"Abba Padre"
Un hermano nuevo en la congregación asistía cada sábado a un estudio de varones. Para animarlo, le pidieron que la próxima semana abriera la reunión en oración, pues no quisieron sorprenderlo. Pero andaba toda la semana preocupado por qué diría en oración, ya que los hermanos iban a escucharle por primera vez. Había oído las oraciones largas y elocuentes de ellos. Consideraba que era un gran privilegio el poder orar delante de ellos, y quiso causar una buena impresión. Así que comenzó a componer una oración, por escrito, con textos bíblicos y expresiones tomadas de himnos, para que fuera muy elocuente. La memorizó, y cuando llegó el día del estudio, todos inclinaron la cabeza y ese hermano “oro”, recitando con emoción su oración compuesta, haciendo subir y bajar el tono de voz como había oído hacer otros hermanos, pues pensaba que así debía hacer para ser más espiritual. Todos dijeron “Amén” y él sentía alivio y quedó satisfecho. Pero luego, al final del tiempo del estudio, el que presidía dijo: “Hermano, como has orado tan bonito al principio, queremos pedirte que ores otra vez para terminar la reunión”.
¡Qué horror! Le entró un pánico y sentido de desmoronamiento, porque no sabía orar, y no podía repetir lo que ya había recitado. Pero los hermanos inclinaron sus cabezas y esperaron. Entonces él, con voz temblante comenzó a decir, como niño: “Oh Padre, gracias por el día, y las flores, y el sol, y por los hermanos, y bendícenos. Amén” – con un gran suspiro al final. Sabía que le habían descubierto, pero los hermanos se despidieron sin decirle nada. Cuando se iba, el hermano que presidía le tomó aparte y dijo: “Hermanito, ¿sabes qué? La segunda oración fue la mejor, porque salió del corazón, y en ella no intentabas impresionar a nadie. En la oración, habla siempre con Dios, con la confianza de que Él te conoce y ama y oye. Recuerda, ‘Abba Padre’ es lenguaje de niños, no de oradores profesionales. ‘Abba’ es lo que los niños llaman a su papá. Acercate a tu Padre celestial confiado que eres amado y aceptado. “Por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre!” (Gá. 4.6). No tienes que ser elocuente, sino sincero y sencillo, como un niño con su padre”.
Don J. Eddie Schwartz, un siervo de Dios durante muchos años en los Estados Unidos, relató ese incidente de su vida joven, para animar y ayudar a los hermanos en la oración. “...habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre!” (Ro. 8.15)
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Algunos han sido adoctrinados con la idea de que hay que luchar para entrar en la presencia de Dios. En una reunión de oración, una persona de esa persuasión oraba así: “Oh Dios, oh santo Dios eterno. Eres tan alto, tan santo, tan inescrutable, y Tus pensamientos no son nuestros. ¡No podemos acercarnos a Ti! ¿De qué modo podríamos atrevernos a presentarnos ante Tu trono soberano, donde en Tu perfecta justicia nos miras a nosotros unos meros hombres? No sabemos como dirigirnos a Ti, y ¿quiénes somos nosotros para hablar con Tu Alteza? ¿Qué podriamos decirte, pues eres omnisciente, omnipresente, omnipotente y perfecto en sabiduría y santidad. ¡Delante de ti son como nada todas las naciones, oh Altísimo! No podemos acercarnos a ti, pues somos indignos. No sabemos cómo dirigirnos a ti, y ¿quiénes somos nosotros para hacerlo?” Paró, y hubo un muy largo silencio.
Pareció que ahí terminó su oración. Seguro que a algunos hablar así suena muy espiritual y profundo. Pero entonces un hermano sencillo oró así: “Abba Padre, gracias por amarnos y recibirnos para que hablemos contigo”. Después, de forma sencilla, directa y confiada, como un niño con su padre, presentó sus peticiones y no habló de teología. Dejémonos de altilocuencias y sigamos su ejemplo.
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¡EL FIN VIENE!
William Macdonald
Indicaciones de que han llegado los últimos tiempos
Hay muchas indicaciones de que el arrebatamiento puede estar cerca. Podemos considerar las siguientes como indicios:
1. La constitución del Estado de Israel en 1948 (Lc. 21.29). La higuera (Israel) está brotando, es decir, sacando sus hojas (Lc. 21.29–38). Por vez primera durante siglos, los judíos tienen una existencia nacional en su propia patria. Esto significa que el reino de Dios está cerca.
2. El surgimiento de muchas otras naciones (Lc. 21.29). Jesús predijo que no sólo la higuera brotaría, sino que también lo harían todos los árboles. Hemos sido recientemente testigos del fin de gobiernos coloniales y de la proliferación de nuevas naciones. Es una era de renovados nacionalismos.
3. El regreso de Israel a la tierra en incredulidad (Ez. 36.24-25). Ezequiel profetizó que sólo sería tras el regreso de ellos que serían purificados de sus pecados. En la actualidad, Israel es mayormente una nación de agnósticos; sólo un segmento muy pequeño (aunque muy vocal) de la nación son judíos ortodoxos.
4. El movimiento ecuménico (Ap. 17 y 18). Entendemos que la Gran Babilonia es un inmenso sistema religioso, político y comercial compuesto de cuerpos religiosos que profesan ser cristianos, quizá una fusión del catolicismo apóstata con el protestantismo apóstata. La cristiandad se está volcando más y más hacia la apostasía (1 Ti. 4.1; 2 Ts. 2.3) y está de camino a ser una super iglesia mundial.
5. El crecimiento mundial del espiritismo (1 Ti 4.1–3). En la actualidad se está esparciendo por amplias zonas del mundo.
6. La drástica decadencia de las normas morales (2 Ti. 3.1–5). La prensa diaria da abundante prueba de esto. El mundo ahora acepta o tolera toda clase de pecado sexual. Se juntan parejas sin matrimonio. Los casados rompen sus votos y se divorcian, luego se vuelven a casar. Sin vergüenza se practica la homosexualidad, el lesbianismo y otras perversiones.
7. Abundan la violencia y desobediencia civil (2 Ts. 2.7-8). Hay un espíritu de anarquía en los hogares, en la vida nacional e incluso en la iglesia.
8. Las iglesias están pobladas de personas con una forma de piedad, pero niegan su poder (2 Ti. 3.5). Hay muchas profesiones falsas y superficiales.
9. Ha surgido del espíritu anticristiano (1 Jn. 2.18), que se manifiesta en la multiplicación de falsas sectas que profesan ser cristianas, pero que niegan todas las doctrinas fundamentales de la fe. Engañan por imitación (2 Ti. 3.8). Hablan de prosperidad económica y piden dinero (2 P. 2.2)
10. La tendencia de las naciones a confederarse en corrientes que se aproximan a la alineación de los últimos días. La Comunidad Económica Europea, basada en lo que se conoce como el Tratado de Roma, ha dado paso a la Unión Europea, y puede conducir al avivamiento del Imperio Romano —los diez dedos de hierro y barro (Dn. 2.32–35).
11. La negación de la inminente intervención de Dios en los asuntos del mundo por vía de juicio (2 P. 3.3-4). A esto se podrían añadir indicaciones como terremotos en muchos países, la amenaza de un hambre mundial, y la creciente hostilidad entre las naciones (Mt. 24:6, 7).
La mayor parte de estos acontecimientos son predichos en la Biblia como cosas que acaecerán justo antes que Cristo regrese a la tierra para reinar. La Biblia no dice que tendrán lugar antes del arrebatamiento, sino antes de Su manifestación gloriosa. Puesto que es así, y que ya vemos el abierto desarrollo de esas cosas, hay una conclusión inevitable: el arrebatamiento de la iglesia debe estar muy cerca, a las puertas. El apóstol Pedro, inspirado por Dios, nos exhorta así: “¡cómo no debéis vosotros andar en santa y piadosa manera de vivir” (2 P. 3.11)
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La Herejía “Amigable”
Mark Frees
Para muchos, la cuestión de la impecabilidad del Señor Jesucristo no es cosa de gran importancia. “Jesucristo no pecó”, afirman, y a continuación preguntan: “¿Para qué discutir si le era posible pecar o no?” Otros declaran llanamente que opinan que a Cristo le era posible pecar, aunque no pecó. Un reciente “best-seller” en las librerías evangélicas de Norteamérica afirma que no solo le era posible pecar, sino que, sin la ayuda del Espíritu Santo, probablemente habría pecado. Es alarmante saber que miles de cristianos que profesan creer la Biblia, aparentemente leen tal declaración sin pestañear.
Al cristianismo moderno no se le conoce por su discernimiento doctrinal. La superficialidad y el sentimentalismo abundan y predominan. Así que, quizás no debe sorprender que, en la actual teología popular, muchos evangélicos asentirían o tolerarían la idea de que nuestro Señor fuese capaz de pecar, y dirían: “a fin de cuentas lo importante es que no pecó”.
Quizás este punto de vista parece inofensivo a muchos. Puesto que sabemos que Él no pecó, ¿no sentimos consuelo al saber que nuestro Señor Jesús también luchaba con la tentación como nosotros? ¿No nos ayuda a identificarnos con Él, viéndole más genuinamente humano? Si tenemos claro que Él no pecó, ¿que hemos perdido si decimos que en teoría Él era capaz de pecar?
Ahí está el problema, que no entendemos la importancia de la impecabilidad, y nos parece inofensivo. Pero mirándolo más detenida y cuidadosamente, esta enseñanza es un semillero lleno de innumerables doctrinas perniciosas que pueden brotar y atacar, al menos en principio, muchas otras doctrinas de la Palabra de Dios.
Asumamos, por causa del argumento, que tienen razón los que enseñan que Cristo podía haber pecado (aunque no es cierto). Entonces sigamos el hilo de esa enseñanza para ver cuáles son las consecuencias lógicas. Me da cierto temor aun escribir tales pensamientos, pero si así podemos mostrar la verdadera naturaleza de esta falsa enseñanza, entonces quizás será provechoso.
Para comenzar, si Cristo pudiera haber pecado, casi todos Sus atributos divinos quedarían en entredicho. Si la tentación pudiera vencerlo, Él no sería omnipotente. Si pudiera ser engañado por el tentador, no sería omnisciente. Si el inmaculado Hijo de Dios pudiera haberse tornado un pecador común, no sería inmutable. Y por supuesto, Su santidad tampoco sería genuina ni divina.
Además, Sus credenciales como Salvador serían seriamente debilitados. ¿Podría ser el Salvador de los pecadores uno que, solo por una fracción de segundo, pudiera ser atraído por la idea de postrarse y adorar a Satanás? ¿No necesitaría también éste un salvador? Tal es el Cristo que pretenden ofrecernos los que insisten que nuestro Señor “luchaba” con la tentación.
¿No es cierto que cada fibra de Su santo ser repulsaría con disgusto y horror la mera idea de inclinarse a Satanás? ¿Puede negar esto cualquiera que ama verdaderamente al Señor Jesucristo? No cabe duda de que esa fue la propuesta más descarada del tentador. Pero para el Señor, seguramente era vil y abominable la mera sugerencia de salirse en lo mínimo del camino de la obediencia perfecta. Su santa alma no pudo entretener semejante idea.
Pero vayamos más allá y preguntemos a los que enseñan la “pecabilidad” de Cristo: Ya que decís que Cristo pudo haber pecado, ¿habéis considerado las consecuencias de tal cosa? Repito, es terrible pensarlo simplemente, y peor dejarlo grabado. Pero ya que algunos insisten tanto en que Cristo pudo haber pecado, es obligatorio y conveniente preguntar: ¿qué, si Él lo hubiese hecho?
Primero, todas las promesas gloriosas y profecías del Antiguo Testamento resultarían falsas, caducas, y más que inútiles. Se derrumbaría la veracidad de Dios. El gran plan de la redención colapsaría en un desorden total, porque el fracaso del postrer Adán sería peor que el del primero. La doctrina bíblica del Dios Trino se hundiría en desastre y confusión desesperanzada. Se iniciaría una guerra civil en la santa y divina trinidad, porque el Hijo estaría en enemistad con el Padre y el Espíritu Santo. Dios se convertiría en el hazmerreír de un universo rebelde, tanto tiempo como el universo pudiese soportarlo.
¿Impensable? Sí. ¿Inconcebible? Claro. Pero con el simple hecho de postular o declarar que Cristo podía haber pecado, están declarando que Él no era divino ni perfecto. Por eso, creo que insistir en la impecabilidad de Cristo es más que un concepto teológico, o una manera de buscarle tres pies al gato, como algunos alegan. Su impecabilidad es de gran importancia.
continuará, d.v., en el siguiente número
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La Edad De La Música
M. R. DeHaan (1891-1965)
¿igualito como en los días de los apóstoles?
...La sexta marca de los días de Noé fue ésta: Era una edad caracterizada por la música. En Génesis 4.21 leemos: “Y el nombre de su hermano fue Jubal, el cual fue padre de todos los que tocan arpa y flauta”.
De nuevo recuerdo a mis lectores que esta es la primera mención en toda la Biblia de los instrumentos musicales y de la música, y es un rasgo típico de los tiempos antes del diluvio. ¡Cuán grande es la similitud de aquel día con el día en que vivimos nosotros! Las palabras de nuestro Señor: “Como en los días de Noé”, vienen de nuevo a nuestra mente, porque sin duda nuestro día puede ser llamado la edad de la música. Ciertamente necesitamos decir poco acerca del tiempo presente al respecto. Nunca ha habido más música en el aire. Sintonizamos nuestras radios y la gran mayoría de los programas son de música, y ¡vaya música! Nuestra edad es predominante y preeminentemente una edad de jazz, rock, salsa y rap. El desarrollo de ritmos marcados por tambores como en ritos paganos y sensuales, va más allá de nuestros poderes descriptivos. ¡Música, música, música en todos los lugares! Los “cantantes” se lanzan en puro protagonismo y egoísmo, pavoneando con chillidos, gruñidos, susurros y balbuceos. Acarician y besan el micrófono como si fuera su verdadero amor, y ¿quién sabe?, ¡a lo mejor lo es! Su música provoca el nerviosismo, el sensualismo, la rebelión, los trances y otras locuras. Además, crea una generación de adictos que demandan más y más de su droga, la música. En lugar de satisfacer, crea apetito para más, y algunos gastan gran porción de su dinero en conciertos y colecciones personales de música.
Parece que ya no se puede hacer nada sin acompañamiento musical. Vendemos nuestros productos con música, lanzamos nuestras ofertas con música, anunciamos nuestra presencia con música. Pero lo triste es que ha invadido nuestras iglesias y los lugares sagrados de nuestras reuniones, sustituyendo música por la predicación de la Palabra. Aunque no hubo en todo el Nuevo Testamento ni siquiera un sólo concierto ni grupo musical, hoy en día estos proliferan entre los llamados “evangélicos”. ¿Qué patrón siguen si no está en el patrón neotestamentario? Está claro que los conjuntos y los conciertos proceden del mundo, y son para diversión y fines lucrativos, no para edificación. ¿Quién autoriza y promueve esto en las iglesias del Señor Jesucristo?
En lugar de cantar himnos espirituales, éstos y los himnarios desaparecen, dejando lugar para canciones graciosas, conciertos y otros programas musicales que pretenden preparar el corazón del hombre para recibir el Evangelio. Son populares los “coritos” que alguien llama “los 7-11”, esto es, siete palabras repetidas once veces, que no tienen mucha miga de mensaje, pero son divertidos. Se repiten frases huecas una y otra vez al ritmo de la síncopa, hasta que los de emociones inestables ceden bajo el estrés y se imaginan que hayan oído una voz del cielo. Dicen que Dios les ha hablado, pero no se refieren a la Palabra de Dios. Sí, es verdad que “Como en los días de Noé, así será...”
traducido y adaptado de las págs. 46-47 del libro:
The Days of Noah (“Los Días de Noé”), Zondervan, 1963
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Los Varones No Deben Tener Pelo Largo
una vergüenza y deshonra |
El mundo tiene sus modas, pero no debemos seguirlas. Tenemos un mandamiento: "Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta" (Ro. 12.1-2)
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Jeff Brown
Introducción
La Tribulación es un periodo futuro de tiempo que durará siete años. Comenzará después del arrebatamiento de la Iglesia, y terminará en la batalla de Armagedón y la segunda venida de Cristo en poder y gloria para establecer Su reino en este mundo. Será un tiempo de intervención divino en juicio sobre la tierra. A lo largo de la historia del mundo ha habido tiempos de sufrimiento, horror y terror, pero el periodo de la Tribulación (especialmente los últimos 3,5 años) será sin paralelo respecto a la extensión y la intensidad del sufrimiento (Mt. 24.21). La Palabra de Dios tiene más que decir sobre esos siete años que sobre cualquier otro periodo en la profecía. Será el tiempo más terrible en la historia de la humanidad, de sufrimiento y mortandad. Pero también será un tiempo de misericordia y gracia, porque los juicios de la Tribulación tendrán dos propósitos: castigarán a los pecadores endurecidos, pero también moverán a otros a arrepentirse. Esos santos de la Tribulación (posiblemente será millones de personas), se convertirán al Señor y saldrán “de la gran Tribulación” (Ap. 7.14; Jl. 2.30-32).
El Reloj Profético
La existencia de la Iglesia, desde Pentecostés hasta el arrebatamiento, no fue revelada a los profetas del Antiguo Testamento. No fue una idea posterior, sino siempre estaba en la mente de Dios y Sus propósitos eternos. Era un misterio que solo fue revelado en tiempos del Nuevo Testamento. Los profetas en el Antiguo Testamento profetizaron de eventos futuros que afectarían a Israel y las naciones gentiles. Muchos de ellos no comprendieron que la nación rechazaría al Mesías, y ninguno sabía que esas profecías serían temporalmente suspendidas – no canceladas. El reloj profético paró y solo se pondrá nuevamente en marcha cuando suceda el arrebatamiento. Después de eso, pronto se cumplirán una serie de profecías y comenzará la Tribulación.
El Significado de “Tribulación”
La Biblia enseña que hay tiempos cuando los creyentes estarán sujetos a pruebas y tribulaciones (Jn. 16.33; 2 Ti. 3.12). Muchos de nosotros hemos experimentado pruebas en la familia, presiones económicas, problemas de salud y posiblemente también el ser marginados o perseguidos debido a nuestro testimonio cristiano. En ciertas partes del mundo, los creyentes están muy familiarizados con esas cosas. En el pasado (especialmente el principio de la Edad de la Iglesia y hasta la Edad Media), muchos de los santos experimentaron sufrimientos por causa de Cristo. Así que, los creyentes de cada generación tienen tribulaciones de tiempo en tiempo. Pero “la Tribulación” es algo muy diferente. Es un tiempo todavía futuro, de duración específica, de los más horribles y extensas sufrimientos y muerte sin igual en la historia humana.
¿Pasaremos por la Tribulación?
Creemos que las Escrituras dicen claramente que nosotros (los creyentes – la Iglesia) no pasaremos por la Tribulación ni la experimentaremos de ninguna manera. Las persecuciones y tribulaciones corrientes en esta Edad de la Iglesia/la Gracia no son la ira de Dios. El futuro periodo de la Tribulación será un tiempo de la ira de Dios sobre el mundo que le ha dado la espalda. Se nos ha prometido que no pasaremos por la ira venidera (Ap. 3.10; 1 Ts. 1.10; 5.9). En Apocalipsis 2-3 Cristo siete veces apela con estas palabras: “El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias”. Apocalipsis 6-19 describe en detalle la tribulación, pero apela de manera diferente: “Si alguno tiene oído, oiga” (Ap. 13.9). No menciona las iglesias. ¿Por qué? ¡Porque no están presentes en el periodo de la Tribulación!
La Iglesia no es mencionada, ni hay referencia alguna a ella en esos capítulos de Apocalipsis sobre la Tribulación. Es mencionada luego, en 19.7, como “la esposa del Cordero”, cuando Cristo retorna en poder y gloria al final de la Tribulación.
traducido de la revista Assembly Testimony
continuará, d.v. en el siguiente número
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La Maravilla de la Regeneración
Cuando Dios creó el cuerpo humano, le dio una asombrosa capacidad especial para sanarse. El proceso ocurre por medio de la regeneración de células que crecen en los lugares afectados. Si uno se corta el dedo, la piel se separa y la herida sangra. Pero dentro de pocos días, el corte desaparece, porque se regeneran células nuevas para reemplazar las dañadas. La capa de piel exterior, la epidermis, pierde aproximadamente cincuenta millones de células diarias, que pronto son reemplazadas por células nuevas. Los científicos dicen que la epidermis se reemplaza totalmente cada veintisiete días. Otros órganos también se regeneran. Existen informes que dicen que el hígado puede crecer a su tamaño original después de que más de la mitad haya sido removido por intervención quirúgica. ¡Qué maravilloso es el cuerpo que Dios creó!
Sin embargo, la realidad es que nuestros cuerpos están muriéndose. Aun con la capacidad de regenerar ciertas partes, el cuerpo se sigue degenerando, culminando con la muerte física. El conocido dicho: “Lo único seguro en la vida es la muerte”, es acertado, hasta cierto punto. La Biblia dice en Hebreos 9.27 que “está establecida para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio”.
¿Por qué se está muriendo nuestro cuerpo? La culpa la tiene el pecado. En Romanos 6.23 la Biblia dice que “la paga del pecado es muerte”. Es inevitable que nuestros cuerpos mueran, porque todos hemos pecado. ¿Pero qué del alma? ¿Qué efecto tiene el pecado en ella? La Biblia enseña en Efesios 2.1 que ya estamos muertos en nuestros delitos y pecados. El pecado no solo trae la muerte física, sino que también, por causa del pecado, estamos muertos espiritualmente, y en esa condición no podemos agradar a Dios.
Pero ¡no pierda esperanza! Dios quiere regenerarlo a usted espiritualmente. En ese mismo pasaje (Efesio 2.1), también dice: “El os dio vida a vosotros” (se dirige a los creyentes). Aun estando nosotros muertos en delitos y pecados, Dios puede darnos vida espiritual. Ninguna iglesia ni sacramento ni filosofía puede hacer esto, sino solo Dios. Sin la regeneración, por religiosas o filosóficas que sean las personas, todavía están espiritualmente muertas. Solo Dios tiene el poder para regenerar a una persona.
¿Y cómo lo hace?
La respuesta está en Tito 3.5, “Nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración”. Dios nos puede regenerar, y nadie más puede hacer esto. Puede darnos vida por medio de un lavamiento. Pero no en agua. No es el bautismo, sino el lavamiento señalado en Apocalipsis 1.5, “Jesucristo... nos lavó de nuestros pecados con su sangre”. Esa es la clave: la sangre de Jesucristo. ¿Por qué?
Porque el Señor Jesús murió en la cruz para pagar por nuestros pecados, ya que la justicia de Dios demanda muerte como paga del pecado. Su sangre fue derramada, y así podemos ser lavados de nuestros pecados. No lavados literalmente en sangre, sino espiritualmente. Quiere decir que de esa manera Dios quita la condenación del pecado que causó nuestra muerte espiritual, y somos regenerados, hechos vivos. ¡Solo así podemos obtener perdón y tener vida eterna!
Nos impresiona el poder de la regeneración del cuerpo físico, pero la maravilla de la regeneración espiritual es ayun mayor. El Hijo de Dios vino al mundo para derramar Su sangre, con el fin de lavarnos de nuestros pecados. Entonces, permítame preguntar: ¿Ha sido usted lavado? ¿Tiene perdón y vida eterna? ¿Es salvo? La Biblia dice: “Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo” (Hechos 16.31).
tomado de un tratado escrito por d. Felipe Moore, de Hickory, Carolina del Norte, EE.UU.
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