La Psicología: ¿Ciencia o Pseudociencia?
Martin Bobgan
A través del estudio y la imaginación, los psicólogos han soñado con aplicar los métodos científicos para observar, explicar y transformar el comportamiento humano. Este sueño de desarrollar un estudio científico sobre la naturaleza humana y un método científico para tratar los problemas de la vida es muy seductor. Esta tan anhelada ciencia del comportamiento promete mucho a aquellos que luchan por resolver las vastas complejidades de la personalidad de los individuos en circunstancias igualmente complejas. Sin embargo, la psicología no ha alcanzado este anhelado estatus científico, principalmente si se trata de la psicoterapia.
Si bien una parte de la psicología utiliza el método científico, existe un área de la disciplina de la misma en la que impera la pseudociencia, o más bien: la psicoterapia. El diccionario define la pseudociencia como “un sistema de teorías, asunciones y métodos erróneamente considerados como científicos”.1 A la pseudociencia le gusta usar un rótulo científico para proteger y promover opiniones que no son ni demostrables ni refutables.
Si la psicoterapia se hubiese establecido como una ciencia, habría consenso en este campo con respecto a los problemas mentales, emocionales y de comportamiento, así como a su respectivo tratamiento. Sin embargo, este campo continúa expandiéndose con teorías y técnicas contradictorias, que generan más confusión que algo que se aproxime al orden científico.
La psicoterapia continúa proliferando y ofrece cada vez más variedad de explicaciones a los conflictos y el comportamiento de los seres humanos. El psicólogo Roger Mills dice lo siguiente en su artículo “Psychology Goes Insane, Botches Role as Science” (la psicología se vuelve loca y fracasa como ciencia):
El campo de la psicología hoy día está literalmente desordenado. Existen tantas técnicas, métodos y teorías en nuestro entorno como investigadores y terapeutas. Personalmente he visto a terapeutas convenciendo a sus pacientes de que todos sus problemas provienen de sus madres, de las estrellas, de su conformación bioquímica, de su dieta, de su estilo de vida e incluso del “karma” de sus vidas pasadas.
En lugar de agregar conocimiento (basado en descubrimientos recientes fundamentados en información sólida) al conocimiento anterior, un sistema contradice a otro, un conjunto de opiniones es cambiado por otro y un conjunto de técnicas reemplaza a otro conjunto.
La psicoterapia cambia según las corrientes culturales predominantes. El hecho de que existan más de cuatrocientos sistemas diferentes, y que cada uno proclame ser superior al resto, debería desanimar a cualquiera a pensar que tantas opiniones diferentes pudieran ser científicas o estén basadas en hechos. Las psicoterapias y sus respectivas psicologías de respaldo están llenas de confusión, y sus pseudo conocimientos y pseudo teorías resultan an una pseudociencia. Profesan ser sabios, pero son necios.
¿Pseudociencia?
Los psicoterapeutas afirman poder proporcionar patrones de comportamiento ventajosos para la vida cotidiana, una nueva consciencia sobre las posibilidades del yo, y una adaptación a la vida y las circunstancias. Se centran tanto en los fenómenos internos, tales como los pensamientos, los miedos y las ansiedades, como en el comportamiento externo, tales como la interacción social, el aislamiento y la agresión. Sin embargo, al intentar abarcar y cambiar tanto el comportamiento interno como el externo, la psicoterapia cae en la subjetividad. No obstante, sus promotores la denominan científica y la disfrazan con una jerga profesional. Por lo tanto, se la considera ciencia y se la presenta con un vocabulario que parece ser profesional, pero la psicoterapia opera descaradamente basándose en la opinión personal, que está influida por los muchos sistemas teóricos (y a menudo conflictivos).
¿La psicoterapia es ciencia o superstición? ¿Es objetiva o subjetiva? ¿Se basa en hechos o es un invento subjetivo? Dichas preguntas son importantes ya que hemos aprendido a confiar casi en cualquier cosa que tenga el sello de “ciencia”. Nuestra sociedad tiene una gran admiración por la ciencia, ya que nos ha permitido elevarnos por encima de lo común y corriente, llevar la humanidad a la luna y explorar los distantes planetas y el funcionamiento interno del cerebro. Nos hemos quedado impresionados, sorprendidos, e incluso quedamos admirados por las maravillas de la ciencia. La ciencia y la tecnología que la acompaña nos han impulsado hacia un estilo de vida más cómodo, aunque no necesariamente hacia una mayor paz mental.
La ciencia nos ha hecho sentir que tenemos conocimiento, ya que nos ha permitido descubrir y describir muchas de las leyes naturales y físicas del universo. De la misma forma, sentimos ansiedad ante la posibilidad de que existan leyes similares que describan la naturaleza humana. Por lo tanto, debido a que la psicoterapia se ha identificado a sí misma con la ciencia y se ha definido como una ciencia del comportamiento, muchos la consideran científica en su descripción, análisis y tratamiento de la condición humana.
Muchas disciplinas fuera del campo de la ciencia pueden resultar fascinantes y atractivas, pero no generan la misma confianza que la ciencia. La gente tiende a asociar la palabra científico con conceptos tales como “verdadero”, “preciso”, y “confiable”. Si la psicoterapia y las psicologías que la respaldan son científicas, deberían provocar nuestro respeto y atención. Sin embargo, si no lo son, tenemos buenas razones para cuestionar y dudar de sus afirmaciones y métodos.
Debido a que la psicoterapia se basa en teorías psicológicas, cabría preguntarse si estas pueden considerarse científicas. En un esfuerzo por evaluar el estatus de la psicología, la American Psychological Association (Asociación Psicológica Americana) eligió al Dr. Sigmund Koch para planificar y dirigir un estudio, el cual fue subsidiado por la Fundación Nacional de Ciencia. Este estudio contó con la participación de ocho profesores eminentes encargados de evaluar los hechos, teorías, y métodos de la psicología. Los resultados de este extenso esfuerzo se publicaron en siete volúmenes titulados “Psychology: A Study of a Science” (La Psicología: Un estudio de una ciencia).
Al examinar los resultados, Koch expresa sus preocupaciones en los siguientes términos: “no digo que no haya subcampos de la psicología que no puedan ser considerados como parte de la ciencia”. Sin embargo, la psicoterapia es uno de los campos que Koch tiene en la mira cuando afirma: “Creo en este momento y de manera total y final, que la psicología no puede ser una ciencia coherente” (Itálicas en original, negritas agregadas). Koch sugiere que, “como punto de partida de una humildad terapéutica, deberíamos renombrar la psicología y llamarla estudios psicológicos”6 (Itálicas en original).
Koch ciertamente criticaba la psicoterapia por estar bajo “el engaño de que ya es una ciencia” cuando en realidad no lo es. Y, ciertamente confirmaría que la psicoterapia “no puede ser una ciencia coherente”. Una razón por la que la psicoterapia no puede denominarse legítimamente como una ciencia coherente es porque intenta lidiar con la complejidad humana, que no puede observarse ni anticiparse de manera consistente. Además, el terapeuta y el paciente son individuos únicos y su interacción agrega una variable adicional. Cuando se añaden los factores del tiempo y las circunstancias cambiantes, no es de extrañar de que la relación terapéutica escape del riguroso estudio de la ciencia.
Al considerar el dilema entre la ciencia y la individualidad personal, el Dr. Gordon Allport dice:
El individuo, sea quien sea, consiste en una organización interna y única de procesos corporales y mentales. Pero debido a su carácter único, la ciencia lo considera algo vergonzoso. Se dice que la ciencia se ocupa de leyes amplias, preferentemente universales... por lo que la individualidad no puede ser estudiada por ella, sino únicamente por la historia, el arte, o la biografía.
Podríamos agregar que el individuo no solo se escapa de las fórmulas científicas, sino que también desafía las descripciones literarias. Sin embargo, si tuviéramos que elegir entre una y otra, parecería que la literatura ha sido más capaz de revelar la complejidad de los seres humanos. El lenguaje describe las complejidades del individuo mucho mejor que las fórmulas. El lenguaje y la literatura reflejan mejor la naturaleza humana y la profundidad del alma que las teorías de la personalidad y la psicoterapia. continuará, d.v. en el siguiente número
del capítulo 1 del libro El Fin de la “Psicología Cristiana”, por Martin Bobgan,
publicado por Llamada de Medianoche disponible gratuitamente en formato PDF en
https://archive.org/details/ElFinDeLaPsicologaCristianaMartinBobgan
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Aléjate de los Malos
“No tengas envidia de los hombres malos, ni desees estar con ellos; porque su corazón piensa en robar, e iniquidad hablan sus labios” (Pr. 24.1-2).
Esta doble instrucción (no desear ser como los que practican la maldad, ni juntarse con ellos) se respalda con una razón (el carácter destructivo de lo que traman en sus corazones y declaran con sus labios). Otros proverbios contienen exhortaciones similares, con razones adicionales. “No envidies al hombre injusto, ni escojas ninguno de sus caminos. Porque Jehová abomina al perverso” (Pr 3.31-32). “No te entremetas con los malignos, ni tengas envidia de los impíos; porque para el malo no habrá buen fin, y la lámpara de los impíos será apagada” (Pr. 24.19-20). El contraste positivo para los piadosos se expresa en 23.17-18. “No tenga tu corazón envidia de los pecadores, antes persevera en el temor de Jehová todo el tiempo; porque ciertamente hay fin, y tu esperanza no será cortada” (Pr. 23.17-18).
Pero tenemos un problema a la hora de aplicar esta sana enseñanza. Es posible pensar que solo significa no imitar a ladrones, asesinos o drogadictos. Pero entre los impíos que no debemos imitar ni estar con ellos están los políticos, los ricos y famosos, como por ejemplo los deportistas, actores y cantantes que muchos admiran y desean imitar. No debemos ocupar nuestro tiempo con ellos, ni desear ser como ellos, ni tener lo que ellos tienen. Algunos piensan que es importante tener muchos amigos y ser populares. No recuerdan de las palabras de Cristo: “¡Ay de vosotros, cuando todos los hombres hablen bien de vosotros!” (Lc. 6.26). A los jóvenes les encantan los héroes de ficción como Spiderman, Superman, Batman y otros. Pero estos son los héroes que han creado el diablo y el mundo. No son inofensivos, sino engañosos y falsos, e indignos de la atención de los creyentes. En la Biblia encontramos los verdaderos héroes, que son personas que fueron fieles a Dios, como Abel, Enoc, Noé, Abraham, Rut, Ester, los hombres valientes del rey David, y los apóstoles del Señor Jesucristo.
Nuestros ejemplos a seguir son los piadosos de la Biblia, los hombres y las mujeres que agradan a Dios, y, sobre todo, debemos admirar, seguir e imitar al Señor Jesucristo. Pablo dijo: “Sed imitadores de mí, así como yo de Cristo” (1 Co. 11.1). “Sed, pues, imitadores de Dios como hijos amados” (Ef. 5.1). “Hermanos, sed imitadores de mí, y mirad a los que así se conducen según el ejemplo que tenéis en nosotros” (Fil. 3.17). Nuestros compañeros deben ser personas creyentes y piadosas. Es más importante tener amigos espirituales que amigos de nuestra misma edad o nivel económico. Pablo le mandó algo importante a Timoteo, un joven creyente, que es válido para creyentes de cualquier edad: “sigue la justicia, la fe, el amor y la paz, con los que de corazón limpio invocan al Señor” (2 Ti. 2.22). Revisemos nuestros valores y amistades según el criterio divino. Como dice el refrán: “Mejor solo que mal acompañado”.
Traducido y adaptado de un artículo en la revista Assembly Testimony, enero 2025
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Jesucristo y el dinero
abía que pagar los impuestos, le dijo a Pedro que tomara el dinero y se lo diera “por mí y por ti” (Mateo 17.27). Cumplió con sus responsabilidades financieras y, además, ayudó a otros. Dios lo vio y lo amó, porque “Dios ama al dador alegre” (2 Corintios 9.7). ¿Sigues tú su magnífico ejemplo de administración del dinero?
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Judas Iscariote, el tesorero malvado

ue se llamaba Judas” (Mateo 26.14), profesaba ser creyente, predicaba, y quizás hacía milagros. Cuando Jesús habló de su traición, todos preguntaron: “¿Soy yo, Señor?” (Mateo 26.22). Judas había engañado completamente a sus condiscípulos. Puede que el Señor permita que la gente peque, sea hipócrita, y engañe, pero recuerda que Él ha prometido: “A los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien” (Romanos 8.28). Al final, el Señor siempre vence, y también castiga a los infieles. Por eso, “Dejad lugar a la ira de Dios” (Romanos 12.19). Cristo triunfó en la cruz, ¡y lo hará también en tu vida!
del libro Devoción a Diario, por Juan Dennison, lecturas del 17 y 18 de junio,
Publicaciones Pescadores, y Libros Berea
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La Voluntad de Dios
“... Para que con gozo llegue a vosotros por la voluntad de Dios” (Ro. 15.32).
El apóstol Pablo no quería hacer su propia voluntad, sino la del Señor Jesucristo. Es importante hacer las cosas por la voluntad de Dios, y no según la nuestra.
¡Cuántas veces los creyentes, impulsados por sus propios deseos, o reaccionando ante las circunstancias, toman decisiones y actúan diciendo que Dios les guió, cuando no es así! En tiempos de hambre, el patriarca Abraham bajó a Egipto en busca de alivio (Gn. 12.10-20), actuando fuera de la voluntad de Dios. Luego, en Génesis 16, él y Sara decidieron por su cuenta lo de Agar, y el triste resultado fue Ismael. Elimelec abandonó a Belén en tiempos de hambre, y llevó a su familia a Moab (Rut 1), donde perecieron él y sus dos hijos fuera de la voluntad de Dios. Muchos se van a otro país en busca de comida y una vida mejor, sin tener en cuenta realmente la voluntad de Dios. El profeta Jonás intentó ir a Tarsis (Jonás 1), también fuera de la voluntad de Dios. Consiguió plaza en el barco y, por las circunstancias, todo parecía irle bien hasta que se desató la tormenta. Pero las circunstancias por sí solas no son una indicación fiable de la voluntad de Dios. Aunque David había sido ungido por Dios, se cansó de huir de Saúl y se fue al rey Aquis en Gat de Filistea (1 S. 21.10; 27.2). El profeta Elías se cansó del conflicto, se dejó atemorizar por las amenazas de Jezabel, y huyó a Sinaí, donde Jehová le preguntó: “¿Qué haces aquí, Elías?” (1 R. 19.9, 13). Esta es una pregunta que deben hacerse los que dejan su lugar de origen: “¿Realmente he sido guiado por el Señor?” Hay quienes dicen que harán algo “si el Señor quiere”, o “en el nombre del Señor”, pero a veces solo lo hacen para disimular y hacer su propia voluntad. Quizás hablan así porque no saben distinguir entre su voluntad y la de Dios. El hecho de desear mucho hacer algo no lo convierte en voluntad del Señor. Dicen que quieren la voluntad de Dios, pero si esta no se corresponde con la suya, no la quieren. Sin embargo, avanzan, quiera el Señor o no, y no en Su Nombre, pues Él no avala lo que hacen. Dirigen sus propios pasos, pero luego dicen que el Señor les ha guiado, pues al decir esto, nadie se atreverá a cuestionar o criticar lo que han hecho. Debemos aplicar Proverbios 3.5-7 y esperar pacientemente a que Dios muestre Su voluntad, no que apruebe la nuestra. Como Israel en Números 9.17-22, debemos permanecer atentos a la voluntad de Dios. Esta puede incluir pruebas y contratiempos, como le sucedió a Pablo, pero si Él realmente guía nuestros pasos, también nos sostendrá.
Carlos
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El Pecado de Oponerse a la Autoridad
Romanos 13.2 dice: “De modo que quien se opone a la autoridad, a lo establecido por Dios resiste; y los que resisten, acarrean condenación para sí mismos”. Puesto que Dios estableció el gobierno, la autoridad, “quien se opone a la autoridad, a lo establecido por Dios resiste”. Recordemos que Dios está detrás de la autoridad que Él establece.
“Se opone” significa ponerse en contra, y es un término militar que significa: “disponer batalla en contra” (según Vine), es decir, “ordenar la batalla, la línea de combate”. Aparece dos veces en el verso. En Hechos 18.6 se traduce como “oponiéndose”. En Santiago 4.6; 5.6 y 1 Pedro 5.5 se traduce como “resiste”, y nos advierte que Dios resiste a los soberbios. La advertencia de Gamaliel, aunque no se refirió al gobierno, es válida aquí: “no seáis tal vez hallados luchando contra Dios” (Hch. 5.39). Oponerse y resistirse a la autoridad es resistirse a Dios. El contexto es la autoridad del gobierno, pero este precepto es aplicable en la iglesia, el matrimonio, la familia y el trabajo. Uno puede oponerse tanto activamente, mediante protestas y enfrentamientos, como pasivamente, con resentimiento, murmuraciones y haciendo lo mínimo cuando se le llama la atención, pero ambas formas son pecado. La Palabra de Dios es clara, quienes se oponen al gobierno, a los ancianos, al marido, a los padres, o al jefe o al amo en el trabajo, resisten a Dios y son culpables, pues Él estableció la autoridad.
Esto incluye las leyes de inmigración. Para su vergüenza algunos cristianos se burlan de ellas y se consideran una excepción. Entran ilegalmente en otro país y evitan a las autoridades. Otros tal vez entran como turistas de visita, pero se quedan más tiempo del permitido. En su pasaporte pone: “permiso para 90 días”, pero no se someten al gobierno. Toman trabajos ilegalmente, y buscan quedarse. Las excusas de: “otros lo hacen”, o “busco una vida mejor”, no sirven ante Dios. Cada país tiene un proceso correcto y legal que debe seguirse si se desea inmigrar y vivir allí. Dios dice: “Sométase toda persona” (Ro. 13.1), y, “Por causa del Señor someteos a toda institución humana” (1 P. 2.13).
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El Peregrino y los Peligros
Lucas Batalla

Este pasaje demuestra que incluso los creyentes se equivocan y pecan a veces. Abraham era un hombre de Dios, pero tomó una serie de decisiones equivocadas sin consultarle y, por ello, no hizo Su voluntad. Estaba matriculado en la escuela de la fe, donde todos tenemos que aprender y crecer.
Antes el patriarca había obedecido en gran medida, como se ve en el capítulo 12, ya que salió de Ur tal y como Dios le había indicado, sin embargo, se llevó a Lot consigo. Génesis 12.4 menciona brevemente este error: “Y Lot fue con él”. ¿Por qué estaba Lot con Abraham?, pues Dios no llamó a Lot a salir. Dios prometió bendecir a Abraham y darle “esta tierra” (v. 7), pero no prometió nada a Lot.
En los versos 10-20 vemos otra equivocación: respondió al hambre con la lógica, y se fue a Egipto sin la guía de Dios. Allí, temiendo que le mataran para quedarse con su esposa, Sara, inventó una mentira para protegerse (vv. 11-13). Era una media verdad, que también es una media mentira. Pero antes de juzgar a Abraham, pensemos si nosotros siempre decimos toda la verdad o si a veces también la callamos.
En el verso 10, vemos el error que lo inició todo. Hubo hambre en la tierra, y a Abraham se le ocurrió ir a Egipto, donde las condiciones eran mejores, pero no oró ni se dejó guiar por Dios, sino que se dejó llevar por sus deseos, por la lógica y las circunstancias. Llegó a Egipto, pero eso no significa que Dios lo aprobara. El hecho de pasar necesidad en tu país no es necesariamente una razón para salir de él. Se puede salir por motivos egoístas, porque no te gusta la escasez, o por motivos de envidia, porque deseas tener una vida mejor, como la de otros. Pero no debemos dar un paso sin saber qué quiere Dios. “No se haga mi voluntad, sino la tuya”, debe ser siempre nuestra oración, y debemos esperar pacientemente y aceptar la respuesta de Dios.
En los versos 11-13, cuando llegó a Egipto, no tenía hambre pero sí miedo y tensión, porque pensaba que lo matarían para llevarse a su mujer Sara, porque era bella. Tenía temor del hombre (v. 12) y Proverbios 29.25 dice que ese temor trae lazo. Por miedo, en lugar de orar, se inventó una mentira, y así puso a Sara en peligro, ya que podía haberse quedado como esposa de Faraón. Mateo 1.2 señala a Abraham e Isaac, su hijo con Sara, como antepasados de Cristo. Sin embargo, Abraham solo pensaba en su situación actual y en las circunstancias, así que, sin consultar a Dios, decidió, fabricó la mentira, y le dijo a Sara que alegara que era su hermana. La excusa que esgrimó fue: “Para que me vaya bien”, pues pensaba en sí mismo.
En los versos 14-16, parecía que todo le iba bien, pues consiguió bienes y riquezas, “y él tuvo ovejas, vacas, asnos, siervos, criadas, asnas y camellos” (Gn. 12.16). Es posible enriquecerse fuera de la voluntad de Dios, pero recuerda que las riquezas no indican que estemos en Su voluntad. No siempre son una bendición. Ganó todo eso, pero a cambio de que llevaran a su esposa a la casa de Faraón (v. 15). Todos estos problemas en los que se vio envuelto Abraham se debían a que había actuado sin ser guiado por Dios. Fue un capítulo oscuro en su historia espiritual. Pero es más fácil ver los problemas de Abraham o de otros que los nuestros. Debemos considerar si nuestras dificultades se deben a que estamos fuera de la voluntad de Dios y hemos hecho lo que queríamos. Recordemos a Jonás, que consiguió escapar de la voluntad de Dios y subirse a un barco con destino a su elección, pero eso solo le trajo problemas. También debemos recordar que el corazón es engañoso (Jer. 17.9), por lo que podemos decir “en el Nombre del Señor voy a hacer tal cosa”, y así convencernos de que Dios nos guía, cuando realmente no es así. Nuestro lema debe ser: “Ni un paso sin Tu ayuda”.
continuará, d.v. en el siguiente número
Peregrino Tú mi hiciste, este mundo no es mi hogar;
Me llamaste a seguirte y contigo un día morar.
Guíame... guíame, por el pedregal
Tenebroso de la vida, a la patria celestial.

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Debe saber que en el mundo habrá un gran líder universalmente admirado que ocupará el lugar de cabeza de todos los gobiernos y naciones. La Sagrada Biblia, Palabra de Dios, predijo esto hace más de dos mil años y ahora está a punto de cumplirse. Dios llama a este hombre “la bestia”, “el Anticristo”, “el hombre de pecado”, y “aquel inicuo”. Pero el mundo lo conocerá por otros nombres buenos, y será muy popular. Prometerá “paz y seguridad”, y todos le admirarán (Apocalipsis 13.4, 8). Su compañero, un religioso profesional de las relaciones públicas (la “otra bestia” de Apocalipsis 13.11-15) hará grandes señales, y muchos le creerán.
Pero sabemos por experiencia que los políticos dicen una cosa y hacen otra. El caso del Anticristo y su colega será el peor de todos, porque una vez que tengan el poder, lo ejercerán con violencia. Harán una imagen y matarán a todos los que no la adoren. Muchos ya están acostumbrados a inclinarse ante imágenes religiosas y rendirles culto; ¡el camino está allanado! Obligarán a todo el mundo a ponerse la marca de la bestia, que se usará para controlar la economía, ya que será necesaria para comprar o vender. Todavía no se sabe cómo será exactamente la marca, pero se pondrá en la mano derecha o en la frente (Apocalipsis 13.16-17). Dejarán de lado la tolerancia de la que tanto hablan ahora. Tendrá dos opciones: ¡la marca o la muerte!
PERO quienes reciban la marca provocarán la ira del Dios Omnipotente, y serán rechazados eternamente por Él. La ira de Dios se derramará sobre el mundo gobernado por el Anticristo, durante el tiempo que la Biblia llama “la Tribulación”, cuando Dios castigará a la humanidad por su rebeldía y maldad. El mundo está lleno de personas que rechazan a Jesucristo, Su salvación y Su señorío (autoridad), pero recibirán alegremente al Anticristo. ¡Fíjese! Dios envió a Jesucristo y fue rechazado. El diablo enviará al Anticristo y será aceptado y adorado. ¡Observe si esto está bien o mal, y si no demuestra la maldad del corazón humano! Y Dios advierte sobre la marca, pero la mayoría no le hace caso. En Apocalipsis 14:9-11 un ángel de Dios clama a gran voz para advertir:
La única manera de escapar de estos horribles juicios que pronto caerán es obedecer el evangelio proclamado en la Palabra de Dios. Esto significa arrepentirse de sus pecados, incluso de la religión falsa, y confiar única y exclusivamente en el Señor Jesucristo para ser perdonado y salvarse. No le puede salvar ninguna religión, filosofía ni ningún político. Pero si se arrepiente y deposita su confianza en el Señor Jesucristo, que murió en la cruz por usted, por su culpa, que resucitó y vive para siempre, ¡él le salvará! Jesucristo le hará nacer de nuevo. Le perdonará y le dará vida eterna. Así, usted dejará este mundo cuando Jesucristo arrebate a Su pueblo y lo lleve al cielo (S. Juan 14:1-3). Él viene pronto para llevarse consigo a todos los suyos. ¿Será usted uno de ellos o se quedará en el mundo con la mayoría y recibirá la marca de la bestia? La decisión es suya, así como las consecuencias.