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martes, 8 de marzo de 2011

EN ESTO PENSAD -- Marzo 2011

¡AMÉN!

“...dirá el Amén” (1 Corintios 14:16).


  Amén es una palabra extremadamente vital con la que expresamos aprobación de corazón por lo que se dice. Muchas congregaciones podrían utilizarla más a menudo en sus reuniones.
    La palabra se encuentra 68 veces en la Biblia. Resulta evidente, por 1 Corintios 14:15-16, que se empleaba en las reuniones de la iglesia primitiva. Así que podemos estar seguros de que el uso del Amén es eminentemente escritural.
    Y no sólo eso, sino que es un imperativo. La naturaleza sublime de las verdades con las que tratamos requiere de una expresión inteligente de reconocimiento entusiasta. Parecería una ingratitud escuchar tales verdades y nunca manifestarlo audiblemente.
    Para aquel que predica es siempre un estímulo que su audiencia diga “Amén” en aquellos puntos del mensaje que tocan áreas sensibles para la congregación. Esto indica que la gente está siguiendo el mensaje y que comparte su exuberancia espiritual y emocional.
    Es bueno que uno diga el Amén. Le mantiene involucrado como oyente atento y le guarda de volverse apático cuando debe maravillarse.
    También es bueno para los que vienen de fuera de la iglesia, ven que los cristianos son entusiastas, que disfrutan de su fe y que realmente creen en lo que creen. El uso del Amén expresa vida y fervor. Su ausencia habla de monotonía y muerte.
    El Amén es una de las tres palabras de la Biblia que son prácticamente universales. En la mayoría de los idiomas estas palabras son las mismas, por lo que puedes ir prácticamente a cualquier parte y decir “¡Maranata! ¡Aleluya! ¡Amén!” y la gente entenderá que dices “¡El Señor viene! ¡Alabado sea el Señor! ¡Así sea!”
    Por supuesto, la palabra “Amén” debe usarse con discernimiento. No sería apropiado emplearla para expresar entusiasmo ante la desgracia, la tragedia o la tristeza.
    Es una vergüenza que algunas agrupaciones cristianas ya no usen el Amén porque se ha abusado de él en reuniones dadas al emocionalismo extremo. Como todas las cosas buenas, las podemos usar bien o podemos pasarnos. Pero de todos modos, no debemos privarnos de esta práctica bíblica sólo porque algunos la usan sin entendimiento. ¿Amén?

William MacDonald, de Día en Día, lectura para el 22 de septiembre, CLIE
 
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COMUNIÓN CON EL ETERNO

  Este Salmo comienza con una hermosa declaración: “Señor, tú nos has sido refugio de generación en generación”. Cuando leo palabras como éstas en los Salmos, digo: “Dios mío, ¿quién puede hablar como estas personas?” Queda clara la respuesta. Sólo ellas, porque fueron inspiradas por Dios. Si Dios nos guía y enseña, también podemos expresar cosas parecidas – no por inspiración obviamente – pero quiero decir que hablaremos con conocimiento del Señor y en lenguaje bíblico que agrada al Señor. Éste es el salmo de la brevedad y fragilidad del ser humano, debido al pecado. El hombre nace como hierba y pronto desaparece. Se envejece rápidamente y ya no tiene las ideas ni la fuerza como antes.
    Moisés tenía cerca de ochenta años al escribir este salmo, y había visto morir a muchos israelitas en el desierto durante los cuarenta años de castigo. Estaba impresionado por los cuarenta años de mortandad por los que había pasado Israel. Murió toda una generación de infieles, a veces de manera drástica, a veces simplemente por enfermedad o vejez, pero desapareció toda aquella generación excepto Caleb y Josué. Pero Dios todavía estaba allí y Él sería el refugio de la siguiente generación. Quería ser el Dios de ellos. Es el que siempre está. Por eso es importante aprovechar nuestra corta vida andando en comunión con Él y según Su voluntad, pues hacer otra cosa es desperdiciar la vida.
    El Eterno es el mejor amigo que podemos tener. Es el refugio eterno de Su pueblo, esto es, de los que confían en Él porque sólo ellos son Su pueblo. Está con nosotros siempre, y debemos estar cerca de Él, cultivando y cuidando la comunión íntima. La vida cristiana hay que vivirla diariamente, no “domingamente” como muchos. El apóstol Pablo declaró: “en él vivimos y nos movemos” (Hch. 17:28). Dios es ineludible, porque es omnipresente como el Salmo 139 nos recuerda. Él no quiere que le visitemos los domingos por la mañana, sino que andemos en comunión con Él. Dios es quien puede dirigir bien nuestros pasos, y debe ser así nuestra vida diaria.
    Cuando Jehová guió a los hijos de Israel por el desierto, no les apareció una vez solamente, sino constantemente por la nube y la columna de fuego. Éxodo 13:21 dice: “Jehová iba delante de ellos... para guiarlos”. Es lo que siempre quiere hacer. “Nunca se apartó” (v. 22). Se apartaron ellos, pero no Él, porque Él no es infiel ni variable como nosotros. Por eso en el Salmo 90:1 vemos la constancia del Dios eterno, fiel e inmutable. Vemos el contraste entre Dios y Su pueblo antiguo, y así sigue la cosa hoy en día porque el llamado pueblo de Dios hoy no parece mejor, sino igual o peor, ya que peca contra más luz.
    En el Salmo 27:4 David declara su deseo de estar en la presencia de Dios todos los días de su vida. ¿Cuál es la aplicación para nosotros? Aunque no tenemos templo como David, debemos estar en la presencia de Dios todos los días, leyendo Su Palabra, meditándola y orando. Y cuando se reúna el pueblo de Dios debemos estar allí entre ellos, porque allí está el Señor como prometió. Pero Dios quiere vernos todos los días, y escuchar nuestra voz todos los días. El Eterno permanece fiel. En el Salmo 27:10 vemos que los padres pueden desaparecer, tal vez por la muerte, pero Dios permanece y nos recogerá si confiamos en Él. Él es fiel. Aprendamos a ser fieles como Él.


De un estudio dado por Lucas Batalla, el 13 de enero, 2011

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¿Pegados A La Tele, 
O A La Biblia?

    "La televisión está tan entretejida en la vida familiar de los norteamericanos que los padres no pueden imaginarse viviendo sin ella y están dispuestos a dar vista gorda a los riesgos potenciales para sus hijos, según un informe dado recientemente.
    Los investigadores saben que el tiempo ocupado viendo la tele es muy grande: 83% de los niños de 6 años y menos ven la tele un promedio de dos horas diarias, y 43% de ellos tienen un televisor en su habitación. Ahora sabemos porqué. Los padres consideran el televisor como un niñero, la forma de mantener sus agendas ocupadas, guardar la paz y facilitar las rutinas como comidas y la hora de acostarse. Sólo en sentido secundario los padres ven la tele como algo educativo, pero es suficiente para que se sientan “menos culpables y más agradecidos”, dijo Vicky Rideout, vice presidenta de la Fundación Kaiser de la Familia, el grupo que realizó el estudio".

    (extracto del periódico “Santa Barbara News-Press”, 25 de mayo, 2006).
    
   La flaqueza e impotencia espiritual, y la mundanalidad de muchos que profesan ser creyentes, incluso líderes, es debido en parte a su adicción al televisor. Se levantan por la mañana y acto seguido encienden la tele. Ella les habla e influye todo el día. Ay de los que pasan más tiempo con ella que con la Biblia, que están al día con las noticias pero atrasados con el Señor. ¡Sé valiente, apaga la tele y pégate a la Biblia! Hay bendición en ella.

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¿PASTORES O TENDEROS?

“Sé diligente en conocer el estado de tus ovejas, y mira con cuidado por tus rebaños” (Pr. 27:23).
Hay una aplicación en el versículo 23 para los ancianos de la asamblea, como pastores del rebaño de Dios. Ellos deben hacer la obra pastoral con diligencia, observando, escuchando, visitando y intercambiando con los santos para conocer su condición espiritual. Sería difícil hacer esto simplemente saludándoles antes o después de una reunión. El pastoreo requiere mucho más que actuar como el dueño de una tienda. El tendero llega a su tienda un poco antes de la hora de abrir, enciende las luces, arregla las cosas, y entonces abre la puerta y espera a los clientes. Cuando entren, él les saluda, luego hace sus ventas, y al final del día apaga las luces y cierra la puerta. Pero la iglesia no es una tienda con un horario de atención al público; es el rebaño de Dios. Los pastores deben ser diligentes velando y cuidando del rebaño, pues es su responsabilidad. En 1 Pedro 5:1-4 aprendemos que sobre los pastores está el Príncipe de los pastores, el Señor Jesús, y que van a rendirle cuentas por cómo han cuidado del rebaño de Dios.
William MacDonald, de su libro en inglés sobre Proverbios

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 LECCIONES DE JONÁS
 
 
Texto: Jonás 1:1-17

     Este libro profético fue escrito 800 años antes de Cristo. Ha sido ridiculizado por el mundo porque no cree que un gran pez tragaría así a un hombre. Les parece leyenda. Pero el Señor Jesucristo en Su ministerio mencionó a Jonás en Mateo 16:4, dándolo credibilidad.
    El libro no sólo describe el comportamiento de Jonás, sino también el de muchos de nosotros. Cristo dijo: “Id”, pero nos acomodamos y hacemos capillas y catedrales, y decimos a la gente “venid acá y os expondremos las cosas de Cristo”. Pero el Señor nos dijo: “ID”. Así que, hacemos como Jonás, lo que nos parece, en lugar de lo que Él dijo.
    Dios le envió a Níneve, pero fue en lo diametralmente opuesto, a Tarsis, tierras del sur de España – Hispalia. Trató de eludir su responsabilidad, pero Dios lo alcanzó y lo corrigió con el juicio de la tormenta, la reprensión de los marineros gentiles y el tiempo en el gran pez. Fue un tiempo de corrección y humillación por su desobediencia, porque Dios corrige a los Suyos como bien sabemos por Hebreos 12.
    El capítulo 2 comienza con “entonces”, porque se refiere a la reacción de Jonás a la corrección. Antes no quiso acercarse a Dios, pero después, sí. Es necesario muchas veces que Dios nos meta en situaciones de angustia para corregirnos. Es el camino que sabe Dios que nos volverá a la obediencia. Jonás 2:2 dice: “Invoqué en mi angustia a Jehová”. Dios es misericordioso. Quiere acercarnos a Él, y sabe cómo.
    En Efesios 2:1-3 vemos que éramos muertos en delitos y pecados, rebeldes y desobedientes, pero Dios, grande en misericordia, nos dio vida (vv. 4-5). Es lo que Él quiere hacer. Vemos en Jonás 2:1-2 el camino en que Dios le metió y el en que nos mete para hacernos volver a Él. Dios no se había alejado en sentido de abandonar a Jonás, pero estaba enseñando a Su siervo a andar y quedarse cerca (véase Is. 26:16). Quiere llevarnos como hijos Suyos en el camino de la obediencia, porque allí está la bendición y la gloria. No nos agrada esta corrección, pero es necesaria, es para nuestro bien.
    En el versículo 7 Jonás dice: “cuando desfallecía mi alma”, y así describe el extremo al cual llegó. Mientras tengamos salud, fuerza, energías naturales tenemos la tendencia de no querer hacerle caso. “Me acordé de Jehová” dijo Jonás cuando estaba en gran apuros, pero no antes. Muchas veces tenemos que pasar por este camino para que aprendamos. Hay que hacer lo que Dios ha dicho. Y en el 2:10, después de esa angustia y oración, Dios le respondió. Se terminó el tiempo de angustia del profeta. Y aquí y en el capítulo 3 Jonás es restaurado. Dios no lo había abandonado sino que lo estaba enseñando. Dice Hebreos 12:10 que el propósito de la corrección es para que seamos partícipes de Su santidad.
    En el 3:2 otra vez Dios le manda a hacer lo mismo que había dicho al principio. La voluntad de Dios no había cambiado simplemente porque Jonás había salido de ella. Él ahora tenía que volver a escuchar la misma instrucción, con oportunidad de manifestar su arrepentimiento por su obediencia. Así es la instrucción divina, que insiste hasta que aprendamos la lección. En el versículo 3, esta vez obedeció, cumplió la comisión. Luego la enseñanza de Dios fue efectiva, porque Jonás aprendió obediencia. Hay que preguntar si es así con nosotros.
    La reacción de Nínive fue: “creyeron a Dios” (v. 5), y el rey (vv. 6-9) proclamó que se convirtieran de su mal camino (v. 10). Esto es el arrepentimiento. Dios vio el arrepentimiento de ellos, porque cuando uno se arrepiente, se ve esto en la actitud y en las obras. El resultado fue que no les castigó. Luego Dios dijo a Israel, mediante el profeta Ezequiel: “Vivo yo, dice Jehová el Señor, que no quiero la muerte del impío, sino que se vuelva el impío de su camino, y que viva. Volveos, volveos de vuestros malos caminos; ¿por qué moriréis, oh casa de Israel?” (Ez. 33:11). Pero no le hicieron caso, y perecieron. A veces pasa esto que los del mundo al escuchar la Palabra de Dios se quedan más impactados que los que profesan ser Su pueblo, los que siempre escuchan la Palabra pero no la ponen por obra.
    Dios no quiere la muerte del hombre. Es algo que el hombre escogió en Edén. No fue parte del plan o el deseo de Dios en el principio, sino que el hombre lo escogió. Romanos 5 nos dice que al entrar el pecado en el mundo, entró la muerte. Tenía que caminar en el camino de vida que le marcó el Creador, pero no lo hizo. Escogió en su libertad, y siendo seducido y engañado, el camino de muerte en lugar del camino de vida y comunión. Tomó en libertad esta decisión y fue camino de muerte. Proverbios 14:12 remarca muy bien que hay camino que al hombre le parece derecho, pero su fin es camino de muerte. ¿Cuántos han tomado decisiones por su voluntad, ignorando voluntariamente lo que Dios les había marcado, y han terminado perdiendo?
    Por eso dije al principio que Jonás ilustra mucho la condición humana. Otra vez lo vemos aquí en el capítulo 4. Se apesadumbró viendo la misericordia de Dios con los de Níneve. Le supo mal que Dios los perdonara, porque él quería la destrucción de ellos. Entonces Dios otra vez se pone a enseñar y corregir a Jonás. Usa la calabacera (vv. 6-8) para enseñarle nuevamente. Jonás, como nosotros, se alegró mucho en la bendición de ella, pero se entristeció otra vez en gran manera cuando Dios se la quitó. 
    Se enojó, estuvo molesto y hasta deprimido, pero todo por su propia culpa. Dios le enseñó una lección, y también nos la quiere enseñar, porque por eso tenemos este libro.
    Dios tiene lástima de los que se perecen, pero nosotros, sólo de la pérdida de nuestras bendiciones. “¿No tendré yo piedad...?” dice el Señor. Dios es así, y quiere que nosotros, Su pueblo y Sus siervos, también seamos así. “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura” (Mr. 16:15). Es el mensaje que nos toca todavía. ¿De qué tenemos nosotros lástima? ¿De nuestra calabacera, o de las almas de nuestra Níneve a las cuales somos enviados a predicar el evangelio? ¿De quién tenemos lástima?
de un estudio dado por J. A., el 16 de enero, 2011
 
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