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domingo, 30 de noviembre de 2025

EN ESTO PENSAD - diciembre 2025

 diciembre, 2025                                                                                                        Nº266

 ¿Era calvinista H. A. Ironside?

escribe David Dunlap

El estimado H. A. Ironside (1876-1951) predicó su primer mensaje en las calles del sur de California a la edad de 14 años. Se le conocía como el “muchacho predicador de Los Ángeles”. Más tarde se convertiría en un poderoso predicador, un prolífico autor y consejero espiritual de muchos. Escribió más de 80 libros y panfletos, y sus comentarios bíblicos ocupan 32 tomos. Era un estudioso de la Biblia y un lector ávido, pero nunca asistió a ningún seminario ni escuela bíblica. Era uno de los líderes cristianos más conocidos de su generación.(1)
     Sin embargo, a veces se pregunta si el evangelista H. A. Ironside era calvinista, o se da por sentado que lo era porque defendía algunas doctrinas que a menudo se asocian con la teología reformada, como la doctrina de la “seguridad eterna”. A esto hay que añadir que Ironside no temía utilizar los términos tal y como los utiliza la Biblia, por lo que, cuando algunos lectores se topan con términos como “predestinación” o “elección”, los interpretan como si fueran de significado calvinista.

H. A. Ironside y el calvinismo
     Ironside escribe, por ejemplo, con respecto a Juan 6.37, (2) “Dices que no crees en la elección o la predestinación. Entonces tendrás que arrancar varias páginas de tu Biblia, porque hay muchas que magnifican la gracia soberana de Dios en la elección”. Si nos detuviéramos ahí, podríamos decir: “¡Ajá! ¡Un calvinista después de todo!”. ¡Pero sigamos leyendo! Ironside continúa: 

“En ninguna parte de la Biblia se nos dice que Dios predestine antes del nacimiento a unos para la perdición y a otros para la salvación, pero las Escrituras dicen: ‘Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos’ (Ro. 8.29). Moody tenía razón cuando decía que “los que quieren son los elegidos, y los que no quieren, los no elegidos”. (3)


     Es bien sabido que H. A. Ironside defendía en algunas doctrinas consideradas calvinistas, como la seguridad de la salvación, la depravación total y la elección. Aunque a veces parecía calvinista, H. A. Ironside estaba más de acuerdo con las enseñanzas no calvinistas que con el calvinismo en lo referente a las doctrinas clave del Nuevo Testamento. Nos gustaría examinar los escritos de este respetado evangelista, maestro de la Biblia y teólogo.

La Depravación total
     El Dr. Ironside aborda esta doctrina explícitamente en su libro Illustrations of Bible Truth (“Ilustraciones de verdades bíblicas”), donde, bajo el título “Depravación total”, escribe:

“Muchos se oponen a la doctrina de la depravación total basándose en que todos los hombres son capaces de hacer algo bueno, aunque no sean salvos. Todos reconocemos el valor de la decencia en el comportamiento, de un espíritu bondadoso, de la generosidad en el cuidado de los necesitados y de otras virtudes similares. Es posible que haya muchas cosas en él que otros puedan admirar, pero es absolutamente incapaz de hacer la voluntad del Señor, ya que su corazón está completamente alejado de Dios y, por lo tanto, en lo que respecta a la santidad, es totalmente depravado. Solo el nuevo nacimiento —la regeneración mediante la Palabra y el Espíritu de Dios— puede capacitarlo para mantenerse en línea con la voluntad divina establecida en las Sagradas Escrituras. Por muy justo que pueda parecer a los ojos de sus semejantes, debido a este defecto fatal, toda su justicia es como trapos de inmundicia a los ojos de Dios”. (4)


La obra convencedora del Espíritu Santo
     Aunque Ironside se aferraba firmemente a la doctrina de la depravación total, discrepaba de los calvinistas en lo relativo a las doctrinas de la gracia irresistible y la elección incondicional. Ironside prefería los términos “la obra convencedora del Espíritu de Dios” o “la santificación del Espíritu”, términos que utiliza la propia Escritura. En cuanto a la obra convicta del Espíritu Santo en los no creyentes, escribió en su comentario sobre 1 Pedro:

“No hay nada fatalista ni arbitrario en la elección tal y como se enseña en las Escrituras. El evangelio debe predicarse a todos, y todos los que creen en él pueden estar seguros de que están entre los elegidos. A través de la santificación del Espíritu, es decir, su obra de separación, los hombres son despertados y llevados a ver su necesidad de Cristo”. (5)

     De los escritos de Ironside se desprende claramente que él sostenía la necesidad de la obra interior del Espíritu Santo en los individuos, pero también que esta puede ser resistida por los seres humanos caídos. En su obra, expone la enseñanza del Nuevo Testamento sobre la obra convicta del Espíritu Santo cuando escribe:

“En primer lugar, nadie vendría jamás a Cristo si no fuera por la obra convencedora y santificadora del Espíritu Santo de Dios. A menos que el Espíritu de Dios despierte a un hombre, a menos que el Espíritu de Dios le haga ver su condición perdida, le convenza de las tremendas verdades de las Sagradas Escrituras, ningún hombre se volverá jamás por sí mismo a Cristo. Es un hecho muy solemne, pero es un hecho.... Por otro lado, es muy posible que el Espíritu de Dios actúe con poder convicto en el corazón del hombre y, sin embargo, que este haga lo que hicieron los judíos en los días de Esteban. De ellos está escrito: ‘Vosotros resistís siempre al Espíritu Santo’ (Hch. 7.51).

     Por lo tanto, es posible ser convencido por el Espíritu y, sin embargo, resistirse al Espíritu. Pero debe haber la obra convencedora del Espíritu de Dios o nadie vendría jamás a Cristo”. (6) 

continuará, d.v., en el número siguiente

NOTAS:

1. Nota del editor: de joven adulto, William MacDonald servía al hermano Ironside y aprendía de él (como un buey joven con un buey viejo). Tras la Segunda Guerra Mundial, se hizo cargo de la librería cristiana de Ironside en Oakland (California) y lo acompañaba a las reuniones y conferencias de la zona.

2.  H. A. Ironside, Addresses on the Gospel of John (“Discursos sobre el Evangelio de Juan”) Loizeaux Brothers, Neptune, NJ, 1959, págs. 251-252

3. H. A. Ironside, Addresses on the Gospel of John (“Discursos sobre el Evangelio de Juan”) Loizeaux Brothers, Neptune, NJ, 1959, p 252 

4. H. A. Ironside, Illustrations of Bible Truth (“Ilustraciones de Verdades Bíblicas”), Moody, Chicago, IL, 1945), p. 95

5. H. A. Ironside, Addresses on the First Epistle of Peter (“Discursos sobre la Primera Epístola de Pedro”) Loizeaux Brothers, Neptune, NJ, 1980, p. 14

6. H. A. Ironside, Addresses on the Second Epistle to the Corinthians (“Discursos sobre la Segunda Epístola a los Corintios”) Loizeaux Brothers, Neptune, Nueva Jersey, 1954, págs. 40-41 

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Cristo, el gran médico

Texto: Isaías 35.1-6

El Señor Jesús está infinitamente por encima de todos los demás médicos, ya que durante Su vida terrenal nunca fue derrotado por ninguna enfermedad. No necesitaba hacer largas pruebas ni diagnósticos para descubrir qué le pasaba a cada persona, sino que sabía al instante cuál era el problema cuando se le presentaba un caso. De hecho, conocía todos los detalles del historial médico de cada persona sin necesidad de consultar los registros.
    Como el Dios creador mismo, Él recorrió Israel ejerciendo la máxima compasión por Su criatura, el hombre, y dispensando curaciones sin costo alguno a Sus pacientes. Las complejidades de la vista, el oído y el habla, productos de Su diseño, de modo que Él sabía exactamente qué estaba mal, fueron restauradas en muchos. Incluso el hombre nacido ciego, que quizá necesitaba ojos nuevos (Jn. 9.6), fue completamente restaurado.  Los cojos recuperaron la movilidad de las extremidades sin necesidad de aprender a caminar ni de someterse a largas sesiones de fisioterapia.  Una vez curados, no solo podían caminar, sino que también podían correr y saltar. La lepra, como tantas otras enfermedades, aislaba a quienes la padecían, pero Él podía llegar hasta ellos y curarlos por completo. Estamos seguros de que aquellos a quienes curó podían mirar la carne y las extremidades restauradas que antes habían sido literalmente devoradas, y ver de nuevo la carne como la de un niño pequeño (2 R. 5.14). A menos que hubiera circunstancias especiales en las que tal vez fuera necesario alimentar la fe, todas sus curaciones eran instantáneas. Los tiempos de curación se comprimían en un instante. Incluso podía curar a distancia, sin haber visto al paciente.
    Lo único que se requería de los enfermos o de sus familiares, era el ingrediente esencial de la fe. Esto tiene un significado para nosotros hoy en día, ya que podemos identificarnos con el hombre cuyo hijo estaba poseído por un demonio: “Creo; ayuda mi incredulidad” (Mr. 9.24). Todo esto nos lleva al día en que se cumplirá por fin la profecía de Isaías 35, cuando se eliminarán todas las consecuencias tristes del pecado que sufren los hombres. Entonces llegará el maravilloso y anhelado día de Su llegada en gloria y la inauguración del Reino de los Cielos sobre esta tierra enferma de pecado.
      El dolor y los suspiros desaparecerán, y habrá alegría y gozo. Isaías 35.10 promete: “Y los redimidos de Jehová volverán, y vendrán a Sion con alegría; y gozo perpetuo será sobre sus cabezas; y tendrán gozo y alegría, y huirán la tristeza y el gemido”.

Howard Coles, Coleford, Inglaterra, traducido del libro Day By Day Christ Foreshadowed  

(Día A Día, Cristo Presagiado) lectura del 17 de septiembre, Precious Seed Publications

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 La Navidad: Una Tradición y Celebración

 Establecidas por el Papa

Lucas 2.8 informa de que los pastores “velaban y guardaban” (gr. agrauleo), es decir, posaban, incluso de noche, “alojándose en un redil en un campo” (Vine). Esto indica que Cristo no nació en diciembre, ya que, debido a las inclemencias del tiempo invernal, los rebaños se recogían en octubre y no salían de nuevo hasta la primavera. Esa temporada todavía hoy es de nieve, viento y temperaturas bajas en Israel. ¿Cómo, pues, se llegó a celebrar el nacimiento de Jesucristo en diciembre? Un artículo de la revista National Geographic explica: 

“El mismo 25 de diciembre ya era una fecha de celebración para los romanos. En esta ocasión festejaban el Sol Invictus, un culto a la divinidad solar asociado al nacimiento de Apolo, dios del Sol... El emperador Constantino, encargado de establecer de forma oficial la fecha para la conmemoración del nacimiento de Jesús en el Imperio Romano, actuó con el apoyo del pontífice del momento: el papa Julio I. La jerarquía católica fijó la Navidad el 25 de diciembre, una fecha arbitrariamente escogida para favorecer la conversión de los paganos”.

    Pese a que sean ciertas estas cosas, hoy en día, pocos tienen la convicción o la fuerza moral necesaria para efectuar un cambio. Es más fácil dejarse llevar por la corriente, por el sentimentalismo, e intentar “cristianizar” algo que carece de base bíblica.

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 Peligros Pastorales

Stephen Hulshizer (1941-2019)

viene del número anterior


2. La Timidez

Al principio de 1 Samuel 10, Saúl fue ungido en privado por Samuel, para ser rey de Israel. Luego en el mismo capítulo Samuel convocó al pueblo para presentarle públicamente. Hizo pasar delante suyo a las tribus y familias para manifestar la elección divina de Saúl. Pero cuando llamaron a Saúl, “le buscaron, pero no fue hallado” (1 S. 10.21). Tristemente, después de que el Señor le había indicado, Saúl se escondió “entre el bagaje” (v. 22).
    A primera vista uno podría pensar que eso solo era su humildad, pero realmente era temor – la timidez. De modo similar, es posible que el Espíritu Santo prepare a uno como anciano (Hch. 20.28) –como solo Él puede hacer– pero que luego ese hermano se niega, o evade la responsabilidad. 
    ¿Podría ser que muchos ancianos fallan así, y no hacen la obra porque les falta convicción de que el Señor los ha levantado para esa obra tan importante? La falta de convicción conducirá a temeridad e ineficacia. Pueden preocuparse por su comodidad, o desear tanto ser amigos de todos, que no actúen como deben. Pero si Dios le ha levantado para servir en este ministerio, debería avanzar con denuedo santo, ponerse en la brecha y servir. 
     Para servir al Señor, es necesario el temor de Dios, no el del hombre. “El temor del hombre pondrá lazo” (Pr. 29.25). Hay que ser valiente en las cosas de Dios. 
     Moisés tuvo que reprender a Faraón. Un varón de Dios tuvo que reprender al sumo sacerdote Elí (1 S. 2.27). Samuel reprendió al rey Saúl (1 S. 15). El profeta Natán tuvo que reprender al rey David (2 S. 12.7). Elías reprendió al rey Acab. Reunió a todo Israel sobre el monte Carmelo para una confrontación con los profetas de Baal. Jeremías tuvo que ponerse en el templo y denunciar en nombre de Jehová a los que entraban a adorar (Jer. 7-10). Cuando Dios le llamó a servir, le dijo: “No temas delante de ellos” (Jer. 1.8, 17). “Pelearán contra ti” (Jer. 1.19). Al profeta Ezequiel le dijo: “no los temas, ni tengas miedo delante de ellos, porque son casa rebelde” (Ez. 3.9). Juan el bautista tuvo que reprender a Herodes y Herodías por su matrimonio adúltero (Mt. 14.4), “no te es lícito tenerla”. Servir a Dios no es fácil. Serle fiel, anunciar y ejecutar Su Palabra puede provocar crítica, odio y censura. Hay que hacerlo a grandes y pequeños, sin acepción de personas (Ro. 2.11). Es necesario vencer el temor del hombre con el temor de Dios. Él es el Juez, y es ante Su tribunal que todos compareceremos. 
    Cuando Pablo fue llamado a ser apóstol, no hubo demora de su parte. Claramente se identificó así: “apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios” (1 Co. 1.1; 2 Co. 1.1; Ef. 1.1; Col. 1.1; 1 Ti. 1.1). Entendía que era llamado a ser apóstol a los gentiles. Pedro también entendió su llamamiento y se identificó como “anciano” (1 P. 5.1). También exhortó a otros ancianos: “Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros, cuidando de ella, no por fuerza, sino voluntariamente; no por ganancia deshonesta, sino con ánimo pronto” (1 P. 5.2). No les consiente la vacilación, sino les exhorta a actuar con ánimo pronto. 
    David, el pastor de ovejas, no manifestó timidez cuando se acercó a la batalla y vio a Goliat desafiando al pueblo de Dios y blasfemando. Como verdadero pastor, se ofreció y corrió a la línea de combate. Confiaba que la batalla estaba en las manos de Dios. 
    Pablo exhortó a Timoteo a avivar el fuego del don que había en él, recordándole que “no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio” (2 Ti. 1.7).
    Pero también deben ser humildes, no altivos, los que el Señor llama a pastorear a Sus ovejas. Existe el denuedo con humildad. No es necesario ser bruto para ser valiente. 
    Pablo, que claramente conocía su llamamiento, también se clasificó como “el primero” de los pecadores (1 Ti. 1.15), “el más pequeño de los apóstoles” (1 Co. 15.9), y “menos que el más pequeño de todos los santos” (Ef. 3.8). Hay que ser humildes sin ser temerosos.
    La timidez es un peligro para los ancianos. Puede venir de falta de convicción de que el Espíritu Santo les haya levantado para pastorear a la grey del Señor. También puede ser porque ven su propia insuficiencia (2 Co. 2.16), y es bueno que la vean, para confiar en el Señor. Quizás algunos no creen que Dios pueda capacitarles para hacer la obra. La timidez puede ser fruto del amor propio, o de prioridades incorrectas en su vida – si pone a la carrera, la familia o la comodidad antes que el Señor.
    Ante los temores, recuerda el remedio de David. “Busqué a Jehová, y él me oyó, Y me libró de todos mis temores” (Sal. 34.4). “En el día que temo, yo en ti confío” (Sal. 56.3).                    

 continuará, d.v. en el siguiente número
del libro Peligros Pastorales, publicado por Libros Berea

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Cuando Spurgeon Se Convirtió

El 6 de enero de 1850, Dios salvó a Charles Haddon Spurgeon a la edad de 15 años. Sucedió de una manera muy inusual. Aunque había sido criado por padres y abuelos cristianos, la condición espiritual de Spurgeon era miserable. Sus oraciones parecían no recibir respuesta. Dios parecía estar distante. Su alma estaba atormentada. A continuación, transcribimos su relato de ese día, tomado de su Autobiografía.
    “A veces pienso que podría haber estado en la oscuridad y la desesperación hasta ahora si no hubiera sido por la bondad de Dios al enviar una tormenta de nieve, un domingo por la mañana, mientras me dirigía a un lugar de culto. Cuando no pude seguir adelante, giré por una calle lateral y llegué a un pequeño local de la iglesia metodista primitiva. En él había tal vez una docena o quince personas. Había oído hablar de los metodistas primitivos, de cómo cantaban tan fuerte que a la gente le dolía la cabeza, pero a mí no me importaba. Quería saber cómo podía ser salvo y, si ellos podían decírmelo, no me importaba lo mucho que me doliera la cabeza. 
    El ministro no vino esa mañana; supongo que se quedó aislado por la nieve. Por fin, un hombre muy delgado (un zapatero, sastre o algo por el estilo), subió al púlpito para predicar. Ahora bien, es bueno que los predicadores estén instruidos, pero este hombre era realmente ignorante. Se vio obligado a ceñirse a su texto, por la sencilla razón de que no tenía mucho más que decir. El texto era:

“Mirad a mí, y sed salvos, todos los términos de la tierra” 
(Is. 45.22).

    Ni siquiera pronunciaba las palabras correctamente, pero eso no importaba.  Creí ver una esperanza para mí en ese texto. El predicador comenzó diciendo: “Mis queridos amigos, este es un texto muy sencillo. Dice: ‘Mirad’. Ahora bien, mirar no cuesta mucho esfuerzo. No hay que levantar el pie ni el dedo; solo hay que ‘mirar’. En realidad, no hace falta ir a la universidad para aprender a mirar. Puedes ser el mayor tonto y, sin embargo, puedes mirar. Un hombre no necesita ganar mil libras al año para poder hacerlo. Cualquiera puede mirar; incluso un niño puede mirar. Pero entonces el texto dice: “Mirad a mí”

    ¡Ay! —dijo él, con su acento de Essex—, muchos de vosotros estáis mirando en vuestro interior, pero no sirve de nada hacerlo. Nunca encontraréis consuelo en vosotros mismos. Algunos miran a Dios Padre. Pero, mirad a Él más adelante. Jesucristo dice: “Mirad a mí”. Algunos de vosotros decís: “Debemos esperar a que el Espíritu actúe”. Eso no os incumbe ahora mismo. Mirad a Cristo. El texto dice: “Mirad a mí”. Luego, el buen hombre continuó con su texto de esta manera: “Mirad a mí”; estoy sudando grandes gotas de sangre. “Mirad a mí”; estoy colgado en la cruz. “Mirad a mí”; estoy muerto y enterrado. “Mirad a mí”; resucito. “Mirad a mí”; asciendo al cielo. “Mirad a mí”; estoy sentado a la diestra del Padre. ¡Oh, pobre pecador,”Mirad a mí”, “Mirad a mí”! dice Jesucristo. 

Traducido. El artículo completo se halla en inglés en la siguiente dirección: 
https://founders.org/articles/the-remarkable-conversion-of-charles-spurgeon/

    Vemos que había pocas personas en la reunión, y quizás el único inconverso presente era el joven Spurgeon. No estaba presente el pastor, y el hombre que se levantó a predicar no tenía grandes conocimientos ni era un orador elocuente. Sin embargo, el poder está en la Palabra de Dios, pues el evangelio “es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree” (Ro. 1.16). Así que, seamos fieles en predicar el evangelio, y no nos desanimemos por las circunstancias. Dios bendice Su Palabra y promete que ella no volverá a Él vacía (Is. 55.11).
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 “A Los Suyos”

“Y puestos en libertad, vinieron a los suyos”. Hechos 4.23


Mirando el contexto de estas palabras, es evidente que los apóstoles sintieron un gran alivio al ser “puestos en libertad”. Habían sido acusados ante el sumo sacerdote, su familia y los gobernantes, junto con los ancianos y los escribas. Gracias a los acontecimientos dramáticos relacionados con la curación del hombre cojo en la puerta del templo, quedó claro que había un poder extraordinario no solo en la predicación de los apóstoles, sino también en los hechos que la acompañaban. Vieron la audacia de Pedro y de Juan, y se fijaron en que eran personas indoctas y sin instrucción, hombres sencillos sin educación superior. No podían sino reconocer que habían estado con Jesús, ¡maravillosa recomendación! Tuvieron que admitir que se había realizado un milagro, pero aun así tomaron medidas severas para poner fin a sus actividades (v. 17). Pedro y Juan, sin embargo, estaban impulsados por una fuerza que los gobernantes no podían entender: “no podemos dejar de decir”. Así que les amenazaron, y les pusieron en libertad (v. 21). Mientras que los sacerdotes y los gobernantes murmuraban, todo el pueblo glorificaba a Dios por lo que se había hecho. “Y puestos en libertad, vinieron a los suyos”. Tenían a dónde ir. No obraban aisladamente, ni eran personas desconectadas de otras del mismo sentir. 
    Nos conviene meditar cuidadosamente estas palabras: “vinieron a los suyos”. Incluso en aquellos primeros días de la historia de la iglesia, había grupos de personas que tenían como prioridad los intereses de su Señor; estaban puestos en ciudades y pueblos como testimonio, proveyendo lugares de refugio y comunión para los santos perseguidos. Imaginamos que aquellos que fueron “puestos en libertad” sabían dónde estaba su hogar espiritual. Consideremos esta situación, y apliquemos su relevancia a la asamblea local de hoy. Es de gran valor conocer el lugar donde nos podemos reunir en armonía con creyentes del mismo sentir, y compartir su comunión con el Señor.
continuará, d.v. en el número siguiente

     por Arthur T. Shearman, traducido de Milk & Honey (“Leche y Miel”), Vol. XX, April, 2006, No. 4)

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 La Calma

La calma nos puede ser todo un desafío. Cierto día, Jesús quiso usar cinco panes y dos peces para alimentar a 5.000 hombres hambrientos, más mujeres y niños. Así que, bajo sus órdenes, “se recostaron por grupos, de ciento en ciento, y de cincuenta en cincuenta” (Marcos 6.40). Sin alboroto y sin prisa – ¡Él estaba al control! Cuando fue sepultado, lo envolvieron en 34 kilos de ungüentos y telas, y lo colocaron en una cueva con una inmensa piedra en la puerta y una guardia romana apostada afuera las 24 horas del día. ¿Cómo iba a salir? ¡Sin pánico! Él se levantó de los muertos y atravesó todo en silencio. Cuando Pedro llegó, encontró “el sudario, que había estado sobre la cabeza de Jesús, no puesto con los lienzos, sino enrollado en un lugar aparte” (Juan 20.7). El Salvador incluso se tomó el tiempo de doblarlo. Él siempre hace todo con calma y orden. ¡Y así es como está trabajando en tu vida también! 

del libro Devoción a Diario, por Juan Dennison,
Publicaciones Pescadores y Libros Berea

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EL SEGUNDO MANDAMIENTO

No te harás imagen
ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás a ellas, ni las honrarás”.  

Éxodo 20.4-5

El Belén (o nacimiento) del Vaticano

Este mandamiento incluye cualquier uso religioso de iconos, imágenes, esculturas de barro, piedra, madera, metal, u otros materiales. Dios lo prohíbe tajantemente. Además del texto citado anteriormente de Éxodo 20, está el de Deuteronomio 4.15-18, que en la Biblia católica dice:
    “Puesto que el día en que os habló Yavé de enmedio del fuego, en Horeb, no visteis figura alguna, guardaos bien de corromperos haciéndoos imagen alguna tallada, ni de hombre ni de mujer, ni de animal ninguno de cuantos viven sobre la tierra, ni de ave que vuela en el cielo, ni de animal que repta sobre la tierra, ni de cuantos peces viven en el agua, debajo de la tierra” (Nácar-Colunga). 
    Extrañamente, los católicos de todo el mundo creen que sus imágenes son una excepción a este mandamiento. Consideran que se refiere a imágenes paganas, no a las cristianas. Sin embargo, no existen imágenes cristianas, ya que Dios las prohíbe, y esta prohibición no se limita al Antiguo Testamento. Pero como es algo que han visto toda la vida, les cuesta creer que sea algo malo. Así, practican religiosamente lo que Dios llama pecado.
    Algunos argumentan que se trata de costumbres inofensivas de su cultura. Otros se quejan y dicen que no las adoran, sino que las veneran, y que les ayudan a recordar y a mostrar devoción. Pero deben preguntarse: ¿qué dice Dios al respecto? Al parecer, muchos no se molestan en considerar esto. La respuesta es clara y sencilla: “No te harás imágen ni ninguna semejanza...”. Por tanto, lamentablemente, cualquier uso de imágenes es exactamente lo que Dios prohíbe. 
    Pero hacen y utilizan imágenes, las ponen en plazas, en templos y capillas, en sus casas, las llevan en procesiones (especialmente en “Semana Santa”), se inclinan ante ellas y les rinden culto. Los belenes de Navidad, siempre populares, son ídolos. Besar la imágen del niño Jesús es idolatría. Todo eso es romper el segundo mandamiento. Por sincera que sea, si la tradición rompe los mandamientos de Dios, es una tradición pecaminosa. ¿Realmente te atreves a decir que muchos lo hacen y por eso no es nada malo? Recuerde el refrán: “Mal de muchos, consuelo de tontos”.
    Nadie puede negar que en el catolicismo las imágenes son una fuente de ingresos para la Iglesia y para quienes las crean y venden. En el Nuevo Testamento, los únicos que utilizaban imágenes eran los paganos, por ejemplo, los de Éfeso, Atenas y Corinto. Los santos apóstoles de Cristo denunciaron todo uso de imágenes como idolatría y vanidad, y nunca se permitió su uso en una iglesia cristiana. Considera lo que el apóstol san Pablo anunció públicamente en Atenas acerca de las imágenes: 

No debemos pensar que la divinidad es semejante al oro, o a la plata, o a la piedra, obra del arte y del pensamiento humano. Dios, disimulando los tiempos de la ignorancia, intima ahora en todas partes a los hombres que todos se arrepientan(Hechos de los Apóstoles 17. 29-30 Nácar-Colunga). 
    Según el texto bíblico, ¿de qué debían arrepentirse, si no era del uso de imágenes? Dios no es semejante a ellas ni puede ser representado por ninguna obra de arte, dice el apóstol en su doctrina (dogma). Por tanto, quienes tienen y usan imágenes no son cristianos apostólicos. Se parecen más a la Roma pagana que a la Iglesia cristiana de la Biblia.

    Amigo lector, ¿reconoce y se arrepiente de su  pecado de idolatría, o es un defensor acérrimo de sus tradiciones que violan la Ley de Dios? ¿Ha utilizado alguna vez una imagen con algún fin religioso, como la adoración o la veneración, o como accesorio o ayuda para ello? ¿Se ha inclinado alguna vez ante una figura, le ha rezado o la ha besado? ¿Ha servido de costalero para llevar una imagen en una procesión? ¿Tiene alguna imagen o figura, estampa o crucifijo en su casa o lugar de trabajo, o un “Sagrado Corazón” en su puerta? ¿Es usted inocente o culpable de la idolatría?  No diga que solo es su cultura.
    Quizás sea el principal pecado de las personas religiosas, pero les cuesta reconocerlo porque lo hacen de corazón y está muy arraigado en su interior. Si ha hecho o hace alguna de estas cosas, entonces no ha cumplido los Mandamientos, sino que es culpable de idolatría. Ahora bien, si reconoce su pecado, se arrepiente y confía en el Señor Jesucristo, “todos los que en él creyeren, recibirán perdón de pecados por su nombre” (Hechos de los Apóstoles 10.43). 
 

- - - - - - - - edición especial diciembre 2025 - - - - - - - -

             La tradición pagana que dio origen            al árbol de navidad

Ya lo ponían los babilonios

 
Roma: el árbol de navidad del Vaticano

 escribe J. M. Sadurní, especialista en actualidad histórica (Historia, National Geographic)

El cristianismo adoptó y transformó las costumbres paganas relacionadas con el culto a los árboles sagrados.
    Un profeta del siglo VII a.C. llamado Jeremías dijo que "las costumbres de los pueblos son vanidad; porque leño del bosque cortaron, obra de manos de artífice con buril. Con plata y oro lo adornan; con clavos y martillo lo afirman para que no se mueva" (Jer. 10.3-4). Jeremías se refiere a la vanidad de adorar "objetos sin valor", propia de los paganos, en vez de venerar al Señor, "el Dios verdadero".
    A pesar de que el árbol de Navidad no existiese como tal, estos versículos revelan que cortar un árbol para adornarlo o, como hacían los babilonios, para dejar regalos debajo del mismo, es una costumbre ancestral. 
    Tertuliano, a quien algunos llaman "padre" de la iglesia, y escritor que vivió entre los siglos II y III d.C., critica los cultos romanos paganos de colgar laureles en las puertas de las casas y encender luminarias durante los festivales de invierno.
    De hecho, los romanos adornaban las calles durante las Saturnales, pero fueron sobre todo los celtas quienes decoraron los robles con frutas y velas durante los solsticios de invierno.
    Era una forma de "reanimar" el árbol y asegurar el regreso del Sol y de la vegetación. Y es que desde tiempos inmemoriales, el árbol ha sido un símbolo de la fertilidad y de regeneración.
    El cristianismo (más precisamente la cristiandad) adoptó y transformó estas tradiciones paganas ante la imposibilidad de erradicarlas. Un "misionero" católico (era monje benedictino, 672-754 d.C.) llamado Bonifacio taló un árbol ante la mirada atónita de los lugareños y, tras leer el Evangelio, les ofreció un abeto, un árbol de paz que "representa la vida eterna porque sus hojas siempre están verdes" y porque su copa "señala al cielo”.
    A partir de entonces se empezaron a talar abetos durante la Navidad, y por algún extraño motivo se colgaron de los techos. Martín Lutero puso unas velas sobre las ramas de un árbol de Navidad porque, según dijo, centelleaban como las estrellas en la noche invernal.
    Esta costumbre se fue generalizando y actualmente dos ciudades bálticas se disputan el mérito de haber erigido por primera vez un árbol de Navidad en una plaza pública: Tallin (Estonia) en 1441 y Riga (Letonia) en 1510.

de la revista Historia, por National Geographic, diciembre 2023, adaptado

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            DIOS MANDA:

 
"No te harás imagen, ni ninguna semajanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra... no te inclinarás a ellas, ni las honrarás".

Éxodo 20.4-54
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El árbol sagrado en un sello babilónico
 
El árbol sagrado de los egipcios


 
Sargon rinde culto al árbol sagrado



                            Unos espíritu frenta a un árbol sagrado, del palacio de Nimrod.                                     

El árbol sagrado celta de la vida
 
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Los templos católicos se adornan así para la Navidad, pues Roma sigue las costumbres de la antigua Babilonia.
Pero ¿por qué se unen a ellos algunas iglesias evangélicas? Imitan a los del mundo, y deshonran y desagradan a Dios.
 

viernes, 31 de octubre de 2025

En Esto Pensad -- noviembre 2025

 Su Nombre Es...


“Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz. Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán límite, sobre el trono de David y sobre su reino, disponiéndolo y confirmándolo en juicio y en justicia desde ahora y para siempre. El celo de Jehová de los ejércitos hará esto”. Isaías 9.6-7

La segunda venida de Emanuel revelará al mundo un Hombre de majestad inherente. En comparación con su maravillosa persona, todos los grandes del mundo, incluso los líderes más ilustres del pasado, parecerán inferiores en todos los aspectos. Su persona y condición serán inigualables. 

“En cualidades superior al ángel y al mortal,
Es bello sin comparación; suprema es su bondad”.

                                                        Joseph Stennett (1663-1713)

    Sus asombrosos títulos sirven para enfatizar Sus cualidades inimitables, y Su conducta justifica cada uno de ellos. Considerémoslos. “Se llamará su nombre…”

“Admirable”      
Compáralo con Jueces 13.18, “Y el ángel de Jehová respondió: ¿Por qué preguntas por mi nombre, que es admirable?” Él provoca asombro en los demás. Deben maravillarse ante cada revelación de Su Persona. Tales revelaciones son infinitas.

“Consejero”    
Él es infinito en sabiduría, por lo que otros pueden acudir a Él en busca de guía en cualquier circunstancia (Jn. 6.66-69) “En quien están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento” (Col. 2.3).

“Dios Fuerte”    
Puesto que Él posee características innegablemente divinas, los hombres acabarán reconociéndolo como Dios, con un poder y una autoridad irresistibles. A diferencia de lo ocurrido cuando vino por primera vez en forma humana, esta vez habrá un reconocimiento universal de Su divinidad.

“Padre Eterno”    
Una traducción literal de este título es “El Padre de la Eternidad” (cf. Is. 57.15), y él es “el eterno Dios” (Dt. 33.27). Que Él se haya rebajado humildemente a la humanidad para someterse a las presiones del “tiempo” es casi increíble.

“Príncipe de Paz”    
La paz que se establece cuando Él toma las riendas del gobierno universal es algo que el mundo nunca antes había experimentado. Las rivalidades y pasiones humanas quedarán sometidas, y prevalecerá el deseo de paz. Esa paz se parece solo marginalmente similar a la paz que disfrutan ahora los hijos de Dios, pues es multifacética e inconmensurable. Ellos la comparten y la conocen: es Su paz. Compara Juan 14.1, “No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí”.

“Nombre sobre todo nombre es el nombre de mi Cristo;
Ante tan glorioso nombre todos se postrarán.
Todas las fuerzas de oscuridad, de todo el mundo la humanidad,
Todos los cielos y su potestad, todo se postrará”.


Ivan Steeds, Bristol, Inglaterra, traducido del libro Day By Day Christ Foreshadowed (Día A Día, Cristo Presagiado) lectura del 8 de septiembre, traducido

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 La adoración no es hablar a los hombres 

No hace falta un micrófono en la Cena del Señor, porque no nos dirigimos a la congregación, sino a Dios. La adoración "es la ocupación del corazón, no con sus necesidades ni siquira con sus bendiciones, sino con Dios mismo... consiste en la atribución de dignidad a Uno que es digno... Significa reverenciar, o rendir homenaje... adorar y glorificar".                                    

 Adoración, Alfredo P. Gibbs, págs.14-16

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 ¿QUÉ ES DE CÉSAR Y QUÉ ES DE DIOS?

parte 2

viene del número anterior 

Recuerda, amigo lector que la vida, el tiempo, los talentos, las ofrendas y las fuerzas no pertenecen a César. Tu vida pertenece a Dios, pues Él te la dio, y tu cuerpo es Suyo (1 Co. 6.19-20). Tu tiempo, tus talentos, y tus fuerzas deben emplearse para la gloria de Dios. El dinero que tienes, lo tienes por la gracia de Dios, pues todo lo que tenemos lo hemos recibido de Él (1 Co. 4.7). No sobra tiempo, talento, fuerzas ni dinero para contribuir a campañas y partidos políticos. Recuerda:
· César no es santo ni justo.
· César no es rico en misericordia y gracia.
· César no te ama.
· César no entregó a su hijo por ti.
· César no puede salvarte, ni darte vida eterna.
· César no ha liberado a ninguno de los hijos de Adán de su esclavitud    
  y ruina espiritual.
· César no puede librarte del poder del pecado.
· César no derrama el amor de Dios en ti.
· César no te hace heredero de Dios y coheredero con Cristo.
· César no te da el Espíritu Santo.
· César no te capacita para servir a Dios.
· César no estará en el cielo.
· César no te dará ningún galardón en la eternidad.
· César no tiene gloria eterna.

    ¡Cuántos restos de César se conservan hoy en museos y yacimientos arqueológicos que ellos y los turistas visitan! No tiene futuro. Por ejemplo, Nínive, (junto a la ciudad moderna de Mosul, en Irak), era la capital del antiguo Imperio asirio, y alcanzó su apogeo siete siglos antes de Cristo. Su destrucción fue predicha por Jonás y Nahúm, y tuvo lugar en el año 612 a. C. Estaba tan completamente destruida que, en el año 331 a. C., el ejército de Alejandro Magno acampó en ese lugar sin saber que se trataba de Nínive.
    Por tanto, seamos obedientes con las leyes, y respetuosos con las autoridades, pero no se lo demos todo a César, porque no se lo merece. Según Romanos 12.1-2, presentemos nuestros cuerpos como sacrificio vivo, santo y agradable a Dios. ¡Éste es nuestro culto racional! (lógico, sensato, inteligente). Solo así podremos comprobar la buena voluntad de Dios. Y la Biblia promete: “El que hace la voluntad de Dios permanece para siempre” (1 Jn. 2.17).

¿Qué debemos dar a Dios?
    El Señor Jesucristo manda que demos “a Dios lo que es de Dios”. Esta es la parte que muchos olvidan o descuidan. Si realmente le damos a Dios lo que es Suyo, no quedará tiempo ni recursos para César ni para las actividades del mundo. De lo muchísimo que debemos a Dios, consideraremos solo algunos ejemplos:

    Nuestra vida: “Él nos hizo, y no nosotros a nosotros mismos” (Sal. 100.3). “… Él da vida” (1 S. 2.6). La vida es un regalo de Dios, que no debemos despreciar ni desperdiciar. Pablo dijo a Timoteo: “Te mando delante de Dios, que da vida a todas las cosas” (1 Ti. 6.13). Así que, como dice Romanos 14.8, “si vivimos, para el Señor vivimos”, no para el gobierno. Decir: “Es mi vida y haré con ella lo que me parezca”, es robar a Dios.

    Nuestro cuerpo:  Debemos presentárselo como sacrificio vivo (Ro. 12.1). Debemos poner a Su servicio los miembros de nuestro cuerpo para servirle (Ro. 6.13, 19). “¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo… glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios” (1 Co. 6.19-20). Esto incluye nuestras fuerzas, que son de Dios, y para Dios, no para César.

    Nuestro espíritu: “… glorificad, pues, a Dios… en vuestro espíritu” (1 Co. 6.20). Debemos adorar en espíritu y en verdad (Jn. 4.23). “En espíritu servimos a Dios y nos gloriamos en Cristo Jesús, no teniendo confianza en la carne” (Fil. 3.3).

    Nuestra mente: “… Transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento” (Ro. 12.2), es decir, la mente, la manera de pensar.

    Nuestro corazón, alma y fuerzas: “Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas” (Dt. 6.5; Mt. 22.37; véase también Pr. 3.5).
    Pero hay mucho más. Debemos reconocerlo como el Creador y Dueño de todo. Por eso es digno de gloria y honra (Ap. 4.11). Esto incluye todo lo que somos y tenemos, nuestros talentos y bienes, pues todo lo que tenemos lo hemos recibido de Él (1 Co. 4.7). También le debemos a Dios nuestro amor, el temor reverente, la honra, la gloria, la alabanza, y la adoración, pues el Padre busca adoradores que le adoren en espíritu y en verdad. Le debemos nuestra fe, es decir, una confianza inquebrantable en Él y en Su Palabra, y nuestra lealtad hasta el final. Debemos obedecerle. Debemos ser santos en toda nuestra manera de vivir. 
    Si recordamos todo lo que le debemos a Dios, nos resultará más fácil no darle a César lo que no es suyo. En el cielo, los redimidos cantarán el cántico nuevo: “El Cordero que fue inmolado es digno de tomar el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la honra, la gloria y la alabanza” (Ap. 5.12). 

Romanos: La Justicia de Dios, Tomo 3, sobre el capítulo 13, por Carlos Tomás Knott, Libros Berea.

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Peligros Pastorales

                           por Stephen Hulshizer (1941-2019)


En mis visitas entre muchas asambleas he observado que generalmente es pobre la condición espiritual de muchas de ellas. Asiste solo una parte de los que profesan estar en comunión. Debemos reflexionar sobre lo que realmente significa la palabra “comunión”. La mundanalidad ha entrado en muchas vidas. Se manifiesta en la falta de compromiso con la asamblea local por los que, en cambio, muestran devoción, disciplina y sacrificio para el trabajo, la familia, la carrera, los deportes, los pasatiempos y recreos.
    Otra necesidad evidente es la de sobreveedores piadosos. Se precisan hombres preparados por el Espíritu Santo, con corazón y dedicación para cuidar del pueblo del Señor. Deben estar dispuestos a hacer los sacrificios personales que sean necesarios para apacentar la grey. En muchas asambleas no se aprecia un verdadero cuidado pastoral. El pueblo del Señor va de semana en semana como ovejas sin pastor. Otras congregaciones tienen a los que son identificados como ancianos, pero parece ser poco más que un título. Algunos son ancianos puestos o designados por otros hombres, no por el Espíritu Santo (Hch. 20.28). Realmente hacen poco o nada del trabajo necesario para pastorear a los creyentes. Pero gracias al Señor, también hay algunas asambleas con ancianos reconocidos que son piadosos y se sacrifican para cuidar de los santos.
    Examinaremos brevemente algunos de esos peligros que acechan a los ancianos, y lo haremos considerando las experiencias de algunos líderes en las Escrituras. Siempre debemos aprender por experiencia, y preferiblemente las experiencias de otros, porque es menos costoso aprender así. Como dice el refrán: “Más vale prevenir que curar”.

1. El Descuido Personal

Cuando el apóstol Pablo se despedió de los ancianos de Éfeso, les exhortó así: 

“Mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia sangre” (Hch. 20.28). 

    Uno de los peligros que afrontan a los ancianos y obreros es el del descuido en la propia vida espiritual. Pueden ocuparse dirigiendo al pueblo del Señor, pero descuidar su propia condición espiritual. Uno puede estar tan ocupado en actividades para el Señor que no aparta tiempo para el Señor mismo. Como los de la iglesia en Éfeso, sus obras, trabajo y perseverancia pueden ser recomendables, pero cometen el error de dejar su primer amor (Ap. 2.1-4). Esto también afectará a la iglesia.
    Pero hay otro peligro de descuido. Además de mirar por sí mismo, los que son ancianos deben vigilar atentamente la grey, porque hay lobos rapaces que desean entrar y destruir el testimonio local (Hch. 20.29). Esto requiere discernimiento, porque suelen presentarse vestidos de ovejas, usando suaves palabras y lisonjas para caer en gracia a los creyentes (Ro. 16.18). 
    También deben poner atención a sí mismos porque podría levantarse alguno de ellos que desea arrastrar tras sí a los hermanos. (Hch. 20.30-31). Los ataques internos son los más difíciles de soportar, porque son personas conocidas, pero que se desvían. Cada anciano debe velar y pedir al Señor que le guarde de dañar así a la asamblea. Recuerda las palabras del salmista: "No sean avergonzados por causa mía los que en ti confían... No sean confundidos por mí los que te buscan”. (Sal. 69.6)
    Evidentemente los sobreveedores están sujetos a muchos peligros. El adversario de las ovejas para siempre anda cerca y usa sus artimañas y maquinaciones para distraer o causar la caída de los pastores. Esto dejaría descuidadas a las ovejas. El peligro es grande, pero el Príncipe de los pastores anda alrededor de ellos para cuidarlos y ayudarlos.

continuará, d.v. en el siguiente número
del libro Peligros Pastorales, publicado por Libros Berea

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¿Qué es el karma? 
¿Se ajusta a la enseñanza cristiana?

por Timoteo Woodford


Este es un término que se escucha a menudo hoy día, y hay muchos videos en línea que pretenden mostrar sucesos del “karma instantáneo”. A veces hasta los cristianos utilizan la palabra. Sin embargo, debemos entender que el principio del karma proviene de la India y es parte de las enseñanzas del hinduismo y otras religiones. Hay diferentes definiciones.
    Según la Enciclopedia Británica significa “hecho o acción; además, tiene significado filosófico y técnico, denotando los hechos de una persona que determinan su destino futuro”. Según la Enciclopedia de las Religiones Mundiales es “una palabra sánscrita que significa acción y las consecuencias de acción”. Según muchos hinduistas, el karma va de la mano con la reencarnación, o renacimiento. Ellos enseñan que, en un ciclo de renacimientos, los buenos propósitos y hechos resultan en buen karma y renacimientos más felices, mientras que los malos propósitos y hechos producen mal karma y renacimientos malos.
    Parte de un poema del Brhadāranyaka Upanisad dice que “un hombre de buenas acciones se vuelve bueno, y un hombre de acciones malas, malo; se hace puro por los hechos buenos, y malo por los hechos malos”. La creencia es que en la muerte el alma “se recicla” y vuelve a nacer de otra forma, dependiendo del karma de la vida anterior. La gran meta de esas religiones es, después de muchas reencarnaciones y buen karma, liberarse de ese ciclo y hacerse un dios. Ahora, ¿aguanta este concepto el escrutinio bíblico? Claro que no.
    Es cierto que se parece a algunos principios bíblicos como “todo lo que el hombre sembrare, eso también segará” (Gá. 6.7), o “el que cava foso caerá en él; y al que revuelve la piedra, sobre él le volverá” (Pr 26.27). Aunque cada acción sí tendrá su consecuencia, las afirmaciones del principio del karma son falsas. La Biblia enseña:
·  que el hombre nace pecador (Sal. 51.5)
· que en su esencia no es justo (Ro. 3.10)
· que sus buenas obras no resuelven el problema de su pecado (Is. 64.6)
· que muere una sola vez (He. 9.27)
· que querer ser un dios es pecado (Dt. 6.4, 13) 
· que el renacimiento es obra del Espíritu Santo en uno (Jn 3.5) 
· y que solo es por la fe en el Señor Jesucristo (1 Jn 5.11-13). 

    El principio del karma niega cada una de estas verdades y, por ende, debemos tener mucho cuidado de no dar crédito a una falsedad vestida de inocencia.

Timoteo Woodford reside en Hermosillo, México
Su artículo apareció en El Mensajero Mexicano en agosto, 2023

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 Nuestras Bendiciones Invisibles
Lucas Batalla

Texto: Romanos 5.1-11
     No hay tiempo para decir todo lo que tenemos los creyentes, cosas que los del mundo no tienen. Aquí se nombran las cosas invisibles, y los del mundo buscan y miran lo visible. Pero la Palabra de Dios dice que lo invisible es lo más importante y lo que permanece.
     En Mateo 6.33 se nos instruye a buscar primero el reino de Dios y su justicia —lo invisible—, y se nos promete que todas las cosas que necesitamos nos serán añadidas: comida, bebida, ropa, cobijo, etc. El Señor sabe que también necesitamos estas cosas perecederas. Él provee, no nos descuida ni nos abandona. Mateo 6.32 dice que los gentiles (inconversos) buscan estas cosas. Esa búsqueda de lo temporal es su enfoque, su preocupación. Pero los creyentes debemos confiar en nuestro Padre, que proveerá.
    Y, volviendo al libro de Romanos, vemos que lo permanente que tenemos y que el mundo no tiene es mucho. Los del mundo son como el joven rico al que el Señor le dijo que le faltaba algo. Por mucho que tengan, siempre les falta lo más importante.
    1. Tenemos paz (v. 1). Paz con Dios en la conciencia es una gran cosa. Es la paz con Dios, no la paz entre países, con los vecinos, etc. Romanos 2.1-8 presenta la situación de todo ser humano a causa del pecado: es una situación de conflicto y desventura. En Romanos 3.17 se afirma que no conocen el camino de la paz. Tienen enemistad con el Hacedor de su propia vida. La paz de Dios no es como la paz que llega después de la guerra, la destrucción y la muerte de muchos. La paz de Dios se debe a que su Hijo murió por nosotros en la cruz del Calvario. Efesios 2.14-15 explica cómo Él vino a ser nuestra paz.
    2. Tenemos entrada (v. 2). Sin necesidad de sacerdotes ni santos como intermediarios, podemos acceder a la presencia de Dios todos los días y a todas horas. Somos aceptos en el Amado (Ef. 1.6). Las puertas de Dios no se cierran por vacaciones, defunciones, descanso semanal ni por nada. Podemos entrar para adorar, orar, buscar misericordia y socorro (Ef. 2.18; He. 6.20). No es necesario pedir cita previa ni esperar en colas. Dios siempre atenderá a los suyos. 
    3. Tenemos esperanza (vv. 2-5). Hoy en día hay mucha gente desesperada: en las cárceles, en los hospitales, en las residencias de ancianos y en sus propias casas. Hay personas sin recursos, sin trabajo, sin amigos. Pero el creyente tiene esperanza ahora y para el futuro. El creyente se regocija en la esperanza cierta de la gloria de Dios (1 Co. 2.9; Col. 1.5). Los pasajes de Romanos 12.12, 15.4 y 15.13 hablan del gozo y el poder de la esperanza del creyente.
    4. Tenemos consuelo y paciencia, que es perseverancia (vv. 3-4). ¡Cuánta gente hay en el mundo que necesita esto! Tienen la vida destrozada, sufren tristeza y dolor, y no tienen consuelo ni pueden perseverar con paciencia. La paciencia es consuelo y nos ayuda a sobrellevar las dificultades. Romanos 8.28-30 afirma que todo contribuye al bien, pero esto no es para todos, sino para los creyentes, los que aman a Dios. Es un consuelo que solo tiene el creyente. 1 Pedro 1.6-7 fue escrito por Pedro, que murió como mártir. Podemos sufrir aflicciones y pruebas, pero sabemos que todo saldrá bien al final. No es algo inventado por nuestra mente, sino un consuelo que Dios da a los suyos.
    5. Tenemos amor (v. 5). El amor de Dios permanece y ha sido derramado en el corazón —la ciudadela de la vida— por el Espíritu Santo. Dios obra en nuestro corazón y transforma el amor egoísta, carnal e inmundo en amor divino. El creyente no tiene un corazón dominado por el odio, sino por el amor divino. De pronto, aborrecemos lo que antes amábamos. Son caminos torcidos, caminos anchos que conducen a la perdición. Ese amor derramado por el Espíritu va acompañado de justificación (v. 9), salvación (v. 9) y reconciliación (vv. 10-11). Une las dos partes. Resuelve el conflicto. ¡Cuán grande es la obra que Dios ha realizado en nosotros! Ese amor vino porque se nos dio el Espíritu Santo. 
    6. Tenemos el Espíritu Santo (v. 5). No estamos esperando todavía al Espíritu Santo, pues ya está en todo creyente; el que no lo tenga, no es de Dios (Ro. 8.9). No se compra el Espíritu Santo, como quiso hacer Simón Mago en Hechos 8.
    Romanos 5.5 dice que “nos fue dado”. Se da a los creyentes, ¡gracias a Dios! Nos enseña (Jn 16.13). Nos sella y protege (Ef. 1.13-14). Nos guía en la santidad para seguir y agradar al Señor y reunirnos con nuestros hermanos (Ro. 8.14). No podemos perderlo, pero sí contristarlo; Efesios 4.30 nos advierte sobre esto. Efesios 3:16 dice que el Espíritu Santo puede fortalecernos por dentro. La verdadera fortaleza no es corporal, sino espiritual.
    Que el Señor nos ayude a apreciar y a tomar ánimo considerando las cosas invisibles y perdurables que tenemos de Él: ricos tesoros que los del mundo nunca tendrán. Vivamos entonces para la gloria de Aquel que tanto nos ama y tanto ha hecho por nosotros. Amén.

De un estudio dado por Lucas Batalla en agosto del 2012

 

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El Primer Mandamiento

"No tendrás dioses ajenos delante de mí" 
Éxodo 20.3; Deuteronomio 5.7

Muchos dicen que intentan sinceramente guardar los Diez Mandamientos. Piensan que si son sinceros y hacen lo mejor que pueden, no se les puede pedir más.
     Pero los Diez Mandamientos, que resumen la Ley de Dios (que contiene 613 mandamientos), no es como un examen en que si sacas un 5 apruebas. Con la ley de Dios es todo o nada.
    Imagínemos una cadena de diez eslabones. La cadena representa la Ley de Dios, y cada eslabón representa un mandamiento. ¿Cuántos eslabones hay que romper para romper la cadena? ¡Solo uno!
    Hablemos del primer mandamiento: "No tendrás dioses ajenos". El Señor Jesucristo lo repite en el Nuevo Testamento. Le preguntaron:

 "Cuál es el primer mandamiento de todos? Jesús le respondió: El primer mandamiento de todos es: Oye, Israel; el Señor nuestro Dios, el Señor uno es. Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Éste es el principal mandamiento" (Evangelio según Marcos 12.28-30).

    No hay rebajas, ni existe el término medio. Dios debe ocupar siempre el primer y único lugar en su corazón, de forma absoluta. Él exige una lealtad exclusiva, y además, exige amor: “Amarás a Dios sobre todas las cosas” dice el catecismo. Dios puede exigir esto, porque es Dios, nuestro Creador y Sustentador. En S. Marcos 12.30, el Señor Jesucristo afirmó: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas”. Hablamos del Dios único, vivo y verdadero, que se revela en la Sagrada Biblia y en la Persona del Señor Jesucristo. ¿Realmente ocupa el lugar exclusivo en su corazón y en su vida?  ¿Hay algo que ponga por delante de Dios: la familia, el dinero, los amigos, la diversión, el trabajo, la carrera profesional, las posesiones, los deportes u otras cosas?
    ¿Encuentra su placer en Dios y Su Palabra, o más bien en otras personas, cosas y actividades? Piense en el domingo, que en la Biblia es el primer día de la semana, y el día del Señor, no el suyo.  Por ejemplo, ¿lo dedica a dormir hasta tarde, a salir a desayunar y a pasear, a ver la televisión, a ir a la playa, a la piscina, al campo, o a cosas similares? ¿No lo dedica a buscar la comunión con Dios reuniéndose con los que le rinden culto y aprenden de Su Palabra?
    ¿Cree en algún dios o dioses (o poderes) que la Biblia declara como falsos, como el hinduismo (incluido el yoga, que forma parte de esta religión), el budismo, el gnosticismo, la fuerza cósmica de la Nueva Era, la naturaleza, los ovnis, la reencarnación, los espíritus o el ocultismo? ¿Practica la devoción a la Virgen o algún santo? Cualquier cosa como eso es tener dioses ajenos. Entonces, ha violado los Diez Mandamientos y es digno de muerte, el juicio de Dios. Incluso sin utilizar imágenes, ¿ha rezado a algún ángel, espíritu, santo (el rosario) u otro ser o potencia, buscando ayuda o favores de los que no son Dios, como si tuviesen poder para ayudarle?     
    Atribuir a otros seres creados lo que solo Dios puede hacer, o buscar en ellos lo que solo Dios puede dar, es tener dioses ajenos que ocupan el lugar que solo corresponde a Dios. Si ha hecho alguna de estas cosas, lamentablemente debo decirle que ha incumplido los Diez Mandamientos.  
    La única manera de ser aceptado por Dios es por medio de la fe en el Señor Jesucristo. Es necesario arrepentirte y confiar en Cristo para recibir perdón y vida eterna. No hay otro camino.

 

martes, 30 de septiembre de 2025

En Esto Pensad -- octubre 2025

El que Calma la Tormenta  


Los creyentes no estamos exentos de las tormentas de la vida. Jonás sufrió una tormenta por desobedecer. Sin embargo, Pablo sufrió una tormenta y un naufragio a pesar de ser obediente. Dios puede levantar las tormentas (Jon. 1.4), pero también puede calmar el viento y las aguas (Mt. 8.26). Pero, cuando vengan, tenemos un recurso del que carecen los inconversos. Nuestro Señor tiene poder para calmar cualquier tormenta. El artículo que viene a continuación nos anima a echar toda nuestra ansiedad sobre Él, porque Él cuida de nosotros (1 P. 5.7).
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Texto: Salmo 89.5-9
    El salmista se maravilla ante la excelencia y trascendencia del Señor (vv. 6-7), y reconoce Su poder y carácter (vv. 5, 8). Una manifestación única de Su naturaleza es que domina el mar embravecido y aplaca sus olas (v. 9). Dios puede controlar y calmar cualquier tormenta.

Una gran tormenta
    En su Evangelio Marcos habla de “una gran tempestad” (Mr. 4.37). Tanto en esta tormenta como en la otra ocasión registrada en la que se encontraban en el mar agitado (Jn. 6.18), los discípulos dudaron de su fidelidad y tuvieron miedo: “¿No tienes cuidado que perecemos?” (Mr. 4.38). Su poderosa palabra, “Calla, enmudece” (v. 39), y Su presencia calmaron la tormenta y afirmaron tanto Su carácter como Su poder. En ambas ocasiones adoraron a un Hombre incomparable, el Hijo de Dios.

Una tormenta mayor

     Las palabras “Jehová reina” (Sal. 93.1) introducen ocho salmos proféticos sobre el reino eterno venidero en tiempos de gran tempestad de impiedad. “Alzaron los ríos… los ríos alzaron su sonido; alzaron los ríos sus ondas (v. 3), pero el Señor “es más poderoso que el estruendo de las muchas aguas, más que las recias ondas del mar” (v. 4). “Como el mar en tempestad, que no puede estarse quieto” (Is. 57.20), los impíos del mundo gentil (“las aguas” Ap. 17.15) se enfurecerán y se levantarán cual olas, a su mayor altura, “contra Jehová y contra su ungido” (Sal. 2.2). Pero entonces vendrá el “Fiel y Verdadero” (Ap. 19.11), y con la espada de Su boca herirá a las naciones (v. 15) y calmará la furiosa tormenta de la humanidad rebelde. Entonces, el mundo entero se postrará para adorar al Rey de reyes, cuyo carácter y poder brillarán gloriosamente. Solo Él puede calmar esa gran tormenta.

La mayor tormenta de todas
    Solo y maldito en la cruz, el Señor sufrió una tormenta que superó cualquier tormenta, tanto literal como figurada. Nunca habrá otra tormenta así, de origen sobrenatural. Las olas eternas del lago de fuego no igualarán lo que sufrió Su alma santa e infinita cuando todas las olas de Dios se abatieron sobre Él (Sal. 42.7). El amor que las muchas aguas no pueden apagar (Cnt. 8.7) motivó Su asombroso silencio, aunque Su poder superaba con creces el de doce legiones de ángeles que aguardaban Su petición. El cielo escuchaba el clamor de Su alma (Sal. 22.1), pero no hubo palabras que calmaran esa terrible tormenta. Su carácter y poder, mostrados en el Calvario, nunca serán superados. Él, que es el único que puede calmar las tormentas, soportó humildemente la mayor tormenta de todas, y lo hizo solo, para que nosotros pudiéramos disfrutar de la calma eterna con Él. Nuestros corazones redimidos le adorarán por siempre.

Michael Browne, Bath, Inglaterra
Day by Day, Christ Foreshadowed (“De Día en Día: Cristo Prefigurado”), Precious Seed Publications, Neath, West Glamourgan, Reino Unido, lectura 2 de agosto, traducido

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  Enoc    

parte 2
por J. Alan Davidson


viene del número anterior 

Enoc era agradable a Dios (He.11.5-6)

“… Antes que fuese traspuesto, tuvo testimonio de haber agradado a Dios” (He. 11.5). Debido a su fe, su nombre aparece segundo en la venerable lista de personajes dignos de imitar del Antiguo Testamento en Hebreos 11. “El justo vivirá por fe” (He. 10.38). El énfasis del verso está en “vivirá”, pues se refiere  a la forma de vivir, la conducta diaria. La fe es el poder que perdura a través de todos los obstáculos y dificultades hasta llegar al reino de la preservación, la supervivencia y la conquista. Conduce a la luz del disfrute seguro de la bienaventuranza eterna. Abel adoró por la fe y Dios aceptó su ofrenda. Enoc caminó por la fe y fue aceptable para Dios. Por la fe, Enoc conoció a Dios. Pablo escribió sobre la conducta de los creyentes y su aceptabilidad ante Dios: “para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu... y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios” (Ro. 8.4, 8). Pablo oró por los colosenses: “para que andéis como es digno del Señor, agradándole en todo, llevando fruto en toda buena obra, y creciendo en el conocimiento de Dios” (Col. 1.10). A los tesalonicenses los exhortó diciendo: “cómo os conviene conduciros y agradar a Dios, así abundéis más y más” (1 Ts. 4.1).

Enoc dio testimonio de Dios (Jud. 14-15)

    “De éstos también profetizó Enoc, séptimo desde Adán, diciendo: He aquí, vino el Señor con sus santas decenas de millares, para hacer juicio contra todos, y dejar convictos a todos los impíos de todas sus obras impías que han hecho impíamente, y de todas las cosas duras que los pecadores impíos han hablado contra él” (Jud. 14-15). En el verso 15, la palabra “impíos” aparece tres veces, en referencia a los hombres impíos, sus obras impías y sus palabras impías. La característica más destacada de la humanidad antes del diluvio, al igual que hoy en día, era la falta de reverencia o temor a Dios. Eran violentos, duros, ofensivos y desafiantes en sus palabras contra Dios. Enoc vivió piadosamente en una época impía. Fue el primer profeta que advirtió de la segunda fase de la venida del Señor, Su manifestación en poder para juzgar al mundo. Denunció su actitud irreverente, sus palabras duras, sus hechos desvergonzados y sus deseos ilícitos. Todos los que escucharon sus fieles advertencias sabían que el juicio venidero era divino, justo, recto y merecido.

“Enoc… desapareció, porque le llevó Dios” (Gn. 5.24)

    En Hebreos 11.5 se dice que “fue traspuesto”, es decir, trasladado, transformado, transportado, “para no ver muerte”. La afirmación de que “no fue hallado” implica que alguien lo buscó. Rompió la monotonía de vivir y morir, mencionada ocho veces en el capítulo 5 del Génesis. Enoc cambió de lugar, pero no de compañía, “porque le llevó Dios” (Gn. 5.24).  Esta es la culminación de los propósitos de Dios para los Suyos. Su fiel conducta y su vida de fe culminaron con una entrada victoriosa en la vida de perfecta comunión en el cielo. Esa grata compañía comenzó con el nacimiento de su hijo Matusalén, cuando Enoc tenía 65 años, y duró trescientos años. El nombre de su hijo, Matusalén, significa “cuando él muera, [el diluvio] vendrá”, y revela que los inventos y el comercio de un mundo condenado no interesaban a Enoc. La Tierra, contaminada con su maldad, ya no era un lugar adecuado para él (véase He. 11.16). Enoc vivió a la luz del juicio venidero. La duración de su vida se vio considerablemente reducida. Una vida más corta puede ser un alivio del trabajo y las pruebas que el pecado ha traído a este mundo.

“He aquí, vino el Señor” (Jud. 14)

    Al agradar a Dios, Enoc era una figura del Señor mismo. “Porque el que me envió, conmigo está; no me ha dejado solo el Padre, porque yo hago siempre lo que le agrada” (Jn. 8.29). En el caminar del Señor vemos los caminos de Dios. En Sus palabras oímos la sabiduría de Dios. En Sus obras se manifiesta la voluntad de Dios. En esta comunión sagrada e inquebrantable, Dios halla todo Su contentamiento, Su alegría y Su placer. Antes de morir en la cruz, el Señor dijo a sus acusadores: “desde ahora veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del poder de Dios, y viniendo en las nubes del cielo” (Mt. 26.64). “Enoc… desapareció, porque le llevó [recibió] Dios” (Gn. 5.24). El Señor dijo: “vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis” (Jn. 14.3). Él ha prometido arrebatarnos antes de la Tribulación: “te guardaré de [“fuera de”] la hora de la prueba que ha de venir sobre el mundo entero” (Ap. 3.10). A los pocos creyentes fieles que moraban en Sardis, los que no habían contaminado sus vestiduras, les prometió: “Andarán conmigo en vestiduras blancas” (Ap. 3.4).



Derriba todas las barreras
Señor, y reina en triunfo.
Que cada latido de mi corazón
Armonice con el Tuyo:

Concédeme entrar
En el lugar secreto,
Para caminar contigo, como Enoc,
Hacia la eternidad.

                                                            –  B. Mullen

por J. Alan Davidson (Irlanda del Norte), traducido de la revista Assembly Testimony, May-June 2025, https://assemblytestimony.org/

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“Mucha paz tienen los que aman tu ley, y no hay para ellos tropiezo” (Sal. 119.165).

El que ama la ley de Dios sabe que ella es buena y santa, y dice la verdad. La ley nos da a conocer (1) el carácter de Dios, y (2) nuestro propio pecado (Ro. 3.20). Tales conocimientos afectarán nuestras actitudes. En esta vida siempre hay problemas, injusticias y ofensas, pero no debemos andar ofendidos y molestos, ni buscar la venganza. Dios tiene una ley y Él juzgará todo cuando sea tiempo, y no se equivocará. El que conoce esto no andará ocupado con las ofensas, sino como Cristo, encomendará todo al que juzga justamente (1 P. 2.23). El Señor tenía mucha paz, y nosotros también podemos tenerla, siguiendo el ejemplo de nuestro Señor.

"La cordura del hombre detiene su furor, 
y su honra es pasar por alto la ofensa"
(Pr. 19.11) 

"El amor es sufrido... no guarda rencor" (1 Co. 13.4-5). 

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En Mateo 22.21 nuestro Señor nos dio una instrucción muy importante. 

                        “Dad, pues, a César lo que es de César,                        y a Dios lo que es de Dios”. 

Según Romanos 13, tenemos una responsabilidad frente al gobierno. Pero tenemos una mayor responsabilidad con Dios. Israel había abandonado su responsabilidad hacia Dios, y se había convertido en la cola, y no la cabeza, de las naciones. Como la cuarta bestia de Daniel 7 –el Imperio romano– César gobernaba, porque Dios lo había establecido así.
    Pero eso no significa que los creyentes deban involucrarse en el gobierno de César para ejercer una buena influencia, como dicen algunos. La Biblia no enseña a los cristianos a participar en el gobierno, pues no es su función ni les corresponde, y tampoco está contemplado como parte de la buena voluntad de Dios. Los creyentes están sometidos a las autoridades del país, pero no forman parte del gobierno. En la Biblia los gobiernos del mundo son “bestias” (Dn. 7.3; Ap. 13.1, 11), y el Salmo 49.20 declara: “el hombre que está en honra y no entiende, semejante es a las bestias”. El creyente vive para servir a Dios, y su lugar está en la iglesia, no en la capital. 

¿Qué debemos dar a César?    

    El Señor Jesús manda que demos a cada uno lo que le corresponde:  “a César lo que es de César” (el gobierno). Entonces, ¿qué le debemos a César? No debemos basar nuestra respuesta en la lógica, las deducciones ni las opiniones, sino en la Escritura.
    Primero, consideremos 1 Timoteo 2.1-2. “Exhorto ante todo, a que se hagan rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracias, por todos los hombres; por los reyes y por todos los que están en eminencia, para que vivamos quieta y reposadamente en toda piedad y honestidad”. Todo creyente debe orar por el gobierno, no buscar un puesto en él. Recuerda que, al tiempo de escribir este texto, el impío Nerón gobernaba el Imperio romano. Muchos desestiman el poder y la influencia de la oración, pero Dios nos manda rogar por todos los del gobierno. Debemos presentar oraciones, peticiones y acciones de gracias por los que están en eminencia. Los versos 3 y 4 dan a entender que no son creyentes, al decir que oremos por ellos porque Dios quiere que sean salvos. Debemos pedir por ellos, por las decisiones que toman, y por la manera en que los magistrados ejercen el juicio, para que haya condiciones favorables para nosotros: “para que vivamos quieta y reposadamente en toda piedad y honestidad”. Deben castigar a los malhechores y hacer que todos respeten las leyes. Oremos por ellos, para que no tomen decisiones pensando en sí mismos, su popularidad o futuro político, sino en el bien del país, y en el temor de Dios. Orar así es algo que “debemos” a César, pues el pobre necesita nuestras oraciones.
    Segundo, Romanos 13.1 indica que debemos someternos a las autoridades, y reconocer que Dios las ha establecido. El verso 3 añade: “Haz lo bueno”, es decir, obedecer las leyes. Nadie debe usar la fe cristiana como excusa para oponerse al gobierno, sino que debe respetar las leyes y vivir una vida ordenada. En lugar de revueltas, huelgas y disturbios, hacer lo bueno significa vivir “quieta y reposadamente”. Es vivir piadosa y honestamente.
    Romanos 13.7 añade: “pagad a todos lo que debéis”, porque los creyentes también pagan impuestos. El texto dice “tributo” e “impuesto”, que incluyen la declaración de la renta, los impuestos sobre las ventas, las contribuciones basadas en los bienes inmuebles y otras tasas. El creyente que tiene un negocio no debe mantener dos juegos de libros de contabilidad, sino ser honesto y transparente ante el gobierno. 
    También debemos a César “respeto”, y “honra”. Éxodo 22.28 manda: “No injuriarás a los jueces, ni maldecirás al príncipe de tu pueblo”. Injuriar a los líderes es propio del mundo. Primero los votan y aplauden, luego los insultan, publican caricaturas y se burlan de ellos. En lugar de hablar como los inconversos, debemos orar por los gobernantes. “Honrad al rey” manda 1 Pedro 2.17, pues es un deber cristiano.
    1 Pedro 2.13-15 enseña otra cosa que le debemos a César. “Por causa del Señor someteos a toda institución humana, ya sea al rey, como a superior, ya a los gobernadores, como por él enviados para castigo de los malhechores y alabanza de los que hacen bien. Porque ésta es la voluntad de Dios: que haciendo bien, hagáis callar la ignorancia de los hombres insensatos”. Nuestra obediencia a todas las leyes, es decir, a toda institución humana, pues es parte de nuestro testimonio. Esto incluye las leyes de inmigración, de empleo, de impuestos, de circulación y todas las demás. No debemos causar problemas como hacen los delincuentes, sino hacer bien.
    Si tenemos la oportunidad, debemos dar testimonio ante los gobernantes, como hizo Pablo en varias ocasiones (Hch. 22-26). Se presentó ante ellos, no por haber hecho nada malo, sino por acusaciones falsas, y aprovechó para dar testimonio. En una ocasión, cuando estaba en la cárcel de Filipos, en lugar de buscar un abogado y denunciar al Estado por daños y perjuicios, oraba y cantaba himnos. A medianoche, Dios le brindó una maravillosa oportunidad para evangelizar al carcelero y a su familia, y verlos convertidos. Dios guió a Felipe para que evangelizara al funcionario etíope (Hch. 8), y a Pedro para que lo hiciera con el centurión Cornelio y sus amigos romanos (Hch. 10). Ninguno de ellos tuvo que involucrarse en la política ni en el gobierno para hacerlo. Quienes dicen que necesitamos más cristianos en la política están muy equivocados, ya que ninguno debe dar sus esfuerzos a César. César está en una esfera, y los creyentes estamos en otra.
    El gobierno no está compuesto de creyentes, sino de “los príncipes de este siglo, que perecen” (1 Co. 2.6). No tienen ni entienden la sabiduría de Dios: “la que ninguno de los príncipes de este siglo conoció; porque si la hubieran conocido, nunca habrían crucificado al Señor de gloria” (1 Co. 2.8). Los sistemas políticos, judiciales y religiosos colaboraron en la crucifixión de Cristo. No olvidemos nunca que el mundo se pronunció sobre Cristo cuando lo crucificó.
continuará, d.v., en el número siguiente

Romanos: La Justicia de Dios, Tomo 3, sobre el capítulo 13, por Carlos Tomás Knott, Libros Berea.

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 ¿Eres un cristiano “S.D.M.”?


¿Qué significa esto? ¿Es una nueva denominación? No, es una descripción de ciertos cristianos, y hoy en día está muy extendida. S.D.M., “Solo Domingo Mañana”, se refiere a los cristianos que solo asisten a una reunión los domingos por la mañana y se ausentan de las demás.
1
    No es un comportamiento bíblico, pues Hechos 2.42 describe la conducta de los primeros cristianos: “Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones”.  No asistían ocasionalmente, sino que “perseveraban”. No consideraban que una reunión fuera más importante que las demás. Es típico entre los católicos pensar que si asisten a la misa ya han cumplido con Dios. Ellos quizás son los campeones de “S.D. M.”.  Pero esta misma actitud se manifiesta ahora entre los evangélicos, que solo asisten el domingo por la mañana, y se ausentan de las demás. No vienen el domingo por la tarde para apoyar la reunión de predicación del evangelio. No asisten a la reunión de oración y estudio bíblico entre semana. Aparentemente, consideran opcionales estas reuniones. No apartan tiempo para la comunión con los demás en estas reuniones. Quienes así actúan no han cumplido con Dios.     
    Sin embargo, la recepción a la comunión de una iglesia incluye todas sus actividades. La recepción no es al partimiento del pan, sino a la asamblea. Implica mucho más que la cena del Señor. Indica la aceptación e inclusión en todas las facetas de la vida de la iglesia, su doctrina y testimonio. Un hermano dijo que la recepción es mutua. La iglesia local recibe a la persona, y la persona recibe a la iglesia, lo que indica que la acepta y está de acuerdo con ella. De lo contrario, no debe haber recepción.
    Si la iglesia se reúne cada domingo por la mañana, son 52 reuniones al año, y si también el domingo por la tarde, son otras 52 reuniones al año. Además, hay una reunión entre semana para orar y estudiar la Palabra, que también son 52 al año. En total, son 156 reuniones al año, según este ejemplo. Pero los cristianos que solo asisten a la iglesia los domingos por la mañana se pierden 104 reuniones al año, es decir, faltan a dos tercios de las reuniones. No acuden para apoyar la predicación del evangelio, para orar o para estudiar la Palabra, y en todas esas ocasiones pierden la comunión con los demás. ¿De qué manera se puede considerar que esas personas están realmente en comunión en la iglesia, ya que no tienen tiempo para ella?
    Además, debemos recordar que el Señor Jesucristo nos enseña a poner a Dios en primer lugar en nuestra vida. “Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (Mt. 6.33). “Primeramente” indica preferencia y prioridad. ¿Qué importancia le damos a las actividades de la iglesia? El trabajo, las preocupaciones y las actividades sociales de la familia no deben tener preferencia sobre ellas. Si viene una visita, puede acompañarnos o esperar hasta que volvamos. Si un familiar nos pide un favor que nos impediría reunirnos, debemos decirle que ya tenemos una obligación previa.
    Considera el testimonio del Señor en Lucas 4.16, “... en el día de reposo entró en la sinagoga, conforme a su costumbre”. Su costumbre y prioridad era reunirse con el pueblo de Dios en el lugar designado. No tenía que decidir en cada ocasión si se iba a reunir o no, pues esa decisión ya se había tomado. El cansancio y los compromisos con la familia no figuran en esta decisión. Si había reunión del pueblo de Dios, uno sabía dónde encontrar a Cristo, porque Él estaba presente, “conforme a su costumbre”. Debemos seguir Su santo ejemplo y tener esa misma costumbre. 
     El Señor todavía se reúne con los creyentes conforme a Su promesa. “Donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos (Mt. 18.20).  Alguien dijo que el Señor está en todas las reuniones y que nos espera para compartir con nosotros. Debemos considerar que las reuniones son nuestras “citas previas” con el Señor.         

1 No se refiere a las personas que por enfermedad, trabajo o viaje no pueden congregarse. Pero no debemos aceptar otros compromisos, porque ya tenemos uno con el Señor.

                                       Carlos

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¿Cuáles Son las Reuniones de la Iglesia? 

Norman Crawford

Hay siete tipos de reuniones en el Nuevo Testamento. El partimiento del pan tenía primera importancia, y regularmente se reunían para orar (Hch. 2.42). La reunión para edificación (1 Co. 14) es nuestra autoridad para ministerio de enseñanza para creyentes. La reunión de ancianos era la única reunión segregada, y se describe en Hechos 20.17-38. En Hechos 14.26-28 vemos la reunión para escuchar un informe misionero, y 1 Corintios 5.4 describe una reunión convocada por cuestiones de disciplina. Con ella hay seis, y la séptima es una actividad de la asamblea con cara al mundo, es decir, la proclamación del evangelio (1 Ts. 1.8). Hemos apuntado algunas citas bíblicas, pero se podría citar muchos otros versos que apoyan esas siete reuniones.

del libro Congregados a Su Nombre, págs. 231-232Norman Crawford, Libros Berea

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 Han Llegado otra vez

los Días de Noé


La historia de Noé y el arca no es un cuento ni una alegoría. Jesucristo habló de Noé, de sus tiempos y del gran Diluvio. Lo mencionó como un hecho histórico y literal. Sabemos que no se trata de un cuento, una parábola o una alegoría, sino de un relato verídico sobre un suceso terrible ocurrido en la historia. Merece la pena leerlo. En Génesis 5.29 - 8.22 se narra la historia de Noé, que era un hombre piadoso que vivía en un mundo lleno de pecado. Salvó solo a los que entraron en el arca con él. 
    Dios envió un diluvio universal como castigo por la desenfrenada maldad que había en el mundo entero. No se trató de un desastre ecológico, sino de un juicio divino sobre un mundo que se parece mucho al nuestro. Se nos advierte que, antes de la segunda venida de Cristo, Dios juzgará a nuestro mundo, tan lleno de maldad, y no tendrá piedad de los culpables. La historia de la desobediencia de la humanidad se repite, y pronto caerá nuevamente el juicio de Dios tras siglos de paciente silencio. 
    Jesucristo habló de Noé y del terrible diluvio que destruyó el mundo antiguo: “Mas como en los días de Noé, así será la venida del Hijo del Hombre. Porque como en los días antes del diluvio estaban comiendo y bebiendo, casándose y dando en casamiento, hasta el día en que Noé entró en el arca, y no entendieron hasta que vino el diluvio y se los llevó a todos, así será también la venida del Hijo del Hombre” (Mateo 24.37-39). En el Evangelio según Lucas leemos:  “vino el diluvio y los destruyó a todos” (Lucas 17.27).  El apóstol Pedro también lo mencionó como un hecho histórico y literal: “... en los días de Noé, mientras se preparaba el arca, en la cual pocas personas, es decir, ocho, fueron salvadas por agua” (1 Pedro 3.20).

Déjà Vu
 

   Génesis 6.5 dice: “la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal”. Más adelante, el verso 12 relata que “miró Dios la tierra, y he aquí que estaba corrompida; porque toda carne había corrompido su camino sobre la tierra”. Esta situación también describe nuestros tiempos. La incredulidad y el desenfreno están a flor de piel. 

Llaman bueno a lo malo y malo a lo bueno. 

Dictan leyes injustas. 

Aprueban lo que Dios prohíbe y condena.

    Cuando la desobediencia y la maldad alcanzan estos niveles y se extienden por todo el mundo, los gobiernos legalizan el pecado,  la gente pierde la vergüenza y el temor de Dios y volvemos a estar en los días de Noé. 
    Dios prometió no volver a juzgar el mundo por agua, es decir, no enviar otro diluvio universal. Pero no prometió no juzgar al mundo. Lo hará y muy pronto. El tiempo de Su paciencia se acaba. Se acerca la fecha del juicio divino. Romperá Su silencio e intervendrá en la historia para juzgar la maldad, la desobediencia y la impiedad desenfrenadas. Cuando el Señor Jesucristo venga por segunda vez, no vendrá manso ni humilde, sino como Rey con gran poder y gloria. El mundo conocerá la ira del Cordero de Dios (lee Apocalipsis 6.16-17). Amigo, tómatelo muy en serio y prepárate, porque estamos en los días de Noé, y el terrible juicio divino se aproxima.
    Al igual que Noé en su día, nosotros anunciamos el juicio venidero, y también predicamos el perdón de los pecados y la salvación por la gracia de Dios, mediante la fe en el Señor Jesucristo. Noé creyó a Dios y entró en el arca, con los suyos; y ocho personas fueron salvas. La mayoría, es decir, todo el resto del mundo, pereció. Dios el Juez del mundo “ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan; por cuanto ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por aquel varón a quien designó, dando fe a todos con haberle levantado de los muertos” (Hechos 17.30-31).
    Aquel varón es el Señor Jesucristo, que murió por tus pecados, resucitó, y pronto volverá. Arrepiéntete de tus pecados, tanto de actitudes como de palabras, pensamientos, deseos y hechos, y clama a Jesucristo, el Señor, el Cordero de Dios, para que te perdone y te conceda una vida nueva. Solo Él puede perdonar tus pecados. Solo Él puede salvarte y darte vida eterna. Todavía estás a tiempo. 
    Pero pronto se abrirán los cielos y los grandes juicios de Dios sacudirán el mundo, y entonces será demasiado tarde para ti. No tardes más. No pierdas más tiempo. Él vino del cielo, se hizo hombre y actuó como tu Sustituto, pues llevó tus pecados y murió por ti. Fue sepultado, resucitó el tercer día conforme a las Escrituras, y vive para salvar a los que confían en Él. “Por lo cual puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos” (Hebreos 7.25). Murieron todos los que no entraron en el arca de Noé. Y se perderán eternamente todos los que no confían en Jesucristo. Nadie más puede salvarte. Como el arca de Noé en su día, ahora ¡solo Jesucristo puede salvarte del juicio y el castigo eterno!

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El origen pagano de Halloween



Calabazas, disfraces y jolgorio. Lo que hoy en día se conoce como Halloween (las costumbres que nos han llegado empaquetadas desde Estados Unidos gracias a las películas) poco tiene que ver con la fiesta de la que proviene.



    Y es que, el origen de esta celebración se encuentra en el Samhain o Samagín. Una conmemoración celta milenaria en la que los druidas de la antigua Britania pedían por las almas de los fallecidos al dios de la muerte; se encendían gigantescas fogatas para ahuyentar a los espíritus malvados y, además, se llevaban a cabo sacrificios humanos para ver el futuro. La barbaridad a la que llegó fue tal que, cuando los romanos arribaron a las islas, prohibieron parte de las actividades. 
    Con todo, los orígenes de la fiesta se han difuminado en el tiempo provocando que las interpretaciones sobre qué diablos se hacía en aquella celebración sean muchas. De hecho, se desconoce el momento exacto en el que se empezó a suceder. 
    Tan solo se sabe que tenía como protagonistas a los hechiceros britanos y que ya se practicaba antes de la conquista romana de las islas. Una campaña militar que comenzó con Julio César en el año 55 a.C. y que se empezó a materializar definitivamente en el 43 con Claudio. Independientemente de la fecha concreta, todas las fuentes coinciden en que el Samagín giraba alrededor de los druidas, los sacerdotes del pueblo celta. 
    “El pueblo céltico vivió en el norte de Francia y las Islas Británicas. Practicaba las artes ocultas y adoraba a la naturaleza, a la que atribuía cualidades animísticas o sobrenaturales”, explican los autores John Ankerberg y John Weldon en su libro “Facts on Halloween”.
    Por su parte, el arqueólogo e historiador decimonónico Henri Hubert explica en su obra “Los celtas y la civilización céltica” que este pueblo se mantenía unido gracias –entre otras tantas cosas– a los druidas, a los que se daba gran importancia como encargados de contentar a los dioses. “Eran una clase de sacerdotes expresamente encargados de la conservación de las tradiciones”, determina el experto.


Samagín y Belenus
    Como pueblo que basaba una buena parte de su existencia en la naturaleza, los celtas daban una importancia suma a los ciclos estacionales. Para ellos, el año se dividía en dos grandes épocas: el invierno y el verano. La primera, asociada con la muerte; la segunda con la vida. Y, para conmemorar el paso de una a otra, celebraban dos fiestas en honor a los respectivos dioses a los que asociaban cada una de ellas. “Los celtas adoraban al dios sol (Belenus) especialmente en Beltane, el primero de mayo. Y adoraban a otro dios, Samagín, el dios de la muerte o de los muertos, el 31 de octubre”, determinan los autores en su obra.
    De la segunda fiesta que se llevaba a cabo en honor de esta deidad es de la que proviene el actual Halloween. Según afirman la mayoría de las fuentes, el festival de Samagín duraba tres días y tres noches y en él se conmemoraba el “inicio de la estación muerta del año, en la cual campos y seres vivos dormían a la espera de la próxima primavera” (tal y como explica la doctora en historia Margarita Barrera Cañellas en su tesis “Halloween, su proyección en la sociedad estadounidense”). 
    Podría parecer que esta fiesta era entendida una celebración de segunda categoría, pero nada más lejos de la realidad. Al fin y al cabo, los propios druidas consideraban a su civilización y al pueblo britano descendientes del dios de la muerte. Con todo, tan cierto como esto es que existen autores partidarios de que Samagín era únicamente el nombre que se le dio a la festividad, y no el de ninguna deidad. “De los 400 nombres de dioses celtas conocidos, el que más se menciona es el de Belenus. Samagín, que es nombre específico del señor de la muerte, es incierto. No obstante, es posible que fuera la principal deidad druídica”, explican Ankerberg y Weldon.

Las creencias

    Las creencias de los druidas afirmaban que, en la noche del 31 de octubre, Samagín convocaba a los muertos para que pasasen "al otro lado". Es decir, del mundo de los fallecidos, al de los vivos. Sin embargo, estos espíritus podían llegar al “más acá” de dos formas diferentes atendiendo a si habían sido “buenos” o “malos” durante los últimos meses. “Los celtas creían que, el 31 de octubre, el velo existente entre el presente, el pasado y el futuro caía”.
    Si el dios consideraba que no habían cumplido con sus deberes, hacía que se reencarnasen en animales tras el ocaso. Por el contrario, aquellos que habían obrado acorde a lo que quería la deidad eran libres de visitar a sus familiares con su forma humana y pasar unas horas en sus antiguos hogares antes de regresar al limbo.
    Además, la noche del 31 era considerada especialmente esotérica por los druidas. “Creían que el velo existente entre el presente, el pasado y el futuro caía, siendo esta la razón de que se considerase como el momento más propicio para todas las clases de artes mágicas y, en especial, las adivinatorias y de predicción sobre el nuevo año”, completa la experta en su tesis. Era, en definitiva, una jornada mágica en el sentido más literal de la palabra en la que el miedo a los muertos se mezclaba con la esperanza de recordar a un familiar que hubiese dejado este mundo.

Sacrificios y hogueras


 Durante las celebraciones, los celtas practicaban varios rituales. Uno de los más básicos era apagar todos los fuegos que hubiese encendidos en las casas con dos objetivos. El primero era evitar que los espíritus errantes (los malvados) entrasen en las viviendas al considerarlas frías. El segundo, simbolizar la llegada de la estación "muerta" y oscura del año. De esta forma, los diferentes pueblos se quedaban totalmente a oscuras y solo eran iluminados por una cosa: las hogueras gigantescas que los druidas encendían en las colinas. 
    “Los druidas o clase sacerdotal celta encendían nuevos fuegos centrales en las colinas como símbolo del renacimiento de la Naturaleza y de la vida durante la noche de Samhain. En estos nuevos fuegos se quemaban principalmente ramas de roble, árbol sagrado para los celtas, y ofrendas de frutos, animales e incluso seres humanos. Al día siguiente en las cenizas y restos de huesos calcinados los druidas leían el futuro de la comunidad en el nuevo año que comenzaba”, completa la doctora en historia en su obra.
    Estas fogatas eran encendidas con todo tipo de objetos que los jóvenes reunían en los días previos a la celebración. ¿Cómo lo hacían? Mediante una tradición que se mantiene en la actualidad: pidiendo materiales de casa en casa para la gran hoguera. 
    Los fuegos eran un elemento central de la celebración, pues se creía que con ellos se lograba espantar a los espíritus malignos que, enfadados por haber sido castigados por el dios de la muerte, se dedicaban a hacer tretas a los vivos. “La gente se  ponía grotescas máscaras y danzaba alrededor de la gran fogata pretendiendo que eran perseguidos por los malos espíritus”, completan los autores ingleses. 
    Con todo, las gigantescas fogatas y las máscaras no era lo único que primaba durante esta festividad. Además de todo ello, esta fiesta era considerada un momento propicio para pedir por los espíritus de los fallecidos y para practicar la magia y las artes adivinatorias. Esta última praxis era realizada por los druidas, quienes consideraban que podían averiguar el futuro usando vegetales... o sacrificando seres humanos a los dioses. Una barbaridad que, a día de hoy, ha caído en el olvido durante la noche de Halloween.

Prohibida y cambiada
    La barbarie de Samagín continuó hasta el siglo I d. C., cuando los romanos llegaron hasta Britania de manos de Claudio y sus legiones Augusta, Hispana, Gemina y Valeria Victrix. Después de pisar tierras isleñas, estos “civilizaron” la festividad erradicando los sacrificios humanos. En su lugar, cambiaron a los condenados por efigies. Posteriormente, y en un intento de romanizar todavía más la celebración, la cambiaron por el festival de Pomona (en honor de la diosa de las manzanas y el otoño). La fiesta aceptada, pero el pueblo jamás olvidó sus creencias. “La gente se ponía grotescas máscaras y danzaba alrededor de la gran fogata pretendiendo que eran perseguidos por los malos espíritus”
    Con el paso de los años, y usando como vía de entrada la civilización romana, la Iglesia Católica trató de dar una vuelta de tuerca más al festival para acabar definitivamente con las creencias celtas. Así fue como, en el año 610, el Papa Bonifacio IV instauró la fiesta de los “Mártires Cristianos” el 13 de mayo. “Esta medida no tuvo mucho éxito, por lo que en el siglo VIII d.C. el Papa Gregorio III, implantó la fiesta de los Mártires Cristianos el día 1 de noviembre, haciéndola coincidir de esta forma con la fecha de la celebración de Samhain, y más adelante, el Papa Gregorio IV amplió esta celebración a todos los santos del panteón cristiano”, añade la experta. En esos años fue cuando se cambió el nombre del festival a “All Hallow's Eve”, término que derivaría posteriormente en el actual Halloween. 

Separación, no imitación

    A los creyentes, como seguidores del Señor Jesucristo, no nos toca adaptarnos al mundo, ni participar en esas actividades tan obviamente paganas y ofensivas a Dios. “No os conforméis al mundo” es la instrucción de la Palabra de Dios (Romanos 12.2). En 2 Corintios 6.14-15 el apóstol Pablo, al enseñar la separación, pregunta: “¿Y qué comunión la luz con las tinieblas? ¿Y qué concordia Cristo con Belial? ¿O qué parte el creyente con el incrédulo?” La única respuesta correcta es “¡Ninguna!”.


adaptado de: https://www.finanzas.com/hemeroteca/el-origen-oculto-de-halloween-cuando-los-druidas-ingleses-asesinaban-y-quemaban-a-ninos_13509972_102.html