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martes, 3 de mayo de 2011

EN ESTO PENSAD -- MAYO 2011

CELO DIVINO
 "Jehová, cuyo nombre es Celoso, Dios celoso es" (Éx. 34:14).


Sólo con que pensemos un momento recordaremos que, en lo que se refiere a nosotros, el celo puede ser bueno o malo. Cuando un esposo descubre que otro hombre está intentando robarle el afecto de su mujer, es justificablemente celoso. Pero cuando una persona tiene envidia de las posesiones de otro, esta clase de celo es inexcusable.
Dios es celoso, pero siempre en el buen sentido. Él desea el amor y la lealtad no divididas de Su pueblo, y se disgusta ante cualquier ofensa de Sus afectos. Su celo es completamente desinteresado, es decir, que no es egoísta; Él sabe que no les va a hacer bien el ir en pos de dioses falsos.
La mayoría de las referencias al celo de Dios están relacionadas con la idolatría de Israel. El pueblo escogido había abandonado a Jehová y estaba adorando a los ídolos. Esto era fornicación espiritual. El celo de Dios se encendía.
He aquí algunas de la multitud de referencias que hay del celo divino:
"Yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso" (Éx. 20:5).
"Porque Jehová tu Dios es fuego consumidor, Dios celoso" 
(Dt. 4:24).
"Le despertaron a celos con los dioses ajenos; lo provocaron a ira con abominaciones" (Dt. 32:16). 
"Le enojaron con sus lugares altos, y le provocaron a celo con sus imágenes de talla" (Sal. 78:58).
"¿Hasta cuándo, oh Jehová? ¿Estarás airado para siempre? ¿Arderá como fuego tu celo?" (Sal. 79:5).
"Me mostraré celoso por mi santo nombre" (Ez. 39:25). 
"Jehová es Dios celoso y vengador" (Nah. 1:2).
"¿Provocaremos a celos al Señor?" (1 Co. 10:22).


Ésta última pregunta es tan apropiada hoy en día como lo fue cuando Pablo preguntó por primera vez: “¿Provocaremos a celos al Señor?” El sistema del mundo está continuamente intentando distraer a la iglesia de su amor pristino por el Salvador. Los deseos de los ojos, los deseos de la carne, y el orgullo de la vida están alerta para seducir al creyente. Puede que no seamos tentados a adorar imágenes talladas, pero el dinero, el poder, la fama, y el placer pueden llegar a convertirse en ídolos también.
El conocimiento de la intolerancia de Dios hacia todo aquel o aquello que pudiese resultar en pérdida para nuestra devoción exclusiva hacia Él debería inspirarnos para serle fieles:


Celoso es el Señor nuestro Dios,
Y con celo ardiente nos ama;
El dios extraño y la imagen tallada
Provocan y encienden Su santa ira.


Pero no es egoísta Su amor
Para los que Su sangre redimió;
Quiere el primer lugar en nuestro corazón
Pues para nosotros busca lo mejor.

William MacDonald, de su libro: ÚNICO EN MAJESTAD

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YO ESTARÉ CON TU BOCA

Texto: Éxodo 4:10-16

Moisés había estado largo tiempo en el desierto cuando recibió de Dios la gran misión de ir a sacar a Su pueblo de Egipto. Después de cuarenta años de vida pastoral, no se lo esperaba, pero Dios lo tenía en Su plan. Después de aquellos largos años en el silencio del desierto, Moisés había sido curado de creerse capaz de servir a Dios y a Su pueblo. Sentía su incapacidad humana y pedía que el Señor enviara a otro, pero insistió tanto en su humildad y desconfianza en sí mismo que al final Dios se enojó porque no aceptaba las respuestas que Dios le daba.
Muchos hermanos creyentes sienten su insuficiencia ante el ministerio de la Palabra de Dios. Se sienten cortados o torpes (v. 10). ¿Cómo pueden responder a esto que sienten? Orar y confiar en el Señor (v. 11) que hizo nuestra boca (v. 12) y que dice: “yo estaré con tu boca”. Ésta es una gran promesa que merece nuestra atención.
Hoy en día hay campamentos y retiros de evangélicos que dan “talleres” a la gente, y parece que se olvidan de Dios e intentan capacitar y mover a la gente sólo por trucos, métodos, procesos, fórmulas y parafernalia humana. Hermanos, es Dios quien tiene que estar con nuestra boca. Lo primordial es clamar a Dios y confesar nuestra dependencia absoluta en Él. Parece mentira que con el Dios tan poderoso que tenemos, tengamos que inventarnos cosas así y metemos a la gente en seminarios, institutos, escuelas de misiones, etc.; cosas que nunca tuvieron los hombres de Dios en las Escrituras. Los apóstoles no eran oradores ni hombres de carrera, sino pescadores y  “del vulgo y sin letras” (Hch. 4:13), pero el Señor les enseñó y esto era más que suficiente, ¡y tanto que sí! ¿Cómo es que en estos últimos tiempos con tanto instituto y "taller" no salen misioneros ni predicadores del evangelio como antes? Casi no los hay. Pero hay payasos y cantantes, teatro y títeres, y charlas sobre el sexo o el tabaco, etc. No predican como Pablo ni como los otros apóstoles, ni como los profetas del Antiguo Testamento. Me figuro que es porque no andan con Dios ni confían en Él, sino en sí mismos y en sus métodos. Y como resultado la iglesia moderna está por los suelos. No tiene ni la sombra del poder de la iglesia primitiva.
La realidad es que tenemos que confesar nuestro desvío e impotencia, y humildemente pedir la presencia y el poder de Dios, y confiar únicamente en Él porque es Suya la promesa: “yo estaré con tu boca”. ¿Acaso no es suficiente? En el caso de Moisés, cuando después hablaba, tembló la casa de Faraón y todo Egipto. Podían haber acabado con él después de la primera plaga, pero Dios estuvo con él y no lo permitió. Si Dios comisiona y envía a un hombre, Dios estará con él. ¡Pero ay de los hombres comisionados y enviados  por meros hombres! No son siervos de Dios sino siervos de hombres y de organizaciones.
Cuando Dios llamó a Jeremías le dijo que iba a sufrir (Jer. 1:1-19). Si lo dices a la gente hoy día, desaparece. Cuando llamó a Ezequiel le dijo que le enviaba a un pueblo duro que no escucharía (Ez. 2:1-10). ¿Quién quiere servir así? Sólo el que Dios realmente llama y envía, y Dios no nos manda con títeres y payasos, sino con Su santa Palabra y la misión de clamar en Su Nombre.
Si hacemos lo que Dios dice y lo que los verdaderos hombres de Dios han hecho, sobrarán los institutos, seminarios, “talleres”, campamentos, y otras cosas similares, porque entonces la obra de Dios se haría con el poder de Dios, conforme a la Palabra de Dios, y Dios se encargaría de los resultados como siempre ha hecho con Sus verdaderos siervos. Hermanos, abandonemos la confianza en los métodos y las organizaciones humanas, y volvámonos humildemente al Dios que llama, guía y sostiene a Sus obreros. ¡Su presencia nos basta!
de un estudio dado por Lucas Batalla, el 7 de agosto, 2008

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"Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron" (Ap. 21:4).

Este versículo ha dado gran consuelo al pueblo del Señor. Muchos creyentes hoy pasan por tiempos de dolores y sufrimientos. El dolor físico es una cosa, pero más intenso es el dolor emocional que quebranta el corazón. Gracias al Señor, podemos soportarlo, sabiendo que tenemos algo que ningún medicamento puede dar: la seguridad de una eternidad con el Señor donde jamás habrá dolor.
del calendario devocional "Choice Gleanings" 2010


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ENTRE EL CIELO Y EL INFIERNO

Domingo Fernández, un hermano que en su día servía al Señor en Cuba, escribió: "El destacado cantante Julio Iglesias escribió su autobiografía, a la que puso por título: "Entre el cielo y el infierno". Si Julio Iglesias fuese un experto en títulos y en conceptos teológicos no encontraría para su autobiografía un título más adecuado que el que le puso: "Entre el cielo y el infierno".
"Hay seres humanos que se sitúan en una esfera que no les corresponde, que no armoniza con su conducta. Pero Julio Iglesias se ha situado donde realmente está: "Entre el cielo y el infierno". En realidad todos los seres humanos estamos en esa misma esfera; pero no nos dirigimos todos a la misma meta. "Este mundo es el camino para el otro". La diferencia estriba en que unos vamos por lo que Jesucristo llama el camino angosto que conduce a la vida eterna feliz; y otros van por el camino ancho que conduce a un lugar de confinamiento eterno, al que Jesucristo llama infierno. ESTAMOS ENTRE EL CIELO Y EL INFIERNO. Ningún ser humano viene a la vida en el cielo o en el infierno. Nacemos en una esfera intermedia. Llamémosle la ESFERA DE LA OPORTUNIDAD. Cuando llegamos a tener discernimiento entre el bien y el mal, el Creador nos pone delante dos caminos: uno se orienta hacia arriba y el otro hacia abajo. Uno desemboca o conduce a la perdición. El otro desemboca o conduce al reino de Dios. Jesucristo ha llevado a cabo todo lo que necesitamos para encontrar abiertas las puertas de su reino el día que lleguemos a la meta del camino que seguimos. Cristo nos quiere llevar a su reino. Pero el diablo nos quiere llevar al destino que le espera a él. Si queremos obedecer a Dios, acogernos a los beneficios de la obra redentora de Cristo, el maligno no nos puede impedir la entrada al reino de los cielos".
"Pero si nos queremos dejar orientar por el príncipe de las tinieblas, Dios no nos va a llevar al cielo violentando nuestro deseo de seguir el camino que conduce al infierno. Estamos entre el cielo y el infierno y nuestro destino eterno depende de nuestra voluntad. Jesucristo dijo a los moradores de Jerusalén: "¡Cuántas veces os quise juntar como la gallina junta sus polluelos debajo de sus alas, pero vosotros no quisisteis!"
Apreciado amigo lector, Ud no sabe cuánto tiempo más se quedará en esta esfera de la oportunidad, pero esto sí podemos decirle en el Nombre del Señor Jesucristo, que "hoy es día de salvación" (2 Corintios 6:2). Le animamos a que busque a Dios mientras puede ser hallado (Isaías 55:6). Si desea ayuda, nos alegraríamos de tener la oportunidad de hacerlo.

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La Fe

Mucha gente del mundo, e incluso algunos cristianos, tienen un concepto equivocado de la fe. Para algunos significa algo que acumulamos como energía y cuando llega a cierto nivel somos capaces de hacer milagros. Para otros es una fe ciega que cree algo cuando realmente no hay base para creerlo. Por ejemplo, muchos enfermos están convencidos de que serán sanados a pesar de que no hay base para esa creencia. El médico no les ha dicho que sanarán, y todo indica lo contrario, pero ellos se empeñan en decir que tienen fe.
La mayoría de los cristianos definen la fe citando Hebreos 11:1, “es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve”. La fe verdadera sí produce confianza respeto a lo que se espera, y convicción acerca de lo que no se ve, pero estas cosas son productos de la fe, y no la fe en sí.
La fe es creer un testimonio o una revelación divina. Tener fe es creer a Dios cuando Él habla. Entonces el creyente tiene una base para su creencia—la Palabra de Dios. Muchos creen en Dios, pero muchísimos menos creen a Dios cuando Él habla. Adán, el primer hombre, dio los primeros pasos en el camino de la incredulidad, y a lo largo de la historia el hombre ha rehusado creer a Dios cuando Él habla.
La fe es siempre la respuesta al mensaje divino: “¿Quién ha creído a nuestro anuncio?” (Is. 53:1). “Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios” (Ro. 10:17). “Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo” (He. 1:1).
Los que tienen fe creen a Dios cuando Él habla de cualquier tema. Si habla de la creación, le creen (He. 11:3). Si habla acerca del juicio venidero, le creen (He. 11:7). Si habla acerca de lo que ojo nunca vio, le creen (He. 11:8). Creer a Dios cuando Él habla es lo que distingue entre el cristiano verdadero y el mundo incrédulo que le rodea, así como cuando Josué y Caleb creyeron a Dios respecto a la tierra prometida, y esto les separó del resto de la nación incrédula de Israel.
Los que tienen fe creen lo que Dios dice acerca de la salvación, el matrimonio, el futuro, el dinero, la creación, o el orden y la función de la iglesia local. Esta fe va más allá de lo que nos puedan indicar nuestros sentidos. A pesar de lo que nos diga nuestra vista, nuestro tacto, nuestras emociones, o nuestros razonamientos, la fe cree a Dios cuando Él habla.
La fe que cree a Dios siempre resulta en acción apropiada (Stg. 2:20). Ya sea el arrepentimiento, la construcción de un arca, o el andar alrededor de una ciudad, cuando creemos lo que Dios dice esto siempre nos llevará a hacer algo, aunque sea estar quietos y ver Su salvación (Ex. 14:13).
Que el Señor aumente nuestra fe (Lc. 17:5). Que aprendamos a creer a Dios cuando Él habla sobre cualquier tema, y estemos dispuestos a someternos a Su Palabra y a obedecerla.                                                               
Steve Hulshizer

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¿Renovar o Reestructurar?

Muchos hablan de la renovación en la obra de Dios. Es necesaria la renovación en cada época. David exclamó: “renueva un espíritu recto dentro de mí” (Sal. 51:10). La renovación de la adoración como congregación es tan necesaria como la restauración personal. Acerca del rey Asa fue dicho: “reparó (renovó) el altar de Jehová” (2 Cr. 15:8).
Hace algunos años compramos una mesa vieja. Estaba cubierta con numerosas capas de barniz y no era muy atractiva. Pero pensábamos que quizás había hermosura escondida debajo de esas viejas capas de barniz. Así que, las fuimos quitando y descubrimos un hermoso mueble de nogal. Le dimos una buena terminación, y ahora sus tonos ricos adornan nuestro hogar – fue renovada.
Ahora bien, si hubiésemos cortado las patas de aquella mesa para convertirla en una mesita para servir café, no habría sido renovada, sino reestructurada. Para hacer esto hubiésemos tenido que alterar el diseño original.
Israel, durante el periodo de los jueces, conoció mucho fracaso espiritual. La Palabra de Dios era ignorada y desobedecida. Pero en lugar de reconocer su pecado y volverse arrepentidos al Señor, pidieron un cambio de estructura. En vez de los ancianos locales y hombres como los jueces levantados por Dios, pidieron un rey a Samuel. “Constitúyenos ahora un rey que nos juzgue, como tienen todas las naciones” (1 S. 8:5). Dios no se agradó. Siempre es más fácil cambiar la estructura que juzgar el pecado que hemos permitido.
Hoy hay mucha preocupación sobre la falta de crecimiento y vitalidad espiritual en las asambleas. Algunos opinan que un cambio de estructura es el remedio. Al experimentar el impacto del movimiento de liberación femenina, algunos piensan que las iglesias deberían eliminar la distinción entre los papeles de varones y mujeres, y Gálatas 3:28 es su lema.
Se sugiere que como las iglesias grandes tienen un pastor, las asambleas que desean crecer deben seguir su ejemplo. Adquiere un hombre preparado en un seminario, dale un salario, entrégale el púlpito, y tu asamblea crecerá.
Por favor, a eso no lo llames renovación. Llámalo lo que es. Es una reestructuración de la iglesia local y un alejamiento de la sencillez del patrón del Nuevo Testamento. El escritor está convencido de que las iglesias neotestamentarias necesitan renovación, pero no reestructuración.
Debe haber renovación personal. Hay necesidad de la lectura diaria de la Palabra de Dios, y de la oración, para tener una rica vida devocional. Debe haber santidad personal, apartándose del pecado en lugar de cobijarlo en la intimidad de nuestra casa o vida personal. Debe haber una renovación de celo en el testimonio a los perdidos, una preocupación ardiente por los que están en el camino al infierno. La renovación personal, espiritual, debe tener prioridad.
El pueblo de Dios necesita una renovación de pastores espirituales, un consejo reconocido de ancianos para dirigir y guiar la obra como siervos y modelos (1 P. 5:2-3). Debemos enviar obreros piadosos a predicar el evangelio y enseñar la Palabra. Clamemos a Dios por tales personas.
Nuestras reuniones necesitan renovación. Debe haber tiempos de cantar con gozo. El mensaje del himno debe determinar el ritmo. Cantemos con el espíritu y también con el entendimiento.
Nuestras reuniones de oración necesitan renovación. Estas reuniones pueden ser largas si las oraciones son cortas. Alguien ha dicho muy bien: “Largas oraciones en privado, y breves oraciones en público”. Las oraciones deben ser específicas, intensas y puntuales. No es necesario ni bueno que un hermano ore personalmente por todo o casi todo. Hay otros que pueden y deben participar y compartir la responsabilidad.
El tiempo de adoración necesita renovación. La Cena del Señor debe ser la cumbre de nuestra vida espiritual cada semana. Es allí donde el pueblo de Dios adora como congregación y exalta a su amado Dios y Salvador. No hay lugar para oraciones rutinarias o rituales formales. Es un tiempo cuando la devoción y amor a Dios en la semana pasada se destila para ocupar una hora de adoración intensa. Al recordar la muerte de nuestro Salvador por nosotros, nuestro corazón debe conmoverse y nuestros ojos deben humedecerse. También recordamos que todo esto lo hacemos hasta que venga nuestro Señor resucitado. No hay nada comparable a la Cena del Señor.
Nuestra predicación necesita renovación. Se está sacando mucho de libros de bosquejos, o de notas viejas recalentadas, en lugar del frescor y vigor de estudiar y meditar la Palabra. También necesitamos reconocer a los que tienen dones para predicar. No todos son maestros o predicadores. “Los profetas hablen dos o tres” (1 Co. 14:29). Pero un sistema de turnos no es la idea, ni tampoco es bíblico que turnen los varones. Esto está igualmente equivocado como la práctica de limitarlo todo a un hombre. Los que hablan, que hablen por el poder del Espíritu (1 Co. 2:4), y conforme a la Palabra de Dios (1 P. 4:11).
Sí, hermanos, necesitamos renovación – desesperadamente. Pero no necesitamos reestructurar las iglesias reunidas conforme al modelo sencillo del Nuevo Testamento. En lugar de esto, necesitamos el poder del Espíritu Santo. Él es el que da vida y vigor espiritual.

Donald Norbie, traducido de su artículo en la revista “Counsel” (Consejos), mayo-junio 1994

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Asamblea Bíblica “Betel”
C./Torreblanca, 6, 41003 Sevilla, España.  
Correspondencia: Apartado 1313, 41080 Sevilla
Horario de cultos: domingo: 11 y 19 horas; jueves 20 horas

viernes, 1 de abril de 2011

EN ESTO PENSAD -- ABRIL 2011

MINIMIZANDO LA SANTIDAD DE DIOS

Siempre que minimizamos la santidad de Dios estamos en peligro de minimizar la pecaminosidad humana, y la combinación de estos dos errores resulta en el empequeñecimiento de la cruz de Cristo. Si queremos predicar el evangelio, debemos tener un Dios santo que aborrece el pecado y que ha hecho algo acerca de ello que a Él le ha costado muchísimo. "Debido a que Dios es santo, y a que también es amor, se provee la expiación", escribió el teólogo Carl F. H. Henry.
    La santidad de Dios significa su completa "separación" de todo lo que sea pecaminoso. Él es diferente de lo que es común; Él está separado de lo que es impuro. Pero la santidad de Dios no es algo estático, como si fuera un bloque de hielo puro. Su santidad es activa y viva, como "un mar de vidrio mezclado con fuego" (Ap. 15:2). Todo lo relacionado con Dios es santo: su sabiduría, su poder, sus juicios y su amor. Si su amor no fuera un amor santo, Él nunca habría enviado a su único Hijo para morir por los pecados del mundo y satisfacer las demandas justas de su propia naturaleza y de su santa ley.
    Quizá esté equivocado, pero tengo la sensación de que muchos cristianos hoy han perdido el solemne y extraordinario sentido de la santidad de Dios. ¿Por qué?
    Primeramente, no enfatizamos la santidad de Dios en nuestras iglesias. A semejanza de la hoguera en un campamento de jóvenes, nuestros cultos de "adoración" son animados y gozosos, pero carecen por completo del énfasis en la santidad divina. Nuestra predicación está centrada en las personas, y con ella se trata de "rascar a la gente donde le pica", en vez de dirigirla hacia el Dios santo, quien merece su adoración y obediencia. Aquellos que tienen sus ojos puestos en la grandeza y la santidad de Dios no se preocupan de dónde les pica.
    La falta de disciplina en las iglesias y de normas elevadas de conducta entre los cristianos indica que no nos tomamos la santidad muy seriamente. En nuestra promoción, tratamos de "vender" la iglesia al mundo por transmitir la idea no bíblica de que el cristianismo es "divertido" y que todo pagano debería unirse al club y empezar a disfrutar de la vida. Una vez escuché a un pastor decir en el período de anuncios: "Procure venir al servicio de la tarde. Lo vamos a pasar muy bien". Pienso en las palabras de Santiago escritas para los creyentes mundanos: "Afligíos, y lamentad, y llorad. Vuestra risa se convierta en lloro, y vuestro gozo en tristeza" (Stg. 4:9).
    No puedo imanigarme a Moisés y los ancianos como quienes lo pasaban bien en el Monte Sinaía al contemplar ellos la gloria de Dios, o a Isaías informar que estaba "divertiéndose" en el templo cuando él vio "al Señor...alto y sublime" (Is. 6:1). Nadie distruta más que yo del buen humor y de la risa saludable, pero cuando contemplo mi pecaminosidad y la santidad de Dios, quiero unirme a Job, Isaías, Pedro y Juan, y caer de rodillas en reverencia y santo temor.

Warren W. Wiersbe, de su libro Seamos Santos, Editorial Portavoz, 1998, págs. 137-138

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¿QUÉ SENTIDO TIENE EL VELO?

Cuando las mujeres cristianas llevan un velo adecuado para cubrir su cabeza, es una manera sencilla y divinamente ordenada de expresar visiblemente su actitud interior de sumisión al orden divino de liderazgo o gobierno. Dios, nuestra cabeza, establece al varón como cabeza de la mujer (1 Co. 11:3). De esta manera, las mujeres cubiertas y en silencio (1 Co. 14:34-38; 1 Ti. 2:11-12) expresan su sumisión al liderazgo del varón y también al liderazgo en la asamblea. Así la asamblea demuestra a las huestes angelicales, de manera corporativa, su actitud sumisa a Cristo su Cabeza (1 Co. 11:10; Ef. 3:10). Ellos observan el orden y proceder, no el corazón. Es obvia la contradicción de algunas mujeres que profesan ser creyentes, cuando aparecen en la congregación llevando un velo pero vestidas de ropa masculina (pantalones), o en algunos casos, con velo pero vestidas de manera indecente y provocativa. Otra contradicción es cuando mujeres que profesan ser cristianas no cubren su cabeza, cuando deben saber mejor porque han sido enseñadas, y en algunos casos lo hacen cuando sus propios maridos ministran la Palabra.
extracto traducido de un folleto escrito por Curtis Thigpen

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 CONSEJOS PARA JÓVENES
 
“Alégrate, joven, en tu juventud, y tome placer tu corazón en los días de tu adolescencia; y anda en los caminos de tu corazón y en la vista de tus ojos; pero sabe, que sobre todas estas cosas te juzgará Dios” (Ecl. 11:9).
“Acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud” (Ecl. 12:1).

Salomón anima a los jóvenes a acordarse de Dios y a regocijarse en Él. Pero al mismo tiempo da una advertencia solemne acerca del día de juicio, cuando rendirán cuentas a Dios. Avanzamos en años y los problemas también avanzan, y muchas veces endurecen los corazones. El pecado tiene consecuencias temporales y permanentes. Con las consecuencias permanentes, no las puede deshacer ninguna cantidad de arrepentimiento, reforma o restauración. Pide consejo y oración de los que Dios ha puesto para cuidar y guiarte, y sé sabio en tus decisiones y compromisos en la vida.
adaptado del calendario devocional “Choice Gleanings”, 2011
 
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INTERCEDER ES AYUDAR
 
   “Pero os ruego, hermanos, por nuestro Señor Jesucristo y por el amor del Espíritu, que me ayudéis orando por mí a Dios” (Ro. 15:30).
Pablo aunque era apóstol por la gracia de Dios necesitaba las oraciones de los hermanos. Contaba con la ayuda de ellos. Humildemente pedía sus oraciones: “os ruego, hermanos”.  Esto sí se puede pedir. La intercesión en oración es una actividad importante de la iglesia y de los creyentes individuales. El que pudiendo, no viene a orar con los hermanos, dudo de que ore por ellos en su casa. Muchos no dan importancia a la oración, quizás porque no ven un beneficio inmediato para sí en ella. Pero Pablo sabía lo importante que era y cuánto lo necesitaba. Consideraba que los que oraban por él le ayudaban. ¿Cuánto ayudamos a nuestros hermanos con la oración? Sólo Dios sabe, pero está claro que no interceder es negar ayuda que podríamos dar.
    En Lucas 22:32 el Señor dice a Pedro: “yo he rogado por ti”. Esto habla del ministerio de la intercesión. Es importante orar por nuestros propios asuntos, pero también debemos orar por los demás. ¡Qué bueno llevar al día las oraciones e intercesiones!

extracto de un estudio dado por Lucas Batalla, el 15 de abril, 2010

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 LAS MANCHAS DE 
LA HISTORIA HUMANA

El libro de la historia humana está lleno de manchas terribles. Es un registro de fracasos continuos de principio a fin. Entre las delicias de Edén, el hombre escuchó la mentira del tentador (Gn. 3); cuando Dios en su amor lo preservó del juicio, y lo llevó a una tierra restaurada, se hizo culpable del pecado de intemperancia (Gn. 9); cuando iba guiado por el brazo extendido de Jehová a la tierra de Canaán, "dejaron a Jehová, y adoraron a Baal y Astarot" (Jue. 2:13); cuando fue elevado a la cumbre de la gloria y el poder humanos, con riquezas incontables a sus pies, y con todos los recursos del mundo a su disposición, entregó su corazón a extranjeos incircuncisos (1 R. 11). Tan pronto como las bendiciones del evangelio fueron promulgadas, fue necesario que el Espíritu Santo advirtiera acerca de "lobos rapaces", "apostasía", y toda clase de fracasos...Lo que nos confirma que el hombre lo pervierte todo.

C. H. Mackintosh, Notes on Leviticus ("Apuntes sobre Levítico"),
Neptune, NJ, Loizeaux, 1948, págs 175-176
 
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//¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive?
¡El vive, Él vive! No está aquí.//
No está aquí, no está aquí, sino que ha resucitado.
¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive?
¡Él vive! ¡Él vive! ¡No está aquí!
 
 "Además os declaro, hermanos, el evangelio que os he predicado, el cual también recibisteis, en el cual también perseveráis; por el cual asimismo, si retenéis la palabra que os he predicado, sois salvos, si no creísteis en vano.  Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras...
Pero si se predica de Cristo que resucitó de los muertos, ¿cómo dicen algunos entre vosotros que no hay resurrección de muertos? Porque si no hay resurrección de muertos, tampoco Cristo resucitó. Y si Cristo no resucitó, vana es entonces nuestra predicación, vana es también vuestra fe. Y somos hallados falsos testigos de Dios; porque hemos testificado de Dios que él resucitó a Cristo, al cual no resucitó, si en verdad los muertos no resucitan. Porque si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó; y si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana; aún estáis en vuestros pecados. Entonces también los que durmieron en Cristo perecieron. Si en esta vida solamente esperamos en Cristo, somos los más dignos de conmiseración de todos los hombres. Mas ahora Cristo ha resucitado de los muertos; primicias de los que durmieron es hecho".
1 Corintios 15:1-3, 12-20     

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SEAMOS ADORADORES

 por William MacDonald

Esa es la razón de nuestra existencia; fuimos hechos para adorar a Dios. El Padre busca adoradores que le adoren en espíritu y en verdad. Esto significa que la adoración no consiste en cumplir ciertos rituales y recitar oraciones ya preparadas de antemano. Es algo que más bien se hace en el espíritu, es decir, inspirados por el Espíritu y fortalecidos por el Espíritu. Debe hacerse también en verdad, es decir, debe ser algo sincero y del corazón.
    La adoración es dirigirse al Señor, y presentarle la alabanza por Su persona y Su obra. Es atribuirle dignidad ("digno eres") por quien es y por lo que ha hecho. Puede incluir oraciones de acción de gracias. Es una expresión de amor al Dios Trino. En la verdadera adoración, el yo está ausente, excepto cuando expresamos la maravilla de que Él nos cuida.
    El supremo acto de adoración en el Nuevo Testamento es la presentación de nuestros cuerpos al Señor como un sacrificio vivo, santo y agradable a Él (Ro. 12:1-2). El cuerpo aquí representa el espíritu, el alma y el cuerpo (todo lo que somos como personas).
    Predicar no es adorar. Puede inspirar adoración en los corazones de quienes escuchan, pero predicar o dar una exhortación es dirigirse a una audiencia humana, la congregación, no es adorar al Señor.
    Dar un testimonio tampoco es adorar, aunque puede estimularnos a hacerlo. Es contar cosas a los hombres. La adoración consiste en diririrse a Dios directamente.
    En la Biblia, la adoración se dirige al Padre y al Hijo, pero por alguna razón que no se nos da, nunca se dirige al Espíritu Santo.
    Los críticos de la Biblia pueden pensar que es egoísta por parte de Dios el querer que se le adore. Ellos no entienden. Es para nuestro bien, nes el de Dios. Nosotros nos hacemos sejemantes a aquello que adoramos.
    "Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor" (2 Co. 3:18).

¿Cómo Podemos Estimular La Adoración?
    Los Salmos proveen mucho material para la adoración. Los atributos de Dios son un tema favorito, así como el cuidado del Señor a lo largo de la historia y la profecía. El comtemplar el regalo de Dios en su Hijo, como lo ilustra el sacrificio de Isaac por parte de Abraham, eleva nuestros corazones en alabanzas. La vida del Salvador y su obra son una fuente inagotable para la adoración: su encarnación, su vida perfecta aquí, su sacrificio expiatorio, su resurrección, su ascensión y su ministerio actual a la diestra de Dios, su venida y las bendiciones que nos han sido derramadas a través de Él.
    David y los otros escritores de los Salmos eran adoradores. Ellos tenía grandes pensamientos sobre Dios. Las maravillas de su creación les llevaba a componer preciosas canciones. Cuando consideraban Su grandeza, bondad y gracia, sus mentes luchaban para poder abarcarlo todo. Ellos pensaban en Él como el Sustentador y el Controlador, y quedaban confundidos.
    El escritur de los últimos Salmos estaba tan abrumado que invitó a toda la creación, animada e inanimada, a elevar alabanzas al Señor. Toda la gente, grande y pequeña, ancianos y jóvenes, reyes y príncipes, sí, todos los ángeles, juntamente con las bestias, las aves y las criaturas que se arrastran, debían formar un coro universal. Én enlista el acompañamiento de todo tipo de instrumentos (arpas, trompetas, cornetas, timbales, címbalos y órganos). Su tema es tan asombroso que llama al sol, la luna y las estrellas para que se unan al himno. Los cielos, la tierra, el mar, las colinas, las montañas y todas las aguas no deben permanecer en silencio. El fuego, el granizo, la nieve y los vientos tempestuosos tienen su parte. El tema queta el aliento de tal forma que el Señor es digno de la adoración más sublime.
    Sin embargo, estos salmistas no tenía una Biblia. Ellos no sabía cómo el Hijo de Dios descendería al planeta Tierra y nacería en un establo, siendo su cuna un pesebre del cual comían los animales. Ellos no sabían que los sabios verían a su Dios "restringido al tiempo e imcomprensiblemente hecho Hombre". Tampoco sabían que en aquel establo estaría Aquel que "creó las estrellas del cielo". Estaba escondida de sus ojos la verdad que el bebé en aquel establo sería "la Palabra Eterna, que por el poder de su hablar hizo emerger los mundos de la nada, que los pequeños bracitos de este bebé indefenso eran las manos de Aquel que estableció los cimientos del universo".
    Ellos no sabían que el Arquitecto y Hacedor del universo un día usaría la túnica de un Carpintero en un lugar llamado Nazaret.
    O que Él "andaría como un extraño en el mundo que sus manos habían formado". Se habrían atragantado al pensar que Dios no tenía dónde recostar su cabeza, o que a veces dormiría bajo las estrellas mientras sus seguidores se iban a sus hogares.
    ¿Acaso se daban cuenta que Dios en realidad vendría a la tierra y sanaría a los enfermos, les daría vista a los cielgo, restauraría a los paralíticos, echaría fuera a domonios y resucitaría a los muertos? ¿O que a pesar de toda su bondad, sería insultado, ridiculizado y expulsado de la ciudad?
    Hubiera sido increíble para ellos que Él, el juez de todos, fuera traicionado por uno de los suyos, arrestado y llevado a juicio. Las autoridades civiles lo encontrarían inocente, pero aún así sería azotado hasta que su espalda pareciera un campo arado y yo no se le pudiera reconocer como hombre.
    Los salmistas no conocían con gran detalle lo que nosotros sabemos hoy en día. En un lugar llamado Calvario, los hombres clavaron a su Dios en una cruz de madera.
    Era algo inimaginable para estos poetas del Antiguo Testamento. Habrían sacudido sus cagezas al pensar que el brillo de la gloria de Dios, la imagen de su persona, el Creador y Sustentador del universo, estaría en una cruz purgando los pecados de los hombres (He. 1:1-3). Débiles criaturas tomarían a Aquel que es sublime y exaltado en gloria y lo colocarían sobre un poste vergonzoso. Los cielos de los cielos no lo pueden contener, y sin embargo fue retenido por los clavos. El Inmortal estaba muriendo.
    Imagínese la armonía celestial que el coro del salmista, compuesto de una muchedumbre de redimidos, habría elevado si tuvieran las palabras de Charles Wesley:

 
"¡Asombroso amor! ¿Cómo puede ser
que Tú, mi Dios, murieras por mí?"

O el himno de Isaac Watts que dice:
"Prohíbe Señor que me gloríe,
Excepto en la muerte de Cristo mi Dios".

    Ellos veían a través de un cristal oscuro. En algunos momentos tenían algún pantallazo de lo que sucedería, pero no se les permitió tener una completa revelación. La conclusión es ésta: si ellos, con el conocimiento limitado que tenían, pudieron elevar dichos torrentes de alabanza, adoración y gratitud al Señor, ¿cuánto más deberíamos hacerlo nosotros que sabemos del Calvario y de Aquel que murió allí para que lo exaltemos?
    Una vez que asimilamos la verdad de lo que nuestro Dios ha hecho por nosotros, del sacrificio que hizo para salvarnos, seremos adoradores espontáneos. Nadie tendrá que persuadirnos o adularnos para que alabemos al Señor. Nuestras lenguas serán la pluma de un escritor ligero. Nuestras vidas serán un salmo interminable de alabanzas a Él. En las palabras de Charles Wesley nuevamente: "disolveremos nuestros corazones en gratitud y derritiremos nuestros ojos en lágrimas". Estaremos "perdidos en las maravillas, el amor y la alabanza", y "sumergidos en la misteriosa profundidad del amor". Así como el salmista, invocaremos a que toda la creación se nos una para cantar las excelencias de Aquel que nos llamó de las tinieblas a su luz admirable.
    Para mí, no hay nada que me convierta más en un adorador que el hecho de que el que murió por mí en la cruz del Calvario es mi Creador y el Sustentador del universo. Como preparación para la Cena del Señor, me gusta pasar un tiempo con la Biblia y el himnario el sábado por la noche. Muchos de los antiguos himnos expresan las maravillas del Calvario mejor que lo que yo podría hacer, y proveen mucho material para la adoración.
    La evangelización y el servicio, por lo tanto, se convierten en una consecuencia de la adoración.


traducción corregida y adaptada de su libro Manuel del Discípulo, págs. 221-224
 

martes, 8 de marzo de 2011

EN ESTO PENSAD -- Marzo 2011

¡AMÉN!

“...dirá el Amén” (1 Corintios 14:16).


  Amén es una palabra extremadamente vital con la que expresamos aprobación de corazón por lo que se dice. Muchas congregaciones podrían utilizarla más a menudo en sus reuniones.
    La palabra se encuentra 68 veces en la Biblia. Resulta evidente, por 1 Corintios 14:15-16, que se empleaba en las reuniones de la iglesia primitiva. Así que podemos estar seguros de que el uso del Amén es eminentemente escritural.
    Y no sólo eso, sino que es un imperativo. La naturaleza sublime de las verdades con las que tratamos requiere de una expresión inteligente de reconocimiento entusiasta. Parecería una ingratitud escuchar tales verdades y nunca manifestarlo audiblemente.
    Para aquel que predica es siempre un estímulo que su audiencia diga “Amén” en aquellos puntos del mensaje que tocan áreas sensibles para la congregación. Esto indica que la gente está siguiendo el mensaje y que comparte su exuberancia espiritual y emocional.
    Es bueno que uno diga el Amén. Le mantiene involucrado como oyente atento y le guarda de volverse apático cuando debe maravillarse.
    También es bueno para los que vienen de fuera de la iglesia, ven que los cristianos son entusiastas, que disfrutan de su fe y que realmente creen en lo que creen. El uso del Amén expresa vida y fervor. Su ausencia habla de monotonía y muerte.
    El Amén es una de las tres palabras de la Biblia que son prácticamente universales. En la mayoría de los idiomas estas palabras son las mismas, por lo que puedes ir prácticamente a cualquier parte y decir “¡Maranata! ¡Aleluya! ¡Amén!” y la gente entenderá que dices “¡El Señor viene! ¡Alabado sea el Señor! ¡Así sea!”
    Por supuesto, la palabra “Amén” debe usarse con discernimiento. No sería apropiado emplearla para expresar entusiasmo ante la desgracia, la tragedia o la tristeza.
    Es una vergüenza que algunas agrupaciones cristianas ya no usen el Amén porque se ha abusado de él en reuniones dadas al emocionalismo extremo. Como todas las cosas buenas, las podemos usar bien o podemos pasarnos. Pero de todos modos, no debemos privarnos de esta práctica bíblica sólo porque algunos la usan sin entendimiento. ¿Amén?

William MacDonald, de Día en Día, lectura para el 22 de septiembre, CLIE
 
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COMUNIÓN CON EL ETERNO

  Este Salmo comienza con una hermosa declaración: “Señor, tú nos has sido refugio de generación en generación”. Cuando leo palabras como éstas en los Salmos, digo: “Dios mío, ¿quién puede hablar como estas personas?” Queda clara la respuesta. Sólo ellas, porque fueron inspiradas por Dios. Si Dios nos guía y enseña, también podemos expresar cosas parecidas – no por inspiración obviamente – pero quiero decir que hablaremos con conocimiento del Señor y en lenguaje bíblico que agrada al Señor. Éste es el salmo de la brevedad y fragilidad del ser humano, debido al pecado. El hombre nace como hierba y pronto desaparece. Se envejece rápidamente y ya no tiene las ideas ni la fuerza como antes.
    Moisés tenía cerca de ochenta años al escribir este salmo, y había visto morir a muchos israelitas en el desierto durante los cuarenta años de castigo. Estaba impresionado por los cuarenta años de mortandad por los que había pasado Israel. Murió toda una generación de infieles, a veces de manera drástica, a veces simplemente por enfermedad o vejez, pero desapareció toda aquella generación excepto Caleb y Josué. Pero Dios todavía estaba allí y Él sería el refugio de la siguiente generación. Quería ser el Dios de ellos. Es el que siempre está. Por eso es importante aprovechar nuestra corta vida andando en comunión con Él y según Su voluntad, pues hacer otra cosa es desperdiciar la vida.
    El Eterno es el mejor amigo que podemos tener. Es el refugio eterno de Su pueblo, esto es, de los que confían en Él porque sólo ellos son Su pueblo. Está con nosotros siempre, y debemos estar cerca de Él, cultivando y cuidando la comunión íntima. La vida cristiana hay que vivirla diariamente, no “domingamente” como muchos. El apóstol Pablo declaró: “en él vivimos y nos movemos” (Hch. 17:28). Dios es ineludible, porque es omnipresente como el Salmo 139 nos recuerda. Él no quiere que le visitemos los domingos por la mañana, sino que andemos en comunión con Él. Dios es quien puede dirigir bien nuestros pasos, y debe ser así nuestra vida diaria.
    Cuando Jehová guió a los hijos de Israel por el desierto, no les apareció una vez solamente, sino constantemente por la nube y la columna de fuego. Éxodo 13:21 dice: “Jehová iba delante de ellos... para guiarlos”. Es lo que siempre quiere hacer. “Nunca se apartó” (v. 22). Se apartaron ellos, pero no Él, porque Él no es infiel ni variable como nosotros. Por eso en el Salmo 90:1 vemos la constancia del Dios eterno, fiel e inmutable. Vemos el contraste entre Dios y Su pueblo antiguo, y así sigue la cosa hoy en día porque el llamado pueblo de Dios hoy no parece mejor, sino igual o peor, ya que peca contra más luz.
    En el Salmo 27:4 David declara su deseo de estar en la presencia de Dios todos los días de su vida. ¿Cuál es la aplicación para nosotros? Aunque no tenemos templo como David, debemos estar en la presencia de Dios todos los días, leyendo Su Palabra, meditándola y orando. Y cuando se reúna el pueblo de Dios debemos estar allí entre ellos, porque allí está el Señor como prometió. Pero Dios quiere vernos todos los días, y escuchar nuestra voz todos los días. El Eterno permanece fiel. En el Salmo 27:10 vemos que los padres pueden desaparecer, tal vez por la muerte, pero Dios permanece y nos recogerá si confiamos en Él. Él es fiel. Aprendamos a ser fieles como Él.


De un estudio dado por Lucas Batalla, el 13 de enero, 2011

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¿Pegados A La Tele, 
O A La Biblia?

    "La televisión está tan entretejida en la vida familiar de los norteamericanos que los padres no pueden imaginarse viviendo sin ella y están dispuestos a dar vista gorda a los riesgos potenciales para sus hijos, según un informe dado recientemente.
    Los investigadores saben que el tiempo ocupado viendo la tele es muy grande: 83% de los niños de 6 años y menos ven la tele un promedio de dos horas diarias, y 43% de ellos tienen un televisor en su habitación. Ahora sabemos porqué. Los padres consideran el televisor como un niñero, la forma de mantener sus agendas ocupadas, guardar la paz y facilitar las rutinas como comidas y la hora de acostarse. Sólo en sentido secundario los padres ven la tele como algo educativo, pero es suficiente para que se sientan “menos culpables y más agradecidos”, dijo Vicky Rideout, vice presidenta de la Fundación Kaiser de la Familia, el grupo que realizó el estudio".

    (extracto del periódico “Santa Barbara News-Press”, 25 de mayo, 2006).
    
   La flaqueza e impotencia espiritual, y la mundanalidad de muchos que profesan ser creyentes, incluso líderes, es debido en parte a su adicción al televisor. Se levantan por la mañana y acto seguido encienden la tele. Ella les habla e influye todo el día. Ay de los que pasan más tiempo con ella que con la Biblia, que están al día con las noticias pero atrasados con el Señor. ¡Sé valiente, apaga la tele y pégate a la Biblia! Hay bendición en ella.

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¿PASTORES O TENDEROS?

“Sé diligente en conocer el estado de tus ovejas, y mira con cuidado por tus rebaños” (Pr. 27:23).
Hay una aplicación en el versículo 23 para los ancianos de la asamblea, como pastores del rebaño de Dios. Ellos deben hacer la obra pastoral con diligencia, observando, escuchando, visitando y intercambiando con los santos para conocer su condición espiritual. Sería difícil hacer esto simplemente saludándoles antes o después de una reunión. El pastoreo requiere mucho más que actuar como el dueño de una tienda. El tendero llega a su tienda un poco antes de la hora de abrir, enciende las luces, arregla las cosas, y entonces abre la puerta y espera a los clientes. Cuando entren, él les saluda, luego hace sus ventas, y al final del día apaga las luces y cierra la puerta. Pero la iglesia no es una tienda con un horario de atención al público; es el rebaño de Dios. Los pastores deben ser diligentes velando y cuidando del rebaño, pues es su responsabilidad. En 1 Pedro 5:1-4 aprendemos que sobre los pastores está el Príncipe de los pastores, el Señor Jesús, y que van a rendirle cuentas por cómo han cuidado del rebaño de Dios.
William MacDonald, de su libro en inglés sobre Proverbios

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 LECCIONES DE JONÁS
 
 
Texto: Jonás 1:1-17

     Este libro profético fue escrito 800 años antes de Cristo. Ha sido ridiculizado por el mundo porque no cree que un gran pez tragaría así a un hombre. Les parece leyenda. Pero el Señor Jesucristo en Su ministerio mencionó a Jonás en Mateo 16:4, dándolo credibilidad.
    El libro no sólo describe el comportamiento de Jonás, sino también el de muchos de nosotros. Cristo dijo: “Id”, pero nos acomodamos y hacemos capillas y catedrales, y decimos a la gente “venid acá y os expondremos las cosas de Cristo”. Pero el Señor nos dijo: “ID”. Así que, hacemos como Jonás, lo que nos parece, en lugar de lo que Él dijo.
    Dios le envió a Níneve, pero fue en lo diametralmente opuesto, a Tarsis, tierras del sur de España – Hispalia. Trató de eludir su responsabilidad, pero Dios lo alcanzó y lo corrigió con el juicio de la tormenta, la reprensión de los marineros gentiles y el tiempo en el gran pez. Fue un tiempo de corrección y humillación por su desobediencia, porque Dios corrige a los Suyos como bien sabemos por Hebreos 12.
    El capítulo 2 comienza con “entonces”, porque se refiere a la reacción de Jonás a la corrección. Antes no quiso acercarse a Dios, pero después, sí. Es necesario muchas veces que Dios nos meta en situaciones de angustia para corregirnos. Es el camino que sabe Dios que nos volverá a la obediencia. Jonás 2:2 dice: “Invoqué en mi angustia a Jehová”. Dios es misericordioso. Quiere acercarnos a Él, y sabe cómo.
    En Efesios 2:1-3 vemos que éramos muertos en delitos y pecados, rebeldes y desobedientes, pero Dios, grande en misericordia, nos dio vida (vv. 4-5). Es lo que Él quiere hacer. Vemos en Jonás 2:1-2 el camino en que Dios le metió y el en que nos mete para hacernos volver a Él. Dios no se había alejado en sentido de abandonar a Jonás, pero estaba enseñando a Su siervo a andar y quedarse cerca (véase Is. 26:16). Quiere llevarnos como hijos Suyos en el camino de la obediencia, porque allí está la bendición y la gloria. No nos agrada esta corrección, pero es necesaria, es para nuestro bien.
    En el versículo 7 Jonás dice: “cuando desfallecía mi alma”, y así describe el extremo al cual llegó. Mientras tengamos salud, fuerza, energías naturales tenemos la tendencia de no querer hacerle caso. “Me acordé de Jehová” dijo Jonás cuando estaba en gran apuros, pero no antes. Muchas veces tenemos que pasar por este camino para que aprendamos. Hay que hacer lo que Dios ha dicho. Y en el 2:10, después de esa angustia y oración, Dios le respondió. Se terminó el tiempo de angustia del profeta. Y aquí y en el capítulo 3 Jonás es restaurado. Dios no lo había abandonado sino que lo estaba enseñando. Dice Hebreos 12:10 que el propósito de la corrección es para que seamos partícipes de Su santidad.
    En el 3:2 otra vez Dios le manda a hacer lo mismo que había dicho al principio. La voluntad de Dios no había cambiado simplemente porque Jonás había salido de ella. Él ahora tenía que volver a escuchar la misma instrucción, con oportunidad de manifestar su arrepentimiento por su obediencia. Así es la instrucción divina, que insiste hasta que aprendamos la lección. En el versículo 3, esta vez obedeció, cumplió la comisión. Luego la enseñanza de Dios fue efectiva, porque Jonás aprendió obediencia. Hay que preguntar si es así con nosotros.
    La reacción de Nínive fue: “creyeron a Dios” (v. 5), y el rey (vv. 6-9) proclamó que se convirtieran de su mal camino (v. 10). Esto es el arrepentimiento. Dios vio el arrepentimiento de ellos, porque cuando uno se arrepiente, se ve esto en la actitud y en las obras. El resultado fue que no les castigó. Luego Dios dijo a Israel, mediante el profeta Ezequiel: “Vivo yo, dice Jehová el Señor, que no quiero la muerte del impío, sino que se vuelva el impío de su camino, y que viva. Volveos, volveos de vuestros malos caminos; ¿por qué moriréis, oh casa de Israel?” (Ez. 33:11). Pero no le hicieron caso, y perecieron. A veces pasa esto que los del mundo al escuchar la Palabra de Dios se quedan más impactados que los que profesan ser Su pueblo, los que siempre escuchan la Palabra pero no la ponen por obra.
    Dios no quiere la muerte del hombre. Es algo que el hombre escogió en Edén. No fue parte del plan o el deseo de Dios en el principio, sino que el hombre lo escogió. Romanos 5 nos dice que al entrar el pecado en el mundo, entró la muerte. Tenía que caminar en el camino de vida que le marcó el Creador, pero no lo hizo. Escogió en su libertad, y siendo seducido y engañado, el camino de muerte en lugar del camino de vida y comunión. Tomó en libertad esta decisión y fue camino de muerte. Proverbios 14:12 remarca muy bien que hay camino que al hombre le parece derecho, pero su fin es camino de muerte. ¿Cuántos han tomado decisiones por su voluntad, ignorando voluntariamente lo que Dios les había marcado, y han terminado perdiendo?
    Por eso dije al principio que Jonás ilustra mucho la condición humana. Otra vez lo vemos aquí en el capítulo 4. Se apesadumbró viendo la misericordia de Dios con los de Níneve. Le supo mal que Dios los perdonara, porque él quería la destrucción de ellos. Entonces Dios otra vez se pone a enseñar y corregir a Jonás. Usa la calabacera (vv. 6-8) para enseñarle nuevamente. Jonás, como nosotros, se alegró mucho en la bendición de ella, pero se entristeció otra vez en gran manera cuando Dios se la quitó. 
    Se enojó, estuvo molesto y hasta deprimido, pero todo por su propia culpa. Dios le enseñó una lección, y también nos la quiere enseñar, porque por eso tenemos este libro.
    Dios tiene lástima de los que se perecen, pero nosotros, sólo de la pérdida de nuestras bendiciones. “¿No tendré yo piedad...?” dice el Señor. Dios es así, y quiere que nosotros, Su pueblo y Sus siervos, también seamos así. “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura” (Mr. 16:15). Es el mensaje que nos toca todavía. ¿De qué tenemos nosotros lástima? ¿De nuestra calabacera, o de las almas de nuestra Níneve a las cuales somos enviados a predicar el evangelio? ¿De quién tenemos lástima?
de un estudio dado por J. A., el 16 de enero, 2011
 
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viernes, 25 de febrero de 2011

EN ESTO PENSAD -- Febrero 2011

¿CÓMO ES EL AMOR?

“Amados, si Dios nos ha amado así, debemos también nosotros amarnos unos a otros” (1 Juan 4:11).

No debemos pensar que el amor es una emoción, algo sentimental, incontrolable e impredecible. Dios nos manda amar, lo cual no sería posible si el amor fuera algo eludible, una emoción o sensación esporádica, que apareciera inesperadamente como un frío repentino. El amor puede afectar las emociones, pero es más un asunto de la voluntad que de las emociones.
    El amor no está confinado a un mundo de castillos en el aire con escasa relación a la esencia de la vida cotidiana. Por cada hora de claro de luna y rosas, hay semanas de fregona y platos sucios.
    En otras palabras, el amor es intensamente práctico. Por ejemplo, cuando se pasa un plato de fruta, el amor escoge la tocada o mala. El amor limpia el lavabo y la bañera después de usarlos. El amor repone el papel higiénico para que el próximo que lo necesite no sufra incomodidad. El amor apaga las luces cuando no se necesitan. Recoge el papel en el suelo en vez de pisarlo y pasar de largo. Cuando le prestan un automóvil, repone el gasóleo y el aceite. El amor vacía la basura sin que se lo pidan. No hace esperar a los demás. Sirve a otros antes que a sí mismo. Saca al niño ruidoso para no molestar en la reunión. El amor habla fuerte para que el sordo pueda oír. Y el amor trabaja para tener qué compartir con los demás.


El amor con la largura su vestido
Alcanza del suelo al polvo mismo,
Puede alcanzar lo sucio de la calle y del camino,
Y es porque puede, que debe.

No osa descansar en las montañas
Es su deber descender hasta el valle;
Pues satisfecho no queda hasta que enciende
Las vidas que allí se apagan.

William MacDonald, de su libro DE DÍA EN DÍA (CLIE)

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EL SEÑOR NOS CUIDA "TODOS LOS DÍAS"

    El hermoso Salmo 23, que muchos sabemos de memoria, está lleno de instrucción y esperanza para el creyente. Examinemos un poco el último versículo, porque es allí que se nos promete los cuidados de Dios “todos los días” (v. 6).
    Hermanos míos, podemos confiar en el Señor todos los días de nuestra vida. Las personas nos pueden decepcionar, pero el Señor nunca lo hará. Nosotros mismos somos a veces inconstantes y hacemos las cosas a medias, pero el Señor es bondadoso y misericordioso siempre. Santiago 1:17 describe a Dios como “sin sombra de variación”, esto es, inmutable, no cambiadizo. Esto debe darnos ánimo, consuelo y esperanza. Él es inmutable en Su misericordia y bondad hacia los Suyos. Por eso dice: “ciertamente” y “todos los días”. El salmista está confiado en Dios y sabe que no será abandonado.
    También dice: “Me seguirán”. Dios tiene cubierta nuestra espalda. Observamos que en el versículo 3 él es guiado por sendas de justicia. El Señor nos rodea y Sus bienes nos siguen, viene detrás nuestro por si caemos – como un padre o una madre va detrás de un niño que aprende a caminar. El Señor corrige en amor nuestras deficiencias y nos ayuda. Deuteronomio 28:2 promete a los obedientes y fieles: “vendrán a ti todas estas bendiciones, y te alcanzarán”. Dios quiere hacernos bien, y Él nos encamina en las sendas de justicia, porque esto le agrada y porque ahí está la bendición. No puede bendecir la desobediencia o la deslealtad. Para esas cosas tiene la vara y el cayado, para que volvamos al lugar de bendición, a Su lado.
    Dios se siente gozoso como nuestro Padre amoroso cuando le pedimos cosas buenas. No es tacaño, sino generoso y bondadoso. Dios quiere darnos lo bueno. Este es Su deseo y es importante entender esto. Sigue siendo así incluso cuando el mundo nos maltrata, como en el caso del apóstol Juan, cuando le exiliaron a Patmos con criminales y presos políticos, pero mirad lo que sucedió. Allí el Señor le bendijo, y le dio una revelación de Jesucristo en Su gloria. El bien y la misericordia nos siguen todos los días. No faltarán ni un día.
    Pero si no seguimos en sendas de justicia (v. 3), lo que sufrimos es por nuestra falta de diligencia, o falta de consagración, o pereza espiritual, o desobediencia; no es culpa de Dios. Él quiere darnos el bien y la misericordia. Cada día debemos encomendarnos al Dios fiel, y pedir Su consejo y guía, y luego seguirlo. Él está todos los días a nuestro alcance. Estemos en el hospital, en la prisión, o donde sea – el Señor está con nosotros todos los días. Los amigos humanos pueden fallar, la familia también, pero el Señor no nos fallará nunca. Él está allí como Pastor para ayudarnos en todo momento. Bueno es esto, porque diariamente necesitamos Su guía, provisión y misericordia. Todos los días de nuestra vida, tenemos al Buen Pastor guiándonos, y al final, ¡moraremos en Su casa para siempre!

de un estudio dado por Lucas Batalla, el 16 de diciembre, 2010

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"Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron. Y el que estaba sentado en el trono dijo: He aquí, yo hago nuevas todas las cosas" (Ap. 21:4-5).


Este versículo ha dado gran consuelo y aliento al pueblo del Señor. Muchos creyentes hoy pasan por tiempos de dolor y sufrimiento. El dolor físico es difícil de soportar, pero el dolor emocional es más intenso y quiebra el corazón. Gracias al Señor, podemos perseverar sabiendo que tenemos algo que es mejor que cualquier medicamento: ¡la certidumbre de una eternidad feliz donde el dolor para siempre estará abolido! Nuestro Señor con Su gran poder hará nuevas todas las cosas. ¡Amén, sí, ven, Señor Jesús!
traducido de una hoja del calendario "Choice Gleanings"

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Huye de la Lujuria

Donald Norbie


Dios creó al ser humano varón y hembra. El deseo sexual tiene como meta la concepción de hijos, la propagación de la raza humana. Los animales también tienen este deseo reproductivo. Así que el sexo es bueno. Dios lo hizo.
    Pero el hombre está hecho en imagen de Dios; es más que un animal. Dios hizo una mujer para un hombre y los unió como una sola carne (Gn. 2:24). Jesucristo declaró que no es el deseo de Dios que se rompa esta unión excepto por la muerte (Mt. 19:6). Una boda cristiana celebra la santidad y permanencia de esa unión.
    Pablo advirtió a Timoteo: “Huye de las pasiones juveniles” (2 Ti. 2:22). Una de estas pasiones, pero no la única, es el deseo sexual, que comienza con la pubertad y alcanza su máxima fuerza entre esa edad y la década de los veinte años. Pero ese deseo intenso sigue en la vejez, aun entre los que alcanzan ochenta años de edad. Por eso, la admonición bíblica es oportuno a casi cualquier edad: “Huye de las pasiones juveniles”. Pero, ¿qué significa?
    Huye de lo que excitaría pasiones ilegítimas. Ya que Pablo lo escribió al joven Timoteo, ¿qué excita las pasiones de un hombre? La ramera lo sabe muy bien. Ella busca incitar al hombre, así que se viste provocativamente. Un diseñador prominente de vestidos dijo que su inspiración venía de visitar los lugares de la ciudad donde trabajan las prostitutas.
    Pedro insta a las mujeres a vestirse modestamente (1 P. 3:1-5).Esto significa que mantengan sus cuerpos cubiertos de modo que los hombres vean su rostro y su carácter. Una mujer puede ayudar a los hombres a pensar castamente si se viste con modestia. Haciéndolo les ayudará a los hombres y a ella misma a huir de la lujuria.
    Dios manda que el hombre se case y canalice ese natural deseo sexual hacia su esposa. Los cónyuges deben ser fieles y entregados el uno al otro (véase Pr. 5:15-21). Esto traerá satisfacción y felicidad, tanto para la pareja como para sus hijos porque tendrán padres fieles y felices. ¡Sí, huyamos de las pasiones juveniles y vivamos una vida santa para Dios!
traducido y adaptado de su artículo en la revista “Precious Seed”
(“Semilla Preciosa”), noviembre 2010

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Permanezca el amor fraternal  He. 13:1
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LAS ÚLTIMAS PALABRAS 
DEL JOVEN EXPLORADOR

Le encontraron muerto en una choza solitaria, con un plato entre sus rodillas, que había usado como escritorio. En su mano, ya sólo esqueleto, estaba la siguiente carta, que evidentemente escribía justo antes de morir.
    “El sol brilla, madre, pero aún así siento mucho frío. Aún puedo caminar un poco, pero nada más. Ya no hay sangre en mí porque no he comido en tanto tiempo. Llevo cuarenta días sin ver a un ser humano. Tengo algunas revistas aquí, pero las historias me parecen sin sentido. Tengo algunas barajas, pero realmente no me interesa jugar al solitario. La única cosa que me preocupa es si Dios perdonará mis pecados”.
    Son las últimas palabras de un joven explorador en Long Rapids, Alberta, Canadá, antes de pasar a la oscura eternidad.
    ¿Quién no  sentiría simpatía por un joven, solo y moribundo, con miedo a enfrentarse a Dios? Algún día, lo crea o no, usted también tendrá que enfrentarse a Dios. Tal vez su lecho de muerte será diferente que el de ese explorador. Podrá estar rodeado de todas las comodidades que el dinero puede comprar. Podrá tener el cuidado y amor de todos sus amigos, pero el último paso lo tendrá que dar solo. Cuando se dirija a la eternidad, ¿será para dar un salto hacia la oscuridad o hacia la luz? No pregunto lo que le gustaría, sino lo que realmente será, quizás pese a sus preferencias.
    Por favor, no ignore esta pregunta. Contéstela honestamente delante de Dios. Si no puede responder: “Yo al morir daré un salto a la luz, a la presencia del Señor Jesucristo mi Salvador”, su rumbo es malo. Amigo, su filosofía no le acompañará a la eternidad, ni sus bienes materiales ni sus amigos. Dios habita la eternidad (Isaías 57:15), y allí Él a usted le espera, porque tiene una cita inalterable. El pecado es todo lo que está contra la voluntad de Dios, y la paga del pecado es muerte (Romanos 6:23). El que muera sin perdón de pecados será juzgado y sentenciado al castigo eterno. Pero Dios quiere perdonar, y por eso envió a Su Hijo Jesucristo para ser nuestro Salvador. Cristo murió en la cruz, pagando cual Sustituto la paga de nuestros pecados, para que podamos ser perdonados al confiar en Él, el Cordero de Dios. Cristo dijo: “Yo, la luz, he venido al mundo para que todo aquel que cree en mí, no permanezca en tinieblas” (Juan 12:46). Murió para ofrecernos perdón y vida eterna. Experimentó las tinieblas de la muerte para que pudiéramos disfrutar la luz de la vida. Soportó el juicio de Dios para que pudiéramos ser justificados (declarados justos) por Dios.
    “Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios” (1 Pedro 3:18). “Se presentó una vez para siempre por el sacrificio de sí mismo para quitar de en medio el pecado. Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio, así también Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos; y aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvar a los que le esperan” (Hebreos 9:26-28).   
    No hay por qué morirse sin conocer el perdón de Dios y la vida eterna. Dios está listo para perdonar y dar vida, pero sólo la da a los que se arrepienten y creen – confían en el Señor Jesucristo. Si usted hace esto ahora mismo, nacerá de nuevo, tendrá perdón de todos sus pecados, y una vida nueva. Cuando muera dará un salto a la luz, con gran felicidad.
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¿HAY AMOR 
EN EL ANTIGUO TESTAMENTO?

   
Algunos dicen que no, y que por eso no les gusta el Antiguo Testamento. Pero los que hablan así muestran su ignorancia, y como dice el refrán, la ignorancia es muy atrevida. Los que leemos y estudiamos el Antiguo Testamento, que compone casi dos tercios de la Biblia, sabemos que hay mucho amor allí, tanto bueno como malo. Realmente lo que se sabe y se enseña acerca del amor bíblico tiene sus raíces en el Antiguo Testamento, no el Nuevo, aunque en el Nuevo vemos la manifestación más grande del amor de Dios en la Persona y obra del Señor Jesucristo (Jn. 3:16). A continuación presentamos sólo una muestra de textos acerca del amor en esta primera parte de la Biblia.

Génesis

    En Génesis 18:24-32 Abraham intercedía a favor de Sodoma, apelando al amor divino hacia los justos. En el 26:24 Dios apareció a Isaac y prometió bendecirle “por amor de Abraham mi siervo”. Este fiel amor de Dios es la base de los pactos con Abraham y su descendencia.

Éxodo
   
    En Éxodo 18:8 Moisés relataba a su suegro Jetro las hazañas de Dios al sacar a los israelitas de Egipto, “por amor de Israel”. La liberación de la esclavitud en Egipto fue una muestra del amor divino hacia Israel. Luego en Éxodo 20:6 Jehová declara: “hago misericordia a millares, a los que me aman y guardan mis mandamientos”. Desde siempre el motivo correcto de la obediencia y la fidelidad a Dios es el amor, y los rebeldes y desobedientes están entre los que le aborrecen (v. 5).  (véase Jn. 14:15). En Éxodo 21:5 el siervo hebreo no sale libre porque declara: “Yo amo a mi señor, a mi mujer y a mis hijos. No saldré libre”. Los que critican al Antiguo Testamento diciendo que no habla del amor harían bien en examinar sus corazones para ver si aman tanto a Dios como el siervo hebreo amaba a su señor. Hoy en día quieren usar el amor como pretexto para salir libre y hacer cada uno lo que le parece. Eso es amor propio, nada más.

Levítico

   Levítico 19:18 manda: “amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Algunos equivocadamente razonan que en esto hay un mandamiento a amarnos a nosotros mismos, pero esto es añadir a la Palabra, hacerla decir lo que no dice. Lo que dice es que amemos al prójimo (Mt. 19:19; Ro. 13:9). Ese amor debía verse en los hechos. (véase 1 Jn. 3:16-18). En el mismo capítulo de Levítico, el versículo 34 dice: “Como a un natural de vosotros tendréis al extranjero que more entre vosotros, y lo amarás como a ti mismo”. En vez de aprovecharse de los extranjeros y tenerlos por el ojo izquierdo, el pueblo de Dios debía amarlos.

Números

    El amor malo de Balaam sale en los capítulos 22-24, como explica 2 Pedro 2:15, “...el camino de Balaam hijo de Beor, el cual amó el premio de la maldad”. Una de las perversiones del amor es el amor al dinero, y no es cosa sólo del Antiguo Testamento (1 Ti. 6:10; 2 Ti. 3:2 “avaros” es literalmente “amadores de plata”). Se ve este tipo de amor mucho en la sociedad moderna, aun entre algunos profesado creyentes. William MacDonald comentó que en 1 Corintios 5:11 el avaro aparece en la lista con los fornicarios, idólatras y borrachos, pero que casi ninguna iglesia disciplina a los avaros como a los fornicarios, etc. Al contrario, ¡los hacen líderes en la iglesia!

Deuteronomio

    Significa “segunda ley”, porque en los llanos de Moab, al final de los cuarenta años en el desierto, Moisés repasó la historia de la nación y los mandamientos de Dios con los de la nueva generación antes de que entrasen en la tierra prometida. Muchos lo asocian sólo con los mandamientos de Dios, y por su énfasis en la obediencia deducen que es un libro legalista en el cual no hay amor. Esto es un error grande y típico entre muchos evangélicos que tristemente ignoran el valor del Antiguo Testamento y su enseñanza. Deuteronomio es el libro del Pentateuco donde más aparece el amor. No podemos mostrar aquí todos los textos, sino una muestra. Dios declara Su amor de los padres de Israel en Deuteronomio 4:37. En 5:10 Jehová declara: “que hago misericordia a millares, a los que me aman y guardan mis mandamientos”. En el 6:5 dice: “Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas”. Tan importante es que Cristo lo cita en Mateo 22:37. En Deuteronomio 7:7-8 Moisés declara que Dios no amó ni escogió a Israel por ser más que otros pueblos, “sino por cuanto Jehová os amó”, es decir, un amor motivado por el carácter de Dios, no por ellos. En el siguiente versículo afirma: “Conoce, pues, que Jehová tu Dios es Dios, Dios fiel, que guarda el pacto y la misericordia a los que le aman y guardan sus mandamientos, hasta mil generaciones”, vinculando nuevamente el amor y la obediencia. Y en el versículo 10 promete el castigo de los que no le aman, sino que le aborrecen, le odian. Son las únicas dos opciones: amor u odio. En el 7:13 promete amar y bendecir a los que guardan Sus mandamientos. Este amor especial es un amor recíproco (véase Jn. 14:21, 23).
    Deuteronomio 10:19 manda nuevamente el amor al extranjero. En el 11:1 y 22 otra vez relaciona el amor con la obediencia. En el 11:13 les llama a amar y servir a Jehová “con toda vuestra alma”. En el 13:3 el falso profeta es prueba permitida para ver si el pueblo realmente ama a Jehová o no. Deuteronomio 30:20 dice: “amando a Jehová tu Dios, atendiendo a su voz, y siguiéndole a él, porque él es vida para ti”. Hay amor en Dios, y Él quiere ver ese amor en Su pueblo. El que nos escogió quiere ser escogido por nosotros. En el 33:3 leemos: “aun amó a su pueblo”.
   Así vemos que el tema del amor sale destacado y enfatizado por repetición en el Pentateuco. El amor de Dios es la causa, y Él busca como efecto el amor de Su pueblo. Cristo dijo que toda la Ley se resume en dos mandamientos: amar a Dios, y amar al prójimo. Pero hoy tenemos el mismo problema que hubo en aquel entonces. El ser humano no ama a Dios con todo y sobre todo, ni ama a su prójimo como a sí mismo. Por naturaleza cada uno se ama a sí mismo, y efectivamente es lo que la sociedad moderna enseña y estima: el amor propio (2 Ti. 3:2). No sucumbamos a la mentalidad de los postreros tiempos, sino que amemos a nuestro Dios, a nuestros hermanos, y a las almas perdidas que tanto necesitan el evangelio.
Carlos Tomás Knott