UN MUNDO CRUEL
Cuando Jesucristo nació: “Dios...manifestado en carne”, este mundo no le dio lugar (Lc. 2:7). Su primera cama era un pesebre, en un establo. Juan 1:11 dice: “A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron”. Herodes intentó matarlo. Vino a ser “despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto” (Is. 53:3). Ante el gobernador Pilato la turba hostil gritaba: “¡Fuera, fuera, crucifícale!” (Jn. 19:15). Después, le crucificaron, y le escarnecían aún en la cruz, meneando la cabeza, y le injuriaban (Mt. 27:39, 41).
Este mundo es culpable de la muerte de Jesucristo, el Hijo de Dios. Roma, el estado, participó, e Israel, la religión, también (1 Co. 2:8). El pueblo dijo: “Su sangre sea sobre nosotros y sobre nuestros hijos” (Mt. 27:25).
Se deshicieron de Él, y ahora, sin haberse arrepentido, sin doblar la rodilla, sin fe, ellos se gozan y se alegran, pero sin amarle a Cristo. Se envían regalos los unos a los otros y disfrutan comidas especiales (véase Ap. 11:10). El nombre de Cristo sólo es la excusa para una fiesta pagana. Éste es el mismo principio que el Señor citó al decir: “adornaís los monumentos de los justos” que anteriormente habían matado (Mt. 23:29-31). ¡Cómo si Caín, después de asesinar a su hermano, hubiera declarado el nacimiento de Abel un día de fiesta! Asimismo, el mundo que rechazó a Cristo ahora pretende celebrar el día de Su supuesto nacimiento – usan y profanan Su Santo Nombre para gratificar sus placeres carnales. “No tomaréis el nombre de Jehová tu Dios en vano” (Éx. 20:7).
Así son las vanidades de este mundo. Pero “No os engañéis, Dios no puede ser burlado” (Gá. 6:7). Pronto Él tomará venganza por la sangre de Su Hijo. "...cuando se manifieste el Señor Jesús desde el cielo con los ángeles de su poder, en llama de fuego, para dar retribución a los que no conocieron a Dios, ni obedecen al evangelio de nuestro Señor Jesucristo" (2 Ts. 1:7-8).
Este mundo es culpable de la muerte de Jesucristo, el Hijo de Dios. Roma, el estado, participó, e Israel, la religión, también (1 Co. 2:8). El pueblo dijo: “Su sangre sea sobre nosotros y sobre nuestros hijos” (Mt. 27:25).
Se deshicieron de Él, y ahora, sin haberse arrepentido, sin doblar la rodilla, sin fe, ellos se gozan y se alegran, pero sin amarle a Cristo. Se envían regalos los unos a los otros y disfrutan comidas especiales (véase Ap. 11:10). El nombre de Cristo sólo es la excusa para una fiesta pagana. Éste es el mismo principio que el Señor citó al decir: “adornaís los monumentos de los justos” que anteriormente habían matado (Mt. 23:29-31). ¡Cómo si Caín, después de asesinar a su hermano, hubiera declarado el nacimiento de Abel un día de fiesta! Asimismo, el mundo que rechazó a Cristo ahora pretende celebrar el día de Su supuesto nacimiento – usan y profanan Su Santo Nombre para gratificar sus placeres carnales. “No tomaréis el nombre de Jehová tu Dios en vano” (Éx. 20:7).
Así son las vanidades de este mundo. Pero “No os engañéis, Dios no puede ser burlado” (Gá. 6:7). Pronto Él tomará venganza por la sangre de Su Hijo. "...cuando se manifieste el Señor Jesús desde el cielo con los ángeles de su poder, en llama de fuego, para dar retribución a los que no conocieron a Dios, ni obedecen al evangelio de nuestro Señor Jesucristo" (2 Ts. 1:7-8).
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Ocho Razones De Peso
Por las cuales un cristiano que desea agradar al Señor no debería observar la fiesta de la navidad:
1. Porque ni es mandado, ni enseñado ni practicado en todo el Nuevo Testamento. No forma parte de la "doctrina apostólica". Su origen no es bíblico. Los siervos del Señor deben dar buen ejemplo de ceñirse a lo bíblico, y no enseñar ni practicar cosas del mundo.
2. Porque Dios prohíbe el culto a los astros, y el 25 de
diciembre era entre los paganos el día del “nacimiento del sol”, y no
del Señor Jesús. (Dt. 4:19-20; 17:2-5; 2 R. 23:5; Ez. 8:16).
3. Porque
entonces debe guardar también todas las demás festividades introducidas
en el oscuro siglo IV por el Papa-Emperador Constantino y por la Roma
papal hasta hoy, como “viernes santo”, “corpus Cristi”, “reyes”, “la
asunción de María”, etc. (1 R. 12:26-33; 14:16).
4. Porque Dios ha
ocultado la fecha exacta del nacimiento del Señor, posiblemente para que no
demos la gloria a lo carnal (y no debemos añadir a la Escritura): “Y aun
si a Cristo conocimos según la carne, ya no le conocemos así” (2 Co.
5:16-17; Pr. 30:6; Ap. 22:18).
5. Porque cuando nació el Señor no
podía ser diciembre, pues los pastores guardaban el ganado en el monte,
cosa que no hacían entre octubre y marzo por el frío y las nevadas (Lc.
2:8).
6. Porque debemos manifestar un marcado contraste con el mundo
que festeja comiendo y bebiendo el supuesto nacimiento del Redentor en
quien no cree y al que no se somete. El creyente debe comer y beber para
la gloria de Dios (Jn. 17:14-17; 1 Co. 10:21, 31), y no imitar ni copiar a los del mundo.
7. Porque Dios
nos exhorta a no guardar “los días, los meses y los tiempos, y los
años”. No es nuestra devoción ni obligación el cumplir con un calendario
religioso inventado por los hombres (Gá. 4:1-12). ¿Por qué no cristianizar y celebrar también cosas como Halloween? Curioso es que algunos cristianos rechazan Halloween pero celebran Navidad.
8. Porque el Señor nos ha dejando un sólo
día para observar en memoria de Él: el “día del Señor”, eso es, el
primer día de la semana. En ese día le recordamos con los símbolos que
Él nos dio, no un árbol ni regalos para nosotros, sino el pan y el vino en la Cena del
Señor. Así anunciamos Su muerte, no su natividad, hasta que Él venga (1
Co. 11:23-26; Sal. 118:24; Jn. 20:1, 19, 26; Hch. 20:7; 1 Co. 16:2; Ap.
1:10).
“No aprendáis el camino de las naciones...porque las costumbres de los pueblos son vanidad” (Jer. 10:2-3).
“Y no participéis en las obras infructuosas de las tinieblas; sino más bien reprendedlas” (Ef. 5:11).
autor desconocido
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¿Cuál Es El Propósito De Nuestra Vida?
En 2 Corintios 5:17 Pablo dice: "De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es..." Si somos nuevas criaturas, parte de una nueva creación, entonces surge la inevitable pregunta: "¿Para qué nos creó Dios?" ¿Estamos aquí para amontonar dinero? ¿Para hacer un nombre para nosotros mismos? ¿Para acumular posesiones materiales? ¿Para tener casas y jardines lujosos? ¿Para beber de la copa del placer? ¿Para ir en pos de lo trivial? ¿Acaso nuestros planes deben terminar en la tumba? ¿Acaso no tenemos un destino más elevado que el de construir un nido en un árbol que está destinado a la destrucción?
La respuesta, por supuesto, es que estamos aquí para glorificar a Dios y representar al Señor Jesucristo en la guerra. Somos la sal de la tierra y la luz del mundo...somos embajadores de Dios. Todo lo demás es una distracción. Todo lo demás es irrelevante.
William MacDonald, del Manual del Discípulo
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SIETE MILAGROS DEL LIBRO
Dyson Hague
(viene del número anterior)
7. Revela Cristo
Pero el mayor milagro de la Biblia es Cristo. El es su plenitud, su centro, su gran Tema. Todo trata de El. Tanto el Antiguo Testamento como el Nuevo hablan de Jesús; El es el gran hecho consumado de la historia, su principio, su centro y su meta. De este Libro es licito decir: “la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su lumbrera” (Ap.21:23).
Mientras haya hombres sobre esta tierra, este Libro, que habla de esta encumbradísima persona–de Jesús, el centro de la expectación del mundo, del Alfa y Omega de todas las profecías, de Jesús, la revelación de Dios, del Redentor, del Señor resucitado, que está por venir y glorificado–, igual que un imán atraerá a sí los corazones de los hombres, y se pugnará por él, vivirá y morirá por él.
Una palabra final
Piensa en esto, a saber que a la Biblia, este precioso Libro, no se la debe leer uno como se lee cualquier otro libro, ni como algún libro de literatura o ciencias. ¡Eso nunca! Acércate a este Libro con respeto, leelo pidiendo a la vez la ayuda del Espíritu Santo. “Quita tu calzado de tus pies, porque el lugar en que tú estás, tierra santa es” (Éx. 3:5).
Otros libros son de la tierra, pero las Escrituras son del Cielo. Piensa y no digas que este Libro tan solo contiene la Palabra de Dios: este Libro es la Palabra de Dios. No lo aprecies por ser un buen libro o un libro mejor, sino que tengas aprecio por él mismo en tu corazón y en tu fe altamente, no como palabra de hombres, sino como aquello, que en verdad lo es, la Palabra de Dios, aun más – la Palabra viva del Dios vivo: sobrenatural en su origen, eterno en su duración, inapreciable en su valor, sin límite en su alcanze, dado de Dios, aun cuando ha sido redactado por hombres, vivificador en su fuerza, infalible en su autoridad, personal en su aplicación, inspirado en su conjunto.
“Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón. Y no hay cosa creada que no sea manifiesta en su presencia; antes bien todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta” (He. 4:12-13).
“Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones; entendiendo primero esto, que ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada, porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo” (2 P. 1:19-21).
Dyson Hague (1857-1935)
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¿A ESTO LO LLAMAS ÉXITO?
En el año 1923, en Chicago (EE. UU.), en un hotel de lujo, hubo una reunión del grupo de financieros que habían tenido más éxito en todo el mundo. Entre ellos controlaban más dinero en total que el que había en el Ministerio de Hacienda de los Estados Unidos. ¡Sólo podemos imaginar cuánto dinero pasaba por sus manos ! Durante años los periódicos y las revistas publicaron muy a menudo artículos destacando los éxitos de esos seis hombres, imprimiendo sus consejos en cuanto a finanzas para los demás, y también chafardeando en sus vidas privadas. ¿Cómo no?, para saber lo bien que se lo pasaban estos hombres que eran sumamente ricos. De esa manera muchas personas fueron animadas y persuadidas a seguir el ejemplo de "los seis de Chicago". Pero dejaron de seguirles y dar reportajes sobre sus vidas... y por alguna razón se les olvidó contar el resto de la historia de los seis. ¿Sabes por qué? Sigue leyendo y sabrás el resto de la historia de esos seis.
1. CHARLES SCHWAB: el presidente de la más grande de las empresas de acero. El se mantuvo viviendo del crédito los últimos cinco años de su vida, y murió sin ni siquiera un centavo.
2. RICHARD WHITNEY: el presidente de la famosa bolsa de valores de Nueva York ("Wall Street"). El pasó sus postreros años en la cárcel de Sing Sing.
3. ALBERT FALL: miembro del Consejo de Ministros del Presidente de los Estados Unidos. Recibió un indulto para poder salir de la cárcel y morir en su casa.
4. JESSE LIVERMORE: el inversionista más grande y potente en toda la bolsa de valores. Se suicidó.
5. LEON FRASER: el presidente del Banco de Finanzas Internacionales. Se suicidó.
6. IVAR KREUGER: el dueño y gerente del monopolio más grande del mundo. Se suicidó.
El resto de la historia de sus vidas la prensa no lo publicó como lo había hecho con la primera parte. El final de sus vidas manifiesta que todo su esmero y afán por el dinero y el poder fue un error y un engaño. El final de la vida de "los seis" da la razón a la Biblia, porque ella dice algo respecto al asunto de dinero, que es como una profecía que siempre se cumple:
"Porque los que quieren enriquecerse, caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición" (1 Timoteo 6:9).
Y si tú, amigo lector, te involucras en una vida de codicia, materialismo y avaricia, envidiando a los demás y tratando de acumular tesoros para ti, acabarás como estos seis hombres. Por cierto, ellos eran más ricos y poderosos de lo que tú o yo podríamos lograr ser, pero a pesar de todo acabaron sus vidas en ruinas y ellos tenían que morir igual que los demás, e irse al encuentro con Dios, después de haber ignorado las advertencias de su Palabra. ¿Y eso es éxito? "Porque ¿qué aprovechará al hombre si ganare todo el mundo y perdiere su alma?" (S. Marcos 8:36-37).
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Las Características De Un Cristiano Inmaduro
A. W. Tozer
A. W. Tozer
“De manera que yo, hermanos, no pude hablaros como a espirituales, sino como a carnales, como a niños en Cristo”.
1 Corintios 3:1Algunas personas piensan que un cristiano espiritual es una persona bastante trágica, anémica, apocada, suave, amable e inofensiva, que va por ahí con una sonrisa permanente en su rostro, y a la que nada puede provocar una indignación espiritual. No creo que ésta sea la definición bíblica de la espiritualidad. Si así fuera, no podríamos decir que Jesucristo, Juan el Bautista y Juan y Pedro fueron hombres espirituales.
El cristiano inmaduro ha sido regenerado, pero es inmaduro y espiritualmente imperfecto, con un desarrollo retardado. Es tan posible ser retrasado espiritualmente como lo es padecer de un retraso físico, espiritual y mental, es decir, tener las características de un bebé. Pablo usa la palabra “niño” en 1 Corintios 3:1, lo cual es una descripción anónima, como es la frase “niños en Cristo”.
Una iglesia de Cristo puede incluir al menos cuatro clases de personas. Tenemos al asistente medio, que viene siempre pero nunca se convierte. Viene y parece disfrutar, tiene amigos entre los cristianos, pero nunca ha pasado de muerte a vida. Ésa es una clase.
Hay otra, que es la de aquellos formados para ser cristianos pero que no lo son. Parecen cristianos porque han aprendido el lenguaje cristiano y pueden hacer determinadas cosas, dando a todos la impresión de que son cristianos de verdad. Por lo general los vemos a cargo de todas las actividades de la iglesia local.
Luego están los verdaderos cristianos, pero que son inmaduros. Nunca se han desarrollado para ser cristianos maduros, funcionales. Se encuentran en el mismo punto en que estaban cuando fueron salvos.
Afortunadamente, también hay cristianos verdaderos que además son espirituales. Lo triste es que en la mayor parte de las iglesias parecen ser una minoría.
Las características de un cristiano inmaduro
Quiero concentrarme en el cristiano inmaduro. Éste parece formar parte del grupo más grande de la Iglesia contemporánea. Sus miembros arrebatan a la Iglesia el poder y la influencia, contradiciendo la enseñanza clara de la Biblia. Pablo dijo que esas características no eran espirituales, sino inmaduras, y cuando esos rasgos figuran en los cristianos, son personas no espiriutales. La mejor manera de comprender esto es comparar al cristiano inmaduro con las características que tiene un bebé.
Egocéntricos
Permítame comparar a esos cristianos inmaduros con los bebés. Todo el mundo conoce bien las encantadoras payasadas de los bebés. Personalmente, me encantan los bebés. En nuestro hogar ya hemos tenido unos cuantos pequeñines adorables. Pero lo primero que detectamos en los bebés es su egoísmo.
El bebé dispone de un pequeño mundo propio, y no tiene ni idea de que existe otro mundo fuera del suyo. Es una personita egocéntrica, y todos los demás – mamá, papá, hermanos y hermanas – giran en torno a ese pequeño sol central. Todos los demás son sólo cuerpos insignificantes para el bebé. Define su mundo con las palabras “yo”, “mío” y otras parecidas.
Este es el concepto paulino del cristiano inmaduro, alguien que es egocéntrico, que vive una vida cristiana centrada en sí mismo. Está claro que ha nacido de nuevo, pero vive de tal manera que todo gira en torno a él o ella. La única importancia que tienen los demás está en función de las necesidades del bebé.
Oreintados hacia los sentimientos
Otra característica de un bebé es que se ve afectado indebidamente por sus sentimientos. La calidad de vida de un bebé gira en torno a sus sentimientos. El más leve cambio en ellos tendrá una gran repercusión sobre la vida en general. Todo bebé reclama un entorno perfecto, entendiendo como tal, sencillamente, aquel que [sigue] completamente sus sentimientos. Un instante es un muchachito feliz, y al siguiente berrea como si se hubiera acabado su mundo. La evidencia siempre da paso a los sentimientos y a las emociones.
Normalmente sacamos una conclusión basada en la evidencia, en lugar de dejarnos llevar por los sentimientos. Los cristianos inmaduros tienden a vivir según sus emociones. Primero, deben tener lo que ellos llaman “un buen ambiente” en la iglesia, y entonces sí disfrutan. Si no hay buen ambiente, no lo pasan bien. Si eso sigue igual, buscarán otro lugar donde lo pasen mejor. Son más o menos víctimas y marioinetas de su entorno.
Un bebé es víctima de su entorno, una víctima voluntaria, porque berrea como un toro cuando algo sale mal. Aunque a un bebé haya dejado de dolerle un dedo, seguirá llorando mucho después de que se le haya olvidado o ya no le duela, porque se ve afectado indebidamente por sus temores; o bien se divierte y se ríe porque sí, sin más motivo.
Con nuestra nieta Judith descubrí que si apoyaba mi nariz en la suya y balbuceaba, ella también balbuceaba y se reía la mar de divertida, y nos lo pasábamos bien juntos. Me pregunto qué tendrá eso de gracioso. No sé qué tiene de divertido, pero ella lo considera uno de los mejores ejemplos de humor que haya penetrado en su pequeño círculo de interés o de atención durante su año de vida. Ella y yo hacemos ese numerito y nos lo pasamos muy bien. Yo no creo que sea gracioso, pero es divertido ver lo bien que se lo pasa ella.
Los bebés están abatidos o se ríen a carcajadas sin motivo. Son víctimas de sus sentimientos y de sus sentidos, porque son inmaduros. Éste es también el rasgo distintivo de un cristiano inmaduro. Se anima y se desanima con demasiada facilidad. Llora cuando no hay motivo para ello y ríe cuando no es divertido. Al cabo de un tiempo, un cristiano debería aprender que las cosas no deben ser así.
Dependientes de lo externo
La tercera característica de un bebé es su propensión a descansar en todo lo externo. Un bebé carece de vida interior. Los psicólogos dicen que los bebés nacen sin mente, que van desarrollando a medida que crecen. No sé si será así, pero sí sé que nacen con capacidad intelectual, aunque sus pequeñas mentes estén vacías. Déle a un bebé un sonajero de colores y se entretendrá durante horas. A medida que se hacen mayores, su capacidad va aumentando, pero aun así no tienen vida interior. Descansan por completo en lo externo.
Éste es también un rasgo de un cristiano inmaduro. Vive demasiado en la religión visible, y depende de las circunstancias externas. Le gustan las luces de colores y los sonidos curiosos o atractivos, y el aspecto de determinados uniformes o decoraciones; todo lo que alimente su mente infantil llamándola desde fuera, de lo interno a lo externo.
Podemos estar tan seguros como de que estamos vivos que, en proporción al modo en que nos afecten las circunstancias externas, somos inmaduros. Porque Jesús dijo: “Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren” (Jn. 4:23) No hay otro modo de que lo externo puede adorar perfectamente al Padre. El cristiano inmaduro no puede adorar sin sonajeros y juguetes religiosos; si no los tiene, se aburre y pierde interés.
Para un cristiano maduro, cualquier lugar desapacible es propicio para adorar si tiene el corazón en su sitio y el Espíritu habita en él. La adoración y la comunión con Dios pueden ser reales y sinceras, y la tranquilidad ser la misma, porque el cristiano espiritual no depende de lo externo.
Carentes de propósito
Otra característica de un bebé es su ausencia total de propósito. Un bebé ve una pelota y la quiere. No sabe qué es la pelota o qué hará una vez la consiga; pero quiere esa pelota roja que está justo fuera de su alcance. Aún no ha aprendido a gatear, de modo que debe pedirla llorando, y cuando la obtiene, se decepciona. No quería la pelota con ningún propósito concreto, y una vez la tiene no cumplirá ninguno. Por supuesto, esto es característico de los bebés.
Aunque son muy dulces –no querría que fuesen de otro modo, porque son lo más encantador del mundo– carecen de propósito en la vida. Pero cuando un niño crece un poco más y empieza a gatear y a decir cosas, comienza a apartar los objetos o a avanzar hacia uno determinado. Cuando llega a la adolescencia, ya habrá elaborado un propósito para su vida.
De la misma manera que un bebé no tiene propósito, veo que el cristiano inmaduro tampoco lo tiene. Vive para la siguiente lección. Quiere saber dónde estará el buen predicador, y va a escucharle. Quiere enterarse de dónde cantará ese coro tan estupendo, y va, se sienta y halaga su inmadurez escuchando a los mejores cantantes que encuentre. O bien quiere saber dónde se reúne el mayor número de personas, y la multitud le carga las baterías. Aquí no hay propósito alguno; nunca entró y cayó de rodillas para decir: “Dios, ¿para qué he nacido, y por qué he sido redimido? ¿Qué sentido tiene todo?” Su vida carece totalmente de propósito.
El cristiano inmaduro ha sido regenerado, pero es inmaduro y espiritualmente imperfecto, con un desarrollo retardado. Es tan posible ser retrasado espiritualmente como lo es padecer de un retraso físico, espiritual y mental, es decir, tener las características de un bebé. Pablo usa la palabra “niño” en 1 Corintios 3:1, lo cual es una descripción anónima, como es la frase “niños en Cristo”.
Una iglesia de Cristo puede incluir al menos cuatro clases de personas. Tenemos al asistente medio, que viene siempre pero nunca se convierte. Viene y parece disfrutar, tiene amigos entre los cristianos, pero nunca ha pasado de muerte a vida. Ésa es una clase.
Hay otra, que es la de aquellos formados para ser cristianos pero que no lo son. Parecen cristianos porque han aprendido el lenguaje cristiano y pueden hacer determinadas cosas, dando a todos la impresión de que son cristianos de verdad. Por lo general los vemos a cargo de todas las actividades de la iglesia local.
Luego están los verdaderos cristianos, pero que son inmaduros. Nunca se han desarrollado para ser cristianos maduros, funcionales. Se encuentran en el mismo punto en que estaban cuando fueron salvos.
Afortunadamente, también hay cristianos verdaderos que además son espirituales. Lo triste es que en la mayor parte de las iglesias parecen ser una minoría.
Las características de un cristiano inmaduro
Quiero concentrarme en el cristiano inmaduro. Éste parece formar parte del grupo más grande de la Iglesia contemporánea. Sus miembros arrebatan a la Iglesia el poder y la influencia, contradiciendo la enseñanza clara de la Biblia. Pablo dijo que esas características no eran espirituales, sino inmaduras, y cuando esos rasgos figuran en los cristianos, son personas no espiriutales. La mejor manera de comprender esto es comparar al cristiano inmaduro con las características que tiene un bebé.
Egocéntricos
Permítame comparar a esos cristianos inmaduros con los bebés. Todo el mundo conoce bien las encantadoras payasadas de los bebés. Personalmente, me encantan los bebés. En nuestro hogar ya hemos tenido unos cuantos pequeñines adorables. Pero lo primero que detectamos en los bebés es su egoísmo.
El bebé dispone de un pequeño mundo propio, y no tiene ni idea de que existe otro mundo fuera del suyo. Es una personita egocéntrica, y todos los demás – mamá, papá, hermanos y hermanas – giran en torno a ese pequeño sol central. Todos los demás son sólo cuerpos insignificantes para el bebé. Define su mundo con las palabras “yo”, “mío” y otras parecidas.
Este es el concepto paulino del cristiano inmaduro, alguien que es egocéntrico, que vive una vida cristiana centrada en sí mismo. Está claro que ha nacido de nuevo, pero vive de tal manera que todo gira en torno a él o ella. La única importancia que tienen los demás está en función de las necesidades del bebé.
Oreintados hacia los sentimientos
Otra característica de un bebé es que se ve afectado indebidamente por sus sentimientos. La calidad de vida de un bebé gira en torno a sus sentimientos. El más leve cambio en ellos tendrá una gran repercusión sobre la vida en general. Todo bebé reclama un entorno perfecto, entendiendo como tal, sencillamente, aquel que [sigue] completamente sus sentimientos. Un instante es un muchachito feliz, y al siguiente berrea como si se hubiera acabado su mundo. La evidencia siempre da paso a los sentimientos y a las emociones.
Normalmente sacamos una conclusión basada en la evidencia, en lugar de dejarnos llevar por los sentimientos. Los cristianos inmaduros tienden a vivir según sus emociones. Primero, deben tener lo que ellos llaman “un buen ambiente” en la iglesia, y entonces sí disfrutan. Si no hay buen ambiente, no lo pasan bien. Si eso sigue igual, buscarán otro lugar donde lo pasen mejor. Son más o menos víctimas y marioinetas de su entorno.
Un bebé es víctima de su entorno, una víctima voluntaria, porque berrea como un toro cuando algo sale mal. Aunque a un bebé haya dejado de dolerle un dedo, seguirá llorando mucho después de que se le haya olvidado o ya no le duela, porque se ve afectado indebidamente por sus temores; o bien se divierte y se ríe porque sí, sin más motivo.
Con nuestra nieta Judith descubrí que si apoyaba mi nariz en la suya y balbuceaba, ella también balbuceaba y se reía la mar de divertida, y nos lo pasábamos bien juntos. Me pregunto qué tendrá eso de gracioso. No sé qué tiene de divertido, pero ella lo considera uno de los mejores ejemplos de humor que haya penetrado en su pequeño círculo de interés o de atención durante su año de vida. Ella y yo hacemos ese numerito y nos lo pasamos muy bien. Yo no creo que sea gracioso, pero es divertido ver lo bien que se lo pasa ella.
Los bebés están abatidos o se ríen a carcajadas sin motivo. Son víctimas de sus sentimientos y de sus sentidos, porque son inmaduros. Éste es también el rasgo distintivo de un cristiano inmaduro. Se anima y se desanima con demasiada facilidad. Llora cuando no hay motivo para ello y ríe cuando no es divertido. Al cabo de un tiempo, un cristiano debería aprender que las cosas no deben ser así.
Dependientes de lo externo
La tercera característica de un bebé es su propensión a descansar en todo lo externo. Un bebé carece de vida interior. Los psicólogos dicen que los bebés nacen sin mente, que van desarrollando a medida que crecen. No sé si será así, pero sí sé que nacen con capacidad intelectual, aunque sus pequeñas mentes estén vacías. Déle a un bebé un sonajero de colores y se entretendrá durante horas. A medida que se hacen mayores, su capacidad va aumentando, pero aun así no tienen vida interior. Descansan por completo en lo externo.
Éste es también un rasgo de un cristiano inmaduro. Vive demasiado en la religión visible, y depende de las circunstancias externas. Le gustan las luces de colores y los sonidos curiosos o atractivos, y el aspecto de determinados uniformes o decoraciones; todo lo que alimente su mente infantil llamándola desde fuera, de lo interno a lo externo.
Podemos estar tan seguros como de que estamos vivos que, en proporción al modo en que nos afecten las circunstancias externas, somos inmaduros. Porque Jesús dijo: “Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren” (Jn. 4:23) No hay otro modo de que lo externo puede adorar perfectamente al Padre. El cristiano inmaduro no puede adorar sin sonajeros y juguetes religiosos; si no los tiene, se aburre y pierde interés.
Para un cristiano maduro, cualquier lugar desapacible es propicio para adorar si tiene el corazón en su sitio y el Espíritu habita en él. La adoración y la comunión con Dios pueden ser reales y sinceras, y la tranquilidad ser la misma, porque el cristiano espiritual no depende de lo externo.
Carentes de propósito
Otra característica de un bebé es su ausencia total de propósito. Un bebé ve una pelota y la quiere. No sabe qué es la pelota o qué hará una vez la consiga; pero quiere esa pelota roja que está justo fuera de su alcance. Aún no ha aprendido a gatear, de modo que debe pedirla llorando, y cuando la obtiene, se decepciona. No quería la pelota con ningún propósito concreto, y una vez la tiene no cumplirá ninguno. Por supuesto, esto es característico de los bebés.
Aunque son muy dulces –no querría que fuesen de otro modo, porque son lo más encantador del mundo– carecen de propósito en la vida. Pero cuando un niño crece un poco más y empieza a gatear y a decir cosas, comienza a apartar los objetos o a avanzar hacia uno determinado. Cuando llega a la adolescencia, ya habrá elaborado un propósito para su vida.
De la misma manera que un bebé no tiene propósito, veo que el cristiano inmaduro tampoco lo tiene. Vive para la siguiente lección. Quiere saber dónde estará el buen predicador, y va a escucharle. Quiere enterarse de dónde cantará ese coro tan estupendo, y va, se sienta y halaga su inmadurez escuchando a los mejores cantantes que encuentre. O bien quiere saber dónde se reúne el mayor número de personas, y la multitud le carga las baterías. Aquí no hay propósito alguno; nunca entró y cayó de rodillas para decir: “Dios, ¿para qué he nacido, y por qué he sido redimido? ¿Qué sentido tiene todo?” Su vida carece totalmente de propósito.
continuará d.v. en el número siguiente
A. W. Tozer, capítulo 8 del libro Fe Auténtica, Editorial Portavoz
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