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lunes, 13 de julio de 2009

EN ESTO PENSAD -- JULIO 2009


La Expiación: Antes y Ahora (Parte I)

William MacDonald

Expiación es una de estas fascinantes palabras bíblicas que tiene variedad de usos. Su significado en cualquier texto de l
as Escrituras debe determinarse por el contexto. Viendo cómo es usada la palabra, aprendemos los diferentes sentidos que tiene.
Pero antes, es menester recordar el camino de la salvación en el Antiguo Testamento. La gente fue salva al poner su fe en el Señor. Cuando Dios reveló algo y le creyeron, entonces fueron contados justos. Así cuando Dios prometió a Abraham que tendría descendientes tan numerosos como las estrellas, el patriarca “creyó a Dios, y le fue contado por justicia” (Gn. 15:6). Abraham fue justificado en base a la todavía futura obra de Cristo en la cruz. Es dudoso que Abraham supiera mucho acerca de aquella obra, pero Dios sabía, y puso todo el valor de aquella obra a la cuenta de Abraham. El Señor le otorgó el perdón judicial de todos sus pecados en base a la preciosa sangre del Salvador derramada en el Calvario. En cada época la salvación es por la fe en el Señor y en base a la obra sustitutiva del Señor Jesucristo. Se establece una relación eterna.

Sin embargo, cuando un israelita creyente cometía pecado después de su conversión, esto rompió su comunión con Dios y le hizo inmundo. También había ciertos actos (como tocar un cuerpo muerto) que en sí no eran pecaminosos, pero que le hacía inmundo ceremonialmente. Estas cosas le impedían adorar en el tabernáculo o templo. Esto es cuando hacía falta la expiación, y ahora consideraremos este tema.

El Significado en el Antiguo Testamento

En el Antiguo Testamento, expiación es la traducción de una palabra hebrea que significa “cubrir”. Así que, cuando Dios mandó a Noé a cubrir el arca (“calafatearás”) por dentro y por fuera (Gn. 6:14), es la misma raíz que la palabra traducida “expiar”. La expiación era una forma de cubrir el pecado hasta que fuera tratado completa, perfecta y finalmente por la obra de Cristo en el Calvario.
En algunos casos, “cubrir” puede comunicar la idea de enmendar, limpiar, eximir de castigo, y consagrar.

La palabra se empleaba generalmente de personas, sacerdotes y la nación de Israel. Pero casi nunca significaba expiación de pecados, esto es, hacer satisfacción por ellos. El escritor de Hebreos aclara que los sacrificios del Antiguo Testamento nunca quitaron ni un sólo pecado. Si el sentido primario de expiación es quitar el pecado, entonces los sacrificios eran fracasos. “Porque la sangre de los toros y de los machos cabríos no puede quitar los pecados” (He. 10:4). Cada año en el día de expiación hacían memoria de los pecados (He. 10:3). Por esta razón el sistema de sacrificios nunca dio al pueblo de Dios una conciencia limpia respecto al pecado. “De otra manera cesarían de ofrecerse, pues los que tributan este culto, limpios una vez, no tendrían ya más conciencia de pecado” (He. 10:2).
A veces hacían expiación por cosas inanimadas – el altar, el lugar santo, el lugar santísimo, el tabernáculo de reunión y el templo. Obviamente esto no tenía nada que ver con quitar o expiar pecados, porque las cosas inanimadas no pueden pecar. Un altar que había sido expiado estaba apto para usar en el servicio divino porque era limpio ritualmente. No es adecuada cualquier definición de expiación que no explica por qué ciertas “cosas” debieron ser expiadas.
Empleada respecto a las personas, la expiación significa limpieza ceremonial. Cuando un judío creyente que había pecado traía el sacrificio requerido, en efecto confesaba su pecado. Tan pronto como confesaba, fue perdonado. Su perdón no vino mediante el sacrificio animal sino mediante el sacrificio de Cristo. El sacrificio animal era figura o tipo del sacrifi
cio de Cristo. La pena eterna de su pecado ya había sido cancelada cuando creyó en el Señor, pero la confesión renovaba su comunión con Dios. El sacrificio que trajo le hizo apto externa y ceremonialmente para participar nuevamente en la adoración y los servicios de Jehová. Ya estaba en una relación de pacto con Dios, pero ahora estaba limpio ritualmente. Los sacrificios levíticos santificaron para la purificación de la carne (He. 9:13), esto es, proveyeron una purificación externa, ritual. Sólo la obra de Cristo puede limpiar la conciencia de obras muertas para servir al Dios vivo (He. 9:14).
continuará en el número siguiente, d.v.
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El Proceder De Cristo
Con El Joven Rico

Una sola mirada al joven rico que se acercó a Jesús indica que era una persona digna de ser estimada y digna de confianza. Era un joven respetable, con apariencia educada y de buenos modales. Saludó al Señor con cortesía, hincando la rodilla delante de Él y llamándole: “Maestro bueno”. Su profundo interés en la religión demanda nuestro respeto. Vino corriendo a Cristo, persiguiendo con entusiasmo Su ayuda espiritual. Tanta ansiedad sentía sobre el tema de la vida eterna que no podía esperar una conversación privada. Allí mismo, en el camino, ignoraba la atención del público y arrodillado inquiría por el bienestar de su alma.
Además, era un hombre de acción moral. Cuando Jesús empezaba a recordarle los mandamientos, él respondió: “todos estos he guardado desde la juventud”. Su vida era externamente limpia y aceptable. Cuando Jesús le dijo: “No cometerás adulterio”, él podía responder sinceramente que se había guardado fiel. Al mandamiento de nuestro Señor: “No hurtarás”, podía responder que en el negocio había sido honesto. Sus riquezas no fueron ganadas por medio del fraude. No perjuraba. Tal integridad no fue ocasional ni recientemente adquirida. Al contrario, la moralidad había sido entretejida en su vida “desde la juventud”.
Marcos 10:22 nos dice que ese hombre tenía grandes posesiones. Tenía éxito en el mundo. Lucas 18:18 le llama: “un principal” ... se refiere a un noble con autoridad e influencia. Mateo 19:20 dice que era “joven”, lo cual hace que sus logros fueran todavía más sorprendentes. Fácilmente alguien pensaría: “Éste es digno del premio de Ciudadano del Año”. Y por cierto te gustaría tenerle como un trofeo para Cristo. Te alegraría verle confesar a Cristo e integrarse en tu congregación. ¿No da vergüenza reconocer que parte del interés que tendrías en tal hombre es debido a la idea carnal que uno tan importante en el mundo sería una gran ventaja para el reino de Dios?
¿Cuál sería tu reacción en semejantes circunstancias? ¡Aquí estaba un hombre literalmente rogando de rodillas para que alguien le dijera cómo llegar al cielo! ¡Debe ser el sueño de cada evangelista! ¿No abrirías la Biblia para hacerle las preguntas esenciales?
– “¿Crees que eres un pecador?”
– “¿Crees que Cristo murió por los pecadores?”
– “¿Aceptas a Jesús como tu Salvador personal?”
– “Ora conmigo ahora, repitiendo sinceramente mis palabras...”
Él respondería en afirmativo a cada pregunta con muy poca instrucción. Sólo habría que enseñarle los versículos usuales. Este hombre rico estaba como fruto maduro, listo para ser recogido en nuestra “canasta evangélica”. En nuestras salas le hubiéramos sacado una “decisión” en poco tiempo, y le habríamos asegurado de que tenía vida eterna y que no debía dudarlo. Entonces, su nombre sería añadido a la hoja de estadística y la nueva de su conversión anunciada a todos. ¡Semejante persona influyente merecería un artículo de entrevista personal en algún periódico o alguna revista evangélica!
Sé honesto. ¿No te molesta, no te desanima un poquito ver a Jesús tratar a ese joven tierno con tanta rudeza? Más de uno pensaría: “¿Cómo podría nuestro Señor emplear unas tácticas tan pobres, tan bruscas y carentes de consideración con un pecador? Empezaba con una reprensión, y de ahí se fue a hablar de los Diez Mandamientos (¡vaya!). ¿No demandaba un sacrificio inmenso como condición para recibir la vida eterna, dejando al “pez gordo” escaparse? ¿No sabía cómo conducir a un alma a Sí mismo?” Pero amigo, si estás sorprendido, seguro que eres tú. no Cristo, quien no entiende cómo evangelizar.


Walter Chantry, Today’s Gospel, Authentic or Synthetic (El Evangelio de Hoy, ¿Auténtico o Sintético?), The Banner of Truth Trust (El Estandarte de la Verdad), 1970, pp.19-21

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¿A DÓNDE IRÉ CUANDO MUERA?

LA BIBLIA contesta esta pregunta. Nos dice que Dios nos creó buenos y nos puso en un mundo perfecto. Pero, cuando a Dios le desobedecimos y le dimos la espalda, decidiendo vivir sin contar con Él, entonces el pecado, el dolor y la muerte entraron en nuestro mundo.
Dios vio con dolor nuestra rebelión y las consecuencias. Dios es justo y santo, y no puede pasar por alto el pecado. Entonces no sería mejor que Sus criaturas. Hemos arruinado el mundo que Él creó, y además nos hemos arruinado a nosotros mismos. Esto tiene que ser castigado. Pero en Su misericordia Él envió a Su Hijo Jesucristo para tomar el castigo que el pecado merece y la justicia demanda. Aunque Jesucristo vivió una vida sin pecado, Él murió en nuestro lugar, resucitó de los muertos, y ahora vive en el cielo.
Todo aquel que confía personalmente en el Señor Jesucristo que murió y resucitó, será salvo del castigo de Dios e irá a estar con Él después de la muerte. Los que no creen no verán el cielo, sino que pasarán la eternidad separados de Dios en el lugar de castigo que su rebelión merece.
Ser buenos no nos salva. Practicar una religión tampoco. Nada de esto nos puede otorgar perdón y vida eterna. Debemos ponernos en manos del Salvador, el Señor Jesucristo. Es un acto personal de fe. Confiar en Jesucristo como nuestra única salvación no sólo nos otorga perdón y nos salva del castigo eterno, sino que nos da nueva vida ahora y llena nuestra vida de propósito.
Amigo, si deseas confiar en el Señor Jesucristo y depositar tu vida en Sus manos, debes arrepentirte de tus pecados y de corazón depositar tu confianza única y enteramente en Jesucristo, quien murió en paga de tus pecados y resucitó para justificarte cuando creas en Él. Confiésale con tu boca, como tu Señor y Salvador. Él es el único que puede salvarte. Lo hará instantáneamente y de una vez para siempre cuando confíes en Él. Las religiones y filosofías de los hombres te fallarán, pero Jesucristo nunca ha fallado a ninguna de los que en Él confían.

VERSÍCULOS CLAVES EN LA BIBLIA QUE DEBES CONSIDERAR:
1 Pedro 3:18 “Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios, siendo a la verdad muerto en la carne, pero vivificado en espíritu”.
Juan 3:16 “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”.
Romanos 10:9 “Que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación”.
Juan 14:6 “Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí”.
Hechos 4:12 “Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos”.
Hebreos 2:3 “¿Cómo escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan grande?”


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