¿Qué Es El Pecado?
William MacDonald
El pecado es universal. “Ciertamente no hay hombre justo en la tierra, que haga el bien y nunca peque” (Ecl. 7.20).
El pecado es innato. Cada persona es formada en iniquidad y concebida en pecado (Sal. 51.5).
El pecado lo impregna todo. El hombre está totalmente depravado. El pecado ha afectado cada parte de su ser (Ro. 3.13-18). Aunque pueda no haber cometido todos los pecados de la lista, es capaz de ellos.
El pecado comienza en la mente (Stg. 1.13-l5). En su vida pensante, el hombre puede vagar por callejuelas de maldad allí donde ninguna mirada humana lo puede seguir. Cuanto más piensa en un pecado y más lo paladea como un bocado dulce en su boca, tanto más susceptible es de cometerlo.
El pecado es grave porque es contra Dios (Sal. 5l:4a). Su gravedad se ve en los padecimientos de la humanidad; en los padecimientos del Señor por nuestros pecados; y en los padecimientos de los perdidos en el infierno.
El pecado esclaviza (Ro. 6.15-16). Encadena a sus cautivos con hierros de concupiscencia, codicia y toda clase de malvados hábitos.
El pecado es engañoso. Ofrece placeres pero no da ninguna satisfacción duradera. Ofrece la posibilidad de escapar del castigo, pero falla en cumplirla. Puede ser atractivo, divertido y hasta encantador en expectativa, pero retrospectivamente es repulsivo y nocivo.
El pecado ciega. Podemos detectarlo en otros más fácilmente que en nosotros mismos. En nosotros parece muy respetable, y en otros es repulsivo. Nos excusamos a nosotros mismos si tan solo podemos encontrar a alguien peor. Esto sirve de consuelo a nuestro depravado corazón.
El pecado endurece. Cuando cometemos un pecado por primera vez, nuestra conciencia se agita mucho. Cuanto más persistimos, tanto más enmudece la voz de la conciencia. Al final podemos pecar con facilidad, y ya no duele. Hemos llegado a endurecernos.
El pecado pasa la culpa a otros. Cuando Adán cayó, le pasó la culpa a Dios y a la mujer que Dios le había dado: “La mujer que me diste por compañera” (Gn. 3.12). Eva le pasó la culpa al diablo: “La serpiente me engañó, y comí” (Gn, 3.13). Ahora su posteridad le pasa la culpa al ambiente en que fue criado, a sus padres o a sus semejantes. Como ejemplo, aquí tenemos algunas patéticas explicaciones de la causa de accidentes, que los conductores presentaron a las compañías de seguros:
· El peatón no tenía idea hacia dónde iba, y lo atropellé.
· Aquel tipo estaba por toda la carretera. Tuve que derrapar varias veces antes de arrollarlo.
· Salí del arcén de la carretera, miré atrás a mi suegra, y me caí en la zanja.
· El poste de teléfono se acercaba rápidamente. Intenté esquivarlo pero chocó contra mi auto.
El pecado nunca pasa inadvertido (He. 4.13). Los pecados encubiertos y secretos en la tierra son escándalos públicos en el cielo.
El pecado nunca es estático. Trabaja como la levadura. Una mentira tiene que ser tapada con otras mentiras. Cuando alguien comete un acto de inmoralidad, razona que por cuanto ha ido hasta allí, tanto valdrá llegar hasta el fin. Por cuanto las personas tienden a aprobar sus propios pecados, mientras más personas lo cometan, tanto menos será condenado, y tanto más aceptado será. De esta manera, el pecado se convierte en un alud.
El pecado trae sufrimiento sobre los inocentes, incluso para las generaciones futuras. Los hijos de un borracho comparten su miseria. El SIDA ha pasado a los inocentes, por medio de transfusiones de sangre. Una mujer drogadicta pasa el daño al bebé en su vientre. Por culpa de Jonás sufrieron los marineros del barco. Nadie es una isla. Los hechos de cada uno, buenos o malos, afectan a los demás.
del capítulo 14 del libro: El Mandamiento Olvidado: Sed Santos, Libros Berea
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La Iglesia Local Profetizada
Parte 5
Camilo Vásquez Vivanco
viene del nº anterior
El Espíritu de Dios dejó así profetizado los principios de lo que sería congregarse como iglesia local en torno al nombre del Señor Jesús. Esto no quedaría al parecer de nadie, sino que tendría una forma y un modelo. Es cierto que la Iglesia del Señor no aparece en el Antiguo Testamento, pero puede verse su oculto rastro como “el rastro del hombre en la doncella” (Pr. 30.19), invisible como un misterio que sería revelado en el Nuevo Testamento.
La Iglesia Es un Misterio como el Rastro sobre la Doncella
De los cuatro ocultos rastros mencionados en Proverbios 30.19, podemos aprender sobre cuatro misterios revelados en el Nuevo Testamento. El rastro “del águila en el aire” es el misterio de la persona de Cristo (Col. 2.2), El rastro “de la culebra sobre la peña” es el misterioso avance de la maldad llamado el misterio de la iniquidad (2 Ts. 2.7) que busca desacreditar a la persona de Cristo, cual peña estable y eterna y también busca pervertir la manera de congregarnos en torno a la Persona de Cristo “como iglesia”. El rastro “de la nave en medio del mar” es la prevalencia de la soberanía de Dios en el mundo a pesar de la oposición satánica, se le conoce como el misterio de Su voluntad (Ef. 1.9). Finalmente “el rastro del hombre en la doncella” es el misterio de Cristo, la Iglesia (Ef. 3.5-9), la cual el “segundo hombre” (1 Co. 15.47) ha ganado con Su sangre y ha dejado Su Espíritu cual rastro para Su posesión adquirida (Ef. 1.13-14). Este último rastro es la razón de este estudio.
La Iglesia Es como una Doncella con un Santo Rastro, una Virgen Pura
Cristo es llamado “el segundo hombre”, pues así vino revestido de humanidad (1 Co. 15.47) para ser Redentor de la Iglesia y dejar Su rastro sobre ella, pues Él ha muerto por ella, y no ha tocado a ninguna otra antes, ni siquiera a Israel la esposa infiel de Jehová (Jer. 3.20). La doncella mencionada nos habla de la Iglesia, pues la palabra usada es referente a una “virgen”, condición que no posee Israel llamado también “la adultera” (Os. 3.1). Por esto, Pablo nos habla de la Iglesia cual (2 Co. 11.2) y es solo ella que ha sido cortejada y preparada para ser la esposa de Cristo cual el “segundo hombre”. Se le llama así “el segundo hombre”, porque es el segundo que ha llegado al mundo sin pecado. Primero lo fue Adán, y Satanás lo venció. Este segundo hombre también fue tentado, pero no ha fallado (He. 4.15), por eso se nos dice “que... es del cielo” (1 Co. 15.47). También se le conoce como “el postrer Adán” cual espíritu vivificante (1 Co. 15.45), que da vida eterna y que triunfando sobre la muerte ha resucitado para levantar a Su Iglesia en la resurrección de entre los muertos. Es además “el postrer Adán” porque muchos otros recibieron antes en sus manos la administración de la tierra y fracasaron. Pero este nunca ha fallado y vendrá a reinar junto a Su esposa, la cual le ha sido fiel, dada la posición en que Él la colocó delante de Dios (Ef. 2.6). Ese “rastro” mencionado, no es ninguna inmundicia antes del matrimonio (Dt. 24.1) sino Su Santo Espíritu como un sello de Su amor y de compromiso de venir a buscarla (Ef. 1.13-14). Aún no somos Su esposa, pero Su rastro en nosotros nos hace decir, junto con Su Espíritu: “Y el Espíritu y la Esposa dicen: Ven... sí, ven, Señor Jesús” (Ap. 22.17-20).
Camilo Vásquez es un obrero del Señor que vive en la Isla de Chiloé, Chile.
Estos estudios sobre la iglesia están en el libro: La Iglesia Profetizada. Libros Berea.
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¿Nace o se Hace?
parte 3
Dr. A. J. Higgins
La Genética y la Personalidad
Esto quiere decir que uno no se esconde detrás de la excusa que se oye tan a menudo: “Así es como Dios me hizo”. Efectivamente, la naturaleza “me hizo” egoísta y pecaminoso. Las experiencias de la vida, comienzos familiares difíciles y la crianza, o la falta de ella, que he tenido posiblemente hayan provocado ciertas tendencias emocionales en mi vida. Pero soy adulto y no puedo excusar el pecado en mi vida cuando Dios me ha dotado, por la vía de un nuevo nacimiento, con la capacidad de vencer.
Decir: “Es que soy así”, es solo confesar la naturaleza del problema. El problema es exactamente eso: lo natural para usted es perder los estribos, ser egoísta, comportarse neciamente, herir a otros y un sinfín de pecados más. Pero contamos con una promesa que el Señor Jesús nos ha dado en relación con el desarrollo de nuestro carácter. Al hablar de fomentar el fruto que nos hace semejantes a Él en nuestras vidas, el Señor Jesús nos dijo que podríamos pedir al Padre y Él respondería a nuestra petición, Juan 15.7-8. Los recursos para un cambio están disponibles. El asunto crucial es nuestra disposición a ser cambiados.
Eso quiere decir que uno nunca debe conformarse con verse como “un cristiano de mal genio”, o “un cristiano con una debilidad por la pornografía”, o un “cristiano homosexual”. No nos definimos por el pecado; hacerlo sería negar que estamos en Cristo y justificar nuestro pecado y falta. En Corinto había aquellos que en un tiempo se caracterizaban por tener los estilos de vida más inmorales que uno se pudiera imaginar, pero habían sido lavados, santificados y justificados, 1 Corintios 6.9-11. “Esto erais algunos…” Ahora no. Declararnos incapaces ante las tendencias pecaminosas es negar el poder del Espíritu de Dios para vencer y para cambiar vidas. Él no está a nuestra disposición para gestionar nuestro pecado o controlar nuestros pensamientos, sino para transformarnos.
Nuestra perspectiva
El bombardeo en los medios que glorifica el movimiento gay-lesbiano-transexual, la exteriorización de parte de atletas y estrellas de su homosexualidad y la oleada de opinión pública tienen el potencial de insensibilizarnos al pecado y la inmoralidad. Nos sentimos cómodos con él y casi comenzamos a aceptarlo como inevitable y “normal” para algunas personas. Debemos ceñirnos al enfoque bíblico del mal que nos rodea, reconociendo que es otro golpe maestro de Satanás en su intento incesante de revertir todo lo que Dios ha diseñado y ordenado.
Pero nuestra repulsión natural a algunas de estas cosas no debe hacernos repulsivos hacia aquellos con quienes nos topamos que encaran estos problemas. Usted y yo encontraremos a esta clase de personas en el lugar de trabajo, el vecindario y en la sociedad. Independientemente de su orientación y conducta, ellos son candidatos para la salvación de Dios, así como lo éramos usted y yo. Relaciónese con ellos al nivel de su necesidad y no simplemente al nivel del pecado que le molesta. Debemos concederle a cada ser humano la “dignidad” que Dios ha otorgado a la humanidad.
¿Y qué de los creyentes que pudieran acercársele y confesar que se sienten atraídos a personas de su mismo sexo? ¿Qué de los padres de aquellos que han elegido identificarse con la comunidad de homosexuales, lesbianas y transexuales? ¿Qué pensamos de ellos? ¿Cómo nos relacionamos con ellos? A los creyentes que tienen cualquier tendencia a la atracción hacia personas de su mismo sexo, tenemos que asegurarles de que son amados y respetados.
La lucha que tienen no los hace cristianos “estigmatizados” o “marginados”. Tenga presente la lascivia con la cual usted lucha. Ellos no deben verse como anormales y enfermos, sino como redimidos por Cristo y poseídos de Su Espíritu Santo, quien puede obrar en ellos y cambiarlos. Esto no quiere decir que tienen que contraer matrimonio y entrar en una relación heterosexual. Pero sí quiere decir que nunca deben conformarse con algo menos que lo que el Espíritu de Dios puede producir en sus vidas.
Los padres que han conocido la angustia de hijos que han optado por un estilo de vida alterno necesitan nuestro apoyo y comprensión. No han fracasado como padres más que usted y yo. Los hijos tienen libre albedrío y ese albedrío puede causar una angustia indecible a los padres. Nunca debemos aumentarla insinuando alguna culpabilidad de parte de ellos por la elección que sus hijos han hecho.
Finalmente, como creyentes que posiblemente queramos justificar nuestras propias prácticas, nunca debemos escondernos detrás del escudo falso de la composición genética. Sea enojo, celos, envidia, egoísmo, mentira, lujuria, o cualquier otro pecado, debemos reconocerlo honestamente por lo que es y presentarlo ante Dios en confesión. Entonces, en dependencia del Espíritu de Dios, podemos pedir gracia para vencer y ser lo que nuestra naturaleza pecaminosa no era capaz de hacernos: santos y semejantes a Cristo.
este artículo fue publicado en el Mensajero Mexicano
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Predicadores y Misioneros Pobres
“Una religión que trastornara al mundo entero, aunque eran hombres pobres todos sus primeros predicadores, sólo podía venir del cielo. Si los apóstoles hubiesen poseído dinero para dar a sus oidores, o si hubiesen contado con ejércitos imponentes para asustarles, un incrédulo bien pudiera haber dicho que no había nada de maravilloso en su éxito. Pero la pobreza de los discípulos de nuestro Señor dejó nulos todos esos argumentos. Con una doctrina casi inaceptable para el corazón humano, sin nada para sobornar o imponer la obediencia—unos pocos galileos trastornaron el mundo entero, y cambiaron la cara del imperio romano. Solo hay una causa que puede explicar eso. El evangelio de Cristo, el que proclamaban esos hombres, era la verdad de Dios”. —J. C. Ryle.
William MacDonald, del libro: ¿Dónde Está Tu Tesoro?
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¿Cómo Identificar a una Iglesia Neotestamentaria?
A muchos les pasa que, al buscar una iglesia, no tienen ningún criterio, o los que tienen no son bíblicos. Van donde les pìlla más cerca de casa, o donde tienen familia, amigos o mucha gente de su edad, o un pastor popular, o donde hay buena música, o algo para sus niños, pero esos no son criterios bíblicos. Una iglesia debe seguir la pauta marcada por la Biblia, y para remarcar esto, presentamos los siguientes capítulos del libro de Robert Gessner. A la hora de buscar dónde congregarse, considera lo siguiente:
1. La Cena del Señor Tiene Prioridad
“Así, pues, todas las veces que comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que él venga” (1 Co. 11.26).
Una de las características distintivas de una verdadera iglesia neotestamentaria es que se reúne con frecuencia para proclamar la muerte del Señor por medio de la Cena del Señor.
1. Las palabras “todas las veces” sugieren fuertemente que esta reunión debe practicarse con mucha frecuencia. Algunos dicen que si lo hacemos cada semana se convierte en una rutina ritualista sin sentido. Es una pobre razón por la que no celebrar la Cena del Señor con frecuencia. El hecho de que algunos no practican correctamente lo que Dios ordena no es un ejemplo que debemos seguir.
2. Hay también una indicación fuerte de que los creyentes se reunían el primer día de cada semana para esta práctica. “El primer día de la semana, reunidos los discípulos para partir el pan” (Hch. 20.7). Esto implica que era algo practicado semanalmente.
3. En esta reunión semanal comían del pan y bebían de la copa para recordar y proclamar la muerte del Señor. No se dan otros detalles, aunque obviamente en esa reunión adoramos y damos gracias a Dios por la Persona y obra redentora de Su Hijo, nuestro Señor Jesucristo.
El Señor nos manda practicar esto como iglesia, y debe tener prioridad sobre todas las demás reuniones de la iglesia. La práctica de algunos que celebran la Cena del Señor al final de otra reunión, o una vez cada mes o trimestre, indica que no la dan suficiente importancia. En la práctica la tienen en un lugar secundario. Debe tener prioridad entre las demás reuniones de la iglesia.
Entonces, al buscar dónde congregarnos, si deseamos seguir el modelo neotestamentario, conviene preguntar acerca de la iglesia: ¿Celebra cada primer día de la semana la Cena del Señor? ¿Tiene esta reunión prioridad sobre las demás reuniones? Si no, sigue buscando hasta que encuentres una iglesia que da el lugar debido a la Cena del Señor.
Indudablemente, Dios nos instruye a observarlo así, porque eso le da gran placer. Le honra y agrada recibir la adoración, alabanza y acciones de gracias de Su pueblo, y eso es lo que sucede durante la Cena del Señor. “Así que, ofrezcamos siempre a Dios, por medio de él, sacrificio de alabanza, es decir, fruto de labios que confiesan su nombre” (He. 13.15).
adaptado del libro Iglesia y Familia, por Robert Gessner, Libros Berea
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¿El Mundo o la Palabra de Dios?
No podemos nadar y guardar la ropa. ¡Hay que escoger! Nadie con doblez de corazón agrada al Señor, ni así puede hacerse nada para servir en el reino de Dios. La doblez es para los del mundo (Sal. 12.2). Los que quieren servir a Dios tienen que ser “sin doblez” (1 Ti. 3.8). Los buenos soldados en Israel no tenían doblez (1 Cr. 12.33). Dios sabe que “El hombre de doble ánimo es inconstante en todos sus caminos” (Stg. 1.8).
En una conferencia de jóvenes adultos pregunté cuántos podían nombrar por lo menos a tres jugadores del Real Madrid o del Barça. Muchos levantaron las manos indicando que sí. Entonces pregunté cuántos podrían decir los nombres de los doce apóstoles del Señor. Nadie levantó la mano.
Eso demuestra los valores revertidos y confundidos que hoy afligen a las iglesias, y no sólo son los jóvenes, sino algunos mayores que dan mal ejemplo. ¡Es lamentable que tantos conocen bien a los pijos vanagloriosos e inmorales jugadores profesionales que ninguna importancia tienen en el reino de Dios y el cielo, y desconocen a los apóstoles que serán para siempre recordados en la Palabra de Dios y en los doce cimientos de la Nueva Jerusalén! (Ap. 21.14). “Purificad vuestros corazones” (Stg. 4.8)
Parece que, para nuestra vergüenza, lo mismo pasaría con los cantantes y los actores, los políticos y sus partidos, y muchas otras cosas vanas que hoy se alaban, pero serán olvidadas por toda la eternidad.
Hermanos jóvenes, Pablo exhortó al joven Timoteo: “Ejercítate para la piedad” (1 Ti. 4.7), y esto incluye el uso de la mente, la memoria, y con qué cosas nos ocupamos. Pero no por ser Timoteo un joven se van a librar los no tan jóvenes. Hermanos todos, ¿No es hora de dedicarnos al conocimiento de Dios (Col. 1.10), el conocimiento del Señor y Salvador Jesucristo (2 P. 3.18), y a los santos y fieles de la Biblia, para imitarles?
A continuación damos unas sugerencias de nombres importantes en la Biblia. ¿Los conoces? ¿Los aprecias? ¿Podrías nombrarlos de memoria? No es una obligación sino una sugerencia. ¿Al menos podrías decir algo acerca de cada uno? Conocer a tales cosas es un buen trabajo con que ocupar nuestra mente, tienen importancia y valor eterno.
La Genealogía de Adán a Noé
Los 12 Hijos y la Hija De Jacob
Las Tribus De Israel
Los 12 Apóstoles (y los 2 que vinieron después)
Los 16 Profetas Escritores (y el significado de sus nombres)
Los Fieles de Hebreos 11
Los Jueces de Israel
Las 7 Iglesias de Asia en Apocalipsis 2-3
Y queda mucho más que aprender. Así que, desconéctate del mundo y enchúfate a la Biblia.
Carlos
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El Malhechor
Un Criminal Va Al Cielo
El propósito de este escrito no es hacernos pensar que somos mejores que algunas personas, o que las “muy malas”, los ladrones, los que constituyen una amenaza para la sociedad, son los únicos que merecen la condenación eterna. En una ocasión Jesús le dijo a cierto hombre: “¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno, sino sólo uno, Dios” (Marcos 10.18). Entonces, si sólo hay uno bueno, ¿los demás qué somos? La Biblia es clara: “Todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios” (Romanos 3.23). Así que, algunos pueden parecerse más buenos que otros ante la sociedad, sin embargo, ante Dios, todos somos malhechores.
Consideremos algunas cosas que descubrió el malhechor oportunamente antes de morir.
Su condenación
Estando muy cerca de la muerte, ese hombre reflexionó en cuanto a ese juicio que está por delante, para el que muere en sus pecados. No le fue difícil pensar en la muerte, pues estaba colgado en una cruz. Pero a muchos de nosotros nos es difícil reconocer que la muerte está cerca. Ante Dios, no tenemos “derecho a vivir”, como muchos piensan. “Está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio” (Hebreos 9.27).
Su condición
“Nosotros, a la verdad, justamente padecemos, porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos” (Lucas 23.41). Él reconoció que había practicado el pecado, pues era ladrón, entre otras cosas. Un día tomó esa senda equivocada y la justicia lo alcanzó. “Y sabed que vuestro pecado os alcanzará” (Números 32.23).
Cristo
“Mas éste ningún mal hizo” (Lucas 23.41). El malhechor no es el único que reconoció la inocencia y justicia de Cristo. La mujer de Pilato dijo: “No tengas nada que ver con ese justo” (Mateo 27.19), y Pilato habló a la multitud de “la sangre de este justo” (Mateo 27.24). La Escritura dice que Cristo “no hizo pecado, ni se halló engaño en su boca” (1 Pedro 2.22), “no conoció pecado” (2 Corintios 5.21), “y no hay pecado en él” (1 Juan 3.5). “Fue tentado en todo… pero sin pecado” (Hebreos 4.15). Por eso, tiene poder para perdonar y limpiar a cualquiera: “la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado” (1 Juan 1.7).
Su confianza
El malhechor reconoció que el único que podía salvarlo estaba muriendo a su lado, por sus pecados y los de todo el mundo. “Y dijo a Jesús: Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino” (Lucas 23.42). Entendió que Cristo iba a morir, pero también iba a resucitar y luego vendría a reinar. Él no iba a poder pagarles a los que había robado, ni ser bautizado, ni hacer algún tipo de obra, ni comenzar algún proceso para su salvación. Su única esperanza era el de confiar en la Persona y la obra de Cristo para ser salvo.
Su certeza
La garantía de su salvación fue la palabra dicha por el Señor Jesucristo: “De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lucas 23.43). La mayor ganancia para ese hombre era estar con Cristo eternamente. Al morir, abrió sus ojos en el paraíso, el cielo, para estar con Cristo para siempre.
Amigo lector, tarde o temprano, llegará la muerte. Ni la religión ni la filosofía ni la sinceridad le puede salvar, sino solo Jesucristo. Entonces, ¿dónde estará usted en la eternidad?
David Cadenas
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