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viernes, 4 de octubre de 2013

EN ESTO PENSAD -- octubre 2013

LOS HIJOS - ¿ALEGRÍA O ALBOROTO?
parte II

(la primera parte apareció en el nº de agosto, Nº 128)


¿CÓMO EDUCAR?
(La lucha está conmigo mismo para hacerlo como Dios quiere).
¿Pero cómo podemos educar? ¿Cómo podemos educar a nuestros hijos para que nos obedezcan? Dios nos ha dado la respuesta en Su Palabra.
Proverbios 22:15 dice: “La necedad está ligada en el corazón del muchacho; mas la vara de la corrección la alejará de él”. 
(Pero, Señor, seguramente Tu no quieres decir que use una vara, un palo, con mi hijo. Me pregunto: “¿Que debo ser un policía con una vara para mantenerlo en orden? Le amo demasiado para querer hacerle daño”). “El que detiene el castigo, a su hijo aborrece; mas el que lo ama, desde temprano lo corrige”. Proverbios 13:24.
(Pero sigo discutiendo con el Señor: Hay otras formas de disciplina. Las palabras pueden ser varas...un reproche, un regaño.) “No rehúses corregir al muchacho; porque si lo castigas (corriges) con vara, no morirá. Lo castigarás (corregirás) con vara, y librarás su alma del Seol”. Proverbios 23:13, 14.
(Pero yo quiero dejar que él crezca libre, sin inhibiciones.) “La vara y la corrección dan sabiduría: Mas el muchacho consentido avergonzará a su madre”. Proverbios 29:15.
(Otra vez intento justificarme: Estas pequeñas desobediencias todavía no son muy serias. Él es tan pequeño. Voy a esperar hasta que sea más grandecito, y entonces, comprenderá más y podré hacerle entrar en razón.) “Castiga (corrige) a tu hijo en tanto que hay esperanza; y no se apresure tu alma para destruirlo”. Proverbios 19:18.
(Pero temo que si lo disciplino, sólo será más rebelde.) “Corrige a tu hijo, y te dará descanso, y dará alegría a tu alma”. Proverbios 29:17.
Me he tenido que preguntar a mi mismo: ¿Creo lo que el Señor dice en estos versículos? ¿Que si yo amo a mis hijos y quiero obedecer a Dios en cuanto a ellos, tengo que tomar una varita y pegarles físicamente cuando desobedecen? (En las Escrituras la palabra hebrea para vara quiere decir palo, ramo o ramita de un árbol). Creo sinceramente que eso es lo que Él quiere decir. También creo que si yo, con fe, obedezco a Su Palabra, Él cumplirá cada promesa que ha hecho en cuanto a la educación de mi hijo.
Es por eso que mi obediencia a Dios, al educar a mi hijo, requiere que cada vez que le pida hacer cualquier cosa, debo insistir que obedezca. Si no me obedece inmediatamente al pedirselo en un tono de voz normal, entonces tengo que tomar la varita y corregirlo (el amor exige esto) lo suficiente para que duela y así no va a querer que se repita.

EL AMOR TIENE SU PRECIO

Un amor egoísta desea un camino fácil. Yo podría ser egoísta en mis sentimientos hacia mi hijo y evitarme el dolor de verlo sufrir ahora para luego enviarlo al mundo sin preparación para el sufrimiento natural que la vida le impondrá. Pero un amor que da de sí mismo comprende que la obediencia cuesta y duele.  Dios muestra Su amor para con Sus hijos cuando los educa a través del sufrimiento. “Porque el Señor a quien ama disciplina y azota a todo el que recibe por hijo. Si sorportáis la disciplina, Dios os trata como a hijos”. Hebreos 12:6-7. Y luego el lenguaje es aun más duro cuando dice que si Dios no nos disciplina, somos “bastardos, y no hijos”.
El dolor que la varita produce en el cuerpo evita el dolor que más tarde el carácter sufriría debido a una vida controlada por el egoísmo. “Los azotes que hieren son medicina para el malo, y el castigo purifica el corazón”. Proverbios 20:30.
“Conozco, oh Jehová, que Tus juicios son justos, y que conforme a Tu fidelidad me afligiste”. Salmo 119:75.
“Bueno me es haber sido humillado (afligido),  para que aprenda tus estatutos”. Salmo 119:71. “Antes que fuera yo humillado (afligido), descarriado andaba; mas ahora guardo tu palabra”. Salmo 119:67.
El niño al que nunca se le educó a temprana edad a someter su voluntad a la de otra persona, necesitará sufrir “disciplina” más tarde, para poder llegar a la madurez cristiana. En Su gracia, Dios disciplinará a esa persona, pero después de tantos años de dejarse llevar por su propia voluntad y sus caprichos, habrá mucho más dolor y sufrimiento. “Bueno le es al hombre llevar el yugo desde su juventud”. Lamentaciones 3:27.
Usar la varita con mi hijo no es muy agradable, pero inmediatamente después de corregirlo lo puedo tomar en mis brazos, besarlo y decirle que le amo mucho pero que él debe obedecerme. El Señor nos trata a nosotros de esta manera, ¿no es cierto? ¿Quién de nosotros no se acuerda de alguna ocasión en que hemos sido disciplinados severamente por nuestro Dios y luego hemos oído Su dulce voz diciendonos, “He hecho esto contigo porque te amo”? “Venid y volvamos a Jehová; porque el arrebató y nos curará; hirió y nos vendará”. Oseas 6:1.
continuará, d.v. en el siguiente nº

NOTA DEL EDITOR: Este material es bueno no sólo para los padres, sino también para los abuelos, especialmente cuando cuidan diariamente a sus nietos (cosa que deberían hacer los padres, no ellos). Existe la tendencia de sólo jugar con ellos y consentirles demasiado, en lugar de educarlos con amor en el Señor.

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La Certidumbre y La Seguridad de Salvación


No todos entienden con claridad la diferencia entre la certidumbre de la salvación y la seguridad de la salvación. No son iguales. La certidumbre se refiere a la certeza que uno tiene de que es salvo. Es decir, sabe que los versículos que hablan de la salvación y de las personas salvas se aplican a él. La certidumbre significa saber por cierto que uno ha sido justificado por la fe, ha nacido de nuevo como un hijo de Dios, y por consiguiente tiene la salvación. Así uno de los ministerios del Espíritu Santo es el de iluminarnos y asegurarnos en cuanto a nuestra salvación. Él mismo es el sello: “el Espíritu Santo de la promesa” y “las arras de nuestra herencia” (Ef. 1:13-14). Entonces, el que tiene certidumbre de salvación es uno que sabe estas cosas, y se ve retratado en los versículos que hablan de esa bendita certeza. Si comprendes y aplicas así las Escrituras, ellas quitan la duda respecto a tu estado espiritual, y como consecuencia te proporcionan confianza, esperanza, paz y gozo verdadero. Dios quiere que cada creyente sepa que tiene vida eterna (1 Jn. 5:13).
Luego hay la doctrina de la seguridad de la salvación. Esta doctrina nos enseña que cuando uno ha nacido de nuevo, y ha sido justificado por la fe, no es posible que pierda esta salvación tan grande, porque quien le salva es Dios. El creyente es guardado por el poder de Dios (1 P. 1:5). Puesto que la salvación es por la gracia de Dios, por la fe, tendría que fallar la misma gracia de Dios para que un creyente se perdiera. La salvación es eternamente segura precisamente porque depende de Dios, no de nosotros. Él es el Salvador, y eso significa que ni nos salvamos ni nos guardamos salvos – esas cosas las hace el Salvador. Por eso Él asegura que los que tienen vida eterna "no perecerán jamás" (Jn. 10:28). ¡Es imposible estar más seguro que en las manos de Cristo y del Padre, y sellado por el Espíritu Santo! La seguridad de la salvación, al igual que la certidumbre, trae al creyente confianza, esperanza, paz y gozo. Gracias al Señor, "irrevocables son los dones y el llamamiento de Dios" (Ro. 11:29).                            
Carlos

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“Da, pues, a tu siervo corazón entendido...” (1 R. 3:9).
“...y sus mujeres desviaron su corazón” (1 R. 11:3).

He aquí un hombre con un buen comienzo pero un pobre final, y tristemente aun hoy esto caracteriza la vida de muchos. Salomón había comenzado muy bien, porque no le pidió a Dios las cosas usuales: muchos años, muchas riquezas, y la muerte de sus enemigos (véase 1 R. 3:11). ¡Este espíritu agradó a Dios tanto que le dio además todas esas cosas! Pero el corazón guiado pronto se volvió un corazón equivocado (700 esposas suelen hacer eso), y Salomón abrazó a los dioses falsos de esas mujeres. Tenía que haber tomado su propio consejo dado en un tiempo más inocente de su vida: “Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; Porque de él mana la vida” (Pr. 4:23). Nosotros también debemos guardar este consejo, y el que Pablo dio a Timoteo: “Ten cuidado de ti mismo” (1 Ti. 4:16). En la vida espiritual, el descuido es fatal.

Norman C. Funston, traducido y adaptado del calendario devocional, “Choice Gleanings”

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Procura llegar a las reuniones con tiempo - 
no corriendo al último momento.

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 LA CITA
“Está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto, el juicio” (Hebreos 9:27). 
“Dios...ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia” (Hechos 17:30-31).

Ningún poder ni cantidad de riquezas en el mundo puede alterar esta cita. En Eclesiasatés 8:8 Dios declara: “No hay hombre que tenga potestad sobre el espíritu para retener el espíritu, ni potestad sobre el día de la muerte”. Además, después de esto hay otra cita, de hecho el día ya ha sido establecido cuando cada uno dará cuenta de sí ante Dios (Romanos 14:12). Apocalipsis 20:11-15 describe la escena cuando los muertos saldrán de sus sepulturas y estarán de pie ante Dios en el Gran Trono Blanco. Allí serán juzgados según las cosas que están escritas en los libros de sus obras, donde Dios registra todos sus pecados. Y el que no se halla inscrito en el libro de la vida será lanzado al lago de fuego. Esta es la segunda muerte. Dios no solamente nos dice esto, sino que también declara que “El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios” (Juan 3:18).

PERO

“...no nos ha puesto Dios para ira, sino para alcanzar salvación por medio de nuestro Señor Jesucristo” (1 Tesalonicenses 5:9).
“Palabra fiel y digna de ser recibida por todos: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores” (1 Timoteo 1:15).
“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16).
¿TE HAS ARREPENTIDO Y CREÍDO EL EVANGELIO?

Dios declara: “al que no obra, sino cree en aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia” (Romanos 4:5).  El Hijo de Dios vino al mundo para salvarte del pecado y sus consecuencias fatales. Derramó Su preciosa sangre al morir en la cruz del Calvario, y sólo esto satisface la justicia perfecta del Dios santo. Tú eres un pecador por naturaleza y hechos. Jesucristo, el Justo, murió por los injustos. Es tu Sustituto que murió en tu lugar, pagando lo que debes a Dios por tus pecados: la muerte. Resucitó al tercer día y vive en el poder de una vida indestructible. Nadie más puede perdonar tus pecados y darte vida eterna – sólo el Señor Jesucristo.  “El que en él cree, no es condenado” (Juan 3:18)
El evangelio es un mensaje poderoso, es el poder de Dios para salvación para todo aquel que cree. Hoy el Señor Jesucristo está dispuesto a ser tu Salvador. Él te ofrece perdón y vida eterna, si te arrepientes y confías en Él. Pero amigo, si le rehusas, la cita viene, el día cuando Él será tu Juez.

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LA INFLUENCIA DE LA FAMILIA 
EN LA IGLESIA

Parte V

por Robert Gessner


6.

La Hija Engañosa

Frecuentemente nos es difícil reconocer que ahora  vivimos en tiempos peligrosos. La Biblia claramente afirma que “en los postreros días vendrán tiempos peligrosos” (2 Ti. 3:1). Una de las señales de los postreros tiempos es la decepción. Habrá dentro de la cristiandad y aun dentro de la asamblea cristiana aquellos que profesan ser creyentes, pero que en realidad son impostores. El Señor describió esta situación de la siguiente manera: “Les refirió otra parábola, diciendo: El reino de los cielos es semejante a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero mientras dormían los hombres, vino su enemigo y sembró cizaña entre el trigo, y se fue. Y cuando salió la hierba y dio fruto, entonces apareció también la cizaña” (Mt. 13:24-26). 
La ilustración que vemos aquí es que hay verdaderos creyentes y también hay los que sólo profesan creer, y están juntos en el mismo campo. Pablo lo describió cuando declaró: “mas los malos hombres y los engañadores irán de mal en peor, engañando y siendo engañados” (2 Ti. 3:13).
El Antiguo Testamento está lleno de ilustraciones de decepción. Jeremías enfatizó esto así: “Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?” (Jer. 17:9). Ya hemos repasado el caso de Rebeca cuando ella y Jacob engañaron a Isaac. Notemos ahora la decepción de Raquel, la hija de Labán. Ella vio muchas evidencias de decepción de parte de su padre en sus tratos con Jacob. Podría decirse que Labán con su ejemplo enseñó a su hija a engañar. Pero también ella es responsable por sus decisiones y hechos. No nos debe sorprender que en una ocasión más tarde encontramos a Raquel deliberadamente engañando a su padre (Gn. 31:34-35). Labán cosechó lo que había sembrado.
¿Enseñamos a nuestros hijos a ser superficiales o a engañar, especialmente respecto a su profesión de fe? Tal vez no lo aprenden de los padres, pero ellos por su propia carne salen engañosos. Hoy  día, en la familia cristiana es muy fácil decir que eres creyente. En nuestros círculos realmente es la cosa más popular que decir. Es muy fácil que los padres presionen a sus hijos a una edad muy temprana, a hacer una oración o profesión de fe. A veces las hijas muestran más sensibilidad que los hijos en estos temas, y desean agradar a sus padres, esto puede producir hijas engañadas que engañan a otros por muchos años. Ellas aprendieron el vocabulario y comportamiento externo, pero en realidad no tienen vida espiritual en sí. Y los padres, pensando que han hecho bien, dicen: “Gracias a Dios, todos mis hijos ya son salvos”, cuando en realidad no es así, están engañados y enredados por sus propias emociones y deseos. Algunos entonces presionan a los ancianos a aceptar a sus hijos o hijas como creyentes, bautizarlos y admitirlos a la comunión. El amor paterno o materno, torcido así, puede traer tensión y conflicto a la asamblea. También pueden equivocarse así los maestros de escuela dominical, campamentos y los evangelistas de jóvenes. Hermanos, pensemos con claridad y “sangre fría” en la realidad de la conversión de nuestros hijos e hijas. “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios” (Jn. 1:12-13). La verdadera conversión es del Espíritu de Dios, y no puede ser forzada por la voluntad de los padres. A veces en nuestra ansiedad por ver convertidos a nuestros hijos, podemos animarles a hacer una oración, a decir que acepten al Señor, y realmente les presionamos a hacer una falsa profesión. Incluso después de su profesión, a menudo los padres procuran asegurarles de que son creyentes y que no deben dudarlo. Seguro que esto no es lo que teníamos pensado, pero a nosotros las cosas nos van mejor si podemos decir que nuestros hijos se han convertido, aunque su testimonio sea algo ambiguo.
Hay una cuestión que debe ser planteada en cada asamblea, aunque sea incómoda. Habría que preguntar: ¿Podría ser que mucha de la inquietud y disensión que hay en muchas asambleas sea el resultado de falsas profesiones de fe? ¿Podría ser que hay falta de hambre espiritual por las cosas espirituales, simplemente porque hay falta de vida espiritual? Reconocemos que es posible tener demasiadas dudas en esta área, pero al parecer este no es un problema muy común. Hay una lección muy importante que aprender de la historia de la iglesia. La mayoría de las “iglesias” que  han ido por el camino del aperturismo o la teología liberal, son las que dan por sentado que todos sus miembros son cristianos. Es peligroso y presumido decir esto, y es importante evangelizar aun entre los que profesan ser cristianos. Les iría mejor cuestionar su salvación y descubrir la verdad, que dar por sentado que son cristianos y luego estar perdidos por toda la eternidad. Al tratar con almas preciosas, no podemos tener demasiado cuidado. Tomemos en serio el consejo del hermano A. P. Gibbs. Como siervo de Dios, él evitaba hacer a los niños o jóvenes preguntas que ellos podrían contestar con un simple “sí” o “no”, respecto al evangelio. Siempre hacía preguntas que requerían respuestas inteligentes y reflexión. Como padres, tratemos con cuidado y un espíritu de oración esas joyas preciosas que Dios nos ha  confiado.

continuará, d.v., en el siguiente nº


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