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viernes, 31 de mayo de 2024

EN ESTO PENSAD junio 2024

 

Cristo: El Gran “Yo Soy”

David Gilliland

Textos:  Éx. 3.13-14; Jn. 18.1-6
Los lectores de las obras de William Shakespeare conocen la pregunta de Juliet: “¿Qué hay en un nombre?” Para muchos hoy, los nombres y apellidos carecen de significado, y simplemente son tradiciones familiares. Pero generalmente, en tiempos bíblicos los nombres tenían un significado especial. Esto es especialmente así con los nombres de Dios. Para comunicar Sus características a Sus criaturas, Dios seleccionó nombres que revelan quién y cómo es Él. Uno de los más expresivos era el título que en nuestra Biblia es “Jehová”, que fue revelado a Moisés en el monte. Para el judío éste vino a ser el más sagrado nombre de la deidad, inescrutable, santo e incomprensible. Es el Tetragrámaton  impronunciable.
    El significado de este gran título se ha hecho más comprensible por la encarnación del Señor Jesús. Estuvo en el mundo uno cuyo nombre humano: Jesús, incluía el eterno Jehová. Frecuentemente, y sobre todo en el Evangelio según Juan, el significado de este título se aclara cuando el eterno “Yo soy” es revelado como el Verbo de Dios encarnado.
    A veces el Salvador reclama el título y lo utiliza sin calificativos. Cuando quiso impresionar a Sus oyentes con Su eternidad, declaró: “Antes que Abraham fuese, yo soy (Jn. 8.58). En otras palabras: “Sí, Abraham fue, pero yo soy”. Junto al pozo declaró a la mujer: Yo soy, el que habla contigo” (Jn. 4.26). Advirtió a los que dudaban de Su deidad: “… si no creéis que yo soy, en vuestros pecados moriréis” (Jn. 8.24).
    En siete ocasiones en este mismo Evangelio, acompaña la afirmación: “Yo soy” con una metáfora que enseña más acerca del Cristo inmutable. Estas declaraciones nos presentan un retrato comprensivo de la suficiencia del Salvador ante cualquier necesidad. A los espiritualmente hambrientos, dice: “Yo soy el pan de vida” (Jn. 6.35). A la oveja indefensa dice: “Yo soy la puerta” (Jn. 10.9), y “Yo soy el buen pastor” (Jn. 10.11). Consuela a los afligidos, diciendo: “Yo soy la resurrección y la vida” (Jn. 11.25). A los que están perdidos dice: “Yo soy la luz del mundo” (Jn. 8.12) y “Yo soy el camino” (Jn. 14.6). A los infructíferos declara: “Yo soy la vid verdadera” (Jn. 15.1).
    Comencemos nuestro día con la certeza de Su deidad, eternidad y suficiencia ante toda y cualquiera necesidad humana.

David Gilliland, Lurgan, Irlanda del Norte
lectura del 17 de febrero, Day by Day, Christ Foreshadowed (“De Día en Día, Cristo Revelado”), Precious Seed Publications

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 La Iglesia Local Profetizada
Camilo Vásquez Vivanco

“No será quitado el cetro de Judá, ni el legislador de entre sus pies, hasta que venga Siloh; y a él se congregarán los pueblos”. Génesis 49.10

El lugar de Siloh
Dios, conociendo las inclinaciones de los seres humanos hacia el mal,  estableció principios desde el Antiguo Testamento, a fin de redimir al pecador y atraerlo hacia Su Persona. No solo era necesaria la salvación, sino también la comunión entre un Dios Santo y Sus redimidos. Para esto el anciano Jacob profetizó dónde y en qué nombre sus descendientes deberían buscar a Dios. Su profecía indicaba que el cetro de Judá, es decir el pueblo que saldría de sus lomos, llamado Israel, perdería su dominio como nación cabeza y su legislador o gobierno sobre la tierra, sería quitado cuando viniera “SILOH”, y que a ÉL se congregarían las naciones. ¿No le parece sugerente lo dicho por el Señor Jesús respecto a esta verdad?


¿Quién Es Siloh?

    Es un lugar, y es una persona. Es un lugar donde Dios colocaría Su Nombre, y es una persona en cuyo nombre las naciones se congregarían. No cabe duda que la persona es CRISTO, y que el lugar es aquel donde Él ha puesto Su Nombre, en la actualidad LA IGLESIA LOCAL. Estos dos principios son suficientes para decirnos donde está hoy Dios como persona junto a Su pueblo. ¿Dónde ha prometido estar Él en persona? ¿Cuál es el lugar de Su Nombre? “Si tú no lo sabes, oh hermosa entre las mujeres, Ve, sigue las huellas del rebaño…” (Cant. 1.8)
 
Revisemos Cómo Silo Fue el Lugar para Su Tabernáculo

    Silo estaba en la tierra prometida en Canaán donde los israelitas llegaron tras el cruzar el río Jordán: “Toda la congregación de los hijos de Israel se reunió en Silo, y erigieron allí el tabernáculo de reunión, después que la tierra les fue sometida” (Jos. 18.1). Era allí en Silo donde moraba Dios en el tabernáculo de reunión: “... y mandó Josué a los que iban para delinear la tierra, diciéndoles: Id, recorred la tierra y delineadla, y volved a mí, para que yo os eche suertes aquí delante de Jehová en Silo” (Jos. 18.8).
    Ese lugar y el tabernáculo eran el diseño de Dios para colocar Su Nombre entre Su pueblo y para habitar en medio de ellos. Dios buscaba que se cumpliera lo que solo en Apocalipsis se consigue finalmente: “Y oí una gran voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios” (Ap. 21.3). Este es Su deseo morar con nosotros y para esto nos ha dado instrucciones a fin de garantizar que Él esté entre nosotros. ¿Puede quedar esto a nuestro criterio? Se ve que Dios traza principios que apuntan a establecer cómo sería ese lugar donde Él estaría en la persona del Hijo y donde colocaría Su Nombre.
    Dios había dado a Moisés expresas instrucciones de cómo hacer Su habitación: Conforme a todo lo que yo te muestre, el diseño del tabernáculo, y el diseño de todos sus utensilios, así lo haréis” (Éx. 25.9). Tomó a Moisés cerca de 74 días construir el tabernáculo, la morada de Dios, para levantarlo en el segundo año de su salida de Egipto (Éx. 40.17). Y es Él mismo quién aprobó la construcción del tabernáculo de reunión colocando Su gloria en una muestra de Su absoluta satisfacción por lo hecho en perfecta obediencia: “Y Moisés hizo conforme a todo lo que Jehová le mandó; así lo hizo” (Éx. 40.16). Todo fue hecho conforme al modelo que Dios le mostro, nada quedó en la improvisación, sino todo era según la voluntad de Dios. Entonces y solo entonces Dios lo aprobó con Su gloria. “Entonces una nube cubrió el tabernáculo de reunión, y la gloria de Jehová llenó el tabernáculo. Y no podía Moisés entrar en el tabernáculo de reunión, porque la nube estaba sobre él, y la gloria de Jehová lo llenaba” (Éx. 40.34-35).

¿Tanto Detalle y Hermosura solo se Refería a un Diseño para Israel?

    El Espíritu nos dice claramente que el tabernáculo fue “figura y sombra de las cosas celestiales” (He. 8.5) de manera que todo lo que había en ese tabernáculo apuntaba al verdadero tabernáculo celestial “aquel verdadero tabernáculo que levantó el Señor, y no el hombre” (He. 8.2). ¿Qué tabernáculo es ese? Algunos piensan que el Espíritu aquí está hablando del cuerpo del Señor Jesús como tabernáculo, sin embargo, el contexto y la revelación del Nuevo Testamento apunta hacia una morada y esta se da a entender en la Escritura en tres sentidos. Primero al creyente como templo del Espíritu y lugar de adoración (Jn. 4.21-24; 1 Co. 6.19; 2 Co. 5.1), segundo la iglesia como morada de Dios (1 Co. 3.16-17) y tercero a la ciudad celestial cual tabernáculo final de la habitación de Dios (Ap. 21.3). El libro de Hebreos parece referirse a la ciudad celestial como la morada final y verdadera (He. 11.16; 12.22), la cual fue a preparar el Señor (Jn. 14.2). Es cierto que el tabernáculo y sus muebles son también figuras de la persona de Cristo, pero siempre en vista de preparar un santuario donde Él moraría junto a Su pueblo. Ese santuario hoy en la tierra es Su iglesia local y para ella existe un orden basado en la antigua morada que Israel no supo apreciar. El sacerdocio, el incienso, los sacrificios aromáticos, las vestiduras santas, la expiación anual, y todo lo demás apuntaban a una santidad que no existía pero que hoy Cristo ha conseguido para Su pueblo. No somos llamados a practicar el judaísmo ni a realizar holocaustos, ni a guardar los sábados, ni los días de luna, pero sí somos llamados a congregarnos alrededor del sumo sacerdote que traspasó los cielos y eso requiere un orden revelado en el misterio de Cristo por el apóstol Pablo. Ese orden se llama “EN IGLESIA” y los ángeles vienen a contemplarlo como antes lo hacían sobre el propiciatorio (1 Co. 11.10 y 18 “como iglesia” = “EN IGLESIA”). Recomiendo que lea el artículo publicado como “LA IGLESIA FORMAL”.

continuará, d.v. en el siguiente número

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  Cristo En La Creación


Texto: Génesis 1.1-2.3
La Biblia comienza con esta declaración majestuosa: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra”, y dirige nuestra atención a la fuente de toda vida y todo ser creado, esto es: Dios. De esta manera, en la primera línea de las Escrituras, se nos presenta la Persona principal del universo y de la Biblia: Dios. Su nombre aparece 32 veces en el primer capítulo, y en todos menos cinco de los primeros 31 versos. El primer verso declara que Él creó “los cielos y la tierra”. Manifiesta una verdad que hoy está bajo fuerte ataque: que nada existe debido al alzar, sino que Dios creó todo.
    El escritor de Génesis no intenta demostrar la existencia de Dios, sino la da por sentado. Los primeros dos capítulos de las Sagradas Escrituras enfatizan Su obra creadora. Luego, hallamos que textos en el Nuevo Testamento declaran que Cristo es el Creador. “Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho” (Jn. 1.3). En Colosenses 1.16 leemos: “Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él”. De modo que, el Nuevo Testamento explícitamente conecta la obra de la creación al Señor Jesucristo. Pero, ¿hay alguna indicación de eso en el Antiguo Testamento? La respuesta es afirmativa, pues se aplica el refrán: “El nuevo está ocultado en el antiguo, y el antiguóoestá revelado en el nuevo”.
    La primera mención de “Dios” es significativa. El nombre es la palabra plural: “Elohim”, sin embargo, el verbo creó es singular. En esto hay una fuerte sugerencia de la Trinidad actuando en unidad. Los tres miembros de la Deidad: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, operaban en la creación. Así que, en el primer verso de la Biblia está presente el Señor Jesús. Esto es desarrollado más en el verso 26 del capítulo 1, donde leemos: “Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza”. No es que Dios consultara a las huestes angelicales, sino que se refirió a sí mismo en plural. Es otra fuerte indicación de la Trinidad, y que el Señor Jesús actuaba en el proceso de la creación que produjo la humanidad.
    Por lo tanto, nuestro Salvador es eterno, como el segundo miembro de la Trinidad, y Él creó este gran universo. Nuestro es el sublime privilegio de conocer a Dios, servirle y adorarle.

Paul Young, Gales, Reino Unido,  lectura del 1 de enero, Day by Day,
Christ Foreshadowed (“De Día en Día, Cristo Revelado”), Precious Seed Publications

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Los Efectos Perjudiciales del Pecado 

Vistos en 1 Juan


1. Pérdida de Comunión        1 Jn. 1.3, 6-7
    con Dios y con los hermanos
2. Pérdida de Gozo            1 Jn. 1.4

3. Pérdida de Luz            1 Jn. 1.6

4. Pérdida de Amor            1 Jn. 2.5, 15-17
    y el brote de otros amores
5. Pérdida de Paz            1 Jn. 3.4-10
6. Pérdida de Confianza en Oración    1 Jn. 3.19-22
7. Pérdida de Confianza en Su Venida 1 Jn. 2.28; 4.17

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Hallado Inocente

Texto: Daniel 6

    De todas las vidas de hombres que la Biblia presenta, Daniel era uno de los hombres más limpios de carácter y conducta. En su relación con Dios y los hombres, es descrito como “fiel”, y cuando sus rivales y adversarios buscaban ocasión para acusarlo, no hallaron ningún error o falta en la ejecución de su oficio como primer ministro. El testimonio de Daniel era: “ante él [Dios] fui hallado inocente” (v. 22). El profeta Ezequiel rindió homenaje al carácter justo de Daniel (Ez. 14.14, 20). Éste es el patrón y la meta para todos los siervos de Dios: integridad irreprochable y fidelidad firme en todas sus responsabilidades y relaciones. ¡Nuestro carácter debe corresponder a nuestro credo!
    La palabra que describe a Daniel también fue empleada para describir a otra persona. “Yo no hallo en él ningún delito” (Jn. 18.38) fue el veredicto de Pilato sobre Cristo. Aunque hombre, Él nunca pecó en pensamiento, palabra o hecho, ¡pues le era imposible pecar! No solo Pilato sino también otros inconversos lo llamaron “justo” (Mt. 27.19), “inocente” (Mt. 27.4), “ningún mal hizo” (Lc. 23.41), “era justo” (Lc. 23.47). Sus seguidores le declararon “sin mancha y sin contaminación” (1 P. 1.19). “El cual no hizo pecado, ni se halló engaño en su boca” (1 P. 2.22). “No hay pecado en él” (1 Jn. 3.5). “No conoció pecado” (2 Co. 5.21); “sin pecado” (He. 4.15); “se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios” (He. 9.14). Él mismo profesó la perfección: “yo hago siempre lo que le agrada” (Jn. 8.29), y retó a Sus enemigos: “¿Quién de vosotros me redarguye de pecado?” (Jn. 8.46). Durante Su vida terrenal, dos veces el Padre habló del cielo con una voz oída en la tierra, y testificó que Su Hijo siempre le complacía: en Su bautismo (Lc. 3.22) y en Su transfiguración (Mt. 17.5).
    Nunca tenía remordimientos de conciencia. Nunca se ruborizó con vergüenza. Nunca tuvo que lamentar ni retractar nada que había dicho, ni nunca tuvo que disculparse o pedir perdón. No solo era el mejor de los hombres, sino también el único hombre infalible, impecable; el único sustituto adecuado para nosotros los pecadores.


    “Se dio a sí mismo en amor, por hombres pecadores Él vino
    El pecado no le manchó, mas con nuestros pecados cargó”.
                                                            
–  Christopher Porteous
    

Alan Linton, Bristol, Reino Unido
lectura del 26 de noviembre, Day by Day, Christ Foreshadowed (“De Día en Día, Cristo Revelado”), Precious Seed Publications

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 EJERCÍTATE 
parte 3

viene del nº de abril

    Aunque Timoteo no era un apóstol, y además no tenía la edad de Pablo, podía seguir su ejemplo. Tenía la misma doctrina, conducta, propósito, fe, longanimidad, y paciencia. Además, en las pruebas, o cuando sufría por causa de su fe o piedad, reaccionaba como Pablo a las persecuciones y padecimientos. Se ejercitó para la piedad. No se echó atrás, aunque fuera encarcelado por su fe (He. 13.23).
    Si dejamos de congregarnos, como algunos hacen (He. 10.25), no vamos a crecer debidamente ni tener la fuerza y la salud necesarias para glorificar a Dios. Desde Hechos 2.41-42 en adelante, vemos que los creyentes “perseveraban” en la asamblea del Señor. Hoy unos no se congregan, pues no consideran importante la iglesia, y otros se congregan en lugares que no se conforman a las Escrituras. Eso deshonra al Señor, e impide que ellos crezcan en piedad, porque no hay obediencia a la Palabra de Dios. Si queremos crecer en la piedad, debemos congregarnos como el Señor dice, entre los que no toman otro nombre, y cuyas reuniones se conforman a Su Palabra. La iglesia que agrada al Señor anda en la verdad, “conforme al mandamiento que recibimos del Padre” (2 Jn. 4).
    Resumiendo, la salvación depende totalmente de Dios, pero nuestro crecimiento no es automático, ni es un don espiritual. Nuestra fortaleza viene de Él. Pero la piedad viene cuando cooperamos con Dios, y aprovechamos los medios que nos da para la piedad. Entonces, cada uno debe preguntarse: ¿Qué ejercicios hago o debo hacer para crecer en la piedad? Por ejemplo:

¿Leo cada día la Palabra de Dios? (Hch. 17.11; 1 P. 2.2)
¿Oro cada día, e intercedo por otros? (Ef. 6.18; Col. 4.2)
¿Adoro al Señor, y crezco en la adoración? (Jn. 4.23-24, Ro. 5.11; 1 Ti. 1.17)
¿Dedico tiempo al estudio personal de la Biblia? (Esd. 7.10; 2 Ti. 2.15; 3.15-17)
¿Me disciplino y organizo mi vida para aprovechar bien el tiempo? (1 Co. 9.27; Ef. 5.16)
¿Tengo metas para testificar del Señor y el evangelio? (Hch. 1.8; Ro. 15.19-20; 1 Ts. 1.8)
¿Controlo, refreno mi lengua? (Sal. 141.3-4; Pr. 18.21; 21.23; Ef. 4.29; Stg. 1.26; 3.1-2). ¿La uso para adorar a Dios? (Sal. 45.1).
¿Asisto a todas las reuniones de la iglesia, y saco provecho de ellas? (Hch. 2.42; 20.7; He. 10.25)
¿Me esfuerzo para leer buenos libros cristianos, y aplico lo que aprendo? ¿Paso más tiempo leyendo que en el teléfono o en internét? (1 Ti. 4.13; 2 Ti. 4.13)
¿Sirvo a otros creyentes, o me he acostumbrado a ser atendido y servido? (Mr. 10.45; 1 Co. 16.15)
¿Confieso el pecado y me mantengo en la luz de la comunión con el Señor, y con los hermanos? (Stg. 5.16; 1 Jn. 1.9)
¿Me esfuerzo para purificarme? ¿Hay algo que debo eliminar de mi vida? (He. 12.1; 1 Jn. 3.3)
¿De qué manera me ejercito para crecer en mi carácter y conducta? (2 P. 1.5-7)

Estos solamente son unos ejemplos, para invitarnos y estimularnos a pensar más en ejercitarnos para la piedad. La Palabra de Dios está llena de instrucciones acerca de cómo ejercitarnos y crecer en la piedad. Si tenemos ojos para ver, hay algo en cada página de las Escrituras que nos ayudará. Recordamos la condición de la bienaventuranza: “Si sabéis estas cosas, bienaventurados seréis si las hiciereis” (Jn. 13.17). No seamos indolentes ni pasivos. “Creced en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo” (2 P. 3.18).

Carlos

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Todavía No Nos Toca Reinar

“Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos; y todo lo que atares en la tierra será atado en los cielos; y todo lo que desatares en la tierra será desatado en los cielos” (Mt. 16.19). Algunos intentan usar este verso como prueba de que los creyentes pueden ocupar puestos de autoridad en el mundo. Pero observa bien: Pedro no recibió las llaves de la Iglesia, ni las del gobierno ni las de un sistema político, sino solo del reino de los cielos. Vemos qué sentido tiene esto, en el día de Pentecostés, cuando ofreció reconciliación a Israel. Cristo había llamado a Israel a arrepentirse ante el acercamiento del reino de los cielos (Mt. 3.2; 4.17). El reino fue predicado antes del comienzo de la iglesia, y será predicado después del arrebatamiento.
    Pero en nuestros tiempos, es vano todo intento de conseguir poder temporal. Los que reinarían en esta vida deben hacerlo sin los apóstoles (1 Co. 4.8), pues no pueden contar con su aprobación ni su apoyo.
    2 Timoteo 2.12 enseña que, “si sufrimos, también reinaremos con él”. Pero habla del futuro, cuando Cristo reinará sobre el mundo. En Apocalipsis 20.4 Juan vio ese día todavía futuro: “reinaron con Cristo mil años”. Al vencedor Cristo dará “autoridad sobre las naciones” (Ap. 2.26), y concederá “que se siente conmigo en mi trono” (Ap. 3.21). En el cielo cantan al Cordero de Dios y anticipan ese día: “reinaremos sobre la tierra” (Ap. 5.10), pero eso no habla de hoy, sino del futuro. Ahora estamos sujetos a las autoridades (Ro. 13.1; 1 P. 2.13-14). No somos los gobernadores, sino los gobernados, pero luego reinaremos con Cristo. El creyente no debe meterse en la política ni presentarse como candidato para una elección. De todos modos, si somos fieles al Señor, ¡nadie nos votará! Cristo advierte: “Seréis aborrecidos... por causa de mi nombre” (Mt. 10.22; 24.9; Mr. 13.13; Lc. 21.17), y se aplica en todo este tiempo presente, no solo en la Tribulación. Considera los siguientes textos.
    “Si el mundo os aborrece, sabed que a mí me ha aborrecido antes que a vosotros. Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero porque no sois del mundo, antes yo os elegí del mundo, por eso el mundo os aborrece. Acordaos de la palabra que yo os he dicho: El siervo no es mayor que su señor. Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán; si han guardado mi palabra, también guardarán la vuestra” (Jn. 15.18-20). El creyente debe tomar su lugar con Cristo, fuera del sistema del mundo en todos los sentidos – político, social, religioso – y llevar Su vituperio. El Señor nos eligió “del mundo”, y no somos del mundo. Esto debe apagar cualquier aspiración de poder.
    “Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo” (Jn 16.33). La relación entre el discípulo de Cristo y el mundo es adversarial, siendo el mundo el adversario. No debemos amar al mundo (1 Jn. 2.15) ni las cosas que están en el mundo, como por ejemplo las riquezas, el poder político, la fama y el prestigio.
    “Nosotros somos insensatos por amor de Cristo, mas vosotros prudentes en Cristo; nosotros débiles, mas vosotros fuertes; vosotros honorables, mas nosotros despreciados. Hasta esta hora padecemos hambre, tenemos sed, estamos desnudos, somos abofeteados, y no tenemos morada fija. Nos fatigamos trabajando con nuestras propias manos; nos maldicen, y bendecimos; padecemos persecución, y la soportamos. Nos difaman, y rogamos; hemos venido a ser hasta ahora como la escoria del mundo, el desecho de todos. No escribo esto para avergonzaros, sino para amonestaros como a hijos míos amados. Porque aunque tengáis diez mil ayos en Cristo, no tendréis muchos padres; pues en Cristo Jesús yo os engendré por medio del evangelio. Por tanto, os ruego que me imitéis” (1 Co. 4.10-16). Nadie que desea imitar el ejemplo de Pablo se enredará en la política ni buscará poder en este mundo.
    “Y también todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución” (2 Ti. 3.12). Nuestro deseo debe ser: “vivir piadosamente en Cristo Jesús”, no conseguir puestos en el gobierno o la sociedad. En estos postreros tiempos, seamos fieles al Señor, como la iglesia en Filadelfia (Ap. 3.8).

Carlos

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La Autoridad del Señor en Cada Iglesia Local 


Cada asamblea es responsable directamente al Señor... La idea de ser responsable a un evangelista, misionero o maestro es ajena al Nuevo Testamento... En las esferas del mundo, la asamblea local no tiene autoridad (1 Co. 5.12-13). Pero congregada en el Nombre del Señor Jesucristo, tiene Su autoridad, y debe actuar de acuerdo a Su santo Nombre en toda disciplina o corrección. Ninguna asamblea tiene autoridad sobre el gobierno de otra asamblea.  Cada iglesia local es responsable a Aquel que anda solo en medio de las iglesias (Ap. 1.12-20 y cc. 2-3). El Señor que está en medio de las iglesias tiene la última palabra de autoridad sobre cada una de ellas.

extracto de un artículo por Dennis Williamson, en la revista Assembly Testimony, marzo/abril 2023.

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BOCA CERRADA


 


  
El dicho: “En boca cerrada no entran moscas”, señala que nuestra boca causa muchos problemas. A menudo hablamos primero y pensamos luego... “no hubiera dicho esto”. En realidad, el problema es mucho peor de lo que pensamos.
    ¿Nunca has visto a una persona falsamente acusada? Casi seguro que lo has experimentado, desde los dos lados. Cuanto más acusaciones le caen, más se molesta. En tal situación, la cosa que menos se ve es una boca cerrada.
    En lugar de guardar silencio, más bien contraataca, expresa ira o indignación, y suele salir de la boca un torrente de palabras (y no muy bonitas o agradables).
    Cuando nos acusan, la realidad es que nos defendemos, argumentamos y dejamos bien declarado... “No tengo la culpa”, u “Otros son peores que yo”.
    Qué contraste cuando leemos en la Palabra de Dios de alguien que, aunque era inocente, reaccionó de manera totalmente diferente cuando le acusaron.
    Ese suceso fue profetizado por Isaías: “Angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca(Isaías 53.7).
    Fue tan impresionante que Pilato, el gobernador romano, fue impactado y quedó perplejo. “Pero Jesús no le respondió ni una palabra; de tal manera que el gobernador se maravillaba mucho” (Mateo 27.14).
    A los seres humanos nos es difícil mantener la boca cerrada cuando pensamos que somos inocentes. ¿Y qué si somos culpables?
    ¿Has visto a un culpable tratar de justificarse o defenderse? Quizás no, porque es raro que una persona, aunque culpable, se dé por vencida. A veces lanza su propio ataque, y acusa o insulta a su acusador. De una manera u otra, y con muchas palabras, el culpable trata de esquivar la culpa o cambiar el enfoque para salir del asunto. Vemos esa reacción a menudo en el hogar, en la escuela, en el trabajo, en las redes sociales, y aun en el juzgado.
    A nadie le gusta ser acusado de un mal hecho, ni mucho menos sufrir las consecuencias. En realidad, muchos han evitado el castigo por sus malas obras, con la elocuencia de su defensa, o debido a su apellido, popularidad, posición social, o dinero.
    ¿Será que funcionarían esas estrategias cuando te presentes delante de Dios y eres acusado de tus pecados? La Sagrada Escritura contesta: “Pero sabemos que todo lo que la ley dice, lo dice a los que están bajo la ley, para que toda boca se cierre y todo el mundo quede bajo el juicio de Dios” (Romanos 3.19).
    Cuando el Señor habla, declara y con toda justicia juzga aun los secretos de los hombres, todo ser humano quedará con la boca cerrada. Ni una palabra podrá sacar en su propia defensa. Si piensas que podrás discutir con el Señor, medita en esto: “Y nadie le poría responder palabra; ni osó alguno desde aquel día preguntarle más” (Mateo 22.46).
    ¿Por qué? Porque el Señor Jesucristo tiene la razón, no se equivoca,  y Su juicio es justo e inapelable. ¿Qué realmente podría decir la persona que rechazó a Jesucristo?

“El cual no hizo pecado,
ni se halló engaño en su boca;
quien cuando le maldecían,
no respondía con maldición;
cuando padecía, no amenazaba,
sino encomendaba la causa al que juzga justamente;
quien llevó él mismo nuestros pecados
 en su cuerpo sobre el madero...
y por cuya herida fuisteis sanados”.

1 Pedro 2.22-24


Amigo, no eres inocente, pero Jesucristo sí. Nunca dijo nada indebido. Sin embargo, Él cargó tus pecados en Su cuerpo, sufrió y pagó por tus culpas. Si te arrepientes y confías en Él, tendrás un perdón completo y vida eterno, porque Él sufrió y murió por ti.

sábado, 30 de marzo de 2024

EN ESTO PENSAD - abril 2024

 Lázaro Muerto y Resucitado

Lucas Batalla


Texto: Juan 11.1-27

En este capítulo vemos que acabó de suceder una tragedia familiar, la enfermedad y muerte de Lázaro. Era un tiempo de mucha tristeza para Marta y María, aunque ellas creían en el Señor. Han pasado muchos siglos, y todavía la gente muere, de accidentes, enfermedades y debilidades. Oímos decir que con la medicina moderna, o con ciertas vitaminas y curas naturales, podemos evitar las enfermedades y la muerte, pero cierto es que nada ni nadie cura la muerte. Por eso oímos decir: “de algo hay que morir”. El cuerpo se va debilitando, el ser humano es humillado por ello, y al final viene la muerte. Es inevitable. Es así desde que el Señor dijo a Adán que en el día que comiere del árbol prohibido, moriría. Pero Eva comió, luego Adán, y luego oyeron estas solmenes palabras de Dios: “polvo eres y al polvo volverás” (Gn. 3.19). He allí el principio de la muerte, y esa sentencia divina se aplica  a todo ser humano. En todas partes del mundo hay cementerios y sepulcros.
    Siempre es triste, y especialmente en el caso de los que no son creyentes, que no son salvos, porque significa el juicio y la perdición eterna (He. 9.27). Siempre es triste la muerte de un ser querido, aún cuando es creyente, porque significa que no le veremos más durante un tiempo. Y si no es creyente, el caso es peor, porque la pérdida es para siempre.
    Este capítulo cuenta que Lázaro enfermó y murió. Hubo oraciones, dolencias, tristeza, y ceremonias probablemente de velorio y entierro. Todo eso pasó sin intervención del Señor. Los versos 2-9 relatan que Él esperó a propósito. Creer en el Señor no significa que no vayamos a enfermar ni morir. Cuando el Señor dijo “Lázaro duerme” (v. 11), los discípulos no entendieron (v. 12), y luego Él aclaró: “Lázaro ha muerto” (vv. 13-14). El sueño es simplemente una figura de la muerte del creyente, porque luego despertará y estará mejor. No usa esta figura para con los incrédulos, porque no tienen esperanza. El Señor se alegró por los discípulos en esa situación, por los propósitos que tenía. Ellos serían fortalecidos en su fe (v. 15), y Dios sería glorificado (v. 4).
    Así que, no fue a Betania hasta el cuarto día después del entierro (v. 17). No le visitó cuando enfermó. Los judíos intentaban consolar a las hermanas en su dolencia (v. 19), y naturalmente había lágrimas (v. 33). Pero Cristo no fue al velorio, ni al entierro, pero no por indolencia y falta de interés, sino tenía un plan que nadie se podía imaginar. La primera que habló con Él fue Marta: “si hubieses estado...” (v. 21), y luego María le dijo lo mismo (v. 32). Ellas esperaban Su visita e intervención, y le pusieron falta, pues no podían anticipar lo que iba a hacer. Y todavía hoy el Señor permite que los creyentes se enfermen y mueran, y debemos aceptar eso con fe, sabiendo que el Señor ha prometido que el creyente “no morirá eternamente” (v. 26).
    Los incrédulos, y también algunos que profesan creer, acusan a Dios de descuido o indolencia en las tragedias. La gente dice: “Murió un niño – o una niña – y ¿Dónde está Dios?” “Murió mi madre”, “Murió mi esposo, y ¿dónde estaba Dios?”. Se resienten, y algunos incluso se enojan con Dios como si Él fuera culpable, y lo utilizan como excusa para no creer. Pero ¿quiénes somos nosotros para cuestionar a Dios? Como Job, debemos aprender a poner la mano sobre la boca y no hablar más (Job 40.4), porque no entendemos Sus caminos que son más altos que los nuestros (Is. 55.8-9). Consideremos la respuesta de Marta y su fe, pues aunque estaba triste y no entendía, dijo: “Mas también sé ahora que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo dará” (v. 22). El Señor le dio promesa: “Tu hermano resucitará” (v. 23), pero ella pensaba en el futuro distante, y respondió: “Yo sé que resucitará en la resurrección, en el día postrero” (v. 24). Luego añadió: “Sí, Señor; yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, que has venido al mundo” (v. 27).  No se debilitó en la fe, sino en su tristeza seguía confiando. En las tristezas y tragedias de la vida debemos asirnos firmemente del Señor y Sus promesas, porque sabemos que Él tiene propósitos buenos respecto a nosotros, y no se equivoca. El enojo y el resentimiento son reacciones de incrédulos.

continuará, d.v. en el próximo número

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EJERCÍTATE  
Carlos Tomás Knott  (parte 2)

viene del número anterior


En Hebreos 12.1-4 vemos otros ejercicios para la piedad. “…Despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios. Considerad a aquel que sufrió tal contradicción de pecadores contra sí mismo, para que vuestro ánimo no se canse hasta desmayar. Porque aún no habéis resistido hasta la sangre, combatiendo contra el pecado”. Correr es difícil si llevamos demasiado peso. El Señor Jesucristo debe ser nuestra motivación y ejemplo. Si nos ejercitamos en eso, no seremos débiles – nuestro ánimo no se cansará. Con la fortaleza de la piedad, podremos resistir no solo el pecado sino la prueba, y tendremos la bendición de Santiago 1.12.
    Es importante estar creciendo siempre, sea cual sea nuestra edad o nivel de conocimientos. Algunos creen que están bien, cuando realmente necesitan poner más atención. El problema es que su concepto de su salud espiritual no corresponde a la realidad. Gálatas 6.3 informa: “… el que se cree ser algo, no siendo nada, a sí mismo se engaña”. Alguien dijo que la satisfacción es el sepulcro del progreso. Claro que estamos satisfechos con el Señor y Su obra. Pero ni siquiera los apóstoles se daban por satisfechos respecto a sí mismos (Fil. 3.13-14). “Así que, hermanos míos amados, estad firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano” (1 Co. 15.58). Para continuar en la firmeza, la constancia y el crecimiento, debemos ejercitarnos para la piedad.
    Pablo dijo al joven obrero Timoteo: “Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad” (2 Ti. 2.15). Esto indica que no es automático que seamos aprobados por Dios en nuestro servicio. Hay que procurarlo diligentemente. Esto también es ejercitarnos para la piedad. Específicamente se trata de cómo usamos la Palabra de Dios. Hay que leer y estudiarla con cuidado, para asegurar que nuestra manera de usarla es buena y correcta, de acuerdo con la voluntad de Dios. Esdras era un “escriba diligente” (Esd. 7.6). ¿Cómo se ejercitaba para la piedad? “Esdras había preparado su corazón para inquirir la ley de Jehová y para cumplirla, y para enseñar en Israel sus estatutos y decretos” (Esd. 7.10). Si viviera hoy, no pasaría su tiempo en teléfono y las redes sociales, porque el provecho para la piedad está en otra cosa. Él se preparó, se esforzó para conocer y obedecer la Palabra de Dios, y luego Dios le utilizó. A nosotros nos toca ejercitarnos para prepararnos bien, y si lo hacemos, seremos instrumentos para honra, santificados (2 Ti. 2.21), y Dios nos podrá utilizar cómo y cuándo quiere.
    El ejercicio para la piedad incluye el cuidado de la dieta espiritual. “Mas evita profanas y vanas palabrerías, porque conducirán más y más a la impiedad” (2 Ti. 2.16). “Cesa, hijo mío, de oír las enseñanzas que te hacen divagar de las razones de sabiduría” (Pr. 19.27). “Pero evita las cuestiones necias, y genealogías, y contenciones, y discusiones acerca de la ley; porque son vanas y sin provecho” (Tit. 3.9). Es necesario evitar “las profanas pláticas sobre cosas vanas, y los argumentos de la falsamente llamada ciencia” (1 Ti. 6.20). Tales cosas no son aptas para el consumo, sino perjudiciales. Conducen a la impiedad, no a la piedad. También debemos evitar a los que “tendrán apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella” (2 Ti. 3.5).
    Algunos, para ver cómo hacer algo, observan en persona, o en YouTube cómo otros lo hacen, pues eso les ayuda. Y el apóstol Pablo felicitó a Timoteo por observar y seguir su ejemplo. “Pero tú has seguido mi doctrina, conducta, propósito, fe, longanimidad, amor, paciencia, persecuciones, padecimientos…” (2 Ti. 3.10-11). No se trata de simplemente conocer el ejemplo que Pablo dio – el mero conocimiento – sino de seguir su ejemplo, y eso es ejercitarse para la piedad. 
                                                                   

  continuará, d.v. en el siguiente número

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  La Voz de Dios    

parte 2
Mervyn Wishart

viene del número anterior


3. En la tormenta

El Salmo 29 ha sido llamado la más vívida descripción de una tormenta en nuestro idioma. Se levanta sobre el mar. “Voz de Jehová sobre las aguas… Jehová sobre las muchas aguas” (v. 3). Llega con fuerza a la tierra del Líbano, derribando delante suyo los cedros masivos. “Voz de Jehová que quebranta los cedros” (v. 5). Luego se mueve al sur: “Voz de Jehová que hace temblar el desierto; Hace temblar Jehová el desierto de Cades” (v. 8). Siete veces declara que la voz de Jehová es la fuerza de la tormenta, y la describe como poderosa y majestuosa. “Truena el Dios de gloria” (v. 3).
    Para el pueblo de Dios hay consuelo en la tormenta: “Jehová preside en el diluvio, y se sienta Jehová como rey para siempre” (v. 10). Él está en control, y Su autoridad es indiscutida. El que en la tormenta manifiesta Su impresionante poder, “dará poder a su pueblo”. Aunque embravecida la tormenta, “Jehová bendecirá a su pueblo con paz” (v. 11).
    Cuán apropiado es que David comienza el salmo con una exclamación: “Dad a Jehová la gloria y el poder” (v. 1). Aunque somos creyentes, las tormentas pueden llegar a cada una de nuestras vidas. Es reconfortante ver que Jehová es nombrado dieciocho veces en este salmo, haciéndonos saber que el Señor está en control, aun en medio de la furia de la tormenta. Como en Galilea, Él puede decir a las grandes olas: “Calla, enmudece” (Mr. 4.39; Nah. 1.3).
    
4. En la tranquilidad
    Elías, el hombre que estuvo firme sobre el Monte Carmelo para retar a los 450 profetas de Baal, huyó para salvar su vida de Jezabel (1 R. 19.3). Comenzó a mirar adentro – con introspección – en lugar de mirar arriba al Señor. Se volvió egocéntrico, y cuando el Señor le preguntó: “¿Qué haces aquí, Elías?”, repetidas veces habló de sí mismo: “He sentido un vivo celo… sólo yo he quedado, y me buscan para quitarme la vida” (vv. 9-10, 14).
    Pero el Señor obraba para restaurar a Su siervo. Le había enviado un ángel que le tocó y dos veces trajo comida y agua. Le dio fuerzas para caminar cuarenta días y noches. Entonces el Señor le habló directamente: “Sal fuera, y ponte en el monte delante de Jehová. Y he aquí Jehová que pasaba, y un grande y poderoso viento que rompía los montes, y quebraba las peñas delante de Jehová; pero Jehová no estaba en el viento. Y tras el viento un terremoto; pero Jehová no estaba en el terremoto. Y tras el terremoto un fuego; pero Jehová no estaba en el fuego. Y tras el fuego un silbo apacible y delicado” (vv. 11-12). Cuando Elías oyó ese sonido apacible, “cubrió su rostro con su manto, y salió, y se puso a la puerta de la cueva.  Y he aquí vino a él una voz, diciendo: ¿Qué haces aquí, Elías?” (v. 13). “Ve, vuélvete…” (v. 15).
    En la tranquilidad escuchó la voz del Señor, y recibió corrección y dirección. Nosotros también debemos buscar un lugar tranquilo, lejos del ruido y el clamor del mundo, donde podamos afinar nuestro oído para escuchar la voz apacible y delicadao de Dios. “Estad quietos, y conoced que yo soy Dios” (Sal. 46.10).

continuará, d.v. en el número siguiente

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  LA TRIBULACIÓN

parte 6
por Jeff Brown

viene del número anterior
Babilonia
    Apocalipsis 17 habla de un gran y poderoso sistema de religión falsa, que predominará en la tierra durante la primera parte del periodo de la Tribulación. Ese sistema consta de la cristiandad apóstata (los que son dejados atrás después del Rapto), unida a otras falsas religiones en el mundo, y es retratada como una prostituta (“ramera”, Ap. 17.5). Durante la Tribulación muchos santos serán martirizados por los de ese sistema religioso. Aproximadamente a la mitad del periodo de los siete años, el anticristo (inspirado por demonios), y los de su séquito (diez “reyes” confederados, Ap. 17.10) se volverán contra ese sistema malo y lo destruirán.
    Apocalipsis 18 habla de un “imperio” comercial que estará centrado en una ciudad. Esto también será destruido por Dios al final del tiempo de la Tribulación. A lo largo de los años ha habido mucha especulación sobre la ubicación de esa ciudad. De 404 versos en el libro de Apocalipsis, 278 aluden al Antiguo Testamento. Cuando en el Antiguo Testamento leemos de Babilonia, siempre se refiere a una ciudad literal. Por eso, parece que Babilonia será reedificada (así como Jerusalén), y luego será totalmente destruida.

Armagedón
    No solo los creyentes, sino también muchos inconversos han oído de Armagedón. Pero, ¿qué realmente es Armagedón, por qué sucederá y cuándo será eso?


Meguido y el valle de Jezreel

¿Qué Es Armagedón?
    Armagedón es el conflicto más grande en la historia humana, y sucederá al final del periodo de la Tribulación. (véase Dn. 11.40-45; Jl. 3.9-17; Zac. 14.1-3 y Ap. 16.14-16). “Ar” (heb. “har”) significa monte, y “Magedón” significa “de Meguido” (Ap. 16.16). Es el monte desde el cual se ve el valle de Esdraelón (nombre helenístico para el valle de Jezreel), en el norte de Israel. Allí se reunirán los ejércitos del mundo, bajo influencia del dragón (Satanás). Armagedón no parece ser una sola batalla, sino una serie de conflictos intensos y batallas, ¡que terminarán en destrucción masiva! Como vimos previamente, la Babilonia religiosa será eliminada. Entonces Jerusalén será tomada con gran pérdida de vidas (Zac. 12.1-3; 14:1-2). El remanente de la nación, que huyó a los montes del sur, será protegido (Miq. 2.12). Entonces la nación se arrepentirá y será regenerada antes de la batalla final y la destrucción de los ejércitos del anticristo. Esa destrucción comenzará en Bosra, después en Jerusalén y el valle de Cedrón (heb. nahal kidron), que es también el valle de Josafat. Esa destrucción de las fuerzas del anticristo se extenderá desde Armagedón (Ap. 16.16) hasta Edom (Is. 63.1), en un área de 320 kilómetros. Será el más vil y grande derramamiento de sangre en la historia del mundo: “… salió sangre hasta los frenos de los caballos, por mil seiscientos estadios” (Ap.. 14.20). 

¿Por Qué Sucederá Esto En Armagedón?
    Hay al menos dos razones por las que tomará lugar esa gran batalla. Primero, vemos la soberanía divina, en que ha escogido el lugar donde el juicio divino caerá sobre los enemigos de Dios. Toda la oposición humana y satánica se unirá en contra de Israel, la nación escogida de Dios, y todos serán traídos a esa región para el juicio de Dios. Dios será magnificado, y se preparará el escenario para el reino milenario de Cristo. Segundo, hay un razonamiento humano con respecto a Armagedón. La humanidad (inspirada satánicamente), deseará eliminar a todos los judíos, pues creen que ellos son la causa de todos los problemas del mundo.

¿Cuándo Sucederá Armagedón?
    La Biblia aclara que Armagedón sucederá después del arrebatamiento de la iglesia, y justo antes del final del periodo de la Tribulación. Si eres un cristiano, cuando leas este artículo, será al menos 7 años después de ahora. Marcará el final del reino del anticristo y el falso profeta, y entonces vendrá Cristo al mundo por segunda vez, con gloria y gran poder. En aquel día Sus pies estarán sobre el Monte de los Olivos. Volverá al mismo lugar de donde salió cuando ascendió al cielo (Zac. 14.1-6; Hch. 1.11).

Conclusión
    Hemos visto que el periodo de la Tribulación destacará los más intensos terrores y juicios globales que jamás ha conocido la tierra. No obstante, nos asegura que, como creyentes, nunca experimentaremos esa terrible fase de la historia del mundo. Los propósitos eternos de Dios se realizarán finalmente, y después del reino milenario de Cristo sobre la tierra, habrá “un cielo nuevo, y una tierra nueva” (Ap. 21.1). Bien se ha dicho: “La Tribulación es cierta, pero también es cierto el triunfo. En el tiempo que nos queda ahora, antes del Rapto, procuremos conducir al Señor las almas perdidas, edificar a los santos, y glorificar a nuestro Salvador en nuestra vida personal y eclesial.


traducido de la revista Present Truth (“La Verdad Presente”), Vol. 21, nº 245,
246, 247, 249 y 250 enero-febrero, abril-mayo, junio-julio 2023, febrero-marzo2024.
Todos los artículos en inglés están disponibles en su página web: www.truthdefended.com

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 7 Razones que Demandan el Uso del Velo
Según 1 Corintios 11

William M. Banks, Hamilton, Escocia


Introducción

Hoy más que nunca cuestionan y dudan de los papeles y las contribuciones distintas de los varones y las mujeres en la asamblea. Los conflictos vienen de voces en la sociedad que insisten en la igualdad de los sexos y también debido a la confusión que ahora ha surgido sobre la “identidad de género”. Estos asuntos afectan el tema del ministerio de la mujer, y debemos tener claros los roles distintos de hombres y mujeres en la asamblea. Las corrientes en la sociedad, queramos o no, suelen ejercer ciertas presiones sobre la asamblea. Sin embargo, notamos que el tema doctrinal que tenemos delante es basado en la enseñanza del Nuevo Testamento, no en la cultura sino en la perdurable y firme autoridad de las Sagradas Escrituras. Recuerda, también, que es inmensa la contribución práctica de las hermanas.1 Es cierto que la función de muchas asambleas hoy depende de ellas.
    El tema de 1 Corintios 11.2-16 tiene que ver con el concepto de “la cabeza”, pues la palabra aparece nueve veces. Cinco veces el uso es metafórico, y cuatro veces es literal, por ejemplo, en el verso 4 el primer uso es literal, mientras el segundo es claramente metafórico (véanse los siguientes versos: v. 3 – tres veces; v. 4 – dos veces; v. 5 – dos veces, v. 7; v. 10). Nota también que los versos 17-34 tratan el tema del señorío, pues el título “Señor” aparece ocho veces (v. 20; v. 23 – dos veces; v. 26; v. 27 – dos veces; v. 29; v. 32). “Cabeza” denota autoridad y responsabilidad, no superioridad. No se debe inferir ninguna diferencia cualitativa o esencial. Por eso, es totalmente apropiado que aparezca en el mismo contexto que el señorío. Si apreciamos el señorío, esto conducirá automáticamente a la aceptación y práctica del concepto de cabeza, que significa autoridad y responsabilidad…


1. Para Someterse Al Hombre Como La Autoridad Designada Por Dios
    La primera razón está en la primera mitad del verso 5. Emplea metafóricamente la palabra “cabeza”, ahora no de Cristo como fue el caso con el varón, sino respecto a la cabeza de la mujer: el varón. Surge la pregunta: ¿de qué modo puede ella deshonrar al varón? La respuesta es: cuando no se somete a la autoridad divinamente dada al varón.

2. Estar Descubierta Equivale a “Unisex”

    Si no se cubren, es lo mismo que si se hubiese rapado (vv. 5-6). La palabra traducida “rapado” aparece cuatro veces en el Nuevo Testamento: dos veces en el verso 6, una en Hechos 8.32, “… cordero mudo delante del que lo trasquila”, y Hechos 18.18 que informa que Pablo se había “rapado la cabeza” en Cencrea. Ya que Pablo se rapó la cabeza, está claro que de ese modo el pelo está más corto que normalmente sería el caso para el hombre, hasta el cuero cabelludo.
    La largura del pelo de la mujer no debe dar ni la mínima indicación de “unisex”, que es una táctica del diablo para borrar las distinciones entre los sexos. El cabello largo de la mujer debe distinguirla claramente del otro sexo, pues de otro modo es “vergonzoso”.
2  De paso nota que si el cabello de la mujer es su velo (como algunos enseñan), entonces, ¡cuando su cabeza está descubierta no tiene pelo!

3. Para Reconocer que la Autoridad Visible de Dios Es Conferido Al Varón
    Pablo declara de manera inequívoca que “la mujer es gloria del varón” (v. 7).  Esto no está bien recibido en la sociedad moderna. ¡Quien hable así será acusado de misoginia! Pero está claro el registro bíblico. Hay dos razones por las que ella es la gloria del varón.
· Por decreto divino en la creación (v. 8). Dios en Su soberanía puso al varón primero en el orden de la creación, y la mujer fue tomada del hombre (Gn. 2.22-23). El varón no procede de la mujer, sino ella de él.
· Por el propósito divino en la creación (v. 9). “Y tampoco el varón fue creado por causa de la mujer, sino la mujer por causa del varón” (vea Gn. 2.18).
    …La mujer creyente que cubre la cabeza acepta que la autoridad visible de Dios está establecida en el varón.

1 Los textos bíblicos relevantes incluyen: Juan 12.1-11; Lucas 10.38-42; 1 Timoteo 5.10, etc.

2 Del griego aiscros, bajo, indecoroso, vergonzoso. También significa deshonroso, véanse también 1 Co. 14.35 y Ef. 5.12.

continuará, d.v. en el siguiente número

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LA VERDAD SOBRE
LA RESURRECCIÓN DE JESUCRIST
O


Los autodenominados “Testigos de Jehová” enseñan que Cristo resucitó como espíritu, no en Su cuerpo humano, y que apareció a Sus discípulos en diversos cuerpos carnales que formó y desintegró. Pero la resurrección siempre tiene que ver con el cuerpo, lo cual es lógico porque el espíritu no muere. Abraham, Isaac y Jacob ya habían muerto cuando Dios se describió a sí mismo como Dios de ellos (Lucas 20.37). Cristo aclaró que sus espíritus aún vivían, “porque Dios no es Dios de muertos, sino de vivos, pues para él todos viven” (Lucas 20.38). Y realmente viven, no solo en la memoria de Dios. Esa es otra invención de los Testigos. El Señor les dijo a los saduceos algo pertinente para los Testigos: “¿No es ésta la razón por la que están ustedes equivocados: que no entienden las Escrituras ni el poder de Dios?... ustedes están muy equivocados” (Marcos 12.24, 27 NBLA).
    Si Cristo resucitó en espíritu, ¿dónde, pues, está Su cuerpo? Los Testigos dicen que Dios se deshizo de él; fue disuelto en sus átomos constitutivos. Pero Jesús dijo: “Destruyan este templo, y en tres días lo levantaré”. Entonces los judíos le respondieron: “En cuarenta y seis años fue edificado este templo, ¿y tú lo levantarás en tres días?”. “Pero él hablaba del templo de su cuerpo. Por eso, cuando resucitó… sus discípulos se acordaron… y creyeron en la Escritura y en la palabra que Jesús había hablado” (Juan 2.19-22 NBLA).
    Pero Jesús, resucitado, se les apareció a los discípulos que “pensaban que veían espíritu” (Lucas 24.37). Los “Testigos” hubieran dicho que sí, que era espíritu. ¿Qué dijo Cristo? “Palpad, y ved; porque un espíritu no tiene carne ni huesos, como veis que yo tengo” (Lucas 24.39). Estas palabras “yo tengo” significan que aún tiene cuerpo. Más de medio siglo después, el apóstol Juan recordó esta ocasión: “Lo que... palparon nuestras manos tocante al Verbo de vida” (1 Juan 1.1).
    Cuando “les mostró las manos y el costado” (Juan 20.20), los discípulos sabían que era el mismo Jesús que había sido crucificado. Él les dijo: “Mirad mis manos y mis pies, que yo mismo soy” (Lucas 24.39). Sin embargo, “todavía ellos, de gozo, no lo creían” (Lucas 24.41). También, Él “comió delante de ellos” (Lucas 24.43), y convencidos, “los discípulos se regocijaron viendo al Señor” (Juan 20.20).
    Todos los que están en los sepulcros saldrán, los salvos a vida, y los no salvos a condenación (Juan 5.29). Estos últimos “serán salados con fuego” (Marcos 9.49), siendo preservados en el fuego eterno y por Él. Pero el Señor Jesús prometió: “El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida” (Juan 5.24). Amigo, reflexiona ahora. ¿Cuál será la resurrección suya? ¿La de vida, o la de condenación?

    Tomás Kember
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"El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios. Y ésta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas" (Juan 3.18-19).