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viernes, 31 de octubre de 2025

En Esto Pensad -- noviembre 2025

 Su Nombre Es...


“Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz. Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán límite, sobre el trono de David y sobre su reino, disponiéndolo y confirmándolo en juicio y en justicia desde ahora y para siempre. El celo de Jehová de los ejércitos hará esto”. Isaías 9.6-7

La segunda venida de Emanuel revelará al mundo un Hombre de majestad inherente. En comparación con su maravillosa persona, todos los grandes del mundo, incluso los líderes más ilustres del pasado, parecerán inferiores en todos los aspectos. Su persona y condición serán inigualables. 

“En cualidades superior al ángel y al mortal,
Es bello sin comparación; suprema es su bondad”.

                                                        Joseph Stennett (1663-1713)

    Sus asombrosos títulos sirven para enfatizar Sus cualidades inimitables, y Su conducta justifica cada uno de ellos. Considerémoslos. “Se llamará su nombre…”

“Admirable”      
Compáralo con Jueces 13.18, “Y el ángel de Jehová respondió: ¿Por qué preguntas por mi nombre, que es admirable?” Él provoca asombro en los demás. Deben maravillarse ante cada revelación de Su Persona. Tales revelaciones son infinitas.

“Consejero”    
Él es infinito en sabiduría, por lo que otros pueden acudir a Él en busca de guía en cualquier circunstancia (Jn. 6.66-69) “En quien están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento” (Col. 2.3).

“Dios Fuerte”    
Puesto que Él posee características innegablemente divinas, los hombres acabarán reconociéndolo como Dios, con un poder y una autoridad irresistibles. A diferencia de lo ocurrido cuando vino por primera vez en forma humana, esta vez habrá un reconocimiento universal de Su divinidad.

“Padre Eterno”    
Una traducción literal de este título es “El Padre de la Eternidad” (cf. Is. 57.15), y él es “el eterno Dios” (Dt. 33.27). Que Él se haya rebajado humildemente a la humanidad para someterse a las presiones del “tiempo” es casi increíble.

“Príncipe de Paz”    
La paz que se establece cuando Él toma las riendas del gobierno universal es algo que el mundo nunca antes había experimentado. Las rivalidades y pasiones humanas quedarán sometidas, y prevalecerá el deseo de paz. Esa paz se parece solo marginalmente similar a la paz que disfrutan ahora los hijos de Dios, pues es multifacética e inconmensurable. Ellos la comparten y la conocen: es Su paz. Compara Juan 14.1, “No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí”.

“Nombre sobre todo nombre es el nombre de mi Cristo;
Ante tan glorioso nombre todos se postrarán.
Todas las fuerzas de oscuridad, de todo el mundo la humanidad,
Todos los cielos y su potestad, todo se postrará”.


Ivan Steeds, Bristol, Inglaterra, traducido del libro Day By Day Christ Foreshadowed (Día A Día, Cristo Presagiado) lectura del 8 de septiembre, traducido

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 La adoración no es hablar a los hombres 

No hace falta un micrófono en la Cena del Señor, porque no nos dirigimos a la congregación, sino a Dios. La adoración "es la ocupación del corazón, no con sus necesidades ni siquira con sus bendiciones, sino con Dios mismo... consiste en la atribución de dignidad a Uno que es digno... Significa reverenciar, o rendir homenaje... adorar y glorificar".                                    

 Adoración, Alfredo P. Gibbs, págs.14-16

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 ¿QUÉ ES DE CÉSAR Y QUÉ ES DE DIOS?

parte 2

viene del número anterior 

Recuerda, amigo lector que la vida, el tiempo, los talentos, las ofrendas y las fuerzas no pertenecen a César. Tu vida pertenece a Dios, pues Él te la dio, y tu cuerpo es Suyo (1 Co. 6.19-20). Tu tiempo, tus talentos, y tus fuerzas deben emplearse para la gloria de Dios. El dinero que tienes, lo tienes por la gracia de Dios, pues todo lo que tenemos lo hemos recibido de Él (1 Co. 4.7). No sobra tiempo, talento, fuerzas ni dinero para contribuir a campañas y partidos políticos. Recuerda:
· César no es santo ni justo.
· César no es rico en misericordia y gracia.
· César no te ama.
· César no entregó a su hijo por ti.
· César no puede salvarte, ni darte vida eterna.
· César no ha liberado a ninguno de los hijos de Adán de su esclavitud    
  y ruina espiritual.
· César no puede librarte del poder del pecado.
· César no derrama el amor de Dios en ti.
· César no te hace heredero de Dios y coheredero con Cristo.
· César no te da el Espíritu Santo.
· César no te capacita para servir a Dios.
· César no estará en el cielo.
· César no te dará ningún galardón en la eternidad.
· César no tiene gloria eterna.

    ¡Cuántos restos de César se conservan hoy en museos y yacimientos arqueológicos que ellos y los turistas visitan! No tiene futuro. Por ejemplo, Nínive, (junto a la ciudad moderna de Mosul, en Irak), era la capital del antiguo Imperio asirio, y alcanzó su apogeo siete siglos antes de Cristo. Su destrucción fue predicha por Jonás y Nahúm, y tuvo lugar en el año 612 a. C. Estaba tan completamente destruida que, en el año 331 a. C., el ejército de Alejandro Magno acampó en ese lugar sin saber que se trataba de Nínive.
    Por tanto, seamos obedientes con las leyes, y respetuosos con las autoridades, pero no se lo demos todo a César, porque no se lo merece. Según Romanos 12.1-2, presentemos nuestros cuerpos como sacrificio vivo, santo y agradable a Dios. ¡Éste es nuestro culto racional! (lógico, sensato, inteligente). Solo así podremos comprobar la buena voluntad de Dios. Y la Biblia promete: “El que hace la voluntad de Dios permanece para siempre” (1 Jn. 2.17).

¿Qué debemos dar a Dios?
    El Señor Jesucristo manda que demos “a Dios lo que es de Dios”. Esta es la parte que muchos olvidan o descuidan. Si realmente le damos a Dios lo que es Suyo, no quedará tiempo ni recursos para César ni para las actividades del mundo. De lo muchísimo que debemos a Dios, consideraremos solo algunos ejemplos:

    Nuestra vida: “Él nos hizo, y no nosotros a nosotros mismos” (Sal. 100.3). “… Él da vida” (1 S. 2.6). La vida es un regalo de Dios, que no debemos despreciar ni desperdiciar. Pablo dijo a Timoteo: “Te mando delante de Dios, que da vida a todas las cosas” (1 Ti. 6.13). Así que, como dice Romanos 14.8, “si vivimos, para el Señor vivimos”, no para el gobierno. Decir: “Es mi vida y haré con ella lo que me parezca”, es robar a Dios.

    Nuestro cuerpo:  Debemos presentárselo como sacrificio vivo (Ro. 12.1). Debemos poner a Su servicio los miembros de nuestro cuerpo para servirle (Ro. 6.13, 19). “¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo… glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios” (1 Co. 6.19-20). Esto incluye nuestras fuerzas, que son de Dios, y para Dios, no para César.

    Nuestro espíritu: “… glorificad, pues, a Dios… en vuestro espíritu” (1 Co. 6.20). Debemos adorar en espíritu y en verdad (Jn. 4.23). “En espíritu servimos a Dios y nos gloriamos en Cristo Jesús, no teniendo confianza en la carne” (Fil. 3.3).

    Nuestra mente: “… Transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento” (Ro. 12.2), es decir, la mente, la manera de pensar.

    Nuestro corazón, alma y fuerzas: “Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas” (Dt. 6.5; Mt. 22.37; véase también Pr. 3.5).
    Pero hay mucho más. Debemos reconocerlo como el Creador y Dueño de todo. Por eso es digno de gloria y honra (Ap. 4.11). Esto incluye todo lo que somos y tenemos, nuestros talentos y bienes, pues todo lo que tenemos lo hemos recibido de Él (1 Co. 4.7). También le debemos a Dios nuestro amor, el temor reverente, la honra, la gloria, la alabanza, y la adoración, pues el Padre busca adoradores que le adoren en espíritu y en verdad. Le debemos nuestra fe, es decir, una confianza inquebrantable en Él y en Su Palabra, y nuestra lealtad hasta el final. Debemos obedecerle. Debemos ser santos en toda nuestra manera de vivir. 
    Si recordamos todo lo que le debemos a Dios, nos resultará más fácil no darle a César lo que no es suyo. En el cielo, los redimidos cantarán el cántico nuevo: “El Cordero que fue inmolado es digno de tomar el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la honra, la gloria y la alabanza” (Ap. 5.12). 

Romanos: La Justicia de Dios, Tomo 3, sobre el capítulo 13, por Carlos Tomás Knott, Libros Berea.

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Peligros Pastorales

                           por Stephen Hulshizer (1941-2019)


En mis visitas entre muchas asambleas he observado que generalmente es pobre la condición espiritual de muchas de ellas. Asiste solo una parte de los que profesan estar en comunión. Debemos reflexionar sobre lo que realmente significa la palabra “comunión”. La mundanalidad ha entrado en muchas vidas. Se manifiesta en la falta de compromiso con la asamblea local por los que, en cambio, muestran devoción, disciplina y sacrificio para el trabajo, la familia, la carrera, los deportes, los pasatiempos y recreos.
    Otra necesidad evidente es la de sobreveedores piadosos. Se precisan hombres preparados por el Espíritu Santo, con corazón y dedicación para cuidar del pueblo del Señor. Deben estar dispuestos a hacer los sacrificios personales que sean necesarios para apacentar la grey. En muchas asambleas no se aprecia un verdadero cuidado pastoral. El pueblo del Señor va de semana en semana como ovejas sin pastor. Otras congregaciones tienen a los que son identificados como ancianos, pero parece ser poco más que un título. Algunos son ancianos puestos o designados por otros hombres, no por el Espíritu Santo (Hch. 20.28). Realmente hacen poco o nada del trabajo necesario para pastorear a los creyentes. Pero gracias al Señor, también hay algunas asambleas con ancianos reconocidos que son piadosos y se sacrifican para cuidar de los santos.
    Examinaremos brevemente algunos de esos peligros que acechan a los ancianos, y lo haremos considerando las experiencias de algunos líderes en las Escrituras. Siempre debemos aprender por experiencia, y preferiblemente las experiencias de otros, porque es menos costoso aprender así. Como dice el refrán: “Más vale prevenir que curar”.

1. El Descuido Personal

Cuando el apóstol Pablo se despedió de los ancianos de Éfeso, les exhortó así: 

“Mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia sangre” (Hch. 20.28). 

    Uno de los peligros que afrontan a los ancianos y obreros es el del descuido en la propia vida espiritual. Pueden ocuparse dirigiendo al pueblo del Señor, pero descuidar su propia condición espiritual. Uno puede estar tan ocupado en actividades para el Señor que no aparta tiempo para el Señor mismo. Como los de la iglesia en Éfeso, sus obras, trabajo y perseverancia pueden ser recomendables, pero cometen el error de dejar su primer amor (Ap. 2.1-4). Esto también afectará a la iglesia.
    Pero hay otro peligro de descuido. Además de mirar por sí mismo, los que son ancianos deben vigilar atentamente la grey, porque hay lobos rapaces que desean entrar y destruir el testimonio local (Hch. 20.29). Esto requiere discernimiento, porque suelen presentarse vestidos de ovejas, usando suaves palabras y lisonjas para caer en gracia a los creyentes (Ro. 16.18). 
    También deben poner atención a sí mismos porque podría levantarse alguno de ellos que desea arrastrar tras sí a los hermanos. (Hch. 20.30-31). Los ataques internos son los más difíciles de soportar, porque son personas conocidas, pero que se desvían. Cada anciano debe velar y pedir al Señor que le guarde de dañar así a la asamblea. Recuerda las palabras del salmista: "No sean avergonzados por causa mía los que en ti confían... No sean confundidos por mí los que te buscan”. (Sal. 69.6)
    Evidentemente los sobreveedores están sujetos a muchos peligros. El adversario de las ovejas para siempre anda cerca y usa sus artimañas y maquinaciones para distraer o causar la caída de los pastores. Esto dejaría descuidadas a las ovejas. El peligro es grande, pero el Príncipe de los pastores anda alrededor de ellos para cuidarlos y ayudarlos.

continuará, d.v. en el siguiente número
del libro Peligros Pastorales, publicado por Libros Berea

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¿Qué es el karma? 
¿Se ajusta a la enseñanza cristiana?

por Timoteo Woodford


Este es un término que se escucha a menudo hoy día, y hay muchos videos en línea que pretenden mostrar sucesos del “karma instantáneo”. A veces hasta los cristianos utilizan la palabra. Sin embargo, debemos entender que el principio del karma proviene de la India y es parte de las enseñanzas del hinduismo y otras religiones. Hay diferentes definiciones.
    Según la Enciclopedia Británica significa “hecho o acción; además, tiene significado filosófico y técnico, denotando los hechos de una persona que determinan su destino futuro”. Según la Enciclopedia de las Religiones Mundiales es “una palabra sánscrita que significa acción y las consecuencias de acción”. Según muchos hinduistas, el karma va de la mano con la reencarnación, o renacimiento. Ellos enseñan que, en un ciclo de renacimientos, los buenos propósitos y hechos resultan en buen karma y renacimientos más felices, mientras que los malos propósitos y hechos producen mal karma y renacimientos malos.
    Parte de un poema del Brhadāranyaka Upanisad dice que “un hombre de buenas acciones se vuelve bueno, y un hombre de acciones malas, malo; se hace puro por los hechos buenos, y malo por los hechos malos”. La creencia es que en la muerte el alma “se recicla” y vuelve a nacer de otra forma, dependiendo del karma de la vida anterior. La gran meta de esas religiones es, después de muchas reencarnaciones y buen karma, liberarse de ese ciclo y hacerse un dios. Ahora, ¿aguanta este concepto el escrutinio bíblico? Claro que no.
    Es cierto que se parece a algunos principios bíblicos como “todo lo que el hombre sembrare, eso también segará” (Gá. 6.7), o “el que cava foso caerá en él; y al que revuelve la piedra, sobre él le volverá” (Pr 26.27). Aunque cada acción sí tendrá su consecuencia, las afirmaciones del principio del karma son falsas. La Biblia enseña:
·  que el hombre nace pecador (Sal. 51.5)
· que en su esencia no es justo (Ro. 3.10)
· que sus buenas obras no resuelven el problema de su pecado (Is. 64.6)
· que muere una sola vez (He. 9.27)
· que querer ser un dios es pecado (Dt. 6.4, 13) 
· que el renacimiento es obra del Espíritu Santo en uno (Jn 3.5) 
· y que solo es por la fe en el Señor Jesucristo (1 Jn 5.11-13). 

    El principio del karma niega cada una de estas verdades y, por ende, debemos tener mucho cuidado de no dar crédito a una falsedad vestida de inocencia.

Timoteo Woodford reside en Hermosillo, México
Su artículo apareció en El Mensajero Mexicano en agosto, 2023

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 Nuestras Bendiciones Invisibles
Lucas Batalla

Texto: Romanos 5.1-11
     No hay tiempo para decir todo lo que tenemos los creyentes, cosas que los del mundo no tienen. Aquí se nombran las cosas invisibles, y los del mundo buscan y miran lo visible. Pero la Palabra de Dios dice que lo invisible es lo más importante y lo que permanece.
     En Mateo 6.33 se nos instruye a buscar primero el reino de Dios y su justicia —lo invisible—, y se nos promete que todas las cosas que necesitamos nos serán añadidas: comida, bebida, ropa, cobijo, etc. El Señor sabe que también necesitamos estas cosas perecederas. Él provee, no nos descuida ni nos abandona. Mateo 6.32 dice que los gentiles (inconversos) buscan estas cosas. Esa búsqueda de lo temporal es su enfoque, su preocupación. Pero los creyentes debemos confiar en nuestro Padre, que proveerá.
    Y, volviendo al libro de Romanos, vemos que lo permanente que tenemos y que el mundo no tiene es mucho. Los del mundo son como el joven rico al que el Señor le dijo que le faltaba algo. Por mucho que tengan, siempre les falta lo más importante.
    1. Tenemos paz (v. 1). Paz con Dios en la conciencia es una gran cosa. Es la paz con Dios, no la paz entre países, con los vecinos, etc. Romanos 2.1-8 presenta la situación de todo ser humano a causa del pecado: es una situación de conflicto y desventura. En Romanos 3.17 se afirma que no conocen el camino de la paz. Tienen enemistad con el Hacedor de su propia vida. La paz de Dios no es como la paz que llega después de la guerra, la destrucción y la muerte de muchos. La paz de Dios se debe a que su Hijo murió por nosotros en la cruz del Calvario. Efesios 2.14-15 explica cómo Él vino a ser nuestra paz.
    2. Tenemos entrada (v. 2). Sin necesidad de sacerdotes ni santos como intermediarios, podemos acceder a la presencia de Dios todos los días y a todas horas. Somos aceptos en el Amado (Ef. 1.6). Las puertas de Dios no se cierran por vacaciones, defunciones, descanso semanal ni por nada. Podemos entrar para adorar, orar, buscar misericordia y socorro (Ef. 2.18; He. 6.20). No es necesario pedir cita previa ni esperar en colas. Dios siempre atenderá a los suyos. 
    3. Tenemos esperanza (vv. 2-5). Hoy en día hay mucha gente desesperada: en las cárceles, en los hospitales, en las residencias de ancianos y en sus propias casas. Hay personas sin recursos, sin trabajo, sin amigos. Pero el creyente tiene esperanza ahora y para el futuro. El creyente se regocija en la esperanza cierta de la gloria de Dios (1 Co. 2.9; Col. 1.5). Los pasajes de Romanos 12.12, 15.4 y 15.13 hablan del gozo y el poder de la esperanza del creyente.
    4. Tenemos consuelo y paciencia, que es perseverancia (vv. 3-4). ¡Cuánta gente hay en el mundo que necesita esto! Tienen la vida destrozada, sufren tristeza y dolor, y no tienen consuelo ni pueden perseverar con paciencia. La paciencia es consuelo y nos ayuda a sobrellevar las dificultades. Romanos 8.28-30 afirma que todo contribuye al bien, pero esto no es para todos, sino para los creyentes, los que aman a Dios. Es un consuelo que solo tiene el creyente. 1 Pedro 1.6-7 fue escrito por Pedro, que murió como mártir. Podemos sufrir aflicciones y pruebas, pero sabemos que todo saldrá bien al final. No es algo inventado por nuestra mente, sino un consuelo que Dios da a los suyos.
    5. Tenemos amor (v. 5). El amor de Dios permanece y ha sido derramado en el corazón —la ciudadela de la vida— por el Espíritu Santo. Dios obra en nuestro corazón y transforma el amor egoísta, carnal e inmundo en amor divino. El creyente no tiene un corazón dominado por el odio, sino por el amor divino. De pronto, aborrecemos lo que antes amábamos. Son caminos torcidos, caminos anchos que conducen a la perdición. Ese amor derramado por el Espíritu va acompañado de justificación (v. 9), salvación (v. 9) y reconciliación (vv. 10-11). Une las dos partes. Resuelve el conflicto. ¡Cuán grande es la obra que Dios ha realizado en nosotros! Ese amor vino porque se nos dio el Espíritu Santo. 
    6. Tenemos el Espíritu Santo (v. 5). No estamos esperando todavía al Espíritu Santo, pues ya está en todo creyente; el que no lo tenga, no es de Dios (Ro. 8.9). No se compra el Espíritu Santo, como quiso hacer Simón Mago en Hechos 8.
    Romanos 5.5 dice que “nos fue dado”. Se da a los creyentes, ¡gracias a Dios! Nos enseña (Jn 16.13). Nos sella y protege (Ef. 1.13-14). Nos guía en la santidad para seguir y agradar al Señor y reunirnos con nuestros hermanos (Ro. 8.14). No podemos perderlo, pero sí contristarlo; Efesios 4.30 nos advierte sobre esto. Efesios 3:16 dice que el Espíritu Santo puede fortalecernos por dentro. La verdadera fortaleza no es corporal, sino espiritual.
    Que el Señor nos ayude a apreciar y a tomar ánimo considerando las cosas invisibles y perdurables que tenemos de Él: ricos tesoros que los del mundo nunca tendrán. Vivamos entonces para la gloria de Aquel que tanto nos ama y tanto ha hecho por nosotros. Amén.

De un estudio dado por Lucas Batalla en agosto del 2012

 

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El Primer Mandamiento

"No tendrás dioses ajenos delante de mí" 
Éxodo 20.3; Deuteronomio 5.7

Muchos dicen que intentan sinceramente guardar los Diez Mandamientos. Piensan que si son sinceros y hacen lo mejor que pueden, no se les puede pedir más.
     Pero los Diez Mandamientos, que resumen la Ley de Dios (que contiene 613 mandamientos), no es como un examen en que si sacas un 5 apruebas. Con la ley de Dios es todo o nada.
    Imagínemos una cadena de diez eslabones. La cadena representa la Ley de Dios, y cada eslabón representa un mandamiento. ¿Cuántos eslabones hay que romper para romper la cadena? ¡Solo uno!
    Hablemos del primer mandamiento: "No tendrás dioses ajenos". El Señor Jesucristo lo repite en el Nuevo Testamento. Le preguntaron:

 "Cuál es el primer mandamiento de todos? Jesús le respondió: El primer mandamiento de todos es: Oye, Israel; el Señor nuestro Dios, el Señor uno es. Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Éste es el principal mandamiento" (Evangelio según Marcos 12.28-30).

    No hay rebajas, ni existe el término medio. Dios debe ocupar siempre el primer y único lugar en su corazón, de forma absoluta. Él exige una lealtad exclusiva, y además, exige amor: “Amarás a Dios sobre todas las cosas” dice el catecismo. Dios puede exigir esto, porque es Dios, nuestro Creador y Sustentador. En S. Marcos 12.30, el Señor Jesucristo afirmó: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas”. Hablamos del Dios único, vivo y verdadero, que se revela en la Sagrada Biblia y en la Persona del Señor Jesucristo. ¿Realmente ocupa el lugar exclusivo en su corazón y en su vida?  ¿Hay algo que ponga por delante de Dios: la familia, el dinero, los amigos, la diversión, el trabajo, la carrera profesional, las posesiones, los deportes u otras cosas?
    ¿Encuentra su placer en Dios y Su Palabra, o más bien en otras personas, cosas y actividades? Piense en el domingo, que en la Biblia es el primer día de la semana, y el día del Señor, no el suyo.  Por ejemplo, ¿lo dedica a dormir hasta tarde, a salir a desayunar y a pasear, a ver la televisión, a ir a la playa, a la piscina, al campo, o a cosas similares? ¿No lo dedica a buscar la comunión con Dios reuniéndose con los que le rinden culto y aprenden de Su Palabra?
    ¿Cree en algún dios o dioses (o poderes) que la Biblia declara como falsos, como el hinduismo (incluido el yoga, que forma parte de esta religión), el budismo, el gnosticismo, la fuerza cósmica de la Nueva Era, la naturaleza, los ovnis, la reencarnación, los espíritus o el ocultismo? ¿Practica la devoción a la Virgen o algún santo? Cualquier cosa como eso es tener dioses ajenos. Entonces, ha violado los Diez Mandamientos y es digno de muerte, el juicio de Dios. Incluso sin utilizar imágenes, ¿ha rezado a algún ángel, espíritu, santo (el rosario) u otro ser o potencia, buscando ayuda o favores de los que no son Dios, como si tuviesen poder para ayudarle?     
    Atribuir a otros seres creados lo que solo Dios puede hacer, o buscar en ellos lo que solo Dios puede dar, es tener dioses ajenos que ocupan el lugar que solo corresponde a Dios. Si ha hecho alguna de estas cosas, lamentablemente debo decirle que ha incumplido los Diez Mandamientos.  
    La única manera de ser aceptado por Dios es por medio de la fe en el Señor Jesucristo. Es necesario arrepentirte y confiar en Cristo para recibir perdón y vida eterna. No hay otro camino.