EL MILAGRO DEL LIBRO (III)
Dyson Hague
(viene del nº anterior)
El milagro de su idioma
Otro hecho notable es que la Biblia no se compuso en
Atenas, sede de la erudición, en Grecia, como tampoco en Alejandría en
Egipto. Sus escritores recibieron su inspiración no de las antiguas
fuentes de la sabiduría humana. Unos vivían en Palestina. A muchos de
los escritores se les llamarían incultos hoy. No habían frecuentado
ninguna universidad, no eran eruditos ni pensadores originales, ni
siquiera hablaban su propio idioma con toda corrección. Que nos conste
solamente que Pedro se traicionó por su dialecto. Habló al estilo de los
Galileos. Igual era el caso de Juan (Mt. 26:73; Hch. 2:7; 4:13). Eran
gente inculta, como otros muchos también, que escribieron porciones
enteras de la Biblia–hombres sin cualquier vocación literaria. Así y
todo por semejantes hombres fue escrito el Libro que, bajo la secreta
operación divina, se encuentra totalmente exento de cualquier rastro de
provincialismo, de modo que llegó a ser la obra modelo para las lenguas
de las más cultas naciones del mundo.
Es un libro que se ha abierto paso hacia el norte y el sur, hacia el oeste y el este. En la influencia que ejercían las mayores naciones del occidente progresista, fue el factor más fuerte, y no obstante procedía del pueblo más iliberal y conservador del más anti-progresista oriente. Sus autores fueron mayormente Judíos, y los Judíos eran por instinto y tradición, por educación y sentimientos el más iliberal de todos los pueblos. El Judío no solo era iliberal, ni siquiera tenía algún interés por otras naciones. Jonás tuvo que ser obligado para que fuera a predicar en la ciudad de Ninive el Mensaje de Dios. ¡Cuánto esfuerzo era necesario para crear en Pedro un interés por la salvación de los Gentiles y que les llevara el Evangelio! (Hch. 10:14; Gá. 2:11-14). Solo un milagro y una revelación especial obraron este cambio total de actitud.
¿Cómo pues se ha de explicar que esta gente tan segregacionista estuviese en condiciones para escribir un libro que no es solo el libro de los Judíos, sino el de toda persona, sí, el Libro por excelencia del mundo entero? Ha sido escrito para el mundo, para cada ser humano en particular. Si la Iglesia de Roma se precia de poseer tan solo una lengua, y ésta por cierto una lengua muerta–la lengua latina–es un hecho que las sociedades bíblicas pueden señalar que ellas han hecho impresiones de la Biblia en más de 1.200 idiomas vivientes, para poner la viva Palabra de Dios a disposición de toda nación bajo el Cielo y que cada individuo pueda leer en su propia lengua las maravillosas palabras de Dios. Realmente es un milagro el que en la previsión de Dios, un viejo libro hebreo fuese así liberado de sus particularidades rabínicas y orientales, de modo que millones de muchachos y muchachas, hombres y mujeres que lo leen, nunca lo aprecian por ser una obra literaria hebrea o producto de una antigua raza oriental, sino por ser “lo mejor que nuestra literatura puede dar en prosa sencilla y noble”, como una vez lo dijo Frederico Starison en una conferencia en Oxford referiéndose a la edición inglesa de la Biblia. Y sin embargo resulta asombroso–el que el Alemán exactamente por igual aprecia la versión alemana de la Biblia como siendo “la Biblia suya”.
El milagro de su conservación
Milagroso también es el hecho que la Biblia como Libro único a través de los siglos, sin interrupción, ha resistido a los asaltos de los más altamente críticos. Siglo tras siglo hombres han procurado quemar y destruirla. Cruzada tras cruzada se organizaron para apagarla. Reyes de la tierra se echaron a la tarea, conductores de la Iglesia lo tomaron sobre sí, el barrerla de la tierra.
Diocleciano, césar romano, en el año 303, condujo el más terrible ataque que el mundo ha experimentado contra un libro. Las Biblias casi sin interrupción fueron destruidas, incontables cristianos murieron, y se eregió una columna de triunfo con esta inscripción: Extincto nomine christianorum, esto es, borrado es el nombre de los cristianos. Y no obstante, pocos años después, volvió a aparecer la Biblia tal como en su día Noé había vuelto a salir del arca y se esparció por la tierra, hasta que Constantino la elevó, en el año 325 cuando el primer concilio general, a la posición de autoridad infalible.
Luego siguió la larga noche de la edad media. La Iglesia romana negaba al pueblo las Sagradas Escrituras. Por siglos enteros era prácticamente un Libro desconocido. El mismo Lutero, siendo ya hombre cuando lo dijo, afirmó que nunca había visto una Biblia. Ningún carcelero mantenía en prisiones con la mayor seguridad, que lo hizo la Iglesia romana con la Biblia, frente al pueblo.
Además, a raiz de decretos conciliares, anatemas y bulas papales, fureron quemadas las Biblias, y sus lectores condenados por la inquisición al suplicio y a ser quemados vivos. Algunos de nosotros hemos visto en la vieja Londres la plaza donde cestos llenos de Testamentos ingleses, con gran pompa por orden de Roma fueron quemados.
El peor de todos los asaltos probablemente se lanzó durante los últimos 150 años. Extrañamente, los más amargos enemigos de la Biblia se revelaban ser hombres que exegían la libertad del pensamiento. Bolingbroke, Hume y Voltaire veían la aniquilación de la Biblia como cosa tan cierta que el frances afirmó que en 100 años, la Biblia a lo más se encontraría como una rareza anticuaria.
Entonces siguió el ejército de los racionalistas alemanes con los ataques más salvajes y peligrosos de todos. Bauer, Strauss y la escuela Tubinger adoptaron el grito de los hijos de Edom: “¡Arrasadla, arrasadla hasta el suelo!” Esto no obstante, Aquel que en silencio está sentado en el Cielo se ríe; el Señor se burla de ellos. Pues que todavía hoy existen las Escrituras, más divulgadas que nunca antes. Allí está y allí permanecerá. Los contrarios le han echado lo peor de su arsenal, arrojado su más fuerte armamento–¡en balde! Sean lo que sean los inesperados contrarios que el futuro pueda aun traer–más perniciosamente que Julian, Celsus, Porplyrios, que Voltaire, Strauss, Renan, que Eichhorn, Wellhausen, Kuenen (y ahora Bultmann y su escuela*). Con todo, la Palabra sigue su carrera, y nadie puede retenerla. Unos 25 millones de ejemplares se esparcen cada año por toda la tierra. ¡Qué respuesta–también a nuestro siglo orgulloso! Cómo ella recuerda de modo análogo la llamada retadora de Moisés: “Pues infórmate, si quieres, de los primeros tiempos, que eran antes de tí, desde el día que creó Dios al hombre sobre la tierra, y desde un cabo de los cielos hasta el otro cabo de los cielos, si alguna vez ha habido cosa parecida a esta gran cosa, o si se ha oído hablar de otra parecida a ésta” (Dt. 4:32).
Es un libro que se ha abierto paso hacia el norte y el sur, hacia el oeste y el este. En la influencia que ejercían las mayores naciones del occidente progresista, fue el factor más fuerte, y no obstante procedía del pueblo más iliberal y conservador del más anti-progresista oriente. Sus autores fueron mayormente Judíos, y los Judíos eran por instinto y tradición, por educación y sentimientos el más iliberal de todos los pueblos. El Judío no solo era iliberal, ni siquiera tenía algún interés por otras naciones. Jonás tuvo que ser obligado para que fuera a predicar en la ciudad de Ninive el Mensaje de Dios. ¡Cuánto esfuerzo era necesario para crear en Pedro un interés por la salvación de los Gentiles y que les llevara el Evangelio! (Hch. 10:14; Gá. 2:11-14). Solo un milagro y una revelación especial obraron este cambio total de actitud.
¿Cómo pues se ha de explicar que esta gente tan segregacionista estuviese en condiciones para escribir un libro que no es solo el libro de los Judíos, sino el de toda persona, sí, el Libro por excelencia del mundo entero? Ha sido escrito para el mundo, para cada ser humano en particular. Si la Iglesia de Roma se precia de poseer tan solo una lengua, y ésta por cierto una lengua muerta–la lengua latina–es un hecho que las sociedades bíblicas pueden señalar que ellas han hecho impresiones de la Biblia en más de 1.200 idiomas vivientes, para poner la viva Palabra de Dios a disposición de toda nación bajo el Cielo y que cada individuo pueda leer en su propia lengua las maravillosas palabras de Dios. Realmente es un milagro el que en la previsión de Dios, un viejo libro hebreo fuese así liberado de sus particularidades rabínicas y orientales, de modo que millones de muchachos y muchachas, hombres y mujeres que lo leen, nunca lo aprecian por ser una obra literaria hebrea o producto de una antigua raza oriental, sino por ser “lo mejor que nuestra literatura puede dar en prosa sencilla y noble”, como una vez lo dijo Frederico Starison en una conferencia en Oxford referiéndose a la edición inglesa de la Biblia. Y sin embargo resulta asombroso–el que el Alemán exactamente por igual aprecia la versión alemana de la Biblia como siendo “la Biblia suya”.
El milagro de su conservación
Milagroso también es el hecho que la Biblia como Libro único a través de los siglos, sin interrupción, ha resistido a los asaltos de los más altamente críticos. Siglo tras siglo hombres han procurado quemar y destruirla. Cruzada tras cruzada se organizaron para apagarla. Reyes de la tierra se echaron a la tarea, conductores de la Iglesia lo tomaron sobre sí, el barrerla de la tierra.
Diocleciano, césar romano, en el año 303, condujo el más terrible ataque que el mundo ha experimentado contra un libro. Las Biblias casi sin interrupción fueron destruidas, incontables cristianos murieron, y se eregió una columna de triunfo con esta inscripción: Extincto nomine christianorum, esto es, borrado es el nombre de los cristianos. Y no obstante, pocos años después, volvió a aparecer la Biblia tal como en su día Noé había vuelto a salir del arca y se esparció por la tierra, hasta que Constantino la elevó, en el año 325 cuando el primer concilio general, a la posición de autoridad infalible.
Luego siguió la larga noche de la edad media. La Iglesia romana negaba al pueblo las Sagradas Escrituras. Por siglos enteros era prácticamente un Libro desconocido. El mismo Lutero, siendo ya hombre cuando lo dijo, afirmó que nunca había visto una Biblia. Ningún carcelero mantenía en prisiones con la mayor seguridad, que lo hizo la Iglesia romana con la Biblia, frente al pueblo.
Además, a raiz de decretos conciliares, anatemas y bulas papales, fureron quemadas las Biblias, y sus lectores condenados por la inquisición al suplicio y a ser quemados vivos. Algunos de nosotros hemos visto en la vieja Londres la plaza donde cestos llenos de Testamentos ingleses, con gran pompa por orden de Roma fueron quemados.
El peor de todos los asaltos probablemente se lanzó durante los últimos 150 años. Extrañamente, los más amargos enemigos de la Biblia se revelaban ser hombres que exegían la libertad del pensamiento. Bolingbroke, Hume y Voltaire veían la aniquilación de la Biblia como cosa tan cierta que el frances afirmó que en 100 años, la Biblia a lo más se encontraría como una rareza anticuaria.
Entonces siguió el ejército de los racionalistas alemanes con los ataques más salvajes y peligrosos de todos. Bauer, Strauss y la escuela Tubinger adoptaron el grito de los hijos de Edom: “¡Arrasadla, arrasadla hasta el suelo!” Esto no obstante, Aquel que en silencio está sentado en el Cielo se ríe; el Señor se burla de ellos. Pues que todavía hoy existen las Escrituras, más divulgadas que nunca antes. Allí está y allí permanecerá. Los contrarios le han echado lo peor de su arsenal, arrojado su más fuerte armamento–¡en balde! Sean lo que sean los inesperados contrarios que el futuro pueda aun traer–más perniciosamente que Julian, Celsus, Porplyrios, que Voltaire, Strauss, Renan, que Eichhorn, Wellhausen, Kuenen (y ahora Bultmann y su escuela*). Con todo, la Palabra sigue su carrera, y nadie puede retenerla. Unos 25 millones de ejemplares se esparcen cada año por toda la tierra. ¡Qué respuesta–también a nuestro siglo orgulloso! Cómo ella recuerda de modo análogo la llamada retadora de Moisés: “Pues infórmate, si quieres, de los primeros tiempos, que eran antes de tí, desde el día que creó Dios al hombre sobre la tierra, y desde un cabo de los cielos hasta el otro cabo de los cielos, si alguna vez ha habido cosa parecida a esta gran cosa, o si se ha oído hablar de otra parecida a ésta” (Dt. 4:32).
*su libro "The Wonder of the Book" fue impreso del discurso que dio en Toronto, Canadá en 1912
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¿Dónde Ponemos La Mira?
Como soldados cristianos deberíamos poner nuestros afectos en las cosas
de arriba, no en las de la tierra (Col. 3:1-2). Lo mejor que podemos
hacer acerca de nuestro pretendido futuro financiero es olvidarlo.
Citando al mismo "Comandante" (El Señor Jesucristo): "No os afanéis por
el día de mañana..." (Mt. 6:34), específicamente por cosas como qué
comeremos o qué beberemos o vestiremos. Él promete cuidarse del futuro
de cada uno de los Suyos. Esto nos libera para trabajar más duro para
suplir nuestras actuales necesidades, dar todo el resto para la obra del
Evangelio –el conflicto espiritual– y confiar en Dios para el futuro.
Muchos han errado de la fe y se han traspasado con muchos dolores por
olvidar o tratar de racionalizar esta instrucción – ¡cuidado!
Nos será de ayuda a los que somos estudiantes o aspiramos a serlo, reexaminar la necesidad de tanta educación, de otro grado, de otro certificado, cuando realmente ya tenemos suficiente competencia para trabajar de alguna manera para suplir nuestras necesidades. No es ninguna desgracia tomar un trabajo de "cuello azul". De todas maneras, ¡el azul es el color del cielo! Ahora bien, puede que el Señor dirija a algunos de nosotros al campo educativo es estratégico para nuestra situación en el campo de batalla donde Él nos quiera. Si es así, deberíamos trabajar duro en ello, sin perder el tiempo, y terminar pronto. Pero estemos seguros de que es el Señor quien nos dirige y de que tenemos una guía específica de Él para tales pasos, y no que sea simplemente que nos guste tener más conocimientos y títulos cuando realmente podríamos servir bien sin ellos.
Nos será de ayuda a los que somos estudiantes o aspiramos a serlo, reexaminar la necesidad de tanta educación, de otro grado, de otro certificado, cuando realmente ya tenemos suficiente competencia para trabajar de alguna manera para suplir nuestras necesidades. No es ninguna desgracia tomar un trabajo de "cuello azul". De todas maneras, ¡el azul es el color del cielo! Ahora bien, puede que el Señor dirija a algunos de nosotros al campo educativo es estratégico para nuestra situación en el campo de batalla donde Él nos quiera. Si es así, deberíamos trabajar duro en ello, sin perder el tiempo, y terminar pronto. Pero estemos seguros de que es el Señor quien nos dirige y de que tenemos una guía específica de Él para tales pasos, y no que sea simplemente que nos guste tener más conocimientos y títulos cuando realmente podríamos servir bien sin ellos.
Carlos Tomás Knott, del libro ¿Soldados o Blandengues?
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EL TIEMPO
El tiempo es un recurso que Dios da a todos. Nos pedirá cuentas de cómo lo usamos. Cada uno tiene 24 horas en cada día y 168 horas en cada semana. Malgastar el tiempo es un error, es necio y además es pecado.
"el tiempo es corto" (1 Co. 7:29)
"...aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos" (Ef. 5:16)
"redimiendo el tiempo" (Col. 4:5)
"el tiempo está cerca" (Ap. 22:10)
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Hay un estudio conversacional sobre el libro de Rut en la asamblea en Gibraltar, del 12 al 14 de septiembre. Oremos por la guía y bendición del Señor en esas reuniones.
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"LA CUENTA POR FAVOR"
Si sales a comer afuera, miras el menú y los precios de lo que consumirás, porque al final hay que pagar, y pides lo que has decidido. Mientras tanto, tú y tus acompañantes coméis felices, habláis, os reís, os lo pasáis bien, y entonces al final toca pedir la cuenta. Si no la pides, de todos modos te la traerán al final.
Entonces hay tres preguntas:
1. ¿Cuánto es? 2. ¿Quién la paga? 3. ¿De qué modo paga?
En la vida también tenemos una cuenta. Durante toda la vida cada uno está acumulando su cuenta ante Dios. Él nos advierte de la paga del pecado (Romanos 6:23). Amigo, puedes pasarlo bien con tus acompañantes, hablar, divertirte, reírte, etc. pero al final toca pagar la cuenta. Mira bien lo que haces, amigo, y piensa si merece la pena, porque al final hay que pagar. Aunque quisieras evadirla, no pedirla y escaparte, no podrás. Al final Dios te pasará la cuenta. Romanos 2:5 habla de los que atesoran para sí ira. Con cada pecado de hecho, pensamiento, actitud, palabra u omisión estás cargando la cuenta. Todos los días crece. Apliquemos las tres preguntas:
¿Cuánto es? "La paga del pecado es muerte" (Romanos 6:23).
¿Quién la paga? "El alma que pecare, ésa morirá" (Ezequiel 18:4). El que peca, paga su cuenta con Dios. Romanos 14:12 dice: "cada uno de nosotros dará a Dios cuenta de sí".
¿De qué modo paga? No con obras, ni sacramentos, ni sinceridad. Sólo la muerte paga esa cuenta. Es la muerte segunda, el juicio eterno en el lago de fuego. Pero Dios ha provisto un sustituto, el Señor Jesucristo, para pagar esa cuenta terrible. Él llevó nuestros pecados en Su cuerpo sobre el madero, sufrió en nuestro lugar y pagó lo que debíamos. Todo el que arrepentido confía en el Señor Jesús, recibirá perdón y vida eterna, en lugar de condenación y muerte eterna. Así es la gracia y misericordia de Dios. Alguien pagó tu cuenta por ti, y si lo reconoces y confías en Él, vivirás. En el libro del profeta Isaías leemos: "Venid...estemos a cuenta" (1:18). Dios ha provisto para saldar la cuenta, porque envió a Su Hijo Jesucristo a pagarla. Por eso Él gritó en la cruz: "¡Consumado es!", porque terminó de pagar.
Naturalmente la gente quiere disfrutar la vida, gustar de todo, tener placer, probar cosas nuevas, reírse y pasarlo bien, pero es todo a plazo corto, porque cuando llegue al final hay una cuenta terrible que pagar. No digas: "Que me quiten lo bailado" porque Dios te quitará todo en el juicio, y pagarás tu cuenta de pecado por toda la eternidad. Él tiene todo apuntado en "los libros" de las obras (Apocalipsis 20:12-13). Arrepiéntete y clama al Señor Jesucristo, que murió para pagar tu cuenta de pecado, y que vive eternamente para perdonar y dar vida a los que en Él confían.
¿Cuánto es? "La paga del pecado es muerte" (Romanos 6:23).
¿Quién la paga? "El alma que pecare, ésa morirá" (Ezequiel 18:4). El que peca, paga su cuenta con Dios. Romanos 14:12 dice: "cada uno de nosotros dará a Dios cuenta de sí".
¿De qué modo paga? No con obras, ni sacramentos, ni sinceridad. Sólo la muerte paga esa cuenta. Es la muerte segunda, el juicio eterno en el lago de fuego. Pero Dios ha provisto un sustituto, el Señor Jesucristo, para pagar esa cuenta terrible. Él llevó nuestros pecados en Su cuerpo sobre el madero, sufrió en nuestro lugar y pagó lo que debíamos. Todo el que arrepentido confía en el Señor Jesús, recibirá perdón y vida eterna, en lugar de condenación y muerte eterna. Así es la gracia y misericordia de Dios. Alguien pagó tu cuenta por ti, y si lo reconoces y confías en Él, vivirás. En el libro del profeta Isaías leemos: "Venid...estemos a cuenta" (1:18). Dios ha provisto para saldar la cuenta, porque envió a Su Hijo Jesucristo a pagarla. Por eso Él gritó en la cruz: "¡Consumado es!", porque terminó de pagar.
Naturalmente la gente quiere disfrutar la vida, gustar de todo, tener placer, probar cosas nuevas, reírse y pasarlo bien, pero es todo a plazo corto, porque cuando llegue al final hay una cuenta terrible que pagar. No digas: "Que me quiten lo bailado" porque Dios te quitará todo en el juicio, y pagarás tu cuenta de pecado por toda la eternidad. Él tiene todo apuntado en "los libros" de las obras (Apocalipsis 20:12-13). Arrepiéntete y clama al Señor Jesucristo, que murió para pagar tu cuenta de pecado, y que vive eternamente para perdonar y dar vida a los que en Él confían.
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Belén nevada en diciembre |
¿Cuándo Realmente Nació
El Señor Jesucristo?
Notas de La Biblia Textual, Sociedad Bíblica Iberoamericana
Lc. 1:5 “De la clase de Abías”. Asombra que un registro bíblico tan sencillo y desapercibido tenga una connotación de tanta importancia teológica, doctrinal y devocional, como es el hecho de que, a partir de esa corta frase, sea posible trazar en la Escritura el camino que establece, nada más y nada menos que... ¡la fecha natal del Señor Jesucristo! Es evidente que los intentos para determinar el día, mes y año del nacimiento de Jesús han resultado infructuosos. La razón de ese fracaso es debe a que las propuestas, afirmaciones e imposiciones hechas acerca de la fecha de nacimiento de la Persona más importante en la historia del Universo, han estado siempre relacionadas al sistema religioso mundano y pagano en que vivimos, y en pocas, o quizás ninguna oportunidad, se intentaron utilizando los recursos del único instrumento que Dios nos ha dado para que entendamos lo que Él quiere que entendamos, esto es: su Palabra; la cual, como veremos, incluye el registro de la fecha del nacimiento de su Hijo. ¿Y por qué algo tan sencillo como indagar en las Escrituras la fecha del nacimiento de Cristo no ha sido propuesta hasta el presente? ¿Es que acaso alguna energía de invisible poder aleja al hombre de su única fuente de verdad? La respuesta es que todos los intentos por determinar la fecha de nacimiento de Jesús fueron siempre auspiciados y dirigidos en las altas esferas del paganismo religioso. Si alguna respuesta provechosa, fiel y exacta hemos de hallar en un asunto de tanta importancia, solamente la hallaremos en los registros de las Sagradas Escrituras.
En primer lugar, tenemos que reconocer que hasta hoy, ni Israel ni la Iglesia obedecen fielmente el calendario bíbilico ordenado por Dios. Y es evidente que existe un especial interés por parte del príncipe del mundo en este asunto, toda vez que una gran confusión y un error tan grande se manifiesta sobre un asunto que puede resolverse mediante apreciaciones bíblicias relativamente sencillas. Esto no puede provenir sino de parte del Confundidor, para que ni Israel ni la Iglesia obedezca los claros mandamientos que Dios da en su Palabra. Con el propósito de poner fin a la polémica mediante la autoridad de la Palabra de Dios, el trazado bíblico que expondremos a continuación, determinará sin lugar a dudas la fecha del nacimiento del Señor Jesús. Dividiremos este asunto en tres consideraciones básicas:
1. Lo que según la Escritura no pudo suceder: ya de entrada diremos que, el estudio detenido de ciertos pasajes del registro del nacimiento de Jesús, nos llevará a la conclusión de que el Mesías jamás pudo haber nacido en invierno. El relato del Evangelio según Lucas (2:1-21) declara que en las cercanías de Bet-léhem había pastores, los cuales velaban y guardaban a sus rebaños durante las vigilias de la noche. Por el trasfondo histórico, se sabe que los rebaños de aquella región eran llevados más tarde al templo en Jerusalén para cumplir con las leyes del sacrificio. Los corderos de Bet-léhem eran famosos por ser los únicos sin manchas ni defectos, y estos pastores sabían muy bien que su misión no era simplemente cuidar ovejas. Ellos estaban conscientes de que servían de esa manera al Dios de Israel, cuidando unos pequeños animales que tipificaban al Cordero de Dios que habría de quitar el pecado del mundo. Estos humildes pastores eran judíos creyentes, y aquella noche, cuando estaban en el campo guardando los rebaños, vieron la aparición de un ángel que les daba las buenas noticias de que en ese día había nacido el tan esperado Mesías: "No temáis, porque he aquí os anuncio buenas nuevas de gran gozo que será para todo el pueblo: Que hoy os nació en la ciudad de David un Salvador, que es el Mesías Señor". Más tarde, y celebrándolo con ellos, apareció “...una multitud de las huestes celestiales que alababan a Dios y decían: ¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz, entre los hombres de su elección” (Lc. 2:8-14). Tales acontecimientos no pudieron pasar jamás a finales del mes de diciembre. ¿Por qué? Simplemente porque por ser sumamente frío, los pastores jamás sacaban (ni sacan) sus rebaños fuera de sus cuadras durante los meses invernales. De esta forma, el primer hecho cierto que determinan las Sagradas Escrituras es que el Señor Jesús no pudo haber nacido en invierno.
continuará, d.v. en el nº siguiente
Cita de La Biblia Textual, Sociedad Bíblica Iberoamericana, 1999,
publicado por Holman Bible Publishers, notas en págs. 1303-1304
publicado por Holman Bible Publishers, notas en págs. 1303-1304
NOTA: Presentamos esta primera parte de esas valiosas notas bien antes del tiempo de las fiestas navideñas, para dar tiempo a nuestros lectores a ir considerando el asunto sin la presión emocional de las fechas de esa tradición tan fuertemente arraigada. Y les recordamos amablemente que no hay que aprender ni seguir los caminos ni las costumbres de las naciones (Jer. 10:2-5).
Nieve en las calles de Jerusalén |
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nieve en Jerusalén en diciembre
Otro Comentario Sobre La Fecha Del Nacimiento De Cristo
Actualmente, los más serios estudiosos y eruditos de la Biblia coinciden
en que Jesús no nació el 25 de diciembre como la tradición cristiana
nos dice. ¿Por qué? Es sencillo. Porque para empezar los pastores tenían
a sus rebaños fuera, en el campo (1) lo que implica que esto sucedió antes
de Octubre. Belén se encuentra a una altura de unos 775 msnm, 30 metros
más elevada que la vecina Jerusalén. De noviembre a marzo las
temperaturas bajan y puede haber nieve, como se ve en las fotos
adjuntas.
Y asimismo hay que tener en cuenta de que la razón del peregrinaje de José y su esposa embarazada, María, fue para ser censado. Ningún administrador romano que se respetara, hubiera requerido hacer un censo que implicara el viajar por Judea en la temporada en que ésta era intransitable (2).
Y asimismo hay que tener en cuenta de que la razón del peregrinaje de José y su esposa embarazada, María, fue para ser censado. Ningún administrador romano que se respetara, hubiera requerido hacer un censo que implicara el viajar por Judea en la temporada en que ésta era intransitable (2).
Notas:
1. Lucas 2:8.
2. Mateo 24:20.
2. Mateo 24:20.