¿Es correcto clasificar las doctrinas?
Algunos insisten que hay doctrinas “fundamentales” o “principales”, y otras que son “secundarias” o “no esenciales”. Esta idea está de moda en las iglesias evangélicas, y comenzó cuando el movimiento fundamentalista procuró hallar una base de comunión entre diferentes iglesias y denominaciones.
Pero, ¿esa clasificación está en la Biblia? Podemos afirmar que la Biblia no enseña nada así. Una simple lectura del libro de Deuteronomio demostrará que Dios mandaba guardar TODA la ley. Esa insistencia divina sigue a lo largo del Antiguo Testamento. Nunca hubo una clasificación de doctrinas según su importancia.
En el Nuevo Testamento, tampoco existe esa clasificación. “Toda la Escritura es inspirada por Dios y útil” (2 Ti. 3.16). Nada hay que nos permita guardar solo unas cuantas doctrinas “fundamentales”, y prescindir de las demás. En Mateo 23.3 el Señor mandó: “Todo lo que os digan que guardéis, guardadlo y hacedlo”. No dijo “de todo lo que os digan, solo hay que guardar las doctrinas fundamentales”. En la parábola que dio en Mateo 25.23 leemos: “sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré”. No dijo: “has guardado las grandes doctrinas y eso es lo que realmente importa”. “Sobre poco” se podría aplicar a los que guardan las doctrinas que otros consideran desechables.
En 2 Corintios 4.2 el apóstol Pablo alude a los que andan con astucia y adulteran la Palabra de Dios. De eso son culpables los que clasifican ciertas doctrinas como “secundarias” o “no esenciales”. Con su astucia intentan eliminar la necesidad de guardar cosas como la doctrina del velo y el silencio de la mujer, o la pluralidad de ancianos, o la observancia de la Cena del Señor, o la recepción a la asamblea, o la disciplina eclesial.
El problema es que, si Dios no clasifica las doctrinas así, ¿quién puede hacerlo? No sobra ninguna parte de la Palabra de Dios. ¿Qué hombre está autorizado a decir: “Esto sí” y “Esto no”? El que elimina la necesidad de guardar ciertas doctrinas debe leer Apocalipsis 22.19, “Y si alguno quitare de las palabras del libro de esta profecía, Dios quitará su parte del libro de la vida, y de la santa ciudad y de las cosas que están escritas en este libro”.
Pablo dijo a Timoteo: “Retén la forma de las sanas palabras que de mí oíste” (2 Ti. 1.13). “Pero persiste tú en lo que has aprendido y te persuadiste, sabiendo de quién has aprendido” (2 Ti. 3.14). Son instrucciones inspiradas, y no admiten ninguna clasificación de doctrinas. Había que retener y persistir en todo. En cierta manera todos los problemas que existen en las iglesias hoy son debidos al descuido de esas instrucciones.
Carlos Tomás Knott
para leer más sobre este tema, pide el libro: FIELES EN TODO, Libros Berea.
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¿Puede Perderse Alguna Vez Un Creyente?
H. A. Ironside
Para responder a esta pregunta recurro a Romanos 8:38-39, “Por lo cual estoy seguro que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro”. Es la respuesta inspirada a la pregunta del versículo 35, “¿Quién nos separará del amor de Cristo?”
Es decir, una vez que somos en verdad cristianos, y conocemos el amor de Cristo, y somos justificados por la fe, ¿quién hay, qué poder hay, que pueda separarnos del amor de Cristo? La respuesta del apóstol es tan completa y clara, que no deja ni una sombra de duda, porque declara: “...ni la muerte, ni la vida... nos podrá separar...”. ¿Puede usted pensar en algo que no esté incluido ni en la muerte ni en la vida? Luego, los poderes invisibles no pueden separar de Cristo al creyente, “ni ángeles, ni principados, ni potestades”. Nada podrán hacer éstos que separaría de Cristo al creyente. Luego dice: “Ni lo presente, ni lo por venir”. ¿Puede usted pensar de alguna experiencia que no sea algo presente ni algo por venir?
El Espíritu Santo asegura que ni lo presente ni lo por venir serán capaces de apartarnos del amor de Cristo. Como si eso no fuera suficiente, él habla en una manera más general cuando dice que “ni lo alto, ni lo profundo (nada en el cielo ni en el infierno), ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro”.
Así que, me parece que estamos bastante seguros, los que somos creyentes en el Señor Jesucristo.
del libro La Seguridad Eterna del Creyente, por Ironside
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ESCOGE LO MEJOR
En Proverbios el padre enseña a sus hijos a valorar y escoger bien, cosa que muchos no hacen.
Pr. 16.8 "Mejor es lo poco con justicia que muchedumbre de frutos sin derecho". El mundo valora la cantidad, pero la sabiduría de Dios dice: "mejor es lo poco..." Los ricos y los avaros no creen eso, pero es verdad. ¿Cuándo es mejor? Cuando es por vivir en justicia. Esto es más importante que tener muchos bienes. El propósito de la vida no es acumular, sino conocer y agradar a Dios. Si por vivir justo delante de Dios tienes poco en este mundo, estás mejor que los ricos injustos. Además, el Señor Jesucristo nos manda hacer tesoros en el cielo, NO en la tierra (Mt. 6.19-20).
Pr. 16.16 "Mejor es adquirir sabiduría que oro preciado". Como en el 3.14, 8.11 y 19, vemos el valor sublime de la sabiduría y la idea es adquirirla: "Adquiere sabiduría, adquiere inteligencia" (Pr. 4.5). Estas cosas vienen de Dios (Pr. 2.6-7). La palabra "adquirir" indica cierto interés y esfuerzo de nuestra parte por obtenerla. Unos sueñan con oro u otras riquezas y bienes materiales, y pasan su vida intentando obtenerlos y guardarlos. Otros desean adquirir la sabiduría, no el oro, porque reconocen que es mejor, es un tesoro verdadero. Si buscamos la sabiduría, hay que saber dónde hay, esto es, de Dios, en Su Palabra. "El principio de la sabiduría es el temor de Jehová; los insensatos desprecian la sabiduría y la enseñanza. Oye, hijo mío, la instrucción de tu padre, y no desprecies la dirección de tu madre" (Pr. 1.7-8).
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El Creyente No Debe Dejarse Comprar
William Macdonald dijo que el dinero es el pasaporte universal a casi todos los lugares menos el cielo. Los hombres hacen por dinero lo que no harían por amor a Dios. Se esfuerzan y aun sufren por dinero lo que no sufrirían por amor a Dios.
Con el dinero algunos pretenden controlar a otros: sus prioridades, su juicio, sus decisiones y sus hechos. Sus regalos y ofrendas vienen con condiciones, quizás no al momento, pero más adelante desearán algo, y esperarán que el otro se acuerde de lo recibido. En los casos más extremos pueden reclamar lo que dieron, o amenazar directa o sutilmente que si no se hacen como ellos dicen, no habrá más dinero. Y desgraciadamente, hay quienes se callan sobre ciertos temas, y hablan indebidamente sobre otros, para seguir recibiendo el apoyo económico.
Es triste cuando un creyente se deje comprar o influir así, porque le guste reconocerlo o no, se convierte en un asalariado de otro. William MacDonald tenía sobre su escritorio este dicho: “Mejor es tener solo un plato de repollo frío, y la conciencia limpia delante de Dios”. No se dejaba comprar, aunque su fidelidad a Dios le costara la aprobación y el apoyo de otros. Los que quieren servir a Dios deben adoptar esa misma convicción, y no dejarse comprar, endeudar o comprometer con los que les ofrecen dinero o bienes.
Naturalmente, tales ofertas son tentadoras, especialmente en tiempos de escasez e incertidumbre. Pero el que confía en Dios debe mantener sus ojos en el Señor, y su corazón y mente en Sus promesas. Los creyentes no estamos exentos de necesidades y dificultades, pero no debemos recurrir a los hombres buscando de ellos un compromiso. La falta de recursos fue conocido aun por los apóstoles. Pedro dijo: “No tengo plata ni oro...” (Hch. 3.6). El apóstol Pablo explicó a los corintios los sufrimientos de los apóstoles. "Hasta esta hora padecemos hambre, tenemos sed, estamos desnudos, somos abofeteados, y no tenemos morada fija" (1 Co. 4.11). Luego describió así su propio ministerio: “en trabajo y fatiga, en muchos desvelos, en hambre y sed, en muchos ayunos, en frío y en desnudez” (2 Co. 11.27).
En los tiempos de los jueces, un hombre tendió ante un levita una oferta económica: “Quédate en mi casa, y serás para mí padre y sacerdote; y yo te daré diez siclos de plata por año, vestidos y comida” (Jue. 17.10). Le ofreció una habitación en su casa, dinero, comida y vestido. ¡Qué más quería! Pero ese arreglo no era de Dios.
Los falsos profetas se solían arrimar a los reyes, por la cuenta que les traía. Los de Acab y Jezabel comían en la mesa real, y estaban bien abastecidos de comida y vestimentas. Los verdaderos siervos de Dios en ese tiempo estaban en cuevas, sustentados con pan y agua (1 R. 18.4, 13). Cuando Acab quiso salir a guerrear, consultó a los profetas que comían de su mesa. Por supuesto que ésos le dieron la respuesta que buscaba (1 R. 22), porque el que paga manda.
Si alguien ofrece comprometerse a una ofrenda mensual, en lugar de decir “gracias”, sería mejor decirle que se comprometa solamente con Dios y eso "en secreto", es decir, a solas con Dios (Mt. 6.3-4). Muchos han ofrecido y siguen ofreciendo esa clase de apoyo. Aunque luego cambien, y no cumplan su promesa, Dios permanece fiel. Declara que nunca dejará ni desamparará a los Suyos (He. 13.5). Él utiliza a los que andan en comunión con Él, y dirige sus pensamientos y ofrendas para ayudar a Sus siervos. Pero su compromiso debe ser siempre con Dios.
Un siervo de Dios (por ej., obrero, anciano, maestro, misionero) no debe ser el asalariado de nadie. Si permite que alguien le paga un sueldo mensual, provea una casa donde vivir, y un vehículo, etc., se está endeudado a ese hombre, y es su empleado. En Jueces 17:7-13 vemos esto ilustrado en el caso del joven levita que se quedó para servir al hombre que le prometió trabajo, dinero, vestidos y comida (y alojamiento, por supuesto). En lugar de ser siervo de Dios, era un empleado de ese hombre. Pero en Levítico Dios mandó que los levitas sirviesen delante de Dios en el tabernáculo, y que viviesen de las ofrendas que el pueblo traía a Dios. Nunca se sabía cuánto sería eso, pero era suficiente, y lo más importante era servir como Dios dijo.
Hay otros importantes textos y ejemplos para nosotros en la Biblia, que nos educan en el peligro del dinero y los que lo usan para conseguir su voluntad. El que confía en el Señor será sabio y evitará todo compromiso semejante. Incluso hay ocasiones cuando lo sabio y correcto es rehusar el dinero. Considera los siguientes ejemplos:
Génesis 14.2-24 Abraham alzó su mano a Dios y juró que rehusaría todo lo que le ofreció el rey de Sodoma; no quiso ser enriquecido por él.
Números 22.7 En cambio, las dádivas de adivinación – el dinero – fueron la trampa en que cayó Balaam. El error de Balaam es el lucro, el deseo de recibir dinero, por el que se ofreció para servir al rey de Moab, pero Dios no se lo permitió. Sin embargo, resuelto a conseguir las riquezas que tenía Balac, conspiró contra Israel a través de las mujeres de Moab y Madian, y por ello al final murió. Dios se le había aparecido y hablado claramente, pero el lucro venció a Balaam y vendió su vida y su alma.
Deuteronomio 16.19 Dios instruyó claramente a los jueces: “No tuerzas el derecho; no hagas acepción de personas, ni tomes soborno; porque el soborno ciega los ojos de los sabios, y pervierte las palabras de los justos”. Esto es porque los que tienen dinero esperan favores para sí, su familia y amigos. El soborno viene en forma de beneficios materiales – dinero, bienes u otros favores. El que los acepta queda endeudado al que las dio. Pueden venir disfrazados como regalos u ofrendas. Eclesiastés 7.7 advierte que “las dádivas corrompen el corazón”. Proverbios 18.16 enseña que "la dádiva del hombre le ensancha el camino y le lleva delante de los grandes". Hay hermanos con dinero que visitan iglesias en países pobres, y son recibidos porque traen dinero, pero además de eso, traen malas doctrinas y quieren imponer su voluntad. Recibir y tolerarlos por razones económicas es un comportamiento que desagrada a Dios. 1 Samuel 8.3 informa que los hijos de Samuel pervirtieron el derecho por sobornos.
2 Reyes 5.16 El profeta Eliseo rehusó los regalos de Naaman, y juzgó a su siervo Giezi cuando los aceptó secretamente (vv. 20-29).
Proverbios 23.1-8 Aconseja a no aprovechar los manjares del señor adinerado ni dejarse engañar por él.
Daniel 5.16-17 El profeta Daniel desestimó y rehusó lás dádivas y los honores que le ofreció el rey Belsasar.
Hechos 8.20 El apóstol Pedro rehusó el dinero que Simón el mago le ofreció, diciendo: “tu dinero perezca contigo”.
Hebreos 11.26 Moisés renunció su posición social en la que hubiera tenido riquezas. "...Teniendo por mayores riquezas el vituperio de Cristo que los tesoros de los egipcios; porque tenía puesta la mirada en el galardón". Muchos ponen la mirada en el dinero, pero Moisés vivía por fe.
3 Juan 7 Se nos recuerda el ejemplo de los que salieron por amor del nombre, predicando, que no tomaron nada de los gentiles.
Ciertamente la vida de fe no está sin dificultades y pruebas. Pero ninguna de esas cosas puede separarnos del amor de Dios (Ro. 8.35, 38-39). Dios las utiliza para enseñarnos, purificarnos y moldearnos. Aunque pasemos por tribulaciones, necesidades, angustias y desvelos (2 Co. 6.4-5), confiemos en Él y estemos firmes. Él proveerá según Su sabia y buena voluntad.
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Jesucristo Es El Señor
¿Puede una persona recibir a Jesucristo como su Salvador, pero no como su Señor?
Temprano en mi ministerio, después de escudriñar mi alma y las Escrituras durante un año, llegué a la firme convicción de que el gobierno soberano de Cristo y Su gracia salvadora van juntos. “A éste, Dios ha exaltado con su diestra por Príncipe y Salvador, para dar a Israel arrepentimiento y perdón de pecados” (Hch. 5:31). Notemos el orden. Su posición como Príncipe precede Su poder para perdonar.
Previamente yo me hubiera opuesto a semejante declaración. La honestidad intelectual demandó un estudio del tema. Así comenzó mi expedición espiritual a través del Nuevo Testamento en busca de esta verdad. El estudio cuidadoso descubrió la verdad de que mientras Jesucristo es mencionado 16 veces como Salvador, ¡es llamado Señor más de 470 veces!
Empiezan a relucir ciertos textos muy conocidos y usados, como por ejemplo, Hechos 16:31. “Cree en el Señor Jesucristo y serás salvo”. El señorío de Cristo no es una opción después de ser salvo. Al contrario, es parte del evangelio, una condición de la salvación, y además, es la meta de la salvación.
Ciertas conclusiones son inevitables. La enseñanza popular del señorío opcional no solo deshonra a Cristo, sino trastorna el evangelio y es nociva. En muchos casos produce “convertidos” que son paridos muertos, como abortivos. Son personas que luchan con una falsa certidumbre de salvación. Nunca han reconocido que Cristo debe ser recibido como Señor (Col. 2:6), y de ahí vienen todos los problemas en su supuesta “vida cristiana”. Luego se les dice que su problema es que son "cristianos carnales" que necesitan consagrarse, pero en realidad necesitan convertirse.
Elmer H. Murdoch, de la introducción del libro: The New Sovereignty
("La Nueva Soberanía"), por Reginald Wallace.
"Porque Cristo para esto murió y resucitó, y volvió a vivir,
para ser Señor así de los muertos como de los que viven".
Romanos 14:9
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¿Por Qué Damos Gracias A Dios
Antes De Comer?
Estamos en un restaurante, y nos acaban de servir la comida, pero nadie come. ¿Qué esperamos? Si eres creyente, ya lo sabes. Inclinamos nuestras cabezas, y oramos dando gracias al Señor. No porque estemos en un restaurante. Siempre oramos antes de comer, cada día en casa, y no vamos a cambiar ahora. ¿Es una tradición o es algo bíblico? La respuesta es: sí, las dos cosas. Es una buena tradición bíblica.
Salmo 104:27-28 Dios da su comida a los hombres y a los animales. Abre Su mano, se sacian de bien.
Salmo 136:25 Es Dios quien da alimento a todo ser viviente.
Salmo 145:15-16 Dios da la comida. Abre Su mano y nos colma de bendición.
Isaías 42:5 Dios extiende la tierra y sus productos. Da aliento a Su pueblo.
Mateo 14:13-21 El Señor bendijo antes de repartir la comida a los cinco mil.
Mateo 15:31-39 El Señor dio gracias antes de repartir la comida a los cuatro mil.
Lucas 24:30 El Señor fue invitado a comer con dos discípulos, y bendijo el pan antes de partirlo.
1 Corintios 10:31 Si comemos o bebemos o hacemos otra cosa, hagamoslo todo para la gloria de Dios.
Colosenses 2:7; 3:15, 17; 4:2 Nos enseñan la importancia de la gratitud.
1 Tesalonicenses 5:18 manda: “dad gracias en todo”.
Los animales no dan gracias antes de comer, pero no somos animales.
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Parte 9: Gedeón Y Su Ejército
Camilo Vásquez Vivanco
viene del número anterior: Gedeón: Un Joven Trasnformado En Un Siervo De Dios
“Y Jehová dijo a Gedeón: El pueblo que está contigo es mucho para que yo entregue a los madianitas en su mano, no sea que se alabe Israel contra mí, diciendo: Mi mano me ha salvado” (Jue. 7:2).
Veremos en este capítulo como Dios descubre a los “aprobados” y para esto realiza una admirable selección que comenzó con 32.000 soldados y quedaron solo 300 aprobados. Si usted lee la historia de los capítulos 7 y 8 descubrirá que los madianitas eran como langostas en multitud, unos 135.000 soldados que atacarían a Israel (Jue. 8:10). Sin embargo, para derrotarlos no se necesitaba un numeroso ejército sino solo 300 hombres aprobados por el Espíritu de Dios: “...No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos” (Zac. 4:6). La proporción fue de 450 enemigos por cada soldado aprobado y veremos más adelante el significado de esa proporción.
En este caso no hubo exámenes sino sencillamente Dios probó la clase de vida de aquéllos 32.000 soldados. Hoy vivimos en un mundo así llamado “cristianizado”, donde muchos dicen ser de Cristo, pero llevan vidas inaceptables para Dios. El apóstol Pablo escribió a los de Corinto: “Porque es preciso que entre vosotros haya disensiones, para que se hagan manifiestos entre vosotros los que son aprobados” (1 Co. 11:19). Entonces hemos de distinguir entre ser aceptos y ser aceptables a Dios. En el Nuevo Testamento se menciona a un creyente llamado “Apeles” de quien se dice “aprobado en Cristo” (Ro. 16:10) donde tal expresión significa “uno que aprueba el examen” y dicha calificación viene de Dios. Debemos saber que somos aceptos por la sangre del Señor (Ef. 1:6-7) y aunque débil sea la fe, si descansamos en la obra de Cristo, somos aceptos. Pero cosa muy distinta es ser aceptables a Dios. Somos aceptables porque hacemos lo que agrada a Dios (Ro. 14:17-18; He. 13:20-21). La vida cristiana es un camino de aprender a ser aceptable a Dios, por esto Pablo escribió: “Por tanto procuramos también, o ausentes o presentes, serle agradables” (2 Co. 5:9). Esto se aprende por la Palabra de Dios y en comunión en la asamblea junto a los hermanos, por eso se nos dice; “comprobando lo que es agradable al Señor” (Ef. 5:10). Aquí tenemos a 32.000 soldados que serán examinados para ver si son aprobados.
(1) Están los orgullosos y autosuficientes.
(2) Están también los miedosos y de corta duración.
(3) También están los descuidados y superficiales. (4) Finalmente están los aprobados, que terminan siendo los menos.
A continuación examinaremos a cada grupo, uno por uno, y veremos como Dios nos va descubriendo también a nosotros si somos aprobados.
continuará, d.v., en el siguiente número
Camilo Vásquez es un siervo de Dios que reside en el sur de Chile con su esposa Jessica.
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¿30 Centímetros o 30 Metros?
Yo tenía apenas un año viviendo en Venezuela, en Puerto Cabello, cuando recibí la triste noticia de la muerte de una niña en las afueras de la ciudad. Su madre no se había dado cuenta de que la criatura de poco más de un año de edad se había alejado de la casa y llegado a la boca de un pozo abierto en el cual, cayendo al fondo, se ahogó en treinta centímetros de agua.
Di mi pésame, y hablé a los vecinos acerca de Jesucristo quien murió, resucitó y vive para salvar a los que en Él confían. Después, acompañé a los amigos de regreso a la ciudad. Pero no llegamos a buena hora como esperábamos, porque hubo otro funeral.
Dos soldados apostados en el Cuartel Libertador habían recibido órdenes de buscar piedras en una cantera al otro lado de la bahía. Sobrecargaron su embarcación y naufragaron en un punto donde la profundidad de las aguas era de casi treinta metros. Uno de ellos fue arrastrado al fondo y su cadáver había sido encontrado cuando pasamos frente a la playa.
Ahora, amigo, mi pregunta es: ¿cuál de los dos está más muerto? ¿La débil niña que se ahogó en treinta centímetros de agua, o un fuerte joven que se ahogó en treinta metros?
“Ah”, dice usted, “no sea tonto. ¡Los dos están igualmente muertos”. Es verdad, y estamos de acuerdo. Así, otra pregunta: ¿Cuál está más muerto: el pecador “bueno”, o el “malo”? Desde luego, a lo espiritual y eterno me refiero. Estoy preguntando acerca de los que viven físicamente pero están, como dice la Biblia en términos apostólicos: “muertos en delitos y pecados”.
No se apresure, amigo, en su respuesta. No vienen al caso las opiniones, los prejuicios y las teorías. Vayamos a la Biblia y veamos lo que dice Dios:
“El pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron”. Romanos 5:12
“Cada uno es tentado... cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido. Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte”. Epístola de Santiago 1:13-15
“No hay diferencia, por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios”. Romanos 3:22-23
Esto nos basta. Ya vemos que Dios habla de todos y cada uno: la gente religiosa, culta, de “treinta centímetros” de satisfacción propia, porque practica su religión, y la gente antisocial, a quien tildamos de “treinta metros” de pecado a la vista. Solemos fijarnos mucho en la diferencia entre esas dos clases de personas, y decimos "buenas" y "malas". Pero Dios declara: "no hay diferencia". Usted está incluido y yo también, igualmente necesitados de la vida eterna.
Todos somos pecadores, y por eso, dignos de muerte. Así que, si un religioso muere sin nacer de nuevo por la fe en Cristo, irá a la condenación eterna igualmente como el no religioso que muere sin Cristo. Lo mismo da.
Pero, si bien “la paga del pecado es muerte... la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro”, dice Romanos 6:23
Ya que todos somos pecadores culpables, la invitación y promesa del Señor se extiende igualmente a todos. “El que oye mi palabra”, dijo Jesucristo, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida” (Juan 5:24).
Sidney ("Santiago") J. Saword
durante muchos años, desde el año 1916 evangelizaba y enseñaba en Venezuela
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