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domingo, 31 de diciembre de 2023

EN ESTO PENSAD - febrero 2024

 LA TRIBULACIÓN

parte 4, por Jeff Brown

EL ANTICRISTO

viene del número anterior

¿Qué Significa Anticristo?
    El prefijo “anti” puede significar “contra” (oposición) o bien “en lugar de” (sustitución). ¿Es esa persona el enemigo de Cristo (contra) o es un falso cristo (sustitución)? Las Escrituras dan a entender que será ambas cosas. Al comienzo del periodo de la Tribulación hará un pacto con la nación de Israel para protegerla (Dn. 9.27). No lo hará por amor a la nación, sino porque desea el poder y la manipulación política. A muchos les parecerá que es el Mesías que tanto esperaban. Cuando rompe el pacto a mediados de la Tribulación (Dn. 9.27), entonces verán claramente que odia a la nación. Comenzará a perseguir a los judíos en lugar de defenderlos.

Anticristo – Su Carácter General
    Muchos lugares en la Biblia describen el carácter del anticristo. Por ejemplo, es llamado “el hombre de pecado” (2 Ts. 2.3), “el pastor inútil” (Zac. 11.17), y el “príncipe que ha de venir” (Dn. 9.26). En el estudio cuidadoso de Daniel 2.31-49 con Daniel 7, apreciamos a un personaje con diez cuernos. En las Escrituras los cuernos siempre indican poder (p.e. Zac. 1.18-21), y el número diez está asociado con la administración. La Biblia describe los diez cuernos como diez reyes que darán su autoridad y poder al anticristo (Ap. 17.12-13). Por eso, hablamos de una persona que tendrá poder como dictador del mundo (Ap. 13.7), con un G-10 de naciones bajo su control. El sistema mundial, en este momento, está siendo preparado por manipulación satánica para ser entregado al control de un solo hombre literal. Controlará la mayor parte del dinero, educación, comida, sistema sanitario, fuerzas armadas y sistemas políticas del mundo. Será el más grande dictador en la historia del mundo. Será tan grande que hombres como Hitler y Stalin no tendrán punto de comparación. Éste será el último imperio gentil antes del final de “los tiempos de los gentiles” (Lc. 21.24).
    
Anticristo – Su Carácter Personal
     El escenario corriente en el mundo es de globalización y fusión. Al parecer hay cierta urgencia en el mundo para hallar a un líder fuerte que garantizará la paz y la prosperidad. Las Escrituras revelan muchas facetas del carácter del anticristo, que quizás nunca se han visto antes en una sola persona. Tendrá grandes poderes oratorios, gran inteligencia y además, buena apariencia (Dn. 7.20). También tendrá gran habilidad militar (Dn. 8.24), será un genio en el comercio (Dn. 8.25) y tendrá gran autoridad (Ap. 13.2). Subirá al poder con adulación o intriga, diciendo “Paz y seguridad” (1 Ts. 5.3), y engañará a muchos. Por lo tanto, es el maestro de la decepción (2 Ts. 2.9). La economía y el gobierno mundial serán controlados por el anticristo, con la ayuda y aprobación del líder de la religión mundial, el falso profeta – la segunda bestia (Ap. 13.11-18; 19.20).

¿Quién Podría Ser el Anticristo? ¿Vive Hoy?
    Es peligroso e inútil intentar predecir lo impredecible. Satanás, a lo largo de los siglos, ha preparado muchos posibles “candidatos” para llevar a cabo sus planes malvados. Muchos hombres han aparecido y desaparecido, porque Satanás no puede mover antes del tiempo de Dios, cuando el poder que detiene sea quitado (2 Ts. 2.6-7). No es útil ni provechoso calcular o sugerir fechas y candidatos como “posibles anticristos”. Ciertamente sabemos qué es, pero no sabemos quién es, ni lo sabremos. Tristemente, los millones de personas dejadas atrás después del rapto pronto conocerán al anticristo. Como creyentes, buscamos el retorno inminente de Cristo, en al aire, para llevar a los santos (el rapto). Si eso sucediera en nuestra vida, entonces el anticristo estaría vivo hoy en algún lugar. Pero es pura especulación cuando intentamos ver el futuro con ojos que miran al tiempo presente, sin inspiración divina. La respuesta es, no sabemos quién es el anticristo, ni si ya está vivo en la tierra. En lugar de especular, dejemos esos asuntos en manos de Dios.

continuará, d.v.

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Pablo, Siervo de Jesucristo

“Pablo, siervo de Jesucristo, llamado a ser apóstol, apartado para el evangelio de Dios”.   Romanos 1.1
 

 Aun la salutación del apóstol fue inspirada y tiene provecho para nosotros. Al dirigirse a los creyentes en Roma, Pablo emplea tres términos para darse a conocer. Hoy la gente llamaría esto su perfil personal.
    Primero: “siervo de Jesucristo”. Un siervo (gr. doulos) es alguien que vive para hacer la voluntad de su amo. No hace las cosas como le parece, ni para agradar a terceros, sino como le manda aquel a quien sirve. Nuestro Señor era así para con Su Padre celestial. “Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos” (Mr. 10.45). Siervo malo es aquel que hace su propia voluntad. Pablo tomó el yugo de Cristo y aprendió de Él. Su vida era un continuo servicio a Dios. La dio como sacrificio vivo (Ro. 12.1). Vivimos tiempos caracterizados por el egoísmo, la independencia y la auto estima. No así los siervos de Jesucristo. El que desea servir primero debe morir a sí mismo, y presentar su cuerpo a Dios en sacrificio vivo. En otros textos Pablo lo expresó así: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gá. 2.20). “Porque no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Jesucristo como Señor, y a nosotros como vuestros siervos por amor de Jesús” (2 Co. 4.5). “…ahora también será magnificado Cristo en mi cuerpo, o por vida o por muerte. Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia” (Fil. 1.20-21). Estos textos indican las demandas innegociables de Dios sobre todo siervo Suyo.
    Segundo: “llamado a ser apóstol”. Pablo no escogió ser apóstol, como una vocación. A las familias católicas tradicionalmente les gustaba tener a un hijo sacerdote o una hija monja, y solían animarlos a escoger esa vocación. Pero no es así en la verdadera fe y servicio cristiano. Uno no escoge predicar porque su padre o abuelo predicaba, o porque su familia es una de las principales de la iglesia, o porque sus padres o su esposa le animan. No es cuestión de sueños, antojos, aspiraciones o sugerencias de otros. Pablo era un enemigo, e iba por otro camino, pero Cristo le llamó. “Llamado” – llamar (gr. kaleo), significa clamar, invitar, convocar. Dios intervino y llamó a Pablo, como antes había llamado a Samuel (1 S. 3.1-10). No es cuestión de decir: “Me gustaría dedicarme a la obra de Dios” o “…ser un misionero”. Dios siempre toma la iniciativa, conforme a Su voluntad, no la nuestra. El Señor dijo a Sus discípulos: “No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto” (Jn. 15.16). No es elección para ser salvo, sino para servir y llevar fruto. Con Pablo, Cristo le salió al encuentro inesperadamente en el camino a Damasco. Le paró sorprendentemente, interrumpió sus planes, le convirtió y le envió a predicar el evangelio. El Señor le puso en el ministerio (1 Ti. 1.12). Nada estaba más lejos de la mente de Pablo cuando se levantó esa mañana. Pero el llamamiento divino le dio propósito, estabilidad y perseverancia a lo largo de sus años de servicio y en medio de todas sus tribulaciones. El que se aventura sin llamamiento divino, pronto fracasará y tirará la toalla. “Apóstol” (gr. apostolos), significa delegado, o mensajero; uno enviado con órdenes. Cristo llamó así a los doce discípulos (Lc. 6.13). Luego Matías (Hch. 1.26), y Pablo. El mensajero que entrega una carta o decreto o telegrama no lo debe modificar, sino entregarlo tal cual. Cuando enseñó sobre la Cena del Señor, Pablo dijo: “Porque yo recibí del Señor lo que también os he enseñado” (1 Co. 11.23). Fue mensajero fiel. Hoy no hay apóstoles,
1  sino evangelistas, pastores y maestros (Ef. 4.11-12). Todo anciano debe ser “retenedor de la palabra fiel tal como ha sido enseñada” (Tit. 1.9). No hay lugar para inventar ni modificar.
    Tercero: Pablo fue “apartado para el evangelio de Dios”. “Apartar” (gr. aforismenos), determinar, señalar, apartar con un propósito, por ejemplo, para servir. En Hechos 13.1-2 leemos cómo el Espíritu Santo mandó apartarle. Cuando Dios llama a uno a Su servicio, ese hombre no se encomienda ni se aparta a sí mismo,
2 ni tiene porqué anunciar ni protagonizar su llamamiento, pues Dios lo hace saber a la iglesia. Gálatas 1.15 indica que ése era siempre el plan de Dios para Pablo, lo cual indica Su presciencia. Saulo de Tarso, un judío celoso y perseguidor de los cristianos, estaba en su propio camino y carrera, cuando el Señor se le apareció. Las autoridades en Jerusalén le dieron cartas autorizando la búsqueda, detención y el trasporte a Jerusalén de los cristianos, para ser juzgados. Asolaba la iglesia (Hch. 8.3). Pero el Señor lo paró, lo convirtió y constituyó predicador, apóstol y maestro de los gentiles (Ro. 11.13; 1 Ti. 2.7; 2 Ti. 1.11). De modo que los cristianos decían: “Aquel que en otro tiempo nos perseguía, ahora predica la fe que en otro tiempo asolaba” (Gá. 1.23).
    Pablo había llegado a entender bien el propósito de su vida, y a cada creyente le debe interesar saber eso, y no andar a tientas por la vida, sin propósito (Sal. 119.105; Pr. 3.5-6; Mt. 6.33). Amigo lector, ¿Cuál es la voluntad de Dios para tu vida?

Carlos Tomás Knott, del comentario sobre Romanos,
próximamente disponible, d.v.

1. En Hechos 1.21-23 vemos los requisitos de los apóstoles: “…que de estos hombres [gr. aner, comenta Vine: “no se usa nunca del sexo femenino”] que han estado juntos con nosotros todo el tiempo que el Señor Jesús entraba y salía entre nosotros, comenzando desde el bautismo de Juan hasta el día en que de entre nosotros fue recibido arriba, uno sea hecho testigo con nosotros, de su resurrección”. De todos los creyentes presentes solo había dos varones que cumplieron esos requisitos, y solo uno, Matías, fue escogido. Hoy hay “falsos apóstoles, obreros fraudulentos, que se disfrazan como apóstoles de Cristo” (2 Co. 11.13). Como Simón Mago, se hacen pasar por algún grande (Hch. 8.9). 

2. Sobre este tema recomendamos el libro de W.E.Vine: El Plan Divino Para Las Misiones, capítulo 5, “El Llamado a la Obra”. Publicado por Libros Berea.    

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 Manasés el Malvado
Lucas Batalla


Textos:
2 Reyes 21.1-18; 2 Crónicas 33.1-2

Solemos estudiar más los reyes buenos que los malos, pero es necesario saber también de ellos, y por eso el Espíritu Santo los incluye en los libros de Reyes y Crónicas. Hay lecciones importantes que aprender, para evitar sus desvíos y errores. Aunque pensemos que no haríamos como ellos, 1 Corintios 10.12 nos exhorta: “el que piensa estar firme, mire que no caiga”.
    El nombre “Manasés” significa “olvidar”, y fue el nombre del primogénito de José en Egipto. “Dios me hizo olvidar todo mi trabajo, y toda la casa de mi padre” (Gn. 41.51). Pero el rey Manasés cumplió el significado de su nombre en otro sentido, pues se olvidó de la ley de Jehová de modo que fue el peor de los reyes de Judá. Era hijo malo de padre piadoso – el rey Ezequías. No apreció ni imitó la piedad de su padre, sino que le deshonró.  Comenzó a reinar con 12 años de edad, por lo que estamos seguros de que tenía consejeros, buenos y malos. Lastimosamente, se encaminó pronto hacia el mal, por su propia culpa, pues escogió lo que quiso hacer, y manifestó que no temía ni amaba a Jehová. Reinó cincuenta y cinco años, más que otro rey de Judá, y en sus días abundó la maldad.
    2 Crónicas 33.2 informa que “hizo lo malo ante los ojos de Jehová, conforme a las abominaciones de las naciones”. El único análisis correcto del comportamiento es cómo lo ve Dios, cómo es ante Sus ojos. Así debemos evaluar todo. Pero se suele preguntar: “¿qué opinas de tal cosa?” en lugar de “¿qué enseña la Biblia?” Lo que importa no es nuestra opinión ni la voz de la mayoría, sino “¿qué dice la Escritura?” Muchos piensan que hacen bien cuando realmente no es así, pues miran las cosas desde otro punto de vista, no como Dios. Los aplausos y la aprobación de los hombres no tienen peso ante el Señor. Pero Manasés no reconoció esto, y siguió el rumbo de las naciones, esto es, el mundo.
    El verso 3 dice que “volvió a edificar los lugares altos que Ezequías su padre había derribado, y levantó altares a Baal, e hizo una imagen de Asera, y adoró a todo el ejército de los cielos, y rindió culto a aquellas cosas”. Sus obras eran una contrarreforma, en la que deshizo y cambió todo lo que su padre Ezequías había establecido, y excedió en hacer mal (vv. 3-5). Su desobediencia e infidelidad ganaron ímpetu, y resultaron en más desenfreno. “Un poco de levadura leuda toda la masa” (Gá. 5.9). No consultó la Palabra de Dios sino hizo lo que le pareció. Si se le preguntara a Manasés en qué parte de la ley de Dios se basaba para hacer esos cambios, no habría respuesta. Él no podía decir: “¡Oh, cuánto amo yo tu ley! Todo el día es ella mi meditación” (Sal. 119.97).

    Algo similar ha pasado en las iglesias hoy, que, llegando una nueva generación a tomar el liderazgo, han efectuado cambios que no son para volver al patrón apostólico, sino para ser más contemporáneas. Como Manasés, no pueden decir:  “¡Oh, cuánto amo yo tu ley! Todo el día es ella mi meditación”. No consultan la Palabra de Dios ni desean ceñirse a ella, y a eso lo llaman “libertad”, y llaman “legalistas” a los que insisten en obedecer a la Palabra. Pero si se les pregunta hoy de qué parte de la Biblia sacan el feminismo, los conciertos, u otras cosas, no habría respuesta bíblica. El mundo evangélico es en gran parte mundano, regido por los valores del mundo, no por la Palabra de Dios. La sociedad promulga la ley de igualdad, pero la iglesia no debe andar al son del mundo. Esos grupos, como los homosexuales, o incluso como los feministas, primero quieren ser tolerados, después respetados, y después quieren ocupar puestos de poder e influencia, y cuando lleguen al poder, se vuelven todavía más exigentes. No respetan ni toleran a los que no son como ellos, sino demandan que todo cambie a gusto suyo, y sancionan a los que se resisten. No debemos ceder, sino seguir firmes hasta el fin, ceñidos a la Palabra de Dios.  

                                       continuará, d.v. en el próximo número

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LOS 144.000   ¿Quiénes Son?


El último libro de la Biblia habla de un grupo especial de personas, conocidas como “los 144.000”. Este grupo fascinante está compuesto de doce mil judíos, de cada una de doce tribus de Israel, que serán siervos de Dios.
    Durante la tribulación, un período de sufrimiento y juicio mundial que durará siete años y vendrá después del arrebatamiento de la Iglesia, ese grupo de judíos será preservado mediante un sello que tendrán en sus frentes. En los capítulos 7 y 14 de Apocalipsis aprendemos que serán “redimidos de entre los hombres como primicias para Dios y para el Cordero (Cristo)” (Apocalipsis 14.4). Parece que su propósito como “siervos” será dar testimonio, lo cual resultará en la salvación de una multitud innumerable (Apocalipsis 7.9).
    Hay una secta activa hoy que niega la deidad de Cristo, y enseña que los 144.000 se componen solamente de los miembros más fieles de su organización multinacional. Hagamos una comparación entre los Mitos Humanos, y las Verdades Bíblicas:
 

MH: Cristo el Cordero, no es Dios, sino un ser creado.
VB: “Todo fue creado por medio de él y para él” (Colosenses 1.16).


MH: La mención del número de los testigos sellados es literal, pero su nacionalidad no.
VB: Cuando la Biblia habla de judíos según su tribu, siempre son judíos literales (Apocalipsis 7.5-9).

MH: Los más fieles son sellados, pero si fallan, pierden el sello.
VB: El sello de los 144,000 será divino y permanente. Asimismo, los creyentes en Cristo hoy, “después de escuchar el mensaje de la verdad, el evangelio de su salvación, y habiendo creído, fueron sellados en Él con el Espíritu Santo de la promesa, que nos es dado como garantía de nuestra herencia” (Efesios 1.13-14 NBLA).

MH: Los 144,000 son los únicos que van al cielo, por su fidelidad.
VB: Aunque con responsabilidad sobre la tierra nueva, todo creyente en Cristo de esta época irá al cielo primero, bien sea por la muerte (2 Corintios 5.8), o por el rapto (1 Tesalonicenses 4.14-17). Cristo salva a “todo aquel que en Él cree… por gracia… por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe” (Juan 3.16; Efesios 2.8-9).

MH: No es posible saber con exactitud quiénes son los sellados.
VB: Los 144,000 serán sellados visiblemente con “el nombre de él (el Cordero) y el de su Padre escrito en la frente” (Apocalipsis 14.1). Los creyentes verdaderos hoy no tienen dudas, porque “el Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios” (Romanos 8.16).

¿Y usted, amigo? ¿Como responderá hoy al Evangelio? Solamente la salvación en Cristo da protección del juicio venidero contra los pecadores. Usted puede ser sellado, no por un ángel, sino por el Espíritu Santo; no por ser fiel, sino por creer en Cristo. Sea sabio y confíe en “el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Juan 1.29).

Timoteo Woodford, Hermosillo, México
Publicaciones Pescadores


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Sé Diligente En Conocer Bien 

La Palabra De Dios


 

William MacDonald

Textos: Proverbios 2.3-9; 2 Timoteo 2.15

Todo creyente debe ser estudiante de la Biblia. Demasiados cristianos piensan que el estudio serio de las sagradas Escrituras es algo sólo para un pastor, anciano u obrero, y que no es necesario para los demás. Es un error colosal. Cada hijo de Dios necesita y debe diligentemente leer, estudiar y apropiar para sí la Palabra de Dios.
    Un segundo error es pensar que para estudiar la Biblia necesitas ir a aprender en un seminario o instituto. ¡Incorrecto! C. H. Spurgeon nunca tuvo formación formal en la Biblia, ni tampoco lo tuvieron G. Campbell Morgan ni Harry A. Ironside, ni A. W. Tozer, ni otros.
 

  “Eran estudiantes devotos de la Palabra, y aprendieron sus profundas verdades a través de horas de estudiar, meditar y orar. El primer paso hacia la plenitud de vida es la inteligencia espiritual—creciendo en la voluntad de Dios mediante el conocimiento de la Palabra de Dios”.

    Aprende a disciplinar tu uso del tiempo. Aparta un tiempo específico, y un lugar donde puedes estudiar sin distracción. Apaga el teléfono. Algunos encuentran que las horas tempranas del día son las mejores. Otros prefieren la tarde o la noche. Pero lo importante es que cada vez que guardes esta cita, fortaleces el hábito. Cada vez que fallas, lo debilitas. También puedes disciplinarte a utilizar los ratos libres para continuar los estudios donde antes habías parado. Pero eso no toma el lugar del tiempo dedicado.
    La motivación es tremendamente importante. El incentivo más grande para estudiar la Biblia es el hecho de que ella es la Palabra de Dios. En ella oyes a Dios hablándote, y podrás conocerle mejor. Cuando vivas consciente de eso, estudiar la Biblia se convierte en gozo, no una tarea pesada.
    ... Ahora bien, no debes pensar que estudiar la Biblia va a ser algo fácil. Es trabajo, pero merece la pena. Prepárate para profundizar, buscar, comparar e investigar. Determina poner por obra lo que aprendas, como Esdras. (Esd. 7.10)
    Comienza con oración. Pide a Dios que Su Espíritu Santo te guíe al leer la Palabra, y te enseñe cosas maravillosas en Su Palabra (Sal. 119:18). Sométete a Él como tu Maestro, y dispónte a aprender.
    Entonces, decide cuál libro de la Biblia vas a estudiar. Eso dependerá en parte de dónde estás en tu vida cristiana, si eres creyente nuevo o si ya tienes algún conocimiento de las Escrituras.
    No intentes hacer demasiado en una sesión. Es mejor tomar pocos versículos y sacar algo provechoso de ellos que leer un capítulo y olvidar de pronto lo que habías leído. Generalmente un capítulo es demasiado.
    Lee el pasaje una y otra vez hasta que llegue a ser parte de ti. La familiaridad íntima con las mismas palabras de la Biblia es una cosa invaluable.
    Apunta cosas que no entiendes y preguntas o dudas que tengas. Cuando me preguntan cómo estudio la Biblia, digo: “con la mente hecha un interrogante”. Eso no quiere decir que dudes de la veracidad de la Palabra de Dios. Simplemente significa que al leer y estudiar, siempre preguntas: “¿Qué significa esto?”
    Escribe tus propias notas y observaciones sobre cada versículo. Realmente no has captado el sentido hasta que puedas explicarlo en palabras sencillas y fáciles de entender... A menos que las personas puedan expresarse bien usando un vocabulario ordinario de su idioma, realmente no conocen bien el tema que tratan.
    Luego, toma ayuda de los comentarios de confianza, los diccionarios bíblicos, las enciclopedias, buenas traducciones de la Biblia, las versiones parafraseadas, libros de estudios de palabras y otras obras de consulta. Yo acepto toda la buena ayuda que encuentre. Pero un comentario no debe usarse como un atajo. Leer un comentario no es suficiente para decir que has estudiado.
    Sigue buscando respuestas a tus preguntas. Algunas preguntas serán contestadas durante el tiempo de tu estudio de la Biblia, otras quizás sean contestadas después de un tiempo, al hablar del tema con otras personas, o más adelante en tus lecturas y estudios. Puede que a algunas no halles respuesta completa.
    A veces los eventos de la vida cotidiana arrojan luz sobre las Escrituras. Podemos aprender en las pruebas y tribulaciones. Por ejemplo, los creyentes en un campo de concentración perciben tesoros en la Biblia que los demás no ven.
 
  Aprovecha con ánimo las oportunidades que tengas para compartir los resultados de tus estudios. Esto puede bendecir y ayudar a otros, y además, te librará de vivir en un mundo de cosas triviales. Ahora, ¡manos a la obra!

William MacDonald
adaptado de su libro: Manual del Discípulo

 

 

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Pedro: de Pescador a Predicador



Su Condición
    Pedro era un hombre trabajador. Había trabajado toda la vida en su oficio, la pesca, que aprendió de su padre. Vivía en un pueblo cerca del mar de Galilea. No había máquinas ni motores para los pescadores. Tenía que remar y subir una vela para mover el barco, y manualmente lanzaban y recogían las redes. Vivía en su pueblo y se ocupaba en ese oficio hasta que vio y oyó a Jesucristo, y entonces, quizás por primera vez se dio cuenta de su problema.
    “Soy hombre pecador” (Lucas 5.8), confesó en presencia de Cristo. Muchos, como él, se comparan con sus vecinos o compañeros y creen que están más o menos bien. Pero si se comparan con Cristo, son pecadores. Pedro, al decir eso, describió la condición que heredó de Adán, así como todos nosotros. Dice Romanos 5.12, “Como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron”. Aunque no es nuestra culpa que hayamos nacido en esa condición espiritual, sí somos culpables por lo que hemos hecho desde entonces. ¿Ha entendido usted la gravedad de su condición pecaminosa delante de Dios?

Su Conocimiento
    En su segunda carta, Pedro habla de personas que tienen un “conocimiento del Señor y Salvador Jesucristo” (2 Pedro 2.20), pero no son creyentes. Su conocimiento de Cristo y su historia es intelectual y superficial, pues no lo han aplicado personalmente para ser perdonados. Pedro describe la condición de ellos, diciendo que “su postrer estado viene a ser peor que el primero” (2 Pedro 2.20). Por un tiempo en su vida, Pedro también tenía cierto conocimiento de Cristo, pero sin ser creyente ni seguidor. Era como muchos hoy que tienen la religión de su familia o cultura, pero sin una fe personal en Cristo. ¿Qué tipo de conocimiento tiene usted del Señor Jesucristo?


Su conversión
    Andrés, el hermano de Pedro, oyó a Juan el Bautista proclamar: “He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Juan 1.29). Andrés creyó en Cristo, el Cordero de Dios, y luego halló a Pedro y “le dijo: Hemos hallado al Mesías (que traducido es, el Cristo). Y le trajo a Jesús” (Juan 1.41-42). Ese fue el momento de su conversión. Pedro, al reconocer al Señor Jesucristo como su Salvador, recibió el perdón de sus pecados y fue convertido.  Ese pescador pasó varios años con Cristo, y luego fue enviado a predicar. Años después, él mismo predicó en Hechos 10.43, “Todos los que en él creyeren, recibirán perdón de pecados por su nombre”. ¿Usted se ha arrepentido y confiado en Cristo para ser perdonado y convertido?

Su consideración
    Pasados algunos años, Pedro escribe en su primera carta lo que creyó para ser perdonado y tener vida nueva. Había considerado la crucifixión y resurrección de Jesucristo, su Salvador. “Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios” (1 Pedro 3.18). Es cierto que hay mucho sufrimiento en el mundo, pero solo hay Uno que sufrió por los pecados de los demás. Es cierto que muchos han muerto, pero Uno solo murió por los pecadores de todo el mundo. Pedro declaró acerca de Cristo: “Quien llevó el mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero” (1 Pedro 2.24). ¿Ha considerado usted la muerte de Cristo en la cruz, que fue por ti? ¿Ha considerado Su sepulcro vació?

Su convicción
    Pedro estaba convencido de que la salvación de su alma no se hallaba en sí mismo, ni mucho menos en una religión, sino en el Señor y Salvador Jesucristo. Por eso predicó en Hechos 4.11-12, “Este Jesús... y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos”. La salvación no está en una religión, ni en los sacramentos, ni en la devoción a los santos, sino solo en Jesucristo. Solo Él es “el Salvador”. El Señor fue paciente “con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento” (2 Pedro 3.9). ¿Cuál es su respuesta a la noticia de que Jesucristo padeció en la cruz llevando sus pecados? ¿Se ha arrepentido para confiar en Él y ser salvo?

Timoteo Stevenson
adaptado del tratado de Publicaciones Pescadores
otros tratados en formato digital: https://publicacionespescadores.com/folletos

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