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miércoles, 20 de enero de 2010

EN ESTO PENSAD -- ENERO 2010

¿QUIERES UN GALARDÓN GRANDE?

“...prestad, no esperando de ello nada; y será vuestro galardón grande” (Lc. 6:35).

Estos mandamientos de nuestro Señor se refieren a nuestra conducta hacia todos los hombres conversos o inconversos, pero vamos a considerar particularmente los tratos financieros entre individuos cristianos. Es tristemente cierto que algunos de los conflictos más serios entre creyentes surgen por asuntos monetarios. Esto no debe ser así, pero desafortunadamente el viejo adagio todavía vale: cuando el dinero entra por la puerta, el amor sale por la ventana.
Una solución simple podría ser prohibir todo trato financiero entre los santos, pero no podemos hacer esto, porque la Biblia dice: “A cualquiera que te pida, dale” y “...prestad, no esperando de ello nada” (Lc. 6:30, 35). De modo que debemos adoptar varias directrices que nos permitan obedecer a la Palabra y evitar disputas y amistades rotas.
Debemos dar en cualquier caso de necesidad genuina. El don debe ser incondicional. Si damos a otro, éste no debe sentirse obligado de ninguna forma a votar por nosotros en una reunión de la iglesia o a defendernos cuando estamos equivocados. No debemos tratar de “comprar” a la gente con nuestras bondades.
El mandamiento de dar tiene sus excepciones. No debemos dar a nadie para financiar apuestas, bebidas o cigarros. No debemos dar para facilitar algún plan necio de hacerse rico que provea para la codicia del hombre.
Cuando prestamos para una causa digna, debemos hacerlo con la actitud de que no nos importa si el dinero será devuelto. La falta de pago no deberá afectar nuestra amistad y no debemos cobrar intereses por el préstamo. Si un judío, viviendo bajo la ley no podía cobrar intereses a otro compañero judío (Lv. 25:35-37), cuánto menos debe un cristiano, viviendo bajo la gracia, cobrar intereses a un compañero creyente.
Si surge un caso donde no estamos muy seguros de que la necesidad es genuina, generalmente es mejor buscar el suplir la necesidad. Si vamos a equivocarnos, es mejor hacerlo del lado de la gracia.
Al dar a los demás, debemos afrontar el hecho de que los recipientes de la caridad a menudo sienten resentimiento hacia el donante. Este es un precio que debemos estar dispuestos a pagar. Cuando a Disraeli se le recordó una vez que cierto hombre lo odiaba, dijo: “No se porqué. Últimamente no le he hecho ningún favor”.
William MacDonald, de su libro DE DÍA EN DÍA, Editorial CLIE

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SED HACEDORES DE LA PALABRA

"Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos" (Stg. 1:22)

Es fácil escuchar un buen mensaje o leer un buen pensamiento, y aun comentar sobre su calidad, pero seguir sin que seamos cambiados por lo que hemos oído o leído. Esto es como el que comenta que una medicina es buena, pero no la toma. Si actuamos así no podemos echar la culpa a la medicina porque ella no nos benefició. La Palabra de Dios, fielmente ministrada, es una medicina espiritual buena y necesaria. Pero debemos hacer más que meramente aplaudirla o comentar que es buena. Debemos recibirla, admitirla en nuestra vida y permitir que nos cambie. Nos engañamos si pensamos bien de nosotros mismos porque meramente oímos lo que es bueno, pero no llegamos a ser hacedores.
Doug Kazen, del un calendario devocional

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Herido en Casa de Sus Amigos
La triste realidad es que Cristo ha sufrido enormemente por causa de las vidas de los que profesan ser sus discípulos. Ha sido herido en casa de sus amigos. Dice James Spink: "Es mayor el daño hecho a la causa del cristianismo por sus partidarios que por sus enemigos, porque el mundo frecuentemente contrasta la profesión de un cristiano con su práctica. Argumentan con razón que si el cristianismo es lo que decimos que es, debería influir en la vida que llevamos".
Hudson Taylor estaba de acuerdo con lo anterior. "Las inconsecuencias de los cristianos, que en tanto que profesan creer sus Biblias se contentan con vivir como si ese Libro no existiese, ha sido uno de los más poderosos argumentos de mis compañeros escépticos".
William MacDonald, El Mandamiento Olvidado: Sed Santos, Editorial Portavoz, págs. 11-12

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Tu Apariencia Externa

“Entonces Faraón envió y llamó a José. Y lo sacaron apresuradamente de la cárcel, y se afeitó, y mudó sus vestidos, y vino a Faraón” (Génesis 41:14).
“Entonces David se levantó de la tierra, y se lavó y se ungió, y cambió sus ropas, y entró a la casa de Jehová, y adoró. Después vino a su casa, y pidió, y le pusieron pan, y comió”(2 Samuel 12:20)

“Asimismo que las mujeres se atavíen de ropa decorosa, con pudor y modestia; no con peinado ostentoso, ni oro, ni perlas, ni vestidos costosos, sino con buenas obras, como corresponde a mujeres que profesan piedad” (1 Timoteo 2:9-10).

La apariencia es una expresión externa de respeto interior hacia el hombre y de reverencia hacia Dios. La modestia es una expresión de humilidad, piedad y santidad, porque no atrae la atención sobre uno mismo.
de "Milk & Honey" ("Leche y Miel"), septiembre, 2009.

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LOS DEL MUNDO NO TIENEN POR QUÉ CANTAR

“Recuerdo que en una conferencia uno de los predicadores dijo: “Por lo general, los cristianos son los únicos que se reúnen para cantar”. Puedes por supuesto encontrar alguna excepción, pero esto no quita el punto que él hacía. No escuchando la música, sino cantándola, es mucho más una parte de la vida del creyente que lo es en la vida del incrédulo.
Realmente esto no debe sorprendernos. ¡Tenemos más razones por las que cantar! Tenemos un Salvador cuyo amor es tan grande que Él voluntariamente sufrió el tormento y la vergüenza de la cruz por Sus enemigos... Cantamos acerca de Él, y a Él, porque le amamos. Y la Biblia, de portada a portada, tiene muchas canciones acerca del Hijo de Dios.”
J.B.Nicholson Jr, de la revista “Uplook”, enero-febrero 2008

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¿Arrepentimiento o Remordimiento?

“Porque la tristeza que es según Dios produce arrepentimiento para salvación, de que no hay que arrepentirse; pero la tristeza del mundo produce muerte” (2 Co. 7:10).

Generalmente se cree que cuando alguien expresa tristeza o llora sobre un pecado, manifiesta arrepentimiento. Las lágrimas y la tristeza pueden ser parte del arrepentimiento, pero no siempre indican un arrepentimiento piadoso. Las Escrituras nos ilustran esta realidad en varias ocasiones.
Hablando de Esaú, dice: “Porque ya sabéis que aun después, deseando heredar la bendición, fue desechado, y no hubo oportunidad para el arrepentimiento, aunque la procuró con lágrimas” (He. 12:17). Escribiendo sobre esta porción, el hermano Flanigan comentó: “La tristeza de Esaú, sin embargo, no era la sabiduría del arrepentimiento. Era la tristeza de autocompasión porque neciamente había perdido tanto. Lo que Esaú buscó con lágrimas no fue el arrepentirse de lo que había hecho mal, que es lo que algunos entienden al leer este texto. Lo que buscó era recuperar la bendición que había perdido a manos de Jacob (Gn. 27:1-40)”.
Acán confesó pero sólo después de ser identificado como el culpable de la derrota de Israel ante Ai (Jos. 7:20-21). Ocultó su pecado hasta que no le quedó más remedio que confesarlo. Fue el Señor que señaló a Acán. Entonces, y sólo entonces, descubierto, Josué le conjuró, y él confesó. Alguien ha dicho que la confesión de Acán fue del “remordimiento de ser descubierto”. Frecuentemente se dice que cuando son detenidos los ladrones, se entristezen, pero su tristeza es porque han sido detenidos y ahora saben que serán castigados. Judas también puede caer en esta categoría de tristeza (Mt. 27:3). El hermano McShane añade: “No toda tristeza es de Dios, porque hay una tristeza del mundo que produce muerte”. Ciertamente fue así con Judas.
En nuestro texto prinicipal Pablo parece decir que hay arrepentimiento que conduce a salvación, o liberación del pecado indicado. Este arrepentimiento es genuino, del corazón, y no es abandonado con el paso del tiempo. Como en el caso del hijo pródigo, es una convicción, una tristeza respecto al pecado. Trae restauración y un cambio de sentido en la vida. Puede que haya o no haya lágrimas, pero sí habrá un cambio que con tiempo demuestra que es real.
Steve Hulshizer, Milk & Honey ("Leche y Miel"), enero, 2010

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Las Etiquetas

La rosa, si es llamada otra cosa, todavía huele bien, es verdad.
Pero si de “rosa” etiquetamos, a petunias y geranios,
Siguen siendo lo que son, la etiqueta nada cambia.

Nos gustan las etiquetas, porque nos ahorran el trabajo de pensar. Muchos se llaman socialistas o demócratas o republicanos sin saber qué significa la etiqueta. Uno puede llevar la etiqueta de “éxito” si ha ganado mucho dinero, aunque su vida personal sea un fracaso colosal.
Una etiqueta popular pero poco precisa es la de “cristiano”. Mucha gente, si le pregunta: “¿es usted cristiano?” diría que “sí”. Esto es porque la etiqueta incluye a tales como:

1. Cristianos Hereditarios. Personas cuyos padres eran cristianos y por lo tanto ellas piensan que también lo son. Puede que asistan ocasionalmente a una iglesia, o quizá van con regularidad, especialmente a la iglesia de sus padres.
2. Cristianos Éticos. Personas que son buenas. Viven vidas decentes y quieren que los demás también vivan así. Son ciudadanos respetuosos, buenos vecinos, buena gente. Les gusta la Regla de Oro que enseñó Jesús. Piensan que si uno hace lo mejor que puede, eso es todo lo que se puede pedir.
3. Cristianos Culturales. Personas que viven en una comunidad o nación que se llama “cristiana”, donde predomina una religión “cristiana”. Les gustan la música y las ceremonias, especialmente para bautizos, bodas y entierros.
4. Cristianos Sociales. Personas que les gusta encontrar a sus amigos en los cultos de la iglesia. Les gusta que sus hijos hagan buenas y sanas amistades allí, y disfrutan las actividades sociales. Los hombres de negocio encuentran que asociarse con una iglesia va bien para el negocio.
5. Cristianos Verdaderos. Personas que creen que Jesucristo es el Hijo de Dios que murió en la cruz para obtener el perdón de sus pecados. Creen como dijo uno: “yo soy el pecador por quien Cristo murió en la cruz”. Los cristianos verdaderos han reconocido que son pecadores, se han arrepentido y le han aceptado como su Señor y Salvador.

Puede que este último grupo también tenga padres cristianos, intenten vivir vidas decentes, asistan a los cultos de una iglesia y disfruten actividades culturales y sociales de cristianos. Pero reconocen que ninguna de estas cosas les constituye “cristiano”. Un cristiano ha experimentado un cambio tan radical y completo que es llamado “nacer de nuevo”.

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MI CORAZÓN: HOGAR DE CRISTO

Una tarde abrí mi corazón a Cristo y ¡qué entrada hizo! No fue nada espectacular ni emocional, pero sí real. Algo sucedió en mi vida. Él cambió en luz las tinieblas de mi corazón. Encendió un fuego que despachó el frío. Comenzó la música donde siempre había habido silencio, y llenó el vacío con Su maravillosa comunión. Nunca me he arrepentido de haberle abierto la puerta a Cristo, y no me arrepentiré nunca, ¡jamás! En el gozo de esta nueva relación, le dije a Cristo: “Señor, quiero que mi corazón sea Tuyo. Quiero que Te establezcas aquí y que este sea Tu hogar. Todo lo que tengo Te pertenece. Déjame que Te enseñe lo que hay por aquí”.
El primer cuarto era el estudio – la biblioteca. En mi hogar, este "cuarto" de mi mente es muy pequeña, con unas paredes muy gruesas, pero es muy importante. En un sentido, es la central de mi casa. Él entró conmigo y echó una mirada a los libros en la estantería, las revistas que había encima de la mesa y los cuadros de la pared. Tan pronto como noté la intensidad de Su mirada, comencé a sentirme incómodo. Extrañamente, no me había sentido cohibido por esto antes, pero ahora que Él estaba mirando todas esas cosas, estaba avergonzado. Sus ojos eran tan puros, que no podía contemplar algunos de los libros que había allí. Había un montón de basura y de literatura encima de la mesa, en la cual un cristiano no debería tener interés en leer; lo mismo ocurrió con los cuadros que había en la pared – los pensamientos e imaginaciones de la mente – algunos eran vergonzosos.

CUELGA ESTE CUADRO EN TU MENTE
Me volví hacia Él y le dije: “Maestro, sé que esta habitación necesita algunos cambios radicales. ¿Me ayudarás a hacerlo como debe ser, y que cada pensamiento esté enfocado hacia Ti?” “¡Por supuesto!” dijo. “Antes de nada, toma todo lo que miras y lees que no es útil, puro ni verdadero, y tíralo. Ahora, en los estantes vacíos pon los libros de la Biblia. Llena la biblioteca con la Escritura y medita en ella día y noche (Josué 1:8). Haz lo mismo con los cuadros; tendrás dificultad en controlar todas estas imágenes, pero aquí tienes una ayuda”. Me dio un retrato Suyo de tamaño natural. “Cuélgalo en el centro”, me dijo: “en la pared de tu mente”. Así lo hice, y he descubierto a través de los años que cuando mi atención está centrada en la persona de Cristo, Su pureza y poder hacen que las imágenes impuras se retiren. Así me ha ayudado a enfocar hacia Él mis pensamientos.
Pasamos a la cocina y el comedor. Aquí había gastado mucho tiempo y me había esforzado mucho para satisfacer mis deseos. Le dije: “Este comedor es un lugar comodísimo, y estoy muy seguro de que te gustará y estarás complacido con lo que servimos”. Se sentó en la mesa conmigo y me preguntó: “¿Qué hay para cenar?” “Bueno”, le dije: “mis platos favoritos: huesos viejos, cáscaras de maíz, basura agria, puerros, cebollas, y ajos de Egipto”. Esas eran las cosas que me gustaban – la comida mundana.
Cuando se le sirvió la comida, no dijo nada, pero observé que Él no estaba comiendo. Le dije: “Maestro, ¿no te gusta la comida? ¿Cuál es el problema?” Me contestó: “Tengo una comida que tú no conoces...si quieres comida que realmente satisfaga, busca la voluntad del Padre, no tus propios placeres, no tus deseos, no tus satisfacciones, sino busca lo que Me agrada. Ésta es la comida que satisface”. Allí en la mesa, Él me dio a probar el gozo de hacer la voluntad de Dios. ¡Qué gusto! ¡Qué sustento y vitalidad da al alma! No hay comida como esta en todo el mundo. Sólo ella satisface.

HORAS MARAVILLOSAS EN ESTE CUARTO
Del comedor nos dirigimos al salón. Era bien acabado, y cómodo y me gustaba mucho. Tenía un hogar, unas sillas tapizadas, un sofá, y su atmósfera era tranquila. Él dijo: “Sin duda que esta sala de estar es encantadora. Vengamos aquí a menudo, para tener comunión”. Bueno, como un joven cristiano, estaba yo emocionado. No podía pensar en otra cosa que podría hacer más que tener unos minutos de comunión íntima con Cristo. Me prometió: “Estaré aquí cada mañana temprano. Reúnete aquí conmigo, y comenzaremos el día juntos”.
Así que, mañana tras mañana, bajaba al salón. Él tomaba un libro de la Biblia, lo abríamos y lo leíamos juntos. Me contaba de Su riqueza y me revelaba Sus verdades. Mi corazón ardía cuando me revelaba el amor y la gracia que tenía hacia mí. Eran horas maravillosas.
Pero poco a poco, bajo la presión de muchas responsabilidades, el tiempo comenzó a acortarse. Por qué, no lo sé, pero pensaba que estaba demasiado ocupado para pasar tiempo con Cristo. No lo hacía intencionadamente, ¿sabes? Simplemente ocurrió de esta manera. Finalmente, no sólo se acortó el tiempo, sino que empecé a fallar un día ahora, otro después... Entonces llegué a faltar dos días seguidos, y cada vez más a menudo.
Recuerdo una mañana que me estaba apresurando por las escaleras, impaciente por seguir mi camino, y al pasar al lado del salón noté que la puerta estaba entreabierta. Eché una mirada, y vi el fuego ardiendo en el hogar y el Maestro sentado al lado. De repente pensé consternado: “Él es mi huesped. ¡Le he invitado a venir a mi corazón! Él ha venido y le estoy desatendiendo”. Abatido, le dije: “Bendito Maestro, perdóname. ¿Has estado aquí todas estas mañanas?” “Sí”, me dijo: “Te dije que lo haría. Recuerda, te amo. Te he redimido a gran coste. Deseo tu comunión. Aunque no reserves este tiempo por ti, hazlo por Mí”.
La verdad de que Cristo desea mi compañía, de que quiere que esté con Él, y que me espera, ha hecho más para transformar mi tranquilo tiempo con Dios que ningún otro factor. No le dejes a Cristo esperar solo en el salón de tu corazón, sino cada día, encuentra tiempo, cuando con tu Biblia y en oración, puedes tener comunión con Él.

¿JUGUETES PARA EL REINO DE DIOS?
Antes de que pasara mucho tiempo, me preguntó: “¿Tienes un taller en tu casa?” Abajo, en el sótano de la casa de mi corazón tenía una banqueta con varias herramientas, pero no hacía muchas cosas con ellas. Alguna vez bajaba y hacía bulla con unos pocos aparatitos, pero no estaba produciendo nada de provecho. Le llevé allí. Echó una mirada al banco de trabajo y dijo: “Bueno, esto está muy bien equipado. ¿Qué estás produciendo para el Reino de Dios?” Miró un par de juguetes que había tirado encima de la banqueta. Levantó uno y me dijo: “¿Son estos juguetitos lo que estás produciendo en tu vida cristiana?” “Bueno”, dije: “Señor, ya sé que esto no es mucho, y realmente quiero hacer más, pero después de todo, parece que no tengo suficiente fuerza para hacer más”. “¿Te gustaría hacerlo mejor?”, preguntó. “Desde luego”, repliqué. “Bien, dame tus manos. Ahora relájate en Mí y deja que mi Espíritu trabaje en ti. Ya sé que eres un poquito torpe, pero no importa, porque el Espíritu Santo es el Maestro del hombre trabajador, y si Él controla tus manos y tu corazón, trabajará por medio de ti”. Poniéndose detrás mío y con Sus manos fuertes sobre las mías, tomando las herramientas con Sus dedos, comenzó a trabajar en mí. Cuanto más me relajaba y confiaba en Él, más podía hacer Él con mi vida.

PERDÓN POR TENER ESTE LÍO EN LA HABITACIÓN

Me preguntó si tenía una sala de juegos. Estaba esperando que no me preguntara nada acerca de eso. Había ciertas asociaciones, amistades, actividades y diversiones que quería guardármelas para mi mismo. Una tarde, cuando me estaba marchando para unirme con algunos compañeros de la universidad, Él me paró y preguntó, “¿Vas a salir esta tarde?” “Sí”. “Bien”, dijo: “Me gustaría ir contigo”. “Oh”, contesté torpemente: “Señor Jesús, realmente pienso que no quieres venir conmigo. Salgamos mañana por la noche. Mañana por la noche iremos a la reunión de oración, pero hoy tengo otra cita”. “Lo siento”, me dijo: “Cuando vine a tu hogar pensé que todo lo íbamos a hacer juntos, para ser compañeros. Quiero que sepas que deseo ir contigo”. “Bueno”, refunfuñé, deslizándome fuera de la puerta: “Iremos a algún sitio mañana por la noche”.
Esa tarde pasé unas horas horribles. Me sentía miserable. ¿qué clase de amigo era yo para Cristo, cuando le dejaba fuera de mis asociaciones, haciendo cosas y yendo a lugares que sabía que Él no disfrutaría? Cuando volví esa tarde, había luz en Su habitación, y entré para hablar con Él. “Señor, he aprendido la lección. No puedo pasar buen tiempo sin Ti. Lo haremos todo juntos”. Entonces bajamos a la habitación desordenada de la casa y Él la transformó. Trajo nuevas amistades a mi vida, nuevas satisfacciones, gozos nuevos y duraderos. La música y la risa del contentamiento han estado sonando en la casa desde entonces.

EN ESTA CASA HAY ALGO MUERTO

Un día le encontré esperándome en la puerta. Con una mirada de reproche en Sus ojos, y me dijo tan pronto como entré: “Hay un olor peculiar en esta casa.
Hay algo muerto por aquí. Viene de arriba, seguro que está en el desván”. Nada más decir estas palabras, yo sabía de qué estaba hablando. Sí, había un pequeño desván en el rellano, de unos cuantos metros cuadrados. En este desván, bajo llave y candado, tenía una o dos cositas personales que no quería que Cristo las viese. Yo sabía que estaban podridas, y tanto las quería para mi, que temía admitir que estaban allí.
Subí con Él, y cuanto más subíamos las escaleras, más fuerte se hacía el olor. Él señaló la puerta. Yo estaba muy molesto. Es la única manera en que lo puedo decir. Le había dejado entrar a la biblioteca, al salón, al sótano, y ahora me pedía aquel pequeño desván. Me dije a mi mismo: “Esto es demasiado. No le voy a dar la llave”. Leyendo mis pensamientos, me dijo: “Si piensas que voy a estar aquí con este olor, estás equivocado. Voy a salir al patio”.
Observé como empezaba a bajar las escaleras. Mi resistencia cedió. Cuando uno llega a conocer y amar a Cristo, la peor cosa que le puede pasar es sentir la rotura de la comunión con Él. Tuve que rendirme. “Te daré la llave”, dije tristemente: “Pero Tú tendrás que abrir el desván y limpiarlo. Yo no tengo fuerzas para hacerlo”. “Simplemente dame la llave”, dijo. “Dame permiso para encargarme del desván y lo haré”.

DIRÍGELO TODO
Con dedos temblorosos le pasé la llave. Él la tomó, se acercó a la puerta, la abrió, entró, tomó las porquerías y cosas podridas y las tiró. Entonces limpió y pintó el desván. Estuvo hecho en un abrir y cerrar de ojos. ¡Qué victoria fue para mí el echar fuera de mi vida algo muerto! Me vino un pensamiento: “Señor, ¿hay posibilidad de que tomes la dirección de toda la casa y operes en toda mi vida de la misma manera que lo has hecho con el desván? ¿Tomarías la responsabilidad de hacer de mi vida lo que debe ser?”
Su rostro se iluminó al tiempo que replicaba: “Por supuesto, eso es lo que quiero hacer. No puedes ser un cristiano victorioso mediante tu propia fuerza. Déjame actuar a través de ti y a favor tuyo. ¡Así se hace! Pero”, añadió lentamente: “No soy más que un huésped. No puedo proceder con autoridad, puesto que la propiedad no es mía”.
Arrodillándome, le dije: “Señor, Tú has estado siendo el huésped y yo el anfitrión. Desde ahora yo seré el siervo y Tú serás el Señor”. Corrí tan rápido como pude para llegar a la caja fuerte. Tomé las escrituras de las propiedades, posesiones, y responsabilidades mías, y con ánimo pronto firmé el traspaso sólo para Él por toda la eternidad. “Señor”, le dije, “Tómalo. Aquí está, todo lo que soy y tengo, para siempre. Dirige Tú la casa. Yo simplemente me quedaré contigo como siervo y amigo”.
Las cosas han cambiado desde que Jesucristo se estableció así e hizo Su morada en mi corazón.

Robert Boyd Munger, originalmente publicado en inglés por Intervarsity Press ("My Heart, Christ's Home).

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"Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones". Hechos 2:42

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