“LA IGLESIA QUE ESTÁ EN TU CASA”
Donald Norbie
Estas palabras llamativas en Filemón 2 incluyen un saludo a “la iglesia que está en tu casa”. La frase es llamativa porque el concepto mencionado es hoy algo tan extraño. A diferencia de lo que vemos en el Nuevo Testamento, hoy algunos piensan que no se puede partir el pan ni considerarse iglesia hasta que tenga un local propio. ¡No era así en la iglesia primitiva! Pero hoy al mencionar la palabra “iglesia”, todos tienen la imagen de un edificio de uso dedicado, un “Cenáculo” o “Local Evangélico” o “Sala Evangélica”, quizás impresionante con una plataforma y púlpito, y en algunos casos un campanario alto que apunta el cielo. ¡Esta imagen no encaja en la sala de estar de una casa normal!
Por supuesto que los iluminados saben que Pablo saludó a una compañía de creyentes reunida en la casa de Filemón para enseñanza, comunión, adoración y oraciones. Un edificio material no es una iglesia; solo puede alojar a la asamblea de creyentes que se reúnen allí. No obstante, a muchos les parece pasado de moda la idea de reunirse una asamblea en una casa. Si se va a comenzar una obra, hay que iniciarlo con un local especial de “iglesia”. Piensan que reunirse en una casa o un lugar alquilado es algo extraño o sectario.
En primer lugar, debemos reconocer que hay un precedente bíblico para reunirse en una casa (Ro. 16:5; 1 Co. 16:19; Film. 2). Si un grupo comienza así, no por eso debe ser tachado de no bíblico. Esto no quiere decir que una asamblea esté obligada a comenzar así o quedarse siempre en una casa para ser bíblica. Evidentemente una sala alquilada fue empleada por la iglesia en Éfeso durante un tiempo (Hch. 19:9). Una asamblea puede crecer hasta el punto que no cabe en una casa y necesita más espacio.
Hay ciertas razones prácticas por las que comenzar en una casa. No ocasiona muchos gastos. Dos o tres familias pueden comenzar a reunirse como una iglesia neotestamentaria de esta manera cuando no hay finanzas para alquilar o comprar un local. ¿Se les debe negar el privilegio de reunirse en sencillez bíblica hasta que tengan un local? El local no hace la iglesia, como el hábito no hace al monje.
Cuando comienza en una casa o sala alquilada, probablemente desde el principio se desarrollará mejor el concepto espiritual de la iglesia, porque no hay un local para confundir el tema. Es más probable que los hermanos comprendan que ellos son la iglesia, un cuerpo de creyentes y que no lo es un edificio. En su debilidad y pequeñez numérica aprenden las lecciones benditas de fe y dependencia en el Señor. A menudo, en medio de circunstancias adversas Dios se da a conocer de manera especialmente dulce a la “manada pequeña”.
El ambiente informal del hogar tiende a animar más la participación y el crecimiento de los creyentes nuevos. Pocos jóvenes en la fe se atreverían a ponerse de pie y hablar en un local público. Sin embargo, en un hogar con pocas familias presentes, los hermanos jóvenes en el Señor se animan a expresarse en oración y en la Palabra (1 Co. 14:26). Aquí los dones espirituales comienzan a manifestarse, y los futuros ancianos de la asamblea comienzan a ejercitarse. Pero pese a su tamaño, cada asamblea debe nutrir este espíritu de amor familiar en sus reuniones. El Espíritu Santo desea libertad para expresarse. Con demasiada frecuencia Él se encuentra preso, encerrado y obligado por tradiciones, programas y organización.
Finalmente, hay muchas áreas en el mundo donde los creyentes son perseguidos con odio cruel. En esos lugares se reúnen furtivamente de casa en casa, a puerta cerrada, y a veces cambian el lugar y la hora para no ser descubiertos. Cantan casi en voz baja, y así también se hacen las oraciones, y la enseñanza de la Palabra. En medio de ellos hay una mesa con una copa y un pan. Adoran al Señor y aprenden de Su Palabra. ¿No es ésta una iglesia en el verdadero sentido?
Puede que llegue el tiempo en otros países cuando los que aman al Señor ya no podrán reunirse públicamente en locales de iglesia. Obligados a ir “subterráneo”, los creyentes conocerán nuevamente la realidad de la presencia de Dios en medio de un rebaño pequeño, “la iglesia que está en tu casa”. No despreciemos los comienzos pequeños.
Donald Norbie, capítulo 9 del libro La Iglesia Primitiva, Berea Libros
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EL PLAN DE DIOS PARA NUESTRA VIDA
Según Romanos 12:1-2 la única manera de comprobar "la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta", es si presentamos nuestro cuerpo en sacrificio vivo a Él. Demasiados creyentes aceptan el sacrificio de Cristo pero luego ellos no se quieren sacrificar. Quieren que Dios bendiga sus planes para su vida, que bendiga su voluntad, en lugar de sacrificarse para comprobar la voluntad de Dios. Temen decir como Pablo: "Señor ¿qué quieres que haga?" porque la respuesta puede romper todos sus esquemas y traer cambios a todo lo que tienen montado. Pero conviene recordar que SOLO la voluntad de Dios es buena, agradable y perfecta. Cuando lleguemos al cielo querremos haber comprobado esto en nuestra vida. William MacDonald escribe:
“El arquitecto de uno de los grandes puentes de Nueva York fue gravemente herido durante la construcción del puente. Soportó una larga e infeliz convalecencia. Cuando terminaron el puente y llegó el día de la dedicación, el arquitecto había mejorado y fue transportado en ambulancia y situado a la orilla del río. Al contemplar la estructura completa, se le iluminaron los ojos con satisfacción, y dijo: 'Es exactamente conforme al plan'. Hacia esta mete debemos avanzar tú y yo, para que al final el Señor mire nuestra vida y diga: 'Es exactamente conforme a mi plan'”.
En Marcos 11, el Señor dijo a los discípulos de entonces y a nosotros hoy: “Tened fe en Dios”. Eso es lo que Dios quiere y demanda, y es lo que le agrada. De paso observo que si todo fuera predestinado, predeterminado por Dios, no tendría ningún sentido llamar a los hombres a tener fe, ya que creyesen o no, no cambiaría nada. Pero el Señor habla de una fe que puede mover montañas.
Pero la fe es nuestra responsabilidad. Confiemos en Él, en lo que Él nos dice, porque Sus consejos son sabios y acertados. Pablo dice en 1 Corintios 1:9, “Fiel es Dios”. Entonces, ¿por qué no creerle? ¿Por qué no confiar en Él de modo que cambia nuestra conducta? Hay que creer en Aquel que no puede mentir, no puede equivocarse, no puede engañar y no puede fallar ni incumplir. La base de nuestra fe es la Palabra de Dios que vive y permanece para siempre. No hay que tener fe en las emociones, pues lo que sentimos no afecta la verdad de la Palabra.
Romanos 10:17 declara que “la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios”. La fe bíblica necesita la Palabra de Dios, pues sin ella no es fe sino presunción. 2 Pedro 1:19 dice que hacemos bien en estar atentos a la Palabra de Dios, como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro – no a lo que dicen los hombres, sino a lo que dice Dios.
Recordemos el ejemplo de los 12 espías enviados delante de Israel a la tierra prometida. Recorrieron la tierra y vinieron a reportar lo que habían visto. Así que la nación tomó una mala decisión basada en la vista, no en la fe. Sólo dos espías, Caleb y Josué, tuvieron fe en Dios. Ellos también habían visto a los gigantes y las ciudades amuralladas, pero tuvieron fe en Dios y Su Palabra, no en lo que vieron. Así esos dos entraron y los demás no. La vista puede arruinar la fe – como en el caso de Pedro cuando quiso andar sobre el mar para ir al Señor, pero empezaba a mirar el viento y las olas, y para abajo fue. El Señor lo tomó de la mano, lo rescató y le dijo: “¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?” (Mt. 14:28-31). Es una pregunta difícil de contestar bien.
Pablo, en cambio, cuando viajaba preso en un barco y después de muchos días de terrible tormenta en alta mar, declaró que nadie se iba a perder, y exhortó a todos a tener ánimo (Hch. 27:22-24). ¿Porque él lo decía, o porque él era optimista? ¡No! Porque Dios había hablado. “Oh varones, tened buen ánimo; porque yo confío en Dios que será así como se me ha dicho” (Hch. 27:25). ¡Y así fue! La fe no es creer mucho que algo será o pasará. Es confiar en la Palabra de Dios, porque Él no puede fallar.
Así que, hermanos, consideremos cuán importante es la fe en Dios para toda faceta de nuestra vida cristiana. No se debe orar sin fe, leer sin fe, cantar y alabar sin fe, ni obrar sin fe. No primero por vista, como dicen en el mundo, sino primero por fe. “Tened fe en Dios”, porque “sin fe es imposible agradar a Dios”.
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William MacDonald, Solo Una Vida
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"TENED FE EN DIOS"
Lucas Batalla
En Marcos 11, el Señor dijo a los discípulos de entonces y a nosotros hoy: “Tened fe en Dios”. Eso es lo que Dios quiere y demanda, y es lo que le agrada. De paso observo que si todo fuera predestinado, predeterminado por Dios, no tendría ningún sentido llamar a los hombres a tener fe, ya que creyesen o no, no cambiaría nada. Pero el Señor habla de una fe que puede mover montañas.
Pero la fe es nuestra responsabilidad. Confiemos en Él, en lo que Él nos dice, porque Sus consejos son sabios y acertados. Pablo dice en 1 Corintios 1:9, “Fiel es Dios”. Entonces, ¿por qué no creerle? ¿Por qué no confiar en Él de modo que cambia nuestra conducta? Hay que creer en Aquel que no puede mentir, no puede equivocarse, no puede engañar y no puede fallar ni incumplir. La base de nuestra fe es la Palabra de Dios que vive y permanece para siempre. No hay que tener fe en las emociones, pues lo que sentimos no afecta la verdad de la Palabra.
Romanos 10:17 declara que “la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios”. La fe bíblica necesita la Palabra de Dios, pues sin ella no es fe sino presunción. 2 Pedro 1:19 dice que hacemos bien en estar atentos a la Palabra de Dios, como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro – no a lo que dicen los hombres, sino a lo que dice Dios.
Recordemos el ejemplo de los 12 espías enviados delante de Israel a la tierra prometida. Recorrieron la tierra y vinieron a reportar lo que habían visto. Así que la nación tomó una mala decisión basada en la vista, no en la fe. Sólo dos espías, Caleb y Josué, tuvieron fe en Dios. Ellos también habían visto a los gigantes y las ciudades amuralladas, pero tuvieron fe en Dios y Su Palabra, no en lo que vieron. Así esos dos entraron y los demás no. La vista puede arruinar la fe – como en el caso de Pedro cuando quiso andar sobre el mar para ir al Señor, pero empezaba a mirar el viento y las olas, y para abajo fue. El Señor lo tomó de la mano, lo rescató y le dijo: “¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?” (Mt. 14:28-31). Es una pregunta difícil de contestar bien.
Pablo, en cambio, cuando viajaba preso en un barco y después de muchos días de terrible tormenta en alta mar, declaró que nadie se iba a perder, y exhortó a todos a tener ánimo (Hch. 27:22-24). ¿Porque él lo decía, o porque él era optimista? ¡No! Porque Dios había hablado. “Oh varones, tened buen ánimo; porque yo confío en Dios que será así como se me ha dicho” (Hch. 27:25). ¡Y así fue! La fe no es creer mucho que algo será o pasará. Es confiar en la Palabra de Dios, porque Él no puede fallar.
Así que, hermanos, consideremos cuán importante es la fe en Dios para toda faceta de nuestra vida cristiana. No se debe orar sin fe, leer sin fe, cantar y alabar sin fe, ni obrar sin fe. No primero por vista, como dicen en el mundo, sino primero por fe. “Tened fe en Dios”, porque “sin fe es imposible agradar a Dios”.
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Cristo A La Diestra De Dios
1 Pedro 3:22 declara que Él está ahí. Pensemos en lo que esto significa. La Biblia enseña que la diestra de Dios es un lugar de:
1. Poder Mateo 26:64
1. Poder Mateo 26:64
"la diestra del poder de Dios"
2. Honor Hechos 2:33; 5:31
2. Honor Hechos 2:33; 5:31
"exaltado por la diestra de Dios"
3. Descanso Hebreos 1:3; 8:1; 10:12
3. Descanso Hebreos 1:3; 8:1; 10:12
"se sentó a la diestra de la Majestad"
4. Intercesión Romanos 8:34
4. Intercesión Romanos 8:34
"está a la diestra de Dios, el que también
intercede por nosotros".
5. Preeminencia Efesios 1:20-21
intercede por nosotros".
5. Preeminencia Efesios 1:20-21
"sentándole a su diestra en los lugares
celestiales, sobre todo..."
6. Dominio Hebreos 1:13; 1 Pedro 3:22
celestiales, sobre todo..."
6. Dominio Hebreos 1:13; 1 Pedro 3:22
"...está a la diestra de Dios; y a él están sujetos
ángeles, autoridades y potestades".
Estemos sujetos a Él también los que confesamos Su Nombre. "¿Por qué me llamáis Señor, Señor, y no hacéis lo que yo digo?" Lc. 6:46
Estemos sujetos a Él también los que confesamos Su Nombre. "¿Por qué me llamáis Señor, Señor, y no hacéis lo que yo digo?" Lc. 6:46
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El Secreto De La Felicidad
Muchos intentan alcanzar la felicidad mediante el dinero, el placer, el conicimiento, el arte, la fama, el poder o la filosofía. Pero considera algunos casos de hombres muy conocidos y "exitosos", y cómo terminaron sus vidas.
DINERO
Jay Gould, el prestigioso financiero norteamericano del siglo XIX, con 1.300 millones de dólares, confesó al morir: "supongo que soy el diablo más miserable en la tierra".
George Eastman, fundador de la industria fotográfica (Kodak) en los EE.UU., dio millones de dólares a obras de caridad, pero se enfermó y desesperado se suicidó.
INTELIGENCIA
Luis Álvarez, ganador del premio Nóbel de Física, la nocha que recibió su homenaje dijo: "No estamos libres de un catástrofe global en el futuro tal como una época de enfriamiento global, o un período de intensa actividad volcánica que deje una capa de polvo en la atmósfera, o el deshielo en Antártida que podría inundar gran parte de la tierra habitable".
FAMA
Simón Bolívar, el célebre libertador de varios países, dijo al final de su vida: "Yo estoy viejo, enfermo, cansado, desengañado, hostigado, calumniado y mal pagado. No pido por recompensa más que el reposo y la conservación de mi honor. Pero por desgracia es lo que no consigo". También dijo: "He sembrado en el viento y arado en el mar".
Salvador Dalí, famoso pintor español, pasó los últimos años de su vida solitario y murió triste.
PODER
Alejando Magno, quizás el general más notable de la historia, conquistó al mundo de su época, y luego lloró diciendo: "¡Ya no hay más mundos por conquistar!" Pero no conquistó al pecado. El gran general y estratega se entregó a los vicios de alcohol y sodomía, contrajo fiebre y murió con 32 años de edad.
FILOSOFÍA
Voltaire era enérgico opositor de la Biblia y el evangelio de Jesucristo. Pero su conclusión fue: "¡Ojalá nunca haber nacido!"
Esos y muchos otros confirman la verdad dicho por el rey Salomón hace más de 3.000 años: "Todo es vanidad y aflicción de espíritu" (Eclesiastés 2:17). También Cristo advirtió que si ganares todo el mundo y perdieres tu alma (como esos hombres), ¿de qué aprovecha? Hoy si pudieran, todos esos hombres contestarían: "¡Nada!"
Amigo, la verdadera vida, la salvación y la felicidad se encuentran solo en Jesucristo. Él declaró: "Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás" (Juan 6:35). ¡Búscale hoy!
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EL TRIBUNAL DE CRISTO
Carlos Tomás Knott
“Porque todos compareceremos ante el tribunal de Cristo. Porque escrito está: Vivo yo, dice el Señor, que ante mí se doblará toda rodilla, y toda lengua confesará a Dios. De manera que cada uno de nosotros dará a Dios cuenta de sí” (Ro. 14:10-12).
Hermanos, ¿estamos preparados para el Tribunal de Cristo? Muchos se preparan para todo menos eso. Se preparan más para su carrera, o incluso para sus vacaciones, que para comparecer ante el Señor. Pero el mero hecho de que Dios haya establecido un juicio para creyentes demuestra cuán importante es cómo vivimos. Muchos aparentemente creen que tienen libertad para vivir como les gusta, pero el Tribunal de Cristo dice que no es así. Vamos al juicio.
Sí, somos salvos solo por la gracia, por medio de la fe, sin obras. Y los creyentes nunca vendrán a juicio por sus pecados, porque ésos ya fueron juzgados cuando el Señor murió por nosotros. “Ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús” (Ro. 8:1). No irán al Gran Trono Blanco para ser juzgados y condenados por sus obras (Ap. 20:11-15). Aquel lugar es el destino de los que no son del Señor.
Pero los creyentes, “todos compareceremos ante el tribunal de Cristo”. Dios estableció este juicio para los creyentes, para examinar su carácter, sus obras y su servicio. “Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo” (2 Co. 5:10). Saldrán cosas malas también en este juicio.
Romanos 14:11 cita y aplica Isaías 45:23 a los creyentes: “Vivo yo, dice el Señor, que ante mí se doblará toda rodilla, y toda lengua confesará a Dios”. Nos arrodillaremos ante el Señor y confesaremos Su señorío. Y porque Él es nuestro Señor, debemos vivir esta vida como a Él le gusta, para Él, no para nosotros. En el Tribunal de Cristo se verá cómo hemos vivido, no durante las reuniones, sino qué hemos hecho con toda nuestra vida, el tiempo, los talentos y dones que el Señor nos ha dado.
El versículo 12 afirma “que cada uno de nosotros dará a Dios cuenta de sí”. Se refiere a cada creyente. No solo los predicadores, sino cada hermana y hermano. Dice que “dará a Dios...”, esto es, al Señor Jesucristo, y esta expresión indica que Él es Dios. No daremos cuenta a los hombres, ni tenemos que vivir para agradarles. No es el tribunal de ellos, sino de Cristo. Daremos cuenta a Dios. Por eso, Pablo dice en 1 Corintios 4:3, “Yo en muy poco tengo el ser juzgado por vosotros, o por tribunal humano; y ni aun yo me juzgo a mí mismo”. Los corintios le estaban juzgando, y algunos hoy siguen con sus tribunales humanos, pero Dios es el Juez. Pablo dijo a los gálatas: “Pues, ¿busco ahora el favor de los hombres, o el de Dios? ¿O trato de agradar a los hombres? Pues si todavía agradara a los hombres, no sería siervo de Cristo” (Gá. 1:10). Así debemos vivir, para agradar a Dios antes que a los hombres. ¿Cómo podemos hacerlo? Leyendo y obedeciendo Su Palabra, pues ahí Él nos dice cómo vivir. La Palabra de Dios será el criterio usado en el Tribunal de Cristo.
Dice: “dará cuenta de sí”, no de los demás. Nos gusta saber de vidas ajenas, curiosear y juzgar a la carrera, pero el verdadero juicio que debe preocuparnos es el que nos hará el Señor Jesucristo. ¿Qué dijo el Señor a Pedro cuando él pregunto qué haría Juan? “¿Qué a ti? Sígueme tú” (Jn. 21:22). Si otros no obedecen al Señor, no los sigamos. Mal de muchos, consuelo de tontos. Sigamos al Señor aunque por ello tengamos que andar solos. Cada uno de nosotros estará individualmente delante del Señor, cara a cara, para que toda su vida cristiana sea revisada. Daremos cuenta, y el Señor nos juzgará. ¡En el cielo hay todo el tiempo necesario para hacer esto sin prisas, y ningún detalle se omitirá! Puede ser para bien, o para mal. Los pequeños detalles como un vaso de agua dado a un discípulo (Mr. 9:41), la pequeña ofrenda de una viuda que sacrifica todo su sustento (Mr. 12:42), y la ofrenda y atención a la persona de Cristo (Mr. 14:3-9) tendrán su recompensa. “Dios no es injusto para olvidar vuestra obra y el trabajo de amor que habéis mostrado hacia su nombre, habiendo servido a los santos y sirviéndoles aún” (He. 6:10). Pero por otra parte, la atención divina del Señor a todos los detalles de nuestra vida cristiana incluirá todo aquello en que no hemos hecho Su voluntad sino la nuestra, en que no le hemos seguido sino al mundo. “¿Por qué me llamáis, Señor, Señor, y no hacéis lo que yo digo?” (Lc. 6:46). Si es incómodo leer esto, ¡cuánto más estar ante Cristo que nos mira cara a cara y nos pregunta así!
Pero es necesario el Tribunal de Cristo, porque Dios nos ha comprado por precio (1 Co. 6:19-20), y nos ha instruído y equipado para vivir para Él. El día de nuestro juicio se acerca, “para que cada uno reciba según lo que haya hecho” (2 Co. 5:10). Los que han sido fieles, recibirán recompensa – galardón – corona. “He aquí yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra” (Ap. 22:12). Pero los que no, no van a entrar en el cielo sonriendo y diciendo o pensando que a fin de cuentas no era tan importante vivir para Cristo. “Si la obra de alguno se quemare, él sufrirá pérdida” (1 Co. 3:15). Los creyentes no se pueden perder, pero pueden sufrir. De ahí tal vez las lágrimas que el Señor enjugará, porque el juicio vendrá y no podemos evitarlo. Los que no vivieron debidamente perderán – no habrá galardon, recompensa, aprobación, alabanza. El apóstol Juan nos exhorta a permanecer en el Señor – vivir fielmente para Él, “para que en su venida no nos alejemos de él avergonzados” (1 Jn. 2:28). Es posible sentir vergüenza, tristeza y pérdida en la presencia del Señor, porque todo será examinado. “La obra de cada uno se hará manifiesta; porque el día la declarará, pues por el fuego será revelada; y la obra de cada uno cuál sea, el fuego la probará” (1 Co. 3:13). “La obra”, no las buenas intenciones, los sueños o deseos, sino “según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo” .
Lo bueno es lo que se conforma a la Palabra de Dios. Por eso nos urge leerla, meditarla, estudiarla y conocerla bien. Lo malo es lo que no. Hay dos palabras griegas que se traducen “malo” – uno significa algo malvado, el pecado, el mal. La otra palabra es la que aparece aquí, y significa “inútil”. Nuestras malas obras – pecados – fueron juzgados en el Calvario. Pero nuestras otras malas obras – las cosas inútiles para Cristo que hemos hecho en la vida cristiana, serán juzgadas en el Tribunal de Cristo, y recibiremos según lo que hayamos hecho, incluso lo malo. Dios no echará fuera a ningún creyente porque la salvación no es por obras sino por gracia. Pero habrá reprensión, pérdida de recompensa, pérdida de gozo, tristeza al ver nuestro fracaso ante el Señor que dio todo por nosotros. Podemos ser salvos pero así como por fuego. Al Señor no le da igual cómo vivivmos. Le importa mucho lo que hacemos mientras estamos en el cuerpo, y lo sabemos porque Él ha establecido el Tribunal de Cristo para juzgarnos. Entre las muchísmas cosas que serán juzgadas, considera solo estas poquitas:
1. Nuestras palabras. En Mateo 12:36-37 el Señor advierte que de toda palabra ociosa que digamos, daremos cuenta y seremos juzgados por nuestras palabras. Con razón Proverbios menciona tanto la lengua y los labios, y Santiago dedica todo el capítulo 3 de su epístola al asunto de la lengua. Los puritanos decían que más se han arrepentido de hablar que de guardar silencio. Hay mucho chismear, murmurar, comentar en secreto, criticar, y quejarse entre los cristianos. Es probable que después de los pensamientos, donde más erramos es con la boca. Las redes sociales facilitan el mal uso de palabras. Todas nuestras palabras se oirán otra vez en el Tribunal de Cristo.
2. Nuestros hechos. Gálatas 6:7 afirma que Dios no puede ser burlado, y que “todo lo que el hombre sembrare, eso también segará”. Debemos hacer bien a todos los hombres, especialmente a los de la familia de la fe. Esto incluye el tema de las buenas obras que Efesios 2:10 enseña como el propósito divno para nosotros. Cada capítulo de Tito menciona las buenas obras de los creyentes. Hebreos 13:16 exhorta: “Y de hacer bien y de la ayuda mutua no os olvidéis; porque de tales sacrificios se agrada Dios”. El Señor examinará nuestras obras, y daremos cuenta delante de Él. ¿Han sido para Él, conforme a Su Palabra? Nuestros hechos incluyen nuestro servicio cristiano. 1 Corintios 3:11-15 enseña la importancia de edificar con oro, plata y piedras preciosas, no con madera, heno, hojarasca. Lo barato – lo del mundo y la carne – es popular y fácil de hallar y usar. Lo caro – lo de Dios, lo bíblico – es más difícil, porque va contra la sabiduría, la corriente del mundo y los deseos de la carne. Sería fácil tener éxito usando métodos no bíblicos que gustan a la carne. Pero aunque los hombres aplauden el aparente éxito de grandes congregaciones, dinero, edificios y programas, todo se quemará en el Tribunal de Cristo. El fuego de Cristo espera y acabará con todo lo que no se conforma a Su Palabra.
El Señor sabe quiénes le son fieles y obedientes, y ellos recibirán el "bien hecho, siervo fiel". Seamos hallados entre ellos, porque en aquel día la aprobación de los hombres no significa absolutamente nada.
continuará, d.v.
Sí, somos salvos solo por la gracia, por medio de la fe, sin obras. Y los creyentes nunca vendrán a juicio por sus pecados, porque ésos ya fueron juzgados cuando el Señor murió por nosotros. “Ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús” (Ro. 8:1). No irán al Gran Trono Blanco para ser juzgados y condenados por sus obras (Ap. 20:11-15). Aquel lugar es el destino de los que no son del Señor.
Pero los creyentes, “todos compareceremos ante el tribunal de Cristo”. Dios estableció este juicio para los creyentes, para examinar su carácter, sus obras y su servicio. “Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo” (2 Co. 5:10). Saldrán cosas malas también en este juicio.
Romanos 14:11 cita y aplica Isaías 45:23 a los creyentes: “Vivo yo, dice el Señor, que ante mí se doblará toda rodilla, y toda lengua confesará a Dios”. Nos arrodillaremos ante el Señor y confesaremos Su señorío. Y porque Él es nuestro Señor, debemos vivir esta vida como a Él le gusta, para Él, no para nosotros. En el Tribunal de Cristo se verá cómo hemos vivido, no durante las reuniones, sino qué hemos hecho con toda nuestra vida, el tiempo, los talentos y dones que el Señor nos ha dado.
El versículo 12 afirma “que cada uno de nosotros dará a Dios cuenta de sí”. Se refiere a cada creyente. No solo los predicadores, sino cada hermana y hermano. Dice que “dará a Dios...”, esto es, al Señor Jesucristo, y esta expresión indica que Él es Dios. No daremos cuenta a los hombres, ni tenemos que vivir para agradarles. No es el tribunal de ellos, sino de Cristo. Daremos cuenta a Dios. Por eso, Pablo dice en 1 Corintios 4:3, “Yo en muy poco tengo el ser juzgado por vosotros, o por tribunal humano; y ni aun yo me juzgo a mí mismo”. Los corintios le estaban juzgando, y algunos hoy siguen con sus tribunales humanos, pero Dios es el Juez. Pablo dijo a los gálatas: “Pues, ¿busco ahora el favor de los hombres, o el de Dios? ¿O trato de agradar a los hombres? Pues si todavía agradara a los hombres, no sería siervo de Cristo” (Gá. 1:10). Así debemos vivir, para agradar a Dios antes que a los hombres. ¿Cómo podemos hacerlo? Leyendo y obedeciendo Su Palabra, pues ahí Él nos dice cómo vivir. La Palabra de Dios será el criterio usado en el Tribunal de Cristo.
Dice: “dará cuenta de sí”, no de los demás. Nos gusta saber de vidas ajenas, curiosear y juzgar a la carrera, pero el verdadero juicio que debe preocuparnos es el que nos hará el Señor Jesucristo. ¿Qué dijo el Señor a Pedro cuando él pregunto qué haría Juan? “¿Qué a ti? Sígueme tú” (Jn. 21:22). Si otros no obedecen al Señor, no los sigamos. Mal de muchos, consuelo de tontos. Sigamos al Señor aunque por ello tengamos que andar solos. Cada uno de nosotros estará individualmente delante del Señor, cara a cara, para que toda su vida cristiana sea revisada. Daremos cuenta, y el Señor nos juzgará. ¡En el cielo hay todo el tiempo necesario para hacer esto sin prisas, y ningún detalle se omitirá! Puede ser para bien, o para mal. Los pequeños detalles como un vaso de agua dado a un discípulo (Mr. 9:41), la pequeña ofrenda de una viuda que sacrifica todo su sustento (Mr. 12:42), y la ofrenda y atención a la persona de Cristo (Mr. 14:3-9) tendrán su recompensa. “Dios no es injusto para olvidar vuestra obra y el trabajo de amor que habéis mostrado hacia su nombre, habiendo servido a los santos y sirviéndoles aún” (He. 6:10). Pero por otra parte, la atención divina del Señor a todos los detalles de nuestra vida cristiana incluirá todo aquello en que no hemos hecho Su voluntad sino la nuestra, en que no le hemos seguido sino al mundo. “¿Por qué me llamáis, Señor, Señor, y no hacéis lo que yo digo?” (Lc. 6:46). Si es incómodo leer esto, ¡cuánto más estar ante Cristo que nos mira cara a cara y nos pregunta así!
Pero es necesario el Tribunal de Cristo, porque Dios nos ha comprado por precio (1 Co. 6:19-20), y nos ha instruído y equipado para vivir para Él. El día de nuestro juicio se acerca, “para que cada uno reciba según lo que haya hecho” (2 Co. 5:10). Los que han sido fieles, recibirán recompensa – galardón – corona. “He aquí yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra” (Ap. 22:12). Pero los que no, no van a entrar en el cielo sonriendo y diciendo o pensando que a fin de cuentas no era tan importante vivir para Cristo. “Si la obra de alguno se quemare, él sufrirá pérdida” (1 Co. 3:15). Los creyentes no se pueden perder, pero pueden sufrir. De ahí tal vez las lágrimas que el Señor enjugará, porque el juicio vendrá y no podemos evitarlo. Los que no vivieron debidamente perderán – no habrá galardon, recompensa, aprobación, alabanza. El apóstol Juan nos exhorta a permanecer en el Señor – vivir fielmente para Él, “para que en su venida no nos alejemos de él avergonzados” (1 Jn. 2:28). Es posible sentir vergüenza, tristeza y pérdida en la presencia del Señor, porque todo será examinado. “La obra de cada uno se hará manifiesta; porque el día la declarará, pues por el fuego será revelada; y la obra de cada uno cuál sea, el fuego la probará” (1 Co. 3:13). “La obra”, no las buenas intenciones, los sueños o deseos, sino “según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo” .
Lo bueno es lo que se conforma a la Palabra de Dios. Por eso nos urge leerla, meditarla, estudiarla y conocerla bien. Lo malo es lo que no. Hay dos palabras griegas que se traducen “malo” – uno significa algo malvado, el pecado, el mal. La otra palabra es la que aparece aquí, y significa “inútil”. Nuestras malas obras – pecados – fueron juzgados en el Calvario. Pero nuestras otras malas obras – las cosas inútiles para Cristo que hemos hecho en la vida cristiana, serán juzgadas en el Tribunal de Cristo, y recibiremos según lo que hayamos hecho, incluso lo malo. Dios no echará fuera a ningún creyente porque la salvación no es por obras sino por gracia. Pero habrá reprensión, pérdida de recompensa, pérdida de gozo, tristeza al ver nuestro fracaso ante el Señor que dio todo por nosotros. Podemos ser salvos pero así como por fuego. Al Señor no le da igual cómo vivivmos. Le importa mucho lo que hacemos mientras estamos en el cuerpo, y lo sabemos porque Él ha establecido el Tribunal de Cristo para juzgarnos. Entre las muchísmas cosas que serán juzgadas, considera solo estas poquitas:
1. Nuestras palabras. En Mateo 12:36-37 el Señor advierte que de toda palabra ociosa que digamos, daremos cuenta y seremos juzgados por nuestras palabras. Con razón Proverbios menciona tanto la lengua y los labios, y Santiago dedica todo el capítulo 3 de su epístola al asunto de la lengua. Los puritanos decían que más se han arrepentido de hablar que de guardar silencio. Hay mucho chismear, murmurar, comentar en secreto, criticar, y quejarse entre los cristianos. Es probable que después de los pensamientos, donde más erramos es con la boca. Las redes sociales facilitan el mal uso de palabras. Todas nuestras palabras se oirán otra vez en el Tribunal de Cristo.
2. Nuestros hechos. Gálatas 6:7 afirma que Dios no puede ser burlado, y que “todo lo que el hombre sembrare, eso también segará”. Debemos hacer bien a todos los hombres, especialmente a los de la familia de la fe. Esto incluye el tema de las buenas obras que Efesios 2:10 enseña como el propósito divno para nosotros. Cada capítulo de Tito menciona las buenas obras de los creyentes. Hebreos 13:16 exhorta: “Y de hacer bien y de la ayuda mutua no os olvidéis; porque de tales sacrificios se agrada Dios”. El Señor examinará nuestras obras, y daremos cuenta delante de Él. ¿Han sido para Él, conforme a Su Palabra? Nuestros hechos incluyen nuestro servicio cristiano. 1 Corintios 3:11-15 enseña la importancia de edificar con oro, plata y piedras preciosas, no con madera, heno, hojarasca. Lo barato – lo del mundo y la carne – es popular y fácil de hallar y usar. Lo caro – lo de Dios, lo bíblico – es más difícil, porque va contra la sabiduría, la corriente del mundo y los deseos de la carne. Sería fácil tener éxito usando métodos no bíblicos que gustan a la carne. Pero aunque los hombres aplauden el aparente éxito de grandes congregaciones, dinero, edificios y programas, todo se quemará en el Tribunal de Cristo. El fuego de Cristo espera y acabará con todo lo que no se conforma a Su Palabra.
El Señor sabe quiénes le son fieles y obedientes, y ellos recibirán el "bien hecho, siervo fiel". Seamos hallados entre ellos, porque en aquel día la aprobación de los hombres no significa absolutamente nada.
continuará, d.v.
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