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sábado, 30 de abril de 2022

EN ESTO PENSAD mayo 2022

 ¿Debemos Ser Vegetarianos?


Personalmente, me encanta casi toda clase de vegetales. Espero impaciente la llegada del verano y la abundancia de verduras. Pero, ¿debo rehusar la carne? El vegetarianismo está de moda hoy, y crece la forma más estricta: el veganismo. Los veganos rehúsan no solo la carne, sino el pescado y todo producto animal. Hoy es popular como una filosofía de vida, de no violencia, y casi diría que es una religión naturalista de convivir en paz con los animales y en armonía con el planeta. No sé por qué los que piensan así se permiten matar a plantas y comerlas, ¡pero supongo que tienen que comer algo! ¿Cuál debe ser la postura del cristiano?
    Algunos citan Génesis 1-2 y la dieta sin carne en Edén. Pero de los 1.188 capítulos en la Biblia, tienen que limitarse a esos dos primeros. En el capítulo 3, tras la entrada del pecado en el mundo, todo cambió. Observamos que Dios hizo túnicas de pieles de animales para Adán y Eva (v. 21), y ¿de dónde sacó esas pieles si no de animales que Él mató? Se supone que fue entonces que Dios los enseñó cómo matar y sacrificar un animal. En Génesis 4.3 Caín presentó a Dios una ofrenda “vegetariana” – “los frutos de la tierra”, y Dios no lo aceptó. En el siguiente verso Abel trajo el sacrificio “de los primogénitos de sus ovejas”, y Dios lo aceptó. Como reacción, Caín, el “vegetariano”, se enojó y mató a Abel. Probablemente le degolló cómo había visto hacer a los animales. No mataba a un animal, pero a su hermano sí. Caín fue el primer homicida y fratricida.
    Luego en Génesis 9.3-4, después del Diluvio, Dios enseñó a Noé y sus descendientes acerca de su dieta. No les instituyó la dieta de Edén, sino ésta: “Todo lo que se mueve y vive, os será para mantenimiento: así como las legumbres y plantas verdes, os lo he dado todo. Pero carne con su vida, que es su sangre, no comeréis” (vv. 3-4). Es decir, podían comer de todo.
    Cuando el ángel de Jehová y dos otros ángeles visitaron a Abraham, él les invitó a comer y preparó “un becerro tierno y bueno”, mantequilla y leche, y lo comieron (Gn. 18.7-8). No eran vegetarianos. No rehusaron la comida, ni le reprocharon por ofrecerles tales cosas.
    Siglos después, en el libro de Levítico, enseñó a Israel acerca de los sacrificios que deberían presentar a Dios. La oblación (Lv. 2) era de pan, y la libación (Lv. 23.13) era de vino, pero los demás eran animales que debían ser degollados y quemados sobre el altar: becerros, ovejas, cabras, tórtolas, palominos, vacas, bueyes, machos cabríos y corderos. No solamente los sacrificaban, sino debían comer parte de ciertos sacrificios.
    En Levítico 11 y Deuteronomio 14 Dios prohibió que los israelitas comiesen ciertos animales designados como inmundos, pero no prohibió comer carne. Esos textos de la Ley enseñan qué animales, peces y aves, ellos  podían comer.
    El Señor Jesucristo, cuando estuvo en el mundo, comió carne (el cordero de la pascua) y pescado. Además, en Marcos 7.19 declaró limpios todos los alimentos. Es decir, quitó toda restricción dietética. Enseñó así a los apóstoles: “Comed lo que os pongan delante” (Lc. 10.8).
    El apóstol Pablo advirtió que en los postreros tiempos algunos apostarían de la fe, escuchando a espíritus engañadores y doctrinas de demonios (1 Ti. 4.1). Dijo: “y mandarán abstenerse de alimentos que Dios creó para que con acción de gracias participasen de ellos los creyentes y los que han conocido la verdad” (1 Ti. 4.3). La verdad es que los creyentes no son vegetarianos, sino deben comer de todo, porque, dice el apóstol: “todo lo que Dios creó es bueno, y nada es de desecharse, si se toma con acción de gracias”. Está claro que la Biblia no enseña el vegetarianismo. Se comprende que por alergias o cuestiones médicas algunos deben evitar ciertos alimentos. Por ejemplo, algunos no pueden consumir nada con glúten. Son necesarias dietas especiales para los que tiene problemas sobrepeso, de cloresterol, o de azúcar en la sangre. Pero esa clase de dieta es por razones médicas, no por el veganismo, y son excepciones. La norma es “todo lo que Dios creó es bueno, y nada es de desecharse”. Es normal que cada uno tenga sus gustos y preferencias, pero a pesar de eso deben comer lo que le den, excepto cuando sería perjudicial. No debemos tratar de asignamos valores espirituales a ciertas comidas. Aceptemos la instrucción apostólica, demos gracias, y comamos, “para la gloria de Dios” (1 Co. 10.31).     

                                                                                                                                                          Carlos

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Gedeón:Un Joven Transformado En Un Siervo De Dios
parte 6
Camilo Vásquez Vivanco

viene del número anterior
GEDEÓN PUESTO A PRUEBA
    

“...le dijo Jehová: Toma un toro del hato de tu padre, el segundo toro de siete años, y derriba el altar de Baal que tu padre tiene, y corta también la imagen de Asera que está junto a él”  (Jue. 6:25).
    
Siempre Dios pondrá a prueba nuestra integridad. Gedeón no podía servir en público antes de enfrentar el mal en su casa y acabar con él. Dios prueba a Gedeón ordenándole tres cosas claras, sacrificar el segundo toro de su padre, derribar el altar de Baal de su padre y destruir él mismo la imagen de Asera que existía en su propia casa.
    Gedeón no participaba de esta idolatría pero no había tenido coraje para testificar contra ese mal. Inicialmente Gedeón había edificado un altar para Dios, llamándolo “Jehová salom” (“El Señor es paz”, Jue. 6:24). Pero había otro altar en su hogar, un altar a Baal, y tenía que ser quitado. Los dos no podían existir a la vez y veremos que Dios demanda una clara definición también para nosotros en nuestro servicio espiritual: “No podéis beber la copa del Señor, y la copa de los demonios; no podéis participar de la mesa del Señor, y de la mesa de los demonios” (1 Co. 10:21). Un verdadero siervo de Dios debe saber que la obediencia a Dios está por encima de las costumbres familiares. Por muy amados que sean los padres es necesario antes obedecer a Dios. Así dijo el Señor: “Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun también su propia vida, no puede ser mi discípulo” (Lc. 14:26).
    Su padre y Gedeón mismo habían tolerado esa idolatría en su propia casa, ¿Porqué lo hicieron? Viendo el contexto de Jueces es lo que estaba de moda y así les permitía tener más gente en el culto a Dios. Existía una mezcla entre lo que ellos conocían del verdadero culto a Dios y de esta tradición popular a Baal. Posiblemente nosotros nos hemos deslizado en lo mismo con el culto a Dios mezclado con tradiciones del mundo que hacen más popular el culto a Dios. Revisemos qué cosas hemos traído a nuestras vidas y a la iglesia que no son del agrado de Dios. Sucede que muchas de esas cosas que traemos a la iglesia son copias de otros lados. Hemos ido de visita a conferencias y hemos visto algo novedoso y lo copiamos como si eso ayudara a tener más popularidad y éxito. Así hizo el rey Acaz (2 R. 16:7-12), no solo sacó la plata y el oro del templo sino que copió el diseño del Altar de los asirios. Cambió las glorias de la redención representadas por El Oro y la plata en el templo por algo llamativo y popular. ¿Es esto lo que está pasando en su vida o en su iglesia?
    Imagínemos si Gedeón venciese a los madianitas teniendo esos ídolos en su casa ¿A quien atribuirían éxito los familiares de Gedeón? ¿A Baal o a Dios? Evidentemente a Baal y habrían seguido en su idolatría. Si nosotros confiamos en las estrategias humanas en nuestras reuniones como la entretención, la música instrumental, las actividades sociales, etc., ¿a quién atribuiríamos éxito en nuestro testimonio? Evidentemente a los agregados y no a Dios. ¿Qué nos aconseja Dios? “...Ésta es palabra de Jehová a Zorobabel, que dice: No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos” (Zac. 4:6). Por favor no vayamos a pensar que es necesario un “proyector” para el funcionamiento de las reuniones en la iglesia, ni ningún otro implemento tecnológico. Pueden ser útiles, pero no son necesarios ni deben ser la atracción de una reunión, pues la edificación espiritual de un alma descansa en el poder del Espíritu Santo. Él usa al hombre que ha pasado tiempo en oración, y estudia y obedece a la Palabra de Dios. Sin esto, la tecnología es una vana diversión.
    Hoy existen muchos buenos cristianos ineficaces por no ser valientes en sus iglesias y en sus hogares enfrentando la idolatría o algún pecado permisivo, como también por vivir en una mezcla con el mundo.  Están con sus labios sellados por ser cobardes y no ser luz en sus lugares de trabajo, en su oficina o en su propias casas. ¿Por qué esto? Por el miedo a perder la aprobación de sus conocidos además de  perder la paz familiar. Permítame decirle que los creyentes más infelices son los cobardes pues han inutilizado sus vidas por el miedo a perder la seguridad familiar. El Señor fue claro en decirnos: “Fuego vine a echar en la tierra; ¿y qué quiero, si ya se ha encendido?...¿Pensáis que he venido para dar paz en la tierra? Os digo: No, sino disensión. Porque de aquí en adelante, cinco en una familia estarán divididos, tres contra dos, y dos contra tres. Estará dividido el padre contra el hijo, y el hijo contra el padre; la madre contra la hija, y la hija contra la madre; la suegra contra su nuera, y la nuera contra su suegra” (Lc. 12:49-53).
    Es cobardía no identificarnos con nuestra fe dando un claro testimonio del Señor, y eso nos coloca entre los que niegan al Señor (Mt. 10:32-33). Por su parte quien sea valiente y coloque en primer lugar al Señor y su fe en Él, recibirá la corona de la vida (Ap. 2:10). Todo esto será el precio a pagar por ser fieles al Señor, evitarlo será colocarse al lado de Satanás para ayudarle a llevar al infierno a nuestros seres queridos. Gedeón obedeció a pesar de su temor, y derribó el altar pagano de su padre. “...Mas temiendo hacerlo de día, por la familia de su padre y por los hombres de la ciudad, lo hizo de noche” (Jue. 6:27). No importó el modo de romper con aquella idolatría pero actuó en fe con el peligro de perder su propia vida.
    Ahora había que sacrificar primero el segundo toro y esto significaba mucho para una familia de trabajo en el campo. Posiblemente el primer toro había sido ya sacrificado a Baal o se lo habían llevado los madianitas que saqueaban no solo los graneros, sino que también los corrales llevándose los animales. Dios le pide el segundo toro, ¿No es mucho pedir? Es un toro de siete años con toda su vitalidad y años de cuidado en que sacrificarlo aparentemente es una gran pérdida. Sin embargo la obediencia a Dios incluye sacrificar aquello que nos da seguridad pues Dios no solo es digno de lo mejor de nuestras vidas, sino que debe tener el primer lugar como pidió Dios por Elías a aquella viuda que tenía solo un puñado de harina y un poco de aceite (1 R. 17:12-14). Además ese segundo toro es del todo probable que sería sacrificado a Baal demostrándonos que casi siempre lo más vital y mejor de nuestras vidas lo sacrificamos al mundo y no a Dios. Quien quiera honrar y servir a Dios deberá aprender primero a gastar todo lo que posee en la obra de Dios, pues no solo es digno de esto, sino que Él mismo se encargará de sostenernos y proveer para nuestro sustento. Es sugerente el hecho que los hombres que siguieron al Señor “lo dejaron todo” (Lc. 5:11 y 28), y esto incluía el bienestar y comodidad totalmente lícito.
    Fijemonos que por este acto de obediencia a Dios, Gedeón ganó a su padre para Dios (Jue. 6:29-31). Es el mismo padre de Gedeón que encara a sus amigos de idolatría para que digan a Baal que si es Dios que se defienda solo. Lo que parecía imposible Dios lo revierte en una bendición pues su padre de idólatra pasó a ser un creyente en el único Dios verdadero. Esto ha ocurrido con muchos hombres rescatados de la religión popular debido al testimonio de sus esposas o de sus hijos, “porque ellos mismos cuentan de nosotros la manera en que nos recibisteis, y cómo os convertisteis de los ídolos a Dios, para servir al Dios vivo y verdadero” (1 Ts. 1:9). No seamos cobardes y atrevámonos a ser luz donde quiera que estemos.
    Además se nos relata que Gedeón fue apodado “Jerobaal”, esto es, enemigo de Baal (Jue. 6:32) y es solo entonces que el Espíritu de Dios embiste a Gedeón dotándole de gracia para que un gran segmento de Israelitas se unieran a su causa (Jue. 6:34-35). No se nos dice que fue lleno del Espíritu, experiencia solo hecha realidad tras la resurrección del Señor y solo efectiva para la iglesia (Ef. 5:18). La experiencia de Gedeón, como la de todos los creyentes del Antiguo Testamento, no indica que el Espíritu Santo moraba en ellos (Sal. 51:11), sino solo les capacitaba puntualmente, ayudándoles en su servicio a Dios (Nm.11:17; Jue. 3:10; 11:29; 14:6). El Antiguo Testamento registra solo a algunos creyentes llenos del Espíritu y tal experiencia fue soberana de Dios con un motivo especial (Éx.31:2-5; 35:30-35; Dt.34:9). La llenura del Espíritu es un mandamiento solo para la iglesia, pues ahora el Espíritu mora en el creyente, y Él solo actúa en quién se predispone a ser controlado por Su Persona, y obedece a la Palabra de Dios.

continuará, d.v. en el número siguiente

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Buen Consejo De Los Proverbios

“El simple todo lo cree; mas el avisado mira bien sus pasos” (Pr. 14.15).
En la vida estamos constantemente bombardeados con las ideas, teorías y opiniones de personas: en conversación, en los medios de comunicación, en la prensa y en el internet. Suelen ser presentadas con confianza y fuerza, y el mensaje implicado es: “Créeme, porque sé lo que digo”. Ya sea el que habla un incrédulo que ofrece sabiduría mundana, o un profesado cristiano que habla de lo que él cree es doctrina bíblica, no debemos ser crédulos. No debemos aceptar ingenuamente la palabra de un hombre, ni siquiera de la mayoría, aunque hable con aparente autoridad o experiencia. Cada uno de nosotros debe ser “el avisado” que, en lugar de creer todo lo que oye, examina todo a la luz de la Palabra de Dios, que es la única norma. No deben figurar emociones ni amistades, ni cuántas personas piensan así, sino lo que Dios ha dicho. Solo debemos aceptar lo que oímos cuando así estemos convencidos de que es verdad. Esto es como mirar bien nuestros pasos y encaminarnos bien, y evitar los errores y sus consecuencias. 

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Crezcamos en el Conocimiento de Dios

parte 2
Lucas Batalla

En cuanto al apóstol, aunque tenía mayor conocimiento de Dios que nosotros, es impresionante que deseaba conocer más y mejor al Señor. Consideramos sus palabras en Filpenses 3:8, “aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor”. Y en el verso 10, “a fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos”.
    Debemos pensar, hermanos, si realmente conocemos a Dios como debemos. El conocimiento de Dios viene por medio de Su Palabra, pues en el evangelio se manifiesta la justicia de Dios (Ro. 1:17). El verdadero creyente tiene este conocimiento de Dios, es decir, del Señor y Salvador Jesucristo, a quién conocer es vida eterna. En Su oración en Juan 17, el Señor dijo: “Y ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado” (Jn. 17:3). Jeremías profetizó así acerca de la conversión de Israel: “Y les daré corazón para que me conozcan que yo soy Jehová; y me serán por pueblo” (Jer. 24:7). Cuando habló del nuevo pacto que hará con Israel, dijo: “todos me conocerán” (Jer. 31:34). Esto es conocer a Dios por medio de la salvación, y tener la iluminación del Espíritu Santo. Nosotros por la fe ya experimentamos esto, y un día será así con la nación de Israel. El que realmente conoce a Dios por el evangelio, por la fe, lo manifiesta con una vida cambiada – no intachable – pero sí marcadamente diferente a su vida de antes. “Y en esto sabemos que nosotros le conocemos, si guardamos sus mandamientos. El que dice: Yo le conozco, y no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso, y la verdad no está en él” (1 Jn. 2:3-4). Decir: “yo le conozco” es profesar ser creyente. Pero si realmente conocemos a Dios, nuestra vida lo demuestra. Tito 1:16 advierte de personas peligrosas en las iglesias: “Profesan conocer a Dios, pero con los hechos lo niegan”. Esto es así porque el conocimiento de Dios nos cambia. Tito 1:1 habla del “conocimiento de la verdad que es según la piedad”. Es más que saber información teológica.
    Pero además del conocimiento fundamental mediante el evangelio y la conversión, debemos seguir creciendo en el conocimiento de Dios. Ahí es donde muchos fallan. Creen, se bautizan, asisten a las reuniones, y más o menos esto es todo. No crecen espiritualmente, no profundizan, no maduran, no progresan mucho porque su conocimiento de Dios y Su Palabra es – sin ánimo a ofender a nadie – infantil. Son inmaduros en su conocimiento de Dios. Son inexpertos en la palabra de justicia, y niño (He. 5:13). Pedro exhorta a los cristianos a esforzarse y aplicarse para seguir creciendo: “vosotros también, poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento” (2 P. 1:5). En éste y los siguientes versos nos hace ver la importancia del desarrollo del conocimiento de Dios y de crecer en nuestro carácter y conducta como cristianos. “Poniendo toda diligencia” dice, no a los predicadores sino a cada creyente, y por eso cada uno debe preguntarse: “¿Qué hago, qué diligencia pongo para añadir a mi fe? ¿Cómo y en qué estoy creciendo en el conocimiento de Dios?”
    La Biblia tiene mucho más que decir acerca del conocimiento de Dios y lo importante que es. Es más importante que conocer a las personas. Si queremos conocer a una persona, sabemos que tenemos que pasar tiempo con ella, conversar, observar, y a través de ese acercamiento y contacto vamos aprendiendo. Pues lo mismo pasa con el conocimiento de Dios. Es importante recordar cómo Pedro termina su segunda epístola, porque es una exhortación que todos necesitamos. Debe ser una meta principal en nuestra vida en este año nuevo – el conocimiento de Dios. “Creced en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. A él sea gloria ahora y hasta el día de la eternidad. Amén” (2 P. 3:18).

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 ESCOGE LO MEJOR


En Proverbios aparece mucho la expresión "mejor es", para ayudarnos a escoger bien.
"Porque su ganancia es mejor que la ganancia de la plata, y sus frutos más que el oro fino" (Pr. 3.14). Habla de la sabiduría y la inteligencia (v. 12), que solo vienen de Dios (Pr. 2.6). Nuestra prioridad debe ser obtener la sabiduría antes que bienes materiales, porque puede hacer cosas que la plata no puede. Pero hay que buscarla y obtenerla como el capítulo 2 enseña. Léela y verás.
"Mejor es la sabiduría que las piedras preciosas" (Pr. 8.11). He aquí el valor sublime de la sabiduría. Muchos desean joyas, pero no el adorno interno de la sabiduría. ¿Qué valor práctico tienen las joyas? Ninguno. ¿Qué joyas llevaba Cristo? Ninguna. Pero la sabiduría nos ayuda cada día de nuestra vida, ¡y también en la eternidad! Es mejor, pero ¿qué prioridad tiene en tu vida? 

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Matrimonio, Divorcio y Adulterio

Curtis Thigpen

La Palabra de Dios expresa claramente la santidad del matrimonio:
    · Dios lo diseñó y originó (Gn. 2.21-24).
    · Dios prohíbe su disolución por el hombre
       (Mr. 10.9).
    · Dios declara que aborrece el repudio
      (Mal. 2.15-16).
    · El matrimonio ilustra la relación entre
      Cristo y Su iglesia (Ef. 5.22-33; Ap. 19.7-8)


    Según Marcos 10.6-9 es bastante obvio que desde el principio la intención divina es que la unión matrimonial sea permanente, y que solo podía terminarse legítimamente por la muerte.

“pero al principio de la creación, varón y hembra los hizo Dios. Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne; así que no son ya más dos, sino uno. Por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre”.

    Además, uno de los propósitos principales del matrimonio es la institución y el establecimiento del hogar, que es la base de una sociedad ordenada. Cuando es minada la dignidad y santidad de esa unión y del hogar, los resultados son trágicos y tristes. Es así no solo en las familias afectadas, sino también afecta el bienestar de la sociedad en general, y contribuye a la desintegración y el colapso de naciones fuertes.
    En el Antiguo Testamento, Dios estableció reglas acerca del divorcio y asuntos relacionados, en Deuteronomio 22-24. Se permitía el divorcio en el caso de la decepción en cuanto a la pureza moral, pero solo si se había contaminado antes de consumar el matrimonio (Dt. 24.1). Por otra parte, si había pruebas de inmoralidad después del matrimonio, ambas personas debían ser apedreadas (Dt. 22.22). La excepción mencionada por nuestro Señor en Mateo 5.32 y 19.9 evidentemente se basa en estos principios.
    De esas palabras del Señor, algunos estimados maestros de la Biblia han deducido y enseñado que cuando el matrimonio ha sido contaminado por el adulterio, se permite bíblicamente el divorcio, y que la parte “inocente” está libre para casarse nuevamente. Pero, un examen honesto de los términos empleados por el Señor revela que esa excepción no es el adulterio. Observa que Sus declaraciones en los siguientes pasajes no admiten excepciones.

“y les dijo: Cualquiera que repudia a su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra ella; y si la mujer repudia a su marido y se casa con otro, comete adulterio” (Mr. 10.11-12).

“Todo el que repudia a su mujer, y se casa con otra, adultera; y el que se casa con la repudiada del marido, adultera” (Lc. 16.18).

    En general el Nuevo Testamento obviamente no hace concesiones para el concepto corriente del divorcio y nuevo matrimonio de personas divorciadas. El precepto del Nuevo Testamento está claramente expresado en pasajes como Romanos 7.2-3 y 1 Corintios 7.39, y lógicamente alza la pregunta: “¿Respira aún el esposo?”, porque mientras viva, ante Dios sigue en vigor el matrimonio. La violación de este precepto es el pecado  llamado “adulterio”. Según 1 Corintios 6.9-10 los adúlteros “no heredarán el reino de Dios”, pues los juzgará Dios (He. 13.4).
    Algunos piensan que 1 Corintios 7.11 implica, y por lo tanto, permite el divorcio. Pero podría ser simplemente una separación física que no disuelve del matrimonio. Debe notarse que no es mencionado como una solución a los posibles casos citados en los versos 10-16. Ha sido observado que en la ruptura matrimonial, es muy posible que la pareja haya descuidado las instrucciones dadas en 1 Corintios 7.1-6, y en la mayoría de los casos ninguno de los dos puede afirmar con razón que es la “parte inocente”.
    1 Corintios 7.12-16 trata el caso del cónyuge incrédulo que se separa, y el verso 15 declara que “no está el hermano o la hermana sujeto a servidumbre en semejante caso”. Pero interpretar que eso significa que el hermano o la hermana entonces estaría libre del lazo matrimonial es algo opuesto a las declaraciones de Romanos 7.2-3 y 1 Corintios 7.39. Según el Diccionario Expositivo de W. E. Vine, la palabra “servidumbre” significa esclavizar. Así que una interpretación probable es que el esposo o la esposa creyente no está bíblicamente obligada a servir al incrédulo que se separó. Etimológicamente las palabras “sujeta” en Romanos 7.2-3 y “ligado” 1 Corintios 7.27 no tienen relación alguna con la frase “sujeto a servidumbre” en 1 Corintios 7.15 que puede indicar cualquier tipo de atadura u obligación. (véanse otros ejemplos en Mt. 13.30 “atadla”; Jn. 18.12 “ataron”; Hch. 20.22 “ligado”). Algunos alegan que al entrar en una nueva relación matrimonial, queda automáticamente disuelto el lazo matrimonial de la unión original. Pero no pueden citar ninguna Escritura para justificar esa conclusión.
    Alabado sea el Señor, “ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús” (Ro. 8.1). Sin embargo, a menudo permanecen las cicatrices del pecado. Esto es verdad respecto al divorcio, y el nuevo matrimonio de personas divorciadas. En muchos casos la acción del divorcio es instigada por egoísmo y resentimiento, deseando huir de algo desagradable y olvidando los votos hechos ante Dios y testigos. Causa daño a terceros, pues deja a los niños dolidos, frustrados, desconfiados y rebeldes. También mancha el nombre de la familia y la iglesia, y todos los involucrados tendrán una conciencia culpable. Además, divorciarse es hacer algo que Dios aborrece. Es bastante obvio que el divorcio crea más problemas que los que soluciona. Por eso, los que están contemplando el divorcio deberían parar, reflexionar cuidadosamente a la luz de las Escrituras, y hacer de su parte todo lo posible para preservar su matrimonio.
    Si una persona divorciada contempla la posibilidad de volverse a casar, debe parar y hacer caso de la Palabra de Dios – Hebreos 13.4 y Proverbios 13.15b, “El camino de los transgresores es duro”.
    El divorcio y el matrimonio de personas divorciadas están generalizados hoy en nuestra sociedad. En la sabiduría del mundo son consideradas como alternativas aceptables, y aun muchas iglesias se han dejado influir por el mundo y ahora permite esas cosas. No es sorprendente que los egoístas del mundo recurran al divorcio, pero es chocante que haya llegado a ser común entre los que profesan ser cristianos.
    No obstante, según las normas de Dios esas cosas son PECADO. Si los creyentes y las iglesias desean ser fieles al Señor, no deberían andar modificando la definición del pecado. Las iglesias no deben envanecerse ni jactarse de permitir algo que Dios aborrece. “Sea Dios veraz, y todo hombre mentiroso” (Ro. 3.4).

Curtis Thigpen sirve fielmente al Señor durante muchos años en la asamblea en Avera, Georgia, EEUU. Su matrimonio duró 67 años, hasta la muerte de su esposa Agnes con 102 años de edad. Su tratado original en inglés se titula: Divorce: Solution or Problem? (“El Divorcio: ¿Solución o Problema?”)


Para leer más, recomendamos el libro Fornicación y Adulterio, Libros Berea 

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EL DINERO HABLA... ¿QUÉ DICE?


 “El dinero habla” es simplemente una versión moderna del antiguo proverbio: “El dinero sirve para todo” (Eclesiastés 10.19). Es el lenguaje internacional. ¿Sabes algo de japonés? ¿No? Pero conoces la palabra “yen”. ¿Y hebreo? Todos reconocemos la palabra “shekel”. Lo mismo pasa con “peso”, “euro" y “dollar”. Los viajeros que no pueden comunicarse por medio del dialecto local, simplemente tienen que alargar sus carteras... e instantáneamente, ¡todo el mundo comprende!
    El dinero habla, pero ¿qué dice? El rey Salomón fue la persona que más dinero tenía para escucharlo hablar, y esto es lo que él oyó:
    1. El dinero no puede evitar que el “gran evento” suceda. Aunque el sabio va a la muerte con los ojos abiertos y el necio se hunde en la oscuridad, el último enemigo es insobornable. “Un mismo suceso acontecerá al uno como al otro” (Eclesiastés 2:14). El dinero habla elocuentemente en la sala de juntas, es adulador en el banquete, pero mudo en el lecho de muerte.
    2. El dinero no puede acompañarnos en nuestro viaje final (1 Timoteo 6.7). Dejamos el mundo con las mismas posesiones que cuando llegamos (Eclesiastés 5.15). Y así es trágicamente posible ser sabio para este mundo pero necio para la eternidad.
    3. Cuanto más dinero tengas, más importancia parece tener. Si el dinero va tomando más y más lugar en mi vida, entonces a esta misma medida él va expulsando gozo, amor y contentamiento de mi vida. El dinero hace un buen siervo, ¡pero un maestro cruel!
    El hombre que “lo tenía todo” declaró: “todo es vanidad”. Luego, ¿es malo el dinero? Pues, lo necesitamos para funcionar. ¿Es malo vivir para el dinero? Claro que sí. Es la manera más segura de convertirse en uno que vive en la pobreza espiritual. Escucha a tu dinero y verás.
    Un refrán dice: Cuando el dinero habla, la verdad calla, porque el dinero ha interferido muchas veces con la verdad, aun en las iglesias.
    Jesucristo preguntó: “¿Qué aprovechará al hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?” (Marcos 8.36). ¿Quieres ser realmente rico?  “La dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro” (Romanos 6.23).