LA CODICIA DE DINERO ES IDOLATRÍA
¿Qué tan codiciosos y deseosos de dinero somos? Después de todo, la codicia es la compuerta principal hacia el enredo y la esclavización en el presente sistema del fin de los tiempos. La depravación yu la codicia van de la mano. Pues, la Biblia dice: "Mas buscad el reino de Dios, y todas estas cosas os serán añadidas" (Lc. 12:31). Esto se podría decir también al revés: "Mas buscad el dinero, y todas sus contaminaciones y pecados se os pegarán". Sin lugar a dudas, Pablo también pensaba así, ya que escribió: "raíz de todos los males es el amor al dinero" (1 Ti. 6:10). Para decirlo lisa y llanamente: la codicia es idolatría, porque pone al dinero y al lucro en un lugar más alto que a Dios. Quien se entrega a la codicia, celebra en los altares al dios mamón y quebranta el primero de todos los mandamientos: "No tendrás dioses ajenos delante de mí" (Éx. 20:3). De ahí que la Biblia condene firmemente y sin concesiones la codicia: "Porque sabéis esto, que ningún fornicario, o inmundo, o avaro, que es idolatra, tiene herencia en el reino de Cristo y de Dios" (Ef. 5:5). La codicia busca su herencia en la tierra.
El mandamiento de Dios es inequívoco. Debemos "salir del mundo", es decir, soltarnos de sus trampas, o sea de las promesas y enredos de una estructura colosal de finanzas y comercio. "Y oí otra voz del cielo, que decía: Salid de ella, pueblo mío, para que no seáis partícipes de sus pecados, ni recibáis parte de sus plagas; porque sus pecados han llegado hasta el cielo, y Dios se ha acordado de sus maldades" (Ap. 18:4-5). Si pasamos esto por alto, nos haremos culpables de ser cómplices del sistema. Lilberarse de esta trampa apocalíptica del dinero – caracterizada por idolatrar a la "Babilonia la Grande" – significa que no la adoraremos, ni le daremos nuestra confianza. "No podéis beber la copa del Señor, y la copa de los demonios; no podéis participar de la mesa del Señor, y de la mesa de los demonios" (1 Co. 10:21). Nuestro lugar está en la mesa del Señor, donde queremos agradecerle por Su provisión, y donde honramos y glorificamos solamente a Él.
por Wilfred J. Hahn, directora por largos años del Grupo de Inversión Global del Royal Bank of Canadá. De la pág. 35 de la revista LLAMADA DE MEDIANOCHE, diciembre 2011.
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La Mujer Virtuosa:
Diez Elementos Destacados
Proverbios 31:10-31
1. Su precio (v. 10)
Su valor es muy superior al de las piedras preciosas, aun de las más valiosas.
2. Su marido (vv. 11, 12, 23, 28)
Él tiene confianza en ella y la alaba. También confía en su diligencia e integridad.
3. Sus hijos (v. 28)
La reverencian y la bendicen. (Nota: Ella ya había dado consejo y orientación a sus hijos en siete aspectos – Pr. 31:3-9).
4. Su casa (vv. 15, 27)
Todos en la casa aprecian su abnegación e interés personal por el bienestar de ellos.
5. Sus manos (vv. 13, 16, 19, 20)
Ella está ocupada continuamente en la labor voluntaria: buscando, plantando, cosiendo y supliendo las necesidades de otros.
6. Su administración (vv. 14, 16, 18, 24)
Ella manifiesta diligencia y discreción en planificar y llevar a cabo [sus trabajos], y en comprar y vender.
7. Sus vestiduras (vv. 17, 21, 22, 25)
Representadas como vestiduras, sus virtudes duraderas de fuerza de carácter y honor son dignas de ser admiradas.
8. Su lámpara (v. 18)
Su testimonio personal brilla constantemente, teniendo la mecha despabilada y la provisión de aceite renovada.
9. Sus palabras (v. 26)
Ella habla con sabiduría y bondad.
10. Su renombre (v. 31)
Ella es ampliamente conocida por su hermosura espiritual y moral; es digna de ser alabada y será recompensada abundantemente por su temor de Dios y sus obras de justicia.
del libro MUJERES QUE PROFESAN PIEDAD, por E.L. Moore, págs.111-112
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Seamos Fieles A Cristo Y Su Palabra
El apóstol San Pablo, al despedirse de los obispos (fíjense en el plural) de una sola iglesia cristiana, la de Éfeso, les previene diciendo:
"Mirad por vosotros y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la Iglesia del Señor, la cual Él adquirió para sí por medio de su propia sangre, porque yo sé que después de mi partida entrarán en medio de vosotros lobos rapaces, que no perdonarán al rebaño, hombres que hablen cosas perversas para arrastrar tras sí a los discípulos" (Hechos 20:28-30).
Este texto al igual que la mayoría de las Epístolas, evidencian que ya desde la época más primitiva de la Iglesia ésta tuvo que hacer frente a las arremetidas de doctrinas descabelladas y falsos profetas que intentaban apartar a los creyentes del fundamento de la verdad evangélica. Uno de los grandes objetivos del enemigo desde el principio de la comunidad cristiana ha sido, al parecer, la desvalorización de la persona de Jesucristo, como lo demuestran las primeras desviaciones de grupos mencionados en capítulos anteriores como gnósticos, los docetistas, los marcionitas y otros que avanzaron hasta el I y II siglo, y algunas vertientes doctrinales todavía llegan hasta nuestros días.
A finales del siglo III y durante buena parte del IV fue muy popular el arrianismo, un movimiento herético, que sin caer en los extremos de otras sectas, proclaman como su enseñanza primordial que Jesucristo era simplemente una criatura de Dios y no el Verbo Eterno que estaba con Dios y era Dios desde el principio (doctrina que es hoy fundamento también de los "Testigos de Jehová").
Ya en el tiempo cuando un sector de la Iglesia había degenerado en un movimiento político-religioso, detentador del poder del Imperio Romano, podemos encontrar también otros movimientos al margen de la Iglesia "oficial", que luchaban contra la corrupción moral y espiritual que se había introducido en el cristianismo. Estos movimientos sostenía lo que podríamos denominar las herejías de la verdad, a algunos de los cuales nos hemos referido ya como los montanistas, los donatistas y los novacianos. Una característica de dichos grupos, algunos obedientes a Roma y otros tildados de herejes, era el hecho de que consideraban la Palabra de Dios como la única norma infalible de fe, contrariamente a los sectores oficiales que cada día introducían nuevas doctrinas y dogmas, la mayoría de ellos contrarios a la verdadera fe.
extracto del libro ¿SE RENUEVA LA IGLESIA CATÓLICA ROMANA? por Samuel Vila, CLIE
(Nota: Lo arriba citado nos recuerda la necesidad de vigilar la doctrina y luchar contra todo intento a corromperla o desviarla. Cristo es la Cabeza de la Iglesia y Su Palabra nuestra Guía. ¡Seamos fieles a Él y Su Palabra!).
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¿Qué dicen las Escrituras?
1. Salmo 69:8-9
2. S. Mateo 12:46; S. Marcos 3:31; S. Lucas 8:19
3. S. Mateo 13:55
4. S. Marcos 6:3
5. S. Juan 2:12
6. S. Juan 7:3-5
7. Hechos de los Apóstoles 1:14
8. 1 Corintios 9:5
9. Gálatas 1:19
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A LAS FUENTES DEL CRISTIANISMO
por Samuel Vila
Introducción
FUENTES Y ARROYOS
«Esto dice el Señor: Paraos en los caminos, y ved, y preguntad sobre las sendas antiguas, cuál sea el camino bueno, y andad por él; y hallaréis refrigerio para vuestras almas» (Jeremías 6:16).
Supongamos que la ciencia médica nos ordenara, para librarnos de alguna enfermedad grave, la permanencia en uno de esos parajes privilegiados por la naturaleza con una fuente de aguas medicinales. ¿Nos conformaríamos con ir a bebería de algún arroyuelo procedente del manantial, después de haber estado expuesta al polvo e inmundicia de un cauce abierto? ¿No es más probable que querríamos ir al origen mismo, al lugar preciso de donde brota la esperanza de nuestra salud: de las entrañas mismas de la tierra? De otra manera no tendríamos garantía de que nuestro esfuerzo va a ser coronado por el éxito.
He aquí la imagen de la religión. Únicamente acudiendo a las Fuentes del Cristianismo podemos alcanzar la seguridad de que nuestra fe es lo que debe ser según Dios, y no marchamos por un camino equivocado en asunto de tantísima importancia.
¡Fuera indiferencia!
Es lamentabilísimo el poco interés que hay en nuestros días por las investigaciones de carácter religioso. El pueblo se interesa por conocer los secretos de las artes, de las ciencias y las reglas y principios de los modernos juegos, pero no estudia los fundamentos de la religión de un modo inteligente. En este supremo asunto se le ha enseñado a no preguntar por temor de caer en herejía, y realmente ha caído en el extremo opuesto, el del indiferentismo religioso.
A excepción de algunas almas piadosas en cada parroquia, la generalidad no piensa en la religión más que para los actos oficiales, y millares de católicos, así como también muchos millares de protestantes, en ciertos países, no debieran llevar el nombre de cristianos, porque no creen en los dogmas de su iglesia. No quieren distinguirse como militantes de alguna secta, pero blasonan de que ellos toman de la religión lo que les parece; y el resultado de este credo, flojo e inseguro, es la más desastrosa indiferencia, rayana en la incredulidad.
Los deseos de un buen católico
Afortunadamente, y sobre todo después de las mejoras introducidas por el Concilio Vaticano II, existe hoy día un buen número de católicos que se preocupa por las esencias de su religión, personas cuyas aspiraciones y deseos espirituales no son satisfechos, originando dudas que no se atreven a abrigar por temor a caer en herejía. Haciendo el asunto personal: ¿No es verdad, amigo lector, que quisieras tener una seguridad absoluta de cuál será tu destino al abandonar este mundo, apartando de tu vista el terrible espectro del purgatorio, acerca del cual tienes fundadas dudas?
Quisieras ver el cielo más cerca. Por esto te alegras cuando encuentras algún buen trozo del Evangelio en las hojas parroquiales, o cuando el sacerdote predica un buen sermón en lengua vulgar. Quisieras que el Concilio Vaticano II se hubiera pronunciado de un modo más claro y más avanzado acerca de muchos puntos débiles o dudosos de la Iglesia Católica, a fin de poder tapar la boca de los que echan en cara a la Iglesia enseñanzas de tipo medieval, que comprendes son una rémora para la fe en el siglo XX; pero no te atreves a separarte de la religión que te enseñaron tus padres, pues reconoces que hay deberes para con Dios que te conviene cumplir.
Todos faltamos muchas veces a la ley divina, y ¿quién se atreverá a rehusar la ayuda que ofrece la religión en asuntos del alma?
Además, nunca te ha convencido la incredulidad, pues es imposible negar la existencia de Dios ante un universo ordenado con sabiduría.
Por eso, aunque veas lagunas en la religión católica, la aceptas sin vacilaciones. Es la que lleva el sello apostólico, es la que Cristo fundó, es la que te enseñaron los padres. ¿Dónde hallarías otra mejor?
Ciertamente, lector querido, no vamos a buscar para salvarnos la religión budista, como algunos pretenden, cuando tenemos el cristianismo en casa; y esas lagunas que ves en el cristianismo no provienen de su divino origen, como vamos a demostrarlo en seguida, sino del polvo y barro del camino que la religión cristiana viene arrastrando en el transcurso de los siglos.
Lo probable es que el lector no se ha dado cuenta todavía de la gran cantidad de estos elementos que entran en el arroyo que se llama Iglesia Católica Romana.
Un examen necesario
Estamos seguros de que el lector no confiaría su fortuna o ahorros, caso que los tuviera, a algún banco de cuya solvencia no estuviera bien seguro; y, aun después de esto, continuaría vigilando las operaciones de dicha entidad para asegurarse de que ningún peligro amenaza sus intereses.
Y en cuanto al asunto de la salvación del alma, ¿no debemos examinar seriamente si la fe que profesamos es la que Dios quiere, y la que puede llevarnos con toda seguridad a la felicidad eterna?
La doctrina de Cristo, sus milagros, su resurrección de entre los muertos y la sinceridad de los santos apóstoles, sellada con su sangre, son cosas bastante bien garantizadas por la Historia y la experiencia cristiana para que nadie pueda negarlas.
La Iglesia primitiva y otras iglesias
Es cierto que Cristo estableció su Iglesia sobre el fundamento de los apóstoles, pero tienes que llegar a darte cuenta —si no te la estás dando ya a medida que lees el Nuevo Testamento— que aquélla no era la Iglesia Romana, sino una Iglesia muy diferente de ésta, en muchos sentidos y aspectos.
Aquella Iglesia Apostólica podía llevar con razón el título de Católica o Universal, porque agrupó en sus principios a todos los verdaderos cristianos, pero tras una enconada disputa acerca de la supremacía de los obispos, se formaron diversas ramas del cristianismo, agrupándose unas iglesias alrededor del obispo de Roma; otras, alrededor del patriarca de Constantinopla, y otras quedaron independientes de una y otra jurisdicción.
Hacer depender la salvación del alma de la adhesión personal a una u otra de estas ramas es el colmo del partidismo y del absurdo. No hay ni una palabra de Cristo que autorice semejante principio. La salvación y perdición del alma, en el Evangelio, se hace depender, no de la adhesión exterior a una iglesia, que nada cuesta, sino de la doctrina que domina la conciencia y la vida.
Cualquier desviación de las enseñanzas recibidas por revelación divina es un pecado grave, del que no sólo las autoridades religiosas, sino cada creyente, somos responsables, desde el momento que nos percatamos de ello.
Por esto, la unidad de la Iglesia es y será imposible en tanto exista alguna desviación de las doctrinas de Cristo; pues el cristiano sincero sacrifica todos los reparos de conveniencia y de tradición ante la pureza de la fe.
continuará, d.v., en el siguiente número
NOTA:
Hace años que el excelente libro A LAS FUENTES DEL CRISTIANISMO, por el respetado autor Samuel Vila, publicado por Editorial CLIE, pero ahora agotado y fuera de circulación. Puede obtenerse en algunos lugares en internet en formato PDF para leer como libro electrónico. La quinta y última edición fue impreso en 1989 por CLIE.
puede obtener el libro en formato electrónico en varios lugares en internet. Uno de ellos es:
http://www.scribd.com/doc/73029897/A-Las-Fuentes-Del-Cristianismo-Samuel-Vila
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