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miércoles, 27 de febrero de 2019

EN ESTO PENSAD - marzo 2019

Facetas Hermosas De La Salvación
La salvación de Dios es tan maravillosa que jamás nos cansaremos de contemplarla y disfrutarla, y ella será causa de nuestra alabanza y adoración por toda la eternidad. Considerarla es como girar una piedra preciosa para apreciar sus diferentes facetas. Newell en su excelente libro: Romanos Versículo Por Versículo, menciona algunos aspectos de la obra de Dios. Vamos a ampliar esto y considerar seis importantes facetas de esta “salvación tan grande”.
    Primero, vemos el gran amor de Dios al mundo, que amó de tal manera que envió a Su Hijo unigénito (Jn. 3:16). “Él nos amó primero” (1 Jn. 4:19). Dios ama a los débiles e impíos (Ro. 5:6), a los pecadores (Ro. 5:8) y a los enemigos (Ro. 5:10). El amor del Padre se expresa así en 1 Juan 4:10, “En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados”. La salvación es por gracia por medio de la fe, esto es, es gratuita, pero esto no quiere decir que no costó nada. ¡Al contrario, lo que le costó al Padre salvarnos! “No escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros” (Ro. 8:32). El profeta Zacarías lo expresó así: “Levántate, oh espada, contra el pastor, y contra el hombre compañero mío, dice Jehová de los ejércitos. Hiere al pastor...” (Zac. 13:7). Isaías dijo: “Jehová quiso quebrantarlo, sujetándole a padecimiento” (Is. 53:10). Romanos 3:25 dice acerca de Cristo: “a quien Dios puso como propiciación”. ¡Cuán hermoso y valioso es este gran amor de Dios nuestro Salvador!
    Segundo, vemos la muerte de Cristo en propiciación por nuestros pecados – propiciación por medio de Su sangre. El Padre le envió al mundo, pero también vino voluntariamente para redimirnos. Hebreos 10:5-7 enseña esto: “...entrando en el mundo dice: Sacrificio y ofrenda no quisiste; mas me preparaste cuerpo. Holocaustos y expiaciones por el pecado no te agradaron. Entonces dije: He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad”. Él llevó nuestros pecados en Su cuerpo sobre el madero (1 P. 2:24). Llevó la culpa y la condenación de nuestros pecados y satisfizo las justas demandas de Dios una sola vez para siempre. “Cristo murió por nuestros pecados” (1 Co. 15:3). Es el tema central de la Cena del Señor, y por toda la eternidad adoraremos y cantaremos Sus alabanzas: “El Cordero que fue inmolado es digno” (Ap. 5:12).
    Tercero, vemos la identificación de Cristo con nosotros en conexión con Adán. Él no descendió de Adán, sino que es segundo hombre, el postrer Adán, nacido santo (Lc. 1:35). Tiene una humanidad genuina, pero distinta, santa, impecable, no la humanidad caída de Adán. En Su encarnación fue hecho “semejante a los hombres” (Fil. 2:7), expresión que marca la distinción entre Él y los demás hombres. Así Cristo fue hecho pecado por nosotros (2 Co. 5:21) y padeció la muerte en nuestro lugar, liberándonos de Adán, su esclavitud al pecado, su condenación y sentencia de muerte. Romanos 6:6 declara que “nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado”. Todos los que descienden de Adán mueren, pero todos los que confían en Cristo vivirán.  “Pues si por la transgresión de uno solo reinó la muerte, mucho más reinarán en vida por uno solo, Jesucristo, los que reciben la abundancia de la gracia y del don de la justicia” (Ro. 5:17).
continuará, d.v., en el siguiente número
Carlos
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Las Pruebas de los Creyentes

Son hermosas las palabras del himno: “A Los Que A Dios Aman”, y me animan a considerar estos versículos en Romanos 8 y otros pasajes similares.
Del amor divino ¿quién me apartará?
Escondido en Cristo ¿quién me tocará?
Si Dios justifica ¿quién condenará?
Cristo por mí aboga ¿quién me acusará?
Coro:    A los que a Dios aman todo ayuda a bien,
    Esto es mi consuelo, esto es mi sostén.

Las pruebas vienen de muchas maneras. Puede ser persecuciones, enfermedades, pérdidas, escasez económica, la soledad, el desamparo, la traición, las tensiones y presiones en el trabajo o la falta de trabajo, y muchas otras cosas. Desde el primer libro de la Biblia hasta el último hay pruebas, y además, en la vida de personas creyentes. No estamos exentos.
    El apóstol Pablo desde que se convirtió no tuvo nada más que problemas. No hubo tregua. Pero Dios le sostuvo siempre. Esto va en contra de los que predican que si te conviertes, no tendrás problemas y todo te irá bien. Vivimos en un mundo arruinado por el pecado y cuyo príncipe es Satanás, así que hay problemas. La diferencia entre nosotros y otros es que Dios está con nosotros. Romanos 8:31-39 declara que Dios cuida de los Suyos aun en los problemas que tienen.
    El versículo 39 afirma que nada nos separa del amor de Cristo. ¿Hemos tenido problemas? Sí. En Juan 16:33 el Señor dice: “En el mundo tendréis aflicción”. ¿Esto nos separa del amor de Dios? ¡No, nunca! Los problemas nos prueban, enseñan, fortalecen, desarrollan, purifican y dan testimonio a otros de qué tipo de personas somos los creyentes, pero no nos separan del Señor, ni apagan el amor divino. En todo momento Él está con los que le aman y esperan en Él.
    ¿Cómo dicen algunos que el creyente no tiene que sufrir? ¡Qué va! ¿De dónde sacan esas ideas? En las pruebas adquirimos la experiencia de confiar en el Señor y de serle fieles pese a las circunstancias. Esperamos en Él para que nos dé fuerza y ánimo, y que mande la solución a su tiempo. Aprendemos paciencia, perseverancia, y nuestra fe es fortalecida. Esto no lo dan los libros, ni la universidad, sino la escuela de la experiencia en las cosas de Dios, confiando en Su Palabra y recibiendo fortaleza de Su Espíritu en nosotros.
    Además, debemos recordar que nuestro amado Señor Jesucristo sufrió “en los días de su carne”, como Hebreos 5:7-8 indica. Aprendió, en el sentido de experimentar el sufrimiento en Su cuerpo. Hubo “gran clamor y lágrimas”, y claro que Sus sufrimientos eran otros y más severos que los nuestros, pero no nos sorprenda si en nuestra vida también hay tiempos de clamor y lágrimas. Él conoce las lágrimas.
    Tenemos problemas y sufrimientos, pero Dios nos ayuda en ellos. Un creyente que no tiene problemas, desgraciadamente tiende a olvidarse de Dios. Por eso los puritanos decían que la miseria nos educa en la oración. Dios es glorificado cuando clamamos a Él y perseveramos hasta el final de la prueba, como Job. Él está con nosotros siempre. No nos desampara, ni nos deja (He. 13:5). Nos ayudará. 1 Pedro 5:7 dice: “él tiene cuidado de vosotros”. Así que, firmes y adelante, hermanos, y glorifiquemos a Dios aun en medio de las pruebas. Sólo los que le aman y confían en Él pueden hacer esto.
Lucas Batalla

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La Fe Y La Oración
"Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve" (He. 11:1). Fe no es un sentimiento, ni autohipnosis, sino simplemente confianza inquebrantable en Dios y en Su Palabra, en Su veracidad y fidelidad. Es la firme  convicción de que lo dicho por Dios es verdad, y lo prometido por Dios sucederá. Tiene que ver principalmente con el futuro y lo invisible: "lo que se espera".
    Whittier dijo que "los pasos de la fe se posan en el aparente vacío, y no obstante encuentran la roca debajo". ¡Pero esto no es así! La fe NO es un salto a la oscuridad, al vacío. Exige la evidencia más segura, y la halla en la Palabra de Dios, porque Él no puede mentir, equivocarse o incumplir lo que dice.
    Algunas personas creen equivocadamente que pueden obtener cualquier cosa que pidan si creen con toda su fuerza que vendrá. Pero eso es credulidad, no fe, y es fe en tu fe, no fe en Dios. La fe necesita apoyarse en la revelación de Dios y aferrarse a Sus promesas. Toda esa revelación y todas esas promesas están escritas en la Palabra de Dios. Ya no habla por visiones, impresiones, voces, sueños ni otras cosas, sino por Su Palabra.  Si el Señor hace alguna promesa, entonces es tan segura como si ya hubiera sucedido. Ya que Él preside sobre el futuro, ciertamente se cumplirá. En otras palabras, la fe trae el futuro al presente y hace visible lo invisible.
    No hay riesgo en creer a Dios. Es totalmente fiable. ¡Grande es Su fidelidad! Creerle es lo más racional, sano y lógico que una persona puede hacer. ¿Qué hay más razonable que la criatura creyendo al Creador?
    La fe no está limitada por las posibilidades, sino que invade el mundo de lo imposible. Alguien ha dicho: "La fe comienza donde las posibilidades humanas terminan". La mayor gloria de Dios en el asunto de la oración está en responder a peticiones que quedan más allá de nuestras posibilidades.
Fe, poderosa fe, que la promesa ve
 y mira a Dios solamente;
 De las imposibilidades ríe 
y clama: "Se hará ciertamente". 
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El tiempo es un recurso que debemos aprovechar para Dios. La puntualidad es parte de la buena administración de ese recurso.





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La Luz De Dios

La luz es esencial para la vida. Si no lay luz, no puede haber flores, fruta o follaje. Pero Juan dice que la vida es esencial para la luz. El Señor Jesús, Hijo de Dios, y Dios mismo, es la fuenta de toda vida y de ahí viene la explicación de toda luz. Toda luz física y toda luz espiritual tiene su origen en Dios porque “Dios es luz, y no hay ningunas tinieblas en él” (1 Juan 1:5). 

Luz de la Creación
    Dios dio a todo ser humano la luz de la creación. Como niño me fascinaba saber que el sol siempre brilla, y cuando en un lado del mundo se acuestan, en el otro lado se levantan a la luz del mismo sol. El salmista declara: “Los cielos cuentan la gloria de Dios...un día emite palabra a otro día...no hay lenguaje, ni palabras, ni es oída su voz...” (Salmo 19:1-3). No es casualidad cósmica sino misericordia divina que el sol, la luna y las estrellas que iluminan están a distancias correctas para hacer bien y no destruir el mundo. Dios en Su sabiduría nos ha dado esa luz.
 
Luz de la Conciencia
    Como seres humanos somos conscientes del bien y el mal. Todo ser humano siente culpa (Romanos 2:15). La luz de nuestra conciencia nos recuerda Su Santidad y nuestra necesidad de perdón. Podemos suprimir o acallar la conciencia y amar más las tinieblas que la luz porque nuestros hechos son malos (Juan 3:19).

Luz de Las Escrituras
    Las Sagradas Escrituras son “lámpara a mis pies y lumbrera a mi camino” (Salmo 119:105). En ellas la luz es asociada con Dios y las tinieblas con el mal (Proverbios 4:18-19; Efesios 5:8). Dios mora en luz inaccesible (1 Timoteo 6:16). Las Escrituras revelan que Jesucristo, el Hijo de Dios, es “la luz del mundo” (Juan 8:12), y la única esperanza de salvación.

Luz del Espíritu Santo
    El Espíritu Santo, no una fuerza sino una Persona divina, ilumina a toda persona y trae convicción de pecado, la justicia de Dios y el juicio de Dios sobre los pecadores (Juan 16:8). ¿Cuándo fue la última vez que reconociste que Dios te habla con Su Palabra por medio de Su Espíritu? Si hoy oyereis Su voz, no endurezcáis vuestro corazón.

Luz del Hijo de Dios, el Señor Jesucristo
    Al nacer en Belén una estrella apareció en el cielo en Su honor. Cuando murió, el sol se ennegró durante tres horas a mediodía. Cuando venga al mundo por segunda vez, “el sol se oscurecerá, la luna no daré su resplandor, y las estrellas caerán del cielo” (Mateo 24:29). Cuando el apóstol Pablo predicaba el evangelio, Cristo le dijo que era “para que se conviertan de las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios, para que reciban, por la fe...perdón de pecados” (Hechos 26:18). 
    Amigo, si no te has convertido por la fe en el Señor Jesucristo, todavía vives en tinieblas y la potestad de Satanás. Arrepiéntete y confía en Cristo para que tengas la luz y la vida de Dios. Las peores tinieblas son las que envuelven a los que rechazan la luz. Para esos “está reservada eternamente la oscuridad de las tinieblas” (Judas 13).
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DIOS EL ESPÍRITU
Parte 2
por D. Camilo Vásquez Vivanco, Punta Arenas, Chile

     Es muy posible que la doctrina de la Trinidad nos sea confusa al tener que aceptar la verdad de un solo Dios y a su vez la existencia de tres Personas. De hecho existen explicaciones o intentos de ella, que más que aclarar esta verdad proponen nociones falsas. Así por ejemplo tratan de explicarlo con esta ecuación 1+1+1=1, donde claramente esta ecuación es falsa. La Trinidad no es un “triteismo” con la unión de tres dioses, ni tampoco es un “tripartito” como la unión de tres partes. Dios es una sola sustancia con subsistencias separadas de tres personas. Aunque este término Trinidad no aparece en la Biblia se aprecia Su existencia de forma clara. Otros intentan ocupar la analogía de un huevo con sus tres partes, la clara, la yema y su cáscara, resultando ser la más absurda explicación de la Trinidad pues no es la unión de tres partes. Otros intentan usar la figura de un padre, una madre y un hijo para decir que la Trinidad tiene que ver con tres roles, lo cual es otra absurda idea. En este estudio veremos que el Espíritu existe dentro de la Trinidad como una especial y particular persona de este Triuno-Dios actuando en pleno acuerdo con las otras Personas de la deidad.

ATRIBUTOS DEL ESPÍRITU

 
    Al Espíritu de Dios se le reconocen atributos que son aplicables a la Deidad solamente. Él es "el Espíritu eterno" (He. 9:14), es omnipresente: "¿Adónde me iré de tu Espíritu?" (Sal. 139:7) y está presente a la misma vez en todos los creyentes: “¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros...” (1 Co. 6:19); “el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros” (Jn. 14:17); “¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?” (1 Co. 3:16). Es Omnisciente: "el Espíritu todo lo escudriña" (1 Co. 2:10). Es soberano: "Todas estas cosas las hace uno y el mismo Espíritu, repartiendo a cada uno en particular como él quiere" (1 Co. 12:11). Él es el Señor Espíritu: "Porque el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad" (2 Co. 3:17). Es superior a los ángeles: "...qué tiempo indicaba el Espíritu de Cristo... cosas en las cuales anhelan mirar los ángeles" (1 P. 1:11-12). Se le reconoce como Dios en Hechos 5, donde Pedro acusa a Ananías de haber mentido al Espíritu Santo y dice: "No has mentido a los hombres sino a Dios" (v. 4). Es además vivificante como lo es el Padre: “El espíritu es el que da vida” (Jn. 6:63); “Como el Padre levanta a los muertos, y les da vida, así también el Hijo a los que quiere da vida” (Jn. 5:21). De hecho es el Espíritu quien nos resucitará para cuando venga el Señor por Su iglesia: “Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros” (Ro. 8:11).

LA PERSONA DEL ESPÍRITU
 
    El Espíritu es alguien capaz de ejercer voluntad y expresar sentimientos. Tales sentimientos son propios de Dios y solo se pueden conocer si el Espíritu los comunica. Alguien puede definir el amor pero si no posee el Espíritu nunca podrá conocerlo: “...porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado” (Ro. 5:5). Hemos de entender que Dios es amor porque Él es Espíritu y es solo por Su Espíritu que Él expresa amor (Ro. 15:30). La ausencia de amor no es otra cosa que la ausencia del Espíritu. Para los arrianos de donde descienden los falsamente llamados T.J., el Espíritu es la fuerza activa de Dios, para los judíos es algo parecido “el poder influyente de Dios”. Para los musulmanes es un ángel inminente. Para nosotros los cristianos el Espíritu es Dios (Jn. 4:24).
    ¿Cuáles son las características distintivas, o marcas, de la personalidad? El conocimiento, sentimiento o emoción, y la voluntad. Cualquier entidad que piensa y siente y quiere es una persona. Cuando decimos que el Espíritu Santo es una persona, hay quienes no entienden este sentido y piensan que ha de tener pies, manos, los ojos, oídos y la boca, y así sucesivamente, pero éstas no son las características de personalidad, sino de la existencia corporal. El Espíritu Santo posee entendimiento, conocimiento y sabiduría (1 Co. 2:10-12) y tal conocimiento y sabiduría son insondables; “¿Quién enseñó al Espíritu de Jehová, o le aconsejó enseñándole?” (Is. 40:13). Entonces el Espíritu posee mente (1 Co. 2:14-16), puede oír (Jn. 16:13), puede hablar (Ro. 8:16; Ap. 2:7). Es así que el Espíritu posee poder (Lc. 4:14; Ef. 3:16), posee voluntad (1 Co. 12:11). El enseña (Lc. 12:12; Jn. 14:26; 1 Jn. 2:27; Neh. 9:20), y posee la facultad de señalar y llamar a Sus siervos como misioneros (Hch. 13:1-3). El Espíritu guía y prohíbe los pasos que Sus siervos han de emprender (Hch. 16:6-10). Del mismo modo establece ancianos en las iglesias (Hch. 20:28) y faculta con sus dones para el servicio en ellas (1 Co. 12:7-11). Además el Espíritu puede ser tentado, no al mal sino a dar un castigo (Hch. 5:3-4) pues Él es Dios como bien lo reconoció Pedro al decir a Ananías: “...No has mentido a los hombres, sino a Dios”. El Espíritu Santo puede ser resistido. (Hch. 7:51) como también puede ser contristado (Ef. 4:30). Siente celos al ver que los hijos de Dios son mundanos (Stg. 4:5) y en tal caso puede ser apagado o sofocado en Su actividad de dar luz por la Palabra de Dios (1 Ts. 5:19-20). Alguien puede rebelarse en contra de Él, molestar o enojar, y blasfemar (Is. 63:10; Mt. 12:31-32) lo cual constituye un grave peligro. Todo esto demuestra que el Espíritu Santo no es una influencia divina sino una Persona divina como lo es el Hijo o como lo es el Padre. Respecto a esta verdad del Espíritu como Persona comenta Ritchie: “Aunque hay tres personas en una misma Deidad, vale notar de paso que cada una de las tres es distinta. Esto queda de manifiesto, por ejemplo, en la escena de Mt. 3:16-17. Dice que Jesús, el Hijo, subió del agua después de Su bautismo; a la vez el Espíritu descendió cual paloma sobre el Hijo obediente; y del cielo dijo una voz: "Este es mi Hijo amado", proclamando así el contentamiento del Padre” (c).

LA TERCERA PERSONA
 
    Posiblemente el tecnicismo “Tercera Persona” referido al Espíritu suene despreciativo siendo que el Espíritu es parte de la deidad trinitaria y posee los mismos atributos que las otras personas de la deidad. Sabemos que Dios se ha revelado a nosotros en tres Personas siendo un solo Dios (Dt. 6:4; Is. 44:6 y 8; Mr. 12:29-32; 1 Ti. 2:5; Stg. 2:19). No son tres influencias o manifestaciones sino tres Personas distintivas. Cada una de estas Personas es distinta de las otras dos y posee una obra especial relacionada con cada persona. Es así que El Padre nos da al Hijo (Jn. 3:16), el Hijo nos da a conocer al Padre (Mt. 11:27) y el Espíritu nos da a conocer al Hijo (Jn. 16:13-14). Es el Padre que envía tanto al Hijo como al Espíritu (Jn. 6:38; 14:26) y es también el Hijo quien envía al Espíritu (Jn. 15:26; 16:7). Sin embargo nunca el Hijo o el Espíritu envían al Padre y tampoco el Espíritu envía al Hijo. Entonces el Hijo procede del Padre y El Espíritu procede de ambos. También el Padre es mayor que el Hijo (Jn. 14:28) porque el Hijo procede del Padre, no obstante no es menos divino que el Padre (Jn. 10:30). Por Su parte el Hijo no es mayor que el Espíritu porque ambos son enviados y son inseparables (2 Co. 3:17). A su vez el Espíritu no es menos divino que el Padre y tampoco que el Hijo porque Dios es Espíritu (Jn. 4:24). En resumen ver al Hijo es ver al Padre (Jn. 14:9) y tener al Espíritu es tener al Padre y al Hijo (Jn. 14:23). Se puede observar también que el Espíritu Santo es expirado (soplado) por el Padre y por el Hijo en la trinidad (Gn. 2:7; Job 32:8; Jn. 20:22), no así el Padre ni el Hijo. En esta relación de prioridad en la trinidad, no de inferioridad, es el Verbo, la segunda persona, quién es encarnado y es el Espíritu, no el Padre ni el Hijo, en el cual la iglesia es bautizada o sumergida. No puede existir otro orden. Así es el Padre, el Padre de los creyentes pues es la primera persona en la trinidad, y es el Hijo la segunda persona, el que redime con Su sangre. El Espíritu cual tercera persona en este orden, no viene sin antes esperar que el Hijo realice Su obra redentora y ascienda al cielo para ser glorificado, solo después de esto es enviado (Jn. 7:39) como la tercera persona eficaz y poderosa comparado al siervo anónimo de Abraham que es enviado a buscar esposa para su hijo Isaac (Gn. 24:1-67). Hemos de advertir que el Espíritu viene a formar la iglesia solo cuando el Hijo es glorificado, antes no. Eso quiere decir que el Espíritu también como el Padre, aprueba la redención del Hijo. Algunas veces vemos al Espíritu mencionado en tercer lugar como en la conocida gran comisión: "Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo" (Mt. 28:19). Ya hemos mencionado que “en el nombre” enfatiza la existencia de un solo Dios y luego se mencionan las tres personas de aquel Dios tri-unitario. Así se le ve también en la despedida de las cartas de Pablo a los Corintios: "La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios, y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros. Amén" (2 Co. 13:14. No obstante, ser la tercera Persona de la Trinidad no significa que sea inferior pues en la iglesia aparece en primer lugar en Su obra de dar sus dones espirituales: "Ahora bien, hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo. Y hay diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo. Y hay diversidad de operaciones, pero Dios, que hace todas las cosas en todos, es el mismo" (1 Co. 12:4-6). Su mención en primer lugar en la asamblea se debe a que es el Señor (2 Co. 3:17) enviado por el Hijo en Su lugar con el propósito de enseñar, consolar, guiar y glorificar al Hijo (Jn. 14:26; 15:26; 16:13-15). Así podemos decir que el bienestar de la iglesia depende del ministerio del Espíritu Santo; "Entonces las iglesias tenían paz por toda Judea, Galilea y Samaria; y eran edificadas, andando en el temor del Señor, y se acrecentaban fortalecidas por el Espíritu Santo" (Hch. 9:31).
continuará, d.v. 
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ENCUESTA SOBRE LA TELEVISIÓN

por Santiago Walmsley.
Publicado en la revista La Sana Doctrina


Son muchos los argumentos que se aducen para justificar que un creyente tenga un televisor en casa. Son pocos los que ahora se conforman con un solo televisor, pues, se necesita uno para papá, otro para mamá y otro todavía para los hijos. Hay que mantenerse al día en cuanto al desarrollo de las cosas. Hay violencia y corrupción en el mundo y es bueno que la familia se acostumbra a ello en el ambiente del hogar. Además, es educacional la televisión. Frente a estos argumentos y otros es necesario hacer algunas preguntas para avalorar acertadamente la situación y saber si la televisión trae beneficios al hogar o si trae atrasos para el creyente y sus hijos.
    Es mejor presentar en forma de encuesta algunas preguntas sobre esta materia, dejando que cada hermano y hermana las conteste en el temor del Señor.
  1. ¿Son menos educados aquellos hermanos que han eliminado la televisión de su hogar? En este caso son interesantes los comentarios de un hermano, profesor en un liceo, que durante varios años preparó una encuesta basada en informes facilitados por los mismos estudiantes. Descubrió que para la edad de 18 años, algunos que literalmente habían pasado años de su vida frente a una pantalla. No eran mejor educados que los demás.
  2. Desde el día cuando Ud. abrió las puertas de su hogar para abrazar al mundo, que es lo que la televisión proporciona, ¿Ud. dedica más o menos tiempo a la lectura privada de la Biblia?
  3. ¿Puede decir con verdad que ahora Ud. dedica más tiempo a la oración?
  4. ¿Asiste mejor a los cultos de la semana o tiene preferencia la telenovela?
  5. ¿Toma interés en los casos necesitados, no solamente en la asamblea sino también en el vecindario, para visitar y ayudar de manera práctica, o encuentra que no le queda tiempo ahora para tales actividades?
  6. ¿Después del culto, dispone del tiempo necesario para informarse de la situación de otros hermanos, o sale corriendo para ver la televisión?
  7. Los hijos que Ud. está educando mediante los medios televisivos, ¿Ud. lo encuentra dificil llevarlos al culto de predicación del evangelio?
  8. Si ellos prefieren quedarse en casa viendo la televisión, ¿quién puso delante de ellos este estorbo que impide su salvación? Un siervo del Señor decía con razón, ¡¡Ud. no es buen padre, ni buena madre, si está educando a su hijo solamente para el infierno!!
  9. ¿Ud. está más activo en la evangelización, tiene más interés en asistir a las conferencias, etc., desde el día cuando llegó a su casa la televisión?
  10. ¿Los programas que está viendo le proveen de material para conversar con sus familiares y amigos del evangelio, o encuentra Ud. que ahora habla con ellos de sus programas preferidos?
  11. Ya que la televisión se propaga como instrumento de la educación, ¿puede contar de cómo le ha ayudado en los caminos del Señor, esa educación? ¿Conduce ella a las sendas de justicia?
  12. Bajo la influencia de la televisión, ¿Ud. lo encuentra más fácil ahora creer la Biblia y aceptar como justas y buenas las normas que ella establece para la vida cotidiana, o halla que Ud. ahora está en riña con ciertas enseñanzas bíblicas?
  13. ¿Puede testificar de la ayuda espiritual que recibe a través de la televisión, o su influencia le ha sido perjudicial?
  14. Como muchas de las telenovelas se basan en la infidelidad conyugal, ¿Cómo ve Ud. estos casos? ¿Los consiente?
     Hay muchas preguntas más que se podrían hacer para aclarar todo el caso de la televisión y la tremenda influencia perjudicial que ejerce sobre la mente. En muchos países se reconoce ahora que su influencia ha sido el factor determinante que ha conducido a la violencia y a la destrucción del hogar como entidad básica de la nación. Lamentablemente ninguna nación ha descubierto la manera de cambiar decisiones que se tomaron en el pasado, con el triste resultado que la televisión permanecerá siendo fuente de todos los males.
     Alimentarse de esta fuente de violencia y corrupción moral traerá graves consecuencias para el verdadero creyente. Con el tiempo la televisión sustituye la Biblia como poder que amolda la vida y el creyente pierde su utilidad y poder para servir al Señor.
     El testimonio dado por Dios acerca de Job, fue: No hay otro como él en la tierra, varón perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal. Hay santos en la tierra que se conocen por abstenerse de toda especie de mal. No tienen televisor en su casa ni pasan a la casa vecina para ver algunos programas.



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