sal. 78:70-71).
    Como vemos, Dios se encarga de hacer de nosotros algo para su gloria: “... el cual da vida a los muertos, y llama las cosas que no son, como si fuesen” (Ro. 4:17) y aún más manifiesta su poder y gracia sólo en aquellos que son guiados por Su Espíritu: “...No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos” (Zac. 4:6). Mi tarea, y la tuya también, es mantenernos humildes y dispuestos a ser usados por el Señor, pues solo así Él nos podrá usar.
    
Gedeón se Asegura de Ser Llamado
    
“Y él respondió: Yo te ruego que si he hallado gracia delante de ti, me des señal de que tú has hablado conmigo” (Jue. 6:17).

    Gedeón recibe cuatro señales, todas son para confirmar su débil fe pues se trata de un joven con una fe que va creciendo la cual Dios no desprecia. La poca fe en una fe bendecida y así como una madre no desprecia a su pequeño hijo, así Dios no desprecia al que comienza a caminar en la fe. Estas señales fueron:


1. De aprobación de su llamado
2. De provisión sobre su débil fe, un vellón lleno de rocío y la tierra seca.
3. De gracia para todo el pueblo, un vellón seco y el rocío sobre toda la tierra.
4. Una torta de cebada girando en el campamento madianita, la frágil vida de Gedeón en manos de Dios.
 

    En primer lugar ¡Cuán importante es estar seguro de que Dios nos ha enviado a servirle! Para esto hemos de saber si estamos equipados y acompañados por la mano de Dios. Recordemos que no todos somos llamados a un servicio especial, así sucedió con Juan Marcos siendo ayudante de los predicadores Bernabé y Saulo (Hch. 12:25), él no fue apartado por el Espíritu Santo para esta clase de trabajo (Hch. 13:1-2) y del mismo modo es contraproducente intentar hacer algo que no es de la horma de tu calzado.
    En segundo lugar Gedeón está diciendo con esta primera prueba: “no deje que yo me convenza a mí mismo de un llamado divino del cual pueda estar equivocado”. Es decir está pidiendo una prueba e invita al Señor para que se quede con él, y que acepte su ofrenda así sabrá si esto es para él. El Señor frente a tan auténtica resolución no apaga el pábilo que humea ni quiebra la caña cascada (Is. 42:3), o no desanima a los débiles en la fe por esto responde claramente: “...Yo esperaré hasta que vuelvas” (Jue. 6:18).
    En tercer lugar la solicitud de Gedeón al decir “me des señal de que tú has hablado conmigo” indica que Gedeón deseaba comprobar que este visitante era más que un hombre común. De algún modo especial al igual que la visita que recibió Abraham debajo de su encina (Gn. 18), Gedeón presentía que su huésped era un enviado de Dios (He. 13:2) y es por esto que pidió esa señal.
    En nuestra experiencia debemos saber que Dios por Su Espíritu sigue llamando hombres para un servicio especial, algunos para servir a tiempo completo (Mt. 9:9; Lc. 5:10-11; Jn. 1:43), otros para cuidar al pueblo de Dios como ancianos (Hch. 20:28), otros para ayudar al pueblo de Dios (1 Co. 12:28; 16:15), otros como colaboradores en la obra de Dios (Flm. 1:24). También está el servicio especial de las hermanas como colaboradoras (Fil.4:3) y que ayudan como Febe en el servicio a la iglesia (Ro. 16:1-2). Tales hermanas nunca ejercieron un servicio público de enseñanza o de predicación, sino que se dedicaron anónimamente a servir con sus dones en la obra de Dios.
     Cualquiera sea el campo de trabajo para el cual el Espíritu Santo nos ha capacitado con sus dones (1 Co. 12:4-6 y 11) hemos de aceptar la medida de fe que se nos ha dado (Ro. 12:3). Esa medida de fe son los dones que el Espíritu personalmente nos ha concedido para honrar al Señor (1 P. 4:10). Para esto hemos de ser sinceros como Gedeon y pedirle a Dios por Su Palabra que nos confirme el área de trabajo en Su obra (Sal. 90:17; 119:38).
    Aprendamos hasta aquí que la convicción personal de que se ha sido llamado para servir es la fuerza del verdadero siervo, ya sea quién quiera llevar el evangelio o quién quiera cuidar al pueblo de Dios siendo un anciano en la asamblea, como quién quiera dedicar su vida al servicio y ayuda del pueblo de Dios. Todos necesitamos una confirmación para no obrar en la energía de la carne y este punto debe hacernos retroceder si solo estamos motivados por ilusiones y no por un genuino llamado desde el cielo. Esa respuesta siempre vendrá del Espíritu y esto usando la Palabra de Dios.

continuará, d.v., en el siguiente número

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¿Qué Significa La Expresión “Ir al Seol”?


En el Antiguo Testamento no había tanto revelado sobre la muerte y después como en el Nuevo Testamento. La palabra “Seol” aparece solo en el Antiguo Testamento. No equivale a un lugar que alberga muertos, como “el Hades”, “infierno” o “el lago de fuego” que son términos revelados después, en el Nuevo Testamento. Más bien Seol se refiere al sepulcro, la muerte en general, o a la región del más allá donde están los muertos, pues sin saber mucho más. A veces puede tener un sentido equivalente al Hades, la región de tormentos de los muertos inconversos, pero eso es por el contexto. Es decir, cuando el texto habla de la muerte o el juicio de los inconversos, puede entenderse así. Por ejemplo, en el Salmo 49:14, los ricos inconversos “son conducidos al Seol, la muerte los pastoreará”. Proverbios 7:27 también lo asocia con el castigo de los inmorales. El camino a la casa de la mujer inmoral no es camino de placeres, sino “Camino al Seol es su casa, que conduce a las cámaras de la muerte”.
    Pero generalmente significaba la muerte o la ultratumba. En 2 Samuel 22:6 y el Salmo 18:5 es un sinónimo de la muerte: “Ligaduras del Seol me rodearon; tendieron sobre mí lazos de muerte”. No son dos lugares, sino una misma cosa, pues es el paralelismo hebreo, en que riman los pensamientos, no las palabras. De nuevo en el Salmo 6:5 leemos: “Porque en la muerte no hay memoria de ti; en el Seol, ¿quién te alabará?” El Salmo 89:48 pregunta: “¿Qué hombre vivirá y no verá muerte? ¿Librará su vida del poder del Seol?” (véase también Sal. 116:3). Isaías 28:15 y 18 habla del pacto con la muerte y el convenio con el Seol. Oseas 13:14 dice: “Oh muerte, yo seré tu muerte; y seré tu destrucción, oh Seol”, pero cuando es citado por Pablo en 1 Corintios 15:54-55, habla de la muerte y el sepulcro. “Sorbida es la muerte en victoria. ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria?” En este texto en lugar de “Seol” el Espíritu Santo pone “sepulcro”.
    Considera, por ejemplo, cuando el patriarca Jacob vio la túnica ensangrentada de su hijo José, le dio por muerto y lamentó. “Descenderé enlutado a mi hijo hasta el Seol” (Gn. 37:35). Y nuevamente: “haréis descender mis canas con dolor al Seol” (Gn. 42:38). Obviamente Jacob no anticipaba ir al lugar de tormentos, sino simplemente morirse. Su muerte se describe así: “expiró, y fue reunido con sus padres” (Gn. 49:33). En cierto sentido, puede referirse al hecho de ser sepultado como sus antepasados: “le sepultaron con sus padres” (2 R. 9:28).  Pero sabían que la muerte no termina nuestra existencia, y podría indicar eso.
    En 1 Samuel 28:19 cuando Samuel dijo a Saúl: “estaréis conmigo, tú y tus hijos”, no quiso decir un lugar, como el hades, el cielo o el infierno, sino la muerte. Es decir: “estaréis muertos como yo”.
    En el mismo sentido, en 2 Samuel 12:23 cuando David dijo: “yo voy a él, mas él no volverá a mí”, no tenía en mente un lugar o una reunión, sino simplemente que iba a morir, como su hijo. Muchos quisieran ver en sus palabras la promesa de una reunión con infantes y niños que murieron, lo cual es comprensible, pero equivocado, porque el texto no habla de eso. La vida es un camino de sentido único. Nacemos, vivimos y morimos. En Eclesiastés, Salomón repitió esta verdad que era para él frustrante: “un mismo suceso acontecerá al uno como al otro” (Ecl. 2:14; 3:19: 9:2-3).
    Es en el Nuevo Testamento que se nos revela más acerca de qué pasa después de la muerte. El Señor enseñó en Lucas 16 que el rico fue sepultado y “en el Hades alzó sus ojos, estando en tormentos” (Lc. 16:23). Apocalipsis 20:13-15 revela que cuando llegue el día del juicio del gran trono blanco, los muertos que están en el Hades serán resucitados, se presentarán ante Dios, y serán juzgados y lanzados al lago de fuego, que es el lugar de castigo eterno.

    En cambió, para el que es creyente en el Señor Jesucristo, nacido de nuevo por la fe en Él, la muerte, aunque sea penosa, será el instante de ir a la presencia de su Salvador. Para él, morir es estar ausente del cuerpo y presente con el Señor (2 Co. 5:8). Es “partir, y estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor” (Fil. 1:23). Cristo en la cruz dijo al ladrón creyente: “hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lc. 23:43). El cielo, la morada de Dios, es la morada eterna de los creyentes. Ahí los santos vivirán eternamente, ¡gracias al Señor!                                                                                                               Carlos

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DIOS PRESCRIBE LA CONFESIÓN

William MacDonald

“Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” (1 Juan 1:9).

Sería prácticamente imposible continuar en la vida cristiana sin la seguridad que nos brinda este versículo. A medida que crecemos en la gracia, tenemos una conciencia cada vez más profunda de nuestro pecado y miseria. Necesitamos tener provisión para la limpieza instantánea de nuestros pecados, de otro modo, quedaríamos condenados a culpa y derrota perpetua.
    Juan nos dice que a los creyentes se les ha hecho provisión por medio de la confesión. Por la fe en el Señor Jesús el inconverso recibe perdón judicial por la paga de sus pecados. El creyente, por su parte, recibe el perdón paternal y limpieza de la mancha de sus pecados cuando los confiesa.
    El pecado rompe la comunión en la vida del hijo de Dios, y la comunión queda rota hasta que el pecado es confesado y abandonado. Cuando confesamos nuestros pecados, Dios es fiel a Su Palabra; Él ha prometido perdonarnos. Es justo cuando perdona porque la obra de Cristo en la cruz ha provisto de la base de justicia necesaria.
    Lo que significa este versículo, entonces, es que cuando confesamos nuestros pecados, podemos saber que el expediente queda limpio, que somos purificados por completo y que el bendito espíritu familiar ha sido restaurado. Tan pronto como somos conscientes de que hay pecado en nuestra vida, podemos entrar en la presencia de Dios, llamar a ese pecado por su nombre, repudiarlo, y saber con certeza que éste ha sido borrado.
    ¿Pero cómo lo sabemos con certeza? ¿Nos sentimos perdonados? No es cuestión de sentimientos. Sabemos que hemos sido perdonados porque Dios así lo dice en Su Palabra. Nuestros sentimientos no son dignos de confianza, en cambio, la Palabra de Dios es  sólida y segura.
     Pero supongamos que alguien dice: “Yo sé que Dios me ha perdonado, pero no puedo perdonarme a mí mismo”. Eso suena muy piadoso, pero en realidad deshonra a Dios. Si Dios me ha perdonado, desea que me apropie ese perdón por la fe, que me regocije en Él, y que vaya y le sirva como un vaso limpio.                                          
                                                                         de su libro DE DÍA EN DÍA, CLIE

“El que encubre sus pecados no prosperará; Mas el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia. Bienaventurado el hombre que siempre teme a Dios; Mas el que endurece su corazón caerá en el mal” (Pr. 28:13-14).

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 CONSÉRVATE PURO

“No impongas con ligereza las manos a ninguno, ni participes en pecados ajenos. Consérvate puro” (1 Ti. 5:22)

Conozco a alguien que es un buen amigo cristiano y buen técnico de ordenadores. Pero recientemente me dijo que ha dejado de reparar los ordenadores, debido a tanta pornografía que a menudo encontraba en los discos duros. Él rehúsa contaminarse con esa porquería inmoral. Hermanos, si vamos a vivir vidas puras, limpias y santas para Dios, nuestra mente y también nuestros discos duros y teléfonos deben mantenerse limpios. No hay lugar para la pornografía, pues destruye el alma. Como Pablo dijo al joven Timoteo: “consérvate puro”, y podríamos añadir, “y también tu ordenador y tu teléfono”.

Arnot P. McIntee, de un calendario devocional

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EN DIVERSAS PRUEBAS

“Jehová preside en el diluvio...”  Salmo 29.10

A veces los problemas entran inesperada y repentinamente en nuestras vidas, como un tsunami, y parecen que se desbordarán y nos inundarán. La violencia de la tormenta, la ira de las olas y el bramido del mar causan temor y alarma. Nos sentimos impotentes ante el ataque violento, y pensamos que seremos arrasados por el avance de la marea de maldades.
    Acuérdate de los discípulos cuando cruzaron el mar de Galilea. Mira en la tormenta y ve a tu Salvador, Señor de vientos y olas. Él camina en medio de la tormenta sin ser afectado por ella, y se acerca a ti. Tiene control perfecto sobre lo que tanto tememos. Las olas abofetean sin parar, pero Él no permitirá que tu barco se hunda.
    Escucha Sus palabras: “Cuando pases por las aguas, yo estaré contigo, y si por los ríos, no te anegarán” (Is. 43:2). Estará contigo todos los días, en todo el camino, hasta que al final llegues al puerto celestial y reposas eternamente. Allá a Su lado nada estorbará la calma de la orilla celestial.

Roy Reynolds, Irlanda del Norte

Cristo está conmigo, ¡Qué consolación!
Su presencia quita todo mi temor.
Tengo la promesa de mi Salvador:
“No te dejo nunca; siempre contigo estoy”.

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La Salida Triunfante


Al final de Su ministerio público, Jesucristo entró en Jerusalén montado sobre un pollino, y la multitud le aclamó con gritos de “¡Hosanna al Hijo de David!” (Mt. 21:1-10). Este acontecimiento suele ser llamado “La Entrada Triunfante”.  Zacarías 9:9 profetizó que el Mesías vendría así. Pero cuando el Señor fue transfigurado en el monte y Moisés y Elías hablaron con Él, no hablaron de Su entrada, sino de “su partida, que iba Jesús a cumplir en Jerusalén” (Lc. 9:31). Así que, la Biblia no dice “entrada triunfante”. Triunfante hubiera sido como los generales romanos, victoriosos en batalla, con sus tropas, el botín y los cautivos en pos de ellos. Nada así fue para nuestro Señor.
    Pero en el caso de Cristo, la nación de Israel le había rechazado. Entró en Jerusalén sabiendo que ahí sería condenado a muerte. Solo le dieron una corona de espinas, antes de clavarle en una cruz con la acusación: “JESÚS NAZARENO, REY DE LOS JUDÍOS” (Jn. 19:19).
     Por eso, J. Vernon McGee lo llamaba “la salida triunfante”. Colosenses 2:15 describe el triunfo de Cristo en Su muerte: “despojando a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz”.
    Antes de su arresto y “juicio” a manos de los de Su nación, el Señor dijo a Sus discípulos: “otra vez dejo el mundo, y voy al Padre” (Jn. 16:28).  Entonces, Cristo salió desechado y despreciado (Is. 53:3). Tuvo una entrada triunfante, no en la tierra sino en el cielo, cuando ascendió (Ef. 4:8; Sal. 68:18). Fue “recibido arriba en gloria” (1 Ti. 3:16), y se sentó a la diestra de la majestad en las alturas.
    Pero la historia no termina allí. Habrá una entrada triunfante en Jerusalén, de veras, en el futuro, cuando Jesucristo venga a reinar. Zacarías 14 profetiza Su segunda venida, cuando pondrá los pies nuevamente sobre el monte de los Olivos, y entrará en Jerusalén. El Salmo 24 anticipa Su llegada triunfante y gloriosa. Entonces todos sabrán que Jesucristo, el Mesías, es también Jehová, el Dios eterno:

“Alzad, oh puertas, vuestras cabezas, y alzaos vosotras, puertas eternas, y entrará el Rey de gloria  ¿Quién es este Rey de gloria? Jehová el fuerte y valiente, Jehová el poderoso en batalla. Alzad, oh puertas, vuestras cabezas, y alzaos vosotras, puertas eternas, y entrará el Rey de gloria.  ¿Quién es este Rey de gloria? Jehová de los ejércitos, Él es el Rey de la gloria. Selah” (Sal. 24:7-10).


¡Triunfo, triunfo! Cantemos la gloria
Del Rey poderoso, por cuya victoria
Quedó abolido el poder de la muerte.
El fuerte vencido por uno más fuerte:
Jesús vencedor, y vencido Satán.

El Crucificado, por Dios coronado,
Señor glorioso será proclamado.
Daránle honores, dominio y grandeza
Los siglos futuros, eterna realeza
De que Él ya es digno y muy pronto tendrá. 

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¿Tienes los Síntomas?

 


El brote del COVID-19 y la pandemia han causado mucho pánico y consternación en el mundo. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el primer caso fue en Wuhan, China, en diciembre del 2019, y desde entonces se extendió rápidamente a todos los países del mundo, en una pandemia de proporciones épicas. Pronostican que tendrá gran impacto sobre las esferas de medicina, economía, sociedad, política y educación, y afectará toda área de la vida en una escala sin precedente.
    Según el Instituto de Salud en el Reino Unido, los síntomas del virus son similares a los de la gripe común, la neumonía y el síndrome de disfunción multiorgánica. Ya que es una enfermedad nueva, queda mucho que aprender acerca de cómo es trasmitida y cómo puede ser curada eficazmente. Abundan las teorías y las supuestas curas caseras, y mientras tanto, avanza la cifra de mortalidad.
    Sin embargo, hay una enfermedad que es mucho más preocupante y urgente que jamás podría ser el COVID-19. Su contaminación es más extensa y las consecuencias son mucho más extremas. La Biblia nos informa de algo que contamina, aflige y amenaza con muerte a todo ser humano. “Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios” (Romanos 3:23). El pecado está en todo ser humano desde su concepción (Salmo 51:5) y pronto comenzamos a mostrar los síntomas – “se apartaron los impíos desde la matriz” (Salmo 58:3). Los síntomas se manifiestan en todo aspecto de nuestra vida. Están infectados nuestros pensamientos, palabras, hechos y aun los motivos del corazón (Romanos 3:3-19). Si lees Romanos 1:22-32, seguramente verás que tienes los síntomas – eres pecador. Ahora bien, el pecado no es una enfermedad, pero es comparable a una infección que se extiende de los pies hasta la cabeza (Isaías 1:5-6). Ningún ser humano puede jamás curar el pecado. Solo tienes que leer el periódico o mirar las noticias para saber que es así. Después de tantísimos siglos, la sociedad, los programas sociales, la educación, la medicina, la política, la religion y la filosofía son impotentes para curar el pecado. Tiene un índice de mortalidad de cien por ciento, y nadie está exento. “La paga del pecado es muerte” (Romanos 6:23).
    En cuanto al COVID-19, se ofrecen ahora varias vacunas y tratamientos, pero aun han muerto personas vacunadas. Las mutaciones del virus hacen difícil su eliminación. En cambio, gracias a Dios, leemos en la Biblia que hay un remedio perfecto y eficaz para el pecado. En Su muerte en la cruz, el Señor Jesucristo “llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero” (1 Pedro 2:24), y por el sacrificio de sí mismo quitó de en medio el pecado (Hebreos 9:26). Aunque el pecado azota sin piedad a la raza humana, los que arrepentidos confían en Jesucristo tienen la certeza de que Él les ha lavado de sus pecados con Su sangre (Apocalipsis 1:5). La única manera de “curarse” del pecado y la muerte que causa es por la fe en el Señor Jesucristo, que murió y resucitó para salvar a todos y cualquiera que cree en Él. Ninguna iglesia ni filosofía puede salvarte – solo el Señor Jesucristo. ¿Por qué no acudes ahora a Él?