¿CÓMO ES EL AMOR?
“Amados, si Dios nos ha amado así, debemos también nosotros amarnos unos a otros” (1 Juan 4:11).
No debemos pensar que el amor es una emoción, algo sentimental, incontrolable e impredecible. Dios nos manda amar, lo cual no sería posible si el amor fuera algo eludible, una emoción o sensación esporádica, que apareciera inesperadamente como un frío repentino. El amor puede afectar las emociones, pero es más un asunto de la voluntad que de las emociones.
El amor no está confinado a un mundo de castillos en el aire con escasa relación a la esencia de la vida cotidiana. Por cada hora de claro de luna y rosas, hay semanas de fregona y platos sucios.
En otras palabras, el amor es intensamente práctico. Por ejemplo, cuando se pasa un plato de fruta, el amor escoge la tocada o mala. El amor limpia el lavabo y la bañera después de usarlos. El amor repone el papel higiénico para que el próximo que lo necesite no sufra incomodidad. El amor apaga las luces cuando no se necesitan. Recoge el papel en el suelo en vez de pisarlo y pasar de largo. Cuando le prestan un automóvil, repone el gasóleo y el aceite. El amor vacía la basura sin que se lo pidan. No hace esperar a los demás. Sirve a otros antes que a sí mismo. Saca al niño ruidoso para no molestar en la reunión. El amor habla fuerte para que el sordo pueda oír. Y el amor trabaja para tener qué compartir con los demás.
No debemos pensar que el amor es una emoción, algo sentimental, incontrolable e impredecible. Dios nos manda amar, lo cual no sería posible si el amor fuera algo eludible, una emoción o sensación esporádica, que apareciera inesperadamente como un frío repentino. El amor puede afectar las emociones, pero es más un asunto de la voluntad que de las emociones.
El amor no está confinado a un mundo de castillos en el aire con escasa relación a la esencia de la vida cotidiana. Por cada hora de claro de luna y rosas, hay semanas de fregona y platos sucios.
En otras palabras, el amor es intensamente práctico. Por ejemplo, cuando se pasa un plato de fruta, el amor escoge la tocada o mala. El amor limpia el lavabo y la bañera después de usarlos. El amor repone el papel higiénico para que el próximo que lo necesite no sufra incomodidad. El amor apaga las luces cuando no se necesitan. Recoge el papel en el suelo en vez de pisarlo y pasar de largo. Cuando le prestan un automóvil, repone el gasóleo y el aceite. El amor vacía la basura sin que se lo pidan. No hace esperar a los demás. Sirve a otros antes que a sí mismo. Saca al niño ruidoso para no molestar en la reunión. El amor habla fuerte para que el sordo pueda oír. Y el amor trabaja para tener qué compartir con los demás.
El amor con la largura su vestido
Alcanza del suelo al polvo mismo,
Puede alcanzar lo sucio de la calle y del camino,
Y es porque puede, que debe.
No osa descansar en las montañas
Es su deber descender hasta el valle;
Pues satisfecho no queda hasta que enciende
Las vidas que allí se apagan.
Alcanza del suelo al polvo mismo,
Puede alcanzar lo sucio de la calle y del camino,
Y es porque puede, que debe.
No osa descansar en las montañas
Es su deber descender hasta el valle;
Pues satisfecho no queda hasta que enciende
Las vidas que allí se apagan.
William MacDonald, de su libro DE DÍA EN DÍA (CLIE)
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EL SEÑOR NOS CUIDA "TODOS LOS DÍAS"
El hermoso Salmo 23, que muchos sabemos de memoria, está lleno de instrucción y esperanza para el creyente. Examinemos un poco el último versículo, porque es allí que se nos promete los cuidados de Dios “todos los días” (v. 6).
Hermanos míos, podemos confiar en el Señor todos los días de nuestra vida. Las personas nos pueden decepcionar, pero el Señor nunca lo hará. Nosotros mismos somos a veces inconstantes y hacemos las cosas a medias, pero el Señor es bondadoso y misericordioso siempre. Santiago 1:17 describe a Dios como “sin sombra de variación”, esto es, inmutable, no cambiadizo. Esto debe darnos ánimo, consuelo y esperanza. Él es inmutable en Su misericordia y bondad hacia los Suyos. Por eso dice: “ciertamente” y “todos los días”. El salmista está confiado en Dios y sabe que no será abandonado.
También dice: “Me seguirán”. Dios tiene cubierta nuestra espalda. Observamos que en el versículo 3 él es guiado por sendas de justicia. El Señor nos rodea y Sus bienes nos siguen, viene detrás nuestro por si caemos – como un padre o una madre va detrás de un niño que aprende a caminar. El Señor corrige en amor nuestras deficiencias y nos ayuda. Deuteronomio 28:2 promete a los obedientes y fieles: “vendrán a ti todas estas bendiciones, y te alcanzarán”. Dios quiere hacernos bien, y Él nos encamina en las sendas de justicia, porque esto le agrada y porque ahí está la bendición. No puede bendecir la desobediencia o la deslealtad. Para esas cosas tiene la vara y el cayado, para que volvamos al lugar de bendición, a Su lado.
Dios se siente gozoso como nuestro Padre amoroso cuando le pedimos cosas buenas. No es tacaño, sino generoso y bondadoso. Dios quiere darnos lo bueno. Este es Su deseo y es importante entender esto. Sigue siendo así incluso cuando el mundo nos maltrata, como en el caso del apóstol Juan, cuando le exiliaron a Patmos con criminales y presos políticos, pero mirad lo que sucedió. Allí el Señor le bendijo, y le dio una revelación de Jesucristo en Su gloria. El bien y la misericordia nos siguen todos los días. No faltarán ni un día.
Pero si no seguimos en sendas de justicia (v. 3), lo que sufrimos es por nuestra falta de diligencia, o falta de consagración, o pereza espiritual, o desobediencia; no es culpa de Dios. Él quiere darnos el bien y la misericordia. Cada día debemos encomendarnos al Dios fiel, y pedir Su consejo y guía, y luego seguirlo. Él está todos los días a nuestro alcance. Estemos en el hospital, en la prisión, o donde sea – el Señor está con nosotros todos los días. Los amigos humanos pueden fallar, la familia también, pero el Señor no nos fallará nunca. Él está allí como Pastor para ayudarnos en todo momento. Bueno es esto, porque diariamente necesitamos Su guía, provisión y misericordia. Todos los días de nuestra vida, tenemos al Buen Pastor guiándonos, y al final, ¡moraremos en Su casa para siempre!
Hermanos míos, podemos confiar en el Señor todos los días de nuestra vida. Las personas nos pueden decepcionar, pero el Señor nunca lo hará. Nosotros mismos somos a veces inconstantes y hacemos las cosas a medias, pero el Señor es bondadoso y misericordioso siempre. Santiago 1:17 describe a Dios como “sin sombra de variación”, esto es, inmutable, no cambiadizo. Esto debe darnos ánimo, consuelo y esperanza. Él es inmutable en Su misericordia y bondad hacia los Suyos. Por eso dice: “ciertamente” y “todos los días”. El salmista está confiado en Dios y sabe que no será abandonado.
También dice: “Me seguirán”. Dios tiene cubierta nuestra espalda. Observamos que en el versículo 3 él es guiado por sendas de justicia. El Señor nos rodea y Sus bienes nos siguen, viene detrás nuestro por si caemos – como un padre o una madre va detrás de un niño que aprende a caminar. El Señor corrige en amor nuestras deficiencias y nos ayuda. Deuteronomio 28:2 promete a los obedientes y fieles: “vendrán a ti todas estas bendiciones, y te alcanzarán”. Dios quiere hacernos bien, y Él nos encamina en las sendas de justicia, porque esto le agrada y porque ahí está la bendición. No puede bendecir la desobediencia o la deslealtad. Para esas cosas tiene la vara y el cayado, para que volvamos al lugar de bendición, a Su lado.
Dios se siente gozoso como nuestro Padre amoroso cuando le pedimos cosas buenas. No es tacaño, sino generoso y bondadoso. Dios quiere darnos lo bueno. Este es Su deseo y es importante entender esto. Sigue siendo así incluso cuando el mundo nos maltrata, como en el caso del apóstol Juan, cuando le exiliaron a Patmos con criminales y presos políticos, pero mirad lo que sucedió. Allí el Señor le bendijo, y le dio una revelación de Jesucristo en Su gloria. El bien y la misericordia nos siguen todos los días. No faltarán ni un día.
Pero si no seguimos en sendas de justicia (v. 3), lo que sufrimos es por nuestra falta de diligencia, o falta de consagración, o pereza espiritual, o desobediencia; no es culpa de Dios. Él quiere darnos el bien y la misericordia. Cada día debemos encomendarnos al Dios fiel, y pedir Su consejo y guía, y luego seguirlo. Él está todos los días a nuestro alcance. Estemos en el hospital, en la prisión, o donde sea – el Señor está con nosotros todos los días. Los amigos humanos pueden fallar, la familia también, pero el Señor no nos fallará nunca. Él está allí como Pastor para ayudarnos en todo momento. Bueno es esto, porque diariamente necesitamos Su guía, provisión y misericordia. Todos los días de nuestra vida, tenemos al Buen Pastor guiándonos, y al final, ¡moraremos en Su casa para siempre!
de un estudio dado por Lucas Batalla, el 16 de diciembre, 2010
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"Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron. Y el que estaba sentado en el trono dijo: He aquí, yo hago nuevas todas las cosas" (Ap. 21:4-5).
Este versículo ha dado gran consuelo y aliento al pueblo del Señor. Muchos creyentes hoy pasan por tiempos de dolor y sufrimiento. El dolor físico es difícil de soportar, pero el dolor emocional es más intenso y quiebra el corazón. Gracias al Señor, podemos perseverar sabiendo que tenemos algo que es mejor que cualquier medicamento: ¡la certidumbre de una eternidad feliz donde el dolor para siempre estará abolido! Nuestro Señor con Su gran poder hará nuevas todas las cosas. ¡Amén, sí, ven, Señor Jesús!
traducido de una hoja del calendario "Choice Gleanings"
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Huye de la Lujuria
Donald Norbie
Donald Norbie
Dios creó al ser humano varón y hembra. El deseo sexual tiene como meta la concepción de hijos, la propagación de la raza humana. Los animales también tienen este deseo reproductivo. Así que el sexo es bueno. Dios lo hizo.
Pero el hombre está hecho en imagen de Dios; es más que un animal. Dios hizo una mujer para un hombre y los unió como una sola carne (Gn. 2:24). Jesucristo declaró que no es el deseo de Dios que se rompa esta unión excepto por la muerte (Mt. 19:6). Una boda cristiana celebra la santidad y permanencia de esa unión.
Pablo advirtió a Timoteo: “Huye de las pasiones juveniles” (2 Ti. 2:22). Una de estas pasiones, pero no la única, es el deseo sexual, que comienza con la pubertad y alcanza su máxima fuerza entre esa edad y la década de los veinte años. Pero ese deseo intenso sigue en la vejez, aun entre los que alcanzan ochenta años de edad. Por eso, la admonición bíblica es oportuno a casi cualquier edad: “Huye de las pasiones juveniles”. Pero, ¿qué significa?
Huye de lo que excitaría pasiones ilegítimas. Ya que Pablo lo escribió al joven Timoteo, ¿qué excita las pasiones de un hombre? La ramera lo sabe muy bien. Ella busca incitar al hombre, así que se viste provocativamente. Un diseñador prominente de vestidos dijo que su inspiración venía de visitar los lugares de la ciudad donde trabajan las prostitutas.
Pedro insta a las mujeres a vestirse modestamente (1 P. 3:1-5).Esto significa que mantengan sus cuerpos cubiertos de modo que los hombres vean su rostro y su carácter. Una mujer puede ayudar a los hombres a pensar castamente si se viste con modestia. Haciéndolo les ayudará a los hombres y a ella misma a huir de la lujuria.
Dios manda que el hombre se case y canalice ese natural deseo sexual hacia su esposa. Los cónyuges deben ser fieles y entregados el uno al otro (véase Pr. 5:15-21). Esto traerá satisfacción y felicidad, tanto para la pareja como para sus hijos porque tendrán padres fieles y felices. ¡Sí, huyamos de las pasiones juveniles y vivamos una vida santa para Dios!
Pero el hombre está hecho en imagen de Dios; es más que un animal. Dios hizo una mujer para un hombre y los unió como una sola carne (Gn. 2:24). Jesucristo declaró que no es el deseo de Dios que se rompa esta unión excepto por la muerte (Mt. 19:6). Una boda cristiana celebra la santidad y permanencia de esa unión.
Pablo advirtió a Timoteo: “Huye de las pasiones juveniles” (2 Ti. 2:22). Una de estas pasiones, pero no la única, es el deseo sexual, que comienza con la pubertad y alcanza su máxima fuerza entre esa edad y la década de los veinte años. Pero ese deseo intenso sigue en la vejez, aun entre los que alcanzan ochenta años de edad. Por eso, la admonición bíblica es oportuno a casi cualquier edad: “Huye de las pasiones juveniles”. Pero, ¿qué significa?
Huye de lo que excitaría pasiones ilegítimas. Ya que Pablo lo escribió al joven Timoteo, ¿qué excita las pasiones de un hombre? La ramera lo sabe muy bien. Ella busca incitar al hombre, así que se viste provocativamente. Un diseñador prominente de vestidos dijo que su inspiración venía de visitar los lugares de la ciudad donde trabajan las prostitutas.
Pedro insta a las mujeres a vestirse modestamente (1 P. 3:1-5).Esto significa que mantengan sus cuerpos cubiertos de modo que los hombres vean su rostro y su carácter. Una mujer puede ayudar a los hombres a pensar castamente si se viste con modestia. Haciéndolo les ayudará a los hombres y a ella misma a huir de la lujuria.
Dios manda que el hombre se case y canalice ese natural deseo sexual hacia su esposa. Los cónyuges deben ser fieles y entregados el uno al otro (véase Pr. 5:15-21). Esto traerá satisfacción y felicidad, tanto para la pareja como para sus hijos porque tendrán padres fieles y felices. ¡Sí, huyamos de las pasiones juveniles y vivamos una vida santa para Dios!
traducido y adaptado de su artículo en la revista “Precious Seed”
(“Semilla Preciosa”), noviembre 2010
(“Semilla Preciosa”), noviembre 2010
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Permanezca el amor fraternal He. 13:1
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LAS ÚLTIMAS PALABRAS
DEL JOVEN EXPLORADOR
Le encontraron muerto en una choza solitaria, con un plato entre sus rodillas, que había usado como escritorio. En su mano, ya sólo esqueleto, estaba la siguiente carta, que evidentemente escribía justo antes de morir.
“El sol brilla, madre, pero aún así siento mucho frío. Aún puedo caminar un poco, pero nada más. Ya no hay sangre en mí porque no he comido en tanto tiempo. Llevo cuarenta días sin ver a un ser humano. Tengo algunas revistas aquí, pero las historias me parecen sin sentido. Tengo algunas barajas, pero realmente no me interesa jugar al solitario. La única cosa que me preocupa es si Dios perdonará mis pecados”.
Son las últimas palabras de un joven explorador en Long Rapids, Alberta, Canadá, antes de pasar a la oscura eternidad.
¿Quién no sentiría simpatía por un joven, solo y moribundo, con miedo a enfrentarse a Dios? Algún día, lo crea o no, usted también tendrá que enfrentarse a Dios. Tal vez su lecho de muerte será diferente que el de ese explorador. Podrá estar rodeado de todas las comodidades que el dinero puede comprar. Podrá tener el cuidado y amor de todos sus amigos, pero el último paso lo tendrá que dar solo. Cuando se dirija a la eternidad, ¿será para dar un salto hacia la oscuridad o hacia la luz? No pregunto lo que le gustaría, sino lo que realmente será, quizás pese a sus preferencias.
Por favor, no ignore esta pregunta. Contéstela honestamente delante de Dios. Si no puede responder: “Yo al morir daré un salto a la luz, a la presencia del Señor Jesucristo mi Salvador”, su rumbo es malo. Amigo, su filosofía no le acompañará a la eternidad, ni sus bienes materiales ni sus amigos. Dios habita la eternidad (Isaías 57:15), y allí Él a usted le espera, porque tiene una cita inalterable. El pecado es todo lo que está contra la voluntad de Dios, y la paga del pecado es muerte (Romanos 6:23). El que muera sin perdón de pecados será juzgado y sentenciado al castigo eterno. Pero Dios quiere perdonar, y por eso envió a Su Hijo Jesucristo para ser nuestro Salvador. Cristo murió en la cruz, pagando cual Sustituto la paga de nuestros pecados, para que podamos ser perdonados al confiar en Él, el Cordero de Dios. Cristo dijo: “Yo, la luz, he venido al mundo para que todo aquel que cree en mí, no permanezca en tinieblas” (Juan 12:46). Murió para ofrecernos perdón y vida eterna. Experimentó las tinieblas de la muerte para que pudiéramos disfrutar la luz de la vida. Soportó el juicio de Dios para que pudiéramos ser justificados (declarados justos) por Dios.
“Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios” (1 Pedro 3:18). “Se presentó una vez para siempre por el sacrificio de sí mismo para quitar de en medio el pecado. Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio, así también Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos; y aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvar a los que le esperan” (Hebreos 9:26-28).
No hay por qué morirse sin conocer el perdón de Dios y la vida eterna. Dios está listo para perdonar y dar vida, pero sólo la da a los que se arrepienten y creen – confían en el Señor Jesucristo. Si usted hace esto ahora mismo, nacerá de nuevo, tendrá perdón de todos sus pecados, y una vida nueva. Cuando muera dará un salto a la luz, con gran felicidad.
“El sol brilla, madre, pero aún así siento mucho frío. Aún puedo caminar un poco, pero nada más. Ya no hay sangre en mí porque no he comido en tanto tiempo. Llevo cuarenta días sin ver a un ser humano. Tengo algunas revistas aquí, pero las historias me parecen sin sentido. Tengo algunas barajas, pero realmente no me interesa jugar al solitario. La única cosa que me preocupa es si Dios perdonará mis pecados”.
Son las últimas palabras de un joven explorador en Long Rapids, Alberta, Canadá, antes de pasar a la oscura eternidad.
¿Quién no sentiría simpatía por un joven, solo y moribundo, con miedo a enfrentarse a Dios? Algún día, lo crea o no, usted también tendrá que enfrentarse a Dios. Tal vez su lecho de muerte será diferente que el de ese explorador. Podrá estar rodeado de todas las comodidades que el dinero puede comprar. Podrá tener el cuidado y amor de todos sus amigos, pero el último paso lo tendrá que dar solo. Cuando se dirija a la eternidad, ¿será para dar un salto hacia la oscuridad o hacia la luz? No pregunto lo que le gustaría, sino lo que realmente será, quizás pese a sus preferencias.
Por favor, no ignore esta pregunta. Contéstela honestamente delante de Dios. Si no puede responder: “Yo al morir daré un salto a la luz, a la presencia del Señor Jesucristo mi Salvador”, su rumbo es malo. Amigo, su filosofía no le acompañará a la eternidad, ni sus bienes materiales ni sus amigos. Dios habita la eternidad (Isaías 57:15), y allí Él a usted le espera, porque tiene una cita inalterable. El pecado es todo lo que está contra la voluntad de Dios, y la paga del pecado es muerte (Romanos 6:23). El que muera sin perdón de pecados será juzgado y sentenciado al castigo eterno. Pero Dios quiere perdonar, y por eso envió a Su Hijo Jesucristo para ser nuestro Salvador. Cristo murió en la cruz, pagando cual Sustituto la paga de nuestros pecados, para que podamos ser perdonados al confiar en Él, el Cordero de Dios. Cristo dijo: “Yo, la luz, he venido al mundo para que todo aquel que cree en mí, no permanezca en tinieblas” (Juan 12:46). Murió para ofrecernos perdón y vida eterna. Experimentó las tinieblas de la muerte para que pudiéramos disfrutar la luz de la vida. Soportó el juicio de Dios para que pudiéramos ser justificados (declarados justos) por Dios.
“Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios” (1 Pedro 3:18). “Se presentó una vez para siempre por el sacrificio de sí mismo para quitar de en medio el pecado. Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio, así también Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos; y aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvar a los que le esperan” (Hebreos 9:26-28).
No hay por qué morirse sin conocer el perdón de Dios y la vida eterna. Dios está listo para perdonar y dar vida, pero sólo la da a los que se arrepienten y creen – confían en el Señor Jesucristo. Si usted hace esto ahora mismo, nacerá de nuevo, tendrá perdón de todos sus pecados, y una vida nueva. Cuando muera dará un salto a la luz, con gran felicidad.
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¿HAY AMOR
EN EL ANTIGUO TESTAMENTO?
Algunos dicen que no, y que por eso no les gusta el Antiguo Testamento. Pero los que hablan así muestran su ignorancia, y como dice el refrán, la ignorancia es muy atrevida. Los que leemos y estudiamos el Antiguo Testamento, que compone casi dos tercios de la Biblia, sabemos que hay mucho amor allí, tanto bueno como malo. Realmente lo que se sabe y se enseña acerca del amor bíblico tiene sus raíces en el Antiguo Testamento, no el Nuevo, aunque en el Nuevo vemos la manifestación más grande del amor de Dios en la Persona y obra del Señor Jesucristo (Jn. 3:16). A continuación presentamos sólo una muestra de textos acerca del amor en esta primera parte de la Biblia.
Génesis
En Génesis 18:24-32 Abraham intercedía a favor de Sodoma, apelando al amor divino hacia los justos. En el 26:24 Dios apareció a Isaac y prometió bendecirle “por amor de Abraham mi siervo”. Este fiel amor de Dios es la base de los pactos con Abraham y su descendencia.
Génesis
En Génesis 18:24-32 Abraham intercedía a favor de Sodoma, apelando al amor divino hacia los justos. En el 26:24 Dios apareció a Isaac y prometió bendecirle “por amor de Abraham mi siervo”. Este fiel amor de Dios es la base de los pactos con Abraham y su descendencia.
Éxodo
En Éxodo 18:8 Moisés relataba a su suegro Jetro las hazañas de Dios al sacar a los israelitas de Egipto, “por amor de Israel”. La liberación de la esclavitud en Egipto fue una muestra del amor divino hacia Israel. Luego en Éxodo 20:6 Jehová declara: “hago misericordia a millares, a los que me aman y guardan mis mandamientos”. Desde siempre el motivo correcto de la obediencia y la fidelidad a Dios es el amor, y los rebeldes y desobedientes están entre los que le aborrecen (v. 5). (véase Jn. 14:15). En Éxodo 21:5 el siervo hebreo no sale libre porque declara: “Yo amo a mi señor, a mi mujer y a mis hijos. No saldré libre”. Los que critican al Antiguo Testamento diciendo que no habla del amor harían bien en examinar sus corazones para ver si aman tanto a Dios como el siervo hebreo amaba a su señor. Hoy en día quieren usar el amor como pretexto para salir libre y hacer cada uno lo que le parece. Eso es amor propio, nada más.
Levítico
Levítico 19:18 manda: “amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Algunos equivocadamente razonan que en esto hay un mandamiento a amarnos a nosotros mismos, pero esto es añadir a la Palabra, hacerla decir lo que no dice. Lo que dice es que amemos al prójimo (Mt. 19:19; Ro. 13:9). Ese amor debía verse en los hechos. (véase 1 Jn. 3:16-18). En el mismo capítulo de Levítico, el versículo 34 dice: “Como a un natural de vosotros tendréis al extranjero que more entre vosotros, y lo amarás como a ti mismo”. En vez de aprovecharse de los extranjeros y tenerlos por el ojo izquierdo, el pueblo de Dios debía amarlos.
Números
El amor malo de Balaam sale en los capítulos 22-24, como explica 2 Pedro 2:15, “...el camino de Balaam hijo de Beor, el cual amó el premio de la maldad”. Una de las perversiones del amor es el amor al dinero, y no es cosa sólo del Antiguo Testamento (1 Ti. 6:10; 2 Ti. 3:2 “avaros” es literalmente “amadores de plata”). Se ve este tipo de amor mucho en la sociedad moderna, aun entre algunos profesado creyentes. William MacDonald comentó que en 1 Corintios 5:11 el avaro aparece en la lista con los fornicarios, idólatras y borrachos, pero que casi ninguna iglesia disciplina a los avaros como a los fornicarios, etc. Al contrario, ¡los hacen líderes en la iglesia!
Deuteronomio
Significa “segunda ley”, porque en los llanos de Moab, al final de los cuarenta años en el desierto, Moisés repasó la historia de la nación y los mandamientos de Dios con los de la nueva generación antes de que entrasen en la tierra prometida. Muchos lo asocian sólo con los mandamientos de Dios, y por su énfasis en la obediencia deducen que es un libro legalista en el cual no hay amor. Esto es un error grande y típico entre muchos evangélicos que tristemente ignoran el valor del Antiguo Testamento y su enseñanza. Deuteronomio es el libro del Pentateuco donde más aparece el amor. No podemos mostrar aquí todos los textos, sino una muestra. Dios declara Su amor de los padres de Israel en Deuteronomio 4:37. En 5:10 Jehová declara: “que hago misericordia a millares, a los que me aman y guardan mis mandamientos”. En el 6:5 dice: “Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas”. Tan importante es que Cristo lo cita en Mateo 22:37. En Deuteronomio 7:7-8 Moisés declara que Dios no amó ni escogió a Israel por ser más que otros pueblos, “sino por cuanto Jehová os amó”, es decir, un amor motivado por el carácter de Dios, no por ellos. En el siguiente versículo afirma: “Conoce, pues, que Jehová tu Dios es Dios, Dios fiel, que guarda el pacto y la misericordia a los que le aman y guardan sus mandamientos, hasta mil generaciones”, vinculando nuevamente el amor y la obediencia. Y en el versículo 10 promete el castigo de los que no le aman, sino que le aborrecen, le odian. Son las únicas dos opciones: amor u odio. En el 7:13 promete amar y bendecir a los que guardan Sus mandamientos. Este amor especial es un amor recíproco (véase Jn. 14:21, 23).
Deuteronomio 10:19 manda nuevamente el amor al extranjero. En el 11:1 y 22 otra vez relaciona el amor con la obediencia. En el 11:13 les llama a amar y servir a Jehová “con toda vuestra alma”. En el 13:3 el falso profeta es prueba permitida para ver si el pueblo realmente ama a Jehová o no. Deuteronomio 30:20 dice: “amando a Jehová tu Dios, atendiendo a su voz, y siguiéndole a él, porque él es vida para ti”. Hay amor en Dios, y Él quiere ver ese amor en Su pueblo. El que nos escogió quiere ser escogido por nosotros. En el 33:3 leemos: “aun amó a su pueblo”.
En Éxodo 18:8 Moisés relataba a su suegro Jetro las hazañas de Dios al sacar a los israelitas de Egipto, “por amor de Israel”. La liberación de la esclavitud en Egipto fue una muestra del amor divino hacia Israel. Luego en Éxodo 20:6 Jehová declara: “hago misericordia a millares, a los que me aman y guardan mis mandamientos”. Desde siempre el motivo correcto de la obediencia y la fidelidad a Dios es el amor, y los rebeldes y desobedientes están entre los que le aborrecen (v. 5). (véase Jn. 14:15). En Éxodo 21:5 el siervo hebreo no sale libre porque declara: “Yo amo a mi señor, a mi mujer y a mis hijos. No saldré libre”. Los que critican al Antiguo Testamento diciendo que no habla del amor harían bien en examinar sus corazones para ver si aman tanto a Dios como el siervo hebreo amaba a su señor. Hoy en día quieren usar el amor como pretexto para salir libre y hacer cada uno lo que le parece. Eso es amor propio, nada más.
Levítico
Levítico 19:18 manda: “amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Algunos equivocadamente razonan que en esto hay un mandamiento a amarnos a nosotros mismos, pero esto es añadir a la Palabra, hacerla decir lo que no dice. Lo que dice es que amemos al prójimo (Mt. 19:19; Ro. 13:9). Ese amor debía verse en los hechos. (véase 1 Jn. 3:16-18). En el mismo capítulo de Levítico, el versículo 34 dice: “Como a un natural de vosotros tendréis al extranjero que more entre vosotros, y lo amarás como a ti mismo”. En vez de aprovecharse de los extranjeros y tenerlos por el ojo izquierdo, el pueblo de Dios debía amarlos.
Números
El amor malo de Balaam sale en los capítulos 22-24, como explica 2 Pedro 2:15, “...el camino de Balaam hijo de Beor, el cual amó el premio de la maldad”. Una de las perversiones del amor es el amor al dinero, y no es cosa sólo del Antiguo Testamento (1 Ti. 6:10; 2 Ti. 3:2 “avaros” es literalmente “amadores de plata”). Se ve este tipo de amor mucho en la sociedad moderna, aun entre algunos profesado creyentes. William MacDonald comentó que en 1 Corintios 5:11 el avaro aparece en la lista con los fornicarios, idólatras y borrachos, pero que casi ninguna iglesia disciplina a los avaros como a los fornicarios, etc. Al contrario, ¡los hacen líderes en la iglesia!
Deuteronomio
Significa “segunda ley”, porque en los llanos de Moab, al final de los cuarenta años en el desierto, Moisés repasó la historia de la nación y los mandamientos de Dios con los de la nueva generación antes de que entrasen en la tierra prometida. Muchos lo asocian sólo con los mandamientos de Dios, y por su énfasis en la obediencia deducen que es un libro legalista en el cual no hay amor. Esto es un error grande y típico entre muchos evangélicos que tristemente ignoran el valor del Antiguo Testamento y su enseñanza. Deuteronomio es el libro del Pentateuco donde más aparece el amor. No podemos mostrar aquí todos los textos, sino una muestra. Dios declara Su amor de los padres de Israel en Deuteronomio 4:37. En 5:10 Jehová declara: “que hago misericordia a millares, a los que me aman y guardan mis mandamientos”. En el 6:5 dice: “Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas”. Tan importante es que Cristo lo cita en Mateo 22:37. En Deuteronomio 7:7-8 Moisés declara que Dios no amó ni escogió a Israel por ser más que otros pueblos, “sino por cuanto Jehová os amó”, es decir, un amor motivado por el carácter de Dios, no por ellos. En el siguiente versículo afirma: “Conoce, pues, que Jehová tu Dios es Dios, Dios fiel, que guarda el pacto y la misericordia a los que le aman y guardan sus mandamientos, hasta mil generaciones”, vinculando nuevamente el amor y la obediencia. Y en el versículo 10 promete el castigo de los que no le aman, sino que le aborrecen, le odian. Son las únicas dos opciones: amor u odio. En el 7:13 promete amar y bendecir a los que guardan Sus mandamientos. Este amor especial es un amor recíproco (véase Jn. 14:21, 23).
Deuteronomio 10:19 manda nuevamente el amor al extranjero. En el 11:1 y 22 otra vez relaciona el amor con la obediencia. En el 11:13 les llama a amar y servir a Jehová “con toda vuestra alma”. En el 13:3 el falso profeta es prueba permitida para ver si el pueblo realmente ama a Jehová o no. Deuteronomio 30:20 dice: “amando a Jehová tu Dios, atendiendo a su voz, y siguiéndole a él, porque él es vida para ti”. Hay amor en Dios, y Él quiere ver ese amor en Su pueblo. El que nos escogió quiere ser escogido por nosotros. En el 33:3 leemos: “aun amó a su pueblo”.
Así vemos que el tema del amor sale destacado y enfatizado por repetición en el Pentateuco. El amor de Dios es la causa, y Él busca como efecto el amor de Su pueblo. Cristo dijo que toda la Ley se resume en dos mandamientos: amar a Dios, y amar al prójimo. Pero hoy tenemos el mismo problema que hubo en aquel entonces. El ser humano no ama a Dios con todo y sobre todo, ni ama a su prójimo como a sí mismo. Por naturaleza cada uno se ama a sí mismo, y efectivamente es lo que la sociedad moderna enseña y estima: el amor propio (2 Ti. 3:2). No sucumbamos a la mentalidad de los postreros tiempos, sino que amemos a nuestro Dios, a nuestros hermanos, y a las almas perdidas que tanto necesitan el evangelio.
Carlos Tomás Knott
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