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lunes, 14 de diciembre de 2009

EN ESTO PENSAD --- Diciembre 2009

El Mito De La Propiedad Privada

En una democracia la gente cree que puede ser dueña de la propiedad. Por supuesto, el estado tiene varias maneras de reclamar parte de lo que el ciudadano cree que es suyo. Impuestos sobre impuestos. Puedes hacer lo que quieres con tu dinero, pero el gobierno siempre reclama “su parte” y más.

Los seres humanos somos “libres”, no somos esclavos de nadie. No tienes que trabajar para nadie si no quieres. Puedes dejarlo cuando quieras. Pero como millones saben, a lo mejor no será tan fácil conseguir otro puesto de trabajo. Puede que sea cruel tu jefe, injusto, dominante, pero es buena idea pensarlo dos veces antes de salir.

No vamos a discutir los méritos y desméritos de la democracia y el capitalismo. De todos modos somos ciudadanos de otro reino. ¡En Cristo tenemos libertad real! ¡El Hijo nos ha hecho verdaderamente libres! Esto es, libres del pecado y de la condena de la ley. Libres, quizás gradualmente, del poder del pecado. Pero, ¿libres para hacer lo que nos parece? ¡Ciertamente no! Hemos sido librados del poder de las tinieblas, pero trasladados al reino del amado Hijo de Dios. El Hijo es Cabeza del cuerpo, la iglesia, y antes que todas las cosas (Col. 1:13, 17-18).
Considera estas esclavitudes:
El Cuerpo: Seguramente puedo hacer lo que quiero con mi propio cuerpo, ¿no? No, porque has sido comprado por precio, la sangre de Cristo, y no eres tuyo. Glorifica a Dios en tu cuerpo, porque realmente es Suyo (1 Co. 6:19-20).
El Tiempo: Nuestras vidas estaban perdidas, porque la paga del pecado es muerte. Así que juzgamos que ya debemos vivir para Él, no para nosotros mismos (2 Co. 5:14-15). El que no aborrece su propia vida, no puede ser discípulo de Cristo (Lc. 14:26). "El que halla su vida la perderá" (Mt. 10:39).
El Dinero: Al menos las ofrendas serán opcionales para el creyente, ¿verdad? Respecto a la cantidad, sí. En cuanto a la frecuencia, semanalmente. Observa cuidadosamente estos mandamientos del Espíritu Santo.
· “Abundad también en esta gracia” (2 Co. 8:7).
· “Cada primer día de la semana cada uno de vosotros ponga aparte algo” (1 Co. 16:2).
Y los mandamientos de Cristo:
· “Haceos tesoros en el cielo” (Mt. 6:20).
· “Haced amigos con el dinero” (Lc. 16:9).
El diez porciento del Antiguo Testamento ahora es cien por ciento. He sido crucificado con Cristo, y mi vida ahora es enteramente para Él que dio Su todo por mí. Dices: “Entonces, ¿no quiere Dios que yo sea feliz?” Sí, pero sólo a largo plazo, esto es, feliz en la eternidad. Su bendición te enriquece y Él no añade tristeza (Pr. 10:22).
La Mente: Nos gusta pensar que nuestra mente es algo privado. Pero el Hijo de Dios en el mundo podía conocer los pensamientos de los hombres. ¡Cuánto más ahora! Los pensamientos y hechos pecaminosos vienen del corazón (Mt. 15:18-19). ¿Tengo entonces derecho a llenar mi mente con la violencia e inmoralidad con que se alimentan día y noche mis iguales, vecinos y amigos? Pensad en lo que es verdadero, honesto, puro y amable (Fil. 4:8). ¿Cuántas novelas, películas o programas de deporte se conforman a estos requisitos? Además, la exposición a la propaganda del mundo tiende a conformarnos a su filosofía: auto importancia, protagonismo y hedonismo.
Las Habilidades: A veces las llamamos talentos y dones, pero la Fuente es obvia. “¿Quién te distingue?, o ¿qué tienes que no hayas recibido?” (1 Co. 4:7). Cada uno ha recibido un don y debe usarlo para servir a los demás, como buen mayordomo (1 P. 4:10).
Las Palabras: "Libertad de expresión" es hoy en día una frase popular. Pero no se nos permite decir cualquier cosa, porque tenemos que dar cuenta a Dios (Mt. 12:36). Nuestras palabras manifiestan la condición de nuestro corazón (Mt. 12:34). El Espíritu manda que nunca digamos nada corrompido (Ef. 4:29). Lo que decimos debe ser sólo palabras sanas, con gracia y sal (Col. 4:6). También debe ser sabio, para que demos la respuesta correcta a cada uno, para que se avergüence cualquier adversario (Tit. 2:8). Se prohíbe la mentira, el engaño, la falsedad y la exageración (Ef. 4:24; 1 Ti. 1:10; Ap. 21:8).
En resumen, se trata del compromiso total. Soy de mi Amado. ¿Significa esto que todos hemos de salir como misioneros? Muchos misioneros son en verdad ejemplos modernos de devoción total al Señor. Pero cualquiera de nosotros puede traer honor al Señor Jesucristo si vive frugalmente, ofrenda sacrificadamente y ora continuamente. ¡Sea ésta nuestra porción!

R.E. Harlow, de la revista “Missions”, traducido con permiso

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EL CREYENTE Y LAS DEUDAS
¿contraemos dudas para las fiestas,
como los del mundo?


George Müller (1805-1898)

“ ‘Vended lo que poseéis, y dad limosna’ Lucas 12:33. ‘No debáis a nadie nada, sino el amaros unos a otros’ Romanos 13:8. Puede que alguien diga que estos pasajes no pueden entenderse literalmente, porque si no, ¿cómo podría el pueblo de Dios pasar por el mundo? Juan 7:17 hará que estas objeciones se desvanezcan. CUALQUIERA QUE DESEA CUMPLIR estos mandamientos del Señor LITERALMENTE, creo que verá conmigo que, tomarlos LITERALMENTE es la voluntad de Dios. —Aquellos que los toman así, sin duda a menudo tendrán dificultades, difíciles de soportar para la carne, pero esto les hará sentir constantemente que son extranjeros y peregrinos aquí, que este mundo no es su hogar, y de esta manera confiar más en Dios, quien ciertamente nos ayudará a través de cualquier dificultad en la que nos encontremos por causa de buscar el actuar en obediencia a Su palabra”.
—A Narrative of Some of the Lord’s Dealings with George Müller, escrito por él mismo; London: J. Nisbet & Co., volumen 1, Novena edición, 1895, pág. 66.

C. H. Mackintosh (1820-1896)

“Tomamos Romanos 13:8 en su sentido sencillo y claro. Creemos que nos enseña a no deber nada a nadie. ¡Ojalá lo cumpliésemos más! Es doloroso más allá de toda expresión el ver la falta de conciencia entre los profesantes, en cuanto a la cuestión de las deudas. Haríamos un llamado solemne a todos nuestros lectores, que tienen el hábito de endeudarse, a que se juzguen a sí mismos, y a que salgan de esta falsa posición de inmediato. Es mucho mejor sentarse en una corteza seca, y llevar un abrigo pobre, que vivir y vestir bien a expensas de nuestro vecino. Estimamos esto como una verdadera injusticia. ¡Quién tuviera una mente recta!”

—Things New and Old, editado por C. H. Mackintosh, vol. X, 1867, págs. 199-200.
“El primer y gran negocio de una persona endeudada es salir de la deuda. Debemos ser justos antes de ser generosos”.
—ibid., volumen XVII, 1874, pág. 224.

* Nota: Por supuesto que esto no prohíbe la función normal de un negocio, las cuentas con sus proveedores, etc., ni la función normal de una casa. Se trata de no contraer uno deudas que no podrá pagar, de no vivir endeudado.

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Varias Recompensas Que Habrá Para El Creyente

1. La presencia y comunión de otros que se convirtieron (Lc. 16:9).
2. Las coronas que dará el Señor (Ap. 4:10).
3. El vestirse de lino fino según las obras justas (Ap. 19:8).
4. Oír al Señor decir: “está bien, buen siervo” (Lc. 19:17).
5. El gozo de haberle agradado y glorificado (Mt. 25:21, 23).
6. Más responsabilidad en el futuro (Lc. 19:17, 19).
7. Gloria (Dn. 12:3; 1 Co. 15:41-42; 1 P. 1:7).
8. La satisfacción de ver a creyentes que fueron edificados por nuestra vida (1 Ts. 2:19; Fil. 4:1).
9. Descansar de nuestras obras (Ap. 14:13).
10. Ver al Señor y estar siempre con Él (Ap. 22:4; 1 Ts. 4:17; Sal. 23:6).

"Así que, hermanos míos amados, estad firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano".
1 Corintios 15:58

"Dios no es injusto para olvidar vuestra obra y el trabajo de amor que habéis mostrado hacia su nombre, habiendo servido a los santos y sirviéndoles aún". Hebreos 6:10

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¿CREES EN EL SEÑOR JESUCRISTO?
por H. A. Ironside

Uno de los pasajes más conocidos en la Biblia es el que forma la respuesta del apóstol Pablo al carcelero en Filipos cuando éste le preguntó: “¿Qué debo hacer para ser salvo?” Nada puede ser más claro que su respuesta: “Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo”. Sin embargo, esta respuesta tan clara y sencilla me confundía. Nunca, ni por un momento, pensaba que yo podía salvarme a mí mismo, ni por lagrimas, ni por oraciones, ni por arrepentimiento, ni por obras, ni por nada que podría hacer para mí ninguna persona ni ninguna iglesia. Pero, ¿que significa “creer en Jesús”? Ésta era la pregunta, el problema.
A veces pensaba que sí, que creía, y vacilando profesaba creer. Pero después, no tenía la seguridad que buscaba, ni la paz duradera, ni ninguna evidencia de nueva vida. Me preguntaba una y otra vez: “¿De qué modo creo yo, con la cabeza o con el corazón?” No estaba seguro, y la Palabra de Dios dice: “...si confesares con tu boca que Jesús es al Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo”. ¿Qué es este creer “en el corazón”? Nunca hallé paz hasta que me enteré que es una cosa creer acerca de Jesús, y otra cosa creer en Él.
Probablemente, tú como todo lector sincero de este folleto crees lo que la Biblia dice acerca del Salvador. Crees que el Hijo de Dios vino a este mundo como un Niño verdadero, puro y santo, inmáculo, crecía como hombre haciendo buenas obras y manifestando el amor y la gracia de Dios a los pecadores. También crees que murió en una cruz cruel, y que después de tres días, Dios le levantó de los muertos. Crees que Él ascendió al cielo, que ahora se sienta a la diestra de Dios, y que algún día vendrá para juzgar al mundo. Crees todo esto, en sentido intelectual, pero todavía no sabes si eres salvo. No tienes certidumbre de salvación. Quizás te ayudaría saber que la palabra traducida “creer” también significa “confiar en” o “fiarse”. En un pasaje está traducido “fiarse de”. Dice: “Pero Jesús mismo no se fiaba de ellos, porque conocía a todos, y no tenía necesidad de que nadie le diese testimonio del hombre, pues él sabía lo que había en el hombre”. Puede que estos significados de la palabra “creer” te ayuden en tu propio caso. Permíteme unas preguntas. ¿Has confiado así, de esta manera, en Jesucristo; en el sentido de entregarte totalmente a Él? ¿Has encomendado tu alma a Él y solamente a Él? ¿Confías en Él como tu único Salvador personal, sin necesidad de santos y sacramentos, o repartes tu fe entre muchas cosas, de modo que no confías única y totalmente en el Señor Jesucristo?
Me gustaría ilustrar esto con una anécdota personal. Estuve en las montañas hace unos pocos años, y quería cruzar un barranco. Había un puente de cuerdas, muy estrecho, tendido entre dos picos, y más de 300 metros abajo, había un río. Sabía que si me caía, ciertamente moriría. Mi pregunta y mi duda era: ¿podría yo fiarme de este puente? Así que, me quedé allí y observaba mientras varias personas cruzaban. Vi que algunos hombres de más peso que yo llegaron al otro lado sin problemas. Por fin, creía que el puente aguantaría mi peso. Creía suficientemente para confiar en el puente, y crucé sano y salvo. Esto ilustra lo que es “creer en Jesús”. También se expresa en la letra del siguiente himno:

Jesús, confiaré en Ti; encomiendo a Ti mi alma,
Cansado, rendido y desamparado, sólo Tú me puedes sanar.
No hay nadie en el cielo, ni en el mundo como Tú;
Moriste Jesús por los pecadores, Señor, moriste por mí.

traducido por Ruth Knott

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Texto: 1 Timoteo 1:1-2

En este pasaje vemos al Señor Jesucristo llamado de dos maneras: primero en el versículo 1 es “Jesucristo nuestra esperanza”, y luego en el versículo 2 es “Cristo Jesús nuestro Señor”. Son hermosas descripciones, ¿verdad? El que es nuestra esperanza también es nuestro Señor, lo cual quiere decir que el que nos salva también nos gobierna.
Luego vemos estos tres términos: “gracia, misericordia y paz” en el versículo 2. Son tres cosas importantísimas, de las cuales mucha gente hoy en día carece. A todos les gustaría tenerlas, pero no todos saben cómo.
Primero está la gracia. Gracia significa favor o ayuda que no se merece. Romanos 4:1-4 y Efesios 2:8-9 establecen claramente que la gracia no se compra, ni se merece, y no puede mezclarse con obras. Si algo es por obras, no es por gracia, porque la gracia no se merece. La gracia de Dios no es una recompensa, sino algo totalmente inmerecido. Dios nos favorece, nos perdona y salva sin que lo merezcamos, porque lo hace por Su gracia. Y Su gracia viene a nosotros, no por la iglesia, no por los sacramentos, no por nuestras obras, sino por el Señor Jesucristo. 2 Corintios 8:9 enseña que la gracia de nuestro Señor Jesucristo se manifestó cuando Él, siendo rico, se hizo pobre (se encarnó) para enriquecernos a nosotros. La gracia actuó a favor nuestro, por medio de una Persona divina, nuestro Señor. Dios quiere que Su gracia se manifieste en nosotros en nuestra generosidad y abnegación a la hora de ofrendar para ayudar a otros.1 Pedro 5:10 nos recuerda que Dios es Dios de toda gracia. El modelo y ejemplo a seguir es Dios mismo. Hermanos, por la maravillosa gracia de Dios tenemos la salvación eterna. Nosotros que no merecemos ser llamados hijos de Dios hemos sido adoptados como hijos Suyos. Como dice el himno: “¡Sublime gracia!” Pero además de esto, es Dios quien exhorta a los creyentes a crecer en la gracia (2 P. 3:18). Por ejemplo, en 2 Corintios 9:8 el apóstol Pablo dice que la gracia puede hacer que abundemos en toda buena obra. A todos nos gusta recibir la gracia, pero, ¿nos gusta tratar a los demás con gracia?
En segundo lugar, habla de la misericordia. La misericordia es NO recibir lo que merecemos. Si uno merece una multa o un castigo y no lo recibe, esto es misericordia. La salvación es recibir misericordia de Dios, porque significa NO recibir el juicio que merecemos. La paga del pecado es muerte, pero al que cree el evangelio, Dios le perdona por Su misericordia y le da vida eterna. En el Salmo 25:6, 7, 10 y 16 David expresa su esperanza continua en la misericordia de Dios. El Salmo 136 es el gran salmo de la misericordia de Dios, que es “para siempre”. ¡Gracias a Dios que recibimos en Jesucristo la perpetua, eterna misericordia de Dios! Habiendo recibido misericordia de Dios, debemos también ser misericordiosos. En Mateo 5:7 el Señor dice: “Bienaventurados los misericordiosos”. En Lucas 6:36 el Señor manda: “Sed, pues, misericordiosos, como también vuestro Padre es misericordioso”. Efesios 4:32 nos exhorta: “Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo”. 1 Pedro 3:8 lo enfatiza otra vez: “...sed todos de un mismo sentir, compasivos, amándoos fraternalmente, misericordiosos, amigables”. La misericordia viene relacionada con la benignidad, el perdón, la compasión, el amor y la amistad. Lo triste es: aunque nos gusta RECIBIR misericordia y ser tratados así, nos cuesta SER misericordiosos con los demás, y esto mismo es lo que Dios manda. La misericordia de Dios no debe entrar en nosotros y parar allí, sino entrar, transformarnos y salir hacia los demás. Por ejemplo, David usó de misericordia con Mefiboset al recibirle y cuidarle como a hijo suyo (2 S. 9). Demos gracias a Dios por Su misericordia, y seamos misericordiosos como nuestro Padre celestial.
En tercer lugar, la paz es otra gran bendición que hemos recibido en Cristo. La paz es más que ausencia de conflicto. Significa también una serenidad interior, incluso pese a circunstancias adversas. En primer lugar tenemos paz con Dios mediante la sangre de Cristo (Ro. 5:1). , y es algo que ninguna circunstancia puede cambiar, gracias a Dios. Efesios 2:14, 15 y 17 nos recuerda que Jesucristo ES nuestra paz, vino e HIZO paz, y ANUNCIÓ esta paz. El evangelio es un mensaje de paz. Además, el Salmo 119:165 dice: “mucha paz tienen los que aman tu ley, y no hay para ellos tropiezo”. Mucha gente anda tropezando, dejándose ofender y molestar, siempre mosqueada o quejosa por una y otra cosa, viviendo en conflicto eterno. Pero los que aman la ley del Señor, se humillan, porque aprenden de la ley que ellos no son nada, que no merecen nada bueno, y humillados, confían en el Señor para recibir perdón. Luego pueden andar en paz con Dios y con los demás. El creyente goza de la paz de Dios que le puede guardar en medio de circunstancias adversas. Filipenses 4:6-7 nos instruye que en lugar de estar afanosos, presentemos nuestras peticiones al Señor en oración, y Su paz guardará nuestro corazón. Sabemos que Él nos ama, Él nos oye y Él nos cuida, y esto nos deja en paz, tranquilos en Sus poderosos brazos. La Palabra también nos exhorta al menos tres veces a tener paz y vivir en paz los unos con los otros (Mr. 9:50; 2 Co. 13:11; 1 Ts. 5:13). Esta paz, que procede de Dios, es también fruto del Espíritu Santo quien mora en nosotros (Gá. 5:22-23). La paz de Dios, no los conflictos carnales, debe ser el ambiente en que vive una asamblea. Todos debemos ser pacificadores (Mt. 5:9). Con la ayuda del Señor, seamos de aquellos que hacen la paz (Stg. 3:18), no de los que siembran discordia (Pr. 6:19).
Así que, mis hermanos, hemos recibido y seguimos recibiendo estas tres cosas maravillosas del Señor, entre muchas otras: la gracia, la misericordia y la paz. Dios quiere que ellas marquen nuestra vida, nuestro carácter y proceder, porque así darán testimonio de Él. Por esto tenemos que pedirle al Señor que nos dé cada día Su misericordia, gracia y paz, y que Él nos ayude a manifestar estas tres cosas diariamente en nuestras vidas. Es así que los demás pueden conocer más acerca de Dios, cuando vean Su obra en nosotros. Mostremos el carácter de Dios a los de nuestro alrededor, para la gloria de Dios.


de un estudio dado por L. B., el 8 de mayo, 2008

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