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sábado, 30 de marzo de 2019

EN ESTO PENSAD - abril 2019

Ese Increíble Cristiano 
por A. W. Tozer 

El actual esfuerzo de muchos lideres religiosos en armonizar el cristianismo con la ciencia, filosofía y con cada cosa natural y razonable es, a mi parecer, el resultado de la malinterpretación del cristianismo y, a juzgar por lo que yo he oído y leído, una malinterpretación también de ciencia y filosofía.
    En el corazón del cristianismo hallamos la cruz de Cristo con su paradoja divina. El poder del cristianismo aparece en antipatía hacia, y nunca de acuerdo con, los caminos del hombre y su naturaleza caída. La verdad de la cruz es revelada en sus contradicciones. El testimonio de la iglesia es más eficaz cuando declara en lugar de explicar, porque el evangelio va dirigido no a la razón sino a la fe. Lo que se puede probar no necesita de la fe para ser aceptado. La fe descansa en el carácter de Dios, no sobre los resultados del laboratorio o de la lógica.
    La cruz se opone firmemente al hombre natural. Su filosofía se mueve contrariamente a la mente que no ha sido regenerada, por eso Pablo pudo decir tajantemente: “La palabra de la cruz es locura a los que se pierden”. Tratar de encontrar un lugar común entre el mensaje de la cruz y la razón del hombre natural es intentar algo imposible, y si se persiste en ello el resultado es una cruz innecesaria y un cristianismo sin poder.
    Pero vamos a dejar la teoría y miremos simplemente al verdadero cristiano poniendo en práctica las enseñanzas de Cristo y Sus apóstoles. Nótese las contradicciones:
    El cristiano cree que ha muerto en Cristo, aunque está más vivo que antes y espera vivir para siempre. Camina en la tierra mientras esta sentado en el cielo, a pesar de haber nacido en la tierra encuentra que después de su conversión no se siente en casa aquí. Como el halcón nocturno, el cual en el aire es la esencia de la gracia y la belleza pero en tierra es torpe y horrible, así es con el cristiano que se presenta en su mejor estado en los lugares celestiales pero no se adapta a las maneras de la sociedad en la cual nació.
    El cristiano pronto aprende que como hijo del cielo si quiere vivir en victoria entre los hombres en la tierra no debe seguir los patrones de conducta comunes de la humanidad, sino más bien lo contrario.
    Que está a salvo cuando se pone en peligro; él pierde su vida para salvarla y está en peligro de perderla cuando quiere preservarla. Él baja para subir. Si se niega a bajar entonces ya se encuentra en un lugar bajo, pero cuando empieza bajo está en el camino de ascenso.
    Está más fuerte cuando es débil y más débil cuando es fuerte. Aunque pobre tiene el poder de enriquecer a otros, pero cuando es rico su habilidad de enriquecer a otros se disipa. Posee más cuando ha dado más y tiene menos cuando posee más.
    Él usualmente está más elevado cuando se siente más bajo, y más santo cuando esté más consiente del pecado. Es más sabio cuando sabe que no sabe nada, y menos sabio cuando ha adquirido un vasto conocimiento. A veces alcanza más cuando no hace nada y avanza más cuando está tranquilo. En tiempos difíciles se regocija, y en su corazón está contento aún en tiempos tristes.
    El carácter paradójico del cristiano es revelado constantemente. Por ejemplo, él se cree ya salvo, pero espera ser salvado en un futuro, y espera con gozo esa salvación. Teme a Dios, pero Dios no le atemoriza. En la presencia de Dios se siente abrumado e incompleto, sin embargo no hay mejor lugar para él que en Su presencia. Sabe que ha sido limpiado de sus pecados, mas aun está dolorosamente consciente de que en él y en su carne no mora el bien.
    Él ama con amor supremo a Uno que nunca ha visto, y a pesar de ser pobre y bajo habla familiarmente con Aquel que es Rey de reyes y Señor de señores, y está consciente de que no hay incongruencia en hacerlo. Siente que es, en su propio juicio, menos que nadie, pero al mismo tiempo cree sin dudas que es escogido por Dios y que el Hijo Eterno se hizo carne y sufrió la cruz y el oprobio por él.
    El cristiano es ciudadano del cielo y presta su lealtad en primer lugar a esa ciudadanía, aun así él puede amar con tanta intensidad y devoción a sus paisanos aquí en la tierra que puede orar por ellos como hizo Juan Knox al decir: “O Dios, dame Escocia o me muero”.
    Él espera con gozo desde hace tiempo entrar en ese mundo brillante arriba, pero no tiene apuro en dejar este mundo y está bien dispuesto a esperar a u Padre Celestial. No comprende el porqué de la crítica y queja de los incrédulos; todo le parece tan natural y correcto en las circunstancias que él no encuentra ninguna inconsistencia en ellas.
    El cristiano que carga su cruz es, además, pesimista y al mismo tiempo optimista. Es difícil encontrar alguien así en esta tierra. Pero al mismo tiempo es calmado, y paciente. Si bien la cruz condena al mundo, la resurrección de Cristo garantiza el triunfo final del bien en todo el universo. A través de Cristo finalmente todo estará bien y el cristiano espera la consumación. Cristiano Increíble!
    Cuando mira a la cruz es pesimista, porque sabe que el mismo juicio que cayó sobre el Señor de gloria condena en un solo acto toda la naturaleza y todo el mundo de los hombres. Rechaza toda esperanza fuera de Cristo, porque sabe que el más noble esfuerzo humano es sólo polvo edificado sobre polvo.

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 Facetas Hermosas De La Salvación

viene del nº anterior 
     Cuarto, vemos la obra del Espíritu Santo en nosotros. Primero Él trajo convicción como Cristo prometió en Juan 16:8. Después operó en nosotros la regeneración como Tito 3:5 expresa: “...el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo”. Derrama el amor de Dios en nuestros corazones (Ro. 5:5). Por Él somos bautizados en el cuerpo de Cristo (1 Co. 12:13), sellados y guardados “hasta la redención de la posesión adquirida” (Ef. 1:13-14). Salvos por la gracia de Dios, “la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte” (Ro. 8:2).
    Quinto, vemos la obra presente de Cristo a favor nuestro en el cielo, a la diestra del Padre. Él nos guarda en Su mano (Jn. 10:28) y nadie nos puede arrebatar. ¡Qué seguridad y qué paz nos da! Él entró en el cielo por nosotros como precursor, dentro del velo, esto es, a la presencia gloriosa del Padre (He. 6:19-20). Su presencia ahí garantiza nuestra llegada a la gloria. Intercede por nosotros (Ro. 8:34), y es el Intercesor perfecto que nos socorre cuando somos tentados (He. 2:17-18). “Y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo” (1 Jn. 2:1). “Mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida” (Ro. 5:10).  El Señor promete a los Suyos: “porque yo vivo, vosotros también viviréis” (Jn. 14:19). Nuestra vida está escondida en Cristo, y Él es nuestra vida (Col. 3:3-4). “El que tiene al Hijo, tiene la vida” (1 Jn. 5:12).
    Sexto, vemos la venida de Cristo para redimir nuestros cuerpos y recibirnos glorificados en Su presencia. Es el paso final de nuestra salvación cuando seremos transformados, glorificados y estaremos siempre con el Señor. “Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo; el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya” (Fil. 3:20-21). “Aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvar a los que le esperan” (He. 9:28). “Así como hemos traído la imagen del terrenal [Adán], traeremos también la imagen del celestial [Cristo]” (1 Co. 15:49). Todo creyente será como Cristo. Esto es lo que significa Romanos 8:29 al decir: “los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo”. No habla de un plan divino para salvar a pecadores, sino del plan de Dios para todo creyente. ¡Amén, sí, ven, Señor Jesús!
    ¡Cuán grande es la salvación de Dios! Por toda la eternidad adoraremos y alabaremos al que nos amó y nos salvó. “Gócense y alégrense en ti todos los que te buscan, y digan siempre los que aman tu salvación: Jehová sea enaltecido” (Sal. 40:16).                                                                         
Carlos
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 UNA IDEA MONSTRUOSA

"Alguien una vez intentó persuadirme que Dios había escogido a algunos para salvación y otros para condenación. Es una idea monstruosa. Dios no condena arbitraria y soberanamente a la mayor parte de la raza humana a una existencia que no buscaron, bajo términos que no eligieron (la llamada ‘depravación total’), bajo limitaciones que no escogieron (una voluntad depravada y muerta ‘en delitos y pecados’), en una familia arruinada (de Adán), que ellos no involucraron en el pecado original, sólo para arbitriaramente enviar a algunos al infierno por no escoger una salvación ofrecida sólo a unos ‘escogidos’. Esa puede ser la idea que algunos tienen de Dios y la salvación, pero tales conceptos le hacen a Dios un tirano peor que todos los demás en la historia humana. Pero, el Dios de la Biblia no es así, ni es así la salvación que Él nos ofrece...Dios nunca establece condiciones arbitrarias, imposibles y totalmente inalcanzables para venir a Cristo".

John Phillips, Exploring the Gospel of John (“Explorando El Evangelio de Juan”),  Kregel, p. 129, citado por David Dunlap en su libro: Limitando al Omnipotente, publicado por Libros Berea.

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Y la familia de Dios es la más importante. 

"Y extendiendo su mano hacia sus discípulos, dijo: He aquí mi madre y mis hermanos. Porque todo aquel que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ése es mi hermano, y hermana,       y madre".
    Mateo 12:49-50

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El Amor de Dios – Juan 3:16

“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”.
     Este versículo contiene solo 30 palabras, sin embargo expresa en forma encapsulada todo el evangelio de Jesucristo, y la grandeza del amor de Dios. Muchos han llegado a ser verdaderos creyentes en el Señor Jesucristo a través de este texto. Tal vez será así tu caso.
 
Su Amor Es Sin Razón –  “de tal manera amó Dios al mundo”
    ¿Por qué amaría Dios a un mundo que ha violado Sus mandamientos y diariamente toma Su Nombre en vano? La humanidad ha hecho sus propios dioses, sonrientes ante el pecado, y que toleran todos sus pecados y todavía bendicen sus bodas y funerales. ¿Por qué amaría Dios a un mundo que vive a espaldas de Él, que ha llenado de violencia el planeta, y aun rechazó y mató a Su Hijo? ¡Pero lo ama! Dios es santo y justo, y no puede tolerar nuestro pecado. ¡Su amor debe sorprendernos, porque no hay por qué! De tal manera amó Dios que proveyó una inesperada solución para salvarnos. Su amor no es como el amor humano – es sin razón.
 
Su Amor Es Sin Reserva –  “que ha dado a su Hijo unigénito”
    ¡Qué dádiva! Dio a Su precioso, amado Hijo, Su unigénito, lo mejor del cielo. No nos dio un ángel sino Su eterno Hijo, el Creador del universo. Increiblemente fue enviado a encarnarse y llevar nuestros pecados en Su cuerpo sobre el madero, tomando ahí el castigo divino en nuestro lugar, como si Él hubiera cometido todos nuestros pecados y fuera culpable – pero no era culpable – no conoció pecado. Dios no escatimó ni a Su propio Hijo, sino lo entregó por todos nosotros. ¡Eso es amor sin reserva!
 
Su Amor Es Sin Restricción“para que todo aquel”
    Como humanos, nuestro amor es parcial – solemos amar a los que nos aman o nos gustan. Pero Dios ama a los débiles, impíos, pecadores y enemigos Suyos, que describe la condición espiritual de toda la humanidad. Dios no ama sólo a unos poquitos misteriosamente seleccionados y predeterminados. “Todo aquel” incluye a todo ser humano. Todos pueden ser salvos. Cristo murió por todos. Nadie queda fuera del alcance de Su amor.
 
Su Amor Es Sin Mérito –  “que en él cree”
    No dice “el que obra”, sino “en él cree”. La fe no es un don que Dios dé a ciertas personas. Dios te ha hecho capaz de creer, y eso es lo que Él espera. No sacramentos, ni obras, ni promesas ni compromisos sino fe. Cristo hizo la obra de salvación cuando murió por ti y resucitó. La salvación no es una recompensa por obras o religión, sino la dádiva gratuita a los que no la merecen. Cree a Dios, confía en Cristo, y serás salvo.
 
Su Amor Es Sin Revocación“no se pierda, mas tenga vida eterna”
    El amor de Dios no tiene fecha de caducidad ni es un contrato bilateral con condiciones que si no las cumples se invalida. No hay letra menuda. El amor humano es temperamental y puede fluctuar, pero el amor divino no es así. Vida eterna es lo que Dios ofrece. Como toda dádiva, hay que aceptarla, recibirla, y eso se hace por fe, confiando que Jesucristo murió por ti, pagó por tus pecados, fue sepultado y resucitó. Confía en Él, y Dios asegura que no te perderás sino tendrás vida eterna.

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DIOS EL ESPÍRITU
Parte 3
Camilo Vásquez Vivano, Punta Arenas, Chile

viene del número anterior
 
    El Espíritu Santo no es más ni menos santo que las otras dos Personas de la deidad, sin embargo Su obra santificadora aparece después que actúa el Padre y el Hijo (Jn. 5:17). Una vez que Cristo actúa lo hace el Espíritu siguiéndole con Su poder: “Pero si yo por el Espíritu de Dios echo fuera los demonios, ciertamente ha llegado a vosotros el reino de Dios” (Mt. 12:28).
    Es interesante notar que los nombres “Padre” e “Hijo” expresan relación en la deidad. Por su parte “Espíritu” expresa eficiencia y poder en la deidad en que tal eficiencia y poder, sólo se ve actuando una vez que el Padre y el Hijo actúan. Esta eficiencia y poder no se limita a operaciones físicas sino trascendentalmente a la obra esencial de Dios en Su carácter de amor y justicia. Así es el amor de Dios que es derramado por el Espíritu en el creyente (Ro. 5:5), y es el amor del Espíritu que busca el bien de los hijos de Dios (Ro. 15:30), tal amor es conocido y dado después que es conocido el amor del Padre por el amor del Hijo. El Padre es amor (1 Jn. 4:8), el Hijo muestra el amor (1 Jn. 4:9), y el Espíritu lo derrama en aquel que cree en el amor del Padre y del Hijo.
    En términos generales podemos decir que; el Padre origina, el Hijo ejecuta, y el Espíritu Santo perfecciona. Existe en esto una procesión de unidad y equilibrio en las acciones trinitarias. Así pues, la obra de la redención se puede decir que es del Padre, por medio del Hijo, y para el Espíritu Santo (Ro. 11:36). Es el Padre que predestina al Hijo para ser el Redentor  y es el Hijo quién realiza esa redención en el tiempo por el valor de Su sangre, luego es el Espíritu quién aplica esa redención a la vida del que cree y la completa (a). A simple vista parece inferioridad en el obrar, pero es el trabajo predilecto del Espíritu Santo actuar después que las otras dos Personas han hecho su obra. Él espera antes de actuar asegurando toda la potencia de Dios en Sus actos. Él toma lo del Hijo y busca Su gloria, no la suya, así y sólo así, es glorificado el Padre. ¡Qué belleza y admirable nobleza existe en el Espíritu de Dios¡ Si nos evocáramos a imitarle esperando que el Padre actúe y que el Hijo nos hable, nuestras vidas serían para la gloria de Dios y para total realización y gozo celestial. La ruina de muchos hombres de Dios ha sido no esperar que el Espíritu Santo obre en sus vidas aún cuando poseen muchas iniciativas.
    Insistimos en decir que el Padre es primero porque “engendra” eternamente al Hijo (6). El Hijo es la segunda Persona porque es “engendrado” (Sal. 2:7; He. 1:5; 5:5),  aunque Él  también es eterno. El Espíritu es la tercera Persona porque procede tanto del Padre como del Hijo (Jn. 14:26; 15:26). Es distinguible que este mismo orden de la Trinidad se revela en la historia, de modo que el Espíritu Santo no adquiere un papel prominente sino después de que las dos Personas han ocupado el primer plano. Desde la creación es el Padre quién ocupa un papel prominente hasta que llegamos a la encarnación del Hijo. Cuando Cristo entra en acción físicamente presente el Padre da al Hijo todas Sus facultades (Jn. 3:35; Jn. 13:3). Una vez que el Hijo asciende en gloria al cielo, es el Espíritu quién aparece en toda Su plenitud y es llamado Señor (2 Co. 3:17). Es por cierto indiscutible la verdad de que no podemos limitar el ministerio del Espíritu sólo a la regeneración y santificación del creyente, pues como Dios, ha estado presente en toda la historia del hombre y lo estará en el milenio y después en los cielos nuevos y la tierra nueva.

EL ESPÍRITU SANTO EN LA CREACION
 Y SU PRESERVACIÓN

    El Espíritu Santo es Dios como lo es el Padre y como lo es el Hijo. Así en el principio de lo creado de la nada, fue Dios el Padre quién determinó la creación de todo (Gn. 2:4; Sal. 33:6; Sal. 148:4-5) y el Hijo lo ejecutó tal como nos dice el apóstol: “... sólo hay un Dios, el Padre, del cual proceden todas las cosas...y un Señor, Jesucristo, por medio del cual son todas las cosas...” (1 Co. 8:6). Después de ellos actúa el Espíritu perfeccionando y dando propósito a lo creado: “...y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas” ( Gn. 1:2). Sólo el Hijo crea de la nada porque el Padre lo facultó en ese propósito (Jn. 1:3). El Espíritu no crea de la nada sino que toma lo del Hijo y lo embellece. Agrega además Su Palabra: “Por la palabra de Jehová fueron hechos los cielos, y todo el ejército de ellos por el aliento de su boca” (Sal. 33:6). Esto del aliento de Su boca es una expresión de Su Espíritu que dió vida a Adán para que fuese un ser viviente con la belleza del raciocinio (Gn. 2:7). La tarea del Espíritu en lo creado por el Hijo es embellecer y perfeccionar: “Su espíritu adornó los cielos...” (Job 26:13). De modo que todo el universo fue adornado por el Espíritu tras la creación del Verbo (i) para que todo reluciera con la gloria de Dios (Sal. 19). En esa obra como Creador el Espíritu sigue dando vida a todo lo que nace como lo es nuestra existencia tal como lo reconoce Job al decir: “El espíritu de Dios me hizo, y el soplo del Omnipotente me dio vida” (Job 33:4). En nuestro caso no solo el Espíritu permite nuestra vida espiritual sino que se encarga de proporcionar al mundo hombres inteligentes para que la ciencia llegue a lo que hoy conocemos en el campo de la medicina, la ingeniería, la astronomía, la aeronáutica, etc., etc., con el fin de garantizar la vida sobre la tierra: “Ciertamente espíritu hay en el hombre, y el soplo del Omnipotente le hace que entienda” (Job 32:8). Por esto es posible encontrarse con hombres y mujeres muy sabios humanamente hablando y muy inteligentes: “Que nos enseña más que a las bestias de la tierra, y nos hace sabios más que a las aves del cielo?” (Job 35:11). Todas estas son operaciones del Espíritu manifestando Su gracia a la humanidad de modo que no nos sorprendamos que aún siendo tan inteligentes sean incrédulos: “¿Quién puso la sabiduría en el corazón? ¿O quién dio al espíritu inteligencia?” (Job 38:36). En todo existe una soberanía de Dios otorgando al mundo tales mentes para llevar a cabo Sus propósitos de gracia sobre la humanidad. “Él muda los tiempos y las edades; quita reyes, y pone reyes; da la sabiduría a los sabios, y la ciencia a los entendidos” (Dn. 2:21). Tales individuos son excepcionales como personas, amables simpáticos que parecen hijos de Dios que respetan a Dios y Su Palabra, como los hay también que odian abiertamente a Dios y Su Palabra. En ambos casos “no tienen el Espíritu” (Jud. 19) y son naturales (1 Co. 2:14). Los primeros logran escaparse de las contaminaciones del mundo por el conocimiento del Señor (2 P. 2:20) y los producen por montones las religiones (Is. 29:13). Los segundos se formaron desde niños en las clases de la iglesia y pertenecieron a familias piadosas pero nunca abrieron sus corazones al Señor para nacer de arriba (2 P. 2:13-15).
    Esta actividad santificadora del Espíritu no se limita al ser humano, sino que a toda la flora y la fauna realizando una obra de renovación y embellecimiento permitiendo cada estación del año sobre la tierra: “Envías tu Espíritu, son creados, y renuevas la faz de la tierra” (Sal. 104:30; véanse Gn. 8:22; Is. 40:7). No hemos de pensar que el Espíritu de Dios realiza esto de modo aislado de las otras personas de la Trinidad sino que lo hace en completa comunión. Así se dice que es el Hijo quién “sustenta todas las cosas con la palabra de su poder” (He. 1:3) siendo esto una expresión acerca del Espíritu exhalado de Sus labios para la preservación de todo lo existente. Esta preservación de lo creado tiene su razón de ser sólo por la presencia de la iglesia sobre la tierra y de aquéllos que por Su gracia son alcanzados por el Espíritu para formar parte de ella. El misterio de iniquidad dice el apóstol Pablo “ya está en acción” (2 Ts. 2:7) sólo que al presente, incluso hoy, hay quién le detiene, refiriéndose a la Persona del Espíritu de Dios (Is. 59:19). Entendamos que el Espíritu no será quitado de la tierra tras el arrebatamiento de la iglesia, sino que será “quitado de en medio” del escenario que santifica y hace agradable este mundo dando paso a la impiedad como nunca antes ha sucedido. Es así que aquellos cuatro ángeles que detienen los cuatro vientos (Ap. 7:1) prefiguran la destrucción de la naturaleza al no tener la preservación del Espíritu sobre ella que sólo era posible porque Él mantenía la vida normal sobre la tierra. Del mismo modo se abrirán las compuertas de la maldad (Zac. 5:5-11) permitido sólo porque el Espíritu de Dios da paso a la iniquidad.
    Así la acción destructora de los vientos solares que hoy son detenidos por el campo magnético, obra del Espíritu (Gn. 1:2-3), se precipitarán como nunca sobre la tierra (3). Entonces a pesar del presente estado de corrupción de la creación producto de la caída (Ro. 8:20-23) el Espíritu Santo mantiene un equilibrio sobre las fuentes de vida permitiendo todos los procesos naturales, para que el hombre sobreviva y para que las especies del reino animal y vegetal subsistan. Si en los días de la hora de la prueba que ha de venir sobre el mundo entero (Ap. 3:10), se ve tanta destrucción sobre lo creado (Ap. 8:7-12), es debido a que el Espíritu ya no protege la creación renovando la faz de la tierra (Sal. 104:30) ya que ha sido quitado Su acción santificadora sobre el mundo. Aún así siendo Dios, es omnipresente y estará ejerciendo Su tarea de sellar a los 144.000 judíos y de rociar con la sangre del Cordero a los que ejerzan fe tras la proclamación del evangelio del reino por estos siervos del Cordero (Ap. 7:13-14).

continuará, d.v., en el siguiente número 
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 El Lugar del Oyente

Dr. Lindsay Parks

La verdad del “lugar de simple oyente” no se practica hoy en la cristiandad. Tristemente, algunos lugares que antes honraban esta práctica bíblica la han abandonado a favor de la inclusión o el “inclusivismo”. La separación es una de las doctrinas más protectoras en el Nuevo Testamento.

Su Aparición
    Es hallada en 1 Corintos 14:15-17, 23-25. Algunos alegan que el hecho de mencionarla solo aquí y en un lugar más, indica que no es tan importante. Realmente, la observancia semanal de la Cena del Señor (Hch. 20:7) y la ofrenda semanal (1 Co. 16:2) sólo se mencionan una vez, sin embargo las guardamos fielemente en las asambleas del pueblo de Dios. Aparece en 1 Corintios, que ha sido llamada la carta constitucional de la iglesia. En el Nuevo Testamento, toda la doctrina de la iglesia es doctrina de las asambleas. No hay unas doctrinas para la cristiandad y otras para las asambleas. Finalmente, es hallada en el capítulo 14 donde aparece la palabra “iglesia” o “asamblea” (gr. ekklesia) más que en cualquier otro capítulo en el Nuevo Testamento (9 veces).

El Contexto
    Algunos enseñan que el contexto del capítulo 14 es el abuso de las lenguas y la participación inapropiada de las mujeres en las reuniones de la asamblea. Estos temas ciertamente están, pero el contexto de toda esta sección del capítulo 11 al 14 inclusive tiene que ver especial pero no únicamente con la Cena del Señor. Es la única reunión de la asamblea donde se usan elementos físicos (el pan y la copa), y donde se manifiesta públicamente la comunión de una asamblea. Por eso es tan importante esta enseñanza acerca de este lugar específico, porque el Nuevo Testamento enseñan consistentenemte que hay un lugar “dentro” y otro “fuera” en relación con la asamblea de Dios.

El Significado
    La Palabra empleada en 1 Corintios 14:16 es “lugar”. Cada vez que se emplea esta misma palabra griega en el Nuevo Testamento, es traducida así: “lugar”. La palabra griega es “topos”, de donde viene la palabra “topografía”. Strong en su concordancia dice: “punto (gen.) en espacio, pero limitado por la ocupación”. El léxicon de Thayer apunta: “cualquier porción o espacio distinguido del espacio alrededor”. Esto es importante porque el versículo 23 emplea otra palabra distinta para “lugar”. Ahí habla de toda la asamblea reunida en un lugar, pero el lugar del simple oyente o indocto es designado como un espacio distinto. Esto, en efecto, es como Dios indica la separación.

El Lugar
    Observa cómo es empleado por el Espíritu de Dios en otros pasajes. En Lucas 4:17, donde el Señor Jesús enseñó por primera vez en público en la sinagoga en Nazaret, “halló el lugar donde estaba escrito” – el pasaje que Él quiso leer. En Lucas 9:10 es empleado del lugar desierto”, el lugar específico a donde quería ir y descansar con Sus discípulos. En Lucas 19:5 leemos: “cuando Jesús llegó a aquel lugar – el punto específico donde Él paró debajo del sicómoro para habar con Zaqueo. En Lucas 16:28 vemos que el hombre rico fue a “este lugar de tormento”. En Juan 14:3 el Señor promete preparar “lugar” en el cielo para Sus discípulos. Lucas 23:33 habla del lugar llamado de la Calavera”. En Apocalipsis 16:16 se usa para hablar del lugar de la batalla final al que Dios lleva a los ejércitos del mundo: “Y los reunió en el lugar que en hebreo se llama Armagedón”. Hoy día algunos enseñan que el “lugar de simple oyente” es solamente una condición del corazón o una actitud, pero el uso repetido de la palabra en el Nuevo Testamento no apoya esta idea.

Los Que Lo Ocupan
    El versículo 23 menciona dos distintos tipos de personas que ocupan este lugar. Dice: “indoctos o incrédulos”. El incrédulo por supuesto es alguien inconverso. El indocto es uno que está para observar la Cena del Señor; es una persona que todavía no ha aprendido la verdad de estar en comunión en la asamblea del Señor, o tristemente ha retrocedido de lo que aprendió. El Espíritu de Dios tiene cuidado de separar a tales personas de los hermanos en comunión durante la Cena del Señor. El hermano Crawford escribió que un término mejor sería “observadores”. El eufemismo común, “sentarse atrás”, no es una expresión bíblica. Pero la ubicación de este asiento debe estar separado de la comunión de la asamblea.

La Protección
    La asamblea no es “nuestra” asamblea, ni “mi” asamblea, sino la asamblea del Señor. Como tal, merece protección. Hay varios casos de pecado que requieren disciplina y necesitan que la persona disciplinada ya no esté “dentro” sino “fuera” de la comunión. La doctrina del “lugar de simple oyente” ayuda a proteger a la asamblea de errores y falsas doctrinas de afuera. Dios anticipó la Cena del Señor mucho antes de Pentecostés. Instruyó a los levitas a mecer una gavilla de las primicias delante de Jehová la mañana después del día de reposo (Lv. 23:11). En la Cena del Señor presentamos a Cristo, nuestras primicias (1 Co. 15:20), ante el Padre. En el Antiguo Testamento Dios habló repetidas veces en contra de la multitud mixta, cosa que Él aborrece. No desea una multitud mixta en una de Sus asambleas, y esta verdad es Su protección para que no entre el error.
    El Nuevo Testamento no enseña la recepción de una persona simplemente a la Cena del Señor. Enseña la recepción a la asamblea. Por eso la persona recibida a la comunión de la asamblea, aunque sea  solamente para una reunión durante una visita, no debe portar nada que pueda manchar o mengüar las verdades doctrinales y la santidad de las asambleas del Señor. Debe haber comunión. No puede haberla con una persona inconversa, o una que viene de la cristiandad, que nunca ha aprendido o que ha rechazado la verdad de la iglesia en el Nuevo Testamento.

Su Importancia
    En este mismo capítulo 14 Pablo informa a los corintios que las cosas que él ha escrito son “mandamientos del Señor” (v. 37). Esta enseñanza es uno de los mandamientos del Señor. Tristemente, pocos lo reconocen así. Y todavía más triste es que algunos que antes la practicaban la han rechazado. El Señor una vez preguntó a Sus discípulos: “¿Por qué me llamáis Señor, Señor, y no hacéis lo que yo digo?” (Lc. 6:46). Él requiere nuestra obediencia, y desea nuestra fidelidad. No nos ha dado Su Palabra para que escojamos de ella lo que nos guste, ni para que desechemos lo que no. Es un mandamiento. Que Dios nos ayude a todos a entenderlo, ponerlo por obra y honrarlo, por causa de Él y para Su gloria.
   
Traducido de la revista Truth & Tidings (“Verdad y Noticias”), noviembre 2009


miércoles, 27 de febrero de 2019

EN ESTO PENSAD - marzo 2019

Facetas Hermosas De La Salvación
La salvación de Dios es tan maravillosa que jamás nos cansaremos de contemplarla y disfrutarla, y ella será causa de nuestra alabanza y adoración por toda la eternidad. Considerarla es como girar una piedra preciosa para apreciar sus diferentes facetas. Newell en su excelente libro: Romanos Versículo Por Versículo, menciona algunos aspectos de la obra de Dios. Vamos a ampliar esto y considerar seis importantes facetas de esta “salvación tan grande”.
    Primero, vemos el gran amor de Dios al mundo, que amó de tal manera que envió a Su Hijo unigénito (Jn. 3:16). “Él nos amó primero” (1 Jn. 4:19). Dios ama a los débiles e impíos (Ro. 5:6), a los pecadores (Ro. 5:8) y a los enemigos (Ro. 5:10). El amor del Padre se expresa así en 1 Juan 4:10, “En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados”. La salvación es por gracia por medio de la fe, esto es, es gratuita, pero esto no quiere decir que no costó nada. ¡Al contrario, lo que le costó al Padre salvarnos! “No escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros” (Ro. 8:32). El profeta Zacarías lo expresó así: “Levántate, oh espada, contra el pastor, y contra el hombre compañero mío, dice Jehová de los ejércitos. Hiere al pastor...” (Zac. 13:7). Isaías dijo: “Jehová quiso quebrantarlo, sujetándole a padecimiento” (Is. 53:10). Romanos 3:25 dice acerca de Cristo: “a quien Dios puso como propiciación”. ¡Cuán hermoso y valioso es este gran amor de Dios nuestro Salvador!
    Segundo, vemos la muerte de Cristo en propiciación por nuestros pecados – propiciación por medio de Su sangre. El Padre le envió al mundo, pero también vino voluntariamente para redimirnos. Hebreos 10:5-7 enseña esto: “...entrando en el mundo dice: Sacrificio y ofrenda no quisiste; mas me preparaste cuerpo. Holocaustos y expiaciones por el pecado no te agradaron. Entonces dije: He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad”. Él llevó nuestros pecados en Su cuerpo sobre el madero (1 P. 2:24). Llevó la culpa y la condenación de nuestros pecados y satisfizo las justas demandas de Dios una sola vez para siempre. “Cristo murió por nuestros pecados” (1 Co. 15:3). Es el tema central de la Cena del Señor, y por toda la eternidad adoraremos y cantaremos Sus alabanzas: “El Cordero que fue inmolado es digno” (Ap. 5:12).
    Tercero, vemos la identificación de Cristo con nosotros en conexión con Adán. Él no descendió de Adán, sino que es segundo hombre, el postrer Adán, nacido santo (Lc. 1:35). Tiene una humanidad genuina, pero distinta, santa, impecable, no la humanidad caída de Adán. En Su encarnación fue hecho “semejante a los hombres” (Fil. 2:7), expresión que marca la distinción entre Él y los demás hombres. Así Cristo fue hecho pecado por nosotros (2 Co. 5:21) y padeció la muerte en nuestro lugar, liberándonos de Adán, su esclavitud al pecado, su condenación y sentencia de muerte. Romanos 6:6 declara que “nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado”. Todos los que descienden de Adán mueren, pero todos los que confían en Cristo vivirán.  “Pues si por la transgresión de uno solo reinó la muerte, mucho más reinarán en vida por uno solo, Jesucristo, los que reciben la abundancia de la gracia y del don de la justicia” (Ro. 5:17).
continuará, d.v., en el siguiente número
Carlos
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Las Pruebas de los Creyentes

Son hermosas las palabras del himno: “A Los Que A Dios Aman”, y me animan a considerar estos versículos en Romanos 8 y otros pasajes similares.
Del amor divino ¿quién me apartará?
Escondido en Cristo ¿quién me tocará?
Si Dios justifica ¿quién condenará?
Cristo por mí aboga ¿quién me acusará?
Coro:    A los que a Dios aman todo ayuda a bien,
    Esto es mi consuelo, esto es mi sostén.

Las pruebas vienen de muchas maneras. Puede ser persecuciones, enfermedades, pérdidas, escasez económica, la soledad, el desamparo, la traición, las tensiones y presiones en el trabajo o la falta de trabajo, y muchas otras cosas. Desde el primer libro de la Biblia hasta el último hay pruebas, y además, en la vida de personas creyentes. No estamos exentos.
    El apóstol Pablo desde que se convirtió no tuvo nada más que problemas. No hubo tregua. Pero Dios le sostuvo siempre. Esto va en contra de los que predican que si te conviertes, no tendrás problemas y todo te irá bien. Vivimos en un mundo arruinado por el pecado y cuyo príncipe es Satanás, así que hay problemas. La diferencia entre nosotros y otros es que Dios está con nosotros. Romanos 8:31-39 declara que Dios cuida de los Suyos aun en los problemas que tienen.
    El versículo 39 afirma que nada nos separa del amor de Cristo. ¿Hemos tenido problemas? Sí. En Juan 16:33 el Señor dice: “En el mundo tendréis aflicción”. ¿Esto nos separa del amor de Dios? ¡No, nunca! Los problemas nos prueban, enseñan, fortalecen, desarrollan, purifican y dan testimonio a otros de qué tipo de personas somos los creyentes, pero no nos separan del Señor, ni apagan el amor divino. En todo momento Él está con los que le aman y esperan en Él.
    ¿Cómo dicen algunos que el creyente no tiene que sufrir? ¡Qué va! ¿De dónde sacan esas ideas? En las pruebas adquirimos la experiencia de confiar en el Señor y de serle fieles pese a las circunstancias. Esperamos en Él para que nos dé fuerza y ánimo, y que mande la solución a su tiempo. Aprendemos paciencia, perseverancia, y nuestra fe es fortalecida. Esto no lo dan los libros, ni la universidad, sino la escuela de la experiencia en las cosas de Dios, confiando en Su Palabra y recibiendo fortaleza de Su Espíritu en nosotros.
    Además, debemos recordar que nuestro amado Señor Jesucristo sufrió “en los días de su carne”, como Hebreos 5:7-8 indica. Aprendió, en el sentido de experimentar el sufrimiento en Su cuerpo. Hubo “gran clamor y lágrimas”, y claro que Sus sufrimientos eran otros y más severos que los nuestros, pero no nos sorprenda si en nuestra vida también hay tiempos de clamor y lágrimas. Él conoce las lágrimas.
    Tenemos problemas y sufrimientos, pero Dios nos ayuda en ellos. Un creyente que no tiene problemas, desgraciadamente tiende a olvidarse de Dios. Por eso los puritanos decían que la miseria nos educa en la oración. Dios es glorificado cuando clamamos a Él y perseveramos hasta el final de la prueba, como Job. Él está con nosotros siempre. No nos desampara, ni nos deja (He. 13:5). Nos ayudará. 1 Pedro 5:7 dice: “él tiene cuidado de vosotros”. Así que, firmes y adelante, hermanos, y glorifiquemos a Dios aun en medio de las pruebas. Sólo los que le aman y confían en Él pueden hacer esto.
Lucas Batalla

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La Fe Y La Oración
"Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve" (He. 11:1). Fe no es un sentimiento, ni autohipnosis, sino simplemente confianza inquebrantable en Dios y en Su Palabra, en Su veracidad y fidelidad. Es la firme  convicción de que lo dicho por Dios es verdad, y lo prometido por Dios sucederá. Tiene que ver principalmente con el futuro y lo invisible: "lo que se espera".
    Whittier dijo que "los pasos de la fe se posan en el aparente vacío, y no obstante encuentran la roca debajo". ¡Pero esto no es así! La fe NO es un salto a la oscuridad, al vacío. Exige la evidencia más segura, y la halla en la Palabra de Dios, porque Él no puede mentir, equivocarse o incumplir lo que dice.
    Algunas personas creen equivocadamente que pueden obtener cualquier cosa que pidan si creen con toda su fuerza que vendrá. Pero eso es credulidad, no fe, y es fe en tu fe, no fe en Dios. La fe necesita apoyarse en la revelación de Dios y aferrarse a Sus promesas. Toda esa revelación y todas esas promesas están escritas en la Palabra de Dios. Ya no habla por visiones, impresiones, voces, sueños ni otras cosas, sino por Su Palabra.  Si el Señor hace alguna promesa, entonces es tan segura como si ya hubiera sucedido. Ya que Él preside sobre el futuro, ciertamente se cumplirá. En otras palabras, la fe trae el futuro al presente y hace visible lo invisible.
    No hay riesgo en creer a Dios. Es totalmente fiable. ¡Grande es Su fidelidad! Creerle es lo más racional, sano y lógico que una persona puede hacer. ¿Qué hay más razonable que la criatura creyendo al Creador?
    La fe no está limitada por las posibilidades, sino que invade el mundo de lo imposible. Alguien ha dicho: "La fe comienza donde las posibilidades humanas terminan". La mayor gloria de Dios en el asunto de la oración está en responder a peticiones que quedan más allá de nuestras posibilidades.
Fe, poderosa fe, que la promesa ve
 y mira a Dios solamente;
 De las imposibilidades ríe 
y clama: "Se hará ciertamente". 
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El tiempo es un recurso que debemos aprovechar para Dios. La puntualidad es parte de la buena administración de ese recurso.





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La Luz De Dios

La luz es esencial para la vida. Si no lay luz, no puede haber flores, fruta o follaje. Pero Juan dice que la vida es esencial para la luz. El Señor Jesús, Hijo de Dios, y Dios mismo, es la fuenta de toda vida y de ahí viene la explicación de toda luz. Toda luz física y toda luz espiritual tiene su origen en Dios porque “Dios es luz, y no hay ningunas tinieblas en él” (1 Juan 1:5). 

Luz de la Creación
    Dios dio a todo ser humano la luz de la creación. Como niño me fascinaba saber que el sol siempre brilla, y cuando en un lado del mundo se acuestan, en el otro lado se levantan a la luz del mismo sol. El salmista declara: “Los cielos cuentan la gloria de Dios...un día emite palabra a otro día...no hay lenguaje, ni palabras, ni es oída su voz...” (Salmo 19:1-3). No es casualidad cósmica sino misericordia divina que el sol, la luna y las estrellas que iluminan están a distancias correctas para hacer bien y no destruir el mundo. Dios en Su sabiduría nos ha dado esa luz.
 
Luz de la Conciencia
    Como seres humanos somos conscientes del bien y el mal. Todo ser humano siente culpa (Romanos 2:15). La luz de nuestra conciencia nos recuerda Su Santidad y nuestra necesidad de perdón. Podemos suprimir o acallar la conciencia y amar más las tinieblas que la luz porque nuestros hechos son malos (Juan 3:19).

Luz de Las Escrituras
    Las Sagradas Escrituras son “lámpara a mis pies y lumbrera a mi camino” (Salmo 119:105). En ellas la luz es asociada con Dios y las tinieblas con el mal (Proverbios 4:18-19; Efesios 5:8). Dios mora en luz inaccesible (1 Timoteo 6:16). Las Escrituras revelan que Jesucristo, el Hijo de Dios, es “la luz del mundo” (Juan 8:12), y la única esperanza de salvación.

Luz del Espíritu Santo
    El Espíritu Santo, no una fuerza sino una Persona divina, ilumina a toda persona y trae convicción de pecado, la justicia de Dios y el juicio de Dios sobre los pecadores (Juan 16:8). ¿Cuándo fue la última vez que reconociste que Dios te habla con Su Palabra por medio de Su Espíritu? Si hoy oyereis Su voz, no endurezcáis vuestro corazón.

Luz del Hijo de Dios, el Señor Jesucristo
    Al nacer en Belén una estrella apareció en el cielo en Su honor. Cuando murió, el sol se ennegró durante tres horas a mediodía. Cuando venga al mundo por segunda vez, “el sol se oscurecerá, la luna no daré su resplandor, y las estrellas caerán del cielo” (Mateo 24:29). Cuando el apóstol Pablo predicaba el evangelio, Cristo le dijo que era “para que se conviertan de las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios, para que reciban, por la fe...perdón de pecados” (Hechos 26:18). 
    Amigo, si no te has convertido por la fe en el Señor Jesucristo, todavía vives en tinieblas y la potestad de Satanás. Arrepiéntete y confía en Cristo para que tengas la luz y la vida de Dios. Las peores tinieblas son las que envuelven a los que rechazan la luz. Para esos “está reservada eternamente la oscuridad de las tinieblas” (Judas 13).
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DIOS EL ESPÍRITU
Parte 2
por D. Camilo Vásquez Vivanco, Punta Arenas, Chile

     Es muy posible que la doctrina de la Trinidad nos sea confusa al tener que aceptar la verdad de un solo Dios y a su vez la existencia de tres Personas. De hecho existen explicaciones o intentos de ella, que más que aclarar esta verdad proponen nociones falsas. Así por ejemplo tratan de explicarlo con esta ecuación 1+1+1=1, donde claramente esta ecuación es falsa. La Trinidad no es un “triteismo” con la unión de tres dioses, ni tampoco es un “tripartito” como la unión de tres partes. Dios es una sola sustancia con subsistencias separadas de tres personas. Aunque este término Trinidad no aparece en la Biblia se aprecia Su existencia de forma clara. Otros intentan ocupar la analogía de un huevo con sus tres partes, la clara, la yema y su cáscara, resultando ser la más absurda explicación de la Trinidad pues no es la unión de tres partes. Otros intentan usar la figura de un padre, una madre y un hijo para decir que la Trinidad tiene que ver con tres roles, lo cual es otra absurda idea. En este estudio veremos que el Espíritu existe dentro de la Trinidad como una especial y particular persona de este Triuno-Dios actuando en pleno acuerdo con las otras Personas de la deidad.

ATRIBUTOS DEL ESPÍRITU

 
    Al Espíritu de Dios se le reconocen atributos que son aplicables a la Deidad solamente. Él es "el Espíritu eterno" (He. 9:14), es omnipresente: "¿Adónde me iré de tu Espíritu?" (Sal. 139:7) y está presente a la misma vez en todos los creyentes: “¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros...” (1 Co. 6:19); “el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros” (Jn. 14:17); “¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?” (1 Co. 3:16). Es Omnisciente: "el Espíritu todo lo escudriña" (1 Co. 2:10). Es soberano: "Todas estas cosas las hace uno y el mismo Espíritu, repartiendo a cada uno en particular como él quiere" (1 Co. 12:11). Él es el Señor Espíritu: "Porque el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad" (2 Co. 3:17). Es superior a los ángeles: "...qué tiempo indicaba el Espíritu de Cristo... cosas en las cuales anhelan mirar los ángeles" (1 P. 1:11-12). Se le reconoce como Dios en Hechos 5, donde Pedro acusa a Ananías de haber mentido al Espíritu Santo y dice: "No has mentido a los hombres sino a Dios" (v. 4). Es además vivificante como lo es el Padre: “El espíritu es el que da vida” (Jn. 6:63); “Como el Padre levanta a los muertos, y les da vida, así también el Hijo a los que quiere da vida” (Jn. 5:21). De hecho es el Espíritu quien nos resucitará para cuando venga el Señor por Su iglesia: “Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros” (Ro. 8:11).

LA PERSONA DEL ESPÍRITU
 
    El Espíritu es alguien capaz de ejercer voluntad y expresar sentimientos. Tales sentimientos son propios de Dios y solo se pueden conocer si el Espíritu los comunica. Alguien puede definir el amor pero si no posee el Espíritu nunca podrá conocerlo: “...porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado” (Ro. 5:5). Hemos de entender que Dios es amor porque Él es Espíritu y es solo por Su Espíritu que Él expresa amor (Ro. 15:30). La ausencia de amor no es otra cosa que la ausencia del Espíritu. Para los arrianos de donde descienden los falsamente llamados T.J., el Espíritu es la fuerza activa de Dios, para los judíos es algo parecido “el poder influyente de Dios”. Para los musulmanes es un ángel inminente. Para nosotros los cristianos el Espíritu es Dios (Jn. 4:24).
    ¿Cuáles son las características distintivas, o marcas, de la personalidad? El conocimiento, sentimiento o emoción, y la voluntad. Cualquier entidad que piensa y siente y quiere es una persona. Cuando decimos que el Espíritu Santo es una persona, hay quienes no entienden este sentido y piensan que ha de tener pies, manos, los ojos, oídos y la boca, y así sucesivamente, pero éstas no son las características de personalidad, sino de la existencia corporal. El Espíritu Santo posee entendimiento, conocimiento y sabiduría (1 Co. 2:10-12) y tal conocimiento y sabiduría son insondables; “¿Quién enseñó al Espíritu de Jehová, o le aconsejó enseñándole?” (Is. 40:13). Entonces el Espíritu posee mente (1 Co. 2:14-16), puede oír (Jn. 16:13), puede hablar (Ro. 8:16; Ap. 2:7). Es así que el Espíritu posee poder (Lc. 4:14; Ef. 3:16), posee voluntad (1 Co. 12:11). El enseña (Lc. 12:12; Jn. 14:26; 1 Jn. 2:27; Neh. 9:20), y posee la facultad de señalar y llamar a Sus siervos como misioneros (Hch. 13:1-3). El Espíritu guía y prohíbe los pasos que Sus siervos han de emprender (Hch. 16:6-10). Del mismo modo establece ancianos en las iglesias (Hch. 20:28) y faculta con sus dones para el servicio en ellas (1 Co. 12:7-11). Además el Espíritu puede ser tentado, no al mal sino a dar un castigo (Hch. 5:3-4) pues Él es Dios como bien lo reconoció Pedro al decir a Ananías: “...No has mentido a los hombres, sino a Dios”. El Espíritu Santo puede ser resistido. (Hch. 7:51) como también puede ser contristado (Ef. 4:30). Siente celos al ver que los hijos de Dios son mundanos (Stg. 4:5) y en tal caso puede ser apagado o sofocado en Su actividad de dar luz por la Palabra de Dios (1 Ts. 5:19-20). Alguien puede rebelarse en contra de Él, molestar o enojar, y blasfemar (Is. 63:10; Mt. 12:31-32) lo cual constituye un grave peligro. Todo esto demuestra que el Espíritu Santo no es una influencia divina sino una Persona divina como lo es el Hijo o como lo es el Padre. Respecto a esta verdad del Espíritu como Persona comenta Ritchie: “Aunque hay tres personas en una misma Deidad, vale notar de paso que cada una de las tres es distinta. Esto queda de manifiesto, por ejemplo, en la escena de Mt. 3:16-17. Dice que Jesús, el Hijo, subió del agua después de Su bautismo; a la vez el Espíritu descendió cual paloma sobre el Hijo obediente; y del cielo dijo una voz: "Este es mi Hijo amado", proclamando así el contentamiento del Padre” (c).

LA TERCERA PERSONA
 
    Posiblemente el tecnicismo “Tercera Persona” referido al Espíritu suene despreciativo siendo que el Espíritu es parte de la deidad trinitaria y posee los mismos atributos que las otras personas de la deidad. Sabemos que Dios se ha revelado a nosotros en tres Personas siendo un solo Dios (Dt. 6:4; Is. 44:6 y 8; Mr. 12:29-32; 1 Ti. 2:5; Stg. 2:19). No son tres influencias o manifestaciones sino tres Personas distintivas. Cada una de estas Personas es distinta de las otras dos y posee una obra especial relacionada con cada persona. Es así que El Padre nos da al Hijo (Jn. 3:16), el Hijo nos da a conocer al Padre (Mt. 11:27) y el Espíritu nos da a conocer al Hijo (Jn. 16:13-14). Es el Padre que envía tanto al Hijo como al Espíritu (Jn. 6:38; 14:26) y es también el Hijo quien envía al Espíritu (Jn. 15:26; 16:7). Sin embargo nunca el Hijo o el Espíritu envían al Padre y tampoco el Espíritu envía al Hijo. Entonces el Hijo procede del Padre y El Espíritu procede de ambos. También el Padre es mayor que el Hijo (Jn. 14:28) porque el Hijo procede del Padre, no obstante no es menos divino que el Padre (Jn. 10:30). Por Su parte el Hijo no es mayor que el Espíritu porque ambos son enviados y son inseparables (2 Co. 3:17). A su vez el Espíritu no es menos divino que el Padre y tampoco que el Hijo porque Dios es Espíritu (Jn. 4:24). En resumen ver al Hijo es ver al Padre (Jn. 14:9) y tener al Espíritu es tener al Padre y al Hijo (Jn. 14:23). Se puede observar también que el Espíritu Santo es expirado (soplado) por el Padre y por el Hijo en la trinidad (Gn. 2:7; Job 32:8; Jn. 20:22), no así el Padre ni el Hijo. En esta relación de prioridad en la trinidad, no de inferioridad, es el Verbo, la segunda persona, quién es encarnado y es el Espíritu, no el Padre ni el Hijo, en el cual la iglesia es bautizada o sumergida. No puede existir otro orden. Así es el Padre, el Padre de los creyentes pues es la primera persona en la trinidad, y es el Hijo la segunda persona, el que redime con Su sangre. El Espíritu cual tercera persona en este orden, no viene sin antes esperar que el Hijo realice Su obra redentora y ascienda al cielo para ser glorificado, solo después de esto es enviado (Jn. 7:39) como la tercera persona eficaz y poderosa comparado al siervo anónimo de Abraham que es enviado a buscar esposa para su hijo Isaac (Gn. 24:1-67). Hemos de advertir que el Espíritu viene a formar la iglesia solo cuando el Hijo es glorificado, antes no. Eso quiere decir que el Espíritu también como el Padre, aprueba la redención del Hijo. Algunas veces vemos al Espíritu mencionado en tercer lugar como en la conocida gran comisión: "Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo" (Mt. 28:19). Ya hemos mencionado que “en el nombre” enfatiza la existencia de un solo Dios y luego se mencionan las tres personas de aquel Dios tri-unitario. Así se le ve también en la despedida de las cartas de Pablo a los Corintios: "La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios, y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros. Amén" (2 Co. 13:14. No obstante, ser la tercera Persona de la Trinidad no significa que sea inferior pues en la iglesia aparece en primer lugar en Su obra de dar sus dones espirituales: "Ahora bien, hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo. Y hay diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo. Y hay diversidad de operaciones, pero Dios, que hace todas las cosas en todos, es el mismo" (1 Co. 12:4-6). Su mención en primer lugar en la asamblea se debe a que es el Señor (2 Co. 3:17) enviado por el Hijo en Su lugar con el propósito de enseñar, consolar, guiar y glorificar al Hijo (Jn. 14:26; 15:26; 16:13-15). Así podemos decir que el bienestar de la iglesia depende del ministerio del Espíritu Santo; "Entonces las iglesias tenían paz por toda Judea, Galilea y Samaria; y eran edificadas, andando en el temor del Señor, y se acrecentaban fortalecidas por el Espíritu Santo" (Hch. 9:31).
continuará, d.v. 
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ENCUESTA SOBRE LA TELEVISIÓN

por Santiago Walmsley.
Publicado en la revista La Sana Doctrina


Son muchos los argumentos que se aducen para justificar que un creyente tenga un televisor en casa. Son pocos los que ahora se conforman con un solo televisor, pues, se necesita uno para papá, otro para mamá y otro todavía para los hijos. Hay que mantenerse al día en cuanto al desarrollo de las cosas. Hay violencia y corrupción en el mundo y es bueno que la familia se acostumbra a ello en el ambiente del hogar. Además, es educacional la televisión. Frente a estos argumentos y otros es necesario hacer algunas preguntas para avalorar acertadamente la situación y saber si la televisión trae beneficios al hogar o si trae atrasos para el creyente y sus hijos.
    Es mejor presentar en forma de encuesta algunas preguntas sobre esta materia, dejando que cada hermano y hermana las conteste en el temor del Señor.
  1. ¿Son menos educados aquellos hermanos que han eliminado la televisión de su hogar? En este caso son interesantes los comentarios de un hermano, profesor en un liceo, que durante varios años preparó una encuesta basada en informes facilitados por los mismos estudiantes. Descubrió que para la edad de 18 años, algunos que literalmente habían pasado años de su vida frente a una pantalla. No eran mejor educados que los demás.
  2. Desde el día cuando Ud. abrió las puertas de su hogar para abrazar al mundo, que es lo que la televisión proporciona, ¿Ud. dedica más o menos tiempo a la lectura privada de la Biblia?
  3. ¿Puede decir con verdad que ahora Ud. dedica más tiempo a la oración?
  4. ¿Asiste mejor a los cultos de la semana o tiene preferencia la telenovela?
  5. ¿Toma interés en los casos necesitados, no solamente en la asamblea sino también en el vecindario, para visitar y ayudar de manera práctica, o encuentra que no le queda tiempo ahora para tales actividades?
  6. ¿Después del culto, dispone del tiempo necesario para informarse de la situación de otros hermanos, o sale corriendo para ver la televisión?
  7. Los hijos que Ud. está educando mediante los medios televisivos, ¿Ud. lo encuentra dificil llevarlos al culto de predicación del evangelio?
  8. Si ellos prefieren quedarse en casa viendo la televisión, ¿quién puso delante de ellos este estorbo que impide su salvación? Un siervo del Señor decía con razón, ¡¡Ud. no es buen padre, ni buena madre, si está educando a su hijo solamente para el infierno!!
  9. ¿Ud. está más activo en la evangelización, tiene más interés en asistir a las conferencias, etc., desde el día cuando llegó a su casa la televisión?
  10. ¿Los programas que está viendo le proveen de material para conversar con sus familiares y amigos del evangelio, o encuentra Ud. que ahora habla con ellos de sus programas preferidos?
  11. Ya que la televisión se propaga como instrumento de la educación, ¿puede contar de cómo le ha ayudado en los caminos del Señor, esa educación? ¿Conduce ella a las sendas de justicia?
  12. Bajo la influencia de la televisión, ¿Ud. lo encuentra más fácil ahora creer la Biblia y aceptar como justas y buenas las normas que ella establece para la vida cotidiana, o halla que Ud. ahora está en riña con ciertas enseñanzas bíblicas?
  13. ¿Puede testificar de la ayuda espiritual que recibe a través de la televisión, o su influencia le ha sido perjudicial?
  14. Como muchas de las telenovelas se basan en la infidelidad conyugal, ¿Cómo ve Ud. estos casos? ¿Los consiente?
     Hay muchas preguntas más que se podrían hacer para aclarar todo el caso de la televisión y la tremenda influencia perjudicial que ejerce sobre la mente. En muchos países se reconoce ahora que su influencia ha sido el factor determinante que ha conducido a la violencia y a la destrucción del hogar como entidad básica de la nación. Lamentablemente ninguna nación ha descubierto la manera de cambiar decisiones que se tomaron en el pasado, con el triste resultado que la televisión permanecerá siendo fuente de todos los males.
     Alimentarse de esta fuente de violencia y corrupción moral traerá graves consecuencias para el verdadero creyente. Con el tiempo la televisión sustituye la Biblia como poder que amolda la vida y el creyente pierde su utilidad y poder para servir al Señor.
     El testimonio dado por Dios acerca de Job, fue: No hay otro como él en la tierra, varón perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal. Hay santos en la tierra que se conocen por abstenerse de toda especie de mal. No tienen televisor en su casa ni pasan a la casa vecina para ver algunos programas.



jueves, 31 de enero de 2019

EN ESTO PENSAD - febrero 2019

¿La Biblia Sola
o Con Palabras De Hombres?

Años atrás, una de las características fundamentales de las traducciones bíblicas realizadas por protestantes era que no contenían ni notas ni comentarios, a diferencia de las traducciones realizadas bajo los auspicios de la Iglesia Católico-Romana. Pero el panorama cambió mucho en las últimas décadas, hasta el punto que en ocasiones tienen más notas las “Biblias protestantes” que las “Biblias Católico-Romanas”. Aunque tal expresión es más bien retórica, pues ya hace tiempo que las nuevas traducciones de la Biblia que se están realizando son “ecuménicas”, o como dicen las publicadas en el estado español: Interconfesionales, que es lo mismo pero disfrazado...
    Cada vez es más difícil adquirir una “Biblia” que solo contenga el texto bíblico, los sesenta y seis libros inspirados que forman las Sagradas Escrituras. Incluso las nuevas traducciones, como la Reina Valera de 1995, primero salen como “Biblias de Estudio”, o sea Biblias con notas y comentarios.
    El problema de las notas y comentarios, incluso de ciertas referencias que se dan, condiciona el acceso directo a la Palabra de Dios y la dependencia de la guía del Espíritu Santo para entender las Sagradas Escrituras. A la menor dificultad o simplemente por curiosidad los que usan dicho tipo de Biblia echan mano de las notas y comentarios.
    No niego que algunas de dichas notas y comentarios sean correctos y provechosos, pero su lugar no es formando parte de un libro que tiene como título: “Santa Biblia”, o simplemente: “Biblia”. Es necesario hacer clara distinción entre las opiniones de los hombres, por muy santos y eruditos que sean, y la Palabra de Dios, la única infalible e inerrable. Dejemos las notas y comentarios como libros aparte del Texto Sagrado.
    Pero el mal ya está hecho, y cada vez más las librerías están más llenas de Biblias que presentan entre sus páginas doctrinas peculiares denominacionales, con los errores doctrinales que ello puede conllevar, y las enseñanzas destructivas de la crítica que niega la inspiración plenaria de la Palabra de Dios, de forma más o menos encubierta. De esta manera, por las “Biblias” que usan los creyentes, se introduce en iglesias fieles a la Palabra de Dios, bíblicas y fundamentales, aquello que jamás se diría desde el púlpito. Afirmaciones o sugerencias que quitan autoridad al texto que están diciendo presentar. ¡Qué contradicción más grande es que dentro de un libro que es presentado como la “Santa Biblia” o “Biblia” estén contenidas afirmaciones, sugerencias, comentarios o notas que nieguen su claro y cierto sentido, cuestionando o enmendando lo que dice el Texto Sagrado!
    En este apartado la pregunta que tenemos que contestar es: ¿Creemos que la Santa Biblia es la única autoridad absoluta del cristiano en todo lo que dice o afirma? Si tu respuesta es “sí”, debes optar por una Biblia solamente con Biblia, sin notas ni comentarios de hombres, para dejar que la Palabra de Dios hable con autoridad, dependiendo de la acción iluminadora del Espíritu Santo para su recta comprensión.
    Si crees en la inspiración plenaria y verbal de las Sagradas Escrituras, en la preservación fiel del texto bíblico a través de los siglos, y en la autoridad soberana de la Palabra de Dios debes optar por una traducción realizada sobre la base de la equivalencia formal; de acuerdo con el Texto Masorético, en el Antiguo Testamento, y Textus Receptus, en el Nuevo Testamento; y de una edición de la Santa Biblia sin notas ni comentarios.

Una Biblia, Muchas Versiones, Antoni Mendoza i Miralles, 1998, Edicions Cristianes Bíbliques, págs. 9-10

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 LA VESTIMENTA

William MacDonald

    Mucha gente vive para la comida y la vestimenta. Sus pequeñas vidas giran en torno a estos dos ejes. Día tras día trabajan para conseguir dinero e invertirlo allí. Y no es de sorprenderse que la mayoría de nuestras tiendas vendan alimentos o ropa.
    Jesucristo enseñó a Sus discípulos que no debían preocuparse por estas cosas. El cristiano está aquí para negocios más grandes. Está aquí para representar los intereses de su Señor. Si pone a Dios en primer lugar, sus necesidades temporales serán suplidas (Mateo 6:31-33).
     Si el cristiano no es cuidadoso, descubrirá que el tiempo y el dinero que utiliza en comida y vestimenta encuentran su forma de incrementar periódicamente. Requiere de vigilancia y disciplina constantes para que estas áreas de la vida cristiana se mantengan bajo el señorío de Cristo.
     Consideremos entonces lo que nos enseña en el Nuevo Testamento sobre la manera en que debe vestirse el cristiano. Dos de los pasajes principales son 1 Timoteo 2:9-10 y 1 Pedro 3:3-4:

"Asimismo que las mujeres se atavíen de ropa decorosa, con pudor y modestia; no con peinado ostentoso, ni oro, ni perlas, ni vestidos costosos, sino con buenas obras, como corresponde a mujeres que profesan piedad" (1 Ti. 2:9-10).

"Vuestro atavío no sea el externo de peinados ostentosos, de adornos de oro o de vestidos lujosos, sino el interno, el del corazón, en el incorruptible ornato de un espíritu afable y apacible, que es de grande estima delante de Dios" (1 P. 3:3-4).

     Aunque estos versículos están dirigidos a las mujeres, existen principios que son aplicables para todos. ¿Cuáles son estos principios?
     Uno de los principales está relacionado al gasto. ¿Cuánto gastamos en vestimenta? ¿Es totalmente necesario? ¿Podríamos usar este dinero de otra mejor manera?
     Está claro por lo que dice en 1 Timoteo 2:9 que las ropas caras están prohibidas; pues dice: "no con...vestidos lujosos". No es un tema de que podamos costearlo o no, porque la Palabra de Dios lo prohíbe.
     Y la compasión humana también lo prohíbe. La situación desesperante de nuestros hermanos en otras tierras, sus enormes necesidades espirituales y físicas resaltan la insensibilidad de gastar el dinero en vestimenta innecesaria...
     Pero el gasto es sólo uno de los principios que deben guiarnos. Otro es la modestia. Pablo dice: "...con pudor y modestia". Uno de los significados de esta palabra es "decencia".
     Una de las funciones de la vestimenta es ocultar la desnudez del hombre. Por lo menos era así en el principio. Pero ahora la tendencia parece haber sido revertida, pues hoy la ropa es diseñada para revelar partes cada vez más grandes de la anatomía humana. De esta manera, el hombre se gloría en su vergüenza. No es sorprendente que encontremos a hombres impíos haciendo tal cosa, pero es bastante chocante ver que los cristianos los imiten.
     Modestia también puede significar orden. Esto sugiere que el cristiano debe estar bien aseado y vestirse con pulcritud. No hay virtud alguna en andar andrajoso o descuidado. El creyente debe vestir ropas que estén limpias, planchadas, en buenas condiciones y de talla adecuada.
... El gran problema, por supuesto, es la enorme presión de la sociedad para que nos conformemos a ella. Siempre ha sido la forma y siempre lo será. Los cristianos necesitan mucha firmeza para resistir las situaciones extremas, para nadar contra la marea de la opinión pública, y vestirse de manera que adorne el evangelio. Sea Jesucristo el Señor de nuestro guardarropa, y vistámonos para agradarle a Él.
de las págs. 25-27 de Buscar Primeramente, por William MacDonald

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¿Has observado que las mujeres quieren llevar ropa de hombres - pantalones - pero los hombres no quieren llevar ropa de mujeres - faldas? Es el mundo, no Dios, que quiere esto. Intenta que las mujeres sean como los hombres, vistan como ellos, prediquen como ellos, lideren como ellos, y se ocupen de carreras como ellos.  Pero la mujer virtuosa está descrita en Proverbios 31:10-31. Observa con cuidado, porque el patrón divino no cambia con los tiempos. Es ella, no la mujer del mundo, que tiene gran valor delante de Dios. Es de más valor que las piedras preciosas. Pero las demás, sólo son piedras.
 
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DIOS NO ELIGE A LOS INCRÉDULOS

 "Porque conocemos, hermanos amados de Dios, vuestra elección".
1 Tesalonicenses 1:4
Al decir: “conocemos, hermanos amados de Dios, vuestra elección”, la palabra elección se refiere a la conversión de ellos. Sencillamente, Dios ha elegido soberanamente no salvar a todos, sino solamente a los que creen. Dios no decide quiénes van a creer, pues creer es la responsabilidad que Él nos ha dado. Así que, los que oyen el evangelio, se arrepienten y creen en el Señor Jesucristo son los elegidos.
             Lucas Batalla,  Estudios en 1 Tesalonicenses, Editorial Berea, pág. 11

En la edad de la iglesia, la elección significa la eleccion divina de los santos para bendiciones celestiales; la presciencia se refiere al conocimiento previo de Dios respecto a los santos, y la predestinación tiene que ver con las bendiciones celestiales en el propósito divino para los santos. Presentamos esto como la enseñanza bíblica sobre estos temas sin nada añadido. No existe en la Biblia cosa como un pecador escogido.
          John Parkinson, La Fe de los Escogidos, Editorial Berea, pág. 48

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"en memoria de mí"
En la cena del Señor los símbolos nos indican de qué cantar y hablar - la Persona y obra del Señor Jesucristo - no otras cosas. No es un culto libre para cantar himnos sólo porque nos gustan, o para hablar de cualquier cosa, enseñar, dar testimonio, pedir oraciones, etc, sino es una reunión de memoria y adoración, sólo para rendir culto al Señor en memoria de Él y Su muerte por nosotros.
"DIGNO ES EL CORDERO QUE FUE INMOLADO".

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RECUERDA


La hora de comienzo de la reunión NO ES la hora de llegar. Debes llegar bien antes para entrar sin prisas, sentarte tranquilamente y estar preparado para el comienzo de la reunión.
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 El Infierno: Una Realidad Y Una Necesidad

Todos estamos de acuerdo con que la doctrina del cielo es confortante. Lo que a veces se pasa por alto es que el infierno también es aliviador. Nuestros periódicos están llenos de historias acerca de la violación, el abuso infantil, y un millar de injusticias. Cada caso, expediente judicial, que ha pasado por las cortes terrenales será reabierto; cada acción y motivo será meticulosamente inspeccionado y sopesado. En presencia de un Dios que todo lo sabe, no habrá asesinatos sin resolver, ni violadores anónimos, ni chantajes ocultos.

Los no creyentes son eternamente culpables
 
     El infierno existe porque los incrédulos son eternamente culpables. La tremenda lección que hay que aprender, es que el sufrimiento del ser humano no constituye un pago por el pecado. Si el sufrimiento pudiera borrar aunque fuera el pecado más insignificante, entonces los que van al infierno podrían ser librados eventualmente cuando hayan cancelado su deuda. Sin embargo, ni toda la bondad, ni todo el sufrimiento humano que han tenido lugar desde el principio de los tiempos, si fueran sopesados juntamente, podrían cancelar un sólo pecado. 

Aunque sea siempre fiel, aunque llore sin cesar,
Del pecado no podré justificación lograr;
Sólo en ti teniendo fe, deuda tal podré pagar.
                    del himno "Roca de la Eternidad"

Sir Francis Newport, quien ridiculizó al cristianismo, dijo las terribles palabras que se citan a continuación, en su lecho de muerte:
    "¡Oh, si pudiera acostarme durante mil años sobre el fuego que no consume, para ganar el favor de Dios y así unirme otra vez a Él! Pero mi deseo es infructuoso. Millones y millones de años no me acercarán al fin de mis tormentos, ni una sola hora. ¡Oh eternidad, eternidad! ¡Por siempre y para siempre! ¡Oh, los insufribles padecimientos del infierno!"

del libro Tu Primer Minuto Después de Morir, por E. W. Lutzer, Ed. Portavoz


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DIOS EL ESPÍRITU


“Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros”. Juan 14:16-17

INTRODUCCIÓN 
 
     Este estudio no pretende explicar todo el gran océano sobre el ministerio de la persona del Espíritu, sino mostrar su silenciosa y poderosa obra en el A.T. y como es dado a conocer por el Hijo cual el “otro Consolador” en el N.T. Es en suma un intento de apreciar algunas doctrinas concerniente a su obra que pueden ayudar al estudiante de la Biblia para conocer más al Dios tri-uno y ser canal de bendición en el servicio a Dios. Si Zorobabel tuvo que fortalecerse como gobernador sobre Israel para reconstruir el templo de Dios, del mismo modo nosotros hemos de aprender qué tal fuerza espiritual solo viene del Espíritu de Dios: “...Ésta es palabra de Jehová a Zorobabel, que dice: No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos” (Zac. 4:6).
    Son los evangelios quienes nos muestran al Hijo desde su encarnación pasando por su crucifixión y llegando a su resurrección guiado y acompañado por el Espíritu de Dios, de modo que la vida de poder espiritual de todo salvado por la preciosa sangre del Cordero, ha de caracterizarse por la presencia del Espíritu en todos sus actos. El Señor Jesús mencionó que el Espíritu sería cual río de agua viva en el corazón del que creyere en Él: “Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él; pues aún no había venido el Espíritu Santo, porque Jesús no había sido aún glorificado” (Jn. 7:39). Aquí el río no es el creyente sino el Espíritu, por tanto no se trata de lo que el creyente sea capaz de hacer con el  Espíritu, sino lo que permita de esta divina persona sobre su vida personal. Además se advierte en este pasaje que el Espíritu solo vendría una vez que el Hijo fuese glorificado lo cual infiere una aprobación sobre todo lo que el Hijo realizó, justificando su obra de redención y levantándole de entre los muertos por esto se nos dice “justificado en el Espíritu” (1 Ti. 3:16).
    Ahora bien estudiaremos que el Padre es Señor, como el Hijo es Señor y también el Espíritu es Señor, sin embargo eso no significa que existan tres señores sino uno solo, el Señor Jesucristo a quién el Padre designó y por quién el Espíritu fue enviado para que el Hijo señoree sobre los suyos y en el futuro sobre todo lo creado. Si el Espíritu es llamado “Señor” (2 Co. 3:17) no se trata de un modo de obrar de Dios sino de la persona del Espíritu tomando todo lo del Hijo para que sea glorificado. Quién permita el Señorío del Espíritu en su vida tiene el fruto del Espíritu y manifiesta la vida de Cristo en su experiencia como hijo de Dios.
    Es vital comprender a modo de introducción, que si las escrituras inspiradas nos invitan a recibir a Jesús (Jn. 1:12), espiritualmente a quién es posible de recibir es al Espíritu de Dios, que viene a quedarse para siempre en representación de Jesús. Tal experiencia es real y equivale a recibir al Señor Jesucristo quién prometió estar con el creyente hasta el fin del presente tiempo. Del mismo modo cuando el Señor declaró: “Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mt. 18:20), quién está en persona es el Espíritu de Cristo en representación del Señor lo cual equivale a su misma visita. El Señor como persona está en el cielo corporalmente pero nos visita con su Espíritu de modo que es imprescindible saber quién es El. Es entonces el Espíritu quien regenera al que cree en Jesucristo, lo sella, lo habita para renovarlo, y lo sumerge en la iglesia como cuerpo de Cristo y asegura su viaje hasta la redención final (Sal. 73:23-24). Por lo tanto conviene saber la conveniencia de que el Señor enviara al “otro Consolador” (Jn. 14:16), pues de Él se derivan gloriosas verdades como la formación de la iglesia y las experiencias únicas de ser “nacido del Espíritu”, “bautizado" con el Espíritu y “lleno" del Espíritu. Tales obras del Espíritu solo son efectuadas en esta presente dispensación de la iglesia obrando en aquéllos comprados por la sangre del Cordero, desconocerlas equivale a una vida infructuosa.

Objetivos de este estudio
1. Que sepamos “quién es, no que es”, el Espíritu Santo.
2. Que tomemos conciencia de su eficaz y poderosa influencia no para “usarlo” sino para que nos “use”.
3. Que seamos guiados y consolados por el Espíritu Santo.
4. Que entendamos que es solo con la ayuda de la persona del Espíritu que podemos honrar a Dios.
5. Que sepamos que significa ser fortalecidos en el hombre interior, como llenos por el Espíritu de Dios.
6. Que descubramos que es solo el Espíritu de Dios quién nos puede librar de la potencia de la carne.
7. Que descubramos el don que el Espíritu nos ha comunicado y que aspiremos a tener el fruto del Espíritu para ser eficaces.

ETIMOLOGÍAS SOBRE EL VOCABLO “espíritu”
 
    La palabra “espíritu” en el A.T. es “ruach” (hebreo) usada unas 388 veces y en el N.T aparece 378 como “pneuma” (griego)  de las cuales  dos tercios de su uso es para referirse al Espíritu de Dios. Este vocablo en el A.T. significa soplo, viento, aliento, hálito, y se aplica tanto al espíritu humano, como a cualquier criatura que respira (Gn. 7:15), como también a espíritus demoniacos (1 S. 16:14; 1 R. 22:21-22). Otras veces se usa del Espíritu de Dios como su soplo (Éx. 15:8) y resulta difícil para los traductores especificar cuando debe traducirse como “Espíritu” para señalar que se trata de la tercera  persona de la Trinidad. Por ejemplo en Isaias 40:7 donde dice: “...porque el viento de Jehová sopló en ella...”. En otras ocasiones debiendo ser traducido con mayúscula, la palabra “espíritu” aparece con minúsculas no por alguna omisión sino porque el vocablo sencillamente significa soplo o viento tal como ocurre en Salmos: “...Tu buen espíritu me guíe a tierra de rectitud” Salmo 143:10. Esto es porque los manuscritos originales están escritos todos en cursivas mayúsculas o minúsculas y es tarea del traductor identificar a la persona del Espíritu de Dios.
    Es interesante notar que solo en el N.T. el uso del vocablo “pneuma” revela con mayor claridad a la persona del Espíritu pues es solo con la presente existencia de la iglesia que esta silenciosa persona se ha dado a conocer. Es solo en el N.T. que se nos revela claramente las tres personas de la Trinidad y podemos resumir en tres declaraciones tal revelación:

 •  Solo hay un Dios (Éx. 20:2-5; Dt. 6:4-5; Is. 45:5-6; Ro. 3:29-30; 1 Co. 8:4; Gá. 3:20; 1 Ti. 2:5; Stg. 2:19).
•  Dios es tres Personas: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo (Mt. 28:19; 2 Co. 13:14; 1 P. 1:2; Jud. 1:20-21)
•  Cada una de estas Personas es plenamente Dios.

    Cada una de estas tres declaraciones ha de ser creída pues contradecirlas lleva a las herejías tales como el modalismo (218 D.C.) que sostiene que tanto el Padre, el Hijo como el Espíritu Santo, son solo modos de manifestación de Dios y no tres personas (1). Otra herejía fue la de Arrio un sacerdote Libio de origen judío (años 256-336) quien afirmó erróneamente que el Hijo fue la primera criatura creada por el Padre y que el Espíritu es aún inferior al Hijo como criatura considerándolo como una especie de fuerza activa de Dios (2).
    Hemos de aceptar y creer que las tres Personas de la deidad son Dios pero no son tres dioses. Estas tres Personas son iguales en gloria y Deidad. Cada una de estas Personas es plenamente Dios, es decir, el Padre es plenamente Dios, así como también lo son el Hijo y el Espíritu Santo. El Hijo no es un tercio de Dios, ni el Espíritu Santo otro tercio como pedazos de Dios, cada Persona es enteramente Dios. Asombrosamente cada individuo de la Trinidad es Dios, y colectivamente todos son un Dios. En ellos no existe división de naturaleza ni de esencia pues son consustanciales. Vale mucho citar aquí lo escrito por Lewis Sperry Chafer: “Las personas de la Trinidad, aunque tengan iguales atributos, difieren en ciertas propiedades. De aquí que la Primera Persona de la Trinidad sea llamada Padre. La Segunda Persona es llamada el Hijo, como enviada por el Padre. La Tercera Persona es el Espíritu Santo, que procede del Padre y del Hijo. Esto es llamado en teología la doctrina de la procesión, y el orden no es nunca invertido, es decir, el Hijo nunca envía al Padre, y el Espíritu Santo nunca envía al Hijo. De la naturaleza de la unicidad de la Divinidad no existe ilustración o paralelo en la experiencia humana. Así pues, esta doctrina tiene que ser aceptada por la fe sobre la base de la revelación escriturística, incluso aunque esté más allá de toda comprensión y definición humanas” (a).

EL ESPÍRITU ES DIOS
 
    "En el principio creó Dios los cielos y la tierra” (Gn. 1:1). La palabra hebrea para Dios, Elohim es un plural mayestático de dignidad y excelencia. Su significado denota una pruralidad y se usa también para referirse a falsos dioses (Éx. 20:3). Sin embargo aquí le antecede un verbo singular “creó”, lo que sugiere trinidad en unidad. Así también ha de entenderse: “Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza...” (Gn. 1:26). Los verbos indican que Dios está hablando en sus tres personas el Padre el Hijo y el Espíritu Santo: “Y dijo Jehová Dios: He aquí el hombre es como uno de nosotros, sabiendo el bien y el mal...” (Gn. 3:22). En consecuencia, Elohim comunica la unidad del único Dios, y al mismo tiempo permite la pluralidad de personas divinas en la Deidad. La Biblia reconoce que el Espíritu Santo es Dios al  identificarlo como creador: “El espíritu de Dios me hizo, y el soplo del Omnipotente me dio vida” (Job 33:4). El Espíritu tiene también igualdad en autoridad, bendición y propósito (c): en autoridad se nos dice: "... bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo" (Mt. 28:19); en bendición: "La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios, y la comunión del Espíritu Santo" (2 Co. 13:14); en propósito: "... el Espíritu es el mismo... el Señor es el mismo... Dios que hace todas las cosas en todos, es el mismo" (1 Co. 12:4-6). El pronombre “mismo” indica una referencia a este mismo y único Dios trino.       
 
continuará, d.v.
D. Camilo Vásquez Vivanco, Punta Arenas, Chile