MALDITOS LOS ANTISEMITAS
William MacDonald
“Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré”. Génesis 12.3
Cuando Dios llamó a Abraham para que fuera la cabeza de Su pueblo escogido, prometió bendecir a los amigos de esa nación y maldecir a sus enemigos. En los siglos que siguieron el pueblo judío ha sufrido indecible hostilidad y discriminación, pero Dios no ha suprimido la maldición contra el antisemitismo.
Amán tramó la destrucción del pueblo judío en Persia. Embaucó al rey para que firmara un decreto irrevocable. Por un momento todo pareció moverse a su favor, pero pronto comenzaron a surgir escollos. El archiconspirador se precipitó de fracaso en fracaso hasta que finalmente fue colgado de la horca que había construido para Mardoqueo el judío.
Adolfo Hitler no aprendió de la historia y fue condenado a repetirla. Inauguró un atroz programa para barrer a los judíos en campos de concentración, cámaras de gas, hornos crematorios y ejecuciones masivas. Parecía que nada podía detenerle. Pero entonces la marea cambió y murió ignominiosamente con su amante en un bunker de Berlín.
El antisemitismo alcanzará su más horrendo clímax durante la Gran Tribulación. Los judíos serán entregados para ser afligidos y asesinados; las naciones gentiles les aborrecerán. Grandes multitudes serán masacradas. Pero se interrumpirá con la venida personal del Señor Jesucristo. Aquellos que persiguieron a Su pueblo serán destruidos y los que ofrecieron su amistad a los hermanos judíos de Cristo entrarán en el Reino.
Ningún creyente verdadero debe permitir jamás que su alma se contamine con rastro alguno de antisemitismo. Su Señor, su Salvador, su mejor y verdadero Amigo fue y es un judío. Dios comisionó al pueblo judío para que escribiera y preservara las Escrituras. Aunque Dios ha puesto a un lado temporalmente a la nación judía por rechazar al Mesías, todavía ama a Israel por causa de los Padres. Nadie que odia a los judíos puede esperar la bendición de Dios en su vida y servicio.
“Pedid por la paz de Jerusalén; sean prosperados los que te aman” (Sal. 122.6). Todos los que aman al pueblo judío prosperarán.
de su libro: De Día en Día, CLIE
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“Los ingleses tampoco pueden lavarse las manos, pues en 1290 Eduardo I proclamó la expulsión de los judíos de Inglaterra. Esto se anuló y fueron admitidos en el siglo XVII.
España también es culpable. La España medieval, bajo los reyes católicos, Fernando II de Aragón e Isabel I de Castilla, publicó el Edicto de Granada, que expulsó y desterró a los judíos (31 marzo, 1492). Comenzó a perder su potencia militar, imperio y riquezas. La destrucción de su “Armada Invencible” en 1588 es un ejemplo. En el Siglo 17 Cataluña y luego Portugal se rebelaron. Luego Napoleón invadió y de 1808 a 1814 Francia gobernó a España. En 1898, tras la breve guerra hispano-estadounidense, España perdió Cuba, Puerto Rico, Filipinas y Guam. España nunca ha indemnizado a los judíos por todos los daños y perjuicios.
Debido a la influencia de España, Portugal también acabó expulsando a los judíos. “Desde 1496 comenzaron las ordenanzas reales contra la judería portuguesa”.1 Posteriormente Portugal perdió su grandeza y poder.
...Tampoco quedan sin culpa los de la Reforma. Los Nazis utilizaron el libro del reformador Martín Lutero: Sobre los Judíos y Sus Mentiras, para justificar la supuesta moralidad de su ideología. Lutero atacó acerbamente a los judíos como bestias venenosos, víboras, roña asquerosa, parásitos, cánceres y demonios encarnados. Recomendó un pogromo 2 contra ellos, llamando a oprimirlos y expulsarlos. Esas ideas fueron adoptadas y usadas, como la triste historia demuestra. Lamentablemente, Lutero fue culpable de incitar ese odio”.
Carlos Tomás Knott, Israel: Nación Única, Libros Berea
1. https://www.sfarad.es/la-expulsion-de-los-judios-de-portugal
2. Pogromo, masacre, aceptada o promovida por el poder.
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ESCOGE LO MEJOR
En Proverbios el padre enseña a sus hijos a valorar y escoger bien, cosa que muchos no hacen.
Pr. 15.16 “Mejor es lo poco con el temor de Jehová, que el gran tesoro donde hay turbación”. Temer al Señor y tener poco es preferido antes que tesoro con turbación. Muchos que tienen tesoros de este mundo no temen a Dios debidamente. Se afanan y se esfuerzan por tener grandes casas, muebles caros, fincas, automóviles y ropa costosa, pero no debemos envidiarlos ni imitarlos. Si viéramos tras la fachada atractiva, veríamos como Dios que sus vidas son turbadas de cosas más graves que falta de bienes.
Pr. 15.17 “Mejor es la comida de legumbres donde hay amor, que de buey engordado donde hay odio”. La comida de legumbres es típica entre los pobres – pero es mejor ser pobre y tener amor, que tener mucha comida cara y exquisita, y vivir en un ambiente de odio y conflicto. La comida no hace bien al alma, pero el amor sí, y el dinero no lo compra.
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"Y esto pido en oración, que vuestro amor abunde aun más y más en ciencia y en todo conocimiento, para que aprobéis lo mejor, a fin de que seáis sinceros e irreprensibles para el día de Cristo". Filipenses 1.9-10
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Clave Profética: El Salmo 110
“El salmo 110 nos da la clave de la historia. El único que puede corregir los males de este mundo, calmar sus tormentas, romper sus cadenas, sanar sus heridas, enderezar sus caminos torcidos y despachar sus tinieblas, está esperando en el cielo, porque no había lugar para Él en la tierra. Está sentado a la diestra de Dios, que es el privilegio exclusivo del Hijo y Heredero, Él pacientemente espera Su tiempo. Cuando llegue la hora, Dios intervendrá en la tierra a favor Suyo, y pondrá a Sus enemigos por estrado de Sus pies”.
Max Isaac Reich, The Messianic Hope of Israel
(“La Esperanza Mesiánica de Israel”), Moody Press, Chicago, 1945.
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Gedeón: Un Joven Transformado
En Un Siervo De Dios
Camilo Vásquez Vivanco
viene del número anterior
Parte 8: Gedeón Y Su Vellón Seco
“Mas Gedeón dijo a Dios...Te ruego que solamente el vellón quede seco, y el rocío sobre la tierra” (Jue. 6.39).
La sinceridad de Gedeón supera su falta de fe y Dios le responde para que su fe sea perfeccionada: “Y aquella noche lo hizo Dios así; sólo el vellón quedó seco, y en toda la tierra hubo rocío” (Jue. 6.40). Esta señal fue una muestra mucho más elocuente que la anterior pues se trató del rocío sobre toda la tierra dejando solo seco el vellón de lana. ¿Qué puede significar esto? Y además ¿Qué aplicación puede tener esto para nosotros? Ya hemos indicado que el rocío es una hermosa figura del Espíritu de Dios descendiendo después que el Señor fue glorificado (Sal. 133.3; Jn. 7.39). Antes el rocío solo fue en volumen para el tazón de Gedeón, indicándonos dos tipos de aplicación, primero a la Persona sin igual del Señor Jesucristo, donde el Espíritu estuvo sin medida (Jn. 3.34), y una segunda aplicación como un tazón de rocío dado particularmente a cada creyente por el Espíritu Santo.
Ahora el rocío es suficiente llenando toda la tierra y podemos ver otras dos aplicaciones interesantes. Primero podemos ver en ese vellón seco a la nación de Israel que por su propio pecado Dios ha retirado su presencia de ellos (Sal. 78.60; Is. 63.9-10). La nación toda ha quedado endurecida por su rechazo de la salvación por medio del Señor Jesús tal como lo describe el apóstol al decirnos: “Porque no quiero, hermanos, que ignoréis este misterio, para que no seáis arrogantes en cuanto a vosotros mismos: que ha acontecido a Israel endurecimiento en parte, hasta que haya entrado la plenitud de los gentiles” (Ro. 11:25). En vista de esto su Espíritu ahora está trabajando en todo el mundo produciendo fruto para la gloria del Señor tal como lo citó Pedro en el día de la fundación de la iglesia correspondiente a la fiesta judía de Pentecostés. Dios había profetizado por Joel: “derramaré mi Espíritu sobre toda carne...” (Hch. 2:16-17; Jl. 2:28-29). El rocío de Dios ha venido sobre todas las naciones tomando pueblo de ellas para la gloria de Dios (Ro. 15:9).
También podemos ver una segunda aplicación sobre el rocío cubriendo toda la tierra refiriéndonos a la iglesia. Dios no coloca su gracia solo sobre algunos elegidos con dones especiales según alguna medida especial de fe, como aprendimos del tazón de rocío de la señal anterior. Dios quiere que su Espíritu esté en todo su pueblo y el fruto del Espíritu sea una experiencia normal. Es cierto que existen dones especiales y hermanos especiales con un servicio especial, pero es doblemente cierto que Dios ha dado de su Espíritu a todos sus hijos. Moisés dijo a Josué: “...Ojalá todo el pueblo de Jehová fuese profeta, y que Jehová pusiera su espíritu sobre ellos” (Nm. 11:29). El Espíritu ha venido para estar sobre toda la iglesia; por esto Pablo dice: “Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu” (1 Co. 12:13). Todos los creyentes en Cristo fuimos bautizados en el Espíritu Santo donde este “bautizados”, es ser sumergidos en un cuerpo a saber la iglesia. Al convertirnos al Señor recibimos al Espíritu y los beneficios de ser parte de la iglesia.
Se dice que a todos se nos dió a beber de su Espíritu, entiéndase los creyentes, sellándonos y asegurando nuestra salvación. Entonces Dios espera que el fruto del Espíritu esté en todos sus hijos con sus nueve cualidades. “Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley” (Gá. 5.22-23). Recordemos que todos los dones no están en todos los creyentes, pero el fruto del Espíritu debe estar en todos y es tarea personal permitir el control del Espíritu por una vida de obediencia a la Palabra de Dios. La verdad es que la presencia del fruto del Espíritu Santo tiene que ver con tres acciones negativas que debemos evitar, a saber no entristecer al Espíritu (Ef. 4.30), ni apagar al Espíritu (1 Ts. 5.19), ni provocar a celos al Espíritu (Stg. 4.5; 1 Co. 10.22). A su vez debemos ser llenos del Espíritu Santo (Ef. 5.18) para permitir que Su Persona controle nuestras vidas. La llenura del Espíritu se evidencia por:
• Control de la vieja naturaleza.
• Conocimiento de la palabra de Dios.
• Adoración al Señor.
• Reflejo de la vida del Señor en la vida personal.
Lo que más glorifica a Dios en la iglesia no es que existan algunos dotados con un tazón especial de rocío, pues suelen ser traicionados por la carne, esto fue lo que sucedió con Gedeón. Lo que le glorifica es una iglesia donde en todos está el fruto del Espíritu, “porque el fruto del Espíritu es en toda bondad, justicia y verdad” (Ef. 5:9). Al final de cuentas una iglesia puede carecer de dones especiales en la enseñanza u otro don público, pero si todos tienen el fruto del Espíritu la iglesia será edificada y consolidada para levantar esos dones y permitir la morada del Espíritu (Ef. 2.22).
continuará, d.v., en el siguiente número
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¡No Os Engañéis!
Una de las advertencias más claras en el Nuevo Testamento – “no os engañéis” – tiene que ver con los falsos profetas y maestros que desencaminan a muchos. Se disfrazan como hermanos en Cristo, siendo lobos con pieles de ovejas, e introducen errores y herejías destructoras. Pasando desapercibidos, atacan con destreza, devoran y al final dispersan a las ovejas (Hch. 20.29). Semejante decepción surgió temprano en la iglesia, en tiempos apostólicos, y hoy sigue obrando entre las almas ingenuas.
En esta gran lucha, nuestro Dios en Su misericordia no ha dejado indefensos a los que buscan la verdad. Ningún creyente tiene por qué ser engañado, ya que la Palabra de Dios deja descubiertas las tácticas y enseñanzas de los falsos maestros.
La Biblia enseña que la decepción a menudo viene de las files de los que profesan ser cristianos, es decir, los que ya están dentro de las iglesias. Nos equivocamos si pensamos que el engaño solo viene de fuera, porque debe ser muy obvio que no es así. La epístola de Judas nos advierte: “Porque algunos hombres han entrado encubiertamente” (v. 4). Nos imaginamos cuál fue la sorpresa de los lectores de su epístola, al saber que algún “maestro de confianza” les había engañado. Quizás estaban tan decepcionados que respondieran así: “¡Cómo te atreves a criticar a ese hermano!” Estimado lector, ¿has considerado la posibilidad de que algunos de los maestros tan populares y alabados en las iglesias evangélicas sean en realidad falsos profetas? ¡No te engañes! El engaño también sale de los púlpitos.
Debemos recordar que los engañadores promueven la sabiduría humana y la tradición. El apóstol Pablo advirtió a los creyentes colosenses: “Mirad que nadie os engañe por medio de filosofías y huecas sutilezas, según las tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo, y no según Cristo” (Col. 2.8).
La Biblia dice claramente que las Escrituras contienen todo lo que necesitamos para la vida y la piedad (2 Ti. 3.16-17; 2 P. 1.3). Las claves para la victoria sobre el pecado no están en las filosofías humanas, tales como la psicología y la sociología, sino en la dependencia absoluta en el Espíritu Santo, la oración y la obediencia implícita a la Palabra de Dios. Sin embargo, los púlpitos, los programas radiales y de televisión y las librerías “cristianas” están llenos de materiales que promueven las huecas tradiciones humanas. Hoy las enseñanzas de la autoestima, el amor propio, y otros conceptos psicológicos son disfrazadas de “cristianas”, rociadas con textos bíblicos, y presentadas como soluciones a nuestros problemas. Quienes hacen esto ya no consideran a la Biblia como adecuada y suficiente para “toda buena obra” (2 Ti. 3.17). Insisten que hay que modernizarse, cambiar con los tiempos, y además, tildan de “anticuados” a los que se ciñen a las Escrituras. Tristemente, la evidencia señala que muchos profesados cristianos están terriblemente decepcionados. ¡No dejes que a ti también te engañen! En la cuestión de la verdad, no hay fuerza en los números ni en la unión. No importa lo que piensa, diga o haga la mayoría. Dios tiene razón, aunque toda la raza humana esté en contra. “Sea Dios veraz, y todo hombre mentiroso” (Ro. 3.4).
Finalmente, los engañadores pervierten la enseñanza bíblica sobre la salvación. De hecho, gran parte de las advertencias en el Nuevo Testamento tienen que ver con ese tipo de engaño. Judas escribe: “Porque algunos hombres han entrado encubiertamente... hombres impíos, que convierten en libertinaje la gracia de nuestro Dios, y niegan a Dios el único soberano, y a nuestro Señor Jesucristo” (Jud. 4). No habla de engañar a los incrédulos, sino a los cristianos, porque el texto dice: “han entrado”, esto es, en las iglesias. Muchas iglesias hoy descuidan totalmente la recepción a la iglesia, y admiten a casi cualquiera que dice que es un cristiano bautizado. Esto facilita la entrada o posteriormente el surgimiento de los falsos maestros. Predican un evangelio defectuoso, de modo que dan a los oyentes licencia para pecar. Es típico hoy oír a predicadores llamar a la gente a “hacer una oración para aceptar a Jesús”, aunque la Biblia nunca dice eso. Invitan a las personas a recibir a Cristo como su Salvador, para el perdón de sus pecados, pero no paran en la necesidad de arrepentirse de ellos y confesar a Jesucristo como Señor (Ro. 10.9). El resultado es que muchos de los evangélicos que profesan ser creyentes viven de modo poco distinto de los del mundo. Siguen sin cambiar, en sus actitudes y hechos pecaminosos, y su independencia de Dios – son autogobernados – y creen que sus almas están preparadas para el cielo, cuando en realidad todavía están en el camino ancho que lleva a la perdición. Quizás hayan cambiado de carril pero están en el mismo camino que antes. Los falsos maestros les dicen que son “cristianos carnales”, cuando simplemente son carnales. Romanos 8.8-9 enseña claramente que los cristianos verdaderos no son carnales. Pero a esos carnales, el hecho de practicar los domingos un poco de religión evangélica no les salva de su destino terrible, que es el destino de todo pecador, sea religioso o no.
En defensa de esa clase liviana de predicación, muchos maestros bien conocidos afirman con denuedo que la vida de uno no tienen ninguna relación con su estado espiritual, ni indica nada acerca de su destino eterno. Sin embargo, la Palabra de Dios advierte claramente que tales maestros son engañadores. Considera lo que dice el apóstol Juan en su primera epístola, y recuerda que era divinamente inspirado: “Hijitos, nadie os engañe, el que hace justicia es justo, como él es justo. El que practica el pecado es del diablo... Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar porque es nacido de Dios. En esto se manifiestan los hijos de Dios, y los hijos del diablo...” (1 Jn. 3.7-10).
Sin duda el apóstol enseña que la justicia práctica está íntimamente relacionada con la nueva vida de los que han nacido de nuevo. Podríamos decir que el nuevo nacimiento es la causa, y el efecto que produce es: “el que hace justicia”. El que sigue practicando el pecado es del diablo, por mucho que diga que conoce a Dios. De hecho, el verdadero creyente, aunque no es intachable, no puede practicar el pecado. Por este criterio se manifiestan los verdaderos creyentes y los falsos. El apóstol Pablo también advirtió acerca de los que enseñan que la salvación y la vida pecaminosa son compatibles y coherentes: “Porque sabéis esto, que ningún fornicario, o inmundo, o avaro, que es idólatra, tiene herencia en el reino de Cristo y de Dios. Nadie os engañe con palabras vanas, porque por estas cosas viene la ira de Dios sobre los hijos de desobediencia” (Ef. 5.5-6).
Apreciado lector, ¿qué de tu alma? ¿Acaso crees que has sido gloriosamente salvo, pero en realidad tu vida se caracteriza por la injusticia y la impiedad, o por la apatía espiritual, o eres tibio en las cosas de Dios? ¿Profesas conocer al Señor Jesucristo, pero tu corazón no tiene sed del Dios vivo? ¿Te dices ser hijo de Dios, pero te falta la clara evidencia de una vida de santidad y piedad en la práctica? Amigo, si estas cosas te retratan, ¡estás terriblemente engañado y andas en peligro de la ira de Dios! No importa que hayas sido bautizado o que lleves años congregándote, pues todas las religiones falsas tienen a sus fieles adherentes.
Alguien dijo: “Si piensas que no puedes ser engañado, ¡ya estás engañado!” Satanás, el experto engañador, ha salido para engañar al mundo entero (Ap. 12.9), ¡y eso te incluye! Pero Dios llama una y otra vez, a través de Su Palabra, diciendo: “No os engañéis” (Gá. 6.7; y “no erréis” en 1 Co. 6.9-10; 15.33; Stg. 1.16). Por eso, si ahora te das cuenta que te has equivocado, o te han engañado por una enseñanza falsa, sé honesto con Dios y contigo mismo, y confiésalo. Dios te enseñará la verdad cuando la busques en las Escrituras. Si encuentras que estás engañado acerca de tu propia salvación, no demores, sino arrepiéntete y acuda al Señor y Salvador Jesucristo. Si aguardas la esperanza de entrar en la vida eterna, debes hacer caso de la advertencia solemne de las Escrituras: “No os engañéis”.
Dr. Jorge Sturm
"El que dice: Yo le conozco, y no guarda sus mandamientos,
el tal es mentiroso, y la verdad no está en él"
1 Jn. 2.4
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DOS HIJOS
“Y el hijo le dijo: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, y ya no soy digno de ser llamado tu hijo”. Lucas 15.21
“Padre...yo te he glorificado en la tierra; he acabado la obra que me diste que hiciese”. Juan 17.1, 4
En estos dos textos aparecen dos hijos que estuvieron lejos de su casa natal, y después de un tiempo cada uno volvió al hogar. Cada uno habló con su padre acerca de los años que habían pasado, pero ¡qué diferencia hay entre los dos!
El hijo pródigo se había apartado porque no quería estar sujeto sino independiente. Tomó todo lo que su padre le dio, una herencia, sin que el lo ganara trabajando, y salió para vivir como le daba la gana. Luego que se apartó, escogió a sus propios amigos y vivió de una vida egoísta y desenfrenada. Echó a sus espaldas todo lo que su padre le había enseñado. Se salió con la suya, pero ¿a qué coste? Desperdició su porción de la herencia, ensució el honor de su padre y le causó tristeza y dolor. Acabó hambriento en compañía de los cerdos. Por esto, tuvo que arrepentirse, y volverse humildemente a su padre. Reconoció sin reservas ni auto justificación el mal que había hecho, y la pérdida de sus derechos como hijo. Ya no podía demandar nada, pues todo lo había perdido. Así somos los seres humanos para con Dios. Tomamos todo lo que Él nos da, y le damos la espalda para vivir como nos parece.
Pero el otro hijo, el Señor Jesús, el Hijo eterno, fue completamente distinto. ¡Hermoso, bendito Hijo! Aunque poseía todo y tenía derecho a todo, nunca actuó por Su propia cuenta, ni desperdició nada de lo que el Padre le había dado. Sólo se marchó del cielo de acuerdo a la voluntad de Su Padre. El honor del Padre era Su gran pasión, Su única delicia. En el mundo hacía siempre lo que agradaba a Su Padre. A gran precio se sacrificó a sí mismo, para cumplir la voluntad del Padre. Fue obediente hasta muerte, y muerte de cruz. Entonces, Su vuelta a casa no fue en humillación ni con confesión, sino al contrario, en triunfo y con gozo, y se sentó a la diestra del Padre en la gloria. ¡Este Hijo merece nuestra adoración! Además, hermanos, debemos también imitar Su ejemplo, ser obedientes aunque cueste gran sacrificio, y vivir para glorificar al Padre, no para nuestras pequeñas metas egoístas.
adaptado del calendario devocional “Choice Gleanings”
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El Filósofo y el Naufragio
Un filósofo es el que supuestamente tiene amplio conocimiento de ciertas cosas, un pensador, tal vez habiendo leído y estudiado mucho, y que intenta razonar casi todo en la vida.
Cuentan de cierto filósofo que había estudiado mucho y tenía grandes conocimientos. Un día le tocó viajar en barco, y para pasar el tiempo abordo preguntó al piloto si había estudiado la astronomía.
“¿Astronomía?” respondió el otro. “No, señor, nunca he oído de eso”.
El filósofo comentó: “Cuánto lo siento, porque has perdido la cuarta parte de tu vida”.
Poco después el barco chocó con una roca sumergida y comenzó a llenarse de agua. El marinero se quitó el abrigo para echarse al agua y nadar hacia la orilla. Volviéndose al pasajero le preguntó: “¿Sabes nadar?”
“¡No, no puedo!” gritó el filósofo desesperadamente.
“Bueno, pues, lamento decirte que has perdido, no la cuarta parte de tu vida, sino toda ella, porque este barco se hunde”.
La gente puede saber mucho de astronomía, matemática, geología, medicina y otras ciencias, o de teorías como filosofía y psicología, pero si no conoce al Señor Jesucristo, al final se perderá eternamente. Cuando pasen a la eternidad, no llevarán consigo esas cosas.
¿De qué le servía al filósofo sus conocimientos si no sabía nadar cuando se hundió el barco?
¿De qué le servía al filósofo sus conocimientos si no sabía nadar cuando se hundió el barco?
¿De qué sirve la riqueza, el conocimiento, la fama, el poder o la gloria de esta vida al que está a punto de morir y pasar a la eternidad sin Cristo? Jesucristo preguntó: “¿Qué aprovechará al hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?” (Marcos 8:36).
Hay cosas que sirven para la vida, que no sirven en la hora de la muerte. Si queremos llegar a la orilla eterna sanos y salvos, hay cosas que debemos aprender. Primero, que somos por naturaleza pecadores perdidos e incapaces de agradar a Dios. La Biblia lo enseña, pero pocos asimilan la lección:
“Como está escrito: No hay justo, ni aun uno; no hay quien entienda. No hay quien busque a Dios. Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno. Sepulcro abierto es su garganta; con su lengua engañan. Veneno de áspides hay debajo de sus labios; su boca está llena de maldición y de amargura. Sus pies se apresuran para derramar sangre; quebranto y desventura hay en sus caminos; y no conocieron camino de paz. No hay temor de Dios delante de sus ojos” (Romanos 3:10-18).
Además, estando perdidos, no podemos salvarnos a nosotros mismos. “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios” (Efesios 2:8). La solución no está en el hombre, sino en Dios: “no de vosotros”. “No por obras para que nadie se gloríe” declara el texto sagrado (Efesios 2:9).
El que quiere ser sabio, aprenda esto: la única obra que vale para perdonar y salvar a los pecadores es la de Jesucristo en la cruz del Calvario. Allá Él terminó la obra de salvación, mediante Su sacrificio, y satisfizo las justas demandas de Dios contra todo pecador. Por eso al morir en la cruz Cristo gritó: “Consumado es” (Juan 19.30). Los que son sabios le creen y aceptan Su sacrificio. A cada pecador sólo le queda reconocer de manera personal su condición perdida, arrepentirse y recibir a Jesucristo como Señor y Salvador. Sin hacer esto, por mucho que sepa o logre en esta vida, se perderá por toda la eternidad. Por eso te urge confiar única y completamente en el Señor Jesucristo. ¿Lo harás?
"¿Dónde está el sabio? ¿Dónde está el escriba? ¿Dónde está el disputador de este siglo? ¿No ha enloquecido Dios la sabiduría del mundo? Pues ya que en la sabiduría de Dios, el mundo no conoció a Dios mediante la sabiduría, agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación".
1 Corintios 1.20-21
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